CONSIDERACIONES GENERALES
En todos tiempos ha dado lugar la prostitución a cuestiones de carácter social tan interesantes, que la resolución de los problemas planteados acerca de su tolerancia o de su prohibición, se hallan todavía sobre el tapete de las naciones. Hasta la fecha, la incógnita no ha podido quedar despejada.
Consideramos este problema tan espinoso, que no nos maravilla la dificultad que su resolución entraña. Es verdad que algunos autores, entre ellos Jeannel y Parent-Duchâtelet, han dado a luz notables trabajos acerca de la prostitución; empero, preciso es confesar, que el punto ha quedado sin resolver, limitándose cuantos hasta hoy han escrito sobre el particular, más bien a hacer algunas consideraciones acerca de las medidas tomadas por distintos gobiernos para reglamentarla, a estudiar las costumbres, hábitos y caracteres de las prostitutas bajo el punto de vista moral y social, y a la exposición de notables trabajos estadísticos, que no a trazar una pauta segura que nos impidiera divagar en un asunto en el cual se halla comprendido el más alto de los intereses de las naciones: la salud de los gobernados.
La prostitución es una enfermedad social con caracteres de cronicidad, y bajo este supuesto, preciso es estudiar sus causas, sus síntomas y su tratamiento. Arduo por demás es el estudio que se requiere para conocer esta parte de la patología social. Oradores de gran talla se han ocupado de ella en doctas academias, y plumas muy bien cortadas han tratado esta materia en ilustradas revistas facultativas. ¿Cómo salir, pues, airosos de nuestra empresa, si al dar una ojeada al grave asunto de la prostitución y al abarcar de una sola mirada su trascendencia, nos sentimos sin valor para recorrer un trayecto sembrado de tantos escollos?
No nos hacemos la ilusión de encontrar un remedio para tan grave
mal. Al estudiar esta enfermedad social, deseamos tan sólo contribuir,
en cuanto nuestras fuerzas lo permitan, a aminorar los estragos que la
prostitución puede causar en nuestros semejantes, si quien se halla
en el deber de vigilar por la salud pública no se prevale de los
medios necesarios para contrarrestar la funesta influencia de aquella plaga
inevitable, tolerada por casi todas las naciones y que inútilmente
algunos gobiernos han intentado extirpar.
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PRIMERA PARTE | Cap. II | Cap. III | Cap. IV | Cap. V | Cap. VI | ||
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