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EDICIÓN  ELECTRÓNICA DE TRABAJOS PUBLICADOS 
SOBRE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
 
Prólogo al libro Ciencia y técnica en la metropolización de América, de José Sala Català.
 
Horacio Capel
 
Reproducido de: SALA CATALÀ, J. Ciencia y técnica en la metropolización de América. Madrid, C.S.I.C./Doce Calles, 1994, p. 7-21.

PRÓLOGO

El 23 de diciembre de 1991 moría José Sala Catalá, solo unos días después de haber finalizado la redacción de este libro que el lector tiene en sus manos. Tenía 37 años y dejaba tras de si una obra madura y rigurosa, llena de fecundos logros y de perspectivas sugerentes, que el autor ya nunca podrá desarrollar.

En el momento de su muerte el libro quedaba listo para ir a la imprenta, a falta solamente de una lectura final y de algunas pequeñas correcciones tipográficas que sus amigos se han encargado de realizar. Es una obra bellamente escrita y elaborada con una profundo conocimiento de las fuentes primarias, consultadas en numerosos viajes realizados a Iberoamérica y de jornadas de trabajo en archivos españoles. Muestra la inteligencia, la cultura y la sensibilidad del autor, así como su profundo conocimiento de la historia social, económica y científica de la América de los siglos XVI y XVII.

Se trata de un libro acabado y autosuficiente, que no necesita de prólogos, introducciones ni glosas para su lectura. Quizás el mejor consejo que puede darse al lector es que se ponga en contacto directamente con él, sin detenerse en este prólogo, para saborear la prosa elegante y contenida, la docta utilización de documentos sabiamente integrados en el discurso, el sentido del matiz que permite apuntar con breves frases amplias y eruditas polémicas que son discretamente aludidas sin hacer en ningún momento el menor alarde de erudición, la fina sensibilidad hacia los textos alegóricos del Barroco americano, o el profundo compromiso social y la denuncia de las trágicas consecuencias que la conquista española tuvo para la población indígena.

De todas maneras, también es cierto que el libro puede suscitar preguntas a algunos lectores: unos, tal vez, interesados en conocer la personalidad de su autor y en informarse de la génesis y el sentido de la obra; otros, quizás, atraídos por las ideas que el texto sugiere y deseosos de situarlas en un contexto mas amplio que permita interpretar las aportaciones que realiza. Preguntas seguramente similares a las que yo mismo me hacía cuando, aceptando el gran honor que los amigos de Sala Catalá me han hecho al pedirme que redacte este prólogo, me adentraba con emoción y con interés creciente en la lectura de este texto. A exponer esas impresiones, preguntas y sugerencias que yo mismo he sentido van dedicadas las siguientes líneas que desearía puedan ayudar a entender mejor el libro que tiene el lector entre sus manos o, al menos -si lee este prólogo al final, como una especie de epílogo- le permitirá comparar sus propias impresiones con las de otro atento lector de la obra.
 
 

El autor...

Las páginas frías y expresivas de un curriculum académico resumen de forma sumaria y contundente la vida y la trayectoria de un investigador. El de José Sala, que aparece resumido al final de esta introducción, refleja bien una vida de trabajo y de dedicación a la investigación y un proceso de creciente madurez intelectual y de dominio de la investigación científica.

Unos pocos datos sobre su formación y sobre su vida académica y sobre sus publicaciones resumen bien esa trayectoria.

Nació en Alicante en 1954 y estudió Biología en la Universidad Complutense de Madrid, donde finalizó su licenciatura en 1977. A continuación realizó su Tesis doctoral en el Instituto Cajal de Neurobiología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, integrado dentro del equipo del Prof. Antonio Ruiz Marcos, y desarrolló su investigación sobre la actuación de estímulos en el cerebro, tomando como ejemplo los efectos de la restricción del movimiento en la corteza cerebral de la rata, tesis que defendió en 1981 y apareció publicada dos años mas tarde. Posteriormente se integraría como Becario Postdoctoral en el Instituto Arnau de Vilanova del CSIC y en 1985 sería nombrado Colaborador Científico en el Departamento de Historia de la Ciencia del Centro de Estudios Históricos del mismo Consejo.

Su interés por la historia de la ciencia se manifiesta ya en el momento en que estaba finalizando la redacción de su Tesis doctoral. Y se dirige decididamente hacia lo que sería su primera gran línea de investigación en este campo: la historia de la biología y en especial el impacto del evolucionismo en la práctica científica de los biólogos españoles de la segunda mitad del siglo XIX y primer tercio del siglo XX.

La trayectoria intelectual de Sala Catalá queda bien reflejada en la serie de sus publicaciones realizadas a partir de 1981 durante poco mas de una década de activa y fecunda actividad. Un trabajo constante de investigación, que se ha difundido a través de varios libros y una treintena de artículos, y que ha ido acompañado de la participación en la organización y desarrollo de diversas reuniones científicas, en la colaboración en las tareas editoriales de la revista Asclepio, el órgano del Instituto Arnau de Vilanova, y de Quipu, órgano de la Sociedad Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología, en la participación en cursos y seminarios.

Pero detrás de esos datos del curriculum aparecen en seguida muchas preguntas, las cuales sobre todo se hacen insistentes al examinar los títulos de sus trabajos. ¨Qué conjunción de propósitos, de voluntades y de azares condujo a su autor hacia la ciencia y, mas tarde, hacia la historia de la ciencia?; ¨como se definen y evolucionan los problemas a los que se enfrenta un investigador?; ¨como se pasa de la investigación sobre el cerebro de las ratas a la historia de la ciencia en las ciudades americanas de los siglos XVI y XVII, con etapas intermedias en la historia de la biología, los paradigmas, las crónicas de indias, y el pensamiento utópico hispanoamericano?; ¨qué otras cuestiones interesaban vitalmente a Sala Catalá?. Y junto a ellas, una pregunta ya imposible de responder pero que no deja de atenazarnos con el dolor por la pérdida de un gran investigador: ¨Qué habría podido hacer José Sala si la muerte no lo hubiera arrebatado trágicamente y de forma inesperada en plena madurez?.

Para las personas que no tienen una familiaridad con la ciencia -que no son, desde luego, los lectores de este prólogo- tal vez pueda parecer que existe una abismo entre la tarea científica y la vida del investigador. Los temas que se abordan parecen muy alejados de los problemas acuciantes y pasionales del mundo real. El lenguaje distanciado de la ciencia contribuye también a esa impresión, ya que con mucha frecuencia se presenta como un lenguaje impersonal, alejado de la vida. En ocasiones el científico se esconde tras un plural de modestia ("pensamos", "creemos") que, teniendo en cuenta la autovaloración que en general tienen de si mismos todos los científicos, es muy posible que esté inextricablemente enlazado, incluso en los mas modestos, con un plural mayestático. Pocas veces, y no es el caso de este libro, aparecen afirmaciones en primera persona, a pesar de las ya antiguas llamadas de atención en ese sentido realizadas por Feyerabend y otros autores que realizaron diatribas "contra el método".

Pero detrás de una vida de trabajo académico y científico, ­cuantas ilusiones y esperanzas!, ­cuantas pasiones!, ­cuantas obsesiones!. ¨Cual es la fuerza que impulsa a los científicos hacia un esfuerzo denodado de investigación?, ¨como se enfrenta un autor a su trabajo intelectual?, ¨qué relación tiene todo eso con los afectos y con las aversiones?, ¨como se articula la ciencia y la vida?.

No soy yo la persona mas indicada para contestar a estas preguntas en lo que se refiere a José Sala Catalá. No pertenecía al círculo mas íntimo de sus amigos. Pero me unieron a él lazos de afecto y aprecio, creo que recíprocos, y una sintonía creciente con sus investigaciones, cada vez mas volcadas hacia la dimensión científica del control del espacio; y a lo largo de casi una década de encuentros y de charlas esporádicas, de lectura de sus trabajos y de coincidencia con amigos comunes he tenido ocasión no solo de admirar al investigador concienzudo y cuidadoso, al culto y refinado científico, sino también tener el privilegio de conocer algo de lo que hay mas allá de la ciencia, de lo que une esa actividad con los impulsos vitales de un científico.

En el caso de José Sala, creo que lo que había por encima de todo era un generoso impulso de justicia y de reforma social. Recuerdo muy bien un largo paseo de por Barcelona con ocasión de una visita suya a esta ciudad para la lectura de una Tesis doctoral, de cuyo tribunal formaba parte. Fue entonces cuando conocí una faceta hasta ese momento ignorada por mí, como era su participación en los movimientos cristianos de base que, en los años 1970, actuaron en Barcelona bajo la inspiración del jesuita Juan N. García Nieto. En 1978, efectivamente Sala vivió en el barrio de San Ildefonso, en el suburbio obrero de Cornellá, integrado en una comunidad cristiana de las que en aquel momento trataban de elaborar lo que, usando el título de un artículo de García Nieto, podemos calificar como "un proyecto de Iglesia en clave de utopía"; una expresión -la utopía- y un ideal que tendría también luego mucha trascendencia en el proyecto intelectual de José Sala.

Sin duda entonces se anudaron lazos de amistad que luego han tenido su repercusión en la trayectoria investigadora de Sala Catalá. En aquel grupo se encontraban, en efecto, jóvenes que luego tuvieron caminos muy diversos. Algunos fueron a parar a Iberoamérica, y eso tal vez contribuya a explicar su interés por México y por otros países americanos, a donde a ido en varias ocasiones y que bien pronto consideró también como suyos.

Seguramente esa experiencia en el suburbio barcelonés nos da algunas claves para entender algo que aparece muy marcado en la obra de Sala Catalá: su denuncia de la injusticia, de las duras condiciones a que se vieron sometidos los indígenas americanos tras la conquista, su solidaridad con los vencidos, su esfuerzo por desvelar las claves de un orden social que él valoraba en toda su riqueza y complejidad, pero sin olvidar nunca esa dimensión de sufrimiento y de injusticia que, al mismo tiempo, implicaba.

Es posible también que una persona preocupada como él por los problemas de la sociedad encontrara insuficiente el campo de la ciencia pura y se sintiera atraído hacia la historia de la ciencia, donde uno se encuentra mas cerca de los temas sociales. No sería el único que desde la física o la biología ha seguido ese camino por razones similares. Pero tenían que darse también otros impulsos intelectuales y condiciones institucionales que lo hicieran posible. Esto último lo consiguió, sin duda, con su integración en el centro de Estudios Históricos del CSIC, primero como Becario Postdoctoral y mas tarde como Colaborador Científico. Para lo otro, para el impulso intelectual, probablemente fue decisivo el contacto con el profesor José Luis Peset y su vinculación con el grupo de investigadores del Instituto Arnau de Vilanova y del Centro de Estudios Históricos.

No conozco en detalle la historia, pero tengo la idea de que fue Peset el que atrajo a Sala Catalá hacia la historia de la ciencia. En todo caso, fue el ambiente intelectualmente estimulante del equipo de trabajo creado en torno a él en el Instituto Arnau de Vilanova el que sin duda le impulsó definitivamente hacia ese campo de la investigación.

En los años iniciales de la década de 1980 se estaba dando un impulso decisivo al desarrollo de la historia de la ciencia en España. Sin duda el cultivo de esta disciplina venía de atrás y había dado lugar a importantes trabajos, en especial en el ámbito de la historia de la medicina. La labor de Laín Entralgo había permitido desarrollar una sólida línea de trabajo, y la aparición de diversos núcleos de historiadores en torno a las cátedras de esa especialidad en las Facultades de Medicina. Diversos grupos, y entre ellos de manera destacada el de Valencia, organizado en torno a la figura del Profesor López Piñero, se consolidaron en el campo específico de la historia de la medicina y ampliaron su interés hacia otros próximos como la biología, la física o las ciencias sociales. Junto a ello había ido apareciendo asimismo un interés por la historia de la ciencia en diversas facultades, ya en torno a antiguas especializaciones, como la historia de la Farmacia (con la labor fundamental de Javier Puerto) o ya en lo que bien pronto serían facultades de Matemáticas, de Biología, de Física y Química o departamentos de historia de la tecnología en algunas universidades politécnicas. Prueba de ese renovado interés por la historia de la ciencia es la fundación en 1975 de la Sociedad Española de Historia de la Ciencia, de la que fue primer presidente Santiago Garma, y que en seguida empezó publicar la revista Llull (1977) y a organizar congresos nacionales de la especialidad. En el núcleo inicial de esa iniciativa se encuentran, además de Santiago Garma, que fue su primer presidente, Víctor Navarro, Pedro Marset, Diego Núñez, Ramón Gago y José Luis Peset, a los que se asociaron bien pronto otros como Alberto Dou, los hermanos García Camarero, Mariano Peset y otros mas jóvenes, como Manuel Sellés, que actuó como secretario de la revista en los primeros años. La primera reunión de la Sociedad en Granada (mayo de 1977) y la segunda en Barcelona (diciembre del mismo año) sirvieron para ir dando al grupo conciencia de sus posibilidades y para reunir nuevas adhesiones.

En Madrid el Instituto Arnau de Vilanova del CSIC agrupó a un activo núcleo de investigadores que tuvieron como órgano fundamental de expresión la revista Asclepio, que había sido fundada por Laín en 1929. Agustín Albarracín, José Luis Peset se encuentran ligados a ese grupo y, tras una reorganización del CSIC, formaron el núcleo esencial del Instituto de Historia de la Ciencia del Centro de Estudios Históricos del CSIC. Las páginas de Asclepio se habían ido abriendo a temas que rebasaban el estricto ámbito médico, y que se orientaba hacia la biología, la química, la alquimia y la magia, el folclore, la técnica, la antropología y las ciencias sociales.

Ese fue el núcleo al que pudieron integrarse institucionalmente a comienzos de los años 1980 jóvenes y brillantes investigadores atraídos por razones diversas hacia la historia de la ciencia: Antonio Lafuente, que actuó también como uno de los secretarios de Asclepio, Raquel Alvarez, Rafael Huerta, Miguel Angel Puig Samper, el mismo José Sala, Andrés Galera, Leoncio López Ocon, y otros muchos fueron incorporándose al mismo e iniciando una brillante carrera intelectual que ha contribuido a que los trabajos de historia de la ciencia en España tengan hoy un reconocimiento internacional y que incluso pueda decirse que se encuentran entre los mas renovadores que existen en el mundo.

A comienzos de los años 80 algunos miembros de ese grupo iniciaron una sugestiva línea de investigación sobre la ciencia en la España de la Ilustración, con trabajos sobre instituciones científicas, enseñanza de las ciencias en centros civiles y en Academias militares, y política científica en general, que dio lugar a una importante serie de publicaciones de Peset, Lafuente o Sellés, entre otros. Al mismo se abordaban también diversos problemas de la ciencia del siglo XIX, en temas que van desde la historia de la psiquiatría y la eugenesia, a las expediciones o a la política científica.

Sin duda a todo este desarrollo no son ajenas las nuevas oportunidades profesionales que se abrieron con los cambios en la política científica durante los años 1970 y, sobre todo, a partir de 1982. Nuevas becas de formación de investigadores y nuevas oportunidades profesionales se abrieron en esos años, y ellas hicieron posible esa incorporación de jóvenes investigadores a un campo atractivo y prometedor.

Fue en ese contexto institucional e intelectual en el que se produjo la conversión de Sala hacia la historia de la ciencia. Y en el que se fue definiendo su primera línea de investigación sobre historia de la biología española.

Las investigaciones que realizó Sala en esa dirección se refieren esencialmente, como he dicho, a la introducción del evolucionismo en España, asi como a la genética y a los paradigmas en biología. En ellas Sala investigó la dimensión social de la práctica científica, la que explica la difusión o el bloqueo de los paradigmas, llamando la atención sobre la importancia de los apoyos económicos, y de la vinculación con las opciones políticas y la trascendencia de las empresas editoriales (revistas, colecciones, casas de edición), como proyectos sociales que sirven de apoyo a las iniciativas científicas y que contribuyen a la formación de una opinión pública.

Se preocupó también de identificar los colectivos de científicos que se constituyeron en la España de la segunda mitad del siglo XIX y que defendían en el campo de la biología opciones científicas diferenciadas, aunque interactuantes. Según sus estudios, las diferentes posturas que existían en la España de ese periodo dentro de las ciencias biológicas (a saber: moderada, krausista, positivista, ecléctica y neotomista) tenían programas de investigación distintos, pero se desarrollaban en torno a dos paradigmas bien diferenciados: el ecológico y el fisiológico.

Las ciencias biológicas fueron objeto de atención también para él en tanto que agentes privilegiados de innovaciones ideológicas muy importantes, en España como en el resto de Europa. Dicho con sus propias palabras: "En las cosmovisiones de las diferentes opciones, sobre todo las referentes al mundo orgánico, los científicos pioneros (del siglo XIX), organizadores de la futura investigación básica en Biología, encontraron incitaciones para construir una previsión ideológica del mundo vivo que aspiraban con mayor o menor fortuna a convertir, con el concurso de otras fuerzas sociales, en una visión científica del mismo". Según sus estudios las diferentes posturas que había podido identificar, "alcanzaron publicidad en la España del siglo XIX gracias a su convergencia con intereses ideológicos mas generales que, a su vez, implicaban a otros colectivos intelectuales con intereses políticos y económicos".

En 1985 un trabajo publicado con Jaime Vilchis Reyes, del Departamento de Historia de la Filosofía de la Universidad del Estado de México, supuso un giro radical en las investigaciones de Sala. El milenarismo español y la empresa misional de los franciscanos en México es un tema totalmente nuevo en las preocupaciones intelectuales que había tenido hasta entonces. En mi opinión, este excelente artículo es esencial para entender algunos aspectos de su talante y de su evolución intelectual. Mas allá de la cuidadosa descripción de los proyectos de reforma social emprendidos por los franciscanos en Nueva España no es difícil adivinar la emocionada atención con que Sala veía reflejados sus ideales de justicia y de reforma profunda de la sociedad que le tocaba vivir. En cualquier caso, a partir de ese momento América se convertirá en un tema prioritario de sus investigaciones.

Las razones para esa nueva orientación son seguramente de dos tipos. Unas personales, ligadas a su relación personal con México tras su experiencia barcelonesa. Otras de carácter institucional, concretamente la puesta en marcha del Programa Movilizador del CSIC sobre intercambios científicos entre España e Iberoamérica, del que fue investigador principal José Luis Peset.

Mi relación con Sala Catalá se inició precisamente en este momento, ya que un grupo de geógrafos barceloneses estuvimos asociados también a esa iniciativa, la cual dio lugar a diversos intercambios y, sobre todo, a la organización de dos coloquios científicos en Madrid, uno dedicado a Ciencia y Espacio y otro a Ciencia y Biología, a la I Reunión de Historia de la Ciencia y de la Técnica de los países Ibéricos e Iberoamericanos (Madrid 25-28 de septiembre de 1984), de cuyo comité organizador fue secretario y a la publicación de cuyas Actas colaboró, y, sobre todo, a la realización de un congreso final (Madrid 16-20 de octubre de 1987) cuyas actas en tres volúmenes fueron publicadas en 1989 coordinadas por José Luis Peset con el título de Ciencia, Vida y Espacio en Iberoamérica.

Sea como sea, el hecho es que desde ese primer trabajo de 1985 el problema del desarrollo de la ciencia en Iberoamérica durante los siglos XVI al XVIII interesó crecientemente a José Sala. Entonces empezaron sus investigaciones sobre la aplicación de conocimientos científicos a las ciudades americanas, en una serie de trabajos que van avanzando y perfilando de forma parcial el tema que hoy se presenta de manera global en este libro. Esa sería uno de las vías de su inquietud intelectual durante los últimos años de su vida.

Pero no fue la única. Al mismo tiempo continuaban dos de sus anteriores líneas de investigación. Una, la primera sobre historia de la biología y, de manera creciente, sobre la historia de la ciencia española entre mediados del siglo XIX y la guerra civil de 1936-39; en ella fue interesándose cada vez mas por temas como el papel de las instituciones científicas, y especialmente la universidad, en un enfoque que le conducía probablemente hacia la sociología de la ciencia. Desde ahí, no era difícil que con su nuevo interés por la ciencia hispanoamericana se interesara igualmente por los factores sociales del desarrollo de esa actividad en el periodo colonial.

De otro lado sus investigaciones sobre el pensamiento utópico hispanoamericano, que culmina en el libro redactado conjuntamente con José Vilchis sobre el Pensamiento utópico y profético hispanoamericano, en el que el análisis iniciado años atrás se extiende a un buen número de crónicas de Indias, tratando de discernir sus componentes utópicos y apocalipticos.

Pero al mismo tiempo, iba definiendo otra línea de interés, en la que coincidía con otros investigadores, y que se refiere a la ciencia en las expediciones de límites hispano-portuguesas. Con ellas Sala se adentraba en el estudio de los saberes científicos y la organización del espacio, un tema que se había ido desarrollando en relación con la investigación que dio lugar al libro que el lector tiene entre las manos. Pero, llegados aquí, tal vez sea hora ya de que hablemos de este libro, de su génesis y de su contenido.
 

...y la obra
 

En la génesis de este libro sobre Ciencia y técnica en la metropolización de América hay, me parece, varias dimensiones fundamentales, que conviene tener en cuenta porque permiten entender sus logros y sus debilidades. Se trata de una dimensión personal e institucional -la relación con unos investigadores y con un núcleo de investigación, el Centro de Estudios Históricos- y otra de carácter intelectual. Empezaremos por la primera.

Ante todo, hemos de hablar nuevamente de la relación personal de Sala Catalá con México y con algunos investigadores mexicanos, en especial Jaime Vilchis Reyes, con el que compartía su interés por el pensamiento utópico y profético americano. En el primero de los artículos dedicados por Sala a la localización de la capital de Nueva España (1986) alude el autor a los "académicos paseos" por el México Viejo "donde alumbraron las intuiciones básicas de este trabajo". Ese testimonio personal muestra, en efecto, que la vinculación con investigadores mexicanos a partir de sus viajes a dicho país, permitió suscitar nuevos temas a la inquietud intelectual de Sala y que desde ahí se iría hilvanando un programa de investigación que ha progresado cronológica y geográficamente, desde México a Lima y, mas tarde a Recife.

Por otra parte, no hay que olvidar otro factor personal importante que seguramente estimuló el diseño y la realización de esa nueva línea de investigación. Me refiero a la vinculación de Sala al Centro de Estudios Históricos del CSIC, donde coincidió con un activo grupo de americanistas. Ahí pudo encontrar estímulos, ideas, pistas bibliográficas, así como un interés explícito por la ciudad americana. Conviene recordar que en 1983 se había reeditado el excelente volumen coordinado por Francisco de Solano Estudios sobre la ciudad iberoamericana (cuya 1¦ edición era de 1975), en el que se reúnen un valioso conjunto de trabajos sobre el tema, realizados por conocidos autores españoles e iberoamericanos (Lucena, Hardoy, Guarda...) y que abarcan desde los aspectos político institucionales a los demográficos y socioeconómicos, médico sanitarios e industriales; en él se incluye asimismo una magnífica bibliografía sobre el proceso urbano iberoamericano desde sus orígenes a principios del siglo XIX, preparada por el mismo Solano, el cual ha mantenido un interés continuado por ese tema, como muestran los estudios reunidos en su reciente libro sobre Ciudades hispanoamericanas y pueblos de indios (1990).

No hay que olvidar tampoco otro dato que puede ser, tal vez, significativo. Dentro del Programa movilizador del CSIC en el que se integró, como dije, el trabajo de José Sala existía también una línea especial de investigación sobre la ciudad y las elites de poder, impulsada esencialmente por americanistas sevillanos pero a la que se asociaron también otros madrileños. De esta forma, la preocupación por las ciudades iberoamericanas no era ajena al grupo al que se vinculó nuestro autor.

Seguramente todo lo señalado permita entender que una vez interesado por ese tema pudiera avanzar rápidamente. Pero, sin duda, además de todo ello hacían falta estímulos intelectuales, la atracción por un verdadero problema científico. Es muy posible que en realidad en un primer momento a Sala no le interesara la ciudad en si misma, como podría interesar a un historiador, un geógrafo o un urbanista, sino como generadora de demandas para la ciencia y como escenario de la práctica científica. En todo caso, se entiende que sus investigaciones no acabaran en México, sino que se extendieran también a Lima y Recife. Una vez abordado el estudio de la problemática científica y tecnológica que presentan las ciudades, desde la selección del asentamiento al control de las enfermedades o a la creación de infraestructuras, es natural que surgiese en él la idea de ampliar el estudio a las dos cortes virreinales hispanoamericanas y a la capital del Brasil holandés del siglo XVII. En todos los casos se trataría de mostrar las líneas básicas del entramado científico que permitió el asentamiento y el desarrollo de esas importantes urbes, esenciales para entender el proceso de control político y económico del territorio americano.

Pero en el curso de ese viaje geográfico-temporal, seguramente fue descubriendo nuevas dimensiones a su tema de investigación.

En primer lugar, es seguro que la necesidad de incorporar en su investigación los trabajos cartográficos y planimétricos sobre las distintas ciudades estudiadas le dio una sensibilidad hacia esa dimensión y hacia el espacio. Hay una creciente conciencia cartográfica y espacial, es decir geográfica, a lo que tal vez no sea tampoco ajena la relación de Sala con los geógrafos que participaron en el Programa Movilizador. Por otro lado, Sala fue descubriendo la trascendencia de la dimensión espacial y del control territorial. Una preocupación que se reflejaría poco después en la apertura de una nueva línea de investigación sobre los trabajos científicos de la demarcación de límites entre las coronas de España y Portugal en América, tema de alguno de sus últimos trabajos y que, por lo que conozco, le interesaba de forma creciente.

Finalmente, todas esas preocupaciones por el espacio americano a distintas escalas y por la actividad científica desarrollada en los diferentes ámbitos de las Provincias americanas de la Monarquía hispana, le condujeron bien pronto hacia nuevas problemáticas de investigación.

Por un lado, el estudio sobre los debates y los esfuerzos organizados emprendidos para dar respuesta a los problemas planteados en las ciudades iberoamericanas le llevó a la identificación de las comunidades técnico-científicas que actuaron en México y Lima.

En México, por ejemplo, en relación con los problemas del desagüe aparece la presencia colectiva de los expertos y se organizan auténticas miniexpediciones científicas de iniciativa virreinal. Mas allá de la liturgia científica que acompaña a las "vistas de ojos" de esas miniexpediciones, que son "reveladoras de la posición que se atribuye a la verdad científica en la vertebración del orden político de Nueva España", lo que aparece es una pequeña comunidad de técnicos y científicos colaborando activamente en las tareas de organización de la vida económica y social.

Sin duda, Sala estaba bien preparado para identificar estos núcleos ya que, como hemos visto, sus investigaciones sobre la historia de la biología en el siglo XIX le habían conducido a destacar el papel de los grupos de científicos que desarrollaron los diferentes programas de investigación y a estudiar el contexto social en que se desarrollaban sus trabajos.

A lo largo de los siglos XVI y XVII en las cortes virreinales americanas se van estructurando poco a poco roles científicos profesionales. En las páginas de este libro vemos aparecer una y otra vez los círculos científicos de México y Lima. Dichos círculos estaban nutridos por profesionales muy diversos: médicos, pilotos, cosmógrafos, ingenieros militares, escribanos, arquitectos y maestros de obras, profesores de la universidad, intelectuales ligados a los diferentes conventos etc. La importancia de la labor de estos científicos está siendo valorada hoy de forma creciente. Un buen conocedor de la ciencia mexicana, Elías Trabulse, en un trabajo sobre Carlos de Sigüenza publicado en Quipu, no ha dudado en calificar al segundo tercio del siglo XVII como uno de los períodos mas brillantes de la historia científica de Nueva España, el periodo en el que unos cuantos sabios abrieron al México virreinal las puertas de la ciencia moderna.

Trabulse habla desde una perspectiva nacionalista mexicanista que valora, en especial, las aportaciones de los criollos, considerados como el germen original y creador del México independiente. Pero parece indudable que, desde una perspectiva menos excluyente, eso mismo podría decirse del primer siglo de vida del México hispano. No puede caber ninguna duda de que la ciencia moderna entró y se afincó en esa frontera europea que era la Nueva España desde el mismo momento de la conquista y que solo con ella fue posible abordar la vasta empresa de control y organización política y territorial. Desde el primer virrey de Nueva España abordando en 1535 el diseño de la capital con el tratado de Alberti en la mano hasta los técnicos que pusieron a punto los sistemas para la conexión de la metrópoli con su nueva provincia ultramarina o para la explotación de los recursos mineros, pasando por la vigilancia de la salud de los conquistadores o la lucha contra el derrumbe demográfico provocado por la misma conquista y las epidemias, todo exigió la aplicación de saberes científicos de vanguardia y la implantación de un mínimo equipamiento científico local. La misma construcción y el funcionamiento de la capital y su protección frente a amenazas naturales diversas lo requirió en grado sumo. Como ha escrito el mismo Sala en su primer trabajo sobre la capital de la Nueva España (1986), entre 1607 y 1637 el valle de México se convirtió "en el mas extraordinario laboratorio de experiencias hidráulicas del mundo" y la obra de ingeniería emprendida por las autoridades virreinales con el proyecto de Enrique Martínez puede considerarse "la obra de ingeniería civil mas importante del Renacimiento" y constituyó "un gran reto de imaginación tecnológica para la pequeña elite de expertos novohispanos". En definitiva, la participación de los científicos en los debates y trabajos del desagüe muestra "la admirable integración institucional alcanzada por la incipiente ciencia novohispana".

Así pues, los estudios de Sala le permitieron concluir la existencia de estos círculos científicos, con roles profesionales bien definidos e integrados tanto por expertos y funcionarios peninsulares como por criollos.

Pues bien, la constatación de estos hechos supuso para Sala seguramente un hallazgo de grandes consecuencias. Implicaba nada menos que la necesidad de cuestionar las ideas aceptadas en la bibliografía internacional sobre algunos aspectos del desarrollo y difusión de la ciencia en la edad moderna.

Efectivamente, los esfuerzos realizados para conceptualizar el proceso de mundialización de la ciencia europea habían conducido a diseñar diversos modelos sobre la secuencia de la difusión en países coloniales o periféricos, desde una fase inicial de introducción a través de agentes externos llegados de la metrópolis hasta una final en la que existe "una comunidad científica local, autosostenida, de volumen suficiente, cosmopolita y ocupada de cuestiones de interés nacional".

Los contactos internacionales de Sala y la necesidad de integrar las investigaciones concretas que estaba realizando en marcos conceptuales mas generales le obligaron a tener en cuenta esos modelos. Pero sus propias investigaciones sobre los Reinos de las Indias de la Monarquía Universal Española ponían en cuestión, sin duda, algunos aspectos de dichos modelos.

El ajuste de cuentas con ellos se fue haciendo de forma paulatina. Un hito importante en ese proceso fue, sin duda, el trabajo elaborado conjuntamente con Antonio Lafuente sobre "Ciencia colonial y roles profesionales en la América española del siglo XVIII", publicado en Quipu en 1989, en donde se pasa revista a las diferentes conceptualizaciones -algunas tan equívocas y confusionarias como la de "ciencia metropolitana"- y frente a ellas afirman la necesidad de "considerar los contextos locales con independencia de su ubicación en una estructura imperial; o dicho en otros términos, diseñar una estrategia investigadora que asuma el condicionamiento geográfico y cultural como criterio fundamental e imprescindible punto de partida". La tesis fundamental de este artículo creo que queda bien resumida en un pasaje del mismo:

"En fin, nosotros creemos que el mayor grado de organización social y vertebración jurídica y administrativa de las colonias españolas es la causa de que, aun en etapas tempranas, sea preciso considerar factores endógenos (y no solamente estimulados por iniciativas metropolitanas) de desarrollo científico. Así, las tentativas de abordaje del tema de la mundialización de las ciencia pecan de eurocéntricas cuando: a) minimizan las contribuciones locales, incluida su función simbólica; b) establecen rígidas distinciones entre ciencia y práctica, entre "teoría" y "negocios"; y c) desprecian valores culturales que no se expresan en formas de descubrimiento científico"

La parte fundamental del artículo citado se refiere a la ciencia en la Nueva España durante el siglo XVIII, y las investigaciones que había emprendido Sala se orientaban últimamente, como hemos visto, hacia ese período, y en concreto hacia la ciencia en las Comisiones de Límites. A través de estos trabajos trataba de poner de manifiesto algunos aspectos de la difusión y adaptación del conocimiento científico, examinando la ciencia y la tecnología desarrollada por españoles y portugueses y sus repercusiones locales e internacionales; en la línea de los trabajos de Bolton, trataba de "describir la ciencia y la tecnología como un aspecto esencial de las nuevas instituciones coloniales responsabilizadas de integrar los grandes territorios limítrofes de Sudamérica". Pero es indudable que la investigación sobre la ciencia en las metrópolis americanas de los siglos XVI y XVII había alimentado ese importante cambio conceptual y me parece que a ellas habría vuelto Sala en el futuro, de haber tenido ocasión.

Todo lo que he dicho trata de poner de manifiesto lo que creo fue el camino intelectual de José Sala hacia este libro y desde él hacia otros horizontes. Pero ¨qué decir ahora de su contenido, de la información reunida y de las tesis en él defendidas?.

Seguramente el lector coincidirá conmigo en que la lectura de este libro aporta mucho y abre nuevos interrogantes.

Entre esos interrogantes, el primero se refiere a la estructura del libro. El contraste con los artículos publicados previamente sobre el mismo tema por su autor es bien llamativo. Se trata de una obra que aprovecha información ya utilizada en aquellos trabajos, pero que se ha escrito de nuevo y que se concibe como algo diferente. La preocupación por los aspectos culturales e ideológicos es aquí mas evidente, y la incorporación de textos barrocos muestra el interés que Sala iba adquiriendo por la integración de la ciencia dentro de la cultura humanista de los siglos XVI y XVII. Por otra parte, hemos de pensar que el autor concibió su obra como una serie de estampas ilustrativas de los temas que aborda: el abastecimiento de agua, el debate sobre el asentamiento, los círculos científicos, la vinculación de las elites urbanos con la explotación minera, el regadío, etc. No hay un tratamiento sistemático de esos temas, cualquiera de los cuales exigiría muchas mas páginas de las que se les concede en esta obra, páginas a veces ya escritas y a las que el autor remite siempre oportunamente. En el libro sobre todo se sugiere, se apunta, se interpreta, se señalan vías de reflexión y de nuevas investigaciones.

Pero al mismo tiempo impresiona la riqueza de las informaciones reunidas, la amplia inquietud intelectual, su capacidad para relacionar e integrar aspectos bien diversos, que van desde la vida social y política de las metrópolis a las técnicas aplicadas para la resolución de los problemas planteados y a los debates ideológicos implicados en las soluciones que se barajaban. Son muchas las cuestiones aquí planteadas que merecerían un comentario amplio, a partir de las mismas líneas que el mismo autor apunta. La riqueza de su contenido merecerían ese debate. Pero como este prólogo va siendo ya mas largo que lo razonable, me limitaré a comentar solamente dos cuestiones que considero de importancia en relación con el significado de este libro: se trata de a) las relaciones entre la ciencia y la ciudad y b) de las nuevas perspectivas que obligan a reescribir la historia de la ciencia.

Lo que de forma esencial aborda Sala en este libro es el problema de la incorporación de los conocimientos cientícos y técnicos a la resolución de problemas urbanos de las grandes capitales coloniales americanas, como uno de los problemas de la recepción y conformación de su cultura científica.

Se trata de una cuestión de gran relevancia desde la perspectiva de la historia social de la ciencia y que enriquece los estudios sobre la incidencia de las demandas sociales en el desarrollo de la actividad científica. En los estudios que desde hace tiempo se vienen realizando sobre la influencia de los cambios sociales y económicos en la configuración de las respuestas científicas se ha tendido a poner énfasis, sobre todo, en aspectos estructurales de carácter mas general, como los cambios en la estructura productiva, las relaciones de poder y los conflictos generados por ellas, los mecanismos generales de control social, las necesidades sanitarias etc. También han sido normales enfoques que ponen el acento en las necesidades de organización territorial a la escala estatal. Pero, en cambio, han sido menos frecuentes los estudios que hayan destacado los estímulos que para el desarrollo de la ciencia han procedido de la construcción y el funcionamiento de la ciudad, o de la misma existencia de un medio social favorable a la actividad científica como es el medio urbano.

La ciudad es, sin embargo, la sede natural de la ciencia y el lugar privilegiado de la innovación científica y tecnológica. La heterogeneidad social, la diversidad de actividades, la especialización funcional y la división del trabajo, la movilidad, las facilidades para la comunicación y la interacción, la complejidad del sistema social, y otras muchos rasgos definidores de la ciudad son características que sin duda hacen de este medio el lugar privilegiado por excelencia del dinamismo intelectual y de la innovación científica y técnica.

Al mismo tiempo desde el nacimiento de las primeras civilizaciones la construcción de las ciudades, la ordenación de su espacio interno, la relación con el territorio próximo y lejano han generado problemas que han ido unidos al desarrollo de la ciencia. La geometría, la astronomía, la ingeniería, la arquitectura, la ciencia política y tantas otras ramas de la ciencia dieron generalmente sus primeros pasos en relación con la resolución de problemas urbanos. Algo que el desarrollo posterior no hizo mas que acentuar.

Era normal que ocurriera también asi en la construcción de las ciudades americanas, y ponerlo de relieve de forma sistemática y convincente es el gran mérito del libro de Ciencia y técnica en la metropolización de América.

Sin duda la creación de ciudades realizada en las los reinos americanos de la Monarquía hispana durante el siglo XVI es una empresa ligada a los desarrollo mas avanzados de la urbanística y de la ciencia del Renacimiento. Desde la elección de los emplazamientos hasta la misma traza y construcción de edificios públicos, pasando por la resolución de problemas de abastecimiento de aguas, el control de las condiciones higiénicas o las interpretaciones alegóricas sobre la ciudad, todo necesita ser comprendido en el contexto intelectual de la ciencia europea de la época, en su aplicación a esa Nueva Europa que era la América recién descubierta y conquistada por los pueblos ibéricos.

Si esta afirmación es válida para el conjunto de la red urbana americana, una red que aún antes de que hubiera transcurrido un siglo desde el descubrimiento estaba formada ya por casi un centenar de núcleos y estructurada en una jerarquía funcional bien definida, mas lo es para las grandes capitales que constituían las ciudades de primer orden, las que tenían un papel esencial en la organización política, económica y territorial. Santo Domingo, la ciudad de México, Lima, Veracruz, Quito, Cartagena, Salvador, Olinda y otras se fueron construyendo, a pesar de su precariedad, con una voluntad explícita de ciudades europeas en cuanto se refiere a caracteríticas morfológicas y organizativas, y con el apoyo de todos los medios disponibles en la ciencia europea de la época.

Eso fue decisivo para todas las ciudades americanas, tanto las iberoamericanas como, un siglo mas tarde, las holandesas, francesas o inglesas. Con la salvedad de que durante el siglo XVII la ciencia europea había alcanzado un mayor nivel de desarrollo y que los medios disponibles eran muy superiores a los existentes en el siglo XVI.

Tengo la impresión de que al decir esto estoy haciendo unas afirmaciones que José Sala aceptaría, a pesar de que algunas formulaciones iniciales suyas pudieran sugerir lo contrario. Efectivamente, en el primer artículo que dedicó a la experiencia urbana holandesa en Brasil (1989:59) Sala escribió que la colonia de las Provincias Unidas representaba un nuevo modelo de urbanización colonial, desconocido hasta el momento en América, "especialmente por el papel asignado a la ciencia en el proceso colonizador", y estimaba que la ciencia y el urbanismo alcanzaron una gran improtancia durante el gobierno de Mauricio de Nassau en Recife, período durante el cual "por primera vez los conocimientos científicos aparecen como los decisivos de la cultura urbana colonial".

Frente a esas contundentes palabras, en este libro el autor suaviza significativamente su postura señalando simplemente que la historia de esa fundación viena al caso "como vivo contraste con los esfuerzos hispánicos, tanto desde el punto de vista meramente urbanístico como en el tipo de papel que desempeñaron las ciencias y las tecnologías aplicadas al desarrollo urbano". Seguramente era consciente de que no es posible conparar la experiencia de la construcción de Santo Domingo, México o Lima, con la que se realiza un siglo mas tarde de la ciudad de Recife. Ni la ciencia europea era la misma, ni la ambición de la empresa imperial semejante, ni las condiciones económicas parecidas ni, sobre todo, habían pasado en vano cien años de experiencia europea en tierras americanas para que la iniciativa holandesa no se realizara sobre la base de un proyecto distinto y con unos medios mas poderosos.

En cualquier caso, si sumamos todas los datos disponibles sobre aplicación de conocimientos científicos a la resolución de problemas urbanos en, por ejemplo, la capital de la Nueva España durante el primer siglo de su existencia encontramos, sin duda, un conjunto impresionante que supera con mucho lo que, en un tiempo, desde luego mas reducido, se realizó en Recife. Y no solamente como resultado de iniciativas gubernamentales impulsadas por los virreyes o por otros órganos de gobierno -central o municipal- sino por la misma sociedad urbana que manifiesta una indudable capacidad de respuesta ante retos conocidos o inéditos de carácter social o natural, desde la sanidad a las inundaciones y terremotos. Y todo ello acompañado de unas justificiones ideológicas y de unos debates intelectuales que se integran plenamente en el marco de la cultura europea del Renacimiento y del Barroco.

Finalmente, no quiero dejar de aludir brevemente a la otra dimensión que antes señalaba en relación con el significado de este libro, a saber: la introducción de nuevas perspectivas que están exigiendo que se reescriban capítulos importantes de la historia de la ciencia.

Es indudable que la historia de la ciencia mundial no ha sido escrita hasta ahora por los historiadores españoles. Son autores de otras áreas culturales, y en los últimos años especialmente anglosajones, los que han realizado las aportaciones generales mas conocidas e influyentes. Lo que ha dado lugar a una historia sesgada no solamente porque los prejuicios nacionalistas y etnocentristas hayan afectado seriamente al análisis de los problemas, y porque la misma historia se haya puesto en ocasiones al servicio de los intereses culturales de cada país, sino también porque han privilegiado y magnificado las aportaciones y los temas propios y han tendido a desvalorizar las de otras procedencias.

La lectura de las mas conocidas historias generales de la ciencia mundial produce frecuentemente la impresión de que los países ibericos han quedado fuera de la dinámica general de la ciencia. El desconocimiento o la desvalorización de nuestras propias tradiciones por obras prestigiosas e influyentes ha tenido a veces un impacto negativo en nuestros autores que han aceptado acríticamente dicha visión y han adoptado un tono lamentativo, quejumbroso y acomplejado, bien visible en las polémicas sobre la ciencia española, que contribuye a generar un complejo de inferioridad y a afirmar la dependencia y la subordinación cultural.

Afortunadamente las cosas han cambiado sustancialmente en los últimos años. Como consecuencia del trabajo de un amplio colectivo de historiadores de la ciencia, entre los que adquieren protagonismo importante esos núcleos de investigadores a los que al principio me refería, disponemos hoy de estudios rigurosos que han permitido descubrir facetas poco conocidas o absolutamente desconocidas de la evolución científica española e hispanoamericana o, de forma mas general, ibérica e iberoamericana.

En lo que se refiere al siglo XVI y XVII estos impresionantes descubrimientos no hacen mas que mostrar la incapacida de muchos intelectuales para extraer las consecuencias oportunas de convicciones defendidas en otros campos. Asi, la aceptación de la vinculación entre un poder imperial y el desarrollo científico podía ser aceptado con referencia al imperialismo contemporáneo pero ignorado respecto al del siglo XVI. Y, sin embargo, parece evidente que, parafraseando a un humanista del Renacimiento, siempre la ciencia fue compañera del imperio; y que por tanto también lo tuvo que ser del imperio de la Monarquía Universal Española en los siglos XVI y XVII.

Por ello no ha de extrañar que cuando Nicolás García Tapia se introdujo decididamente en el archivo de Simancas buscando los privilegios de invención, es decir las patentes científicas y tecnicas, encontrara lo que ahora sabemos que cabía esperar, a saber un desarrollo científico mas importante que el que sospechábamos con invenciones como la máquina de vapor para desguar minas patentada por Ayanz en 1607. O que cuando se aborda con nuevos ojos el estudio de la Academia de Matemáticas de Felipe II, como han hecho Mariano Esteban Piñero y.. aparezca una institución científica que admite su comparación con las mas avanzadas de la época. O que cuando José María López Piñero, Victor Navarro, José Luis Barona, José Pardo y tantos otros investigadores valencianos avanzan en sus ya antiguas investigaciones sobre los saberes médicos y cosmográficos del Renacimiento aparezcan aportaciones de primera magnitud en el contexto de la ciencia europea de la época.

O que - para volver a este libro y no seguir con una enumeración que debería incluir muchos otros nombres pero que se sale de los objetivos de este prólogo - cuando José Sala Catalá se decidió a investigar sobre la ciencia y la técnica puestas al servicio de la resolución de problemas urbanos en las capitales americanas el resultado haya sido, otra vez, el descubrimiento de que nuestro pasado científico es mucho mas rico que lo que pensábamos y que el estudio de dicho pasado es una tarea que exige urgentemente la colaboración de los investigadores.

A estudiar ese parcela de la historia científica de nuestros países ibéricos dedicó Sala los últimos y fecundos años de su vida, dándonos una muestra de su talento, de su rigor y de su capacidad para integrar el saber científico en el marco de los saberes mas generales de carácter humanístico. Con ello nos abrió nuevas vías para la comprensión del pasado histórico y para acercarnos a él desde los ideales de justicia y de cambio social.
 
 

Curriculum académico de José Sala Catalá;
 

Nacido en Alicante, el 9 de noviembre de 1954

Licenciado en Ciencias Biológicas, Universidad Complutense de Madrid, con la calificación de sobresaliente, 1977.

Becario Predoctoral, Instituto Cajal del CSIC, Madrid, 1978-1981.

Doctor en Ciencias Biológicas, Universidad Complutense de Madrid, 1981, calificación Sobresaliente cum laude, 1981.

Tesis Doctoral sobre Efectos de la restricción de movimiento en la corteza cerebral de la rata, (Director Dr. Antonio Ruiz Marcos), Instituto de Neurobiología, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1981

Becario Postdoctoral, Instituto Arnau de Vilanova, CSIC, 1981-1985.

1983, Ayuda de Investigación de la Fundación Juan March para una investigación sobre "Historia y actualidad de la Universidad española", (con J.L. Peset).

Colaborador Científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Centro de Estudios Históricos, Departamento de Historia de la Ciencia.
 
 

Cursos y Seminarios impartidos:

- Curso sobre "El contexto científico español durante la primera revolución industrial europea" (con Javier Puerto, Manuel Sellés, y J. Ordóñez), Departamento de Lógica, Universidad Autónoma de Madrid, 1988.

- Curso sobre "Fuentes para la historia de la ciencia y de la tecnología", Instituto Universitario, Fundación Ortega y GAsset, Madrid 1988.

- Curso de Doctorado sobre "Historia de la Biología en el siglo XIX", Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Madrid.
 
 

Otras actividades relevantes:

Miembro del Comité de Redacción de la Revista Asclepio, del CSIC, desde 1987.

Socio fundador de la Sociedad Latinoamericana de Historia de las Ciencias y de la Tecnología. Posteriormente fue nombrado miembro del Comité Ejecutivo de dicha Sociedad.

Coordinador de Guías de Fuentes manuscritas para la historia de la Ciencia de los países Iberoamericanos, Ministerio de Cultura, España.
 
 

Publicaciones

RUIZ MARCOS, A, ALVAREZ, R. y SALA CATALA, José: "Effect of specific and non specific stimuli on the visual cortex...", Brain Res., 1979, págs. 61-69.

SALA CATALA , José: "El evolucionismo en la práctica científica de los biólogos españoles (1860-1907)", Asclepio, Madrid, CSIC, vol. XXXIII, 1981, págs. 81-125.

SALA CATALA , José: "La explicación biológica de la sociedad humana: un proyecto irrealizado", Evolución y Cultura, 1981, págs. 219-226.

LAFUENTE, Antonio y SALA CATALA, José: "Biografía, ciencia e historia de las ciencias", Asclepio, Madrid, CSIC, 1981, págs. 377-382.

LAFUENTE, Antonio y CATALA , José: "Cambio de paradigma y polémica científica entre los biólogos españoles (1860-1922)", Asclepio, Madrid, CSIC, 1982, págs. 239-263.

SALA CATALA , José: ""La introducción del paradigma ecológico: una tarea histórica", Actas del II Congreso Nacional Teoría y Metodología de la Ciencia, Madrid?, 1983, págs. 309-320.

SALA CATALA , José: "La introducción de la genética en España: contexto científico e institucional preliminar", Actas del II Congreso Teorías y Métodos Científicos, Madrid?, 1983, págs. 321-324.

SALA CATALA , José: Efectos de la restricción de movimiento en el desarrollo de la rata, Universidad Complutense de Madrid, 1983.

SALA CATALA , José: "Conflictos y paradigmas en la Biología de la segunda mitad del siglo XIX", Polémicas contemporáneas en evolución, 1983, págs. 153-165.

SALA CATALA , José: "Previsiones ideológicas en la institucionalización de la investigación biológica en España entre 1860-1900", La ciencia moderna y el Nuevo Mundo, Madrid, CSIC, 1985, págs. 327-384.

SALA CATALA , José: "Los biólogos españoles entre 1860-1922: una sociedad científica en cambio. Su descripción", Quipu. Revista Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología, México, vol. 1, n§ 1, enero-abril 1984, págs. 83-108.

VILCHIS REYES, J. y SALA CATALA , José: "Apocalíptica española y empresa misional en los primeros franciscanos de México", Revista de Indias, Madrid, vol. XLV, n§ 176, julio-diciembre 1985, págs. 421-447.

SALA CATALA, José: "La localización de la capital de Nueva España como problema científico y tecnológico", Quipu. Revista Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología, México, vol. 3, n§ 3, septiembre-diciembre 1986, págs. 279-297. Reproducido en LAFUENTE, Antonio y SALA CATALA, José: Ciencia colonial en América, Madrid, Alianza Editorial, 1992, págs. 143-161.

SALA CATALA , José: "Enseñanza e investigación biológica en la Universidad de la Restauración (1875-1923)", Universidades españolas y americanas, Valencia, Generalitat Valenciana, 1987, págs.

SALA CATALA , José: "Luis Simarro y el evolucionismo", Investigaciones Psicológicas, 1987, págs. 83-98.

SALA CATALA , José: "La ciencia iberoamericana entre su historia y su filosofía", El perfil de la Ciencia en América, Sociedad Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología, México, 1987, págs. 19-29.

SALA CATALA , José: Ideología y ciencia biológica en España entre 1860 y 1987. La difusión de los paradigmas, Madrid, CSIC (Colección Cuadernos Galileo de Historia de la Ciencia), 1987, 134 págs.

SALA CATALA , José: "Vida y muerte en la mina de Huancavélica, siglo XVII", Asclepio, Madrid, CSIC, vol. XXXXIX, 1987, págs. 193-204.

SALA CATALA , José: "Crónicas de Indias e ideología misional", Cuadernos Americanos. Nueva época, México, 1988, págs. 39-59.

SALA CATALA , José: "Ciencia y técnica en la metropolización de Lima", Quipu. Revista Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología, México, vol. 5, n§ 3, 1988, págs. 389-412.

SALA CATALA , José: "La función metropolitana como utopía colonial", Pensamiento utópico: Revolución o Contrarrevolución, México, 1988, págs. 67-88.

SALA CATALA , José: "Los estudios de Ciencias Naturales en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central", Actas del III Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias, 1988, págs. 259-284.

SALA CATALA , José: "Las primeras campañas oceanográficas españolas", Estudios sobre Historia de la Ciencia y la Técnica, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1988, vol. II, págs. 665-670.

SALA CATALA , José: "Ciencia y técnica en las expediciones de límites hispano-portuguesas: una aproximación", Coloquio Internacional Ciencia, Técnica y Estado en la España Ilustrada, Madrid, 1988.

SALA CATALA , José: "Ciencia biológica y polémica de la ciencia en la España de la Restauración", en J.M. S NCHEZ RON (Ed.): Ciencia y Sociedad en España: de la Ilustración a la Guerra Civil, Madrid, CSIC, 1988, págs. 157-177.

SALA CATALA , José: "El Paraíso urbanizado: ciencia y ciudad en el Brasil holandés", Quipu. Revista Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología, México, vol. 6, n§ 2, enero-abril 1989, págs. 55-77.

LAFUENTE, Antonio y SALA CATALA , José: "Ciencia colonial y roles profesionales en la América Española del siglo XVIII", Quipu. Revista Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología, México, vol. 6, n§ 3, setiembre-diciembre 1989, págs. 387-403.

SALA CATALA , José: "Ciencia y técnica en la urbanización de Lima", en J. L. PESET (Coord.): Ciencia, Vida y Espacio en Iberoamérica, Madrid, CSIC, 1989, Vol. II, págs. 169-184.

SALA CATALA , José: "El agua en la problemática científica de las primeras metrópolis coloniales hispanoamericanas", Revista de Indias, Madrid, vol. XLIX, 1989, págs. 257-281.

SALA CATALA , José: "La ciencia en las expediciones de límites hispano-portuguesas (1777-1810). Su proyección internacional", en VALERA, Manuel y LOPEZ FERNANDEZ, C.(Eds.): Actas del V Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas, Murcia, Diego Marin y PPU, 1989, vol. III, págs. 1580-1590.

SALA CATALA , José: "Las relaciones científicas entre Europa y América. Un proyecto para la Exposición Universal de Sevilla de 1992", II Simposio Internacional sobre Humanismo y Sociedad, Madrid, 1989.

SALA CATALA , José: Comentario del libro de "J.M.SÁNCHEZ RON (Coord.): 1907-1987. La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas ochenta años después", Arbor, Madrid, CSIC, 1989.

SALA CATALA , José y VILCHIS REYES, Jaime: Pensamiento utópico y profético hispanoamericano, México, UNAM, 1990

SALA CATALA , José:"la Communauté scientifique espagnole au XIXe siècle, et ses rélations avec la France et l'Amerique Latine", en X. de POLANCO (Ed.): Naissance et développement de la science-monde, Paris, 1990, págs. 123-147.

SALA CATALA , José: Metrópolis americanas, Madrid, Alianza Editorial.

LAFUENTE, Antonio y SALA CATALA, José (Eds.): Ciencia colonial en América, Madrid, Alianza Editorial, 1992, 434 págs.
 

Necrológicas de José Sala

ALBARRACIN TEULóN, Agustín: "José Sala. In Memoriam", Asclepio, vol. XLIV, fasc. 1, 1992, págs. 369-372.

PESET, José Luis: "José Sala Catalá (9 de noviembre de 1954-23 de diciembre de 1991). In Memoriam", Dynamis, Universidad de Granada, vol. 12, 1992, págs. 151-153.

Horacio Capel

Barcelona 16 de abril de 1993.



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