Scripta Nova.
Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788].
Nº 1, 1 de marzo de 1997.

LAS INVERSIONES EXTRANJERAS Y LA TRANSFERENCIA DE TECNOLOGIA ENTRE EUROPA Y AMERICA LATINA: EL EJEMPLO DE LAS GRANDES COMPAÑIAS ELECTRICAS ALEMANAS EN ARGENTINA


Gerardo Nahm




Entre 1850 y 1914 tuvo lugar el ascenso incontenible de la industria moderna en un buen número de países europeos, en los Estados Unidos y, algo más tarde, en el Japón. El casi continuo crecimiento durante este período de la producción industrial eclipsó definitivamente el peso específico predominante que la agricultura tenía todavía en la mayoría de las economías nacionales. Así, y siempre que su grado de evolución lo permitía, numerosos países respondieron a este reto con la realización de su propia revolución industrial. Otros países menos preparados reaccionaron con la formación de una economía agraria comercializada, destinada a abastecer de alimentos y de materias primas a las nuevas naciones industriales, dejando en segundo término su propia industrialización. En definitiva, el proceso de constitución de una economía a escala mundial se caracterizó durante estos años no sólo por los cambios que se fueron produciendo en la propia estructura económica de muchos países, sino por el papel que cada región fue adquiriendo en el conjunto de la misma.

Hacia 1850 la producción industrial de Gran Bretaña ocupaba, sin lugar a dudas, un puesto de preponderancia a nivel mundial. El país que había sido el impulsor de la revolución industrial en las últimas décadas del siglo XVIII, gracias a la conjunción óptima de conocimiento técnico y ventajas de emplazamiento en forma de un potencial adecuado de mano de obra, disponibilidad de materias primas básicas y condiciones favorables de transporte, centraba su producción en la industria textil, principalmente en el sector algodonero, y en la siderurgia. En la industria textil Gran Bretaña logró mantener durante las siguientes décadas su posición de liderazgo a nivel internacional, aunque también hay que reseñar que la importancia de este sector en el conjunto de la producción industrial mundial fue decreciendo paulatinamente. En la siderurgia, al contrario, los britanicos pronto se vieron relegados a un segundo plano por el progreso tecnológico de Estados Unidos y Alemania. Ambas naciones superaron a partir de los años 1880 a Gran Bretaña en la producción de acero y hierro. También en la construcción mecánica los britanicos fueron perdiendo influencia en el mercado internacional.

Al igual que en la producción, la posición de Estados Unidos y Alemania se vió muy reforzada en el cada vez más importante comercio de productos manufacturados. Este liderazgo ya no se cimentaba únicamente en los productos procedentes de sectores tradicionales como la siderurgia, sino que, en una cada vez más diversificada producción industrial, nuevos sectores como el químico o el electrotécnico fueron adquiriendo cada vez mayor peso específico.

En el caso de Alemania, estamos hablando de la aparición, consolidación y expansión en pocas décadas de un gran coloso industrial. Favorecida por la unificación política de 1871 y contando con el apoyo incondicional de los círculos políticos, financieros y científicos del país, la industria alemana inició, sobre todo a partir de mediados de los años 1880, su carrera como nación industrial exportadora. Durante el último cuarto del siglo XIX y hasta el estallido de la primera Guerra Mundial Alemania se convirtió en la primera potencia exportadora de bienes industriales del mundo. En pocos años empresas y productos industriales alemanes no sólo se expandieron por toda Europa; los mercados de ultramar, como el sudamericano y el asiático, jugaron, sobre todo a comienzos del siglo XX, un papel fundamental a la hora de perfilar sus estrategias comerciales. Numerosas sociedades alemanes establecieron delegaciones, fundaron filiales o se hicieron cargo de empresas ya existentes y establecieron acuerdos comerciales con el fin no sólo de consolidar la presencia de sus productos en los diferentes mercados mundiales, sino para asegurarse el acceso a las fuentes de materias primas y a los productos de primera necesidad.

Al mismo tiempo, a partir de la década de 1850, la casi totalidad de los jóvenes estados latinoamericanos comenzaron a experimentar un cambio profundo en sus estructuras económicas de forma relativamente independiente de su, en la mayoría de los casos, turbulenta y poco definida evolución política. Dichos cambios, que se vieron acelerados sobre todo a partir de la década de 1870, fueron la respuesta lógica a la creciente expansión del comercio mundial, que llevaría a una división cada vez más definida entre países industrializados y países o regiones productoras de materias primas y de productos alimenticios. En este sentido, la estructura productiva de los países latinoamericanos, basada por lo general en determinados monocultivos o materias primas, experimentó un notable auge. Así, mientras países como Argentina, Brasil o Uruguay se convirtieron casi exclusivamente en exportadores de productos agropecuarios, otros países como Chile y México dependían económicamente de sus exportaciones de productos minerales. Al mismo tiempo, la producción industrial no logró transformarse en ningún momento de este período en el motor efectivo del desarrollo de estos países.

En consecuencia, el mercado latinoamericano se convirtió en uno de los receptores más importantes de transferencia tecnológica. En primer lugar, las importaciones se centraron en la tecnología que era necesaria para la obtención, la transformación y el transporte de sus productos de exportación. Así, la importación de instalaciones frigoríficas, fábricas de conservas, tostaderos de café, refinerías de azúcar, instalaciones para el tratamiento del caucho, refinerías de petróleo, y todo tipo de instalaciones para la explotación minera, además de la colocación del trazado de líneas férreas, fue un fiel reflejo de esta política. En segundo término, las crecientes necesidades de infraestructura que el auge de estas economías conllevó, determinaron también el aumento de las importaciones en campos como el transporte público, el telégrafo o el material eléctrico. Por último, el aumento del nivel de vida de una población con índices de crecimiento espectaculares gracias a la inmigración, propició la importación de la tecnología necesaria para la implantación y desarrollo de una industria básica de bienes de consumo.

El presente artículo centra su interés en la historia de la penetración y el papel que desempeñaron durante este período los grandes consorcios de equipamiento eléctrico alemanes en un estado latinoamericano como la Argentina, un país que a finales del siglo XIX iniciaba una etapa de gran auge económico, lo que lo convirtió en un mercado muy codiciado para las empresas europeas y norteamericanas.



1. La aparición del capitalismo financiero en la industria alemana

La historia básica de los orígenes y la dinámica evolutiva de las modernas empresas industriales en Alemania es similar a la que tuvo lugar en otros países de comparable potencial industrial, como Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia. Existieron, sin embargo, algunas variaciones en su evolución, reflejo sobre todo de las significativas diferencias que en los campos político y financiero presentaba el país, y que marcaron de forma singular las actividades y el desarrollo de las empresas alemanas a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y hasta el estallido de la primera Guerra Mundial.

La estructura económica del país y la configuración de su sistema económico estuvieron sometidas durante el período 1871-1914 a una serie de profundas transformaciones que marcaron, al mismo tiempo, las relaciones entre el estado y la economía. Esto supuso que en el contexto económico se tendiera al abandono de los principios del liberalismo económico y se abogara por un complejo sistema de coordinación de intereses. Este capitalismo organizado o intervencionismo no significó otra cosa que la estructuración de la vida económica, política y social del país(1).

Las raíces históricas de este capitalismo organizado hay que buscarlas en la grave depresión que vivió el país entre l873 y 1877. Esta crisis puso en tela de juicio los principios bajo los cuales se regía el modelo económico liberal. Desde ese momento tuvo lugar en Alemania, durante las siguientes décadas y hasta 1914, una doble transformación de la economía nacional a través de un régimen de economía proteccionista y de una marcada y muy diversificada política intervencionista por parte del estado(2).

Esta estructuración de la vida económica, política y social fue la responsable de las características singulares que marcaron la evolución de la industria alemana durante este período. Así, el sector industrial se fue caracterizando por una tendencia cada vez más acusada hacia la concentración de empresas; una marcada evolución hacia la cartelización; una cada vez mayor importancia de los trust económicos; y, por último, la cooperación sistemática entre la política estatal y los intereses de determinados sectores privados para la protección y legitimación del sistema económico vigente.

De todas maneras, el excepcional ascenso de la gran industria no hubiera sido posible sin el apoyo de los bancos, quienes desempeñaron en Alemania, mucho más que en cualquier otro país, un papel muy destacado en la financiación del proceso de industrialización(3). Las nuevas entidades bancarias como la Deutsche Bank (1870) y la Dresdner Bank (1872) consideraron la financiación industrial desde un comienzo como uno de sus principales campos de actividad.

En un momento en que la autofinanciación continuaba siendo la mayor fuente de crecimiento con que contaba el sector industrial en la casi totalidad de los países a finales del siglo XIX, los bancos alemanes pasaron a desempeñar un papel determinante a la hora de proporcionar los recursos financieros necesarios para realizar las inversiones iniciales en las nuevas industrias de capital intensivo, en especial en los sectores químico y electrotécnico. De esta manera, se fue formando una característica interdependencia entre el capital industrial y el capital bancario. Una relación de mutuo interés en la que, por regla general, los bancos se encontraban en una posición privilegiada, ya que estas entidades representaban en mayor grado que su clientela la concentración de capital y de poder económico industrial(4). Ello les permitió colocar también representantes en la mayoría de los consejos directivos de las grandes empresas y participar activamente en la toma de decisiones y en la elaboración de las grandes líneas estratégicas seguidas por la industria alemana durante este período. No obstante, también hay que decir, que cuando las empresas alemanas terminaron de realizar las inversiones necesarias en los campos de la producción, la distribución y la dirección, y habían desarrollado sus capacidades organizativas, la influencia de los bancos en el seno de los consejos directivos fue disminuyendo. De esta manera, la industria alemana constituye el mejor y casi el único ejemplo de capitalismo financiero. Sólo en Alemania los representantes de las instituciones financieras ayudaron al sector industrial a configurar políticas globales de actuación, particularmente en lo que se refiere a la gestión de recursos de financiación.

El activo papel que las entidades bancarias desempeñaron en el proceso de industrialización alemán, explican, en parte, también el especial significado que la constitución de cárteles tuvo en Alemania hasta el estallido de la primera Guerra Mundial(5). Dado que los grandes bancos controlaban en muchos casos empresas competidoras, éstos consideraron inaceptable para sus intereses el permitir la lucha fratricida entre sus protegidos. Además, los grandes bancos pronto se dieron cuenta que la creación de cárteles podía proporcionarles aun mayores beneficios. Por ello, no sólo se dedicaron a fomentar el desarrollo de la cartelización industrial, sino que en muchos casos provocaron su aparición(6).

Un factor extraeconómico que vino a facilitar también la creciente cartelización de importantes sectores de la industria alemana fue la aplicación en la política comercial del país de tarifas arancelarias proteccionistas a partir de 1879(7). Con el cierre del mercado alemán a la competencia extranjera se crearon las condiciones necesarias para una reparto del mismo por parte de cárteles nacionales. El primer sector industrial en el que se desarrolló este proceso de cartelización -a partir de los años 1850- fue el de la siderurgia(8). Sería sobre todo entre 1890 y 1914 cuando la cartelización se extendería en otros sectores de la economía alemana, y eso en la mayoría de los casos con el apoyo activo de las administraciones y de la jurisprudencia.

Otra característica del capitalismo organizado de esta época fue el auge de los consorcios industriales(9). Estas asociaciones constituidas para conseguir un objetivo económico o financiero común, desempeñaron un papel fundamental en la cooperación entre el estado y la economía y en la creciente interdependencia entre los intereses empresariales y políticos. Así, los consorcios actuaron como importantes interlocutores para hacer prevalecer dichos intereses a la hora de plantear y diseñar las actuaciones en los campos de la política económica y social.

En definitiva, operando en un entorno diferente, las industrias alemanas adquirieron rasgos muy particulares que las diferenciaron de empresas de similares características en los Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia. Por un lado, se encontraban las diferencias económicas -en cuanto a mercados, fuentes de suministro o métodos de financiación-; por otro lado, las notables diferencias existentes en el marco legal -la facilidad para el establecimiento de cárteles u otro tipo de acuerdos entre potenciales competidores- supuso que los industriales alemanes contaron con mayores insentivos para fusionarse en grandes holdings industriales. Además, también proliferaron los acuerdos en cuanto a precios, producción y establecimiento de cuotas y áreas de mercado, si bien éstos fueron aplicados en el marco de unos mecanismos legales -convenios o trusts- menos estrictos y de carácter mucho más temporal.



2. La industria alemana y el comercio exterior

La coronación en 1871 de Guillermo I de Prusia como emperador de Alemania, marca el punto final del largo proceso de unificación económica y política del país. Emergía así un nuevo imperio cuyo mercado interior presentaba, sin embargo, diferencias considerables con respecto a los de otras potencias industriales de la época(10). Con una población mucho menos concentrada en las áreas urbanas y de un poder adquisitivo sensiblemente menor, la industria alemana iba a depender casi desde sus inicios para su consolidación y desarrollo de su capacidad para exportar una parte nada despreciable de su producción total.

Hasta comienzos de la década de 1890 las exportaciones alemanas se componían fundamentalmente de productos textiles y bienes de consumo. Sin embargo, en pocos años, coincidiendo con el cambio de siglo, el balance de dichas exportaciones había sufrido una transformación radical en favor de los productos procedentes de la industria pesada(11). Así, una amplia gama de metales, en particular el acero y los metales no ferrosos electrolíticamente refinados, todo tipo de maquinaria y los productos químicos, se convirtieron en la base de las exportaciones alemanas.

Antes del comienzo de la primera Guerra Mundial, en el año 1913, Alemania se había convertido en el mayor exportador mundial de productos químicos y de maquinaria, entre los que destacaban en especial los producidos por la industria de material eléctrico. La industria química llegó a exportar durante los primeros años del siglo XX casi un tercio de su producción. Las exportaciones alemanas en este sector suponían, en 1913, el 28,5% del total de las exportaciones mundiales, frente al 15,6% de Gran Bretaña y el 9,7% de los Estados Unidos(12). Sin embargo, mucho más importante para Alemania eran sus exportaciones de material eléctrico, las cuales alcanzaban el 34,9% del total de su producción, muy superior a las cuotas de sus más directos competidores, Estados Unidos y Gran Bretaña, que exportaban respectivamente el 28,9% y el 16% de su producción. Al mismo tiempo, las exportaciones alemanas suponían el 46,4% del total de las exportaciones mundiales de material eléctrico, frente al 22% de Gran Bretaña y al 15,7% de Estados Unidos(13). En general, Alemania se convirtió también en el primer exportador mundial de maquinaria. Mientras Gran Bretaña mantenía sólo su posición hegemónica en las tradicionales industrias de bienes y materiales -tejidos, estructuras básicas de hierro, barcos de hierro y máquinas de vapor-, Alemania había desbancado a las otras potencias industriales en la producción y exportación de productos relacionados con lo que podíamos llamar la segunda Revolución Industrial.

En cuanto a los destinos de los productos manufactureros alemanes, en un principio las naciones del sudeste de Europa y del Cercano Oriente se convirtieron en los mercados más importantes para los mismos. Empresas alemanas intervinieron activamente en la construcción de los sistemas ferroviarios y telegráficos de estos países, en la instalación y expansión de las redes eléctricas, en la importación de maquinaria y otro tipo de equipamiento que permitieran el crecimiento de la industria textil, de la industria del metal, y de numerosas industrias manufactureras. Esta evolución permitió a las empresas alemanas abrir oficinas de venta y las primeras plantas de producción en el extranjero. Al mismo tiempo, países de primer orden industrial, como lo eran Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, se convirtieron también en mercados importantes para los productos alemanes. Por último, y coincidiendo con la llegada del siglo XX, la presencia de las empresas y los productos alemanes se extendió con fuerza a otras regiones del planeta, principalmente América Latina y, en menor medida, Asia. La constante penetración de las empresas alemanas en nuevos mercados y los deseos de mantener la privilegiada posición alcanzada por sus productos fueron los principales incentivos que motivaron a los industriales alemanes a llevar a cabo constantes inversiones, fundamentalmente en los campos de la innovación tecnológica y de la dirección empresarial.



3. Los grandes consorcios industriales alemanes

Desde sus comienzos las grandes empresas industriales proliferaron en los tres sectores más importantes de la industria alemana -el sector de la fabricación de maquinaria y equipos mecánicos (incluido el de equimaniento eléctrico y de transporte), el de productos químicos, y el de la metalurgia. A comienzos del siglo XX, aproximadamente el 60% de las 200 mayores empresas alemanas pertenecían a alguno de estos tres sectores(14). Dichas actividades industriales, sectores en donde Alemania era el primer productor europeo, fueron en gran medida las responsables del impresionante crecimiento de las exportaciones alemanas durante el período de 1870-1914(15). Estas iban a ser también las actividades industriales que se reharían con mayor facilidad una vez acabados los cuatro años de hostilidades, recuperando gran parte de su privilegiada posición prebélica en los mercados internacionales.

La industria eléctrica fue la principal responsable durante el último tercio del siglo XIX de la aparición y consolidación de un nuevo ciclo de crecimiento de la economía alemana. A pesar del descubrimiento del telégrafo eléctrico en 1833, y de su utilización extendida a partir de los años 1850 en el sistema ferroviario alemán, no fue hasta el descubrimiento en 1866 del principio de la dinamo eléctrica, que la industria eléctrica alcanzó su mayoría de edad.

Los orígenes de la industria de equipamiento eléctrico alemana coinciden en gran medida con la fundación en 1847 de la sociedad colectiva "Telegraphen-Bau-Anstalt von Siemens & Halske". Esta empresa, creada por el entonces oficial de artillería Werner Siemens y el mecánico Johann Georg Halske, no era en sus comienzos mas que un pequeño taller de mecánica de precisión dedicado principalmente a la fabricación de telegrafos eléctricos, hidrómetros, timbres eléctricos para ferrocarriles y aislante para cable telegráfico(16).

A pesar de este modesto comienzo, Siemens & Halske se convirtió en pocos años en una de las empresas punteras a nivel mundial en la fabricación de material eléctrico. Durante las siguientes décadas, hasta el comienzo de los años 1880, su tamaño empresarial, la dotación de capital, la diversidad de su producción, la capacitación técnica, la calidad de sus productos y sus buenas relaciones a nivel empresarial y político le permitieron mantener esta posición predominante en el mercado alemán y tener una participación destacada en los negocios internacionales.

No obstante, las cada vez mayores posibilidades de utilización del alumbrado eléctrico (el de arco voltaico y el incandescente), la tracción eléctrica y los motores eléctricos accionados por corriente continua generada en centrales eléctricas, y el continuo torrente de invenciones y descubrimientos tecnológicos que alcanzó su culminación con el desarrollo y aplicación en la década de 1890 de la corriente alterna de alto voltaje y fases múltiples, fomentó la aparición o el afianzamiento definitivo a lo largo de las dos últimas décadas del siglo XIX de una serie de empresas que representaron de inmediato una amenaza para la posición hegemónica de Siemens & Halske. Sin embargo, entre todas ellas, tan solo dos, la "Deutsche Edison-Gesellschaft für angewandte Elektricität" y la "Schuckert & Co." podían ser consideradas como serias competidoras de Siemens & Halske.

El nacimiento de la "Deutsche Edison-Gesellschaft" data de marzo de 1883, momento en que el empresario Emil Rathenau funda la futura "Allgemeine Elektricitäts-Gesellschaft" (AEG) con el fin de explotar en un principio las patentes de las lámparas incandescentes de Edison(17). Poco tiempo después de su fundación, la empresa de Rathenau y Siemens & Halske firmaron el primero de una serie de acuerdos de cooperación cuyo objetivo principal era intentar evitar en lo posible una competencia por el control del mercado eléctrico alemán de consecuencias poco claras para ambos. Este primer acuerdo entre ambas empresas estipulaba que mientras la Deutsche Edison-Gesellschaft centraría su actividad en la construcción y explotación de centrales eléctricas, Siemens & Halske se encargaría del suministro de todo el equipamiento eléctrico necesario -excepción hecha de aquellos productos de los que Rathenau poseía las patentes de explotación de Edison- para la construcción y la gestión de dichos establecimientos(18).

Debido a las dificultades en explotar las patentes de Edison, cuatro años más tarde, en 1887, Rathenau logró rescindir su primer acuerdo con Edison y modificar el firmado con Siemens & Halske. Con la inyección masiva de capital procedente de la Deutsche Bank y de otras pequeñas entidades bancarias, Rathenau transformó en poco tiempo la Deutsche Edison-Gesellschaft en la Allgemeine Elektricitäts-Gesellschaft (AEG)(19), una empresa que se iba a dedicar a partir de esos momentos no sólo a la construcción y explotación de centrales eléctricas, sino a la producción a gran escala de una amplia gama de equipamientos adecuados a la corriente alterna.

Junto a AEG, la otra empresa a destacar por el volumen de sus actividades durante los dos últimos decenios del siglo XIX es la "Schuckert & Co", desde 1893 "Elektrizitäts-Aktiengesellschaft vorm. Schuckert & Co." (EAG). Fundada en 1873 por el empresario Sigmund Schuckert, esta empresa también pasó en pocos años de ser un pequeño establecimiento especializado en la fabricación de reflectores de gran calidad a convertirse en una de las grandes firmas de equipamiento eléctrico alemanas, con un bien ganado prestigio internacional. Durante los años 1880 y 1890 Schuckert & Co. representó una seria competencia para Siemens & Halske y AEG, principalmente en la fabricación de dinamos y lámparas de arco y en la construcción de centrales eléctricas, actividad en la que su volumen de negocio superó ampliamente a la de sus dos rivales(20).

De los 45 millones de marcos que se señalan como cifra global de negocios de la industria eléctrica alemana para 1890, 31,5 millones, el 70%, correspondían al volumen de negocios de estas tres empresas. Siemens & Halske mantenía su posición de lider dentro del sector con una facturación de 15 millones, seguida por AEG, con 11 millones, y Schuckert & Co., con 5,5 millones(21).

Después de que durante la década de 1880 se establecieran las bases de una utilización rentable de la corriente alterna y las dinamos eléctricas se acreditaran en un régimen de explotación cotinua, se daban todos los requisitos técnicos para poder suministrar energía eléctrica a ciudades enteras. No obstante, la industria eléctrica pronto tuvo que afrontar el hecho de que para ver cumplidos sus ambiciosos planes necesitaban nuevas formas de actuación empresarial. En primer lugar, tenía que hacer frente a las lógicas dificultades de crear un mercado para un nuevo producto como era la electricidad. Las administraciones municipales, dado lo novedoso de esta fuente de energía y la falta de antecedentes en cuanto a las repercuciones económicas de la utilización de la energía eléctrica, manifestaron sus reservas a la hora de adjudicar contratos y sólo otorgaron permisos para la realización de proyectos puntuales. Por lo tanto, si la industria eléctrica pretendía vencer el esceptisismo todavía generalizado sobre su producto y aumentar la demanda, debía asumir también la función de empresa eléctrica de servicios públicos. Para ello, y dado que los medios financieros necesarios paran la construcción de centrales eléctricas eran considerables y debían ser invertidos a largo plazo, las empresas eléctricas consideraron que la mejor solución para solventar los problemas de financiación era la creación de sociedades de financiación y compañías de explotación independientes, pero bajo la influencia directa de las sociedades matrices.

Así, las empresas eléctricas optaron en un primer momento por la fundación de bancos, pero esta opción pronto se demostró como desfavorable. Por ello, se decidió el establecimiento de compañías subsidiarias bajo la forma jurídica de sociedades anónimas que se hicieran cargo de la explotación y financiamiento(22). En Alemania, la primera sociedad de participación financiera de la industria eléctrica fue la "Gesellschaft für elektrische Unternehmungen" (Gesfürel), fundada en 1894 por la sociedad anónima Ludwig Loewe y una serie de entidades bancarias. Esta empresa se dedicó a la compra de un número importante de compañías de tranvías, transformándolas en sociedades anónimas o en sociedades con responsabilidad limitada y electrificándolas a continuación. A esta fundación le siguieron otras. Las necesidades de financiación de Schuckert & Co. fueron cubiertas por la "Continentale Gesellschaft für elektrische Unternehmungen". La AEG financiaba desde 1895 sus ya importantes negocios en el extranjero a través del "Bank für elektrische Unternehmungen" de Zürich. Por último, Siemens & Halske, mucho más recervado en el tema de la financiación, también terminaría por asegurarse el soporte de una sociedad de financiación, constituyendo en 1896 la "Schweizerische Gesellschaft für elektrische Industrie" (Indelec).

Con el respaldo de sus respectivas entidades de financiación, los grandes consorcios eléctricos alemanes buscaron incrementar su presencia en el extranjero. Así, la AEG, el más activo de ellos fuera de Alemania, intensificó sus esfuerzos en los mercados europeos y en el norteamericano. En Europa, y dada la destacada presencia de Siemens & Halske en la Europa del Este, las actividades de AEG se centraron principalmente en España, Gran Bretaña e Italia. En España, por ejemplo, el consorcio desarrolló una ambiciosa política de construcción y gestión de centrales eléctricas(23).

El establecimiento de estas sociedades de financiación a partir de la década de 1890, permitió a los bancos penetrar de forma definitiva en el negocio de la electricidad. Sin embargo, el papel que desempeñaron estas entidades bancarias en la financiación de cada una de las empresas sería muy distinto. Así, mientras que en el caso de AEG, un consorcio de grandes bancos -principalmente la Deutsche Bank y la Berliner Handelsgesellschaft- jugaron un papel crucial en la política de expansión de la empresa, en el caso de Siemens & Halske, esta dependencia fue mucho menor, gracias sobre todo a que la empresa logró financiar buena parte de sus proyectos con los beneficios que obtenía con la venta de equipamiento telegráfico. No obstante esta mayor independencia financiera, fue la Deutsche Bank, cuyo presidente era Georg Siemens, sobrino de Werner Siemens, quien facilitó los medios financieros necesarios que permitiron a Siemens & Halske iniciar una línea de producción tan importante como el del equipamiento para la obtención de fuerza electromotriz y alumbrado eléctrico.

A partir de la última década del siglo XIX fue habitual que las empresas eléctricas trataran de aumentar la demanda actuando al mismo tiempo como fabricantes de instalaciones eléctricas, como empresas de distribución de energía eléctrica y como sociedades de financiación. Este tipo de inversión directa, que exigía, por un lado, una elevada capitalización, prometía, por otro lado, importantes beneficios dado el esperado aumento del consumo de energía eléctrica. La idea del negocio era que las empresas eléctricas aumentaran el número de sus clientes por medio de creditos al suministro, se dejaran finiquitar la deuda a través de valores y, por último, vendiera éstos con beneficios. Si todo salía según el plan establecido, las empresas eléctricas ganaban primero con el suministro de energía eléctrica, luego con los valores y con frecuencia con la administración de las compañías eléctricas creadas.

La propagación de la inversión directa, con sus grandes posibilidades pero también con sus grandes riesgos, y la actitud reservada de Siemens & Halske con respecto a este tipo de negocio fomentó la aparición durante la década de 1890 de una serie de sociedades más predispuestas a la hora de asumir riesgos. Durante los últimos años del siglo XIX -una época caracterizada por una expansión rápida del mercado de la energía eléctrica, algunas veces especulativo, y con un exceso en la suscripción de valores- fueron surgiendo otras empresas de cierto renombre dentro del sector. Nombres como los de "Union Elektricitäts-Gesellschaft" (Berlín), "Helios" (Colonia), "O.L. Kummer & Co." (Dresden) y "W. Lahmeyer & Co." (Frankfurt/Main), se convirteron en molestos competidores para Siemens & Halske, AEG y Schuckert & Co. Así, en el umbral del siglo XX, Alemania contaba con hasta siete grandes compañías eléctricas. Aunque era innegable que el círculo de clientes había crecido durante buena parte de los años 1890 de forma considerable, a largo plazo el volumen de negocios que podían generar el mercado interior y exterior era insuficiente para mantener a todas las empresas que competían en ellos. La situación experimentó un cambio de tendencia durante los últimos años de la década de 1890, momento en el que el mercado empesó a mostrar los primeros síntomas de saturación. A partir de ese momento no sólo la competencia se hizo más dura, sino que, y dado que los grandes consorcios decidieron de forma generalizada bajar los precios de sus productos, aprovechando las ventajas del descenso de los costes marginales gracias a la producción en serie, muchas de estas jovenes empresas tuvieron que afrontar graves problemas financieros. Como no todos las empresas eléctricos tenían la suficiente experiencia en las complicadas y arriesgadas operaciones de financiación, ni disponían del suficiente capital propio, para muchas de ellas la única salida para hacer frente a las cuantiosas pérdidas era estar bajo la influencia de los bancos o iniciar el camino de la integración en los consorcios más grandes(24).

De considerable importancia para la evolución posterior del sector eléctrico fue la crisis conyuntural que afectó a la economía alemana durante el período 1901/02. Dicha crisis reforzó aún más la tendencia hacia el oligopolio que estaba ya caracterizando al sector. La aparición y la dimensión de la crisis en el sector eléctrico estuvo en gran medida condicionada por la sobreproducción y la consiguiente caída de los precios pero, sobre todo, por la inversión directa que obligaba a la inmovilización de fondos a plazo largo. Muchas de las empresas, sobre todo aquellas que habían surgido durante la gran expansión de los años 1890, y que se caracterizaban por contar con un escaso capital propio, no estaban preparadas para afrontar las fluctuaciones coyunturales. Sobre todo, aquellas que habían centrado principalmente su política de expansión en la inversión directa se encontraron frente a enormes dificultades económicas.

El interés de Siemens & Halske y de AEG en la financiación y explotación de centrales eléctricas y compañías de tranvías eléctricos se mantuvo en un marco mucho menos comprometido para el equilibrio financiero de ambas empresas. Además, el mayor peso específico de sus negocios de exportación, así como, una política de dividendos cautelosa en los años de gran expansión y la creación de importantes reservas declaradas y tácitas permitieron a ambos consorcios pasar sin excesivas dificultades esta etapa de crisis(25).

Siemens & Halske y AEG salieron todavía más reforzadas del proceso de concentración provocado por los cambios coyunturales. De esta manera, ambos consorcios reafirmaron su posición dominante dentro del sector eléctrico alemán. En la práctica, este hecho significó que aquellas empresas que estaban pasando por graves dificultades económicas fueron integradas en las estructuras empresariales de Siemens & Halske o AEG o simplemente sufrieron un proceso de liquidación por razones de estrategia de mercado. Así, en el caso de AEG, ésta se hizo entre 1903 y 1910 con el control de la Union Elektricitäts-Gesellschaft y la Felten & Guilleaume-Lahmeyer. Al mismo tiempo, Siemens & Halske fue integrando en su consorcio entre 1900 y 1912 a la Helios, a la Elektrizitäts-Aktiengesellschaft vorm. Schuckert & Co. (EAG) y la Bergmann-Elektricitäts-Werke.

Paralelamente, ambas empresas, tanto de manera conjunta como siguiendo políticas propias, intervinieron en la financiación de numerosos empresas. El primer precedente se remonta al año 1898, cuando AEG y Siemens & Halske llegaron a un acuerdo para financiar la reestructuración de la Accumulatoren-Fabrik AG (AFA), con el fin de convertirla en el mayor productor europeo de acumuladores(26). AEG financió también la Aluminium Industrie Neuhausen AG (AIAG) -empresa suiza fundada en 1887-, que se convertiría en la primera productora europea de aluminio, y que produjo a partir de esos momentos las piezas esenciales para el equipamiento eléctrico de la AEG(27). En 1903 AEG y Siemens constituyeron una empresa conjunta -una sociedad de riesgos compartidos al 50%- para el desarrollo de la radiotelegrafía; nacía así Telefunken(28), la empresa europea pionera en radiofonía. Sin embargo, las condiciones de cooperación o de competencia entre los dos gigantes alemanes de equipamiento eléctrico variaban según el subsector o la línea de producción. En algunos -equipamiento para sistemas de fuerza, de luz, tranvías y ferrocarriles- ambas empresas compitieron de forma funcional y estratégica por una porción del mercado, mucho más de lo que lo hacían sus homólogos norteamericanos. De esta manera, los principales competidores para AEG o Siemens & Halske en Europa eran las subsidiarias de las compañías norteamericanas con las que cada una de ellas no mantenía alianzas. En otras líneas, como por ejemplo lamparas de incandescencia, cables y cierto tipo de turbinas, lo usual era que ambas participaran en "convenios" o en "sindicatos de venta". Finalmente, en líneas de producción como el telégrafo inalámbrico y el desarrollo de locomotoras eléctricas de alta velocidad ambas obtaron por constituir sociedades conjuntas. En algunos casos estas sociedades conjuntas incluían un tercer socio. La elección entre la competencia o la cooperación reflejan en gran medida la naturaleza del producto y las características del mercado más que la predisposición de cada empresa por uno u otro tipo de relación entre sociedades. Cuanto más regularizado estaba un producto y menos susceptible era a rápidas innovaciones tecnológicas, mayor era la probabilidad de una cartelización(29).

Con estos cambios sustanciales en el panorama de la industria eléctrica alemana, AEG y Siemens & Halske se convirtieron a lo largo del primer decenio del siglo XX en dos poderosos grupos empresariales, que por su capital, volumen de negocio, número de personas empleadas, y sus innumerables participaciones a nivel nacional y en el extanjero, pasaron a dominar casi por completo el mercado eléctrico alemán. El resto de empresas del sector, por regla general de pequeñas dimensiones, que ya no realizaban ningún tipo de negocios de inversión directa, que no disponían de su propia organización de venta, y que por regla general se dedicaban a la producción selectiva de determinados productos del área de la técnica electrónica, sólo tuvieron una relativa importancia en el marco de su ramo de producción.

Además, el período de fusiones no sólo fue el responsable de importantes procesos de centralización y racionalización administrativa en el seno de AEG y Siemens & Halske, sino, y lo que es de mayor importancia, fue el detonante de toda una serie de nuevas inversiones en los campos de la producción, la venta y la dirección, que terminaron por consolidar definitivamente la posición de ambas empresas en el mercado internacional de productos eléctricos.

En poco tiempo AEG logró establecer una tupida red de representantes y puntos de asesoramiento y venta. La empresa contaba con 42 delegaciones en Alemania, 37 en Europa, y 38 en ultramar(30). Por su parte, Siemens & Halske, que había tenido una serie de experiencias nada positivas al utilizar intermediarios comerciales para la venta, instalación y mantenimiento de sus productos, pronto seguiría los pasos de AEG, estableciendo un total de 23 agencias técnicas en Alemania y ocho delegaciones en el extranjero(31). Estas representaciones contaban por regla general con un jefe comercial y otro técnico, así como un equipo de ingenieros dedicados al diseño, instalación y asesoramiento al cliente. Al igual que las compañías norteamericanas, las representaciones de ambas empresas proveían a sus departamentos centrales de producción, diseño e investigación en Alemania de un flujo continuo de información sobre la evolución y las necesidades de los mercados que atendían. Esta información fue también de vital importancia a la hora de promover el rápido desarrollo de la nueva tecnología.

Con sus numerosas plantas de producción en territorio alemán y en el extranjero y sus ya muy ramificadas redes de representantes y puntos de venta, AEG y Siemens & Halske se convertirían, junto a los dos colosos norteamericanas General Electric y Westinghouse, en las grandes dominadoras de la producción y venta de equipamiento eléctrico a escala mundial. Ambas empresas, paradigmas del progreso tecnológico, acogían en su diversificada actividad económica, desde el diseño y construcción de grandes instalaciones, hasta la producción en serie de una amplia gama de accesorios y equipos electrotécnicos y todo tipo de bienes de consumo para otras industrias y para el uso doméstico(32). Además, al igual que sus dos homólogos norteamericanos, AEG y Siemens & Halske continuaron aprovechando durante los siguientes años su enorme competitividad para aumentar su presencia en sus hasta ahora mercados tradicionales y penetrar en nuevos y para añadir a su muy ramificada oferta nuevas líneas de producción, principalmente en el campo del equipamiento telefónico y de la electroquímica.

Del oligopolio de los "cuatro grandes", General Electric era la mayor empresas en cuanto a términos de activos. Sin embargo, en 1913 los dos gigantes alemanes, que superaban en términos de activos a Westinghouse, lideraban el mercado internacional de equipamiento eléctrico. Durante ese año las exportaciones alemanas llegaron a alcanzar el 46,4%, frente a el 15,7% de las norteamericanas, del total de las exportaciones de material eléctrico en el mercado internacional(33). De todas maneras, hay que aclarar que tanto el volumen de la producción de las empresas alemanas como el de las norteamericanas destinada a la exportación era mayor, dado que todas ellas disponían de vastas inversiones directas en el extranjero y sus numerosas subsidiarias destinaban también parte de su producción a la exportación.

Las numerosas ramificaciones a nivel nacional e internacional de las grandes consorcios eléctricas conllevaron también a una creciente cooperación a escala internacional. Así por ejemplo, dado el control operativo que la General Electric mantenía a principios de siglo sobre la Union Elektrizitäts-Gesellschaft, AEG firmó, como parte de la transacción de fusión, un acuerdo sobre intercambio de patentes y de información con la General Electric. Como en otros acuerdos de similares características, éste, además de asegurar el intercambio tecnológico, determinaba el reparto de los mercados de América del Norte y de Europa(34). Así, mientras la General Electric se quedaba con el mercado de Estados Unidos y Canada, la AEG pasaba a controlar gran parte del mercado europeo. En Italia, en cambio, ambas empresas pusieron en marcha una sociedad compartida. En Francia y Gran Bretaña, donde las dos empresas contaban con sus respectivas subsidiarias, el acuerdo alcanzado permitió mantener la presencia de ambas en dichos mercados. Esta alianza animó a las otras dos grandes del sector, Siemens & Halske y Westinghouse, a firmar por su parte un acuerdo de cooperación de similares características. Por el contrario, los mercados de ultramar -principalmente los de América Latina y Asia- quedaron en gran medida al margen de este tipo de alianzas. La falta de acuerdos en estos nuevos mercados originó una lucha sin concesiones entre los grandes consorcios eléctricos por la obtención de contratos y la consolidación de su presencia en cada uno de estos países.

Estos nuevos mercados en ultramar adquirieron una gran importancia para los dos grandes consorcios eléctricos AEG y Siemens & Halske. Sobre todo algunos países latinoamericano (Argentina, Brasil, Chile, México y Uruguay) se convirtieron hasta 1914 en mercados muy destacados para el conjunto de las inversiones directas y la exportación de material eléctrico procedentes de Alemania(35).



4. El mercado latinoamericano

Las primeras exportaciones de material eléctrico alemán hacia América Latina se remontan a los últimos años de la década de 1840. Siemens & Halske había iniciado poco tiempo después de su constitución en 1847 las exportaciones de material telegráfico hacia la Argentina y Chile. En la década de 1860, además de continuar sus negocios en estos dos países, amplió el campo de sus actividades empresariales a Brasil y México. Sin embargo, y desde el punto de vista de la continuidad, estas exportaciones nunca dejaron de tener un carácter esporádico. Esta situación no sufrió cambios significativos hasta la consolidación definitiva de la industria eléctrica durante la décadas de 1880 y 1890.

Con la llegada de las inversiones generalizadas en la industria eléctrica alemana, el consiguiente exceso de producción y la crisis de 1901/02, y las medidas proteccionistas aplicadas por algunos de los países que hasta entonces habían sido los principales receptores para sus inversiones y sus productos, las compañías de material eléctrico comenzaron a mostrar un mayor interés por mercados como el de América Latina. Además, y en virtud de las fusiones y adquisiciones resultantes del rápido crecimiento de la manufactura eléctrica desde la década de 1880 hasta 1902, todos los grandes bancos se habían visto obligados a invertir en la nueva tecnología, y por consiguiente todos ellos participarán también en diversa medida en la inversión en empresas eléctricas en América Latina.

La creciente exportación de capital en América Latina, no sólo guardaba relación directa con la exportación generalizada de todo tipo de productos industriales, sino que facilitaba al mismo tiempo a los compradores extranjeros el dinero necesario para adquirir manufacturas alemanas. Este interés por incrementar las exportaciones quedó reflejado con la apertura de las primeras oficinas de ventas a lo largo de los años 1890. Dichas agencias sustituyeron de inmediato o de forma paulatinamente a los agentes que hasta ahora habían tenido a su cargo la representación general de cada uno de los consorcios eléctricos. Su objetivo a partir de esos momentos fue el de canalizar no sólo la importación de material eléctrico procedente de Alemania, sino, y en primer lugar, impulsar la creación de compañías generadoras y distribuidoras de energía eléctrica por un lado y compañías de tranvías por otro.

En el sector eléctrico comenzaron a proliferar a partir de principios del siglo XX las holding companies. Dichas empresas establecieron complejas organizaciones financieras que unían un conjunto diverso de compañías dedicadas a la producción y distribución de electricidad en las principales metrópolis del subcontinente.



5. El mercado eléctrico argentino y las empresas eléctricas alemanas

Entre 1860 y 1914 la República Argentina experimentó un acelerado crecimiento de su economía y de su estructura social. Desde el punto de vista económico, este período se caracterizó por la ampliación de su producción exportable y por la unificación de sus mercados interiores, lo cual se basó en el ingreso masivo de capitales extranjeros(36). Las exportaciones se expandieron como si no existieran límites y su producto no sólo permitió el pago del cada vez más apreciable volumen de importaciones, sino también de una buena parte de las deudas con el capital extranjero. La incidencia de estos capitales en la evolución económica fue de tal magnitud que no ha registrado parangón en la historia de este país(37). Por otro lado, y desde la vertiente social, la llegada masiva de inmigrantes facilitó también la creación de nuevos mercados y, con ellos, negocios de todo tipo. Buenos Aires se expandía y transformaba en una de las más grandes urbes del mundo. Esta gran ciudad, con un rápido crecimiento de la población y elevado ingreso per cápita, demandaba bienes de todo tipo en grandes cantidades. No es de extrañar que con una economía basada en la exportación y una creciente población urbana, las inversiones se centraran principalmente en aquellos sectores de importancia estratégica para el proceso de expansión: ferrocarriles, puertos, sistema financiero, servicios urbanos e instalaciones frigoríficas(38).

Durante el período 1890-1914, Argentina se convirtió en uno de los más importantes mercados de ultramar para la industria eléctrica alemana. Tanto por las inversiones directas realizadas como por el volumen de las exportaciones de material eléctrico, los consorcios alemanes tuvieron una presencia muy destacada en el mercado eléctrico argentino(39).

Al igual que en la mayoría de los países latinoamericanos, en la Argentina la actividad de las empresas eléctricas alemanas se inició con el envío durante los años 1860 de material telegráfico por parte de Siemens & Halske(40). Sin embargo, y a pesar del interés manifiesto de la empresa en consolidar su presencia en este país, estos envíos nunca dejaron de tener durante las siguientes décadas un carácter esporádico. Con la creciente utilización durante los años 1890 del alumbrado eléctrico (tanto el de arco como el incandescente), la tracción eléctrica y los motores eléctricos accionados por corriente continua generada en grandes centrales, se alcanzaron las condiciones necesarias que permitieron la consolidación de las inversiones directas y la exportación de material eléctrico por parte de las empresas alemanas hacia el mercado argentino.

Aunque fueron numerosas las empresas eléctricas alemanas que estuvieron presentes con sus productos en Argentina, la mayoría de ellas nunca tuvieron una presencia permanente en el país, reduciéndose sus actividades a negocios puntuales. Sólo empresas del potencial de la AEG, Siemens & Halske, Schuckert & Co., y la Union Elektricitäts-Gesellschaft desarrollaron una actividad continuada que incluía también el mantenimiento de agentes reconocidos o representaciones propias. Estos consorcios fueron también los únicos que junto con la exportación de maquinaria y material eléctrico tuvieron la capacidad para llevar a cabo inversiones directas en el país.

Durante este período, la AEG fue sin lugar a duda el primero de los grandes consorcios eléctricos en percatarse de la importancia que para el conjunto de sus negocios podía tener un país de las características de la Argentina. Así, desde 1895, y tras realizar una serie de estudios preliminares y asegurarse el apoyo de un grupo de entidades bancarias a cuya cabeza se encontraba la Deutsche Bank, la AEG inició los primeros contactos con las autoridades argentinas con el fin de conseguir los permisos necesarios para la creación de una empresa dedicada a la construcción y explotación de centrales eléctricas. A comienzos de 1896 se iniciaron las negociaciones entre la municipalidad de Buenos Aires y los representantes de la Deutschen Überseeischen Bank, entidad que representó los intereses de la AEG durante el tiempo que duraron las conversaciones(41).

Las actividades empresariales de la AEG en la Argentina se iniciaron en junio de 1897 con la concesión por parte de la municipalidad de Buenos Aires para la construcción y explotación de centrales eléctricas. Dicha concesión, junto con la obtenida ese mismo año en Santiago de Chile, fueron, además, los primeros proyectos de envergadura del consorcio en los mercados de ultramar. Con tal motivo, y para hacer realidad estos dos ambiciosos proyectos, se constituyó en Berlín, el 4 de enero de 1898, la Deutsche Überseeische Elektricitäts-Gesellschaft (DUEG), siendo el objetivo principal de la nueva compañía la construcción y explotación por cuenta y riesgo propios de instalaciones eléctricas en todo el continente americano(42). La empresa recién creada, que en Argentina tomó personalidad jurídica bajo el nombre de Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad (CATE), inició sus actividades en la capital argentina con el tendido de cable para la distribución de energía eléctrica en una extensa zona del término municipal.

Además de la construcción y explotación de todo tipo de instalaciones eléctricas, otro de los objetivos del consorcio fue la adquisición y financiación de empresas en el campo de la electricidad aplicada, especialmente en el de la iluminación y el de los transportes urbanos(43).

A pesar de que los estatutos de la empresa preveían que en un futuro no muy lejano las actividades de la sociedad se extendieran por todo el continente americano, el marco de actuación de la CATE se limitó al ámbito de los países sudamericanos, sobre todo la Argentina, y en menor medida, Brasil, Chile y Uruguay.

En Buenos Aires, el principal mercado para la nueva compañía, la CATE se encontró durante sus primeros años de actividad con la dura competencia de dos empresas que ya se dedicaban a la producción y distribución de energía eléctrica. De estas dos compañías, la Compagnie Générale d'Electricité de la Ville de Buenos Aires, empresa de capital francesa pero cuyas instalaciones eran adjudicadas para su construcción a la empresa berlinesa Union Elektricitäts-Gesellschaft, se convirtió durante estos primeros años en el principal competidor.

Una vez superada una etapa inicial de búsqueda y consolidación de un mercado de consumidores, caracterizada por una política de bajas tarifas eléctricas y un trabajo de alta calidad en las instalaciones realizado por parte de la AEG, la CATE, se había convertido siete años después de su creación en la productora monopolista de electricidad en Buenos Aires, sobre todo gracias al acuerdo de fusión alcanzado en 1901 con la Compagnie Générale d'Electricité y a la compra en 1903 de las instalaciones de otros dos competidores, la River Plate Electricity Co. y la Primitiva Gas & Electric Lighting Company of Buenos Aires.

Otro paso fundamental en los esfuerzos de la CATE por consolidar su posición monopolista en el mercado de la producción y distribución de energía eléctrica, fue la ejecución de su política de adquisiciones y acuerdos con las numerosas empresas de transporte urbano del área de Buenos Aires. Entre 1898 y 1905, la compañía llevó a cabo una en muchos casos compleja política de compra, arrendamiento y acuerdos de explotación que afectaron a la casi totalidad de las empresas de transporte urbano de la capital. Con ello, la CATE logró alcanzar su objetivo de separación clara entre lo que era el negocio de distribución de energía eléctrica y el del transporte urbano, lo que le permitió alcanzar definitivamente el monopolio de la producción de electricidad en Buenos Aires.

Pero las actividades de la CATE no se centraron tan sólo en la ciudad de Buenos Aires. Sobre todo una vez fijadas las bases que le permitieron controlar buena parte del mercado bonaerense, la presencia de la compañía se fue expandiendo a otros lugares de la Argentina(44). En primer lugar, el interés de la CATE a partir de 1906 se centró en la provincia de Buenos Aires, principalmente en suburbios industriales de Buenos Aires como Avellaneda o Quilmes. Un segundo foco de actividad se desarrolló en la mayoría de las principales aglomeraciones urbanas del interior del país (Córdoba, Mendoza, Rosario, Santa Fé). En todos los casos, la CATE intentó impulsar una ambiciosa política de construcción de centrales eléctricas y de alianzas con otras compañías del sector que le permitieran controlar la producción y distribución de energía eléctrica.

Además de la política de inversiones directas desarrolladas por la CATE, otro sector importante de actividad de la AEG en la Argentina fue el relacionado con la venta y suministro de toda clase de maquinaria y material eléctrico(45). Este tipo de negocio, primero bajo la dirección de una representación oficial y más tarde, a partir de 1912, en manos de la propia oficina del consorcio en Buenos Aires, no sólo se basó en el suministro de material eléctrico a las centrales y las empresas de transporte urbano bajo el control total o parcial de la CATE, sino que contó con una más que considerable cartera de clientes. Aunque la CATE era sin lugar a dudas el cliente más importante para el propia consorcio, desde el inicio de este tipo de actividad en 1898, la AEG se convirtió no sólo en uno de los principales proveedores de maquinaria y material eléctrico, sino también de pequeñas y medianas instalaciones para la producción de energía destinada sobre todo a la creciente actividad industrial.

La CATE, al operar en las economías en auge de América Latina, pudo desarrollarse hasta convertirse en una sociedad casi tan grande como su propia empresa matriz, la AEG, con un capital por acciones en 1914 de 150 millones de marcos (el de la AEG en 1914 era de 155 millones), y se convirtió, junto con las sociedades creadas para la construcción y explotación del Ferrocarril de Bagdad y de los campos petrolíferos rumanos, en una de las tres mayores empresas alemanas en el extranjero en la período anterior a la primera Guerra Mundial.

Al contrario que la AEG, la política de Siemens en la Argentina fue mucho más dubitativa y conservadora. Durante muchos años su actividad en el país se vio limitada a una presencia escasa e indirecta a través de diversas empresas a las que se había otorgado la representación general. Sin embargo, los insignificantes resultados obtenidos con esta política motivaron que el consorcio se decantara finalmente por la creación de una compañía que le permitiera actuar sin intermediarios en los estados de la cuenca del río de La Plata. Esta decisión se vio también favorecida por el constante crecimiento experimentado durante los primeros años del siglo XX por el mercado eléctrico argentino. Así, en julio de 1907, tuvo lugar la fundación en Berlín de la "Siemens-Schuckertwerke für die La-Plata-Staaten Elektrizitäts-Gesellschaft m.b.H.". La recién creada compañía constituyó a su vez en Buenos Aires, a comienzos de 1908, la "Siemens-Schuckert Limited". Esta filial fue la encargada de canalizar a partir de esos momentos de todas las actividades de Siemens en Argentina, Paraguay y Uruguay.

A pesar de contar con una representación propia, las dificultades de Siemens para desarrollar sus actividades en este mercado no disminuyeron. El principal obstáculo que encontraron los responsables de la oficina de Buenos Aires para consolidar y ampliar su presencia vino dada por la política que el propio consorcio había seguido durante muchos años en esta región. Un análisis erróneo sobre las posibilidades reales de desarrollo de países como la Argentina habían autoexcluido a Siemens de intervenir en la lucha por la licitación de los contratos más importantes para la producción y distribución de energía eléctrica. Dado que la casi totalidad de las grandes centrales eléctricas argentinas se encontraban o bajo el control de diferentes consorcios extranjeros o de la AEG a través de la CATE, el principal negocio de Siemens, el de la venta de material eléctrico, se vio también notablemente mermado, fundamentalmente porque la propia AEG no sólo suministraba el material eléctrico a las diversas instalaciones de la CATE, sino porque además había firmado numerosos acuerdos que la convirtieron en el proveedor más importante de este tipo de material de la casi totalidad de las compañías que actuaban en el mercado argentino.

Con el mercado más importante del Cono Sur -la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores-, bajo el control monopolístico de la CATE y la AEG, las esperanzas de Siemens se centraron en la obtención de grandes contratos en el interior del país y en la construcción de pequeñas y medianas instalaciones. En cuanto a los grandes contratos, Siemens sólo logró hacerse entre 1910 y 1914 con dos proyectos de cierta envergadura en la provincia de Mendoza y en la ciudad de Santa Fé. Más favorable fue la evolución en el campo de la construcción de pequeñas y medianas instalaciones. Hacia 1910 este mercado estaba dominado por dos empresas: el consorcio "Herlitzka" y la "Compañía Industrial de Electricidad del Río de la Plata", una sociedad que se encontraba muy próxima a los intereses de la AEG. A través de sus buenas relaciones con Herlitzka, Siemens logró penetrar en este mercado en expansión. De esta manera, a partir de 1911, la mayoría de los contratos alcanzados por Herlitzka para la construcción de instalaciones eléctricas fueron ejecutados por Siemens. Durante los dos siguientes años Siemens participó activamente en numerosos proyectos en Necochea, Corrientes, Tucumán y Asunción.

A partir de 1913, los responsables de Siemens en Argentina comenzaron a considerar también la posibilidad de actuar en el sector del transporte urbano. Hasta esos momentos el sector de los tranvías eléctricos se encontraba también controlado en buena medida por la AEG y la CATE. Gracias nuevamente a las buenos contactos que a nivel gubernamentales poseían los responsables del consorcio Herlitzka, Siemens logró superar la competencia de AEG y hacerse con una serie de contratos para la electrificación y explotación, junto con Herlitzka, de compañías de tranvías en la provincia de Buenos Aires.

Estos primeros éxitos importantes sobre la AEG hicieron pensar a los responsables de Siemens en Berlín sobre las posibilidades de potenciar de forma considerable su actividad en Argentina. Con este proposito, y en asociación con Herlitzka, se pensó en la creación durante el año 1914 de una compañía cuyos objetivos declarados iban a ser la participación en centrales eléctricas ya existentes y la creación de la infraestructura necesaria para la producción y distribución de energía eléctrica en las áreas suburbanas del norte y del oeste de Buenos Aires. Además, la realización de este proyecto debería haber impulsado también el primer acuerdo de cooperación entre Siemens y la CATE en Argentina. Al igual que ya había ocurrido en Alemania, este acuerdo pretendía en primer lugar evitar la competencia perjudicial entre ambos consorcios. Sin embargo, este ambicioso proyecto sufrió con el estallido de la primera Guerra Mundial un abrupto final.

Junto a AEG y Siemens, la tercera empresa que debe ser destacada por la actividad llevada a cabo en Argentina, es la Union Elektrizitäts-Gesellschaft. Las inversiones directas de la compañía, llevadas a cabo todas durante la última década del siglo XIX, se centrarón en la construcción y explotación de la central eléctrica de la Compagnie Générale d'Electricité de la Ville de Buenos Aires(46) y en la participación en el negocio de los tranvías urbanos en la capital argentina. Esta actividad empresarial convirtió a la Union, hasta su fusión con la CATE en 1901, en el mayor competidor de la AEG en Argentina.

La posición predominante de los consorcios alemanes en el conjunto del mercado eléctrico argentino se vio sustancialmente alterada con el inicio y el posterior desarrollo de la primera Guerra Mundial. Durante el período 1914-1918, la producción, las exportaciones y las inversiones directas en el extranjero de AEG y Siemens se vieron profundamente afectadas por el decurso poco favorable a los intereses alemanes. La producción se vio muy afectada por las dificultades de las empresas alemanas para acceder al mercado internacional de las materias primas. Al mismo, tiempo las exportaciones se vieron entorpecidas por la propia actividad bélica y por la prohibición impuesta por muchos gobiernos de importar productos alemanes. Por último, las inversiones directas en el extranjero sufrieron con frecuencia el acoso de gobiernos, grupos bancarios y consorcios industriales, deseosos de incautar o hacerse con el control de los intereses alemanes.

En America Latina, las empresas alemanas siguieron trabajando en un principio sin problemas significativos en aquellos países que habían declarado su neutralidad. Así, la CATE, la mayor inversión alemana en la zona, continuó funcionando sin trabas en la Argentina, Chile y Uruguay. Las mayores dificultades que encontraron vinieron derivadas del aumento del coste de ciertas materias primas (principalmente el carbón inglés que alimentaba las plantas generadoras). Ciertamente durante estos años los beneficios de explotación descendieron, aunque las pérdidas sólo se produjeron en 1918. Pero una vez finalizado el conflicto bélico la amenaza de incautación para el pago de reparaciones, así como la dificultad de conseguir divisas fuertes para cubrir los gastos de explotación, y el peligro que se cernía de que un grupo rival de accionistas pudiera hacerse con el control de la empresa en una asamblea general, indujeron a los bancos alemanes a vender su parte a banqueros españoles. Por consiguiente, en junio de 1920 la CATE se convirtió en una compañía española, la Compañía Hispano-Americana de Electricidad (CHADE), y si bien los alemanes siguieron poseyendo intereses financieros en la nueva compañía, ésta fue controlada a partir de entonces por banqueros españoles e intereses belgas y anglo-americanos asociados.

La primera Guerra Mundial había asestado un golpe demoledor a la inversión directa alemana en América Latina, y sólo pudo tratar de sobrevivir durante los decenios de la posguerra hasta llegar a la catástrofe, todavía mayor, de la segunda Guerra Mundial.



Notas



1. JAEGER, l988.

2. POHL, l989.

3. POHL, 1989.

4. CHANDLER, 1990.

5. JAEGER, 1988.

6. POHL, 1985.

7. HENTSCHEL, 1978.

8. POHL, 1989.

9. CHANDLER, 1990.

10. BORN, 1985.

11. KIESEWETTER, 1989.

12. POHL, 1989.

13. POHL, 1989.

14. KIESEWETTER, 1989.

15. Entre 1870 y 1913, el comercio exterior alemán creció un promedio del 4% anual, con lo que en 1913 recaían sobre Alemania el 13% del volumen de negocios del comercio internacional y las exportaciones representaban el 17,5% de la producción industrial total.

16. FELDENKIRCHEN, 1992.

17. POHL, 1988.

18. FELDENKIRCHEN, 1995.

19. POHL, 1988.

20. FELDENKIRCHEN, 1995.

21. FELDENKIRCHEN, 1995.

22. Para profundizar en el tema de la financiación de la industria eléctrica ver: AAVV., Le financement de l'industrie électrique 1880-1980.

23. Una amplia visión de la actividad realizada por AEG en la ciudad de Barcelona se puede obtener en: CAPEL (Dir.) Las tres chimeneas. Implantación industrial, cambio tecnológico y transformación de un espacio urbano barcelonés, l994.

24. KIESEWETTER, 1989.

25. FELDENKIRCHEN, 1995.

26. CHANDLER, 1990.

27. CHANDLER, 1990.

28. CHANDLER, 1990.

29. JAEGER, 1988.

30. JACOB-WENDLER, 1982.

31. JACOB-WENDLER, 1982.

32. RADKAU, 1989.

33. CHANDLER, 1990.

34. CHANDLER, 1990.

35. En 1913, entre los países más importantes por su volumen de negocios para las exportaciones alemanas de material eléctico, la Argentina ocupaba un destacado 5º lugar, Brasil el 15º, Chile el 17º, México el 23º, y Uruguay el 25º.

36. REGALSKY, 1986.

37. REGALSKY, 1986.

38. WALTER, 1993.

39. MARICHAL, 1995.

40. JACOB-WENDLER, l982.

41. JACOB-WENDLER, 1982.

42. JACOB-WENDLER, 1982.

43. JACOB-WENDLER, 1982.

44. JACOB-WENDLER, 1982.

45. JACOB-WENDLER, 1982.

46. La Compagnie Générale d'Electricité de la Ville de Buenos Aires era una sociedad de explotación fundada por la Gesfürel y dos entidades bancarias francesas, por tanto una inversión empresarial de la Union Elektrizitäts-Gesellschaft.


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