Scripta Nova  Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 45 (10), 1 de agosto de 1999
 

IBEROAMÉRICA ANTE LOS RETOS DEL SIGLO  XXI.
Número extraordinario dedicado al I Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

ALGUNAS DIMENSIONES NEGATIVAS DE LA GLOBALIZACIÓN EN IBEROAMÉRICA. EL EJEMPLO DE GUATEMALA.
Aurelio Cebrián Abellán
Universidad de Murcia 


El objetivo perseguido no es comparar lo incomparable, los riesgos de la globalización en un país subdesarrollado con los padecidos por la sociedad de masas. Simplemente se trata de constatar la diferencia sustancial entre estar o no preparado, insertarse o ser insertado, disfrutar o padecer los efectos globalizadores. Se hará a través de alguno de los parámetros o dimensiones que el proceso mundializador conlleva. Desde la perspectiva del desarrollo sostenible se afianza la teoría de logros a través la lógica del proceso, de la secuencia ordenada, de la organización, de las escalas y metas a lograr. Por contra, la globalización impone pautas y marca dominios. Como no hay proceso y sí dominio y control difícilmente en muchos países desfasados hay capacidad de respuesta, y tanto más cuando la sociedad se encuentra muy descolgada del proceso industrializador.

En adelante la pretensión no es otra que aludir a las dificultades que en Guatemala plantean algunas dimensiones de la globalización, y las que planteará en un futuro. Se partirá de la premisa educacional como base de sustentación del progreso, la que permitirá la organización y el desarrollo. Como la realidad indica que ese logro es poco menos que inalcanzable en este país (el de las ONGs y las multinacionales), la consecuencia inmediata es el padecimiento globalizador en las dimensiones propuestas (y en casi todas), con una perspectiva que tiende a mostrar muy graves deficiencias esperadas, proporcionadas por la combinación de elementos de la globalización.
 

Las disfunciones sociales en Guatemala: pobreza, analfabetismo y precariedad laboral.
 

Se ha de partir de la identificación de algunos caracteres que definen a la sociedad guatemalteca. Se ha optado por extraer aquellos que justificarán las inadecuaciones sociales, en razón de los efectos mundializadores negativos que se pretenden mostrar.

Es uno de los dos países más pobres de la región iberoamericana, mayoritariamente rural (más de tres cuartas partes de la población), con una tremenda disfunción en el reparto de la tierra (un 2% por ciento de los propietarios concentran el 65% del suelo), y con un 62% de la población rural que vive en condiciones de extrema pobreza(1). Junto a esas abismales diferencias, en los últimos años crecen los niveles de pobreza por razones estructurales:

- Alza de los productos básicos (en 1990 llegaron a alcanzar el 67 por ciento).

- Injusta distribución del ingreso nacional, con aberrante acaparamiento de la décima parte de la población, que acumula el 45 por ciento.

- En el primer quinquenio de los noventa el desempleo afecta al 40 por ciento de la población económicamente activa.

- Más de la tercera parte de la población económicamente activa no solo padece falta de cualificación laboral, sino que es analfabeta.

- Los salarios reales se han reducido en un tercio, hasta hacer crecer los niveles de pobreza a un ritmo del 3 por ciento anual.

- La cuarta parte de los profesionales y patronos se acercan a los niveles de pobreza.

- La sociedad se encuentra estigmatizada por profundas desigualdades y crecimiento de los grupos marginados, con un auge social concentrador y excluyente(2).

- La tercera parte de la población del área metropolitana (800.000 personas) se emplaza en asentamientos marginales, con tres cuartas partes de desempleados(3).

- Las coberturas de educación primaria (44 por ciento de media) y el insignificante valor alcanzado por la secundaria (1,5 por ciento) afecta más al campo que a las urbes, y es nefasto según étnias y sexos (superior en ladinos que mayas y en varones que mujeres).

- Tres cuartas partes de la población padece la necesidad básica insatisfecha de la comida, hasta haberse impuesto la cultura del hambre.

- Los mismos pobres indican que los bajos salarios, la carencia de tierra, la falta de comida, y la escasez de vivienda son los problemas sociales graves.

Se detecta que la problemática, al margen de multitud de causas, desde históricas hasta políticas, es una espiral. Pero conviene proceder por partes para comprobar la incidencia de los bajos niveles formativos en la situación general del país.

Los pobres rurales se dedican al jornaleo agrario, y en las ciudades los pobres urbanos al comercio. Pero, en cualquier caso, la colaboración infantil se considera esencial. Los hijos son fuerza de trabajo necesaria, y el sistema educativo (como en otros países, y al margen de lo que indiquen unas Constituciones típicamente testimoniales) no es ni realmente obligatorio ni gratuito. La conclusión es que ni los hijos rinden ni se invierte en formación para el futuro. La espiral del desdesarrollo no es que se haya creado, es que es la misma de siempre, la heredada, pero hoy agudizada.

En las urbes la población desempeña varias tareas al mismo tiempo, lo que se traduce en subocupación. La falta de cualificación laboral impide la rentabilidad, y la de dedicación a una tarea fija el que se adquieran las destrezas y habilidades necesarias y básicas para el desempeño útil y rentable de la misma. Luego, añadánse técnicas ineficientes y salen las cuentas de la irracionalidad rentual (necesaria, por otra parte). No hay cualificación porque no ha habido formación, y ésta no ha existido porque los activos subempleados han sido hijos utilizados por sus padres, y esa secuencia antropológica es la que mantienen con sus hijos.

Y más implicaciones sociales de las carencias formativas. Al margen de las consecuencias innatas que conlleva un conflicto armado (en este caso, además de civil, muy prolongado), los mecanismos de sobrevivencia se encuentran estandarizados. Alcoholismo, robo, delincuencia de estorsión, abandono del hogar y violaciones son consecuencia de la pobreza. Un solo dato es buen indicativo del atraso cultural: se prefiere ocultar la violación femenina antes que mancillar la reputación de la mujer afectada.

Puede afirmarse que la desorganización social es la pauta, y que la falta de organización conlleva el atraso. Pero resulta conveniente desentramar más datos, los que realmente van a confirmar el tremendo alejamiento de los postulados globalizadores, los que confirman los futuros padecimientos del proceso mundializador. Desde los seis hasta los nueve años los niños padecen desnutrición (un 37 por ciento), y en once departamentos es incluso severa. La tercera parte de los niños presentan déficit de peso, mientras la dieta alimentaria se ha reducido en variedad, cantidad y calidad (en la última década el precio de los alimentos básicos subió un 157 por ciento). Algunas fuentes afirman que tres cuartas partes de los menores de cinco años corren alto riesgo de desnutrición. En suma, que aún existiendo la hipotética posibilidad de escolarización generalizada tampoco los logros conseguidos serían muchos.

Como resultante, el país ocupa el segundo lugar iberoamericano por mayores índices de analfabetismo, con tres cuartas partes de la población rural y la tercera parte de la urbana, rasgos agudizados (como se indicó) entre la población indígena y femenina. Las causas son estructurales, si bien deja su impronta la escasa asignación del PIB a educación (1,2 por ciento), y con la casi totalidad destinada a satisfacer salarios docentes, con el consecuente estancamiento de las inversiones para hacer frente a unas necesidades crecientes, derivadas del fuerte crecimiento demográfico y juventud de la población. Así se explican las realidades presentes: el nivel preprimario cubre un exiguo 17 por ciento de necesidades; entre los 5 y 6 años menos de la tercera parte; el primario (7 a 12 años) el 68 por ciento (unos 450.000 no asistieron nunca a la escuela); y la educación básica un escaso 18 por ciento.

La esencial es la educación primaria, que presenta disparidades de cobertura muy notables en el país; así, en la región metropolitana es del 91 por ciento, mientras en otros sectores no alcanza la mitad. En el campo la dotación de maestros es la mitad que en las áreas urbanas, cuando en él se encuentra el 80 por ciento de las escuelas de este nivel. A la infradotación se adiciona la cuestión indígena, ya que la cuarta parte de los alumnos inscritos en primaria pertenece a etnias, que registran los mayores índices de repetición (tres cuartas partes). Pero, del resto, el nivel de suspensos alcanza el cincuenta por ciento. Además, solo un 43 por ciento de todas las mujeres han asistido a la escuela primaria, con las secuelas derivadas sobre la vida social y hábitos, que encuentran su reflejo en otras facetas esenciales (alimentación, higiene.).

El panorama nacional no es alentador desde una perspectiva educacional ya que la mitad de los mayores de 15 años son analfabetos, valor que sube a tres cuartas partes en las regiones indígenas y rurales. Y, encima, a la población en estado de pobreza la definen tres rasgos negativos. El primero, un nivel de analfabetismo que alcanza el 50 por ciento, con la diferencia de mayores valores en el interior y muy inferiores en la región metropolitana, si bien la porción femenina presenta altos índices en cualquiera de las situaciones. Otro de escolaridad que afecta a la octava parte de la población pobre rural, y que baja solo a la sexta parte en el área metropolitana. Finalmente, en ambas situaciones, el nivel de acceso a la escolaridad media es casi nulo.

Junto a las reiteradas razones estructurales, también persisten factores negativos para explicar situaciones concernientes a la población pobre, como su valoración pésima del sistema educativo, la urgencia de otras prioridades, y las barreras lingüísticas. Así, el trabajo es considerado más urgente que la educación (un menor de siete años recibe un salario de unas 80 pts/día en las plantaciones). Luego, se van añadiendo otras circunstancias, como el incumplimiento laboral de los maestros, que además no suelen hablar el idioma indígena de la comunidad receptora.

El problema pendiente es la insuficiencia, cuando no inexistencia, de infraestructura educacional. Se demanda la construcción de escuelas en el interior del país, porque buena parte de las aldeas y caseríos carecen de educación primaria completa. Sin embargo, se ha de partir de otra premisa oficialmente reconocida, la ineficacia del modelo educativo, reflejada en actitudes de recelo a la alfabetización, como ocurre con las comunidades mayas de los quichés y cakchiqueles. Ello explica sus altas tasas medias de analfabetismo (41 por ciento); los valores son muy inferiores (14 por ciento) en la región que engloba al área metropolitana, mientras en los departamentos de las Verapaces se registran los más altos índices (65 por ciento), debido a la alta proporción indigenísta. Esta circunstancia vuelve a mostrar los fuertes desequilibrios nacionales constatados en otros parámetros.

En educación primaria un 17 por ciento de la escolarización está en manos no oficiales, aunque ello resulta indiferente para la escasa retención de niños en las aulas en áreas rurales, para una tasa neta de escolaridad muy alejada de la deseable (en algunos departamentos, como las Verapaces, es justo la mitad que la media nacional). De nuevo se vuelve a constatar la estrecha relación entre pobreza, indigenismo y analfabetismo.

Y en esas deficiencias infraestructurales el 38 por ciento de las escuelas primarias rurales sólo ofrecen una educación primaria incompleta, al margen de que el respeto a las particularidades indígenas no se cumple ya que el bilingüismo sólo está establecido en el 5 por ciento de las escuelas existentes, una cifra absolutamente testimonial teniendo en cuenta la relevancia del componente indígena en el país (el más alto de toda Iberoamérica).

En lo que afecta al emplazamiento de centros de formación técnica oficial los desequilibrios territoriales son más agudos, porque más del 90 por ciento de los alumnos pertenecen a áreas urbanas, como acontece con otro tercio de los institutos de extensión y mejoramiento de la educación media. Además, un escaso porcentaje de población estudiante continúa sus estudios hasta el ciclo diversificado.

Así pues, el sistema educativo se caracteriza por necesidades continuadas de inversiones, debido tanto a carencias arrastradas como al desorbitado crecimiento demográfico. Lo más urgente es cubrir la escasez de maestros, e incluso solventar el problema de la escolarización parcial (un maestro atiende al mismo tiempo a dos escuelas distantes, reduciendo los períodos lectivos a la mitad del tiempo requerido). Las deficiencias más claras se cuantifican del siguiente modo:

- El nivel primario presenta altos índices de deserción y repetición, de tal modo que en las áreas rurales sólo el 15 por ciento de los alumnos terminan el ciclo y en las urbanas el doble.

- Los gastos estatales se concentran en aumentos salariales, mientras que la cobertura requerida queda desatendida(4).
 

El insalvable paso desde la desorganización a la globalización.
 

Queda por comprobar el resultado de ese panorama. La globalización es un fenómeno de hondo calado social, y con dimensiones notables. Entre ellas, el desarrollo intensivo sustentado en vinculaciones económicas internacionales, la expansión del volumen del comercio de mercancías (superior en dos veces y media al del producto), el crecimiento de los intercambios financieros (que supera al del comercio internacional), la deslocalización de las actividades productivas (con desplazamiento de la industria hacia zonas de menores costes laborales), los marcos reguladores consensuados multilateralmente (liberalización del mercado de bienes, y de servicios y factores productivos en los acuerdos de la Ronda Uruguay y la Organización Mundial del Comercio), las transformaciones del mercado de trabajo y de las estructuras laborales, la imposición de nuevos modelos educativos y modernas necesidades formativas, el trabajo colaborativo internacional (sin mayor restricción que la disponibilidad de tecnologías), la transnacionalización de las actividades de ocio y cultura(5).

Se consolida, sobre estas bases, un mundo globalizado, interdependiente y desigualitario, dominado por los países que ven crecer continuamente sus economías y elevar el nivel de vida de sus sociedades, y con una interdependencia forjada sobre gigantes financieros que colocan a lo económico por delante de lo social y político. El problema no es que el desarrollo actúe con la multiplicación de bienes (el subdesarrollo será la carencia de los mismos), sino que lo hace a través de la interdependencia selectiva. Puede decirse, por tanto, que la mundialización hace efectiva la interdependencia, aunque no deje de ser una globalización parcial por su desigualitarismo.

La razón es que los países desarrollados han pasado por una fase de acumulación, caraterizada por la sucesión de inversión, ahorro y educación; y por otra de asignación de la población activa y distribución de la renta. Han maniobrado haciendo interdependientes a sus sectores económicos e impulsando las innovaciones tecnológicas. Todo conjuntado ha permitido el auge de la productividad del trabajo. Y con el tiempo a la iniciativa privada le ha posibilitado la irradiación del desarrollo tecnológico y de los avances científicos. De ahí que la globalización venga definida también por la inmensa movilidad de los flujos inmateriales (telecomunicaciones, informática, servicios).

Fruto de esa secuencia, al resto de sociedades no avanzadas solo les queda la supeditación a los dictámenes procedentes desde las más desarrolladas, y al pensamiento económico único que estas imponen, al denominado sistema PPII (planetario, permanente, inmediato e inmaterial), que hace uso de intercambios de información, comunicación, con el modelo central en los mercados financieros, en gigantes económicos que se sobreimponen a los Estados, pero bajo fórmulas nuevas y con el beneficio como lema. De ahí que no resulten extrañas las pautas que se imponen, la absorción en vez de la alianza, la de unas comunicaciones que han mutado su papel cultural por el de inundador de las vidas social, económica.

Puestas así las cosas, cada vez resulta menos utópico comprobar que el mayor peligro del futuro está no en el progreso, sino en el retroceso de determinadas áreas y regiones del mundo, porque mientras la técnica se dispara también lo hace la pobreza. El globalismo transfiere errores, y la salida es compleja; probablemente una mayor cooperación internacional deba conllevar una reorientación de las fórmulas existentes. La política internacional desreguladora favorece a quienes desregulan, porque además su actuación es egoista, con sus redes globales apoyadas en políticas internacionalizadas que perjudican claramente a las sociedades peor preparadas, que no se insertan sino que son insertadas en el proceso globalizador, y sujetándose a las condiciones y parámetros que marca quien controla el proceso.

Los poderosos del mundo no han caído en la cuenta de que el desarrollo es un proceso, y los países dependientes y desfasados han seguido un camino erróneo para alcanzarlo. En las economías desarrolladas el avance solo se ha logrado a partir de la estabilidad política, de la participación de los ciudadanos en la política, y de una economía que ha encontrado el apoyo en un nivel de educación cada vez más aceptable. Así la estabilidad política ha proporcionado la seguridad en el proceso económico, pero con la base en el incremento de los niveles educativos. En los países nuevos la inestabilidad política no ha permitido desarrollo sostenido, entre otras razones porque han dispuesto de habitantes y no de ciudadanos.

No hay país desarrollado en el que el nivel formativo medio o alto de sus poblaciones no se haya traducido en otros de bienestar aceptables o elevados. Y a la inversa, poblaciones con niveles formativos bajos padecen otros de vida mediocre y de desarrollo nacional escaso y dependiente del exterior. La educación es el sustrato del desarrollo económico, y por ello se requiere conseguir poblaciones laborales aptas, las encargadas de solventar las adversidades inherentes al progreso económico.

La formación técnica es un segundo paso, el siguiente al necesario cultural, porque solo sobre esta base se apoya la cualificación laboral, el logro de la ciudadanía, la estabilidad política, y el progreso económico. Todo es tan simple (y tan complejo a la vez) como lo siguiente: una educación libre, gratuita y obligatoria se interrelaciona con un modelo democrático, lo que facilita la tarea de gobierno y el progreso económico. Solo una educación general abre las puertas al progreso, y este a la inserción favorable en el proceso globalizador. Y si esa es la línea a seguir, es también la que torticeramente han aplicado las potencias económicas en el mundo de los desfases, y la que este ha querido aplicar sin conseguirlo.

El progreso se sostiene en la organización. Donde hay organización hay corporaciones productivas, donde éstas se encuentran hay sindicatos, donde éstos se asientan hay conquistas laborales, donde éstas se consiguen hay más altas cotas de bienestar social. Y , además, la organización arranca parte del poder del mercado y lo transfiere a los productores. La organización es la base del crecimiento económico, y sin crecimiento económico no hay desarrollo; y el desarrollo implica la mejora de la calidad de vida, la ampliación de las oportunidades sobre cómo vivir la vida. El desarrollo es organización y uso de la tecnología, lo que conjuntado permite la aparición de nuevos recursos y la generación de riqueza.

Esta es la secuencia, y la génesis para conseguirla se encuentra en la educación, la base de la estabilidad, de las conquistas sociales y tecnológicas, del progreso. Por el contrario, la estructura de Guatemala (y de todo el subdesarrollo) es una desestructura política, que no entra de lleno en la solución de los problemas esenciales que impiden el progreso. Y así se entiende la no inserción en la globalización sino el ser insertadado, la diferencia entre aprovecharse de la mundialización y padecerla, la distancia entre ver a las transancionales como verdugos en vez de valedores.

Todo ello ocurre también porque en Guatemala (y en todos los países subdesarrollados) se intenta atajar la insostenibilidad en vez de incrementar la sostenibilidad. El desarrollo sostenible incluye la mejora de la calidad de vida, y la igualdad entre las personas, dos metas que, siguiendo la secuencia descrita, encuentran su punto de sustentación en la educación. En este país se aplica mal el concepto de desarrollo sostenible, porque el progreso ha de hacerse solo con desarrollo; el desarrollo sostenible será un paso posterior, es complementario, porque aquí no es viable la superposición de alternativas a problemas. El problema inicial es uno, la educación.

Pues bien, comprobada la dinámica a seguir y la situación de Guatemala los resultados se comprueban por si solos. Si las distancias entre la realidad y la meta a lograr es abismal en cualquier país desfasado, es fácil inferirlas en uno que se encuentra entre los más atrasados de Iberoamérica. Le queda un mundo por recorrer, ya no para insertarse, sino para no perder más camino en el retraso acumulado, y para no pagar si cabe más caras las consecuencias de la mundialización. Hasta ahora el analfabetismo ha producido habitantes y un submundo laboral, cuando se necesitan ciudadanos y mercado de trabajo. La problemática arrastrada y la desatención actual solo le permitirán padecer más crudamente la deslocalización productiva (producir para beneficio de otros, que se aprovecharán de su mano de obra, que por falta de cualificación recibirá salarios ínfimos), la marginalización de las transformaciones del mercado de trabajo y de las estructuras laborales, el alejamiento de las nuevas necesidades formativas, y, sobre todo, internamente una población ausente del desarrollo mundial.
 

Otras repercusiones negativas: el control de la sociedad bajo parámetros globalistas.
 

Con estos antecedentes se pueden deducir las repercusiones derivadas del control ejercido sobre una sociedad no solo desfasadas sino sin capacidad de reacción ante prácticamente nada. Pero hay más consecuencias emanadas de la falta de preparación social, y que repercuten muy negativamente sobre una masa social que no solo se descuelga de la mundialización, sino que es manipulada a través de sus componentes.

La globalización impone el monopolio informativo, en manos de grupos de interés que controlan a la sociedad imponiendo lo estándar en perjuicio de lo genuino. Los medios de comunicación imponen normas de conducta, instalan el conformismo social, canalizan actitudes. Los avances informativos son de tal rapidez y envergadura que todo lleva a la sociedad de la información, de la que son pacientes los países y sociedades menos preparadas.

En efecto, los medios de comunicación ya no solo ocupan un papel central del desarrollo, sino que ahora son los canales de las nuevas tecnologías, de los multimedia, de las redes mundiales. Los espacios de comunicación son independientes de los territorios físicos y audiencias reducidas, y están cada vez más ligados a los especialistas (así se expanden las conexiones telemáticas entre universidades, entidades financieras, asociaciones culturales.). Las nuevas tecnologías homogeneizan y los medios informativos asientan sus estrategias persuasivas. En países como Guatemala lo primero no es factible, pero lo segundo es patente. Cuando en la globalización todo está cada vez más ligado a los multimedia la resultante es la cultura global, la etapa de la información mercancía. En este sentido el país centroamericano se distancia de lo primero y cae peligrosamente en lo segundo.

Aprovechando la incultura todo se plasma en la naturaleza de los mensajes, y en el influjo social e individual. En casi nungún lugar la información es neutral, pero aquí, además de eso, modela comportamientos al estar mediatizada por poderes políticos estatales o privados ideológicos. No existe la información por la información, porque es intencionada (más que en otros lugares, donde el rasgo es extensible). Y ello porque no hay cultura de masas, sencillamente porque no hay sociedad de masas. De los tres poderes de los medios de comunicación resalta aquí el de afianzamiento ideológico (los otros dos son de estruturación de la vida social, que al no estar estructurada no funciona; y regeneración de conocimientos, que al no existir difícilmente se aplica). En contrapartida legitiman posiciones sociales de quienes los controlan, e imponen normas; pero sobre todo son más narcotizantes que en el resto del mundo, porque afianzan la cohesion de la clase dominante, o lo que es decir el nefasto estatus imperante.

También inculcan el denominado efecto demostración, la necesidad de demandas de las clases sociales más bajas en razón de los modelos de otras mejor situadas. Imponen la pauta de vivir por encima de las posibilidades, cuando amplias masas no pueden permitírselo. En este sentido amplían las diferencias sociales, y su papel homogeneizador es sólo relativo. Pero también hacen instalarse un sistema de valores y de desigualdad ante las posibilidades de adquisición de bienes de consumo, que marcan las diferenciaciones culturales y sociales. Los medios están en manos de la casta dominante, que a su través influye e incide en el juego social. Ahora, y aún siendo típico de la sociedad de la información, aquí todo sigue igual (como en la sociedad de la información, pero sin haber llegado a ese nivel, y con escasas perspectivas de conseguirlo).

Y aún más, se trata de un mundo de la información monopolizado, sin oposición a la difusión de valores o imagenes públicas, sin contrapropaganda, lo que produce los efectos inmediatos buscados por los gobiernos o grupos de poder. Así canalizan las pautas de comportamiento social. La información ya no es que llegue de primera o de segunda mano, simplemente está manipulada desde el punto de origen. Y especialmente a través de la televisión, el medio que más confianza proporciona, porque el telespectador cree ver por su cuenta una información que aparenta ser de primera mano. No suele haber diferencias con los modelos totalitarios, que dirigen y controlan el pensamiento de la sociedad a través de unos medios que cumplen un papel esencial para ello.

Se trata de una sociedad mal preparada que paga las consecuencias de su atraso, y que es distanciada hasta las antípodas de las nuevas actividades globalizadoras, de las nuevas tecnologías, de los modernos utensilios, de la teleinformática, de las redes de transformación de datos, de los sistemas de recuperación, de la era de los satélites como intermediarios de la comunicación. Queda marginada, pero es utilizada, precisamente cuando las nuevas tecnologías inciden en la economía, los servicios, la vida cotidiana, los estilos de vida. Es la antítesis de la sociedad de la información, de la sociedad de los servicios sociales, de la diversificación de los medios de comunicación, de la información global. Y lo es por sus graves deficiencias culturales.

Bien al contrario, es la sociedad de la desinformación, de las estrategias informativas estatales subliminales. Es la sociedad en la que (contrariamente a lo que ocurre en las desarrolladas) los medios controlados por el Estado teóricamente no han perdido su identidad como servicios públicos, aunque no lo sean. La información pasa indirectamente por la censura y, como consecuencia, lo difundido suele ser conforme a lo acorde con el poder. Así se manipula a la masa para hacer permanente el control del poder por el grupo dominante, y servir a las elites urbanas. Además, es paternalista, porque la sociedad solo recibe lo que los gobernantes consideran bueno para el Estado.

Puede decirse que Guatemala está al margen de la revolución de la información, de unos de los parámetros más significativos de la globalización. Y el hecho no debe quedar solo ahí, porque la revolución de la información es comparable a la revolución industrial, de la que ya había quedado al margen. Como derivación, padece el vasallaje cultural con respecto a una ya desigualitaria cultura global. Y, también, algunas de las consecuencias globalizadoras, aún sin disponer de sociedad de masas, como por ejemplo el control de la libertad de expresión ciudadana, que como en otras partes del mundo se supedita al comercial.

La sociedad guatemalteca, por sus deficiencias educacionales, ha quedado anclada en la cultura antropológica, inmiscuida en las tradiciones, la que en buena medida se erige en origen de incomprensiones por parte de las elites y grupos dominantes. La falta de preparación de la sociedad la separa de las culturas humanista, científica, y de masas. El descolgarse de algunas es muy grave, pero hacerlo de la última implica estar al margen de la tecnología, de las vías de progreso del futuro. Además, mientras los medios de comunicación transforman costumbres e imponen hábitos, la cultura antropológica guatemalteca se derrumba o se ve arrinconada, marginalizada del proceso mundializador. La televisión sigue encargándose de dominar la reflexión, y de convertir en caduco lo existente, en una sociedad que no puede permitirse ninguna alegría; aplica un método comercial, globalizador, contraproducente y contracorriente a las necesidades existentes, con lo que complica el panorama social.

La globalización no supone que se deba pensar en términos globales, ya que el ideal es la combinación de lo global y lo local. Como ello no ocurre vienen los movimientos de las culturas locales, que aquí incluso se ven sin capacidad de reacción. El consumidor, cuando lo es, queda más desamparado que nunca ante la presión de los medios. Eso también ocurre en las sociedades avanzadas, pero allí la telenseñanza, el teletrabajo, la telecompra, se estandarizan, mientras aquí no dejan de representar utopías. En las industrializadas la nueva era y las modernas infraestructuras de comunicación descargan de trabajo y proporcionan mayores cotas de libertad y flexibilidad social, introducen nuevas formas de relaciones sociales apoyadas en el conocimiento. En la sociedad guatemalteca la dinámica es a la inversa. Y vista la situación del desfase social en este país, otras consecuencias se infieren por si mismas (control del voto político, entre otros).

En suma, las nuevas técnicas hacen que, sustentándose en los mercados clásicos, el desarrollo genere nuevos mercados en los que se compite por el tiempo y la atención, por la absorción del ocio, que pasa a trabajo pasivo sin remunear. Nacen nuevas formas de producción y de consumo, un nuevo mercado, un novedoso sistema social, y una sociedad cada vez más regida por una sola cultura, integradora de las diferencias, y que concentra la riqueza. Una cultura que engulle a las demás que hace uso de los medios de comunicación un instrumento en manos privadas, con escaso control social de las técnicas y medios. En Guatemala no se da la primera parte, las ventajas; y sí la segunda, pero bajo una cultura antropológica, incluso anclada, y descolgada de los avances globalizadores.
 

Notas
 

1. UNICEF-SEGEPLAN, 1994; 26

2. DEL VALLE, 1988; 6

3. CEBRIÁN ABELLÁN, A, 1996; 2

4. CEBRIÁN ABELLÁN, A, 1997

5. PÉREZ MARTÍNEZ, J, 1997; 620-621, en TEZANOS, J.F et. al.
 

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