Scripta Nova  Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 45 (34), 1 de agosto de 1999
 

IBEROAMÉRICA ANTE LOS RETOS DEL SIGLO  XXI.
Número extraordinario dedicado al I Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

¿TERRA AUSTRALIS - "RES NULLIUS"? EL AVANCE DE LA FRONTERA COLONIAL HISPÁNICA EN LA PATAGONIA (1778-1784)
Perla Zusman.
Profesora Instituto de Geografía, Universidad de Buenos Aires, Argentina;
Doctoranda en Geografía, Universidad Autónoma de Barcelona. 


Resumen

El territorio conocido como Patagónico ha sido una de las áreas de América Meridional de más tardía apropiación por parte de la Corona Hispánica. Los antecedentes de su reconocimiento se remontan al siglo XVI, inspirados en el imaginario geográfico de la existencia de la Terras Australis, por un lado y por la búsqueda de una nueva forma de comunicación entre el Pacífico y el Atlántico. Será la coyuntura internacional provocada principalmente por los resultados de la reorganización territorial colonial americana posterior a la Guerra de los Siete Años (1763-1765) la que estimulará su reconocimiento apropiación. El Tratado de Paris dio cuenta de la pérdida de legitimidad de los principios papales como único criterio jurídico que apoyaba la defensa de estas colonias como posesión hispánica y la preeminencia del criterio de reconocimiento y ocupación defendido por la corona inglesa y francesa. Esta última argumentación permitía entonces que los territorios patagónicos fueran considerados res nullius, es decir, tierra de nadie. Pero el criterio de res nullius pierde sentido si pensamos que diferentes parcialidades indígenas habitaban en los mismos, parcialidades que justamente, serán contempladas en los proyectos territoriales coloniales como sujetos a ser cooptados para poder asegurar la dominación colonial sobre los pretendidos ámbitos geográficos. Así la Instrucción de Floridablanca en 1778 contemplaba la organización de establecimientos puntuales en la costa patagónica a colonizar con población peninsular en comunicación con su congéner en las Malvinas, vinculados entre si y con Buenos Aires.

Las características físicas y climáticas del área asociadas con los altos costos de mantenimiento y las dificultades para que estas poblaciones pudiesen ser autosuficientes llevarán a poner en duda estas prácticas y la preferencia por su abandono en momentos en que el erario colonial estuviera pasando por dificultades.
 

¿Terra Australis - "res nullius"? Colonial hispanic frontier advancement in Patagonia (1778-1784)

Abstract

Territory called Patagonia had been one of the areas of later appropriation in Meridional America by Hispanic Crown. On one hand, geographical representations about the existence of Terra Australis estimulated first visits of the area in XVI th century. On the other hand, connections needs between Atlantic and Pacific Ocean led to explore this region. International conjunture provoked mainly by the end of the Seven Years War (1763-1765) estimulated its appropriation. Paris Treaty showed that popes principies as the only juridical criterion, where hispanic pretensions lay, had lost their legitimacy. Knowledge and occupation were criterions defended by English and French Crown. English and French arguments were usefull for considering Patagonian territories as res nullis, that is to say, territories without owners. However, res nullius criterion lost its meaning when it is considered that different indians groups inhabited these areas. These nationalities appeared in colonial projects as subjects to be coopted in order to reassure colonial domination over pretended geographical areas. Floridablanca instruction of 1778 considered organization of punctuated establishments in Patagonian coast, to be colonized by peninsular population. These establishments will not only be in contact with the one in Malvinas but will be linked among them and with Buenos Aires village.

Physical and climatic characteristics of the area associated with high costs of maintenance and problems of turning them selfsufficient will put into question the permanence of these establishments in a situation where Spanish crown was going through financial difficulties. 


La problemática de las fronteras ha sido objeto de atención desde los estudios que abordan el proceso de apropiación de los territorios pretendidos de dominación en la formación de los Estados naciones en América(1). Desde una perspectiva territorial aparecerían dos posibles tratamientos del concepto de frontera. El primero asociada a la idea de avance de una lógica social, económica y territorial (sea colonial, sea capitalista) sobre otra, y el segundo, vinculado al proceso de establecimiento de límites interestatales. Muchos de los estudios correspondientes a ambas vertientes han abordado el área de frontera como una zona de contacto, de conflicto, de transculturación, como lugar de la alterada(2). El propio interés despertado recientemente por la temática también condujo a reconsiderar su significado histórico. En este contexto podemos situar los trabajos que analizan el tema de la frontera en la época colonial(3). Para el caso del Río de la Plata, algunos estudios se han abocado a analizar las especificidades de las áreas de frontera entendidas como zona de tensión y conflicto(4) con formas particulares de inserción en el circuito de producción y comercialización colonial(5) identificando actores específicos participantes en las prácticas destinadas a su institucionalización(6).

Nuestra perspectiva busca interpretar el tema de la frontera colonial como una de las preocupaciones territoriales básicas dentro del conjunto de políticas coloniales puestas en práctica en las posesiones de ultramar. El avance de la frontera colonial significaba la apropiación de ámbitos geográficos en manos de los indígenas y, de forma simultánea, su defensa frente a las pretensiones de otras potencias coloniales. El avance de la frontera implicaba, a su vez, la configuración de una nueva geografía material constatable no sólo en el traslado de los puestos fronterizos sino también en el cambio de topónimos, en el establecimiento de nuevas caminos y nuevas poblaciones. Así, la particular articulación espacio-temporal contenida en la idea de avance de la frontera colonial entraba en conflicto y se imponía sobre otras perspectivas espacio-temporales posibles.
 

De la Terra Australis al Res Nullius: representaciones geográficas en el estímulo del avance de la frontera colonial
 

El territorio conocido como Patagónico(7) ha sido una de las áreas de América Meridional de más tardía apropiación por parte de la Corona Hispánica.

Los antecedentes de su reconocimiento se remontan al siglo XVI y encuentra su inspiración en el imaginario geográfico de la existencia de la Terras Australis. Al igual que muchos de los mitos acuñados entre el siglo XV y XVI en torno a la geografía americana (Eldorado, la Tierra de los Césares, entre otros) la utopía de la Terra Australis contribuyó a incentivar el proceso de dominio territorial y al avance de la frontera colonial, convirtiéndose en sí misma en una forma de apropiación -nominal- donde las geografías desconocidas por los europeos eran reducidas a categorías comprensibles para la propia cultura(8). Pero los mitos y las representaciones geográficas se articularon con necesidades de carácter material: la búsqueda de una nueva forma de comunicación entre el Pacífico y el Atlántico fue otros de los incentivos para la exploración del área patagónica por parte de las potencias coloniales.

Será la coyuntura internacional provocada principalmente por los resultados de la reorganización territorial colonial americana posterior a la Guerra de los Siete Años (1763-1765) la que estimulará el reconocimiento y apropiación de la región austral de América Meridional por parte de los ingleses y franceses. Inglaterra había triunfado sobre España en los últimos meses de la guerra y en Canadá logró derrotar a los franceses, aliados de los españoles por el Pacto de Familia. Inglaterra ocupó la Luisiana Oriental y la Florida, obtuvo las islas de Granada, San Vicente, Dominica, Tobago. Atacó y rindió a los españoles en La Habana, devolviéndosela luego. El tratado de Paris (1763) marcó así el inicio de la hegemonía mundial de Inglaterra que comenzaría a plantearse nuevas metas. Por su parte, Francia, que había perdido prácticamente todas sus colonias en América del Norte -Canadá, Acadia, Isla del Cabo Bretón y territorios situados al oeste del Mississipi- y la hegemonía en la India, buscaría una compensación de carácter económico y estratégico.

Desde entonces las coronas inglesa y francesa inician una serie de actividades exploratorias que ponen en aviso a la propia metrópoli española respecto de la necesidad de reconocer y ocupar las tierras de la Patagonia sudoriental. A su vez, el Tratado de Paris dio cuenta de la pérdida de legitimidad de los principios papales como único criterio jurídico que apoyaba la pretensión hispánica sobre estas áreas y la preeminencia del criterio de reconocimientoyocupación defendido por sus contrincantes de ultramar. Esta última argumentación permitía entonces que los territorios patagónicos fueran considerados res nullius, es decir, tierra de nadie. Pero el criterio de res nullius pierde sentido si pensamos que diferentes parcialidades indígenas habitaban los mismos; grupos étnicos que, justamente, serán contemplados en los proyectos territoriales coloniales como sujetos a ser cooptados para poder asegurar la dominación colonial sobre los ámbitos geográficos pretendidos de dominación.

Esta coyuntura, entonces, acelerará el proceso de avance de la frontera colonial hispánica sobre la Patagonia. El hecho desencadentante será la organización de un establecimiento(9) francés en las Islas Malvinas. Sobre los planes de ocupación patagónica franceses se apoyarán las medidas y tareas territoriales llevadas adelante por la corona hispánica para efectivar su dominio sobre las mismas. Será sobre todo el establecimiento británico en Puerto Egmont el que desencadenará la concreción de los planes hispánicos.

Pero, la política territorial hispánica en la Patagonia no se dirigirá solamente a evitar la apropiación inglesa de los territorios en cuestión sino que también buscará apropiarse de áreas geográficas hasta entonces bajo dominio indígena.
 

La propuesta de Floridablanca para organizar la apropiación de la Costa Sudoriental patagónica
 

El supuesto interés inglés por adueñarse de las posesiones españolas en América fue una representación geográfica que actuó como justificación y estímulo para llevar adelante la política territorial colonial hispánica en los territorios patagónicos hacia 1770. En efecto, la insurrección de las colonias inglesas en América Septentrional y el temor de que los ingleses buscaran nuevas áreas como mercado para sus productos actuaron como factor catalizador para llevar adelante la organización de los primeros establecimientos en la costa meridional atlántica patagónica. Por otro parte, a pesar de que en 1774 los ingleses habían abandonado Port Egmont, el establecimiento que habían organizado en Malvinas, la corona española temía su reocupación. Para la elite política responsable de los territorios americanos la posible ocupación inglesa de la Patagonia podría significar la apertura de una puerta de acceso a los reinos de Chile y Perú(10).

A fin de obstaculizar toda posible actividad inglesa en el Atlántico sur, Floridablanca, uno de los principales representantes del reformismo ilustrado en la corte de Carlos III(11), propone la organización de dos establecimientos en la costa atlántica patagónica oriental: uno en la Bahía de Sin Fondo y el otro en la de San Julián. El primero situado en la desembocadura del Río Negro, resguardaría el interior patagónico, mientras que el segundo, próximo a Malvinas, podría socorrer a cualquier expedición destinada a dichas islas. Subalterno al establecimiento de Sin Fondo se proponía la organización de un Fuerte en el Río Colorado, considerado también vía de penetración a Chile e instrumento de defensa de las salinas que se hallaban en dicho lugar. A su vez, del establecimiento de San Julián dependería el Fuerte de Puerto Deseado.
 

La valorización diferencial de la población indígena y española en el proceso de ocupación
 

La propuesta de esta configuración de dominación territorial constituida por dos poblaciones y dos fuertes, dependientes estos últimos de las dos primeras, en contacto con Buenos Aires y Malvinas, no contemplaba la posibilidad de que la misma pudiese entrar en conflicto con la organización de los diferentes grupos étnicos que viviesen en la zona. Algunos de dichos grupos ya habían sido identificadas en exploraciones anteriores realizadas en el área; muchos de ellos aparecían mencionados tanto en la Descripción a la Patagonia del jesuita William Falkner (1774) como en la propia instrucción del virrey del Virreinato del Río de la Plata, Vértiz, relativa a la organización de los establecimientos citados.

En las diferentes instrucciones no se consideraba en ningún momento que el área en cuestión estuviera en manos de indígenas, aun cuando subsiguientes exploraciones identificaran ámbitos de influencia de las diferentes nacionalidades aborígenes(12).

Si bien las tierras patagónicas estaban escasamente pobladas, algunas de las agrupaciones indígenas utilizaban las mismas con fines de caza y recolección. Las poblaciones que habitaban el norte patagónico estaban involucradas en el circuito de intercambio de ganado destinado a Chile y en la explotación de sales de la región(13). De manera que la disminución de la extensión del área de la cual se servía la población autóctona para sus actividades de subsistencia y comercio, pondrían en crisis sus propias economías.

La descripción de los viajeros y funcionarios de la corona en América respecto al uso que las poblaciones indígenas hacían de estos territorios entraba en conflicto con la visión transmitida por las reales ordenanzas o instrucciones del Virrey. Desde la perspectiva colonial española, en tanto que la Patagonia era un área sometida a sus pretensiones de soberanía, estaba afectada por los principios jurídicos que se dirimían en la arena internacional (derechos heredados de las bulas papales o principio de ocupación). Mientras que la tierra era considerada patrimonio de la Corona, el indígena era valorado por lo que podría ofrecer a los colonos y administradores: conocimiento del lugar, de la población que la habitaba, de su comunicación con otras áreas, como correo. Pero el indígena era también visualizado como un posible aliado de los ingleses que quisiesen penetrar en la región. En este contexto, uno de los responsables de la administración de los establecimientos patagónicos, Antonio Viedma, consideraba que el conocimiento de la lógica social y económica de las poblaciones autóctonas podría ser capitalizada para desestimular las alianzas de estas naciones con los ingleses y potencializarlas a favor de los españoles.

En cuanto la población originaria comenzó a actuar como obstáculo para permitir el avance de la ocupación española, impidiendo la explotación del ganado salvaje de interés para la economía colonial, robando las existencias en manos de la población hispánica, o rechazando los términos de negociación propuestos, el énfasis de la política territorial colonial en la Patagonia fue puesto tanto en el desarrollo de acciones ofensivas y defensivas frente al "peligro inglés" como en acciones ofensivas destinadas a ocupar las áreas bajo dominio indígena.

La instrucción de Floridablanca de 1778, no preveía el aprovechamiento de la población autóctona para organizar el poblamiento de los cuatro establecimientos a erigir sino que proponía su poblamiento con habitantes de la Península. Esta práctica significaba una ruptura con las teorías ilustradas según las cuales, la emigración era considerada un claro motivo de debilitamiento de un país. Con base en esta postura las cortes europeas habían procurado atraer pobladores extranjeros como medida para incentivar el desarrollo de sus reinos. Sin embargo, en un contexto en que las relaciones con los ingleses se hallaban en estado candente, posiblemente, la presencia de población no peninsular en los territorios de la costa Atlántica Sudoriental sería percibida más como una manera de aumentar la vulnerabilidad del área que como un medio de fortalecerla. Si se temía una posible alianza de los ingleses con la población indígena, podía ser todavía más previsible el paso de información o la obtención de apoyo por parte de población no hispánica a cualquiera de las expediciones enviadas al Atlántico Sur por las metrópolis deseosas de asentarse en el área.

El proyecto de colonización encontraba su fuente de inspiración en la experiencia del traslado de alemanes a la Sierra Morena llevada adelante durante el gobierno de Carlos III en España. Uno de los aspectos en que ambas experiencias se emparentaban era en la adscripción a la tierra como sistema de población. Ello no suponía ni la obtención de ningún titulo nobiliario, ni la categoría de la población aquí instalada a la categoría de vecino ni tampoco algún tipo de exención fiscal o privilegio de las cuales habían sido acreedores, por ejemplo, la población fundadora de Montevideo o de algunas ciudades de Chile. A través de la firma de contratas(14) se ofrecía a los potenciales pobladores viviendas, útiles para la labor y tierras en propiedad, una ó dos yuntas, semillas para sembrar y se les mantendría económicamente por el plazo de un año, contado desde que el virrey estipulara su destino a dichos establecimientos. La contrata no establecía cuándo se les haría entrega de las tierras en carácter de propiedad ni dejaba espacio para el regreso al lugar de origen. Ambos aspectos desestimulaban el interés de los migrantes por embarcarse en este proyecto poblacional. El quiebre con las pautas migratorias golondrinas tradicionales en la metrópoli, llevó a que el proyecto tuviera poco atractivo para la población de Galicia. Por esta causa, la Corona española extendió la convocatoria a las provincias de Asturias, Castilla y León.

Durante el período en que se mantuvo el proyecto de formación de colonias con población peninsular (1778 - 1784) pasaron al Río de la Plata alrededor de 2028 personas(15). Las familias fueron destinadas a las poblaciones recién erigidas: Fuerte y Puerto de San José; a Fuerte de Nuestra Señora del Carmen; Pueblo de Nueva Murcia y Castillo de Todos los Santos y San Carlos, Puerto Deseado y la Nueva Población y Fuerte de Floridablanca, Puerto de San Julián.

Por la Instrucción de Floridablanca, las poblaciones patagónicas quedaban a cargo del comisario superintendente, funcionario con atribuciones semejantes a las otorgadas al superintendente de Sierra Morena. Al igual que este último, el comisario superintendente era designado por la Corona, pero desde el punto de vista de sus funciones, permanecía subordinado al virrey(16).

Las condiciones climáticas, la precariedad de infraestructura y la situación sanitaria de las nuevas poblaciones así como los vaivenes de la política metropolitana en relación con el mantenimiento o abandono de estos establecimientos explican que gran parte de la población traída de España se asentara no en la Patagonia sino en el Río de la Plata, especialmente en la campaña de Buenos Aires, y en villas situadas entre las localidades de Colonia y Maldonado(17).
 

El conflicto por el mantenimiento o desalojo de los establecimientos patagónicos
 

Hacia 1780 la corona hispánica se debate entre la necesidad de mantener los establecimientos de la Patagonia tomando en cuenta el motivo que llevó a su erección y los costos que su sostenimiento implicaban para el erario. Si bien las expectativas estaban puestas en las posibilidades económicas que ofrecerían la extracción de sal o la explotación pesquera, hasta ese momento ninguno de estos recursos estaba siendo explotado, de manera que la autonomía económica del área no estaba garantizada. Por otro lado, el supuesto clima de disminución de las hostilidades con la Corona inglesa llevaba a revisar la necesidad de mantener la acción defensiva en la región atlántica sudoriental.

Los documentos muestran dos posturas claramente distantes. Por un lado, el virrey Vértiz, basado en informes de los pilotos de la Real Armada Joseph Goycoechea, Juan Pascual Calleja y Bernardo Tafor, se declara férreo partidario de su abandono y de mantener sólo el establecimiento del Río Negro. Vértiz se hace así portavoz de una postura semejante a la que había defendido en 1780 cuando se discutía en el Consejo de Indias el mantenimiento o abandono del establecimiento de las Islas Malvinas. En dicha oportunidad, el Virrey del Río de la Plata había afirmado que mantener una colonia con fuerzas insuficientes para su defensa "da mucho cuidado por el deshonor de perderse con consiguiente utilidad y ventaja del enemigo, y en el de paz causa crecidos dispendios al Erario"(18). El desalojo suponía dejar el área en consideración de una manera que "el enemigo" no pudiera abrigarse en ella: "matar el ganado, destruir los edificios y entregar al fuego cuanto no se pudiese transportar(19).

Por el otro, los sujetos que se desempeñaban como funcionarios en el área, como el comisario superintendente Antonio de Viedmay el piloto de la armada real Basilio Villarino y Francisco de Viedma se mostraban partidarios de su preservación, acentuando en este sentido la importancia del Puerto de San José.

Mientras que las posturas de aquéllos que habían hecho diferentes reconocimientos del área, como eran los informantes de Vértiz, acentuaban las dificultades físico climáticas para el abandono de los proyectos de colonización del área, tanto las visiones de los hermanos Viedma como de Villarino sostenían que el obstáculo geográfico debía ser salvado por las propias actividades humanas. Ello aparece claramente expresado en uno de los documentos claves que defiende la ocupación de la costa patagónica redactado por Francisco de Viedma donde se compara la situación climática y física patagónica con la de Suecia, Dinamarca o Rusia:

"La latitud de 52 grados y medio al Polo, aunque es clima muy frío, vemos que la Suecia, situación de Dinamarca, y Rusia le excede a más de 70, y sus terrenos son fértiles, y abundantísimos. Querer sin el auxilio de Ganados, sin el beneficio de la Agricultura, sin la prueba de los experimentos arreglar, y perfeccionar la calidad de terrenos con conocimiento de su intemperie al uso de las labores, y efecto de sus producciones es tirar al blanco con los ojos cerrados. Los climas desiertos varían por el concurso de Gentes y Ganados, que componen una estable Población: Con los fuegos, Hálitos, y Calor de los Vivientes poco a poco se va templando la Atmósfera, y produce en la tierra vapores, que le hacen más benigno, y le traen otra fertilidad(20)".

Pero el desarrollo de las argumentaciones en torno a la preservación o no de los establecimientos irá tomando otro cariz. Las mismas irán incorporando la idea de que estas poblaciones fueran puntos de base para delinear la frontera a partir de ir ocupando terrenos en manos de la población indígena, permitiéndose así también la integración efectiva de los territorios de la costa patagónica al territorio bajo la jurisdicción del Virreinato del Río de la Plata y, de esta manera, su incorporación efectiva a los dominios del Imperio Español.

Así, el piloto Villarino sostenía la necesidad de mantener dichos establecimientos no sólo para defender la Patagonia del "peligro inglés" sino también como medio para permitir el avance de la frontera colonial hispánica en toda el área del Río de la Plata hacia el oeste. Por ejemplo, el levantamiento del presidio en el Río Colorado, área desdeñada en el documento de Vértiz(21) representaba para Villarino un sitio clave en el avance de la frontera colonial sobre los territorios en manos de los indígenas. Villarino sabía que Choelechoel era un punto estratégico en las rutas de comercio indígena de la Pampa hacia Chile, ya que aquí se articulaba el intercambio con los indígenas del sur(22). De manera que para este piloto de la Real Armada española la fortificación de este lugar significaba:

"el tener mucho avanzado para la comunicación de Mendoza (...); lo que se adelantaría para la descubierta de este río y camino de Valdivia, que podría descubrirse, pues no considero, desde el Choelechel a aquel presidio, más de 100 leguas de distancia en vía recta, poco más o menos."(23).

A pesar de la oposición manifiesta de los responsables directos de las poblaciones patagónicas, la propuesta de Vértiz es aprobada por la Corona a través de la Real Orden del 1 de agosto de 1783. Por la misma dispone el abandono de todos los establecimientos patagónicos, "exceptuando el de Río Negro que ha de mantenerse con un comandante militar que se nombre y la corta población que puede hacer á su abrigo, y que en los puertos de San José San Julián y Deseado, se dejen pilastras, que acrediten la pertenencia á S.M.C. reconociéndose desde Río Negro anualmente ..."(24).

Sin embargo, cuando el Marqués de Loreto asumió como virrey del Río de la Plata, recibió la orden de revisar dicha decisión. Loreto se mostrará proclive a la preservación de los asentamientos. Entre los informes que acompañó la decisión del Marqués de Loreto de mantener estas poblaciones estaba el del ingeniero Custodio Sáa y Faría. Este ex-cartógrafo de la Corona portuguesa, ahora al servicio de la española, se adscribió a la línea de pensamiento de Villarino y de los hermanos Viedma. Para Custodio Sáa y Faria los establecimientos no actuaban únicamente a manera de una red de defensa costera, sino como sitios en el avance de la frontera colonial. De forma que además de recomendar la conservación de la población de Río Negro, San José y de repoblar San Julián, asentamiento que había sido ya abandonada al momento de solicitud de la revisión, proponía el alzamiento de otro "en la punta del este de la Sierra del Volcan, que podría ser en el sitio donde los jesuitas habián dado principio a una reducción de indios pampas, llamada Nuestra Señora del Pilar, que se abandonó"(25). Debe destacarse que en este momento la Sierra del Volcán era centro de aprovisionamiento de ganado para los indígenas y punto terminal de sus rutas. Custodio Sáa y Faria estaba teniendo en cuenta así no sólo la necesidad de frenar el avance de otras potencias coloniales sino la posibilidad de ocupar los territorios indígenas en el área comprendida entre Buenos Aires y el Río Colorado incorporados a los circuitos de comercialización e intercambio indígena. En este contexto, el traslado de la línea de frontera buscaba obstaculizar las actividades indígenas a partir de apropiarse de aquellos sitios que se consideraban claves para su desarrollo (Volcán, Choelechoel).

Como se decía en el Segundo Informe de Custodio Sáa y Farias:

"A V. E. he oído reflexionar muchas veces cuanto sería importante al real servicio y en utilidad de los moradores de esta capital, que las guardias que guarnecen la frontera para embarazar las incursiones de los indios pampas, se avanzasen a más distancia de la en que se hallan, no sólo para desahogo de las estancias de ganados, como para prevenir a que los indios no llegasen con tanta facilidad a los sitios poblados a robar y matar los pobladores. Este proyecto sería muy conveniente poderle poner en práctica, pues vemos la opresión en que está la frontera ha tantos años, sin poderse dilatar sus moradores fuera del cordón que forman las guardias"(26).

La propuesta de Custodio Sáa y Faría elevada al Marqués de Loreto muestra, entonces, que el mantenimiento de los establecimientos patagónicos, desde el punto de vista de este cartógrafo, permitían el avance de la frontera colonial en un doble sentido. Por un lado dificultaba la internación de los ingleses, que como sostenía Villarino, podría ser facilitada en caso de que estos últimos se aliasen con los indígenas del área. Pero, por el otro lado, los establecimientos en cuestión actuaban a manera de línea terminal que unían puntos de avance de la frontera con relación a los espacios ocupados por la población indígena. Esta línea tendría su continuidad en las poblaciones, fortines o presidios alzados en el área bonaerense. La línea de frontera Norte-Sur sería complementada con otra que podría levantarse hacia el interior. Siguiendo la visión de Villarino, el alzamiento de una fortificación sobre el río Colorado (Choelechoel) cortaría el camino seguido por muchas de las poblaciones indígenas y además agilizaría la comunicación y el comercio entre Buenos Aires, Río Negro, Mendoza y Valdivia.

Podemos inferir, entonces que desde la perspectiva de Custodio Sáa y Faria, de Villarino y de Francisco de Viedma esta comunicación permitiría una integración de los territorios patagónicos al supuesto territorio de dominación que correspondería al virreinato del Río de la Plata. Así, los establecimientos patagónicos dejaban de tener una significación limitada a contener la penetración inglesa para pasar a ser pensados también como continuidad de los fortines levantados en la provincia de Buenos Aires e interrumpir las actividades económicas de la población aborigen del área. En síntesis, a través de esta propuesta de erección y mantenimiento de poblaciones en la costa patagónica oriental y de organización de una serie de asentamientos subalternos se perseguía la misión territorial colonial de incorporar el área al proyecto territorial hispánico más global contenido en la conformación de la unidad jurídico-administrativa constituida en 1776.
 

Notas
 

1. Clementi, 1987; Escamilla, 1999; Hevilla, 1998, Hofstadter & Lipset, 1968; Reboratti, 1990; Turner, 1982; Zusman, 1999.

2. Baudot, 1990; Gerhard, 1986; Sala Catalá, 1990.

3. Pratt, 1992, Townsend et al.1994, Martins, 1996, García Canclini, 1990:208-305.

4. Garavaglia, 1984; Socolow,1992; Vitar 1997.

5. Santamaría, 1987.

6. Luiz, Schillat, 1997.

7. La bibliografía suele asociar el nombre de Patagonia con la denominación otorgada a la población indígena que habitaba estos territorios en las crónicas de los viajeros del Siglo XVI. Así, por ejemplo, Antonio de Pigafetta cronista de la expedición de Magallanes, describe el encuentro en la Bahía de San Julián entre la población tehuelche y los viajeros de la expedición. Pigafetta consigna que Magallanes consideró a los tehuelches un pueblo gigantes y les dio el nombre de Patagones. Para Luiz y Schillat (1997: 70-71), la difusión en la época de las imágenes de textos medievales, de libros de caballería incluso de la Biblia, referidas a la llegada de héroes a tierras ignotas y su encuentro con población aborígen destacada por su corpulencia puede haber nutrido la asociación entre gigantes y la población patagónica. Más aún, en uno de dichos relatos de caballería, Palmerín de Oliva (1511), de autor anónimo, aparece el nombre Patagón dado al gigante que vivía en un pueblo ficticio.

8. Baudot, 1990:44.

9. Cabe destacar que tanto la bibliografía consultada como la documentación analizada reserva el término de establecimiento para referirse a las propuestas de organización de poblaciones tanto en la Costa Patagónica como en las Islas Malvinas. Quizás este término guarde una vinculación con el carácter precario de estas instalaciones, homologables posiblemente a las factorías.

10. Instrucción de Floridablanca sobre organización de los establecimientos en Patagonia 8-5-1778, AGI, Buenos Aires, 326.

11. Hernández Franco, 1984.

12. Descripción de la Costa Meridional Patagónica de Antonio de Viedma, Buenos Aires, 10 de Diciembre de 1783. AGI, Buenos Aires 99.

13. Mandrini, 1993.

14. Se llamaba así al documento por el cual se fijaban las condiciones que la Corona otorgaba a los que se inscribieran en el llamamiento para emigrar al Río de la Plata y las obligaciones a los que ellos quedaban sujetos.

15. Porro Gutiérrez, 1995: 43.

16. En el caso de la Bahía Sin Fondo se designó como Comisario Superintendente a Francisco de Viedma y en el De San Julián a Juan de la Piedra, reemplazado luego por Antonio de Viedma.

17. Porro Gutiérrez, op.cit.:73-78.

18. Vértiz, en Radaelli, 1945:68.

19. Vértiz, en Radaelli, op.cit:68.

20. Disertación de Francisco de Viedma, 1 de mayo de 1784. AGI, Buenos Aires, 99. Los destacados son nuestros.

21. Según Vértiz, "El Rio Colorado está reconocido hasta 25 leguas por su orilla, y se ha visto que carece de leña, pues sólo hay unos pequeños sauces muy torcidos; la más inmediata se halla a 10 leguas de la margen del río. Su terreno puede llamarse infecundo, porque, según las señales y las noticias de los indios, las grandes mareas lo inundan; y aunque parece frondoso, lo causan estas inundaciones que dejan pantanos intransitables, a lo menos en las cuatro primeras leguas de su boca"(Vértiz a Gálvez, Montevideo 22 de febrero de 1783, AGI, Buenos Aires, 326).

22. Mandrini, 1993:51

23. Informe de D. Basilio Villarino, sobre los puertos de la costa patagónica. Fuerte del Carmen del Rio Negro, 19 de abril de 1782. En De Angelis, 1969:225

24. AGI, Buenos Aires, 327

25. Segundo Informe sobre el Puerto de San José por Custodio Sáa y Farias En:De Angelis, 1969: 192

26. Segundo Informe sobre el Puerto de San José por Custodio Sáa y Farias En:DeAngelis, op.cit.: 191.Los destacados son nuestros.
 

Fuentes y Bibliografía
 

Fuentes
 

Archivo

AGI, Archivo General de las Indias, SevillaAudiencia de Buenos Aires: Legajos No: 99,326,327

Documentos Impresos

FALKNER, W. (1774)"Descripción de la Patagonia". In ANGELIS, P. Colección de Obras y Documentos relativos a la historia antigua y moderna de las provincias del Río de la Plata. Buenos Aires: Edición Plus Ultra,1969, vol II.

Informe de D. Basilio Villarino, piloto de la Real Armada sobre los puertos de la costa patagónica Fuerte del Carmen del Rio Negro, 19 de abril de 1782. In ANGELIS, P. Colección de Obras y Documentos relativos a la historia antigua y moderna de las provincias del Río de la Plata. Buenos Aires: Edición Plus Ultra,1969, vol IV.

Segundo Informe sobre el Puerto de San José, por D. Custodio Sá y Farías. Buenos Aires, 12 de agosto de 1786. In: ANGELIS, P. Colección de Obras y Documentos relativos a la historia antigua y moderna de las provincias del Río de la Plata. Buenos Aires: Edición Plus Ultra,1969, vol IV.

Informe del Virrey Vértiz para que se abandonen los establecimientos de la costa patagónica. In ANGELIS, P. Colección de Obras y Documentos relativos a la historia antigua y moderna de las provincias del Río de la Plata. Buenos Aires: Edición Plus Ultra,1969, vol IV

Memoria de Loreto In: RADAELLI, S. A. Memoria de los Virreyes del Río de la Plata, Buenos Aires, 1945.

Memoria de Vértiz In RADAELLI, S. A. Memoria de los Virreyes del Río de la Plata, Buenos Aires, 1945.
 

Bibliografía
 

BAUDOT, G. La frontera imaginada. Fronteras políticas y fronteras imaginarias en la fundacion de la América Virreinal. In BUENROSTRO, C.A.F. (ed). Congreso Internacional sobre fronteras en Iberoamérica. Ayer y Hoy. Tijuana, México: Universidad Autónoma de Baja California,1990, vol 1.

CLEMENTI, H. La Frontera en América. Una clave interpretativa de la historia americana Buenos Aires: Leviatán,1987.

ESCAMILLA, F. El significado del término frontera. Biblio 3 W. No 140, 2 de marzo de1999. (http//www.ub.es/geocrit/b3w-140.htm)

GARAVAGLIA, J.C. La guerra en el tucumán colonial: sociedad y economía de un área de frontera (1660-1760). HISLARevista Latinoamericana de Historia económica y Social, 1984, vol IV.

GARCÍA CANCLINI, N. Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y Salir de la Modernidad. México: Grijalbo, 1990.

GERHARD, P. Geografía Histórica de la Nueva España, 1519-1821. México: UNAM,1986.

GORLA, C. M Los establecimientos españoles en la Patagonia: estudio institucional. Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoaméricanos de Sevilla, 1984.

HEVILLA, M.C. El estudio de la frontera una aproximación bibliográfica. Biblio 3W No 125, 24 de noviembre de 1998 (http//www.ub.es/geocrit/b3w-125.htm)

HERNANDEZ FRANCO, J. La gestión política y el pensamiento reformista del Conde de Floridablanca. Murcia: Universidad de Murcia, 1984.

HOFSTADTER; R., LIPSET, S.M. Turner and the sociology of the frontier. Basik books.New York, London :Inc. Publishers, 1968.

LUIZ, M. T, SCHILLAT, M. La frontera austral. Tierra del Fuego. 1520-1920. Cádiz: Universidad de Cádiz. Servicio de Publicaciones, 1997.

MARTINS DE SOUZA, J. O tempo da fronteira. Retorno à controvérsia sobre o tempo histórico da frente de expansão e da frente pioneira.Tempo Social,1996, vol.68, no1 maio.

MANDRINI, R. Las transformaciones de la economía indígena bonaerense (c 1600-1820). In: MANDRINI, R., REQUENA, A. Huellas en la Tierra (Indios, agricultores y hacendados en la Pampa bonaerense).Tandil :IEHS, 1993.

PORRO GUTIÉRREZ, J. M. La emigración asturiana y castellano-leonesa para el poblamiento de la Patagonia en época de Carlos III. Valladolid, 1995.

PRATT, M.L. Imperial Eyes. Travel Writing and Transculturation. London and New York: Routledge, 1982.

REBORATTI, C. Fronteras Agrarias en América Latina. Geocrítica, 1990, No 87.

SALA CATALÁ, J. La ciencia y la técnica en las expediciones de límites hispano-portuguesas: su proyección internacional. In BUENROSTRO, C.A.F. (ed). Congreso Internacional sobre fronteras en Iberoamérica. Ayer y Hoy. Tijuana, México: Universidad Autónoma de Baja California,1990, vol 1.

SANTAMARÍA, D. J. La economía de las Misiones de Moxos y Chiquitos (1675-1810). Ibero-Amerikanisches Archiv, 1987, Jg 13 h. 2..

SOCOLOW, S. M. (1992) Spanish Captives in Indian Societies: Cultural Contact Along the Argentine Frontier, (1600-1835) Hispanic American Historical Review,1992, No72:1..

TURNER, F. J. La frontera en la Historia Americana (1893). Costa Rica: Universidad
Autónoma de Centroamérica, 1982.

TOWNSEND, J., ARREVILLAGA MATÍAS, U., CANCINO CÓRDOVA, S., PACHECO BONFIL, S., PÉREZ NASSER. E. Voces Femeninas de la Selva.México: Centro de Estudios del Desarrollo Rural, Universidad de Durham, 1994.

VITAR, B.Guerra y Misiones en la frontera Chaqueña del Tucumán (1700-1767).Madrid: CSIC. Biblioteca Historia de América,1997.

WILLIAMS, G., FROST, A. Terra Australis to Australia. Australia:Oxford University Press Australia, South Melbourne, 1988.

ZUSMAN, P. Representaciones, imaginarios y conceptos en torno a la producción material de la frontera. Reflexiones a partir del debate Hevilla-Escamilla. Biblio 3W. No149 25 de marzo de 1999. (http//www.ub.es/geocrit/b3w-149.htm).
 

© Copyright: Perla Zusman, 1999

© Copyright: I Coloquio Internacional de Geocrítica, 1999



Volver al índice de Scripta Nova

Menú principal