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Scripta Nova.
 Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 69 (37), 1 de agosto de 2000

INNOVACIÓN, DESARROLLO Y MEDIO LOCAL.
DIMENSIONES SOCIALES Y ESPACIALES DE LA INNOVACIÓN

Número extraordinario dedicado al II Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

AGUA POTABLE A DOMICILIO. ¿UNA INNOVACIÓN? LOS MUNICIPIOS DE LA RÍA DEL NERVIÓN EN LA TRANSICIÓN DEL SIGLO XIX AL XX

Pedro A. Novo López
Dpto. Historia Contemporánea
Universidad del País Vasco /EHU



Agua potable a domicilio. ¿Una innovación? Los municipios de la ría del Nervión en la transición del siglo XIX al XX (Resumen)

La comunicación analiza las dificultades de aprovisionamiento de agua potable en los municipios de la Ría del Nervión (Bizkaia). La aceleración industrial del último cuarto del siglo XIX y el consiguiente crecimiento de los núcleos urbanos, no trajo consigo un incremento paralelo de los servicios. Cuando el agua potable llegó a los municipios, sólo la población más acomodada disfrutó del servicio a domicilio.

Palabras clave: agua potable/ infraestructura sanitaria/ ría de Nervión/ Bilbao/ Vizcaya


Home water supply. An innovation? The Nervion towns in the XIXth XXth centuries transition (Abstract)

The paper analyzes the difficulties of drinking water supply in the towns along the Ría del Nervión (Bizkaia). The industrial process of the last quarter of the 19th Century and the growth of urban areas didn't bring up a parallel increase of the facilities / services set at the disposal of the population.When finally the drinking water reached the towns, only the well-off population could have home water supply.

Key words: home water/ sanitary services/ Ría del Nervión/ Bilbao/ Vizcaya 


Todos los días, de forma cuasi mecánica, ejecutamos una serie de actos y gestos relacionados con el agua sin concederles mayor importancia, como si se tratara de una operación banal. Abrimos los grifos y al instante afluye un torrente de agua potable, abundante, caliente o fría a capricho, cerrando la llave cuando hemos saciado nuestras necesidades. El agua y otros servicios considerados esenciales, como la electricidad, el gas o las comunicaciones, se cuelan a diario por todos los rincones de nuestros hogares gracias a un intrincado sistema de tuberías y conductos que horadan previamente la ciudad. Y sin embargo, la distribución y el consumo de agua a domicilio es un servicio relativamente reciente. Elemento natural y esencial para el desarrollo de la existencia misma, las técnicas de aprovisionamiento, el volumen disponible, la calidad y el consumo de agua evolucionaron en el pasado a la par que las sociedades, en atención a sus costumbres, al grado de progreso científico y material y a la propia organización espacial.

Un recurso escaso

Hasta bien entrado el siglo XX, el agua fue un lujo para la mayoría de los municipios de la Ría del Nervión de Vizcaya . La aceleración industrial de los últimos decenios de la pasada centuria, el crecimiento imparable de la población y, como consecuencia, el espectacular desarrollo de las actividades urbanas, no tuvo como correlato un incremento paralelo de los servicios. De forma especial el agua cuyo consumo a domicilio, considerado como vital para las nuevas prácticas culturales relacionadas con la salud pública y privada, fue traído a colación de manera insistente por el pensamiento higienista, portador también de ambiciones morales y patrióticas mal disimuladas. No obstante, las admoniciones de los facultativos, las campañas sanitarias mediante la divulgación de libros y folletos directamente o a través de las escuelas tratando de persuadir a la población para que tuviera una relación más cotidiana con el agua(1), tenían como punto débil, precisamente, la carencia de este elemento esencial.

No parecen existir dudas sobre la actitud de recelo, cuando no de hostilidad manifiesta, de gran parte de la población con respecto al agua. La escasa conciencia de la relación existente entre limpieza y salud, la función simbólica del baño completo(2) o, en el mejor de los casos, vinculado con prácticas terapéuticas o con el calendario estacional, son algunas muestras de la desafección general hacia el agua. La desconfianza de muchos profesionales de la medicina hacia el uso frecuente del agua para el aseo personal(3) o la lentitud en el equipamiento sanitario de la casa, fueron otros factores que frenaron el progreso de la higiene corporal. Pero también las dificultades de aprovisionamiento contribuyeron a su empleo poco frecuente y a la jerarquización de sus usos,. El agua que se procuraba con dificultad por su escasez, cuando era necesario acudir a distancias relativamente largas para buscarla, acarrearla penosamente en cualquier tipo de recipiente para subirla a brazo hasta un tercer o cuarto piso, o la que tenía que ser pagada a los azacanes, era un agua consumida con mesura para evitar el derroche(4). Pero la lentitud en la conquista de agua(5) también se explica por otro cúmulo de razones. Nos referimos a la escasa actividad inversora de los municipios a la hora de realizar las captaciones de acuíferos suficientes o el abastecimiento completo de todos los barrios dada la importante dispersión de la población. Debemos añadir a todo ello la más que dudosa calidad de unas aguas, raramente sometidas a procesos de filtración y depuración, o la desigual cantidad proporcionada en función de las distintas estaciones del año.

Finalmente, cuando llegó a los domicilios y se introdujo en las habitaciones, constituyó un raro privilegio reservado a ciertos sectores de la población. El coste por unidad de consumo, las reticencias de los propietarios a emprender las obras necesarias en sus inmuebles, junto con la acometida a las redes generales, haría lento el disfrute de este servicio en las capas más desfavorecidas de la población. Para ellos quedaba reservado el abastecimiento mediante las cada día más escasas fuentes públicas, retiradas paulatinamente para a forzar a la población a darse de alta en el servicio a domicilio, cuando no empleando un agua de peor calidad que la proporcionada de pago. En otras palabras, la relación existente entre los distintos niveles sociales y económicos con el consumo de agua y, por tanto, con la salud y el confort, queda patente cuando acudimos a las nóminas de abonados al servicio de agua potable a domicilio. El agua continúa siendo un lujo, incluso durante las primeras décadas del siglo XX, favoreciendo la miseria y el recelo hacia un elemento esencial para el cumplimiento de los preceptos higiénicos y de la salud. Philippe Perrot califica el siglo XIX como la centuria de la suciedad triunfante, pero también de la limpieza conquistante(6), dos paisajes que se superponen, como lo hacen los distintos estratos de la sociedad en función de sus respectivas rentas.

Hasta mediados del siglo XIX, los sistemas de aducción y distribución del agua eran muy similares en todas las poblaciones. Los escasos vecinos se servían de los manantiales existentes en diversos puntos de la jurisdicción, derivados en ocasiones hacia fuentes públicas para el uso de la población urbana. La extracción de agua subterránea con los tradicionales pozos o mediante bombas, contribuía también al aprovisionamiento. Sin olvidarnos de las superficiales, suministradas por los ríos y regatos que atravesaban las poblaciones. El problema principal de los pozos era la imposibilidad de controlar la filtración de las aguas negras procedentes de las cloacas(7), mientras que los ríos eran los destinatarios últimos de los vertidos industriales y urbanos, incluidos los fecales(8). En todos los casos, a falta de análisis bacteriológicos, inexistentes hasta finales de siglo, los criterios para apreciar su bondad se reducían a la vista, el gusto y el olfato. Esto es, al empirismo de los usuarios y a las tradiciones que llevaban a denominar a numerosos manantiales como "fuentes de la salud". La cantidad y no la calidad era la única preocupación manifestada.

No obstante, la incidencia de la distribución del agua sobre la curva de la mortalidad debida a infecciones de origen hídrico era difícil de apreciar con los datos y conocimientos médicos del momento(9). El cólera o las fiebres tifoideas eran consideradas enfermedades debidas a miasmas y efluvios mefíticos, siguiendo las corrientes ochocentistas que establecían la relación existente con la topografía dominante o, en última instancia, como expresiones del desequilibrio social y cultural(10).

Sin embargo, la ausencia casi total de aseo personal, unido a las malas condiciones de la vivienda y la insalubridad de las áreas más degradadas de los municipios ribereños desempeñaron, a lo largo de todo el siglo XIX, un papel esencial en las elevadas tasas de morbilidad(11). Más concretamente, la calidad del agua era la responsable de los principales agentes patógenos transmitidos por vía fecal y oral. Sólo el incremento sustancial de los aportes de agua potable, su disfrute a domicilio en orden a facilitar unos usos más amplios y generalizados, junto con la eliminación científica de las residuales, podía incidir en una disminución drástica de la mortalidad debida a las infecciones intestinales(12). Sin embargo, la provisión de agua potable en los municipios de la Ría del Nervión no corrió de forma paralela al incremento de la población.

La compleja situación de Portugalete

La estimación de las necesidades globales de agua por habitante y día son extremadamente dispares e imprecisas, pasando de unos litros a varios centenares, dependiendo de épocas y autores consultados(13). En cualquier caso, los apenas cuatro litros de agua que disfrutaba Portugalete por persona y día en 1884, debiendo agregar la circunstancia de que era considerada como de pésimas condiciones cualitativas por parte de las autoridades municipales(14), no auguraba la existencia de un estado saludable de la población. Como en otras latitudes, hizo falta la amenaza y el terror(15) provocado por la invasión de la epidemia de cólera del año1885, para que la Corporación considerara la posibilidad de mejorar el abastecimiento de manera provisional. Concretamente, solicitando a la Compañía de Ferrocarriles de Galdames que trajera agua mediante vagones aljibes, o incluso, surtirse del Río Gobela instalando una tubería de hierro galvanizado que atravesara la Ría. Los problemas no sólo eran de cantidad, sino también de calidad. Tal es así, que la Junta de Sanidad Municipal recomendaba la construcción de cañerías que aislaran las fuentes, «para impedir que las aguas inmundas se filtren a las potables, tal y como viene sucediendo(16)» Y es que, como era costumbre, las destinadas para el consumo eran servidas por caños abiertos antes de su llegada a las fuentes públicas, lo que facilitaba su contaminación.

La invitación de la Diputación a todos los ayuntamientos para que en un plazo perentorio sirvieran agua de fuente potable a todos los vecinos y prohibieran, siempre que fuera posible, el uso de pozos para la bebida, no pasaba de ser un deseo difícil de cumplir con las infraestructuras existentes. De hecho, a pesar de que el municipio de Portugalete contaba con alrededor de cinco mil habitantes a principios de siglo y que dos años antes había inaugurado el servicio de agua a domicilio, son múltiples las reclamaciones de los vecinos solicitando la instalación de nuevas fuentes o el arreglo de las existentes.

Cuadro n.º 1.
Distribución de agua a domicilio en Portugalete. Años 1898/99

calle inmuebles habitación comercios parcial/ no localizados
Avaro 6 7 1 22 5
Del Medio 5 9 _ 47 2
Coscojales 3 3 2 16 _
Cristo 2 2 5 1
G. Castaños 6 22 4 75 6
L. G. Salazar 1 1 _ 6 _
La Barrera 2 6 2 51 _
La Plaza 5 13 2 64 2
Mier 1 1 _ 4 _
M.ª D. Haro 13 33 _ 79 18
Ojillo 1 4 _ 22 _
Salcedo 1 1 1 4 _
Sta. María 3 6 1 31 _
T. Vallecilla 1 1 _ 4 _
Total 50 109 13 430 34
Fuente: Elaboración propia. A.M.P. (Sig. libro 100, n.º 1)

El reglamento para el servicio y distribución de agua a domicilio del Ayuntamiento de Portugalete era aprobado en abril 1898. La concesión se hacía a nombre de los propietarios o inquilinos de las habitaciones, registrando el consumo mediante la utilización de contadores, aunque estaban obligados a abonar un gasto mínimo de 18 metros cúbicos por trimestre a 0,3 Ptas/m3 y un máximo de 45 a 1,6 Ptas. Las tarifas no parece que fueran elevadas. Sin embargo, el número de abonados fue particularmente escaso. En el cuadro n.º 1 se aprecia la distribución por calles durante el año 1899. Para su elaboración hemos recogido y analizado los libros que contienen los talonarios satisfechos por los abonados, todos ellos correspondientes a la recaudación de los trimestres comprendidos entre junio de 1898 y el mismo mes de 1899. Un total de 109 habitaciones y 13 comercios disponían de agua, generalmente mediante un único grifo. Cruzados estos datos con los proporcionados por el padrón de población correspondiente al año 1900, vemos que apenas medio millar de habitantes disponían de este servicio en sus casas. El resto, hasta un total de 5.182 debían acudir diariamente a las fuentes públicas para satisfacer sus necesidades. Existen diferentes razones que explicarían el escaso número de abonados suscritos al agua a domicilio. En primer lugar, el elevado costo de establecimiento que incluiría, no sólo la compra o el alquiler de los contadores, sino también los gastos propios de la instalación de las tuberías y piezas necesarias desde la cañería general hasta la entrada de las fincas y, desde ahí, hasta las distintas habitaciones. A esta cantidad, habría que añadir que el Ayuntamiento cobraba un canon por el tipo de grifo instalado (en función del número y pulgadas de paso), debiendo abonar también una fianza como garantía del cumplimiento del convenio celebrado. Si tenemos en cuenta las rentas de las habitaciones, quizá modestas pero a buen seguro difíciles de pagar por los trabajadores a tenor de los salarios, las obras de conducción y el suministro representarían un gasto importante, razón por la cual los propietarios de los inmuebles no estarían interesados en acometerlas. Y es que si analizamos las profesiones de los abonados, destacan los empleados, los marinos (Portugalete era la sede de la cofradía de mareantes), los comerciantes, propietarios, artesanos y lo que podríamos llamar profesionales, como médicos, farmacéuticos, profesores, notarios, etc. Sólo dos abonados se declaran jornaleros, apareciendo también tres albañiles y dos carniceros.

Crecimiento rápido sin servicios: Baracaldo

La situación del municipio de Baracaldo, que en 1887 se acercaba a los nueve mil habitantes, era igualmente preocupante. El suministro de agua de Luchana y Desierto, los barrios más densamente poblados, se hacía mediante la utilización de pozos, surtiéndose el resto de vecinos de los manantiales que discurrían por la jurisdicción. O dicho de otra manera, la mayor parte del agua consumida como potable procedía del subsuelo, sin tener en cuenta que era allí, precisamente, donde se descargaba buena parte de las deyecciones humanas procedentes de los pozos negros, afectados en su totalidad por filtraciones originadas en su pésima construcción. La situación de los ríos no era mejor, contaminados por los vertidos urbanos e industriales. Tal y como señalara Plinio en su Historia Natural, las aguas son como las tierras por las que fluyen.

Suministro de agua e instalaciones sanitarias estaban íntimamente ligados, por lo que las carencias no tardarían en tener consecuencias nefastas para la salud de la población. De poco serviría el aviso emitido por el alcalde de Baracaldo en octubre de 1885, prohibiendo terminantemente el uso de las aguas de los ríos Cadagua y Nervión, así como de la procedente de «todos los pozos y arroyos que existan en esta Anteiglesia», cuando hasta entonces se había mostrado total indiferencia y tolerancia al consumo exclusivo de un líquido que, con toda seguridad, estaba repleto de impurezas.

Transcurrido el período de excepcionalidad provocado por la epidemia de cólera, en el que debieron surtir al vecindario mediante el uso de aljibes, la corporación municipal iniciaba los primeros movimientos para suministrar agua potable. La traída definitiva se efectuó desde manantiales del Monte Mendibil. No obstante, la cantidad suministrada no debía ser suficiente a tenor de las afirmaciones del arquitecto municipal Casto de Zabala, quien señalaba en 1890 que «con el aumento constante de Baracaldo, se siente una suma necesidad de más agua potable», de ahí que se iniciaran nuevas prospecciones para aumentar el caudal. De hecho, en 1889, algunos barrios muy poblados carecían todavía de ningún tipo de suministro. Así, aprovechando unas obras de construcción de aceras en las zonas urbanizadas, indicaba a la Corporación que «sería muy interesante, útil y conveniente de necesidad, la conducción de aguas potables de la cañería(17)» a la plazuela de Retuerto, evidenciando que hasta entonces se servían únicamente de las procedentes del Río Cadagua. En cualquier caso, el suministro no debió atenuar las necesidades, toda vez que las quejas del vecindario no cesaron.

Pese a la precariedad de las instalaciones y no tener asegurada una cantidad de agua suficiente para cubrir toda la demanda, desde 1895 se venía prestando el servicio a domicilio, disfrutado únicamente por una mínima parte de la población.
 

Cuadro n.º 2.
Distribución de agua a domicilio en Baracaldo. Año 1903

calle/barrio n.º nº inmueb establec grif/ grif/ inodoros baños total n.º
S.Vicente 6 6 _ 10 10 2 _ 647 75
Beurco 1 1 1 10 2 _ _ 224 32
Retuerto 4 4 Panader 7 10 1 _ 1.099 141
Burceña 4 5 8 9 7 _ 753 91
Luchana 5 6 estación 30 35 2 _ 1.131 83
Landáburu 7 7 2 19 17 3 2 415 47
Zaballa 1 1 Elec 2 3 3 _ 548 25
Murrieta 4 6 _ 46 64 14 3 228 9
Ibarra 2 2 1 13 13 _ _ 374 8
Arrandi 1 1 _ 1 2 _ _ 623 26
Desierto 1 1 estación 3 3 _ _ _ _
Vilallonga 1 1 _ 16 23 16 _ 295 4
Portu 5 7 _ 67 72 21 _ 337 7
Carmen 9 12 _ 64 71 9 _ 474 35
Requeta 4 5 _ 21 22 _ _ 753 19
Pormecheta 2 2 _ 20 19 1 _ 605 18
Larrea 1 1 _ 8 8 _ _ 127 13
San Juan 2 2 _ 2 1 _ _ 868 16
Carranzairu 3 3 _ 36 36 _ _ 165 8
Alonsótegui _ _ _ _ _ _ _ 581 68
Arana _ _ _ _ _ _ _ 966 13
Bomba _ _ _ _ _ _ _ 272 11
Castillo  _ _ _ _ _ _ _ 110 6
Curro _ _ _ _ _ _ _ 119 5
Escuelas _ _ _ _ _ _ _ 115 1
Iráuregui _ _ _ _ _ _ _ 800 71
Lasesarre _ _ _ _ _ _ _ 187 14
Regato _ _ _ _ _ _ _ 916 111
Total 63 73 4 383 420 79 5 13.73 957
Fuente: Elaboración propia. A.M.B. (Sig.. carpeta n.º 145, n.º 27)

El cuadro n.º 2 representa el resultado de la visita girada por el fontanero y recaudador municipal a todas las casas que se surtían de agua potable a domicilio en Baracaldo en el verano de 1903. El objetivo de la Corporación municipal era evitar los abusos que venía observando en el suministro de agua, en tanto que los abonados habían instalado un mayor número de grifos que los solicitados. El informe nos proporciona el nombre y la dirección de los abonados, pero no el piso o habitación, por lo que no podemos hacer una estimación del número de personas que disfrutaban del servicio en esta fecha. En cualquier caso, el hecho de que sólo sesenta y tres personas se dieran de alta y, que únicamente setenta y ocho inmuebles de Baracaldo dispusieran de agua potable, contrasta con los más de trece mil habitantes que el municipio tenía en 1900 a tenor de los datos arrojados por el padrón municipal y con los casi mil inmuebles. Si acudimos al detalle, podemos observar que barrios como Alonsótegui, Iráuregui o el El Regato carecían de inmuebles que tuvieran agua potable instalada. O que la totalidad de las casi mil personas alojadas en los trece inmuebles de la calle Arana no tuvieran agua en sus casas, debiendo acudir a las fuentes públicas. Esta situación contrasta con la de la calle Murrieta, donde habitaban buena parte de los ingenieros y empleados de la fábrica siderúrgica Altos Hornos de Vizcaya, todas ellas dotadas de agua. Precisamente en estos inmuebles estaban instaladas tres de las cinco bañeras existentes en el municipio. Destaca también el escaso número de inodoros y los apenas ocho establecimientos comerciales dotados con este servicio. No es necesario insistir en las repercusiones de la escasez de inodoros en la población. Y es que buena parte de la población aún se alojaba en casas que no disponían de ningún dispositivo para recoger las materias fecales, por lo que eran recogidas a diario por el servicio de recogida de basuras.
 

Cuadro n.º 3.
Distribución de agua a domicilio en Baracaldo. Año 1910

Calle/barrio n.º abonados n.º  Establecimientos total hab. total inmub
Pormecheta 21 21 _ 1.581 36
Llano 1 1 _ _ _
Retuerto 7 6 1 1.354 145
Autonomía 1 1 _ 322 15
San Vicente 7 6 _ 832 85
Beurco 1 1 _ 211 30
Burceña 15 12 3 1.008 97
Luchana 13 14 2 1.536 98
Landáburu 7 6 2 511 47
Fueros 15 16 _ 805 22
Arrandi 3 3 _ 639 21
Rontegui 1 1 _ 218 9
Larrea 2 1 Colegio 330 23
Portu 7 7 _ 535 10
San Antonio 2 3 _ 160 4
Bomba 4 4 _ 207 10
Requeta 4 3 1 443 13
Carmen 15 17 4 846 27
Vilallonga 3 2 1 330 5
Ibarra 8 6 2 456 11
San Juan 7 5 2 1.029 18
Murrieta 4 11 _ 416 12
Zaballa 3 3 1 660 27
Lasesarre 2 1 1 283 21
Arana 1 1 _ 1.107 11
Desierto 1 1 estación _ _
Alonsótegui 5 5 _ 832 94
Iráuregui 2 _ 2 680 75
Escuelas _ _ _ 129 1
Castillo _ _ _ 76 4
Regato _ _ _ 1.088 138
Total 162 158 22 18.624 1.109
Fuente: Elaboración propia. A.M.B. (Sig.. carpeta n.º 3, n.º 8)

La situación no cambiaba ostensiblemente con el paso de los años. El número de abonados al servicio de aguas a domicilio en 1910 (ver cuadro n.º 3) era de apenas 162 y 158 los inmuebles, cuando la población de Baracaldo se situaba en torno a 19.000 habitantes. Si cruzamos la relación de abonados con el padrón de habitantes correspondiente a ese mismo año, observamos nuevamente que son los propietarios, los comerciantes, empleados y profesionales los más numerosos, siendo muy escasos los que se declaran jornaleros o labradores. El agua a domicilio aún continuaba siendo un lujo, por lo que las implicaciones sanitarias eran difíciles de obviar. No obstante, el Reglamento para la Edificación y Reformas de los Edificios de la Ateiglesia de Baracaldo(18) aprobado en 1904 era muy explícito respecto las características técnicas que debían tener los retretes, pero nada se especificaba sobre la obligatoriedad de dotarlos de agua. Situados muy a menudo en las cocinas, consistían en un conducto largo de tosca albañilería, generalmente desprovistos de asientos, carentes de sifones en los empalmes al retrete, siendo habitual, por lo tanto, que exhalaran olores nauseabundos. La falta de agua corriente a domicilio impediría limpiarlos en debidas condiciones, o que descendieran los excrementos con la rapidez deseada hacia el pozo negro, propiciando de este modo la obstrucción de las tuberías. A pesar de estas deficiencias, el precio de una instalación no sería moderado, ni fácil su abastecimiento, si hemos de hacernos eco de las guías comerciales de la provincia(19). En definitiva, razones esgrimidas como suficientes por parte de los propietarios a la hora de negarse a instalar un saneamiento que llevaba aparejado el servicio de agua corriente y no pocas obras acometimiento. Otro tanto podemos decir del escaso número de establecimientos comerciales dotados de agua, a pesar de que el Reglamento Municipal de Higiene disponía que no se permitiría el funcionamiento de cafés, tabernas o similares que no reunieran buenas condiciones de luz y ventilación o que no se hallaran dotados de agua potable en el mostrador y en el retrete. No será hasta 1919 cuando la imposición de multas y la amenaza de la clausura de negocios, supuso un aumento considerable del número de altas.

Dificultades de aprovisionamiento: Sestao

Los problemas de abastecimiento de agua del municipio Sestao eran aún mayores. Las características topográficas y su escasa extensión no eran las más adecuadas para encontrar acuíferos suficientes en orden a cubrir las necesidades más perentorias. El hecho de que el casco urbano se situara en la parte alta de una ligera colina no facilitaba, precisamente, la llegada regular del agua procedente de distintos manantiales. De otro lado, las actividades industriales que fueron creándose en los últimos decenios de la pasada centuria, acapararon todas las vegas próximas a los ríos, impidiendo que la población asentada en las proximidades de las fábricas pudieran hacer uso de las aguas superficiales. La procedente de los pozos subterráneos y la que pudiera acumularse en aljibes, fueron los únicos recursos regulares puestos a disposición de una población que no paraba de crecer. A nadie se le ocultaba la insuficiencia de estos aportes y su escasa potabilidad, cuestiones ambas denunciadas por la Junta Municipal de Sanidad con ocasión de la epidemia de cólera de 1885, solicitando la intervención del gobernador civil(20).

Al igual que en otros municipios situados en la margen izquierda de la Ría del Nervión, la traída definitiva de aguas para Sestao se efectuaría aprovechando diversos manantiales enclavados en la Jurisdicción de San Salvador del Valle. Los estudios preliminares comenzaron en 1883. La realización definitiva de las obras y el reparto de las aguas suscitó agrias controversias entre el Concejo del Valle y los municipios que solicitaron su concesión.

En 1896 el Ayuntamiento de Sestao aprobaba el reglamento para el servicio y distribución de aguas a domicilio. Sin embargo, los problemas de suministro no acabaron. La mayoría de la población continuó surtiéndose de las escasas fuentes públicas y sufriendo las penalidades provocadas por los continuos cortes, sobre todo durante el período estival, irregularidades que también padecieron los escasos abonados que fueron sumándose al servicio particular. En este sentido es significativo observar el número de altas solicitadas entre 1898 y 1919 (ver cuadro n.º 4), cuando la población se acercaba a los 16.000 habitantes a tenor de los datos del padrón de población de 1920. La explicación de esta desafección de los propietarios hacia la instalación de agua a domicilio hay que buscarla en los costos que debían satisfacer por la colocación de tuberías y piezas necesarias desde la cañería general hasta la entrada de la finca(21). A estos habría que añadir otros: por la instalación de un grifo sobre sumidero, siete pesetas; cada grifo adicional sin sumidero, cuatro pesetas; cada inodoro, siete pesetas; cada bañera, doce pesetas, etc. Y por último el consumo, un mínimo de 0,30 pesetas por cada metro cúbico hasta 18 metros. Es posible que parte de la población considerara el agua como un elemento a priori gratuito, prefiriendo hacer uso de las fuentes públicas antes que abonarse al servicio a domicilio. Pero con las tarifas señaladas y los salarios percibidos por las clases populares, es factible pensar que muchos propietarios de inmuebles optaran por no iniciar las obras necesarias, que en última instancia debían repercutir en unos alquileres ya de por sí difíciles de abonar. La consecuencia más inmediata fue que la mayoría de la población de Sestao restringió el consumo de agua potable, dificultando de este modo la higiene personal y la expansión de la salubridad pública. Véase si no el escaso número de inodoros y bañeras instalados en el municipio.

Cuadro n.º 4.
Distribución de agua a domicilio en Sestao. Años 1908/1919
año prop inqu total inmub pisos cocina retrete bañ establec tienda taberna indust Otros
1898 1 3 4 4 3 3 _ 2 3 _ _ _ _
1899 1 _ 1 1 1 1 _ _ _ _ _ _ _
1901 3 2 5 4 3 3 _ _ 4 3 1 _ _
1902 5 11 16 15 14 14 1 _ 10 8 1 1 _
1903 9 3 12 8 11 11 _ _ 5 3 1 1 _
1904 7 4 11 7 8 8 _ _ 4 _ _ _ _
1905 4 6 10 7 17 17 _ _ 3 2 _ 1 _
1906 8 4 12 8 18 18 1 _ 2 2 _ _ _
1907 7 3 10 6 15 15 _ _ 7 5 _ _ 2
1908 2 6 8 8 5 5 1 _ 5 1 1 2 1
1909 7 4 11 6 13 13 4 _ 2 1 _ _ 1
1910 22 6 28 13 34 34 _ _ 5 4 1 _ _
1911 16 5 21 11 24 24 2 _ 4 3 _ _ 1
1912 11 19 30 23 20 20 7 2 11 5 _ _ 6
1913 26 2 28 12 46 46 12 _ _ _ _ _ _
1914 84 9 93 34 164 164 93 _ 3 2 _ 1 _
1917 8 _ 8 3 16 16 _ _ 2 2 _ _ _
1918 21 1 22 7 23 23 6 3 3 3 _ _ _
1919 8 3 11 11 7 7 _ _ 4 2 1 1 _
Total 250 91 341 188 442 442 127 7 77 46 6 7 11
Fuente: Elaboración propia. A.M.S. (Sig.. talonarios de abonados)

Un municipio minero: San Salvador del Valle

La topografía y las condiciones hidrológicas de San Salvador del Valle eran la más adecuadas para garantizar un correcto suministro de agua, al ser numerosos los arroyos y manantiales. Sin embargo, la población padeció las penurias propias de un agua escasa y de mala calidad. Las razones de esta insuficiencia son varias. Por un lado, la dispersión de la población en dos núcleos perfectamente definidos, uno en el valle y otro en el distrito minero de Triano, no facilitaba, precisamente, una distribución correcta de los recursos hídricos disponibles. Hay que añadir a esto último, los numerosos barrios existentes en cada uno de los núcleos citados, encareciendo y dificultando aún más si cabe la conducción y el reparto. Por otra parte, el crecimiento constante de la población en un corto espacio de tiempo, especialmente en los barrios mineros, retardó la adecuación de los servicios a las nuevas necesidades creadas. Bien es cierto que las compañías mineras que obtuvieron pingües beneficios, sólo reaccionaron acrecentando los servicios prestados cuando los conflictos hicieron temer un estallido social. No obstante, las mejoras introducidas no cambiaron sustancialmente las condiciones de vida de los trabajadores y sus familias. Por último, la política seguida por las distintas corporaciones que gobernaron el municipio no fue la más adecuada en orden a racionalizar los acuíferos. De un lado, permitiendo la utilización de los ríos a diversas compañías para que lavaran el mineral. De otro, la falta de entendimiento con los ayuntamientos vecinos que solicitaron la concesión de distintos manantiales existentes en el término municipal y la sobre explotación de los mismos, ralentizó el disfrute de la cantidad de agua estimada como suficiente para el desenvolvimiento adecuado de la población.

La creación de poblados mineros situados casi en el centro de la gran masa de mineral a partir de 1877, obligó a la construcción de viviendas provisionales hechas de tablas y materiales de derribo. Más tarde, fueron las grandes compañías mineras establecidas en la zona las que dieron lugar al nacimiento de barrios como La Arboleda o La Reineta. Sin unos límites jurisdiccionales bien definidos hasta que en 1885 se integraron en San Salvador del Valle, fueron las mismas compañías arrendatarias quienes se encargaron de construir los primeros edificios públicos, los caminos etc. Sin embargo, las carencias en infraestructuras sanitarias y en servicios esenciales como el agua fueron objeto de constantes denuncias. Sólo la expansión de la epidemia de cólera de 1885 y de la viruela, enfermedad endémica que causaba estragos entre la población alojada en los barrios del distrito de Triano, obligó a las compañías mineras a proponer tímidas medidas de cara a mejorar las condiciones de vida. El informe elaborado por William Gill, director del ferrocarril de la Orconera, sobre el modo de disponer de la excreta e inmundicias o el reglamento de policía e higiene que debía regir en la zona minera y fabril, son algunas muestras de la preocupación de las autoridades sobre el lamentable estado en que vivía la población. Sin embargo, ambos informes no pasaban de ser un cúmulo de recomendaciones, un desiderátum, carente de voluntad firme y decidida para acometer las medidas recomendadas. Gill descartaba la eventualidad de construir un alcantarillado por su complejidad y elevados costos, amén de señalar la imposibilidad de ejecución por la carencia de agua abundante para su limpieza(22). Por último, las ordenanzas municipales aprobadas por el Ayuntamiento de San Salvador del Valle en 1887, apenas si dedicaban un capítulo al uso de las fuentes, pero con un carácter meramente punitivo, sin señalar ningún aspecto tendente a garantizar un aporte suficiente.

Sin embargo, las denuncias de la Junta Municipal de Sanidad sobre la parquedad de este servicio no dejan lugar a dudas. Los casos de viruela aparecidos en junio de 1887 en los barrios altos llevaban a la Junta a informar al Ayuntamiento «haciendo ver que además de carecer de la necesaria para beber y cocinar, carece de lo esencialísimo pues no dispone de lavaderos y sí de algunas charcas que hacen las veces de tales y a una distancia de dos o tres kilómetros»(23). Las repetidas epidemias de viruela no estaban relacionadas con el aporte de agua, pero lo cierto es que La Arboleda disponía de sólo una fuente, pero no era de dominio público en tanto que había sido construida por la Compañía Orconera, utilizada primordialmente para abrevar al ganado que trabajaba en las minas, y sólo después para las necesidades de los vecinos. La calidad tampoco debía ser buena, produciendo fiebres tifoideas y gastroenteritis «que con la mayor facilidad se hacen crónicas» Las fiebres y una mortandad infantil elevada constituían problemas cívicos (24), a los que ni las autoridades municipales ni las compañías mineras prestaban la atención necesaria. Sólo la Junta Municipal de Sanidad advertía de la gravedad de la situación ante la aparición de nuevos casos de fiebre tifoidea, pasando de ochenta el número de invadidos y habiendo fallecido tres, concluyendo que las causas eran la falta de agua y las malas condiciones de los pozos, amén de la inobservancia de las indispensables reglas de higiene. Claro que con los apenas tres litros por persona y día que disponían los habitantes de los barrios altos, cuando la ley de aguas de 13 de junio de 1879 fijaba una cantidad de cincuenta litros como mínimo(25), no resultaban extrañas las infecciones intestinales y la falta de higiene personal y salubridad pública.

La Corporación acordaba consignar diversas partidas presupuestarias en 1891 para el abastecimiento de aguas a las barriadas altas, para lo que contó con la participación de las compañías «siempre atentas al bienestar de sus obreros». No obstante, la carencia de recursos suficientes y las obstrucciones y prácticas dilatorias de los arrendatarios mineros para firmar las bases definitivas del proyecto de subvención, dilataron la conclusión de las obras hasta 1896, no resolviendo aún entonces el abastecimiento de agua potable para el servicio público.

Los problemas de abastecimiento de los barrios bajos del Valle comenzaron a hacerse presentes al intensificarse la explotación minera en los Montes de Triano. Las actividades propias del laboreo del mineral modificaron en unos casos y contaminaron en otros, el curso y la calidad de las aguas. La polución se incrementaría aún más si cabe con los usos que la población de los barrios altos daba a las mismas. La petición de algunos vecinos del barrio de Zavalla para que el Ayuntamiento instalara una fuente, estando dispuestos a adelantar la cantidad de dinero necesario(26), es una muestra de las primeras dificultades de abastecimiento. Pero los problemas más graves estaban aún por llegar. Las primeras concesiones hechas por el Ayuntamiento de San Salvador del Valle en favor de los municipios de Sestao y Portugalete, dejaban sin suministro a los vecinos, que afirmaban carecer «en absoluto de aguas para beber, cocinar y hasta para el lavado»(27). La falta de previsión de las Corporaciones del Valle respecto al crecimiento de su población, junto con el incremento de las necesidades de agua potable de los municipios vecinos, agravaría aún más si cabe los problemas de suministro. Los nuevos aprovechamientos(28) de los recursos hídricos solicitados por los municipios de la margen izquierda en abril de 1889, inauguraban una fase de enormes controversias sobre la interpretación que debía darse a los acuerdos firmados. Pero lo que es más importante, la cantidad de agua potable que debía quedar reservada para uso de los habitantes de los barrios del Valle resultaba a todas luces insuficiente.

Los acuerdos adoptados por la Corporación en enero de 1894 ante las dificultades para surtir de aguas potables a las fuentes establecidas en Llano, San Andrés y la poca y mala calidad de las que se utilizaban en Escontrilla, repartiendo las que hasta entonces venían disfrutando el resto de los barrios bajos, evidenciaba que los recursos hídricos que tenían origen en la Jurisdicción de San Salvador del Valle tocaban a su fin, siendo insuficientes para cubrir tanto las necesidades propias como las ajenas. Los municipios de la margen izquierda estaban realizando las obras necesarias tendentes a proporcionar agua a domicilio a quien pudiera pagarla. Mientras esto ocurría, la totalidad de los vecinos del Valle y la inmensa mayoría de los habitantes de Portugalete, Sestao y Baracaldo, tenían que conformarse con las escasas aguas que llegaban a las fuentes públicas.

El Ayuntamiento de San Salvador del Valle inauguraba el servicio de agua a domicilio en 1914. Hasta entonces, y aún después, las disputas entre los distintos barrios por sus desiguales niveles de aprovisionamiento, así como con los municipios vecinos, jalonan el devenir de unos habitantes cuyos consumos de agua provenían mayoritariamente de las fuentes públicas.

Cuadro n.º 5.
Distribución del agua a domicilio en S.S. del Valle. Años 1914/1929

años n.º establec/barr. n.º establec/barr.
1914 6 1 denegada _ 5 _
1916/17 2 2 denegadas 2 denegados _ _
1917/18 7 1 denegada _ 6 3
1919/21 32 17 7 15 4
1922/23 18 7 4 11 3
1924 13 3 2 10 1
1925 31 27 2 4 _
1926 15 8 6 7 4
1927 25 1 colegio/casa 24 1
1928 19 3 1 16 4
1929 14 5 1 9 _
Total 182 71 23 107 20
Fuente: Elaboración propia. A.M.T. (Sig.. talonarios de abonados)

Al igual que lo ocurrido en el resto de municipios analizados, la relación de abonados (véase cuadro n.º 5) pone de manifiesto el escaso número de personas que disfrutaron de este servicio en sus casas. Pero no siempre las solicitudes presentadas eran atendidas. Las peticiones efectuadas en este sentido por los habitantes de los barrios altos entre 1914 y 1918 fueron rehusadas. En 1914 era el comandante del puesto de la guardia civil de La Arboleda quien la solicitaba. El rechazo era justificado al no disponer «de agua suficiente para el abastecimiento regular de las demás fuentes», lo cual es suficientemente ilustrativo de la precariedad de caudal aforado. También fueron desatendidas las repetidas peticiones hechas por el panadero y el farmacéutico. En estos casos, el Ayuntamiento se amparaba en las bases firmadas con la Compañía Orconera(29), señalando que debían destinarse únicamente para usos y servicios públicos. Aunque los arrendatarios mineros justificaban esta medida resguardándose en la protección prestada a los obreros para que «tuviesen agua abundante y libre de pago», lo cierto es que detrás estaba la incapacidad de unos y la falta de voluntad de otros para allegar los fondos suficientes en orden a garantizar un servicio adecuado. Sin olvidarnos de la imposibilidad de recargar con este nuevo desembolso las rentas ya muy elevadas de las viviendas. Las solicitudes de alta en los barrios bajos tampoco fueron muy elevadas con el transcurrir de los años, mostrando de nuevo que el agua a domicilio constituía un privilegio sólo alcanzable por determinadas capas de la sociedad. El resto de la población debía acudir a unas fuentes públicas no muy numerosas y de escaso caudal, a tenor de las peticiones de los vecinos de distintos barrios para que les instalaran nuevos surtidores. En este sentido son esclarecedoras las manifestaciones de los habitantes del Alisal, que en 1926 se dirigían al Ayuntamiento señalando que la única agua a su disposición estaba «muy distante además de ser penoso el transporte de la misma a los domicilios () y que para el aseo personal y la limpieza de los objetos domésticos empleamos la del Río Trápaga, la cual es muy perjudicial para la salud por estar mezclada de jabón e insectos(30)» Todavía en 1933, cuando la población de San Salvador del Valle superaba los ocho mil habitantes, el número de contadores instalados en el municipio era de 321, cifra que muestra las insuficiencias del servicio de agua a domicilio.

Una solución tardía: Erandio

En diciembre de 1890 el arquitecto de Erandio, Casto de Zabala, presentaba la memoria del proyecto para la conducción de aguas al municipio. El aprovechamiento de diversos manantiales situados en el término municipal, habría asegurado el aprovisionamiento en buenas condiciones a tenor de los análisis químicos practicados. Y lo que era no menos importante, un caudal de 30 l/seg. de acuerdo con los aforos practicados en épocas de estiaje. Sin embargo, no fue hasta 1918 cuando los vecinos de esta localidad comenzaron a disfrutar de esta agua potable, pero no todos. Unicamente aquellos que se dieron de alta en el servicio a domicilio. Esto es, los que estaban en condiciones de pagar los elevados recibos mensuales correspondientes al consumo particular. El resto de la población observó cómo eran retiradas de algunas fuentes las aguas originarias de los manantiales de la nueva traída, sustituyéndolas por las antiguas, emergentes de una galería subterránea y mezcladas con otras procedentes de regatos próximos a los núcleos urbanos. En definitiva, mientras las fuentes públicas de las que se servía la mayoría de la población proporcionaban un agua de dudosa calidad, las potables se reservaban para el consumo a domicilio.

El cólera o las insidiosas y difíciles de sortear infecciones de origen intestinal como la fiebre tifoidea o la disentería, fueron amenazas domésticas permanentemente presentes en los núcleos urbanos de finales del XIX. Los desastres causados en la población y la obsesión que produjeron en la comunidad científica, deberían haber provocado en las autoridades públicas una política más agresiva de cara a eludir esos peligros, estableciendo sistemas completos de alcantarillado y asegurando la provisión de agua potable en cantidades suficientes. Ninguna de estas dos cuestiones fue abordada con la suficiente celeridad.

Las peticiones de los vecinos en demanda de un suministro suficiente se repiten de manera insistente a partir de 1890, sobre todo desde los barrios donde se concentraba la población urbana. El escrito enviado por los vecinos de Luchana señalando que carecían «de agua potable () y que una vivienda sin la necesaria es un foco constante donde pueden desarrollarse enfermedades que en pocos días deje sin habitantes su barrio», constituye un ejemplo fehaciente de la preocupación suscitada, sobre todo en unos momentos donde reaparecía la amenaza de una nueva epidemia de cólera. En situación similar se hallaban los vecinos de Alzaga, señalando que «el caudal de agua potable que arrojan las dos fuentes establecidas en dicho barrio es a tal punto insuficiente que priva a un gran número de habitantes de proveerse de un artículo de absoluta necesidad(31)»

Postergada la traída proyectada por Casto de Zabala en 1890, la Corporación municipal limitó sus actuaciones a diversos acuerdos con propietarios para que éstos le cedieran el aprovechamiento de manantiales y galerías subterráneas existentes en sus propiedades, convenios lesivos y muy onerosos para los intereses públicos que trataron de anular muchos años después. El proyecto de conducción de las aguas procedentes de los manantiales Mortero y Gorna a las que se sumaría las de Iberre, con objeto de llevar agua para las fuentes públicas que se establecerían en la zona ribereña, era aprobado definitivamente en 1894. Mientras esto ocurría «y con el fin de que no carecieran de agua potable la barriada de Alzaga (la Corporación municipal acordaba) surtirla por medio de aljibes ínterin duren las obras más precisas(32)» La instalación de una tubería de hierro para distribuir aguas de la misma procedencia a los otros dos núcleos urbanos, Lucha y Axpe, era subastada en mayo de 1895.

Ni la calidad ni la cantidad del agua proporcionada colmaba las necesidades de la población. La aparición en el barrio de Alzaga de varios casos de fiebre tifoidea en 1896, enfermedad que «tenía el carácter de hacerse endémica en la localidad»(33), confirmaba las dudas sobre la potabilidad del agua. La misma Junta Municipal de Sanidad había recomendado en varias ocasiones que la Corporación activara la traída de aguas definitiva, tal y como habían sido proyectadas en 1890. Sin embargo, el Ayuntamiento se conformaba con «conseguir que fueran más saludables, pues en la actualidad la toma está hecha a bastante distancia del lugar donde nacen»(34), acordando en 1906 canalizar las existentes mediante la instalación de una tubería de hierro. Para aumentar la cantidad disponible, estudiaron la posibilidad de que las aguas procedentes del monte Umbe, de las que se abastecían los barrios rurales, pudieran servir también para el vecindario de los núcleos urbanos y del barrio de Arriaga, que se encontraba «en completa escasez del indicado artículo () creyendo indispensable proveer el indicado punto aunque sea con una fuente»

Todavía en 1913 y ante los datos recabados por el Inspector General de Sanidad, la Corporación señalaba la variopinta procedencia de las aguas consumidas. Concretamente, los 37 litros que por persona y día disponía la localidad resultaban "de la lluvia de arroyo", de cisternas o aljibes, de manantiales naturales y de pozos(35), indicando que la conducción se hacía por cañería, pero también al descubierto.

Las obras de conducción de agua potable y la construcción de un depósito para albergarlas finalizaban en 1919. El propio Ayuntamiento estimaba que el agua a domicilio podría llegar a 829 cocinas, 1.024 retretes y 226 lonjas, resultado de contabilizar el número de casas existentes en el área urbana. Sin embargo, un año después los abonados eran 193, que sumados a los 307 que tenía la Sociedad Aguas de Asua (compañía privada que actuaba en la localidad al menos desde 1907), apenas suponía la tercera parte de las optimistas estimaciones realizadas. Cuando en 1923 la Junta de Administración de Aguas (creada a instancias del Ayuntamiento para gestionar el servicio a domicilio) trataba de contratar un préstamo para hacer frente a las deudas contraídas, utilizaba como argumento ante las entidades bancarias que «el número de fuentes era reducido y trataban suprimir algunas de ellas»(36). Las denuncias efectuadas por Antonio Gaztelu, miembro de la Corporación, en un artículo publicado por El Liberal en octubre de 1918, señalando la insalubridad de las aguas que surtían las escasas fuentes públicas, con el agravante de destinar las potables al consumo privado, ponen de relieve las dificultades que debieron arrostrar quienes no podían hacer frentes a los recibos trimestrales.

Notas

1. VIGARELLO, George. Lo limpio y lo sucio. La higiene del cuerpo desde la Edad Media. Madrid: Alianza Editorial, 1985. p. 241.

2. SCOTT, George Ryley. The story of baths anf bathing. T. London: Werner Laurie LTD, 1939. p. 177.

3. DE MARNHAC, Anne. Femmes au bain. Les métamorphoses de la beauté. Paris: Berget-Levrault, 1986. p. 146.

4. CSERGO, Julia. "L´ eau à Paris au XIXe siècle: approvisionnement et consommation domestique", en Pars et ses réseaux: naissance d´un mode de vie urbain XIXe-XXe siècles. Publie sous la direction de François Caron, Jean Dérens, Luc Passion et Philippe Cebron de Lisle. Mairie de Paris. Direcction de Affaires Culturelles. Bibliothèque historique de la Ville de Paris. Iniversité de Paris IV-Sorbonne. Centre de recherche en histoire de l´ innovation, 1990. p. 147.

5. GOUBERT, Jean Pierre. La conquête de l´ eau. Editions Robert Laffont, 1986. p. 32.

6. PERROT, Philippe. Le travail des apparences. Le corps féminin. XVIIIe- XIXe siècle. París: Editions du Seuil, 1984. p. 107.

7. BARRACHINA, Pablo T. Higiene en Valencia. Boletín Sanitario municipal, n.º 1. Valencia, 1905. p. 62.

8. BROCKINGTON, C. Fraser. The Health of the Community. Principles of public health for practitioners and students. London: J. & A. Curchill Ltd, 1965. p. 142.

9. HOWARD-JONES, Norman. Les bases scientifiques des Conférences sanitaires internationales. 1851-1938. Genève: Organitation Mondiale de la Santé, 1975. p. 19.

10. ROSEN, George. Análisis histórico del concepto de medicina social. En Medicina social. Estudios y testimonios históricos. Selección de Erna Lesky. Traducción al castellano e introducción de José María López Piñero. Madrid: Ed. Ministerio de Sanidad y Consumo, 1984. p. 217.

11. THUILLIER, Guy. Pour une histoire de l´hygiène corporelle. Un exemple régional: Le Nivernais. En Revue d´ Histoire Economique et sociale, 1968, Vol. 46. p. 253.

12. McKEOWN, Thomas. Los orígenes de las enfermedades humanas. Barcelona: Ed. Crítica, 1990. p. 179.

13. GOUBERT, Jean Pierre. La conquête de l´ eau. Editions Robert Laffont, 1986. p. 51. VIRE, Lliane. Innovation technologique et hygiène publique. La distribution d´eau à Bruxelles au XIXe siècle. En, L´innovation technologique. Facteur de changement (XIXe-XXe siècles) Etudes rassemblées par G. Kurgan-van Hentenryk et J. Stengers. Editions de L´Université de Bruxelles, 1986. p. 97. SALVAT Y NAVARRO, Antonio. Higiene urbana y social. Barcelona: Ed. Manuel Marín, 1935. p. 139.

14. A.M.P. Conducción de aguas a Portugalete. Memoria (Sig. legajo n.º 99, n.º11) Año 1884-1890.

15. McNEILL, William H. Plagas y Pueblos. Ed. Siglo XXI, 1983. p. 263-281.

16. A.M.P. (Sig. legajo n.º 109) Años 1849-1918. Sesión de 6 de octubre de 1885.

17. A.M.B. (Sig. A. 143, expediente n.º D.1) Año 1889.

18. Reglamento para la Edificación y Reformas de Edificios comprendidos en la Jurisdicción de la Anteiglesia de Baracaldo. Baracaldo: Imprenta, Librería y Encuadernación de B. Guzmán, 1905.

19. REPARAZ, Valentín. 1903. Ayuntamientos y partidos judiciales de Vizcaya y pueblos que pertenecen a los mismos. Imp. y Enc. de José María de Vivancos y Cía. Bilbao. Repáraz publicaba una guía de los establecimientos comerciales de la provincia. La primera vez que hace referencia a un establecimiento de bañeras, inodoros y artículos sanitarios fue en 1903. Más concretamente, dos establecimientos en Bilbao. La capital vizcaína superaba para esas fechas los ochenta mil habitantes, sin contar Deusto y Begoña parcialmente anexionados. Esto nos estaría indicando que los sanitarios no eran productos muy demandados. No había establecimientos similares en el resto de localidades. A lo sumo se mencionan tiendas de loza fina y ordinaria, pero nada hace pensar que vendieran sanitarios completos.

20. A.M.S. Libro de actas de la Junta Municipal de Sanidad. (Sig. sin especificar.) Año 1883-1903.

21. Concretamente, por taladrar la cañería general, suministrar y colocar la pieza de toma y la tubería hasta la fachada de la casa, siempre que no excediera de 3 m., 28 pesetas, Cada metro de tubería colocada en el exterior o interior de la finca hasta la llave de paso, 4,50 pesetas. Cada llave de paso hasta 13 mm., 13 pesetas, cada registro para la colocación de las llaves con su tapa, 14 pesetas; para cerrar la comunicación de una toma con la cañería general, remplazando la pieza por un tapón de bronce con rosca, 14 pesetas Ver, A.M.S. (carpeta n.º 120, documento 25) Año 1896.

22. GILL, William. Apuntes sobre el modo de disponer de la excreta e inmundicias en el distrito minero de Triano. Bilbao: Imp. Provincial, 1886. p. 5.

23. A. M. T. Actas de varias reuniones de la Junta de sanidad (de los barrios altos), desde enero de 1887 a 1900. (Sig. sin especificar).

24. BURNET, M. Historia de las enfermedades infecciosas. Alianza Editorial, 1967. p. 175

25. Gaceta de Madrid. Año CCXVIII, n.º 170. 19 de junio de 1879.

26. A.M.T. (Sig legajo n.º 121, n.º 11) Año 1873.

27. A.M.T (Sig. legajo, n.º 121, n.º 38) Año 1887.

28. Boletín Oficial de la Provincia de Vizcaya números 223 y 224. 30 de marzo y 2 de abril de 1889.

29. Bases del proyecto de subvención de las compañías mineras para la traída de agua de Galdames a los barrios altos del Concejo de San Salvador del Valle. A.M.T. (Sig. sin especificar)

30. A.M.T. (Sig. carpeta n.º 265, legajo n.º 22) Años 1917-27.

31. A.M.E. (Sig. carpeta n.º 5, expediente n.º 7) Años 1890-1899.

32. A.M.T. (Sig. carpeta n.º 4, expediente n.º 27) Año 1891-1894.

33. A.M.T. (Sig. carpeta n. 17, expediente n.º 50). Sesión de 18 de noviembre de 1896.

34. A.M.E. (Sig. carpeta n.º 169, expediente n.º 7) Año 1906.

35. A.M.E. (Sig. carpeta n.º 219, expediente n.º 41) Año 1913.

36. A.M.E. (Sig. carpeta n.º 312, expediente n.º 21) Año 1922.
 

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