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Scripta Nova.
 Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 69 (68), 1 de agosto de 2000

INNOVACIÓN, DESARROLLO Y MEDIO LOCAL.
DIMENSIONES SOCIALES Y ESPACIALES DE LA INNOVACIÓN

Número extraordinario dedicado al II Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

CIUDAD DISPERSA, ALDEA VIRTUAL Y REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA.
REFLEXIÓN ACERCA DE SUS RELACIONES Y SIGNIFICADO SOCIAL

Carlos Ferrás Sexto
Dpto. Xeografía.
Universidade de Santiago de Compostela



Ciudad dispersa, aldea virtual y revolución tecnológica.  Reflexión acerca de sus relaciones y significado social (Resumen)

Esta contribución se fundamenta en el trabajo desarrollado por el autor en la Universidad de Keele (Inglaterra). En él se presenta una aproximación analítica a los conceptos de Ciudad Dispersa, Aldea Virtual y Revolución Informacional. Además llama la atención acerca de los particulares efectos que estos fenómenos tienen sobre las relaciones entre el mundo urbano y el
rural, y relexiona acerca de los problemas y oportunidades que todo ello conlleva para la planificaciónn de las ciudades y del territorio.

Palabras clave: Geografía Cultural/ ciudades/ imagen del territorio/ estudios comparados.



Dispersed city, virtual village and technological revolution.  Reflections on its relations and social concept (Abstract)

This contribution, fundamentally based on the working developed by The author in Keele University (England), present an approach to Dispersed City, Virtual Village and Informational Revolution concepts. It also draws the attention over the particular effects of this phenomenons in the urban-rural relationships, and think about problems and opportunities it´s offering, as a matter that must affect city and territorial planning profoundly.

Key words: Cultural Geography/ cities/ territorial imagen/ comparative studies.



En la presente comunicación se presenta parcialmente el trabajo de investigación bibliográfica y de reflexión comparada de casos que estoy llevando a cabo en Staffordshire, Inglaterra, bajo el asesoramiento del profesor John Naylon. Trabajo que me ha llevado a indagar en la literatura académica británica que trata el tema de las aldeas postproductivistas y de las ciudades postindustriales y sus respectivas imágenes culturales en la biblioteca central de la Keele University. Todo ello acompañado de trabajo de campo realizado en la ciudad de Newcastle Under Lyme y en las parroquias de Bartley y Keele que se localizan en los Midlands occidentales, Condado de Stafforshire. La pregunta que trataba de responder era la de cómo se podían estudiar desde la geografía las nuevas relaciones rural-urbanas de fin de siglo. Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación "la contraurbanización y las políticas de desarrollo rural-regional" subvencionado por la Dirección General de Enseñanza Superior e Investigación del Ministerio de Educación y Cultura (PB96-0953).

Hoy en día existe un debate en el seno de la comunidad de geógrafos internacional acerca del estudio de los nuevos espacios rurales y urbanos que se van modelando a medida que la sociedad de la información, la globalización y la III Revolución Tecnológica inciden sobre las sociedades humanas (Johnston, Gregory y Smith, 1998). Los geógrafos urbanos asumen la conformación de una ciudad abierta, que supera la compactación espacial de la época industrial para acometer una desconcentración sobre los espacios rurales circundantes. Estamos asistiendo a la explosión de la ciudad sobre la región, por la cual actividades económicas, población y vivienda se expanden y fluyen hacia las áreas rurales próximas a la ciudad. Por su parte los geógrafos rurales hablan cada vez con más convencimiento del postproductivismo agrario, que significa que se supera definitivamente la vinculación funcional cuasi determinante del campo y de las actividades agrarias.

La presente comunicación se centra en el examen crítico de los enfoques clásicos a la hora de estudiar lo rural y lo urbano de forma independiente obviando la importancia que la cultura tiene actualmente como factor desencadenante de los movimientos migratorios ciudad-campo o campo-ciudad. Los movimientos migratorios del campo a la ciudad ya no son motivados por la búsqueda del empleo industrial y de una mayor calidad de vida, pues las ciudades han dejado de ser alternativa al excedente demográfico rural y se desencadenan nítidos movimientos inversos de la ciudad al campo o de las grandes metrópolis hacia las pequeñas ciudades de provincia. Actualmente, en la literatura geográfica británica el campo y la ciudad cada vez son estudiados más como una construcción cultural (Cloque, 1997), una imagen creada en el alter ego social, lo cual a mi juicio, debe ser investigado por las implicaciones que tiene para el urbanismo y la ordenación del territorio. Considero que debemos superar el fetichismo numérico, es decir la cuantificación obsesiva del comportamiento del ser humano, y buscar la interpretación cualitativa de la condición cultural de los individuos y de las sociedades de las que forman parte. El significado e imágenes culturales del campo y de la ciudad son utilizados estratégicamente por las inmobiliarias en particular y por el capital en general para hacer grandes negocios. La mercadotecnia vende imágenes de estilos de vida ideales en armonía con los valores culturales de las personas.

La urbanización postindustrial

La urbanización postindustrial se puede definir genéricamente como un fenómeno de cambio social asociado a la difusión de la cultura urbana en el territorio. Frente a la urbanización industrial clásica que genera la concentración de población e industrias en grandes ciudades, los nuevos procesos de urbanización postindustrial generan movimientos centrífugos o desconcentradores desde las ciudades y regiones centrales hacia su periferia. Con estos flujos desconcentradores tiene lugar lo que se ha llamado urbanización del campo o urbanización difusa y la redistribución de actividades económicas y población en el espacio. Se encuentra asociada al cambio de sentido de los movimientos migratorios campo-ciudad que se transforman en ciudad-campo. Está vinculada al fenómeno conocido como declive urbano y renacimiento rural, que fue detectado en numerosos países occidentales a partir de los años sesenta; en los Estados Unidos (Berry, 1976; Fuguitt y Johansen, 1984) y en Europa (Fielding, 1982; Cloke, 1985; Champion, 1989). La urbanización postindustrial implica la transformación rural al incentivar la diversificación social y económica de aquellas comunidades rurales que reciben inmigrantes procedentes de la ciudad.

Este fenómeno de urbanización desconcentrada está íntimamente relacionado con el nuevo tipo de sociedad denominada Postindustrial y a la III Revolución Tecnológica; es decir al surgimiento de la era de las telecomunicaciones, computadoras y de la alta tecnología en general. Los avances técnicos traen consigo cambios radicales en las formas de asentamiento humano en el territorio; con ellos las economías de aglomeración pierden vitalidad debido a la mejora de las comunicaciones que reducen los costes de transporte. La universalización del automóvil particular, la mejora de las redes de comunicación o la nueva división internacional del trabajo contribuyen a corregir desequilibrios territoriales y permiten el desarrollo económico y social en áreas pobres y atrasadas (Burns, 1987). La Revolución Industrial trajo consigo los procesos de concentración de población e industrias y la urbanización y crecimiento de las ciudades. Según los teóricos de la sociedad postindustrial (Bell, 1974), también denominada de la información (Castells, 1989), la innovación tecnológica actual genera procesos contrarios de desconcentración y nuevas formas de urbanización.

El éxodo de los habitantes de los núcleos urbanos advierte de una nueva concepción de la ciudad; el abandono de las tendencias concentradoras demográficas y económicas llevan asociado una dispersión de las características propiamente urbanas en el campo, con lo cual se consigue la superación de la tradicional dicotomía social y espacial que distinguía lo urbano de lo rural (Clout, 1976). La dispersión de la ciudad es la principal característica definidora de la nueva urbanización presente actualmente en las sociedades occidentales (Bryant et al, 1982). Desde el punto de vista espacial, en el fenómeno de la urbanización desconcentrada se pueden distinguir dos procesos afines y diferentes a la vez (Cloke, 1985), pues en ambos casos conllevan flujos económicos y de población desde las áreas urbanas a las áreas rurales pero su naturaleza es distinta en función de la distancia que recorren. Por una parte, tenemos el proceso denominado de contraurbanización que contribuye al declive urbano a favor de un renacimiento de áreas rurales remotas, y por otra, el de la suburbanización en áreas rurales próximas a las ciudades; estos procesos se encuentran muy relacionados con las nuevas formas de urbanización dispersa. La contraurbanización y suburbanización previstas u ordenadas impulsan un nuevo equilibrio territorial entre el campo y la ciudad y entre las regiones más desarrolladas y menos desarrolladas (Ferrás, 1998).

Urbanización difusa, suburbanización y contraurbanización

El concepto de urbanización difusa es opuesto al de urbanización concentrada propio de la era industrial, del crecimiento espacial polarizado y de las economías de aglomeración. Representa el ensanchamiento de la urbanización tradicional que se difunde o expande en el territorio de forma laxa y no polarizada. Es el vehículo que promueve la urbanización del campo y permite "habitar la distancia", al desvincular el lugar de trabajo del lugar de residencia en relación directa a las mejoras y avances de las comunicaciones. En la difusión desconcentrada de la urbanización intervienen los procesos de suburbanización y de contraurbanización que tienen por denominador común el hecho de que su presencia implica movimientos desconcentradores de población en los asentamientos urbanos desde el centro hacia la periferia y, también, en su organización jerárquica desde los que tienen mayor número de habitantes hasta los de menos habitantes.

La suburbanización tradicionalmente ha sido el proceso de crecimiento o extensión superficial de las ciudades a través del cual se creaba un área suburbana (A.N. Clark, 1989); desde un punto de vista espacial las áreas suburbanas son adyacentes a los espacios de edificación continua propiamente urbanos, suelen ser espacios de transición entre las ciudades y las áreas rurales, donde entran en competencia las funciones urbanas con las rurales; suelen mostrar bajos niveles de densidad demográfica y un alto volumen de movimientos pendulares que se dirigen a las áreas propiamente urbanas debido a la vinculación funcional de sus poblaciones residentes; existe una correspondencia entre las áreas suburbanas y la denominada "Urban Fringe" que es la área de influencia directa de una ciudad (Bryant, Russwurmm, McLellan, 1982).

La teoría que reconstruye la evolución de las ciudades en el espacio propuesta por Hall (1983) y Van den Berg y Klaassen (1987), identifica la suburbanización con un estadio del proceso de desarrollo urbano, en el cual comienzan a despuntar movimientos demográficos desconcentradores desde las ciudades hacia su periferia, señalando las tendencias de la siguiente fase que denominan de desurbanización, en la cual la ciudad entra en declive progresivo al perder población. De esto se desprende que la suburbanización se identifica con el flujo de personas que abandonan los centros urbanos para instalarse en su periferia.

La bibliografía acerca de la suburbanización es abundante en el ámbito internacional. La suburbanización es un proceso surgido al amparo del desarrollo y extensión superficial de la ciudad industrial sobre su periferia rural inmediata, favorecido por el incremento de la capacidad de movilidad residencial y de los medios de transporte (Hervert, 1973; Clout, 1974). Ha sido estudiada en detalle la composición social de las personas que protagonizan los flujos migratorios suburbanos, detectándose una gran diversidad, ya que participan grupos sociales de diferente condición: desde familias medias acomodadas en busca de una mejor calidad de vida en el campo, hasta grupos étnicos marginales abocados a la infravivienda (Gober, 1989; Ferrás, 1996a). Es frecuente asociar la suburbanización con fenómenos de segregación social y de especulación urbanística, por lo que las áreas suburbanas han recibido tradicionalmente una atención especial en las políticas planificadoras de las ciudades (Flowerdew y Boyle, 1992); en ellos entran en competencia diferentes usos del suelo, urbano y rurales, y los agentes sociales pretenden rentabilizar al máximo sus intereses que resultan a veces contrapuestos. El concepto de área suburbana se utiliza frecuentemente en la planificación territorial y urbanística en el mundo anglosajón, de tal forma un suburb suele ser una unidad administrativa diferenciada de la ciudad central y localizada en su periferia; en los Estados Unidos poseen independencia fiscal y son objeto de políticas de planificación de los usos del suelo y de los servicios propios (A.N. Clark, 1989). En definitiva, la suburbanización es un proceso clásico en las ciudades a través del cual se producen movimientos de desconcentración demográfica hacia su periferia, en él intervienen personas de diferente condición social que son atraídas por motivaciones también muy distintas. A través de la suburbanización se crea un área suburbana en una antigua área rural generándose conflictos de competencia sobre los usos del suelo y segregación social.

Por su parte, la aparición del concepto de contraurbanización, al contrario que el de suburbanización, aún es reciente en la bibliografía académica internacional; sin embargo el proceso al que se refiera no es tan reciente pues los últimos estudios publicados en el mundo anglosajón sostienen que la contraurbanización ya era perceptible en el sistema de asentamientos inglés del siglo XIX (Pooley y Turnbull, 1996). Genéricamente podemos definir a la contraurbanización como el proceso de movimiento de personas y actividades económicas desde las áreas urbanas hacia las rurales (A.N. Clark, 1989; Ferrás, 1996a). Berry (1976) habló de la contraurbanización como un fenómeno que surgió en los años setenta en los Estados Unidos para dar nombre a un proceso contrario al de urbanización; es decir, frente al proceso clásico de urbanización que conllevaba movimientos centrípetos de población y flujos económicos hacia las principales ciudades y grandes áreas metropolitanas, comienza a despuntar un proceso de sentido contrario, de movimientos centrífugos desde las grandes ciudades hacia los pequeños asentamientos urbanos y rurales. La definición de contraurbanización de Berry se puede considerar determinista como transciende de su naturaleza positivista (Dean y Shaw, 1984). Sus razonamientos son un paso adelante desde teorías tradicionales como la del "lugar central" y del "rango-tamaño", basadas en una organización jerárquica de los asentamientos y la preeminencia demográfica y económica, tanto absoluta como de flujos, de los asentamientos mayores. Es decir, la contraurbanización viene a representar una inversión de los flujos demográficos y económicos que ahora se presentan en sentido descendente, desde los mayores a los menores, en los sistemas de asentamientos de los países más desarrollados (Berry, 1976; Fielding, 1982).

Los flujos de población urbana a las áreas rurales tiene una composición social variada; suelen ser jubilados que buscan lugares tranquilos y con un medio ambiente sano (Cross, 1990), emigrantes que regresan a sus orígenes tras trabajar en la ciudad (Perry et al, 1986), grupos sociales en busca de formas de vida diferentes relacionadas con las filosofías verdes, lo que se ha denominado como contraurbanización contracultural (Ferrás, 1998), e incluso profesionales liberales de la medicina, administración o educación que ejercen en las áreas rurales tanto en los servicios públicos como privados (Beale, 1984). La contraurbanización puede ser planeada o espontánea; las políticas territoriales pueden contribuir al desarrollo económico y al poblamiento de las áreas rurales y las personas individualmente o en familia pueden cambiar el lugar de residencia a su libre albedrío (Ferrás, 1995).

El concepto de contraurbanización resulta actualmente ambiguo y tiende a ser confuso, en gran parte debido a que la Revolución Tecnológica de la Información trae consigo la aparición de nuevos procesos para los que los científicos sociales necesitan definir nuevos conceptos, que mientras no alcanzan madurez científica para ser reconocidos en el ámbito internacional y ser contrastados empíricamente, contribuyen a una confusión conceptual general. No cabe duda de que en estas últimas décadas se produjeron fenómenos nuevos como la desindustrialización, el declive de la ciudad industrial, el deterioro del medio ambiente, el desarrollo tecnológico y la mejora de las comunicaciones, etc. La contraurbanización como señalaron Perry et al. (1986), se deberá entender como un foco de discusión donde se entremezclan factores demográficos, sociales y económicos, y como un concepto que, actualmente, no se puede definir con precisión universal.

La ciudad dispersa

La identificación del declive de las ciudades postindustriales y del renacimiento rural postproductivo fue puesto en evidencia en las sociedades desarrolladas del mundo occidental al finalizar la II Guerra Mundial, en un primer momento en los Estados Unidos (Berry, 1976) y posteriormente en Europa (Cloke, 1978; Hall, 1981; Fielding, 1982). Es un proceso de cambio que trajo consigo la superación de la Urbanización Industrial, caracterizada por la concentración demográfica y del empleo no agrario en las grandes aglomeraciones humanas, en favor de la urbanización postindustrial donde la desconcentración es dominante.

Durante siglos el éxodo rural fue promovido por el desarrollo económico de las áreas urbanas que ofrecían buenas posibilidades de empleo a los excedentes de mano de obra rural, generados por la progresiva e imparable tecnificación del trabajo del campo (Berry, 1976; Aydalot, 1987). Los movimientos migratorios campo-ciudad eran una tónica habitual en todas las sociedades del mundo occidental (Bender, 1984). Sobre la base de esta dinámica las ciudades experimentaban un fuerte crecimiento demográfico que espacialmente se traducía en el desarrollo de la edificación sobre su periferia inmediata, extendiéndose superficialmente a costa de los espacios abiertos. Sin embargo, la urbanización industrial ha dejado paso a otro tipo de urbanización postindustrial cada vez con mayor relevancia en las sociedades occidentales; el éxodo campo-ciudad se ha visto transformado en otro de signo contrario, siendo cada vez mayor el número de familias e individuos que abandonan la ciudad para fijar su residencia en espacios rurales tradicionales, atraídos por una imagen bucólica del campo y huyendo de los vicios y peligros urbanos (Hervert, 1973; Johansen et al, 1984); Y los habitantes de las áreas rurales ya no se ven obligados a abandonar su lugar de residencia para conseguir un empleo en los servicios o la industria al tener la posibilidad de realizar desplazamientos cada vez más rápidos y seguros (Beale, 1984; Kayser, 1990), e incluso pueden desarrollar una actividad no agraria en las proximidades de sus domicilios en relación con la industrialización rural (Ferrás, 1996b). El declive de las ciudades tradicionales de la sociedad industrial implica su despoblamiento en favor de un repoblamiento rural en relación directa con el cambio de sentido de los movimientos migratorios tradicionales campo-ciudad, que se transforman en ciudad-campo, y desde el punto de vista jerárquico desde los asentamientos mayores a los menores.

El éxodo de los habitantes de los núcleos urbanos trae consigo una nueva concepción de la ciudad; el abandono de las tendencias concentradoras demográficas y económicas lleva asociado una dispersión de las características propiamente urbanas en el campo, presentando una tendencia de superación de la tradicional dicotomía social y espacial que distinguía lo urbano de lo rural (Clout, 1976; Ferrás, 1995). La dispersión de la ciudad es la principal característica definidora del nuevo proceso de urbanización presente actualmente en las sociedades occidentales (Bryant et al, 1982). El declive urbano afecta a las ciudades en la medida en que estancan su crecimiento demográfico o incluso sufre recesiones debido a los movimientos de desconcentración de la población. Los procesos de contraurbanización y suburbanización contribuyen al declive urbano, en el primer caso a favor de un nuevo renacimiento de áreas rurales remotas y en el segundo a favor de áreas rurales próximas a las ciudades (Cloke, 1985; Ferrás, 1996b); ambos procesos se encuentran muy relacionados con las nuevas formas de urbanización dispersa odifusa.

Las ciencias sociales han tratado de explicar el declive de las ciudades industriales y el renacimiento rural postproductivo desde diversos enfoques o posicionamientos ideológicos que la mayoría de las veces resultan ser más complementarios que contradictorios. En las interpretaciones se mezclan factores económicos, sociales y culturales poniendo mayor énfasis en unos u otros en función del paradigma científico utilizado o de la ideología del autor. Los factores económicos pasan por la llegada de la sociedad postindustrial con el declive del empleo industrial y el fuerte crecimiento de los servicios (Bell, 1974; Castells, 1989), por la crisis de las industrias tradicionales de fabricación de automóviles, acero o textil ante la competencia de los nuevos países industrializados o en vías de industrialización como México, Brasil, Corea, Taiwan o Hong Kong (Hall, 1987) y la aparición de nuevas industrias de alta cualificación técnica como la aerospacial o la electrónica que se localizan lejos de las aglomeraciones urbanas (Castells y Hall, 1994); a los factores económicos se les unen los sociales y culturales que se manifiestan en el hecho de que cada vez es mayor el número de personas que prefieren vivir o instalarse fuera de las aglomeraciones urbanas atraídas por los nuevos empleos que se localizan en ellas (Johansen et al, 1984), un mejor medio ambiente con menos contaminación, mejor calidad de las viviendas a veces con menores costes, mayor seguridad ante el incremento del crimen urbano, etc. (Ferrás, 1996a).

La tendencia hacia la dispersión urbana, de la población, actividades económicas y edificación es un fenómeno conocido en diferentes países y regiones del mundo occidental desarrollado, a expensas de las singularidades y características propias de cada caso. Falta saber sus implicaciones en los países en vías de desarrollo y en el mundo subdesarrollado.

Los estudios realizados hasta el momento acerca de la ciudad dispersa directamente, o acerca de fenómenos asociados como la desconcentración urbana o el renacimiento rural han sido elaborados fundamentalmente a partir de estadísticas demográficas generales, y salvo excepciones, los autores realizan teorizaciones sobre datos demográficos (Ferrás, 1996 a). Se echan de menos estudios de detalle que puedan permitir un mayor conocimiento de las implicaciones e impactos que generan en las comunidades rurales y en el significado para la urbanización y las ciudades del futuro.

Los investigadores urbanos afirman que el declive urbano postindustrial, que se manifiesta en la pérdida de población de las grandes concentraciones humanas, es una fase de la evolución de las ciudades, aunque no existe acuerdo acerca de si ésta es irreversible o transitoria; y los investigadores rurales afirman que la urbanización del campo es un proceso que adquiere mayor relevancia con el paso del tiempo. La contraurbanización contribuye a la difusión de la urbanización en el territorio y en la sociedad, pues implica la difusión de los valores, hábitos, cultura, actividades económicas, etc. en el espacio. Con la contraurbanización se invierte la dirección de los tradicionales flujos migratorios campo-ciudad para convertirse en ciudad-campo, las áreas rurales dejan de despoblarse para comenzar a ganar población. Estos nuevos flujos migratorios se pueden considerar los principales agentes urbanizadores del campo.

Actualmente los investigadores sociales deben admitir la existencia de una degradación de lo urbano en el espacio, teniendo presente, al mismo tiempo, que la difusión de lo urbano es espacial y socialmente selectiva. El declive de las ciudades de tradición industrial se encuentra íntimamente relacionado con el concepto de ciudad desconcentrada (Hayes, 1976), que se opone al tradicional de ciudad compacta o agrupada bien delimitada en el espacio. La ciudad desconcentrada se caracteriza por la dispersión en el espacio de la población urbana, entendiendo por tal la que no se encuentra funcionalmente vinculada a las actividades propias de las áreas rurales, es decir, a la población que reside en las áreas rurales y que no se encuentran ocupadas en las actividades agrarias; es un concepto propio de la sociedad postindustrial y se puede considerar la forma dominante desarrollada en el sistema de asentamientos tras la II Guerra Mundial, forma que consiste en la diferenciación de dos partes, una concentrada y con construcción compacta y otra dispersa y abierta. Se puede percibir sin grandes esfuerzos que la nueva conceptualización de la ciudad se encontraría en íntima relación con la difusión de la urbanización del campo (Ferrás, 1995).

Debemos tener presente que han sido definidos dos modelos de expansión difusa de ciudad. Por una parte, el propio del mediterráneo tradicional por el cual la ciudad es la expresión física de un núcleo amurallado que a partir del siglo XIX se expande sobre el campo más próximo pero que continúa siendo rural; y por otra parte, el modelo anglosajón por el cual la ciudad y la sociedad urbana se expanden sobre el campo substituyendo su condición rural por la urbana (Monclús, 1998). La expansión de la ciudad sobre su región y por tanto la conformación de la ciudad dispersa guarda una estrecha relación con el modelo anglosajón. Los gustos por la vivienda unifamiliar frente al bloque de pisos y apartamentos es tradicional en la sociedad británica y debemos tener muy presente que la ciudad se desborda sobre el campo a partir de los flujos de familias que optan por un nuevo estilo de vida más armónico con la naturaleza en la periferia rural de la ciudad. El crecimiento y revitalización de las pequeñas localidades, pueblos, villas y aldeas, o de las ciudades medias, frente al estancamiento o recesión de la tradicional ciudad compacta, del núcleo central de las áreas metropolitanas, sugiere la necesidad de asumir definitivamente la planificación territorial de la ciudad dispersa postindustrial.

La ciudad dispersa trae consigo algunas contradicciones. Desde el punto de vista social genera grandes desigualdades polarizando territorialmente la separación entre ricos y pobres. ¿No son las familias acomodadas las que pueden acometer el proyecto de vivir en una casa unifamiliar en el campo y continuar vinculadas funcionalmente a la ciudad? Pensemos en las urbanizaciones privadas que tanto proliferan en las grandes ciudades españolas y británicas. También, la ciudad dispersa conlleva serios problemas de desjerarquización de los sistemas de asentamientos, la ineficiencia funcional y el impacto ambiental. Pensemos en la alta dependencia del automóvil, en los desplazamientos masivos diarios, en el despilfarro energético y de recursos para dotar de servicios a una población desconcentrada, o en la ocupación indiscriminada de grandes lotes de suelo rural. Sin duda, las nuevas formas de urbanización dispersa son un reto para la ordenación y planificación del territorio.

Las aldeas virtuales como hipérbole social

En la conformación de las nuevas ciudades dispersas tiene un papel fundamental la imagen virtual de los valores culturales relativos a lo urbano y a lo rural. La aldea virtual es una construcción social y cultural que existe en el imaginario popular de las sociedades urbanas occidentales. En Inglaterra la casa real a través del Príncipe de Gales ha desarrollado un proyecto de aldea ideal en Gales donde cada elemento, hasta el más pequeño detalle está pensado para el disfrute de una vida en el campo sin renunciar a las comodidades de la ciudad, por cierto, en dicha aldea vive un selecto grupo de millonarios que han accedido a la propiedad de una de sus casas. Este proyecto refleja el histórico y tradicional deseo de los británicos por vivir en el campo, lo cual ha sido interpretado como una consecuencia lógica del hecho de haber sido pioneros en la industrialización y urbanización allá por el siglo XVIII. En Stafforshire, en los Northwest Midlands (NW de Inglaterra), cualquier persona que viaje al campo podrá comprobar que existen hermosos, limpios y atractivos villages, caso de Keele o Betley, donde junto a los servicios básicos de pub, tienda, iglesia, colegio y oficina de correos, se agrupan un selecto grupo de familias de alto nivel cultural que conviven con los grandes terratenientes agrarios al tiempo que las granjas se dispersan por la parroquia. En los Estados Unidos Walt Disney ofrece nuevas formas de vida sana y tranquila en pequeños pueblos rurales que se construyen de nueva planta con el fin de hacer dinero. Se está mercantilizando el deseo de escapar de los peligros y vicios de las grandes metrópolis norteamericanas. Todo apunta que la imagen cultural que trasciende del deseo de "poseer una casa en el campo" obedece a intereses capitalistas y de mercado. En España, una reciente encuesta del Instituto Gallup, revela que un 35 por ciento de los españoles gustaría de residir en poblaciones de menos de 10.000 habitantes y un 55 por ciento en aquellas con menos de 50.000, y que tan sólo un 9 por ciento se encuentra a gusto en las metrópolis; como se puede comprobar estos datos son acordes con lo que acontece en otros países.

El deseo de las familias de vivir en una casa unifamiliar amplia en el campo, rodeada de amplios espacios verdes y en un medio ambiente tranquilo, pero bien comunicada por autopista con la ciudad, se ha convertido en un estereotipo internacional. Las empresas inmobiliarias han sabido rentabilizar una imagen positiva del campo y de las áreas rurales en su beneficio. Cualquier persona que tenga interés en comprar una casa encontrará fácilmente una oferta de viviendas unifamiliares en urbanizaciones privadas construidas en lugares privilegiados próximos a la ciudad, bien en pequeños pueblos rurales o en la corona suburbana. Es muy llamativo el hecho de que estas urbanizaciones reciban nombres que evocan la vida en el campo y en el medio rural. En Galicia son del tipo "El Bosque Animado", "Aldea Nova", "Monte Devesa", etc., y las promociones publicitarias inciden en los valores de la calidad de vida, el medio sano, la tranquilidad..., y todo ello sin renunciar a los servicios de la ciudad que se encuentra a unos minutos de viaje, por cierto minutos que siempre son muy engañosos. En Stafordshire el periódico local The Sentinel ofrece casas de lujo en las aldeas y pueblos rurales enfatizando la belleza del paisaje, la tranquilidad de las granjas-vivienda o la proximidad de los ríos trucheros.

Existe una imagen bucólica del campo entre las familias urbanas. Valores como la familia y la tranquilidad se asocian para idealizar un estilo de vida rural. Se están creando auténticas aldeas virtuales en la percepción de las familias acomodadas de origen urbano que buscan cumplir su deseo de huir de los ruidos, de la polución y de los peligros que podrían acechar a sus hijos. El medio rural postproductivista se convierte en una construcción cultural mercantilizada. Las empresas inmobiliarias y los medios de comunicación han creado artificialmente la aldea virtual, es decir la aldea en potencia o posible donde no existen problemas y la armonía y convivencia son perfectas para el desarrollo humano. También han contribuido a la creación de la imagen de la aldea virtual los medios de comunicación en general y determinadas campañas publicitarias que para vender determinados productos destacan la idealización de una deseada vida en el campo. La imagen idealizada de una familia de clase media alta con numerosos hijos que montados en su automóvil Volvo familiar, "él más seguro del mercado", visitan el campo idealizado donde los campesinos y pastores son felices lejos del ruido y de la suciedad de la ciudad, llega a repetirse constantemente hasta convertirse en una aspiración. La imagen de la aldea virtual se ha convertido en una hipérbole social, en una exageración y deformación de la realidad con el fin último de hacer negocios.

Hasta hace pocos años, con el pleno apogeo de la urbanización industrial española, el campo atrasado era un medio hostil para la vida cotidiana. El éxodo rural de gentes hacia las ciudades era como la realización de un deseo de mejorar. La ciudad era la esperanza de una mejor calidad de vida y de más ingresos económicos. El campo atrasado, tradicional, aburrido, de los años sesenta se ha transformado y cada vez más es percibido como un lugar idílico que se puede definir como virtual. Hemos pasado de campo atrasado a la aldea virtual y por ello asistimos al floreciente negocio de la urbanización del campo y a su aburguesamiento.

El estudio de los significados culturales de la ciudad y del campo

A grandes rasgos podemos afirmar que los estudios geográficos acerca de las relaciones entre la ciudad y el campo han evolucionado a partir de la II Guerra Mundial a medida que se han transformado las condiciones tecnológicas. Antes de 1950 primaba el regionalismo en el cual los estudios geográficos describían individualmente a la ciudad y al campo como partes integrantes de la región. Después de 1950 se desarrollaron los estudios de geografía aplicada,  por medio de los cuales se pretendía contribuir a la planificación del campo y la ciudad. Actualmente, las nuevas formas de teorización de las ciencias sociales vinculadas a la economía política, al postmodernismo y al postestructuralismo obligan a los geógrafos a buscar nuevas formas de análisis del campo y la ciudad. Ya no es suficiente el estudio morfológico o estructural del paisaje y de la tecnología y se impone la necesidad de estudiar la cultura social como elemento fundamental para comprender el comportamiento del ser humano y las relaciones que establece con el medio urbano y rural. El postmodernismo pone énfasisen la idea de la superación de la tiranía urbana asociada al racionalismo cartesiano y a la confianza ciega en el binomio razón-progreso, y nos presenta la ruralidad como una categoría discursiva socialmente construida, ambigua y ambivalente en una sociedad postrural.

La conformación de la ciudad dispersa tiene mucha relación con la creación mental de las aldeas virtuales y los cambios de valores que ha experimentado la sociedad postindustrial. Los estudios geográficos deberían, a mí juicio, prestar atención a la cultura como elemento de análisis espacial. Es necesario impulsar el análisis de los textos imaginarios que representan tan efectivamente al campo en la cultura popular. Los geógrafos debemos analizar documentos escritos, tales como novelas, periódicos o revistas, documentos visuales como fotografías, cuadros pictóricos, mapas, material de propaganda, postales, películas, programas de televisión o videos personales y promocionales, además de mensajes y sonidos procedentes de la radio o de la música popular. Todo ello contribuiría al entendimiento de lo que es el campo y la ciudad postindustrial, y como su imagen pulular organizada en redes culturales es utilizada para los negocios.
 

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