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Scripta Nova.
 Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 69 (77), 1 de agosto de 2000

INNOVACIÓN, DESARROLLO Y MEDIO LOCAL.
DIMENSIONES SOCIALES Y ESPACIALES DE LA INNOVACIÓN

Número extraordinario dedicado al II Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

PARTICIPAR PARA CONOCER. ARGUMENTOS PARA LA INNOVACIÓN
EN LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA CIUDAD

Josep Vicent Boira Maiques
Departament de Geografia
Universitat de València 



Participar para conocer.  Argumentos para la innovación en la participación ciudadana y la construcción de la ciudad (Resumen)

Ha sido habitual hasta la actualidad, hacer descansar toda la responsabilidad en los procesos de participación ciudadana en los habitantes. Pero la participación no es un derecho de los administrados, al menos solamente. Es un deber de los administradores. Más que poner el acento en reglamentos de descentralización y comités consultivos, sería más conveniente plantear la necesidad de incorporar un nuevo pensamiento en quienes toman decisiones (técnicos y políticos). Una nueva vía que haga entender que es muy importante la calidad de la información. En esta vía, las experiencias de la geografía (especialmente las orientaciones ligadas al espacio subjetivo o la geografía de la percepción que trata la imagen y la percepción del espacio como un producto social y cultural), pueden ayudar a hacer de la participación no sólo un estilo de gobierno, sino un instrumento técnico de primera magnitud a la hora de tomar decisiones. Al respecto, se repasan algunos casos concretos (Valencia, Gandia, Lérida) y se ofrece un decálogo para la discusión sobre la mejora de la participación ciudadana en la planificación urbana.

Palabras clave Participación ciudadana/ ciudad/ percepción del espacio/ información/ toma de decisiones/ métodos innovadores.

Participation for knowing.  Some innovation items in citicens participation and tne city construction (Abstract)

Has been usual to lean on the inhabitants the responsibility in citizen participation process. But participation is not only a right of the people; it is a duty of administrators. It is more important to highlight the need of incorporate a new way of thinking about this in politics and thecnicians conception of power and decision making. The quality of information is very important in this new way. The experiences of geography (specially the theoretical and practical guidance of the subjective space or the perception geography which studies the image and the urban perception like the result of social and cultural product), can help in this process: complete the citizens participation not only like a government style, but a very important thecnical instrument for the decision makers. On this matter, we review three experiences (Valencia, Gandia and Lérida) and we offer ten points for a discussion about how we can improve citizen participation in urban planification.

Key words Citizen participation/ city/ space perception/ information/ taking decisions/ innovative methods


La reflexión inicial de esta comunicación surge ante una pregunta clave, ya manifestada anteriormente (Boira, 1996) y planteada siempre desde la perspectiva de un geógrafo que analiza la ciudad: parece fuera de toda duda que la planificación urbana influye en la vida cotidiana de los habitantes de una urbe, pero ¿qué ocurre si planteamos la pregunta al revés?, esto es ¿hasta qué punto los ciudadanos, sus pensamientos, sus acciones y opiniones, sus sentimientos e ideas influyen en --no digamos ya condiciona--, la planificación del espacio urbano? Es evidente que esta influencia es, al menos, limitada. Como señala Villasante (1995:183), parece ser que "planificación y participación se llevan mal".

Este "llevarse mal" ha intentado ser resuelto por medio de numerosas reflexiones sobre la participación ciudadana en la ciudad, las últimas que conozcamos, las muy recientes de Pindado (2000) y Fracasso (2000), aunque ésta sea más de corte bibliográfico. Con todo, casi todas las publicaciones relacionadas con este tema se han centrado en una de las dos dimensiones de la participación ciudadana: el derecho a ejercerla. Y decimos dos dimensiones porque si la participación es un derecho de los ciudadanos, debería ser también un deber de los administradores. Casi todas las aportaciones sobre este tema se centran en la reivindicar la participación como un derecho a ejercer en un ámbito de mejora de la democracia local. La dimensión política --en el mejor sentido de la palabra--, es evidente: la participación se observa como una fórmula que compensa la insuficiencia del sistema democrático, como una respuesta al malestar de los ciudadanos ante la globalización, la complejidad y alejamiento de las esferas donde se toman las decisiones, como una forma de controlar la acción de gobierno o como una medida para preservar el interés general en los asuntos urbanos. Incluso se reivindica el derecho a la participación desde una perspectiva antisistema, entendiendo éste como la suma de mecanismos clásicos de participación en una democracia representativa.

Pese a ello, observamos una falta del mismo interés en desarrollar argumentos innovadores que hagan de la participación ciudadana un deber de la administración, de sus gestores y, más importante, de los técnicos que planifican la ciudad. Y no un deber implícito a la condición de un estado democrático. De hecho, no nos referimos a considerar la participación en la planificación de la ciudad como un deber intrínseco a la constitución democrática de un gobierno local --que también--, sino al deber de recurrir a la participación de los ciudadanos como un medio de mejorar el conocimiento, en este caso, de la realidad cotidiana de la ciudad.

Por tanto, pensamos que mucho mejor que poner el acento en la mejora de las estructuras de participación, de los reglamentos de descentralización, de los comités de consulta, de las normas de información y cogestión de los problemas urbanos, sería más conveniente plantear la necesidad --no queremos decir científica, pero sí ligada a la experiencia del trabajo en un área concreta de la geografía--, de incorporar un nuevo pensamiento, un nuevo talante en quienes toman las decisiones en la construcción de la ciudad, utilizando el bagaje teórico y práctico de diversas perspectivas científicas, como la geografía, con el fin de mejorar un elemento fundamental de todo proceso de toma de decisiones: la calidad de la información.

Es indudable que para llegar a un mismo --o semejante--, punto final se pueden dar diferentes vías. Expondremos aquí una de ellas, la que ha nacido de la reflexión de varios años trabajando en el campo del espacio subjetivo en Geografía. No es la única, ni siquiera la más consolidada. Camino paralelo llevan reflexiones desde la filosofía y la antropología, como la de Ramírez (1998), cuando contrapone "la perspectiva estructural o paradigma geométrico del urbanismo" con "el complejo de las actividades humanas de una sociedad local". De hecho, son más abundantes los trabajos referidos a nuevas formas de participación nacidos de la dimensión política o de la incapacidad del planeamiento para dar solución a los problemas reales de los ciudadanos e incluso desde el propio seno de la teoría urbanística. A este respecto, entendemos de gran interés las aportaciones de Healey (1992) y sus ideas sobre "planning as a communicative enterprise", basadas en rasgos completamente diferentes a la tradicional teoría del planeamiento, incapaz de captar la complejidad de la realidad al dejar al margen de sus bases analíticas, otras formas de conocimiento (Healey, 1992: 145):
 

New planning theory Traditional planning theory
* Post-rationalist

* Inter-communicative reasoned

* Many-dimensional 

* Thinking about and acting in the world

* Reason

* Scientific knowledge

* Burocracy 

* Neoclassical economy

Fuente: a partir del texto de Healey, P. (1992)

También desde la Geografía podemos aportar algunas consideraciones a este debate. De hecho, podemos pensar que la voluntad de mejorar la participación ciudadana en la toma de decisiones resulta de la convergencia de muchos esfuerzos, algunos de los cuales ejemplificamos en el siguiente esquema.
 
 





Debido al necesario limitado espacio, nos centraremos en uno de los cuadros de este organigrama: el que hace referencia a las posibles aportaciones al debate por parte de la geografía, aunque con algunos comentarios sobre otros puntos. Volvemos a insistir: nuestro punto de vista es que la participación no es sólo un derecho. Debería ser un deber sin el cual, las decisiones que afectan a la ciudad generarán conflictos urbanos, pues el técnico y el político tomarán sus decisiones con información parcial e incompleta.

Una perspectiva clásica en el tema de la participación

No es este el lugar de hacer un repaso del proceso de construcción de las estructuras de participación ciudadana en la vida local, ni tampoco de sus órganos generalmente aceptados en nuestros municipios. El libro de Pindado (2000) nos excusa, en parte, de ello. Hoy en día, no existe mediana o gran ciudad que no cuente con un concejal dedicado a este menester, incluso con este único título escrito en su tarjeta oficial. La pregunta que nos podemos hacer es si este hecho ha mejorado suficientemente el proceso de participación en el campo concreto de la planificación y de la construcción de la ciudad, si las oficinas técnicas cuentan con una mejor información para la ordenación urbana. Permítaseme expresar la opinión de que no ha sido así. Pese al desarrollo teórico de una "cultura organizativa orientada en función de la demanda ciudadana" (Carta de Barcelona, 1991), pese a las jornadas técnicas (en Valencia, se celebraron en un ya lejano 1984 y 1985 el primer y segundo encuentro sobre descentralización y participación), pese a las magníficas ideas expresadas por quienes se han dedicado a este tema (véase, por ejemplo, el texto de Jordi Borja de 1987), el hecho es que en el campo concreto del urbanismo y de la planificación y construcción de la ciudad, las innovaciones reales han sido muy limitadas y mucho más en España. El proceso de toma de decisiones sigue siendo demasiado rígido y las leyes reservan la participación a los plazos oficiales de alegación una vez publicados en los boletines o diarios correspondientes.

Y, a mi juicio, la razón de este escaso avance generado en comparación a la literatura escrita es que ni técnicos, ni gestores políticos, reconocen la necesidad y la utilidad de contar con las opiniones, percepciones, sentimientos e ideas de los ciudadanos, entendidos --y este es un punto de diferenciación con las opciones "colectivistas" o "asociacionistas" más clásicas en el tema de la participación--, como individuos que viven la ciudad de una forma particular, aunque también social. La participación, a nuestro entender, no sólo es útil para profundizar en la democratización de la vida municipal, sino que debería resultar un trámite de obligatorio cumplimiento --como lo es el estudio de impacto ambiental para determinados proyectos urbanísticos--, porque facilita a los técnicos una gran cantidad de información --de alta calidad, por cierto--, sobre el espacio a ordenar, a planificar, a construir o reconstruir.

Por ejemplificar esta visión, podemos decir que observamos la participación no tanto como "el encuentro entre instituciones representativas, partidos y administración, por una parte, y los movimientos y organizaciones sociales, que existen autónomamente de los partidos políticos y de los mecanismos participativos" (Borja, 1987:126) --argumento que ha permitido dibujar grandes coartadas de participación a muchos gobernantes--, sino como un medio de proporcionar información útil al técnico en el campo concreto de la construcción y planificación del espacio, urbano y rural. Exagerando la nota un poco, la participación no sería sólo un "método de gobierno", ni un "estilo" --como dice el alcalde Clos (1998: 15)--, sino un instrumento técnico de primera magnitud. Permítaseme decir que el esfuerzo es más grande en este sentido que en el anterior. Y ello debido a una razón: el técnico es mucho más impermeable a la necesidad de la participación ciudadana, debido entre otras cosas a que sufre con menor fuerza la presión organizada de movimientos sociales organizados o de partidos políticos opositores, además de por una formación académica y profesional en la que reflexiones como éstas difícilmente se dan.

La aportación de la Geografía al tema de la participación ciudadana

No es el momento de debatir la historia de la geografía de la percepción, sus orígenes y sus características, ni tampoco de revisar sus resultados prácticos. Sin embargo, permítesenos presentar algunas de sus características más relevantes para la discusión que estamos teniendo.

Una parte de la ciencia geográfica --en relación con otras parcelas del saber como la psicología, la sociología, la antropología, la arquitectura o el propio urbanismo--, viene ofreciendo desde hace años, una idea difícil de refutar: la existencia de un espacio subjetivo que de alguna forma --no es este el momento de discutir de qué manera--, se superpone, se complementa o simplemente modifica y transforma el espacio objetivo conformado por la cartografía oficial, los datos estadísticos o los análisis cuantitativos de los gabinetes técnicos municipales.

Una bien conocida perspectiva clásica de la geografía de la percepción (esgrimida, entre otros, por Pocock y Hudson, 1978), viene bien para, en tres palabras, presentar sus líneas trabajo: el análisis de la dimensión estructural del entorno, del espacio (análisis de los elementos que ordenan y estructuran el espacio subjetivo, el "mapa mental" de las personas), la dimensión valorativa o evaluativa (evaluación del espacio y de sus componentes a través de la percepción individual de los habitantes) y la dimensión preferencial o afectiva (elección de zonas o de características propias de una zona por parte de los ciudadanos). Sobre este esquema se han desarrollado algunas investigaciones. Como ejemplo, aunque sea una ya antigua referencia y necesitada de mejoras a diez años vista, la propia nuestra, relacionada con la ciudad de Valencia (Boira, 1992). A aquellas tres líneas, debería añadirse otra más reciente, ligada a posiciones más comportamentales y cognitivas --por tanto, más dedicadas a esclarecer el comportamiento de los individuos en el espacio y el mecanismo de cognición, esto es, de reconstrucción del espacio exterior en la mente de las personas--, como la representada en España por el doctor Constancio de Castro.

En realidad, con la perspectiva del tiempo pasado, el trabajo realizado en el estudio del espacio subjetivo en Geografía ha ido derivando desde posiciones ligadas a la imagen de la ciudad y a la percepción como producto psicológico a la consideración de la imagen y de la percepción del espacio como producto social y cultural. A mi juicio, nos debe interesar la percepción y la imagen espacial más como una manifestación de "lo social" --en sentido amplio--, y menos como una actividad estrictamente psicológica. No es una idea nueva: Gold (1992), ante una cierta sensación de crisis de la Geografía de la Percepción y del Comportamiento, apostaba por realinear las perspectivas cognitivas con aquellas de los geógrafos humanistas y culturales. Nosotros añadiríamos que también con las perspectivas sociales y radicales de la Geografía. La otra opción que le queda a la Geografía de la Percepción y del Comportamiento, señalada también por el mismo Gold, esto es, la multiplicación y profundización de contactos con la psicología cognitiva hasta casi disolver los límites de una y otra disciplina, puede conducir a ser un grupo altamente especializado, pero pequeño y crecientemente periférico dentro de los estudios urbanos. Algunas de las consideraciones de este debate ya han sido, al menos, apuntadas en las páginas electrónicas de Geocrítica, a consecuencia de la reseña de una obra reciente de Constancio de Castro (1997).

Modifiquemos pues nuestra perspectiva. Contactemos con otros geógrafos, arquitectos, ingenieros, sociólogos y urbanistas que trabajen el campo de lo social, de la realidad más inmediata, de las estructuras políticas y sociales, del contexto, que interpreten la realidad espacial en términos de discurso, con aquellos que comprenden e interpretan su entorno, con aquellos que tienen en cuenta las diferencias culturales. Recuperemos aquel ímpetu inicial de la Geografía de la Percepción y del Comportamiento y preguntemos nuevamente a la gente cómo quiere su espacio de vida --su barrio, su ciudad, su mundo--, cómo quiere mejorarlo y animémosla a participar en esa mejora junto a los técnicos, especialistas y planificadores de la realidad. Todo este bagaje teórico y práctico tiene una utilidad evidente en el campo de la participación ciudadana.

Ejemplos en el proceso de participación

No podemos repasar aquí todos los métodos que, desde la geografía o el urbanismo, se han centrado en buscar una mejora de la participación ciudadana en los procesos de planificación urbana. Sin embargo, podemos destacar algunas aportaciones de relativo interés, más por el camino que abren que por los resultados obtenidos, pendientes todavía de mayor experimentación.

Desde la geografía de la percepción más clásica, podemos destacar un análisis reciente realizado en Gandia (Boira, 1998), una ciudad valenciana de unos 60.000 habitantes. Una serie de obras, de infraestructuras y de modificaciones en su estructura urbana aconsejaron reordenar algunos elementos de la misma (tráfico, zonas verdes, instalaciones y edificios públicos, dotaciones, servicios...) e incluso mejorar la división administrativa interna de la ciudad en barrios operativos. De acuerdo con estas ideas, el ayuntamiento se interesó por conocer otra dimensión de la realidad urbana, la dimensión subjetiva o, en otras palabras, la percepción de sus habitantes. Para ello, se pensó en una investigación cuyos objetivos fueron: Estudiar la estructura interna de la ciudad desde el punto de vista del espacio subjetivo, analizar las características ambientales y urbanísticas de los barrios percibidos y de toda la ciudad (problemas detectados, conceptos asociados a los diferentes espacios, preferencias residenciales), analizar la movilidad de los ciudadanos y el posible impacto de las transformaciones urbanas previstas. En este caso, se utilizaron las encuestas a un amplio espectro de la población (más de 2.100 personas), combinadas con materiales gráficos. El resultado permitió ofrecer a los gestores y técnicos un amplio conjunto de datos ligados a tres argumentos fundamentales: en primer lugar, la percepción de calidad de vida, problemas urbanos en la ciudad y en los barrios, actuación municipal y valoración de determinados ítems en distintas zonas de la ciudad. En segundo lugar, la delimitación por parte de los ciudadanos de sus propios espacios de vida, de sus barrios. Y en tercer lugar, un análisis de movilidad.

Otro ejemplo menos clásico y más innovador, fue el desarrollado en Lleida en el ámbito de la Setmana d'Estudis Urbans del año 1995. Se trataba del así llamado Gulliver's map. Desarrollado en esta ciudad por el arquitecto japonés Junzo Okada, era un juego en que se animaba a participar a los ciudadanos. Sobre una reproducción de varios metros cuadrados del plano del barrio a estudiar --en concreto, Pardinyes--, situado en una gran carpa en la plaza central de la zona, los vecinos podían pasear libremente sobre el gran plano, descalzos, cómodamente y con rotuladores servidos por la organización (había diferentes colores en relación con la edad del vecino en cuestión), anotando sobre él todas aquellas ideas, sugerencias, mensajes, quejas o mejoras que se les ocurrieran. El resultado final fue la superposición real, física, del espacio del arquitecto (el plano en sí) y del espacio cotidiano de la gente (materializado en los dibujos, frases y anotaciones realizadas por los vecinos). Como en la historia de Gulliver, los ciudadanos pudieron ver su barrio a una escala poco habitual, pasear sobre él, detenerse en casa de sus amigos, en la suya propia, sugerir mejoras --como así se hizo--, en calles peligrosas, en esquinas conflictivas, en pasos de cebra no señalizados, pero también dedicar poemas al teatro que ya desapareció pero que se conserva en la memoria, intercambiar mensajes con otros vecinos, recordar sus calles más entrañables, los lugares de reunión de los jóvenes y de los ancianos, etcétera. Un técnico sensible a este tipo de experiencia obtendría información desconocida e interesantísima sobre los lazos que unen al individuo con el espacio frío y abstracto de los despachos oficiales, comprendería que las calles y plazas son espacios vividos y que las intervenciones urbanísticas no se realizan sobre la nada, sino sobre un complicado esquema de relaciones personales, sociales y ciudadanas. Podría integrar toda esta realidad en sus proyectos urbanísticos.

Podríamos citar algunos ejemplos más, pero baste hablar del trabajo de Tonucci con los niños y la ciudad (Tonucci, 1997), las experiencias de diseño comunitario (Mehrhoff, 1999), los análisis de la imagen de la ciudad desde un punto de vista del paisaje urbano deseado, profundizando en los principios de Kevin Lynch (Nasar, 1998) o de las experiencias a través de Internet de participación en procesos virtuales de planificación, muy activos en Inglaterra, en concreto en la ciudad de Leeds. En todos ellos, subyacen ideas compartidas con los estudios que profundizan en la multidimensionalidad del espacio, en los muchos significados del entorno urbano.

Un decálogo para una discusión sobre innovaciones en la participación ciudadana en la ciudad

Para terminar, permítasenos resumir algunas ideas todavía provisionales sobre este asunto:

1. Convencimiento personal, no reglamentos. Desde la perspectiva del técnico en urbanismo y planificación, debería superarse la fase de "informar a los ciudadanos", para entrar en otra que fuera "informarse de los ciudadanos". Creemos que si no se produce un convencimiento de políticos, gestores y técnicos de la necesidad de introducir la dimensión personal en la planificación de la ciudad, las leyes y reglamentos de participación serán poco útiles. Se debe renovar la concepción del papel que juegan los individuos en su entorno urbano, pero no por decreto, sino por convencimiento.

2. Convencimiento incluso por egoísmo. El técnico debería reconocer que contar con los ciudadanos para los procesos de planificación urbana no sólo es recomendable políticamente, sino útil, al proporcionar gran cantidad de información nueva, no publicada en censos, ni estadísticas, ni derivada de análisis cartográficos, históricos o económicos. De hecho, algunos métodos innovadores (planos en dos dimensiones a gran escala, maquetas, representaciones virtuales en tres dimensiones...) no sólo ofrecen cantidades grandes de información, sino que ésta es cualitativamente nueva, al tratar de aspectos poco usuales como la percepción, la significación, la identidad y la definición y valoración del entorno de vida más próximo y de la ciudad en general.

3. Participación individual. El ciudadano tiene el derecho a que se le consulte a él como persona, sin formar parte de ninguna asociación o colectivo vecinal. Las asociaciones de vecinos, entidades que suelen canalizar la participación ciudadana, deberían dejar espacios de libertad, dejar huecos a la participación individual, no monopolizando las formas de debate, eliminando "intermediarios", en acertada expresión de Vallès (1998: 81). De hecho, los métodos y la perspectiva que defendemos es un complemento a los cauces legales de participación asociativa. Habría que replantearse --aunque éste sea otro debate--, si estas asociaciones de vecinos son la única voz de los ciudadanos en esta sociedad moderna disgregada y compleja. Pese a su indudable buena voluntad, hoy cuentan con una baja afiliación y proliferan plataformas alternativas --asociaciones temporales de ciudadanos dedicadas a combatir actuaciones puntuales en la ciudad, un derribo, un desalojo, un plan de reforma, una rehabilitación polémica-- que pueden o no trabajar de forma coordinada con las asociaciones de vecinos tradicionales.

4. Actitud activa municipal. A diferencia de > 


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sigue: "la participación se basa en una ciudadanía activa" (Borja, 1987: 142), pensamos que la nueva participación se debería basar en una administración técnica y políticamente activa. Por ello, estamos más de acuerdo en con otra frase del mismo Borja (1990: 665): "Hay que ir a buscar a la gente donde esté". Pensando a contracorriente de muchas formulaciones recientes, apostamos por canales de participación "top-down", es decir, de oficio, desde arriba, puesto que las presiones "bottom-up", desde la base, requieren una movilización de los individuos que no siempre se produce, con lo cual, si se deja a éstos la iniciativa, puede suceder que nunca se produzca, que sea espasmódica --ligada a una intervención urbana especialmente desafortunada o polémica-- o que se estructure en torno a grupos de presión legítimos pero parciales.

5. Métodos innovadores. Parece evidente que los procedimientos para mejorar la participación ciudadana en la construcción de la ciudad deben olvidarse del ciudadano ilustrado (capaz y bien informado), virtuoso (esforzado en mejorar el estado de la cosa pública) y ocioso (con tiempo libre disponible para los asuntos colectivos) (Vallès,1998:75). No pueden pedirse dedicaciones extraordinarias de tiempo y atención, ni tampoco la participación ha de ser una carga que sumar a otras que soportan los individuos. Los métodos deben ser innovadores, ágiles y atractivos. Un factor nuevo anima a utilizarlos: hoy en día, el ciudadanos está más capacitado para enfrentarse a mapas, fotografías, manejo de ordenadores, consultas por Internet, realidad virtual, etcétera, lo que permite abrir nuevos campos de investigación en los procedimientos de participación, complementando la encuesta o el período de alegaciones.

7. Vía interesante y peligrosa. Si un técnico o un gestor político abre la vía de la participación real y efectiva, con nuevos métodos y una perspectiva novedosa también en la información que va a recoger de ellos, abre también una vía difícil de cerrar sin ofrecer resultados efectivos. No puede deslumbrarse al ciudadano con procedimientos innovadores y atractivos para después olvidarse de los resultados. Una vez los ciudadanos se siente partícipes de un proceso de toma de decisiones, es inevitable la necesidad de rendir cuentas de ese proceso.

8. Participación sí, abdicación de responsabilidades no. Las posiciones esgrimidas en esta comunicación apelan a hacer de la participación ciudadana en la planificación urbana un medio y no un fin en sí misma. Más claramente: no se trata de hacer siempre lo que los ciudadanos manifiesten a través de los canales de participación. No debemos caer en el relativismo de las ideas, en el "todo vale". Hacerlo sería abdicar de las responsabilidades técnicas y también políticas por parte de los responsables de la ciudad. No debemos sustituir un racionalismo científico férreo en el planeamiento por un idealismo basado exclusivamente en principios morales o estéticos (Healey, 1992: 147).

9. El planeamiento como una empresa comunicadora, por usar la expresión de Healey (1992: 144). En este sentido, no podemos estar de acuerdo en que la participación se debe utilizar para "interferir en la autonomía técnico-científica de los planificadores" (Fracasso, 2000), aunque sí para corregir y matizar esta visión técnica absoluta. Como también discrepamos de la idea de Ramírez (1998) --y tal vez sea la única disconformidad con su recomendable artículo--, cuando reduce el debate a una elección entre despostimo o democracia, entre conocimiento profesional o experiencia de la vida. Por así decirlo, debemos ser capaces de construir una "tercera vía", en la que la participación no se reduzca a una simple consulta a la población, sino que se produzca un intercambio de visiones, de valoraciones, de percepciones y de imágenes entre la sociedad y los técnicos y gestores. La experiencia de la geografía de la percepción trabajando en el campo del espacio absoluto (el derivado de las coordenadas geográficas) y el relativo (el propio de los seres humanos) y de la conjunción de ambos nos impulsa a pensar que también en la planificación de la realidad urbana hacen falta ambas visiones: la ciudadana y la técnica. La complejidad de los problemas urbanos requiere generosidad y humildad tanto por parte de la autoridad técnica y política, como por parte de los colectivos vecinales y los defensores del diseño comunitario más radical. En este caso, estamos seguros que el método es la teoría, es decir, si se abren canales de participación se entrará necesariamente en una fase nueva en la planificación de la ciudad de consecuencias positivas.

10. Antes que lo general, lo particular. La innovación en la participación ciudadana debe venir, no por grandes campañas generales al estilo de "la ciudad que queremos", "opine sobre el plan general" o el teléfono municipal de atención al público, sino de proyectos concretos, de barrio, locales. Pensemos más en un ciudadano interesado por las cosas próximas a su entorno concreto de vida, a sus problemas y a sus intereses. La escala de un Plan General es demasiado grande para una participación ciudadana efectiva, pese a algunas experiencias positivas, pero que pueden calificarse más bien como políticas que como técnicas. Por ello, se debería apostar por micro-intervenciones (cercanas al ámbito del barrio), con procesos paralelos de participación eficazmente organizados por la administración, puesto que es en esa escala donde la gente sabe más y más se interesa.

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