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Scripta Nova.
 Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 94 (107), 1 de agosto de 2001

MIGRACIÓN Y CAMBIO SOCIAL

Número extraordinario dedicado al III Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

LA EMIGRACIÓN EN LA LITERATURA MURCIANA

Pedro Felipe Sánchez Granados
I.E.S. "J.Ibáñez Martín". Lorca (Murcia)
E-mail: fsag0014@acacia.pntic.mec.es


La emigración en la literatura murciana (Resumen)

La Literatura es una de las artes que más se avienen a ser testimonio directo de la historia interior o exterior del ser humano. Desde sus orígenes, la escritura creativa ha ido dando cuenta de lo que el hombre siente, de su permanente controversia con el mundo en que vive, y también de su peripecia vital en relación con sus semejantes.

La Literatura murciana ha cumplido este designio, y en sus obras podemos encontrar la aventura dramática del hombre obligado a desplazarse fuera del ámbito vital originario.

Si elegimos como referencia el siglo XX, nos encontramos el testimonio de los arrastrados por la crisis de finales del XIX, y obligados, como el poeta Vicente Medina, a buscar el sustento en Argentina, o en Brasil, Francia y Barcelona, como los personajes de El otro lado del mundo, de Berta Serra. Otras migraciones como la causada por la guerra civil o por la búsqueda del bienestar económico en otras tierras quedan reflejadas en obras como Cancionero morisco, de Andrés Salom, los poemas de Julián Andúgar y Francisco Sánchez Bautista, así como en la novelística de José María Castillo-Navarro y José Luis Castillo-Puche.

La llegada, en fin, de una última oleada de inmigrantes, que invierte los términos anteriores, procedentes de los países del Magreb, pero igualmente del área subsahariana, y más recientemente de países del Este de Europa y de Centroamérica, también queda reflejada en la obra de autores como José Luis Martínez Valero y Lola López Mondéjar. Tipos especiales de emigración, como la motivada por causas de carácter político, la presencia de un tipo de emigrantes regresados de América, los denominados indianos, en los lugares más diversos de la geografía, y la experiencia relatada en los libros de memorias constituyen otras formas interesantes de abordar el fenómeno de la emigración desde la literatura de un pequeño territorio como la Región de Murcia.

Palabras clave: Murcia/ literatura de Murcia/ emigración/ inmigración


Migration in murcian Literature (Summary)

Literature is one of the arts which testify most directly the outside and inner history of human being. From its origins, creative writing has been giving an account of what man feels, of his permanent controversy with the world in which he lives, and also his eventful living when it comes to dealing with other fellow men.

The literary work of some writers from Murcia fulfils this purpose with stories which depict the dramatic adventure of men being obliged to go to out of his native country.

If we take the twentieth century as our point of reference, we’ll find testimonies of those peoples that were drove by the nineteenth century crisis; that’s the case of poets like Vicente Medina, who had to leave for Argentina, looking for his means of support. Brazil, France or Barcelona were other destinies for the characters of "El otro lado del mundo", (The other side of the world), one of the titles of Berta Serra’s literary work. Other migrations, as the one caused by the Spanish Civil War, or those ones which involved men in the search for a comfortable life in other land, are reflected in the "Cancionero Morisco", (The Moorish Song Book), wrote by Andrés Salom, the poetry of Julián Andúgar and Francisco Sánchez Bautista, as well as in the novel of José María Castillo-Navarro and José Luis Castillo-Puche.

A fact which reverses the previous terms is the arrival of a latest wage of immigrants coming from the Maghreb countries, but likewise, from the sub-Saharan area and, more recently, from Eastern Europe and Central America. This event is also documented in the novel of Jose Luis Martínez Valero and Lola López Mondéjar.

Special types of emigration like the one motivated by political reasons, or the presence of a kind of emigrants, the so-called Indianos, (Spaniards who returned to their country having made its fortune in Latin America), settled all over Spanish geography; also the experience recounted in memoirs, and many other works are other interesting ways of tackling this phenomenon of immigration in a small territory as the one that makes up the Autonomous Community of Murcia.

Key words: Murcia, Literature of Murcia, immigration, emigration.


Entre las regiones del territorio nacional español, Murcia es una de las que hasta fechas muy recientes ha aportado una cuota destacada de sus habitantes a la variada tipología de los movimientos migratorios. Su apartamiento secular de los planes de modernización estatales (no existe línea férrea con Andalucía; la autovía con la capital, Madrid, en estos momentos aún no está finalizada; la que conecta, al Sur, con la vecina provincia de Almería y con el resto de Andalucía es de reciente construcción; no se ha puesto en práctica, hasta el momento, un plan de lucha contra la sequía...), su lejanía de los centros de decisión política (Madrid se halla a 520 km) o de desarrollo económico (Barcelona dista 600 km, Bilbao 800) han incidido negativamente, hasta hace bien poco tiempo, en su avance económico. Por otro lado, las condiciones de la orografía, que impide la entrada de masas de nubes e incide en una especial aridez y en que la sequía sea el estado natural de esta tierra, unidas a lo anterior, han determinado que en su intrahistoria -y me acojo al concepto unamuniano para hacer esta afirmación- esté contenida la variada gama de los fenómenos de la emigración.

Sólo a partir de los últimos años, y como reverso de la moneda, las especiales buenas condiciones socioeconómicas que inciden en el ámbito de producción de la moderna agricultura intensiva, unidas a fenómenos globales como la agilización a escala universal de las redes de transporte, han conducido a que se invierta la tendencia y la antigua región exportadora de mano de obra emigrante se haya convertido en tierra de acogida de grandes masas de trabajadores.

Y si un hecho de la naturaleza de las migraciones ha de ser estudiado a la luz de las aportaciones científicas suministradas por la sociología, la historia y la economía, no es menos cierto que una parte de los testimonios de esa realidad viven alojados en las páginas de la literatura, que puede convertirse en documento y fuente de información digna de ser tenida en cuenta para la elaboración de determinados estudios científicos.

El arte literario, una manifestación de la creatividad, pasa así a disfrutar de la consideración añadida de ser acta notarial de las particularidades de una época.

Nadie pone en duda el especial carácter de referente que tienen las páginas literarias, en especial las del género narrativo -recordemos a Benito Pérez Galdós y su magna empresa de novelar el siglo XIX en sus Episodios Nacionales, o a Clarín, notario eficaz de los entresijos de una Vetusta-Oviedo provinciana-, convertidas frecuentemente en espejo de las costumbres de una época, en documento de formas de sentir y de actuar, de los deseos e inquietudes de unos hombres situados en el aquí y ahora de su tiempo. Desde este punto de vista cabe una comunicación como la presente -La emigración en la literatura murciana- en un encuentro en el que se debaten las implicaciones globales de fenómeno migratorio.
 

Los albores del siglo XX

El microcosmos que constituye el territorio murciano ha sufrido idénticos avatares históricos que los que han convulsionado al resto del país, lo que ha tenido el correspondiente reflejo en las páginas de su literatura. Y como sería imposible el exhaustivo recuento de las obras, situaciones y personajes en los que se ha visto reflejada la emigración, he seleccionado una serie de autores y obras concretas en las que aparece una cualquiera de las múltiples facetas de este fenómeno. En todo caso, no se trata de una aportación de datos científicos –la Literatura no es una ciencia sino un arte- sino del reflejo de un paisaje humano que puede servir de elemento ancilar para ciencias como la Sociología, la Economía y la Historia, tan determinantes en el estudio del hecho migratorio.

El primer escritor al que cabe referirse es Vicente Medina, una de las figuras claves de lo que ha dado en llamarse la literatura regional murciana, autor que se expresa en el subdialecto de la tierra, una variante del castellano. Medina es fundamentalmente un poeta, y en algunos de sus versos, escritos desde la República Argentina, en 1909, transmite la nostalgia de una tierra que ha abandonado empujado por el hambre, pero también por la existencia en ella de la explotación más dura, del atroz caciquismo agrario, de los trabajos humillantes y la desigualdad social; una dureza, en fin, que la convierte en madrastra para sus hijos (como dijera Antonio Machado de Castilla para los suyos).

La literatura de Medina es un documento precioso que recoge en su angustia y su desesperanza la situación de un territorio que, entre finales del XIX y principios del siglo XX, se vio asolado por la pobreza y el subdesarrollo.

En uno de sus poemas, La canción triste, habla de un "hombre extraño" procedente de lejanas tierras, "de barba blanca y ojos azules y voz dulce". Es un inmigrante que llega no se sabe de dónde, quizá "de donde sale el sol", que habla un idioma que nadie entiende pero llenas sus palabras de amargura y de tristeza, que emocionan a todos. No es extraño que alguien como Vicente Medina, emigrante en América, sienta solidaridad por otro ser humano en su misma situación.

Una de las variedades de la emigración, que es la salida obligada por la guerra, la llamada perentoria a participar en lejanas batallas, de las que frecuentemente no se volvía –recordemos el tiempo en el que España tuvo colonias, y guerras en ellas- se convierte en tema de este poeta en composiciones como Los níos solos y Cansera (1) (quizá, este último, su poema más célebre). Concretamente, está aludiendo a la Guerra de las Filipinas, que dejó semideshabitadas las tierras de la huerta de Murcia en las postrimerías del XIX. En este poema se habla de los senderos de la huerta en los que ya no se oyen los mozos porque han sido reclutados y, posiblemente, ya no regresarán. Cansera, el gran poema de Vicente Medina, en el que se evade del localismo propio en este tipo de literatura para alcanzar un hondo tono existencial, dándole color concreto, regional, al viejo tema universal del tedium vitae, conocido después por los nombres literarios de melancolía romántica, spleen y angustia existencial. El lo llamó cansera con sonoro nombre murciano y enorme expresividad literaria.

Quizá el tema se exprese con mayor rotundidad en el poema Voz de España, fechado en Rosario de Argentina, en 1909, en el que parece oír las campanas de su pueblo lejano de Archena, y ver de cerca su tierra, expresando la paradoja literaria de que desde lejos se ven mejor las cosas ("Irse lejos para verte;/ para quererte, dejarte;/ ¡Y perderte, tierra mía/ para saber lo que vales!")

Muchos años más tarde, en 1975, otro poeta, Francisco Sánchez Bautista, insistiría en el mismo tema en la composición titulada El emigrado, perteneciente a su libro La sed y el éxodo. En ella retoma la antítesis, que suele ser de presencia obligada en este tipo de literatura, de la alabanza de aldea, siguiendo el camino que marcara el oriolano Miguel Hernández en El silbo de afirmación en la aldea (2). Se trata de la evocación de la campiña recordada desde un ambiente de ciudad. El emigrante es presentado como un gigante Anteo aprisionado en "los ascensores de la umbrosa ciudad", desaliñado ya su talante rural, su sencillez y su candor primitivos. Acaba el poema con un eco de nostalgia encuadrado en una enumeración de términos de sabor local: "Lejos quedaron algarrobo, encina,/ olivo, almendro, pastizal, parcela,/ trocha, ramblizo, pino, agraz, secano..."

En la literatura murciana es digna de ser destacada la figura de Joaquín Arderíus, que en 1931, y siguiendo la línea de una literatura de compromiso social que estaba vigente por estos años, escribe la novela Campesinos, en la que traza un sombrío panorama de la vida rural de Garzas, lugar ficticio al que no es difícil identificar con Lorca (Murcia). Lo que de este libro nos interesa es la presencia como personaje secundario de Venancio, un joven que ha regresado de la emigración en Francia con ideas revolucionarias. Venancio predica "entre los campesinos la conciencia de clase y el rompimiento de las ataduras que perpetúan la explotación. A pesar de que Blas (un campesino influido por las ideas de rebeldía de Venancio) es torturado en un cuartel como advertencia para los revoltosos, la llama de la lucha campesina prende, surgen otros líderes y el campo se convierte en un clamor contra las fuerzas vivas" (3).

En la figura literaria de Venancio vemos recogida una de las ideas que lleva implícito el tema literario de la emigración, sobre todo en épocas de preponderancia de la literatura social, y es la de que la salida al exterior, siendo motivo de nostalgia, también sirve de aprendizaje intelectual y de revulsivo social frente a los ambientes cerrados de los que ha tenido que alejarse el emigrante.
 

La literatura de la emigración en los años sesenta

Hay otra cara de la emigración murciana, la que en los años sesenta tenía como destino los puestos de trabajo en Francia y Alemania, países que reconstruyeron sus maltrechas economías, tras la contienda mundial, con una buena parte de la emigración española procedente del sur. El encuentro con escenarios desconocidos, con un idioma ininteligible y con modos de vida diferentes, también -todo hay que decirlo- con la Europa de la democracia, una forma de gobierno entonces proscrita en nuestro país, ha quedado reflejado en obras como Cancionero morisco (4), subtitulada Poemas del emigrante, de Andrés Salom. Doblemente emigrante él mismo, de Baleares en Murcia y de Murcia en Europa, Salom recoge en estas páginas el encuentro de un exiliado económico con Francia. El libro se abre con un poema, Autorretrato con paisaje, fechado en Grenoble, en 1966.

Sentimiento fundamental en quien escribe desde la lejanía es la nostalgia, el recuerdo emocionado de los lugares de procedencia: Andrés Salom recuerda desde Murcia los olivos de la marina de Lluchmajor, en Baleares, los pedregales de la isla, el mar y el paisaje de almendros y molinos. La nostalgia, uno de los componentes emotivos de la literatura, se acentúa cuando se escribe desde la perspectiva del emigrante. A la melancolía existencial que al poeta provoca el sentirse exiliado de un edén en el principio de los tiempos, o del edén de la vida feliz (la Arcadia sentimental de los poetas), se añade la que acumula la ausencia de la patria chica, el territorio real de la vivencia. Nostalgia, pues, sobre nostalgia, que refuerzan la expresividad de las páginas de la literatura de cualquier tipo de exilio.

Las condiciones del traslado en los viajes -hay toda una literatura de trenes que alejan del paraíso o que acercan al horror- quedan reflejadas en composiciones de gran fuerza testimonial. Concretamente, los viajes desde el sur a Cataluña, a Francia y Alemania, en trenes que eran conocidos popularmente en todo el sur de la Península como el catalán o el borreguero. El poema En ruta refleja con fidelidad exhaustiva las circunstancias de este itinerario: "El revisor se peina/ en espiral los cuernos./ El convoy 840, borreguero,/ ha clavado su aguja hacia la estrella/ del norte más romántica./ Procedencia: Sureste; Andalucía, etc./ Destino: El Sarre, Carcassonne, Los Alpes.../ Cargamento: mano de obra al cambio de divisa/ [...] La máquina se alegra por el ritmo:/ emigrante , emigrante, emigrante..../ Pasaporte, billete, policía./ ¡Irún!...Punto y aparte."

Sobre la acogida de los emigrantes por parte de la población autóctona francesa, el autor, con una ironía no exenta de amargura y de denuncia, nos presenta a los recién llegados como tribus sarracenas a la conquista de Europa. Esto se dice en el poema Grandes titulares, perteneciente a un apartado titulado Le bavard Dauphinois (Diario sensacionalista) y elaborado como una serie de breves de un periódico. (5)

Más adelante, los versos recogen, con el acierto que a veces suele utilizar la poesía, la realidad subsiguiente a la llegada de estos emigrados: el mestizaje de razas y costumbres, los accidentes laborales, las ciudades de destino, castellanizados sus nombres difíciles a la manera española: Nimes, Gascuña... Aparece la explotación, como práctica universal de todo tipo de patronos, el desprecio de los autóctonos por los recién llegados, las enfermedades de la civilización (el tedio, la angustia vital, en contraste con las de los obreros que son la soledad, la explotación, la nostalgia, el desengaño del supuesto paraíso) y, en fin, la simple constatación de que el franco en aquel momento costaba doce con veinte pesetas.

Los años sesenta, época del despegue económico en España, años en los que se va acabando una larga y triste posguerra, suponen también en lo literario la aparición de una producción creativa que lleva el aliento de lo social, a la sombra de una cierta permisividad por parte de la mano censora del Régimen. En el panorama social empiezan a aparecer tímidos atisbos de disidencia política y, sobre todo, adquiere presencia en la literatura una corriente social que sitúa como protagonistas a gentes del mundo del trabajo, y también a estudiantes e intelectuales que, por entonces, laboraban en las mismas trincheras de oposición política y que pensaban más allá del rígido canon que imponía el Gobierno nacido de la guerra civil.

Hay una serie de escritores, entre los que podemos citar a los novelistas José Luis Castillo-Puche y José Maria Castillo-Navarro, los poetas Julián Andúgar, Andrés Salom y Francisco Sánchez Bautista, entre otros, que dan a la estampa una serie de obras en las que desarrollan motivos vinculados con la emigración. Así, en 1957, Castillo-Navarro publica Con la lengua fuera, novela en la que desarrolla un terrible drama rural con el agua como protagonista. La solución del conflicto llega por la vía de la huida a otros lugares, por la emigración hacia las ciudades del Norte, en las que irán a nutrir la mano de obra de la industria y las obras públicas, cambiando su trabajo agricultor y menestral por otro desconocido pero en la avanzadilla del progreso, del que ellos mismos, después de generaciones, se verán beneficiados.

En 1961, Castillo-Navarro publica la novela Los perros mueren en la calle, en la que sitúa a sus protagonistas en Barcelona, la gran ciudad de oro de la emigración procedente del sur, que huye de la miseria, la sequía y el abandono. El planteamiento escogido por el novelista es el de presentar al lector el contraste entre estos exiliados del hambre, sus inquietudes, sus sufrimientos y las duras condiciones de trabajo que padecen, y la vida muelle y despreocupada de los burgueses para los que vienen a trabajar y a producir. Se apunta, aunque sin un desarrollo completo, es decir, sólo en conato, el conflicto social entre las satisfechas clases medias y los trabajadores hambrientos y desesperados.

En uno de los relatos más apreciados por la crítica y los lectores, El niño de la flor en la boca (6) apunta el autor el exilio voluntario de la propia tierra por causas no comunes en este tipo de literatura, pero que denuncian, en su novedad, el atraso y la intransigencia, el inmovilismo de unas gentes ancladas en su terruño, como las raíces de los árboles que cultivan con esfuerzo sobrehumano para beneficio de un Amo-con mayúsculas- que está sólo un grado por debajo de la autoridad omnímoda de Dios. Merece la pena recordar el argumento: Ginés, un campesino humilde al servicio de un terrateniente, de un cacique, ha decidido, en contra del criterio de su esposa, llevar a su único hijo, que ha nacido con la malformación de un labio leporino, a que lo operen en la ciudad. De resultas de una complicación sobrevenida con posterioridad a la operación, el niño muere. Y entre los vecinos se extiende el rumor de que en realidad ha ido a la ciudad a vender a su hijo. A partir de ese momento se produce el rechazo, la enemistad, e incluso la violencia contenida pero amenazante de sus vecinos. El final abierto de esta novela corta nos muestra al matrimonio iniciando la marcha de sus tierras en dirección a un destino desconocido.

En este impresionante relato, en el que la emigración se abre como el único horizonte posible para los protagonistas, se apunta un novedoso motivo de exilio, el que propician la intransigencia, la ignorancia y su consecuente: la rebeldía de algunas criaturas contra lo establecido. Ginés, el protagonista, no quiere conformarse con la voluntad de Dios, ni acepta que las malformación de su hijo sea irreversible, porque confía en la ciencia, y se propone corregir, en lo que invierte todos sus ahorros, los errores que la naturaleza ha cometido con el pequeño. La esposa entiende que hay que conformarse sin rebeldía ante los hechos consumados. Lo terrible de este asunto, si dejamos aparte el sufrimiento infinito de esta familia, es el hecho de que los vecinos piensen que el acto de desesperación de un padre empujado por la pobreza pueda conducir a la venta de su propio hijo. El corolario, vinculado al tema del presente texto, se impone: no siempre los exilios, las migraciones están empujadas por la persecución política, por la necesidad material o la miseria de las condiciones circundantes o por el ansia aventurera de ver nuevos horizontes, sino que causas como la miseria anímica, la cerrazón de mente, el atraso intelectual y emocional de una sociedad pueden propiciar el ostracismo, el exilio interior o la emigración a otros lugares.

En 1963, José Luis Castillo-Puche publica una novela, Paralelo 40, en la que presenta una faceta interesante de la inmigración, la de la presencia de los soldados americanos de la base de Torrejón de Ardoz, que comparten la vida diaria con los habitantes del barrio madrileño de Tetuán. Hace un estudio profundo de alcance social, de los soldados norteamericanos que viven en este bario de las afueras de la capital: una colonia dividida entre blancos y negros, y la relación que tejen, siendo inmigrantes ricos, con los delincuentes de un barrio cuyas gentes mantienen con ellos unos lazos, mitad de atracción, mitad de rechazo.

La historia tiene como protagonista a "Genaro, un obrero comunista resentido y buscavidas que se introduce en la colonia extranjera para llevar a cabo un acto de sabotaje que mantenga su protagonismo en el partido y satisfaga sus ansias de revancha. Pero al final tiene que optar entre el servicio a la causa política y la amistad que le une a un sargento negro cuya vida está en juego".(7)

La obra plantea un choque de puntos de vista sociales: el de una emigración de lujo, los norteamericanos, y los pobres habitantes de un país dominado y deslumbrado por el poderío político y por el dinero. Como suele ocurrir, la investigación sobre la letra pequeña, pero no menos importante que la grande, de este período histórico, tendrá que recurrir a las aportaciones de la novela, ya que la información periodística, por evidentes razones de censura, sólo servirá para recuperar lo que en aquellos momentos fuese políticamente correcto.

Oro blanco, novela de 1963, es otro relato, esta vez de emigrantes españoles en Estados Unidos, en el que Castillo-Puche vuelve a incidir en el mismo asunto, aunque con variantes geográficas. En este caso describe la vida de los pastores vascos emigrados al estado de Idaho para cuidar ovejas. Sus problemas, sus inquietudes, las vicisitudes del comercio de ese oro blanco que es la lana son la materia fundamental de una novela en la que se observa una amplia base documental y un testimonio verídico, a pesar de ser un género ficcional.

Y es que uno de los motivos de mayor vigencia en la literatura occidental es la del hombre presentado como un viajero por los territorios de la realidad o de la imaginación. Las estructuras de este tipo permiten al creador, el literato, poner en práctica una enorme gama de posibilidades artísticas que dan como resultado la muy nutrida serie de obras cuyo esqueleto formal se apoya en el viaje. Si a ello añadimos que la cultura cristiana ha utilizado con sobreabundancia la metáfora de que la vida humana es un camino por un valle de lágrimas hacia la morada eterna y definitiva del más allá, tendremos la explicación, el porqué de la riqueza y variedad de tal motivo literario.

De los tres componentes básicos que suelen alimentar la literatura de la emigración, la nostalgia, la denuncia social y el compromiso político, el poeta Julián Andúgar elige la segunda en Informe abierto al campo, poema que forma parte de su libro Denuncio por escrito. En esta composición presenta un emotivo alegato dirigido a quienes abandonan su casa campesina, o huertana, que se dice en Murcia, para marcharse a la gran ciudad. Inscrita esta composición en el tópico horaciano del beatus ille, posteriormente denominada, andando el siglo XVIII, menosprecio de corte y alabanza de aldea, plantea el contraste entre el idílico sentir campesino, presentado como lugar ideal de vida, propiciador de la tranquilidad de ánimo y la ausencia de pasiones, frente al turbión de la ciudad, lugar de controversia, residencia de pasiones nefastas y conculcador de la inocencia primitiva del hombre.(8) La ciudad se impone con su amenazante frialdad, con su devoradora ansia de someter lo natural a rígidos esquemas de producción, destinados a transformar la naturaleza, por medio de la tecnología, en alienada civilización:

"No vengas, no te acerques. /[...] Turnos y prisas,/ horas extraordinarias,/ y unos hombres que saben el secreto/ de hacer de sus obreros/ pasto para sus máquinas./ Pensiones de escaleras,/ con olor a crucíferas, te aguardan, / luego que hayas cambiado/ la pana por el mono,/ la tierra por la borra/ el agua por la grasa./ [...] Tu corazón de pan/ resbalará entre hierros y bancadas."


Más adelante, pronostica para el evadido del lugar idílico de la huerta un porvenir mecanizado y alienante:

"He dicho que silencio./ La máquina, la máquina/ la máquina, la máquina./ ¡Y te querrás morir!/ (la máquina, la máquina,/ porque los hombres,/ (la máquina, la máquina), porque las hoces, ¿sabes?,/ aquí no arreglan nada./ Te informo igual, amigo/ que si hubiera/ de morirme mañana."


La literatura de la emigración se inscribe en un antiguo tema literario que responde a la designación de homo viator (el hombre viajero o caminante). Y asombra la ingente cantidad de obras de todas las culturas y épocas que lo han adoptado. El caminante, y, por tanto, el emigrado de su tierra, tiene su origen en el Génesis. Adán y Eva son los dos primeros emigrantes políticos de los que tenemos noticia (no se olvide que son desterrados por una desobediencia contra la autoridad de Dios), igual que su hijo Caín, figura inicial de una larga progenie de exiliados, que ha dado origen a uno de los mitos más sugerentes de la cultura europea. Recuérdense también el Ulises homérico, los caballeros del rey Artús medievales, en busca permanente del Santo Grial, el Don Quijote cervantino, viajero por España, el Lazarillo anónimo, asendereador de la geografía castellana, los Andrenio y Critilo de Gracián, el Tom Jones de Fielding, los aventureros de la literatura decimonónica de Stevenson, Defoe y Verne, el Ulises, de Joyce, el protagonista de Escuela de mandarines, del murciano Miguel Espinosa, León el Africano y Baldassare, de Amin Maalouf...

Y no sólo la narrativa. La poesía ha acudido a esta fuente inagotable. La propia historia literaria castellana (y así lo expone el crítico Martínez Valero en un estudio sobre Vicente Medina), se inicia con un ilustre exiliado político, Rodrigo Díaz de Vivar, con cuyas peripecias un desconocido autor compuso ese monumento de la épica castellana que es El Poema de Mío Cid. Recordemos, además, unos pocos ejemplos significativos que lo demuestran. Así, la Divina Comedia de Dante no es sino un viaje por las regiones de la ultratumba cristiana, y los místicos Teresa de Jesús y Juan de la Cruz escriben sus viajes espirituales hacia el encuentro con Dios, y Machado se vio a sí mismo como un viajero soñador a lo largo del sendero de la existencia. Dámaso Alonso nos dejó la imagen imborrable y trágica de una mujer con alcuza viajando sola en el tren interminable y ciego de la vida. Qué decir, en fin, del teatro (menos proclive por evidentes razones técnicas al asunto de los viajes). Sin embargo, también en él caben los exilios y los desplazamientos: véase el periplo de Max Estrella y Don Latino de Hispalis por la noche de la bohemia madrileña. Asimismo, cabe el viaje en la teoría literaria: Stendhal, retomando una idea de Saint Raël, dijo que el género novelesco no era otra cosa que un espejo paseado a lo largo de un camino...

Ante tantos y tan notables antecedentes literarios, no es de extrañar, por otra parte, la abundancia del tema de emigración en la literatura murciana.
 

El género biográfico, una manifestación de la nostalgia

Modalidad interesante, dentro del tema literario de la emigración, la constituye el género de la biografía. Con cierta frecuencia, y como colofón de una vida andariega, movida por las causas del exilio económico, político o existencial, el emigrante culto, o al menos con inquietudes literarias, recoge su experiencia vital en unas memorias que, al tiempo que dejan constancia de una trayectoria personal, dibujan el fresco literario de uno de los innumerables senderos en los que se bifurca la vida de un país. A menudo las memorias recogen información valiosísima sobre épocas de encrucijada histórica, por lo que son doblemente interesantes. A esta modalidad creativa se acogen libros como Lorca, mi pueblo (9), de Miguel Peydro, Cualquier cateto en acción (10) y Murcianos en Cataluña, de Julián Mateos, Caminos inciertos (11), de Rafael Méndez, y Recuerdos (12), de Pedro Hernández.

Miguel Peydro, emigrante político en Francia tras la última contienda, es un escritor con notables aportaciones a los estudios jurídicos y al ensayo, que escribe sin embargo un librito lleno de nostalgia y de calor emocional. Parece ser la primera parte (Recuerdo de infancia y adolescencia es el subtítulo) de una biografía de cuya continuidad no tenemos noticia. En ella rememora a gentes y paisajes ya idos y atravesados por la huida del tiempo irreparable. No tiene otra intención que traer al presente un tiempo de feliz recordación y con ello cumple el destino de esta modalidad de la Literatura.

Julián Mateos presenta su periplo vital como un ascenso desde los orígenes humildes hasta una relevante y holgada posición social en su lugar de destino, Barcelona. Este ascenso viene fundamentado en el ingenio y la capacidad de supervivencia en un medio adverso y en un espíritu combativo sin desfallecimientos. Su caso es muy repetido entre los emigrantes murcianos en Cataluña, con el añadido de que sus naturales dotes de ingenio le han llevado más allá que a la mayoría de los que se ausentaron de su tierra, es decir, le han conducido a escalar una notable posición en el entramado económico de la ciudad de acogida. Y si a otros memorialistas les mueve la nostalgia del pasado, a este autor, que escribe ya casi en edad provecta, le empuja el afán didáctico de mostrar ante sus lectores una trayectoria de brillante ascenso social y empresarial.

Caminos inversos, de Rafael Méndez, subtitulado Vivencias de ciencia y guerra, pone de manifiesto uno de los aspectos más destacados de lo que significó la guerra civil española y el consiguiente exilio de una ingente cantidad de intelectuales que el país perdió y que fueron a alimentar la vida intelectual de países como Méjico y Argentina. Así lo reconoce el autor en este libro:

"El trabajo que hemos realizado fuera algunos emigrados [...] ¿lo hubiera realizado de haberme quedado en España? Estoy seguro de que sí. [...] De no haber padecido el episodio de la guerra civil, los que comenzábamos a formarnos antes de aquel torrente de pasiones, no teníamos por qué haber disfrutado de menos medios ni de peor ambiente del que hemos gozado en el extranjero."(13)


Pedro Hernández, en fin, recoge en un volumen de magnífica impresión gráfica, Recuerdos, sus vivencias personales de juventud y madurez. Vinculado al mundo editorial, hace en esta biografía un recuento de los años vividos en la tierra natal y de las circunstancias de la guerra. Con posterioridad, nos informa de sus incursiones en el mundo empresarial y de su ámbito familiar. Son unas memorias desde la serenidad y la claridad de juicio que dan los años, y en las que la lejanía de la tierra no ha sido motivo de ruptura sino que ha sido propiciadora de un encuentro renovado con el propio entorno vital.
 

Autores no murcianos con Murcia al fondo

El destierro por motivos políticos tiene también su reflejo en la novela. Traigo a colación, a este respecto, aunque el autor no sea murciano, pero sí alguno de los escenarios de su obra, la novela Señas de identidad (14), de Juan Goytisolo. No podía faltar este asunto en la literatura de un país y una sociedad muy proclives a exclusiones, ninguneos, listas negras, procesos contra disidentes, expulsiones, persecuciones de heterodoxos, etc.

Todo el capítulo IV de esta novela está dedicado a relatar la vida de un extrañado por motivos políticos en el pequeño pueblo costero murciano de Águilas. El personaje de Antonio Ramírez, amigo del protagonista Álvaro Mendiola, es confinado en el pueblo de su infancia (posiblemente él mismo haya sido, por causa de las ideas republicanas de su padre, un exiliado político tras la guerra) para purgar una serie de actividades de tipo revolucionario contra el Régimen llevadas acabo en Barcelona, y a raíz de las cuales ha sido detenido.

Todo el capítulo está estructurado en forma de contraste entre la narración de la estancia de Antonio en Águilas y los informes de la vigilancia policial sobre sus andanzas en el seno de un grupo de disidentes comunistas que trabajan para derribar el sistema político de la dictadura.

El texto resulta muy ilustrativo para conocer los pormenores de la vida cotidiana de un represaliado político: la obligatoriedad de presentarse con regularidad ante la guardia civil, la violación sistemática de la correspondencia por parte de esas mismas autoridades, la vigilancia continua de sus movimientos dentro del pueblo, la prohibición de viajar fuera de sus límites, la desconfianza y el rechazo de la gente, que lo ve como un apestado político, la convivencia semiobligada con personas que, tras la guerra civil, habían abjurado de sus ideas, se habían vuelto la chaqueta, en expresión coloquial empleada en la obra, abjurando de su fe republicana y acomodándose a las exigencias del Régimen.

A todo ello hay que añadir un aspecto no menos interesante que el anterior: la presentación de una emigración en germen, la de los que desean sacudirse la pobreza de la tierra y el mar y suspiran por irse a Barcelona, a Francia a Alemania... Alemania, lugar del que proceden, por paradojas de la historia, los primeros turistas que se ven por esta tierra y que son emigrantes de lujo en busca del sol que no tienen en sus países. También aparece en estas páginas el drama que supone la existencia de los explotadores que surgen allí donde hay cualquier tipo de miseria, de los negreros, de los que transportaban, ayer como hoy, a los indocumentados hasta las puertas mismas del paraíso para dejarlos abandonados frente a ellas. Todo este capítulo, el único que nos interesa entre los del libro a efectos del tema de la emigración, presenta la inanidad económica y cultural de nuestro país, lo que propició la inmensa riada de la marcha a Europa en los años sesenta. Como contrapunto novelesco de la inacción de Antonio, el autor nos presenta a Alvaro Mendiola, en el mismo capítulo, intentando organizar, desde el exilio político en París, y en contacto con intelectuales franceses, una revuelta armada contra el Gobierno español.

De la conspiratoria de salón que llevan a cabo los franceses nos da una imagen desoladora además de ridícula, en contraste con las persecuciones de los disidentes del interior frente a la policía, y las penurias de todo tipo que sufren los destinatarios de unas acciones que nunca se pondrán en práctica, y que, por consiguiente, no lograrán liberarlos de las garras de la pobreza y la opresión política. Son amargas las reflexiones del personaje sobre la policía:

"Sobre eso no cabía la menor duda: la policía funcionaba perfectamente. Cinco siglos de vigilancia, inquisición y censura habían configurado poco a poco la estructura moral de este organismo único, considerado incluso por enemigos y detractores como faro y modelo de las múltiples instituciones sanitarias que, inspirándose en él, proliferan hoy por el mundo" (15).


Y, en fin, en una España de exilios y exiliados asombra el acta de registro de la habitación que Antonio ocupa en la pensión barcelonesa, acta que recoge como revolucionarios y atentatorios contra el orden establecido libros como Poesías escogidas, de Rafael Alberti, Los complementarios, de Antonio Machado, la Revista Cuadernos para el diálogo, y la reproducción de la célebre paloma de la paz de Pablo Picasso.

En El otro lado del mundo (16), la novelista Berta Serra Manzanares, descendiente de emigrantes murcianos en Cataluña, traza un relato coral con los recuerdos familiares transmitidos por sus antepasados. Se trata de la novela-río que tiene como protagonista a una familia, parte de la cual emigra a Brasil en los primeros años del siglo XX, y que continúa un posterior exilio, por causa de la guerra civil, en Barcelona y en Francia. Lo más interesante de este relato, además de la cercanía de los recuerdos de una cruenta guerra civil, es el hecho de la fragmentación que el exilio y la emigración producen en una institución como la familia, que parece destinada, por motivos naturales y de supervivencia, a permanecer anclada en un mismo territorio.
 

Literatura de hoy mismo

Los últimos tiempos y el devenir zigzagueante de la historia, quizá los secretos, y por ello imprevisibles, designios de la Economía, esa ciencia que mueve y zarandea el camino indeciso de los pueblos, han determinado que la que antaño fuera tierra de emigración a Ultramar, primero, y después a zonas de mayor empuje económico de España y también a países de Europa; decía que la tierra de antiguo exilio se ha convertido en lugar de acogida de inmigrantes. Paradojas del desarrollo. Hoy son otros los países y las áreas pobres del planeta, lo que unido a una floreciente explotación intensiva de los secanos, ha convertido a Murcia en tierra de asilo frente a los vaivenes de la miseria.

Y también la Literatura, hoy como antes, atenta a contar la peripecia del hombre de nuestro tiempo, se apresta a dar testimonio de esta situación. En la zona del Sureste peninsular que es la Comunidad de Murcia, receptora de una masa cada vez más creciente de inmigrantes, la mayoría sin documentos oficiales, sin papeles en la lengua de la calle, se leen con atención las noticias de los medios que informan de que unos pocos kilómetros más al sur desemboca una riada incontenible de magrebíes y subsaharianos que han hecho de este lado del Estrecho de Gibraltar su punto de destino, el paraíso de sus deseos de redención de la pobreza y de la asfixiante presión bélica y política que regímenes semifeudales ejercen contra poblaciones inermes. En ocasiones, las pateras con su cargamento de soñadores desembarcan frente a los porches de las casas de verano o en las playas atestadas de turistas, que asisten atónitos e inquietos a tales invasiones pacíficas y a las posteriores redadas y detenciones de los náufragos.

El profesor y escritor José Luis Martínez Valero recoge en un testimonio poético el hecho de uno de estos desembarcos en el poema Compañeros de Ulises (17):

"Como depositados por la marea/ o restos de un naufragio,/ descubro sus cuerpos tendidos a la orilla del jardín./ Parece que un dios hubiera/ derramado por sus ojos el sueño/ y por fin reposaran,/ alejados de toda tormenta./ La primera luz, pájaro gris,/ gorjea a lo lejos;/ aún piadosa, la oscuridad tiende/ su mano sobre los recién llegados./ Pronto la ciudad, como una promesa,/ les recordará su destino".
Un poema de claro tono social que capta, para dar testimonio permanente, la moderna odisea de los desheredados en el mismo mar que recorrió el rey de Ítaca. La única diferencia es que estos émulos modernos del navegante y aventurero vienen empujados no por la ira de los dioses sino por la pobreza y el subdesarrollo, no menos terribles que la cólera de los habitantes del Olimpo.

La narrativa también ha dejado constancia de la presencia de estos nuevos arribados al supuesto paraíso. Así, Lola López Mondéjar recrea este motivo en el relato titulado Rehén (18). En él se cuenta el breve encuentro de una mujer con un inmigrante magrebí que anda huído y se encuentra escondido en un armario de los servicios de un barco que hace una ruta marítima para turistas. La leve trama argumental deja, sin embargo, sitio para expresar el terror de los sin papeles que andan perseguidos, camino de no saben dónde, por una sociedad satisfecha de sus cotas de prosperidad y para la que los recién llegados son sólo la mano de obra anónima que contribuye a edificar esa prosperidad, pero de la que en modo alguno tienen derecho a participar. Otras sugerencias aporta la autora: el contraste entre la miseria y la opulencia, la ternura y la conciencia de la existencia del otro, que a veces aflora en algunos componentes de esa sociedad rica, y el hecho, en fin, de que la pobreza ya no es una realidad lejana sino que se acerca, con otros rostros y otras razas, y hablando otros idiomas, a las puertas de nuestra casa feliz.
 

Indianos

En la literatura de la emigración no puede faltar la figura del indiano, un personaje raras veces protagonista, pero excelente y repetido personaje secundario de todo tipo de géneros, especialmente los del cuento y la novela. Sería interminable la lista de obras en las que aparece. En nuestro caso, baste recordar su presencia en algunas obras de cercana actualidad, como la novela La piel del tambor, de Arturo Pérez Reverte (19).

El indiano no es exclusivamente un personaje literario sino un ser real cuyas características (inicialmente aventurero, emigrante en América, regresado después, rico en ocasiones, y en otras muchas arruinado, de misteriosas -por la lejanía- andanzas) lo han convertido en personaje idóneo para formar parte de la galería de figuras de la ficción literaria.

El personaje de Pérez Reverte se llama don Ibrahim. Va tocado con sombrero panamá de paja blanca, fuma puros Montecristo y recuerda en todas ocasiones, y con nostalgia impenitente, su estancia en La Habana y su amistad, real o ficticia, con Orson Welles y Rita Hayworth. Don Ibrahim pertenece a la nómina de los indianos sin recursos, a los que las Américas devolvieron pobres y humillados. Forma parte, con la Niña Puñales y el Potro del Mantelete, del hampa sevillana, y es un estafador y falso abogado que dice haberle ganado el reloj de cadena que lleva encima a Ernesto Hemingway, en una partida de póker celebrada en el burdel de Chiquita Cruz en La Habana precastrista. Don Ibrahim es una versión, novedosamente picaresca, esperpéntica casi, de un personaje al que la Literatura ha presentado siempre con los tonos de la melancolía y la añoranza.
 

Colofón

Termino este paseo por la literatura que trata el asunto de la emigración murciana (20) recordando su carácter necesariamente incompleto. Podría ampliarse la anterior nómina de obras y autores a los inmigrantes andaluces que, de forma anónima la mayoría de las veces, y a lo largo del siglo XX, dejaron testimonio de sus inquietudes y de la dureza de su vida en las minas de Cartagena y La Unión, a través de cantos como los fandangos, las cartageneras, las mineras, los tarantos y otras muestras del folclore popular.

La Literatura, en fin, es un espejo que refleja a la sociedad de su tiempo. Y si la Historia traza las líneas maestras, los perfiles generales de los fenómenos, en las lunas de vidrio de la narrativa, de la poesía o del teatro se advierten los detalles, el aire que rodea esos fenómenos, la materia pequeña pero imprescindible que rellena los huecos que las mayúsculas de la ciencia deja libres. A ella, la Literatura, acudimos para saber cómo fuimos, y a ella acudirán para saber en el futuro cómo somos hoy. La Literatura tiene, pues, un sitio de honor en nuestras preferencias.
 

Notas

(1) Papeles de poesía nº 4. Vicente Medina. Cartagena: Fundación Emma Egea, 1993.

(2) HERNÁNDEZ, Miguel. El rayo que no cesa. Madrid: Espasa Calpe, 1988. 2ª ed., 120 p.

(3) SÁNCHEZ GRANADOS, Pedro Felipe. La tierra y el agua en algunas novelas de Joaquín Arderíus y José Mª Castillo-Navarro. Murcia: Cuadernos Espín. Fondo Cultural Espín. CAM, 1991, p. 25-42.

(4) SALOM, Andrés. Cancionero morisco. Murcia: Imprenta Sucesores de Nogués, 1969, 66 p.

(5) "Varias tribus,/ procedentes de Alhama,/ Alí Kant, Beni Aján y la Alpujarra,/ han cruzado la raya de los Pirineos./ Al parecer, se trata/ de gente apasionada, de carácter violento;/ pero, por otra parte,/ fácilmente adaptable/ a nuestras intocables estructuras/ occidental demócratas /[...] En su avance hacia el norte,/ sobre París, Burdeos, Niza, Lyon, etc./ armados/ de gubias y martillos, cinceles y guadañas/ no se les ha opuesto resistencia alguna.../ [...] Incluso la noticia/ ha sido recibida con agrado/ en los medios bancarios, financieros/ y pasiones privadas./ Se sabe que son hombres desde el tuétano:/ plusvalía en potencia.../ Sudor al fin especulable..." . Ibid.

(6) CASTILLO-NAVARRO, José María. El niño de la flor en la boca. Murcia: Ayuntamiento de Lorca, 1997, p. 9-72.

(7) En PEDRAZA JIMÉNEZ, Felipe B. y RODRÍGUEZ CÁCERES, Milagros. Manual de literatura española. XIII. Posguerra: narradores. Pamplona: Cénlit, 2000, p. 491-492.

(8) "Cómo me duele./ ¿Cómo yo te diría que me duele,/ creciente de la espiga y el caballo,/ que cierres tú también / la puerta de tu casa?/ ¿Qué confusión te manda/ echar la llave al pozo/ y que te vayas?/ Rompe el salvoconducto./ Tu libertad comienza/ donde tus manos rasgan [ ... ] Vuelve a ponerte/ el pantalón de pana./ Aguanta y come campo/ que comes de lo tuyo/ -que valga la palabra,/ que te comes a España" . En Denuncio por escrito, 1957. (Citado por F.J. Díez de Revenga y Mariano de Paco en Historia de la literatura murciana, Murcia, 1970)

(9) PEYDRO CARO, Miguel. Lorca, mi pueblo. Madrid: Imprenta Pablo López, 1979, 56 p.

(10) MATEOS MARÍN, Julián. Cualquier cateto en acción. Barcelona: ECO S.A.,1983, 380 p. 2ª ed.

(11) MÉNDEZ, Rafael. Caminos inversos. Vivencias de ciencia y guerra. México: Fondo de Cultura Económica, 1987, 184 p.

(12) HERNÁNDEZ SÁNCHEZ, Pedro. Recuerdos. Madrid: Ediciones Mundi-Prensa, 1994, 204 p.

(13) MÉNDEZ, Rafael. Op. cit., p. 37

(14) GOYTISOLO, Juan. Señas de identidad. Barcelona: Seix Barral, 1976. Cap. IV, p. 159-237. 424 p.

(15) Ibid. Pág. 229

(16) SERRA MANZANARES, Berta. El otro lado del mundo. Barcelona: Anagrama1998, 314 p., 2ª ed.

(17) MARTÍNEZ VALERO, José Luis. Octubre nº 7, Murcia: 1997.

(18) LÓPEZ MONDÉJAR, Lola. Rehén. Pasos nº 6. Cartagena: Fundación EmmaEgea, 2000.

(19) PÉREZ REVERTE, Arturo. La piel del tambor. Madrid: Alfaguara, 1995, 589 p.

(20) Con mi agradecimiento a los profesores Francisco Méndez, José Luis Martínez Valero y Luciano Aniorte por sus valiosas aportaciones en la búsqueda de materiales.
 

Bibliografía

DÍEZ DE REVENGA, Francisco Javier y DE PACO, Mariano. Historia de la literatura murciana. Edición conjunta: Universidad de Murcia, Academia Alfonso X el Sabio y Editora Regional, Murcia, 1989, 678 p.

JIMÉNEZ MADRID, Ramón. Narradores murcianos. Editora Regional, Murcia, 1983, 456 p.

MOLINA, José Luis. Acercamiento e interpretación de Castillo-Navarro. Edita: Ayuntamiento de Lorca (Murcia), 1990, 57 p.

MOLINA, José Luis. Narrativa de autor lorquino 1884-1991 Edita: Caja de Ahorros de Murcia, Lorca, 1992.

PEDRAZA JIMÉNEZ, Felipe B. y RODRÍGUEZ CÁCERES, Milagros. Manual de literatura española. XIII. Posguerra: narradores.Edit. Cénlit, Pamplona, 2000. 1075 p.

SOBEJANO, Gonzalo. Novela española de nuestro tiempo. Edit. Prensa Española, Madrid, 1975.
 
 

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