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Scripta Nova.
 Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 94 (2), 1 de agosto de 2001

MIGRACIÓN Y CAMBIO SOCIAL

Número extraordinario dedicado al III Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

LA REFLEXIÓN GEOGRÁFICA PARA PREPARARSE AL MULTICULTURALISMO

Giacomo Corna-Pellegrini

Istituto di Geografia Umana
Universitá degli Studi di Milano


Quien llega a la Plaza de la Catedral de Milán (o a la Plaza de la Concordia de París o a las Ramblas de Barcelona) desde una aldea de la cordillera del Atlas marroquí o del Kurdistán, vive inevitablemente una experiencia de estupor, quizá de admiración, pero sin duda alguna también de extrañeza. El impacto no es menor si el acercamiento a estas metas ha sido lento y dificultoso, iniciando con las despedidas de los muchos familiares, de las cosas habituales, de los amigos de siempre, y prosiguiendo con autocares desvencijados hasta la orilla del mar; después, por la noche, embarcando a caro precio en una lancha clandestina para alcanzar milagrosamente las costas europeas y llegar de cualquier manera, a pie o con medios de fortuna, a otros confines terrestres que probablemente habrá que cruzar por las montañas, huyendo de la policía de frontera.

Contemplando los nuevos paisajes milaneses, parisinos o catalanes, la historia del abandono inicial del propio ambiente parece entonces ya tan lejana que resulta difícil situarla sobre el fondo de las agujas de la Catedral de Milán o entre los espacios inmensos y llenos de tráfico de los Campos Elíseos de París. Permanece solo, nitidísimo, el recuerdo de la familia, de todas y cada una de las personas con las que se compartía la vida de cada día; pero la imagen completa del territorio abandonado comienza a difuminarse, vencido por el presente, tan distinto, tan complejo, tan difícil de entender. Son mundos demasiado distantes, entre los que verdaderamente parece no existir nada en común. Lo sabemos también nosotros "europeos comunitarios" cuando afrontamos, por trabajo, turismo o incluso solo con la imaginación, el recorrido inverso (como nos han propuesto, por ejemplo, la película de Gabriele Salvatores "Marrakesh Express" o la de Bernardo Bertolucci "El té en el desierto".

Como enseña la sabiduría popular, se puede "aprender errando", pero antes se abre para todos el camino del descubrimiento, del estupor, en ocasiones del sufrimiento al experimentar un ambiente desconocido y aparentemente incomprensible. Después, pero no siempre y tampoco en todos nosotros, viene el aprendizaje de algo diferente, ofrecido por la nueva experiencia. En el centro del problema se encuentra la formación de los inmigrados al encuentro con las culturas europeas, pero también el de la formación de los europeos al encuentro y a la convivencia con culturas extra-europeas. Estos dos temas son más bien aspectos complementarios de un solo problema, que se concreta en el encuentro entre personas diferentes, pero que se origina en la respectiva experiencia de paisajes antropo-geográficos vividos muy a menudo por sus protagonistas sin suficiente atención (o posibilidades) para entenderlos, para decodificarlos, y por consiguiente para poder establecer comparaciones racionales y explicables con otros diferentes paisajes humanos.

Sin un recorrido de comprensión ante todo de los propios paisajes de origen, es muy difícil (o quizá imposible) llegar a la comprensión de paisajes diferentes, así como a la comprensión, en especial, de los hiperestratificados paisajes europeos y de sus (a menudo frenéticos) protagonistas. Se trata, pues, para los nuevos inmigrados, de encontrar los caminos para penetrar ante todo en el conocimiento profundo del original (y en otro tiempo habitual) ambiente de vida. Es necesario partir de aquí para alargar los horizontes, llegando a localizar, y gradualmente comprender, territorios y realidades humanas cada vez más vastas, y entre estas concretamente aquellas en las que podríamos encontrarnos viviendo y operando. Un recorrido igual y contrario debe realizar todo europeo que desee entender a los inmigrados.

Es, por lo demás, el recorrido educativo habitual, propuesto en el itinerario para la enseñanza de la Geografía también en el sistema escolar italiano (y no solo): iniciar la comprensión del paisaje "cercano" antes de afrontar la de los más lejanos. Para los adultos, catapultados a vivir lejos del país natal, se trata de emprender un itinerario de descubrimiento que parta precisamente de aquí: del propio ambiente original, aunque materialmente esté lejísimos.

Paisaje es lo que se ve y lo que hay que intentar entender más allá de lo que es visible. No debe confundirse el panorama (que una buena fotografía puede reproducir) con el paisaje, que de hecho puede apreciarse con la mirada, pero que debe leerse con la inteligencia, la cultura y a ser posible con un poco de pasión. Tomar como punto de partida el panorama para comprender el paisaje (precisamente aquel recordado por quien se ha visto obligado a abandonarlo), sin embargo, no debe considerarse equivocado. Es más, puede dar lugar a una interacción útil entre los diferentes sujetos del momento formativo. De aquí se puede efectivamente partir para diseñar los escenarios en los que construir la imagen y la decodificación de un paisaje.

Imagen y decodificación. He aquí los dos momentos esenciales para apropiarse de un paisaje (además de los dos momentos esenciales de toda reflexión geográfica). Imagen significa, ante todo, observación atenta y cuidadosa de cada una de las expresiones y componentes del paisaje, ritmadas por la alternancia del día y de la noche, por la alternancia de las diferentes estaciones del año. Y también observación de las experiencias vividas de forma diferente por los distintos protagonistas humanos del territorio: las labores agrícolas en el campo, las horas punta del tráfico en las ciudades que alternan con las silenciosas y desiertas de la noche. Describir la imagen de un paisaje significa captar lo esencial en este cambio de colores, sonidos, acontecimientos y personajes. Ya esta simple reconstrucción del propio paisaje original, por parte de quien no tiene más posibilidad que recordarlo de lejos, es un momento formativo y de serenidad psicológica importante.

El segundo, esencial momento de "apropiación" de un paisaje es su decodificación, es decir, el ir más allá de los signos exteriores para leer su significado, que es precisamente la evolución física y humana de su formarse y transformarse en el tiempo, recayendo e influyendo en la vida de sus pobladores actuales y probablemente futuros. Para ello no es suficiente mirar. Es necesario estudiar, leer, confrontar la observación de otros estudiosos y la de otros paisajes: se necesita la cultura y la dedicación de un maestro.

La comprensión de un paisaje, incluso con la guía de quien posee los instrumentos culturales para conseguirla, es, sin embargo, muy diferente de persona a persona, como por lo demás es también profundamente diferente la misma percepción sensorial. Y esto introduce a la reflexión de que la explicación didáctica de un paisaje debe calibrarse también teniendo en cuenta las capacidades de comprensión de sus destinatarios.

La correcta interpretación de un paisaje, o al menos la introducción gradual a su comprensión (sujeta evidentemente a veces a interpretaciones diferentes o incluso contrapuestas), ayuda en cualquier caso a mejorar la consciencia del propio papel en ese territorio, y hasta del papel eventualmente abandonado con su alejamiento. Por paradójico que pueda parecer, comprender el paisaje terrestre, y en particular los paisajes de los lugares en los que se ha vivido o se vive, significa comprender mejor a sí mismo. No existe, de hecho, auténtica contraposición entre el paisaje y quien lo vive. También quien lo vive forma parte del paisaje, actúa en él, desarrolla una función específica y distinta de la de todos los demás, una función que puede modificarse precisamente en virtud de un mejor conocimiento y de una mejor comprensión del contexto. La Geografía es necesaria no solo para conocer el mundo, sino que sirve también para comprender (evidentemente no por sí sola) los ámbitos y los modos en que operar en el mundo; y esto vale para todos e indudablemente, con mayor razón, también para los nuevos inmigrados.

La formación profesional representa un paso sucesivo a los delineados aquí, pero se convertiría en una operación puramente mecánica, que probablemente provocaría un ulterior distanciamiento si no fuera precedida por un esfuerzo de profunda comprensión (por parte de maestros y alumnos) de los paisajes originales de estos últimos, como asimismo por la gradual construcción de un esquema de lectura del nuevo ambiente de vida, organizado a imagen y semejanza del propuesto para la interpretación del ambiente de vida original.

Pero todo buen enseñante conoce la importancia de proponer cada recorrido formativo teniendo noción, o al menos percepción, de los "paisajes interiores" de sus alumnos, por difíciles que sea conocerlos. Puede decirse a este propósito que todo "paisaje interior" está fuertemente influenciado por los paisajes antropo-geográficos en los que se han formado las personas y en los que viven ahora.

No hay que pensar por lo tanto que una adecuada atención al descubrimiento de los paisajes geográficos de alumnos recientemente inmigrados de los países más dispares sea premisa suficiente a recorridos de formación general para integrarse positivamente en el nuevo ambiente de vida y emprender una formación profesional específica. Entre nuestros huéspedes extra-comunitarios hay expectativas muy diferentes del mundo al que han venido a vivir. Diferentes, de hecho, son sus procedencias, y por consiguiente sus culturas y sus religiones de origen; diferentes los niveles de instrucción alcanzados en sus respectivos países; diferentes las condiciones logísticas en que viven, acompañados por su familia o separados de ella. Una mayor atención para una comprensión más profunda de sus paisajes antropo-geográficos es, en cualquier caso, una premisa fundamental para toda fecunda interacción entre formadores y sujetos en formación, entre enseñantes y alumnos. Lo cual presupone, obviamente, que los mismos enseñantes se apropien adecuadamente del conocimiento de los paisajes de sus alumnos (y naturalmente también de su propio paisaje).

Indudablemente se puede "aprender errando" (y esto vale tanto para los alumnos como para los maestros), si el deambular real o metafórico por el mundo va acompañado de una reflexión adecuada sobre lo que hay detrás de cada paisaje, de lo que lo explica, de lo que lo hace más comprensible a quienes lo viven. ¡Pero también es posible "equivocarse errando"! Pueden cambiarse lugares de vida sin darse cuenta de lo que existe alrededor de sí y de lo que alrededor de sí existía antes. En ocasiones esto se debe sencillamente a falta de atención o a las demasiado escasas ocasiones de aprendizaje; y en ocasiones esto lleva consigo un orgullo acentuado (y probablemente excesivo) por el propio país de origen que impide una lectura objetiva. Pero también para los maestros (incluso para los mismos especialistas de una formación profesional) existe el peligro de una lectura superficial de su propio paisaje, o de una total minusvaloración de los paisajes de sus alumnos. Esto obstaculizaría probablemente la misma transmisión de las nociones que son necesarias para una correcta integración social y profesional.

Se puede concluir, pues, esperando y deseando que un poco de sana Geografía forme parte, o mejor sea premisa de todo esfuerzo de culturalización de nuestros huéspedes extra-comunitarios, comenzando a garantizar que los mismos maestros que se dedicarán a nuestros huéspedes posean conocimientos geográficos esenciales. Comprender el mundo, o al menos esforzarse por comprenderlo, es una premisa esencial para vivir bien en él, para hacer que lo vivan bien los propios alumnos, tanto locales como inmigrados, respetando la diversidad, pero no ignorándola, sino intentando comprenderla cada vez mejor. Quizá es este precisamente el camino para prepararse al multiculturalismo, que ya incumbe en nuestra sociedad y que ya no podrá rechazarse, pero sí orientarse, afrontarse y programarse de manera gradual, y sobre todo con mucha sabiduría, de la que la Geografía es sin duda alguna un componente esencial.

© Copyright: Giacomo Corna-Pellegrini, 2001
© Copyright: Scripta Nova, 2001



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