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Scripta Nova.
 Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 94 (22), 1 de agosto de 2001

MIGRACIÓN Y CAMBIO SOCIAL

Número extraordinario dedicado al III Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

IDENTIDAD Y CIUDADANÍA AFROCOLOMBIANA EN CALI Y LA REGIÓN PACÍFICA: PISTAS ESTADÍSTICAS PARA UNA INTERPRETACIÓN SOCIOLÓGICA

Olivier Barbary
Estadístico IRD, Centre d'Analyse et de Mathématique sociales, EHESS
Marseille (France)


Identidad y ciudadanía afrocolombiana en Cali y la región pacífica: pistas estadísticas para una interpretación sociológica (Resumen)

El debate público en torno de las minorías étnicas en Colombia se reanudo recientemente a partir de la evolución jurídica y política importante marcada por la nueva Carta Magna del país (1991). Con el reconocimiento del carácter pluriétnico y cultural de la sociedad y la institucionalización del multiculturalismo en la constitución de la ciudadanía, Colombia, como muchos otros países latinoamericanos, intenta redefinir por completo el espacio y la condición de las poblaciones indígenas y afroamericanas en la sociedad mestiza. En el caso de las llamadas 'comunidades negras' (ley de negritudes n° 70), estimaciones recientes muestran que se trata de cerca del 20 por ciento de la población total del país.

El presente trabajo pone en evidencia la importancia del factor migratorio y de la urbanización masiva de la población afrocolombiana, en las dinámicas de construcción de nuevas 'identidades étnicas' y de reivindicación ciudadana, y en su diferenciación según los contextos locales y regionales. Aprovechando dos fuentes estadísticas -el censo de 1993, para la región del Pacífico, y una encuesta demográfica que realizamos en Cali en 1998- así como datos cualitativos socioantropológicos, analizamos, por medio de regresiones logísticas y su interpretación sociológica, las determinaciones recíprocas entre el contexto territorial, económico y social en el cual se encuentra la población, y los niveles y modalidades de la autoafirmación de una 'identidad afrocolombiana'. La conclusión principal es que las formas de afirmación de identidad son radicalmente diferentes para la población de la región pacífica y la población de Cali.

Se trata en el primer caso de una reivindicación étnico territorial, mientras en el segundo, lo que esta en juego es el acceso en igualdad de oportunidades a los mercados residenciales y laborales, y la denuncia de una discriminación socioracial. A la luz de estos resultados, el problema de la adecuación del marco jurídico de la ley 70 con las necesidades y aspiraciones a la integración ciudadana de la población afrocolombiana, se plantea en nuevos términos, particularmente en la sociedad urbana.

Palabras clave: población afrocolombiana/ afirmación de la identidad/ discriminación socioracial


La nueva Constitución de Colombia (1991) reconoce en su preámbulo el carácter pluriétnico y multicultural de la sociedad y, con varias disposiciones jurídicas concretas, institucionaliza el multiculturalismo en las relaciones Estado-ciudadanos y hasta en el fundamento de la ciudadanía. Dans ce contexte, le cas de la population d'origine africaine est, tout à la fois, particulièrement significatif et problématique. Significativo, en primer lugar, debido a su importancia demográfica que, según varias fuentes estadísticas recientes, se sitúa en aproximadamente 18 por ciento de la población total del país, lo que equivale a cerca de 8 millones de personas (1). Significativo también porque la cuestión de su condición social actual, aún marcada por las herencias de la esclavitud y de la sociedad colonial (exclusión territorial, marginalización social, económica y política), vuelve a surgir en primer plano del debate democrático, en términos bastante renovados por los avances constitucionales. Problemático, en segundo lugar, pues la 'invisibilidad histórica' de la población negra en Colombia, combatida por los pioneros de los estudios afrocolombianos y sus sucesores (de Friedemann, Arocha, varias investigaciones), dio lugar a una producción científica caracterizada, hasta hace muy poco, por el indigenismo, el ruralismo y un cierto culturalismo, de la cual se aprecia, con el tiempo, toda la influencia que ejerció en las decisiones del legislador (ver recuadro 1), pero que se revela insuficiente para entender la totalidad de las implicaciones contemporáneas. Así, la nueva movilización social y política de las poblaciones afrocolombianas (2), que se produce en un contexto geográfico, económico y social profundamente modificado por la rápida integración de los 'territorios tradicionales' afrocolombianos a la economía global y por la urbanización masiva de estas poblaciones, se fundamenta en dos reivindicaciones, las cuales conllevan cierta tensión: por una parte, el respeto de una especificidad ecológica, económica y cultural, y por otra parte, el derecho de acceso, en igualdad de oportunidades, a los distintos mercados (vivienda, educación, trabajo, consumo, etc.). En el estado actual, la ley privilegia claramente el primero de estos dos derechos.

La tradición de los 'estudios afrocolombianos' se ha caracterizado por el análisis de las poblaciones negras como grupo social homogéneo y relativamente estable a partir de atributos culturales diferenciados respecto al conjunto de la población colombiana, especialmente en la región de la Costa Pacífica, el municipio de San Basilio, próximo a Cartagena, y en las islas de San Andrés y Providencia. Son estudios en áreas rurales con actividades de minería de aluvión, pesca, agricultura, silvicultura ; ninguno relacionado en espacios y actividades urbanas. Los ejes analíticos de estos trabajos apoyan en las tradiciones antropológicas del difusionismo y culturalismo anglosajón, pero también del cognitivismo antropológico (Bateson) y del estructuralismo francés (Levi Strauss), entre los cuales sobresalen Velásquez, varios trabajos ; Gutiérrez de Pineda, 1965 ; Motta, 1974 ; De Friedemann, varios trabajos ; Arocha, varios trabajos. Otros trabajos de intelectuales negros (Zapata Olivella, 1975) han combinado el ejercicio literario con descripciones antropológicas sobre usos y costumbres. Un tema importante en estos estudios ha sido la familia negra como modelo de organización cultural diferente a otros modelos de familia en Colombia, al igual que formas de « pensamiento » y organización social. Algunos de ellos han enfatizado los elementos de las tradiciones africanas en las poblaciones negras colombianas, como factor que las diferencia del resto. En cambio, difícilmente estos trabajos han orientado la mirada sobre las dinámicas culturales y las transformaciones sociales que viven desde hace varias décadas las poblaciones negras colombianas en el contexto de los procesos de modernización, y más recientemente de « globalización ».

Con la Ley 70 de 1993 o Ley de negritudes (precedida por el Transitorio 55, resultado de la nueva constitución) surge la noción de comunidades negras, entendido como un grupo de pobladores en un territorio determinado (de la Costa Pacífica y las islas de San Andrés y Providencia) que pueden comprobar una ancestralidad afrocolombiana de varias generaciones atrás, residiendo en ese territorio. De esta manera se construye, muy similarmente a la noción de grupo étnico indígena, una nueva identidad de tipo étnico-territorial, con un componente racial o fenotípico secundario, para la cual importa presentar las pruebas de tener ancestros que siempre han habitado el lugar. El carácter «afro » de la comunidad con ancestros se apoya sobre la descendencia de los pobladores negros procedentes del África entre los siglos XVII y comienzos del XIX, que en el caso colombiano en su totalidad venían como esclavos ; descendencia con múltiples generaciones que va a habitar esos territorios hasta el presente. Fernando Urrea. Indigenismo, ruralismo y estudios afrocolombianos: ¿premisas de la Ley de Negritudes?


Desde 1996, el CIDSE y el IRD desarrollan conjuntamente un programa de investigación pluridisciplinaria y regional sobre las condiciones de inserción económica y social de las poblaciones negras del sudoeste colombiano, y las dinámicas demográficas, culturales y políticas recientes que actúan en diferentes espacios de la región del Pacífico (3). Apoyándose en los resultados de este programa, esta ponencia explora las relaciones y las determinaciones recíprocas existentes entre estas dinámicas y los niveles y modalidades de la afirmación identitaria y de la percepción de las discriminaciones socio-raciales por parte de los actores. De lo anterior intentamos deducir un esquema de hipótesis sociológicas para explicar la emergencia de una reivindicación específicamente afrocolombiana de acceso a la ciudadanía y las distintas formas que ésta reviste en la región.

En la primera parte, el examen general de los resultados de la cuestión étnica incluida en el censo nacional de 1993 permite introducir el contexto histórico y contemporáneo particular en el cual se vuelve a plantear, desde la nueva Constitución de 1991, la cuestión de la identidad afrocolombiana. En la segunda parte, se presentan los datos estadísticos y el marco teórico de su análisis e interpretación sociológica. La tercera parte confronta la modelización logística de las respuestas a esta pregunta en la región del Pacífico, territorio histórico del poblamiento negro en Colombia y espacio crucial de aplicación de la Ley 70, con los resultados de la investigación antropológica sobre el proceso social de construcción de una identidad afrocolombiana, con el fin de mostrar la validez regional del modelo de identidad étnico-territorial. En la cuarta parte, el mismo método aplicado a los datos recogidos en Cali, metrópolis de atracción de los flujos migratorios de la región del Pacífico, muestra que este modelo desaparece y da lugar a un juego más complejo de determinación de la identidad negra en reacción a las percepciones colectivas del fenotipo y a los motores sociales y raciales de discriminación.
 

La pregunta étnica del censo de 1993: un fracaso a escala nacional... muy heurístico

Al introducir una pregunta étnica a escala nacional en el censo, por primera vez desde 1912, y después de muchas discusiones internas, el DANE creó grandes expectativas en las comunidades indígenas y afrocolombianas y en los gremios científicos (4). En la mayoría de los casos, fue de igual magnitud la decepción cuando salieron los resultados nacionales y en las grandes ciudades : las etnias indígenas representan el 1,6 por ciento de la población total del país y las comunidades negras el 1,5 por ciento, mientras en Bogota, Cali y Medellín, como en la mayoría de las ciudades importantes del país, estos dígitos son inferiores al 0,2 por ciento para cada una de las poblaciones (DANE, 2000 : 4.Resultados, p. 61-72). En el conjunto de la población de Cali, por ejemplo (cuadro 1), las personas mayores de edad (18 años o mas) que contestaron 'si' a la pregunta fueron solamente el 0,5 por ciento, mientras el 95,5 por ciento contestó que no y el 4 por ciento se negó a responder. Todavía más extraño : en poblaciones de inmigrantes, nacidos en las regiones donde domina el poblamiento negro y mulato (franja del Pacífico y Norte del Cauca) o indígena y mestizo (interior de Cauca y Nariño), las respuestas afirmativas no crecen significativamente: el máximo, alcanzado por los nativos del Chocó, sólo es de 2.6 por ciento, cuando Urrea y Viafara (2000) estiman a 83 por ciento la proporción de población afrocolombiana en este departamento.

Cuadro 1
Distribución de respuestas a la pregunta étnica del censo,
según lugares de nacimiento de la personas censadas en Cali (5)

Sin embargo tales dígitos, que muchos consideraron surrealistas, no deben sorprender. Volver operacional una noción tan vaga e inestable, como es la de pertenencia étnica, dentro de un formato censal administrado por encuestadores con capacitación necesariamente rápida a una población sumamente heterogénea, se convirtió en un reto prácticamente imposible. En primer lugar, el empleo de la palabra "etnia", inusual y mal comprendida por una gran parte de la población, no dio el resultado esperado. Pero más allá de un problema de formulación, los factores histórico y sociológico son probablemente de mayor importancia. A diferencia de los Estados Unidos, cuya tradición estadística inspiró claramente esta pregunta (véase Simón, 1998, p. 14-21), Colombia no es un país donde haya existido, después de la abolición de la esclavitud, una segregación racial institucionalizada. Tampoco es un país donde los movimientos etnopolíticos, como los derechos civiles en EE. UU. o la lucha anti-apartheid en Sudáfrica, hayan tenido un largo desarrollo histórico. En dichos países la segregación, herencia del pasado o resultado de las problemáticas actuales (incluyendo la 'affirmative action'), ha trazado en lo político, lo jurídico, lo social y, por supuesto, al interior de las conciencias colectivas, los hitos de una profunda división racial de la sociedad. La 'etnitización institucional', para llamarlo de alguna manera, no es comparable en la historia o el presente colombiano; en consecuencia, tampoco son comparables los niveles de la identidad étnica.

Así, los resultados del censo demuestran que no existe en la sociedad colombiana de hoy, por lo menos en el medio urbano, un sentimiento de comunidad étnica compartido y libremente declarado por grupos significativos de la población, en particular la gente negra y mulata. Ahora bien, si en su propósito principal, que era medir el peso demográfico de las minorías étnicas a nivel nacional, la experiencia del censo fue un fracaso, los resultados son completamente distintos a escala local. Es el caso, en particular, para la región del Pacifico, con una tasa promedia de respuesta positiva del 44 por ciento y fuertes variaciones según subregiones y localidades. Tales datos ofrecen entonces la oportunidad de analizar en detalles, como lo haremos en la sección 3, los factores determinantes (históricos y geográficos, económicos y sociales, etc.) de la variabilidad de respuesta. Volviendo a Cali, los dígitos del cuadro no significan que no haya discriminación socio-racial o que las personas estigmatizados como "negros" o "indios" sean en una proporción tan reducida; son simplemente la constancia de que un tal enfoque de corte étnico no permite captar en la ciudad, las nuevas percepciones e identidades sociales y culturales en torno a 'lo negro'. En esta misma dirección se observa que en Cali, durante las dos últimas elecciones de alcalde y concejales (1998 y 2000), época en la que ya existía una amplia gama de organizaciones afrocolombianas en la ciudad y el Departamento del Valle, los candidatos negros que se lanzaron a nombre de causas de las "negritudes" y trataron de movilizar a la población negra en los barrios donde se da su mayor concentración, usando de una argumentación 'comunitaria', tuvieron escasa votación (6).

Las variaciones de la afirmación de una `identidad negra´: datos, métodos e hipótesis

Ya que con el censo de 1993 y la encuesta CIDSE/IRD de 1998 se disponía de dos corpus de respuestas a preguntas de autopercepción étnica y fenotípica (7), la ocasión era propicia para poner en relación estas respuestas, por un lado, con las variables socio-demográficas individuales que estas dos fuentes nos suministran (sexo, edad, nivel de educación, categoría socio-profesional), y por el otro, con ciertos descriptores del contexto en el cual éstas son enunciadas: localización geográfica de la residencia, tamaño de la localidad, zona de residencia y estatuto migratorio de los individuos encuestados en Cali. Este segundo grupo de variables permite acceder, a través de la bibliografía, a los contextos regionales y locales y a sus dinámicas política y cultural, factores de los que se puede pensar tienen una influencia importante. Por último, en el caso de la encuesta realizada en Cali, también se cuenta con otras dos variables potencialmente determinantes: el fenotipo de los individuos observado por el encuestador y las características del mismo encuestador (sexo y fenotipo).

¿Cómo se articula este conjunto de factores para explicar las variaciones de la autopercepción étnica en la región de poblamiento negro del sudoeste colombiano (8) y de la autopercepción del color de piel entre la población afrocolombiana de Cali? ¿A qué hipótesis nos puede llevar este análisis respecto al proceso de construcción de una afirmación identitaria negra en Colombia? ¿Qué diferentes formas puede adoptar este proceso según los contextos en los cuales se expresan los actores y según sus características individuales o colectivas?

El instrumento estadístico escogido para contestar estas preguntas es la regresión logística. Ésta se aplicará a las frecuencias de las variables dependientes dicotómicas (respuestas) observadas cuando se cruzan las variables explicativas (regresores).

Regresión logística sobre dos tipos de afirmación de una `identidad negra´

RESPNEG (pregunta étnica del censo de 1993): Se codifican con `SI´ las personas que contestaron que pertenecen a una 'comunidad negra'.

RSPNEGRA (pregunta sobre el color de piel en la encuesta CIDSE/IRD): Se codifican con `SI´ las personas cuya respuesta contiene el adjetivo 'negra/o', solo o en una frase afirmativa.
Las regresiones que presentamos aquí estiman, por el método del máximo de verosimilitud, los valores de los parámetros correspondientes a cada uno de los efectos incluidos en la ecuación log-lineal del modelo (efectos principales de las variables explicativas consideradas como independientes unas de otras, o efectos cruzados de las modalidades de varias variables). Esta ecuación expresa el logaritmo de la frecuencia de respuesta positiva (probabilidad empírica) observada en una casilla determinada del cuadro cruzado de las modalidades explicativas, como una función lineal del conjunto de los logaritmos de las frecuencias de modalidades que definen la casilla. El signo del parámetro estimado caracteriza el efecto de determinación de la respuesta: favorable si el parámetro es positivo, desfavorable si es negativo. A cada parámetro está asociada una prueba de significatividad (y un intervalo de confianza) que mide la importancia estadística del efecto. Los procedimientos utilizados aquí son LOGISTIC y CATMOD, del software SAS, con pruebas basadas en el X2 de Wald (1943). Desafortunadamente, estos procedimientos no permiten tomar en cuenta el diseño de muestra; dado que la prueba es muy sensible a los tamaños de muestra, para la encuesta CIDSE/IRD hemos utilizado los datos sin ponderarlos por los factores de expansión.

En el caso de Cali, al lado de los resultados estadísticos, los datos cualitativos de encuestas antropológicas permiten la aproximación de las mediaciones simbólicas entre los sujetos : cómo se autopercibe la gente negra en el barrio donde reside y cómo es percibida desde fuera, desde los « otros barrios ». Es decir, bajo qué formas concretas, incluso a nivel de léxico, se elabora la separación entre unos barrios y otros, de manera que simbólicamente, en algunas dimensiones de la vida cotidiana, se construye la segregación socio-espacial. A pesar de que las modalidades empíricas de la segregación en Cali no sean similares a las que existen en otras ciudades o en otras sociedades, aparecen expresiones semánticas que atraviesan fronteras nacionales, procediendo de contextos sociales muy distintos. Es el caso de la palabra "ghetto", actualmente reapropiada y resignificada por parte de los jóvenes para enunciar en términos émicos la segregación residencial (9).

Apoyada, como se vera en las secciones siguientes, en ambos tipos de información estadística y antropológica, nuestra principal hipótesis se dirige a mostrar que además de los factores socio-políticos, los contextos socio-geográficos urbanos y rurales son determinantes en la producción de las identidades étnico-raciales. Si concebimos la identidad como una manera de hacer visible, de parte del sujeto que la comporta, una subjetividad personal inscrita en algo mas colectivo, entonces los espacios urbanos, sobre todo en las grandes ciudades, como productores de individualidades, las más de las veces fragmentadas, no tienen mucho que ver con sentimientos de communitas, de pronto más propios de los medios rurales. Mientras en las áreas rurales es posible la existencia relativamente estable de comunidades « de origen », en la ciudad ya no es viable eso por la inevitable dispersión. Si bien existen en Cali barrios con alta concentración de población negra de un mismo origen (Charco Azul, El Retiro, Mojica, Valladito, etc.), incluso con miembros de la misma red familiar residiendo en manzanas próximas o en la misma calle (Urrea, Arboleda, Arias, 2000), esta concentración barrial no garantiza la formación de una comunidad, en términos sociológicos, ya que es más fuerte la dinámica urbana de separación entre los espacios residencial, laboral, lúdico, etc., de la vida cotidiana, en fin la dinámica de generación de nuevas amistades y relaciones micro. Aquí, en lugar de un asentamiento « rural », con diferencias relativamente moderadas, aparecen redes sociales de familias y paisanos con profundas diferencias intergeneracionales y sociodemográficas, habitando a veces los mismos barrios, pero donde pueden registrarse estadística y etnográficamente condiciones de vida desiguales. La sociedad urbana como espacio de modernización y de vivencias modernas impone la dinámica de la individualización y fragmentación de la vida social.

Un modelo 'étnico-territorial' eficiente en el Pacífico

La pregunta étnica del censo de 1993 capta bien, en la región de poblamiento negro del Pacífico, el nivel general y las variaciones locales de la afirmación de pertenencia a la comunidad negra. En la totalidad de la población mayor de 18 años, la frecuencia de respuestas positivas es del 44,5 por ciento y sufre muy fuertes variaciones locales: del 3 por ciento en el municipio de Buenaventura (costa Pacífica del Valle), pasa al 27 por ciento en la costa Pacífica de Nariño, al 71 por ciento en la del Cauca, al 81 por ciento en el conjunto de municipios del sur y centro del Chocó, hasta superar el 95 por ciento en el norte de este departamento, especialmente en la capital, Quibdó. Frente a estas variaciones espaciales, la tentación existe de relacionarlas con las dinámicas locales de emergencia de las nuevas identidades étnicas o neo-étnicas que acompañan el movimiento social de las 'comunidades negras' y sus implicaciones económicas y territoriales: este movimiento surgió precisamente en Quibdó y en la zona rural del norte del Chocó a finales de los años ochenta y condujo, justo antes del censo, a la adopción de la Ley 70.

Cuadro 2.
Modelo logístico para las respuestas a la pregunta étnica del censo

La regresión logística confirma ampliamente la hipótesis de una relación fuerte entre los dos procesos. En el modelo completo de los efectos principales, los seis parámetros correspondientes a las variables consideradas independientemente unas de otras (sexo, edad, nivel de educación, categoría socio-profesional, tamaño de la localidad y región de residencia) son todos significativos (cuadro 2) (10). Sin embargo, el efecto del contexto regional (captado a través de 'la región de residencia') domina ampliamente todos los demás, con una parte de variabilidad de las respuestas explicada diez veces superior a los dos efectos siguientes: la categoría socio-profesional y el tamaño de la localidad. En comparación, los efectos del sexo y del nivel de educación aparecen despreciables (más de cincuenta veces inferiores). Así, siendo iguales los demás factores, los habitantes de un municipio del norte del Chocó tienen una probabilidad de respuesta positiva 3,5 veces mayor que los de la costa Pacífica del Nariño, mientras que en Buenaventura dicha probabilidad es 4 veces inferior. El rol de la categoría socio-profesional es igualmente claro: éste opone los trabajadores independientes o familiares de la agricultura, la pesca y la minería (efecto positivo, en particular en el sector minero donde la probabilidad se multiplica por 2,5) a los obreros, empleados o patronos de todos los sectores (probabilidad disminuida en aproximadamente 5 a 10%).

Respecto al tamaño de la localidad, el modelo con interacciones de orden 2 muestra que su efecto propio desaparece ante los efectos cruzados con la categoría socio-profesional y la región de residencia, poniendo así de relieve los nichos sociales y geográficos de mayor afirmación étnica: empleados domésticos, obreros y empleados de las manufacturas, del comercio y los servicios, residentes en las aldeas de menos de 5.000 habitantes (en especial en la costa Pacífica del Cauca), trabajadores independientes o familiares de la explotación minera en estas mismas aldeas, pero sobre todo en las pequeñas ciudades de 5.000 a 50.000 habitantes del Chocó. En este modelo, hay que señalar finalmente la fuerte afirmación étnica de los habitantes del norte de Chocó que poseen un nivel de educación superior (probabilidad prácticamente duplicada en relación con el nivel de educación primaria incompleta), cuyo papel se conoce como determinante, desde su movilización en la fase preparatoria de los debates de la Asamblea Constituyente, hasta las instancias actuales del movimiento de 'comunidades negras', pasando por la discusión de la Ley 70.

Conviene entonces situar la interpretación de estas diferencias en el contexto 'neo-comunitarista' que enmarca el nacimiento político de la nueva 'identidad afro-colombiana'. Michel Agier subraya al respecto que « Es a partir de las políticas desarrollistas aplicadas a la región, así como de una revalorización, a escala mundial (pero retomada localmente por las organizaciones no gubernamentales y por la misma Iglesia Católica y por el Estado), de los discursos que reivindican el regionalismo, el localismo, la identidad étnica y la protección del medio ambiente, que la identidad afrocolombiana del Pacífico comienza a surgir de forma fuerte, en los escenarios políticos, aproximadamente a fines de los años ochenta e inicios de los noventa (11)». En estas condiciones, el acceso al estatuto y a los subsidios previstos en la Ley 70 reposa en la generación de una identidad cultural y étnica ligada ante todo a un territorio (las regiones rurales de la costa Pacífica) y a un sistema económico de explotación de los recursos cuyo núcleo es la microempresa familiar tradicional basada en la combinación de actividades agrícolas, pesqueras y mineras (por lo demás muy amenazada (12)). Uno observa entonces sin mayor sorpresa que las poblaciones más directamente interesadas por este nuevo dispositivo jurídico buscan ceñirse lo más posible a la afirmación de una identidad neo-étnica que, de alguna manera, la Constitución les exige. Con base en su experiencia en Tumaco, Odile Hoffmann (13) resume esta situación de la siguiente manera: « Para las poblaciones rurales del Pacífico, la entrada a la modernidad pasa por la reivindicación -muchas veces la "invención" en el sentido antropológico- de la ancestralidad y del particularismo étnico. (.../...) El territorio es fundamento y base de la movilización en un doble sentido: por un lado legitima y condiciona el acceso a estos derechos nuevamente adquiridos después de siglos de "invisibilidad", y por el otro propicia la construcción de un nuevo actor colectivo de envergadura nacional -las comunidades negras- cuyo rango de acción puede, legalmente, abarcar muchas otras esferas de la vida pública, electoral, educación, investigación, planes de desarrollo, etc.,».

Fuera de la región del Pacífico y de los territorios designados en la ley 70 como propios de las comunidades negras, un modelo relativamente similar de afirmación étnico-territorial se observa en Puerto Tejada y en otras zonas del Norte del Cauca, y ha sido objeto de estudios socio antropológicos (Urrea y Hurtado, 1997, y Hurtado, 2000). En el municipio de Puerto Tejada, el cual forma parte del área metropolitana de Cali, con una población asalariada, mayoritariamente negra, constituyendo su núcleo urbano una « ciudad dormitorio » de Cali, la nueva identidad negra expresada por movimientos sociales y políticos locales se basa en la exaltación nostálgica de la sociedad campesina negra vinculada al cultivo del cacao, el tabaco y café, dominante hasta los años cuarenta, en oposición a la gran plantación capitalista de caña de azúcar que se impone progresivamente en la región desde los años cincuenta, con la consiguiente proletarización de su población. Las pequeñas propiedades que aún sobrevivieron a la expansión del cultivo de la caña y que continúan en manos de pobladores negros son tomadas como ejemplo de resistencia y no son pocas las voces entre los grupos de jóvenes negros universitarios que residen en Puerto Tejada, para reclamar la extensión de la Ley 70 a esta región. El proyecto de comunidades negras basadas en la tierra colectiva, que se le debería expropiar a la hacienda azucarera para reconstituir este pasado idílico, hoy en día forma parte de las reivindicaciones.

En esta fase del análisis surgen dos interrogantes. Primero, la población tomada en cuenta en este primer modelo no incluye solamente personas de ascendencia africana susceptibles de contestar afirmativamente a la pregunta, ya que estas últimas no son identificables en el censo. De allí se desprende que gran parte de las respuestas negativas a la pregunta del censo provienen de minorías blancas, indígenas y mestizas que no podemos excluir de la modelización, lo que evidentemente sesga la interpretación: en efecto, las mismas relaciones puestas en evidencia son sobre-determinadas por las estructuras geográfica, económica y social propias de la población de ascendencia africana. En otros términos, los datos censales en la región del Pacífico no permiten saber en qué medida el fenotipo condiciona allí igualmente, y quizá fuertemente, la afirmación de la pertenencia étnica. En segundo lugar, este enfoque no da indicación alguna sobre las poblaciones negras y mulatas emigradas fuera del espacio geográfico amparado por la Ley 70, hoy en día mayoritarias, y en las cuales hemos visto que la afirmación neo-étnica es casi inexistente, lo cual se explica perfectamente con la interpretación adoptada hasta ahora. Pero entonces ¿qué hay de los procesos de construcción de una identidad negra en la ciudad? Y si éstos existen, ¿en qué se fundamentan?

Antes todo, es importante señalar que a partir de la Constitución de 1991 y de la Ley 70, se desarrollaron, adicionalmente a las disposiciones especificas previstas para las comunidades negras, unidades administrativas especializadas en el interior del Estado colombiano, a escala nacional, departamental y municipal, para la atención de la problemática de las « minorías étnicas y negritudes (14) ». En tal sentido, se han dado las bases para un enfoque multiculturalista del gasto social desde el Estado, por lo menos en teoría, aunque efectivamente las organizaciones indígenas han conseguido recursos en forma significativa, a diferencia de las organizaciones afrocolombianas, buena parte de éstas ubicadas en los principales centros urbanos del país.
 

Un modelo de 'reivindicación socio-racial' en Cali

En la encuesta llevada a cabo en Cali, además de las variables ya consideradas en la modelización de los datos censales (sexo, edad, nivel de educación, categoría socio-profesional), se dispone de otras cuatro variables:

a) la caracterización fenotípica del encuestado observada por el encuestador (4 modalidades: negro, mulato, blanco, mestizo y otro);
b) las características del encuestador (4 modalidades: mujer negra o mulata, hombre negro o mulato, mujer blanca o mestiza, hombre blanco o mestizo);
c) la zona de residencia en Cali (4 modalidades: barrios populares del este, barrios de clase media del peri-centro y del este, barrios populares de la periferia occidental, barrios residenciales del sur);
d) la condición migratoria (15 modalidades elaboradas a partir del cruce del lugar de nacimiento –nativos de Cali vs. migrantes- y del lugar de origen entendido como la región de nacimiento de los migrantes o, en el caso de los nativos, de sus padres, eventualmente migrantes (15)).

La población para la cual se construye el modelo es el conjunto de personas de la muestra que tienen un fenotipo negro o mulato (observación del encuestador), mayores de 18 años y que hayan contestado la pregunta. Entre estas 1.256 personas, el 42 por ciento declararon ser de piel negra, y el 65 por ciento si se agregan los adjetivos 'negra' y 'morena'.

En Cali, los contenidos semánticos de estos dos adjetivos son en general muy diferentes y dependen del contexto social en el que se emplean: el uso de `negro/a´ por la población blanca o mestiza contiene con frecuencia (pero no siempre) una intención de estigmatización, explícita o no, mientras que la apelación eufemística `moreno/a´ es una categoría que pretende sistemáticamente evacuar todo contenido racial explícito, sobre todo cuando la persona que la utiliza no tiene ascendencia africana visible, y esto incluso en situaciones objetivas de discriminación racial. A los ojos de la mayoría de la población negra y mulata, 'moreno/a' aparece a menudo, al contrario, cargada de más estereotipos paternalistas y racistas que 'negro/a'. Este contexto explica por qué estas dos palabras pueden atestiguar afirmaciones 'identitarias' opuestas cuando se enuncian en respuesta a la pregunta de auto-identificación fenotípica, según un esquema de inversión del estigma. De acuerdo con esta hipótesis, la respuesta 'negra' correspondería en muchos casos a una reivindicación de pertenencia a la 'comunidad de descendientes de africanos', en tanto que minoría históricamente discriminada, mientras que la respuesta 'morena' puede interpretarse como una búsqueda de invisibilidad racial y una estrategia de 'blanqueamiento (16)'.

Algunos de los resultados de las pruebas estadísticas que vamos a presentar apuntan a pensar que así funciona. Sin embargo, desde la observación antropológica, hay que advertir que esto es válido sobre todo en aquellos contextos en donde la expresión 'moreno/a', está asociada a cierta invisibilidad del factor racial : por ejemplo, en espacios de circulación por fuera de las áreas de residencia (en el mercado de trabajo, en lugares de consumos o culturales más interraciales, etc.). Por otro lado, es también probable que la asociación de la respuesta 'negro/a' a una pertenencia a la 'comunidad de descendientes africanos' sea restringida en el conjunto de la población negra; más frecuente en el seno de las organizaciones culturales negras, entre jóvenes con niveles educativos secundarios y universitarios o también en los círculos de profesionales negros de clases medias.

El análisis de las respuestas en las que se utiliza el adjetivo 'negra/o', opuestas a las otras (variable RESPNEGRA), corresponde entonces a la prueba de la hipótesis según la cual estas respuestas dan testimonio de una 'afirmación socio-racial reivindicativa'. Tal elección de entrada para abordar el proceso de construcción de la identidad `negra´ en Cali reposa, como se acaba de ver, en una interpretación semántica a priori de las respuestas, la cual orienta a su vez la interpretación sociológica; aun cuando ciertos datos antropológicos la sostienen, es importante ser consciente que ella no excluye en absoluto otras interpretaciones (17).

El tamaño de muestra es insuficiente para armar un modelo completo con las ocho variables. El procedimiento LOGISTIC permite seleccionar las variables en el orden de su contribución a la 'explicación' de la variabilidad total de las respuestas. Se conservan entonces cuatro variables, ya que las otras no superan el umbral de significatividad de 90 por ciento, que son, en orden de importancia de los efectos: el fenotipo, la edad, la categoría profesional y la condición migratoria de los encuestados. La zona de residencia es determinante solamente cuando no se hace intervenir el fenotipo, lo que muestra una fuerte relación entre las dos variables y nos remite a la 'especialización socio-racial' del espacio residencial en Cali, ya estudiada (cf. Barbary et al, 1999, p.37-41, 71-76; Barbary, 2000, p.6-8; Barbary, Ramírez, Urrea, 1999, p. 459, 475, 488, 501).

El primer resultado notable es la ausencia de efectos importantes del sexo del encuestado y de las características del encuestador. En el conjunto de la muestra, existe un ligero efecto del sexo de los encuestados (significativo con probabilidad del 90%), teniendo las mujeres una probabilidad de declarar un color de piel negra superior en un 20 por ciento aproximadamente, frente a los hombres, pero no hay ningún efecto significativo de las características del encuestador (18). Por lo tanto, la relación encuestador/encuestado no reviste la importancia que se podía temer y que con frecuencia le atribuyen los antropólogos en sus críticas a este tipo de enfoque, enfatizando en lo que Michel Agier llama "el juego de roles casi-goffmaniano entre el entrevistador y el entrevistado". Mas precisamente, si bien el modelo aporta algunos índices para sostener la existencia de un tal juego, nos lleva también la prueba que sus consecuencias estadísticas son extremamente limitadas. Eso indica claramente que el efecto micro de la relación encuestador/encuestado no es ajeno al contexto societal mayor en donde opera un orden clasificatorio racial implícito y « oculto » (no institucionalizado a diferencia de los países en donde ha existido el apartheid), que todos los individuos, en un menor o mayor grado dependiendo de muchos factores, practican cotidianamente. En la sociedad caleña, los habitus (en el sentido de Elías) de los diferentes grupos sociales tienen, en una gran medida, una matriz común de clasificación fenotípica de los cuerpos.

El modelo que conserva las cuatro variables más determinantes muestra un desempeño bastante bueno, tanto para prever las respuestas individuales (74% de exactitud) como para estimar las frecuencias de respuesta de las diferentes categorías de población (19). Analizando la determinación de las respuestas por las características individuales, es el efecto del fenotipo el que predomina ampliamente, explicando entre 5 y 30 veces más variabilidad que los otros tres caracteres (cuadro 3). Así, siendo iguales los demás factores, las personas de fenotipo negro tienen una probabilidad de declarar un color de piel negra aproximadamente cuatro veces superior a las personas de fenotipo mulato. Sin embargo, este modelo conduce igualmente a rechazar la hipótesis de independencia entre las variables; hay que interesarse, en particular, en las interacciones entre el fenotipo, el origen migratorio, la categoría profesional y la zona de residencia. Siendo demasiado reducida la muestra para modelizar las interacciones de orden superior a 2, nos limitaremos a los modelos saturados con dos variables, que cruzan el fenotipo con las otras tres (cuadro 4).

Cuadro 3.
Efectos significativos de cuatro variables sobre las respuestas a la pregunta:
¿cual es su color de piel? ( modelo logístico)

 
 

Cuadro 4.
Efectos cruzados sobre las respuestas a la pregunta '
¿cual es su color de piel?' (modelos logísticos con interacciones)

Respecto a los efectos del origen geográfico y de la edad, los resultados consignados en los dos cuadros conducen a conclusiones opuestas en relación con la afirmación étnica en la región del Pacífico. En Cali, la única región de origen que favorece de manera significativa la afirmación de un color de piel negra es la costa Pacífica del Cauca. Más aún, el coeficiente significativo no es el que corresponde a los migrantes nacidos en la región, sino el de sus descendientes nacidos en Cali (probabilidad dos veces superior al promedio). En cambio, conforme a la lógica, los descendientes de migrantes de orígenes distantes de las zonas de influencia demográfica y cultural negra, como es el caso del interior de los departamentos del Valle, Cauca y Nariño y de los otros departamentos de Colombia, la declaran significativamente menos (probabilidad reducida en más de un tercio en relación con el promedio). El resto de la variabilidad de las respuestas según el origen migratorio no debe atribuirse al origen propiamente dicho, sino más bien a las variaciones de composición fenotípica de las poblaciones. Así, contrariamente a lo que se esperaba teniendo en cuenta la afirmación masiva, en el censo, de pertenencia a la comunidad negra por parte de los habitantes del Chocó, las personas oriundas de este departamento encuestadas en Cali no declaran más un color de piel negra, en condiciones de fenotipo, profesión y edad iguales, que las personas de otros orígenes. Por último, el efecto del origen difiere a veces según el fenotipo. Es el caso para los migrantes de la costa Pacífica del departamento de Nariño, sus descendientes nacidos en Cali y los migrantes de Buenaventura, entre los cuales las personas caracterizadas como 'negras' declaran relativamente menos un color de piel negra que para otros orígenes, mientras que, al contrario, las personas caracterizadas como 'mulatas' la declaran relativamente más. En cuanto a la edad, ésta juega en sentido inverso al modelo anterior en el que se observaba una sub-declaración moderada pero significativa entre las personas mayores de 50 años; en este caso, son los jóvenes entre 18 y 30 años quienes afirman ligeramente menos un fenotipo negro que las personas mayores.

Las categorías socio-profesionales no juegan, en la afirmación del fenotipo en Cali, el rol determinante que ejercen sobre la afirmación de la pertenencia a la comunidad negra en la región del Pacífico. Al umbral de confianza del 95 por ciento, sólo los obreros calificados de la industria tienden a declarar con mayor frecuencia un color de piel negra (probabilidad 1,8 veces superior a la de la población inactiva). Para ciertas categorías profesionales, tales como el secretariado y el personal administrativo, los artesanos o el personal no-calificado del artesanado, de la construcción y del transporte, la declaración de un color de piel negra depende de nuevo del fenotipo: las personas caracterizadas como 'negras' la declaran con una frecuencia ligeramente menor que en las otras categorías laborales. Finalmente, los barrios populares de invasión en las laderas de la Cordillera Occidental, donde la proporción de población caracterizada como 'negra' es la más baja (menos del 3% contra el 15% en promedio), constituyen la única zona de residencia en Cali que ejerza tal vez un efecto propio sobre la respuesta: en esta zona, a igual fenotipo, la probabilidad de declararse de piel negra se divide por dos (20).

Conclusión

Los resultados del enfoque neo-étnico implementado en el censo de 1993, en perfecta coherencia con los datos más finos de sociólogos y antropólogos, ponen de relieve la existencia, en la región del Pacífico, de una afirmación de pertenencia a la 'comunidad negra' basada en un principio étnico-territorial, que se podría calificar de 'utilitario' en la medida en que se encuentra instrumentalizado social y políticamente por un gran número de actores. El análisis de los datos censales demuestra en todo casos que el modelo de identidad propuesto por la ley 70 tuvo un impacto importante, capaz de promover localmente una pertenencia colectiva a las 'comunidades negras'. Sin embargo, no se debe sacar de esta realidad una visión demasiado estereotipada de la nueva identidad afrocolombiana en el Pacífico. Como lo expresa Odile Hoffmann a partir de su experiencia de las movilizaciones identitarias en la costa del departamento de Nariño: "De manera general, las categorías elaboradas por la 'gente de los ríos' en torno a la cuestión identitaria son, a menudo, más matizadas y flexibles que las categorías propuestas por los intelectuales y dirigentes del movimiento negro (cf. por ejemplo las combinaciones de criterios fenotípicos, residenciales, de parentesco y de prácticas sociales para definir quién es miembro de un territorio, y por lo tanto 'negro').

Más que una contradicción, este desfase es el producto de condicionantes externos por el momento insuperables: los dirigentes no pueden más que situarse en los marcos de pensamiento elaborados en otros contextos (en la capital, en los medios políticos) que exigen enfatizar en los particularismos y conducen así a una interpretación 'esencialista' de las realidades sociales, culturales, económicas y políticas de las poblaciones involucradas, mientras que, en la base, las experiencias cotidianas de coexistencia incitarían más bien a la flexibilidad y a la negociación" (Hoffmann, 2000, p.50).

Por otro lado, de la encuesta realizada en Cali en 1998, se puede concluir que la auto-afirmación fenotípica de las poblaciones afrocolombianas en esta ciudad funciona de manera radicalmente distinta, antes que todo en relación estrecha con las categorías raciales de uso común (y utilizadas por los encuestadores), las divisiones y fronteras subyacentes a éstas, y los estigmas o, al contrario, las connotaciones positivas que estas categorías conllevan según los contextos. Si bien otros determinantes existen, como son el origen migratorio, la edad, la categoría socio-profesional, el lugar de residencia o el sexo, sólo actúan en segundo rango. Parecería entonces que la construcción de la identidad 'negra' en Cali es independiente de las disposiciones previstas en la Ley 70 y del proceso socio-político que conduce a su adopción. En esto, ella se diferencia claramente de la identidad étnico-territorial en la región del Pacífico, por lo tanto el marco interpretativo de esta última a la luz de las implicaciones sociales y políticas de la ley (Agier y Hoffmann, 1999; Hoffmann, 2000) debe ser modificado para dar cuenta de manera pertinente del avatar urbano de la nueva identidad afrocolombiana. En la ciudad, esta última aparece a la vez más compleja y endógena en su elaboración.

En el espacio urbano caleño entran a jugar en la construcción identitaria otras lógicas diferentes a las territoriales « rurales » (Quintín, Ramírez y Urrea, 2000). En lugar de una referencia comunitaria de pertenencia, mediante la cual hay una relativa homogeneidad sociocultural y socioeconómica con un fuerte sentido de adscripción local, en los sectores más pobres de la ciudad, donde hay la mayor concentración de población negra (diversos barrios del Distrito de Aguablanca), opera una construcción territorial segmentada bipolar : desde « adentro » aparece la figura inventada por los jóvenes raperos, a través de los circuitos transculturales del reggae y del hip-hop desde los años ochenta, del ghetto, mientras desde « afuera » (desde los barrios en donde residen supuestamente los otros, los « blancos », los « mestizos ») se maneja la figura de « barrios de negros » (Urrea y Murillo, 1999). Curiosamente no hay una separación muy clara entre unos y otros barrios en el mismo Distrito de Aguablanca o con otras comunas colindantes, además porque el mestizaje es generalizado en todas las áreas (Barbary, 1999 ; Urrea y Quintín, 2000). Esto demuestra que las condiciones de vida urbana con un alto componente de exclusión en los sectores populares negros, relacionado con las percepciones fenotípicas, son el soporte de la construcción de identidades racializadas (el ghetto es de gente « pobre » y « negra », al tiempo que desde los otros lugares se califica de « negra » la población de esos barrios).

En otros términos, el color de piel, o más bien sus consecuencias en términos de segregación de los espacios urbanos, juegan sin duda alguna un papel más importante que en la región del Pacífico. Más que a la hipotética transferencia de una identidad étnico-territorial adquirida a través de la región de origen, el proceso de construcción de la identidad 'negra' urbana nos parece responder, en Cali, a la necesidad de enfrentarse, como ciudadanas y ciudadanos sometidos a diferentes tipos de discriminaciones, o percibiendo el riesgo de éstas, a las desigualdades de acceso a los mercados del trabajo, de la educación, de la salud, del consumo, etc., en suma, a una reivindicación de la igualdad de oportunidades.
 

Notas

(1) URREA, F. y VIAFARA, C. (2000, cuadro 1), con base en varias fuentes estadísticas, avanzan la cifra de 18,1 por ciento como promedio nacional (aproximadamente 7.666.000 personas). En enero 2001, la encuesta nacional de hogares realizada por el DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística) en las catorce primeras ciudades del país, confirma esta estimación con una pregunta, mediante 4 fotografías, de auto identificación de su color de piel por el encuestado: el 17,9 por ciento de la población se identifica de color de piel negra o morena.

(2) Sobre los procesos de estructuración política de la población negra, ver por ejemplo J. Arocha (1992), C. E. Agudelo (1998), M.Agier & O. Hoffmann (1998), N. S. De Friedemann (1998), C.E. Agudelo, O. Hoffmann & N. Rivas (1999).

(3) El equipo se conforma, por parte del CIDSE (Centro de investigación y documentación socioeconómica – Universidad del Valle, Cali), de F. Urrea (Sociólogo), P. Quintín (Antropólogo) y H.F. Ramírez (Estadístico), y por parte de IRD (Institut de Recherche pour le développement, Paris), de M. Agier (Antropólogo), O. Barbary (Estadístico) y O. Hoffmann (Geógrafa).

(4) En 1993, la pregunta censal fue: ¿Pertenece usted a alguna etnia, grupo indígena o comunidad negra? ¿A cual?". El censo de 1912 fue el último que incluyó identificación racial de la población ; por supuesto, en esa época que naturalizaba todavía la "raza", con un modelo en el cual las categorías (negro, blanco, indio, mestizo) no fueron discutidas... ni eran discutibles. Sin embargo, dado la metodología de 'autoempadronamiento' empleada entonces, la pregunta fue autoadministrada. En 1912, el 11 por ciento de las personas que contestaron se declararon de raza negra y el 8,5 por ciento de raza india (DANE 2000, Análisis de resultados, p. 60,61).

(5) Barbary y Ramírez (1997), p. 7.

(6) Por el contrario, han salido elegidos concejales negros dentro de listas de los partidos tradicionales y con banderas populares o de clases medias, pero sin ninguna alusión a la cuestión racial.

(7) En la encuesta CIDSE/IRD de 1998, los encuestadores y encuestadoras formulan al encuestado (o encuestada) la pregunta: "¿Cuál es su color de piel?".

(8) Esta región se entiende aquí como los municipios de la costa Pacífica de los departamentos del Valle del Cauca, Cauca y Nariño, y la totalidad del departamento del Chocó.

(9) En muchos otros contextos urbanos nacionales o de otros países, caracterizados por crecientes consumos culturales, es también frecuente que determinados fenómenos transculturales como lo es el Rap y la cultura Hip Hop, den lugar a representaciones del territorio urbano en las que se denuncian las características segregativas de ciertos barrios.

(10) Este modelo no permite descartar eventuales interacciones (se rechaza la hipótesis de interdependencia entre las variables). Pese a todo, el ajuste de las frecuencias marginales es satisfactorio (la desviación típica de los residuos es del 8 por ciento). En cambio, la hipótesis de independencia se admite para el modelo que integra todas las interacciones de orden 2 (ausencia de interacciones de orden superior), del que comentamos ciertos resultados.

(11) M. Agier, 2000, Informe final para COLCIENCIAS del proyecto CIDSE/IRD, CIDSE, Cali, p.68.

(12) O. Hoffmann, 2000, Informe final para COLCIENCIAS del proyecto CIDSE/IRD, CIDSE, Cali, p.14.

(13) Ibídem, p.26.

(14) En el Ministerio del Interior, opera la División de Negritudes, paralela a la de Pueblos Indígenas; a escala departamental (Valle del Cauca) y municipal (Cali), las divisiones de "minorías étnicas o indígenas y negritudes". Estas últimas dependen de las Secretarías de Desarrollo Social o de Bienestar Social. Por otra parte, en algunos Ministerios (especialmente en Educación, Salud y Medio Ambiente), existen programas focalizados para grupos étnicos.

(15) Para una definición precisa de esta variable, ver Barbary et al, 1999, p.10-11.

(16) De todas formas, hay que señalar que el referente cultural en el cual se sostiene le construcción de la negritud en Cali no viene en su mayor parte del África sino precisamente del mundo cultural norteamericano, a través de sus héroes deportivos negros, de sus músicos y actores de cine, y de la moda y las formas corporales de presentación, generalizadas entre los distintos grupos sociales negros de los Estados Unidos. De este último país y de Sudáfrica, provienen también las imágenes políticas de lucha contra el racismo, como puede observarse en las peluquerías « Afro » de Cali y Buenaventura : fotos de Nelson Mandela, Malcom X, Martin Luther King, al lado de jugadores famosos de la NBA y de raperos norteamericanos.

(17) Así, valdría la pena, para profundizar el análisis, repetir el ejercicio de modelización juntando las dos respuestas 'negra' y 'morena', asumiendo la hipótesis inversa que en los contextos barriales el uso de las dos expresiones es intercambiable en su contenido.

(18) Sin embargo existen efectos cruzados significativos (con probabilidad superior al 95 por ciento), que muestran que las características del encuestador juegan de manera específica para las sub-poblaciones caracterizadas como `negras´ o `mulatas´. Así, entre la población negra, los encuestadores (hombres) afrocolombianos obtuvieron una declaración de color de piel negra superior al promedio (68% vs. 57%), mientras que en la población mulata, son las encuestadoras afrocolombianas quienes obtienen esta sobre-declaración (18% vs. 12%); al contrario, las encuestadoras no-afrocolombianas registran una sub-declaración del fenotipo negro (7% vs. 12%). Pero a estas alturas, hay que advertir que el tamaño de muestra es demasiado pequeño para autorizar el control riguroso de todos los factores que pueden influir; por lo tanto estos resultados no son de fácil interpretación.

(19) La desviación típica de los residuos es del 8 por ciento, exceptuando cuatro celdas muy mal ajustadas debido a efectivos muy reducidos.

(20) Para asegurarse de ello, habría que probar este efecto cruzado en un modelo que integre la edad, la categoría socio-profesional y el origen migratorio. En este caso, nuevamente, se alcanzan los límites permitidos por el tamaño de la muestra.

El presente texto corresponde a una versión resumida de un articulo mas extenso de O.Barbary, P. Quintín y F. Urrea, en preparación para un numero especial de la revista brasileña Estudos Afro-Asiáticos sobre dinámicas contemporáneas de las poblaciones negras en Colombia.
 

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