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Scripta Nova.
 Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 94 (58), 1 de agosto de 2001

MIGRACIÓN Y CAMBIO SOCIAL

Número extraordinario dedicado al III Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

MOROS, SUDACAS Y GUIRIS, UNA FORMA DE CONTEMPLAR
LA DIVERSIDAD HUMANA EN BARCELONA

Nadja Monnet
Doctoranda en Antropología Social
Universidad de Barcelona


Moros, sudacas y guiris, una forma de contemplar la diversidad humana en Barcelona (Resumen)

Ayer como hoy, aquí como allá, el genero humano ha podido dedicarse a pensar, clasificar y generalmente también a jerarquizar la diversidad humana de maneras muy distintas. Pero una cuestión taxonómica siempre está inmersa en la historia, vinculada a las relaciones de poder que constituyen el marco obligatorio en el cual se elabora su respuesta. Me propongo por lo tanto analizar cómo el sentido común barcelonés organiza la alteridad que encuentra en el seno de su ciudad. Observaré los tres tópicos mencionados en el título (moros, sudacas y guiris), enfatizando especialmente sobre el último, poniendo especial atención al origen de este tópico, a los cambios que ha conocido en el transcurso de su existencia, así como a las herramientas utilizadas para "poner en caja" a ciertos ciudadanos, considerados como diferentes. En resumen, trataré de observar cuándo y cómo la diversidad se hace diferencia.

Palabras clave: guiris / extranjeros / inmigrantes / percepción de la alteridad


Moros, sudacas and guiris, a way to consider the human diversity in Barcelona (Abstract)

In the past, as well as today, here and everywhere, people have focused their thinking on classifying, and also, generally, to hierarchisize the human diversity in many different ways. But a taxinomical question have always emerged along history, involved in power relations, which are the inevitable context, in which this answer will be elaborated. Therefore, I will analyze how the barcelonian common sense organizes the "Others" who dwell in their city. I will observe the three words mentioned in the title (moros, sudacas and guiris), concentrating especially on the last one. I will try to trace the origin of the word, to consider the change of the meanning in its existence and the tools used to "put in boxes" some citizens, considered as different. As a summary, I will try to observe when and how the diversity becomes difference.

Key words: guiris/ foreigners /immigrants / perception of the "other one"


Antes de adentrarnos en el meollo del tema, presentaré algunas consideraciones teóricas sobre lo que significa clasificar, así como reflexiones entorno a lo que se está haciendo, cuando intentamos ordenar la diversidad humana. Se plantean a continuación algunos puntos de referencias para situar los cambios de percepción de la alteridad en Cataluña y explicar las posturas antagonistas de los tres tópicos mencionados en el título (moros, sudacas y guiris). Más adelante he optado por explorar detalladamente la figura del "guiri", tratando de captar los criterios de clasificación y diferenciación frente a este otro. Empezaré por el "guiri-playero", siguiendo por lo que llamé el "guiri-urbano" y acabando con una versión más reciente que, de alguna manera, se podría llamar el "guiri-residente". Explorando la etimología de la palabra, se subrayará una cierta continuidad entre estos "visitantes" de algunos días o varios años y los primeros "guiris" del siglo XIX. Veremos también que el "autóctono" se puede volver "guiri". Lo cual nos llevará a la síntesis final en la cual se esbozará el carácter fundamentalmente distinto de estas tres caricaturas de la alteridad.
 

Cuando la diversidad se hace diferencia

Pensar, clasificar y...

Cómo pasamos del pensamiento y de la clasificación a una tercera operación que consiste en jerarquizar, se planteaba ya hace veinte años la revista francesa Le genre humain (nº 2, 1981). Sin duda, desde tiempos remotos el ser humano ha pensado clasificando. Ayer como hoy, aquí como allá, los humanos han podido dedicarse a estas actividades de maneras muy distintas. Para distinguir dos objetos generalmente nos referimos a una escala. Este marco resulta siempre de un proyecto humano de comprensión y de interpretación del universo. Los objetos que el universo nos presenta no tienen una existencia anterior a la definición que le damos. Lévi-Strauss en La pensée sauvage utiliza la imagen de la red para explicar lo que se produce cuando clasificamos. Es parecido a lanzar una red encima de lo real. De esta manera, lo real se encuentra atrapado en un discurso, encajado en un orden particular y por eso mismo empobrecido ya que para intentar ceñirlo, nos vemos obligados a despreciar gran parte de las informaciones que se reciben de él. En realidad, se describe más bien un concepto y no un objeto, y se lo hace con características abstractas que corresponden a valores introducidos en los modelos a través de los cuales intentamos describir los procesos que vemos. Al cabo del proceso de clasificación, casi se olvida el objeto que está sustituido por un conjunto de medidas.

Si este proceso demostró su eficacia en el conocimiento científico, tanto para elaborar tipologías de todo tipo de objetos o para entender la anatomía humana, tuvo consecuencias mucho más prejudiciales cuando se trató de aplicarlo a personas para intentar explicar la diversidad humana.

...jerarquizar.

Cuando se pasa de la distinción a la discriminación se engendra una tercera variable: el juicio de valor. Aquello implica un sistema de jerarquización que no tendría nada de inquietante si no se presentara tan a menudo como una escala de valores absolutos que parecen como transparentes, naturales.

Todo tipo de taxonomía, afirma S. Chappaz, es el producto de un discurso sobre el mundo y sobre los seres humanos, que corta en la diversidad cualitativa de lo real para establecer un orden lleno de desigualdades, fundado sobre la base de la diferencia y legitimado al momento de ser creado. La meta de tal discurso es interponerse entre los hombres y el mundo, ejerciendo una mediación consistente en una interpretación creativa de lo real. Pero una cuestión taxonómica siempre está inmersa en la historia, vinculada a las relaciones de poder que constituyen el marco obligatorio en el cual se elabora su respuesta (Chappaz, 1995: 135).

Según las palabras de J. Pouillon (1988:29), no se clasifica porque hay cosas para clasificar, sino que al clasificar se descubren elementos para hacerlo. Lo cual no significa que debamos dejar de establecer tipologías, pero sí que tenemos que tener siempre presente el carácter relativo de sus resultados y tener cuidado con la tendencia de considerarlas luego como algo fijo y estático. Convendría meditar más a menudo sobre las técnicas y los procesos que conducen a "poner en caja" a los hombres, cualquiera sean las justificaciones morales, económicas, sociológicas o sicólogas que se puedan dar a tales iniciativas. ¿Por qué, cuándo y de qué manera, ciertas personas son puestas a distancia, etiquetadas como diferentes? ¿Qué significa hablar de "inmigrantes", "extranjeros" y "autóctonos"?
 

Notas para entender los cambios en la percepción de la alteridad en Cataluña

Como subraya E. Santamaría en su tesis doctoral, la "extranjería" no remite a una clara oposición entre interior/exterior, como el sentido común nos lo representa, sino a un complejo y sinuoso espacio que conjuga diversos grados de inclusiones y exclusiones, de ordenaciones y subordinaciones. De esta manera, la figura del extranjero es una "categoría relativa y relacional, que se define y se (re)actualiza en los distintos contextos sociohistóricos" (1998: 95-96). Por lo tanto, expondremos someramente las distintas maneras de concebir a los forasteros en Cataluña en las tres últimas décadas, desde que se empezó a trabajar y discutir públicamente el tema.

J. Hall (1979), en su análisis de las actitudes hacía la inmigración en la corriente de los años sesenta, señala que se trata de un periodo de tanteos, en el cual domina una cierta confusión, atribuida tanto a la falta de información como a la imposibilidad de poder discutir libremente una situación sobre la cual todo el mundo percibe su importancia, pero cuyas consecuencias sólo empiezan a ser señaladas. Los "inmigrantes españoles" o "xarnegos" (1), después de pasar por un proceso de "urbanización" (si vienen del campo), son vistos como una población que debe vivir un proceso de "catalanización" (Esteva Fabregat, 1973) (2) para poder ser reconocidos como parte del conjunto.

D. Provansal (1997:11) apunta al cambio producido en la relación Nosotros/los Otros entre la época de la transición y el período posterior a la adopción del estatuto de autonomía. El Otro, en el primer período, es todo lo que se opone a la democratización y a un centralismo "obsoleto" e "inoperante". La situación cambia a mediados de los ochenta ya que la lucha política define otras metas, como sería conseguir mayor autonomía. Nace entonces otra categoría de migrantes: los que no están en posesión de la nacionalidad española. Entre estos extranjeros existen foráneos más extranjeros que otros, en particular los "extracomunitarios", es decir los que no pertenecen a Europa.

Esta nueva construcción de la alteridad no proviene de la naturaleza diferente de los actores, lo cual correspondería a una naturalización de la diferencia, sino que proviene de la transformación del contexto en el que se establece la interacción entre estos nuevos "otros" y los autóctonos (Provansal, 1997:8, nota 1). Los migrantes procedentes del llamado Tercer Mundo, a pesar de que hayan empezado a llegar a principios de los sesenta, no serán, como lo hacen notar varios autores, hasta bien avanzada la década de los ochenta, socialmente visibles. E. Santamaría (1997:44) señala que, a partir de la incorporación de España a la Comunidad Europea, la presencia de los migrantes adquiere una funcionalidad simbólica cada vez más importante, una utilidad identitaria. En consecuencia, la inmigración no comunitaria se configura como un polo de referencia negativo en la construcción sociopolítica de la Europa comunitaria.

El establecimiento de la nueva regulación sociojurídica (La ley de extranjería) que está vinculada con la integración y homologación de España en este espacio comunitario, no sólo instituye socialmente la denominada inmigración, sino la hace además por definición como extracomunitaria. Se vuelve lo contrario de la libre circulación de personas (Santamaría, 1994b:208) (3).

Se aprecia, por tanto, que el Otro puede tomar múltiples caras. En el contexto catalán, la figura de la alteridad está marcada por la preponderancia de la nacionalización y estatalización de los fenómenos sociales. De ahí nacen categorías sutiles, tales como diferenciar los "extranjeros" de los "inmigrantes" y los "inmigrantes españoles" de los "inmigrantes extranjeros (4)". Categorías a las cuales ciertos investigadores en ciencias sociales recurren y que se han afianzado en el lenguaje político y periodístico, de tal manera que para la mayoría de los barceloneses un extranjero es una persona procedente de un país rico mientras que los inmigrantes son gente que proceden de regiones o países pobres.

Coexisten además a lado de esta clasificación, que podríamos calificar de "oficial", por considerarse más neutra, una manera de organizar la diversidad más vulgar, tomando posiciones mucho más radicales frente al Otro: los tópicos. Conforman estas expresiones triviales que satirizan o ridiculizan al otro, los contenidos que exploramos a continuación.
 

Tópicos y caricaturas del Otro: "Guiris", "moros" y "sudacas"

Hace cinco años, cuando realizaba un trabajo de campo en Ciutat Vella (Barcelona), los términos "guiri", "moro" y "sudaca" me sorprendieron, ya que se referían a un tipo de categorización que desconocía (5) . Oía frases del tipo: "El barrio está lleno de moros y negros", "los africanos, los marroquíes, los sudacas se quedan entre ellos", o: "Para mí, llegará un momento que tanto moros, como negros, como blancos, todos se llevarán muy bien, aquí". Si los términos "negros" y "blancos" se referían claramente a una categorización por el color de la piel de los vecinos del sector estudiado, y el término "africano" y "marroquí" por el continente y el país de procedencia, las palabras "moros" y "sudacas" sonaban más intrigantes. Intuía su sentido por el contexto pero no acababa de entenderlas en toda su complejidad. El diccionario de la Real Academia Española me dio ciertas herramientas para entender el término "moro (6)" pero ninguna huella del de "sudaca" de cuyo sentido de "hispanoamericano" me enteré más tarde conjuntamente a su matiz claramente despectivo.

En cuanto a la palabra "guiri", algunos de mis interlocutores la utilizaban para caracterizar a todos los jóvenes europeos, precisando que solían formar guetos de "guiris". Sin embargo y tal vez por haber oído más de una vez esta palabra en boca de amigos discutiendo sobre mi estatus ("¿sigue o no siendo guiri?"), pensaba haber captado enseguida su sentido y su matiz despreciativo. Por lo tanto, esta vez no recurrí al diccionario de la Real Academia española que de todos modos no me hubiera sido de gran utilidad. En efecto, este da tres acepciones distintas para esta palabra, pero ninguna se refiere al fenómeno que trataremos a continuación.

Más tarde, al decidir investigar la noción de "guiri" más a fondo, y pidiendo la definición de esta palabra a mis interlocutores, me encontré a menudo con la respuesta siguiente: "es un extranjero". En este caso, preguntaba si cualquier extranjero era "guiri" y para precisar cuestionaba si los pakistaníes o dominicanos entraban en la categoría "guiri". Inmediatamente me contestaban negativamente, explicándome que estos eran "moros" y "sudacas". Una vez más volvían a surgir estas tres categorías juntas: "Guiri significa extranjero pero tiene una connotación, para mí ¡eh!, no peyorativa pero tampoco es el sentido cien por cien de la palabra extranjero. Y creo que tampoco se aplica a todos los extranjeros, o sea a un árabe no le dirán es un guiri, le dirán es un moro y a un pakistaní, le dirán ¡mira un pakistaní, un indio o un moro!".

Parece, así, que la palabra "guiri" ha sido creada para diferenciarla semánticamente de extranjero. Al pedir sin embargo, precisiones sobre la connotación de estas palabras, es decir si abarcaban connotaciones similares, las respuestas fueron negativas una vez más: "La palabra guiri no es tan ofensiva, incluso pretende ser un poco graciosa pero no ofensiva", exclamó un entrevistado. "No es una manera de excluir tan fuerte. Decir guiri continúa poniendo una barrera entre esa gente y tu colectivo que se supone que es el de aquí, pero decir moro o sudaca, además de poner una barrera es sacar una arma, digamos". En este contexto, los términos "sudaca" y "moro" abarcan connotaciones muy negativas. Es gente percibida con un nivel socioeconómico muy bajo y asociado a la delincuencia y al "mal rollo o cosas así". Hay también una idea de desposeimiento por partes de estos: "se supone que el moro o el sudaca vienen a buscar algo que es propio y él viene a llevárselo, en cambio el guiri viene de paso".

Otras personas argumentaban que no se podía considerar estas tres categorías a un mismo nivel: "los sudacas y los moros no tienen nada que ver con los guiris" dándome explicaciones del tipo: "los términos sudacas y moros tienen una connotación racial —los primeros vienen de América Latina y los segundos del Magreb— mientras que los guiris es otra cosa". Para los "moros" se mencionaba también un aspecto religioso que les diferenciaba de los cristianos y judíos. "El término guiri es despreciativo en relación con el turismo, y tampoco es tan despectivo ya que (el guiri) está de paso y cuanto más dinero deja en el país, mejor". "Se utiliza con más facilidad porque son gente que tienen más privilegios, aunque no sea cierto. Es así como los consideran y te sientes con derecho a insultarlos... tampoco es un insulto pero bueno, es bastante despectivo".

Aquí volvemos a encontrar la dicotomía "extranjeros", "inmigrantes" arriba mencionada. Los "moros" y "sudacas" son "inmigrantes", es decir "gente que viene a buscarse la vida", "gente procedente de países pobres", mientras que los "guiris" son "extranjeros", en su sentido restringido de "gente que vienen a gastar dinero y a pasárselo bien". Intervendría aquí un aspecto económico —sobre el cual todos los interlocutores insistieron sin excepción—, que facilitaría el uso relajado de la palabra "guiri", mientras que se toma más precauciones a la hora de hablar de grupos considerados más desfavorecidos (entiéndase procedentes de países con una economía precaria); ese uso estaría más controlado. Algunos interlocutores reconocen efectuar una cierta censura hacía estos dos términos, considerados como políticamente incorrectos, mientras que no tienen ningún problema en utilizar el de "guiri". "Las palabras sudacas y moros las encuentro terribles, suenan muy mal, ¡eh!". Uno se puede burlar de los ricos, pero al pobre se le debe tener respeto, salvo si se comporta mal y en este caso no se escatiman las palabras". Un interlocutor explica que para él, las palabras "sudaca" y "moro" son estrechamente vinculadas con "mierda" y las utiliza por ejemplo cuando ve a uno robando; lo cual no significa que el término "guiri" no se vincule también a palabrotas; así algunas personas entrevistadas reconocen utilizar expresiones del tipo un "guiri gilipollas" o un "guiri de mierda". En este último caso, se trata de un íntimo amigo, pero cuando harta a sus conocidos, éstos se permiten con toda confianza, subrayan, tratarlo de esta manera.

"Yo nunca veré a un sudamericano como "guiri", nunca... No se me ocurre. Es sudaca, coño. Y el árabe, no es guiri es moro y el francés gabacho. Y el "guiri", ¿quién es? Pues, el resto, o sea, los, los...". Con respecto a este comentario, intentaremos precisar, a continuación, lo que entienden los habitantes de Barcelona por "guiri" —ese tópico que parece nacer a partir de los años 60, con la llegada del turismo a España—, y conocer una ampliación de su sentido a finales de los años 1970, y principios de los años 1980, para abarcar a más tipos de extranjeros que a los simples turistas de vacaciones. He optado por explorar más a fondo esta figura, ya que aún no se ha escrito nada sobre el tema. En cambio, la larga historia de la figura "moro" ha sido expuesta por J.-L Mateo Dieste (1997) y D. Juliano (1994) dio bases para explorar la figura del "sudaca", de creación más reciente.
 

El guiri: uso del término y la definición proporcionada por los diccionarios

Primero hay que mencionar que, entre las personas entrevistadas, cinco de ellas decían no utilizar casi nunca esta palabra. La consideraban como un término de argot, una palabra que no se encuentra en el diccionario y que se utiliza sobre todo por los jóvenes. El término les cae fatal o lo encuentran muy feo e incluso sin interés. Una persona subraya que prefiere hablar de nacionalidades y exclama: "Existen categorías nacionales, los alemanes, ingleses, franceses, argentinos ¡para qué inventar otras!". "Guiri", "moro" o "sudaca" son palabras que no suelen o se niegan a utilizar.

Entre las otras personas, un poco más de la mitad no utilizaba la palabra "guiri" de pequeño, ni siquiera sospechaban su existencia hasta llegar a Barcelona. En el caso de una pareja del interior de Cataluña: "És una paraula d'argot que s'ha fet molt popular, però quan jo tenia divuit anys, no crec que sabés què volia dir". Para ellos, el aprendizaje se hizo poco a poco: "De cop coneixes la paraula i vas una mica dient: «ah!, doncs deu de ser això guiri, això ho és o no ho és», no sé, com que li vas posant una mica tu el contingut, doncs de fet es una paraula que no té cap definició...". Otras personas empiezan a utilizarla al salir del ámbito familiar, yendo de vacaciones en la costa o empezando a encontrarse con jóvenes estudiantes de otros países. En cambio, los que utilizan está palabra desde hace mucho tiempo, se acuerdan haberse disfrazado de "guiri" para Carnaval en la escuela, otros cuentan que después del verano contaban sus ligues y encuentros con las "guiris" en la playa. Entre estas personas, están las que piensan que es una palabra que cada vez se usa menos; sin embargo, algunas están convencidas que ya está incorporada al diccionario.

Entre seis diccionarios consultados que la mencionan (7), dos la consideran como una palabra coloquial, otros dos informal o vulgar y los otros dos no dan ninguna precisión en cuanto al registro de lengua. En cuanto a la definición, el diccionario Clave (1996) se limita a decir que es un extranjero; Moliner (1998) precisa que es un extranjero que "sobre todo no es de habla española". El diccionario Larousse (1998) añade a la noción de extranjero, la de "turista de otro país", lo que resume el diccionario Salamanca (1996) en "turista extranjero" y dándole una vuelta más y separándolos por una coma volvemos a una definición más antigua, la del Diccionario Ilustrado (1993): "extranjero, turista". Los ejemplos que acompañan estas definiciones las enriquecen de nociones que volví a encontrar con frecuencia a lo largo de mis entrevistas: por una parte el color peculiar de estos visitantes: "guiris rojos como gambas se pasean por la playa" (Salamanca, 1996), y por otra, una cierta idea de "invasión" del espacio: "el museo estaba lleno de guiris"(Moliner, 1998) y ante todo el de las costas: "Mallorca en verano está llena de guiris" (Clave, 1996), "la playa ya está llena de guiris"(Larousse, 1998).
 

Del "guiri-playero"...

"Un guiri no es alguien que tiene una tarjeta aquí (muestra su frente) en teoría, pero sí que la lleva, eso es el tema. Entonces, si la lleva es porque tenemos una imagen. Los requisitos son normalmente visuales, físicos". Así, el arquetipo del "guiri" es el playero, el visitante alto, rubio en búsqueda de sol. El turista de los años 1960-80, calificados por algunos de "clásico" o "tradicional", que llega en vuelos chárter o en autocares a las costas mediterráneas. Descrito como: preferentemente de "raza blanca" o con la "piel blanca" para poder obtener este "rojo-quemado", que lo caracteriza tan bien, es considerado procedente de países nórdicos, y entre los más citados están Alemania, Suecia y los países anglosajones. Por lo tanto es ante todo "el extranjero germánico". Pero la marca indeleble del sol en su piel, que llevará a su país de recuerdo y como prueba de que vio el sol, no es el único requisito para ser "guiri". Suele desplazarse en grupos: "Ni siquiera para mí es alguien individual, para mí, es un colectivo: los guiris". Tienen una indumentaria peculiar: suelen vestir unos bermudas, una camisa hawaiana muy vistosa, llena de flores y de colores vivos, llevar gorras blancas y sobre todo calzar sandalias con calcetines preferentemente blancos. Son "els més exagerats", exclama un interlocutor.

"El guiri es un turista rico, es decir de un país rico y no necesariamente con mucho dinero... es un turista barato, gente que sale de su país para hacer fiesta, beber sangría, comer paella e ir a la playa". Con esta paradoja del turista rico pero barato, no sólo se refiere la ventaja que éste tiene al venir de un país con un poder adquisitivo mayor que el de España, sino que además se subraya la clase social de este viajero o su poca clase. Considerado, por varios interlocutores, como integrante de la clase media-baja, es una persona que no suele o no sabe viajar. "Es un turista de paso con un fuerte poder adquisitivo que viene aquí sin conocer el país y que tampoco intenta conocerlo". Ignorante de la realidad española, llega con una visión muy estereotipada del país. Viaja a España para descansar, festejar y pasárselo bien, ya que está de vacaciones. "Bebedor, hedonista y amante del placer" pasa sus días en la playa sin hacer nada más que eso. Son descritos con poco respeto por su entorno: "Por la noche chillan. Creen que estamos a su servicio porque piensan que España es un país más pobre, tienen una visión de España muy tradicional y se imaginan que pueden hacer de todo. Vienen a emborracharse, a ensuciar y a hacer lo que no pueden hacer en su país".

La España barata y estereotipada, el sol, la playa, el comer bien y el beber hasta no poder más, parecen sintonizar con el tipo de "guiri-playero" cuya capital mundial, según las declaraciones de tres interlocutores, sería Lloret de Mar.
 

... al "guiri-urbano..."

Sin abandonar las costas, a partir de los años 1980, el guiri empieza también a penetrar en la ciudad. Varios interlocutores vinculan este hecho con la proclamación de Barcelona como ciudad de los Juegos Olímpicos. A partir de este momento, los autobuses no han parado de transportar guiris que "invaden ciertos barrios de la ciudad". El trasfondo del "guiri-playero" constituye la base del nuevo personaje que aparece y que he optado por calificar de "guiri-urbano" y puede ser incluso la misma persona en distintas etapas de su viaje. Puede ser el "guiri-playero" que viene de excursión un o dos días a Barcelona. Por lo tanto, las indumentarias de estos dos prototipos son bastante similares. Suelen andar menos cubiertos que la población local y llevar mangas y pantalones cortos cuando el resto de los transeúntes aun se cubren con abrigos o chaquetas. En vez de las famosas sandalias con calcetines blancos, pueden calzar botas de montaña. "Claro, porque vienen a la aventura, a explorar la jungla" explica uno, siguiendo con una descripción de la ciudad en la cual se compara Barcelona a un terreno propicio al desarrollo de un verdadero safari urbano, con sus jirafas (la Sagrada Familia) y demás animales exóticos aunque fosilizados. Otra comenta: "Claro, los guiris piensan que Barcelona es un país exótico y vienen aquí como si fueran a la jungla". Son transeúntes que tienen un aspecto y actitudes inusuales. No pueden pasar desapercibidos. Han de confluir diversas variables para obtener la "pinta guiri": la constitución física, la manera de vestirse y también los objetos que llevan encima que constituyen un verdadero utillaje, desde la mochila (si posible con la etiqueta del avión) y la riñonera, hasta los mapas o las guías en la mano o bien visibles, pasando por la imprescindible cámara de fotos. "El guiri no tiene clase" y se diferencia de la manera de mostrarse en público que tienen los "autóctonos". Así una persona declara que para ella, dos ancianas, que pasean delante de la Catedral, de estatura alta y robusta con un maquillaje pronunciado son "guiris" porque considera que las ancianas en Barcelona, no suelen pintarse tanto.

El conjunto y el contexto son importantes para definir el "guiri". Una persona que sacó unas cuantas fotos con el fin de ilustrar lo que entiende por "guiri" explica: "Més d'un cop, en una situació, on tu hi ets, ho veus molt clarament què és un guiri, de vegades però, a l'hora de fer la foto, quan tanques una mica el context, es perd una mica o sigui que també penso que on et trobes aquella persona, te'l acaba de definir o no; és a dir, és la ubicació que te'l acaba de definir". Así la misma persona en un lugar poco turístico y con algunos objetos menos visibles (por ejemplo la cámara en la mochila) o sin ellos, puede llegar a pasar más desapercibida, hasta incluso dejar de ser "guiri".

Ciertas actitudes pueden dar las últimas pinceladas para acabar de definir el perfil del "guiri-urbano". Por estar de vacaciones, se le concibe muy relajado, incluso un poco demasiado, ya que aunque le explican miles de veces que no debe deja de vigilar sus efectos personales, siempre llegará el momento en que dejará de prestarles atención y, por supuesto, alguien se aprovechará de la situación. Lo mismo pasa en bares y taxis donde les cobran un precio más elevado de lo normal. Se le considera ingenuo y se subraya su aspecto de despistado: "es el que no sabe donde está, desorientado, mira su plano". Se hace notar por su aspecto distraído, la mirada más fija en las fachadas de los edificios que por donde camina. Mira arriba, y sus ojos parpadean maravillados por lo que ven, según algunos, o, para otros, muy receptivos, pestañean de inquietud para conocer y almacenar un máximo de información a través de la vista.

Al igual que su ancestro el "playero", "es alguien que tiene la calidad de poder hacer las cosas cuando quiera y cuando los demás del país no lo pueden". Suele seguir su propio ritmo lo cual le diferencia de los demás ciudadanos: "sólo un guiri puede comerse una paella a las seis de la tarde". Sin embargo, el ritmo distinto no es relevante para todos mis interlocutores, pero en cambio, el hecho de que se queda en lo más superficial y lo que ya está montado para atraerlos, sí que lo es para todos. Se subraya también el hecho de que es alguien que no tiene verdaderos contactos con la población local. Suele alojarse en un hotel y no en casa de conocidos, ir a visitar las cosas típicas —"que parecen que las tienen que hacer porque son típicas, y en realidad no tienen un interés"— y comer lo típico. No conoce "los lugares con más salsa" y coge el autobús turístico, calificado por mis interlocutores de "guiri (8)". "No s'entera de res", por eso se compra un sombrero mejicano en las Ramblas, detalle que fue anotado por la mayoría de los entrevistados como el colmo de su ignorancia. En resumen, "és aquell que cau en la trampa i els tòpics, o el típic". Viene a visitar la ciudad para ver lo espectacular, "lo exagerada que es, por ejemplo, la Sagrada Familia"; para comprobar que las cosas mencionadas en las guías o las publicidades, existen. Por eso va armado de una cámara, con la cual bombardea los lugares de visita imprescindible, para poder dar pruebas de que estuvo y de que conoce Barcelona.

Si los diccionarios subrayan la connotación negativa de la palabra, entre la gente entrevistada no parece tan claro. Existen "guiris simpáticos, enrollados". El "guiri simpático" es el que "en vez de estar en hotel de cinco estrellas, está en el piso de un amigo; pero si no lo conoces, sigues pensando que hay la posibilidad que venga de donde viene y de que pueda utilizar sus medios". En este caso, el hecho que la persona no se aloje en un hotel, la hace más simpática pero sigue siendo igualmente "guiri" para mantener una cierta distancia. "No es peyorativo pero tampoco es una calidad". Sin ser necesariamente negativa, la palabra subraya el lado ridículo del personaje. Otra dice: "Hay algo de divertido, de simpático en esta palabra, es un término que te causa gracia". Una joven se imagina que ha sido inventada para que la gente pueda hablar de los turistas sin que se den cuenta, ya que la palabra turista es demasiado internacional. Subraya que cuando se junta con sus amigas para pasearse por las Ramblas es su tema predilecto de conversación. La connotación depende también del contexto en el cual se utiliza y de la edad de la persona que pronuncia la palabra, ya que un interlocutor considera que en la boca de un adolescente de 14-15 años es una palabra coloquial, sin connotación particular.
 

... y los demás turistas.

Al lado del "guiri", coexisten múltiples tipologías para caracterizar los visitantes de paso en Barcelona. En primer lugar, los entrevistados diferenciaron a menudo el turista del "guiri", aunque se reconocía que la frontera entre los dos era a veces muy difícil de establecer. El primer término se refiere entonces a un viajero discreto, mientras que el segundo, "a mitad de camino entre lo humorístico y lo despectivo" (Buitrago, 1998:226), designa a los turistas que resulta imposible no ver. Hacen reír, son sujeto de chanzas, son aquellos a los que se puede engañar fácilmente. En cambio, el turista viene documentado para conocer más una realidad sobre la cual se informó previamente y por lo tanto es posible encontrárselo fuera del rebaño y de los caminos balizados. Es un turista con más clase. Para ciertas personas entrevistadas hay cada vez menos "guiris" en Barcelona y más "turistas". En este caso se considera que el turismo que viene actualmente es distinto, más selecto y se relaciona con los cambios vividos por esta ciudad: "Actualmente Barcelona ha cambiado, es mucho más moderna y ya no es conocida como un lugar barato donde sólo se encuentra sol". La evolución de "guiri" a "turista" estaría pues en correlación con la modernización de la ciudad.

Mis interlocutores explican que los franceses, italianos y portugueses no cuadran, a primera vista, con el retrato caricaturesco (alto, rubio, ojos claros) que surge al evocar la palabra "guiri", pero pueden llegar a serlo, aunque suelen distinguirlos más bien por su nacionalidad. Son considerados más fáciles de reconocer entre los turistas ya que hablan un idioma cercano, del cual uno se puede enterar un poco (9), tienen una aspecto más familiar y una manera de moverse y de vestirse que les caracterizan nítidamente. Un interlocutor precisa también que como, en el caso de los franceses, ya existe un término específico (gabachos) no hace falta otro nombre para denominarlos.

En cambio, los japoneses o "japos", en la jerga juvenil, son claramente unos "especímenes aparte", unos "personajes muy especiales". Aunque tengan todo el utillaje del perfecto "guiri" (los últimos modelos de cámara y unas guías bien gruesas), no tienen ni el color de piel, ni las actitudes adecuadas para ser catalogados como "guiris". "Un guiri está más días, está haciendo cosas que no tienen que ver con cultura, con nada, es alguien que está haciendo el guiri". En cambio, los japoneses son cultos y aunque vengan para una estancia muy corta, están bien informados. "Se ven y no se ven porque aparecen y desaparecen tan rápido". Visitan toda Europa como relámpagos, cambiando cada día de ciudad. Por lo tanto no son ellos los que se encuentran en los bares haciendo fiestas y emborrachándose. Pero, puede que ahora empiecen a llegar a Barcelona "japoneses-guiris", prevé un interlocutor que avisa que los japoneses cambian también (10).

"Los moros y sudacas no son turistas y si vienen de turistas no se les denomina así, sino "guiri", aunque para una persona procedente de los Emiratos Árabes Unidos se tendría que inventar otra palabra". Los nativos ricos de los países árabes que vienen de turistas no son "guiris", porque "no se ven delante de la Sagrada Familia bebiendo Coca-Cola y se alojan en hoteles de lujo". Puntos de vista ampliamente compartidos por los demás entrevistados, de los cuales algunos subrayan que esta nueva tendencia tendrá de aquí a poco tiempo, una palabra específica para calificarla.

En cuanto a los visitantes latinoamericanos, si no tienen una pinta de "sudaca étnico", utilizando una expresión de un interlocutor para decir que no se puede adivinar su origen por sus rasgos fenotípicos, pasan a ser "guiris". Los demás son "turistas latinoamericanos" que se hacen notar, a parte de su fisonomía, por su aspecto "bien arregladito", con la ropa "super-planchada" y las mujeres porque llevan muchas joyas.

Frente a las olas de visitantes procedentes del este de Europa, mis interlocutores oscilan entre el hecho de que "dan pena" por el aspecto de los autobuses que los llevan y el sentimiento que "sí, realmente son "guiris" porque se ve que se han vuelto rápidamente ricos".
 

El "guiri", un personaje en tránsito

Si la mitad de mis interlocutores utilizan el término "guiri" únicamente para describir a este turismo barato, "cutre" o caricaturesco que acabamos de describir, la otra mitad se refieren a él para designar además otro tipo de realidad urbana. Entre los "guiris urbanos" se perfilan por lo tanto dos tipos: por una parte, el visitante de pocos días y, por otra, un ocupante menos pasajero que se establece en Barcelona para una temporada más o menos prolongada. Las personas entrevistadas o bien conocieron los distintos sentidos de la palabra al mismo tiempo —y por lo tanto siempre los han utilizado conjuntamente— y son tan locuaces para describir sus distintas variantes; o bien distinguen claramente dos períodos que corresponden a dos visiones distintas del concepto que siguen utilizando pero considerando la primera como arcaica, anquilosada en la imagen de los primeros extranjeros, llegados a España y demasiado obvia para adentrarse en el tema y extenderse en consideraciones sobre el asunto. Focalizan entonces su descripción en el otro "guiri": el "guiri cultural", según la terminología de uno de mis interlocutores. El o la "guiri cultural" es "algo mucho más simpático porque es alguien que se interesa por el espacio donde tu estás y que quieras o no, eso es más bien aceptable ¿no?". Este "nuevo espécimen", este "caso extraño que hasta ahora no se había dado", parece, según los entrevistados, haber salido de los intercambios entre universidades.

"Es una persona que está de paso, es decir una persona que viene de fuera y que no tiene una idea de asentamiento, de quedarse aquí. El guiri no busca trabajo, sino que está aquí de paso" El "guiri" tiene que ver con el hecho de estar y marchar, con un lapsus de tiempo. Es "el hecho de ser extranjero en un sitio y es en principio un poco despectivo. No es ofensivo, o sea que no tenemos nada que defender pero sí que es un poco despectivo". Otros consideran que al haberse ampliado el sentido de la palabra, pierde un poco de su carga negativa, se vuelve más neutra y "sencillamente es una manera de decir que no es de aquí".

En este sentido, la categoría "guiris" puede verse ampliada considerablemente, ya que no son sólo los extranjeros procedentes de los países llamados del Norte, sino que entran también según como los ciudadanos de países del Este, los italianos (11), portugueses, franceses, hasta ciertos latinoamericanos. En este caso, como para los "guiris" arriba mencionados, es sobre todo su nivel económico que los diferencian como tales.

"Si en tu vida está planteado el hecho de... digamos: relaciones humanas, el del trabajo y el hecho del medio de subsistencia, digamos que al guiri siempre le falta algo. Siempre hay alguna cosa que falla, que es que lleva al tiempo a que desaparezca". Las personas que trabajan para grandes empresas pueden llegar a ser "guiris" en este contexto, aunque no suele ser la visión más común. "Imaginan que trabajan hasta en Internet desde su casa, eso ya es el paradigma del guiri perfecto: trabajar desde su casa y no hacer caso de la sociedad". Ser flotante, sin demasiadas implicaciones de cara a su entorno, su vuelta a su lugar de origen se hace muy probable. "Para mí, es diferente del inmigrante que ha venido aquí que tiene claro que viene a vivir, y a trabajar aquí que el guiri que es diferente, es el que viene de paso". Volverá a su país sin ninguna duda, mientras que el inmigrante se concibe como más estable, como un fenómeno más duradero y con poca probabilidad de vuelta al país de origen. Tal vez porque el inmigrante ya es adulto, mientras que el "guiri" vive en Barcelona, una época de transición antes de llegar a su plena madurez, como lo da a entender esta interlocutora: "como están en el impasse de que no acaban la universidad y tal, pues están un año o dos. Tienen claro que es un período de tiempo y que volverán a su país a hacer su vida. Saben que cuando van a volver a su país, les va a tocar establecerse, buscarse un trabajo, digamos: sentar la cabeza ¿no? Vienen aquí para salir de la rutina. Están dos años, viviendo otra manera y cuando van a volver a su país va ser cambiar y porque ya les tocan vivir una etapa más adulta". Su edad oscila entre 20 y 30 años, ya que "un señor o una chica que viene aquí con sus cuarenta años, igual no vienen a hacer tanto el guiri".

Este "guiri" se distingue del "turista cutre" por ser gente que "sí, llevan un ritmo también de despilfarro y jolgorio pero ya están un poco más metidos". Vienen y viven en España actuando "de forma contradictoria, simulan estar integrados, pero en realidad viven en una ficción". Alquilan un piso que saben que es sólo una vivienda provisional y al no tener a los padres cerca, no se sienten avergonzados en organizar en ella fiestas y más fiestas.

Varias veces fue subrayada su tendencia a juntarse, fenómeno que parece atañer sobre todo a los ingleses, irlandeses o americanos: "Hacen como un grupo grupal ¿no? Porque hacen lo mismo que en EEUU, es lo mismo que hacían allí, pero aquí, viendo cosas distintas pero salen con americanos y se involucran poco".

Para este tipo de "guiri", la "pinta" es importante: "Un erasmus que viene aquí un año no tiene tiempo de mentalizarse, sigue vistiéndose como en su país. Una chica "guiri" no se viste ni como mi madre ni como mis hermanas, tiene otro look". "Van más destapadas, porque claro, en relación con su país, aquí hace más calor". "Son más sexy". Pero tal vez, todavía son más relevantes sus actitudes. Un "guiri" es el que "hace el guiri", lo cual es considerado como un tema "erótico-festivo", según la expresión de una entrevistada. Armar fiestas, ligar y también la intensa circulación (frecuentes cambios de inquilinos, llegadas de visitante, entradas y salidas de los festejos) en los pisos donde viven, parecen ser los rasgos más característico de este personaje. Sin embargo, un interlocutor que no suele usar esta palabra para referirse a los occidentales instalados en Barcelona, reconoce utilizarla de vez en cuando para designar a jóvenes europeos que viven en su barrio en ciertos contextos y para referirse a actitudes concretas: "Llamas guiris a los europeos que viven aquí cuando te molestan porque no paran de hacer fiestas y porque no los conoces, cuando no respetan tu ámbito". En este caso, la palabra puede verse teñida de una cierta agresividad.

Las personas cuya estancia se prolonga de manera desmesurada pueden dejar de ser "guiri": "El movimiento de acercamiento a los tres planteamientos que te dije antes (estar dentro de la sociedad, participar de todo esto) en este momento, para mí, se rompe, no es más guiri, forma parte de la sociedad entonces puede ser tratado como extranjero-residente". ¿Cuándo y cómo uno deja de ser "guiri"? Sin abordar este espinoso tema aquí, subrayaré con esta intervención que "esta persona que vive aquí, si la conoces, si mantienes contacto con ella y está en tu mundo laboral y está integrado, ya deja un poco de ser "guiri" ¿no? Deja un poco de serlo, pero no es tan fácil que ocurra esto". Así una persona dice seguir considerando un amigo suizo que lleva más de diez años en la provincia de Barcelona y "es que lo será toda la vida".

Existen también extranjeros que se autodeterminan como "guiris". Un interlocutor dice conocer amigos extranjeros que utilizan la palabra porque saben que los españoles los llaman así y eso les hacen gracia. Pero ¿de dónde sale este término? Es lo que observaremos a continuación.
 

Los guiris: en búsqueda del origen de la palabra

En el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) que no tiene ninguna acepción registrada en el sentido arriba desarrollado, se precisa que la palabra viene del vasco "guristino" que significa "cristino". Los primeros "guiris" se encuentran por lo tanto en las guerras carlistas del siglo XIX. Recibieron este apelativo los llamados liberales —especialmente sus soldados— que luchaban contra los carlistas, en referencia a la reina María Cristina de Borbón (1806-1878), regente de España desde 1833 hasta 1840, que daba nombre a los partidarios de que su hija, la futura Isabel II, fuera algún día reina de España, en oposición a los seguidores del propio hermano de Fernando VII, don Carlos, también pretendiente al trono (Buitrago, 1998: 226-228). De ahí, y siguiendo el análisis de Buitrago y Torijano, aplicable a esta etimología, podría salir la idea de "los otros, los que no son como nosotros, los de fuera" y podría llegar a estar en el origen de la idea de "el extranjero, el que no habla el mismo idioma y que no se entera de nada" que vimos más arriba.

Una segunda posible etimología, mencionada por los autores del Diccionario del origen de las palabras, encontraría su origen, en el mismo contexto histórico que el anterior, en la Guardia Real y se debería al hecho de que los soldados de esta Guardia Real llevaban escritas, en su gorra y en su cartuchera, las letras "G.R.I." (iniciales de Guardia Real Infantería), lo que habría motivado la creación popular de "guiri", sin más connotación que la que podemos encontrar en la denominación coloquial de hace ya unos años, los "cocos", creada a partir de las siglas de Comisiones Obreras. "Sea o no cierta esta etimología, la verdad es que se siguió llamando guiris a los soldados napoleónicos (vuelve a aparecer el sentido de "enemigo contrario") aunque ya no aparecieran las menciones iniciales "G.R.I." en los gorros de las tropas francesas" (Buitrago, 1998:229).

El segundo sentido dado por la RAE, precisando que se trata de un término vulgar, es el siguiente: "individuo de la Guardia civil". Hace su aparición a principio del siglo XX y proviene del habla de los gitanos españoles. Buitrago y Torijano piensan que el término esté relacionado con la voz "guripa", forma antigua de llamar a la justicia o a los alguaciles, derivada a su vez de "gura", una voz germana, y que también sirvió para llamar a los "soldados rasos", por lo que se ha querido relacionar con la palabra gitana "kuripén" (la guerra, la batalla). De ser cierto, parecería repetirse el sentido de enemistad entre los usuarios y los receptores del nombre (Buitrago,1998:227).

Para la mayoría de mis interlocutores, queda claro que la palabra, en su sentido más común hoy en día, está vinculada con el desarrollo económico de España en las décadas 1960-1970, la llegada del turismo y la decadencia del régimen de Franco. No obstante, ninguno se refirió a los dos sentidos dado por la RAE. Algunos buscaron su origen en la palabra guirigay o guirigall en catalán, precisando que es una interpretación que no tiene ningún valor científico. Se podría entender entonces los "guiris" como aquellos que "hablan un lenguaje oscuro y difícil de entender", según la primera definición de guirigay dado por la RAE o los que "arman follón a su paso", refiriéndose esta vez a la acepción más común de guirigay. Otros, que viajaron a Estambul, y se encontraron con la palabra "guiris" nada más llegar al aeropuerto y luego a lo largo de todo su periplo, se imaginan con deleite, algo incrédulos pero entusiasmados, que la apelación española tomaría sus orígenes en la palabra turca guiris que significa "la salida". Sin embargo, les cuesta entender cómo logró incorporarse esta palabra a la lengua castellana o catalana (12). Por lo tanto, parece más prudente pensar que la palabra, ya existente en castellano, se reactivó en un nuevo contexto, conservando su capacidad de poner a distancia las personas designada por ella y su connotación poco amistosa.

Hay que hacer notar también que la palabra pasa de ser un nombre masculino (en las dos acepciones arriba mencionadas) a un sustantivo de género común. Algunos diferenciaron claramente entre "la guiri" y "el guiri". Se solía insistir en que la mujer española era muy distinta de la "guiri": generalmente descrita como más alta y más liberal. El "guiri" era el viajero cutre y no particularmente guapo, mientras que las "guiris" estaban siempre muy buenas y eran muy guapas: "las suecas o las extranjeras buenas que venían a hacer topless cuando era prohibido hacerlo en España y que todos los españoles bajitos y peludos iban a buscar (13)". En este caso se entiende que el "guiri" representaba una amenaza para los españoles mientras que las guiris eran objeto de deseo. Para los primeros, la palabra era connotada de manera más peyorativa y para las segundas, la carga negativa se veía como sublimada por una connotación sexual. Para ciertos interlocutores, el término hubiera sido completamente inventado por los hombres españoles.

La autarquía forzada por Franco, hizo que la llegada de los primeros extranjeros les convirtieran en objetos de curiosidad. Un interlocutor de unos 30 años explica: "Para mí, de pequeño, el guiri era gente de otro planeta. Hablaban otro idioma. La comunicación no era posible o muy difícil". La creación de esta palabra se asocia a una mentalidad cerrada, debida al hecho de no haber podido salir del país. Para esta persona, ya que actualmente los españoles viajan y están en contacto con más gente de fuera, ya casi no utilizan este término. Emite la hipótesis que tal vez sigue en uso en los pueblos pequeños y aislados. Otro de la misma edad comenta: "esta palabra se utiliza cada vez menos, cuando era pequeño era más común y se ha perdido un poco, porque también la gente se desarrolla y vive en un ambiente distinto, más global, por tanto el extranjero no es tan extraño, ya no necesitas crear una palabra para decirlo ¿no? Ya, lo vez más como tú y yo, más propio de tu vida y por eso creo que se está perdiendo". En cambio otra persona insiste: "Hay cada vez más guiris, hasta incluso ahora ciertas personas han adoptado ciertos aspectos de la moda "guiri" como es poner sandalias con calcetines". Así es lo que vamos a ver a continuación, los "autóctonos" pueden también metamorfosearse en "guiris".
 

Cuando los "autóctonos" se vuelven "guiris"

Vimos que hay varios tipos de "guiris" y varias manera de serlo; diferencias que se vuelven a encontrar entre los "autóctonos" que pasan a ser "guiris". Ir de "guiri" es "cuando te vas fuera, a un hotel y no intentas conocer el lugar visitado". Se menciona que en Ibiza, incluso los "guiris" son los de Barcelona. En este sentido, varias personas subrayan que no les gusta hacer de "guiri" cuando salen de vacaciones. Sin embargo, se menciona que siempre existe el riesgo de volverse, en un momento u otro, "guiri", al hacer algo inusual para el país visitado. Uno, al autoanalizarse llega a la conclusión de que se ha sentido siempre más "guiri" en un lugar que tiene menos que ver con él, que en un lugar percibido como más cercano a su forma de ser. Comparando sus estancias en varias ciudades europeas con un viaje realizado a la India, afirma: "Europa, para mí, tiene que ver mucho más", subrayando que la cultura y el nivel económico son más similares y añadiendo que el "guiri" puede tener cosas por encima de las posibilidades de la gente del país visitado. Otras personas en cambio piensan no ser "guiri" cuando viajan, ya que esperan viajar de manera distinta. O también, que los españoles, por narices, se tienen que acostumbrar a los horarios del país visitado, ya que en algunos sitios resulta imposible encontrar algo abierto a la hora en que uno acostumbra a comer o cenar. Esta interlocutora asegura que un español se adapta más cuanto más viaja, mientras que el guiri se queda con su ritmo.

Algunos de los entrevistados que se fueron al extranjero para una estancia más larga que un viaje, reconocen haber ido a "hacer de guiri, fuera": "Yo, tenía muy claro lo de ser "guiri" y decíamos con mis compañeros: «Claro, como somos guiris, no nos enteramos»". Otro interlocutor: "Yo fui guiri en Rusia. Vivía con muchos más medios (aunque tenía poco) que la media y hacía cosas que la gente no hacia con tanta frecuencia. Iba a la Opera a menudo, ..." En fin, son los "guiris" los que salen a descubrir novedades y los que se desvinculan un tiempo de su entorno familiar, tratando de disfrutar este momento al máximo. De ahí esta definición muy general que me dio, en forma de conclusión, una persona entrevistada y que permite abarcar absolutamente todos los tipos de "guiris" hasta aquí mencionados: "El guiri es alguien que está en un país de manera temporal".

Pero no hace falta necesariamente salir del país para pasar por "guiri". Dos personas me contaron como las tomaron por "guiris", uno en la costa y el otro en la ciudad. El primero explica que es sólo cuando empezó a hablar, que sus interlocutores "volvieron a ubicar[lo] correctamente". Sus compañeras de piso justifican este equívoco por el hecho que esta persona tiene el "típico fenotipo del guiri". Es una persona con la piel relativamente blanca y el pelo claro, al cual se deberían añadir, tal vez, otras componentes como su vestimenta. El segundo explica que entró en una tienda de su barrio, pidió algo en castellano, y el tendero le contestó en inglés: "Claro, es que hay tantos ahora por allí (Ciutat Vella) que tienen un quilombo en la cabeza y te hablan directamente en inglés". Un caso aun más curioso es la de una chica casada con un americano y que se fue a vivir con su marido a Estados Unidos. Unos amigos suyos comentan: "Allá, no es guiri porque se fue a montar su vida", pero se imaginan que, tal vez, cuando vuelva a España puede ser que la gente que no la conozca, la tome por una "guiri".
 

Conclusiones

"En el fondo cualquier intento de clasificar, por parte de la gente de un lugar, es despectivo, y si no es despectivo, al menos, sin duda, intenta frenar". Si los términos "moros", "sudacas" y "guiris" tienen trasfondo negativo, también están utilizados de manera superficial "sin ninguna connotación trascendental", según las palabras de un entrevistado. Explica éste, que de pequeño utilizaba el término "moro" sin tener mala intención, como se utilizaba el de "gabacho" para los franceses o "xarnegos", para mencionar el origen español de la familia de la persona designada por esta apelación. No obstante, nota que hoy en día, la palabra "guiri" choca menos que las de "moro" o "sudaca". La noción de "guiri" tendría otro nivel de desprecio que oscila en el miedo al contagio del ridículo (uno hace todo para huir de los lugares "guiris") y una cierta atracción por este personaje. Vimos como los "autóctonos" se pueden volver "guiris" a varios niveles así como existen varios tipos de "guiris". Palabra por lo tanto entre el desprecio (que se refiere entonces al "turista cutre") y la aspiración a convertirse en estos europeos privilegiados que pueden permitirse el lujo de pasar una temporada relativamente larga, pasándoselo bien. Nadie quiere convertirse en "sudaca" o en "moro", sin embargo no es tan molesto haber sido confundido con un "guiri". Por otra parte, la palabra "guiri" tiene también un cierto poder de modernizar a las personas que la utilizan. En boca de los padres, denota modernidad: "Mi padre la usa cuando quiere hacerse el moderno"; lo cual no ocurriría con los términos "moros" y "sudacas".

Las nociones de "sudaca" y "moro" son encarceladoras, mientras que la de "guiris" evoca la modernidad, la libertad de movimiento ("el guiri elige instalarse en España, lo hace porque le gusta más que vivir en su país, por cuestiones de mentalidades, de clima, todo lo que quieras") y un cierto intercambio de servicio. Un entrevistado explica: "Quieras o no, del guiri te esperas, aunque sea un plasta, aunque haga estas cosas, te esperas que haya un intercambio que es, que ellos te tocan las narices, pero dejan dinero y de los otros no te lo esperas". Los términos "moros" y "sudacas" plantean que hay una necesidad de la parte de estas personas al haber venido aquí. Unos vienen porque les da la gana, otros con necesidades, porque necesariamente son pobres. El "guiri", un ser extranjero rico por definición, y por lo tanto también percibido como superior —aunque no todos los extranjeros sean "guiris"— se convierte entonces en una categoría antípoda a la de "moros" y "sudacas", seres procedentes de países pobres, considerados como inferiores.

Más allá de la equivocación, creo yo, por parte de las ciencias sociales en descuidar los distintos flujos migratorios procedentes de los países considerados como ricos, pienso que hace falta explorar las figuras que nacen de ellos paralelamente a las que se crean a partir de los demás flujos. Por eso he insistido tanto en esta ponencia en la figura del "guiri". Si se puede plantear que los Otros sirven para definir un Nosotros, para entender el Nosotros barcelonés que se está construyendo, es necesario examinar tanto la figura del "guiri" y los demás tópicos que saldrán para caracterizar los nuevos visitantes de paso, como los que surgen a partir de los Otros llamados "inmigrantes", siendo consciente que estos últimos tienen un poder mayor de exclusión en la vida cotidiana. En efecto, si el "guiri" no se entera de nada, no pasa nada, no molesta; en cambio, al "moro" y al "sudaca" no se les perdona y se les exige que se adapten a las pautas colectivas en vigor en el sitio que ocupan.

Si, como vimos anteriormente, algunos antropólogos ya examinaron la figura del "moro" y del "sudaca", sería interesante también estar atento, en el uso cotidiano de estas nociones por parte de los barceloneses, a sus contorsiones, o sea a los recortes curiosos y poco usuales que se hacen entre estas categorías (14). De esta manera sólo lograremos demostrar que las categorías que se inventan para clasificar a los Otros no abarcan imágenes homogéneas y son sumamente difusas. Como escribe Mateo Dieste, el tono positivo o negativo de los estereotipos no es aleatorio y por debajo de estos no existen grupos homogéneos, movidos por unas identidades coherentes o inalterables (1997: 151). Es un error pensar que las ideas sobre "moro", "sudaca" y "guiri" tienen una continuidad unívoca que las convierten en esencias. Son estos cambios que se tratan de analizar.
 

Notas

(1) Véase Candel (1964) para la descripción del xarnego. La noción de xarnego designaba ante todo a una persona de habla español.

(2) Es interesante notar que desde esta óptica, en los estudios retrospectivos sobre las migraciones a Barcelona, los catalanes del interior que se establecen en la ciudad son también considerados como (¿in?)migrantes, en tanto que procedentes de migraciones rurales y que tienen que padecer un proceso de urbanización, al no dominar los códigos urbanos.

(3) Para más detalle sobre el nacimiento de esta última categoría y su trato en las ciencias sociales, véase también los trabajos de V. Bergalli (1993; 1994) y V. Stolcke (1994) que trabajan conjuntamente a los autores anteriormente citados, desde principios de los años noventa, sobre la cuestión de los procesos de construcción social de las identidades colectivas y analizan la función que agencias y agentes sociales tienen en la construcción social de la inmigración.

(4) Término utilizado, por ejemplo, por Capel. Véase CAPEL, H. Inmigrantes extranjeros en España. El derecho a la movilidad y los conflictos de la adaptación: grandes expectativas y duras realidades. In Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales, nº 81, 1 de febrero de 2001, ( http://www.ub.es/geocrit/sn-81.htm ) y la contestación de Horacio Capel a los comentarios a dicho artículo efectuados por el Grupo de Trabajo sobre la Inmigración convocado por el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona: Inmigrantes extranjeros en España. Comentarios y respuesta. In Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales, nº 83, 1 de marzo de 2001.
( http://www.ub.es/geocrit/sn-83.htm )

(5) Esta comunicación no pretende exponer conclusiones definitivas, sino adelantar algunas reflexiones entorno a un trabajo en curso. Entre el mes de febrero y de abril de 2001, se entrevistó a 20 "autóctonos", es decir catalanes de souche o personas que hayan nacido y/o crecido la mayor parte de su vida en Barcelona. Actualmente, las personas entrevistadas residen o trabajan en esta ciudad y tienen entre 18 y 55 años. Vienen de horizontes socioeconómicos muy variados. Todas las expresiones o frases entre comillas provienen de estas entrevistas. En las intervenciones de mis interlocutores se omitirán las comillas alrededor de los términos guiris, moros y sudacas para no sobrecargar el texto.

(6) En este diccionario, las cinco primeras acepciones son las siguientes: MORO, RA: (del latin: maurus) adj. Natural del África Septentrional frontera a España (se usa también como sustantivo)/ 2. Perteneciente o relativo a esta parte de África/ 3. Por extensión, que profesa la religión islámica (se usa también como sustantivo)/ 4. Dícese del musulmán que habitó en España desde el siglo VIII hasta el XV (se usa también como sustantivo)/ 5. Perteneciente o relativo a la España musulmana de aquel tiempo. Diccionario de la lengua española. Real Academia Española. Vigésima primera edición, 1992. Madrid: Mateo Cromo, 1999, tomo 2, p.1403.

(7) Los diccionarios consultados son, por orden cronológico: 1/ Diccionario de la lengua española. Real Academia Española. Vigésima primera edición, 1992. Madrid: Mateo Cromo, 1999; 2/ Vox. Diccionario general ilustrado de la lengua española. Barcelona: Bibliograf, 1993; 3/ Clave. Diccionario de uso del español actual. Madrid: SM, 1996; 4/ Diccionario Salamanca de la lengua española. Universidad de Salamanca: Santillana, 1996; 5/ Diccionario de neologismos de la lengua española. Barcelona: Larousse, 1998; 6/ Moliner, María. Diccionario de uso del español. Madrid: Editorial Gredos [2ª edición], 1998.

(8) Subrayemos aquí que la palabra "guiri" funciona también como adjetivo. Hay lugares, actitudes o incluso objetos "guiris".

(9) "El guiri es como extraño, como incomunicable, no me puedo comunicar con el; habla una cosa muy "batrak, batrak", no se le puede entender, habla inglés, alemán, no se le puede entender".

(10) La única persona entrevistada que considera los japoneses como "guiris" señala, sin embargo, que existe una diferencia entre ellos y los europeos. Acabará distinguiendo entre el "guiri, aquest cutre, europeo" de los "guiris japonesos".

(11)"Los italianos son los guiris por excelencia. Son incapaces de adaptarse. Te hablan inglés".

(12) Un interlocutor está convencido sin embargo de que la palabra "guiris", tiene mucho que ver con el turismo a Estambul. Precisa que numerosos españoles fueron a esta ciudad en los años 70, ya que era una especie de Katmandu.

(13) El arquetipo de la "guiri" y sus relaciones con los españoles se encuentran en las películas de Paco Martínez Orea o de Orlando Flores de los años 60, donde actúa Alfredo Landa. Los interlocutores que mencionan estas películas insisten en que la "guiri" presentada en ellas ha cambiado mucho, pero el término sigue utilizándose. El "guiri" parece haber cambiado paralelamente al español, que ya no es más un "muerto de hambre", corriendo detrás de las mujeres extranjeras.

(14) Al hablar de manera informal me di cuenta que las definiciones encontradas en el diccionario y dadas por la gente a veces se contradecían. Un antropólogo que trabaja en Ciutat Vella (Barcelona) se encontró con que los peruanos eran designados por el término "moro", y otra persona, que trabaja en la construcción, tuvo un día una charla con sus compañeros de trabajo para quienes los brasileños y cubanos no eran "sudacas".
 

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