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Scripta Nova.
 Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 94 (63), 1 de agosto de 2001

MIGRACIÓN Y CAMBIO SOCIAL

Número extraordinario dedicado al III Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

EL MITO DE LA "HUIDA" AUTÓCTONA. EL CASO DE CIUTAT VELLA, BARCELONA

Mikel Aramburu
Dr. en Antropolgía
Universidad Autónoma de Barcelona


El mito de la "huida" autóctona.  El caso de Ciutat Vella, Barcelona (Resumen)

Una de las ideas que parece estar ampliamente aceptada con respecto a la inserción urbana de inmigrantes es que su concentración residencial genera el éxodo de población autóctona. Este trabajo se dedica a cuestionar este mito urbano, que se apoya en la concepción del "inmigrante" como una categoría degrandante, a través del caso de Ciutat Vella de Barcelona.

Palabras clave: inmigrante/ huida autóctona/ Barcelona.


The mith of autochtonous "get-away". The case of Ciutat Vella, Barcelona (Abstract)

One of the main ideas that seem to be widespread accepted is that concentration of immigrants in some urban locations generate the flood-out effect of native inhabitants. Here I want to criticize this urban mith, based upon the notion of the "inmigrant" as a degradading category, by showing the case of Ciutat Vella, the old part of Barcelona.

Key words: immigrant/ autochtonous get-away/ Barcelona


La idea de que la concentración de inmigrantes pone en marcha la huida de la población autóctona hunde sus raíces en la historia de los estudios urbanos en ciencias sociales. Desde la escuela de Chicago y sus "zonas de transición" (1), pasando por Duncan y su "umbral de tolerancia" (2) hasta la bibliografía sobre el "cambio de vecindario" (3), la idea de "transición racial" ha sido una idea poderosa en el imaginario académico sobre el espacio urbano. Esta idea también ha transcendido al imaginario social, ocupando incluso un lugar importante en las estrategias de los agentes inmobiliarios, que a veces se anticipan a que dicha transición comience (4).

La estrategia segregadora que se imputa a los actores sociales no es sólo de orden racial o étnica; también la distribución urbana de las clases sociales ha sido interpretada en términos de evitación, como pone de manifiesto la noción del "blow-out effect" (5) desarrollada por David Harvey.

Pero en las explicaciones del cambio de vecindario que postulan una incompatibilidad entre grupos sociales a menudo se confunden varias cuestiones. Tal como señala Bourne, "la dificultad es distinguir entre los efectos de la raza o la etnicidad per se, de los efectos con los que éstas suelen ser asociadas, tales como la pobreza, las viviendas de baja calidad y la infradotación de servicios y equipamientos en los barrios" (1981: 183).

Si las primeras formulaciones de Chicago del cambio de vecindario como un proceso natural, casi biótico, han dejado de hacerse explícitas en sociología, las recurrentes referencias a este proceso sin distinguir entre sus diferentes causas y manifestaciones tienden a hacerlo parecer normal e inscrito en el orden natural de las cosas, de manera que estas representaciones siguen corriendo profundas por el imaginario académico y han sobrevivido a las innumerables críticas que ha recibido el modelo naturalista de los sociólogos de Chicago. Esto ocurre no sólo en los Estados Unidos donde la transición racial parece inscrita en la naturaleza urbana, sino también en Europa (6).

Sin embargo, nos debemos preguntar en primer lugar si esta sustitución de población se produce siempre y en cualquier sistema urbano, y si cuando ocurre la huida de la población anterior se debe a que los pobres o los "otros racializados" realmente degradan el entorno, o si esta percepción es más bien una propiedad del imaginario social que esconde que lo que provoca el cambio de vecindario guarda más relación con la dotación insuficiente de infraestructuras, equipamientos y servicios y el deterioro físico de un área provocado por los agentes (públicos y/o privados) del mercado con fines especulativos. Si no se diferencian analíticamente los diferentes procesos surge una notable ambigüedad. ¿De dónde procede su poder de persuasión? De representaciones profundas de los atributos de determinadas categorías sociales, tan inoculada está la imagen de la incompatibilidad, de la imposibilidad de cohabitar en un espacio social y culturalmente heterogéneo, y finalmente, de que los inmigrantes, como categoría racializada, traen consigo la degradación.

En este trabajo analizaré cómo se configura en Ciutat Vella el cambio de vecindario y cuál es el papel que los actores atribuyen al "inmigrante".
 

La "huida" de la población autóctona y sus interpretaciones en Ciutat Vella

Ciutat Vella es el distrito de Barcelona correspondiente a la antigua ciudad medieval. Con el precio de la vivienda más barato de Barcelona, Ciutat Vella ha acogido a buena parte de los inmigrantes de la ciudad. Así, si en 1996 vivía el 5 por ciento de los barceloneses, el distrito albergaba al 31 por ciento de los residentes de nacionalidad dominicana, al 52 por ciento de nacionalidad marroquí, al 61 por ciento de nacionalidad filipina y al 73 por ciento de la pakistaní. Aunque el porcentaje de población extranjera empadronada era en 1996 del 7,5 por ciento, éste variaba mucho entre secciones censales, alcanzando en algunas zonas el 20 por ciento.

Formulemos la siguiente hipótesis: el aumento de inmigrantes pone en marcha el "efecto huida" de la población autóctona, ya sea debido al "efecto degradante" sobre el ambiente que les imputan los autóctonos, ya sea por la simple negativa excluyente de estos últimos a cohabitar en el mismo espacio que aquéllos. Lo primero que hay que ver es si existe una correlación entre llegada de inmigrantes y huida de autóctonos, y en caso que así sea ver si se trata de una relación causa-efecto.

Una primera aproximación nos podría llevar a corroborar dicha correlación, puesto que, en los últimos años, conforme aumenta el número de población extranjera (de índice 100 en 1986 a índice 306 en 1996) disminuye la población española (de índice 100 en 1986 a índice 78 en 1996). Pero si examinamos la evolución de esta última variable con una perspectiva temporal más amplia obtenemos un panorama muy diferente. A partir de 1960, la población disminuye constante e intensamente, especialmente en los años 70, con pérdidas interpadronales superiores al 15 por ciento. Sin embargo, a partir de mediados de los años 80 la despoblación se atenúa progresivamente hasta alcanzar en los periodos más recientes valores inferiores al 10 por ciento. El crecimiento exponencial de la población extranjera a partir de 1986 va acompañado de una notable atenuación de la despoblación española. Por lo tanto, no sólo no hay, en el distrito en su conjunto, una correlación entre despoblación autóctona y crecimiento de presencia extranjera sino que ocurre lo contrario. A esto cabe objetar que el distrito es una unidad de análisis demasiado grande y heterogénea y que los datos del distrito como un todo pueden esconder las tendencias de las diferentes subzonas; de hecho los inmigrantes están presentes en zonas discontinuas.

Si prestamos atención a lo que ocurre en las secciones censales, las unidades de análisis más pequeñas, podemos llegar a tener una visión bastante más precisa. Si cruzamos las 28 secciones censales (de las 151 que componen el distrito) con mayor presencia de inmigrantes extracomunitarios en 1986 con las 28 secciones censales que sufrieron una mayor despoblación autóctona entre 1986 y 1991, ambas variables únicamente coinciden en cinco secciones censales. Y si hacemos la misma operación entre 1991 y 1996, cuando la presencia inmigrante se hace más significativa, tenemos que únicamente tres secciones censales que se encontraban entre las 28 con más presencia inmigrante en 1991 (superior al 5 por ciento de la población de la sección censal) coinciden entre las 28 que más despoblación autóctona registraron entre 1991 y 1996. Además, las tres secciones censales donde coinciden ambos procesos son zonas de renovación urbana donde se han ejecutado expropiaciones y derribos, lo que por tanto invalida el efecto causal que pudiera haber tenido la concentración extranjera sobre la despoblación autóctona en estas zonas. La despoblación reciente es especialmente importante en las zonas que o bien han tenido algún tipo de remodelación urbanística o bien sufren la presión inmediata de los usos terciarios, como ocurre en la parte alta del Gòtic y el Raval.

A esta conclusión todavía se puede objetar que el balance demográfico de un periodo intercensal puede esconder movimientos migratorios intensos, de forma que una sección censal puede haber registrado muchas altas y bajas de autóctonos a pesar de que el balance final no sea muy negativo -en este sentido la progresiva llegada de gente de clase media ha contribuido a frenar las cifras de éxodo autóctono. De manera inversa, aunque hubiera una correlación estadística entre despoblación autóctona y aumento de extranjeros, no indicaría que lo uno es necesariamente causa de lo otro. En última instancia, la estadística sólo captura una parte superficial de la acción social y raramente sus motivaciones. Es necesario ir a casos concretos para poner en relación los procesos sociales y las interpretaciones que de ellos hacen sus protagonistas.

En el terreno de las representaciones sociales, la idea de que los autóctonos huyen del barrio debido a la presencia de inmigrantes circula con fluidez entre la gente. Podemos explorar algunos ejemplos etnográficos (7).

Particularmente ilustrativo es el caso de Ángela, una mujer soltera de 33 años que vino de Alicante a estudiar periodismo en Barcelona y se quedó a vivir en la ciudad, donde ahora trabaja en una revista de moda. La entrevisté porque una persona me había presentado su caso de la siguiente manera: una joven profesional de clase media se va a vivir al Raval, pero se mete en una escalera "llena de maroquís" y como se ve que le hacen la vida imposible acaba por marcharse. La moraleja de la historia era que el barrio todavía no estaba maduro para acoger a gente como ella y "los marroquís" sintetizaban los males que hacían que ella no pudiera vivir allí. La persona que me había hablado del caso de Ángela no la conocía directamente, sino que había sabido de su historia a través de un compañero de trabajo amigo de Ángela. O sea, lo que me había llegado de lo ocurrido era la versión de una tercera persona. Remontando toda la cadena interpretativa conseguí el teléfono de Ángela y cuando la entrevisté ella me contó una historia bastante más compleja que el rumor que me había llegado.

Ángela aguantó un mes en un piso de la calle La Cera, en el Raval, "con una pared de diseño de piedra, todo el suelo de madera. Bueno, era precioso. Pero me tuve que ir de allí por los vecinos y porque la casa era muy bonita pero no tenía luz". En efecto, había marroquíes en la escalera, en un piso que funcionaba como una pensión ilegal. "En la escalera te encontrabas a gente española de vez en cuando". Pero, según cuenta, no eran éstos los que la molestaban: "los árabes, yo los veo más normal que la puñeta. A no ser que sean fundamentalistas locos, normalmente son gente muy tranquila. No son los que me dan miedo. Me da más miedo el quinqui de aquí de toda la vida, yonki, que esta gente (…) Aquello estaba lleno de yonkis, o sea. Depende de cómo, te la estás jugando. Yo soy una tía, entonces…".

Sus comentarios sobre el resto de vecinos de escalera eran asimismo elocuentes de que su incomodidad con el ambiente iba mucho más allá (8). Además, la dueña del piso de la calle La Cera le ofreció trasladarse a otro piso de su propiedad en Nou de la Rambla tocando con Ramblas, o sea, en el mismo barrio, "un ático con muchísima luz y con una terraza con una vista a toda Barcelona, y pagando lo mismo". Por tanto, los motivos que aducía para cambiar de piso fueron varios, y el papel que en ello jugaron los "moros" era en todo caso muy marginal. Sin embargo, y esto es lo que nos interesa aquí, a través del rumor que había circulado socialmente, los "moros" se habían convertido en la parte más significativa de la historia: sobre ellos había recaído la responsabilidad de la mudanza de esta chica.

Si la repercusión del caso de Ángela puede ser sintomática del imaginario de una clase media que vive fuera de Ciutat Vella, en las interpretaciones populares de la despoblación de los barrios del centro histórico los inmigrantes también suelen jugar un papel destacado, sobre todo entre las "vecinas de toda la vida", lo que indica que estamos ante una representación de amplio alcance social, que transciende varias condiciones sociales y locaciones urbanas. Por ejemplo, algunas narraciones del abandono del barrio por parte la gente mayor resaltan el papel expulsor de los inmigrantes, sugiriendo con ello que si no fuera por ellos la gente mayor se quedaría (9)

Se obvia así una serie de factores importantes como la falta de ascensores en las fincas antiguas, o el simple efecto del ciclo biográfico que lleva a la gente mayor a partir de una edad a vivir con sus hijos.

Una explicación igualmente reduccionista aducen algunas entrevistadas con respecto al éxodo de la juventud. Como pone de manifiesto Manolita (62), vecina del Raval Nord y residente en el barrio desde la posguerra:

"Se han ido marchando. Se han ido a pueblos, han comprado pisos y se han ido. No les gusta el barrio. No se encuentran a gusto en el barrio.

P- Y ¿Por qué eso?
- Tú sabes la cantidad de moros que hay. Moros, filipinos… de todo. Es que aquí, en este trozo de [la calle] Luna para allá no hay tanto pero lo que es desde Gifredo y pasando [las calles] León y Paloma y todo esto está minado, ¿eh? Sí, sí, es que está minao. No conoces a nadie".


Llama la atención el énfasis que ponen algunos informantes en la marcha de jóvenes (10)como si se tratase de un fenómeno insólito, que quiebra la norma lo normal, parece, sería que los hijos, al independizarse, vivieran en el mismo barrio que los padres. No obstante, la realidad parece ser otra. No es sólo que la aparente "anomalía" que significa que la gente joven se vaya del barrio haya sido lo "normal" en Ciutat Vella desde los años 60 (11), sino que, dada la distribución territorial de la provisión de viviendas en Barcelona, seguramente es lo normal dentro de una movilidad residencial y laboral generalizada de ámbito, al menos, metropolitano.

De todas maneras, puestos a explicar la despoblación, otros o incluso los mismos informantes ofrecen interpretaciones bastante más complejas que las anteriores, en que los inmigrantes muchas veces no juegan papel alguno. Es una frase hecha aquello de que "la gente que se ha podido ir, se ha ido", definiendo lo que ha sido la norma en la historia reciente del barrio antiguo. La misma Susana nos lo confirma:

"La gent que pot agafar un piset por ahí, s'en van del barri, i aquesta gent "inmigrantes" agafen els pisets aquests i viuen quatre o cinc o sis o que sé jo.

P- Vostés han pogut viure en un altre lloc?
- Jo no, perquè el sou que hem guanyat ha estat per viure justament, sinó també haguessim marxat pot ser".

Muchos informantes indican que salir del barrio ha sido el ideal asociado a la movilidad social ascendente, aunque ellos mismos se presenten como excepciones ya sea porque el poder adquisitivo no se lo ha permitido o porque piensan que ya se les ha pasado la edad (12)


Los factores que a lo largo de los años han incidido en la despoblación del barrio (un movimiento que inició la burguesía a finales de siglo pasado y que posteriormente continuó la clase trabajadora) son múltiples y complejos (13). Aunque los "inmigrantes" juegan un papel importante en las explicaciones populares del abandono del barrio, puestos al lado de otros factores su función es básicamente simbólica (como chivos expiatorios). Es decir, se les atribuye (una parte importante de) la causalidad de un proceso que en realidad no les pertenece.

Pero si hasta aquí la conversión del inmigrante en chivo expiatorio de la despoblación autóctona es más bien tenue y naïf, adquiere una nueva dimensión cuando algunas asociaciones vecinales articulan un discurso en el que instrumentalizan la identificación de inmigración con degradación como parte de su estrategia política.
 

La instrumentalización del "inmigrante" como elemento degradante

Para los líderes de las entidades contrarias a la política urbanística, como la Taula del Raval o la Associació de Veïns en Defensa de la Barcelona Vella, la inmigración extranjera es un instrumento de la Administración para "espantar" a la población autóctona y dejar vía libre a sus estrategias especulativas.

El argumento que manejan estas asociaciones es el siguiente: la mera presencia de población residente constituye un obstáculo para las estrategias especulativas del capital inmobiliario que la Administración favorece, así que el interés de ésta es despoblar el centro por medio de la creación de condiciones de vida insoportables para los residentes. Este lógica, que estaba en el centro de la oposición vecinal a los planes de reforma de finales de los 70 y principios de los 80 y que tuvo su máxima expresión académica en los estudios de Pere López (1986, 1993) con los yonkis como figuras visibles de la degradación, ha, por un lado, reubicado su expresión pública a medida que las asociaciones vecinales históricas se iban incorporando a organismos de gestión como el ARI (Area de Reforma Integral) y, por otro, ha escogido a la inmigración como nuevo protagonista de la degradación. Según esta visión, la Administración "trae" a los inmigrantes para que la gent del barri, "aburrida", se vaya. Este argumento gana una especial eficacia en las zonas afectadas por expropiaciones urbanísticas, donde la entrada de inmigrantes tendría como objetivo provocar que la gente se fuera voluntariamente, ahorrándose así el Ayuntamiento la indemnización a la que los inquilinos tienen derecho por la Ley de Expropiación. Veamos cómo ilustra esto Miquel, de la Taula del Raval:

"Aquella finca s'estava podrint, la volen expropiar i els estan fent la vida impossible a los vecinos autóctonos, sense llum, sense aigua moltes vegades, i sense gas, per que t'aburreixis i t'en vagis. Però mentrestant, els hi lloguen a gent d'aquest tipus inmigrantes perquè tu t'aburreixis abans, i com que aixó passa que, al no tindre els empadronaments al mateix domicili no tenen dret a res… Primer, que aquests immigrants que han vingut no tenen contracte de treball, com que no tenen els empadronaments fixos en allà, quan aquella casa va a terra no els han de donar res. I te'ls foten allà perque et vagin amargant la vida fins que et moris o rebentis i te'n vagis. Això es una degradació que ha provocat l'Administració. L'Ajuntament confabulat amb els partits polítics: la degradació que està fotent al barri.

P- Tu dius que l'Administració ha provocat aquesta degradació?
- L'ha provocat l'Administració. Així de clar. (…) Llavorans aquest pis quedava buit, al quedar buit ficaven un moro, un pakistaní, un filipí, el que tu vulguis".


Y, por si no se hubiese entendido, su mujer Irene pone un ejemplo hipotético: "Jó i el meu marit no ens volem anar. Som joves, ens tenen que donar un pis. Tenim tot el dret a que ens donin el pis. Com ens podran fer per anar-nos-en a nosaltres si som joves? Ara, si tinc un xino adalt amb pudor, un filipí abaix amb pudor i un moro que comença a traficar.…"

Una visión semejante nos ofrece Jaume, de la Associació de Veïns en Defensa de la Barcelona Vella (AVDBV). Su perspectiva opositora es diferente a la de la Taula ya que se opone al concepto mismo de renovación urbana en una trama medieval, algo que la Taula no cuestiona, y propone la rehabilitación como alternativa. Ambas entidades también son diferentes en cuanto a composición social. La Taula es una asociación muy ligada a vecinos del Raval de "tota la vida", que tiene en la población anciana -"les yayes" - su símbolo de defensa ante la agresión del binomio Administración-Capital Inmobiliario. Lo que cuestionan no es tanto la lógica de la renovación urbana sino los procedimientos de expropiación y el trato que reciben los afectados por parte de Procivesa (la empresa semipública que gestiona las expropiaciones y los realojos). La perspectiva de la AVDBV en cambio es de defensa de la identidad medieval de la trama urbanística del barrio que se identifica con la organización social de los gremios y la propia construcción de la nación catalana. Esta entidad no se muestra tan preocupada por los afectados y la justicia de los procedimientos indemnizatorios como por la disolución de la identidad histórica. Su perspectiva es, pues, historicista, y su composición social es casi enteramente de clase media (con presencia significativa de extranjeros europeos).

"El fet que el carrer Carders estigui ocupat, diriem, per un alt index d'immigrants, els comerciants diuen que això els perjudica. Llavors, no sé, si hi ha disputes, baralles o el que sigui, creen malestar. I a vegades n'hi ha d'aquests que es veuen tant atrapats que es guanyen la vida estirant moneders, per exemple, no? als turistes. Això crea mal ambient. No és que siguin d'aqui o d'allà. Això perjudica al comerç. Ells es queixen, els comerciants, eh. (…) El PERI actual expulsa a la gent del barri, això està clar, expulsa a la periferia... O sigui en aquest PERI es fa una sustitució del barri, un barri per un altre, i d'una gent per una altra, i de un comerç per un altre. Això és evident.

P- Creus que el PERI pot afavorir la presència de més població immigrada aqui al barri?
- Això, quan? en un termini mitjà? que quan s'hagi acabat el PERI sigui un barri d'immigrants?
P- Si, per exemple.
- No, que va, en absolut. En absolut. Ara deixen, ara deixen que los comerciantes inmigrantes obrin botigues, tenen vacances fiscals, no controlen horaris, tanquen a la una de la nit. (…) Ara, jo no et dic que això sigui una operació perquè en el futur això sigui un barri d'immigrants. No, ara estem en una fase transitòria. Ara convé matxacar el barri, com més fotut estigui millor. Un cop hagin sustituït el barri escombraran als immigrants perquè és molt fàcil escombrar-los. Diran que si son il·legals, no sé qué, no sé quantos. Ja trobaran els mecanismes i llavors imposaran la gent que voldran. La seva gent, el seu comerç (...) L'Administració està utilitzant els immigrants per a degradar el barri. I això no és nou, eh. Aquesta metodologia s'ha fet servir en altres indrets (...) Si tu vols d'un barri fer-t'ho teu, i hi ha gent de tota la vida. Hi ha gent que s'estima el seu barri, et costarà molt fotre fora la gent. Si tu et vols apoderar d'un barri et costarà molt. Ara, si tu crees unes condicions per a que la gent avorreixi el barri, el seu espai, i que la gent acabi tenint un auto-odi del seu barri, serà molt fàcil treure la gent."


La Administración utiliza a los inmigrantes para "degradar" el barrio, echar a la gente "propia" y apoderarse del barrio para fines especulativos. Este discurso no es exclusivo de las asociaciones opositoras. También es compartido en privado por algunos representantes de asociaciones que participan en órganos de gestión urbanística, y por asociaciones de comerciantes (14).

Esta argumentación se apoya en dos supuestos: 1) los inmmigrantes degradan el ambiente de un barrio o de una escalera, lo que hace que la gente, tal como reza la expresión popular, se "aburra" o "aborrezca" el barrio y se vaya. 2) Una vez que hayan expulsado a los "vecinos de toda la vida", echarán a los inmigrantes sin ningún problema porque son sujetos carentes de derechos.

Este discurso entronca directamente con el imaginario popular que atribuye la presencia de inmigrantes a la voluntad de la Administración, y en general con la idea de que los inmigrantes son instrumentos de otros, que los "ponen" y los "quitan" (15). Estas representaciones del inmigrante sin "agencia", instrumento de la voluntad y de la política de otros, especialmente de la Administración, constituyen una perspectiva compleja. Al fin y al cabo es el Estado el que ha creado al "inmigrante" como categoría jurídica distintiva y, por tanto, no es tan descabellado atribuirle la responsabilidad de su presencia. Por otro lado, estas representaciones están emparentadas con concepciones populares sobre la complicidad del Estado en permitir diversos "privilegios" a inmigrantes (16).

La representación del inmigrante como agente degradante e instrumento de otros, sobre todo del Estado, abona el terreno para la aceptación del discurso que postula al inmigrante como agente involuntario de expulsión de los vecinos. Sin embargo, no todo el mundo que se opone a la política urbanística del Ayuntamiento comparte esta visión (17) y la propia noción del inmigrante como agente degradante constituye una representación directamente contestada por parte de la población autóctona. En cualquier caso esta cuestión se ha convertido en objeto de frecuentes controversias públicas.
 

La controversia sobre el inmigrante como figura degradante

En la primavera de 1997 la Coordinadora de Vecinos del Casc Antic convocaba una asamblea para reivindicar una aceleración en la ejecución de los planes urbanísticos. La asamblea, celebrada en un antiguo cine del barrio, fue mucho más concurrida (unas 150 personas) que la "reunión informativa" que pocas semanas antes había convocado la Asociación de Vecinos del Casc Antic, integrada en el ARI. Mientras que en esta última los representantes de la Administración informaban del desarrollo de los planes y los asistentes (unas 60 personas) se limitaban a preguntar "¿cuándo tirarán mi casa?", en la asamblea de la Coordinadora no había representantes oficiales y el tono de los convocantes era mucho más participativo y reivindicativo que propiamente informativo.

El objetivo de la asamblea era protestar por el retraso en la ejecución del PERI, cuya urgencia se veía más apremiante por el aumento de la "degradación" y la "delincuencia" en el barrio. Durante el desarrollo de la asamblea, que contó con nutrida participación popular, se produjo una concatenación de intervenciones que componían una secuencia de argumentos enfrentados que he visto repetida en otros foros populares. La secuencia de intervenciones viene a ser la siguiente: alguien de la mesa, un miembro de la organización convocante, responsabiliza al Ayuntamiento del deterioro que vive la calle y reclama más y mejores servicios de limpieza. Inmediatamente, emerge un coro de voces disidentes, gente de "abajo", de la platea, que vocifera "No es el Ayuntamiento. Es la gente. El Ayuntamiento ya recoge la basura, ya. Es la gente, que deja las bolsas de basura o los muebles en la calle, etc.". El clamor apaga las voces que responsabilizan al Ayuntamiento y que poco a poco rebajan sus reclamaciones hasta reconocer que "la gente" también tiene responsabilidad pero que en todo caso el Ayuntamiento podría hacer más de lo que hace. Entre el clamor de voces que culpa a "la gente" surgen inevitablemente referencias, menos numerosas pero abundantes, a la gente "de fuera", a los "extranjeros", a los "moros", "dominicanas", etc. que están "estropeando" el barrio, fent mal bé el barri. Desde la mesa, alguien condescendiente dice que, ya se sabe, "la gente de fuera" no está acostumbrada a "nuestros" hábitos cívicos y que es una cuestión de tiempo, que ya se integrarán. Pero también surgen algunas voces populares, menos numerosas, que niegan que la gente "de fuera" sea la responsable. "No es la gente de fuera, no. Es la gente de aquí mismo que son unos marranos"; "No digamos que son los de fuera porque son los de aquí. En mi escalera hay gente extranjera y es gloria"; "Yo con los que tengo problema son españoles, no son de fuera", etc. En la platea, un par de familias marroquíes escuchaba en silencio.

Una controversia semejante se desarrolló pocos meses después en unas jornadas que el desaparecido diario Eco organizó sobre las reformas en Ciutat Vella donde además de representación oficial se contó con una numerosa e intensa participación vecinal aunque no inmigrante. Más recientemente (junio 1999), en una poco concurrida asamblea de la Asociación Ponent del Raval, la secuencia de argumentos encontrados volvió a repetirse, esta vez con los "filipinos" como protagonistas de las especulaciones sobre la responsabilidad de la degradación del barrio. En esta ocasión el único inmigrante que acudió, un hombre marroquí, hizo un par de amagos de marcharse del acto ante la insistencia de algunas de las asistentes en culpar de todos los males del barrio a la "gent de fora", pero la escenificación de su enfado consiguió que éstas matizaran sus inculpaciones admitiendo que no toda la gente "de fuera" era igual.

Este tipo de "dramas" son un buen reflejo de lo que ocurre con las imágenes sobre el barrio y su deterioro: el poder público sale exculpado mientras que la gente culpa a "la gente" de la degradación, y los inmigrantes emergen con suma facilidad como las figuras que sintetizan ese tipo de gente, convirtiéndose así en los chivos expiatorios de la degradación. Pero este mecanismo resulta contestado, no goza de consenso, tampoco entre la gente autóctona "de toda la vida", que es la que más lo utiliza. Culpar a los inmigrantes de la degradación del barrio se ha convertido en un tema público, formándose un conjunto de representaciones entrecruzadas sobre la degradación del barrio donde el "extranjero" es el protagonista público que genera reacciones de acusación y defensa.

La identificación del "inmigrante" como figura degradante obedece a las propiedades de su categorización social y cumple la función de chivo expiatorio de diversos "males" (la despoblación, la degradación, etc.) a los cuales les falta una explicación o una estructura narrativa que de cuenta de su complejidad. El "inmigrante" se ofrece así como un lenguaje económico y simple que sirve para eludir la identificación de los procesos sociohistóricos que causan la desigualdad urbana.

Sin embargo, la función de chivo expiatorio de la degradación urbana y de la huida autóctona que cumple el "inmigrante" puede convertirse con el tiempo en una profecía que se autocumple. Si pasa de ser un elemento narrativo a una creencia al final efectivamente tendrá un efecto sobre la ación social y será una causa efectiva del cambio de vecindario. Por eso es tan urgente desenmascarar el mito.

Puesto sin embargo en una perspectiva comparativa, el mito de la huida provocada por inmigrantes resulta débil en Ciutat Vella, y no sólo por ser una interpretación que dista de gozar del monopolio social. Destaca en particular la ausencia como argumento de la devaluación del precio de la vivienda que en otras partes se imputa al aumento (y a veces a la simple llegada) de inmigrantes a un barrio. Esto último tiene que ver con dos particularidades de Ciutat Vella.

El régimen de tenencia mayoritario tanto entre nuestros informantes como entre la población del distrito en general es el alquiler (18). Esto constituye una diferencia fundamental con otros barrios y/o ciudades (zonas perífericas donde las clases trabajadoras accedieron a la propiedad en viviendas de protección oficial) cuyos habitantes se muestran mucho más temerosos ante la desvalorización inmobiliaria de la que echan la culpa a los inmigrantes. En Ciutat Vella, la mayoría de los habitantes no son propietarios de la vivienda donde viven y por tanto no temen directamente su desvalorización. Pero incluso los informantes que son propietarios en Ciutat Vella no exhiben el tema de la desvalorización porque simplemente no existe tal cosa. Ciutat Vella, una zona central que ha sido objeto de un gran plan de reforma urbanística, ha visto como los precios convergían paulatinamente con los del resto de Barcelona (19), de forma que el precio del metro cuadrado y el número de inmigrantes han aumentado al unisono. En Ciutat Vella al inmigrante no se le acusa de desvalorización inmobiliaria, y esto es un contrafuego importante a su funcionalidad degradante como categoría social.
 

Notas

1. Park y Burgess ([1925]1967) concebían el asentamiento de inmigrantes según un proceso inevitable de "invasión-transición-expulsión" y denominaban a las áreas racial y étnicamente mixtas "zonas de transición". Es decir, Park y Burgess parecían no barajar la posibilidad de que estas zonas fueran capaces de mantener de manera estable la coexistencia étnica o racial. Era como si la llegada de inmigrantes negros del sur o europeos empujara a los habitantes antiguos hacia otros barrios, generando así monopolios territoriales. Véanse los comentarios de Leonardo (1989), Hannerz (1993) y Martínez Veiga (1996). El historiador Keneth Kusmer ha mostrado que la Escuela de Chicago percibía las minorías urbanas de modo mucho más segregado de lo que se podría inferir de su distribución territorial real en las primeras décadas de siglo. De alguna manera, sugiere Kusmer, la Escuela de Chicago más que describir la realidad de Chicago, estaba, sobretodo en el caso de la población negra, anticipándola (1997).

2. Duncan, en su estudio de la formación de "barrios negros" en Chicago, introdujo la noción del "umbral crítico", cifrado en el 10%, a partir del cual la concentración de negros en un barrio llevaba irremisiblemente a que los blancos huyeran, se desplomara el precio de la vivienda y se instalara una fuerte segregación (Véase comentario en Wieviorka, 1992: 136).

3. Véanse sobre este tema los repasos bibliográficos que hacen geógrafos como Bourne (1981: cap. 7) o sociólogos como Schwirian (1983), donde el componente "racial" del barrio en el que se emplaza una vivienda aparece como un factor determinante por sí mismo de su valoración y por tanto de su precio

4. Martínez Veiga muestra cómo las empresas de tasación inmobiliaria fueron las primeras en aplicar las observaciones de los sociólogos de Chicago, "de tal manera que en base a los principios de invasión de las diversas áreas por unos miembros de la población y otros se establecía su valor inmobiliario y la inversión o desinversión" (1997: 128). En Estados Unidos, los criterios de clase, raza o etnicidad eran claves en el proceso de tasación de viviendas según fuera el entorno donde estuviesen emplazadas, criterios que, por ejemplo, aplicaba la Home Owners' Loan Corporation, la compañía crediticia creada por Roosevelt en los años 30. "Con los créditos que usaba esta corporación, lo que realmente estaba haciendo era crear, en base a la falta de inversión, zonas de decaimiento urbano, las zonas de transición de las que hablaban Park y Burgess, y desarrollar otras áreas con la ayuda de créditos" (cf., 128). Por tanto, las "leyes sociológicas" contribuían a poner en marcha procesos que, presuntamente, sólo describían. Sin embargo, Martínez Veiga, a pesar de notar lo anterior, se refiere a los barrios donde viven inmigrantes en Madrid y Barcelona como "zonas de transición", sugiriendo con ello que la heterogeneidad que les caracteriza es un mero estado transitorio hacia el monopolio étnico.

5. La idea según la cual los "pobres" ejercen con su mera presencia una presión -a través de la exhibición de las patologías relacionadas con la pobreza-- sobre los "ricos", de forma que éstos, asustados, huyen dejando tras de sí un parque de viviendas que será ocupado por más pobres (Harvey, 1977: 180-181).

6. Alain Touraine, en el ámbito de unas jornadas sobre "pobreza e inmigración" celebrado en Barcelona en 1991, ilustraba con su experiencia personal y en tono coloquial y distendido el proceso inexorable de "invasión-transición-expulsión" y consiguiente creación de guetos.
"Todo eso es muy conocido (…) En Francia, por ejemplo, la Administración Pública es muy progresista, izquierdista…Las viviendas están protegidas por el Estado. Sabe que la familia tal no paga su alquiler, porque el padre es un alcohólico; en otra familia, el padre está en el hospital psiquiátrico y la madre también, o el padre se fue y la madre en el hospital psiquiátrico, etc. Mil tipos de handicaps. Pero poco a poco se va conformando un proceso de reagrupamiento; por ejemplo, la gente que no puede pagar, se dice que en el bloque número 4 vive la gente que no paga, hay ruido, hay violencia. Hubo una niña violada en la escalera…Entonces la familia normal se va. Yo viví hace un montón de años una experiencia un poco semejante, en Chicago. Pasé un invierno al sur de la Universidad de Chicago. Cuando llegué a mi barrio, de blancos, tenía muy poco dinero, alquilé un dormitorio en un apartamento de una vieja señora sueca, muy gorda. Los negros empezaban a llegar, los negros estaban a dos calles, yo estaba en la 62. Cuando me fui, mi calle ya era de los negros; empezaron a mudarse porque la propiedad perdía su valor, los médicos, los notarios, las familias normales se fueron. Quedaban únicamente los borrachos y yo (…) Y, evidentemente, la densidad se multiplicó por cinco. Los propietarios aumentaron los precios, y los negros, que eran más pobres, no podían pagar, se metían tres familias donde había una para pagar el piso. En fin, la transformación brutal y el gueto" (Bergalli & Casado 1994: 197; itálicas mías).

Esta historia tan conocida es en realidad una concatenación de ideas e imágenes independientes entre sí que se entrelazan en una confusa pero efectiva relación causa-efecto, aunque no se sabe qué es causa de qué. En el caso francés parece que la benevolencia estatal con los inquilinos morosos causa la degradación de la escalera que desemboca en la violación de la niña (no sabemos si los ejemplos los extrae de alguna experiencia real o si son simple ficción). En el caso de Chicago, el invierno transcurrido allí realmente dio mucho de sí. Lo que en otoño era un "barrio de blancos", en primavera "ya era de los negros". Éstos llegaron porque había bajado el precio de la vivienda, sin embargo cuando ellos llegaron aumentaron los precios, lo que provocó que el hacinamiento "se multiplicara por cinco….". Borrachos, negros, violaciones; todo ello formando una amalgama indistinguible con un mismo efecto convergente: la sustitución de población provocada por la degradación.

7.  La información etnográfica procede del trabajo de campo realizado para mi tesis doctoral (Aramburu 2000). La técnica más utilizada ha sido la entrevista en profundidad. Se entrevistó a 45 vecinos y vecinas de Ciutat Vella de diferentes clases y grupos sociales (nuevos vecinos de clase media, vecinos "de toda la vida", inmigrados españoles y extranjeros extracomunitarios). Los informantes aparecen aquí identificados con nombres falsos para preservar su anonimato. Además, hay información procedente de observación participante (la observación más o menos casual de acontecimientos significativos) y análisis de documentos escritos (revistas vecinales, periódicos generalistas, programas de televisión , etc).

8. "Uy, era gente muy rara. En la casa de al lado vivía un hombre mayor con una mujer y una chica más joven que tenían una pinta, pero una pinta…. Te encontrabas a la mujer en la escalera con un magnetofón cogido así con un bracito todo sucio, con una pinta de colgada, colgada, que le decías 'hola' y es que no te contestaba jamás, pero jamás. Y el hombre que se pasaba el día gritándoles a las dos. Yo no sé si se pegarían o qué, pero a grito pelao todo el santo día (…) Otro loco con cara de asesino que ponía su moto dentro del portal y un día alguien protestó y fue puerta por puerta a ver quién había sido el que había protestado, sabes? En plan agresivo, bestia. Era una detrás de otra (…) Era la escalera de la infelicidad realmente. Porque como tienen una calidad de vida tan baja, como todo son problemas, se les llega a poner la cara de mala hostia. Es que realmente van por la vida ya de mala leche" (Ángela).

9. Josefina, una señora de 65 años que vive en el Raval central desde hace 24 años, describe así ese éxodo de población:
"Uy, un montón. En pocos tiempos, una señora de aquí, dice que estaba aborrecida y se ha ido. Una. Otra, que vive encima de la tintorería, también dijo que se iba también. Otra de la misma escalera también ha dicho que se iba con sus hijos y que estaba cansada de estar aquí. O sea que ya son tres, y otra señora de aquí también. O sea que en poco tiempo ya se han ido cuatro.

P- Pero la gente se va aborrecida ¿por qué?
- No sé. Se van. Esa mujer decía que también se había puesto allí gente de Marruecos también, y que 'No podía ser. No se qué, no sé cuantos'. Y que ya estaba mal de los nervios ya".

Carmen (52), que vive en el Casc Antic desde que llegó a Barcelona en los años 50, construye un relato similar de la despoblación de la gente mayor.

"Pero si ahora pasas por la calle… Yo, según la hora, no paso, porque me parece que estoy en el extranjero. No hay nadie español (…) Y luego hay enfrentamientos entre bandas de ellos. Hubo una temporada que estaba todo el día ahí la policía…. Claro, esto deteriora mucho el barrio. La gente…. Ha habido muchísima gente que se ha ido del barrio ya de muy mayor por esto. Entonces, esto es una pena, porque gente que ha vivido toda su vida en el barrio…."

10. Susana (56), vecina del Raval y filla del barri, nos ofrece una explicación parecida:

"Pensa que la juventut ara, per exemple el meu fill, que jo li digui: 'mira, per què no et compres un pis per qui?'. 'Mira, a mi no me diguis d'un piset al barri perquè si puc sortiré'. Clar, hi ha molta gent…. ja te dic, molt marroquí (…) I ara quan no criden que que és una cartera, és el bolso. Clar, jo compren, aquests nanos, aquets joves, de matinada…. I això els hi fa una mica de cosa".

El secretario de una asociación de comerciantes (él mismo no residente en el barrio) dice que el Ayuntamiento "ha portat gentuza que viu del conte i s'ha produït un desplaçament de la gent arrelada al barri. La gent jove s'en va del barri". Y al objetarle que siempre se había ido, responde. "Sempre havia marxat, però ara més que mai".

11. La imagen de los inmigrantes como agentes expulsores de la población autóctona queda francamente deslucida si la contextualizamos en la historia del distrito. Los datos de Pere López pueden ser lo suficientemente elocuentes: por cada 10 personas de entre 20 y 30 años que había en el barrio en 1960 en 1980 había 3 (López 1986:94).

12. Maria y Carmela, 64 y 66 respectivamente, la primera nacida en el Raval, la segunda inmigrada de Andalucía a los 22 años y con 40 como vecina del barrio, expresan un mismo ideal de salir del barrio, condicionado no obstante al poder adquisitivo y a la edad.

"M- Los jóvenes a poco que puedan se largan.
P- Ustedes no han podido irse del barrio?
C- Yo no he querido irme.
M- Yo no me he podido ir porque mi primer marido se murió con 43 años. Me quedé con dos hijos y ya no pude. Estábamos guardando para movernos, pero no pude.
C- Cuando era más joven sí me quería ir, pero mi hijo no quiso. Tenía la piscina aquí, tenía sus amigos y ya se hicieron su entorno. Y ahora de grande, yo ahora no me iría.
M- Yo tampoco".

Otros informantes inciden en las mismas representaciones:

"Claro, la gente se vende los pisos y se van por ahí a otros sitios.
P- Ha habido mucha gente que se ha ido?
- Si, mucha. Todo el que puede se va.
P- Por qué?
- Pues yo qué sé. Porque a lo mejor no le gustan estos barrios, porque también puede que tengan dinero y se marchen. Yo, la verdad, es que no me voy a mover. Yo sí que no me voy a ir. Mi casa no hay quien me la quite" (Señora Carmen).

"Hay quien se marcha , hay quien se marcha sin que le fuercen las circunstancias. Se marchan porque, bueno, o quieren cambiar de sitio, o los hijos se desplazan fuera de Barcelona y, claro, los padres son mayores y van al calor de los hijos. Los hijos arrastran, es una cosa muy lógica; otros se van porque la situación de su vivienda era mala y han buscado otra mejor, ésta es la cosa" (Don Alejandro).

13.  Entre los factores a tener en cuenta están: la inexistencia de una oferta de vivienda con unos mínimos de calidad; el deterioro del barrio debido al abandono público en equipamientos, servicios e infraestructuras; el deterioro del barrio en general que hacía poco seductor vivir en él, sobretodo para las familias jóvenes; finalmente, salir del barrio puede haber sido una estrategia prestigiosa identificada con la ascensión social.

14. Así, el secretario de una asociación de comerciantes se pregunta: "Per quines raons venen aqui tants immigrants?" Y se responde a sí mismo: "Perquè a l'Ajuntament l'interessa portar immigrants perquè la gent normal s'en vagi. Indemnitzar a la gent surt molt car. Així, porten immigrants per espantar la gent normal. Perquè als immigrants és molt fàcil fotre'ls fora. Va la Guardia Civil o la Policia Nacional i els fotre fora i ja està".

15. Podemos ver algunos ejemplos:

"Aquí han metido gente de todos los sitios y… está muy mal, está muy mal el barrio (…) que no les metan en las escaleras con las personas normales (…) luego quitaron todas las dominicanas que había (…) si nos los meten en los pisos a los "moros"" (Sra. Maria).

"Que és per portar immigrants i llavors els utilitzaran per degradar més el barri? No sé que dir-te. Igual no van mal encaminats els de la ADBV perquè la política és una merda". (Carmina).

"No hay tantos marroquíes en el barrio de Santa Caterina, se van terminando. Se ve que los vanechando a poco a poco" (Francisco).

"Los propietarios no han querido arreglar el edificio donde vive y sólo se han preocupado demeter a gente  inmigrante" (Sra. Josefina).

"Yo creo que al Ayuntamiento se le ha ido la mano con este barrio. En este barrio hay mucha gente viviendo, pero mucha. Creo que no tenía que haber dejado hasta este extremo, de tanta dejadez del barrio, vamos" (Rosa).

"Si tu tens aquí una quantitat de persones [inmigrantes] que las has deixat entrar, el que no pots fer despés és dir 'bueno, ara no vull sapiguer res d'ells'" (Antonia).

"Quan diuen que hi ha puestos que son guetos…, de moment hi ha barris que només són d'ells i tot això, bueno, si els deixen anar allà i està conforme l'Ajuntament jo no tinc cap però…" (Julia).

16. Como la "permisividad" municipal con las tiendas de inmigrantes en cuanto a flexibilidad de horarios y "vacaciones fiscales", la "preferencia" sobre los españoles en la concesión de becas escolares y ayudas sociales en general (véase Aramburu 2000) o los "pactos" del gas con Argelia para permitir la estancia de delincuentes argelinos en el barrio o los "tratados" pesqueros con Marruecos para recibir inmigración marroquí (Aramburu 1999).

17. Hay miembros tanto de la Taula del Raval como de la Associació en Defensa de la Barcelona Vella que no están de acuerdo con el discurso de sus líderes en lo que atañe a la inmigración. Así, Paco, un activista vecinal colaborador de la Taula, tenía una interpretación del papel de los inmigrantes en relación con la especulación opuesta a la vista hasta aquí. Él también creía que el Ayuntamiento favorecía los intereses especuladores, pero veía a los inmigrantes, los "nuevos vecinos" como los llaman los activistas vecinales más receptivos, jugando un papel muy diferente: "Gracias a que hay inmigrantes se puede salvar el barrio", decía. Si no fuera por la inmigración los especuladores entrarían a saco, terciarizando los usos residenciales e imponiendo una gentrification ajena al espíritu popular del barrio. Era gracias a que los edificios en las zonas colindantes a las afectadas se habían repoblado con inmigrantes que las estrategias especulativas se hacían mucho más difíciles. Pero esta interpretación, que se sustenta en una concepción del inmigrante como portador de derechos y dispuesto a hacerlos valer, era más bien singular en el contexto asociativo vecinal de Ciutat Vella.

18. Según la Enquesta de la Regió Metropolitana de 1990 el 64% de las viviendas de Ciutat Vella estaban ocupadas en alquiler, frente al 35% en propiedad, mientras que la media de Barcelona era la inversa: 33% y 62% respectivamente.

19. Si en 1988 el precio del metro cuadrado de la vivienda usada en Ciutat Vella era el 51%, en 1998 era el 72%. En el mismo periodo el alquiler medio por metro cuadrado de Ciutat Vella pasa del 63% al 98% de la media de Barcelona (Ajuntament de Barcelona. Estimació dels preus del mercat immobiliari. Anuari Estadístic de Barcelona, 1988-1998).
 

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