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Scripta Nova.
 Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 94 (72), 1 de agosto de 2001

MIGRACIÓN Y CAMBIO SOCIAL

Número extraordinario dedicado al III Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

LAS APORTACIONES DE LA INMIGRACIÓN AL PROCESO DE METROPOLIZACIÓN:
EL CASO DE BARCELONA

Naïk Miret
Equipo Migrinter, Universidad de Poitiers, Francia
Universidad de Poitiers, Francia
miret@mshs.univ-poitiers.fr
MSHS, 99 av. du Recteur Pineau
86 000 Poitiers
Francia


Las aportaciones de la inmigracion al proceso de metropolizacion : el caso de Barcelona (Resumen)

Nos proponemos aquí resaltar la aportación de las migraciones, tanto internas como internacionales al crecimiento urbano en las distintas fases históricas del proceso de metropolización. Nuestro enfoque parte de una hipótesis positiva en la que la inmigración, es comprendida como un elemento esencial de este fenómeno. El ejemplo de Barcelona es para este enfoque significativo, tanto desde el punto de vista económico como espacial. La relación entre la inmigración interna masiva i la industrialización extremadamente rápida de la época del desarrollismo ha sido demostrada. Desde esa época, la metropolización se ha perpetuado con nuevas formas i la inmigración se ha diversificado tanto en sus orígenes como en sus funciones, pero nos parece posible emitir la hipótesis de continuación de esta relación positiva inmigración/metropolización.

Palabras clave: Barcelona / Inmigración / crecimiento urbano / metropolización / economía


The immigration contribution to the metropolization process: the case of Barcelona (Abstract)

The aims of this paper is to underline the contribution of the migrations (internal and international) to the urban growth through the historical periods of the process of metropolization. This study is based on the positive hypothesis that the immigration is a primordial element of this process. For this study, the city of Barcelona constitutes a relevant example in the economic perspective as well as in the spatial dimension.

The link between internal massive migration and the industrialization at the age of the "desarrollismo" was demonstrated in various studies. Since this period, the metropolization has followed its process and the immigration has been diversified, in origins and functions, and the author suggests that is viable proposition to presume the perpetuation of a positive relation between immigration and metropolization.

Key-words: Barcelona / immigration / urban growth / metropolization / economy


Esta comunicación se propone analizar las relaciones complejas y evolutivas entre los fenómenos de metropolización y la inmigración tanto interna como internacional. La metropolización aparece hoy en día como "la traducción urbana de la mundializacion" (Lacour C., Puissant S, 1999) : en cierta manera se puede así plantear la relación paradójica que se está revelando entre las migraciones y la mundialización - aceptación de las movilidades del norte hacia el norte pero rechazo de las sur/norte. La aportación de las migraciones al crecimiento urbano ha sido muchas veces analizada en diferentes contextos geográficos e históricos. Hoy en día, el crecimiento urbano está siendo estudiado con planeamientos particulares en el caso de las grandes metrópolis, a través del enfoque de la metropolización, pero su relación directa con los flujos migratorios parece no ser analizada en su justo valor.

Empezaremos por analizar el contenido concreto de este fenómeno a través de los últimos cincuenta años en el mundo occidental, y el papel que desempeñaron de manera general las migraciones en la constitución y organización de las grandes ciudades. Planteando esta relación en el caso arquetípico de Barcelona, intentaremos en un segundo tiempo analizar la fase reciente del crecimiento urbano a través de este prisma de estudio y entender - o más bien emitir pistas de reflexión - el nuevo papel de la inmigración contemporánea.

El concepto de metropolización y la inmigración

El concepto de metropolización ya antiguo, adquiere nuevas connotaciones en el contexto post-fordista para la mayoría de las ciudades del Primer mundo. Podemos distinguir a grandes rasgos tres etapas fundamentales de ese fenómeno en las que las migraciones asumen papeles específicos. La primera etapa de la metropolización corresponde a un fenómeno de aglomeración de actividades y de concentración humana, que empieza en el siglo XIX en Londres y se va a extender por numerosas capitales europeas y americanas a ritmos diferentes, a principios del siglo XX. Por estas fechas, y a menudo en relación con la primera revolución industrial, las capitales políticas o económicas van a conocer un crecimiento urbano sin precedentes, en el cual se combinan las necesidades de emigrar de las poblaciones rurales y la fuerte demanda de la industria naciente. El término designa entonces el momento en que una ciudad adquiere una cierta importancia demográfica y puede ser calificada de metrópoli. En términos espaciales, esta fase se caracteriza por una etapa de crecimiento urbano muy conocida en la cual la ciudad sale de sus limites medievales para empezar la urbanización de los suburbios que nacen alrededor de las manufacturas implantadas generalmente a distancia de los centros, donde el espacio es abundante, donde la contaminación naciente no molesta aún y donde se implantan los nuevos medios de transporte ligados a la electricidad y el vapor. Para las ciudades más avanzadas en el proceso, esta fase se concreta administrativamente por la extensión del término urbano hacia los espacios en vías de urbanización.

La segunda etapa, que empieza por regla general a partir de la segunda guerra mundial y se prolonga hasta los años setenta, designa el momento en que las ciudades llegan a un nivel demográfico y de variedad de funciones, capaz de alimentar por sí mismo su crecimiento. Esta fase corresponde a la constitución de las áreas metropolitanas como herramienta necesaria de gestión de organismos urbanos de tamaño importante, y con problemáticas (transporte, vivienda etc.…) específicas. En esa época, llamada de los "treinta gloriosos" en Francia, que corresponde al apogeo del sistema de producción fordista, las grandes industrias localizadas en las grandes metrópolis occidentales van a necesitar una mano de obra poco calificada abundante y van a contratar numerosos trabajadores extranjeros. Estos se alojarán en las periferias urbanas que conocen en ese período un crecimiento extraordinario, con formas específicas en la extensión de los suburbios. Los tejidos urbanos periféricos adquieren rápidamente un carácter de continuidad, constituyendo lo que se llamará la primera corona metropolitana, con nuevas centralidades que se dibujan a través de las ciudades satélites que se desarrollan por medio de grandes operaciones públicas o privadas de vivienda colectiva para las clases populares.

A partir de los años setenta, ese concepto se hace más complejo a imagen del crecimiento de las grandes metrópolis post-fordistas : su contenido se diversifica, y adquiere en el área de la mundialización una importancia crucial en los estudios sobre el crecimiento urbano (1), y de manera relevante en los estudios de economía urbana. Actualmente, la metropolización cubre a la vez un aspecto económico de concentración de las actividades de dirección a escala mundial (actividades financieras y de dirección de las multinacionales) y de casi monopolio sobre la innovación e información. El término adquiere también un aspecto espacial de extensión acelerada y de policentralidad con la constitución de espacios metropolitanos complementarios y fuertemente segregados.

El enfoque actual subraya la importancia de mantener los equilibrios entre la inserción en los circuitos económicos más innovadores de la economía neo-liberal productores de riqueza y modernidad, y la preservación o constitución de medios de vida atractivos, con una buena calidad de vida y una estabilidad socio-política. Los estudios recientes insisten en la necesidad de inventar nuevas formas de gestión de estos grandes organismos urbanos, en que la diversidad de los espacios permita una complementariedad y no la marginalizacion o exclusión de una parte de los habitantes. Por ejemplo, las ciudades satélites intentan solucionar los problemas surgidos de su rápido crecimiento, tal como sus deficiencias en materia de transportes, la mala calidad de sus viviendas y sobre todo la falta de definición de sus identidades urbanas y de ahí un problema de marginalidad de poblaciones fuertemente afectadas por la crisis del empleo. La metropolización también es, de esa forma, un fenómeno sociocultural: la cohesión social es necesaria para un buen funcionamiento urbano y el reto de la integración social es de actualidad, ya que las ventajas mismas de este nivel de ciudad nacen en gran parte de la misma diversidad social; la noción de cosmopolitismo es reexaminada para ilustrar esta especificidad de las grandes metrópolis, y replantea la cuestión de la inmigración en nuevos términos (2).

Estas tres etapas corresponden a contextos económicos específicos en los cuales la inmigración siempre tuvo un papel relevante para ciertas metrópolis a través de la evolución de los sistemas productivos. En la primera etapa, la inmigración, en la mayoría de los casos ligada al éxodo rural de más o menos larga distancia, permite alcanzar una medida demográfica excepcional necesaria para alimentar la implantación de los establecimientos de la primera industrialización (las manufacturas del sector textil y metalúrgico esencialmente). Los nuevos "urbanos" van a reemplazar la mano de obra local en sus actividades tradicionales, - servicios urbanos, domésticos, construcción - o directamente implicarse en las manufacturas. De manera general, los estudios han resaltado sobretodo el papel de los movimientos migratorios internos, aunque ciertas ciudades ya recurren a movimientos más lejanos de tipo internacional, como París o Londres, cuya importancia ciertos especialistas han demostrado posteriormente (3).

A partir de la época fordista en que la mano de obra local empieza a asumir el nuevo papel de empleados del sector terciario creciente o de mano de obra calificada del sector industrial, la gran industria impulsa una inmigración extranjera masiva, a menudo contratando obreros poco calificados directamente en los países de origen. En este período, la inmigración que todavía no se entiende como la instalación definitiva de poblaciones extranjeras en los países occidentales, es aceptada como "ejército de mano de obra" necesario para el crecimiento económico. Las tendencias xenófobas por ejemplo, aunque existentes en ciertos discursos, son atenuadas por la euforia de la sociedad de consumo y de pleno empleo. El sistema socioeconómico de las grandes metrópolis occidentales (escuela, mínimos de protección social…) irá permitiendo, en cierta medida, la integración progresiva de los inmigrantes a las clases medias, componente esencial del sistema social metropolitano (4).

Después de la crisis de los años setenta, en esta fase económica todavía mal definida de la mundialización postfordista, nos parece que se abre un período de consenso en el cual científicos, políticos y opinión pública empiezan a considerar la inmigración que se perpetúa como un problema, al cual algunos intentan responder con criterios económicos y otros con criterios humanistas, y en el cual las ciudades europeas por ejemplo aparecen como albergues para las "pobres poblaciones del tercer mundo", sin ninguna valoración positiva. Pero, en este contexto de crisis económica y social grave, todo el mundo parece olvidar el pasado positivo de la inmigración y su posible reconversión a un nuevo papel de desarrollo.

Treinta años después, cuando las reconversiones de la economía post-fordista empiezan a entenderse, es necesario replantear el papel que tuvieron las migraciones, que también se han transformado en el período. En materia económica la característica de la metrópolis post-fordista es su función de cabeza de redes internacionales de toda clase (comunicación material e inmaterial, financiera, científica…) relevantes para la economía y la organización del territorio mundial. En ese aspecto, la presencia de empresarios y cuadros de la industria y de los servicios avanzados es valorada como un criterio imprescindible del desarrollo. Otra característica es la transformación de la gran industria metropolitana con una nueva división social y espacial de los procesos productivos, aliando externalización de actividades y explosión en numerosas empresas pequeñas y especializadas. Pero los migrantes que han llegado durante estos treinta años ya no son esos obreros poco calificados que asumían un papel económico claro; los migrantes "sin papeles" de la actualidad suelen tener orígenes sociales diversos y ocupan una gran multiplicidad de empleos generalmente poco calificados (servicios domésticos y hostelería, agricultura o industrias sumergidas…) o en los cuales valoran competencias propias como el comercio llamado étnico.

La disminución cuantitativa relativa de la inmigración no debe impedir el análisis de su relación con el desarrollo metropolitano: en un mundo de movilidades "globalizadas", un pequeño grupo que actúa de manera original puede pesar de manera importante en el proceso complejo de la metropolización. Por ejemplo, la multiplicación de libre-servicios de acceso a internet en las grandes metrópolis, criterio de evaluación de la modernidad económica, está muy relacionada con la intensa utilización de este medio de comunicación por ciertas categorías de inmigrantes.

La lectura de la utilidad "social y económica" de esta nueva inmigración, que permite justificar su libre circulación se ha vuelto compleja y necesita un buen conocimiento de movimientos aún más complejos por su extrema diversidad. En este sentido, las monografías locales son necesarias para entender las implicaciones locales de grupos específicos en los procesos geográficos y económicos de la metropolización. Por eso nos proponemos aquí resaltar la importancia de los inmigrantes en la duración, migración tras migración, a través de su implicación en las distintas fases históricas del proceso de metropolización en el caso concreto de Barcelona. Nuestro análisis parte de una hipótesis positiva en la que la inmigración, es comprendida como un elemento constituyente esencial de este fenómeno. El ejemplo de Barcelona que estudié en mi tesis (5) es para este enfoque significativo, tanto desde el punto de vista de los aspectos económicos como espaciales del proceso de metropolización. La relación entre la inmigración interna masiva y la industrialización extremadamente rápida de la época del desarrollismo ha sido demostrada (6) : esta inmigración permitió a la capital catalana alcanzar en la década de los setenta el estatus de metrópoli compleja con gran diversidad de espacios imbricados y complementarios y con funciones internacionales. Desde esa época, la metropolización se ha perpetuado con nuevas formas, -extensión espacial, especialización de los espacios y reconversión económica- y paralelamente la inmigración se ha diversificado tanto en sus orígenes como en sus funciones (7). Nos parece posible emitir la hipótesis de que hay una continuación de esta relación positiva entre inmigración y esta fase reciente de la metropolización, relación que debe poder trasladarse a otras metrópolis europeas.
 

Metropolización e inmigración en Barcelona : una relación histórica

Desde un buen principio se tiene que asociar la metropolización de la capital catalana a los movimientos migratorios que fueron necesarios para contrarrestar las tendencias maltusianas de la población catalana, que a finales del siglo XIX ya era insuficiente para alimentar el crecimiento del sistema industrial emergente. A partir del siglo XX, el crecimiento demográfico catalán, acelerado en comparación al resto de España, se basa ya en gran parte sobre la inmigración (8), atraída a esta región por una economía dinámica y salarios seguros y más elevados que en el resto del país. Recordemos que en 1930, las personas no nacidas en Cataluña constituyen 18 por ciento de la población catalana (Gomez Olivé, 1992), lo que representa una inmigración de más de medio millón de personas. Esos inmigrantes que se integrarán muy rápidamente al proletariado naciente de la capital catalana, participarán activamente al boom de la construcción relacionado al salto urbanístico de la Barcelona de las exposiciones internacionales de 1888 y 1929, símbolo del mantenimiento de la ciudad en el concierto de las grandes urbes europeas de principios de siglo. Paralelamente serán el motor del desarrollo industrial que se produce en los valles del Llobregat y del Bésos, a partir de las manufacturas textiles que nacieron precozmente en el siglo XVIII. Recordemos que Cataluña es en esa época la región más industrializada de España con 29  por ciento de la población activa en este sector, contra 13 por ciento en el resto del estado, y que Barcelona es un foco esencial que concentra antes de la guerra el 25 por ciento de las industrias españolas (Vilar, 1962).

Esta primera etapa migratoria corresponde también a la primera gran extensión metropolitana, con la urbanización progresiva del "Plà de Barcelona". Los barrios hoy centrales de Poble Nou, Poble Sec o Sants se van a urbanizar masivamente para alojar rápidamente a los nuevos habitantes. Este aporte demográfico y económico fue indudablemente esencial para la imagen internacional de Barcelona que ya aparece a principios de siglo como una metrópoli relevante a escala europea.

El período de la guerra y postguerra van a constituir una tregua en materia de inmigración y de crecimiento urbano ; los dos arrancan de nuevo a partir del decenio cincuenta con ritmo acelerado. Cerca de medio millón de personas llegaran a Cataluña y sobretodo a Barcelona en la década de los cincuenta y 700 000 en la década siguiente. En total, de 1950 a 1975 Cataluña recibe un millón y medio de inmigrantes españoles, que contribuirán por 44 por ciento al crecimiento total de la población catalana (Ajeno i Cosp, 1993). Esta inmigración corresponde a la fuerte demanda de mano de obra impulsada por la política del "desarrollismo", que, a través de enormes inversiones en los sectores de transportes e infraestructuras destinadas en gran parte a desarrollar el turismo, estimulará los sectores de la metalurgia y de la química, e impulsará nuevas industrias como el sector automovilístico con la implantación de la empresa SEAT. Este desarrollo económico y los salarios atractivos de la región de Barcelona estimularán durante dos décadas la llegada de emigrantes rurales de varias regiones españolas menos desarrolladas. Nos permitimos aquí comparar esta inmigración interna con lo que se produjo en otras ciudades con la inmigración internacional, ya que los volúmenes y la distancia social y geográfica son importantes.

En términos espaciales, esta fase corresponde al refuerzo de la ciudad a través de la densificacion del tejido urbano con la creación de polígonos de vivienda en los barrios como la Sagrera, Sant Andreu, Verdum y Roquetes, donde las poblaciones no nacidas en Cataluña llegan a representar el 80 por ciento del total de habitantes en los años sesenta (Gómez Olivé, 1992, p.72). Pero esta urbanización masiva de los barrios periféricos, es paralela a una densificacion de las actividades económicas directivas en el núcleo central, que se especializa durante este período en las funciones terciarias y comerciales, que, gracias al enriquecimiento ligado a la actividad industrial, le dan un peso económico a nivel nacional e internacional.

Paralelamente, este período generó numerosas ciudades satélites de la próxima periferia como L'Hospitalet, Cornellá, Santa Coloma o Badalona, que actualmente están totalmente incluídas en la aglomeración misma en términos de crecimiento urbano. En esta fase los equilibrios demográficos catalanes van a tranformarse y la metrópoli pasa de concentrar en 1950 el 48 por ciento de la población catalana al 53 por ciento, mientras el primer cinturón del área metropolitana refuerza su peso demográfico con respecto a Barcelona, que empieza a perder población (Gómez Olivé, 1992, p.80). Esta macrocefalia, es un aspecto particular de la metropolización catalana, que aunque se basa en varios municipios metropolitanos está totalmente dirigida y controlada por la ciudad central, en parte por su peso económico y político, y en gran parte por la historia misma de Cataluña y su capital.

Esta fase de metropolización en el caso de Barcelona, en gran parte por causa de la brutalidad de la inmigración, corresponde a una fase de total descontrol urbanístico, en la que se van a concentrar problemáticas metropolitanas graves: problemas de calidad de la vivienda, simbolizados por la cuestión de la aluminosis, problemas de saturación de los medios de transporte y de las infraestructuras de comunicación, y problemas de equipamientos públicos, ampliamente deficientes en los barrios y ciudades periféricos de la aglomeración. Esta misma situación se puede analizar en la mayoría de las metrópolis que conocieron una inmigración masiva en esa época fordista, como fue el caso en París, donde la crisis de las banlieues nacidas en esas épocas es todavía el tema principal de la políticas urbanas. La creación de la Corporación Metropolitana de Barcelona (CMB) en el año 1974, y la redacción del plan general del 1976 aparece como la primera  toma de conciencia real del hecho metropolitano, y como la voluntad de asumir el papel de metrópoli europea.

Al llegar la crisis de los años setenta, Barcelona es una de las pocas metrópolis europeas de este nivel sin haberse beneficiado de la funciones politico-administrativas de capitalidad. Se la compara a menudo con Milán, de mismo estatus político y que debe su dinamismo también en gran parte a la inmigración interna. En el caso de Barcelona, aparece que estas dos fases inmigratorias han sido esenciales en la constitución de una área metropolitana potente demográficamente, económicamente y políticamente, aunque fragilizada por la preponderancia del sector industrial que sufrirá graves daños con la crisis económica. "La inmigración permitió cristalizar las posibilidades de crecimiento económico de Cataluña" se afirmaba en esa época (9), y sin querer decir que esta economía es sólo barcelonesa, es evidente que el fuerte grado de macrocefalia de la región hace que las dos sean íntimamente dependientes. En las ultimas décadas, el papel internacional de Barcelona fue creciente y su rango de metrópoli se afirmó en la Europa comunitaria. Pero la inmigración interna tradicional se agotó, y las inmigraciones recientes, muy diversas, se pueden leer como marcadores de las transformaciones socioeconómicas que subrayan en la metrópoli.
 

La metropolización actual en Barcelona : los papeles respectivos de las diferentes corrientes migratorias

No podemos aquí resumir los saltos cualitativos que conoció la aglomeración desde esas fechas, con el trabajo de las municipalidades democráticas y con las grandes inversiones en relación a la acogida de los Juegos Olímpicos del 92. Se trata aquí de plantear los grandes rasgos económicos, espaciales y migratorios de la metropolización reciente, y de emitir una serie de preguntas sobre el papel de los inmigrantes como testigos y actores de mutaciones importantes.

La internacionalización económica es una componente esencial de la metropolización "post-fordista". Más concretamente, la metrópoli constituye una encrucijada de las grandes redes de transportes terrestres marítimos y aéreos, que se encuentran por definición en el centro de las movilidades contemporáneas, y evidentemente de las migraciones. La presencia de trabajadores calificados de la Unión Europea y de los países desarrollados en España, y particularmente en Madrid y Barcelona, es un índice de conexión con las redes económicas internacionales ; las políticas económicas y territoriales de las colectividades públicas y la política de marketing urbano del ayuntamiento de Barcelona han contribuido a desarrollar esta imagen.

En el 1996, los 26 000 residentes europeos (10), los 2.000 americanos del norte y los casi 1.000 japoneses (11), son los símbolos del éxito de esta política. Subrayan que la mitad de las inversiones extranjeras en el sector industrial en España se realizan en la aglomeración de Barcelona, y que las más grandes empresas son extranjeras (Bonneville, 1992). Este aspecto es frecuentemente admitido, en la opinión pública, como factor de desarrollo de las metrópolis. Pero no se relaciona esta presencia con la existencia de un mercado del trabajo muy variado en el que participan diferentes inmigrantes, y que es obviamente necesario para que las estrategias de la industria elijan una ciudad como sede. La participación de los inmigrantes extranjeros en el sector industrial es, por ejemplo, minoritaria: sólo algunas nacionalidades como los polacos y una minoría de los marroquíes se ocupan como obreros en las empresas industriales, pero el interés de la inmigración es más bien indirecto, en la medida en que la mayoría de los inmigrantes ocupan puestos poco calificados y rechazados por la mano de obra local, y liberan así esta última para los empleos industriales mas "rentables".

También se tendría que evaluar la participación de las otras nacionalidades a sectores importantes de la economía sumergida, en talleres de los sectores textiles o automóvil por ejemplo. Una de las características de la economía post-fordista es la externalización de actividades hacia empresas de subcontratación, y de ahí la división del sistema de producción en varios establecimientos especializados y de medida reducida; de manera clásica, este fenómeno se acompaña de una diseminación de las actividades industriales en las periferias metropolitanas, la llamada exurbanizacion. En muchos casos esta tendencia se refuerza con la atracción de las grandes infraestructuras de transporte, puertos, aeropuertos y grandes autovías. En el caso de Barcelona, esta tendencia ha contribuido a la dinámica reciente de la tercera corona metropolitana. Las encuestas de P. Jodar (1991) han demostrado por ejemplo el papel de los marroquíes en los talleres clandestinos de producción textil en Santa Coloma, que se puede generalizar a otros municipios de la aglomeración como Terrassa o Sabadell.

Pero tampoco se valora la participación de diferentes migrantes al movimiento general de terciarización de la economía que es otra característica de la "postmetropolis" (12). Otros flujos migratorios parecen contribuir al crecimiento urbano. Por ejemplo, en respuesta a la presencia de los directivos de los países desarrollados se constituye en las grandes metrópolis una demanda de servicios "de lujo" o de bienestar (servicios domésticos, servicios personales, o de mantenimiento del hogar como jardineria, pintura…), o de servicios de ocio como la hostelería. Para estas actividades, existe una mano de obra adecuada en el "proletariado urbano" definido por Saskia Sassen (1996), constituido esencialmente por mano de obra extranjera. En el caso de Barcelona, este papel es asumido por diversas nacionalidades - asiáticas y latinoamericanas sobretodo - que se especializan en ciertos oficios, como las empleadas de casa filipinas y, cada vez más marroquíes, los jardineros marroquíes, las enfermeras peruanas etc… (13) .

Otro aspecto de la evolución económica y geográfica de la metrópoli reciente es la creciente importancia de los espacios periféricos de las grandes ciudades. La periurbanización, que transforma progresivamente los espacios rurales de la periferia de las metrópolis urbanizándo-los, es un aspecto esencial de la metropolización contemporánea. Aparte del papel mal conocido de los inmigrantes en la industria de subcontratación, se debe notar que en este sentido, la inmigración rural reciente en la tercera corona de Barcelona constituye una aportación original, probablemente generalizable a otras ciudades de la costa mediterránea. En el caso de Barcelona, este espacio donde se conectan el medio urbano y el medio rural, está viviendo varias modificaciones en las cuales toman parte diferentes grupos de inmigrantes. Esta tercera corona metropolitana se está transformando a partir de sus funciones turísticas clásicas y de nuevos procesos como la llegada de nuevos habitantes del centro ciudad - y también de migrantes europeos, la mayoría en actividad- y del crecimiento de los sectores de servicios, construcción y ocio que esto implica, o el desarrollo ya antiguo de la agricultura intensiva. Para estas nuevas funciones, la presencia de la mano de obra originaria de África en su gran mayoría, "barata" y sobre todo flexible y precaria parece imprescindible.

Esta necesidad está demostrada por muchos estudios sobre el impacto económico de los inmigrantes africanos en la agricultura, donde muchas producciones no serían rentables sin su presencia. Pero se puede generalizar este papel al conjunto de la economía diversa de estos espacios periurbanos, donde nos parece que el dinamismo reciente implica una adaptación constante del mercado de trabajo a la cual responde perfectamente la mano de obra inmigrante que, en un principio, se dirigió a esta zona por otras razones (14). Los sectores de la construcción, de los servicios personales o de la hostelería de estas zonas utilizan abundamente la población de origen africano, con o sin permiso de trabajo. Una de las causas de vuelta a la ilegalidad de los inmigrantes, es frecuentemente la pérdida del empleo, ya que los puestos ocupados suelen ser precarios y de carácter eventual. Muchas veces, los inmigrantes se ven obligados a aceptar puestos inestables y sumergidos para sobrevivir, lo que contribuye a enriquecer una economía emergente, con puntas de ocupación ocasional.

Estos micro-sistemas económicos emergentes en los espacios periféricos de las metrópolis actuales están buscando las pautas de su desarrollo. En este sentido, todavía no ofrecen suficientes oportunidades de empleo fijo, pero esbozan gracias a una mano de obra precaria (15), una estructura economico-social viable. Estos papeles en la economía sumergida, no pueden socialmente tener solución de continuidad, dada la precariedad del estatus personal de estos inmigrantes. Pero, si en este sector su presencia es útil y tal vez necesaria, cabe pensar en una reconversión de estas actividades transitorias en la economía "legal". Estos sectores clave de la metropolización actual, también tienen que evolucionar desde un punto de vista económico, pero la presencia de los inmigrantes es un testimonio del papel que desempeñan y que podrán desempeñar en la sociedad metropolitana de mañana.
 

Conclusión

Solo hemos querido aquí esbozar las pistas de reflexión sobre la participación de los inmigrantes recientes en el crecimiento urbano de las metrópolis contemporáneas, a la realización de las "postmetropolis". Se necesita estudiar más profundamente la difícil cuestión del papel económico de estos actores para poder avanzar en la hipótesis ; pero nos parece que existen bastantes índices actualmente, y sobretodo bastantes testimonios históricamente de la relación enriquecedora que existe entre inmigración y metropolización, para que este tema merezca mayor interés. Muchas veces, ciertos pequeños grupos de inmigrantes, que por su difícil situación han de buscarse la vida de manera original, revelan nuevas tendencias escondidas de las pautas de desarrollo o de los problemas de las economías locales. Hemos hablado aquí de las metrópolis del primer mundo, pero con un desfase cronológico, se podría transponer este análisis a las metrópolis gigantes del tercer mundo, donde la inmigración - llamada sur/sur - adquiere un papel cada vez mas relevante.

Quisiera concluir sobre la temática de inmigración y desarrollo, de interés creciente en el contexto francés y europeo; a nivel político, muchas propuestas hacen de la ayuda al desarrollo de los países emisores de emigrantes, un reto para evitar una improbable "invasión" de los países europeos y solucionar el "problema" de la emigración : parece importante y tal vez necesario, invertir ese tema y plantear la hipótesis del apoyo de la inmigración al desarrollo de nuestras urbes, apoyo que en muchos sentidos aparece necesario para esta etapa actual de la metropolización. En este sentido, es importante recordar como la población originaria de las regiones del sur de España participó en el desarrollo económico, - sobre todo industrial - y demográfico de Cataluña, y permitió asentar las bases del dinamismo actual de la metrópoli catalana.
 

Notas

1. Cf. Lacour C., Puissant S, 1999.

2. CF.Tarius, A., 2000.

3. Cf. Guillon, M., 1992.

4. Es la importancia de estas clases medias y de su nivel de consumo relativamente alto la que estimula las economías metropolitanas y mantiene su atractivo.

5. Ver Miret, N., 1998.

6. Ver Solé, 1981 y 1988 ; Maluquer i Sostres 1963.

7. Ver Miret, N., 1997.

8. Ver por ejemplo los estudios de Cabré, A., 1989 y Ainaud de Lazarte et. al., 1980.

9. Armand Saéz, In Ainaud de Lazarte et al., 1980, p.32.

10. De los cuales 1.500 son originarios de la antigua Europa socialista.

11.  Datos del Ministerio del Interior, Dirección general de policía.

12. Ver el trabajo de Edward W. Soja, 2000.

13. Ver Domingo i Valls, A.., 1995.

14. Varias encuestas han mostrado que los primeros inmigrantes llegaron a esta zona en espera de acceder a Francia y al resto de Europa, y aprovecharon algunas oportunidades de trabajo temporal, que finalmente atrajeron a compatriotas que terminaron por estabilizarse.

15. Ciertos empresarios solo contratan personas en situación irregular (cf. Domingo i Valls, A..,1995, p. 118).
 

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