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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VI, núm. 119, 1 de agosto de 2002

TRABAJO, NECESIDADES Y CONSUMO. 
CLAUSURA DEL IV COLOQUIO INTERNACIONAL DE GEOCRÍTICA

Horacio Capel


El IV Coloquio Internacional de Geocrítica ha sido, como los anteriores, verdaderamente fructífero. Se han presentado y están publicadas casi 130 comunicaciones y se han expuesto y discutido aquí casi un centenar. La riqueza de los debates es una prueba del interés de esas aportaciones. Necesitamos reflexionar más sobre muchas de las ideas que se han expuesto, lo que podremos hacer con la lectura detenida de las cerca de 2000 páginas que representan los materiales publicados en Internet, y que esperamos que en su mayor parte puedan ser también difundidos a través de la revista Scripta Nova.

La reflexión debe dirigirse asimismo hacia la elaboración y propuesta de alternativas a la situación actual de desempleo, de trabajo precario, de jubilaciones anticipadas, de presión constante sobre los trabajadores.

Tenemos que afirmar que es posible una organización social del trabajo distinta a la que domina hoy. Una organización en la que el trabajo esté repartido y llegue para todos. Un trabajo no alienado. Lo cual  es posible con formas nuevas de actividad laboral en las que no se imponga la sumisión y donde el trabajador pueda ver reconocidas las iniciativas creadoras.

Podemos imaginar que estaremos siempre lejos del pleno empleo –que algunos economistas consideran indeseable por sus efectos sobre la subida de los salarios y de la inflación- y que seguirá habiendo parados. Por tanto hemos de imaginar políticas para aumentar el empleo, redistribuyendo el trabajo existente, y diseñar estrategias para atender a las necesidades de los desempleados.

Si el actual sistema capitalista impide el pleno empleo, será preciso empezar a imaginar otras formas de organización del trabajo o de organización social. Desde luego, la aspiración debe ser trabajo para todos. El que hay ha de repartirse; los salarios también. Y tal vez el sistema capitalista dominante debe cuestionarse una vez más, a pesar del consenso que parece existir sobre sus bondades.

No puede seguir aumentando a la vez el paro de capas crecientes de población y el trabajo intenso de aquellos que lo tienen, con una presión laboral creciente y horarios extendidos, como parecen pedir los empresarios a los trabajadores con el argumento de la competitividad.

Si el problema es la competitividad, entonces es la misma raíz del sistema capitalista lo que está en cuestión, la misma organización social. Con la globalización aumenta la competencia y solo los más competitivos resisten y prosperan, según se nos advierte una y otra vez y comprobamos en la realidad. Normalmente al hablar de estos temas pensamos en los países desarrollados y, como ha ocurrido en este Coloquio, en esa Europa extensa constituida por el Viejo y el Nuevo continente. Todavía no hemos asimilado lo que en ese sentido puede representar la presencia de China –inmediata- y de India –más lejana- como potencias económicas activas en la economía mundial.

Pero con la competencia siempre ocurre esto: unos ganan y otros pierden. Los primeros generan benéficos y dan trabajo, los segundos generan desempleo. Esa es la ley ineluctable del capitalismo y de las llamadas políticas económicas neoliberales.

La Mano Invisible del Mercado sustituyó a la Divina Providencia. Todo el mundo sabe que ésta no existe, pero se la sigue invocando. Cuando no sirve o cuando crea graves conflictos sociales, entonces se echa mano de la Mano Visible de la Regulación. Pero si principios tan esenciales en la economía de mercado no funcionan, eso significa que nos podemos atrever a más, que podemos imaginar otros cambios, otros "escenarios"; concretamente éste: en lugar de la competencia la solidaridad, la producción solidaria y la ayuda mutua. Son desde luego grandes palabras, que parecen no tener contenido económico. Pero hemos de decirlas, para hacer constar que queremos otro mundo, un mundo basado en otros principios y que, además, es posible.

La lógica del mercado no es la lógica de los trabajadores, de las personas, de las necesidades humanas.

La conflictividad social que potencialmente o realmente generan una cifra de parados se ha intentado contrarrestar en los países más desarrollados con medidas que aseguren la paz social. Es decir, con el seguro de desempleo. La transición política española no habría sido posible sin ello. Ha de asegurarse eso mismo a escala mundial. Solo se trata de hacer cálculos económicos sobre lo que representaría redistribuir los beneficios económicos para esa función y pensar en los mecanismos para ello: mecanismos impositivos, para recaudar, y redistributivos a través de estructuras políticas adecuadas, que no pueden ser otras que las estatales o supraestatales.

El seguro de desempleo es una forma elemental de dar a cada uno según sus necesidades. El pago a los desempleados no tiene ninguna justificación económica pero existe para asegurar la paz social. Y los fondos para ello se obtienen del trabajo de los asalariados y de las rentas, a través del sistema fiscal. La clave está pues en eso, un sistema fiscal eficaz; que debe ir acompañado por una limitación de las necesidades.

Hemos de atrevernos a formular en voz alta nuestros deseos y esperanzas. Algunas como éstas: trabajo para todos, educación superior para todos, vivienda para todos, trabajo digno para todos, ocio para todos. No podemos aceptar la política segregadora educativa con el actual nivel de riqueza y desarrollo técnico. Podemos imaginar una sociedad en la que todos los niños lleguen si lo desean al nivel universitario. Hay que tener en cuenta también que la formación hoy no solo se recibe en las edades jóvenes, sino a lo largo de toda la vida. Hay que prever sistemas educativos nuevos. Existe ya la capacidad técnica y financiera para todo ello. Solo hemos de aplicarla adecuadamente.

Es claro que si reflexionamos a escala planetaria el trabajo está mal repartido y que ha de redistribuirse. Que debe haber trabajo para todos, y que se puede trabajar menos. Desde luego, hay que trabajar menos en producir mercancías redundantes sometidas al dictado de la moda y condenadas a la rápida obsolescencia. Y hemos de decir en voz alta algo esencial: se ha de consumir menos. En particular, se han de disminuir las demandas de consumo en los países ricos, limitar el desarrollo y repartir la riqueza. Eso exige, sobre todo, un sistema impositivo adecuado y un papel importante de la administración pública para la redistribución de recursos. Nada de ONG con iniciativas parciales y con frecuencia contradictorias entre sí y que contribuyen a la deslegitimación del Estado, sino un poder público democrático y eficaz.

Si razonablemente parece que no hay solución para los problemas del mundo con el actual sistema económico y laboral, habrá que pensar en otros; concretamente, en la organización de una sociedad no competitiva, cooperativa, no consumista y con trabajo creativo, y ocio placentero y creativo.

Es indudable que en los países ricos el consumo se ha desbocado en la actualidad. Muchas veces las necesidades nos vienen impuestas desde afuera por el marketing y la sociedad de consumo, que nos presenta una oferta superabundante y nos incita a comprar sin medida, con las técnicas más refinadas o burdas de la publicidad. Hay necesidades básicas que deben asegurarse para todos, desde la alimentación a la vivienda, la educación, la salud, y la cultura. A ello deben dedicarse los recursos necesarios, que aseguren una atención igualitaria para todas las clases sociales y para todos los países. Pero es indudable que se debería evitar el consumo superfluo y el despilfarro que hoy existe en los países desarrollados.

Hoy solo existe una lógica económica del trabajo, impuesta por las empresas que funcionan dentro del sistema capitalista en una búsqueda desenfrenada de beneficios y en una situación de competencia creciente. Resulta claro que eso se ha de modificar de forma radical Se ha de producir lo que socialmente sea necesario, y no lo que resulta excesivo o redundante. El aumento desenfrenado de la producción tiene efectos graves sobre el equilibro del planeta, que dispone de recursos limitados y que se ve afectado por ese desenfreno de la producción y por su desigual e injusto reparto.

La conclusión parece clara: se han de introducir cambios en el sistema económico y social. Algunos dicen que hemos llegado al fin de la historia. Debería ser el fin de una historia. Y debemos impulsar el comienzo de una nueva historia de la humanidad. Una historia en la que no haya explotadores y explotados. En la que desaparezca el trabajo sumergido, ilegal (no los ilegales, sino los empresarios ilegales). Una historia en la que no se despilfarren los recursos, en que el modelo de desarrollo no sea el de Estados Unidos o Suiza o el de las clases medias y altas europeas e iberoamericanas, que desean vivir como millonarios, sino otro totalmente distinto, con menos consumo de energía. Con una redistribución real a través de sistemas impositivos coordinados por el estado y por instituciones políticas supranacionales sólidas.

Creo que hoy podemos repensar el trabajo y el ocio de forma simultánea. Por eso en la convocatoria del coloquio deseábamos prestar atención a estos dos aspectos. Debemos pensar en un tiempo de ocio creativo valorado positivamente. Un verdadero otium, como el que expresa esa palabra latina (ocio, descanso, retiro, paz, sosiego, tranquilidad, tiempo libre) y que puede ser al mismo tiempo estimulante. Un ocio en el que podemos atrevernos a pensar hoy cuando no necesitamos esclavos humanos porque podemos disponer de esclavos mecánicos (robots, lavadoras, cocinas domésticas..) que nos sirven.

Las jornadas de 35 horas semanales aumentan el tiempo disponible para actividades no laborales. Las formas de vida que antes eran solo de la elite pueden ahora difundirse y recrearse.  Son necesarias nuevas formas de ocio en donde la cultura como liberación y enriquecimiento humano estén presentes, y permitan el cuidado del cuerpo y de la salud, así como la relación social. Y donde estén presentes también la posibilidad de encontrar nuevas formas de solidaridad y cooperación.

De todo ello hemos de seguir hablando. Desde la Universidad tenemos la obligación de intentar decir algo significativo sobre problemas como esos. Y sobre otros muchos que nos preocupan. Por ejemplo, sobre la vivienda y el espacio social de las ciudades; o sobre el impacto social y espacial que están teniendo las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Esos serán, por cierto, los temas de los dos próximos coloquios de Geocrítica, al que desde ahora todos ustedes están convocados.
 

© Copyright Horacio Capel, 2002
© Copyright Scripta Nova, 2002
 

Ficha bibliográfica

CAPEL, H. Trabajo, necesidades y consumo.  Clausura del IV Coloquio Internacional de Geocrítica.   Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, vol. VI, nº 119, 2002. [ISSN: 1138-9788]  http://www.ub.es/geocrit/sn/c4-cl-02.htm


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