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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VII, núm. 136, 1 de marzo de 2003

EL INGENIERO MILITAR MIGUEL CONSTANZÓ EN LA REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN CARLOS DE LA NUEVA ESPAÑA 

J. Omar Moncada Maya
Instituto de Geografía, UNAM, México

Universidad de Barcelona, España

El Ingeniero militar Miguel Constanzó en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de la Nueva España. (Resumen)

Dentro de las muchas actividades que desarrollaron los ingenieros militares, debe destacarse la arquitectura, no sólo la militar, sino también la civil y religiosa. En este arte compartieron responsabilidades con las Academias de Bellas Artes que se crearon durante la segunda mitad del siglo XVIII. En este artículo se refiere la actividad de Miguel Constanzó, quien se vinculó como profesor y luego como consiliario a la Academia de San Carlos de México.

Palabras clave: Ingenieros Militares, arquitectura, Academia de San Carlos, México

Military Engineer Miguel Constanzó at the Royal Academy of Fine Arts of San Carlos of New Spain. (Abstract)

As part of their activities, Military Engineers developed military architecture, as much as civil and religious one. In their architectural works they shared responsibilities with the Fine Arts Academies, created in the second half of the 18th Century. In this paper we present the works of the military engineer Miguel Constanzó as a professor and as a consiliario of the Royal Academy of Fine Arts of San Carlos, in Mexico City.

Key word: Military Engineers, Architecture, Royal Academy of San Carlos, Mexico 

La creación, desarrollo y actividades del Real Cuerpo de Ingenieros Militares es objeto de estudio de un importante grupo de académicos tanto en España como en América[1]. Los importantes trabajos realizados por don José Antonio Calderón Quijano desde la Escuela de Estudios Hispano Americanos, han sido el punto de partida de nuevas e importantes contribuciones de, por sólo mencionar algunos ejemplos, el grupo que dirige el profesor Horacio Capel desde la Universidad de Barcelona y la importante labor de los profesores Alicia Cámara Muñoz y Carlos Martínez Shaw en la UNED. Ellos han logrado transmitir ese interés a nuevas generaciones que han realizado, y realizan nuevas investigaciones desde la historia, la arquitectura y la geografía, vinculadas a las labores de este importante cuerpo técnico-científico. En América existe igualmente un interés por las contribuciones de este Cuerpo al ordenamiento territorial: Gabriel Guarda en Chile, Jorge Galindo en Colombia y Omar Moncada en México, representan esta línea de investigación que han dado a conocer sus resultados en importantes publicaciones.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII, el Real Cuerpo de Ingenieros del Ejército desarrolló una importante labor en la arquitectura civil y religiosa, tanto en la metrópoli como en los territorios de Ultramar. Ello era debido, en parte, a un insuficiente número de técnicos civiles que pudieran desarrollar la actividad de ingenieros o arquitectos. Para tratar de dar respuesta a esta demanda y para controlar la labor de los técnicos que formaría, la Corona establece en la corte la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en 1752, con el objetivo de “promover por todos los caminos el adelantamiento de las bellas artes”, léase pintura, escultura y arquitectura[2]. Posteriormente extendería su influencia, a través de nuevas academia, como la de San Carlos de Valencia o la de San Luis en Zaragoza. Para el caso de las posesiones americanas, la primera Real Academia de Bellas Artes que se aprobó fue la de San Carlos que se localizó en la capital del virreinato novohispano.

Pese a su importante labor en la arquitectura, pocos ingenieros se vincularon a la Academia de San Fernando: José de Hermosilla y Sandoval fue el primer profesor de Geometría[3] (1752), y posteriormente se le reconocería como Académico de Mérito (1756) y Académico de Honor (1758. Estos mismos reconocimientos se les concedió a: Francisco Sabatini (1760), Julián Giraldo de Chávez (1763) y Pedro Martín Cermeño (1768); además, Manuel del Pino fue Académico de Honor (1764). Finalmente, Pedro Martín Cermeño fue el único ingeniero que llegó a ser consiliario en la misma academia[4]. Pero, hasta donde sabemos, solo el ingeniero Miguel Constanzó se integró a las actividades de Bellas Artes de Nueva España.

El objetivo de este trabajo es, por tanto, dar a conocer una época, relativamente breve en la trayectoria de dicho ingeniero militar en que estuvo vinculado a la academia novohispana. En una primera etapas como profesor en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Nueva España, ya que fue el único miembro de su corporación que realizó esta función y; la segunda, como consiliario de la misma, que le permitió influir decisivamente en el establecimiento formal de los valores estéticos preconizados por la Academia.

Pero antes de entrar al tema que nos ocupa, señalaremos algunos datos biográficos de este distinguido ingeniero, sin duda el más importante de cuantos estuvieron destinados en el reino de la Nueva España.

El Ingeniero Militar

A finales del siglo XVI llegan a Nueva España los primeros ingenieros militares. Sus funciones estaban determinadas por los conflictos bélicos que enfrentaba el reino en contra de las potencias europeas, principalmente Francia e Inglaterra, por lo que sus principales actividades se centraron en la defensa de los territorios. Así, destaca la creación de un sistema defensivo para el Golfo de México y Mar Caribe, donde se consideró la construcción de fortalezas en La Habana, San Juan de Puerto Rico, Veracruz, Omoa, etc. Pero ante el limitado número de técnicos, debieron intervenir en otras funciones, siempre vinculadas a las necesidades de los gobiernos virreinales. Para el siglo XVIII, con la creación formal de Cuerpo de Ingenieros del Ejército y sus primeras Ordenanzas, dadas en 1718, se establecía de forma clara la diversidad de funciones que les estaban asignadas dentro del reformismo del Estado Borbón, que pueden resumirse en tres grandes objetivos espaciales:

Desde la vertiente militar, 1) la adecuación defensiva del territorio, tanto para amenazas exteriores como interiores; mientras que desde la vertiente civil, 2) se da la intervención territorial, especialmente a través de las obras públicas, y 3) los reconocimientos territoriales, que también tenían una vertiente militar.

Entonces, su actividad en el terreno civil no era en forma alguna una improvisación ni interferían en un ámbito que no fuese el suyo. Por el contrario, desde un inicio se piensa en ellos como un cuerpo especializado para la adecuación del territorio a las nuevas exigencias del estado absolutista.

Es en este contexto que se da la participación de nuestro ingeniero. Miguel Constanzó[5] nació en la ciudad de Barcelona en agosto de 1741, de calidad noble. Ingresó al Real Cuerpo de Ingenieros del Ejército el 12 de enero de 1762, y sirvió en el Principado de Cataluña y en la costa de Granada. En 1764 se le destina al virreinato de Nueva España, formando parte de una brigada de ingenieros en la expedición militar comandada por el teniente general don Juan de Villalba y Angulo. Ya en América, participa en 1767 en una expedición punitiva en contra de los indios rebeldes de Sonora, comandada por el coronel Domingo Elizondo, junto con el también ingeniero Francisco Fersen. En marzo de 1768 recibe la orden del virrey, marqués de Croix, de trasladarse al puerto de San Blas, donde debía esperar la llegada del visitador don José de Gálvez, que preparaba una expedición a Monterrey, en la Alta California.

El 16 de mayo de ese año, Gálvez cita a una junta, donde se decide realizar la expedición, tanto por mar como por tierra, con el fin de tomar posesión de Monterrey y construir un presidio[6]. Por diversos motivos, la salida se retrasó varios meses, tiempo que Constanzó utilizó para levantar el Plano del Puerto y Nueva Población de San Blas sobre la Costa del Mar del Sur. Posteriormente acompañó al visitador a la península de Baja California, escribiendo una descripción del Cabo de San Lucas, y levantando los planos de la Bahía de la Paz y Puerto de Cortés y de la Bahía de San Bernabé en el Cavo de San Lucas[7].

Finalmente Constanzó marchó a la Alta California en la expedición por mar, con instrucciones muy precisas del visitador respecto a que sus observaciones astronómicas, junto con las de los pilotos, debían servir para corregir las cartas y derroteros de navegación; llegado a tierra, debía hacer reconocimientos de los terrenos y levantar los planos de los puertos de San Diego y Monterrey, así como dirigir las obras para levantar un fuerte provisional. De ser posible, debía ir a San Francisco y hacer reconocimientos y levantar planos de la zona.

Miguel Constanzó permaneció en California hasta el 9 de julio de 1770, día en que embarcó a San Blas. Productos de este viaje son dos Diarios y una reducida pero muy importante cartografía, además de su correspondencia, tanto con el virrey como con el Visitador.

En el caso de los Diarios, éstos son de características muy distintas. El primero, el Diario Histórico de los Viages de Mar, y Tierra hechos al Norte de la California, publicado a su regreso a la ciudad de México, puede ser considerado como la crónica oficial del viaje, en tanto que narra las causas que le dieron origen, los preparativos seguidos en San Blas, en la península y, posteriormente en San Diego, los hechos sucedidos a los expedicionarios hasta la fundación del presidio y la misión de San Carlos de Monterrey y su posterior regreso a San Blas[8].

El segundo Diario es parcial, si tomamos en cuenta que es el diario personal de Constanzó en el frustrado primer intento por alcanzar el puerto de Monterrey por tierra desde San Diego, y lleva por título Diario del Viage de Tierra hecho al Norte de California[9]. En este Diario, como en el primero, se hace una descripción detallada de las condiciones naturales de la región que recorrió, haciendo comentarios sobre las costumbres de la población indígena, la flora, la fauna y la toponimia. Igualmente hace referencia a sus observaciones astronómicas con el fin de determinar la latitud y longitud de los sitios de interés, y a sus mediciones meteorológicas, básicamente de temperaturas. Todo ello permitió conocer con mayor detalle la geografía californiana.

Constanzó levantó al menos cuatro mapas en el transcurso de este viaje. El más importante es, sin duda, la Carta reducida del Oceano Asiático nombrado por los navegantes Mar del Sur que comprehende la Costa Oriental y Occidental de la Península de California con el Golfo de su denominación, antiguamente conocido por la mar de Cortés..., que mereció ser grabada en Madrid por Tomás López, geógrafo del rey, e impresa por Hipólito Ricarte en 1771. Los otros tres planos corresponden propiamente a la expedición, y son: Plano de la Costa del Sur correxido hasta la Canal de Santa Bárbara en el año de 1769,Plano del fondeadero, o Surgidero de la Bahía y Puerto de Monterrey, y Plano del Real Presidio de Sn. Carlos de Monterrey.

A su regreso a la ciudad de México, en 1771, inició su participación en la que tal vez sea su faceta más conocida: la arquitectura. Su obra abarca tanto el diseño, construcción y dirección de numerosos edificios, tanto civiles como militares. En cualquier caso es necesario establecer que la labor arquitectónica de Constanzó, como la del resto de los ingenieros, estaba limitada por su actividad principal que era la defensa del territorio, y dado que iban de comisión en comisión, rara vez participaban de principio a fin en las obras arquitectónicas.

Una lista de los principales edificios en los que intervino debe incluir la ampliación de la Casa de Moneda de la ciudad de México, donde participó entre 1772 y 1779. Además de la fachada, Constanzó levantó planos para las oficinas de los grabadores y las instalaciones de la nueva Academia de Grabado de acuerdo a la propuesta de Gerónimo Antonio Gil, Tallador mayor de la Real Casa de Moneda. Manuel Romero de Terreros considera a esta obra "Ejemplar único en México, de arquitectura netamente francesa"[10].

También de 1772 es su participación en la obra del Hospital General de San Andrés. El edificio, que originalmente fue Seminario-Colegio de los jesuitas, a la expulsión de éstos se transformó en hospital; la adaptación del edificio corrió a cargo de Constanzó hasta  su conclusión en 1775.

En 1776 se ordenó la construcción de la fábrica de puros y cigarros de la ciudad de México. Los primeros planos fueron realizados por el ingeniero Manuel Mascaró, y remitidos a Madrid para su aprobación; sin embargo, una comisión de arquitectos de la Real Academia de San Fernando los rechazó, y recomendó que se encargara del proyecto a Antonio González Velázquez, director de arquitectura de la Academia de San Carlos. En 1793, González entrega sus planos, corregidos por Constanzó, siendo igualmente objetados por la Academia madrileña; González se compromete a corregirlos y enviarlos de vuelta, acompañados de informes del director de la renta de tabacos y del ingeniero Constanzó.

No hay duda de que González es el autor del proyecto, el cual fue corregido por Constanzó. Desgraciadamente, no sabemos hasta qué punto cambió el proyecto original con las modificaciones del ingeniero, pues al final se nombra a Constanzó "Ingeniero director de la obra", mientras que González queda como su segundo. La participación de Constanzó se dio hasta 1797, año en que es nombrado cuartelmaestre del cantón de Orizaba.

Entre 1795 y 1797 Constanzó interviene en tres edificios religiosos de gran importancia, de los cuales sólo tenemos breves referencias. El templo de San José, la Biblioteca de la Catedral de México y, la que quizás sea su obra más reconocida e importante, el atrio del Convento de la Encarnación, hoy Secretaría de Educación Pública[11].

De su obra en el interior del virreinato debe destacarse su participación en el Palacio de Gobierno de San Luis Potosí, la Casa de Ensaye de Zacatecas y el Hospital Militar de Santa Rosa, en Coahuila. Referencias aisladas, y que no han podido documentarse, nos indican que realizó un proyecto para un convento de Teresas en San Miguel el Grande, hoy San Miguel Allende, y que participó en la construcción del convento carmelita del desierto de Tenancingo, cuya última construcción data de 1813 y es de tendencias neoclásicas.

En la arquitectura militar también tuvo una actuación destacada. En 1776, con motivo de terremoto que destruyó gran parte del puerto de Acapulco, se comisionó a Constanzó para que hiciera un reconocimiento de los daños sufridos por el fuerte de San Diego. Como resultado de ello, presenta un proyecto para la construcción de una nueva fortaleza, en el mismo sitio que la anterior y que, con modificaciones menores, logró la aprobación del director de ingenieros del virreinato, Manuel de Santisteban, y del comandante general de ingenieros, Silvestre Abarca. La obra fue dirigida por el también ingeniero Ramón Panón, y Calderón lo considera "el más perfecto quizás entre las fortificaciones mexicanas, es reducido de tamaño aunque de bella y proporcionada figura"[12].

En 1779, fue comisionado para dirigir los trabajos de construcción de la nueva fábrica de pólvora de Santa Fe, al oriente de la ciudad de México; las obras duraron dos años y medio, pero Constanzó no se limitó a su dirección, pues en ese mismo año, realizó un Diseño de las ollas para los morteros de la fábrica de pólvora de Santa Fe. Para 1784 realizó el proyecto de una nueva fábrica de azufre, aprovechando los edificios de la antigua fábrica de Chapultepec, destruida por un incendio tres años antes.

Independiente de la adecuación defensiva del territorio ante las amenazas del exterior, los ingenieros militares desarrollaron dos grandes objetivos espaciales desde el punto de vista civil: la intervención territorial a través de obras públicas y los reconocimientos territoriales, ambas actividades reconocidas ya en las Instrucciones y Ordenanzas para el Cuerpo de Ingenieros, de 1718. En ambas, el ingeniero Constanzó tuvo una destacada actuación. En términos generales, puede dividirse su participación en dos grandes rubros: 1) la obra hidráulica y 2) los caminos.

Con respecto al primer punto, Constanzó intervino en el desagüe del Valle de México, sin duda el mayor reto técnico-científico que enfrentaron las autoridades coloniales, y en una serie de obras menores poco documentadas. Destaquemos que en el curso de su participación tuvo la oportunidad de trabajar al lado de algunos de los personajes más destacados de la ilustración novohispana, como fueron: Joaquín Velázquez de León, Francisco Xavier Gamboa, Bernardo Bonavia, Ignacio Castera, Antonio González y Diego de Guadalaxara.

Otras obras en las que intervino Constanzó fueron: el abastecimiento de agua al puerto de Veracruz y al Santuario de Nuestra Señora de los Remedios; trabajos con el fin de prevenir inundaciones en la ciudad de Guanajuato y en la vega del río Meztitlán, y la construcción de una presa en la hacienda de Arroyo Zarco, que había sido propiedad de los jesuitas.

En cuanto a los caminos, como muchos de sus colegas, intervino en el de México a Veracruz, sin duda el más importante de la Nueva España. La primera vez fue en 1797, con motivo del acantonamiento de tropas en Orizaba; la segunda, en los primeros años del siglo XIX, cuando el Consulado de México le encarga la dirección de parte de las obras del camino por su ruta de Orizaba, "como la sinuosa vía de las cumbres de Acultzingo, (que) es sin hipérbole obra de romanos"[13]. Otros caminos en que intervino fueron, el camino de Vallejo, en 1792, del que hace el proyecto de mejora a raíz de los daños que sufrió por las inundaciones; dos años después participa en un reconocimiento de las cuestas de Tula, San Antonio y Barrientos, con el fin de mejorar el camino de México a Querétaro. Finalmente, existe una referencia que nos indica que realizó un proyecto para un nuevo camino del puerto de San Blas a Tepic.

A todo ello habría que agregar su muy importante labor cartográfica al servicio de las autoridades virreinales. Además de que muchos de los proyectos que hasta ahora hemos mencionado tenían uno o varios mapas que los avalaban, conviene destacar otros dos, como son: la Carta o mapa geográfico de una gran parte del Reino de Nueva España... formado de orden del Exmo... Don Antonio María Bucareli y Ursúa para indicar la división del Virreinato de México y de las Provincias Internas erigidas en Comandancia General en virtud de reales ordenes el año de 1777. Construyóla el Ingeniero Dn. Miguel Constanzó y va aumentado con varias noticias que adquirió en sus viajes a dichas Provincias el Ingeniero Ordinario Dn. Manuel Mascaró[14]; y la Carta Geográfica que comprende en su extensión mucha parte del Arzobispado de México y alguna de los Obispados de Puebla, Valladolid de Michoacán, Guadalajara y Durango, confinantes entre sí; por cuyo medio el Sr. Don Eusebio Ventura Beleña... Juez comisionado para dividir, señalar y adjudicar el territorio que deba comprender el Obispado resuelto erigir con el título de Nuevo Reyno de León, se propuso dar a conocer la demarcación local que ha hecho del circuito asignado a esta Nueva Mitra con arreglo a lo prevenido en la Real cédula de su comisión de 14 de febrero de 1779.

Existen, también, numerosos planos de su obra arquitectónica, no toda realizada, como es el caso del Jardín Botánico de la ciudad de México, un palenque de gallos y una plaza de toros; por último, existen referencias de que levantó planos para el Seminario de Minería que se pensaba establecer en México.

Todo ello sirvió para que Constanzó tuviera un gran reconocimiento entre sus contemporáneos. Así, en su trayectoria militar llegó a alcanzar los más altos grados del escalafón: Mariscal de Campo y Director Subinspector General del Real Cuerpo de Ingenieros. Mientras que de su actividad científica dan validez, como ejemplo, las cartas que el barón de Humboldt le envió durante su estancia en el virreinato.

Podemos resumir su vida y su obra en las palabras de Francisco de la Maza: "Si alguien representa a la ilustración como arquitecto y también como científico, es Miguel Constanzó"[15].

Su participación en la Academia

La inauguración oficial de la Real Academia de San Carlos se realizó el 4 de noviembre de 1785, aun cuando las clases se iniciaron en noviembre de 1781, antes de contar con la aprobación real, dada en diciembre de 1783. Un año después se expedía el Real despacho de su fundación y sus estatutos. El local que ocupó fue el mismo que ocupaba la escuela de grabado dirigida por Jerónimo Antonio Gil, y que había sido acondicionada por Constanzó.

Entre los primeros profesores que se nombraron estuvo el mismo Constanzó, a propuesta de Gil, que ocupó el puesto de director general. En abril de 1785, Gil informaba al virrey:

En la Arquitectura y Geometría, nombró vuestra excelencia según mi proposición al capitán de ingenieros don Miguel Constanzó, y por su ayudante a don Josef Ortiz..., siendo corto todo encarecimiento para decir con el amor, cuidado y fatiga conque se ha portado dicho don Miguel, pues se tomó a cargo escribir el curso de Geometría[16] (que actualmente se practica) que deben saber los discípulos antes de entrar a la Arquitectura: Esta, y aquella ha dirigido con el mayor acierto, y puntualidad que le dictaba su buen celo del bien público, y a la verdad señor no se podía haber elegido en ocasión tan urgente sujeto más a propósito para enseñar una de las artes más principales de una Academia.

Don Josef Ortiz ha cumplido asimismo con su obligación, y exactamente bajo las ordenes del referido don Miguel, ayudándole a demostrar las lecciones de Geometría... En la sala de Arquitectura y Geometría, indispensablemente se necesitan dos, para que vayan alternando por semanas o meses, como se practica en la Real Academia de San Fernando de la Corte; debiendo haber otros dos para la enseñanza de la Geometría, y careciéndose de todo esto, es motivo para que carguen con todo el peso don Miguel Constanzó y don Josef Ortiz.

Para la perspectiva se necesita otro director aparte, pues aunque todo es comprehendido en la Geometría, y Arquitectura, para poner cualesquiera cuerpo de ésta en perspectiva, se necesitan saber otras reglas distintas que comprehenden a este Arte[17].

Sin embargo, la actividad de Constanzó como profesor se remontaba a 1782, año en que empezó a funcionar la Academia, como se reconoce en el Libro de Juntas del Superior Gobierno. Actas 1785-1795, en especial la primera junta de 14 de abril de 1785, en donde al tratar las asignaciones de los profesores se lee:

Al director de Matemáticas un mil pesos, nombrando expresamente para este empleo al capitán de ingenieros don Miguel Costansó, en atención a su notoria habilidad, aplicación y conducta, y en particular mérito que ha contraído en el más exacto desempeño de este encargo, que le confió la Junta Preparatoria desde 5 de diciembre del año pasado de 1782.

En el mismo mes de diciembre de 1782, la Academia envió al rey un "Indice de las Representaciones por vía reservada", destacando el número 2, que señalaba:

Participa la elección que hizo del capitán de ingenieros don Miguel Constansó para director de Matemáticas con la gratificación de 10 pesos (sic, debe decir 1000 pesos) anuales y pide el Real permiso de S. M. para que dicho oficial pueda continuar en este cargo, sin perjuicio de los ascensos que le corresponden en su carrera[18].

En 1786 llegan a la Nueva España los nuevos profesores para la Academia, que se preveían en los estatutos, lo que implicó que Constanzó saliera del cuerpo docente. Sin embargo, su liga con la institución no se rompió, pues apenas tres años después, el 26 de mayo de 1789, la Junta de Gobierno de la Academia enviaba un informe al virrey solicitando se nombrara un nuevo consiliario en sustitución de Ramón de Posada.

Excelentísimo Señor. Por ascenso del señor don Ramón de Posada a Presidente de esta Real Academia, quedó vacante el empleo de consiliario que tenía: y conforme a lo dispuesto sobre este punto por la Real orden de 2 de enero próximo anterior, que vuestra excelencia se sirvió comunicar a esta Junta en Oficio de 9 del corriente, proponemos a vuestra excelencia para dicho empleo = en 1o. lugar al señor don Francisco Fernández de Córdova, superintendente de la Real Casa de Moneda de esta capital: En 2o. al teniente coronel de ingenieros don Miguel Costanzó: y 3o. al señor conde de Santiago, en quienes concurren todas las circunstancias que previene el Estatuto, a fin de que vuestra excelencia se sirva nombrar de los tres al que fuere de su agrado, dando cuenta a S. M. para su Real aprobación[19].

Pocos días después, el 5 de junio, el virrey Flores daba su respuesta:

En decreto de 3, del corriente y a consecuencia de la consulta de vuestra señoría de 29 de mayo último he nombrado para el empleo de consiliario de la Real Academia, al teniente coronel de ingenieros don Miguel Costansó, propuesto por vuestra señoría en 2o. lugar y he mandado se le pase el correspondiente aviso, y que de este nombramiento se da cuenta a S. M. para su Real aprobación, lo que pongo en noticia de vuestra señoría para su noticia[20].

La junta de la Academia aceptó el nombramiento aunque al parecer no de buen grado, pues un mes después enviaba un nuevo oficio al virrey en que solicitaba se nombrara consiliario a Fernández de Córdova, después de recordar que era él el propuesto en primer lugar y Constanzó en segundo[21].

Finalmente, el 17 de febrero de 1790 llegaba la aprobación real:

En vista de las cartas del antecesor de vuestra excelencia de 23 y 26 de junio de este año nos. 270, 271 y 272 se ha dignado el Rey aprobar los nombramientos que hizo en don Fausto de Elhuyar, don Miguel Costanzó y don Bernardo Bonavia para los empleos de consiliarios vacantes en la Real Academia de San Carlos de esa ciudad por muerte de don Joaquín Velázquez de León, y don Francisco Crespo y por ascenso de don Ramón Posada a la Presidencia de la Junta de Gobierno: Y ha resuelto S.M. que ésta tenga presente el mérito y circunstancias de don Francisco Fernández de Córdova en las propuestas que haga para las conciliaturas que vaquen. Particípolo a vuestra excelencia de orden de S. M. para su inteligencia y cumplimiento[22].

En 1794 Ramón de Posada es nombrado para servir como fiscal del Consejo de Indias, dejando vacante la presidencia de la Academia. Por ello, el 24 de marzo de dicho año, la Junta de Gobierno enviaba un oficio al virrey Revillagigedo con los resultados de la votación secreta realizada para formar la terna de la cual debería elegirse al nuevo presidente.

Exmo. Señor. Cumpliendo puntualmente esta Junta de Gobierno lo mandado por vuestra excelencia en superior orden de 14 del corriente procedió en 21 del mismo, conforme a lo prevenido en el párrafo lo. Art. 27. de los estatutos, a votar los sujetos que se habían de proponer a vuestra excelencia para el empleo de Presidente de esta Real Academia, vacante por ausencia del señor don Ramón de Posada a servir la plaza de Fiscal del Real y Supremo Consejo de Indias.- Con arreglo a la votación proponemos a vuestra excelencia para dicho empleo en lo. lugar al señor don Francisco Fernández de Córdova del Consejo de S. M. en el de Hacienda, Superintendente de la Real Casa de Moneda y Consiliario de esta Real Academia: En 2o. al señor don Fausto de Elhuyar, Director General del Real Tribunal de Minería: y en 3o. al señor Consiliario don Miguel Constanzó, teniente coronel del Real Cuerpo de Ingenieros. a fin de que vuestra excelencia se sirva nombrar al que fuere de su agrado dando cuenta a S. M. para su Real Aprobación[23].

El 27 de marzo, el Virrey comunicaba a la Junta de Gobierno de la Academia el haber designado a Francisco Fernández como su nuevo presidente[24].

Es importante destacar que entre los consiliarios no había arquitectos; por ello no fue de extrañar que, dada la formación y experiencia de Constanzó, se convirtiera en el "censor" de cuanto se hacía al respecto en la ciudad de México, pues una de las condiciones para toda nueva construcción era tener la aprobación de los planos por parte de la Real Academia. Y en ella, por esos años, sólo podían juzgar con conocimiento de causa, Miguel Constanzó y Antonio González Velázquez, director de Arquitectura

Este control de la arquitectura pretendía evitar el "deforme aspecto de los edificios" de la gran ciudad, como lo establecía Constanzó, en una comunicación reservada al Presidente de la Academia:.

La ninguna sujeción de los maestros de Arquitectura a las reglas de su arte es el origen de la deformidad que se nota en los edificios públicos de esta ciudad. Algunas casas se elevan a una altura que no permite la notoria debilidad del terreno, con inminente riesgo de que se arruinen y en todos se mira desatendida la elección y gusto en la decoración de las fachadas que es lo que constituye la elegancia y hermosura exterior de un edificio: en muchos de ellos se ve con horror una confusa y desagradable mezcla de los tres órdenes; las puertas y ventanas se colocan arbitrariamente, sin correspondencia y simetría; las escaleras son tan peligrosas como insufribles, y la distribución interior no ofrece aquel descanso y comodidad que fue el preciso objeto de su invención.

Finalmente, apenas se halla una en que se puedan distinguir con claridad los diferentes miembros que deben componerlos y en ninguno se advierte la menor proporción del todo en sus partes y de éstos con aquél en que consiste la gracia de una buena construcción, cuyos defectos dimanan de que los profesores suelen dar principio a la obra antes de combinar sus ideas sobre el papel porque generalmente ignoran la delineación y dibujo geométrico, y de esta falta de combinación resulta precisamente la general monstruosidad de las fábricas que desfiguran las calles de esta hermosa capital y sirven de ridículo asunto a los ojos de todo hombre inteligente, después de haber costado crecidas sumas a sus dueños[25].

Por este motivo Constanzó se vio envuelto en constantes polémicas con los arquitectos de su tiempo, pues debía revisar los planos y proyectos dictaminando para su posterior aprobación y rechazo.

Así, es famoso el debate con Ignacio Castera, uno de los arquitectos favoritos del virrey Revillagigedo, que en el fondo es una crítica a las carencias que presentaban los maestros mayores, encargados de la construcción de edificios en la capital y que, en ocasiones, presentaban proyectos con graves errores que hacían inviable su construcción. A continuación transcribimos la representación que hizo Constanzó, por vía reservada, a la Real Academia en torno a este asunto.

Muy Señor mío: En el informe que dirigía la Real Junta Académica acerca de los planos que, por su decreto, sometió a mi examen, me ceñí únicamente a las observaciones que ofrece la inspección de aquellos documentos; pero las que ahora voy a exponer son de distinta naturaleza, que juzgué deber declarar con la conveniente reserva: Si vuestra señoría las estimase importantes, hará de ellas el uso que le pareciere correspondiente.

Los planos que el Maestro Castera remitió a la Junta de policía, y ésta pasó a la Real Academia, no son de tal autor, sino de don José Reyes, discípulo en otro tiempo de la misma Academia, en quien se reconocía aplicación y aprovechamiento; pero inducido por Castera, dejó el estudio para dedicarse a servirle: vive a expensas de éste, y entiendo que le hace buen partido para que le trabaje. José Reyes es pues el hombre de quien y por quien Castera saca todo su lucimiento: Reyes dibuja razonablemente; y con esto encubre la ignorancia de su patrón que ni el dibujo entiende. Yo no extraño que así él como otros que se dicen Maestros carezcan de instrucción sobre éste y los demás puntos de su facultad; dispuesto que, hasta la erección de la Academia, no tuvieron escuela ni enseñanza: pero si me admiro que conociendo la necesidad de ésta, y la proporción que tienen en el día para adquirirla, desprecien el bien que se les ofrece, y que ni uno siquiera concurra a la Academia para instruirse.

La conducta de Castera para con Reyes es reprehensible, y es un ejemplar pésimo, ya sea que se mire con respeto a los demás Maestros de su clase, o para con los mismos alumnos de la Academia, donde no se erigieron escuelas de Geometría y Arquitectura para surtir de dibujantes a unos simples alarifes destituidos de ciencia y conocimientos, antes sí para formar Arquitectos hábiles y capaces de desempeñar por sí mismos las comisiones y funciones propias de su instituto: sin embargo, Reyes ejerce ya la arquitectura a la sombra de Castera, y tengo entendido que dirige la fábrica cuyos dibujos se han presentado, cediéndole su Patrón las utilidades y emolumentos que esta comisión puede producirle; lo que si se tolera en adelante, se frustrarán las intenciones de la Junta, perpetuándose la ignorancia entre los profesores de una facultad que se halla ya sobradamente descuidada y abatida.

La protección que la junta de policía concede francamente a los actuales maestros, apoyando sus pretensiones e instancias, es en mi sentir abusiva y digna de reforma. Antes que se erigiese la Academia pudo residir en aquella junta la facultad de conocer en los negocios y causas de los Maestros sobre Arquitectura; aprobar los planos y proyectos que la presentaban, de las fábricas que habían de ejecutarse etc. pero en el día debiera ceñir sus providencias y conocer únicamente de los asuntos de mera policía concediendo las licencias de fábricas y levantar los edificios, cuyos planos y diseños acreditasen los Maestros hallarse aprobados por la Academia; y por ninguna manera exigir que a ella se le presenten los proyectos, dando desde luego las licencias para principiar los trabajos, y remitiendo, después los dibujos a la Real Junta Académica para su aprobación, como se ha verificado en la ocasión presente con los diseños de Reyes, y otra, que ha llegado a mi noticia; porque esto viene a ser lo mismo que pretender ejercer cierta jurisdicción sobre la misma Academia, introducir competencias y desairar la representación de un Cuerpo establecido con tanta autoridad, con menos aprecio de una fundación de la que el soberano se ha declarado Protector y quiso que su Virrey fuese el Viceprotector.

El modo de atacar estos abusos, sería, me parece, el de convocar a todos los maestros en día señalado, para que concurran a la Academia, y allí intimarles seriamente la orden de presentar los diseños de las fábricas que les estén encargadas para obtener su aprobación ante todas cosas, y prohibirles ocurrir por las demás licencias sin esta expresa circunstancia y previo requisito; en cuya providencia ni se infiere agravio a la junta de policía, ni se grava en cosa alguna a los referidos Maestros supuesto que sólo se exige de ellos el cumplimiento de su obligación, y el debido reconocimiento al cuerpo de quien reciben ellos y el público entero el beneficio de la enseñanza, la protección de su arte, y de sus personas, siempre que se hagan acrehedoras a esta gracia y al goze de los privilegios que les conceden las Reales Ordenanzas de la Academia.

Una vez aprobados los proyectos y diseños por la Academia tampoco puede ni debe permitir la junta de policía que se alteren y varíen, respecto que no tiene facultad para dar tales permisos; y así importa mucho prevenir y amonestar a los maestros, y hacerlos responsables de cualesquiera faltas en esta parte; y advertirles que en el caso de reconocerse precisa y necesaria alguna variación, ocurran nuevamente a la Academia, donde calificando la conveniencia y utilidad de la reforma, se aprobará la variación que justamente soliciten.

Estas son las observaciones que creí podía permitirme dirigir a vuestra señoría como Presidente de la Junta, en debida correspondencia a la confianza conque se sirve en producirlas, pienso manifestar a vuestra señoría el buen celo que me anima por el mayor lustre y fomento de las artes y por gloria de la Academia[26].

Respecto a las dos propuestas principales contenidas en el documento, puede señalarse que no se logró que los maestros mayores acudieran a clases en la Academia, pero, en cambio, sí se volvió costumbre el que los planos y proyectos arquitectónicos a realizar en la ciudad de México, y algunos de provincia, fueran dictaminados por los consiliarios.

Referente a las opiniones sobre los diversos proyectos presentados a la Academia, se dan únicamente una breve relación de los que dictaminó Constanzó, y que se localizan en el Archivo de la Antigua Academia de San Carlos:

Casas en el puente de San Francisco, en sitio perteneciente al convento de Santa Brígida, en la ciudad de México, y proyectadas por Ignacio Castera, en el año de 1788.

La importancia de este documento es que muestra, entre otros aspectos, el punto de vista de Constanzó respecto a los elementos de las fachadas, entre ellos el de los nichos con imágenes religiosas, tan comunes en las grandes casonas y palacios, y que el ingeniero se manifiesta opuesto a ellas. Además de que aprovecha para criticar, como en otras muchas ocasiones lo hizo, la falta de pericia de Castera en el dibujo.

A la Real Academia de San Carlos de esta Nueva España. Por mandato de Real Junta. Excelentisimo señor:- Los planos que se sirve remitir a mi censura expresan el proyecto de una casa particular cuyo frente sobre la calle es de veinte y cuatro varas, y el fondo de cerca de veinte y dos. La distribución de este pequeño edificio en su totalidad me parece apropiada (ilegible) corto ámbito y el número de sus piezas es proporcionado para una familia reducida. La escalera se halla delineada de un modo poco inteligible: estilan arquitectos indicar el primer ramal, sobre el piso natural, con líneas de tinta no interrumpidas, o llenas, y los restantes con líneas punteadas. En el plano del piso superior acostumbraban indicar el ramal que conduce al desembarco, con líneas igualmente llenas, y de esta suerte dan a conocer distintamente donde empieza la subida y donde acaba; pero como en el adjunto dibujo no se hace tal distinción, nada de esto puede inferirse, ni se adivina la mente del autor: lo que únicamente puede decirse es que esta escalera ha de tener cuatro ramales porque otros tantos tiene delineados en el plano inferior; advierto que si se toma la subida en A es necesario dar mucha altura a los peraltes de los escalones para salvar la puerta C, y la escalera resultara incómoda. Si se toma en D, se pulsará igual inconveniente respecto a la puerta E, ni podrá resultar uniformidad en los demás ramales en cuanto a la altura de los peraltes; por lo que juzgo que su delineación requiere otra disposición más meditada.- Por lo que dice a la fachada, me parece que la terminación de las puertas cocheras hace muy buen efecto y que debiera observarse lo propio en las puertas de las accesorias y en las ventanas; evitando la multiplicidad de resaltos y sobrepuestos que empleados con parsimonia (ilegible), dicen e bien y en abundando demasiado parecen parches: por esta razón debieran suprimirse los que están encima de las ventanas. Sería asimismo oportuno el suprimir el nicho que forma el remate: las imágenes de los santos tienen muy poco culto en las calles, y sin lugar propio es en los templos. Un escudo de armas, algunos trofeos alusivos hacen más al caso y forman un remate hermoso, para el cual no sería necesario entender tanto la mesa (ilegible) en que hubiere de insistir que excediere los límites del macizo o entrepaño de las ventanas del medio de la fachada.- Es lo que me ocurre exponer a Vuestra Excelencia en cumplimiento del decreto que antecede. México y Diciembre I5 de I788.= Miguel Constanzó[27].

Es de notar que en este caso, como en la casi totalidad de proyectos censurados por la Academia, se dictaminaba exclusivamente en función de los planos presentados por los arquitectos y maestros mayores. Desdichadamente, como en otros muchos casos localizados en los archivos de la Academia, no se tiene la conclusión, es decir, no se sabe si Castera presentó nuevos planos, si hizo caso a las observaciones, etcétera.

Casas en la calle de Tlapaleros, pertenecientes al convento de San Agustín, también elaborados por Castera en el año de 1789[28].

En este caso dictaminan a petición de la Academia tanto Antonio González Velázquez como Miguel Constanzó. Se trata de un caso de hechos consumados, es decir, era una obra originalmente dirigida por José Damián Ortiz, y con la que no estuvieron de acuerdo las autoridades del convento de San Agustín, por lo que le dieron la obra a Castera. En todo caso, como lo señala Constanzó:

Los diseños de las casas que se presentan a Vuestra Excelencia para su aprobación con este oficio, hace muchos meses que se están fabricando: lo adelantado de la obra no permite ya variación, ni obviar a los defectos que se notasen, sin grave quebranto del dueño de la fábrica por cuya razón me parece que Vuestra Excelencia se halla necesitado a conceder la aprobación que se pide. México, 14 de enero de I789. Miguel Constanzó.

Oratorio de San Felipe Neri, proyectado por Ignacio Castera, en la ciudad de Querétaro, en el año de 1792, y sobre el que dictaminaron Antonio González Velázquez y Miguel Constanzó[29].

En este caso se pidió a Castera se encargara de la conclusión de la Iglesia, que ya presentaba un considerable avance, por lo que Castera levanta planos de su etapa final, con todas las modificaciones y arreglos necesarios. Su pretensión primera era evitar destruir lo existente por los gastos que ello implicaría.

González Velázquez, dictaminó claramente:

no hallo en ellos más cosa notable que el excesivo grueso inútil en la escalera que se halla a los pies de la Iglesia... y por consiguiente el de la media naranja algo endeble, notándose el mismo defecto en el Presbiterio, y el brazo de la Cruz de la Epístola por la parte de la Sacristía en el resto todo lo hallo arreglado.

En cambio, Constanzó, con su acostumbrado rigor, dictaminó en términos muy distintos, descalificando la mayor parte del proyecto:

Excelentismo Señor. Los diseños de la Iglesia y casa del Oratorio de San Felipe Neri de Querétaro, que Vuestra Excelencia se ha servido pasar a mi censura para que exponga lo que en ellos advierta digno de corrección o enmienda, vienen incompletos e indeterminados, porque no abrasan todo el proyecto del edificio y las partes que en ellos se indican, están destituidas de toda explicación que exprese su uso por cuyo motivo sólo puede formarse juicio de la Iglesia y Sacristía, cuya extensión, miembros y medidas son las siguientes.- La nave principal consta de cincuenta varas y media de largo, sobre el ancho de catorce su crucero tiene veinte y ocho varas la altura de las bóvedas debajo de clave es de veinte y media cubre el crucero del templo una cúpula de igual diámetro al de las bóvedas, cuya altura llega a treinta y una varas y media.

Las pilastras de las Naves desplantan una vara sobre la paredes de la Iglesia, y los arcos torales sobresalen otro tanto respecto a las bóvedas.

En el diseño, acompañan a las pilastras cuyo empleo es, comúnmente el de recibir los arcos de los lunetos pero, en el caso presente carecen de utilidad porque el delineador omitió estos arcos, quizá por olvido. Los estribos aplicados por de fuera a las mismas pilastras y arcos torales, sobre ser muy salientes y materiales, no pueden menos que afear exteriormente la fábrica, inutilizando interiormente las oficinas de la casa, contigua a dichas paredes, y haciéndolas irregulares con el excesivo vuelo que ha dado a estos cuerpos.- La Sacristía bovedada, como la Iglesia, tiene veinte y cinco varas de largo, once de ancho, y diez y seis y media de altura a uno y otro extremo de ella se advierten dos piezas cuyo destino no (ilegible)

El patio de la casa habitación de los Padres tiene veinte varas de ancho, veinte y tres y dos pies de largo, incluso los corredores que apenas tienen dos. Finalmente Vuestra Excelencia conocerá que esta grandiosa fábrica no tiene portada que la diferencie de una granja, que su construcción, si es la que expresan los diseños, se halla ya viciada en su origen. México 20 de febrero de 1792. Miguel Constanzó.

Finalmente, se presenta el dictamen de Constanzó al proyecto que presentó José del Mazo Avilés para la Capilla de Nuestra Señora del Carmen, en la ciudad de México, en el año de 1790. Como siempre, se observa el rigor con que Constanzó califica la obra de los maestros mayores:

Excelentísimo Señor: En los diseños de la capilla del Orden tercero del Carmen presentados por el maestro Don José del Mazo he notado varios defectos dignos de censura: tales son:

1o. Lo endeble de sus paredes que debiendo tener el grueso o espesor de ocho pies, con extensión de su elevación de sesenta, no las da su autor más que seis y medio, en cuya suposición no pudieran resistir al empuje de los arcos torales, cuyo cascajo es de una vara.

2o. La nave de esta capilla se haya acortada por un paredón de extraordinario grueso, entre la puerta y el crucero que según parece no tienen otro objeto que el de recibir el coro: entre este paredón y la puerta hay un espacio que puede mirarse sin uso ni destino, otro que el de convidar a la gente ociosa a estarse ahí en conversación: ni puede llamarse aquel sitio un pórtico para que se halla enteramente cerrado con cuatro paredes; a diferencia de los que se construyen ya fuera de las puertas principales de los templos, sostenidos por columnas o pilastras de modo que desde la calle se registra todo cuanto hay en ellos.

3o. Los adornos de ornatos de las ventanas exteriores sobre la fachada, son materiales: antepechos que ahí se expresan serían tolerables si descansasen sobre el zocalón del edificio en la parte inferior, y en la superior sobre la retreta del cuerpo en que se figuran; pero no están comprendidos en este caso.

Finalmente se han hecho menos la intención y corrección en el ornato interior de la capilla y en la delineación de toda la fábrica que se advierte dibujada con sobrada precipitación y poco aseo: por todo lo cual soy de sentir que se puede mandar si fuere de su agrado que se formen de nuevo estos dibujos, se enmienden sus defectos y se presenten a esta real junta para su aprobación.- México 1o. de abril de 1790. Miguel Constanzó[30].

Mención especial merece su participación en el proyecto de construcción de las Casas Reales y Cárceles de San Luis Potosí. Dichos edificios habían sido destruidos a raíz de las rebeliones suscitadas por la expulsión de los jesuitas; sin embargo, sería hasta 1790 cuando el virrey conde de Revillagigedo pasa a la Academia el plano del nuevo edificio que se pensaba construir, para que fuera examinado y, en su caso, aprobado. La Junta de la Academia solicitó al director de arquitectura, Antonio González Velázquez, un informe "sobre el arreglo de los planos", el día 16 de agosto. Por dicho informe sabemos que el autor del proyecto era Francisco Bruno de Ureña, y que el proyecto contenía "errores y defectos", con una mezcla tal de órdenes arquitectónicos y tan falto de proporción que era "desagradable a la vista"[31]. Ante tal rechazo, el 27 de septiembre del mismo año, el virrey solicita a la Academia la elaboración de nuevos planos, dado que Bruno de Ureña había fallecido.

Así, se le solicita a Constanzó la realización de los nuevos planos, los cuales son aceptados. Sin embargo la iniciación de la obra tardaría hasta abril de 1796, cuando el virrey Branciforte da la autorización.

En Junta Superior de Propios, celebrada el día 22 del corriente, he resuelto se proceda a la construcción de las Casas Reales y Cárcel de la ciudad de San Luis Potosí, previa la correspondiente aprobación o Reforma de los planos que levantó el señor coronel de ingenieros don Miguel Costanzó: los que acompaño a vuestra señoría con el indicado fin, esperando que concluida aquella operación me los devuelva con la posible brevedad[32].

El dictamen aprobatorio lo dio González Velázquez, pero tuvieron que pasar otros tres años antes de que efectivamente se iniciara la construcción.

Otra de las funciones de Constanzó como consiliario, fue la de opinar sobre los méritos de los aspirantes a Académicos de Mérito por la Academia de San Carlos. Como tal, existen sus informes a distintos arquitectos que para lograr tal reconocimiento, presentaban algunos de sus más importantes realizaciones o proyectos. Así, Constanzó dio informes sobre la labor de José Damián Ortiz, autor de las torres de la Catedral y que ocupara los cargos de Maestro Mayor de la Ciudad y Maestro Mayor de la Catedral, y que en diferentes ocasiones se reconoció como discípulo de Constanzó; de Esteban González, de Joaquín de Heredia y de José Buitrón.

Fue así, a través de este "control" ejercido por la Academia que se impuso un gusto, así sea forzado, por el neoclásico, pues como ya se señaló, era ésta quien autorizaba la realización de los proyectos, y los arquitectos tenían la obligación de "sujetarse sin réplica ni excusa alguna a las correcciones que se hicieran en ellos, con apercibimiento de que en caso de contravención se les castigaría severamente"[33].

A manera de conclusión

Un número importante de ingenieros militares dedicó parte importante de su tiempo destinado en América a la arquitectura. En la Nueva España, la figura de Miguel Constanzó destaca particularmente por la calidad de sus proyectos. Ello le valió el reconocimiento de las autoridades, que continuamente solicitaron su participación y, sobre todo, de la recién creada Academia de San Carlos. A ella se incorporó como profesor y posteriormente como consiliario.

En los pocos años que estuvo vinculado a esta Academia como consiliario, dado que era, junto con Antonio González Velázquez, los que poseían la formación técnica para dictaminar sobre los proyectos que se construían en la capital del virreinato, influyó de manera importante en la implantación del gusto neoclásico, difundido no sólo por la Academia, sino también desde el Real Cuerpo de Ingenieros. Sus dictámenes muestran el rigor del conocedor y la pretensión de que la ciudad de México reflejara un gusto por la arquitectura, que se lograría con el paso de los años.

A raíz de la declaración de guerra entre España e Inglaterra, en 1797 se nombra a Constanzó cuartel-maestre general del ejército, lo que le obliga a salir de la ciudad y abandonar la importante actividad que venía desarrollando en la Academia. De hecho, jamás volvería a participar de sus actividades.

 

Notas

[1] Esta investigación ha sido posible gracias al apoyo de la Secretaría de Estado de Educación y Universidades, SAB2000-0287.

[2] Para ampliar la historia de la Real Academia de San Fernando, remitimos a la obra de Bédat, 1989.

[3] Ibid, p. 69

[4] Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 2002.

[5] Su nombre también aparece como Costansó, Costanzó o Constansó. La información sobre la vida y la obra de este ingeniero puede consultarse en forma más amplia en Moncada, 1992 y Moncada, 1993.

[6] Priestley, 1980, p. 248

[7] Moncada, 1999.

[8] Costansó, Miguel. Diario Histórico de los viages de mar, y tierra hechos al norte de la California escrito por ----- en el año de 1770. México, 1950.

[9] Diario del Viage de Tierra hecho al Norte de la California. Archivo General de la Nación México, Historia, vol. 396, fs: 26-104.

[10] Romero de Terreros, 1951, p. 19.

[11] Entre los autores que describen el atrio se encuentran: Muriel, J. Conventos de Monjas en la Nueva España, México, 1946, p. 489; Ramírez Aparicio, M. Los conventos suprimidos en México. México, 1891, p. 115; y Toussaint, M. Arte Colonial. México, 1962, p. 219.

[12] Calderón Quijano, 1953, p. XXXIV y 238-244.

[13] Couto, 1889, p. 89-90.

[14] Torres Lanzas, 1900, Vol. II, p. 25, da como fecha probable 1777; sin embargo, debe ser posterior, pues Mascaró se integró a la expedición de Teodoro de Croix hacia fines de 1777 o principios de 1778, y permaneció con él hasta 1781. Por tanto, este mapa podría ser datado hacia 1782.

[15] Maza, l974, p. 15.

[16]. Se trata de los apuntes que Constanzó escribió para la clase de Geometría, y lleva por título: Elementos de Geometría que en la Rl. Academia de Sn. Carlos de esta Ciudad de México dictó el Sr. Don Miguel Constanzó. Capitán de Ingenieros y Preceptor primero de dha. Aula. Año de 1785. Gab. de D. y G. Se trata de un manuscrito que Fireman (1977) señala haber localizado en la Colección Porrúa de la Universidad Estatal de Arizona.

[17] Archivo Histórico de la Academia de San Carlos (AASC), exp. 149.

[18] AASC, exp. 155.

[19] AASC, exp. 546.

[20] AASC, exp. 551.

[21] AASC, exp. 553.

[22] AASC, exp. 554.

[23] AASC, exp. 831.

[24] Ibíd.

[25] Ibíd.

[26] AASC, exp. 412.

[27] AASC, exp. 414.

[28] AASC, exp. 414 bis, 504, 505 y 506.

[29] AASC, exp. 738.

[30] AASC, exp. 575.

[31] AASC, exp. 581.

[32] Ibíd.

[33] Carrillo y Gariel, op. cit., p. 35.

 

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Ficha bibliográfica:
MONCADA, J. O.
El Ingeniero militar Miguel Constanzó en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de la Nueva España. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de maarzo de 2003, vol. VII, núm. 136, . <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-136.htm> [ISSN: 1138-9788]


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