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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VII, núm. 146(072), 1 de agosto de 2003

IMPACTO DEL MEDIO AMBIENTE SOCIOURBANO DEL CENTRO HISTÓRICO DE LA CIUDAD DE MÉXICO EN LA VIVIENDA

Rubén Cantú Chapa
Instituto Politécnico Nacional, México


Impacto del medio ambiente sociourbano del centro histórico de la Ciudad de México en la vivienda (Resumen)

La transformación del medio ambiente socio-urbano del Centro Histórico de la Ciudad de México impactó en la vivienda patrimonial y en los espacios sociales abiertos y cerrados de las dos últimas décadas. Las condiciones de interrelación de los factores y procesos sociales, económicos, políticos y culturales, que tienen en sí la sociedad actual, representan al medio ambiente socio-urbano y son interrumpidos por la crisis del sistema y se generaron problemas en el área, además del ingreso del país a la globalización neoliberal. La vivienda histórica al igual que el espacio social del Centro Histórico, fueron modificados en sus funciones en las últimas décadas. Se transformaron radicalmente. El primero fue usada como comercios en las plantas bajas y como bodegas los pisos superiores. Y los lugares abiertos, como el Zócalo del Centro Histórico, se transformaron en espacios protagónico de los grandes problemas sociales del país. El Centro Histórico continúa haciendo historia con los movimientos sociales que ahí se manifiesta, en conjunción con el patrimonio cultural y con la identidad más representativa de la nación al finalizar el siglo. Es ahora actor urbano, sujeto y objeto histórico.

Palabras clave: vivienda histórica, medio ambiente socio-urbano, centro histórico.

The impact of Mexico City's Historical Center's socio-urban environment on housing (Abstract)

The transformation of Mexico City's Historical Center's urban environment affected the patrimonial housing and the opened and closed social spaces of the last two decades. The interrelationship conditions of social, economic, political, and cultural factors and processes represent urban environment and they are interrupted by system's crisis. As a consequence, problems were generated in the area, besides the entering of the country into neoliberal globalization. Historical housing, as well as the Historical Center, had their functions modified in the last decades. They were radically transformed. The first located shops in ground floors and warehouses in upper floors. Open places such as the Historical Center's Zócalo were transformed into flagships spaces of the important social problems affecting the country. The Historical Center maintains its social relevance, continuing to host social movements along with the cultural patrimony and with the most representative national identity at the end of the century. It is now an urban actor, subject and historical object.

Key words: historical housing, socio-urban environment, historical centre.

La vivienda histórica y su entorno urbano fueron modificados en las últimas décadas a partir de los grandes cambios en la economía, la política y las prácticas sociales. Sucedió aunado al surgimiento del Centro Histórico como espacio protagónico de la sociedad mexicana y como lugar de expresión de los grandes problemas nacionales.

Los extensos rezagos en la generación de empleos, con una tasa de crecimiento casi igual al crecimiento demográfico, en el ámbito de una estrategia de desarrollo dirigida al exterior, que ha llegado a su límite, los problemas sociales van en aumento y el territorio urbano donde más se expresa, es precisamente el Centro Histórico de la Ciudad de México. No sólo se manifiesta el desempleo y subempleo con el aumento del comercio ambulante, que tiene sitiado el Centro Histórico, también se expresa con las constantes marchas y mítines en el Zócalo del Centro Histórico.

La ausencia de un mercado interno suficiente y el estancamiento de la economía, reflejan la desigual distribución del ingreso. Datos de especialista, muestran que el nivel de vida actual está por debajo del que existió al terminar la década de los años cincuenta y dos generaciones completas de mexicanos han visto caer su nivel de vida (entrevista con el economista Jorge Calderon, Excelsior 20/IV/03).

La política de ajuste económico y la estabilización de corte neoliberal no lograron sanear la economía mexicana. "La vulnerabilidad externa es consecuencia natural de los principios e instrumentos esenciales del programa neoliberal: apertura comercial unilateral y abrupta, abatimiento a toda costa de la inflación a través de la cuasi fijación del tipo de cambio, abandono de las políticas de fomento productivo y aplicación de medidas contractivas que ahondaron los desequilibrios económicos internos" (Calva, 1999, p. 21)

El análisis de la vivienda en el centro histórico y el carácter que adquirió este espacio de la ciudad son dos hechos relacionados de manera contradictoria. Mientras la primera pierde, paulatinamente la función habitacional que coadyuva a la preservación del centro histórico, el otro, el espacio urbano actor, alberga la condición de existencia de la sociedad urbana, incluso la rural en las etapas más críticas de la sociedad mexicana. A la destrucción de la vivienda patrimonial en el centro histórico, le surge el espacio socio-urbano, político y económico, en tanto que en ese lugar, expresa ya la mayoría de los grandes sucesos de la nación. A la desaparición paulatina de la vivienda patrimonial, le emerge un protagonismo de la misma sociedad embestida por las grandes contradicciones en la relación sociedad-estado. El centro histórico es en la actualidad un espacio urbano protagonista de la sociedad urbana globalizada por los grandes acontecimientos nacionales e internacionales.

La realidad social se manifiesta por sus dificultades y da lugar a una imagen urbana del área de la ciudad que imprime los acontecimientos económicos y políticos, bastante comunes tanto en México como en Latinoamérica.

En la medida en que la globalización estalla con mayores contradicciones, como la preservación de la paz mundial y la lucha contra la guerra reciente de Estados Unidos contra Irak, los centros históricos también se convierten en áreas protagónicas de las contradicciones sociales en el marco de la globalización.

Para el objeto de estudio que nos ocupa, el agotamiento del modelo de desarrollo socio económico plasmado en la Constitución de 1917 de México y consolidado a mediados del siglo XX, tuvo su efecto mayor en las décadas de los años ochenta y noventas. Sin embargo hay una primera expresión de crisis social en México sin precedente, con el movimiento estudiantil popular de 1968, que da lugar en su inicio, al espacio protagónico del Centro Histórico y que se consolida como tal en las dos últimas décadas del siglo XX.

Se intenta comprender también, el significado de la imagen urbana que resultó de la conjunción urbano-arquitectónico de la vivienda y del propio Centro Histórico con los diversos sectores sociales que ahí acuden y se manifiestan, provenientes tanto de la metrópoli como del resto del país y que expresa su condición de actor de los grandes problemas nacionales. El mayor cambio en el espacio social del Centro Histórico es su conversión a espacio actor.

La expulsión de la vivienda del Centro Histórico de la Ciudad de México o su disminución en el área, transcurre de manera paralela con los cambios en los espacios de la ciudad, de la sociedad y de los Estados nacionales.

La reducción del número de viviendas en el primer cuadro de la ciudad, debido al desalojo por las alzas en la renta del suelo urbano y por las modificaciones en el uso de los espacios construidos, fueron las primeras acciones para el paso a la actividad terciaria de la metrópoli y asimismo, para las transformaciones en las funciones específicas del Centro Histórico.

El cambio en la vivienda urbana es resultado de las variaciones de la ciudad y las grandes determinaciones sociales. Se registra con la disminución de la población en el Centro Histórico.

Con una superficie de 9.1 Km2 y dividido en dos perímetros: A y B, la mayor concentración de edificios catalogados y espacios públicos de valor patrimonial se localizan en el primer perímetro. En el perímetro B, la densidad de edificios catalogados es menor y dispersos. La declaratoria de Centro Histórico fue por decreto presidencial en 1980, encargando al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) su protección y salvaguarda. Fue hasta 1987 cuando la UNESCO declaró al Centro Histórico patrimonio de la humanidad.

La  expulsión de los habitantes del Centro Histórico hacia otras áreas de la ciudad se aprecia con los siguientes datos: en 1950 había 500 mil habitantes, en 1970 disminuyó a 295,727 y en 1990 se redujo a 195,416 (datos del Programa Parcial de Desarrollo Urbano del Centro Histórico)

Los cambios en la macroeconomía, el impacto de la globalización y la efervescencia de las prácticas políticas debido a la crisis en la relación Estado-sociedad, modificaron las funciones del centro histórico de la Ciudad de México y se puede afirmar también, que fue la modificación de muchas ciudades capitales del mundo.

Ese carácter protagónico que asumió el espacio social y cultural del Centro Histórico a raíz del impacto que hubo sobre la vivienda y en el medio ambiente socio urbano del lugar, objeto de estudio, es el que se pretende describir, analizar y explicar la reciente función urbana de ese territorio de la ciudad. Los cambios en la vivienda y el ámbito socio urbano del Centro Histórico fueron los que sufrió este lugar de la ciudad y su conversión en la dimensión material de la problemática nacional.

Con el análisis de esta área de la ciudad, la vivienda y la sociedad, en el ámbito de la globalización, se plantea definir el surgimiento de un concepto más acabado del Centro Histórico, al ponerse de relieve, no sólo la forma como el espacio patrimonial testifica lo que sucede en la nación y en la misma ciudad, sino porque en ese lugar se reafirma también el carácter del Centro Histórico con la historia que ahí escribe la sociedad, a través de las movilizaciones y las diversas expresiones que dan identidad a la zona en el ámbito social, político y cultural y la constatación de la propia nacionalidad. Si bien sucede en el marco del proceso de urbanización y metropolización, también ocurre en las determinaciones que impone la globalización. A pesar de que el Estado mexicano ahí se legaliza una y otra vez con actos públicos y privados, la sociedad civil ahí se legitima y lo hace suyo y para la historia, a través de las manifestaciones, marchas, mítines y la misma posesión del espacio urbano arquitectónico para demandar solución a sus problemas. La globalización neoliberal hizo del centro histórico el espacio protagónico de los grandes problemas sociales propios y externos.

Origen y reconocimiento de los centros histórico

Una breve exposición de los antecedentes del Centro Histórico puede ser lo siguiente: El nombre específico de Centro Histórico fue reconocido y definido hasta la segunda mitad del siglo XX en el Coloquio de Quito, Ecuador, en 1977, sobre todo para numerosas ciudades de América Latina, no así en otras partes del mundo. Las edificaciones de más de un siglo en ese lugar, con determinados valores culturales, configuraron aquella área histórica de la ciudad y también el patrimonio arquitectónico.

Los centros monumentales constituyeron los patrimonios históricos de la ciudad, cuya preocupación social y determinados organismos estatales por su existencia, surgió cuando las destrucciones por las guerras fueron indiscriminadas. Unos fueron definidos como bienes culturales, otros como legados arquitectónicos, pero todos defendidos por su significado social y valor cultural en medio del marco de intereses comerciales y financieros. Fue por los primeros componentes de la estructura urbana que se busca preservar su espacio socialmente, antes que el capital inmobiliario y los movimientos sociales urbanos que conformaran la imagen urbana que ahora vemos.

La capacidad de aniquilamiento entre las diferentes naciones en pugna en el siglo XX fue mayor que la destrucción en las batallas bélicas de épocas anteriores. Con la primera Guerra Mundial de 1914-18 se inició la gran crisis de la sociedad moderna capitalista: La devastación sucedió como nunca antes. Los estragos humanos por los conflictos armados en los campos, fuera de las localidades, pasó a la demolición aun mayor de las ciudades, como preseas físico-espaciales conquistados, que aseguraban la rendición del enemigo.

El estudio de los conceptos y los propósitos de los organismos internacionales acerca del patrimonio arquitectónico y los centros históricos, no sólo resulta interesante, sino necesario. El análisis de los trabajos de la UNESCO y la UIA, así como las políticas y los acuerdos del Consejo de Europa, o de la Organización de los Estados Americanos (OEA), puede ayudar a comprender los problemas de nuestro país y sus ciudades importantes, debido a la similitud que existe entre ellos.

Las mayores evidencias de consolidación formal del conocimiento de los Centros Históricos como tales, fueron con "la preparación, convocatoria, realización y los trabajos posteriores de la Conferencia de Atenas" (CIAM), así como los organismos administrativos existentes antes de la Segunda Guerra Mundial con sede en Ginebra, para atender los problemas relacionados con el patrimonio cultural, tales como la Oficina Internacional de Museos y el Instituto de Cooperación Intelectual. Los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM) marcaron la pauta en el análisis, cuidado e interés por el patrimonio histórico de las ciudades.

Los antecedentes a las medidas de protección de los edificios consagrados al cultivo del arte, a las ciencias o a la beneficencia y los monumentos históricos, son de la época del desarrollo del capitalismo industrial y el surgimiento del capital en dinero al nivel internacional en el siglo XIX: los Tratados de Bruselas de 1874, de la Haya de 1899 y posteriormente el de 1907, además el Tratado de Washington en 1935, hasta la Convención de la Haya del 14 de mayo de 1954 (López, 1986:14), y donde a la vez surge la definición de los bienes culturales en el ámbito jurídico para su protección en caso de conflicto armado

La Conferencia de Atenas del 21 al 30 de octubre de 1931 y las que le siguieron, fueron los esfuerzos más importantes de la sociedad civil a nivel internacional y de no pocos Estado del mundo. En ella se pronuncia por la defensa y la preservación de los Monumentos de Arte y de la Historia.

Los puntos doctrinales de la Carta de Atenas encierran propuestas políticas que los gobernantes de la época no aceptaban, debido a que entraron en oposición a las relaciones de producción capitalista, es decir, al proceso de acumulación privada. Dieron lugar a más grandes debates y nuevas propues­as bajo una mayor consideración social sobre los problemas de la arquitectura y el urbanismo en medio del marco del deterioro de la vivienda, las funciones de la ciudad y grandes contradicciones en la sociedad urbano posindustrial y considerados como modelos teóricos del conocimiento por la interacción "entre el sujeto cognoscente y el objeto de conocimiento" (Schaff, 1974, p. 83) del urbanismo y la arquitectura. La defensa del documento, desde su aparición, se extiende hasta nuestros días, debido a que su vigencia permanece en todas las fases del proceso productivo. "La doctrina funcionalista de los arquitectos modernos, vivir, trabajar, divertirse, zonificar, construir higiénica e industrialmente" contiene una ideología que propone el "reparto equitativo de las plusvalías resultantes de los trabajos de interés común"(López, op cit: 13). Este hecho, además de no aceptarse, es "pervertido" (Ibídem), con acciones urbano-arquitectónicas de la clase dirigente contra la población laboral que crea los valores humanos que satisfacen necesidades sociales

En el Coloquio de Quito, del que surgió el documento en relación con el Proyecto Regional de Patrimonio Cultural, patrocinado por P­NUD­/U­NES­CO, y celebrado en 1977 en la ciudad del misma nombre, capital de Ecuador , Hardoy señala, que los centros históricos fueron definidos como "todos aquellos asentamientos humanos vivos, fuertemente condicionados por una estructura física proveniente del pasado, reconocibles como representativos de la evolución de un pueblo, (tomado del Coloquio de Quito). Asimismo, para Hardoy, "Tal formulación plantea como uno de los requisitos esenciales de los centros históricos que incluyen un núcleo social y cultural vivo. Por des­carte no quedarían incluidos en el concepto las áreas abandonadas, los conjuntos de ruinas o monumentos arqueológicos donde no se desarrolla una vida sistemática y continua." (Hardoy, 1981:19, citado por el Dr. J. Antonio Terán B. en el material didáctico del Seminario: "Metodología de Investigación de Centros Históricos", UNAM 1996-1).

Con estas dos ideas esenciales del autor, a) asentamientos humanos vivos con estructura física urbana proveniente de las edificaciones durante la evolución de un pueblo; y b) la exclusión de los monumentos y ruinas arqueológicas, Hardoy exige la revaloración después de contraponerlo a la idea de la "ciudad museo" de la siguiente manera: "un centro histórico no solamente lo es en función de sus monumentos sino, esencialmente, en función de sus habitantes, que son los destinatarios prioritarios de la recuperación cultural ... puede haber centros históricos carentes en absolutos de ruinas arqueológicas o monumentales" (Ibí­dem).

Aquí nos encontramos con una definición que parece acercarse a una concepción de contundente determinación economicista al tomar muy en cuenta los conceptos de Oriol Bohigas, emitidos en el capítulo: "Problemas de Función Urbanística en las Ciudades Viejas", de su obra: "Contra una arquitectura adjetivada":

"... los criterios de conservación histórica sólo pue­den ser válidos si son coherentes con el plan econó­mico y físi­co de la ciudad. Hay pues que analizar la ciudad con deta­lle y averi­guar cuáles son las formas anti­guas capaces de generar nue­vas funciones y compro­bar si estas funciones van incluidas en el plan de su total ordena­ción. El problema deja de medirse en términos puramente monumentales y pasa a ser un simple aspecto del problema urbanístico". Y de acuerdo con el Congre­so de Sego­via: "los problemas de las ciudades monumentales vivas no son problemas estéticos ni pedagógicos, son problemas urbanísticos". (Bohi­gas, 1969:80).

Todo parece indicar la existencia de una referencia teórica-conceptual para definir lo que son los centros históricos, tomando en consideración la necesaria utilidad a las condiciones actuales de las edificaciones antiguas, es decir, se refiere en cuanto a la funcionalidad de los inmuebles de otros períodos y formaciones sociales, previa reconstrucción o remodelación, con los quehaceres que imponen la vida moderna actual.

La fundamentación de centro histórico bajo el criterio urba­nístico en funciones actuales, no lo hace Hardoy si antes no precisa "lo histórico" como: "todo aquello que expresa relevantemente un período de la vida social y cultural de una comunidad, y no solamente los fragmentos más antiguos o aquellos vinculados a algún acontecimiento "histórico" entendido parcialmente" (Hardoy, 1981:20 del material didáctico del Dr. Teran).

A los anteriores enunciados de definición de centros históricos, formulamos una propuesta del nuevo carácter que asumió el territorio urbano del centro histórico de México y de no pocos países de América y otros continentes a raíz del surgimiento de la globalización neoliberal en las dos últimas décadas del siglo XX y lo que va del nuevo milenio:  El proceso de metropolización aunado a la globalización neoliberal de las dos últimas décadas ha impactado sobre el Centro Histórico de la Ciudad de México, al asumir este espacio un nuevo carácter: ser actor social urbano principal de la ciudad. No sólo por ser d depositario de la historia, sino porque continúa haciendo historia con los grandes problemas nacionales actuales. A la vez, esta área de la ciudad sufrió un deterioro, transformó la vivienda histórica en espacios de servicios, fundamentalmente comerciales, fue modificada y con ello surgió el medio ambiente socio-urbano que va de manera paralela al proyecto neoliberal adoptado por el Estado mexicano.  El modelo de desarrollo de México y de la mayor parte de los países de América Latina y de otras latitudes hicieron del centro histórico el espacio protagónico de los grandes problemas sociales. Es la nueva función urbana que adquirió el centro histórico

El despoblamiento del centro histórico no lo salvaguarda

El espacio del Centro Histórico de la Ciudad de México es una de las dimensiones materiales principales de los grandes problemas de la sociedad mexicana y de su identidad, y está determinado, tanto por las relaciones sociales existentes y los cambios en las prácticas políticas, como por los proyectos macroeconómicos en nuestro país y los movimientos demográficos y habitacionales.

La reestructuración casi dramática de la capital del país y del Centro Histórico son sus recientes significados sociales, políticos y económicos, y tienen lugar mediante propuestas y los proyectos ya realizados, debido a las exigencias urbanas en el contexto metropolitano de sobre vivencia.

En relación con la movilidad poblacional y a la vivienda en el Centro Histórico, se pueden apreciar cambios que describen una preocupación en el futuro de ese lugar.

La disminución del número de viviendas, por el cambio de uso del suelo de los departamentos y la salida de los vecinos residentes en el Centro Histórico constituyen una traba para una mejor salvaguarda y el rescate de ésta área de la Ciudad de México.

El despoblamiento del Centro Histórico durante cuatro décadas es considerable, y el cambio en la función urbana del lugar, necesariamente repercuten en el deterioro de los espacios urbano-arquitectónicos y en el tejido social de esa área, creados durante décadas.

En 1950 eran cerca de 500 mil los ocupantes de esta área de la metrópoli. Veinte años después, lo habitaban 295,727 personas, y para 1990, sumaban ya 195,416 habitantes; es decir, poco menos de la mitad de los que había a mediados del siglo XX (datos del Centro de la Vivienda y Estudios Urbanos A.C.) Sólo en una de las áreas sujetas a programas parciales por el Gobierno del Distrito Federal, el correspondiente al Centro Histórico, perdió 10,536 habitantes y 2,320 unidades de viviendas, entre 1990 y 1995. Este programa tiene una superficie de 4.46 Km2, de un total de 9.1 Km2 del Centro Histórico, y una población (1995) de 78,904 personas que habitaban 19,755 viviendas, y en donde se encuentran catalogados 1400 edificios patrimoniales. Los otros programas son los relacionados con la Alameda Central y el área de la Merced.

El Censo Económico de 1994 registra en ese programa parcial de estudio 19,126 unidades económicas, con 76 ramas de actividades, y en donde se dan empleo a 82,609 personas. El sector dominante es el comercio, con 68% de unidades económicas; los servicios, con el 23%, y la industria, con 9%. El comercio en la vía pública se desenvuelve de manera variable al norte y al oriente del Zócalo.

En la actualidad, del total de predios, edificios con usos habitacionales (4,529), sólo se utilizan para la vivienda 37% (1691), y para usos comerciales y bodegas, 53.6% y 23.2%, respectivamente; o sea, 3,472 predios para ambos. La vivienda en buen estado representa el 48.5% y el resto, en regular (27%) y en mal estado, 24.5% (CENVI).

En las condiciones existentes, para el Centro Histórico están lejos de seguir con las recomendaciones de la UNESCO, en lo expuesto en el Coloquio de Quito en 1977, respecto del Proyecto Regional de Patrimonio Cultural. Luego de esclarecer el carácter del lugar, ahí se definió al Centro Histórico como "todo aquel asentamiento humano vivo, fuertemente condicionado por una estructura física proveniente del pasado y reconocible como representativo de la evolución de un pueblo". Véase la figura1.

 
Figura 1. Situación actual de la vivienda histórica en algunas calles del Centro Histórico.
Foto: cortesía del periódico Excélsior

Además, se planteó en ese Coloquio, como uno de los requisitos esenciales de los centros históricos, "que incluya un núcleo social y cultural vivo, que no lo es en función de sus monumentos sino, esencialmente, en función de sus habitantes (residentes), que son los destinatarios prioritarios de la recuperación cultural". La necesidad de consolidar la vivienda para quienes ahí laboran, es indispensable para la salvaguarda del Centro Histórico, porque ahí hacen su vida y forman parte de la historia del lugar. Es necesario evitar el despoblamiento del Centro Histórico. (Cantú, 31/III/03, pp 1 y 3)

El rescate del centro histórico

El rescate del Centro Histórico, de acuerdo con el ámbito cultural en que surge y se sustenta, necesariamente tiene que partir de una opción social y política. La restauración de la arquitectura y su entorno urbano no tiene sentido, salvo lo limitado de la acción, sino se considera a los pobladores que lo habita, trabaja, o que ahí se manifiestan públicamente. El alto valor de los propósitos de la restauración lo da su carácter social.

Además, cualquier propuesta de planeación urbana de la Ciudad de México tendría que partir del Centro Histórico, a manera de estar en posibilidades de "reorganizar el resto" de la metrópoli. En las últimas décadas, este Centro asumió un carácter protagónico de la Ciudad de México, precisamente en el período de mayor inquietud política y crisis social, iniciada desde el movimiento estudiantil popular de 1968.

El carácter del Centro Histórico como "espacio actor" lo adquirió junto con la sociedad en movilización que, sin su consideración también como punto de inicio, tampoco puede entenderse su restauración. Tal recuperación la inició de hecho la población que ahí se ha manifestado una y mil veces, exponiendo un sinnúmero de problemas que padece la sociedad de la metrópoli y los demás habitantes del país. Reafirma su naturaleza histórica al testimoniar y escribirse la historia de las luchas sociales en esa área de la ciudad.  Las imágenes urbanas de las movilizaciones sociales lo avalan durante las décadas de los años ochenta y noventa del siglo XX. Ahí surgió la posibilidad de construir la democracia plena en nuestro país, particularmente en el espacio que abarca el Zócalo de la ciudad, con sus arquitecturas que son muestras testimoniales. Es, pues, el espacio de la ciudad más estable, sostenido y representativo de la identidad nacional.

A su vez, la naturaleza sustentable del Centro Histórico está determinada, tanto por su historia como por lo ahí edificado, pues es el lugar donde se asienta la mayor contenido de su pasado social. Es sustentable también, porque satisface las necesidades culturales urbano-arquitectónicas de quien la visita "sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las necesidades suyas", también culturales. Asimismo, es el espacio al que con mayor asiduidad acude la población metropolitana y la del país en general, así como la de allende nuestras fronteras, para complacer la inquietud histórico cultural propia y de las generaciones venideras.

Las diferentes etapas de desenvolvimiento de la nación mexicana por ahí pasaron y dejaron su indeleble huella. No en vano es también el lugar donde residen, y ahí fueron constituidos, los diversos poderes de la nación, tanto el político, como el ideológico y el económico. Los grandes problemas del país pasan por esa área en cuanto a sus planteamientos, su seguimiento y, algunas veces, hasta su solución. La sociedad ahí se expresa, porque lo considera como el lugar de origen, identidad y las raíces nacionales; además, por ser el centro de la república. Acude y se manifiesta allí la población, como otro aspecto del rescate que demanda este Centro Histórico.

El capital inmobiliario, la renta del suelo urbano y las diferentes formas de crédito a la vivienda presionarán siempre sobre el centro histórico y la ciudad misma, para salvar la edificación pero no a los habitantes que ahí radican. Todo parece indicar que la actual administración de la Ciudad de México, puede hacer prevalecer lo social y lo político sobre la intervención de lo económico, que no hace más que reproducir el problema del Centro Histórico a través de la oferta y la demanda.

La estrategia de recuperación del Centro Histórico tiene que dirigirse necesariamente al interior de ese espacio y vida urbana, más que a su exterior; orientarla a su base productiva y a la vivienda, para contribuir a la salvaguardia social de la que dependería en alto grado su preservación. Así, "defender la arquitectura histórica, significa detener y no favorecer la expulsión social" (Campos, 1981, p. 55)

La rehabilitación del centro histórico

El inicio de rehabilitación de la infraestructura urbana y el remozamiento de algunas fachadas arquitectónicas en edificios de varias calles del centro histórico de la ciudad de México es un propósito importante del gobierno actual de la metrópoli con relación a la defensa y salvaguarda del espacio histórico patrimonial de la ciudad. Es una señal de respeto a los valores en el ámbito social y cultural del área, y la probable continuación de restauración al resto del Centro Histórico, representaría la consideración y respeto a los derechos civiles y políticos de los habitantes de la capital y de todo el  país.

Durante el siglo pasado hubo una labor de destrucción del Centro Histórico, con el pretexto de la adecuación física y de sanidad. La demolición y reconstrucción en la zona, remplazando los edificios demolidos por otros nuevos, muchas veces sin imitar el entorno, se debió a las exigencias de funcionalidad y a la rentabilidad del capital comercial e inmobiliaria. Se trataba de organizar con la mayor eficacia la producción, circulación y consumo capitalista, soportada en la especulación de la rama de la construcción y en una mayor renta del suelo urbano.

La actividad artesanal que predominaba en la ciudad precapitalista, mezclada con el comercio y la vivienda, permitía la convivencia entre los diferentes estratos sociales y una mayor durabilidad de las edificaciones en el área. La nueva traza de la ciudad que abrió el lugar a la división del trabajo inició el proceso de transformación urbana, acelerada con el incremento de la actividad industrial. Esta revolución industrial, basada en una mayor división del trabajo, se tradujo en la modificación de funciones en la zona central de la ciudad que crecía con las transformaciones productivas.

La alteración y degradación que sufrió el centro histórico de la Ciudad de México, como en la mayoría de las grandes ciudades del mundo, particularmente durante el siglo pasado, fueron debido a la sustitución de la arquitectura antigua, por la contemporánea del siglo XX; también, al cambio de todas las funciones urbanas que ahí se desarrollaban, por las funciones dedicadas a la actividad terciaria (administración, finanzas, crédito, comercio seleccionado, etc) y, asimismo, a la expulsión hacia la periferia de los estratos de la población económicamente débiles (Campos, 1981, p. 56). A esto habría que agregarle la transformación que hizo del centro histórico la crisis económica y política, al convertir el Zócalo en el espacio protagónico de los grandes problemas del país; en actor urbano contestatario a las políticas del Estado mexicano en las dos últimas décadas del siglo XX.

El modelo capitalista de crecimiento urbano fincada en la división territorial del proceso productivo, distribución y consumo, modificó las funciones anteriores de la ciudad. Hizo mutaciones similares en la mayoría de las ciudades fundadas antes del siglo XX, y transformó la ciudad de antaño por los nuevos requerimientos de la ciudad industrial.

A pesar del reconocimiento de centro histórico de la ciudad de México como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987, no se hizo la suficiente protección y salvaguarda, como el asentamiento humano vivo que era, condicionado por una estructura física urbano arquitectónica, proveniente del pasado y reconocido como el espacio representativo de la evolución del pueblo mexicano. Anteriormente, en 1980, tampoco, cuando se hizo la declaración de Centro Histórico por decreto presidencial, debido a que era el territorio con mayor densidad de monumentos y edificios de valor patrimonial y artístico, y que fuera encargando al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) para su protección y salvaguarda.

Las posibilidades de planificación urbana son mayores cuando se respeta y restaura el centro histórico y, sobre todo, cuando se ejerce la democracia.

Fisonomía urbana del centro histórico

Una de las formas como impacta la globalización neoliberal sobre el centro histórico, tiene que verse bajo la perspectiva de la acción, los propósitos y la manera como se desenvuelve la estrategia de la economía mundial, hegemonizada por las empresas multinacionales. Sería el procedimiento para explicar la fisonomía urbana que fue adquiriendo el centro histórico y la propia ciudad de México durante el siglo XX.

En la década de los años setentas, el sistema internacional de interacciones económicas y político-militares ingresó a un estado crítico que afectó el medio ambiente global requerido para el proceso de acumulación de capital, sin el cual no se puede lograr la mayor plusvalía posible.

Para mantener el ritmo de expansión y enfrentar la crisis sin recurrir a la confrontación económica abierta, las multinacionales se propusieron apoderarse del sector público, mediante la desregulación y la privatización de cientos de empresas que el estado había logrado mantenerlas y que sirvieron para su consolidación (Saxe-Fernández, 2001, p, 17).

Otras empresas con números rojos y bienes inmuebles, sin mantenimiento, hubo que subastarse para una supuesta obtención de recursos económicos destinados al gasto social, de por si disminuido. Varias edificaciones arquitectónicos patrimoniales fueron adquiridos por la banca así como su salvaguarda, seguramente bajo la vigilancia del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Mientras la ciudad se expandía por doquier, con áreas delimitadas para la vivienda, con sus diferentes niveles de ingreso, o para el trabajo en sus diferentes ramas productivas, el centro histórico registraba similares cambios a los impuestos a la metrópoli, bien mediante las edificaciones fuera del contexto de la arquitectura de los siglos anteriores, o por las imágenes urbanas que se configuraban con la relación del territorio y la sociedad, particularmente esas visuales de las clases y sectores sociales manifestándose por las calles del centro de la ciudad y el zócalo.

El diseño del zócalo en forma de damero, con áreas ajardinadas  que durante mucho tiempo existió, fue sustituido por una explanada de concreto, que permanece hasta nuestros días, mostrando el dominio del concreto y el acero sobre el centro histórico, espejo de lo que sucede en la misma metrópoli.

Los voceros del capital argumentaban que la economía bajo la dirección del Estado era improductiva y que la ineficiencia representaban gastos innecesarios en el mantenimiento de la ciudad y del propio centro histórico, en detrimento de los impuestos; más aún, aumentaban las dificultades con la corrupción imperante en la administración pública. El grueso del sindicalismo fue vencido y lo hicieron partícipe de las bondades de la privatización, por lo que el capital empezó a tener espacio y vía libre para sus actividades de acumulación. Surgía una modernización con un incremento en el desempleo reflejada en las calles de ciudad, acompañada de la descomposición social. La "eficacia" del capital se demuestra cuando tiene buenas relaciones financieras con el Estado.

Así, la fisonomía urbana del centro histórico, como de la ciudad, se configura con varias determinaciones. La que más sobresale es la economía por su acción directa en los rubros inmobiliarios, el comercio y las finanzas. Sin embargo, emerge otra fisonomía en tiempos de crisis, la que surge de las fuerzas sociales segregadas por el modelo económico excluyente de mano de obra y de los desequilibrios y desigual reparto de los bienes generados por el sistema socio-económico. (Cantú, 26/VIII/02)

La cultura urbana rescata la cultura arquitectónica

La rehabilitación y la defensa de los centros históricos son de los problemas más complejos que enfrenta la planificación urbana de una ciudad. Sobre todo cuando la urbe se desenvuelve en el marco de las grandes dificultades de la economía, la política y el deterioro social. Sin embargo, tiende a indefinirse y a cuestionarse cuando organismos como la Asamblea de Representantes del DF no toman en cuenta el análisis del Centro Histórico en los seminarios que promueven para conocer, explicar y hacer propuestas, sobre la problemática de la capital del país y la región conurbada. (En el Seminario: Ciudad de México, Metrópoli y Región Centro; Perspectivas de la Gobernabilidad y el Desarrollo, celebrado los días 29, 30 y 31 de agosto pasado, no contemplaron en el programa, lamentablemente, el análisis de esa área de la ciudad como un tema importante para la perspectiva de la gobernabilidad y el desarrollo).

La recuperación del Centro Histórico le ha interesado más a los diversos sectores y clases sociales que a sus representantes en la Asamblea del DF. No así a las autoridades elegidas democráticamente de la Ciudad de México, que empezaron a demostrar la importancia del Centro Histórico con las obras iniciadas recientemente en esa área.

Mientras el público, por un lado, recupera los espacios públicos, como parte de la cultura urbana, también por el otro, ésta cultura rescata a su vez, la cultura arquitectónica del centro histórico. El Zócalo fue rescatado por los grupos y clases sociales desde la década de los años ochentas y anteriormente por el movimiento estudiantil popular de 1968. Fue la ocupación del centro histórico por las grandes movilizaciones populares que trajo como resultado la crisis económica, política y social del país. A la vez, varios edificios de arquitectura patrimonial fueron rescatados por sectores sociales interesados en la cultura, no sin la aportación de algunas dependencias del Estado que tienen en su organización funcional la promoción de la actividad cultural.

Hace apenas ocho años, en el Antiguo Palacio del Arzobispado, Museo de Secretaría de Hacienda y Crédito Público, la Dirección General de Promoción Cultural y Acervo Patrimonial de dicha Secretaria, empezó una serie de actividades culturales que continúa con mucho éxito y que rebasa los propósitos originales. La asistencia inicial a los actos culturales era escasa. Después aumentó significativamente. En otros espacios de la misma Secretaría también se presentan actividades importantes, como en la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, el Recinto de Homenaje a Benito Juárez, en el Auditorio del Palacio Nacional, en la Galería de la SHCP y en el Centro Cultural. Todos ellos en lugares distintos del centro histórico. Las funciones las realizan, en ocasiones, en colaboración con otros organismos dedicados a la cultura, como el Instituto Nacional de Bellas Artes, o el Instituto de Cultura de la Ciudad de México y se desarrollan los fines de semana principalmente. Son actividades de extensión de la cultura programados de acuerdo a los diversos ciclos, particularmente en música, teatro, ópera, exposiciones, conferencias, danzas y actividades para niños.

El proyecto cultural y en sí el rescate de la arquitectura patrimonial no hubiera logrado el éxito, de no ser por el respaldo de un público amante de la cultura, como una forma real de rescatar el centro histórico. La cultura de un sector de la sociedad rescata la cultura urbano-arquitectónica patrimonial, esto es, la cultura rescata la cultura. La fuerza de esa arquitectura patrimonial del centro histórico está en el protagonismo cultural más abierto; en su múltiple acción de actor, en un escenario de actores para actores, que hace un verdadero foro de sus espacios interiores, una capilla de quienes buscan llenarse de cultura y el atrio de los creyentes de la historia, de sus admirados protagonistas, que placen y complacen al auditorio de todas las edades.

El antiguo Palacio del Arzobispado es una fortaleza de la cultura, misma que le garantiza su propio rescate como de sus áreas aledañas. Los representantes de la Asamblea del DF debieran conocer este antiguo Palacio del Arzobispado, algún fin de semana. (Cantú, 2/VIII/02, pp, 1 y 3)

Intentos de rescate del centro histórico

El Centro Histórico de la Ciudad de México, en las actuales condiciones del país, no escapa a los múltiples intereses de carácter económico, comercial e inmobiliario, ni al grupo hegemónico del poder político del país. Tampoco lo eluden las políticas macroeconómicas que dirigen el proyecto de nación de los últimos decenios, relacionadas con la desregulación de la economía y la privatización de la vida urbana, en todos sus aspectos. Menos aún, deja el Centro Histórico la sociedad civil, que ve en el lugar las raíces ancestrales y el origen de su identidad. Son varias determinaciones que de manera latente actúan sobre ese espacio de la ciudad, muchas veces de manera atentatoria contra el espacio patrimonial.

No hace mucho tiempo, el Centro Histórico fue abierto en canal con el paso de línea No 2 del Metro, al iniciar la década de los años setentas. Poco después, hubo un segundo intento para instalar, en el corazón de la ciudad, otra línea más (la No 8). Misma fue interrumpido por varios organismos defensores del patrimonio nacional, civiles e institucionales, y desviada hacia los límites del Centro Histórico. El decreto de Zona de Monumentos Históricos, en abril de 1980 coadyuvó de alguna manera en la defensa de esa área de la ciudad.

Ahora la amenaza parte de la gran actividad financiera, y en si, del proceso de globalización en pleno apogeo.

Este proceso privatizador que va adquiriendo el Centro Histórico, privilegia más todavía la rentabilidad de los inmuebles, sin que coadyuve a fortalecer el carácter del espacio histórico patrimonial, advirtiendo por consiguiente la expresión de identidad nacional de esa área central de la ciudad.

¿Cómo salvaguardar el Centro Histórico de la Ciudad de México ante un sinnúmero de hecho y fuerzas económicas y políticas, internas y externas que ahí inciden?

La globalización neoliberal, que ahora se despliega en el área con varios macroproyectos (Alameda, Corredor Reforma), creó su contrario al momento de nacer: los movimientos sociales urbanos contestatarios que tomaron el Centro Histórico para manifestarse, por un lado, pero también, para rescatarlo socialmente por el otro. Un Centro Histórico que no existe fuera de la sociedad, o antes de esta, sino precisamente en ésta. Ahí se expresó el desempleo, el deterioro de las condiciones de vida urbana y rural, la inseguridad pública y privada, y a una descomposición social y política (difícil de parar), mediante las movilizaciones sociales y políticas en un territorio de la ciudad que era también su rescate social.

La respuesta en paralelo a esa ocupación popular del Zócalo por el gobierno del Distrito Federal, fue mediante la Secretaría de Cultura, con una serie de actos culturales en pleno Zócalo, en un intento por lograr otro rescate necesario del área, su ámbito cultural, y muy aceptada por la población en términos generales, debido a la gran afluencia y a la aceptación de las actividades ahí realizadas. Las autoridades no ignoraron el carácter protagónico que asumió el Centro Histórico, particularmente el Zócalo, al manifestarse en ese espacio de la ciudad los problemas sociales más candentes que trajo consigo aquella globalización neoliberal.

El espacio objeto del centro histórico fue transformado en sujeto urbano protagónico de la sociedad. Mientras unos se apropian del suelo urbano para la actividad financiera y comercial, delimitados por los predios construidos mediante la privatización, otros lo ejercen de manera socializada en los espacios abiertos, para expresar sus problemas más sentidos, a la que se agrega la dirección de Cultura del DDF.

Las autoridades de la Ciudad de México en turno, con un proyecto original de ciudad socializado, independiente y popular, se ven envueltas en la dinámica de la globalización neoliberal de la que difícilmente se pueden sustraer, pero también, los acorralan las movilizaciones sociales, contraparte de aquella globalización. Una globalización no nace, si no es a condición de crear a su contrario: El movimiento local. El centro histórico es objeto de una dinámica social, política y económica con diversos intentos por su apropiación y supuestos rescates. (Cantú, 3/II/03, pp, 1 y 3)

La memoria histórica de la ciudad

La memoria histórica de la capital del país contrasta con la memoria de los gobernantes. Como depositaria de la historia, la ciudad es una fortaleza que no la pueden subestimar, pues permanentemente se activa con la sociedad, para demandar el cumplimiento de los compromisos de aquellos que asumieron el poder político.

La memoria histórica de la ciudad es una fuerza social que sintetiza los valores de la imaginación colectiva, mediante la unión del territorio con la sociedad urbana, particularmente las acciones que tienen lugar en el área del Centro Histórico. Toma impulso, esa memoria histórica, cuando los gobernantes abandonan la responsabilidad previamente adquirida con la población.

La memoria de la ciudad y, sobre todo, la del Centro Histórico, muestra su fortaleza, mediante las movilizaciones sociales, cuando la sociedad la escoge como su escenario para recordarle al gobernante la realización de los programas prometidos en las campañas electorales. También, para exigir el cumplimiento de las obligaciones contraídas por mandato constitucional, con programas económicos y sociales, que contribuyan al mejoramiento de las condiciones de vida de la población y el desarrollo nacional.

Las promesas de cambio hecha por los gobernantes actuales, no han tenido resultados significativos a la vista; van contra el significado de la ciudad y su memoria histórica, lo que repercute en el malestar de la comunidad y en el surgimiento de problemas sociales difíciles de contener.

La memoria histórica de la ciudad se pone en acción, cuando el gobernante no cumple con su papel con la sociedad; cuando promete un cambio en la vida social, económica y política del país, y lo olvida en poco tiempo, lo que repercute en el malestar de la población. Al gobernante incumplido, no sólo se le oponen las clases y sectores sociales burlados, también tiene en contra la memoria histórica de la ciudad, pues el olvido de compromisos sociales en aquella se registra.

La unión del Centro Histórico y las clases sociales que ahí se manifiestan es una fuerza extraordinaria que puede modificar la actitud de los gobernantes a mediano y corto plazo, aun cuando simulen no ver ni escuchar lo que aquellas expresan.

La ciudad no sólo es el texto de un conjunto de testimonios, o el lugar de "una arquitectura insobornable de la historia" (Octavio Paz), es el espacio protagónico de esa historia, junto con la sociedad urbana. La memoria más activa de la ciudad es su área central, el lugar mayor archivo de la historia de la sociedad mexicana.

La tendencia de la globalización neoliberal es borrar la historia de los pueblos mediante la lógica de la ganancia y la competencia del mercado. Pretende modificar la identidad plasmada en la obra urbano arquitectónica y cambiar las edificaciones patrimoniales asentadas durante la historia de las ciudades.

En el inicio de ese proceso, denominado globalización de las últimas décadas del siglo XX, logró eclipsar algunos rasgos históricos en varias metrópolis del país, mediante la construcción de las macro plazas; sin embargo, algunos vestigios históricos ahí quedaron, al no poder deshacerlos. No obstante, se rechazaron la instalación comerciales de trasnacionales muy conocidas, como en Oaxaca, o siguen en lucha por la defensa del patrimonio cultural en lugares como Puebla y Cuernavaca, entre otras ciudades. Y a pesar de esas agresiones, la sociedad acude a su memoria histórica, a sus centros históricos.

Asimismo, la historia del Centro Histórico es la "historia de la lucha de clases" y de aquellos sectores sociales que ahí reivindican las necesidades sociales más apremiantes, a pesar de no pocas derrotas y sinsabores de la sociedad. Es la historia de una sociedad que no puede separarse del territorio central de la ciudad. En las grandes crisis económicas, sociales y políticas de México, los centros históricos se convierten en la mayor fortaleza de la sociedad. Ahí están ahora, los productores del campo manifestándose en el Centro Histórico, en defensa de sus intereses. Mañana será otro sector de la población del país.

Finalmente, ¿será acaso, que pocos gobernantes visitan el Centro Histórico y despachan desde Los Pinos, o desde Secretarías alejadas del área central de la Ciudad de México, por temor a la historia de la nación? (Cantú, 17/II/03, pp, 1 y 3)

Conclusión

La expulsión de la vivienda del Centro Histórico de la Ciudad de México, o su disminución en el área, es un hecho contemporáneo de las últimas décadas del siglo XX, y transcurre de manera paralela con los cambios en los espacios de la ciudad, de la sociedad y de los Estados nacionales, así como de la conversión del centro histórico en el espacio protagónico urbano de la sociedad.

La reducción del número de viviendas en el primer cuadro de la ciudad, debido al desalojo por las alzas en la renta del suelo urbano y por las modificaciones en el uso de los espacios construidos, fueron las primeras acciones para el paso a la actividad terciaria de la metrópoli y asimismo, en el proceso de las transformaciones en las funciones específicas del Centro Histórico.

El cambio en la vivienda urbana es resultado de las variaciones de la ciudad y las grandes determinaciones sociales. Se registra con la disminución de la población en el Centro Histórico y con la transformación socio-urbano de este espacio, hoy actor urbano.

A la desaparición paulatina de la vivienda patrimonial en el centro histórico, a este le emerge un protagonismo de la misma sociedad embestida por las grandes contradicciones en la relación sociedad-estado. El centro histórico es en la actualidad un espacio urbano protagónico de la sociedad urbana globalizada, por los grandes acontecimientos nacionales e internacionales.
 

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 © Copyright Rubén Cantú Chapa, 2003
© Copyright Scripta Nova, 2003

 

Ficha bibliográfica:
CANTÚ, R. Impacto del medio ambiente sociourbano del centro histórico de la Ciudad de México en la vivienda. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2003, vol. VII, núm. 146(072). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146(072).htm> [ISSN: 1138-9788]

 
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