Menú principal

Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VII, núm. 146(142), 1 de agosto de 2003

ESPACIO FÍSICO Y ESPACIO SOCIAL EN LA FRONTERA MÉXICO-USA

Eloy Méndez
Universidad de Sonora

Espacio físico y espacio social en la frontera México-USA (Resumen)

Los migrantes latinoamericanos guiados por el interés de mejorar sus condiciones de vida en la sociedad estadounidense se aglomeran en las ciudades de la frontera México-USA, erigiendo las viviendas y conformando los barrios que constituyen el espacio físico que les integra en el espacio social receptor. En la casa del migrante subyace la ambivalencia del punto de tránsito y las pretensiones de permanencia, generando hechos urbanos cargados de significados fugaces que paradójicamente suelen anclarse en la materialidad del tejido de la ciudad. La tensión previsible entre el barrio que emerge y el núcleo urbano preexistente, entre los poderes asentados y el inestable avecindado reciente provoca las prácticas y percepciones que singularizan a las ciudades fronterizas, las cuales se exploran en esta ocasión para mostrar la compleja construcción transitoria de la  identidad arquitectónica y urbana en un espacio dual por definición.

Palabras clave: frontera, barrio, migrante, espacio.

Physical space and social space in the border Mexico - USA (Abstract)

Latin American migrants are guided by interest to get better their way of life in border cities of American society in the Mexico-USA border. They build homes and neighborhoods to integrate to physical space that makes receiving social space. In migrant’s home underlies the ambivalence about the walking point and staying pretentious creating urban facts carried by ephemeral meanings that are paradoxically staying in the material city fabric. The foreseeable tension between established power and recent unstable neighbor creates practices and perceptions that distinguish border cities that now are explored to see the building of complex transitory of identity about architectural and urban in a dual space.

Key words: border, neighborhood, migrant, space.

Las ciudades fronterizas son puntos de paso. Los barrios de estas ciudades se  conforman por viviendas construidas en actos que disocian la relación de pertenencia entre las personas y el sitio, el cual encarna un valor de uso genérico que borra especificidades culturales, es desposeído de la facultad de dar sentido, de afirmarse como lugar. El tránsito fugaz propicia el sinsentido, la negación del lugar.

Los flujos vertiginosos de los migrantes y su confrontación con delincuentes y policías, el vaivén binacional y sus roces con agentes aduanales, los conflictos con los propietarios del suelo y los servicios, la captación de drogas y los enlaces con las redes del narcotráfico, son relaciones sociales que establecen espacios frágiles, signos volátiles, identificaciones simbólicas polivalentes, morfologías fugaces. Los escenarios se basan en claves comunicativas locales, aunque basados en códigos sustraídos de los lugares de origen.

En los siguientes comentarios ofrezco una idea del espacio habitado extraída de las percepciones de las personas entrevistadas en las viviendas de los barrios de mexicanos migrantes en ambos lados de la Línea divisoria.

Los barrios construidos responden a la fijación del espacio social, materializan posibilidades (de actividades, de aspiraciones, de representaciones, de ser), se erigen como resultados de un conjunto de actividades repetidas y a seguir repitiendo por tiempo indefinido, en el mismo sitio. La vivienda es prueba material y evocación de imágenes no necesariamente por ella encarnadas, esto es, las formas arquitectónicas no son el resultado directo del significado que le atribuyen los usuarios. La vivienda adquiere atributos singulares al ser creada en virtud de las condiciones impuestas por la vida asociada, es entonces arquitectura urbana, y en esa medida es la representación física fundamental que da sentido a la organización espacial de la sociedad.

De referente organizador del espacio, la vivienda pasa a ser cascarón anónimo carente de significado. Lo transitorio arquitectónico es un contrasentido de la vocación de permanencia que naufraga en aguas de lo efímero, está asociado con los contenedores internacionales que registran relaciones multiculturales circunstanciales. Lo efímero y lo contingente de la realidad[1] anclan en la modernidad, sugiriendo la compleja causa dual de la transitoriedad fronteriza: la acelerada expulsión demográfica desde el Sur debida a las condiciones impuestas por la modernización excluyente e incompleta, y las dificultades de esta población “excedente” para sumarse a la modernidad incluyente del Norte.

¿Qué es el carácter transitorio de la arquitectura fronteriza? ¿Qué particularidades observa respecto a la práctica arquitectónica de ambos países la realizada fuera de la frontera? ¿Incorpora cada una los portes de la otra? Son preguntas que guardan relación con el objetivo de interpretar la idea de arquitectura y ciudad en la frontera, interpretación elaborada con base en la percepción de los residentes fronterizos, quienes ven provisional, pasajera, improvisada, fuera de tiempo y lugar, sin identidad, la arquitectura del entorno. Arquitectura transitoria alude al proceso de apropiación de un lenguaje con identidad definida, en principio configurada con rasgos híbridos al provenir de raíces culturales distintas. La arquitectura de paso es la hipótesis, la opción interpretativa a explorar. Este punto de vista renuncia a la sistematización requerida por el estudio tipológico, o a la esquematización del espacio urbano de acuerdo con los puntos, líneas y áreas físicas indicativas de la percepción predominante, métodos posibles para lograr la caracterización de la arquitectura apuntada. El primero, arraigado en la academia y revisado en la actualidad por autores como Carlos Martí[2] o Marina Waisman[3]; el segundo, familiarizado con la percepción sicológica de las imágenes, desarrollada en los años sesenta del siglo pasado por Kevin Lynch en La imagen de la ciudad[4]  y más recientemente por especialistas del diseño gráfico[5].

La percepción y acción del migrante

En la visita a los barrios, de los lugareños ha interesado saber cómo perciben su casa, el entorno inmediato, la colonia, el barrio, la ciudad, la relación binacional; cómo ven los espacios que les pertenecen, cómo piensan que son vistos y cómo quieren ser vistos[6].

Las constantes en las respuestas tocan diversos campos incorporados al imaginario: a) el lenguaje verbal es inconfundiblemente espacialista, refleja la ubicación del interlocutor respecto a los demás; b) los migrantes establecen el perfil predominante de los avecindados y el entorno es el ambiente movedizo de población recién llegada y de paso; c) la relación de identidad con el medio se manifiesta en formas más epidérmicas y aún conscientes en comparación con los habitantes de tierra adentro; d) los otros son los migrantes nuevos, los nativos de otras naciones, en oposición al nosotros extendido al terruño lejano, a los paisanos y aún a Latinoamérica, y e) la noción de casa es inseparable de la familia, de la memoria, de los vecinos y del barrio, a su vez la noción de barrio está indisolublemente ligada a las instituciones, los linderos físicos y al terruño.

Los lugareños y las imágenes captadas revelan mecanismos de resistencia ante expresiones de un modo de vida que contradictoriamente se pretende lograr, a la vez que se percibe ajeno y es rechazado como valor de identidad. Más aún, los grupos sociales de ambos lados no son portadores y reproductores de culturas del todo distintas, dados sus orígenes sociales y geográficos similares, todos preñados de expectativas de cambio, de mejora, de progreso.

Hay elementos comunes en las imágenes visuales registradas a través del recorrido de campo: a) los materiales constructivos han pasado rápidamente de ser los ligados a la tierra a las tecnologías sucesivas del cemento y el plástico; b) la expresión gráfica es una mezcla compleja del grafitti de los cholos con la épica del muralismo mexicano de la postrevolución y las irreverencias del pop art; c) la informalidad de la construcción desafía en ambos lados la rigidez solemne de las concepciones de habitabilidad, y d) el costumbrismo reinventa la casa cual si fuese el álbum familiar de lo mexicano, con detalles de artesanía, el color, las plantas regionales, el barandal de hierro, la Virgen de Guadalupe y eventuales elementos arquitectónicos.

(Del lado mexicano) uno es libre

Las viviendas de los barrios del lado mexicano son archipiélagos arquitectónicos en un mar de actividades y personas que renuevan permanentemente la intención y las formas de pasar a Estados Unidos. 

Quienes permanecen han establecido una red de relaciones que finca su universo en el estar, mientras los que pasan –o intentan hacerlo- conservan las relaciones con los lejanos y múltiples puntos de origen, integrando universos diferenciados a los locales. Quien se establece percibe su mundo tranquilo y armónico, agradable; las dificultades del barrio le son ajenas, para él,  los problemas no son provocados por los vecinos, sino por los migrantes, por aquéllos que aún no acaban de pasar o de establecerse. Erige su casa “como quiere”, pues “…aquí uno es libre, puede irse uno a la hora que quiera, regresa cuando uno quiera, allá tiene que tener sus horas uno, tiene que bajarle al radio, que los niños no pueden jugar en la calle, es un martirio vivir en el otro lado.”[7]

Aunque en general los residentes no son conocedores del modo constructivo nacional, ni de cómo expresarlo formalmente, sí se percatan de la diferencia tangible de la casa construida. “Usted va allá a un barrio de americanos y que vivan dos, tres familias mexicanas en una cuadra, por decir algo, luego luego lo identifican, lo que le hace falta pues a la vivienda, por ejemplo, ve usted los cercos, ve usted unas curvas ahí, bueno, luego luego se identifica la gente de nosotros, son los gustos muy diferentes a los güeros, los güeros tienen preferencia casi casi por nada, creo, a ellos les gusta que esté hecho todo.”[8]

Empero, las posibles limitaciones sobre la cultura de las construcciones no son obstáculo para emitir y realizar propuestas basadas en referentes reconocidos como prototipos de la identidad mexicana en la arquitectura. “Yo en mi casa tengo un patio mexicano, con unas ventanas con la cruz de talavera, un farolito y no sé cómo se llama, una como cornisa, así también de talavera, pues por mi gusto nomás, yo abro la ventana y veo una cosita así bonita, pero no todos tienen la manera de tenerla.”[9] Aún así hay claridad sobre la incorporación de materiales y procedimientos importados, sobre todo en Tijuana, México, donde ha sido más frecuente la adquisición de partes y aún viviendas completas de San Diego, E. U. El remiendo, el detalle, la adecuación de la casa, suele obedecer a los estándares estadounidenses, “…pues las modificaciones [de las casas] son una copia del estilo de los vecinos, como es hacer una pared de madera, forrarla con cartón aquí y emplaste por fuera y es lo más barato, es lo más económico y más fácil de construir, bueno, el que sabe ¿verdad?”[10]

Los arquitectos mexicanos coinciden con los paisanos tanto en la forma de dar solución a sus requerimientos de habitabilidad como en los gustos. Sensibles al problema y, sin precisar detalles o implicaciones de las propuestas, los entrevistados manifiestan inclinación por la arquitectura mexicana y aún regional. Más todavía, la reconocen como un factor de expresión de la identidad: “…lo que he tratado de impulsar es, las formas tradicionales de integración de la arquitectura al medio ambiente, eso sería el pensar en el patio, el pensar en la calle inmediata a la vivienda como un elemento de interacción del interior con el exterior, el uso de materiales tradicionales, el empleo, pues, vamos a decir, de elementos expresivos a través de la forma de las ventanas, de los dispositivos para sombrear, de los dispositivos para asolear, inclusive, de los elementos que propician la convivencia entre los usuarios, y tratar de mantener o de fortalecer, a través del diseño arquitectónico y del diseño urbano, los vínculos familiares.”[11]

La lentitud en la elaboración de una propuesta formal arquitectónica se contrapone a la velocidad de los cambios. Por ello la casa o el barrio no son el objeto de la transformación, en última instancia articulados por las instituciones fundamentales: la religión mediante el templo, y el estado a través de la escuela. El equipamiento refleja las convenciones institucionales, amarradas en el ámbito de las percepciones visuales en una red de símbolos. Pero la movediza realidad no es del todo ordenada por las instituciones y sus edificios imponentes. El empleo profuso y aún desmesurado de las imágenes religiosas en cualquier casa, calle, cerro y peñasco, revela quizás el afán de empapar de significados el espacio hostil o indiferente al drama cotidiano de los viacrucis mundanos de Juan Pérez y Pancho López. La abundancia, o el gran tamaño de las imágenes sacan el objeto del consuelo de la intimidad profunda del creyente, para que no pase desapercibido, para que ningún rincón escape al amparo milagroso, o simplemente para trascender el atropellado anonimato que sólo parecería posible fuera de la creación divina. Paradójicamente, las imágenes ubicuas de lo celestial son un recurso para humanizar el espacio.

Quizá sea ésta una razón para el empleo de refuerzos gráficos no arquitectónicos que, además de la Virgen de Guadalupe, son frecuentes en los muros de edificios de uso colectivo. El spray del grafitti sirve lo mismo para representar imágenes religiosas sin expresiones hieráticas, que las figuras de los templos, o que la lucha contra la adicción a las drogas. Del mismo modo que las bandas de cholos reclaman la pertenencia de ámbitos territoriales mediante garabatos cifrados en códigos crípticos, estas pinturas buscan públicos más amplios, intentan comunicar mensajes de identidad, solidaridad, fraternidad hacia la comunidad interior.

Pero también hacia la comunidad exterior, aquélla que se ha apropiado los espacios centrales, los medios de comunicación masiva y el supuesto derecho de adjetivar al barrio, a la periferia popular, de adjudicarles la culpa de la leyenda negra fronteriza, como un mecanismo voluntarioso de encajonamiento y arbitraria identificación espacial del delito. En último término, los pintores aficionados y profesionales instauran íconos comunitarios en muros mudos, asumen una lucha simbólica desigual contra la abrumadora presencia de los anuncios comerciales. De paso crean referentes espaciales en el interior de intrincados tejidos urbanos sin monumentos conmemorativos, sin plazas ni jardines recreativos. Son también imágenes de un mundo inexistente que sirve de emblema protector ante el brutal tráfico de drogas y personas escenificado en la vida cotidiana de sus calles y rincones.

(Del lado estadounidense) el freeway ya lo dividió

En el lado estadounidense se erigen espacios para captar el consumo en tránsito, o para asentar a los ejecutivos de empresas ubicadas al sur de la Línea, o para resguardar el territorio de la silenciosa invasión de los sin trabajo. También se estructuran por personas y relaciones que permanecen, muchas de ellas encarnadas por transterrados que echan raíces en el otrora territorio ajeno, con el propósito de regresar al punto de origen, o con la preservación de éste en la memoria, en las relaciones sociales, en los espacios construidos para habitar.

Pero son espacios sumergidos en el paso constante de consumidores y migrantes, un tránsito más o menos callado, más o menos controlado y reprimido y aún comercializado. En esta ruta, por ejemplo, el centro comercial, el mall, emerge para interceptar el paso peregrino: el consumidor no pretende vivir en él, sólo aspira a la estancia efímera.

Templo de los recuerdos, la casa es el lugar de la familia nuclear o extensa. En ella se intenta recrear el recuerdo de lo mexicano, a pesar de reconocer las dificultades de construir de acuerdo a los hábitos traspuestos. La memoria se vale de sustitutos accesibles en el comercio, de agarraderas visibles de una realidad mitificada: el perico y la guacamaya son de plástico, la madera y la teja son productos laminados y plastificados, la simulada apariencia vetusta de los muebles  agrega valor mercantil, el sol y la luna de barro son mexicanos y no dan abasto para simular el ambiente pueblerino, pero aluden con afecto a imágenes apenas prendidas a las paredes o colgadas del techo. La casa es el mirador del mundo, donde el porche norteamericano sufre el cruce híbrido con el corredor de los pueblos mexicanos, para observar el movimiento local, o rincones que no terminan de ser abandonados. “Quisiera agregar a mi casa un porche así, hacer un porche atrás y poner muchas cosas de México, adornar el porche con cosas mexicanas, eso es lo que a mí me gustaría, porque, mire, le voy a decir que aquí en el Chamizal, cuando es el 4 de julio, desde aquí vemos todos los fuegos artificiales que echan, ahí vienen conciertos, ahí vienen músicos, todo eso se oye aquí, la música, los cuetes, todo eso que hacen, el 16 de septiembre hacen unas fiestas hermosas de mariachis ¡ah! y se oye hasta acá, es muy bonito, traen de todo, existe mucha cultura, los educa la gente.”[12]

El barrio es la demarcación de la identidad, de otra forma de vida, el refugio cálido de los paisanos, de los asentados y de los que van de paso. Es un pequeño universo defendible, pero inconciliable con el urbanismo norteamericano de concepción moderna: “yo nací ahí, en el Segundo Barrio, entiendo más bien, por lo que yo pasé de mi experiencia ahí, siento que es una comunidad que es muy junta y ahí las gentes se conocen uno al otro, al contrario, en los lugares suburbanos he notado yo de que en esos lugares, los vecinos ni se conocen, y en el Segundo Barrio, ahí de tres a cuatro bloques [manzanas] conocía uno a todos y, pues sí, era una comunidad de que la gente se sienten unidos y se sienten, pues sí, que van a conocer a todos y que no hay, sí hay problemas, de que el crimen y todo, yo viví hace ya más de veinte años y como estaba antes, pues sí estaba uno a gusto y sí había problemas de las gangas [cholos] y todo, pero no eran tan malas, así como mucha gente ha dicho que son. Es un rectángulo y pues aquí y allá tiene sus curvas, pero hay un lugar aquí que se llama el “chihuahuita”, y ése es, me imagino que es parte del Segundo Barrio, pero ya también se separó un poquito, porque, pues el nuevo freeway, lo que son las calles Stanford y El Paso, ya lo dividió.”[13]

Sobre todo, el barrio es espacio de cohesión y en pugna con la ciudad, pero sanciona comportamientos y expresiones locales. El espacio del barrio ya perteneció a otros grupos de subordinados a la ciudad (a los negritos, o a los italianos, o a inmigrantes de otras nacionalidades). Es de antemano un área segregada para evitar el decremento del valor de cambio del suelo de los fraccionamientos residenciales altos y medios con su cercanía. Luego, la estricta reglamentación constructiva le hace impermeable a la presencia de los nuevos usuarios. Entonces, ¿qué otra cosa queda sino el gran muro inexpresivo? No es casual que los elementos constructivos que provocan la ruptura de la continuidad y comunicación vecinal sean los primeros espacios a domesticar, “este lugar se llamaba Logan Heights, comenzaron los ingenieros a buscar maneras de cómo iban a dividir esta comunidad por medio de los consejos de los políticos, y los políticos exigieron que los ingenieros hicieran la carretera 5, ya cuando se hizo la carretera, ya no era de Logan Heights, pero uno de los ancianos de esta comunidad dijo, y pues ya, nos reunimos en un barrio, y así fuimos descubriendo, nosotros mismos, que nosotros teníamos una historia muy profunda y muy grande, entonces yo me dediqué a estudiar los murales de mis grandes maestros, como Siqueiros, Diego Rivera y Clemente Orozco.”[14]

Con el mural se pretende plasmar símbolos comunes en el espacio social ¿Qué se expresa? El abanico diverso de las imágenes que aluden al mundo perdido, abandonado, reconstituido en el imaginario que yuxtapone imágenes a capricho, fragmentarias, se dibuja la invasión con figuras de suyo autónomas en el contexto original (Pancho Villa y la Virgen de Guadalupe; el danzante yaqui y la mujer dormida del Iztaccíhuatl). La narrativa es clara en la definición de los componentes o figuras agrupadas, pero híbrida en el mensaje: se conjugan imágenes de orígenes históricos disímiles, sólo imaginariamente cohesionados por el origen geográfico o ideológico.

La vivienda individual no puede –por norma- sufrir grandes modificaciones constructivas, luego, es apropiada con el cactus, el maguey, la siempreviva, la margarita, la madreselva, el perico, o la Virgen de Guadalupe, o San Judas Tadeo, o Jesucristo. Es el recurso extra arquitectónico, la imagen antes que la función, la representación antes que lo representado, la identificación cultural como recurso de supervivencia, pertenencia y solidaridad en el tránsito a la integración económica. Es la subversión de la arquitectura en objeto de comunicación, o más todavía, es el recargamiento sígnico del espacio soso, del volumen funcional; el espacio arquitectónico es remitido a soporte simbólico; lo intrascendente es enriquecido como referente apropiado al dotarse de nuevos significados.

Es un acto de rebeldía ante el caos complaciente en que se sumerge la metrópoli norteamericana. ¿Qué mayor subversión, ante los sólidos volúmenes de concreto soportantes del eje carretero divisorio del Barrio Logan, que encender, descomponer o gasificar las superficies con imaginarios del origen, la historia y los desafíos de una comunidad soñada, pretendidamente borrada en su individualidad y sumada al laconismo del mundo globalizado? Son imágenes que deshacen, disuelven las imágenes impuestas.

Las dos monedas en mi bolsa

Los lugareños se han encargado de mostrar cuán nítido está en su mente el espacio que pretenden erigir. “[Las casas] están muy bonitas aquí, tienen muchas comodidades, porque ellos, pues las hacen allá con un modelo casi todas las casas y aquí nosotros, pues va uno construyendo como quiere, nunca se pidió un plano, alguien que las dirigiera, nomás uno ahí como va pudiendo, que se hicieron la mayor parte de la colonia, todas, las de enseguida, la otra no, porque es comprada del otro lado, pero Delfina se hizo su casa... Alicia…, toda la gente que fue llegando ¿Sabe? Lo único bonito de las casas de los gringos del otro lado, en fraccionamientos, es que todos, la mayor parte de los fraccionamientos residenciales que hacen, o los centros comerciales nuevos que están haciendo, todos los hacen al estilo californiano, pero colonial, quieren conservar su identidad mexicana.”[15]

Según se ve, se quiere sacar el difícil balance respecto a lo que se tiene y, más aún, frente a la imagen de la otra nación. La ambivalencia repite la ecuación en varios sentidos para arrojar la posibilidad de que está todo por hacerse, por tanto, toca a la imaginación desbordar la constreñida y caótica realidad visible: “Nogales [Sonora] no tiene identidad ¿por qué no la tiene? Los pobladores son de fuera la mayoría, entonces la gente que viene de fuera nomás viene de paso, vienen de entrada por salida, los que se quedan no tienen ese cariño al suelo, a la ciudad, entonces ha perdido, no tiene una identidad, la identidad es retomar los elementos que son de la región, que vienen siendo como retomar una parte de lo que es la zona del centro de la ciudad, de Hermosillo, de Altar, zonas que tienen una historia.”[16] Pero la tensión del conflicto se vuelve la ventaja de contraponer opciones y elegir lo que conviene, donde conviene. El sentido común ante el abanico de posibilidades no tiende hacia los fundamentalismos de lo uno o lo otro, de las imágenes acartonadas de la sencilla casa rústica mexicana o la casa alfombrada estadounidense. El resultado es un híbrido cultural que reproduce exponencialmente las alternativas básicas, “veo la posibilidad en la frontera de poder intercambiar y obtener, tratar de obtener lo mejor de las dos culturas, eso me interesa, lo que no me gusta procuro olvidarlo, ¿me entiendes? Hacerme el pendejo como vulgarmente dicen, pues no me interesa estarme acordando nada más de cosas malas cuando tengo cosas buenas que absorber de ambas culturas y acostumbrarme de que estoy en medio de esto ¿no? De que debo traer las dos monedas en mi bolsa, de que debo de hablar los dos idiomas porque estoy en una parte que los hablo, a la hora que sea necesario puedo hablar los dos idiomas, estoy consciente que son culturas distintas al fin y al cabo una de la otra y estoy consciente de respetar ambas para no meterme en líos, tú sabes ¿no?”[17]

Luego entonces, el mundo chicano busca la solución en la utopía. Los fragmentos del pasado vivido o imaginado, los conflictos del proceso de adaptación, el coraje por adueñarse del país de las oportunidades y el resentimiento frente a la exclusión se conjugan en el maravilloso crisol imaginario del ciudadano híbrido tricéfalo, con tres personalidades, tres culturas, tres orígenes confluyentes en un destino, el pachuco, el chicano power, el inmigrante latinoamericano. Pero sobre todo se resuelve en la creación de un mundo total (la comunidad local integrada en el universo), dispuesto en el proyecto del Chicano Town, que sería el fruto maduro tras la evolución del Chicano Park del Barrio Logan, “con la toma de la tierra [del Parque Chicano] la responsabilidad era de crear un plan maestro y el plan maestro era no nomás pintar murales, teníamos la responsabilidad de crear una universidad, después que se había creado la escuelita del barrio, entonces la universidad del barrio siguió y luego se hizo el hospital chicano, se creó un ideal de ser un puerto muy libre era un Internation People para que vinieran estas gentes [de Latinoamérica] a compartir con su cultura, está contemplado el mercado y luego aquí se ve [en el plan] la Industrial Area, abrimos la bahía y construimos un parquecito aquí y luego el quiosco. Cuando tomamos este terreno, éste es el primer quiosco que hicimos aquí, de piedritas, nadie nos pagó para hacer este trabajo, esto fue todo voluntario, colectivo, entonces yo dije que íbamos a hacer estos murales. Miramos que nosotros también queríamos crear murales y los espacios importantes para nosotros era el puente, las escuelas y todo lo que era un paredón grande donde el público pasaba.”[18]

Ante las disposiciones arbitrarias del urbanismo funcionalista, los chicanos acotaron con precisión los linderos del territorio comunitario; ante las normas de construcción que reproducen sin ambigüedades un modo de vida, el vecindario  ocupó los intersticios: la fachada juega el papel de estandarte, el jardín doméstico es el estuche de aromas y nostalgias, la casa está anclada en el pasado, en los recuerdos, los afectos, la familia, el vecindario, el pueblo. Ante las disposiciones urbanísticas dirigidas a construir una ciudad de orden lacónico y excluyente, el barrio plasma los excesos tropicales del desorden incluyente sugerido por el color, los signos épicos, o los gestos bondadosos. Ante el espacio percibido en la discontinuidad de los fragmentos, los artistas ingenian la continuidad de la pictografía totalizadora.

Conclusión

La identidad de la vivienda percibida en los barrios fronterizos expresa la conciencia del paso efímero, o de la permanencia como resistencia, la resistencia al olvido, a la expulsión, a regresar al Sur, a no estar. Siempre está presente en la memoria la vecindad del otro país y el punto del origen.

La vivienda de los barrios fronterizos es: a) diversa, porque coexisten etnias regionales en ámbitos nacionales con formas propias de representación; b) desterritorializada, deslocalizada, porque al unísono expresa varios tiempos y culturas identificadas con otras latitudes, que son los lugares de procedencia de los grupos sociales asentados; c) un mosaico de sobreposiciones en tres sentidos, de ambas nacionalidades, de múltiples regionalidades y lo efímero como la permanencia involuntaria; d) de resistencia, pues la identidad es un bagaje para la supervivencia; e) efímera, porque no apuesta a la permanencia, y f) identitaria, pues es un gesto de pertenencia surgido ante la incertidumbre, brindando una posición al residente respecto a los demás.  

Los prototipos de la vivienda son una muletilla que condensa las imágenes de lo propio o de lo ajeno, son emblemas epidérmicos de la fermentación imaginaria, tienen una función específica en el mercado de las dotes simbólicas.

 

Notas

[1] Baudelaire, citado por Berman. 1989, p. 131.

[2] Martí. 1993.

[3] Waisman. 1990.

[4] Lynch. 1970.

[5] Arfuch et al. 1997.

[6] Para la selección del objeto particular de interés, barrios o colonias populares, se han considerado los que forman parte del tejido urbano más antiguo de las respectivas ciudades, lo cual supone la presencia de familias establecidas transmisoras de la historia oral del asentamiento, muy probablemente instaladas en edificaciones añejas, testimonios de las diferentes etapas de inicio y consolidación constructiva. Además, son asentamientos humanos física y socialmente delimitados como comunidades cohesionadas, con personalidad distintiva dentro del núcleo urbano que implica la conciencia local de la constitución del barrio con rasgos y propósitos determinados, así como sus diferencias respecto al resto de la ciudad a que pertenecen y respecto a la vecina gemela -ubicada en el país vecino, del otro lado de la Línea Internacional- frente a los otros. El universo socioespacial se ajusta a barrios de migrantes de origen mexicano, tanto de un lado como del otro.

Congruente con lo anterior se diseñaron dos entrevistas tipo, una dirigida a los vecinos de los barrios y la otra a profesionales vinculados con la arquitectura, la construcción o la gestión de la obra pública. Ambas abarcan dos actores sociales indisolublemente ligada con la experiencia local. El contacto con los vecinos se ha dado –salvo excepciones- con personas adultas, padres de familia, abuelos, viejos luchadores sociales pertenecientes al núcleo combativo que en algún momento pugnó por reivindicaciones de la comunidad. Son aquéllos orgullosos de saberse pioneros del origen, o de algún afortunado evento fundante. De éstos se asegura el testimonio del militante en la causa social, del migrante que ha pasado o conoce las varias etapas del arribo desde el Sur mexicano (extendido a todo México y al resto de Latinoamérica), tiene la experiencia de pasar al otro lado, se ha asentado en alguno de los dos países y observa las sucesivas oleadas de paisanos que siguen llegando del Sur, o los que parten más hacia el Norte (extendido a todos los Estados Unidos y Canadá), o los que, ya instalados, no cesan de ir y venir a través de la Línea. El otro grupo de vecinos entrevistados se integra con personajes importantes para la cohesión de la vida comunitaria: el cura, el maestro de escuela, el médico de barrio, el tendero de la esquina, quienes también cultivan cierta relación de liderazgo. Mantienen  una relativa distancia hacia el vecindario, sobre el que adquieren una visión calificada, así como de las preocupaciones, luchas y organizaciones colectivas, y por ende de las instituciones locales. Ambos grupos responden a preguntas relativas a la definición de la comunidad: ¿quiénes somos? ¿A dónde vamos? ¿De dónde venimos, ¿Qué nos falta? ¿Qué nos gusta? ¿Qué rechazamos? ¿Qué nos une? ¿Qué nos diferencia del resto de la ciudad?  A diferencia de los anteriores, los especialistas y gestores ofrecen puntos de vista relativamente externos, emiten opiniones de la totalidad actual del asentamiento y la relación del mismo con la ciudad. Engarzan los problemas locales en el discurso de la planeación urbana e interpretan la arquitectura en el marco de las tipologías regionales. Esta opinión es el contrapunto y complemento de las versiones de los avecindados. Los dos tipos de vecino sancionan las relaciones internas, lo bueno y lo malo, los valores simbólicos.

De manera que las entrevistas están diseñadas en torno a dos ejes: a) el espacial, captado en las relaciones señaladas de los rincones de la casa, con los vecinos, la calle, el barrio, la ciudad, con el otro lado y con las instituciones (la religión-templo, la educación-escuela, normatividad-gobierno municipal), b) el temporal, evocado en los procesos constructivos de la casa, del barrio, de la historia personal y familiar, del origen más o menos remoto. Ambos ejes están verbalizados en datos, comparaciones inevitables, proyectos y sobre todo imágenes fragmentadas que se cruzan caprichosamente en las alusiones espaciotemporales, remitidas siempre al esbozo imaginario. De los vecinos interesa saber cómo perciben su casa, el entorno inmediato, la colonia, el barrio, la ciudad, la relación binacional en el marco de la conformación material, cultural y afectiva del entorno fronterizo; cómo ven los espacios que les pertenecen, cómo piensan que son vistos y cómo quieren ser vistos. Esto importa porque la interacción de las ciudades gemelas tienen fuertes paralelismos con la modernización asimétrica observada entre las colonias pobres y los fraccionamientos elitistas de las ciudades mexicanas. La aplicación de las entrevistas sigue un procedimiento aleatorio y arroja inferencias cualitativas.

[7] Milda Coronado. 1998.

[8] Ángel Ochoa. 1999.

[9] José Refugio Montoya. 1999.

[10] Ángel Ochoa, entrevista citada.

[11] Gastón Fourzán. 1999.

[12] Eva Attaguile. 1999.

[13] Carlos Adame. 1999.

[14] Salvador Torres 1999.

[15] Raquel Benítez. 1999.

[16] Pedro Villa. 1999.

[17] José Luis Toledo de la Cruz. 1999.

[18] Salvador torres, entrevista citada.

 

Bibliografía

ARFUCH, L. El diseño en la trama de la cultura: desafíos contemporáneos. In L. Arfuch. Diseño y comunicación. Teorías y enfoques críticos. Buenos Aires: Editorial Paidós, 1997, p. 137-232.

BERMAN, M. Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. México: Editorial Siglo XXI, 1989.

LYNCH, K. La imagen de la ciudad. Buenos Aires: Editorial Infinito, 1970.

MARTÍ, C. Las variaciones de la identidad. Ensayo sobre el tipo en arquitectura. Barcelona: Demarcación de Barcelona del Colegio de Arquitectos de Cataluña y Ediciones del Serval, 1993.

WAISMAN, M. El interior de la Historia. Historiografía arquitectónica para uso de latinoamericanos. Colombia: Editorial Escala, 1990.

Entrevistas

El Paso, Texas (EE. UU.).

ADAME, Carlos. Arquitecto asociado con la ciudad, nacido en el Segundo Barrio, que dejó 20 años atrás. Su padre vivió en este barrio desde 1920.

ATTAGUILE, Eva. Nació en Morelos, luego vivió en Ciudad Juárez durante 15 años y reside en El Paso desde 1954. Su actual casa fue ocupada por sus padres desde 1915.

Nogales, Sonora (México).

CORONADO, Milda. Nació en la ciudad y vive con su esposo e hijos en la colonia Buenos Aires desde tres años atrás.

VILLA, Pedro. Arquitecto, originario y residente de Nogales, Sonora.

Nogales, Arizona (EE. UU.).

TOLEDO DE LA CRUZ, José Luis. Residente de East, Nogales, Arizona. Ha vivido y trabajado en ambos Nogales; profesional de las artes gráficas y editor de la revista cultural bilingüe Nahual.

Tijuana, Baja California (México).

OCHOA, Ángel. Nace en el centro de Tijuana, en 1928. Su madre es originaria de El Fuerte, Sinaloa y su padre de Guaymas, Sonora, quienes “cruzaron para acá en tiempos de la revolución (mexicana)”, con escala previa en Mexicali, Baja California.

BENÍTEZ, Raquel. Proveniente de un rancho de Mazatlán, Sinaloa. Reside en la colonia Libertad desde el 11 de marzo de 1950.

Ciudad Juárez, Chihuahua (México).

MONTOYA, José del Refugio. Ha sido presbítero en la colonia Chaveta, de la Parroquia de Cristo Rey, desde siete años atrás.

FOURZAN, Gastón. Arquitecto procedente de la ciudad de Chihuahua, Chihuahua; directivo del Instituto de Planificación Urbana de Ciudad Juárez.

San Diego, Californi (EE. UU.)..

TORRES, Salvador. Pintor de la Galería Metropolitana del barrio Logan, de San Diego; organizador de la ejecución de las pinturas murales del Puente Coronado del barrio Logan en los años setenta. Nacido en El Paso, Texas y residente de toda la vida en San Diego, donde ahora habita un edificio para ancianos del barrio Logan.

 

© Copyright Eloy Méndez, 2003
© Copyright Scripta Nova, 2003

 

Ficha bibliográfica:
MÉNDEZ, E. Espacio físico y espacio social en la frontera México-USA. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2003, vol. VII, núm. 146(142). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146(142).htm> [ISSN: 1138-9788]

 
Índice de Scripta Nova
Menú principal