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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VII, núm. 146(063), 1 de agosto de 2003

DEL MAGUEY AL CONCRETO: MIGRACIÓN Y TRANSICIÓN DE LA VIVIENDA OTOMÍ

Olga Lucía Rodríguez
Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco, México


Del Maguey al concreto: migración y transición de la vivienda Otomí (Resumen)

La globalización económica está transformado el mundo. Influyendo en la reorganización de las estructuras espaciales y sociales, tiende a desvanecer conceptos tradicionales como urbano, suburbano, periurbano, no urbano, rural, dificultando determinar los límites entre ellos.

Intensificada por la globalización, la migración ha generado cambios principalmente en los países en desarrollo. Vista como estrategia de sobrevivencia, la migración es mucho más que el desplazamiento de individuos, conlleva la asimilación de conocimientos y nuevas pautas de comportamiento, plasmadas en uno de los objetivos por los que se migra: la vivienda.

En el caso de la vivienda típica otomí, anteriormente producida con la hoja del maguey ha experimentado transformaciones y adaptaciones en el tiempo, acentuados con mayor intensidad a partir de la práctica migratoria hacia EUA de su población. Llega hoy a ser una vivienda completamente diferente en las técnicas y materiales constructivos, la morfología, la concepción, organización y uso de sus espacios.

Palabras clave: vivienda y migración; vivienda otomí; vivienda rururbana.

From the Maguey to concrete: migration and transition fo housing Otomí (Abstract)

Economic globalization is transforming the world. Influencing in the reorganization of spatial and societal structures, it tends to dispel traditional concepts such as urban, suburban, periurban, non-urban, rural, which hinders the definition of divisions between them.

Intensified by globalization, migration has generated changes principally in developing countries. Seen as a strategy of survival, migration is much more than the displacement of individuals, it connotes the assimilation of knowledge and new rules of behavior, embodied in one of the motives for which one migrates: housing.

In the case of typical otomí housing, previously produced with leaves of maguey it has experienced transformations and adaptations in time, accentuated with greater intensity following the migratory practice of its people towards USA. Today it becomes a totally different housing in the techniques and construction materials, the morphology, the conception, organization and use of their spaces.

Key words: housing and migration; Otomí housing; rururban housing.

La vivienda es un tema con el que todos de alguna manera tenemos que ver. Ha sido, es y permanecerá durante algún tiempo siendo objeto obligado en muchas de las disciplinas de investigación, acción y gubernamentales[1]. La vivienda no solo es importante en términos físicos, sino también en los emocionales como factores esenciales para la satisfacción de las necesidades del hombre y el anhelo perseguido por todo grupo social[2]

Es la expresión material del hogar, donde los individuos nos formamos para constituir y asumir nuestros roles en la sociedad; la vivienda para hombres y mujeres está cargada de infinidad de significados; es además de cuatro paredes y un techo que brindan protección ante las condiciones ambientales, el lugar donde aseguramos nuestra individualidad, donde gozamos y desarrollamos nuestra propia visión del mundo, es también en muchos casos el lugar de trabajo, de descanso, de procreación.

La vivienda es al mismo tiempo indicador del nivel de vida de una población determinada y reflejo de su identidad cultural.

La vivienda no escapa al torbellino de cambios, producto de los nuevos procesos económicos globales, por estar vinculada a fenómenos como la urbanización descontrolada y a la migración. Ambos fenómenos, si bien no de reciente aparición, si han sido intensificados en los últimos años y cuya característica más notoria es la reestructuración de las antiguas formas de organización social, económica y espacial. Esto se ha evidenciado en efectos sobre los diferentes ámbitos de la vida, variable en intensidad, pero alcanzando todos los lugares del planeta.

En el caso de la urbanización y la cada vez mayor tendencia a vivir en el mundo urbano influye en el deseo de las personas que no viven en las ciudades, de poseer una vivienda con referentes urbanos, aunque las formas físicas, organizativas, tecnológicas y usos no se correspondan con sus costumbres culturales.

La migración por su parte, también es un factor que incide en la concepción, adquisición y uso de la vivienda; por un lado los inmigrantes al conocer y habitar en viviendas propias de las sociedades de destino, tratan de replicar en su vivienda los detalles que fueron aprendidos. Por otro lado, se ha podido comprobar que en gran medida la aspiración de los inmigrantes es poder reunir los recursos suficientes para adquirir su vivienda, como elemento que ayuda a elevar la calidad de vida. Así mismo, en muchos casos las remesas o dinero enviado a sus lugares de origen tienen también como finalidad, la adquisición, ampliación o mejoramiento de la vivienda.

De tal manera que ambos fenómenos, expresiones de la era de la globalización, inciden en que la vivienda hoy en día, sea también un elemento que experimenta metamorfosis, por no llamarlo evolución.

Este es el caso de la vivienda indígena del municipio de Ixmiquilpan en el estado de Hidalgo en México, en el que la vivienda propia de la etnia otomí, caracterizada por el uso tradicional de la hoja del maguey, por el influjo de la urbanización y de la migración, se ha modificado en el tiempo hasta llegar a la actualidad a una vivienda más acultural, industrial y urbana, menos confortable en términos climáticos y dudosamente más armoniosa.

Para llegar a presentar la vivienda del caso de estudio, se da de manera preliminar una síntesis de los fenómenos de migración y urbanización en la localidad y la influencia que ejercen de manera general en la población y concretamente en la transformación de la vivienda. Posteriormente se expone el contexto geográfico y algunas generalidades sobre la zona de estudio, para presentar luego las características de la vivienda tradicional otomí y los nuevos rasgos de la vivienda actual.

Dos fenómenos globales inciden en la vivienda actual: urbanización y migración

El proceso de urbanización propio de la revolución industrial, que dio origen a las grandes metrópolis, ha sido rebasado en la actualidad, por un nuevo modelo producto de una era de intensa y excesiva reestructuración en donde las ciudades y el territorio adquieren significados y funciones diferentes. Este modelo se caracteriza por la aglomeración de territorios, cuya máxima expresión son las llamadas "megaciudades". Las ciudades son ahora los centros de comando, gestión y acumulación de capital, organizados a escala planetaria; núcleos de una gran red que integra lo urbano y lo rural. Esta dimensión territorial manifiesta una creciente integración entre problemas rurales, urbanos y del medio ambiente (Eurosur, 2003).

Como menciona Soja, los nuevos procesos de urbanización ha llevado a un profundo cambio en las representaciones de la ciudad, reestructurando sus significados y el simbolismo cultural (2000:149), por lo que cada vez se hace menos posible definir sus límites dificultando trazar la línea entre lo que está dentro o fuera de la ciudad, lo que es el campo, la no ciudad, lo suburbano, etc.

Esta transición hacia un mundo cada vez más urbanizado basado en la extensión de las sociedades, culturas y economías están afectando con diferentes grados de intensidad a todos los lugares del planeta. Esto ya era previsto por algunos estudiosos a fines de la década pasada, cuando afirmaban que "La humanidad se encamina hacia un mundo de urbanización generalizada. No solo porque los datos indican que la mayoría de la población del planeta vivirá en áreas urbanas a principios del siglo XXI, sino porque las áreas rurales formarán parte del sistema de relaciones económicas, políticas, culturales y de comunicación organizado a partir de los centros urbanos" (Borja y Castells, 1997:11).

Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), actualmente, los países de América Latina y el Caribe están sumamente urbanizados y lo estarán mucho más en el futuro. En México esto es evidente: la población urbana del país pasó de ser el 64.9 por ciento en 1980 al 71.4 por ciento en 1990 y para el censo del 2000, era el 74.6 por ciento[3]. Igualmente es posible observar como centros de población, de dos o más municipios están formando o tienden a formar una continuidad física y demográfica; en otros casos el crecimiento de una sola ciudad ha aumentado hasta alcanzar físicamente a otras u otros núcleos urbanos, procesos todos que están desafiando las convencionales definiciones de urbano, suburbano, exurbano, periurbano, conurbano, no urbano, rurbano, rural.

Tal es el caso de El Tephé, la zona estudiada, donde inicialmente es considerada como una localidad rural con población indígena, pero que espacialmente está integrada a otras localidades también rurales, unidas a su vez a la cabecera municipal por el crecimiento urbano de las últimas décadas.

Si nos ceñimos entonces a los conceptos tradicionales, El Tephé, Dios Padre, Humedades estarían considerados como la zona periurbana de Ixmiquilpan, utilizando literalmente la definición del término periurbano que significa "alrededor de los bordes o de la periferia de una ciudad", que también incluye los nombres ciudad del borde, ciudad de chabola, favela, establecimiento ilegal, establecimiento informal, término que se puede utilizar para describir a personas en las periferias o los bordes de las zonas oficiales usual y reconocidas de la ciudad (Saniplan, 2000). Pero que no estaría muy apropiado, pues no han sido asentamientos que surgieran posteriormente a la ciudad como lugares conformados por el crecimiento de su población, que solo encuentran espacio en la periferia.

Quizás el término conurbado se acerque un poco más, teniendo en cuenta la definición como el proceso urbano de unión geográfica de dos o más ciudades. Este ocurre por el crecimiento de una sola ciudad hasta alcanzar físicamente a otras o bien por el crecimiento de dos o más núcleos urbanos hasta que se alcanzan entre sí (Universum, 2000). Aquí se trata de una ciudad (Ixmiquilpan[4]) y unos centros urbanos de poblaciones que en su crecimiento se han extendido hasta unirse, presentándose una continuidad construida.

Con respecto a los conceptos de urbano y rural, existen diferentes tipos de definiciones que pueden ser objetivas y teóricas. Sin embargo ha resultado muy eficiente a nivel práctico las que se utilizan en los censos, que determinan la existencia de cierto número mínimo de población a partir de la cual una aglomeración se convertiría en urbana, mientras que todas aquellas entidades que no alcanzasen dicho monto pasarían a engrosar el conjunto de población rural. (Barros, 1999). En el caso que atañe, la cuestión se complica, cuando a pesar de cumplir las condiciones que hacen rural la localidad, además de su unión física asume características urbanas de la ciudad a la que se anexa (que en este caso podría ser como algunos investigadores urbanos han llamado rururbana), como a otros centros urbanos que han sido conocidos por los habitantes que han tenido la experiencia migratoria.

Hablar de la globalización de la economía, nos remite a un sinfín de acciones que operando, han llevado a la transformación de las estructuras espaciales y sociales en las diferentes regiones y países del mundo. La internacionalización, el mercado libre, el ascenso de las actividades terciarias, la reestructuración de las anteriores formas de organización del trabajo basada en un modelo flexible de relaciones laborales, la contracción del Estado en la participación de las políticas económicas y la intensificación de la migración, hacen que debamos pensar nuestras sociedades y nuestros territorios de una manera cambiante.

El modelo económico fundamentado en la acumulación de capital y la ganancia, ha propiciado una cada vez mayor concentración de riqueza y empobrecimiento de la población.

En el campo, las políticas de reducción de la inversión para el desarrollo y la apertura de las fronteras del país a la importación libre de productos agrícolas, han incrementado el desempleo crónico, al tiempo que han creado la demanda de trabajo barato en las regiones donde se desarrollan cultivos comerciales, basados en fuertes inversiones. Todos estos factores impulsan a la población tanto rural como a la urbana más pauperizada a salir de sus lugares de origen en busca de mejores oportunidades, a regiones con mayor desarrollo, aumentado así mucho más el proceso de urbanización.

En México como menciona el Consejo Nacional de Población "la orientación exportadora del nuevo modelo de desarrollo está generando estados, regiones, sectores de actividad y grupos sociales 'ganadores' y 'perdedores' (CONAPO, 1999: 40) dependiendo de su habilidad para que a través de sus actividades productivas eviten la contracción de la oferta de empleo y demás aspectos que inciden en el deterioro de las condiciones de vida de la población y por ende, ver la migración como una opción.

Como lo han indicado las fuentes, en México el boom de la explosión demográfica de la segunda mitad del siglo XX y la desigualdad en las inversiones de las regiones, influyeron notoriamente en la tendencia a la migración tanto interna como internacional. El torrente de población dejaba un agro empobrecido y se dirigía en dirección a las ciudades en vías de industrialización y desarrollo, como la capital del país, Guadalajara, Monterrey y las ciudades de frontera como Ciudad Juárez y Tijuana, estas últimas como opción para el paso hacia la gran potencia del norte.

La participación indígena en estas corrientes migratorias estaba presente pero no era significativa; las ocupaciones que dejaba la población mestiza rural eran ahora para los indígenas, por lo que estos no migraron en los cincuenta y sesenta en la misma proporción que la población no india. (Nolasco, 1995; Alvarez, 1995; CNDH, 1999; entre otros).

Definitivamente el proceso de migración en tiempos de la globalización económica ha variado sus características, siendo principalmente un movimiento de fuerza de trabajo en la que la población femenina e indígena resulta muy importante.

La zona de estudio: El Tephé

Expuesto de manera sucinta los dos factores más importantes que han influido de manera decisiva en la transformación, las nuevas pautas de concepción, construcción, uso del espacio doméstico y organización interna de la vivienda específica de la comunidad otomí de la localidad de El Tephé (migración y urbanización incontrolada), se hará la caracterización de la zona de estudio, del proceso migratorio de la población que da origen a las particularidades de este tipo de vivienda: una vivienda perteneciente a un grupo indígena, pero con referentes urbanos transnacionales.

La localidad, el municipio, el estado, el país:

La vivienda que se presenta en este trabajo es la producida en El Tephé, la localidad principal del municipio de Ixmiquilpan ubicada al sureste del estado de Hidalgo, en lo que se conoce como el Valle del Mezquital, en la república mexicana (figuras 1a y 1b).

 
Figura 1a. Localización geográfica.

 

Figura 1b.
Fuente: INEGI 1995.

La cabecera municipal es Ixmiquilpan, con sus 30.831 habitantes se ha ido uniendo con las poblaciones aledañas formando prácticamente una sola mancha urbana que suma 41.329 habitantes; son ellas Taxadho, Cañada Chica, San Salvador, El Tephé, Humedades, Dios Padre, Panales, Maguey Blanco y Pueblo Nuevo.

La población total de la localidad de El Tephé es de 2.172 habitantes y está incluida por el Instituto Nacional Indigenista como una comunidad indígena, de la etnia otomí, que corresponde al 7.31 por ciento de la población indígena del municipio. En la localidad el 51.2 por ciento son hablantes de la lengua indígena y el 2.2 por ciento son monolingües.

De acuerdo a la ocupación territorial, se puede decir que se trata de un asentamiento de característica urbana invariable, es decir, una pequeña concentración de población consolidada y estabilizada en algún punto de su desarrollo, cuya transformación en el tiempo es poca. Está compuesto por tres partes diferenciadas: un núcleo o "casco" urbano determinado por la Iglesia, el Panteón, la Plaza Cívica, la Cancha de Baloncesto, el Edificio Delegacional y algunas viviendas entorno; una serie de locales comerciales, los establecimientos educativos y de salud, localizadas en forma lineal en los márgenes de la carretera y una zona de viviendas dispersas del lado sur, que llegan a las faldas del cerro que da nombre a la localidad.

La forma de tenencia de la tierra es de propiedad social bajo la figura de comunidad agraria, en la que a cada familia le corresponde un predio.

Las actividades productivas abocadas a los servicios recreativos y de turismo con base en dos balnearios, han sido importantes en los últimos años. Sin embargo, la actividad principal a la que se dedican los habitantes es a la agricultura, con la siembra del maíz y la alfalfa básicamente y a las hortalizas y frutas de temporada como el higo y la granada.

La ganadería es poca, casi para el consumo familiar; las familias poseen algunas vacas, borregos y chivos.

La comunidad indígena otomí de El Tephé es particularmente especial, por ser pionera en la construcción de balnearios en la región. Este nuevo elemento que aparece en la vida de la comunidad, altera los patrones tradicionales de convivencia, de solidaridad y trabajo en grupo, que se refleja en el desarrollo del pueblo y al parecer es un factor de influencia en la migración de sus habitantes. El balneario generó un conflicto por el control y poder económico que representa y dividió la comunidad desde la década del 80 hasta la fecha.

Parece ser que el efecto más significativo del conflicto ha sido la ruptura de la vida comunitaria y la pérdida de la cohesión, propias de las culturas indígenas y que se manifiesta en diferentes aspectos de la vida cotidiana. Así por ejemplo, muchas de sus características étnicas como las formas de gobierno, la organización social, creencias, fiestas y algunos aspectos culturales que tienen que ver con las formas de relación, de solidaridad, reciprocidad, de confianza, lazos de parentesco, todo aquello que a lo largo de la historia ha sido trasmitido entre generaciones para perpetuar su condición de otomí, se han visto modificadas.

Algunos símbolos étnicos que identifican y distinguen a la cultura otomí entre otros grupos sociales, ya no son manifestados por la población de El Tephé; tal es el caso de la indumentaria, las artesanías y la vivienda[5].

El Tephé y la migración:

En el Estado de Hidalgo la migración a Estados Unidos comienza a darse a partir de 1930, momento en el que coinciden una condición económica y social de México que generó amplios contingentes de origen rural y con una alta demanda de mano de obra en los estados del sureste norteamericano.

Entre las principales causas que motivaron la emigración de población del estado son el bajo ingreso, subempleo, insatisfacción en el trabajo, así como aspiraciones educacionales (Alvarez, 1995:246), sin olvidar la baja productividad de la tierra característica de la parte en que se encuentran el Valle del Mezquital, asiento del municipio y de la localidad de estudio.

La migración de los habitantes del Mezquital se dirigía preferentemente a Pachuca, la capital del estado, a la ciudad de México y en menor grado hacia Tula y Ciudad Sahagún en Hidalgo, pero al no existir la suficiente capacidad para sufragar la necesidad de trabajo, renuevan la posibilidad de emigrar al norte.

En la localidad de El Tephé[6] la migración internacional se dirige exclusivamente hacia los Estados Unidos, predominantemente a los estados de California, Georgia y La Florida, en las ciudades de Oakland, Atlanta y Cleanwater. Se inicia a partir de la década de los ochenta, aunque se tiene registro de un hombre que salió en los cincuenta enganchado con el programa de braceros; pese a que se estableció allá, contribuyó a establecer la red social que ha permitido la migración actual. Las fechas en que se reconoce el inicio de la migración y el momento en que se presenta el conflicto que divide a la comunidad por el balneario, coinciden, por lo que se cree existe una estrecha relación.

Actualmente es propio de la comunidad la emigración de una población joven, entre los 15 y los 30 años, tanto femenina como masculina y laboralmente activa, mientras que los adultos y adultos mayores permanecen en la localidad, a diferencia de otras localidades del municipio en donde también se da migración y se van en todo tipo de edad, quedándose tan solo en las comunidades las autoridades y las mujeres ancianas.

Entre las causas que el Instituto Nacional Indigenista menciona son las que inducen la migración en las comunidades otomí, se encuentran la baja productividad de la tierra, los tiempos muertos en el ciclo agrícola, la asignación de terrenos a colonos mestizos (Sedesol, 2000). Dichas causas son aplicables para la localidad de estudio, sin embargo causas como las que Alvarez o Nolasco generalizan para los migrantes indígenas del Valle del Mezquital en cuanto a carencia de empleos rurales y/o expectativas de trabajo y alternativas de educación son relativas, por cuanto entre los dos balnearios se han creado opciones de trabajo directo para los miembros de la comunidad, remunerados y con muchos estímulo monetarios y no monetarios (como las despensas mensuales, regalos y festejos, etc.); y trabajo indirecto como todos los servicios adicionales para el turismo. En comparación con las localidades vecinas se ve mayor infraestructura, mayor dotación de servicios, teniendo presente que el municipio es poco lo que ha invertido en El Tephé. De igual manera, en la localidad la oferta educativa es buena y llega hasta el bachillerato tecnológico[7].

Como la emigración en esta zona es indocumentada, los pone en una posición vulnerable en la que se ven obligados a aceptar trabajos en labores agrícolas y construcción para los hombres y en el servicio doméstico para las mujeres, oficios que requieren demasiado esfuerzo físico, son inestables y remunerados injustamente, viéndose forzados a desarrollar estrategias para poder generar ahorro.

Otra de las características es que es una migración temporal y en cadena, en la que el grueso de la población va y vuelve varias.

Al ser la migración el proceso mediante el cual la población busca mejorar sus condiciones de vida, el rol de las remesas en dicho proceso es muy importante, ya que además de la adquisición del dinero en sí, el envío periódico de dinero a sus familias es una manera en que procuran mantener una relación más o menos continua con sus lugares de origen (Nolasco, 1995:138). Las remesas que se envían a las personas de la localidad son predominantemente de tipo familiar, aunque también son importantes los ahorros que hacen personalmente en Estados Unidos, como aquellos que se realizan a través de terceras personas en México.

El dinero que es enviado, tiene como objetivo el mantenimiento de las familias, pero en esta localidad se da una pequeña diferencia entre los emigrantes que pertenecen a cada uno de los grupos en que se dividió la comunidad. Para uno de los grupos, la prioridad de la remesa es el consumo básico ya que para ellos los problemas de subsistencia permanecen[8], mientras que para el grupo cuyo balneario es más antiguo[9]el destino predominante de las remesas era la construcción y/o mejoramiento de sus viviendas.

La vivienda

La vivienda tradicional es el resultado de la convergencia de diferentes épocas, estilos e influencias en determinados lugares, que se convierte en expresión cultural e identitaria.

En el caso de los grupos indígenas otomí, la vivienda típica había significado durante mucho tiempo un soporte fundamental de los rasgos característicos que conforman su identidad cultural.

A lo largo de los siglos, este grupo supo aprovechar sabiamente lo que su entorno natural y adverso le ofrecía para desarrollar su refugio, dando origen a la singular vivienda del maguey[10]; No es gratuito que el maguey blanco y la lechuguilla, símbolos de toda la región, derivaran el nombre a la comunidad estudiada: El Tephé, que en lengua náhuatl quiere decir "cerro donde se da la lechuguilla".

Las Relaciones describen las viviendas originales de los otomíes como de baja calidad, pequeñas y de poca altura, de planta rectangular, estrechas, de paredes y techos hechos en pencas de maguey (Carrasco, 1979: 88).

La vivienda del maguey constituía un ejemplo de superposiciones culturales, entre las formas prehispánicas de la vivienda en las culturas locales recientes, sin embargo la virtual extinción de la planta, junto con influencias externas (de tipo económico y sociocultural) han llevado a la casi total desaparición de este tipo de vivienda. Como afirma Hernández. "Las trasformaciones ocurridas en los últimos años en la cultura otomí del Valle del Mezquital, van en sentido negativo y no saben ofrecer alternativas válidas para sustituir aquello que está prácticamente en peligro de perderse. La vivienda de maguey, única en el mundo, fue posible gracias al conocimiento milenario del árbol de las maravillas" (Hernández, 1987:381).

Del maguey al cemento y al vidrio oscuro

La vivienda típica del maguey estaba conformada por dos o tres construcciones no muy grandes, casi independientes entre sí destinadas una a dormitorios y la otra para cocinar. La áreas variaban entre 10 y 25 metros cuadrados. Los muros de las construcciones destinadas como dormitorios eran realizadas en piedra caliza y cubiertas con las pencas del maguey (figura 2), en tanto que las construcciones para cocina era totalmente realizada con el maguey. Las cubiertas eran en su mayoría elaboradas a dos aguas, aunque otras viviendas tenían techos a una sola agua. La altura como en las viviendas prehispánicas era poca, con una sola puerta y sin ventanas.

 
Figura 2. Vivienda típica del Maguey.
Fuente: López, 1987
.

Las viviendas se ubicaban dentro de un solar delimitado por magueyes, órganos y tenían un área destinado al trabajo del ayate junto al cual se encontraba un corral para los animales domésticos (ovejas y chivos principalmente) (figura 3).

 
Figura 3. Planta vivienda del maguey.
Fuente: López, 1987.

El mobiliario de la casa típica estaba compuesto por una cama para las parejas y petates para los demás miembros de la familia, sillas, una pequeña mesa, un arcón para guardar ropa y en los muros se colgaban otras pertenencias. Siempre existía un rincón o nicho a modo de altar para colocar las imágenes de los santos. En la cocina se usaba una mesa de madera, una hornilla, algún trastero y diferentes ganchos para colocar los utensilios y el típico acocote[11](Hernández, 1987: 392).

Moya por su parte habla de tres tipos de viviendas otomíes: un primer grupo, en el que las viviendas estaban totalmente construidas con las pencas de maguey incluyendo paredes y techo. Un segundo grupo en el que las construcciones eran en bahareque las paredes y el techo con palma y el maguey era solo utilizado para las cumbreras. El tercer grupo lo forman las viviendas con paredes en adobe o piedra y techos en palma o pencas de maguey (Moya, 1982: 161) (figura 4).

 
Figura 4. Sistema constructivo de la vivienda del maguey.
Fuente: Prieto, 1994.

Recientemente las transformaciones ocurridas en la cultura otomí del Valle del Mezquital, ha llevado al desmembramiento de las ricas y variadas tradiciones culturales que se ve reflejado -entre otras muchas cosas- en la vivienda. Procesos como la migración y las nuevas actividades económicas realizadas en la región, han alterado la vivienda tradicional tanto conceptualmente, como morfológica y tecnológicamente, así como en el uso de los espacios.

Las transformaciones que la vivienda otomí presenta actualmente tienen que ver con tres aspectos básicamente: por un lado está el influjo de las culturales dominantes penetrado indirectamente por los medios de comunicación, y directamente por la cercanía con los centros urbanos como Ixmiquilpan, Pachuca y la Ciudad de México y el contacto directo con la cultura estadounidense a través de la experiencia migratoria. El segundo aspecto tiene que ver con el auge de los materiales industrializados, más abundantes y hasta cierto modo más fáciles de adquirir y de emplear. El tercer aspecto es el deterioro de los recursos naturales con que contaban anteriormente para la construcción de la vivienda, y con él la pérdida del conocimiento de las técnicas y procesos ancestrales.

Para conocer en detalle sobre cual ha sido el resultado de dichas transformaciones, a continuación se explicará la vivienda a través de los elementos que permiten definir su identidad arquitectónica, esto es: a) las características organizativas, dentro de las que se estudia la disposición de las partes o componentes de la vivienda, el número de edificaciones que la conforman, el número de espacios de cada edificación y sus relaciones; b) las características formales, que tiene que ver con el contorno de la edificación, su volumen y planta y los aspectos decorativos; c) las características constructivas, estudiando los materiales, la técnica de elaboración de las partes de cada edificio.

La actual vivienda otomí en El Tephé

Dentro de las características organizativas, en El Tephé las viviendas presentan una imagen completamente diferente a las típicas casas de esta comunidad indígena. Las dos o tres construcciones que anteriormente conformaban la unidad de vivienda, ahora es reemplazada por una sola construcción que sigue siendo generalmente de una planta y la cual alberga todos los espacios.

La planta anteriormente rectangular, en la vivienda actual puede ser cuadrada, rectangular o irregular.

Además de los espacios tradicionales de dormitorios y cocina, aparecen nuevos espacios como la sala, el estar de televisión y el estudio. La cocina que durante mucho tiempo fue una construcción independiente en la que generalmente se realizaban las dos actividades de cocinar y comer, ahora está completamente integrada con el comedor en lo que suelen llamar "cocina tipo americano", es decir sin muro divisorio y con una barra que usan como "desayunador". Algunas casas poseen en la parte lateral un espacio cubierto o descubierto pero con piso acabado, para uno o dos vehículos, espacio análogo a la "cochera" americana. Los baños están al interior d la vivienda y son de grandes dimensiones, donde la disposición y los aparatos mismos son al estilo de las viviendas estadounidenses que conocieron. (figura 5).

 
Figura 5. Planta de vivienda actual construida por migrantes.
Fuente: OLRA, 2002.

La dimensión de las viviendas ha aumentado sustancialmente respecto a la de la vivienda tradicional, encontrándose viviendas de 150 a 250 metros cuadrados; esto reduce los predios por lo que eliminan las huertas o corrales para animales. Estos en los casos en que todavía existen, son levantados a cierta distancia de la vivienda, pero en predios comunales.

Nuevo equipamiento aparece en esta vivienda: el horno microondas, equipos de sonido, de televisión, de cine, closets, tinas, jacuzzi, etc.

Como características morfológicas se puede observar que la forma de la vivienda que se realiza recientemente, también dista mucho de la vivienda propia de la etnia y de la región. (figura 6)

 
Figura 6. Nuevas formas en la construcción de las viviendas.
Fuente: OLRA, 2002.

Aunque la vivienda es un solo volumen, este no es una forma pura, sino que se destacan partes que sobresalen, que están retraídas, con formas redondeadas (especie de ábsides). Aunque lo que predomina son las viviendas de un piso, también se encuentran de dos pisos y en ellas es posible encontrar balcones y voladizos.

Un rasgo muy notorio es el tratamiento que le dan a las cubiertas. Hechas en placas de concreto muy delgadas, son inclinadas, a veces a un agua (en direcciones diferentes dependiendo de la parte de volumen que cubre), otras veces a dos, otras a cuatro y hasta más. Las que poseen la cubierta plana en general es porque el propietario espera adquirir más dinero para ampliar hacia un segundo piso.

Las pequeñas puertas de acceso a las viviendas características de la vivienda del maguey, ahora son sustituidas por grandes portones muy elaborados; los antiguos espacios interiores oscuros son reemplazados por enormes ventanas de formas variadas (redondeadas en las esquinas, con arco de medio punto, horizontales, oblongas, etc.)

Aparecen elementos utilizados como decorativos y considerados de prestigio en la región, como columnas en la fachada y chimeneas[12].

Aunque muchas de las viviendas no han llegado a su finalización, son pocas las que tienen color; en este caso es aplicado un color diferente para la fachada y otro para las cubiertas.

Elementos que se destacan en este nuevo paisaje construido son las antenas parabólicas[13].

Las bardas delimitadoras de los predios antes elaboradas con los órganos y que también eran ornamentales, ahora aunque existen, son reemplazadas por bardas de concreto y rejas metálicas.

Dentro de las características constructivas se aprecia que los materiales tradicionales como el adobe, el bahareque, la palma y sobre todo el maguey han sido sustituidos por materiales más modernos como el bloque de cemento, el hierro, el aluminio y el vidrio oscuro.

La construcción de muros siempre cuenta con el bloque de cemento hueco, que en muchas de las viviendas queda durante un tiempo a la vista. De acuerdo a las posibilidades económicas del propietario, se cubre las paredes con una mezcla de mortero y quienes más pueden, le aplican color. Las puertas se realizan con materiales como la madera, el vidrio y el aluminio. Las ventanas son de cristales oscuros, con perfilería en aluminio dorada.

Los pisos son de concreto y el acabado final, como en el caso de las paredes también depende de los recursos del dueño. Muchas se encuentran aún con el cemento afinado, pero otras viviendas tienen baldosas cerámicas, mármol, madera. Los baños tienen los muros enchapados en baldosa cerámica y tiene divisiones acrílicas o en cristal.

Las cubiertas son placas de concreto macizas, con espesores no mayores de 20 centímetros. (figura 7)

 
Figura 7. Vivienda actual de migrantes en El Tephé.
Fuente: OLRA, 2002.

Definitivamente la experiencia migratoria incide en la forma en que los habitantes de El Tephé y otras poblaciones de la región asumen su vivienda, pues aunque conservan rasgos de su cultura, es imposible no dejarse permear por todo lo que viven y aprenden en el país más desarrollado. Un testimonio de una de las migrantes entrevistadas durante la investigación dice:

"Nosotros aprendemos las costumbres y un poquito el modo de vivir y el uso de las cosas. Antes todos comíamos allá [en la cocina] ahora ya compramos esto [el comedor], entonces ya cambiamos. Ahora ya para ver la tele te sientas en la sala, en cada cuarto, yo por ejemplo les voy a poner su tele en cada cuarto, ya son cosas que antes no se tenían.

Como yo iba a limpiar casas, vi muchas cocinas diferentes y de ahí aprendí: las cocinas son descubiertas. Al maestro yo le di la idea y además el folleto porque traemos revistas. Inclusive el señor que vino [a hacer la cocina] también me trajo fotos, le digo no. Yo no quiero así.

Este baño también es de allá. Y ese baño está chiquito a comparación de los que yo vi allá. Inclusive la sala también, hicimos esas modificaciones porque he visto como está allá la chimenea. Las cortinas también van a ser igual a las que están allá. Traemos el modelo y las mandamos hacer. Los closets los hicimos también, apenas ayer terminamos, son también casi de allá, no más que no los hicimos muy bien porque ya lo económico se va acabando" (El Tephé, Agosto del 2002).

Reflexiones finales

Como se puede apreciar, de la vivienda típica otomí del Valle del Mezquital, en El Tephé solo nos queda su recuerdo.

La fisonomía de las viviendas y el uso de los espacios que se hacen recientemente en el pueblo, tiene que ver mucho con la influencia que reciben los migrantes en su contacto con las construcciones y formas de vida de las ciudades a donde llegan a vivir.

La vivienda rural e indígena que se caracterizaba por ser el resultado de conjugar los materiales que le brindaba la naturaleza, con un criterio estético y de confort ambiental, producto del conocimiento y herencia cultural, hoy en El Tephé es en muchos casos el resultado de la consulta de arquitectos que desde escritorios venden un plano, sin tener en cuenta aspectos como el clima, la localización, las características de la familia que la habitará, la importación de materiales, etc.

Existen varios casos en que las viviendas de los emigrantes son diseñadas a distancia, encargadas a miembros de la familia que dirigen el proceso de construcción y la distribución de las remesas, que el propietario solo conoce tan pronto como llega a la localidad.

Además del cambio en los sistemas constructivos y en la morfología de la vivienda, la concepción y uso del espacio es diferente. Se replican las formas, cantidad, tamaño, decoración y uso de los espacios de las viviendas que han visto mientras trabajan o viven y a su vez son imitadas por otras personas del pueblo que van viendo como los emigrantes construyen. No importa el clima, ni si la adquisición de los materiales sea difícil y costosa y no sea la adecuada para lograr el confort bioclimático, solo parece importar hacer sus viviendas lo más parecido a las de Estados Unidos.

Por otro lado, también se pudo corroborar lo que fuentes como el Consejo Nacional de Población (CONAPO), el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) o la Secretaría de Gobernación (Hernández, 2001; Robles, 2001) mencionan sobre el destino de las remesas, en que en primer lugar están dirigidas para el gasto familiar y en segundo lugar, para diversas acciones en torno a la vivienda.
 

Notas

[1] La realización de este trabajo, fue posible con información levantada para la investigación: Migración, Remesas y Estrategias de la Mujer en una Comunidad Indígena de Hidalgo: Familias Otomí de El Tephé elaborada por la autora.
 
[2] Maestra en Arquitectura y estudiante del Doctorado en Estudios Urbanos en la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco. Becaria de Investigación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) sede México.
 
[3] Según CONAPO (Consejo Nacional de Población), la población total de la república en 1980 era de 66.846.800 habitantes, de los cuales 43.383.573 eran urbanos y 23.463.227 rurales. Para el Censo de 1990, la población total llegó a los 81.249.600 habitantes con 58.012.214 habitantes urbanos y 23.237.386 rurales. En el Censo del 2000 la población total fue de 97.483.412 habitantes, con 72.759.822 urbanos y 24.723.590 rurales. Fuente: Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática INEGI. XII Censo General de Población y Vivienda 2000.
 
[4] Considerando la categoría de ciudad por el número de habitantes superior a los 30.000 habitantes; la densidad de población 140 Hab/Km2; la morfología; la actividad económica, etc.
 
[5] En el primer caso, en general visten ropa comercial y hasta es posible ver bastantes personas usando tenis de marca extranjera. En el caso de la vivienda como se verá más adelante, morfológica y tecnológicamente difieren de la vivienda tradicional otomí. Por último, en cuanto a artesanías, ya en la comunidad nadie se dedica al trabajo del ayate que era tradicional en la comunidad, por dedicarse unos a laborar directamente en los balnearios y otros a trabajar informalmente en la venta de comida y otros artículos para el turista.
 
[6] De acuerdo a los testimonios de las personas entrevistadas para la investigación.
 
[7] Además parece ser que en ninguno de los casos de jóvenes que emigraron a Estados Unidos lo hicieron con el objetivo fue estudiar, como si obtener dinero para poder darse la satisfacción que brinda el tener ciertos bienes materiales que los padres no les pudieron ofrecer en su comunidad.
 
[8] El balneario que pertenece a este grupo es de fecha reciente, con lo cual los ingresos recibidos solamente alcanzan para cubrir el crédito que recibieron para la construcción, mantenimiento y su ampliación. Entonces la oferta de trabajo del balneario no es suficiente y deben sobrevivir con lo poco que producen y mercadean de sus milpas. A esto se le añade el que tengan que asumir de manera individual los gastos médicos, de educación, muerte.
 
[9] A este grupo pertenece el primer balneario que data del 80 y en los últimos 10 años de funcionamiento ha arrojado cuantiosas ganancias con lo que, además de trabajo remunerado para sus socios, el balneario está sufragando los gastos básicos de alimentación con la despensa mensual (consistente en todos los alimentos de la canasta básica), de servicio médico, ayudas para educación (becas) y alguna dotación de enseres para las viviendas (regalo de neveras en navidad, de estufas el día de la madre, etc.).
 
[10] Posible por la abundancia de cultivos de maguey, así como la presencia en este paisaje árido de arbustos espinosos, cardón, biznaga, el órgano, nopales propios de la región del Valle del Mezquital.
 
[11] Acocote (del aztequismo acocotli). En México, variedad de la calabaza común, indígena del país, conocida también por alacate. Fruto de esta planta, alargado a veces hasta como de un metro y que, agujereado por ambos extremos, se usa a manera de pipeta de laboratorio, para extraer por succión el aguamiel del tallo de maguey (López, 1987:397).
 
[12] Ninguno de estos dos elementos tienen tradición en la región. Las chimeneas por el clima nunca existieron.
 
[13] En una comunidad cercana, se llega a encontrar viviendas con puertas de garaje eléctricas.
 

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Ficha bibliográfica:
RODRÍGUEZ, O. L. Del Maguey al concreto: migración y transición de la vivienda Otomí. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2003, vol. VII, núm. 146(063). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146(063).htm> [ISSN: 1138-9788]

 
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