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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VII, núm. 146(102), 1 de agosto de 2003

LOS JÓVENES EN LA ENCRUCIJADA

Jesús Soto Velloso
Universidad de Cantabria, España


Los jóvenes en la encrucijada (Resumen)

Las actuales condiciones a partir de las cuales la juventud urbana se ve obligada a incorporarse a la vida adulta y a la cultura de mercado serán analizadas en el siguiente ensayo. Graves problemas laborales y de vivienda, que pueden llevar a la explotación y/o a la exclusión del frágil segmento social que representa la juventud. Esto, unido a la importante crisis humana, morfológica, económica y política que atraviesan nuestras ciudades, configura un panorama poco alentador para el desarrollo vital de cualquier individuo. El texto se completa con una breve descripción de la evolución de la actividad humana de habitar viviendas y con una somera exposición de algunas políticas (públicas y privadas) históricas de lucha contra la marginalidad social y juvenil. Además, la imaginación será invocada para afrontar el tema de la vivienda a través de una propuesta alternativa.

Palabras clave: juventud, mercado, suelo urbano.

The young in the crossroads (Abstract)

Urban youth is being forced to incorporate to adult way of life and market culture under today´s conditions that will be analized in this essay. Serious labour and housing problems that are able to lead them (as a fragile social portion) to explotation and/or exclusion. This must be added to the human, morphological, economical and political crisis that our towns and cities are passing by to form a disliked environment for any personal development. The text is completed with a short description of the evolution of humans as housing habitants and with a brief show of some public and private historical policies launched to fight social and youth marginality. Moreover, imagination will be placed to face the housing problems across an alternative proposal.

Key-words: Youth, market, urban ground.

Algunos sociólogos comparan el ser joven con un estado del espíritu, una mentalidad positiva y una peculiar sensibilidad (Aranguren 1982). No obstante, esta actitud se vuelve generalmente crítica contra los medios de socialización impuestos y contra el ideal de un "triunfo en la vida" basado en perpetuar la dualidad trabajo - consumismo. Otra energía vital es la que surge del individuo al contemplar el mundo que le rodea; entusiasmo al ver la obra de la naturaleza y sentirse rodeado de muchos otros semejantes, compartiendo todo un planeta. En este sentido, podemos afirmar que hay personas que siguen siendo jóvenes aún con el paso de muchos años de su vida.

La juventud denomina, más habitualmente, una etapa cronológica de la vida, de tránsito entre la primera edad (niñez y adolescencia) y la edad adulta. Para algunos, este es un periodo, sencillamente, de espera, derivado de una crisis afectiva post infantil y encaminado a la adopción de roles adultos. Tiempo en el que se ha de empezar a trabajar y se quieren hacer tantas cosas; en el que también se siente la falta de libertades y, a veces, nada parece servir para algo. Desde esta perspectiva, vemos como siempre habrá personas cuyo paso por la juventud sea breve; jóvenes prematuramente viejos que acepten sin cuestión un orden establecido y determinadas jerarquías de poder dentro de la sociedad.

Desde hace unas décadas, la juventud ha sido vista por la administración como un segmento de la población necesitado de amparo. Así, se pone de manifiesto su fragilidad social a la hora de encarar, fuera de la familia, problemas tales como el hambre, la droga, la delincuencia, el paro o la búsqueda de una vivienda. Estos problemas pueden dar lugar a la marginación de la gente joven y a su escepticismo político; exclusión social como resultado de una situación de pobreza (si trabajan tienen cierta capacidad de consumo, pero no un ahorro previo), desamparo, dependencia, falta de cauces para la expresión y el diálogo y ausencia de participación pública.

En general, las condiciones de vida de la gente joven se apoyan sobre tres dimensiones básicas (V.V.A.A., Bristol 1989) que son la socioeconómica (leyes del mercado laboral y de la vivienda), la espacial (en referencia a su movilidad) y la derivada de su condición de pertenencia a grupos, a una familia y a un hogar.

A partir de ahí, el tránsito hacia la vida adulta de los jóvenes se fundamenta, primero, en la necesidad de acceder al mercado de trabajo y ganar dinero. Este mercado se caracteriza en nuestros días por la falta de flexibilidad y de expectativas. Precariedad que afecta más a mujeres, por ser estas preferidas para ciertos trabajos con baja remuneración (restauración, ventas, limpieza...), e inmigrantes (más acostumbrados a las duras condiciones de trabajo en sus países de origen). Aún así, los altos índices de paro y las condiciones precarias actuales contrastan con el hecho de que la juventud, hoy, es la mejor formada de la historia. Por su parte, la idea de la contratación temporal no es mala en sí (excepto por el salario), para jóvenes sin ambiciones laborales o para romper la clausura de un trabajo de por vida, siempre y cuando exista la posibilidad de continuar trabajando en otra cosa una vez finalizado el contrato. De esta manera, vemos como la juventud estima ahora más la libertad de elegir trabajo y la posibilidad de cambiar de oficio. Otros jóvenes simplemente se niegan a trabajar, reivindicando su derecho a la pereza. Entonces, se dedican al comercio ilegal, la artesanía o la mendicidad artística.

El liberalismo económico, a su vez, propone a los jóvenes, como piedra fundamental para la creación de empleo y el acceso a la vivienda, la ruptura con la idea del trabajador asalariado y dependiente. Los anima a que sean capaces de crear su propia empresa o microempresa a partir de ayudas económicas e informaciones locales. Así, desde el conocimiento de la sociedad y de sus carencias es posible hacer dinero sirviéndola de una u otra forma.

En parte como respuesta a la carencia de empleo, en el contexto de la cultura juvenil vemos como se han formado, en las ciudades y también en el medio rural, verdaderos guetos culturales en cuanto a prácticas de ocio, inquietudes, ambiciones, etc.. Así, por ejemplo, los jóvenes suelen dar mayor importancia a su grupo de amigos que a su entorno familiar a la hora de encarar problemas, aunque las posibilidades de la familia sean mayores. El estilo de vida de parte de la juventud se caracteriza, además, por una tendencia contracultural, la apología de la libertad, el interés por la creación de foros y ambientes para el diálogo y la expresión, etc.. Otras muestras del carácter juvenil, que responden a las mismas problemáticas sociales, incluyen sus diversas prácticas de pasotismo, el desencanto, el recurso a la delincuencia y la violencia o un fundamentalismo vital festivo de fin de semana.

Por otra parte, actualmente nos encontramos con un sistema urbano supeditado casi por completo a la lógica del mercado. Este sistema ha tendido en los últimos años  a la formación de ciudades cada vez más grandes en las que encontramos mayores contrastes entre riqueza y pobreza. Destaca, por ejemplo, la poca flexibilidad del mercado de la vivienda, que no se ajusta en absoluto a la demanda ofreciendo, por ejemplo, viviendas de pequeñas dimensiones con alquileres baratos. También podríamos citar aquí las dificultades de los jóvenes para adquirir un vehículo, además de para afrontar todos los gastos asociados. Todo esto nos lleva a comprobar como han aumentado los movimientos migratorios interurbanos entre las poblaciones jóvenes, además de las ocupaciones y desobediencias. Muchos conflictos han sido reprimidos por las fuerzas del orden y acallados en gran medida desde los medios de comunicación.

Nos encontramos de nuevo con la necesidad de la participación juvenil y del reconocimiento de sus problemas más allá del simple, y generalmente fallido, paternalismo administrativo. La imaginación, la ruptura de barreras urbanas y la lucha contra el liberalismo y la explotación económica bien pudieran ser las claves de un necesario avance social. No debemos pasar por alto que un medio urbano abierto es, también, aquel en el que conviven, en un espacio reducido, vecinos pertenecientes a todos los segmentos de la sociedad. A su vez, el tamaño de una ciudad también tiene consecuencias sociológicas importantes, con respecto al control por parte del estado, a la potencialidad de la organización social y a ciertos fenómenos patológicos (mayores índices de criminalidad en ciudades mayores, etc.).

El incremento en la edad de emancipación de los jóvenes de sus hogares familiares está en relación directa con el fuerte descenso de la tasa de natalidad que se da actualmente en nuestra sociedad. Estos datos obedecen al hecho de la precariedad y la falta de expectativas y motivaciones laborales y de acceso a la vivienda que sufren los jóvenes, especialmente los que quieren salir del hogar familiar y buscan sus primeros empleos. Toda esta situación acrecienta la sensación de los jóvenes de desamparo, de formar parte de una sociedad individualista y mercantilizada, de vivir en una ciudad cansina, demasiado poco humana, llena de barreras y puertas cerradas.

La vivienda humana

Algunos autores (Pezeu-Massabuau 1988) plantean el surgimiento de la vivienda como la autoconstrucción por parte del hombre de una segunda vestimenta para protegerse de las condiciones físicas externas. Así, cuando el hombre abandona el nomadismo y la estancia en cuevas, comienza a buscar asentamientos propicios en cuanto a cercanía de fuentes de agua, de madera, de caza y la mayor productividad del suelo. También se primaban antiguamente ubicaciones estratégicas y defensivas, hasta en pisos o subterráneas (Matamata, Túnez). A su vez, las creencias religiosas y mitológicas se han reconocido (y aún hoy lo hacen en algunas culturas) como determinantes para la ubicación de residencias y templos, así como las orientaciones según la dirección de los vientos dominantes, la disposición del relieve circundante, etc..

Ya en los primeros tiempos de la vida humana sedentaria en comunidad (familiar primero, social y nuclear después) se establece en las viviendas una segregación interna en habitaciones. Las estancias significan un aislamiento teórico dentro de la casa, según usos, y marcan una cierta jerarquía estructural. La proxémica se ocupa del estudio del uso del espacio según el significado que los habitantes le dan, aún de manera inconsciente. Por otra parte, a partir del excedente agrario y ganadero, se empezaron a configurar redes de asentamientos humanos y relaciones comerciales cada vez más densas. Con el tiempo surgirá el concepto de vivienda – taller, que iguala el vivir con el alojar y el producir. También se empiezan a compatibilizar usos residenciales y sociabilidades no directamente económicas con el trabajo en despachos y almacenes situados en el hogar.

A partir de entonces, la arquitectura también será considerada como un arte (de esencia funcionalista), que en los primeros tiempos se apoyaba únicamente sobre los recursos naturales cercanos. En los últimos siglos hemos comprobado como un gran asentamiento humano aumenta enormemente su capacidad de atracción sobre cualquier recurso lejano demandado. Con esto, además, se expande la huella ecológica (impacto ambiental) que todos los núcleos de población dejan sobre el territorio, más allá de su espacio adyacente.

En cuanto a la ordenación urbanística, éste instrumento es relativamente reciente y su creación trajo consecuencias morfológicas y posibilitó mejoras en la habitabilidad de las viviendas. Su inexistencia originó hacia el Siglo XVI, por ejemplo, que los solares se edificaran completamente, con lo que los hogares no contaban con el aire ni la luz adecuadas. Los códigos modernos sólo permiten construir en una parte del solar, con lo que las casas y las calles ahora tienen más aire y luz. Sólo en parte es por esto que los precios de construcción y los alquileres hayan subido tanto.

La vivienda en nuestros días

Hoy en día, la ciudadanía española conciente puede y debe de considerar a la vivienda como una de las necesidades básicas de toda la población mundial, junto con el alimento, la vestimenta, la educación, la atención primaria a la salud y la posibilidad del disfrute de un medio saludable. La obtención racional de estos derechos pasa, principalmente, por la reivindicación social o por un giro político completo. Además, el acceso a una vivienda digna es un derecho reconocido por la Constitución española de 1978, al igual que el llamamiento a las autoridades para evitar la especulación y el aumento artificioso de su precio. De esta manera, se constata su condición de bien de uso y no de cambio, pese al importante aumento de la inversión capitalista en vivienda.

No obstante, no existe en España una normativa jurídica que desarrolle las benévolas directrices constitucionales sobre acceso a la vivienda. Así, las personas sin techo representan fracasos institucionales a gran escala. La vivienda se erige en elemento de integración social y urbana sin el cual pueden dispararse las crisis. Por eso es necesario un cambio y la asunción por parte de la administración de su papel. Además, el centralismo estatal nos muestra su ineficacia a la hora de afrontar las políticas sectoriales urbanas y la prestación de determinados servicios públicos. Esta lejanía física y la opacidad institucional da lugar, consecuentemente, a un descenso del poder democrático y reivindicativo de la población.

Así, el mercado de la vivienda no obedece a un liberalismo económico puro por la ilegalidad que representa la edificación en suelo no urbanizable o la ruptura con ciertas tendencias arquitectónicas determinadas según áreas. Mercado menos libre, si cabe, al comprobar la total preponderancia de una oferta dirigida y parcial sobre la acallada voz de la demanda. En un mercado que se denomine libre son ambas, la oferta y la demanda, las que deben ajustarse, a partir de la transparencia, la información y la libre opción. Lo cierto es que hoy el mercado de la vivienda, al igual que el laboral, no ofrece posibilidades viables de promoción ni verdaderas posibilidades de elegir casa de acuerdo con las capacidades adquisitivas del 80 por ciento de la población española. Si a esto añadimos la falta de fondos y, lo que es más grave, de ideas por parte de la administración tendremos una idea de la situación que estamos atravesando.

Grave desde el punto de vista de cualquier habitante del estado español que desee o necesite iniciar una vida independiente con unas expectativas determinadas, aunque el caso griego de permanencia en el hogar familiar hasta el matrimonio es un claro ejemplo de determinante cultural a la emancipación juvenil. Grave situación la que se vive en las grandes barriadas de emigración de tantas ciudades, carentes de los servicios más básicos. Muy grave problema a los ojos de todos los jóvenes (y no tan jóvenes) que se ven obligados a dormir al aire libre noche tras noche, expuestos a la intemperie o al incierto comportamiento de otros semejantes, totalmente ignorados por algún sistema político.

La lucha por una serie de objetivos justos tiene necesariamente que apoyarse en unos métodos correctos, basados en el análisis de la realidad, la crítica y la corrección por medio de la técnica. No podemos considerar como utópica o excesivamente paternalista la ayuda a quien tiene una necesidad, sino como la oportunidad de que esa persona, una vez solucionada su problemática, nos aporte algo que, seguro, necesitaremos (Marchioni 1987). Así, cualquier política de prestaciones sociales debe de estar encaminada a que la sociedad sea más humana, solidaria y participativa (democrática).

Vivienda y desarrollo urbano

Es un hecho que la falta de desarrollo espacial extensivo en cualquier ámbito humano da lugar al aumento de la presión demográfica y a la mayor centralidad económica sobre el espacio habitado (Vinuesa y Vidal 1991). Este aumento de la presión sobre el suelo (materia prima) nos evidencia su condición de bien escaso. De esta manera, la sociedad ha logrado, por una parte, precios extremos en las viviendas y, por otra, altos niveles de insalubridad y hacinamiento en muchas áreas urbanas. Así, la necesidad de vivienda es el principal factor desencadenante del crecimiento espacial en las ciudades. A pesar de ello, el surgimiento de zonas residenciales de calidad y menor densidad, con casas grandes, satisface principalmente a sectores sociales con rentas altas y capacidad de consumo e inversión.

Como vemos, la obtención de rentabilidad, por parte de determinados agentes, es el principio rector de la economía urbana. Esto se relaciona directamente con la afirmación de que la mayoría de los problemas urbanos en las sociedades occidentales tienen una raíz, ante todo, económica y política (Castells 1971). En concreto, el de la vivienda es un problema esencialmente económico, por el alto valor del suelo y el coste que tiene la construcción.

Básicamente, el mercado inmobiliario establece una serie de límites espaciales (que se transformarán en barreras urbanas) al enfrentar los precios del suelo y de la vivienda con las capacidades económicas de la población. Estos límites dan lugar a una segregación espacial según tipología y tamaño de la vivienda en relación al precio del suelo, la capacidad y el deseo de gasto, etc.. Ante este desarrollo mercantil, algunos ideólogos socialistas consideraron la necesidad de establecer una serie de mecanismos que garantizaran un desarrollo urbano armónico y humano, contrapuesto a los desequilibrios provocados social y espacialmente por el capitalismo. Para ello se proponen encauzar el crecimiento urbano sin negar la naturaleza circundante y atendiendo a la problemática relativa a la propiedad del suelo; problemática ya que su fin no es garantizar un mejor nivel de vida para todos los habitantes.

A su vez, la crítica marxista al urbanismo capitalista se centra en la falta de planeamiento (afirma que éste está dominado por la lógica de la renta urbana), en los altos costes sociales que se generan (vivienda, equipamientos y servicios), en el despilfarro de recursos, en la segregación y en el crecimiento acelerado. No obstante, Marx no estaba interesado en idear un modelo de ciudad; sencillamente pretendía proporcionar viviendas dignas a los trabajadores en base al igualitarismo y a la no segregación.

No obstante, la expansión progresiva de otra ideología en los últimos 100 años ha proyectado en la sociedad un individualismo que mina la solidaridad tradicional e impone una uniformidad (nos parecemos tanto unos a otros que no merece la pena el conocernos) (Vilagrasa 1997). Además, la generalización del vehículo privado tras las guerras mundiales ha traído importantes cambios morfológicos y desequilibrios a las ciudades, además de multiplicar por diez su extensión sobre todo a base de barriadas industriales mal articuladas y suburbios infraequipados. De esta manera, hemos comprobado como el automóvil particular, además de ser un gran consumidor de energía, acepta todo el espacio que se le quiera dedicar y aún pide más (O.N.U. 1972).

Según los liberalistas más radicales, la libre empresa es la única solución. Si algo sale mal se debe a la intervención del gobierno, por el control de los alquileres, los subsidios a la vivienda y otras formas de intervensionismo. Por su parte, los socialistas dogmáticos sostienen lo contrario. Mantienen que los capitalistas producen para su beneficio, no para el uso, que los alquileres son una explotación del trabajador, que todas las viviendas múltiples deberían nacionalizarse y toda construcción habría de ser planeada y llevada a cabo por los organismos públicos. En cualquier caso, nuestro sistema económico no ha logrado proporcionar una vivienda adecuada al alcance de la renta media. Este sistema mixto (aunque de naturaleza productivista) ha optado por otros caminos como la creación de cooperativas, el acceso a viviendas suministradas por los empleadores, la prestación bancaria para resolver los problemas de financiación, la exención de impuestos para ciertos colectivos o individuos, etc..

En las últimas décadas, hemos asistido a la emigración de mucha población rural a las ciudades por su naturaleza de lugares centrales, de reunión de gentes, generación de empleo, riqueza, arte y decisión política. También muchos de los inmigrantes que llegan a España suelen habitar en las ciudades por las, aparentemente, mejores posibilidades laborales que ofrecen estos medios, relacionadas con la terciarización social. Todo esto ha supuesto también la proliferación de barriadas sin urbanización ni servicios, incluso ilegales, sobre todo en las grandes ciudades.

Estos cambios sociales y económicos (nuevos comportamientos demográficos, nuevos tipos de familias, nuevos sectores predominantes de actividad, entrada de inmigrantes, etc.) que ocurren en nuestros días traen más desequilibrios que habrán de ser asimilados por el medio urbano. La lógica económica del crecimiento perpetuo de nuestros estados occidentales favorece la expansión urbana y económica aún con situaciones demográficas estacionarias o recesivas. De todos modos, para contestar a la pregunta de si las ciudades seguirán creciendo o se descentralizarán, la respuesta depende básicamente de la capacidad de los poderes locales para afrontar los actuales problemas urbanos.

Como ya señalamos, el derecho de propiedad sobre el suelo, su consideración como mercancía, es uno de los factores fundamentales en el proceso de producción de espacio urbano. Se trata de un bien privado y enajenable, escaso, caro, en el mercado, por estar sometido a presión, y capaz de alcanzar rápidas revalorizaciones, lo que favorece la especulación (Vinuesa y Vidal 1991). Además, comprobamos como el precio del suelo obedece a la relación oferta - demanda (sólo de manera condicionada), a ciertos aspectos coyunturales, a factores físicos y socio - urbanísticos y a condiciones topográficas y geotécnicas. Así, el debate sobre cómo dar valor al suelo da lugar a conflictos entre administración, propietarios, promotores inmobiliarios e intereses de la colectividad.

Las directrices de crecimiento urbano siguen además la evolución de los medios de comunicación y de transporte, en base al paso de suelo rústico a urbano, de manera que lo que era un elemento productivo pasa a ser soporte de actividades. La preparación del suelo para ser ocupado sucede a partir de la planificación y la urbanización, actuaciones que pueden llevar mucho tiempo. Posteriormente, los promotores prefieren no construir casas baratas, ya que las caras se venderán igual, y operan bajo pedido en base a la voluntad política de no favorecer demasiado crecimiento, que pudiera dar lugar a desajustes en el mercado del suelo, en la dotación de equipamientos y en la disposición física del nuevo espacio. Estos desajustes, efectivamente, hoy se dan.

La utilización del suelo y la evolución de la ciudad dependen de la normativa urbanística, de la propia estructura urbana y de la repercusión espacial de la lógica del sistema económico. Así, los agentes urbanos mayoristas quieren aprovechar las ventajas económicas de ciertos emplazamientos y espacios intersticiales para, a partir también de la inversión administrativa en infraestructuras, aumentar la rentabilidad del sistema libre de mercado. Además, los propietarios del suelo, que se suelen clasificar en grandes y pequeños, favorecen su escasez al retenerlo (sobre todo los pequeños) o buscan los aprovechamientos más rentables y nuevas plusvalías (siempre los grandes).

Hoy nos enfrentamos a dos problemas básicos: la falta de medios sociales para intervenir sobre el mercado de la vivienda y la definición y realización de una verdadera política urbana de la vivienda, a escala regional. Entonces, los objetivos primeros de los agentes sociales serían el aumento del control de la demanda pública sobre la vivienda, la generalización de programas de construcción de casas baratas y la movilización de toda la población afectada.

El derecho a la vivienda es igual al derecho a una ciudad abierta, justa y solidaria, hacia la cohabitación social y sin segregaciones espaciales o especializaciones extremas de usos. Así, hemos de concebir la existencia de casas en las que convivan y coexistan gentes de todas las clases y condiciones, capaces de desarrollar modos de vida útiles y sostenibles dentro del ambiente urbano. Por otro lado, parte de la juventud ha apostado por nuevas formas de vida en común y de contestación social, contrarias a los fines especuladores: comunas y asociacionismos que no siempre desdeñan los cauces políticos normales.

Planificación ante la problemática juvenil

Pasaremos ahora a citar algunos casos, experiencias históricas, de planificación regional, estatal y municipal para hacer frente a ciertas problemáticas juveniles en el seno de la Unión Europea, en la ciudad de Barcelona y en unos pocos países en desarrollo.

En Italia, a finales de los años 80, la UE se marcó como objetivo la creación de empleo juvenil. Para ello, uno de los primeros objetivos fue el fortalecimiento de la formación profesional. También se asignaron ayudas económicas a parejas para la adquisición de una vivienda. Además, por todo el país se extiende una red de albergues relativamente densa. Otro intento de atajar problemáticas fue la instalación de delincuentes jóvenes en viviendas colectivas experimentales de 10 plazas, en vez de mandarlos a la cárcel. Por su parte, algunos grupos religiosos ofrecen alojamiento temporal a ciertos sectores sociales marginados. Otra iniciativa de la iglesia fue el realquilar pisos a estudiantes, ayudándoles con la renta.

En Francia, en un principio las ayudas resultaron poco ágiles y escasamente transparentes. Al igual que en caso anterior, se establece una red de albergues juveniles por todo el país. También algunas fundaciones ofrecen becas y ayudas para jóvenes en situación de riesgo.

En los Países Bajos las comunas y las ocupaciones de casas vacías eran bastante frecuentes a finales de los 80. Hoy en día esta actividad, que se propone unificar las actividades domésticas, laborales y culturales, está regulada y legalizada para viviendas que lleven vacías más de 6 meses. A su vez, muchos jóvenes realizan trabajos de restauración de viviendas y edificios que les serán luego entregadas a rentas bajas.

En Alemania las iniciativas corrieron a cargo de asociaciones juveniles basadas en la autogestión y en el alquiler de sus propias instalaciones.

En Inglaterra son frecuentes las asociaciones de organizaciones con un ánimo crítico y de búsqueda de soluciones a los problemas sociales. Así, se erigen en grupos de presión. En la República de Irlanda la mayor atención (pública y privada) se dirige a atender a las personas sin hogar.

Grecia bien pudiera significar una excepción dentro de las políticas comunitarias. Allí la situación de encrucijada de los jóvenes no es considerada como un problema. Culturalmente los hijos viven en familia hasta su matrimonio. Los universitarios son prácticamente los únicos que se pueden permitir vivir solos, pero han de pagar alquileres caros (por la fuerte caída del mercado de alquiler), lo que explica su habitual pertenencia a clases medias y altas. Otra opción es, entonces, la de vivir en residencias de estudiantes, bastante más económicas.

Otro caso que fue estudiado en las postrimerías de la década de los 80 del siglo XX es el de la ciudad de Barcelona. Muchas nuevas formas de vida juveniles fueron ahogadas por la crisis económica y los designios del mercado. Se creó entonces un censo de viviendas desocupadas, muchas de las cuales pasaron a ser rehabilitadas. También se pusieron en marcha una serie de programas cuyo objetivo era el fomento de la participación juvenil en la vida política; participación que muchas bandas callejeras (tales como los punkies) rechazaron por sentirse ajenas al sistema.

Como hemos visto en estos ejemplos, las autoridades empezaban tímidamente a contemplar la necesidad de ayudar e integrar a los jóvenes en las formas políticas y sociales de los países miembros de la UE. Este afán conciliador toca de frente la mayoría de las veces con la falta de información, de empleo de calidad y con un exceso de formación académica (Universidad como depósito de parados). Las influencias familiares y culturales, que suelen emanar de las comunidades locales, y los problemas a nivel global de un país pueden también afectar a las posibilidades vitales de los jóvenes.

Apreciamos también la necesidad de un desarrollo del sector de la vivienda social en alquiler, aunque en algunos países (los del Norte de Europa) las políticas se orientan más a la promoción de la adquisición de casas. De todos modos, comprobamos la poca fuerza política y reivindicativa "seria" que tienen aún hoy los jóvenes.

Por su parte, el gobierno europeo había puesto en marcha la creación de una red europea de alojamientos que completara la asistencia social de cada estado miembro. Otro proyecto paralelo, auspiciado desde la UE y con cobertura global, fue el de la red de Ciudades Sanas (Ashton 1993). Su propósito era el de reunir al mayor número posible de grupos e intereses en torno a cada ciudad participante. Lograr que todos se sienten y traten de generar una visión futura, ideal y preferida de cómo quieren que sea el medio en el que habitan, una vez constatada la relación que existe entre salud pública y calidad ambiental, entendida esta en sentido amplio. El paso de la imagen utópica a la realidad se va realizando a partir de proyectos (estudios, encuestas, tareas de saneamiento, etc.) y del intercambio de experiencias. Lo ideal sería entonces que las autoridades se involucraran, además de mediante la financiación, a nivel del planeamiento urbanístico, cosa que raramente ha ocurrido.

Por otra parte, ciertos países en vías de desarrollo (como Turquía o Perú) ya habían concebido políticas de vivienda urbana (aunque no directamente juveniles) a principios de la década de los 70 del Siglo XX. En algunos casos se concedieron terrenos a sectores empobrecidos de la sociedad y se agilizó la prestación de los servicios más elementales. Así, la población pudo construir su casa a precios más bajos, a partir de conocimientos prácticos y materiales locales. El gobierno venezolano, contrariamente, apostó por la creación de caseríos rurales para instar a la población a que se quedara y trabajara el campo (O.N.U. 1972). Además, todas estas clases dirigentes coincidían en primar la reparación del patrimonio ya existente antes que el derribo y la reconstrucción.

Otras propuestas

Entre las responsabilidades de la geografía está la de pensar y luchar por la ciudad futura y la cuestión permanente del orden establecido, algo siempre deseable desde una perspectiva radical democrática en la que las minorías también deben de ser escuchadas. Este interés, además de por lo estrictamente espacial, se quiere concretar, entre otras cosas, en la generación de nuevas solidaridades que creen roles sociales activos, en mejorar la calidad de vida urbana, también, a partir del planeamiento, recuperar la noción del salario social, instar a la generación de empleo (servicios y obras públicas), fomentar la creación de medianas, pequeñas y micro empresas bien integradas en el tejido urbano, recuperar la ciudad ya construida y hacerla accesible a todos, revalorizar el patrimonio y favorecer un asociacionismo ciudadano que dé voz a las demandas sociales y a una cooperación participativa con las distintas administraciones (sobre todo con las locales).

Por su parte, las políticas del Partido Popular han tendido a disparar, en los últimos años, los precios de la vivienda (en el periodo 1980-2000 el incremento fue del 124 por ciento) por la continua desregulación del mercado. Así, el precio es más alto que en otros países del entorno europeo. Además, aquí se destina un 0,98 por ciento del PIB a políticas de vivienda, mientras que, por ejemplo, en el Reino Unido se invierte un 3 por ciento.

La falta de objetivos e ideas de gobierno y administraciones y la servidumbre al mercado, unida a la carencia de políticas eficaces de integración que eviten la exclusión, la explotación, la creación de guetos, de barrios de infraviviendas o de situaciones de hacinamiento, hace necesaria una llamada de atención a nuestros dirigentes.

En España tan solo un 2 por ciento de las viviendas sociales se destinan al alquiler, mientras que en la UE este porcentaje llega al 18 por ciento. Además, la existencia en España de un 30 por ciento de casas desocupadas (el porcentaje más alto de la UE), destinadas al alquiler o a la segunda residencia, bien debiera significar el inicio de una ocupación o la grabación fiscal para sus propietarios, en caso de permanecer vacías un cierto tiempo. Así, se ha de buscar un equilibrio global entre la tenencia, el alquiler y la infrautilización, además de fomentar la realización de estudios sobre el grado de habitabilidad y estado de conservación de los edificios antiguos.

El descenso del precio del dinero, esto es, la intensa disminución en los tipos de interés acaecido durante la década de los 90, pone a la vivienda en el punto de mira de inversores a partir de su solvencia de cara a la adquisición de bienes costosos. Esto responde al hecho de que en España hay construidas más viviendas que hogares formados.

Por ello, los poderes públicos deben asumir sus responsabilidades para frenar la especulación y el parasitismo, tal y como señala la Constitución, contribuyendo así a la mejora del nivel de vida de los sectores más desfavorecidos. También ha de completarse y hacerse más transparente toda la información emitida sobre solvencia familiar, capacidad de endeudamiento o expectativas, contraponiéndola a la total preponderancia (informativa y en cuanto a la oferta) del sector constructor privado. Es a partir de encuestas y estudios socio económicos cuando un gobierno debe responder a los problemas de los habitantes y apostar por soluciones no sólo encaminadas a la obtención de beneficio económico.

Entre las medidas de presión a adoptar por parte de las poblaciones afectadas estaría la toma de terrenos como forma de reivindicación urbana encaminada a la modificación de las condiciones de desarrollo urbano. No obstante, es necesaria una concreción previa de las reivindicaciones y los objetivos de las organizaciones populares: construcción de viviendas a partir de la promoción pública de suelo, control del precio del suelo y racionalización de la construcción, unificar el acceso a viviendas de calidad y su financiación sobre la base de aumentar la imposición fiscal sobre empresarios inmobiliarios, uso colectivo de las plusvalías o generalización de alquileres proporcionales al salario (aproximadamente del 30 por ciento, como en Francia y Bélgica).

Otras iniciativas pueden ser la creación de un parque de viviendas en alquileres accesibles, organizado desde la administración o desde otras entidades, como, por ejemplo, las universitarias; la puesta en marcha de casas taller y escuelas de oficio dedicadas a la rehabilitación de edificios antiguos para uso posterior de los propios trabajadores; la concepción de nuevos modelos de viviendas viables económica y morfológicamente; favorecer los avales públicos no cubiertos por la hipoteca (20 por ciento del valor de la vivienda); verdaderos planes integrales de choque para aliviar el déficit de viviendas accesibles; la gestión de programas de vivienda compartida entre jóvenes y ancianos, ya en marcha, con éxito, en algunos países. Además, la posibilidad de dotar a las comunidades vecinales de aparatos y equipamientos domésticos comunes (comedores, servicios de lavadora, salas de reunión, etc.) y de potenciar actividades culturales, sociales y de barrio fomentaría, a su vez, un mayor sentimiento de pertenencia a la comunidad además de reducir ciertos gastos.

Más propuestas incluyen las construcciones o rehabilitaciones populares subvencionadas, la participación real ciudadana en la planificación y creación de modelos urbanos, la autogestión de los patrimonios (económicos y estructurales) locales, la reestructuración del sistema electoral a partir de formaciones políticas más abiertas y democráticas o la mejora de ciertas prestaciones públicas a partir de zonificaciones urbanas (centros cívicos, ayudas a asociaciones, recogida de basuras, infraestructuras apropiadas, geriátricos, guarderías, etc.).

De hecho, cuanto más pequeñas y homogéneas sean las ciudades más fácil será articular la participación con la descentralización y mayores posibilidades tendrán los ciudadanos de decidir sobre presupuestos y planes de ordenación. Esta idea nos plantea, entonces, la necesidad de la división territorial en ciudades medianas y grandes, metrópolis o conurbaciones. La creación de distritos (de entre 100.000 y 300.000 habitantes) en las grandes áreas urbanas podría aumentar en gran medida la eficacia planificadora a nivel de atención al público, generación de programas de empleo, prestación sanitaria primaria, participación en deportes de barrio, etc.. También la creación de bastiones socialistas en barrios y ciudades, embriones del poder del pueblo, ayudaría a corregir el actual rumbo político hacia otro más democrático, racional e igualitario.

La vivienda precisa, para su ejecución, de la realización de planeamientos parciales y especiales, de estudios de detalle e informes previos a la concesión de licencias mayores de obras. Este procedimiento se agilizaría aumentando el número de licencias menores de edificación y con una mayor transparencia en cuanto a las informaciones urbanísticas, al diseño urbano y a los planes públicos de adquisición de suelo. Además, si la construcción estuviera a cargo de mayoristas industriales, contaríamos con laboratorios de investigación capaces de crear tipos más modernos de materiales para techos, muros y suelos, resistentes al polvo, fáciles de limpiar y de apariencia agradable. Si la fabricación se realizase en serie, sería también más barata, sin desestimar los valores estéticos (Ernes Bergel 1955).

Finalmente, señalar como posible punto de partida la construcción de un tejido denso y no economicista de relaciones entre la ciudadanía y entre ésta y las instituciones, que de lugar a una participación activa y directa. A esto ayudaría la (compleja) descentralización municipal que incluyese divisiones territoriales de la gran ciudad, una organización político - administrativa por distritos con asignación de competencias viables, funciones y recursos además de la creación de figuras y procedimientos para una participación ciudadana real.

Dentro de la sociedad, los jóvenes han de ser escuchados, pero también han de aprender a hacerse escuchar a partir de instrumentos democráticos. Los problemas a que se enfrentan parecen estructurales al sistema urbano de mercado por lo que se ve necesario un intervensionismo social y administrativo para su resolución. Sin un cierto potencial económico nadie puede adquirir una vivienda y sin trabajo nadie posee ese potencial. Los pisos en alquiler compartido pueden ser una buena solución a corto plazo, pero hacen falta más medios políticos, ayudas, informaciones e ideas para que la juventud se sienta parte útil de una sociedad plenamente urbanizada (también en el medio rural), capaz de cambios vertiginosos y revolucionaria por definición.
 

Anexo: Una propuesta residencial alternativa

Recurrir a la imaginación a la hora de resolver un problema es un recurso muy lógico. La imaginación es libre, pero la realización posterior de proyectos ha de afrontar trabas políticas, económicas y, también, sociales. La idea de convertir una pieza de almacenaje industrial en vivienda (eminentemente juvenil) surgió durante la visita a una planta de tratamiento de residuos industriales situada en Cantabria, en el municipio de Guarnizo. En el área de almacenaje de la empresa vimos un tanque cilíndrico, colocado verticalmente, cerrado por sus extremos y con una pequeña abertura inferior a modo de puerta. Entonces, le pregunté a mi amigo Javier García Carral, otro geógrafo: "¿Tú vivirías aquí dentro conmigo?".

El cilindro tiene una base de 3,5 metros de diámetro y una altura de 6 o 6,5. Está fabricado en fibra de vidrio, pero quizás habría de buscarse otro material, resistente al fuego y aislante térmico además de suficientemente duro. No tenía ventanas, pero éstas serían de fácil instalación, de plástico o cristal. Otro importante añadido al cilindro original es la separación entre sus 3 pisos, dejando pequeñas aberturas para que se pueda subir por las escaleras tipo pozo fijadas a la pared. Esto nos da una superficie total útil de algo más de 25 metros cuadrados. La compartimentación dentro de cada piso es ya opcional. Sobre la tapa superior del cilindro podrían instalarse tanques de agua y/o placas solares.

Esta hipotética vivienda debe de estar, de alguna manera, anclada al suelo, por razones de seguridad. Así mismo, se puede agrandar la puerta de entrada. El principal argumento a la hora de trasladarse a vivir a un cilindro es su bajo coste, que, aún sin la confirmación fabril, nunca debe subir de los 2000 euros. Se trata de una residencia ideal para 2 personas, aunque es capaz de alojar hasta a 4. El sistema de calefacción (para agua y estufas) puede ser solar, eléctrico, de gas ciudad o butano. A su vez, las formas de entrada de agua potable y de salida de residuales, además de la instalación eléctrica, han de buscar la mayor sencillez posible.

La puesta en marcha de un proyecto piloto a partir de esta idea de vivienda debe de ir acompañada de otras actuaciones necesarias. La toma de estas medidas, por parte de los poderes públicos, bien debiera incluir la búsqueda de suelo libre en torno a la ciudad, el aumento general de los recursos económicos, espaciales y urbanísticos destinados a resolver el problema de la vivienda, la mayor trasparencia y oferta de materiales para la construcción y el aumento, también fortalecimiento, de los servicios básicos de cercanía.

En lo que respecta a la ordenación de los espacios de cilindros, la agrupación de varias viviendas, por ejemplo de 100 por Hectárea, puede resultar necesaria para abaratar los costes de abastecimiento y para configurar un cierto entramado social. Las casas también pueden ubicarse en parcelas no necesariamente muy urbanizadas ni grandes, como pueden ser praderas o laderas aterrazadas. De hecho, para un proyecto de poca "envergadura" urbana como éste, resulta preferible una instalación en suelo periurbano, sometido a poca presión.

Aún con el debate abierto, referido a cuál puede ser el tamaño y la densidad adecuada de población urbana, y con una definición de "lo urbano" por globalizar (algo que puede no llegarse a alcanzar), la imaginación, junto con la reivindicación por un planeamiento razonable, puede y debe contribuir a la resolución de las diferentes problemáticas sentidas. El empleo racional de las herramientas existentes, en pos de la satisfacción de las necesidades más básicas, y el trabajo por la disminución de las diferencias y discriminaciones sociales, espaciales y de acceso a la vivienda y los servicios, han de guiar toda actuación pública, personal o grupal. Además, vemos necesaria la ocurrencia de un cambio en la actitud popular y en el sentir comunal, que emane al igual que lo hizo el espíritu humano cosmopolita y ciudadano que dio origen a los primeros poblados, esencia de nuestra civilización.
 

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Ficha bibliográfica:
SOTO, J. Los jóvenes en la encrucijada. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2003, vol. VII, núm. 146(102). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146(102).htm> [ISSN: 1138-9788]

 
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