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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. 
ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VIII, núm. 170 (48), 1 de agosto de 2004

"¡ABAJO EL GRAN HERMANO!" UNAS REFLEXIONES SOBRE PODER, TECNOLOGÍA Y LIBERTAD A PROPÓSITO DE 1984, DE GEORGE ORWELL

Joan Tort i Donada
Departament de Geografia Física i Anàlisi Geogràfica Regional.
Universitat de Barcelona


"¡Abajo el Gran Hermano!" Unas reflexiones sobre poder, tecnología y libertad a propósito de 1984, de George Orwell  (Resumen)

Partiendo de la conocida novela 1984, del escritor inglés George Orwell, la comunicación pretende desarrollar algunas reflexiones críticas sobre el "diálogo", siempre ambivalente, entre poder político, desarrollo tecnológico y libertad del individuo. A tal efecto, se toma como base y como punto de referencia algunas de las ideas, imágenes y situaciones -en algunos casos, extraordinariamente sugestivas- que Orwell describe y desarrolla en la obra de referencia. Una obra que, más allá de la forma frívola y superficial en que ha sido interpretada en los últimos años (en especial por lo que respecta a la figura del denominado "Gran Hermano"), plantea con lucidez, no exenta de dramatismo, unos interrogantes que no deberían dejar indiferente a ningún ciudadano consciente de hoy.

Palabras clave: Libertad, conciencia, Gran Hermano, Policía del Pensamiento, doblepensar, neolengua.
 


"Down with Big Brother!" Reflections on power, technology and freedom in relation to George Orwell's 1984  (Abstract)

Based on a discussion of George Orwell's well-known novel, 1984, this paper seeks to undertake a critical examination of the ever ambivalent "dialogue" between political power, technological development and the freedom of the individual. To do so, it takes as its point of reference some of the often highly evocative ideas, images and situations that Orwell presents and develops in this work. The novel, victim of a somewhat frivolous and superficial interpretation in recent years (in particular, as regards the figure of "Big Brother"), raises with considerable lucidity, and from a dramatic point of view, a number of questions that should be of interest to all responsible citizens today.

Key-words:  Freedom, Conciousness, Big Brother, Thought Police, Doublethink, Newspeak.


La publicación, en 1949, de la novela 1984 significó la culminación de la carrera literaria de George Orwell (Motihari, India, 1903, Londres 1950). Construida sobre una base argumental de una gran contundencia, esta obra daría pie a hablar de una de las grandes "utopías" sobre la sociedad del futuro, elaboradas a lo largo del siglo XX. En ella, el protagonista, Winston Smith, aparece como el símbolo de la revuelta contra el poder omnímodo de un estado que, parapetado detrás de unos medios tecnológicos altamente sofisticados, se ha "apropiado" de la vida y la conciencia de todos sus súbditos.

La novela de Orwell, extraordinariamente ambiciosa, constituye por sí misma un universo de una gran diversidad temática y una rica multiplicidad de matices -que no siempre es posible captar en toda su dimensión en las versiones traducidas de la obra.[1] En nuestro estudio, que parte de la base de la infinidad de lecturas que pueden hacerse de esta novela, y que iniciamos con una breve reseña biográfica del autor, desarrollamos tres temas en particular: el sentido claramente antiutópico -a nuestro juicio- de una obra que a menudo ha sido presentada como una utopía; la "nueva manera" de entender la historia que subyace en el sistema del doblepensar, una de las prácticas predilectas de la sociedad descrita por Orwell, y, finalmente, las implicaciones de una de la grandes "innovaciones tecnológicas" introducidas en aquella sociedad, cual es la substitución del lenguaje común por una lengua artificial denominada neolengua. La comunicación concluye con una reflexión postrera, sugerida por la propia lectura del libro, sobre la necesidad de fundamentar la idea de libertad en lo que convenimos en llamar la conciencia ciudadana.

George Orwell / Eric Blair: breve apunte biográfico

George Orwell, heterónimo de Eric Blair, nació en la India en 1903 y fue educado en Inglaterra, país del que procedía su familia. En 1922 volvió a la India para servir como oficial de la policía imperial inglesa en Birmania. En 1928 regresa a Europa y reside un tiempo en París y otro en Londres, donde sobrevive realizando trabajos muy diversos, desde librero a maestro de escuela, pasando por el periodismo -actividad que se encuentra en la base de su vocación de escritor. Desarrolla, asimismo, una intensa actividad viajera por todo el mundo; se trata de otra faceta que tendrá una proyección visible en su obra literaria. Dicha obra, aunque corta por la prematura muerte del escritor -contaba 47 años- se ha calificado de "intensa", "apasionada" y "combativa".

Orwell, políticamente de izquierdas, destacó especialmente como novelista y crítico literario. Sus biógrafos han subrayado la profunda correspondencia de sus ideas y de su experiencia vital con el conjunto de su obra: "Mostró siempre una postura de lúcida y vigorosa crítica, de rebelión apasionada y severidad moral, que vertió en sus novelas".[2]  Entre sus obras más conocidas, además de 1984, cabe anotar The Animal Farm (1945), fábula satírica del estalinismo, y Homage to Catalonia (1938), fruto de sus experiencias como brigadista durante la guerra civil española. Sus ensayos fueron recogidos en 1961, en Collected Essays.

En cualquier caso, debemos subrayar que el amplio reconocimiento de Orwell a escala mundial arranca de la publicación de la novela que hoy nos ocupa, aparecida un año antes de su fallecimiento -y, por tanto, dotada de una cierta aureola de "obra póstuma". Según el crítico Peter Davison, Orwell empezó a escribirla en verano de 1946, y, aunque terminó la primera versión hacia otoño del año siguiente, no dio como definitivo el texto hasta noviembre de 1948.[3] Con todo, más que las fechas en sentido estricto, lo que verdaderamente cuenta en la concepción de la obra es el momento histórico en que se produce; esto es, poco después del final de la segunda guerra mundial y del inicio de la posguerra y del período que se conocería como "guerra fría". Unos tiempos, en definitiva, marcados a nivel colectivo por el vivo recuerdo del gran trauma bélico y por las inseguridades y los temores que suscitaba el precario equilibrio geopolítico de la época: tal vez el escenario más propicio -al menos en el mundo occidental- para que la novela de nuestro autor destacara en todo su trasfondo de crudeza y amargo escepticismo.

1984: ¿Utopía o antiutopía?

Es habitual la calificación de 1984, desde un punto de vista filosófico-literario, como una utopía. Etimológicamente esta palabra responde a la idea de "ubicación fuera del espacio", y suele aplicarse a las elaboraciones teóricas, construidas especialmente desde la óptica de la teoría política, que hacen referencia a una hipotética sociedad ideal, generalmente entendida en un futuro más o menos abstracto. Por lo que explica Davison en su introducción a la edición inglesa de la novela, Orwell sintió desde pequeño una especial fascinación por este género -en particular después de haber leído la obra de H. G. Wells Modern Utopia-, y entraba en sus planes de futuro escribir algún día un libro de tales características.[4]

A nuestro juicio, la palabra utopía no es la que se corresponde mejor con el sentido general y con el contenido de 1984. Según el filósofo Ferrater, "desde Tomás Moro, que acuñó la palabra, se llama utopía a toda descripción de una sociedad que se supone perfecta en todos los sentidos".[5] Si partimos de esta base, es indudable que el mundo descrito por Orwell en su novela poco tiene que ver con la idea de "perfección"; antes al contrario, más bien se sitúa en sus antípodas. La sociedad que el autor refleja en la novela no se fundamenta ya en el principio rosseauniano del "pacto" o el "contrato", como garantía de fondo de la libertad del ciudadano, sino, lisa y llanamente, en el miedo. Es una sociedad que parece concebida en los términos de una pesadilla espeluznante, donde incluso el acto individualísimo de pensar se encuentra en el punto de mira de un complejo tecnológico cuyo último objetivo no parece ser otro que el control absoluto del ciudadano:

"Y pensó en la telepantalla, que nunca dormía, que nunca se distraía ni dejaba de oír. (...) Con toda su habilidad, nunca habían logrado encontrar el procedimiento de saber lo que pensaba otro ser humano." (Orwell, 1983: 181)

¿Hasta qué punto puede hablarse de sociedad en una colectividad en la que sus miembros, embargados por el miedo, ven continuamente puesta en cuestión su autonomía como "individuos pensantes"? Tenemos nuestras dudas. En lo que respecta a la "forma básica" de organización humana -sentido elemental del concepto de sociedad-, en 1984 se observa una clara involución respecto a las fórmulas y esquemas vigentes en el mundo moderno y contemporáneo: el líder -la figura que en la teoría política clásica se conoce como el "soberano"- no es ya la proyección personalizada de los anhelos colectivos, ni mucho menos su representante, sino un ente abstracto denominado Gran Hermano. Un ente cuya misión se resume en un lema omnipresente: "El Gran Hermano te vigila". Orwell no da demasiadas pistas a lo largo de la obra acerca del supuesto personaje; sin embargo, ya muy avanzada la novela nos ofrece algunas de sus claves esenciales:

"El Gran Hermano se encuentra en el vértice de la sociedad de Oceanía. Aunque nadie lo ha visto nunca, el Gran Hermano es infalible y todopoderoso. Todo triunfo, todo descubrimiento científico, toda sabiduría, toda felicidad y toda virtud se considera que proceden directamente de su inspiración y de su poder (...). No hay manera de saber cuándo nació, y podemos estar seguros de que nunca morirá. El Gran Hermano es la concreción con que el Partido se presenta al mundo."(Orwell, 1983: 224)[6]

El peculiar sistema político que rige en Oceanía no es, en cualquier caso, un artificio gratuito o carente de lo que conocemos como finalidad histórica. Contrariamente, y a semejanza de la geopolítica que tenemos como real, parece apuntar a la consecución de una hegemonía o dominio absoluto, tanto en el plano "exterior" como en el "interior":

"Las dos finalidades del Partido son conquistar toda la superficie de la Tierra y extinguir de una vez para siempre la posibilidad de toda libertad de pensamiento." (Orwell, 1983: 209)

Lo novedoso es aquí, sin duda alguna, la segunda "finalidad". Y, ante la previsible pregunta del lector ("¿cómo conseguirlo?"), la respuesta que ofrece Orwell en un momento dado es clarificadora:

"En el pasado, ningún Estado tenía el poder necesario para someter a todos sus ciudadanos a una vigilancia constante. Pero el invento de la imprenta facilitó el manejo de la opinión pública, y el cine y la radio contribuyeron a acentuar el proceso. Con el desarrollo de la televisión (...) terminó la vida privada. (...) Por primera vez en la Historia existía la posibilidad de forzar a los gobernados, no sólo a una obediencia plena a la voluntad del Estado, sino a la completa uniformidad de opinión." (Orwell, 1983: 221-222)[7]

¿Es posible, en una sociedad como la descrita, aspirar a una mínima parcela de libertad? No es una opción muy verosímil, desde luego. Sobre todo, si se tiene en cuenta que Oceanía y el Gran Hermano cuentan con un singular medio de control, la Policía del Pensamiento, de una eficacia y unas prestaciones dignas del sofisticado nivel tecnológico de aquella sociedad:

"Todo miembro del Partido vive, desde su nacimiento hasta su muerte, vigilado por la Policía del Pensamiento. Incluso cuando está solo no puede tener la seguridad de hallarse efectivamente solo. Dondequiera que esté, dormido o despierto, trabajando o descansando, en el baño o en la cama, puede ser inspeccionado sin previo aviso y sin que él sepa que lo inspeccionan. Nada de lo que hace es indiferente para la Policía del Pensamiento."(Orwell, 1983: 226-227)[8]

El doblepensar: una nueva lectura de la Historia

La hegemonía política lograda por Oceanía (aun siendo incompleta, por lo menos en el plano "exterior") constituye una auténtica novedad en la historia. Nunca, con anterioridad a la época en que Orwell ambienta la novela, el desarrollo tecnológico había permitido un grado de control del ciudadano del nivel y de la profundidad que se describen. Con la telepantalla es posible el ejercicio de un poder real en la esfera de la conciencia del individuo -algo que ni la Inquisición, por ejemplo, ni las formas de tortura más aberrantes practicadas a lo largo de la historia habían conseguido plenamente. Ahora sí puede hablarse, en propiedad, de poder absoluto. Y el poder absoluto, encarnado en el Gran Hermano y en el Partido, no puede ni debe presentar fisura alguna; por definición, él es desde ahora la única fuente de la verdad:

"La sociedad de Oceanía se apoya sobre la creencia de que el Gran Hermano es omnipotente y que el Partido es infalible. Pero como, en realidad, ni el Gran Hermano es omnipotente ni el Partido es infalible, se requiere una incesante flexibilidad para enfrentarse con los hechos. (...) Esto exige una continua alteración del pasado, posible gracias al sistema de pensamiento que se conoce con el nombre de doblepensar [doublethink]." (Orwell, 1983: 228-229)

La alteración del pasado no es un cometido simple ni trivial. En un sistema político como el descrito se convierte en una actividad primordial, lo que justifica la existencia del denominado Ministerio de la Verdad -cuya misión específica es "la falsificación diaria del pasado". En los términos de la novela,

"(...) la razón más importante para reformar el pasado es la necesidad de salvaguardar la infalibilidad del Partido. (...) Es preciso poner al día los discursos, estadísticas y datos de toda clase para demostrar que las predicciones del Partido nunca fallan (...).No puede admitirse en ningún caso que la doctrina política del Partido haya cambiado lo más mínimo, porque cualquier variación de la táctica política es una confesión de debilidad. (...) Y si los hechos demuestran otra cosa, habrá que cambiar los hechos."(Orwell, 1983: 229)

En la sociedad de 1984, la conciliación entre el "presente" y un "pasado" en proceso de reelaboración continua se consigue mediante una técnica mental de "control de la realidad", asequible a cualquier persona entrenada, que en neolengua (o lengua de la nueva sociedad de Oceanía) se denomina doblepensar:

"Doblepensar significa el poder, la facultad de sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente, dos creencias contrarias albergadas a la vez en la mente. (...) El doblepensar está arraigado en el corazón mismo [del sistema] (...), ya que el acto esencial del Partido es el empleo del engaño consciente, conservando a la vez la firmeza de propósito que caracteriza a la auténtica honradez. Decir mentiras a la vez que se cree sinceramente en ellas, olvidar todo hecho que no convenga recordar, y luego, cuando vuelva a ser necesario, sacarlo del olvido sólo el tiempo que convenga, negar la existencia de la realidad objetiva sin dejar ni por un momento de saber que existe esta realidad que se niega... (...) Gracias al doblepensar ha sido capaz el Partido -y seguirá siéndolo durante miles de años- de parar el curso de la Historia." (Orwell, 1983: 230-231)

En definitiva, con el doblepensar estamos hablando de un ingenioso método de "eternización" del presente. Pero no precisamente en el sentido de la filosofía clásica... La finalidad, ahora, es pura y simplemente la perpetuación en el poder

"El gran éxito del Partido es haber logrado un sistema de pensamiento en que tanto la consciencia como la inconsciencia pueden existir simultáneamente. Y ninguna otra base intelectual podría servirle al Partido para asegurar su permanencia. Si uno ha de gobernar, y de seguir gobernando siempre, es imprescindible que desquicie el sentido de la realidad. Porque el secreto del gobierno infalible consiste en combinar la creencia en la propia infalibilidad con la facultad de aprender de los errores pasados." (Orwell, 1983: 231-232)

La neolengua, un lenguaje al servicio de la uniformidad del pensamiento

Un sistema político bajo el cual la manipulación mental del ciudadano llega a los niveles señalados tiene que fundamentarse, necesariamente, en una forma diferente de entender el lenguaje. Si la lengua es la expresión vehicular del pensamiento, es lógico que una sociedad donde el acto de pensar cae permanentemente en sospecha disponga de un tipo de lenguaje digamos "estandarizado", que elimine cualquier posibilidad de matiz, de ambivalencia o de polivalencia y que se adapte a la perfección al simplismo mental que rige, como principio, en esta sociedad.

En la Oceanía de Orwell este objetivo se consigue (o está en vías de consecución, puesto que el horizonte temporal que se ha establecido como límite es el año 2050) mediante un lenguaje artificial, creado "científicamente", que se denomina neolengua [newspeak]. El propósito y las características de la neolengua son objeto de un desarrollo literario detallado por parte de Orwell, a través de un texto que se incluye como apéndice en algunas ediciones de la novela "con el título de "Los principios de la Neolengua."[9] Esta circunstancia, añadida al hecho de que hay una significativa inclusión de léxico de neolengua a lo largo de toda la novela, justificaría que el lenguaje de la nueva sociedad fuera objeto de un amplio estudio -cuyos resultados, sin duda, tendrían un gran interés. Dado el carácter conciso de nuestro trabajo, sin embargo, nos limitamos aquí a subrayar algunos aspectos del tema que tienen relación con las cuestiones tratadas.

Como ilustración del sentido general de la neolengua, y del modo en que ha sido concebida por el autor, hemos procedido a un extracto de fragmentos del apéndice (de la edición inglesa de 1989) y a su traducción al castellano:

"El propósito de la neolengua era no tan sólo proveer un medio de expresión (...) sino también hacer imposible cualquier otro modo de pensamiento. (...) Esto se conseguía en parte mediante la invención de palabras nuevas; pero todavía más eliminando las palabras indeseables, o despojándolas de cualquier significado no ortodoxo o de todo significado secundario. (...) Más allá de la persecución de las palabras heréticas, la reducción del vocabulario era vista como un fin en sí mismo: no se podía permitir que sobreviviera ningún término prescindible. La neolengua era concebida no para extender sino para disminuir[10]el alcance del pensamiento, y este propósito se podía atender, de un modo indirecto, reduciendo el elenco de palabras a un mínimo." (Orwell, 1989: 312-313)

Por su parte, el léxico de la neolengua se dividía en tres clases (A, B y C), que consideraban tres tipos de "necesidades lingüísticas". Según Orwell,

"El vocabulario A consistía en las palabras necesarias para la vida cotidiana. Se componía en su mayor parte de palabras ya existentes, pero reducidas a un número extremadamente pequeño, y sus significados, además, eran rígidamente definidos. Toda ambigüedad o ambivalencia era erradicada. Se trataba tan sólo de poder expresar pensamientos simples, propositivos, que concernían normalmente a objetos concretos o a acciones en sentido físico." (Orwell, 1989: 313-314).

"El vocabulario B consistía en palabras que habían sido construidas deliberadamente para fines políticos; es decir, palabras que no sólo tenían en cada caso una implicación política, sino que también trataban de imponer una actitud mental deseable a las personas que las utilizaban. Eran algo así como una "herramienta verbal", que permitía vincular series enteras de ideas a unas pocas sílabas. Al mismo tiempo estas palabras, que siempre eran compuestas, resultaban más precisas y "maleables"que el léxico ordinario. (...) Ninguna palabra en el vocabulario B era ideológicamente neutra. Muchas eran eufemismos. (...) Su uso estimulaba un estilo especial de discurso, uniforme y monótono. De hecho, esto era lo que se pretendía: que el discurso (y en particular el que se refería a temas ideológicamente "opinables") fuera lo más independiente posible de la conciencia del hablante." (Orwell, 1989: 316-321)

"El vocabulario C era, por su parte, suplementario de los demás y estaba enteramente formado por términos de carácter científico o tecnológico." (Orwell, 1989: 322)

Apuntábamos al inicio de este epígrafe que la plena instauración de la neolengua (y la correlativa desaparición de la lengua antigua (llamada oldspeak) se pretendía que fuera un hecho hacia el año 2050. Este momento tendría una especial significación para la sociedad de Oceanía porque, según las palabras del propio autor,

"Cuando la lengua antigua haya sido de una vez y en todos los sentidos sustituida, el último vínculo con el pasado habrá sido cortado." (Orwell, 1989: 324)

Apostilla final: La libertad como libre expresión de la conciencia

A propósito de lo probable y lo improbable de las utopías, decíamos que la sociedad de Oceanía, tal como la describe Orwell, parecía concebida en los términos de una pesadilla. Ahora podemos añadir que, en una pesadilla, lo terrible no es lo que acontece sino la verosimilitud de lo que acontece. Y en el hermético y angustiante universo de 1984 hay, sin duda, muchas cosas verosímiles para el lector actual. Quizá, desde este punto de vista, sí pueda defenderse que la obra de Orwell anticipó, como había sucedido con algunas utopías clásicas, supuestos y situaciones que posteriormente se han convertido en realidad.

Pondremos algunos ejemplos. Por un lado, en el mundo occidental casi todo lo que concierne a la orwelliana figura del Gran Hermano ha tomado en los últimos años una inesperada familiaridad; sobre todo, desde que la expansión de un modelo televisivo globalizado ha despojado a esta figura del contexto filosófico-literario de la novela y la ha transformado, paradoja de las paradojas, en el eje de un programa donde se concentran y se exaltan algunos de los rasgos enfermizos de nuestras sociedades contemporáneas: el gusto por lo morboso y lo decadente; la manipulación falaz y gratuita de los sentimientos y las emociones; la masificación y el gregarismo como modelo paradigmático de actitud; la devaluación del sentido de la intimidad y de la alteridad como pilares de las relaciones interpersonales y como base de la comunicación. Más grave aún, fuera del entorno mediático, es que el "control a distancia" del ciudadano por parte del Estado haya tomado absolutamente carta de naturaleza con el despliegue de los espectaculares medios tecnológicos del último medio siglo. La posibilidad -tan sólo la posibilidad- que el Estado, en cualquiera de sus derivaciones o ramificaciones, tenga acceso a la "esfera de privacidad" del ciudadano (desde el seguimiento de sus cuentas de ahorro o de su correo electrónico hasta el control mediante cámaras de todo movimiento o el registro de sus llamadas telefónicas), apretando simplemente una tecla, es algo que resulta tan inquietante y desalentador como la vivencia de la pesadilla descrita lúcidamente por Orwell.

No menos desasosiego causa, cincuenta y cinco años después de ser escrita la novela, comprobar que, en un plano general, la "reescritura del pasado" y la técnica del "doblepensar" son prácticas con un amplio arraigo en nuestra sociedad -aunque amparadas bajo un "envoltorio" que suele dificultar su identificación. Continuamente los ciudadanos de a pie tenemos ocasión de ver que, en las diversas escalas de los círculos dotados de poder, la manipulación (de hechos o de actitudes) es un instrumento más habitual de lo que pudiera parecer para legitimar, por una parte, el ejercicio de este poder, y para perpetuarlo, por otro. No hay novedad alguna, en este sentido, respecto a lo que acontece en la vida cotidiana de la sociedad de Oceanía. Con la única salvedad de que, como hemos visto, desde el punto de vista tecnológico aquella sociedad se ha anticipado a la nuestra. Con el permiso de Bill Gates, si se nos permite la ironía.

Y qué decir tiene, para finalizar, la sinrazón de la destrucción del lenguaje que se lleva a cabo en la sociedad oceánica y que, en sí misma, constituye una agudísima metáfora de algo que en nuestro mundo hipertecnificado e hipermediático vivimos igualmente día a día. Con todo, lo más llamativo de esta metáfora, a nuestro juicio, no es tanto el proceso material de degradación y empobrecimiento de las lenguas como el proceso, correlativo, de "estrechamiento del pensamiento" que tal empobrecimiento comporta. Convenimos en este punto, una vez más, que los planteamientos de Orwell no sólo han sido extraordinariamente precisos sino también clarividentes. La pesadilla, de nuevo, deviene angustiosamente real. Con la particularidad de que el sueño permite, cuando termina, una "vuelta atrás"; en cambio, la pérdida de competencia lingüística se nos antoja, por lo general, irreversible.

No queremos poner el punto final a este texto desde un escepticismo equiparable al del novelista. Aunque parezca un cometido difícil -y de apariencia, acaso, quijotesca-, la defensa del "lugar de la conciencia", como sede inviolable de lo genuino, de lo propio, de lo individual, sigue pareciéndonos, a pesar del durísimo diagnóstico de 1984 y a pesar de los "excesos tecnológicos" que estamos viviendo en el 2004, un imperativo moral. Aunque sólo sea para ratificar lo que el filósofo Jesús Mosterín escribía hace tres años:

"Somos sistemas físicos, partes del Universo, pero no partes cualesquiera: somos (o podemos llegar a ser) partes conscientes del Universo y, por lo tanto, partes de la conciencia cósmica. La conciencia cósmica es la conciencia distribuida del Universo (la conciencia divina, si se quiere). Cuando nuestro cerebro piensa, decimos que nosotros pensamos. Nuestro cerebro es parte nuestra, pero nosotros somos partes del Universo y, por consiguiente, nuestro cerebro es parte del Universo. Cuando pensamos en el Universo con nuestro cerebro, el Universo se piensa a sí mismo en nuestro cerebro. Nuestros pensamientos son chispas divinas, chispas de la conciencia cósmica. Es posible que otras criaturas piensen también en el Universo en algún otro lugar en la vasta inmensidad del espaciotiempo, pero no lo sabemos. Si existen, ellas son también partes de la conciencia cósmica distribuida; participantes, como nosotros, en la autoconciencia del Universo."(Mosterín, 2001: 43-44)

Lo que, dicho en las palabras con que Winston Smith -protagonista de la novela- iniciaba su "diario íntimo", el 4 de abril de 1984, sería:

"¡ABAJO EL GRAN HERMANO!"
 

Notas
 

[1]A los efectos de nuestro estudio hemos utilizado la versión castellana de obra publicada por Destino en 1983 (Orwell, 1983), cuya primera edición, según consta en la página de créditos, lleva la fecha de abril de 1952. Hemos utilizado también la edición inglesa en Penguin Books de 1989 (Orwell, 1989), que incluye una nota inicial y un apéndice que no aparecen, en cambio, en la versión castellana de 1983.

[2]Enciclopedia Monitor, Salvat Ediciones. Barcelona 1967. Voz: "George Orwell".

 
[3]P. Davison, A note on the text. In Orwell, 1989, p. V. Según señala el propio Davison, Orwell situó inicialmente la novela en 1980, pero el retraso en su ejecución motivó que cambiara el título en 1982, primero, y más tarde en 1984.
 
[4]Orwell, 1989, p. V. Según Davison, en febrero de 1944 Orwell contó a Gleb Struve "que estaba interesado en esta clase de libros, y que incluso había ido tomando unas notas que, tarde o temprano, quizá podrían convertirse en un texto."
 
[5]Ferrater, 2001. Voz: "Utopía".
 
[6]Oceanía, en la novela de Orwell, es uno de los tres macrocontinentes en que se divide el mundo; cada uno de ellos constituye un estado, al modo de lo que conocemos como bloque geopolítico. Oceanía está gobernada por un régimen de partido único (el Partido), al frente del cual se encuentra el hipotético personaje conocido como Gran Hermano.
 
[7]Cabe subrayar que, en el universo de 1984, la televisión emite y, a la vez, graba. Por este motivo, se convierte en el aparato decisivo para el control del ciudadano. Además, su ubicuidad (está presente en el domicilio de cada ciudadano, pero también en el trabajo, en la calle o en el campo) hace que la tradicional distinción entre ;espacio público y espacio privado quede totalmente borrada.
 
[8]La condición de miembro del Partido, en la sociedad que Orwell describe, no es algo que el ciudadano elige. Hay, en esta faceta de la vida de Oceanía como en las demás, un determinismo que ordena las pautas globales de funcionamiento de la sociedad, de un modo a la vez intangible e inexorable.
 
[9] Véase, al respecto, la nota 1.
 
[10]La cursiva es del original.
Agradecimientos

Esta comunicación se ha realizado en el marco de la investigación del Grup de Recerca Anàlisi Territorial i Desenvolupament Regional (2001SGR00016), reconocido por la Generalitat de Catalunya, que cuenta con un Ajut de Suport a la Recerca dels Grups Consolidats del III Pla de Recerca 2001/2004. El grupo tiene también un proyecto de investigación concedido por la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología (CYCIT): Desequilibrios territoriales, mercados de trabajo y áreas marginales en Cataluña (proyecto BSO2001-3095). Ambos están dirigidos por la Dra. Roser Majoral.
 

Bibliografía

DÍAZ, E. Estado de derecho y sociedad democrática. Barcelona: Ariel, 1976

FERRATER, J. Diccionario de Filosofía (4 vol.). Barcelona: Ariel, 2001

MAQUIAVELO, N. El príncipe. Madrid: Espasa Calpe (col. Austral), 1982

MILL, J. S. Sobre la libertad. Madrid: Alianza, 1976

MOSTERÍN, J. Ciencia viva. Reflexiones sobre la aventura intelectual de nuestro tiempo. Madrid: Espasa Calpe, 2001

ORWELL, G. Nineteen Eighty-Four. London: Penguin Books, 1989

ORWELL, G. 1984. Barcelona: Destino, 1983 (5ª edición en Colección Destinolibro)

PAZ, O. Hombres en su siglo y otros ensayos. Barcelona: Seix Barral, 1986

SABINE, G. Historia de la teoría política. México: Fondo de Cultura Económica, 1976

UNAMUNO, M. de, Del sentimiento trágico de la vida. Madrid: Alianza, 1982
 

© Copyright Joan Tort Donada,  2004
© Copyright Scripta Nova, 2004

Ficha bibliográfica:

TORT DONADA, J.¡Abajo el Gran Hermano!  Unas reflexiones sobre poder, tecnología y libertad a propósito de 1984, de George Orwell.Geo Crítica / Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2004, vol. VIII, núm. 170-48. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-170-48.htm> [ISSN: 1138-9788]
 

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