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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona.
ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. IX, núm. 194 (001), 1 de agosto de 2005

Horacio Capel

Universidad de Barcelona


El VII coloquio Internacional de Geocrítica aborda cuestiones esenciales referentes a la construcción de la ciudad y las posibles intervenciones en ella. La ciudad se construye por la actuación de agentes que despliegan estrategias variadas en el espacio urbano, en relación con sus propios intereses; y que pueden estar en conflicto entre si, y con los que, de manera general, podemos denominar actores urbanos, es decir, todos los ciudadanos que nos movemos en el teatro de la ciudad.

Tal como se decía en la convocatoria de este encuentro, el coloquio trata de poner énfasis en el estudio de las estrategias de los propietarios del suelo, de los propietarios de los medios de producción, de los constructores, promotores y grupos financieros. También de prestar atención a todos los agentes vinculados a la promoción y distribución de las viviendas y edificios, desde los técnicos (arquitectos e ingenieros) a los publicistas y vendedores.

Todos ellos actúan en un marco legal que ha cambiado con el tiempo. El Estado es, al mismo tiempo, un agente urbano que actúa en la producción de la ciudad y una instancia para la regulación de los conflictos y la gestión de las contradicciones. En ese sentido, la evolución de las políticas urbanas y las funciones de las mismas merecen una especial atención.

El estudio de los agentes urbanos y de su actuación en el marco de un ordenamiento legal es un tema de capital importancia hoy. Diversas disciplinas científicas han ido incorporando el estudio de este problema en las últimas tres décadas, desde la geografía y la economía a la historia y la historia del arte.

La creciente atención a esta cuestión estuvo unida desde los años 1970 al cuestionamiento de los planteamientos abstractos del neopositivismo en las ciencias sociales. Frente a ellos, se dirigió la atención a temas sociales significativos, y al análisis de los comportamientos y las intenciones de los individuos y grupos sociales que actúan en el espacio, y especialmente de aquellos que tienen una incidencia mayor en su modelado. En lo que se refiere a la ciudad, eso significó prestar atención a los agentes activos de la construcción y el cambio en la ciudad, a los que son responsables de la organización general de los usos del suelo y de la morfología, al estudio de sus estrategias, que son resultado de sus intereses y de sus percepciones, así como al papel de las instituciones y del marco legal en todo ello.

La atención a los agentes urbanos permite, efectivamente, entender la forma como la ciudad se construye, cuáles son los factores esenciales de la organización del espacio, de la creación del paisaje urbano, y avanzar hacia la comprensión y explicación de los mecanismos y las lógicas de la actuación. También permite pensar en alternativas. Por ejemplo, la posibilidad de que los ciudadanos que son simples actores, que se mueven en el teatro urbano construido por otros, se conviertan también en agentes; es decir, que puedan intervenir en las operaciones diseñadas por los agentes que habitualmente actúan, y consigan imponer otra forma de construir la ciudad. La historia del movimiento vecinal nos permite ser optimista y tener enseñanzas que pueden ser de utilidad en ese sentido de la conversión de los actores en agentes; y para la redefinición de las políticas sobre la ciudad.

La pregunta pertinente es: ¿qué políticas y sobre qué ciudad?

Para contestar a ella es importante conocer la larga historia de la ciudad, íntimamente unida a la historia de la civilización. Frente a los agoreros y pesimistas se puede seguir afirmando que la ciudad ha sido siempre, y sigue siéndolo, el lugar de la innovación y la cultura, de la movilidad, social, el único lugar donde los pobres han podido dejar de serlo. Pero desde la Revolución industrial y la difusión mundial del capitalismo, la ciudad ha experimentado profundas modificaciones, que siguen intensificándose en las últimas décadas y que anuncian todavía cambios más decisivos hacia un futuro en el que podemos ya maginar la Pantópolis universal.

Es sobre la ciudad actual y sobre esa ciudad futura sobre la que debemos actuar. Hace falta una política mínima sobre una ciudad que deberá conservar la memoria histórica respetando el patrimonio del pasado. Que tal vez deberá ser compacta, si se quiere evitar la destrucción de todos los espacios periurbanos. Que habrá de poseer los equipamientos y servicios públicos necesarios para la población, bien situados y accesibles. Que ha de optar necesariamente por el transporte público, y preparar con sentido común las correspondientes infraestructuras. Seguramente es fácil ponerse de acuerdo sobre todo ello, al menos al nivel de las declaraciones generales, retóricas.

Pero se ha de ir más allá. Construir la ciudad implica también opciones sociales y políticas. Son ellas las que nos puede permitir diseñar una ciudad en la que los ciudadanos tengan mecanismos de participación habitual en la elaboración y en la gestión del urbanismo.

También una ciudad en la que que se evite la desigualdad y la segregación, y en la que esté garantizado el acceso a la vivienda y la estabilidad de uso de la misma, es decir, sin amenazas de expulsión al cabo de algunos años (como sucede hoy en España con la actual ley de arrendamientos urbanos).

El problema de la vivienda es verdaderamente esencial, ya que es a través de ella que se construye el espacio social de la ciudad, se localizan los hombres en el espacio, y se establece la segregación que está presente desde el comienzo de la historia urbana. La falta de vivienda o la inestabilidad en el uso de la misma son atentados básicos a los hombres, ya que la vivienda es una dimensión esencial de la vida humana, del mismo ser del hombre. Como han dicho algunos filósofos, el hombre solo es en la medida en que habita, en la medida en que dispone de un lugar para el reposo y para enfrentarse al mundo.

El problema de la vivienda es así una cuestión esencial, que fue aumentando con el crecimiento de las ciudades durante el siglo XIX. Aparece, por ejemplo, claramente formulado en los famosos artículos que publicó Friedrich Engels en 1872 y que se reunieron en un libro titulado El problema de la vivienda. Tal como muestra ese debate, en aquel momento era ya grande en toda Europa el eco de las propuestas que trataban de de convertir el alquiler en un pago de acceso a la propiedad.

La cuestión de la vivienda se había convertido ya en el último tercio del XIX en un aspecto básico de la llamada "cuestión social", por la falta de alojamientos decentes para los grupos populares y por los precios de los alquileres. Los estallidos revolucionarios de los años 70 (el Sexenio Revolucionario en España, la Comuna de París...) fueron llamadas de atención muy serias sobre las condiciones de vida de los obreros. La misma burguesía tuvo que discutir el tema, por la virulencia social que estaba alcanzando. Y también por razones higiénicas. Como ya advirtió Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845) y reiteró en 1872, los señores capitalistas "no pueden permitirse impunemente favorecer el desarrollo entre la clase obrera de una epidemias de las que ellos mismos sufrirían las consecuencias; el ángel exterminador les golpea a ellos con la misma dureza que a los trabajadores".

Los debates sobre la vivienda popular tienen una cronología muy similar a un lado y otro del Atlántico. Hoy tenemos ya estudios que lo muestra de forma convincente (entre los cuales la misma Tesis Doctoral de Rodrigo Hidalgo, recién publicada por el Centro de Investigaciones Diego Baros Arana con el título La vivienda social en Chile y la construcción del espacio urbano en el Santiago del siglo XX). Tanto en Europa como en América hubo iniciativas de los empresarios para intentar hacer frente al problema de la vivienda obrera; por ejemplo, empresarios mineros, de ferrocarriles, de las empresas frigoríficas y otros, algunas verdaderamente tempranas, de 1870 y años posteriores. Las viviendas eran poseídas en alquiler, con problemas similares y medidas parecidas en Europa y América, con intentos de acción legislativa para mejorar las condiciones higiénicas de las viviendas obreras y la elaboración de leyes sobre tugurios y conventillos; pero en realidad sería ya en el siglo XX cuando se abordaron de forma más decidida.

La intervención del Estado respecto a la vivienda para el sector popular tuvo varias modalidades, tales como estímulos impositivos a la acción privada, préstamos destinados a la construcción de la vivienda. Los datos muestran la importancia de la labor del Estado en la promoción de la vivienda popular ya desde la década de 1930 y 40 en algunos países, tales como Chile, Uruguay, o Argentina.

Desde los primeros debates sobre la vivienda han pasado ya más de siglo y medio. Pero el problema sigue estando planteado. Gracias a los avances de la arquitectura del Movimiento Moderno se puede hoy construir vivienda digna y de calidad para los grupos populares a precios razonables. Durante el siglo XX ha habido que construirlas para más de 4.000 millones de personas, más que en toda la historia anterior de la Humanidad. Y si es cierto que una parte de la población del mundo vive mal, también lo es que otra proporción importante ha encontrado una vivienda digna.

El acceso a la propiedad se ha hecho amplio en muchos países. La propiedad de la vivienda contribuye sin duda a la paz social, y por eso los gobiernos la han apoyado. El lema de "Todos propietarios" que acuñaron los revolucionarios del XIX fue cálidamente acogido por los gobiernos y por el capital cuando fueron conscientes de las ventajas que podían obtener de ello. Sus consecuencias han sido verdaderamente grandes, ya que la complicidad con el sistema social se ha extendido a amplias capas de la población.

Pero la inversión en vivienda se ha convertido en una verdadera obsesión para amplios grupos sociales, como forma de ahorro de mantenimiento o revalorización de los ahorros. Lo cual puede tener consecuencias negativas y, en todo caso, es una demostración evidente del fracaso del sistema capitalista en lo que se refiere a la organización de un sistema de ahorro eficaz, que no esté afectado por la inflación, ni por las quiebras o la rapiña de los bancos.

Se necesita una política de viviendas que acabe con la pobreza y la desigualdad. Para ello se requieren otras formas de organización económica y social. A fines del siglo XIX una parte de la clase obrera pensó que la verdadera solución económica y social solo vendría de un cambio revolucionario que permitiera la apropiación de todos los medios de producción por el proletariado y el ejercicio del poder político; y que en lo que se refiere a la vivienda, solo la expropiación y la redistribución serían el camino adecuado.

Han pasado muchos años, y en medio hay que contar el fracaso de la experiencia revolucionaria de la Unión Soviética y otros países. Pero muchos problemas siguen planteados, y muchos desheredados piensan que se ha de encontrar solución a los problemas que siguen existiendo en un mundo en el que, a pesar de las inmensas riquezas y posibilidades, todavía sigue habiendo profundas desigualdades; entre las cuales la desigualdad en el acceso a la vivienda. A la vez que se han agravado hasta extremos antes impensables, los problemas de la degradación ambiental.

Parece evidente que se necesitan otras formas de organización de la economía y de la sociedad. Y nuevas formas de planeamiento urbano.

Necesitamos otro planeamiento y otra forma de construir la ciudad. Tal como se dice en el "Manifiesto sobre el futuro de las ciudades" (accesible en <http://www.ub.es/geocrit/b3w-551.htm>) se necesita un planeamiento en el que la responsabilidad no sea solo de los técnicos (arquitectos e ingenieros) y el urbanismo no se imponga de arriba abajo, sino que se elabore de abajo arriba; en que el punto de partida sea el diálogo y el debate público de las opciones existentes; en que la construcción de la ciudad no se deje a merced de los intereses inmobiliarios; en que políticos y técnicos estén verdaderamente al servicio de los ciudadanos. Un planeamiento en el que los espacios cerrados sean solo los de carácter individual y familiar, y no existan barrios exclusivos con barreras reales o virtuales, manteniendo por tanto la tradición de espacio público protegido por las normas legales y la administración; una forma de planeamiento en que la libertad, la igualdad, el bienestar y la solidaridad hagan de la ciudad el paraíso en la Tierra, que para los que no comparten creencias religiosas tal vez será el único paraíso posible.

Son muchos los temas a los que debemos prestar atención, en una perspectiva interdisciplinaria, que no esté afectada por las anteojeras y los deseos de autoprestigio de cada disciplina, algo que a veces impide un diálogo fructífero. En la convocatoria del Coloquio hacíamos referencia a muchas cuestiones que creemos imprortante destacar, no solo para debatir en el marco de este Coloquio, sino también para impulsar en nuestros centros la realización de estudios y diseñar programas de investigación.

Algunos de los temas que nos interesan hacen referencia al marco jurídico en el que se realiza la producción de la ciudad y a la evolución de las políticas sobre ésta, así como al papel de las instituciones públicas. Un cierto número de comunicaciones tratan efectivamente del papel del Estado en la producción del espacio urbano como regulador y planificador y, más tarde, interviniendo directamente en la producción de vivienda.

En cuanto a los agentes y actores urbanos, debemos detectar los intereses y las estrategias que despliegan los propietarios del suelo; los propietarios de los medios de producción; los comerciantes; los constructores. También analizar el papel creciente del sistema financiero. Y la relación entre los intereses de los agentes urbanos y la organización de los servicios públicos.

Es preciso prestar atención especial a la dinámica de la construcción: la preocupación por la maximización de los beneficios empresariales en la producción de la vivienda; la industria de la promoción urbana; los ciclos en la industria de la construcción; las estrategias de los constructores para el abaratamiento de la vivienda y maximización de las ganancias; o las que existen para la retención de suelo urbano y apropiación futura de las plusvalías; el papel de los impuestos sobre el valor del suelo urbano; la presión de propietarios y constructores sobre los ayuntamientos.

Se ha de penetrar en la lógica del crecimiento urbano, los factores del crecimiento; los "costes sociales" de éste; los mecanismos de la producción de la morfología; los niveles estatal, regional y municipal de la regulación.

El mercado de la vivienda y su evolución merece asimismo una gran atención: las formas de acceso a la vivienda; la posición de los partidos políticos y de las asociaciones obreras ante ese problema, la vivienda y politización de la clase obrera, la vivienda y movimiento feminista, los conflictos entre constructores y usuarios, caseros e inquilinos, la vivienda y cuestión social, las leyes de inquilinato, la legislación sobre la vivienda popular, los deshaucios, las asociaciones de inquilinos, las huelgas de alquileres. Pero también se ha de analizar las causas del vandalismo en las viviendas, los delitos sobre la propiedad, el origen y el éxito del lema "Todos propietarios", la filantropía y vivienda, las viviendas municipales, el higienismo y calidad de la vivienda, el papel de las ordenanzas municipales, y en especial las de construcción.

Hemos de diseñar asimismo programas de investigación sobre la función de los técnicos, la administración pública como agente urbano, la actuación de los agentes urbanos en la construcción de la ciudad capitalista y de la ciudad socialista, la gestión de la morfología y del patrimonio histórico. Y de forma imaginativa abrir otros temas de trabajo, tales el planeamiento urbano como retórica, las utopías y distopías urbanas, los agentes urbanos y políticas urbanas en la pintura, el dibujo y el cine.

Es mucha la responsabilidad que tenemos los científicos sociales, los investigadores, los profesores universitarios. Necesitamos debatir todos estos temas de forma amplia, y sin miedo a las implicaciones. Y para ello se ha organizado este Coloquio Internacional de Geocrítica, el séptimo de los que realizamos y el primero que se celebra fuera de Barcelona.

Los Coloquios de Geocrítica se conciben desde el comienzo como un foro de encuentro internacional e interdisciplinario, y trata de estimular la realización de estudios comparativos internacionales, y especialmente del mundo iberoamericano. El primero de estos Coloquios se celebró en 1999 y se dedicó a "Iberoamérica ante los retos del siglo XXI". Los siguientes se han dedicado a "Innovación, desarrollo económico y medio local" (2000), "Migración y cambio social" (2001), "El trabajo y el mercado de trabajo" (2002), "La vivienda y la construcción del espacio social de la ciudad" (2003), "El impacto social y espacial de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación" (2004).

Este es el primero que se celebra fuera de Barcelona. Y es justo que sea en Santiago de Chile y que en él actúe el Dr. Rodrigo Hidalgo como codirector, ya que él ha estado asociado a ellos desde su origen. No solo fue coordinador del primer coloquio, sino que también colaboró luego en dos de los que le continuaron. Pero más aún, quiero señalar que fue asimismo un protagonista esencial en su fundación. Recuerdo bien que fue en una conversación con él que surgió la idea de organizar el primero, cuando se encontraba en Barcelona realizando su Tesis doctoral, una investigación espléndida que ha sido publicada recientemente, como dije.

Chile es, además, un país con una larga tradición científica, y especialmente en los estudios urbanos. La geografía tiene en este país una larga historia, que contó ya con logros apreciables en el Reino de Chile. No hay más que recordar las numerosas descripciones territoriales que se hicieron entre los siglos XVI y XVIII, y obras de síntesis con alto contenido geográfico como la de Juan Ignacio de Molina. En el Chile independiente la ciencia geográfica alcanzó un nivel apreciable en los reconocimientos que se hicieron y en el esfuerzo por organizar territorialmente el nuevo Estado. La historia ha sido narrada con gran erudición precisamente por una geógrafa de esta universidad (Mónica Gangas) en una Tesis doctoral que se presentó en la Universidad de Barcelona. A partir de 1944 la creación del Instituto de Geografía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Chile, bajo la dirección de Humberto Fuenzalida, supuso la institucionalización universitaria de la disciplina, que tuvo en los años siguientes un fuerte desarrolllo, especialmente en los años 1960. Recuerdo bien que cuando era estudiante y luego recién licenciado consulté en Murcia, por consejo de mi maestro el profesor Juan Vilá Valentí, trabajos de geógrafos e historiadores chilenos; y todavía tengo presente la impresión que me causaron trabajos como la Evolución de la propiedad rural en el valle de Puangue (1956) del gran historiador chileno Mario Góngora y el geógrafo Jean Borde, así como diversos artículos de la excelente revista Informaciones Geográficas de la Universidad de Chile, entre los cuales el de Sergio Sepúlveda sobre El trigo chileno en el mercado mundial (1959), que leí poco después de su aparición, mientras yo estudiaba la licenciatura de geografía e historia; algo más tarde, la lectura de la Geografía de Chile (1973) de Pedro Cunill, nos mostraría un excelente ejemplo de investigación geográfica regional aplicada a este país. Las ciencias sociales en Chile habían alcanzado un elevado nivel de desarrollo, al igual que el urbanismo y la arquitectura; y las actividades de la CEPAL eran, bien conocidas y apreciadas en todos los países iberoamericanos y en España.

Todo ello quedó cortado con el golpe de Estado de Pinochet del 11 de septiembre de 1973, que acabó con el sistema democrático chileno, y con la vida de intelectuales de primera magnitud y mandó al exilio a otros muchos. Las consecuencias que esa dictadura y de otras que por aquellos años se produjeron en diversos países iberoamericanos, en el contexto de la guerra fría y con el apoyo del gobierno de Estados Unidos, fueron terribles para todos ellos. Pero, al igual que pasó en España durante la época franquista, es imposible detener el pensamiento, y a pesar de la dictadura pudo seguir la vida intelectual, lo que explica el rápido desarrollo tras la restauración de la democracia. Chile ha vuelto a ser hoy en muchos campos una referencia a escala internacional, y la producción científica de sus investigadores es bien conocida en Europa. En lo que se refiere a los geógrafos, es muy importante la participación de éstos en organismos públicos de ordenación territorial, estatales y municipales, así como en empresas privadas.

La celebración de este Coloquio en Santiago es también un reconocimeinto de ello, y un homenaje a este gran país, que tan generoso fue con el exilio español después de la guerra civil.

Quiero agradecer a la Universidad Católica de Chile las facilidades que ha dado para la organización del Coloquio. Las relaciones de los geógrafos barceloneses con los chilenos viene de atrás, y se iniciaron durante el magisterio del profesor Juan Vilá Valentí, que dirigió en la Universidad de Barcelona varias Tesis doctorales de profesores de ésta y de otras universidades. Con ocasión de mi primera visita a Chile, invitado precisamente por esta Universidad, tuve ocasión de conocer o estrechar los lazos con otros investigadores entre los cuales no quiero dejar de citar al padre Guarda y a Armando de Ramón así como de otros historiadores y arquitectos, entre los cuales algunos de los que impulsaban esa gran revista que es Eure. También aprecié los esfuerzos que realizaban los geógrafos para renovar la disciplina, y la consolidación del proyecto editorial de la Revista de Geografía Norte Grande, fundada en 1974.

Y agradecer muy especialmente su trabajo al equipo chileno que ha hecho posible este encuentro, con un denodado, generoso y altruista trabajo de organización. Los nombres de Rodrigo Hidalgo, y los de Rafael Sánchez, Gastón Aliaga y Carla Marchant han de ser citados aquí, para agradecerles todo su esfuerzo y su buen hacer. Y también al Director del Instituto de Geografía de la PUC de Chile, por la ayuda que nos ha facilitado.

Este Coloquio Internacional se realiza también dentro del plan de actividades científicas del proyecto SEC2001-3424, "Geocrítica. Sistema de evaluación de la innovación y la difusión de las tecnologías de la información y el conocimiento en el ámbito socioeconómico", de la Secretaría General de Política Científica y Tecnológica del Ministerio de Educación y Ciencia de España.

Detrás de estos coloquios hay también una ilusión política e intelectual. La de reforzar los lazos entre los investigadores de un lado y otro del Atlántico, y especialmente de todos los países iberoamericanos. Tenemos mucho en común y mucho que aprender juntos. La lengua es una vínculo muy importante. Podemos entendernos hablando nuestra lengua con veinte países hispanoamericanos, y podemos dialogar fácilmente con brasileños y portugueses que hablan en otra lengua hermana. Espero que este Coloquio sirva para intensificar los lazos entre unos y otros y para anudar otros nuevos.

 

© Copyright Horacio Capel, 2005

© Copyright Scripta Nova, 2005

Ficha bibliográfica:

CAPEL, H. Discurso de inauguración del VII Coloquio Internacional de Geocrítica. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2005, vol. IX, núm. 194 (001). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-194-001.htm> [ISSN: 1138-9788]

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