Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona.
ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. IX, núm. 194 (21), 1 de agosto de 2005

 

LA PROMOCIÓN PRIVADA Y LOS GRANDES CONJUNTOS HABITACIONALES: NUEVAS MODALIDADES DE ACCESO A LA VIVIENDA

 

María Teresa Esquivel Hernández

Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco

Ciudad de México, México. E- mail: mteh@correo.azc.uam.mx

 

Esther Maya Pérez

Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Ciudad de México, México. E- mail: guershon123@yahoo.com.mx

 

Jorge Cervantes Borja

Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Ciudad de México, México. E- mail: jorfer@servidor.unam.mx

 


La promoción privada y los grandes conjuntos habitacionales: nuevas modalidades de acceso a la vivienda (Resumen)

En México, a partir de la década de los noventa, el acceso a la vivienda de interés social se ha llevado a cabo, con la participación activa del sector inmobiliario privado. Esta intervención se ha cristalizado en la construcción de enormes conjuntos habitacionales emplazados en municipios distantes de las grandes ciudades del país. La nueva actuación de las empresas promotoras privadas caracterizada por incorporarse en proyectos completos que abarcan desde la adquisición del suelo, su urbanización, la construcción de viviendas, la promoción e incluso, los mecanismos de financiamiento, tiene como contexto el retiro paulatino del Estado como rector de la economía y la instauración de un sistema predominantemente privatizado y mercantilizado. El impacto que en la vida cotidiana de las familias ha tenido esta nueva modalidad de acceso a la vivienda de interés social, es el objetivo del presente trabajo.

 

Palabras clave: vivienda de interés social, promoción inmobiliaria privada, financiamiento habitacional, papel del Estado, vida cotidiana.


The private promotion and the large habits units: new modality to access the housing (Abstract)

In Mexico since 90´s , the access to the social low income housing has been with active participation from the real state property sector. This intervene has been to concrete in the huge habit units construction to gather in city halls with long distances of the biggest metropolis of the country. The new performance of the private promotion companies to portray by incorporate in full projects to include or contain since ground use acquisition, the urbanization, the habit unit construction, the promotion and even the financial mechanism, to have a retirement context little by little, and the state like economy rector or head  with predominate private and merchandise system. The impact in the every day life in the family has been a new modality to access to the social low income housing all of this is the main objective of the present work.

 

Keywords: social low income housing, private promotion to real state, housing financial mechanism, state role, every day life.


Antecedentes

 

La historia de la producción de vivienda, por parte del Estado mexicano, se remonta a la década de los años cuarenta, con la ejecución de algunos proyectos habitacionales dentro del marco de los derechos concedidos a una burocracia vinculada con instituciones de seguridad social. Fueron programas de vivienda que marcaron el antecedente para la creación de los actuales fondos habitacionales de mayor envergadura que, con algunas variaciones y modificaciones, se han ido adaptando a las políticas habitacionales que, hoy, rigen en México.

 

 

En los años cincuenta, el lento desarrollo económico del país se caracterizó por un desempleo abierto, consecuencia del descenso de las principales ramas de la economía; esto obligó al Estado a buscar la forma de reactivarla (sobretodo incentivando la industria de la construcción), para poder satisfacer las principales demandas sociales, entre ellas la vivienda. De este modo, en 1962 se modifica la Ley General de Instituciones de Crédito y Organizaciones Auxiliares, con el propósito de canalizar los recursos de la banca privada hacia la producción de viviendas económicas. Esta legislación permitió la penetración del capital monopólico financiero en el sistema de producción de la vivienda, bajo la forma de una cada vez mayor vinculación entre compañías inmobiliarias, promotores inmobiliarios, compañías de seguros y bancos. (Connolly, 1975).

 

 

A finales de la década de los sesenta y principios de los setenta, México experimentó una fuerte crisis de legitimidad, lo que aunado al fracaso del modelo conocido como desarrollo estabilizador, constituyen el contexto de una política mexicana caracterizada por un mayor intervencionismo en la economía y en los rubros de bienestar social. De esta forma, la política de vivienda de esos años, además de legitimarse, le permitió al Estado un ámbito de negociación con el sindicalismo oficial y con los grupos populares (Puebla, 2002:42).

 

 

Justamente, el periodo que abarca de principios de los años setenta hasta finales de los ochenta es reconocido como el de mayor intervención del Estado mexicano en el sector habitacional. Es en este lapso cuando crean los fondos solidarios para vivienda[1] y se conforma un verdadero sistema institucional de vivienda, “que incluye tres tipos de organismos: los que dirigen su producción a los sectores medios de la población (Fovi-banca); los que atienden a la población de menores recursos (Indeco y después Fonhapo, DDF, e institutos estatales de vivienda), y los destinados a los trabajadores asalariados (fondos para vivienda)” (Puebla, 2002:40).

 

 

Particularmente con la creación de estos fondos por parte del Estado, las políticas habitacionales en el país sufren una transformación de gran trascendencia. Es decir, durante los años setenta, se institucionalizó una ambiciosa política habitacional dirigida a satisfacer la necesidad de vivienda de los sectores de población asalariada. De los fondos creados, el Infonavit es el que ha tenido una mayor cobertura a nivel nacional, por el tamaño de la población atendida y por la cantidad de vivienda producida en el país. No obstante, los esfuerzos realizados por parte del Estado no fueron suficientes; pues entre 1951 y 1960, el sector público sólo participó como agente productor de vivienda con el 5.4%; el sector popular con el 65.8% y el privado con el 28.8%. Entre 1960 y 1970 las cifras variaron a 9.3%, 63.9% y 26.8% respectivamente, dando un ligero incremento en la participación del sector público (Maya, 1999).

 

Sin embargo, a finales de los años ochenta, en el contexto de la ideología neoliberal y la influencia de las agencias internacionales de ayuda, se da un giro importante en la política de vivienda que se va a caracterizar por una desregularización del sector habitacional y por un cambio radical en el papel jugado por el Estado mexicano, volviéndose éste menos intervencionista. En estas transformaciones, la influencia del Banco Mundial ha sido decisiva. Este organismo internacional, propone que el Estado debe dejar de lado la producción, financiamiento y mantenimiento de viviendas y ocuparse de mejorar la eficacia del mercado inmobiliario y de las condiciones habitacionales de los más pobres.[2] En otras palabras, debe constituirse en el engranaje para la aplicación de lo que denomina estrategias facilitadoras.

 

 

Estas estrategias facilitadoras se centran en los aspectos financieros, la simplificación del marco normativo, la desregulación de los mercados y la provisión de infraestructura y tierra por parte de los gobiernos para que el sector privado pueda producir de manera más eficiente la vivienda. Así, la política del Banco Mundial ha implicado la apertura del sector vivienda hacia la mayor intervención de los agentes inmobiliarios y financieros privados con el apoyo del Estado (Puebla, 2002,216).

 

 

En 1987, el Infonavit introdujo modificaciones en su sistema de financiamiento para adecuarlo a las condiciones de la economía inflacionaria de ese entonces. Entre otras cosas, el nuevo mecanismo financiero propuso que el precio de la vivienda financiada se tradujera a su equivalente en un número de veces el salario mínimo vigente en ese momento, y la cantidad resultante constituiría el monto del crédito otorgado a los asalariados. De esta forma, se aprecia que desde entonces, se le da mayor preferencia a la dimensión económica y se deja de lado la calidad y tipo de vivienda que se está ofreciendo.

 

 

De esta forma, desde 1989 el presupuesto otorgado a los institutos de vivienda se reducen significativamente y en un contexto de libre mercado y de apertura comercial y financiera, la política habitacional mexicana se libera, permitiendo una mayor intervención de los agentes privados financieros, promotores y constructores.

 

 

La nueva política habitacional

 

Los años noventa se inician con marcadas políticas económicas que pugnan por una retirada (o disminuida) intervención del Estado en las acciones orientadas a satisfacer las demandas que provienen de los sectores populares. Como se señaló antes, en el contexto del sistema económico neoliberal, las políticas habitacionales dictadas por organismos como el Banco Mundial, reorientan las funciones del Estado, volviéndolo más eficaz y adecuado para el logro de los fines tanto del capital local como del internacional.

 

 

El Estado mexicano sentó su política en el Plan Nacional de Desarrollo 2001-2006. El instrumento político para lograr sus objetivos es la Comisión Nacional de Fomento a la Vivienda (Conafovi), organismo creado en 2001 y cuya responsabilidad es el diseñar, promover, dirigir y coordinar la política nacional de vivienda del gobierno federal, a fin de garantizar el acceso a una vivienda digna a las familias mexicanas y a contribuir al desarrollo social y económico del país. No obstante lo establecido en esta política de vivienda, la estrategia de la presente administración sigue sustentándose sólo en criterios financieros que dejan como una quimera el objetivo de hacer una vivienda digna para el grueso de la población. Así, la Conafovi sacrifica la calidad por la cantidad, ya que sus programas de trabajo fundamentales, no mencionan nada relativo al diseño y calidad de la vivienda.

 

 

De esta manera, en la nueva política habitacional se visualiza que los desarrolladores privados constituyen la opción para que la población pueda acceder a una vivienda digna y a través de ello, mejorar la calidad de vida de la población y contribuir a superar el gran rezago habitacional que impera en nuestro país. En este trabajo buscamos aportar elementos que permitan conocer si la participación de la promoción inmobiliaria privada, en el contexto de esta nueva política habitacional, está contribuyendo a mejorar la calidad de vida de las familias y con ello superando el rezago de vivienda, al constituirse en la única opción legal para estos sectores de población. En otras palabras, buscamos reflexionar en torno al papel de la actual política habitacional y su impacto en la calidad de vida de las familias.

 

 

La actuación de las empresas privadas inmobiliarias

 

Si bien, desde hace algunas décadas, las empresas inmobiliarias privadas ya venían actuando de manera incipiente en la producción de vivienda pública, actualmente aunque existen varias empresas pequeñas, se han conformado grandes consorcios que monopolizan la producción habitacional de vivienda de interés social. Estas empresas inmobiliarias se caracterizan porque están integradas verticalmente, es decir, se incorporan en proyectos habitacionales completos que van desde la adquisición del suelo,[3] su urbanización, la construcción de viviendas, la promoción e incluso, a través de los llamados créditos puente, el financiamiento para facilitar su acceso a la población objetivo.

 

 

Otra característica de su forma de actuar es que sus acciones en su mayoría se localizan en las periferias de las áreas urbanas ya que ahí hay mayor la disponibilidad de suelo barato, no desarrollan las grandes obras de infraestructura vial y de servicios que se requieren para proyectos de tales dimensiones, ni llevan a cabo estudios de impacto urbano social y ecológico, y sin embargo, tienen una influencia determinante en el proceso de expansión del área urbana.

 

 

A las empresas no les interesa cualquier tipo de terreno, ya que se pueden dar el privilegio de identificar el suelo más viable para sus proyectos y hacer las transacciones para obtener el suelo, en tiempos y costos ventajosos, ya que manejan un amplio sistema de información digitalizado sobre las principales variables que afectan la dinámica urbana. De ahí que se conviertan en grandes especuladoras de terrenos y obtengan numerosas ventajas sobre los desarrolladores inmobiliarios más pequeños (Puebla, 2004).

 

 

En la producción de la vivienda, los grandes consorcios privados emplean tecnología de punta que consiste en modelos lineales que utilizan moldes para los muros y techos, y repiten cientos e incluso miles de veces unos cuantos prototipos creando un paisaje repetitivo y monótono. También cuentan con plantas para producción de concreto, lo que les facilita la fabricación de casas monolíticas en tiempos y costos muy reducidos.

 

 

El empleo de línea de producción sumamente eficiente es una característica de estas grandes empresas ya que con ello generan fuertes economías de escala, que les permite reducir tanto el número de insumos como las actividades del proceso de producción. Es importante señalar que este tipo de tecnología demanda menos mano de obra que la construcción tradicional, y los empresarios además, consiguen los insumos a precios de mayoreo con los productores directos.

 

 

Para la construcción de estos grandes conjuntos utilizan varias fuentes de financiamiento,[4] por un lado el capital de los propios promotores, y por el otro, los créditos puente que otorga la banca comercial o bien las Sofoles (Sociedades Financieras de Objeto Limitado), lo más relevante es que monopolizan los financiamientos de los organismos públicos de vivienda, particularmente los del Infonavit y del Fovissste.[5]

 

 

Si bien, en su momento estos fondos solidarios que el Estado creó, principalmente el Infonavit y el Fovissste, edificaban sus viviendas a través de la contratación de empresas constructoras y despachos privados, la diferencia de aquel entonces con el momento actual, es que, al menos, estas constructoras eran vigiladas por las áreas técnica y social de los organismos habitacionales, sin embargo, actualmente no existe ese estricto control constructivo y las empresas tienen libre juego sobre la calidad de materiales y construcción. Los organismos públicos contaban también con reservas territoriales propias, en donde llevaron a cabo la construcción de sus unidades habitacionales. Hoy día, como señalamos, los promotores poseen sus propias reservas de suelo que si bien son adquiridas con grandes ventajas, en el costo de la vivienda, el suelo es considerado a precios del mercado, lo que impacta su precio final, además de que se generan localizaciones urbanas sin lógica alguna. Asimismo, los consorcios privados tienen su propia tipología de vivienda cuyo su tamaño, calidad y diseño está determinada por el costo de producción, permitiéndoles generar importantes márgenes de utilidad.

 

 

En otras palabras, la producción en serie y las economías de escala que generan las empresas inmobiliarias hace que produzcan viviendas a costos muy bajos, no obstante, éstas son vendidas a precios comerciales, lo que se traduce para los consorcios inmobiliarios en jugosas ganancias. Además, en el precio de la vivienda se incluye el costo del financiamiento bancario y de los intermediarios que participan, por ello las viviendas se venden muy por encima de su valor de producción, limitando con ello el acceso de la población de menores recursos a los programas habitacionales. Es precisamente el sector que recibe ingresos por encima de los 4 salarios mínimos el que está accediendo a las viviendas producidas por los agentes privados y a los créditos que otorgan las instituciones públicas, dejando fuera a la población de menores ingresos que son la gran mayoría, quienes siguen dando respuesta a sus necesidades de vivienda a través de la autoconstrucción; modalidad que el Estado conjuntamente con el sector inmobiliario sigue apoyando, aunque de manera incipiente, a través de programas de vivienda denominados como “lotes y servicios” y “vivienda progresiva”. Sin embargo, para la mayoría de la población de bajos ingresos, resulta más sencillo seguir poblando irregularmente las periferias urbanas y autoconstruir sus viviendas, en donde el espacio vital es mucho más amplio que el proporcionado en los conjuntos habitacionales promovidos y financiados por el sector inmobiliario.

 

 

Los grandes conjuntos habitacionales, cristalización de la nueva política habitacional del Estado Mexicano

 

Como hemos señalado arriba, el retiro paulatino del Estado mexicano en la política habitacional ha propiciado la intensa e incontrolada participación del sector inmobiliario en la producción de vivienda, la cual se ha cristalizado en la construcción de enormes conjuntos habitacionales que, por su tamaño y densidad, equivalen a la conformación territorial de una ciudad, aunque planeada como un fraccionamiento. En los últimos años, se han proyectado, en diferentes partes del territorio mexicano, unidades habitacionales de casi 20,000 viviendas, sin una adecuada previsión para la dotación de servicios urbanos y comunitarios. Generalmente se encuentran localizados en zonas periféricas alejadas del tejido urbano y social, lo que ha traído como consecuencia, grandes desplazamientos de la población desde la vivienda hacia su lugar de trabajo, y utilizando casi siempre un transporte colectivo deficiente e inseguro (Maya y Cervantes, 2005).

 

 

Estos conjuntos se construyen como si fuesen fraccionamientos regidos por una serie de normas mínimas y poco articuladas con la realidad urbana que se está proyectando. La posición reduccionista expresada en esta normatividad, en todo caso, trasciende en la calidad de lo que se está construyendo, tanto de la vivienda como la del conjunto o unidad habitacional. Es decir, a diferencia de los conjuntos tradicionales del Infonavit, estas grandes unidades habitacionales incluyen menos elementos de equipamiento, servicios de infraestructura, espacios abiertos y áreas verdes, ya que los promotores inmobiliarios se limitan a proporcionar sólo los elementos mínimos indispensables para cumplir con la normatividad establecida.

 

 

El Estado mexicano participa poco en la provisión de infraestructura la cual, depende, de la disponibilidad de recursos financieros que posean los gobiernos locales y estatales; pues en México, la responsabilidad de planear y proporcionar los servicios de infraestructura varía de un estado a otro, a veces, inclusive de una ciudad a otra. Con frecuencia las autoridades municipales tienen que negociar con el desarrollador de vivienda, la dotación de infraestructura dentro de un marco jurídico complicado, en perjuicio, una vez más, de la calidad de la vivienda construida.

 

 

Otra diferencia con los conjuntos tradicionales en los que prevalecen departamentos en edificio, en estos grandes conjuntos se ofrecen tipologías de vivienda preferentemente unifamiliar (aunque también hay dúplex y cuádruplex). En todos los casos, se trata de viviendas sumamente pequeñas que van de los 45 a los 70 m2. No obstante, la forma en que las diminutas casas están diseñadas, oculta sus reales dimensiones y les da una apariencia de amplitud.

 

 

Las empresas inmobiliarias han sabido bien realizar un diseño urbano atractivo para la población y a través de éste se les vende la promesa de una mejora en sus condiciones de vida y sobre todo el sueño siempre acariciado de las familias por obtener una vivienda en propiedad. Paralelamente, en el diseño de estas casitas, los arquitectos han sabido cristalizar los anhelos de familia clase-media: viviendas independientes de dos pisos, con un lugar de estacionamiento (que hace las veces de un pequeño jardín), emplazadas en espacios abiertos y algunas de ellas conformando privadas cerradas con rejas en donde sólo hay acceso para la gente que ahí vive y para circular el tráfico interno (al estilo de los condominios horizontales propios de sectores medios y altos de la ciudad).

 

 

En realidad, la nueva política habitacional a través de la actuación de estas empresas inmobiliarias está generando espacios hacinados debido a las reducidas dimensiones de las viviendas. Si bien no hay estudios que señalen una relación directa entre espacio y violencia, no podemos negar que la falta de espacio habitable impide, a nivel familiar, la cohesión entre sus miembros, anula la intimidad y expulsa a sus integrantes a la calle, particularmente a los jóvenes, con todos los peligros de seguridad que ahí existen.

 

 

Los grandes conjuntos habitacionales y la calidad de vida de las familias[6]

 

De acuerdo con los datos recopilados en la investigación, en los grandes conjuntos habitacionales del municipio de Ixtapaluca, las familias que acceden a este tipo de viviendas promovidas por las inmobiliarias privadas son, en su inmensa mayoría jóvenes, y conforman en forma predominante hogares nucleares, de ellos 7 de cada 10 de ellos aún no han tenido hijos. Hay una presencia importante de familias que tienen como jefe una mujer (21.7%). En donde encontramos diferencias entre los dos conjuntos analizados: San Buenaventura (SB) y Cuatro Vientos (CV), es en los niveles de escolaridad y en el ingreso de los jefes de hogar. Así, en SB los jefes de hogar tienen niveles de escolaridad medios e incluso altos (70% tiene estudios medio superior y superior), lo que se refleja en una población que se puede catalogar como de ingresos medios. Por su parte, en CV, se trata de población de menor nivel educativo: 7 de cada diez tiene estudios hasta secundaria, lo que también impacta en ingresos menores (el 70% gana menos de 4 salarios mínimos). En ambos casos se trata de población que trabaja mayoritariamente como empleados.

 

 

La calidad de vida de las familias que han optado por este tipo de viviendas producidas por las empresas inmobiliarias privadas está condicionada, en parte, por la manera en que éstas fueron producidas y por sus dimensiones y características. Así, en relación con los materiales utilizados en la construcción de las viviendas, la ausencia de muros medianeros no permite la privacidad de las familias y genera fuertes problemas entre vecinos; el inadecuado aislamiento acústico y térmico las hace poco confortables en condiciones de clima y temperatura extremas. Además, la construcción en serie y la utilización de unos cuantos prototipos, produce un paisaje urbano repetitivo y monótono, a pesar de la combinación de estilos y colores que se emplearon en su diseño original.

 

 

No obstante, entre los problemas más graves que se detectaron están aquellos que se relacionan con las reducidas dimensiones de las viviendas, los cuales producen graves conflictos vinculados a la falta de espacio para satisfacer las necesidades de los diferentes miembros del hogar y para un desarrollo confortable de su vida cotidiana, generando con ello niveles de hacinamiento semejantes a los registrados en las vecindades de la Ciudad de México.

 

 

Por ejemplo, las pequeñas viviendas no cuentan con espacios para guardar, esto obliga a las familias a convivir entre cajas, ropa, libros y demás utensilios cotidianos. El tipo de muebles que gustan a las personas, no siempre caben en los espacios reducidos de estas viviendas. Es el caso de la mesa del comedor, mueble fundamental de convivencia familiar, la cual debe permanecer durante el día pegada a la pared para permitir la circulación en la sala comedor, sólo se recorre para comer y entonces, las personas ya no pueden circular libremente. Por ello, la familia se ve forzada a utilizar en forma intensiva, los espacios internos de la vivienda para satisfacer sus necesidades cotidianas como es el descansar, cocinar, hacer tareas escolares, comer juntos, etc.

 

 

No se puede negar que con la vivienda se da una mejora en las condiciones habitacionales, si tomamos como indicador el promedio de personas por vivienda, sin embargo, hay algunas familias que se ven en la necesidad de utilizan la sala para dormir (esto es mayor en CV en donde el 20% tiene esta costumbre, mientras que en SB lo hace el 10.2%). Esta situación es resultado no sólo del reducido número de cuartos, sino del tamaño de los mismos. En cuanto a los servicios de la vivienda, si bien todas ellas tienen conexión de agua entubada, existen fuertes carencias de abasto, así lo manifestó el 70% de los entrevistados, quienes reciben el vital líquido sólo unas horas al día.

 

 

Las empresas inmobiliarias hacen una normatividad muy rígida para reglamentar el uso de los diferentes espacios de los conjuntos habitacionales, así como para garantizar la conservación no sólo de sus condiciones materiales, sino también de la imagen urbana. Esta normatividad establece la prohibición de modificar las fachadas de las viviendas en cuestión de diseño, materiales, textura o color, así como de construir en el área de copropiedad. Tampoco está permitido levantar bardas y muros y realizar cualquier tipo de construcción y ampliación en el frente de las viviendas ya que se considera un espacio exclusivo para estacionamiento. El Régimen de Propiedad en Condominio, establece también que las viviendas están destinadas exclusivamente al uso habitacional, por lo que prohíbe llevar a cabo cualquier modificación o cambio de uso del suelo en éstas.

 

 

Sin embargo, a pesar de la reglamentación impuesta, existen muchos elementos que provocan la modificación de las viviendas (más del 30% de los entrevistados la ha transformado o ampliado), quizá el más importante sea su reducido tamaño y en consecuencia, la necesidad por parte de la familia, de un mayor espacio habitable. La falta de comercios y servicios en la zona y la necesidad de las personas por marcar una diferencia en las viviendas ante un paisaje caracterizado por la monotonía y la repetición, provocan también que las familias modifiquen sus viviendas para poner un negocio o bien para “distinguirse” de la masa. Como es de esperarse, estas modificaciones a las viviendas se llevan a cabo sin seguir los lineamientos, sin garantizar la calidad de los materiales empleados, ni cuidar cuestiones estructurales. El resultado es, por un lado, la transformación del paisaje urbano y por el otro, la desvalorización de su propio patrimonio y el de las familias vecinas.

 

 

Un elemento que causa descontento entre la población es la carencia, en el conjunto habitacional, de espacios destinados para el establecimiento de comercios y servicios, esto afecta las condiciones en que se lleva a cabo la vida cotidiana, además de ser un factor adicional que propicia las modificaciones de las viviendas para instalar locales y facilitar el abasto cotidiano. Esta situación agrava las ya de por sí pequeñas dimensiones de la vivienda, debido a que esta actividad la llevan a cabo básicamente en el espacio destinado a la sala-comedor (71.4%) restando este ámbito de convivencia y rompiendo la intimidad de la familia. Hay quienes utilizan incluso el estacionamiento para construir en ese espacio, un improvisado negocio, generando conflictos entre los vecinos cercanos.

 

 

Al respecto conviene señalar que en estos grandes conjuntos, en general, no existe una intensa vida vecinal y la relación que se establece entre vecinos sólo se reduce al saludo (65%), y si bien el 30% sí los frecuenta, el resto ni los conoce o los conoce sólo de vista. Esto se traduce en una falta de organización para enfrentar las necesidades cotidianas que se presentan a nivel vecinal.

 

 

Los grandes conjuntos que los consorcios inmobiliarios están produciendo, como señalamos antes, se caracterizan por su emplazamiento periférico al tejido urbano, esto agudiza la separación entre la vivienda y el lugar del trabajo, y con ello afecta la forma de vivir y utilizar los espacios del conjunto y de la ciudad, al mismo tiempo que los convierte en ciudades dormitorio. Para el traslado cotidiano, la mayoría de las familias deben combinar varios medios de transporte, situación que se agrava debido a las malas condiciones en que se encuentran los transportes colectivos como los microbuses, que hacen no sólo más tardado el viaje, sino más inseguro. Para transportarse además la familia tiene que realizar fuertes inversiones no sólo en tiempo (en SB el tiempo promedio per cápita de traslado para ir y regresar a su actividad principal es de 2 horas y cuarto: el 36% hace menos de 1 hora y media, el 45% invierte de 1 hora y media a tres horas, pero hay aún un 19% que requiere más de 3 horas para ir y regresar, para el caso de CV el tiempo invertido es mayor, ya que este conjunto se encuentra más alejado y sobretodo mal comunicado con la autopista México-Puebla), sino también en dinero (las familias invierten alrededor del 22% del ingreso familiar en transporte).

 

Las repercusiones que trae consigo esta localización periférica, no sólo en cuanto a desgaste físico del individuo, sino también a la convivencia familiar y en la economía del hogar son evidentes: se genera aislamiento y segregación ya que el alto costo de trasladarse a la ciudad obliga a las familias a salir a la ciudad sólo para lo imprescindible como es trabajar y estudiar, rompiendo las redes de solidaridad que tenían con familiares y amigos en su residencia anterior. El impacto es mayor para la mujer y los niños pequeños los que permanecen en el conjunto durante el día, mientras el jefe del hogar y los hijos mayores se ausentan prácticamente la jornada completa.

 

Son todos estos aspectos a los cuales el Estado mexicano ha dejado de prestar atención, depositando en manos de los agentes privados la producción de vivienda, sin mayor control sobre la calidad de lo que se está construyendo y, por  si fuera poco, sin una normatividad urbana que reclame una forma más adecuada de emplazar, diseñar, construir y operar los conjuntos habitacionales.

 

La percepción de las familias

 

 

La evaluación que las familias hacen a su vivienda y al conjunto habitacional se relaciona con el grado en que su realidad se aproxima a sus anhelos y aspiraciones, y al modo de vida que cifran en ellos. Llama la atención que a la mayoría de la población de SB señaló que sí le gusta su vivienda, mientras que en CV predominan los que están a disgusto con ello. En algo que coinciden ambas poblaciones es en la valoración que hacen del entorno, consideran que les gusta la tranquilidad de la zona ya que es segura y constituye un espacio sin riesgo para los jóvenes y niños. Esta apreciación se entiende en la medida en que las personas buscan salir de la Ciudad de México, en donde el imaginario colectivo ha fortalecido la imagen de una ciudad insegura, contaminada y llena de tráfico.

 

 

Sobre la calidad de las viviendas que recibieron, en general las familias mencionan que ésta es mala, ya que al poco tiempo de habitadas presentaron humedades y cuarteadoras y principalmente que es muy pequeña para sus necesidades de espacio. Algo que es del agrado de la población y que los arquitectos supieron trabajar bien, es el diseño de la vivienda, sus espacios, en el que se incluya un pequeño jardín (aunque realmente se trata del estacionamiento); también la manera como se manejó la gama cromática, y principalmente el reconocer que una casa no es lo mismo que un departamento y valorar la independencia y la privacidad que les proporciona, principalmente porque los aísla de los vecinos. Una de las razones fundamentales por las que se buscó esta nueva vivienda es la propiedad ya que se reconoce la importancia de no continuar “tirando el dinero” pagando una renta, no importa que la vivienda esté lejos o que sea más pequeña, “ya es de uno” y eso le da una valoración tan importante, que los otros factores que afectan su calidad de vida quedan en segundo término.

 

 

Sin embargo, parece contradictorio que el 60% de las familias, si pudiera, sí vendería su vivienda, esto refleja la falta de satisfacción residencial que se experimenta en estos grandes conjuntos. La vivienda con la que sueñan es una que se localice en una mejor colonia. Hay quienes incluso mencionaron problemas económicos como razón para vender la vivienda.

 

 

Reflexiones finales

 

La nueva política habitacional mexicana iniciada en los años noventa tiene su contexto en las estrategias facilitadotas promovidas por las agencias internacionales y más específicamente en los lineamientos del Banco Mundial; en la desregulación de las instituciones financieras, en los cambios en la legislación y en la normatividad y en reforma de los organismos habitacionales. Esto ha traído como consecuencia la pérdida paulatina del rol que el Estado había mantenido durante décadas como rector de la economía, y la instauración de un sistema predominantemente privatizado y mercantilizado, lo que ha permitido una mayor intervención de los agentes privados financieros, promotores y constructores en la producción de vivienda de interés social.

 

 

Ahora, la política consiste en dejar en manos de la iniciativa privada, la construcción de vivienda social, en un marco de reglamentación débil acompañada por un Estado ajeno a las necesidades reales de la población que demanda una vivienda popular digna. Consecuentemente, los problemas de índole social, urbano, económico y ambiental se dejan sentir en las ciudades en un nivel de gravedad que empieza ya, a ser notable.

 

 

Si bien la política habitacional plantea entre sus objetivos generales contribuir a superar el gran rezago habitacional que viven millones de mexicanos, y mejorar su calidad de vida, esto no se está cumpliendo ya que el modelo de actuación de la promoción inmobiliaria privada está creando un fuerte desbalance entre la oferta de vivienda (hay sobre producción) y la demanda de población solvente para pagarla. Esto es un indicio claro que la política habitacional no tiene una orientación social, al estar en manos de los grandes promotores privados, la producción de vivienda se monopoliza y la búsqueda de ganancia se convierte en el motor principal de operación.

 

La atención prioritaria que se está dando a los sectores de población de ingresos medios como consecuencia de la manera de actuar de los promotores privados, del tipo de producto que ofrecen y de las características del financiamiento en que se lleva a cabo el proceso de producción habitacional constituye otro indicio del cambio de orientación de la política de vivienda mexicana.

 

 

En los nuevos desarrollos habitacionales, la falta de equipamiento comercial y de servicios provoca no sólo la transformación de las viviendas y del espacio urbano, sino lo más grave, afecta negativamente la vida cotidiana de miles de familias que han optado por estas viviendas. La lejanía del conjunto urbano del resto de la metrópoli implica no sólo grandes desplazamientos y fuertes inversiones de dinero y de tiempo, sino fundamentalmente el desgaste físico de las personas, la disminución de su vida familiar y produce espacios fuertemente segregados. Además, el reducido tamaño de la vivienda afecta la convivencia cotidiana, genera hacinamiento y por ende impacta negativamente la calidad de vida de miles de familias.

 

 

Las personas valoran su experiencia habitacional en estos espacios ya que consideran que son zonas tranquilas, sin contaminación, ni delincuencia, sin tráfico y más  seguras que la gran ciudad. No obstante, estos factores en donde las familias anclan su satisfacción son los más proclives a cambiar en el corto tiempo. Recuérdese que se trata de familias jóvenes en su gran mayoría, con hijos pequeños, los cuales con el tiempo irán creciendo, saturando los espacios y generando ámbitos de conflicto por el uso de las áreas comunes. Además el colorido y vivo paisaje urbano se transformará por las modificaciones que han sufrido las viviendas ante la falta de espacio y de equipamiento y se tenderá a vivir en un ámbito desvalorizado e inseguro.

 

 

En efecto, la promoción inmobiliaria privada está generando la expansión indiscriminada de la mancha urbana y conformando una nueva modalidad no sólo de paisaje urbano, sino fundamentalmente de modo de vida, presente cada vez más en nuestra realidad mexicana. El término de vivienda digna debe concebirse como un todo, es decir, no sólo hacer referencia a los materiales de construcción y a los servicios que tiene, sino, tomar en cuenta el tamaño, la ubicación y el equipamiento que la rodea, como indicadores fundamentales de lo que debe ser una vivienda digna.

 

 

Sostenemos que la política habitacional debe partir de un concepto amplio e integral de vivienda, es decir no se puede seguir concibiendo a la vivienda sólo como cuatro paredes y techo, hay que incluir en su concepción tanto el entorno urbano que la rodea como su localización. Se trata de construir ciudad y no sólo un número desmedido de viviendas. Se trata, justamente, de dotar de viviendas integradas en espacios urbanos que permitan a la población construir identidades y generar sentimientos de arraigo y pertenencia con su territorio y sobre todo, vinculadas con la ciudad.

           

 

 

Notas



 [1] Para ello, se introdujeron reformas a la Ley Federal del Trabajo, que establece la obligación de los patrones de aportar el 5% del salario de sus trabajadores para constituir un fondo para el financiamiento de vivienda. El resto sería aportado por las transferencias del gobierno federal y los recursos propios, prevenientes de la recuperación crediticia y de las inversiones realizadas por las instituciones. En 1972 se crearon el Instituto Nacional de Fomento a la Vivienda de los Trabajadores (Infonavit), y el Fondo para la Vivienda de los Trabajadores al Servicio del Estado (Fovissste) que, conjuntamente el Fondo de Vivienda ligado a la banca (Fovi-Banca), produjeron el 77.3% de las viviendas terminadas entre 1971 y 1976.

 

 

[2] La política habitacional contempla la vivienda social y la vivienda económica como dos opciones para la población mexicana, la primera pretende atender a la población que gana de 1.5 a 4 sm, mientras que la segunda está destinada a la que gana menos de 1.5 sm. A esta última, se les están dando los que antes se conocían como pies de casa, y que son un piso con cuatro paredes y un techo, cuenta con un baño y una pared húmeda para ubicar lo que podría ser un espacio para una cocina, todo esto en una superficie de 30 m2. Para el primer grupo se encuentra como opción la vivienda que ofrece las empresas inmobiliarias privadas, objeto del presente trabajo.

 

 

[3] Puebla señala que antes de 1989, casi todas las instituciones de vivienda (Infonavit, Fovissste, etc.), adquirían la tierra para constituir su reserva territorial. A partir de los años noventa, estos organismos no sólo no constituyeron reservas, sino que se las vendieron a los promotores inmobiliarios en condiciones comerciales, dejándose al mercado la provisión de tierra y con ello encareciendo la producción habitacional (op. cit. Pág. 211)

 

 

[4] Es importante conocer la procedencia de estos recursos financieros. De acuerdo a diferentes fuentes, la participación del gobierno federal, a lo largo de la historia ha sido mínima, ha provenido en su inmensa mayoría del sector privado (la banca) y del social (aportaciones patronales a favor de los trabajadores). Esto le ha otorgado a la iniciativa privada manga ancha para manejar la política habitacional desde su muy particular forma de ver el problema, quedándole al Estado mexicano el papel de facilitador de las acciones inmobiliarias y mero espectador del curso que está tomando la política de vivienda.

 

 

[5] Con ello, los promotores privados logran enormes utilidades y el capital que se devalúa es el de las instituciones habitacionales, que pagan los productos a precios comerciales y venden mediante créditos subsidiados (Ibid, págs. 223-224).

 

 

[6] Los datos contenidos en esta parte corresponden a dos encuestas levantadas por el equipo de alumnos del Posgrado de Arquitectura de la UNAM, bajo la supervisión de la Dra. Esther Maya. La primera en el Conjunto San Buenaventura, en 2002 y la segunda en el Conjunto Ciudad Cuatro Vientos, en 2004. Ambos conjuntos se localizan en el municipio de Ixtapaluca, Estado de México. La encuesta se complementó con visitas de observación y el levantamiento de una serie de entrevistas de corte cualitativo y en ellas participaron un equipo de alumnos de la Licenciatura en Sociología, del Área de Urbana de la UAM-Azcapotzalco, bajo la coordinación de las profesoras Ana María Durán y María Teresa Esquivel.

 

 

Bibliografía

 

CONNOLLY, P. El papel del capital financiero en la producción de vivienda. México: Fondo de Cooperación para la Vivienda, A.C. (COPEVI), 1975.

 

 

MAYA, E.  El sector privado y la vivienda de interés social en la zona metropolitana de la ciudad de México. México: Hipotecaria Su Casita. 1975.

 

 

MAYA, E. y J. Cervantes (coord.). La producción de vivienda del sector privado y su problemática en el municipio de Ixtapaluca, Estado de México. El caso de la Unidad Habitacional de San Buenaventura. México: Plaza , Valdés y Facultad de Arquitectura. UNAM,1999.

 

 

PUEBLA, C. Del intervencionismo estatal a las estrategias facilitadoras. Cambios en la política de vivienda en México. México: El Colegio de México.2002.

 

 

 

© Copyright María Teresa Esquivel Hernández, Esther Maya Pérez y Jorge Cervantes Borja, 2005

© Copyright Scripta Nova, 2005

 

 

Ficha bibliográfica:

ESQUIVEL, M. T.; MAYA, E.; CERVANTES, J. La promoción privada y los grandes conjuntos habitacionales: nuevas modalidades de acceso a la vivienda. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2005, vol. IX, núm. 194 (21). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-194-21.htm> [ISSN: 1138-9788]

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