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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona.
ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. IX, núm. 194 (48), 1 de agosto de 2005

 

LAS FAVELAS O LAS CIDADE DE DEUS: ¿UNA IDENTIDAD DEL GUETO NEGRO? [1]

 

Profª. Drª Selma Passos Cardoso

Faculdade de Arquitetura e Urbanismo da Universidade Federal da Bahia

E-mail: selmapassos@click21.com.br

 


Las favelas o las cidade de deus: ¿una identidad del gueto negro? (Resumen)

Las representaciones de las comunidades pobres en Brasil muchas veces nos presentan imágenes de comunidades negro-mestizas, y poseen como principal características la exclusión social y la violencia, así lo tenemos en la película Cidade de Deus, de Fernando Meirelles. Pero nos preguntamos si esa definición no es ideológica, o si de hecho ella corresponde al mundo real, este mundo apartado de las pantallas del cine o de los discursos intelectuales. En la búsqueda de estabilizar una imagen para estas comunidades nos encontramos con la descripción de un gueto negro, donde muchas veces las relaciones sociales traspasan los límites de lo justo, y así lo tomamos por su identidad. Un universo cerrado que mantiene sus propias reglas, un campo de batalla, donde los moradores son soldados literalmente armados. Un bando de flagelados en su gran mayoría negros-mestizos, gente fea que pertenecen al mundo de la barbarie, y que parece amenazar el confortable mundo civilizado de las elites.

 

Palabras clave: Agentes urbanos, habitación popular, comunidad negro-mestiza.


The slums or “a cidade de deus”: an identity of the black ghetto? (Abstract)

The embodiment of poor communities from Brazil presents us many times images of black communities of mixed-race. They have as their main instrument: the social exclusion and violence as shown in the film "Cidade de Deus" by Fernando Meirelles. However, we ask ourselves whether this definition would not be ideological or if it, in fact, corresponds to the real world, which one is far away from Movie screens and intellectual discourse. In search of stabilizing the image of these communities, we find ourselves with the description of a black Ghetto, where the social practice many times go beyond the limit of fairness and we believe this to be their identity. Theirs is a closed universe with its own rules, a battlefield where the dwellers or residents are soldiers literally; a bunch of deprived and in its majority blacks of mixed-race, ugly people who belong to the barbarian world, and who seem to threaten the Elite's civilized and comfortable world.

 

Keywords: Urban instruments or Agents, popular Houses, Black community of mixed-race


 

Las Cidade de Deus como gueto negro

 

Las representaciones de las comunidades pobres en Brasil muchas veces nos presentan imágenes de comunidades negro-mestizas, y poseen como principal agentes la exclusión social y la violencia. Así lo tenemos en la película Cidade de Deus, de Fernando Meirelles, inspirada en el libro homónimo de Paulo Lins. Pero nos preguntamos si esa interpretación es ideológica, o si de hecho ella corresponde al mundo real, este mundo apartado de las pantallas del cine, de los discursos intelectuales o de la literatura. En la búsqueda de estabilizar una imagen para estas comunidades nos encontramos con la definición de gueto negro, donde muchas veces las relaciones sociales traspasan los límites de lo justo, y así lo tomamos por su identidad. Un universo cerrado que mantiene sus propias reglas, un campo de batalla, donde los moradores son soldados armados. Un bando de miserables en su gran mayoría negros-mestizos, gente considerada fea, frecuentemente asociada a un estado de barbarie, que parece amenazar el confortable mundo civilizado de las elites. La imagen del negro-mestizo ha sido frecuentemente asociada a elementos y comportamientos negativos desde los tiempos coloniales.

 

Con sus trazados caóticos las favelas son delineadas, muchas veces, con dibujos de líneas sinuosas y entrelazadas, tramas laberínticas. Estructura compuesta por gran número de divisiones – pasillos angostos, callejones, claraboyas - y de resoluciones espaciales tan complejas que muchas veces nos cuesta encontrar la orientación, cuando no somos parte de ella. (Figura 1) Universos cerrados con sus propias leyes. Pero, ¿De qué manera la miseria y la pobreza conforman este escenario? ¿Y por qué son universos cerrados? ¿Cerrados para quién?

 

Figura Nº1

Barrio de la Liberdade

 

 

                                                                                                                                             Foto: Selma Passos Cardoso                           

 

Figura Nº2

Favela en Suburbana

 

 

Foto: Selma Passos Cardoso

 

Las favelas son como ciudadelas medievales, fortificaciones defensivas que tienen sus límites determinados por la miseria. (Figura 2) Aquí las murallas son construidas con elementos intangibles, el miedo que, a la vez, caracteriza su solidez. Pero también por elementos concretos que se configuran en el paisaje con calles angostas, míseras chabolas, enfermedades crónicas.[2] Algunas de esas favelas nacieron de los quilombos,[3] barrios formados por esclavos fugitivos o liberados ubicados en torno a la ciudad de Salvador, y hoy su población es, mayoritariamente, negro-mestiza. Otras, sin embargo, surgieron de pequeños núcleos urbanos creados por el Estado, llamados “embriones”, barrios en sus primeros estadios de desarrollo, pero que con el tiempo sufrieron sucesivas modificaciones. Construidos con materiales de mala calidad, esos conjuntos habitacionales están ubicados en zonas apartadas de los centros de las ciudades, carentes de infraestructura adecuada. Su alejamiento manifiesta una clara intención de los poderes públicos en segregar una parte de la población que, por cualquier motivo, molesta a los intereses oficiales. Si nos ponemos a observarlas desde una perspectiva alejada, el dibujo que las diferencias en el contexto urbano es claro, una zona que se destaca del todo en que está inserta por sus características opuestas. Si nos adentramos en ella percibimos que este universo obedece a un orden preestablecido, donde los que entran y salen son constantemente vigilados. Aquí el error muchas veces es pagado con la muerte.

 

Así se nos presenta la favela en la película Cidade de Deus. Esta es también una comunidad negra. El desencantamiento hace parte la vida de sus moradores, personas sencillas que buscan preservar los sueños en medio de tanta desolación. Pero la sociedad no ofrece perspectiva de un futuro mejor, tampoco un plan de ciudadanía que les devuelva la dignidad. Entonces la vida se torna un no -tener que hacer, y los días son de un ocio constante.

 

Los espacios públicos son frecuentados por los moradores, como en todas las favelas, es como si las pequeñas casas, ya abarrotadas, derramasen en las calles sus excedentes. En las esquinas: puntos comerciales, puntos de drogas, puntos de encuentro, puntos de ofrendas para los orixás, dioses negros que parece haber perdido el control de su comunidad. [4] En las calles algunos perros revuelven las basuras, mujeres lamentan sus desdichas en la soledad de amar y amamantar a hijos sin padres. Muchos son los niños que juegan en las calles, pandillas de amigos, algunos que hace tiempo olvidaron el camino de la escuela. Entre estos chavales se puede encontrar mezcla de inocencia y malicia que enfatizan y se oponen al escenario – pequeñas chavolas, algunas casas abandonadas, “casarões assombrados”, vegetación que lentamente van siendo desforestada para dar paso a los nuevos conjuntos habitacionales que por allí crecen. Un poco más alejados, los grandes edificios. Pensaban en el futuro, cuando hacían planes para cuando fueran mayores. Mientras admiraban el paisaje fumando un cigarrillo de marihuana, soñaban con héroes de la TV. Había mucho que hacer por las calles – charlar con amigos, jugar al fútbol, nadar en el río, pensar en la vida, hacer planes. Pero, a veces se sentían melancólicos. Y mientras disfrutaban de toda la libertad no percibían que el tiempo, poco a poco, les iba quitando los días y la dicha.     

 

“Sangre diluyéndose en agua podrida acompañada de más un cuerpo llevando vaqueros....” [5], también compone el paisaje. Son señales de la guerra que mancha de rojo las calles ya barrosas de las muchas Cidade de Deus que tenemos en Brasil. El miedo paraliza el cuerpo, hiere el alma. Pero, ¿qué diferencia hace? no hay como moverse porque no hay por donde escapar. El tiempo rápidamente los hace hombres, los amigos ahora se convirtieran en socios de las pandillas del crimen. Para los que viven en la marginalidad, el trabajo es sinónimo de esclavitud, no es posible vivir dignamente con un trabajo honesto, los que lo intentan son considerados necios.

 

Trabalhar como um escravo, jamais; sem essa de comer de marmita, recebendo ordens dos brancos, fazer sempre o trabalho pesado sem chance de subir na vida, acordar cedão para pegar no batente e ganhar merreca.” [6]

 

Sueñan con hacer fortuna en el mundo del crimen, para después descansar en una granja tumbados al sol, admirando el paisaje fumando cigarrillos de marihuana. Pero siguen creyendo en los héroes de la TV. Con el dinero que “ganan” hacen fiestas, comen demasiado, beben demasiado, fuman demasiado. Celebran la vida que, en las Cidade de Deus, puede estar por acabar. En otros momentos, cuando la realidad amenaza el sueño desean cambiar, encontrar un empleo, constituir una familia, llevar vida de pringado, ser felices. Pero en la Cidade de Deus, tener una vida normal ya no es posible para estos “bichos-soltos”, porque día a día ellos van alejándose de la sociedad oficial y de sus normas de convivencia. Pero ¿A quién le importa? El Estado hace mucho que se olvidó de ellos, ¡así como los Orixás!

 

“Todo mundo aqui tem cara de bandido, quase não há branco, nesta terra só tem crioulo mal-encarado.”[7]

 

Pero, ¿cómo es tener “cara de bandido”? Imagínese que en las favelas todos son feos, y aquí no es distinto, los bandidos de la Cidade de Deus son negros y feos. Tienen como rasgo manifiesto el prejuicio de color. Los negros son considerados, por algunos personajes del libro, como una raza maldita, naturalmente malos. Raza que infesta las favelas, promoviendo la violencia y causando inseguridad en el ambiente. El negro es sinónimo de bandido, mientras el blanco es sinónimo de trabajador.

 

A única coisa ruim do Rio de Janeiro era a presença de crioulos por toda parte (…) raça maldita. Dizia sempre que já não gostava de crioulo e que depois que veio para o Rio passara a sentir raiva. Argumentava com os amigos que o loiro era filho de Deus, o branco Deus criou, o moreno era filho bastardo e o negro o Diabo cagou.” [8]

 

Desde el otro lado tenemos la voz de los negros, acorralados en el abismo que les construyó la exclusión social, violados en sus derechos sociales – todos representados como personas sin carácter y de malos sentimientos: 

 

“(…) o Grande que matava policiais por achar a raça a mais filha-da-puta de todas, essa raça que serve aos brancos, essa raça de pobres que defende os direitos dos ricos. Tinha prazer em matar branco, porque o branco tinha roubado seus antepassados da África para trabalhar de graça, o branco criou a favela e botou o negro para habitá-la, o branco criou a policia para bater, prender e matar o negro. Tudo, tudo que era bom era dos brancos. O presidente da República era branco, o médico era branco, os patrões eram brancos, (…), os ricos eram brancos, as bonecas eram brancas, e os porras desses crioulos que viravam policia ou que iam para o Exército tinham mais era que morrer igual a todos os brancos do mundo.” [9] 

 

Sin rumbo que seguir ellos llevan consigo la soledad de los expatriados y la mácula de la servidumbre.

 

Las comunidades populares en Brasil son el retrato de su sociedad actual: 34% de la población brasileña vive en la pobreza, 14% en condiciones de indigencia, siendo 64% de ellos, negros. Y me pregunto ¿dónde están las "zonas de confraternización entre vencedores y vencidos" que propiciaría la democracia racial brasileña? Estas apreciaciones nos traen de vuelta al escenario de las calles de las ciudades coloniales brasileñas. Es peligroso olvidar, es peligroso recordar.

  

Los estereotipos en la representación de los negros y mestizos

 

La imagen del negro como un ser impropio viene desde el período colonial donde los documentos de la época les atribuyen una naturaleza perniciosa, sanguinaria. Haciendo un pequeño recorrido por la historia, podemos constatar que el sistema esclavista crió estereotipos que marcaron la imagen de los negro-mestizos en el pasado, y que todavía se mantienen vigentes.

 

Las crónicas y diarios de viaje escritos por extranjeros que estuvieran en Bahia, relatan el gran número de negros existentes en la ciudad de Salvador, y la inseguridad que eso representaba para la población blanca, “dando origen a una atmósfera insoportable, que pesa misteriosamente sobre la ciudad, así como la fiebre amarilla”.[10] Numerosos grupos de negros esclavos se reunían en diversos puntos estratégicos de la ciudad, como esquinas y plazas públicas, para vender las más variadas mercancías, o en torno de los chafarices donde iban a recoger agua para abastecer las casas. Para la mentalidad de la elite blanca las calles estaban repletas “de figuras hediondas de negros y negras esclavas”. Allí, “siempre” embriagados de cachaça, ellos charlaban, cantaban y comían, incluso en sus peores momentos los negros africanos cantaban. La bebida era una aliada de las autoridades que incentivaban su consumo entre los negros, acreditando que mientras más borrachos se sentirían menos infelices, y por tanto, menos peligrosos.

 

E os carregadores deslocam-se num movimento oscilante, cada vez mais rápido, cantarolam e gemem uma canção dolente, sem parar, pingando de suor, num trote ininterrupto. Os olhos saltam faiscantes, os músculos intumescem, o canto melancólico acompanha, em ritmo uniforme, o movimento do corpo, que não se deixa interromper por nada.”[11]

 

Las cantigas improvisadas, además de hablar de la libertad vivida en su patria, hablaban también de la difícil vida en la esclavitud y de su relación con el hombre blanco. Sus canciones eran como un misterioso lamento que parecían querer ocultar el secreto de sus almas. A los extranjeros les resultaba raro, que en medio de tanto sufrimiento estos hombres aún encontrasen motivos para cantar y bailar. Pero para la comunidad negra la relación con el cuerpo es también una relación espiritual, por eso la importancia de la música y del baile en sus ritos religiosos. Su canto lúgubre y jadeante refleja el elemento tierra, su capacidad de generar vida, su sexualidad; pero también se refiere a su vitalidad espiritual, y el ritmo es el vehículo que conduce su fuerza vital, y que los hermana con el Cosmos.[12]

 

En los años de 1835 había una aglomeración urbana, multitud de negros, representada como un bando de animales, una horda dócil, como perros que reconocen la superioridad de su dueño. En otros momentos ruidosos, violentos, vengativos se les representa como heridas fieras. La poca comprensión de los hombres blancos de la civilización africana, y la repugnancia que sentían por su presencia física, proporcionó, muchas veces, una apreciación peyorativa de esa comunidad:

 

Neste cenário das ruas  chamaram-me a atenção os locais onde os negros comem. (...) Em volta dessas cozinhas improvisadas, acocoram-se, estão, os negros esfarrapados, semelhantes a macacos, enfiando suas patas longas e negras no pirão de farinha e levando-o às goelas escancaradas, ruminando, sob falatório gutural, tranqüilos à semelhança dos camelos. [13]    

 

Desde el inicio de la colonización la creciente presencia de los negros esclavos fue, para las autoridades, un problema de difícil manejo. Considerados como enemigos en potencia, siempre preparados para una rebelión inminente; su presencia molestaba la sociedad. Su agrupamiento fue acogido con desconfianza, una multitud de costumbres raras y discrepantes podían amenazar la seguridad de la ciudad, y probablemente conspiraban contra el sistema. En el siglo XIX el movimiento de la población negra, o sus reuniones en las plazas y esquinas fue, por determinación municipal, constantemente vigilada por un capataz encargado de mantener el orden en caso de algazaras. Esa fue una postura exigida por la población de las autoridades, como indican las noticias de periódicos y documentos oficiales de la época. Al negro esclavo le estaba prohibido salir por las noches sin autorización escrita de su señor, permanecer mucho tiempo en las casas comerciales, transitar por las calles, incluso en el día eran vigilados. Tampoco podían cantar, bailar, tocar tambor, y orar. Las “sambas desordenadas, casas de juegos y agrupamiento de mujeres pervertidas en la más crapulosa orgía”, [14] fueron otros de los  elementos que, según la mentalidad de la época, contribuyeron a acentuar el aspecto de barbarie que a ésta le era atribuida.

 

En el siglo XIX era estrictamente prohibida la venta de armas o drogas. Esas prohibiciones también se aplicaban a los negros liberados, sobre todo a los africanos que no tenían el supuesto privilegio del mestizaje. Al menor gesto de manifestación había que reprenderlos. Las reuniones en sus residencias tampoco fueron toleradas. Es importante decir que los esclavos cuando era liberados no poseían las mismas condiciones sociales que tenían los hombres libres, constituyendo, por tanto, una clase marginal que perpetuaba el estigma africano. Según defendía algunos, la supuesta inclusión social solamente se daría a través del mestizaje, hecho este que no tenemos confirmado en la actualidad. Los negros africanos bastante más hostilizados que los nacidos en Brasil, mantenían con éstos una relación muy marcada por antagonismos, incluso de carácter político.

 

Los robustos esclavos negros eran alquilados para trabajar cargando pesadas mercancías. Su presencia corporal es imperativa y su físico atlético, altivo. Los discursos del siglo XVII relacionan algunos de estos “escravos de ganho”,[15] trabajadores de la calle, a la imagen de asesinos a sueldo, hombres fuertes que por medio de buena paga mataban por encargo. Según información de documentos oficiales de la época, hay un acelerado aumento en el número de delitos cometidos entre negros y mulatos que, armados, recorrían las calles de la ciudad y sus alrededores, causando mucho miedo entre los habitantes. Aún según relatos de viajeros que estuvieron en Bahia, estos crímenes eran cometidos por las noches, en calles poco iluminadas. La necesidad de subsistencia sería el motivo que muchas veces obligaban estos negros a trabajar como asesinos profesionales para sus señores, los cuales los armaban con espadas y dagas.

 

Deles há em quem a brutalidade supre a coragem, pondo-se ardorosamente a combater pelos patrões, mesmo quando libertos, em paga de serviços, ou graças ao dinheiro ganho para comprarem a liberdade. Todos esses escravos são perigosos. Os portugueses brasileiros, deles se servem para vingar as injúrias recebidas e fazer assassinar os inimigos.” [16]

 

El viajero representa el estado de Bahia como un campo de continuos asesinatos cometidos por la población negra. La imagen del negro esclavo o liberado fue frecuentemente asociada a la peligrosidad, a ellos eran atribuidos características maléficas. Privados de reconocimiento social harían uso del delito, la forma más rápida de logro financiero, para comprar su libertad. Creado por el sistema esclavista fueron, por él, demonizados.

 

Frecuentemente comparados con animales, no solamente en lo que se refiere a sus hábitos salvajes pero también, en el más absoluto rechazo de su apariencia física, su exposición, de hecho, causaba en el extranjero asombro y repugnancia.

 

No muro do jardim, ao longo do passeio, mulheres negras, de cócoras, vendiam frutas.  (…) Com roupas leves e descuidadas, verdadeiras bruxas, no aspecto rude e primitivo e na feiúra horripilante, a pele negra, com milhares de rugas como um recipiente de borracha, as mãos preto-cinza e pés com mobilidade simiesca, a cabeça pequena, semelhantes à das tartarugas, coberta com uma carapinha curta e branca, dentes longos e brilhantes e olhos repugnantemente penetrantes, nadando em cachaça, essas velhas negras mercavam ao estrangeiro, com voz estridente, loquazes e com ar de troça (…) Ao lado, em tranqüilidade ruminante, encontravam-se verdadeiros monstros de opulência jovem e negra, que expunham aos olhos dos passantes carne escura  numa quantidade tida como impossível e numa proporção verdadeiramente gigantesca [17]

 

Cuando eran productivos eran el pilar de su economía, pero cuando viejos o inválidos, inutilizados para el trabajo de la colonia, son rechazados por sus señores. Abandonados sin dinero, vagaban entre la ciudad de Salvador y sus alrededores, deambulaban por las calles, dependiendo del favor de los moradores y de las instituciones de caridad. Este panorama, con la abolición, solo se agravó.

 

Outra coisa vejo observar nesta terra contra a justiça, razão e caridade, e vem a ser: que se serve um senhor de seu escravo enquanto são, se este caiu em doença importuna e dilatada, pelo não curar, nem dar-lhe o sustento, lança-o fora de casa, que vá pedir esmolas.” [18]

 

Vamos a encontrar algunos de esos negros viejos habitando miserables chabolas en las afueras de la ciudad, en la más absoluta soledad. El desamparo de los esclavos inválidos es un factor importante a ser considerado en la contribución del aumento de la mendicidad en Salvador. La población era temida por miserable, y en el imaginario de la ciudad estos hombres constituían el gran número de vagabundos y delincuentes que existía ahí. Entre los mendigos que circulaban por las calles podemos encontrar tanto hombres blancos como negros, indios y mulatos. Pero, al contrario de lo que se podría pensar, aquí la pobreza no igualaba a los hombres, había las diferencias de razas aunque todos estos hombres estuviesen unidos por la mendicidad. Sin embargo, la estrecha relación entre pobreza y comunidad negra y mestiza, infelizmente, existió y persiste hasta los días actuales, como indican los números citados arriba.

 

En el inicio del siglo XX la imagen del negro-mestizo todavía está asociada a la marginalidad y violencia, sin embargo los negros africanos fueron los más rechazados por la ciudad de Bahia. Eran considerados forasteros y, así como su cultura, no pertenecían a esta sociedad que ahora tenía como proyecto nacional, civilizarse. Considerados un obstáculo en nuestro “proceso civilizatorio”, una marca de nuestra inferioridad, habría que eliminarlo con la promoción del “emblanquecimiento de la población”, solamente posible a través del mestizaje, o adoptar otra alternativa más radical, su expulsión del país. En un reportaje de un periódico bahiano de 1912 tenemos publicado las opiniones de sus lectores a respecto de las más importantes necesidades para hacer de Salvador una ciudad moderna, y entre ellas tenemos:

 

Emigração do elemento negro; Expulsão dos negros; Uma campanha para a expulsão de todos os da raça negra; Deportação da raça negra; De migrar metade dos negros.” [19]

 

Una postura que representa parte de la prensa bahiana y de la intelectualidad de la época. Esa intelectualidad brasileña, a finales del siglo XIX y principios del XX, fue influenciada por las teorías surgidas en Europa sobre la relación entre características raciales y desarrollo de la civilización, y que defendió el positivismo evolucionista buscando legitimar científicamente la inferioridad de la raza negra, consecuentemente el mestizaje, justificando así la permanencia de los negros-mestizos entre los excluidos de la sociedad. O sea, el Brasil mestizo era inviable en cuanto nación civilizada. En el año de 1947, en pleno debate sobre la cuestión racial en Brasil, tenemos el siguiente artículo publicado en un periódico paulista:

 

Os recalques explodiram e, entre nós, temos assistido a essas repetidas cenas deprimentes da concentração de negros agressivos contra o branco, ou a agressão individual contra pacatos transeuntes que não são negros. Há pouco tempo, em plena praça do Patriarca, um negro agrediu a socos uma senhora sob o pretexto de que esta o olhava mais insistentemente. Vários incidentes em ônibus ou em filas têm-se verificado também; em todos eles, os negros são os agressores e os brancos as vítimas. Os comícios de todas as noites na praça do Patriarca e as concentrações também à noite de negros agressivos ou embriagados na rua Direita e na praça da Sé, os botequins do centro onde os negros se embriagam, já estão provocando protestos, justíssimos protestos, até pela imprensa, pois não é possível uma cidade como São Paulo ficar à mercê de hordas grosseiras e malcriadas, prontas a se desencadearem contra qualquer branco, homem ou mulher, desde que um gesto involuntário, um olhar mesmo, possa ser mal interpretado por esses grupos brutais e violentos ”. [20]

 

Así, vemos repetirse la necesidad del Estado de tener bajo control policíaco la población negro-mestiza. Aquí se mantiene la mentalidad colonial que veía a los negros como un pueblo naturalmente peligroso, y por tanto su asociación con la violencia hacía parte de su carácter natural; ellos siempre representarían una amenaza. La abolición de la esclavitud no trajo cambios en las condiciones de trabajo de esta población, que ahora tenía que competir con los inmigrantes de manera desleal, cuando la sociedad optaba por sustituir la mano de obra negra por los blancos europeos, mejor calificados. No hubo una política de integración social porque el pueblo negro-mestizo nunca fue pensado como elemento integrante de la estructura social y económica. De esta manera, por más que intentasen amoldarse a la civilización de los blancos, porque lo intentaron de manera exhaustiva, no hacían parte de ella sino como paria.

 

Las primeras comunidades pobres en  Salvador fueron formadas por la población de liberados,  escravos de ganho que dependían del trabajo remunerado que garantizase su supervivencia. Ellos eran personajes típicamente urbanos y su imagen está intrínsecamente ligada al dibujo del Salvador colonial. Muchos de esos esclavos y/o liberados vivían en habitaciones o casas de tapia, alquiladas o compartidas con otros esclavos y/o liberados en condiciones lamentables. Esas casas son descritas como ratoneras, lugares sucios y viciosos.

 

Existe nesta cidade um grande número de casas alugadas diretamente a escravos., ou a pessoas livres que parcialmente as sublocam a escravos. Os males resultante de tal procedimento são notórios, ninguém ignorando que essas casas, além de serem velha-couto de escravos fugidos, e malfeitores e mesmo ratoeiros livres, tornaram-se verdadeiras espeluncas, onde predominam o vício e a imoralidade de baixo de mil formas diferentes.” [21]

 

Por otra parte, el barrio de la elite bahiana, en el siglo XIX el Centro Histórico, pasa a abrigar esta población pobre de la ciudad, dando inicio, así, a su proceso de decadencia. Era en el centro donde moraba la camada de los excluidos de la sociedad. Zona de gran densidad poblacional, es aquí donde circulaba la población de los esclavos y liberados urbanos que vivían de su trabajo. Su población negro-mestiza era de 63,8%, entre ellos 55% era constituida de hombres libres.[22] Estos moradores del centro de la ciudad, necesitaban de su trabajo para sobrevivir. Los barrios que crecieron en torno al Centro Histórico y que se tornaron guetos de marginalidad y prostitución, también podemos considerarlos guetos negros. 

 

En el siglo XIX había aún los anillos urbanos que se ordenaban en torno a la ciudad, innumerables aldeas donde se abrigaban esclavos fugitivos, guetos negros llamados quilombos, donde los negro-mestizos, esclavos o libertos, iban a refugiarse. Esos barrios negros no eran fijos pero cambiaban con frecuencia para huir de la represión policial. Cambiaban de sitio para luego volverse a establecer en el mismo lugar, movimiento muy semejante al de las “invasiones”, [23] iniciadas en Salvador en la década de 1940. En medio de la selva construían sus viviendas, míseras chavolas de tapia y cobertura de paja. Los negros-mestizos que vivían en estos guetos mantenían relación con la ciudad, lugar donde encontraban trabajo. La población exigía severa vigilancia policíaca con el objetivo de controlar la circulación de los negro-mestizos una vez que la ciudad estaba sitiada por estos guetos negros, considerados de alta peligrosidad.

 

Em meio de toda esta tensão se acentuam as rebeliões entre escravos que fugiam para os quilombos, ou se recusavam a morar em casa dos seus senhores, andando pelas ruas da cidade armados de paus e facas a cometer desordens e mortes que obrigavam o senado a severas providencias.” [23]

 

En el inicio del siglo XX el Centro Histórico estará representado en los periódicos como una de las zonas más peligrosas de la ciudad, con gran concentración de droga y prostitución. Este panorama de deterioro va agudizándose hasta los años 1980. Aquí la población intentaba sobrevivir, preservando su cultura a la medida en que se reinventaba a través del carnaval, de la capoeira, etc. En los años de 1990 muchas de esas familias fueron trasladadas para conjuntos habitacionales construidos por el ayuntamiento en la periferia de la ciudad, pero todavía quedan algunas de esas comunidades en el local. (Figura 3)

 

Figura Nº3

 Favela de la Rocianha

 

 

Foto: Selma Passos Cardoso

 

La cultura afro-bahiana, perseguida por decretos y batidas policiales tuvo, a partir de los años de 1930 su valorización en los medios intelectuales y entre la propia comunidad negra, imponiéndose definitivamente como marca de la cultura bahiana. Pero, la valoración del patrimonio afro-brasileño en el inicio del siglo XX, no impidió la clasificación “científica” del pueblo negro como una raza inferior.[24] Todavía persiste en Brasil la dificultad de asimilar la imagen del negro como un sujeto de la sociedad brasileña. En la sociedad contemporánea, capitalista y global todavía se mantienen estereotipos construidos en el período colonial, que ni el tiempo, ni el mestizaje, o la supuesta democracia racial brasileña ha logrado borra.

 

En las postales de la ciudad se nos muestra la gastronomía, herencia africana, la religión afro-brasileña, el carnaval, y la cara negra de la población bahiana. Es esta la misma ciudad que intenta, a través de la construcción de la ideología de un país de integración racial, borrar de la memoria nacional la condición negro-africana brasileña. Intenta diluir sus referencias en la construcción de la imagen de una población mestiza negando, a esta misma población, su diversidad de caracteres.

 

Se ha escrito mucho sobre el mestizaje y armonía racial existente en Brasil, de como somos privilegiados y felices por ello. Sin embargo, según informaciones oficiales, Brasil es el segundo país más negro del mundo. Con más de 70 millones de negros – negros, y mestizos – que representa 44% de su población, quedándose solamente detrás de la Nigeria. Pero todavía nos preguntamos ¿quiénes son los negros en Brasil? Hoy el país opta por asociar y divulgar en el exterior la contribución de los negros en la cultura brasileña a estereotipos, como por ejemplo, la potencia sexual y sensual de la mulata, la negra buena para el sexo, como dice la voz popular “blanca para casar, negra para trabajar, mulata para fornicar”. O aún, la virilidad del hombre negro, además de la sensualidad del carnaval, de la samba, y el talento y originalidad de sus jugadores de fútbol, entre otros.

 

Con la población bahiana mayoritariamente negro-mestiza, se ha planteado la dificultad de clasificarla en categorías raciales – blanco y negro - impidiendo que la discusión sobre la sociedad actual sea establecida en el ámbito de blancos-señores y negros-esclavos; dualidad propia del período colonial. Pero, en la actualidad, tenemos la clase de los excluidos que se configura entre la comunidad negro-mestiza, o sea, la categoría negro-mestizo-pobre, generada por la estructura económica esclavista y legitimada por estrategias políticas de intereses económicos, que contribuyeron a mantener este panorama de exclusión social. (Figura 4) Por tanto esta condición no es simple, tampoco accidental, como dicen algunos.  El prejuicio sobre el color de la piel, que en el pasado se refería a la condición de inferioridad del negro esclavo, ahora está directamente relacionado a la sociedad de clases, porque hoy los negros-mestizos son la clase del proletariado, una gente pobre, fea y tosca – preservando lo que, para la elite, los negros africanos tenían de barbarie.

 

Figura Nº4

Barrio de la Liberdade

 

 

Foto: Selma Passos Cardoso

 

La representación de la población negro-mestiza como la cara de la pobreza y de la violencia en nuestra sociedad brasileña todavía se mantiene, y le es atribuida como característica nata. La violencia no está intrínsecamente ligada a la población negro-mestiza como acreditó la mentalidad colonial, esta población es su víctima y es, sin duda, la que más tiene sufrido con su tiranía. La violencia que domina los barrios populares son muchas veces fomentada por las clases favorecidas que mantiene intereses excusos en estas comunidades pobres, impidiendo su desarrollo según sus propias determinaciones y intereses para después, así como en el período colonial, demonizarlas. En la actualidad el “movimiento negro” tiene se manifestado en búsqueda de la construcción de una diferencia étnica, en la valoración de su belleza física, de su religión, en el combate al racismo, y en la concienciación de las comunidades negras a través de la militancia política. Esperemos que estas mismas comunidades tengan la fuerza y el poder de transformar su condición de periferia en el ámbito de la construcción de Salvador, y rescatar su autoestima, tan debilitada durante esos años. La cara negra de esta ciudad es, también, su cara buena, de dulce mirada y franco sonrisa, que luce en las fiestas y en los postales de Salvador – el pueblo bahiano, que espera ver respectado su derecho a la ciudadanía.

 

 

Notas



[1] Este texto hace parte de la investigación que estoy desarrollando junto al Núcleo de Historia Urbana del Programa de Postgrado en Arquitectura y Urbanismo de la Faculdade de Arquitetura e Urbanismo da Universidade Federal da Bahia, y recibe el apoyo financiero del CNPq – Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico.

 

[2] Según informaciones oficiales, 60% de los pacientes que buscan el Sistema de Salud Pública, son portadores de  enfermedades ocasionadas por la falta de saneamiento básico en su local de morada.

 

[3] Quilombo: Escondite, aldea, ciudad o conjunto de población en que se abrigaban esclavos fugitivos; Estado de tipo africano formado, en los páramos brasileños, por esclavos fugitivos

 

[4] Orixás: divinidad de cultos afro-brasileños.

 

[5] LINS, 2002, p.13.

 

[6] Ibídem, 43.

 

[7] Ibídem, p.35.

 

[8] Ibídem, p. 53

 

[9] Ibídem, p. 176.

 

[10] HABSBURGO, 1982, p.74.

 

[11] Ibídem, p.122.

 

[12] SCHUON, 2002, p.58-59.

 

[13] HABSBURGO, 1982, p.124.

 

[14] Notícia do Periódico Alabama citado por COSTA, pg. 116.

 

[15] Escravos de ganho: eran esclavos que ejercían actividades remuneradas trabajando sobretodo en el transporte urbano, comercio ambulante, como estibadores, entre otros. Una parte de su suelto iba para su dueño y para el Estado. Estos esclavos eran responsables por su costeo no recibiendo ninguna ayuda de su propietario. 

 

[16] La Barbinais (1717), In: TAUNAY, Afonso, Na Bahia colonial (1610-1764), p.365.

 

[17] HABSBURGO, 1982, p.81.

 

[18] PEREIRA, 1939, p.157.

 

[19] Periódico Jornal de Notícias, 1912.

 

[20] DUARTE, Paulo. Negros do Brasil. O Estado de S. Paulo. São Paulo, 16 de abril de 1947, p.5 e 17 abril 1947, p.6. cit. por BASTOS, 2004.

 

[21] Arquivo Peral da cidade do Rio de Janeiro. Códice 6.1.55. Citado por SILVA, 1988, p.113.

 

[22] COSTA, 1989, p. 114.

 

[23] VIANA, 1945, p.150.

 

[24] Vd., por ejemplo, la obra de intelectuales como Nina Rodrigues y Sylvio Romero.

 

 

Bibliografía

 

BACELAR, J. A Hierarquia das Raças: negros e brancos em Salvador. Rio de Janeiro: Pallas, 2001.

 

BASTOS, E. UNESCO/ANHEMBI. Um debate sobre a situação do negro no Brasil. [En línea]. Salvador: Centro de Estudia Afro-Orientais, Universidade Federal da Bahia, 2004. <http://www.ceao.ufba.br/unesco/03paper-elide.htm>. [22 de marzo de 2005]. 

 

COSTA, A. Ekabó! Trabalho escravo, condições de moradia e reordenamento urbano em Salvador no século XIX. Disertación de Maestría, Universidade Fedral da Bahia, 1989.

 

HABSBURGO, M. Bahia 1860: esboços de viagem. Rio de Janeiro: Tempo Brasileiro; Salvador: FCBa., 1982.

 

LINS, P. Cidade de Deus. São Paulo: Cia das Letras, 2002.

 

MATTOSO, K. Bahia: A cidade do Salvador e seu mercado no século XIX. São Paulo: HUCITEC; Salvador: Secretaria Municipal de Educação e Cultura, 1978.

 

PEREIRA, N.  (1652 – 1728), Compêndio Narrativo do Peregrino da América, 02 vols., Rio de Janeiro: Publicações da Academia Brasileira, 1939.

 

SILVA, M. Negro de Rua: a nova face da escravidão. São Paulo: HUCITEC; Brasilia: CNPq, 1988.

 

SOUZA, L. . O Diabo e a Terra de Santa Cruz. São Paulo: Companhia das Letras, 1986.

 

SCHUON, F. O Sentido das Raças. São Paulo: IBRASA, 2002.

 

VIANA, H, História do Brasil Colonial, São Paulo, Comp. Editora Nacional, 1945.

 

© Copyright Selma Passos Cardoso, 2005

© Copyright Scripta Nova, 2005

Ficha bibliográfica:

PASSOS, S. Las favelas o las cidade de deus: ¿una identidad del gueto negro?. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2005, vol. IX, núm. 194 (48). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-194-48.htm> [ISSN: 1138-9788]

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