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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona.
ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. IX, núm. 194 (63), 1 de agosto de 2005

 

LAS CONSECUENCIAS DE LA GLOBALIZACION POST INDUSTRIAL EN EL ESPACIO URBANO LATINOAMERICANO: IMPRONTA DE LAS CADENAS DE SUPERMERCADOS EN LA CIUDAD DE QUILMES (ARGENTINA)

 

Pablo Alberto Concheiro

Instituto del Profesorado “Verbo Divino” - Universidad Nacional de Quilmes. Profesor en Geografía y Educación Ambiental.

E-mail: pabloconcheiro@yahoo.com.ar

 

Lorena Flavia Aguirrebeña

Instituto de Profesorado del CONSUDEC. Profesora en Geografía y Educación Ambiental.

E-mail: laguirrebena@yahoo.com

 


Las consecuencias de la globalización post industrial en el espacio urbano latinoamericano: impronta de las cadenas de supermercados en la ciudad de Quilmes (Resumen)

La entrada de la Argentina en el proceso denominado globalización ha implicado innumerables modificaciones en el espacio urbano con múltiples imbricaciones en la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad. Entre las prácticas comerciales que ingresaron de la mano del proceso se encuentra el supermercadismo; no obstante estilo operativo ya existente desde décadas anteriores adquiere en el espacio urbano argentino una lógica espacial desconocida cuyas consecuencias se hacen rápidamente verificables.

Se pretenderá realizar un análisis somero sobre las condiciones que posibilitaron el desarrollo de este estilo comercial en una localidad del Gran Buenos Aires y las derivaciones espaciales, sociales, económicas y perceptivas luego de producida su expansión.

 

Palabras clave: Globalización, supermercadismo, degradación urbana, percepción.


 

 

Introducción

 

En las últimas décadas el mundo ha transitado cambios profundos a una velocidad asombrosa. La globalización, en virtud de la cual los Estados nacionales soberanos se entremezclan mediante actores trasnacionales, ha transformado la realidad de la república Argentina. El neoliberalismo, asentado en un Estado reducido y un mercado que ejerce un rol protagónico, constituye el correlato económico de la globalización. Como apéndice necesario, el mundo globalizado se nutre, desde los centros de decisión hacia la periferia, de una serie de prácticas comerciales que resultan acordes a la impronta económica global. El supermercadismo, como práctica comercial característica de las globalizadas sociedades post industriales, constituye un claro ejemplo de lo antedicho. Este estilo mercantil adquiere mayor preponderancia en las aglomeraciones cuya población asegure a las cadenas de supermercados cierto margen de beneficios que justifiquen la inversión. El partido de Quilmes, en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA), distante a unos 20 kilómetros de la Capital Federal y con una población de 518.723 habitantes según el Censo Nacional de Población del año 2001, posee en su jurisdicción alrededor de 10 supermercados, que responden a la totalidad de las empresas de capitales internacionales que han incursionado en este tipo de distribución y venta en nuestro país desde la apertura de la economía en 1989.

 

Por otra parte, y como actividad consumidora de espacio, los supermercados asentados en el partido han aprovechado los predios de antiguos establecimientos industriales que, cerrados tras la debacle económica argentina que hizo eclosión en la década del ’80, ofrecían a la nueva actividad localizaciones de primacía en el entramado urbano. En efecto, los nuevos supermercados han aprovechado no sólo la localización sino también la infraestructura existente y con ello, han modificado la ocupación, la percepción del espacio y las actividades económicas  en las zonas aledañas a los nuevos establecimientos comerciales.

Se pretenderá realizar un somero análisis de las causas y consecuencias que ha planteado la puesta en práctica de esta modalidad comercial de la mano de la globalización, observando las trazas económico -  socioculturales que han dejado dos supermercados y un hipermercado en el espacio quilmeño.

 

El supermercadismo: un hijo indeseado de las crisis económicas

 

El supermercadismo constituye un fenómeno asociado a un cambio en la comercialización relacionado con trances económicos; su origen y desarrollo se remonta a los Estados Unidos de América en los años ’20.

 

Un supermercado es “…un establecimiento de venta al detalle de productos alimenticios, altamente departamentalizado, con un adecuado espacio de aparcamiento, un volumen de ventas mínimo anual de 250.000 dólares y cuyo departamento de productos alimenticios en general tiene un sistema de ventas en régimen de autoservicio…”[1]. Por otra parte, un hipermercado se diferencia de los anteriores dado que poseen “…un mayor stock de mercancías, así como por un mayor uso de superficie…”[2]

 

En principio este sistema “… operaba en pequeños talleres pero luego fue ocupando fábricas abandonadas, de tal manera que los clientes pudieran gozar de mayor espacio para seleccionar sus productos...”[3].

 

Conforme a este origen, no resulta descabellado comprender el patrón de ocupación del espacio seguido por las cadenas de supermercados que se analizarán a continuación: el supermercado COTO situado en la intersección de las avenidas Calchaquí y 12 de Octubre, el NORTE ubicado en el encuentro de la avenida Dardo Rocha y calle Cerrito y el supermercado AUCHAN sito en avenidas Calchaquí y Rodolfo López.

 

Los supermercados citados se hallan emplazados en predios que en años anteriores habían ocupado establecimientos industriales: en el caso del primero, la fábrica de carrocerías “El Detalle”, una fundición de metales con razones sociales y propietarios que fueron modificándose rápidamente con el correr de los años en el segundo caso y, por último, la fábrica “Platex” en referencia al supermercado AUCHAN.

 

Paralelamente a la explosión del supermercadismo norteamericano en los años ’20, hicieron falta otros cambios cualitativos para que esta verdadera “cultura comercial” tuviera arraigo en el público argentino en general y quilmeño en particular. En efecto, los recursos tecnológicos necesarios para el desembarco y la expansión de los supermercados (las cajas registradoras, la masificación del uso del automóvil y el surgimiento de los refrigeradores en los hogares)[4] tuvieron un desarrollo paralelo y hasta favorecido por las mismas cadenas. Basta recordar que el “Plan de Convertibilidad” al cual apostó nuestro país en el plano económico en los ’90 posibilitó el ingreso de insumos y tecnología (registradoras y computadoras incluidas), generó a partir de una suerte de “alianza” con las automotrices con asiento en nuestro país y en otros Estados de la región el llamado “Plan Canje” de automóviles y por último hizo viable la compra de electrodomésticos (entre ellos, modernas heladeras con freezers importadas) a importantes segmentos de la población, muchas veces a partir de compras en cuotas en las mismas cadenas de supermercados. Dejando de lado la totalidad de los cuestionamientos económicos o ideológicos que pudieran hacerse a la posición cambiaria adoptada durante la década menemista, objetivos que escapan a este trabajo, resulta visible que los lineamientos desde el Poder Ejecutivo afianzaron las prácticas neoliberales y post industriales.

 

El explosivo crecimiento de los súper e hipermercados en la Argentina de los años ‘90 se inscribe también dentro de la lógica de la economía mundial. La aplicación de leyes antimonopólicas y la resistencia de los comerciantes minoristas en los Estados Unidos y Europa (especialmente en Francia) precipitó a las grandes cadenas a invertir en América Latina, donde los elevados índices de población urbana se mostraban como un sucedáneo a las limitaciones mencionadas. Una inteligente propaganda consumista y modernizante, que mostraba a estos megaemprendimientos como un indicio del ingreso de la Argentina al “Primer Mundo”, contribuyó a una rápida aceptación de los nuevos actores económicos[5].

 

Los supermercados en Quilmes: ¿cuál es su origen y a qué causas responde su éxito?

 

Más allá de lo expuesto hasta aquí, sería erróneo circunscribir el fenómeno del supermercadismo sólo como posterior a la década de los ’80. En efecto, “… comienza a operar con la aparición de ‘La Estrella Argentina’, ‘Casa Tía’ y ‘El Hogar Obrero’. En la década del sesenta, mientras tanto abre sus puertas la cadena ‘Disco’ con capitales nacionales, y la cadena ‘Minimax’, con capitales extranjeros…”[6].

 

Estas cadenas de supermercados se ubicaban en locales comerciales ubicados principalmente en la Capital Federal y en algunas localidades del Gran Buenos Aires. En el caso de Quilmes, “El Hogar Obrero” se encontraba en un local situado en la avenida Dardo Rocha en intersección con calle Don Bosco. Las dimensiones del local comercial y del estacionamiento contrastan significativamente con cualquiera de los supermercados en estudio por su exigüidad; resulta elocuente que en ese lugar se encuentra un minimercado “Coto”. Por otra parte, “Casa Tía” se hallaba en la esquina de Hipólito Irigoyen y Alsina: las dimensiones del local tenían medidas similares a las del “Hogar Obrero” y carecía de estacionamiento. En los ’90 los locales de “Casa Tía” fueron comprados por la cadena de supermercados “Norte”.

 

La apertura económica en los ’90 y sus consecuencias ya enunciadas traen a nuestro país nuevas modalidades en el comercio, y con ello en las singularidades en los supermercados. Las nuevas dimensiones y la aparición de los hipermercados constituyen una de ellas.

 

Entre los nuevos beneficios que los súper e hipermercados ofrecen a los clientes podemos puntualizar:

 

·        El cliente maneja su ritmo de compra y la selección de artículos: si bien esto podría convalidarse en las modalidades de venta anteriores a la apertura económica, el uso masivo de los automóviles particulares y el estallido de la apertura de agencias de remises (a las cuales nos referiremos más adelante) suponen un mayor volumen de compra. A su vez ocurre lo propio con el uso de sistemas de frizado de alimentos.

 

·        Cuidado del ambiente de compra: se introducen detalles en la arquitectura y técnicas de marketing más “refinadas” que en las décadas anteriores, ya probadas en los países llamados del Primer Mundo.

 

·        Precios más favorables: especialmente a partir del desarrollo de marcas propias o la importación masiva de artículos de bajo costo, en especial de países orientales.

 

·        Horarios y días de atención más amplios: uno de los factores que han contribuido a la cuasi desaparición de los pequeños comercios familiares. Los súper e híper ofrecen en general un horario de 8 a 21 horas y no cierran ni domingos ni feriados (en cuanto a estos últimos, sólo en casos muy puntuales que en cierto tiempo han suscitado controversias).

 

·        Concentración de la oferta de artículos en un solo lugar: en general resulta relativo, aunque es mucho mayor a los “antiguos” supermercados y ni qué hablar de los pequeños almacenes familiares.

 

Es menester realizar una pequeña alusión al origen de los casos que abordaremos en el presente trabajo y a otros que si bien no forman parte de nuestra mirada no dejan de ser paradigmáticos; la finalidad reside en trazar un escueto perfil de los mismos. Una de las primeras cadenas internacionales que se instala en la Argentina es Carrefour, que  llega a nuestro país en el año 1982 de la mano de Carlos Ritcher; paradójicamente era un argentino que lo instala en San Isidro en nombre de la cadena multinacional francesa.

 

La sucursal Quilmes abre en el año 1992. La participación total de esta cadena en el mercado alcanzó un 20,8% en 1995[7]. Algunos sondeos informales realizados por el INDEC y publicados en diferentes matutinos arrojan diez años después un porcentaje menor[8].

 

Por otra parte, el supermercado Norte también es de capitales franceses asociados con locales[9]; Norte es un emprendimiento que adquiere un pujante desarrollo en el norte del Gran Buenos Aires y la zona colindante de la Capital Federal a partir de 1996 con la apertura de un centro de distribución y cuatro locales; la sucursal en la localidad de Bernal, partido de Quilmes, aparece en 1998. Su participación total en el mercado argentino fue de un 10,8% en 1995 y a partir de allí se mantuvo con leves variaciones[10].

 

El supermercado Coto responde a capitales nacionales y comienza sus actividades en la década del ’70 relacionado con la actividad frigorífica. El primero de los supermercados se erigió en la localidad costera de Mar de Ajó en 1987. En el municipio existen actualmente dos sucursales y la que nos atañe aparece en el cruce de las avenidas citadas más arriba en el año 1998. Esta empresa participa de aproximadamente un 12% del total del mercado en nuestro país[11].

 

Por último, Auchan es una cadena de capitales franceses que se inicia en el Viejo Continente en 1961 a instancias de Gérard Mulliez; el grupo abre en el municipio un local comercial de aproximadamente 9 hectáreas en el año 2001.

 

 

Las consecuencias espaciales inmediatas: la visible carencia de regulaciones como causas de modificaciones en la infraestructura y la degradación urbana

 

La instalación masiva de los supermercados en el municipio constituyó, no obstante los potenciales beneficios para sus usuarios mencionados anteriormente, un proceso desordenado. Al respecto, no existieron a nivel provincial ni municipal regulaciones respecto de distancias entre locales comerciales, medidas protectoras de los pequeños comercios barriales, o alteraciones en la infraestructura viaria circundante[12].

 

En efecto, este desorganizado cambio en los usos de suelo pudo vislumbrarse espacialmente considerando los parámetros mencionados:

 

·        La distancia entre los supermercados estudiados sobre la avenida Calchaquí no llega a 1 kilómetro. Considerando que tomamos sólo una muestra que constituye un pequeño porcentaje del universo de locales con la modalidad estudiada (alrededor de un 30%) el dato no resulta menor. Lo propio ocurre con el supermercado Norte de la avenida Dardo Rocha en relación con un minimercado Coto.

 

Es escasa la presencia de comercios minoristas que expendan productos similares a los de supermercados en un radio de 1 kilómetro respecto de los centros comerciales estudiados. Resulta llamativa la cantidad de persianas metálicas que correspondían a antiguos almacenes familiares que se encuentran bajas, algunos de los cuales en oferta de alquiler o venta (figura 1). Lo expresado demuestra la inexistencia de normas municipales o provinciales que en momentos de aparición o auge de supermercados hayan sido puestas en protección de esos emprendimientos familiares. De la indagación personal de algunos representantes comunales (puesto que el acceso a los registros municipales constituye una utopía a cuyo abordaje se niega con hermetismo llamativo) se confirma la carencia de estas ordenaciones[13].

 

·        Respecto de las alteraciones en la infraestructura viaria circundante, haremos hincapié en tres aspectos: la colocación de semáforos a cortos intervalos en las salidas de los supermercados o el desorden vehicular cuando los mismos no existen, la degradación del asfalto y el mantenimiento general de las avenidas que circundan a los centros comerciales, y las modificaciones en el flujo de vehículos que operan desde la apertura de los locales:

 

En el caso del supermercado Auchan, el municipio autorizó la colocación de un semáforo de tres tiempos (en la intersección de las avenidas Calchaquí y Rodolfo López) y otro de dos tiempos (en el cruce de Calchaquí e Intendente Olivieri, esta última asfaltada llamativamente luego de la llegada del centro comercial, tras décadas de reclamos). La presencia de estos semáforos acarrea dos tipos de inconvenientes que fueron comprobados tras la inspección en el terreno: teniendo en cuenta que la avenida Calchaquí ha sido tradicionalmente una vía rápida, la falta de coordinación entre los dos semáforos ocasiona congestión en el tránsito, situación antes desconocida. Si consideramos los supermercados Norte y Coto, en los que no hay semáforos que “resguarden” la entrada o salida, la sola existencia de éstas sobre las avenidas genera que los automovilistas incurran (de manera voluntaria) en reiteradas infracciones al tránsito, en especial giros hacia la izquierda no permitidos en el primer caso o el paso de un carril al contrario en una vía rápida en el segundo.

 

Figura Nº1

Uso de locales en la zona distante a 1 Kilómetro de los centros comerciales estudiados

 

Fuente: Elaboración de los autores.

 

 

a-      En ninguno de los tres casos estudiados existen puentes peatonales; se privilegia el uso del transporte automotor como medio para llegar a los supermercados.

 

b-     Las avenidas que llevan a los centros comerciales se encuentran, considerando su mantenimiento, en un virtual estado de abandono. El mantenimiento de la avenida Calchaquí, por tratarse del acceso a la ruta provincial Nº 36 y a la nacional Nº 2, corresponde a la Dirección Provincial de Vialidad. Por otra parte, Dardo Rocha debe ser conservada por el municipio. En general, carecen de señalización (líneas peatonales, dobles líneas amarillas, líneas indicadoras de carriles o carteles indicadores de todo tipo), el estado del pavimento es deficiente y se ha abandonado el uso de la antigua “Red de Tránsito Pesado”, que obligaba a los vehículos de gran porte a no utilizar estas sendas. Si bien puede opinarse que no resulta correcto “echar culpas” de estos problemas exclusivamente a estos centros comerciales, también es cierto que se han beneficiado con estas ubicaciones centrales: los automovilistas deben tomar indefectiblemente estas arterias para arribar a ellos[14].

 

c-      En relación a los últimos dichos del punto anterior, el flujo de vehículos que pasa por estas avenidas se ha incrementado en relación a la presencia de estos centros comerciales, en especial los fines de semana. Vehículos particulares, remises y también micros que los propios Centros Comerciales proveen, con recorridos fijos para aquellos que quieren acercarse, forman parte de este incremento. Deben sumarse a ellos los utilitarios de que disponen los supermercados para cumplir con servicios como “reparto a domicilio” y los camiones de los proveedores.

 

El análisis precedente demuestra que la falta de regulación de los poderes públicos por un lado y el aparente aprovechamiento de esta debilidad de parte de los actores privados estudiados por otro han llevado a la degradación del medio ambiente urbano, entendiéndose ésta por reducciones o alteraciones producidas en la calidad de vida de la población urbana en estos sectores estudiados[15].

 

La carencia o ineficacia de instrumentos que ordenen el espacio tras la irrupción de la modalidad comercial descripta en la ciudad de Quilmes demuestra la vigencia del espacio real como marco de las relaciones de poder en la nueva sociedad global[16], echando por tierra los augurios de quienes sostienen la primacía del espacio virtual. Es en aquel donde los supermercados ejercen su poder,  inmovilizando los mecanismos político – sociales capaces de evitar la degradación y, más aún, promoviendo la aceptación de la nueva forma comercial y sus consecuencias investidas de naturalidad[17].

 

Entre los indicadores que denotan la degradación del medio ambiente urbano podemos citar:

 

·        Contaminación acústica, visual y ambiental a partir de las modificaciones operadas en el espacio por los nuevos centros comerciales. Es mayor el flujo de automóviles asociado a los centros comerciales, que además de usar mucho espacio y producir un impacto visual importante aumentan el nivel de contaminación[18]. Además de la producida por el uso de automóviles, la contaminación visual se nota en la profusión de carteles sobre las avenidas con anuncios de ofertas o pegados en distintos sectores del municipio, contribuyendo a la proliferación de la cultura de consumo en lugares cuasi – públicos (como ejemplo, bastan los carteles indicadores en las calles que son obra de estos actores económicos y no de Vialidad Provincial o la comuna). Por último, la contaminación ambiental también podría suponerse a través de la profusión de las bolsas de plástico que proveen estos centros supermercados al público, material de dificultosa degradación natural. En conjunto, podríamos calificar a estas alteraciones como invisibles en lo inmediato.

 

·        Disminución de encuentro intersocial que antes se daba en lugares públicos del antiguo centro urbano. De acuerdo a algunos autores, los nuevos equipamientos comerciales parecen “cuestionar el antiguo centro de la ciudad en lo que se refiere al comercio”. Estos nuevos espacios privados urbanos, ante la degradación de los tradicionales lugares de encuentro intersocial, operan como espacio de encuentro de personas bajo la lógica de la yuxtaposición, coexistencia con proximidad física y sin cercanía social y ostentación. En palabras de Juan Pfeifer, “…los centros de interés de las ciudades van cambiando a través del tiempo, se van desplazando porque estos centros siempre están caracterizados por su actividad comercial. Antes (en los suburbios) siempre estaban próximos a las estaciones de tren, y como el comercio significa novedad esas novedades se van desplazando…”; en efecto los supermercados forman parte de estas nuevas centralidades, sólo que en el marco de un ámbito estrictamente privado[19]. En una sociedad con pretensiones de pluralismo e igualdad de oportunidades, la disminución del encuentro intersocial resulta regresivo, puesto que contribuye a “la segregación socio – espacial, teniendo en cuenta el carácter semicerrado de los espacios aparentemente abiertos”[20]

 

·        Extinción de los tradicionales locales de comercio familiares, que constituían pequeñas o medianas empresas familiares; en general desaparecieron aquellos locales relacionados con productos de consumo cotidiano. Estos productos aparecían, en los comienzos de los supermercados, a valores sensiblemente inferiores, declinando la clientela de los locales familiares y decretando su paulatina desaparición. Si bien los supermercados han sido reticentes a otorgar información sobre la cantidad de empleados que desempeña actividades en los mismos, hemos podido observar que casi la totalidad de los trabajadores oscilan en edades inferiores a 40 años; esta simple consideración nos lleva a la conclusión que la mano de obra desocupada luego del cierre, sostenedora de la economía familiar, no fue absorbida en forma directa por los nuevos centros comerciales. 

 

·        Empobrecimiento de la economía local, a partir de la descripción del punto anterior, puesto que los índices de desempleo conllevan a que “la demanda en general se reduzca, tanto para los grandes comercios como para los pequeños y, por ende, para los proveedores, lo que conduce a nuevos ajustes incrementando el desempleo y nuevamente reduciendo el nivel de ingreso de la economía local”.[21] Esta pauperización contribuye a intensificar el círculo vicioso de la degradación urbana.

 

·        Contribución a la generación de nuevas modalidades de trabajo cuya flexibilidad y grado de desprotección social van en detrimento de los beneficios consagrados por las leyes laborales desde mediados del siglo pasado. Específicamente nos referimos a los remises que están asociados al traslado de la población que concurre a los supermercados y carece de automóvil individual. El rango de edad de los “remiseros” oscila entre los 30 y 60 años (Figura 2), en su gran mayoría tienen cargas de familia y trabajan más de 10 horas en traslados de clientes y mercaderías. Gran parte de los automóviles se encuentra en condiciones deficientes y no posee la totalidad de la documentación que posibilita esa actividad. Cabe acotar también que podemos diferenciar entre los “remiseros independientes” (que se agolpan casi clandestinamente con sus automóviles en las salidas peatonales de los supermercados ofreciendo sus servicios) de los que dependen de una agencia, generalmente en las inmediaciones del centro comercial (Cuadro 1). Estas nuevas modalidades de empleo, por último, generan aquello que llama trabajadores primarios subordinados: como hay menos empleos estables a los que retornar, las oportunidades en el mercado se dan a través de la realización de tareas esporádicas y mal remuneradas y no hay posibilidades de permanecer fuera del mercado de trabajo ya que la baja cobertura del seguro de desempleo (si lo tuvieran) implica el riesgo de privación absoluta.      

     

Cuadro Nº1

Detalle del tipo de relaciones laborales de remiseros en las adyacencias de los centros comerciales estudiados

 

Rango de Edad

Dependientes de Agencia

Independientes

Entre 20 y 30 años

4

1

Entre 31 y 40 años

2

2

Entre 41 y 50 años

4

5

Entre 51 y 60 años

5

1

Más de 61 años

1

0

Totales

16

9

                 

Fuente: Elaboración de los autores

 

 

Figura Nº2

Discriminación de remiseros por tramo de edad en las adyacencias de los centros comerciales

 

 

Fuente: Elaboración de los autores

 

 

La percepción social de los nuevos centros comerciales como indicador de degradación ambiental urbana

 

Según Pujol, Estébanez y Méndez, para las personas que viven en una ciudad la misma es “un espacio vivido basado en un conjunto de símbolos y valores que se van elaborando a través de un conjunto de impresiones y experiencias personales y colectivas”. Esta impresión comprende “las imágenes que los individuos y grupos se forman de la ciudad”[22].

 

Los autores citados convienen también que existe una fuerte relación entre la imagen mental que se forma de un medio concreto y el comportamiento de la persona en el mundo real; así el individuo parte de su espacio personal (su casa) y a través de los desplazamientos habituales van conociendo el espacio y recogiendo información que incluye aspectos del medio edificado y significados socioeconómicos y culturales del medio urbano que recorre.

 

Considerando también los lazos que unen a los hombres con un lugar, y a la tendencia tecnológica actual a convertir a los lugares en espacio de flujos (es decir, en no lugares)[23], nuestra búsqueda se orientó a la indagación de los sentidos del lugar generados por los centros comerciales en una muestra de 80 personas. La intención era establecer una correlación entre nuestros considerandos acerca de la degradación del ambiente urbano y la percepción de los individuos que son clientes de estos súper o hipermercados.

 

Como resultado, y teniendo en cuenta la clasificación de J. Eyles citada por los autores españoles citados más arriba, hemos determinado que los individuos dan dos sentidos a estos centros comerciales:

 

·        Intrumental, como un medio para lograr un fin: la provisión de artículos de primera necesidad. Los supermercados son más o menos significativos en la medida en que proporcionan mejores o peores mercaderías, más o menos variedad, etc.

 

·        Apático, vale decir que se carece de sentidos del lugar.

 

Resulta notable también que es entre los entrevistados más jóvenes donde aparece alguna consideración sobre un sentido social de los centros comerciales, porque ellos ofician como punto de encuentro con los amigos, ya sea en patios de comidas o en las afueras. Cabría inquirir sobre las motivaciones que llevan a estos jóvenes a considerar a estos espacios privados como consagrados al encuentro social. También hubo en algunas personas mayores entrevistadas, puesto que nos referimos a comercios para proveerse de artículos de consumo diario, referencias a algunos almacenes del barrio: de esta manera comprobamos que en el imaginario de las personas mayores estos antiguos comercios conservan un sentido nostálgico, respondiendo a una situación real o imaginaria (Cuadro nº2).

 

Cuadro Nº2

Resultado de encuestas sobre los sentidos asociados a los supermercados, de acuerdo a la clasificación de J. Eyles

 

Rango de Edad

Instrumental

Apático

Nostálgico

Social

0-18

4

3

0

14

19-40

19

8

0

3

41-60

11

5

1

2

61 y más

4

1

4

1

Totales

38

17

5

20

 

 

 

Con respecto a la posible interpretación de estos resultados como un indicador más de la degradación ambiental urbana, no sería atinado ser contundentes. A pesar de que confirman en cierto modo la tendencia a disminuir el encuentro intersocial que los nostálgicos podían valorar en los viejos almacenes barriales, no deja de ser cierto que el sentido instrumental otorga también cierto valor a la presencia de estos centros comerciales.

 

 

Conclusiones

 

El supermercadismo se ha transformado en los últimos 15 años en una modalidad comercial que ha degradado el ambiente urbano ante la mirada irresponsable o cómplice de los representantes comunales y el inmovilismo anómico del habitante quilmeño común.

 

Como proceso que lleva varios años de evolución, el análisis de las improntas socioeconómicas y culturales de este fenómeno resulta compleja; partiendo de sus inicios, se trata de un fenómeno policausal, puesto que se mezclan una serie de variables macro y micro desde el punto de vista económico y social como generadoras de su surgimiento. Si visualizamos sus consecuencias, el diagnóstico también tiene varias aristas ya que debería echarse mano a un abanico de abordajes para llegar a comprender la evolución de lo operado por cada uno de los actores sociales involucrado.

 

Al margen de ello, señalamos algunos aspectos importantes que “cierran” nuestro análisis:

 

a-      Puesto que el supermercadismo es un fenómeno de la sociedad post – industrial globalizada, y nuestro país se encuentra inmerso como un actor estatal “globalizado”, no podemos sustraernos de sus efectos. En otros términos, no podemos “borrar” la modalidad. Las estrategias de los actores públicos responsables deben apuntar a señalar cuáles son las improntas negativas del fenómeno y promover políticas que compensen las secuelas lesivas para la calidad del medio ambiente urbano desde una perspectiva holística.

 

b-     El impacto del supermercadismo en los indicadores de calidad del medio ambiente urbano es una muestra más de la llamada “crisis urbana”, situación también policausal asociada a la crisis del modelo económico implantado en América Latina a fines de los ’80 sin considerar las particularidades locales. Esto se relaciona, al decir de Nora Clichevsky[24], con la falta de un actor público responsable que se haga cargo de las necesidades de la ciudad y que, aún dentro de las limitaciones económicas, mantuviera la funcionalidad urbana. A esta última parte agregamos nosotros también la calidad de vida de quienes viven en nuestro municipio.

 

c-      Los sentidos del lugar acerca de las unidades comerciales de estudio difieren de acuerdo a los tramos de edad considerados. Es posible que con el correr de los años, las nuevas generaciones no perciban a los súper e hipermercados como agentes que han profundizado la crisis urbana. El escaso peso de referencias sobre otras formas comerciales anteriores a las actuales operará en la mirada interior de los habitantes como un legitimador de esta nueva modalidad que sobrevino en Argentina de manera muy fuerte en los ’90.

 

d-     La salida de la actividad comercial de gran parte de los locales que competían con los centros comerciales pueden llevarnos a dos conclusiones a priori: la ineficacia de las modalidades de los primeros, o bien la inexistencia de “un proceso de reorganización operativa” que modifique “el tradicional funcionamiento de la actividad, ampliando horarios, cambiando la estructura de costos y los niveles de utilidades perseguidos y obligando a transitar en terrenos no incursionados con anterioridad como la publicidad”[25].

 

e-      La competencia territorial y la lucha por una posición monopólica hacen prever la compra de emplazamientos centrales aún disponibles en el municipio o el cambio de uso en alguno de los predios que hoy funcionan como súper o hipermercados a causa de un eventual cierre. Resultará necesario regular a futuro acerca de ambos escenarios hipotéticos que modificarán  sin dudas la trama urbana.

 

f-       La puesta en marcha de mecanismos que busquen revertir la crisis urbana en esta y otras localidades de la conurbación argentina requiere de la participación de todos los sectores sociales involucrados, de manera activa y responsable. La revalorización del espacio público debería ser de aquí en adelante, uno de los puntales de una planificación integral que a nivel local convinieran los municipios y sus fuerzas vivas para devolver funcionalidad al espacio urbano.  En vista de los efectos negativos del supermercadismo sobre el ambiente urbano, es menester requerir a los inversores nuevas condiciones para “minimizar su impacto urbanístico exigiendo que financien obras” a modo de compensación. Siendo testigos de la experiencia quilmeña, y al decir de Coraggio y Rubén[26], estas obras no deben ser sólo “un conjunto de obras necesarias para hacer funcionar el complejo comercial en condiciones óptimas”: el municipio, y no el súper o hipermercado, debe encargarse de las mismas exigiendo “una sobretasa municipal por impactos negativos no contrarrestables por obras públicas”. y en tal caso no debieran estar a cargo del mismo inversor como ha ocurrido en Quilmes.



Notas

 

[1] Zimmerman, M., citado en Las condiciones del trabajo en los supermercados de Uruguay, 1996, p. 3.

 

[2] Ibíd., p. 2.

 

[3] Ibíd., p. 4.

 

[4] Ibíd., p. 5.

 

[5] Coraggio  J. Y César, R.; 1998, p. 2.

 

[6] Zimmerman; op. cit., p. 3.

 

[7] Pacciarotti, C.; 2004, p. 4.

 

[8] De acuerdo al matutino “Clarín” la cadena incrementó su facturación y llegó a los cuatro mil millones de pesos en 2004. “Infobae”, por su parte, estima que la participación en el

mercado argentino fue de alrededor de un 14%.

 

[9] En abril de 2001 el Grupo Carrefour tomó el control de Supermercados Norte, que había comenzado en  1937 como una empresa familiar de Elías Jacobo, su esposa María, sus hijos y su sobrino Alberto Guil, en la localidad bonaerense de Carapachay.

 

[10] Zimmerman, M.; op. cit., pp. 6-8. Actualmente los índices económicos vinculan la participación de Norte con la de Carrefour; entre ambos sumarían cerca del 50% del mercado.

 

[11] Ibíd., pp. 4-5.

 

[12] La legislación provincial resulta débil y es posterior al auge de la instalación de los grandes centros comerciales: se prohibe a los municipios la exención impositiva y la rezonificación del uso del suelo; sugiere también la realización de realización de estudios previos para emplazamientos superiores a 2.500 metros cuadrados.

 

[13] Téngase por sugestiva muestra del dudoso nivel de correlaciones entre el poder público y el capital privado (en este caso representado por supermercados) ocurrido durante los años de fuerte neoliberalismo argentino la construcción del nuevo edificio municipal quilmeño en contraprestación por la cesión del predio municipal que funcionaba entre otras cosas como Centro Antirrábico donde actualmente se erige un supermercado Norte.

 

[14] Ya en 1963 el autor británico Colin Buchanan (Buchanan, 1963, pp. 20-25) esbozaba que, puesto que las ciudades no estaban preparadas para soportar un aumento en el tráfico de automóviles, se debían invertir no sólo sumas en nuevos automóviles sino en planificar, remodelar y reconstruir las ciudades. Es con este criterio que se debe incorporar a estos nuevos actores del comercio como parte del problema del tráfico vehicular.

 

[15] Fernández, M.; 1996, p. 3.

 

[16] Sánchez, J.; 1979.

 

[17] Siguiendo a Sánchez, op. cit., utilizamos el concepto weberiano de poder y lo trasladamos a los cambios económicos y sociales sucedidos en la Argentina de los ’90. Al respecto, la influencia de los medios de comunicación privatizados ha jugado un papel preponderante en la aceptación de las nuevas “reglas de juego” tras las reformas neoliberales. Las mismas fueron aceptadas con total naturalidad, aún a costa de la evidente pérdida de los lazos de solidaridad social que traían aparejadas. Resultó así como las empresas trasnacionales consiguieron imponer sus intereses,  comportando una suerte de “obediencia” y menoscabando los mecanismos para sostener los antiguos criterios de equidad social.

 

[18] De acuerdo a Monzón, Moragues y Echeverría (1995) el transporte individual en la ciudad tiene notables influencias en los niveles atmosféricos de monóxido de carbono, dióxido de azufre, partículas en suspensión, hidrocarburos y óxidos de nitrógeno.

 

[19] Página 12; p. 16.

 

[20] Coraggio, J. Y César, R.; op. cit, p. 14.

 

[21] Ibíd., pp. 12-14

 

[22] Pujol, R., Estebanez, J. y Mendez, R.; 1988, pp. 367-377.

 

[23] Algunos autores citados por Pujol, Estébanez y Méndez, op. cit.,  hablan de “Sheratonización” y “Hiltonización” en cuanto a normas arquitectónicas, produciendo un barrido de las tramas urbanas, lo que augura la muerte cívica o la desaparición del sentido de identidad y pertenencia a un barrio. Salvando las distancias con los íconos de la hotelería internacional, la desaparición de ciertos almacenes quilmeños o bernalenses tradicionales frente a los colosos súper o hipermercados trasnacionales produce también esta desaparición de identidad, que causa cierta distancia entre las viejas y nuevas generaciones.

 

[24] Clichevsky, 2005, pp. 28-29.

 

[25] Esta estrategia fue llevada a cabo por los comerciantes de la localidad bonaerense de Capitán Sarmiento ante la irrupción de la cadena de Supermercados San Cayetano.

 

[26] Coraggio J. Y César, R.; op. cit., p. 16-19.

 

 

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© Copyright Pablo Alberto Concheiro y Lorena Flavia Aguirrebeña, 2005

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Ficha bibliográfica:

CONCHEIRO, P.; AGUIRREBEÑA, L. Las consecuencias de la globalizacion post industrial en el espacio urbano latinoamericano: impronta de las cadenas de supermercados en la ciudad de Quilmes. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2005, vol. IX, núm. 194 (63). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-194-63.htm> [ISSN: 1138-9788]

 

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