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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona.
ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. IX, núm. 194 (70), 1 de agosto de 2005

 

EL ROL DE LA CASA-HUERTO FAMILIAR EN LA SOSTENIBILIDAD URBANA[1]

 

Cristian Henríquez Ruiz

Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Dr en Ciencias Ambientales, Centro EULA-Chile, Universidad de Concepción.

E-mail: cghenriq@puc.cl

 


El rol de la casa-huerto familiar en la sostenibilidad urbana (Resumen)

Cuando se enfrenta el problema de la sostenibilidad urbana surgen dos dificultades que desdibujan el análisis desde una perspectiva científica: la ambigüedad del concepto desarrollo sostenible urbano y la falta de metodologías que permitan su evaluación, especialmente desde una perspectiva geográfica. En este sentido, el objetivo de esta investigación es describir, analizar, evaluar y comparar el grado de sostenibilidad de distintas estructuras espaciales residenciales de las ciudades de Chillán y Los Ángeles, VIII Región del Biobío, Chile. Para ello, se propone un método de evaluación a través de un indicador sintético de Sostenibilidad de Espacios Residenciales (SER), que integra las dimensiones económica, social, ecológica y ambiental, en diversos sectores contrastados. La hipótesis de trabajo plantea que el nivel de sostenibilidad urbana, de las distintas tipologías de uso residencial reciente, son inferiores a la morfología urbana “casa-huerto familiar”, que se extiende en un sector específico de Chillán Viejo.

 

Palabras claves: indicadores de sostenibilidad urbana, casa-huerto familiar, Chillán y Los Ángeles.


The role of the family household-orchard in the urban sustainability (Abstract)

There are two difficulties to analyse the urban sustainability since a scientific approach: the ambiguity of the urban sustainable development and the absence of methodologies, especially since a geographical perspective. In this context, the objective of this investigation is to describe, to analyse, to evaluate and to compare the level of sustainability of different residential spatial structures of the cities of Chillán and Los Ángeles, VIII Region of the Biobío, Chile. A method of evaluation through a synthetic indicator of Sustainability of Residential Spaces (SRS) is proposed, that integrate the environmental, ecological, social, and economic dimensions, in contrasted sectors. The hypothesis of work is that the level of urban sustainability, of the different typologies of recent residential use, they are lower to the morphology urban “family household-orchard”, that extends in a specific sector of Chillán Viejo.

 

Keywords: indicators of urban sustainability, family household-orchard, Chillán, Los Ángeles.


 


Desarrollo sostenible y ciudad sostenible

 

Referirse al concepto de ciudad sostenible implica una doble complejidad. Por un lado, se encuentra el concepto de ciudad que de acuerdo a los rápidos procesos de crecimiento urbano y globalización mundial hacen difícil precisarla, especialmente en su ámbito espacial, y por otro, el de desarrollo sostenible, que se caracteriza por toda una retórica propia (Henríquez, 2004).

 

Desarrollo sostenible en un sentido científico, se basa en dos conceptos contradictorios; el término desarrollo, que tiene su origen en la economía; y sostenible, que lo tiene en la ecología. Sin entrar a una revisión exhaustiva del concepto sostenible o sustentable, se puede indicar que sostenibilidad es un término asimilado por la ecología, que alude a una condición que se puede mantener indefinidamente en el tiempo y sin disminuciones progresivas de la calidad de los ecosistemas (Holdren et al., 1995).

 

Por su parte, el término desarrollo se usa profusamente en la literatura económica y se asocia a los conceptos crecimiento económico, calidad de vida y consumo. De acuerdo a Daly (1991) desarrollo corresponde a la ampliación de las potencialidades de algo que lleva gradualmente a un estado más completo, mayor o mejor. En cambio, crecimiento es un incremento cuantitativo en la escala física. Por lo tanto, existen límites claros al crecimiento, pero no al desarrollo. Para medir el desarrollo se requiere claras definiciones cuantitativas para medir aspectos relativos a la satisfacción de necesidades físicas como alimentación, vivienda, etc, así como necesidades inmateriales como educación, cultura, salud, o calidad del entorno, entre otras (Castro, 2002).

 

Muy vinculado al concepto de desarrollo se encuentra la teoría del bienestar, que considera el mejoramiento en las condiciones de vida de la población como principio cardinal (Castro, 2002). Si bien es difícil cuantificar el bienestar (también llamado satisfacción o utilidad) por su carácter multidimensional y subjetivo, algunos autores (Andrews y Withey, 1978; Sen, 1987; Tinbergen, 1991) proponen utilizar estándares de vida que permitan referenciar el nivel de bienestar o calidad de vida de forma objetiva.

 

De esta forma, al combinar ambos términos en el concepto de desarrollo sostenible se origina una confusión y ambigüedad en su conceptualización, que ha llegado incluso a algunos autores a rechazarlo (Matteuci, 1998) o seguir creando nuevas definiciones como lo constata Guimaraes (1996). Esto lleva a considerar al desarrollo sostenible como un oxymoron, por su carácter tautológico al momento de aplicarlo a una escala concreta, como por ejemplo la ciudad.

 

Sin un afán de revisar las múltiples definiciones, de acuerdo a gran número de autores, subyace en este concepto los siguientes elementos comunes que permiten un posterior manejo teórico-práctico: horizonte temporal, preferencias de las generaciones futuras, necesidades básicas a satisfacer y equidad intra e inter generacional.

 

Abstrayéndose de la dificultad polisémica del concepto desarrollo sostenible, el debate actual se orienta a la aplicación concreta del término más que a una discusión retórica infructífera, en palabras de Guimaraes (1998), aterrizar el cometa de la sostenibilidad. En la actualidad, la literatura distingue dos aproximaciones teóricas del desarrollo sostenible: la sostenibilidad débil y la sostenibilidad fuerte (Pearce y Atkinson, 1993). La primera, proviene de la visión ortodoxa de la economía y plantea que el camino hacia la sostenibilidad puede ser alcanzado exclusivamente a través de acciones económicas, sustituyendo el capital natural o resolviendo problemas ambientales por medio de la tecnología y el capital manufacturado. Desde esta perspectiva, por ejemplo “la pérdida de potencial de ganancias de un bosque que dejó de existir, no es un problema si parte de las ganancias de la liquidación ha sido invertida en fábricas con un potencial de ganancias equivalentes” (Wackernagel y Ress, 1996:56).

 

Mientras que la segunda, ligada a la economía ecológica, señala que el logro de la sostenibilidad sólo puede ser alcanzado con un cambio radical de actitud de la sociedad y del paradigma económico, hacia un modelo centrado en lo ecológico y calidad de vida. Esta última aproximación incorpora la dimensión social, ya que sólo estructuras sociales estables, democráticas, solidarias intra e intergeneracionales, libres y justas serán capaces de ser sostenibles (Calvo y Sancho, 2001; Sachs, 2002).

 

Si bien la distinción entre estas dos visiones, proviene del campo específico de la economía ambiental y economía ecológica, es importante destacar que esta investigación opta por la perspectiva de la sostenibilidad fuerte, debido a que no se incluyen en el análisis aspectos de contaminación ambiental (agua, aire, suelo, salud humana), los cuales son susceptibles de mejorar bajo mecanismos de mercado, es decir, pertenecen al ámbito de la sostenibilidad débil. Además, el enfoque de la sostenibilidad débil no toma debidamente en cuenta la dimensión espacial de las perturbaciones y degradaciones que experimentan los ecosistemas naturales, como consecuencia de la urbanización y cómo ello repercute en la pérdida irreversible de servicios ambientales, que son fundamentales para la conservación de la naturaleza y la calidad de vida de la población.

 

Gran parte de los autores (Wackernagel y Ress, 1996; Chambers et al., 2000; Castro 2002) están de acuerdo que el desarrollo sostenible, en especial la sostenibilidad fuerte, corresponde a un proceso que apunta a lograr mejoras sustantivas en la calidad de vida de la población dentro de los límites físicos de la naturaleza, involucrando un crecimiento socialmente justo, económicamente viable y ambientalmente limpio y políticamente factible, pero ¿cómo se aplica esto a una escala concreta como la ciudad?

 

La respuesta a dicho planteamiento, encuentra asidero en el concepto de ciudad sostenible, pero presenta una serie de dimensiones y controversias para su investigación. Genéricamente, ciudad sostenible corresponde a un núcleo urbano en el que la utilización de los recursos naturales se produce de manera congruente con el objetivo de poder transmitir a las generaciones futuras, similares o mejores disponibilidades de los mismos o de otros alternativos necesarios para funciones semejantes (Zoido et al., 2000). Esta definición, agrega que “aunque el desarrollo sostenible implica necesariamente aspectos sociales y culturales, su referencia a la ciudad señala preferentemente a la correcta utilización de recursos como el suelo, el agua y la energía, principalmente; así como al tratamiento y eliminación adecuada de los vertidos y residuos domésticos, industriales u hospitalarios, que de forma intensa y en importantes cantidades producen los núcleos urbanos” (Zoido et al., 2000:92).

 

En suma, se puede concluir de los diversos autores revisados (Haughton y Hunter, 1994; Alberti, 1996; Naredo y Rueda, 1997; Nijkamp y Opschoor, 1997; Deelstra, 1998; Della Cappana, 2000; González, 2002) que no existe un único aspecto para definir la ciudad sostenible. Los múltiples aspectos enunciados dificultan la elección de un enfoque integrado y sistemático para una investigación científica del problema de la sostenibilidad urbana. La selección de sólo un aspecto sería reduccionista y no daría cuenta de la globalidad del problema, y la elección de todos los aspectos sería inmanejable y llevaría a varios resultados parciales y conclusiones confusas y de distintos alcances.

 

Tal como se pude desprender de la revisión de distintos autores, la dimensión espacial no es considerada en sí misma como un elemento relevante para la definición y operacionalización de la sostenibilidad urbana. Ello se debería a la mayor importancia asignada a los efectos sectoriales de la urbanización sobre los componentes naturales, socio-económicos y culturales, así como a la no comprensión de que el espacio geográfico o territorial representa estructuras y funciones de los ecosistemas naturales y de la sociedad. En este sentido, la presente investigación considerará como relevante los siguientes aspectos espaciales que influyen en el desarrollo urbano sostenible:

 

·        Es sostenible aquella ciudad cuyo patrones espaciales de crecimiento no significan una fragmentación física y social del espacio urbano, ya que esto incrementa los flujos urbanos (y con ello el mayor uso de recursos y energía) y la calidad urbana (por los niveles de contaminación y desarticulación social).

 

·        Aquella ciudad que asigna los usos del suelo en forma mixta, para evitar los grandes desplazamientos en el espacio entre zonas o áreas de usos exclusivos, y que reconoce la capacidad de carga y resiliencia de los ecosistemas naturales como una importante consideración para dicha asignación.

 

·        Aquella ciudad que privilegia la forma compacta, con el fin de reducir las distancias entre los lugares de residencia y los de servicios y trabajos productivos y con ello evitar los altos consumos de combustibles y la contaminación ambiental.

 

·        Aquella ciudad cuyo espacio interior, esencialmente el uso de suelo residencial, presenta bajos niveles de pobreza, posee una base económica diversificada en los sectores que sustentan la economía de la ciudad, conserva las áreas verdes privadas, y no descansa en el uso del automóvil particular.

 

Si se quiere evitar continuar con la retórica de muchas de las aspiraciones de la sostenibilidad urbana, es necesario aplicar estas consideraciones a situaciones concretas, como ocurre con las ciudades chilenas de tamaño intermedio. En este sentido y considerando específicamente el último aspecto, se propone un método empírico para evaluar la sostenibilidad de diversos sectores urbanos y contrastarlo con la tipología casa-huerto familiar o casa-quinta que se presenta en la ciudad de Chillán Viejo.

 

Desde una perspectiva histórica, dicha tipología tiene su génesis en el gran terremoto que afecto principalmente a la ciudad de Chillán, el 20 de febrero de 1835, que destruyó la ciudad y obligó al Presidente Joaquín Prieto a fundar el actual Chillán, disponer el traslado de Chillán Viejo y restringir la urbanización en esta área. Esta disposición no fue acatada por los vecinos de menores recursos de Chillán Viejo, creciendo ambas ciudades simultáneamente (Rebolledo et al., 2002). Como consecuencia de esta disposición legal se encuentra la estructura urbana casa-huerto familiar en Chillán Viejo, que ha permanecido a lo largo del tiempo y que no se presenta en la ciudad de Los Ángeles.

 

Actualmente, de acuerdo al censo de 2002 Chillán (conurbación entre Chillán y Chillán Viejo) posee una población urbana de 166.842 habitantes, mientras que Los Ángeles alcanza los 123.445 (INE, 2003). En las últimas décadas ambas ciudades han venido creciendo a altas tasas de crecimiento, lo que justifica una evaluación de los sectores habitacionales recientes.



Proposición del indicador sostenibilidad urbana SER

 

Un elemento transversal a las políticas de desarrollo urbano sostenible, es el empleo de indicadores medioambientales y de sostenibilidad urbanos, los cuales gozan de gran popularidad entre las instituciones internacionales dedicadas a la gestión urbana, pero también son objeto de múltiples críticas, especialmente en cuanto a su efectividad concreta para alcanzar un desarrollo sostenible urbano. Actualmente es posible advertir una gran cantidad de ejemplos de indicadores de sostenibilidad urbano aplicados a escala internacional, regional y local (una completa revisión se encuentra en Bettini, 1998 y Castro 2002).

 

En términos simples, un indicador se puede definir como un modelo que permite monitorear y comunicar informaciones sobre los progresos o tendencias de un fenómeno (Bettini, 1998). Calvo y Sancho (2001) declaran que los indicadores ambientales y de sostenibilidad urbano vienen a rellenar un vacío importante que existía dentro de la amplia gama de indicadores económicos y sociales que se usan en la actualidad para medir el estado de desarrollo de las sociedades humanas.

 

Las principales limitaciones que se plantean con el uso de indicadores son: ambigüedad entre el indicador y el fenómeno a medir, escasez de datos estadísticos, heterogeneidad de fuentes estadísticas, dificultad práctica de incluir indicadores subjetivos o de percepción, problema de escala al comparar distintas unidades espaciales y problema temporal al variar los datos en el tiempo (Castro, 2002).

 

En esta investigación, para evaluar las dimensiones económicas, sociales, ecológicas y ambientales del sistema urbano de Chillán y Los Ángeles, se trabajó en un modelo teórico-empírico que estima de manera práctica la sostenibilidad urbana, en diversos sectores contrastados de las ciudades de Chillán y Los Ángeles, VIII Región del Biobío. La hipótesis de trabajo plantea que el nivel de sostenibilidad urbana de las distintas tipologías de uso residencial reciente, son inferiores a la morfología urbana casa-huerto familiar, que se extiende en un sector específico de Chillán Viejo.

 

Desde una perspectiva teórica se utilizaron los principales principios del desarrollo sostenible (sostenibilidad fuerte) y la teoría del bienestar (calidad de vida) anteriormente comentados. Mientras que desde un ámbito empírico, se evaluó la sostenibilidad residencial a través de la aplicación de un indicador sintético de Sostenibilidad de Espacios Residenciales (SER), que integra indicadores simples del ámbito económico, social, ecológico y ambiental, aplicado en distintos sectores y urbanos.

 

El criterio central para seleccionar dichos sectores fue el de morfología urbana entendido como el estudio de la forma urbana, a través de la consideración de tres elementos básicos: el plano, la edificación y los usos de suelo (Zoido et al., 2000). Por tanto, en la evaluación se incluyen aspectos como estructura de calles, tamaños de predios, disposición de la edificación y uso del suelo predominante.

 

En términos específicos, la selección de dichos sectores contempló la elección de manzanas de uso habitacional en distintas tipologías homogéneas (barrios) de las ciudades, que ejemplifiquen patrones de urbanización contrastados y recientes en ambas ciudades, desde un punto de vista urbano y social, a saber: sector residencial alta densidad, sector residencial media densidad, sector residencial baja densidad, sector casa-huerto familiar en Chillán Viejo y un barrio de densidad media consolidado en Los Ángeles (Fig. 1). Se emplearon coberturas digitales de predios y calles, escala 1:5.000, para apoyar el análisis, facilitadas por las Municipalidades de Chillán y Los Ángeles.

 

Figura Nº1

Sectores urbanos seleccionados en (a) Chillán y (b) Los Ángeles

 

 

 

Debido a que los cuatros indicadores presentan distintas escalas y unidades de medidas, se procedió a estandarizarlos para poder realizar una comparación e integración entre ellos. De acuerdo al procedimiento utilizado por el Índice de Desarrollo Humano (PNUD, 2004), se construyó un indicador de síntesis en función de los siguientes pasos:

 

a)      Selección de las variables parciales: Xij = valor que toma la dimensión j en el caso i.

 

b)      Estandarización de las variables parciales para referenciar a un valor objetivo entre 0 y 1, aplicando la siguiente fórmula:

 

 

 

Donde, Ij es el indicador parcial; Xmin es el valor mínimo y Xmax el valor máximo. Los valores mínimos y máximos (valores de referencia) respecto de cada uno de los cuatro indicadores parciales son los siguientes (Cuadro 1)

 

Cuadro Nº 1

Valores máximos y mínimos de los indicadores parciales

 

Indicador parcial

Valor máximo

Valor mínimo

Indicador económico (%)

100

0

Indicador social (%)

100

0

Indicador ecológico (%)

75

0

Indicador ambiental (%)

100

0

c) Seguidamente, se calculó el indicador de síntesis SER como simple promedio de los indicadores parciales

 

 

Donde, ISER es el indicador de sostenibilidad de espacios residenciales; Ie, Is, Iec y Ia son los indicadores parciales económico, social, ecológico y ambiental, respectivamente, que a continuación se describen y N es el número total de indicadores.

 

En relación a la dimensión económica, se construyó un indicador parcial que relaciona las cuatro principales actividades económicas que sustentan la economía de la ciudad, considerando los datos del último censo de población y vivienda (Censo 2002): industria, comercio, servicios y actividades inmobiliarias. Por tanto, la mayor sostenibilidad económica la registrarán aquellos barrios que posean mayor porcentaje de población económicamente activa (PEA) trabajando en las cuatro principales ramas económicas que sustentan el empleo en la ciudad. La fórmula para determinar este indicador es:

 

 

 

 

Donde: Ie, es el indicador económico; se, es el total de población económicamente activa en las cuatro ramas económicas más importante de la ciudad; y te, es el total de la población económicamente activa de la unidad espacial.

 

Para la dimensión social se aplicó el índice de pobreza de Sen (1982), de acuerdo al método integrado de medición de la Pobreza (MIP) (ILPES, 1995). Este indicador recoge dimensiones relevantes para lograr una sostenibilidad social en la ciudad, entre las que se incluyen acceso al agua potable, estructura de la vivienda, disponibilidad de servicios sanitarios, nivel de hacinamiento, y el nivel de instrucción del jefe hogar. La expresión del indicador de sostenibilidad social es el siguiente:

 

 

 

 

Donde, Is es el indicador social, p es el número total de viviendas no pobres ; y t, es el total de viviendas de la unidad espacial considerada.

 

La dimensión ecológica se abordó relacionando la proporción de espacios verdes privados en relación al área total del predio. Se consideró como valor óptimo de área verde (máximo porcentaje) un 75% del predio, ya que debe existir un porcentaje destinado a la vivienda u otras áreas sin vegetación dentro del sitio (25%). La información base se extrajo de una interpretación de fotografías aéreas de cada ciudad, previamente escaneadas y georreferenciadas, escala 1:5.000 color, año 2003, facilitadas por ambos municipios.

 

La expresión de este indicador es:

 

Donde, Iec es el indicador ecológico, v es la superficie total de área verde (cubierta herbácea, arbustos y árboles) de predios privados con vivienda; y tv, es la superficie total de predios.

 

Finalmente, la dimensión ambiental se operacionalizó a través del porcentajes de hogares con un solo vehículo particular o hogares sin vehículos, mediante el desarrollo de una programación en REDATAM+ G4 (CELADE, 2002). La sostenibilidad urbana tiene como referencia el modelo de ciudad sostenible ejemplificado a través de la ciudad compacta, donde si bien la población no necesariamente utiliza menos el auto, por una mayor accesibilidad hay una menor dependencia, generando por lo tanto beneficios en la economía urbana y el ambiente (McLaren, 1992; Newman 1992). Por lo tanto, se consideran más sostenible aquellos barrios que poseen sólo un auto particular o no poseen ninguno por hogar, y menos sostenible los hogares que poseen dos o más autos, camionetas y furgones particulares por hogar. La expresión formal del indicador es el siguiente:

 

 

Donde, Ia es el indicador ambiental, vp es el total de hogares con un vehículo particular (autos, camionetas y furgones particulares) o hogares sin vehículos; y h, es el total de hogares en la unidad espacial.

 

Todos estos indicadores parciales se integraron en el indicador final SER, que luego se agrupó en los siguientes rangos:

 

Muy baja sostenibilidad : 0,000 a 0,250

Baja sostenibilidad: 0,251 a 0,500

Alta sostenibilidad : 0,510 a 0,750

Muy alta sostenibilidad :  0,751 a 1,000

 

Finalmente, se caracterizaron algunos aspectos sociales de estos espacios residenciales, a través de información censal como nivel educacional, situación laboral y lugar de migración, recuperados a través del programa REDATAM+ G4. De esta forma, se exploraron posibles causas que expliquen las variaciones de los distintos niveles de sostenibilidad que se dan en los barrios evaluados.

 

 

Evaluación de la sostenibilidad de los sectores urbanos

Los resultados de los cuatro indicadores parciales de las dimensiones económica, social, ecológica y ambiental indican notables diferencias entre los ocho sectores analizados, y son la base para determinar el indicador de Sostenibilidad de Espacios Residenciales. Por motivos de espacio el análisis individual de cada indicador parcial no podrá ser abordado, por lo que se remitirá directamente a los resultados del indicador SER.

 

La integración de los resultados de los cuatro indicadores considerados para evaluar la sostenibilidad de espacios residenciales en distintos sectores de Chillán y Los Ángeles se aprecia en el Cuadro 2. De los datos obtenidos se observa que todos los sectores considerados presentan una sostenibilidad de nivel alto (entre 0,510 y 0,750), excepto el sector casa-huerto familiar que tiene un valor muy alto de 0,8147. En este sector todos los indicadores parciales presentan valores altos, salvo el indicador económico.

En Chillán el sector con un menor valor SER corresponde al barrio de alta densidad (0,6339), donde claramente el factor ecológico es el que determina el valor final, ya que los tres indicadores restantes son altos, incluso el indicador social. Mientras que el sector casa-huerto familiar presenta el mayor valor SER (0,8147), valor incluso superior a todos los sectores de la ciudad de Los Ángeles.

 

Por su parte, los sectores de baja y media densidad en Chillán tienen valores muy similares (0,7369 y 0,7477, respectivamente), pero con diferencias significativas entre los valores de los indicadores parciales, especialmente en el indicador social (86,6% y 53,1%) y el indicador ambiental (52,6% y 98,6%).

 


Cuadro Nº2

Indicador SER para diversos sectores de Chillán y Los Ángeles

 

Sectores Chillán

Ie

Is

Iec

Ia

ISER

1. Baja densidad

55,6

86,6

100,0

52,6

0,7369

2. Media densidad

57,2

53,1

90,2

98,6

0,7477

3. Alta densidad

59,7

93,9

0,0

99,9

0,6339

4. Casa - huerto

56,7

90,5

79,6

99,0

0,8147

Sectores Los Ángeles

Ie

Is

Iec

Ia

ISER

I. Baja densidad

31,8

93,8

100,0

56,3

0,7045

II. Media densidad

52,2

100,0

45,0

68,7

0,6646

III. Alta densidad

57,3

98,4

0,0

98,6

0,6359

IV: Barrio consolidado

60,9

71,2

30,1

99,1

0,6532

Nota: ISER indicador de sostenibilidad de espacios residenciales.

 

Respecto a la ciudad de Los Ángeles, el sector de baja densidad presenta el mayor valor SER (0,7045), aunque la diferencia con el sector de menor valor SER (sector alta densidad), es baja (0,0686). Los sectores media densidad y barrio consolidado en Los Ángeles presentan valores SER muy similares (0,6646 y 0,6532, respectivamente), pero valores parciales muy distintos; por ejemplo, el indicador ambiental es de casi un 100% para el barrio consolidado y sólo un 68,7% en el sector de media densidad. Por otro lado, el indicador social registra un valor de 71,2% en el sector barrio consolidado, mientras que en el segundo sector alcanza un 100%.

 

En términos comparativos, se puede indicar que los sectores analizados en Chillán tienen un indicador SER promedio superior al valor de los sectores en Los Ángeles; 0,7333 versus 0,6646.

 

 

El rol de la tipología casa-huerto familiar en la sostenibilidad urbana

 

Los resultados obtenidos confirman la hipótesis planteada, en términos que el patrón de ocupación casa-huerto familiar ha registrado el mayor valor SER, respecto a los otros sectores evaluados en las ciudades analizadas. En términos generales, este sector presenta dimensiones sociales y ambientales favorables, y en menor medida económicas y ecológicas, que le otorgan fortalezas para alcanzar un desarrollo urbano sostenible.

 

Al explorar posibles causas que expliquen el desempeño global del indicador SER en Chillán y Los Ángeles, se constató que de los tres indicadores sociales revisados: tipo de educación, situación laboral y lugar de origen de la población (Cuadro 3), no se vinculan directamente con el valor final del SER. En este sentido, se esperaría que ciertas cualidades socio-espaciales, como una mayor instrucción, estabilidad laboral e migraciones, indirectamente evaluadas a través de la información censal, den sustento a los valores de sostenibilidad examinados al interior de cada sector.

 

En primer lugar, predomina un gran porcentaje de población con bajo nivel educacional; se observa que el 55,7% de la población mayor de 15 años sólo completo la educación básica, esto claramente repercute en el capital humano del barrio. Por otro lado, la mitad de la población adulta no forma parte de la población económicamente activa, sino que está compuesta por dueñas de casa, estudiantes y pensionados sin trabajar, incapacitados u otra situación que la excluyen de la fuerza laboral, lo cual influye en la tasa de dependencia y sostenibilidad económica del sector. Finalmente, casi el 80% de los mayores de 15 años que viven en este sector no nació en la comuna de origen, es decir son inmigrantes que probablemente no tengan un sentido de permanencia e identidad territorial con el barrio.

 

Los sectores que presentan mejores condiciones sociales, en términos generales son las áreas residenciales de baja densidad en ambas ciudades. En estos sectores el indicador tipo de enseñanza es el más alto respecto a todos los sectores restantes y señala que la mitad de la población tiene una educación universitaria (49,6% en Chillán y 55% en Los Ángeles). El indicador de situación laboral, es el más alto en el caso del sector baja densidad en Chillán (60,3% de población ocupada), aunque no sucede lo mismo en el caso de Los Ángeles (55,0%), donde es superada por el nivel ocupacional de las áreas residenciales de media y alta densidad (61,4% y 59,2%, respectivamente). Por último, la población que no ha migrado, es decir, que históricamente ha vivido en las comunas de estudio, no representa un porcentaje significativo en estas áreas residenciales, pero tampoco es una cifra despreciable (29,7% en Chillán y 48,7% en Los Ángeles, respectivamente).

 

Cuadro Nº3

Nivel educacional, ocupación laboral y migración de la población en los sectores seleccionados

 


Sectores Chillán

Tipo de enseñanza (%)

Situación laboral (%)

Migración (%)

(1)

(2)

(3)

(4)

(5)

(6)

(7)

(8)

(9)

1. Baja densidad

33,5

7,6

9,1

49,6

60,3

1,5

38,1

29,7

70,2

2. Media densidad

38,1

56,9

2,4

2,4

37,0

9,6

53,2

16,0

83,9

3. Alta densidad

46,8

47,7

3,2

2,0

44,1

10,6

45,2

56,1

43,8

4. Casa - huerto

55,7

31,9

5,9

6,2

41,9

7,8

50,2

20,8

79,2

Sectores Los Ángeles

(1)

(2)

(3)

(4)

(5)

(6)

(7)

(8)

(9)

I. Baja densidad

37,5

2,5

5,0

55,0

55,0

2,5

42,5

48,7

51,2

II. Media densidad

36,3

7,2

12,2

44,1

61,4

2,2

36,3

33,5

66,4

III. Alta densidad

69,1

14,9

8,4

7,4

59,2

7,0

33,7

56,4

43,5

IV: Barrio consolidado

50,8

42,8

2,3

3,9

44,8

8,8

46,3

67,6

32,3

Nota: (1) Enseñanza básica, (2) Enseñanza media, (3) Enseñanza técnica, (4) Enseñanza universitaria, (5) Población ocupada, (6) Población desocupada, (7) Fuera de la fuerza de trabajo, (8) Lugar de nacimiento en comuna de origen, y (9) Lugar de nacimiento fuera de comuna de origen. Población mayor de 15 años.

 

En función de las indicadores parciales empleados se puede destacar la importancia del indicador ambiental en dos aspectos. En primer lugar, porque desde un punto de vista físico la mayor utilización del automóvil impacta directamente al medio ambiente a través de la ingente emisión de partículas y gases contaminantes, además de los problemas de congestión, tiempo de desplazamientos, seguridad, entre otros. Y en segundo lugar, porque refleja el mayor problema de las economías de libre mercado referido consumismo excesivo y desaforado de la población en todo orden de bienes y servicios (Rueda, 1998). En este caso no basta con satisfacer la necesidad de movilización de los miembros del hogar con un automóvil, sino que el patrón consumista genera una demanda desmedida de dos, tres o más automóviles por hogar, desconociendo cualquier principio de equidad intra e inter generacional.

 

Los beneficios de la tipología casa-huerto familiar, además de potenciar la agricultura urbana y reciclamiento de desechos orgánicos (Santibáñez, 1999), favorece otros aspectos estratégicos para la sostenibilidad urbana, como: menor empleo del automóvil, bajos niveles de pobreza, mezcla de usos de suelo, centralidad, entre otros aspectos que es necesario profundizar.

 

Los resultados obtenidos para evaluar la sostenibilidad de la tipología casa-huerto familiar, coincide con los resultados obtenidos en Chillán (Olave, 1994; Olave et al., 1996) para evaluar la calidad de vida en distintos sectores de Chillán (Unidades Estructurales Urbanas, UEU), los cuales se relacionan estrechamente con el concepto de sostenibilidad urbana. Estos resultados que integran riesgos naturales y ambientales, calidad del vivienda, situación social y percepción de la población, son congruentes con los resultados obtenidos, ya que clasifica a dicha tipología (UEU Nº 8 que corresponde al sector casa-huerto familiar ) en un nivel medio-superior de calidad de vida.

 

En términos de variables consideradas en el indicador SER, existen pocos estudios que combinen aspectos físicos como áreas verdes con aspectos sociales como la pobreza, rama de actividad económica y uso del automóvil, para determinar la sostenibilidad urbana a escala local. Investigaciones como la de Pauleit y Duhme (2000) y Whitford et al. (2001), consideran un enfoque integrado para evaluar la sostenibilidad ecológica en distintas áreas de la ciudad, pero empleando indicadores fundamentalmente físicos, como temperatura superficial, coeficiente de escorrentía, áreas verdes y captura de CO2.

 

De igual manera, Ortiz et al. (2002) fusiona aspectos como densidad de la población, status ocupacional y detección de amenazas naturales por actividad sísmica y tsunamis para determinar zonas con diferente vulnerabilidad física y social en la ciudad de La Serena, sin embargo no cubren la temática específica de la sostenibilidad urbana.

 

Otro enfoque interesante es el empleado por Diappi y Franzini (2000) para evaluar la sostenibilidad urbana a escala micro-urbana en la ciudad Milán, Italia, a partir del riesgo por contaminación atmosférica por CO, tráfico vehicular y morfología urbana de calles. Por otro lado, Romero et al. (2003) ha integrado diversos indicadores de la ecología de paisaje en el desarrollo urbano de Santiago y otras ciudades intermedias, como herramienta de sostenibilidad urbana, pero a escala global por lo cual no es posible comparar con los resultados expuestos que son de escala intra urbana.

 

Conclusiones

 

En primer lugar, se puede concluir que el empleo de herramientas para medir objetivamente la sostenibilidad urbana, como el indicador SER, tiene una gran importancia para evaluar la compleja y rápida dinámica de crecimiento urbano de estas ciudades intermedias, especialmente desde una perspectiva de contrastes socio-espaciales. Estos resultados permiten orientar el crecimiento y generar estrategias con miras a un desarrollo sostenible urbano.

 

En términos específicos, los resultados permiten concluir en la necesidad de fortalecer los atributos espaciales de ciertos barrios urbanos, que optimizan las estructuras y funciones económicas, sociales ecológicas y ambientales, como es el caso de la tipología casa-huerto familiar en Chillán Viejo. Esta tipología favorece aspectos estratégicos para la sostenibilidad urbana, como menor empleo del automóvil, bajos niveles de pobreza, mezcla de usos de suelo, centralidad, gran cantidad de áreas verdes privadas, desarrollo de agricultura urbana y reciclamiento de desechos orgánicos, entre otros. Al mismo tiempo, evidencia algunas desventajas como el escaso aporte de la población económicamente activa, bajo nivel educacional y envejecimiento de la población, que es necesario evaluar para la sustentación de este tipo de barrio en el futuro.

En definitiva, la tipología urbana casa-huerto familiar presenta condiciones favorables para lograr una ciudad más sostenible. En este sentido, si las ciudades optan por un crecimiento extensivo y difuso, sería aconsejable exigir a los proyectos inmobiliarios que consideren estándares urbanos similares a esta tipología, a modo de asegurar buenas condiciones de habitabilidad, especialmente para los sectores más desposeídos y también aportar sentido de identidad territorial a la población, junto con los servicios ambientales y ecológicos que esta tipología ofrece al sistema urbano. De esta forma, esta tipología debiera constituirse en una alternativa interesante de considerar en la implementación de los nuevos patrones de asentamientos humanos, así como debiera hacerse el esfuerzo para conservar este tipo de morfología urbana.

Por último, se recomienda que todas las ciudades del país, en especial las intermedias, cuenten con una Agenda Local 21 que permita verter todos los principios y objetivos del desarrollo sostenible, y proponer acciones y formas concretas para alcanzarlos. Esta herramienta de gestión urbana –ojalá de carácter normativo– permitiría orientar las esferas económicas, sociales y ecológicas del desarrollo sostenible local a partir del conocimiento particular de cada ciudad. Por ejemplo, deberían confeccionarse planes, programas y proyectos, en el contexto de esta Agenda Local 21, para mejorar o restaurar elementos específicos del medio urbano tales como: aumentar la cobertura de áreas verdes públicas, integración vial de barrios, implementación de ciclo vías, descontaminación de cauces naturales, protección de vida silvestre urbana, fortalecimiento de la vegetación privada, peatonalización de vías, favorecer el uso de suelo mixto, recuperación de espacios públicos como sitios eriazos o cauces de esteros, eliminación de ghettos de extrema pobreza, educación a la comunidad sobre uso de combustibles domiciliarios limpios, fomentar la agricultura urbana, reciclado de residuos, entre otros. Esta medidas debieran dirigirse, especialmente a los sectores más deficitarios y a aquellos barrios que demuestren una mayor potencialidad para alcanzar una ciudad sostenible, como la tipología casa-huerto familiar en Chillán Viejo o barrios consolidados que favorezcan una mayor sostenibilidad del sistema urbano. Del mismo modo, se debiera instaurar un sistema de indicadores de sostenibilidad urbano para evaluar los avances o retrocesos de tales medidas, como por ejemplo el indicador SER y otros de amplia difusión.

De igual manera, es importante que los resultados de estos indicadores de sostenibilidad se compartan con una red de ciudades intermedias nacionales e internacionales, para generar un intercambio de experiencias de buenas prácticas. Estas iniciativas podrían ser aplicadas en otras ciudades para potenciar los elementos positivos y advertir dificultades que sean prevenidas.

 



Notas

 

[1] Proyecto Fondecyt 1050649.

 


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Ficha bibliográfica:

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