Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona.
ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. IX, núm. 194 (77), 1 de agosto de 2005

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REINVENTANDO KELOWNA: JUBILACIONES, TECNOLOGÍA, VINO Y TURISMO EN UNA CIUDAD DEL HINTERLAND DE CANADÁ[i]

 

 

Patricia Tomic Associate Professor, Sociology, Irving K. Barber School of Arts and Sciences, University of British Columbia, Okanagan, Canada

Ricardo Trumper Associate Professor, Sociology, Irving K. Barber School of Arts and Sciences, University of British Columbia, Okanagan, Canada

Luis Aguiar Associate Professor, Sociology, Irving K. Barber School of Arts and Sciences, University of British Columbia, Okanagan, Canada

 


Reinventando Kelowna: jubilaciones, tecnología, vino y turismo en una ciudad del hinterland de Canadá (Resumen)

En esta trabajo analizamos la transformación de Kelowna, una ciudad de 150 mil habitantes en el valle del Okanagan en el interior de la provincia de la Colombia Británica en Canadá, bajo el impacto del constante cambio que impone el neoliberalismo a ciudades y regiones. Estudiamos los esfuerzos históricos de los grupos dominantes locales en hacer la ciudad competitiva – y sus empresas rentables – frente a los cambios acelerados impuestos por el capitalismo. Sostenemos que estos usan el racismo como carta de atracción a través de vender el área como blanca frente a las inmigraciones de gente de color en las grandes ciudades. Hacemos hincapié en los intentos tempranos de vender la ciudad como un lugar ideal para jubilados. Luego, enfatizamos que las transformaciones ulteriores del postfordismo llevaron a tratar de vender Kelowna y el Okanagan como un paraíso para empresas tecnológicas. Últimamente se ha hecho un esfuerzo concertado de marketing para mostrar el Okanagan como un polo de atracción para turistas adinerados que buscan tanto esquiar como reafirmar su clase social a través de degustar vinos.

Palabras claves: Kelowna, Okanagan, Canadá, neoliberalismo, marketing, postfordismo, vino, jubilados, tecnología, racismo.


Re- inventing Kelowna: Retirements, tecnology, wine and tourism in a city of canadian´s hinterland (Abstract)

In this piece we consider the transformations of Kelowna, B.C. Canada under the rapid and constant changes imposed by neoliberalism to cities and regions. Kelowna is a city of about 150,000 people located in the Okanagan Valley in the interior of the Province of British Columbia in Western Canada. Our study addresses the historical efforts of the local dominant groups to try to keep the city competitive –and their businesses profitable– in the environment of accelerating changes of present day capitalism. We argue that these groups play racism as a card to sell the area. They show the region as a "white" one and contrast it with the immigration of people of colour to the large urban centers. We emphasize the early attempts to sell Kelowna as a retirement place, ideal for retirees. Our following step is to look into the postfordist transformations that have followed since the eighties and the attempts to market Kelowna and the Okanagan as a paradise for industries in the high-tech sector. Next, we show that in the past few years there has been an effort to market the Okanagan as attractive to wealthy tourists who like both to ski and to show their social class sophistication through wine tastings.

Key words: Kelowna, Okanagan, Canada, neoliberalism, marketing, postfordism, wine, retirement, tecnology, racism.


 

Este estudio es parte de un trabajo de investigación sobre la acelerada transformación de una región ubicada en el sur del interior de la Provincia de la Columbia Británica, el valle del Okanagan (Aguiar, Tomic and Trumper, 2005a; Aguiar, Tomic and Trumper, 2005b).   Partimos de la base que el paso relativamente global de los últimos años al post-fordismo ha transformado las experiencias de vida urbana (Harvey, 1989).  En muchas partes del mundo las divisiones entre lo urbano y lo rural, la ciudad y los suburbios han ido despareciendo.  Soja (2001), por ejemplo, sugiere que a veces es difícil encontrar conceptos adecuados para describir estas transformaciones; él prefiere el término exópolis para referirse a ellas, pero no es el único término con que este tipo de fenómeno se discute teóricamente. 

 

Formas flexibles de espacio y lugar, y de asentamiento humano, responden a formas flexibles de acumulación de capital.  Pero las consecuencias de la acumulación son desiguales.  En el mundo post-industrial y exopolizado de Norte América, los grupos sociales dominantes y las burocracias locales responden con energía a estas transformaciones buscando “revalorizaciones espaciales” que permitan atraer capital para contrarrestar la des-industrialización, la desaparición paulatina del estado de bienestar, y las contradicciones sociales que produce el neoliberalismo que ha acompañado al post-fordismo (Harvey, 1989; Davis, 1992). Las tecnologías de compresión de tiempo y espacio, la competencia, y el re-posicionamiento de lugares dentro de la nueva división internacional de producción y consumo, han obligado a los grupos dominantes a todos los niveles, regionales, metropolitanos,  exopolizados o nacionales, a tratar de vender lugares.  La venta o promoción de lugar para grandes metrópolis (Marcuse, 2002; Sassen 1990) ha sido estudiada seriamente, pero otras unidades geográficas no han recibido la misma atención.  Por ejemplo, sólo recientemente y en forma muy superficial, ha existido un intento de llamar la atención sobre los intentos chilenos para vender “Chile” como concepto y discurso para atraer capital.  Son pocos  también los intentos de estudiar estos procesos para lugares fuera de las grandes metrópolis. En el caso Canadiense, el trabajo de Fawcett (2003) sobre Prince George, otra ciudad del interior de la Columbia Británica, es una excepción.  En este  trabajo nos referiremos a Kelowna, una ciudad exopolizada en el valle del Okanagan, un valle al interior de la Provincia de la Columbia Británica en el Oeste de Canadá. Kelowna es una ciudad de alrededor de 150,000 habitantes en el valle del Okanagan, un valle alrededor del lago del mismo nombre, a 400 kilómetros al Este de Vancouver.  

 

El consumo es central en el capitalismo post-industrial canadiense.  De allí que la idea de consumir lugares y espacios se haya convertido en hegemónica para los grupos dominantes de muchos de los conglomerados canadienses. También es hegemónica la noción que estos productos hay que ofertarlos como cualquier otra mercancía; que es esencial hacer la mercancía ‘lugar’ una mercancía atractiva mediante técnicas de marketing y propaganda.  Mientras el discurso del mercado como única forma económica eficiente ha sido fundamental en hacer aceptable las privatizaciones y des-regulaciones del post-fordismo neoliberal – y en legitimizar las técnicas de regular a los individuos al mundo perverso del neo-liberalismo–  los grupos dominantes y las burocracias locales han re-interpretado este discurso usándolo para intervenir en la producción de los lugares y espacios que ellos controlan.

 

La popularidad de teorías sobre clusters (racimos de actividades económicas), o esfuerzo mancomunado de los intereses locales para hacer atractivo un lugar o espacio va surge al mismo tiempo que los gobiernos locales privatizan muchas de las actividades estatales que se veían como fundamentales dentro del estado de bienestar y de industrialización fordista.  Dentro de las nuevas lógicas, estas pasan a definirse como ineficientes y sobre todo fiscalmente irresponsables (Goodwin, 1993; Krahn y Lowe, 2002; McElliggott, 2001).  De allí que el rol de los estados locales actuales sea abocarse fundamentalmente al disciplinamiento de la población y a actuar como empresarios para atraer capitales privados para que se localicen en las áreas bajo su control (Goodwin, 1993), aún con ofertas de incentivos al capital. Se trata de hacer la ciudad, el suburbio, la metrópolis y aún el país “competitivo”. Se trata de  vender la “imagen ciudad”, la “imagen metrópolis”, la “imagen país” para atraer inversiones, exportaciones, turistas y/o residentes de elite (Keil and Kipfer, 2003).  Ello muchas veces a través de eliminar la participación ciudadana, las habitaciones sociales, o estándares medioambientales.   Por eso el postfordismo viene acompañado de transformaciones de ética y de identidad colectiva que sirven de telón de fondo a los cambios culturales y estéticos que a su vez se imponen para vender el concepto de lugar. 

 

Hay entonces nociones de “estilo de vida” y estimulación visual que se mezclan con ideas culturales de nuevos conceptos de forma de vida aceptable. Estas nociones de estilo de vida se convierten en esenciales en la venta de lugares. Los lugares son concebidos como mercancía (comodificados). Se buscan nichos de mercados, por ejemplo vendiendo la idea de nuevas formas de vida que reemplacen la vida industrial del pasado fordista.  Estas imágenes de lugar o de “estilo de vida” son muchas veces inexistentes (hiper-real), donde lo real y lo simulado o imaginado se confunden (Goodwin, 1993).  Como dicen Philo y Kearns:

 

places are not so much presented as foci of attachment and concern, but as bundles of social and economic opportunity competing against one another in the open (and unregulated) market for a share of the capital investment cake (whether this be the investment of enterprises, tourists, local consumers or whatever).  In this discourse, places become ‘commodified’ (Philo and Kearns, 1993:18, énfasis en original). 

 

No es que esta forma de venta de lugar sea totalmente nueva.  Ya la identidad de ciertos lugares fue siendo cambiada por ciertas industrias en el pasado fordista.  Sin embargo, estos eran esfuerzos individuales donde se aprovechaban las características de ciertos lugares para establecerse en ellas por ejemplo. También los políticos usaban a veces estas estrategias, pero lo hacían fundamentalmente para mantener conformes a las poblaciones locales.  Por ejemplo, estamos pensando en Kelowna en los setenta, cuando el fordismo era todavía vigoroso en Norte América.  En esos años ya la industria de la jubilación vendía Kelowna como un paraíso donde podía era posible vivir lejos de los “problemas” de las grandes ciudades y en medio de lo que se describía como uno de los mejores climas y más hermosos y apacibles del país por su cercanía de la naturaleza. Como parte de esta venta de identidad dos de los elementos de la economía de la región fueron enfatizados: el turismo y lo rural. Kelowna había sido un lugar de veraneo relativamente barato y orientado a familias y también para aficionados a pescar con mosca por casi un siglo; Por otra parte, lo rural, en particular la industria frutícola que había definido al valle desde los años treinta, tenía  un gran atractivo para veraneantes y jubilados por lo bucólico del entorno.  A la vez, algunas de las características sociales de Kelowna, sus políticas  conservadoras, el fundamentalismo religioso característico de la zona, y el racismo más o menos abierto de sus habitantes, fueron subliminalmente enfatizados, aunque en el período post-sesenta tuvieron que ser re-definidos en términos más aceptables para corresponder a una nueva imagen de tolerancia que adoptaría Canadá entonces.

 

En los años siguientes todas estas formas de vender el área y la ciudad se han ido reforzando, haciéndose más audaces, y re-empaquetándose para responder a las constantes transformaciones de las economías norteamericanas.  El énfasis en la jubilación fue más tarde acompañado por un deliberado esfuerzo para pintar el área como un paraíso para industrias especializadas en tecnologías de punta, y finalmente, para re-imaginarla como un centro de atracción turística donde el vino juega un rol fundamental. En realidad, en los últimos años la producción vitivinícola y el consumo asociado a ella, le ha dado a Kelowna una ventaja comparativa pues permite identificar al valle con esa actividad en un momento en que el consumo de vino cambia de cara globalmente y se transforma en una religión que todos deben profesar.  El vino, en verdad, es una forma poderosa de reafirmar distinción en términos de clase a escala global, rituales que se repiten con la misma ceremonia en Kelowna, en Francia, Australia, Nueva Zelandia, Australia,  California o Santiago de Chile.

 

Desde la conquista y desposesión de la población originaria de la región en el siglo XIX, lo rural fue predominante alrededor de Kelowna.  Primero la ganadería, luego la industria forestal y la producción de frutas.  Hasta finales de los setenta el valle del Okanagan, en cuyo centro está Kelowna, era rural con pequeñas aglomeraciones urbanas relacionadas,  además de cabañas de vacaciones y hoteles baratos (Thomson, 2000; Webber, 1999).  La naturaleza y la vida rural,  sumadas al clima más moderado del área, fueron más tarde utilizadas para representar la zona como idílica.  Más tarde estas características han sido utilizados agresivamente como el centro del discurso para vender Kelowna para la jubilación. Dado el carácter semi desértico del área y sus calurosos veranos, Kelowna, situada alrededor del lago Okanagan, era utilizada como balneario por gente de las áreas relativamente cercana.  Al estar separada tanto de la costa como de Alberta por cadenas de montañas, era de difícil acceso a veraneantes de esos lugares. Sin embargo, eventualmente Kelowna y sus alrededores fueron transformados míticamente en paraíso, comúnmente conocida como el Hawaii de Canadá y ello se usó para atraer jubilados, personas para las cuales se asumía que gracias al estado de bienestar, habían llegado a la etapa de la vida de vacaciones permanentes.  Es importante señalar que aunque Kelowna también se representa como una ciudad ‘segura’ y por lo tanto ideal para criar una familia, la jubilación norteamericana está basada en lo opuesto, en la movilidad, y por lo tanto, en la dispersión generacional. Es un supuesto generalizado en estos países que los ancianos viven independientemente de sus familias, muchas veces en lugares especializados en la población ‘adulta mayor’.  Kelowna, por ejemplo, tiene una alta proporción de viviendas orientadas a esa  población. Por ejemplo, se construyen edificios de departamentos sólo para personas mayores de una cierta edades (55 +); También existen una variedad de otras facilidades institucionales con servicios para personas que no pueden ya resolver sus necesidades cotidiana en forma independiente. Este concepto de vida pasa por éticas que muchos de los grupos étnicos que constituyen la población Canadiense no suscriben. Esto en parte explica que la jubilación en Kelowna y otras similares haya sido fundamentalmente blanca (anglosajona). Desde los ochenta, y respondiendo a los esfuerzos deliberados de atraer específicamente este tipo de personas al área, la ciudad fue crecido alrededor de esta industria, quedando claramente identificada como un lugar idílico para jubilar.  En la medida que las carreteras y el automóvil hicieron posible el sprawl urbano de bolsones habitados en medio de lugares rurales, la jubilación se extendió en un continuo de suburbios a lo largo del valle. A ello se agregó el golf, que a pesar de su fuerza destructora del medio ambiente fue representado como una forma natural de vida rural y una  actividad sana para los jubilados. Estas construcciones han servido básicamente de trasfondo a las formas posteriores de vender la ciudad.  

 

Un elemento decisivo para construir lugar es establecer la continuidad del pasado con el presente re-imaginado, en otras palabras, es necesario incorporar el pasado en el presente.  Los discursos sobre lugares son narrativas históricas y específicas sobre un lugar pero re-actualizados.  La definición de un lugar sólo opera en relación a otros discursos que ya existen o que subyacen implícitamente (Till, 1993). En verdad, parece haber una combinación bastante dinámica de continuidad y disrupción en los iconos utilizados para la construcción de lugar y espacio en elarea de nuestro interés. Claramente, a partir de los noventa, Kelowna y el valle entero comenzaron a ser re-imaginados y re-diseñados como un parque de juegos constante, durante todas las estaciones el año, especialmente adecuadas para actividades al aire libre, lo que para un lugar como Canadá es muy singular. Esta idea se  conectó rápidamente a las necesidades de la industria tecnológica, la cual se supone depende en forma importante de trabajo creativo, y éste se produce más eficientemente en entornos especiales, donde la naturaleza, el juego, la recreación son fundamentales. El valle del Okanagan entonces comenzó a venderse como el lugar ideal para esta industria, donde su clase “creativa” (Florida, 2002) podría crear en un entorno privilegiado, accediendo, por ejemplo, desde el golf y el ski acuático en el verano, al ski de montaña en invierno, siempre cerca de la belleza natural del valle y su lago.  En verdad, Bourdieu sugiere que las nuevas pequeñas burguesías – o clase creativa – tiene capitales culturales y económicos que los hace buscar placer.  En tanto las antiguas burguesía pasaban la vida en busca de moralidad y deber, y tenían temor al placer que les producía culpabilidad, para las nuevas pequeñas burguesía el “placer no solamente es permitido sino que buscado, tanto por motivos éticos como científicos.” (Bourdieu en Urry, 2002, p. 82).  Esta búsqueda constante de placer y las concepciones de lugar como parque de juegos permanente complementan la cultura presente del individuo neoliberal hedonista.

 

 

Es así como a comienzos del siglo XXI no es sorprendente encontrarse con que la ciudad y su entorno se venden por una parte a la industria tecnológica y su clase creativa, y al turismo atraído por la posibilidad de hacer deportes “blancos” y disfrutar de los viñedos productores de vinos de alto precio.

Más específicamente, de la mezcla de imágenes turísticas y de tecnología de punta apareció el concepto de Silicon Vineyard, articulando la idea de Silicon Valley en California y de las viñas, que en ese instante habían comenzado a desplazar las manzanas, duraznos, peras y cerezas como la cosecha más importante de la región.  Un reportero del influyente Globe and Mail escribía en el año 2001   para referirse al Okanagan: “el Silicon Valley tiene huertos exuberantes, montañas y dos canchas de ski importantes –Big White y Silver Star– a una hora de camino ... puede parecer simple, el que a la gente le guste vivir allí ha motivado que Kelowna se haya visto bendecida con un sector tecnológico en rápido crecimiento.” (Turner, 2001).  De allí el marketing de Kelowna como un lugar donde se puede mezclar juego y trabajo, trabajo y juego. 

 

La imagen siguiente sintetiza la visión de este “paraíso”.  

 

Figura Nº1

 

 

 

 


Figura Nº2

 

 

 

 

Al mismo tiempo que la ciudad intentaba vender la imagen de área de juego, también recurrió a la idea de frontera y masculinidad, tratando de retratar a las industrias de tecnología como “pioneras,” capaces de forjar una nueva frontera en una región “natural”, agrícola, inexplorada, por descubrir.  El discurso enfatizaba como estos grupos tecnológicos tenían un “espíritu emprendedor especial”, en realidad una mezcla de imágenes de cowboys de Hollywood  y de emprendedores Schumpeterianos que se consolidaban en personas capaces de inyectar un espíritu emprendedor y cultural a la región (Fortin, 1995) .   A este discurso sin embargo se sumaron otros elementos poderosos para atraer inversión a la región.

 

El capitalismo neoliberal no diferencia entre capitales.  Los grupos dominantes donde la Comisión para el Desarrollo Económico (“Economic Development Commission”) del Okanagan Central tiene un rol central, buscó otra formas de tecnología que fueran atraídas por elementos más tradicionales, una mano de obra con ciertas características que sirviera para producir plusvalía.  En esta vena buscó Centros de Llamadas que sirvieran a grandes compañías.  Esta forma de tecnología tiene que competir con otros lugares del mundo ya que no necesita estar en una ubicación en particular.  De allí que la competencia puede ser el este de Canada, México y últimamente lugares muchos más lejanos como la India.  La Comisión ofreció entonces la belleza espectacular, un área de diversión y alegre, las interconexiones de Internet, y entonces, los elementos más tangibles del Okanagan, costos comparativamente bajos y bajos salarios.  En suma, se ofrecía un nuevo trabajador o trabajadora, alguien al que no le importa trabajar por salarios bajos a cambio de oportunidades de jugar en la naturaleza, de tener un cierto “estilo de vida”.  El “hombre o mujer” nuevos del neoliberalismo son entonces construidos como ni interesado en política, en la buena comida, o en salarios altos.  Lo que este discurso presenta es una nueva normalidad, la persona lúdica que aspira a una vida simple al aire libre.  Contra Marx, la naturaleza de los seres humanos no es producir o ser seres sociales sino buscadores de placer, un tipo de individuo infantil que busca sólo divertirse, poder escoger entre las mercancías de pasatiempo que se le ofrecen.  Más aún, este trabajador que se ofrece en Kelowna es blanco y habla inglés “sin acento.” A diferencia del resto de las grandes metrópolis canadienses como Montreal Toronto, o Vancouver, la población de Kelowna es blanca (Aguiar, Tomic y Trumper, 2005a).

 

El discurso es sin lugar a dudas ambiguo, ya que además de ofrecer sol y agua, juegos y naturaleza, no tiene ambages en también remarcar que Kelowna es un paraíso para las empresas pues los salarios son bajos, el desempleo históricamente alto, una inmigración blanca permanente, trabajadores conservadores y disciplinados de estudiantes universitarios y de gente semi-jubilada, una población cautiva y que siempre necesita trabajar.  La campaña parece haber sido muy exitosa, hay miles de personas que trabajan en centros de llamado a lo largo del valle, baratos y sin acento.  Sin embargo, la venta de lugar puede mantener en el trasfondo el racismo y la explotación, codificarlos y re-empaquetarlos, pero también necesita re-inventar el lugar para mantenerse competitiva.  Desde hace algún tiempo, las viñas y el vino se han convertido en el símbolo del Okanagan, el proyecto de una nueva ciudad mucho más sofisticada que la anterior.

     

El vino se ha convertido en un elemento central en la venta del Okanagan.  En la “biblia” de la industria internacional del vino, el Wine Spectator, recientemente apreció el Valle del Okanagan en la portada, re-presentando como el Valle del Napa del Norte.  El decano de la prensa canadiense, el Globe and Mail, también presentó las viñas del lugar como un destino/atracción turística importante ubicada en Canadá mismo.  Hay en realidad alrededor de 90 viñas con licencia en toda la provincia y planes para establecer otras veinte.  Casi 92% están en el valle del Okanagan, Similkameen y Shuswap, que constituyen una exópolis en el interior de la provincia que se extiende por alrededor de 250 kilómetros y contiene desde la pequeña ciudad de Salmon Arm en el norte, pasando por el centro donde están Vernon, Kelowna y Penticton hasta la frontera americana en Osooyos y Oliver.  Lo que es remarcable es que hace unos 25 años había solamente 14 viñas en toda la provincia y la mayoría producía vino de baja calidad.  En los ochenta, se eliminaron las uvas de casi 1400 hectáreas y no era claro que iba pasar con la industria vitivinícola (Schreiner, 2003: 12).

 

La uva y la producción vitivinícola tienen una larga historia en la región, una de los frutales que la han definido.  Pero, en tanto las cerezas, manzanas y duraznos se ajustaron a los estándares internacionales del gusto y hasta los han establecido, el vino del Okanagan no se ajustaba a estos dictados.  El vino del Okanagan no era considerado como un vino “fino” de acuerdo a los códigos establecidos.  Aunque Canadá ha producido vino desde el siglo XIX (Phillips, 2000), a diferencia de Europa y otras partes del mundo no realizó cambios tecnológicos en los viñedos y viñas y en el trabajo de los enólogos.  Como el presidente del BC Wine Institute explicó hace poco: “Hasta hace poco la actitud de la gente era que si a uno lo invitaban a cenar, lo educado era llevar un botella de vino, pero no vino canadiense.”  En entrevistas que hemos hecho a personas que trabajan en la industria muestran que la extracción de viñas en los ochenta fue clave en la transformación de la industria. Algunos apuntan que NAFTA que perito des-regular una industria que estaba rígidamente controlada y que el mercado mucho más eficiente revolucionara el sector (Hackett, 1996).  Desde NAFTA, la mezcla de vinos genéricos ha sido reemplazada por variedades Europeas específicas como el Chardonnay, Merlot, Cabernet y otras. Esta es una posición simplista. NAFTA es uno de los varios factores que han influido en la importancia del vino y no solo desde un punto de vista positivo.  El efecto de NAFTA fue también hacer la producción de otros frutales menos competitiva, empujando a transferir capital y esfuerzos a cosechas más lucrativas.  En ese momento, se había comenzado a producir una expansión global de la producción e industria vitivinícola basada en la conformación de un gusto global uniforme.  En este esquema, NAFTA no es sino una de las muchos arreglos supranacionales a los que se ha llegado para facilitar la expansión globalizante, en este caso la de la producción de vino y de utilidades, además de la globalización de la cultura.  Las viñas en este esquema sólo suplementaron y reemplazaron otras frutas históricamente presentes en la región que habían sido afectadas por NAFTA en particular y por la globalización en forma más general.  

 

Hoy es posible ubicar un nuevo gusto por el vino en la re-imaginación de Canadá como una nación de economía abierta al mundo neoliberal. En términos histórico, el mercado y consumo de vino en Canadá fueron siempre pequeños y periféricos a la cultura dominante, secundarios al gusto por la cerveza y los licores fuertes (Heron, 2003).  La cerveza era identificada como la bebida alcohólica típica, y consumida por todas las clases sociales.  El vino por otro lado, nunca llegó ni cerca de este status en el imaginario de Canadá. En forma contraria al imaginario de los inmigrantes procedentes del sur de Europa y de América Latina, con una tradición de consumo de vino de larga data, el vino había permanecido en la periferia de la historia cultural de Canadá hasta la consolidación de los discursos de globalización y del post-fordismo neoliberal que han transformado el capitalismo canadiense.  Pero, esta posición secundaria cultural del vino está cambiando rápidamente.  El vino ha pasado a formar parte de las culturas híbridas de globalización cuyo origen no está solamente centrado en Norte América. Sin embargo, la cultura globalizada del vino es más compleja que la de la cerveza ya que la cultura del vino es al mismo tiempo una cultura para las masas y una cultura “educada”, un gusto de los sofisticados que forman un grupo reducido. Harris (1998/1999) explica que el capitalismo tardío apunta a un mercado global de clases medias que no son más del 15% de la población mundial.  Y el vino está pasando a ser rápidamente una de las mercancías destinadas a este mercado “exclusivo” y como tal probablemente pronto dejará de ser identificable con las grandes masas.  Las lógicas del gusto no están muy lejos de la invención de lugar, ni de relaciones económicas, de clase, de genero, de raza y por tanto de poder, que constituyen un marco para el vino del Okanagan.

 

Hay conexiones deliberadas entre el vino y la construcción de lugar de Kelowna y sus alrededores.  En la explosión del área como centro de atracción masivo blancos, pero de una edad y una clase social distinta a la que la región estaba acostumbrada, el vino es importante, tanto para la concentración de capital y atracción de empresas transnacionales, como para incentivar el turismo, y para re-representar un área relativamente pobre para atraer la inmigración de clases sociales más acomodadas e incentivar los mercados inmobiliarios  y de servicios.  Pero, quizás la actividad económica que ha recibido el mayor impacto directo del vino y que ha permitido difundir la existencia del Okanagan ha sido el turismo.  El vino, el gusto y la vista del turista están conectados.  La atracción es de un turismo “capaz” de experimentar el gusto distinguido, en la forma de grupos blancos y de clase media “refinados” capaz de ser “educados” en el consumo del vino.

 

A su vez la imagen de las viñas acercándose gentilmente a la orilla del Lago Okanagan o simplemente como parte de propagandas para vender la ciudad se ha utilizado ampliamente.  Por ejemplo, la ciudad utilizó el concepto del “Silicon Vineyard” en su propósitos de vender la imagen del Okanagan para atraer industrias de alta tecnología.  Por otra parte, lo conservador del área y sus conexiones con el gobierno (neo)liberal provincial llevó a que este último traspasara parte del Okanagan University College a la Universidad de British Columbia y otra parte a un Okanagan College.  Ambos usan la imagen de vino, naturaleza y aire libre para vender su presencia en el área y tratar de atraer académicos a la región.  Las múltiples instancias comerciales del turismo se han aliado con el gobierno local y la industria inmobiliaria para rehacer el centro de Kelowna, creando entre otros un distrito cultural donde el vino juega un papel importante tanto en las reuniones sociales como en el museo del vino.  Por otro lado, la inmigración rica, que ha producido un boom inmobiliario de considerables proporciones, resulta en una presión sobre el precio de las propiedades y alquileres que hace que los nuevos inmigrantes sean personas capaces de permitirse vivir allí.  A su vez esto ha impulsado una exopolización aún mayor y un influjo automotriz importante.  


 

Los efectos de la nuevas formas de acumulación de capital de los últimos años sobre los hinterlands han sido profundos.  El post-Fordismo ha resultado en una transformación  económica, política y discursiva y sobre la comprensión y valorización del espacio y lugar.  Como resultado el empleo ha sido reorganizado, el trabajo redefinido, y las divisiones de lo urbano, suburbano y rural hecho más fluidas, maneras “flexibles” de comprender los lugares.  Como el post-fordismo da prioridad al espacio del consumo sobre el de la producción, el interés  en hacer espacio para consumir para poder venderlo y así obtener ganancias se convierte en decisivo.  Esta es una época de capital globalizado y estas localidades necesitan re-inventarse constantemente para venderse o aún retener la inversión existente.  Kelowna BC no es una excepción y para ello las clases dominantes locales utilizan los discursos a su disposición, variaciones de ideas de naturaleza que se re-enfocan históricamente desde el pasado frutícola y de pesca al de un lugar ideal para jubilarse para pasar de allí a hacer de Kelowna un lugar para estilos de vida lúdico que sienta bien a profesionales de la computación y también para gente distinguida a tono con la producción y consumo de vino.  Todos estos discursos incluyen naturaleza y estilos de vida.  Muchos de ellos también incluyen “seguridad” y “familia”.  Pero hay una serie de discursos subyacentes que no aparecen explícitamente definidos o que se mencionan sólo en momentos claves, los primeros son los discursos de “raza” que son difíciles de esclarecer y otros de clase que se ocultan a muchos pero no a las empresas que se trata de atraer.  En la coyuntura del racismo, la visión es de lo blanco codificada como seguridad, familia, acentos neutros. En la de la clase social, como hemos visto se ofrece esta clase social blanca pero se enfatiza que a pesar que es blanca, y se implica que por lo tanto no peligrosa, los salarios son bajos.  A los trabajadores mismos se los trata – con éxito– de mantener tranquilos mediante la noción de blancura, una ideología más importante que la de clase y de naturaleza, tanto es así que se habla del impuesto al sol como explicación. Hoy, Kelowna, vendida como el mejor lugar para vivir, jugar y trabajar en el mundo está en boom a pesar de las crisis de las industrias productivas fordista y las ciudad se vende para convertirse en una de las fortalezas blancas de Canadá ante la transformación de las grandes metrópolis en ciudades cosmopolitas.                             

 

 

 

 

Notas



[i] Agradecemos a Tina Marten y Matthew Westaway por su trabajo como ayudantes de investigación.

 

 

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© Copyright Patricia Tomic, Ricardo Trumper y Luis Aguiar, 2005

© Copyright Scripta Nova, 2005

Ficha bibliográfica:

TOMIC, P.; TRUMPER, R.; AGUIAR, L. Reinventando Kelowna: jubilaciones, tecnología, vino y turismo en una ciudad del hinterland de Canadá. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2005, vol. IX, núm. 194 (77). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-194-77.htm> [ISSN: 1138-9788]

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