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Geo Crítica
Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. IX, núm. 198, 1 de octubre de 2005

GEOPOLÍTICA CRÍTICA: EL PACTO IBÉRICO DE 1939
Raquel Rodríguez Garoz
Universidad Complutense de Madrid
raquelrgpeli@yahoo.com

Geopolítica crítica: el Pacto Ibérico de 1939 (Resumen)

El Pacto Ibérico se inscribe en la antesala de la II Guerra Mundial, y un mes antes de que termine la Guerra Civil en España. El Pacto aseguraba la neutralidad estratégica de la Península en la contienda europea. Portugal busca la neutralidad de la España de Franco, mantener las colonias africanas, y su independencia ante los sueños imperialistas españoles, a través de lo que hemos llamado neutralidad defensiva, configurada por la actuación de los hombres del Estado Novo. España por su parte subordina la neutralidad a la retirada de voluntarios de apoyo a los republianos y trata de sustitutir la influencia británica en el país vecino; su simpatía hacia el ideario Nazi se hiciera expresa en los discursos de los hombres que trazan la política exterior del Régimen, por lo que hablamos de neutralidad benevolente para con las potencias del Eje.

Palabras clave: código, geopolítica crítica, modelo, neutralidad.

Critical Geopolitics: the Iberian Treaty of 1939  (Abstract)

The Iberian Treaty goes before the Second Great World and is signed just one month before Spanish Civil War was finished. It guarantees the peninsular strategic neutrality facing to the European war. Portugal sought Franco’s Spain neutrality, kept its African colonies, and being independent against the Spanish imperial dreams; we call that defensive neutrality, made by the Portuguese men of statecraft. On the other hand Spain ties its neutrality to the republican supporter’s withdrawal and seeks to replace the current British influence in the country beside, since the Spanish policy makers sympathise with Nazis´ Ideology. This is why we talk about benevolent neutrality with regard to Axis´ States.

Key words: code, critical geopolitics, model, neutrality.

La Geopolítica Crítica

Geopolítica, Geopolitics, podría ser descrita como una teoría de resolución de problemas para la conceptualización y práctica del statecraft. La Geopolítica se ve a sí misma como una forma de conocimiento y racionalidad. Da por sentada la existencia de una estructura de poder y trabaja para aconsejar la decisión de los que dirigen la política exterior, los foreign policy makers. Su forma de narrar es declarativa e imperativa, como es el mundo y lo que debemos hacer, respectivamente, definiendo su versión de la verdad de manera incontestable.

Conviene liberarse del determinismo que caracterizó a la Geopolítica tradicional, prescriptiva, consolidada por Mackinder, llevada a la tumba por el uso que de ella hicieron los alemanes como Haushofer, y renacida en los setenta gracias a los trabajos de hombres como Kissinger cuyos objetivos no eran otros que legitimar la política de sus estados a través de sus discursos, como “teólogos laicos del sistema” (Galtung, 1999:63). 

En el capítulo dedicado a hablar de los modelos geopolíticos podremos acercarnos a la Geopolítica tradicional, en concreto a la alemana, y su recepción en España.

En los setenta aparece una nueva tendencia crítica “cuyo método consiste en analizar críticamente las estructuras aparentemente sólidas e indiscutibles con el fin de ofrecer perspectivas alternativas y, a menudo, desenmascarar  los mecanismos discursivos del poder establecido” (Nogué, 2001:25). La Geopolítica Crítica, Critical Geopolitics, persigue demostrar cómo el discurso ideológico goza de una autonomía que genera unas relaciones de poder propias que conducen a la toma de decisiones, cómo la ideología permite crear y estabilizar una estructura social; se propone modificar la perspectiva nacional y estatal, individualista que decíamos antes, desde la que se ha formulado la Geopolítica tradicional, superando el fetichismo del Estado.

Pero la Geopolítica Crítica no pretende una ruptura con todo lo aprendido anteriormente, sino que adopta un método dialéctico que demuestre que todo lo ocurrido es producto de lo pasado tratando, por tanto, de renovar.

La nueva geografía rompe con el discurso tradicional, estrictamente descriptivo, que ignora que el espacio es un componente activo del poder y que el Estado produce su propia espacialidad. Critica las formas superficiales e interesadas en que la Geopolítica ortodoxa lee el mapa político mundial proyectando su propia concepción cultural y política. Busca recuperar la complejidad de la vida política global y exponer las relaciones de poder que caracterizan el conocimiento geopolítico, ocultado por la Geopolítica ortodoxa.

Surgen cuatro tendencias no conservadoras en esta línea, cada una de las cuales centra su análisis teniendo como base diferentes matices (Cairo Carou, 1993: 203 y ss). La primera de ellas sería la seguida por Peter J. Taylor, que introduce la economía política en la explicación geopolítica, superando el marco de la economía nacional para el estudio de las relaciones espaciales. Utiliza el enfoque materialista desarrollado por Immanuel Wallerstein, el análisis de los sistemas mundiales, y crea tres categorías: la economía-mundo, el estado-nación y la localidad.

La segunda de esas tendencias es el estudio de las relaciones de poder bajo un análisis espacial.  Autores como Foucault, Raffestin y Claval, cuestionan la naturalidad de los procesos de dominación que se presentan como necesarios para la supervivencia del grupo. Dicen que las relaciones espaciales son relaciones de poder, pues los actores protagonistas de la política del Estado construyen el territorio a partir del espacio dado.

La Geografía Política Humanística, la tercera de las tendencias, introduce un elemento fundamental para la explicación de las relaciones sociales: el individuo, vinculado al Estado, como constructor de la entidad espacial, que no es una estructura previamente determinada. Sirve de nexo entre las dos anteriores explicaciones geopolíticas.

Simon Dalby, que representa la cuarta tendencia, investiga cómo un conjunto de prácticas domina sobre otras, y se pregunta por las condiciones que permiten que las cosas sean como son. Las dimensiones ideológicas y sus discursos determinan las prácticas políticas, por lo que hay que estudiar cómo se construyen esos discursos y los actores que los producen, demostrando que las estructuras son creadas por la acción de determinados individuos. Sería algo así como lo que ya decía Guy Debord en 1967, “la estructura es hija del poder establecido” o “el estructuralismo es el pensamiento garantizado por el Estado” (Debord, 2002:164).

La Geopolítica Crítica se ocuparía, entonces, de estudiar el espacio planetario y sus modos de producción y reproducción, para lo cual sería necesario ver la interconexión de elementos económicos, políticos, simbólicos e institucionales o legales en la práctica humana histórica concreta, aceptando la espacialidad de los hechos sociales. Afronta un análisis histórico de los discursos y prácticas de los Estados.

En lo que a los discursos se refiere, éstos contribuyen a la construcción cultural del mapa geopolítico global inscribiendo significados en los lugares, los cuales no pueden ser interpretados al margen de esos discursos. Dos ejemplos de lo que son discursos que configuran las relaciones en el ámbito mundial serían Brzezinski, calificado por Ò Tuathail como Master Intelectual of Statecraft, que dice que “la política exterior de los Estados Unidos debe seguir ocupándose de la dimensión geopolítica y emplear su influencia en Eurasia para crear un equilibrio continental estable en el que ejerzan las funciones de árbitro político” (Brzezinski, 1998:11), y Huntington, citado por el anterior que dice que “un mundo sin la primacía estadounidense será un mundo con más violencia y desorden, con menos democracia y crecimiento económico que un mundo en el que los Estados Unidos sigan teniendo más influencia que cualquier otro país en la forma que tomen los asuntos globales. El mantenimiento de la primacía internacional de los Estado Unidos es esencial para el bienestar y la seguridad de los estadounidenses y para el mundo” (Brzezinski, 1998:39).

La Geopolítica Crítica adopta tres formas de estudiar las relaciones espaciales y su configuración: Geopolítica Práctica, Formal y Popular. La Geopolítica Práctica se ocuparía de la actividad estatal que espacializa el mundo, llevada a cabo por la burocracia encargada de la política exterior de los Estados. Concierne a las políticas geográficas que se dan en la práctica diaria de la actividad exterior. Trata de cómo las percepciones geográficas comunes enmarcan las decisiones y conceptualizaciones de los foreign policy makers. La Formal son las teorías, modelos y estrategias que elaboran los intelectuales de la seguridad para guiar y justificar las acciones de la Geopolítica Práctica. Refiere a lo que usualmente se conoce como pensamiento geopolítico o tradición geopolítica. Es la problemática de los intelectuales e instituciones a la hora de dar forma al pensamiento geopolítico en cada lugar y contexto. La Geopolítica Popular está formada por los razonamientos geopolíticos creados por los medios de comunicación, el cine, la novela, que producen el sentido común geopolítico de los ciudadanos. Refiere las políticas geográficas debatida y creadas en los mass media. Versa sobre la construcción social del pensamiento nacional y transnacional de algunos colectivos sobre gentes y lugares más allá de sus fronteras.

Existen otros conceptos fundamentales dentro de la Geopolítica Crítica que explican el objeto de su estudio. Son orden, era, código y modelo geopolíticos, y que están relacionados entre sí. Los códigos geopolíticos son los razonamientos de las élites estatales que dan lugar a una determinada forma de actuar; pertenecen al campo de lo que ya citamos como Geopolítica Práctica. Definen los intereses del Estado, identifican las amenazas externas a esos intereses y dan una respuesta, que tratan de justificar.

Algunos, como Taylor, consideran que los códigos de las superpotencias conforman los órdenes geopolíticos mundiales. Sin embargo Agnew no cree necesaria la existencia de una potencia dominante que imponga por la fuerza un modo de representación hegemónico. Piensa, como Corbridge, que los órdenes geopolíticos tienen características geográficas determinadas y pertenecen a períodos históricos concretos. Así, distinguen tres órdenes: un orden geopolítico británico del Concierto de Europa, entre 1815-1875, el orden geopolítico de la rivalidad interimperial de 1875-1945, y el orden geopolítico de la Guerra Fría, 1945-1990. Estos órdenes se configuran según haya sido definido el espacio por los sucesivos discursos geopolíticos, por las eras geopolíticas que según Agnew serían las tres que se corresponden con los órdenes: la era de la Geopolítica Civilizacional, la de la Geopolítica Naturalística y la de la Geopolítica Ideológica. En cuanto a los modelos, son producciones intelectuales, son la Geopolítica Formal, donde las ideas prácticas se organizan en teorías cuyos artífices querrían que se convirtieran en códigos, es decir, influyendo en las políticas exteriores de sus estados.

El significado del espacio, por tanto, no puede ser interpretado al margen de los discursos.

Contexto internacional. Orden geopolítico de la rivalidad interimperial.

Contextualización teórica del Pacto Ibérico

La división de los códigos geopolíticos que desarrolla Taylor (Taylor, 2002:67) en locales, regionales y globales se corresponde con las tres escalas de análisis que utiliza para estudiar la Geografía Política (localidad, estado-nación y sistema-mundo). Vamos a situarnos en el momento en que se enmarca nuestro objeto de estudio.

 Empezaremos con lo que ya enunciamos como orden geopolítico mundial, o estructuras relativamente estables, que definen períodos distintos de la política mundial. Estarían formados por los diferentes códigos geopolíticos que encajan entre sí conformando una pauta general (Taylor, 2002: 68). Seguiremos a Taylor en cuanto al análisis de los órdenes geopolíticos que, a su vez, se inspira en el método de estructuras históricas de Robert Cox (Taylor, 2002: 68).

Los órdenes mundiales se forman por la interacción de fuerzas materiales, ideas e instituciones, y su estudio iría unido al análisis del auge y caída de las grandes potencias a lo largo de la historia.

Los estudios acerca de este tema se han hecho en base a modelos de cambios cíclicos, centrándose Taylor, antes de exponernos su marco teórico, en los modelos de Wallerstein y Modelski. Nosotros, lejos de explicar en lo que consiste cada uno de ellos, sólo vamos a situar el Pacto según estos análisis.

En el modelo de ciclos largos de Modelski (Taylor, 2002: 69) habla de cinco ciclos desde el año 1500, cada uno de los cuales se asocia a la hegemonía de una potencia que se encarga del mantenimiento del orden en el sistema político global. Según su esquema 1939-1940 se inscriben dentro del quinto ciclo, con Estados Unidos como potencia que está haciéndose con la hegemonía tras una competencia política violenta, como las guerras mundiales, y que legitima su status con tratados, en este caso con Versalles tras la Primera Guerra Mundial, y con Postdam tras la Segunda. Como vemos, Modelski construye su teoría atendiendo a criterios políticos y está tan nítidamente estructurada que da la sensación de vacío entre uno y otro ciclo. Introduce el factor violento como determinante del vencedor en la lucha por la hegemonía.

 El modelo de Wallerstein, sin embargo, tiene en cuenta criterios económicos y políticos. Su análisis de los sistemas-mundo se basa en tres ciclos hegemónicos con tres potencias hegemónicas, cuyo auge y caída definen el ciclo. Todas las potencias han creado unas infraestructuras mediante las que han conseguido dominar el sistema. Wallerstein habla de hegemones mundiales (Taylor, 2002:75) frente a las potencias mundiales de Modelski. El hegemón es el líder político, pero también el líder económico, social y cultural. El momento en que se firma el Tratado estaría dentro del período de auge de Estados Unidos, concretamente dentro de la fase de ascenso de la hegemonía, en la que aún no se ha configurado el hegemón, con una rivalidad geopolítica de los Estados del centro por conseguir el liderazgo.

El modelo propuesto por Taylor de los ciclos hegemónicos mundiales, va más allá de la hegemonía de una potencia en el sistema-mundo, dando más importancia a la forma en que se redistribuye el poder en el mundo, dictada por una potencia a la que los demás respetan (Taylor, 2002:78). Los órdenes geopolíticos surgen tras la desintegración del orden precedente, donde hay un período de transición en el que se replantea todo el orden hasta ese momento dominante. Una transición que “separa claramente mundos políticos distintos” (Taylor, 2002:78). El orden mundial en el que inscribimos el Pacto Ibérico es el de la sucesión británica, donde Alemania y Estados Unidos superan a Gran Bretaña como potencias mundiales, pero las guerras mundiales resolverán la sucesión a favor de Estados Unidos.

A la vez, podemos hablar, mencionando a Corbridge, del orden geopolítico de la rivalidad interimperial en el dominio global, que se daría entre 1875 y 1945 y en el que Estados Unidos se va conformando como próximo líder mundial. Ahora es una potencia regional en ascenso. En los órdenes geopolíticos descritos por el autor, la política mundial es organizada alrededor de la caracterización del espacio hecha por los discursos geopolíticos o modos de representación del espacio: son las eras geopolíticas de Agnew (Taylor, 2002:16), de las cuales destacamos la que se correspondería con el orden geopolítico de Corbridge, y que sería la era de la Geopolítica Naturalística que precede a la Geopolítica Ideológica y sucede a la Geopolítica Civilizacional. La Geopolítica Naturalística tiene en cuenta al individuo en la explicación de los hechos sociales, considerándolo protagonista fundamental. “Se tratan de forma especial los problemas de las ideologías territoriales, o si se prefiere, el significado del territorio para los actores políticos, y conceptos como los de sentido del lugar, territorialidad o nacionalismo territorial se constituyen en los ejes básicos del análisis” (Cairo Carou, 1993:207). Permite percibir al ciudadano en su relación con el Estado como constructor de esa entidad espacial, rechazando considerar el Estado como estructura determinante. Las guerras interimperiales en esta era tuvieron su máxima expresión en las dos guerras mundiales.

Y es en este contexto en el que se inscribe la preparación, resolución y continuación del Pacto Ibérico.

Regímenes autoritarios de España y Portugal en la era de la sucesión histórica

El sistema internacional multipolar cambia rápidamente en los años treinta. Por un lado está el ascenso del nazismo y, por otro, la consolidación de los regímenes dictatoriales en la Europa del Sur. En este tiempo se consolida el régimen salazarista en Portugal, con sus adversarios internos divididos y una unidad muy amplia alrededor de Salazar.

Los políticos portugueses opinan que la alianza inglesa sigue siendo la referencia básica para cualquier posicionamiento nacional, pues son conscientes de que las colonias no pueden mantenerse sin el apoyo británico, ya que las ambiciones alemanas crecen en África. Inglaterra es la principal presencia en Portugal, y sigue dominando el Atlántico aunque la progresiva pérdida de su hegemonía es un hecho. De este último factor se deriva la cuestión del grado de autonomía deseable dentro de la alianza. Se sabe que no hay ningún acuerdo que pretenda dividir el imperio portugués, incluso después de la política de cesiones que sigue Inglaterra con Berlín para un reajuste en África (política que Hitler nunca acepta “pues recuerda que las colonias son un problema en caso de guerra y vienen automáticamente con la victoria(Payne, 1996:133). Y por otro lado, ahora no existe una carrera naval en Europa que haga peligrar el poder marítimo inglés. De lo que se deriva una mayor autonomía para Portugal, tanto porque ellos saben que Londres necesita más que nunca a sus aliados, como porque Inglaterra no necesita de Portugal tanto como en la primera deflagración mundial.

La España de 1939, una vez acabada la Guerra Civil, es la España de la victoria de Franco. Franco adoptó una postura que se acercaba al modelo fascista y su identificación con las potencias del Eje era explícita. Desde el primer mes de conflicto mundial Franco mostró su apoyo a la política alemana pero tuvo que mantener su neutralidad para proteger a España de una situación económica que ya era precaria. Por otro lado, el ejército español, aun con un millón de hombres en sus filas, carecía de medios materiales y de preparación, y de eso era especialmente consciente ante una inminente guerra europea en la que no se descartaba participar.

Ello sin olvidar la división interna en el seno del régimen. Unidos por el nacionalismo reivindicativo que exigía unos territorios franceses, por lo demás militares y falangistas se encontraban lejos de cualquier posible entendimiento. Los falangistas identificaban a los militares con los conservadores tradicionales, y los militares pensaban de los falangistas que no diferían mucho de los rojos por revolucionarios y demagogos. El número de militares falangistas fue escaso pues los militares eran conscientes de la incapacidad española para entrar en una guerra.

Contexto internacional

Las circunstancias internacionales que se dan partir de 1939 hacen que la Península se vea enredada en graves tensiones.

Por una parte la Guerra Civil española y la proscripción internacional de la España franquista y,  por otra, la II Guerra Mundial,  afectan  al conjunto peninsular.

El fin de la Guerra Civil y el advenimiento de la II Guerra Mundial  suponen un cambio en la naturaleza de las relaciones luso-españolas. El Pacto Ibérico es la ilustración diplomática de la  nueva sociedad interdictaduras. La Guerra Civil de España amenazaba deshacer el equilibrio periclitante que resulta de la I Guerra Mundial, trayendo de nuevo para los márgenes del Mediterráneo y del Atlántico las rivalidades y ambiciones de las potencias continentales. En este conflicto se van perfilando las partes contendientes en la próxima guerra mundial.

Alemania tendría varias razones para intervenir en la guerra española, como crear una posición geográfica privilegiada de intervención contra la navegación mediterránea y atlántica de los aliados, de manera que Alemania se aseguraba el acceso prolongado a las minas de hierro. Italia, por su parte, pretendía hacer renacer la ambición de reconstruir el mare nostrum, debilitando el poder naval británico.

Portugal, por su parte, no ignoraba el hecho de que una España ideológicamente enemiga sería doblemente amenazante para la paz y quizá para su independencia. 

La II Guerra Mundial mantendría abiertas las incertezas peninsulares, pues si bien el peligro rojo del que hablaran los portugueses al referirse a la República española ya había desaparecido, el régimen de Franco permanecía cautivo de una germanofilia que acariciaba sueños imperialistas.

Aunque la posición de Portugal de apoyo a los nacionalistas en la Guerra Civil tuviese la oposición inicial del Reino Unido, su principal y único aliado, la rápida internacionalización de la Guerra  Civil tras 1936, parecía dar la razón a muchos políticos conservadores ingleses y al Ministro de Exteriores portugués Armindo Monteiro[1] cuando, hablando con uno de ellos, éste decía "temos de considerar que, nos territorios sujeitos ao que se chama o Governo de Madrid dominam de ipso os homens dos partidos comunistas e anarcosindicalistas. A sua vitória será de ipso a vitória de gente que obedece as ordens de Moscovo. Para Portugal isso significara a guerra logo a seguir ao triunfo desta ou em curto prazo depois dele [...] teremos assim em jogo a nossa liberdade, a ordem social portuguesa, a nossa independência" (Matins, 2001:151) refiriéndose al temor ante un posible deseo de expansionismo español con la anexión de Portugal en una suerte de federalismo ibérico que ellos rechazaban. 

A principios de 1939 ya es evidente que el gobierno de Burgos va a ganar la guerra  y por tanto Londres sabe que Franco será el  futuro jefe de gobierno de España, y es así como en febrero de ese año Londres lo reconoce de jure ya que de facto había sido reconocido el 16 de noviembre de 1937 con el intercambio de diplomáticos.

En plena crisis de Munich[2], surge el Pacto Ibérico, cuando la guerra europea parece más próxima. Y Londres da vía libre al proyecto de pacto, cuyo texto le sería dado a conocer por parte portuguesa incluso antes de ser negociado. Inglaterra, potencia marítima, siempre se opuso a que las naciones de Europa Central influyeran de forma decisiva en la Península. Y por ello Londres no podía tolerar una influencia alemana en España, que conllevaría una supremacía italiana en el Mediterráneo. Partidaria convicta de la no-intervención española en la guerra europea, Londres osciló entre los dos bandos, primero siendo pro-republicana al lado de Francia, y después fue obvio su apoyo a Franco.

Cuando empieza la II Guerra Mundial ninguno de los beligerantes, por tanto, deseaba que el conflicto llegase al espacio ibérico. Franco declara mantener la neutralidad.

Apenas proclamada la neutralidad española el ejército alemán desarrolló todas las defensas francesas plantándose con sus divisiones junto a los Pirineos. El Reich exigió la incorporación española al Eje. Franco les comunicaba las condiciones en que estaría dispuesto a entrar en la guerra, lo que parecía una clara intención beligerante si bien con exigencias disparatadas (Gibraltar, la totalidad de Marruecos y Argelia, enormes ayudas materiales y plenas garantías de que Canarias quedase a cubierto de ataques aliados). No obstante, y de acuerdo con la opinión que tiene Javier Tussel, creemos que Alemania daba muy poca importancia a España, y tan sólo fue un instrumento para romper las relaciones internacionales de Europa al final de los años 30 y un proveedor de materias primas (Payne, 1996: 163).

En la fase de predominio del Eje, Franco mandó a Rusia una unidad de voluntarios, la División Azul, en la lucha contra el comunismo. Esta era la guerra en la que España era beligerante, mientras que en la guerra entre países amigos era no beligerante. Es por eso que se dice que Franco inventó la teoría de las dos guerras: enemigo del comunismo y no beligerante entre el Reino Unido y el Eje (Moradiellos, 1995: 75)

La creciente importancia del imperialismo de la Falange en el campo nacionalista, así como la cada vez mayor dependencia de España respecto de Alemania y de Italia, llevaron a Salazar a reforzar su alianza con Gran Bretaña, alianza que volvía a tener un tinte marcadamente anti-ibérico, utilizada para defenderse de cualquier veleidad expansionista española. Estos objetivos coinciden con la planificación británica de guerra dirigida a la neutralización estratégica de la Península.

El sistema de alianzas internacionales de Portugal se destinó a diferenciar las funciones estratégicas del territorio portugués de las funciones estratégicas de la Península. Ya en la I  Guerra Mundial la decisión de beligerancia fue para diferenciar Portugal de España, que se mantuvo neutral. Pero la neutralidad de los dos Estados en la Segunda fue una cuestión de política internacional que determinó la anulación de las funciones estratégicas militares de la Península. No obstante, de haberse llevado a cabo la Operación Fénix[3], estrategia marítima contra Inglaterra,  por parte de Alemania, la Península no hubiera permanecido neutral.

La neutralidad continental de Portugal arrastraría a la neutralidad a España a través del Pacto. Si las grandes potencias lo deseaban o no, lo cierto es que el Pacto garantizaba que la guerra no llegaría a la Península.

El Pacto Ibérico

La iniciativa parte del gobierno franquista que, en cuanto Alemania presenta el ultimátum a Checoslovaquia, propone a Portugal la firma de un tratado de no agresión que garantice las fronteras mutuas, y el 16 de septiembre de 1938 Nicolás Franco le presenta a Salazar la iniciativa. A finales de enero de 1939 se inician las negociaciones formales, tras una segunda diligencia formal británica[4].

El Tratado fue redactado en ambas lenguas y con diferentes lecturas. Se trataba del Tratado de Amistad y No Agresión entre España y Portugal, firmado por el Representante del Gobierno de Franco, y el Tratado de Amizade e Nao Agressao entre Portugal e a Espanha, firmado por Salazar.

Serían António Óscar Fragoso Carmona, Presidente de la República Portuguesa, y Francisco Franco Bahamonde, los que resolvieron concluir el Tratado, pero serían los Plenipotenciarios nombrados por ellos quienes lo firmaron; de parte portuguesa fue António de Oliveira Salazar, Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de Asuntos Exteriores, y de parte española fue Nicolás Franco Bahamonde, embajador extraordinario en Lisboa.

El Tratado fue denominado Pacto Ibérico o Pacto Peninsular en 1942, cuando el Conde de Jordana, Ministro de Asuntos Exteriores de España, visita Lisboa y se reafirma la Península como zona de paz y neutralidad, y populariza el tratado de 1939 con ese sobrenombre.

El Tratado estaba constituido por seis artículos en que se especificaba la mutua obligación de respetar las fronteras y la renuncia a practicar cualquier acto de agresión contra la otra parte (art. 1º).

Ambas naciones, además, se comprometían a no prestar asistencia al agresor o agresores que proviniese de la otra partes y que intentara atacar una de las partes, ni permitir que su territorio pudiera ser utilizado para desencadenar un ataque dirigido contra una de ellas (art. 2º).

Los artículos 1º y 2º son las razones peninsulares de la firma del Tratado ya que tratan expresamente de ambas partes contratantes. Si se tiene en cuenta que menos de un mes más tarde acababa la Guerra Civil española y que el bando nacionalista recibió ayuda desde Portugal, los Viriatos[5], se entiende el significado del artículo 2º. En cuanto al primer artículo designa el nunca abandonado temor ante una invasión española para la anexión de Portugal conformando de esa manera una confederación ibérica y así cumplir los sueños imperialistas de España.

El Tratado también les obligaba a no pactar ni aliarse con terceras partes que pretendiesen la agresión contra uno de los contratantes (art. 3º). Cualquier pacto firmado en el futuro con terceras partes respetará los compromisos contraídos en el Tratado (art. 4º).

Los artículos 3º y 4º refieren las razones extra-ibéricas[6] del Tratado. El primer borrador del mismo, presentado de parte española, pretendía que tuviese carácter retroactivo y de esta manera anular algunos de los aspectos del sempiterno pacto anglo-luso que no les beneficiaba. A lo cual los portugueses se negarían con el artículo 4º. Lisboa propone un artículo que contradice el texto español. El español decía que los compromisos anteriores no se sobreponían a lo previsto en el Tratado, mientras que el portugués decía que el Pacto no alteraría las obligaciones anteriores asumidas por ambos países, lo que significaba que Portugal estaba dando prioridad a su alianza con Inglaterra. Este artículo casi por sí solo aseguraba la neutralidad de la Península Ibérica.

En una carta, recogida en el Archivo Portugués, enviada a Nicolás Franco el 22 de febrero de desde Lisboa, Teixeira de Sampaio[7] le respondía a una carta del 14 del mismo mes en la que se proponía la eliminación del articulo 4º del proyecto portugués por considerar que disminuía el alcance del Pacto. Teixeira exponía las razones jurídicas y políticas por las que juzgaba que el susodicho artículo no conllevaba ninguna desventaja para ninguno de los dos países. Las jurídicas se referían a que, siendo un tratado bilateral, no podía alterar las cláusulas de otros tratados firmados con anterioridad con terceros países, aunque sí podría influir en el futuro. Y aclara que esto se supone implícito en el Preámbulo, en cuya negociación ya se dijo que nada había en el borrador que contrariase los compromisos internacionales, de carácter defensivo los de Portugal y, según había dicho Nicolás Franco, meramente negativos los de España. En el Preámbulo se especifica que ninguna obligación asumida con terceros hasta ese momento imposibilitaba el desarrollo de las relaciones recíprocas de que trata el Pacto.

Y en cuanto a las razones políticas, se habla de ventajas para ambos ante la situación internacional en que predomina la incerteza de unos países sobre otros. Estaba diciendo que no deseaban que el Pacto fuera interpretado como una alianza contra Inglaterra, y que no deseaban desligarse de su vieja aliada.

El 5º artículo se limita a definir la duración del Tratado, que sería en principio de diez años prorrogables a no ser que fuera denunciado con seis meses de antelación por una de las partes.

El Tratado se firmó el 17 de marzo de 1939, y entraría en vigor el día de las ratificaciones, el 30 de marzo de 1939 (art. 6º).

Fernando Rosas y António Telo, afirman que  el gobierno del General Franco pretendía defender sus fronteras occidentales de una posible intervención inglesa que, sin duda, haría peligrar la continuidad del régimen. Aunque no pueden obviarse las pretensiones de sustituir la influencia británica en Portugal por la española. Cesar Oliveira y Fernando Rosas ven el Pacto como un instrumento de la política británica de neutralización de la Península en el ámbito de su estrategia general de guerra. Ive Delgado cree que la concertación política no era un arma ofensiva sino sólo un espacio de entendimiento que manifestaba la posición estratégica de la Península y su demarcación geopolítica del resto de Europa, y al mismo tiempo tenía la función de desvincularse del bloque agresor europeo a través de la creación de una nueva entidad moral que se afirmaba unitaria y neutral. Charles Halstead piensa que el Tratado supuso para los dos países una mayor flexibilidad en sus respectivas políticas externas, sobre todo de cara a las presiones alemanas o inglesas

Jiménez Redondo por su parte piensa que el gobierno franquista pretendía defender sus fronteras en el caso de una posible intervención británica al mismo tiempo que iniciaba una sustitución de influencias en Portugal, imponiendo una aproximación de España, cara al tradicional vínculo de este país a Gran Bretaña. Pretensión que no fue seguida por el gobierno salazarista para el cual el Tratado no significó una alteración importante en las relaciones que ya existían con Gran Bretaña.

En este sentido el Tratado fue una manera de evitar la amenaza para su propia independencia ante una España instrumentalizada por Alemania. Una garantía jurídica que vinculaba al enemigo tradicional a respetar la inviolabilidad de las fronteras, lo que indirectamente podía significar la renuncia española a una política ibérica agresiva.[8]

Geopolítica formal y geopolítica práctica

Geopolítica formal: modelos

Los modelos geopolíticos son producciones intelectuales donde las ideas prácticas se organizan en teorías cuyos artífices pretenderían convertir en códigos. Las dimensiones ideológicas y sus discursos determinan las prácticas políticas, por lo que hay que estudiar cómo se construyen esos discursos y los actores que los producen, para demostrar que las estructuras son creadas por la acción de determinados individuos.

En este apartado vamos a hablar de lo que Ó Tuathail llama los intelectuales del statecraft, y de la descripción y clasificación que hace en su tesis (Ó Tuathail, 1989:165). Parte de lo que Antonio Gramsci apuntara sobre el tema de lo intelectuales, así, que “All men are intellectuals...but not all men have in society the function of intellectuals” (Ó Tuathail,  1989:165). Gramsci identificaba dos tipos de intelectuales. Los primeros eran los intelectuales tradicionales, que son los profesionales tales como sacerdotes, escritores, académicos o científicos. Algunos de los intelectuales del statecraft contemporáneos, dice Ó Tuathail, en periodismo, universidades y escritores, pueden ser descritos como intelectuales tradicionales, conservadores románticos reconfortados en un autoritarismo aristocrático benevolente, cuyas funciones se limitan a  las formaciones sociales capitalistas no aristocráticas. Su posición en la sociedad deriva de las relaciones de clase y tienen un aura reconocida dentro del grupo social al que pertenecen.

El otro tipo de intelectuales de Gramsci son los intelectuales orgánicos, intelectuales más especializados, como técnicos y especialistas, que son una parte íntima de las operaciones que realiza un grupo social en concreto.

Para Gramsci un intelectual tradicional puede ser también un intelectual orgánico, y esto, según Ó Tuathail, es lo más interesante de las disertaciones de Gramsci. El especialista en historia diplomática es el mejor ejemplo que se nos ofrece para entenderlo. George Kennan o Henry Kissinger son los más reconocidos y valorados dentro de sus disciplinas. Pero además son también intelectuales orgánicos en cuanto especialistas de las materias en las que destacan,  organizando, dirigiendo, o disciplinando el estudio y práctica del statecraft dentro de una formación social, en cuyo caso concreto fue el orden geopolítico post-guerra mundial de la Pax Americana. En otras palabras, los intelectuales como Kennan o Kissinger son parte del complejo intelectual-militar-industrial.

La clasificación general que nos ofrece Ó Tuathail acerca del los intelectuales del statecraft, divididos a su vez en intelectuales políticos, civiles o ambos a la vez, es la siguiente.

1. Master intellectuals of satecraft. Aquellos con una formación muy desarrollada en relación al statecraft, normalmente resultado de una intensa vida académica, experiencia en el gobierno y en el sector privado. Serían la clase alta de todos los intelectuales, con una gran influencia. Algunos ejemplos son Edward Luttwack[9] y Brzezinski[10].

2. Practical intellectuals of statecraft. Aquellos con unos razonamientos tácitos y prácticos en relación al statecraft, normalmente derivados no de una intensa vida académica sino de una experiencia práctica en el gobierno y en la sociedad. Reagan o Carter, así como la mayoría de los Presidentes, forman parte de la sociedad política. De la sociedad civil son los escritores profesionales, columnistas de periódicos o comentadores de radio y televisión. Nixon sería de ambas pues fue un presidente y escritor.

3. Functionary intellectuals of statecraft. Aquellos con un razonamiento tácito de las relaciones internacionales y del funcionamiento del Gobierno, con una educación, pero que no son intelectuales en un sentido formalizado. Los embajadores y secretarios de departamentos de Estado pertenecen a la sociedad política, mientras que los periodistas y dibujantes, viñetistas, pertenecerían a la sociedad civil. (Ó Tuathail, 1989:169).

Geopolítica práctica: códigos

Los códigos geopolíticos suponen la evaluación y valoración de los lugares que quedan más allá de las fronteras de los Estados que los delimitan, dependiendo de la importancia estratégica y de sus posiciones como posibles amenazas. Son imágenes del mundo que crea cada Estado, por lo que tienen un carácter sólo parcial.

Siguiendo la clasificación de los mismos que hace Taylor (Taylor, 2002:99), podemos distinguir entre códigos locales, regionales y globales. Estos últimos son propios de Estados con una política exterior a nivel mundial. Los códigos a nivel regional son creados por potencias que aspiran a convertirse en potencias regionales proyectando su poder más allá de sus vecinos más próximos. En cuanto a los códigos geopolíticos locales, que son los que más nos interesan, son diseñados por todos los países ya que suponen la evaluación de los vecinos más próximos. Éstos están implicados en la mayoría de las guerras, ya que  ellas empiezan por fronteras comunes.

En lo que respecta a los dos Estados peninsulares ante el Pacto Ibérico, podremos decir que se trata de códigos geopolíticos locales por ser un pacto firmado entre ambos, considerados uno respecto al otro. Tanto en Portugal como en España hemos considerado que el principal asunto que se trata en 1939 lo que conlleva la firma del Pacto Ibérico, es la neutralidad de estos países en caso de una guerra europea que acecha desde que Hitler se anexionara Austria y los Sudetes checos.

Por tanto podríamos decir que el código portugués es local, al buscar la neutralidad española en caso de guerra generalizada y visto que sus afinidades internacionales diferían. En cuanto al código español, también sería local si pensamos que propone su status de neutralidad para defender sus fronteras terrestres contando con el apoyo portugués.

Pero si nos hacemos eco de las pretensiones imperialistas que marcan el modelo español, podemos hablar de un código regional al buscar convertirse en única potencia ibérica con voz en lo que sería una posguerra en manos de los países del Eje que se prevé ganen. Estamos ante una España con visión imperial. Y en cuanto a Portugal, una de las líneas que define su política exterior es el mantenimiento de su patrimonio colonial, por lo que la neutralidad también busca que su imperio no se vea amenazado. El carácter regional de sus códigos lo demuestra en parte el encuentro en Sevilla en 1942 entre Franco y Salazar, cuando éste insiste en el peligro que se correría ante una victoria alemana, pues ello supondría una satelización de Portugal y de España y, no más tarde, la pérdida de influencia de los Estados peninsulares en África y América Latina. Hablamos de dos Estados con un pasado glorioso en cuanto potencias coloniales, que se resisten a adaptarse a los nuevos tiempos que se avecinan.

Si bien el Tratado asegura la neutralidad de la Península, al menos en el espacio de tiempo que nos ocupa, es llevada a cabo de diferente forma en uno y otro Estado, por lo que hemos denominado de diferente forma la neutralidad a que se adhirieron. Hablaremos de neutralidad benevolente con respecto a España y de neutralidad defensiva en el caso portugués.

España

Modelo: el sueño imperialista

Tras la Guerra Civil española la Geografía Política y especialmente la Geopolítica vivirán unos años de esplendor gracias a  un nuevo Estado marcado por sus vínculos con el Tercer Reich nazi y con el fascismo italiano (Nogué, 2001:58).

El régimen político de Franco asignó a la Geografía un importante papel en su tarea de reconstrucción cultural del país, por lo que esta disciplina recibió un importante apoyo, tanto en la enseñanza como en la investigación. La Geografía tenía asignado un papel ideológico que sirvió de vehículo a la ideología nacionalista, exaltando el espíritu patriótico. Obsesionado por la unidad y la grandeza de España, Franco consideraba que el estudio de la Geografía y de la Historia contribuía a hacer grandes a los pueblos.

Lo primero que hay que hacer para hablar de la Geopolítica española de posguerra civil es conocer sucintamente la Geopolítica alemana de donde bebe directamente[11], y que se hará plausible cuando entremos a analizar algunos de los discursos en España.

La principal aportación al campo español desde la Geopolítica alemana viene de Ratzel (1844-1904). Influido por el darwinismo social crea el concepto de espacio vital, lebensraum, lo que le sitúa dentro del positivismo: dota de base científica el comportamiento espacial de las sociedades y cuerpos políticos. Considera que el Estado es el único actor territorial efectivo, un cuerpo único sociedad-nación-estado, es decir, una concepción organicista que asimila la Tierra a un ser vivo. Para Raztel lo que define y da cohesión a un pueblo es el territorio que comparte y su historia, esto es, el tiempo y el espacio comunes. Con especial trascendencia del espacio para la supervivencia del Estado y, por tanto, de la sociedad: “cada ciudadano deberá tomar conciencia del carácter vital del territorio y de sus posibilidades de expansión; el sentido del espacio, raumsinn, garantiza la perennidad de la nación, la fortaleza y la independencia del Estado” (Gallois, en Nogué y Rufí, 2001:30). El raumsinn se corresponde con el volkgeist, el espíritu del pueblo, conexión fundamental para la formación del sentimiento nacionalista alemán, pero con la nueva dimensión espacial que resalta Nogué (Nogué Y Rufí, 2001: 36): “el romanticismo alemán desarrolló una concepción orgánico-genética de la cultura en tanto que expresión de un alma nacional alemana, o volkgeist, formada históricamente en un territorio concreto”. El espacio debe estar en consonancia con las necesidades del pueblo, concepción socialdarwinista según la cual los Estados no son sociedades estáticas sino que estarían en constante movimiento y competición entre ellos, un dinamismo que se expresará territorialmente. Así, entre los Estados se establece una lucha por el espacio. Renunciar a ella es renunciar al espacio vital y esto conlleva la decadencia de un pueblo. Pero luchar en la medida de sus posibilidades. Toda su teoría del lebensraum es expresión de este posibilismo.

Su interpretación de la responsabilidad histórica del pueblo alemán combina el idealismo-romanticismo y el positivismo de que antes hablábamos, lo que le sitúa en la principal tradición intelectual que construye el discurso nacional-germanista, y participa de él desde dos perspectivas: por un lado, desde la argumentación de la identidad y la cohesión del Estado alemán, y por otro desde su necesidad de expansión, una vez que de nuevo Alemania se codea con el resto de grandes Estados europeos. A partir de Ratzel se desarrolla la escuela de Geopolítica alemana o Geopolitik que tanta polémica ha levantado por su relación con el Nazismo.

En cuanto a Karl Haushofer (1869-1946), es el más conocido protagonista de la Geopolitik. General del ejército alemán, su esfuerzo principal consistió en institucionalizar la Geopolítica hasta convertirla en un instrumento científico para el poder, para el Estado. Acepta el lebensraum, como concepto fundamental para la vida del Estado, y el organicismo, presente en su idea de “tierra y sangre”

Más tarde, con la invasión de Polonia y el ataque a la URSS Haushofer se distancia del Nazismo. Con la derrota del Nazismo se acaba la Geopolitik, y también la Geopolítica y la Geografía Política académicas.

Hasta 1945 el Régimen tiene como panfleto político el programa de la Falange. Proyectan una España como satélite del nuevo orden germano, especialmente algunos militares de alta graduación, pues si bien España se declara neutral durante la Guerra también es verdad que se siente cerca del ideario alemán, y además ya en la Primera Guerra Mundial se declara unida espiritualmente a Alemania, como bien podemos apreciar en el pensamiento de Vázquez de Mella.[12]

Se difunde una idea de la Península Ibérica como núcleo político en expansión. De esta manera España empieza a reivindicar su propio espacio vital, su lebensraum, con propuestas de reconstrucción imperial, significando esto que debería ampliar su espacio a Portugal, América del Sur y Norte de África, pueblos con lo que propondría una unión espiritual al carecer de los medios económicos necesarios[13] para llevar a cabo una conquista. Empiezan a ser comunes expresiones como panhispanismo o manifestaciones exteriores de la Hispanidad.

El interés por conseguir la expansión de la raza y aumentar hasta el máximo el espacio vital de España pasa por discursos que justifican la similitud entre íberos y marroquíes, unidad en el suelo y de ahí unidad de pueblos. Así, la geografía como determinante y aplicación de la teoría geopolítica de sangre y suelo[14].

El poder marítimo se considera esencial para proyectar una política internacional, para irradiar la raza y la nacionalidad. La política al servicio del espíritu. Pero España se encuentra con unos inconvenientes para la realización de este propósito que treinta años antes ya había mencionado Vázquez de Mella: Portugal y el dominio británico sobre Gibraltar. Estaban justificando cualquier acto destinado a dominar Portugal, como consecuencia de la excelente posición geográfica de España y de su misión histórica civilizadora, bajo la protección de la Providencia.

La derecha reaccionaria española a través de Acción Española, su paradigma, y siguiendo casi al pie de la letra el influyente pensamiento peninsular de Antonio Sardinha[15] postula una nueva filosofía de relación hispano-lusa basado en un dualismo de colaboración para la defensa común de los valores cristianos de la civilización occidental -genuina esencia histórica de la hispanidad- ante un mundo que se considera descaminado por las nefastas experiencias demoliberales o comunistas.

En los discursos de José Antonio Primo de Rivera, si bien no se hace una referencia expresa a la cuestión de la anexión de Portugal, hace alusiones constantes a la recuperación del sueño de la gran España, con expresiones como la España eterna o la España Imperial (Primo de Rivera, 1945: 35). Ensalza el modelo alemán en un discurso proferido en 1935, donde dice que se trata de una nación que ha encontrado un dictador genial, cuyo modelo parte “de la capacidad de fe de un pueblo en su instinto racial” (Primo de Rivera, 1945: 40), expresión clásica de los alemanes que mencionamos anteriormente para justificar el anhelo de la gran España y el trabajo por todos los medios posibles para su recuperación. En concreto diríamos que se está refiriendo a la responsabilidad histórica del pueblo, en cuanto a la cohesión del Estado y en cuanto a su expansión, expresiones que ya utilizara Ratzel. Y asegura la llegada de las nuevas jornadas imperiales de España una vez que la Falange llegue al poder.

Declara que España debe ser un Estado fuerte porque es en sí misma una unidad de destino en lo universal, convirtiéndose en la garantía de la verdadera libertad de los individuos. Una España que integre al Estado y al individuo en una armonía total. La España de los Reyes Católicos “cuyo signo ostentaba nuestro yugo y nuestras flechas” (Primo de Rivera, 1945: 218). Una mezcla muy germana de romanticismo y positivismo, al destacar una visión metafísica del Estado  y unas formas reales para llevar a cabo la recuperación de la grandeza perdida.

Y para eso es necesaria la educación de los más jóvenes. Deben estar dispuestos a sacrificar su vida para que las próximas generaciones vivan en la verdadera Patria, la Patria Imperial. Si lo escribiera Haushofer diría que España debe crecer hasta lograr su espacio vital máximo.

La Geopolítica para él es una ciencia capaz de influir en la política y la estrategia de guerra de los países. En su libro España, ente geopolítico de excepción estudia las relaciones entre los acontecimientos, las situaciones mundiales que ésos crean y el terreno. Es decir, la Geopolítica sería para Kindelán la relación entre geografía e historia, donde los factores geográficos determinan los acontecimientos políticos.

Ve España como espacio vital y entidad geopolítica de excepción en un análisis enmarcado en la II Guerra Mundial, y ello porque cree que España no es Europa (“el español debe aclarar con firmeza que no se siente completamente europeo” (Kindelán, 1943:11), por su condición de puente (símbolo providencial) y por su condición de baluarte.

Todo su discurso se apoya en conceptos generales y metafísicos heredados de la Geopolítica alemana. Así, considera la nación española (“España  es una nación porque posee homogeneidad racial y religiosa, historia común adornada de grandes empresas, territorio delimitado y probable unidad de destino”, (Kindelán, 1943:13) como un ser vivo (organicismo) protegido por un alma superior, el alma nacional, que la va a cuidar en los cometidos de extender el territorio y la población. Hay que aumentar el número de habitantes y crear un marco geopolítico (espacio vital) en que sociedad y medio ambiente se interrelacionen de forma productiva para todos (“existen entre el hombre y el terreno que habitan relaciones causales muy estrechas” (Kindelán, 1943: 6).

El espacio vital español no llegará a su máxima expresión hasta que el Estrecho de Gibraltar deje de ser una frontera y el Magreb pase a formar parte de España, por lo que está reclamando a Inglaterra la devolución de Gibraltar. Y sin mencionar la extensión del espacio vital hasta Portugal sin embargo menciona la hermandad entre España, el Magreb y Portugal. Ya que España no es una nación imperialista sino colonizadora con la misión divina de expandir el cristianismo (Kindelán, 1943:28). El espacio vital es la unidad geopolítica básica y España no habrá alcanzado su madurez mientras no llegue a sus núcleos naturales de expansión como son el Magreb de manera explícita, e implícitamente Portugal.

Define seguridad nacional con una doble dimensión geopolítica: por un lado, justifica la  represión de cualquier movimiento revolucionario y, por otro, justifica la expansión territorial y el establecimiento de baluartes estratégicos en el resto del mundo.

Publicado en 1940, España y Portugal. Incitaciones a una política de acercamiento espiritual nace tras la firma del Pacto Ibérico en 1937, mencionado en la última página como medio para preservar la paz en la Península, lo que será beneficioso no sólo para los dos pueblos peninsulares sino también para Inglaterra, punto importante por ser la alianza luso-británica un elemento fundamental de la política portuguesa.

La Geopolítica de Álvaro Seminario es, tal y como determina su época, un elemento al servicio de la política que enlaza historia y geografía, siendo la historia “la geografía que camina” (Seminario, 1940:119) y la fuerza del pueblo su motor. Esto supone lo que siempre había proclamado José Antonio en lo que respecta a la educación del pueblo y su responsabilidad ante el destino de la nación.  Para una unión espiritual entre los dos pueblos cree necesario conocer el sentido vital como pueblos y revisar los mapas[16] para conocer los dictados de la posición geográfica, lo cual dota al discurso de Seminario de un carácter determinista propio de los alemanes. 

La referencia a misiones civilizadoras y uniones espirituales no son más que el reflejo de un posibilismo que no permite acometer empresas materializadas en armas y hombres.

España  y Portugal constituyen un único espacio vital habitado por una misma civilización, aunque ambos pueblos conserven sus características originales. Es decir, se refiere a una unión de pensamiento y de acción y a una independencia de gobierno, cuando antes ya ha proclamado la creación de una inteligencia hispanolusitana y la anteposición del interés peninsular al nacional.

La obra común a que se refiere Seminario no es más que la de mantenerse neutral, y fundirse espiritualmente para el fácil acceso de España al Atlántico, proclamando a la humanidad la supremacía de los valores morales frente al mercantilismo del mundo anglosajón (Seminario, 1940:43).

Se aprecia a lo largo de todo el libro un desprecio por Inglaterra como obstáculo al dominio español sobre el Mediterráneo y por su tratado defensivo con Portugal, lo que merma la capacidad imperial por el oeste y dificulta el acceso al Atlántico. La obligación de España ante ese pacto es defender la independencia de Portugal.

Código: neutralidad benevolente

La neutralidad de España durante la Guerra Mundial, fue más una neutralidad impuesta por las circunstancias que por los propios deseos del Régimen. Se trata de una neutralidad técnica y formal hasta la caída de Francia en 1940 (Payne, 1996:184). En palabras de Javier Tussel se trata de una neutralidad benevolente con Alemania en 1939, que sólo volvería a repetirse en 1945 con Estados Unidos aunque ya antes Monteiro utilizara el mismo nombre en un telegrama del 21 de septiembre de 1939 mandado a Salazar, diciendo que si se llegase a un conflicto general la mejor posición para Portugal sería la de “neutralidade benévola para com Inglaterra, organisando activamente nossas forças para termos possibilidade intervençao Espanha como elemento equilíbrio e para selar nossa própria segurança”. 

Para el Franquismo la necesidad del Tratado era la de salvaguardar la inviolabilidad de sus fronteras occidentales, de la frontera terrestre hispano-lusa, teniendo en cuenta el delicado verano de 1938 y con perspectivas de un más que probable alineamiento internacional de ambos países en una posible guerra europea. Era esencial, pues, imposibilitar un desembarco británico en la costa portuguesa que podría poner en peligro la ventaja obtenida en la Guerra Civil

Cuando Nicolás Franco visita a Salazar en 1938, lo que quería saber era la actitud de Portugal en caso de guerra y preguntó si podrían garantizar la seguridad de las fronteras terrestres españolas asegurando una absoluta reciprocidad, a lo que Salazar le confirmó la posición neutral de Portugal, que no cambiaría su actitud en ningún caso con respecto a España (Conversa com o Embaixador de Espanha, en el Monte Caramulo, el 16 de Septiembre de 1938). España teme en estos momentos de la negociación la presencia en Cataluña de Rusia y Francia para participar en el desenlace de la Guerra Civil. En cuyo caso Italia resolvería participar para auxiliar a España y aprovecharía los puertos españoles, y la neutralidad sería inviable. Portugal parece que no ve factible el hecho de que Cataluña sea invadida, pero lo que lo que sí sería peligroso para la neutralidad de ambos sería que Italia declarase la guerra a Inglaterra, pues la primera requeriría el apoyo de las bases españolas y la segunda de las portuguesas. O peor incluso que Italia ataque a Francia a través de España, e Inglaterra auxilie a Francia a través de Portugal. No obstante, Nicolás Franco había conseguido lo que iba buscando, que era la certeza de que la frontera occidental de España estaba segura.

El ministro Jordana continuaba con las negociaciones para la firma del pacto de no-agresión con Portugal, ya que le preocupan las consecuencias que un conflicto internacional pudieran tener en la Guerra Civil española. Para convencer a Theotónio Pereira de la oportunidad del mismo (Telegrama 254 de Theotónio Pereira a Salazar), Jordana cree que Portugal podría atender las colonias una vez que pudieran despreocuparse de la seguridad en la frontera terrestre, conscientes de la importancia del tema colonial para el régimen portugués. Y España se impondría con ello límites en sus acuerdos con terceros.

Tras las declaraciones de Negrín en la Sociedad de Naciones acerca de los voluntarios en España se hace necesario pedir que voluntarios alemanes e italianos abandonen España. La declaración de neutralidad de España en la guerra europeaa era tan necesaria como la declaración de neutralidad anglo-francesa en la guerra española. Franco jugaría, de esta manera, con el factor neutral a su favor: en cuanto el bando republicano dejase de recibir ayuda extranjera la guerra estaba decidida.

Las pretensiones del gobierno español se alineaban en dos direcciones: primero, y a pesar de la ambigüedad, quedó clara su posición cara a un posible conflicto europeo en las negociaciones del Pacto entre Nicolás Franco y Salazar. También se entreveía una moderada presión para conseguir una sustitución de la tutela británica por la española.

Los instrumentos ententistas de 1939 y 1940 denotan disonancias entre los objetivos de Madrid y de Lisboa: neutralizando España Franco apuntaba hacia cierta satelización del estado vecino en el orden del mundo que parece enunciar el implacable avance alemán. La España de Franco estaba seriamente limitada por su situación interna y geoestratégica como para desplegar una activa política exterior acorde con sus preferencias; la población estaba diezmada y exhausta, las destrucciones bélicas habían dañado seriamente la infraestructura productiva, una desesperada situación financiera, y en el plano estratégico y militar no había medios para acometer acciones ante posibles ofensivas francesa o británica contra el Marruecos español, las costas y territorios insulares o las fronteras pirenaica o portuguesa. Así, y aunque la ideología oficial fuese germanófila, la realidad exigía paz para reconstruir España y para ello necesitaba la financiación de las potencias aliadas.

Los aliados, Inglaterra y Francia, sus clientes y proveedores tradicionales, ejercían un predominio naval que no sólo amenazaba las vías de abastecimiento mercantes, sino la propia seguridad de los archipiélagos españoles. Un eventual choque con este bloque supondría la segura pérdida de espacios naturales y la condena al hambre total del pueblo, ya difícilmente abastecido. El Eje, Alemania e Italia, gozaba de grandes simpatías en las fuerzas políticas y militares españolas, por su ayuda durante la Guerra Civil.

El Pacto Anti-Komintern, del 27 de marzo de 1939, había sido inicialmente firmado por Japón y Alemania, y más tarde se adhirieron Roma y Franco. Este entendimiento es un paso hacia la formación de los bloques de la Segunda Guerra Mundial. Y para tranquilizar a las potencias de lo que luego serían los Aliados, el Consejo de Ministros declaró la neutralidad de España el 4 de septiembre de 1939 ante un conflicto surgido entre países de la misma cultura y análogos intereses, manteniendo como ministro de Asuntos Exteriores al coronel Beigbeder, de clara filiación anglófila y partidario de la constitución con Portugal de un bloque ibérico inclinado hacia las potencias navales.

Portugal

Modelo: hermandad litigiosa

Hablamos del modelo como hermanad litigiosa porque con respecto a España su retórica sería de hermandad, desde que apoyara al bando nacional en la Guerra Civil hasta la concreción en el Pacto  Ibérico de 1939. Es importante hablar de esta amistad porque una de las líneas clave en la política exterior de Portugal había sido la no-intervención en los asuntos del país vecino ya que podía salir mal parado en caso de apoyar al bando perdedor. Pero es una hermandad litigiosa porque busca la neutralidad de España en la deflagración mundial, porque es una hermandad que se defiende del vecino del que nunca se fiaría en cuanto amenaza a su integridad territorial, dada la cercanía entre las ideología nazi y franquista. El punto principal de su política exterior en este momento es la cuestión de España. Y es litigiosa también porque, como ya veremos, no firmará ningún documento que vincule su neutralidad.

Durante la institucionalización del Régimen, en los años 30, hay una media alta de pronunciación de discursos, que se mantuvo hasta mediados los 40 por la Guerra Civil y la II Guerra Mundial.

Los discursos, ¨pedaços de prosa que foram ditos¨ (Martinho, 2001:20) como él los llamaba, fueron la forma de comunicación privilegiada por Salazar para transmitir sus ideas, acompañados después de todo un camino político. El discurso fue utilizado para legitimar el poder del jefe y del propio sistema. Si seguimos el análisis hecho por Martinho (Martinho, 2001: 67 y ss), vemos que el tiempo que nos ocupa pertenece a la etapa en que más discursos ofrece Salazar, motivados tanto por el posicionamiento de Portugal en la Guerra Civil española como por la II Guerra Mundial.

Terminada la Guerra Civil, la II Guerra Mundial pasó a ser el principal leitmotiv para las intervenciones de Salazar en el ámbito de la política externa. Una vez que anuncia la neutralidad de Portugal en esa guerra, la ocasión era perfecta para exigir sacrificios por parte de la población, y tal posicionamiento justificaba toda dificultad. Salazar apeló desde bien pronto a este espíritu de sacrificio del pueblo portugués. Alegaba que el país era pobre por motivos geográficos. La situación en la que vivían los portugueses era equiparada al Purgatorio. Lo cual también era un fundamento para el autoritarismo gubernamental, ¨é facil de ver o governo mostrar a necessidade de sacrificios; mas aceitar de boa vontade esses mesmos sacrificios, chegar a amá-los es quase virtude de santos¨ (Martinho, 2001: 122). 

El exagerado numero de veces en que profirió discursos para conmemorar determinados eventos como el 28 de mayo[17]pruebas que el régimen y, consecuentemente, su jefe estaban empeñados en adoctrinar a la población en los principios nacionalistas del Estado Novo, y que utilizaban cualquier mecanismo de propaganda para servir a ese fin. Hablamos de un juego de información/adoctrinamiento para forjar una educación en la cultura del patriotismo.

Además de las palabras hubo otros medios que funcionaron para mantener acomodada a una población poco informada y con reducidos recursos económicos para mantener la nación adormecida con el aliciente de la cultura oficial, perpetuar la ilusión de la paz y la felicidad, en fin, fomentar el vivir habitualmente.

Entre noviembre de 1936 y febrero de 1947 desempeñó el cargo de Ministro de Asuntos Exteriores. Cuando en septiembre de 1935 empezaron a perfilarse movimientos tendentes  a la alteración del orden internacional Salazar aclaró las líneas maestras de la política exterior portuguesa que se basaban en el procedimiento tradicional: no implicación en conflictos europeos, desarrollo del poder y de la acción colonial y fidelidad a la alianza luso- británica. En su discurso A ordem publica em Portugal e os acontecimentos de Espanha daba a entender que otro de los principios base de la política externa sería la amistad con España, lo que implicaba la defensa de un régimen amigo. En el mismo discurso diría que “a Inglaterra comprende a delicadeza da nossa posiçao e nao ha-de estranhar que o nosso modo de ver sobre os problemas peninsulares seja mais rigoroso que o seu próprio. E porque tem da aliança com Portugal, quanto ao objecto e modo de funcionamento, uma noçao diferente da dos que formulam tao aflitivas dúvidas, respeita as divergências, acompanha as discussoes e certamente nos dara em contrariedade razao naquilo em que logramos convencê-la”. 10 de septiembre de 1936. (Martinho, 2001:178).

En octubre de 1938 Salazar afronta  la campaña electoral; el sufragio que se haría en el país sería sólo para resaltar la confianza del  mismo a la revolución nacional aunque los temas que tratara en la campaña fueran la paz internacional y el progreso de la nación. Se mostró convencido de que la crisis europea estaba acabada, y en el caso de que se diera el conflicto, manifiesta que Portugal no se vería envuelto en el mismo para ahorrar sufrimientos al pueblo. Lo que estaba haciendo de una forma velada, era anunciar la neutralidad en una guerra que él consideraba inevitable. También justificó la participación en la guerra de España para combatir las fuerzas comunistas.

Próximo el final del conflicto en España Salazar daba a conocer expresamente  su esperanza en una victoria nacionalista, diciendo “óxala a vitória da verdadeira Espanha nacionalista possa em breve constituir base indestrutível dessa política de recíproca segurança”[18]. En el mismo tiempo, se verificaban movimientos que conducirían al Tratado de Amistad y No Agresión o de Buena Vecindad como algunos lo denominaron (Franco Nogueira, 1966:175)

La neutralidad portuguesa fue la primera reacción a la eclosión de la II Guerra Mundial, y fue considerada por Salazar como “o mais alto serviço ou a maior graça da Providência para o povo português”[19]. Esta consideración fue acompañada de otras dos ideas fundamentales en el mismo discurso: la declaración de fidelidad a la alianza con Inglaterra y la alerta para la necesidad de sacrificio y de espíritu de disciplina ya que la situación internacional traería necesariamente dificultades. En cuanto a la durabilidad de tal actitud decía que ésta estaría sujeta a continua revisión por lo que nunca hablaría de una neutralidad definitiva. “Ela depende mais dos factos que dos propósitos, mais de outros que a desrespeitem de que do próprio que pretenda mantê-la. Nem isto quer dizer que nao haja uma politica de neutralidade mais significa que, estando o mundo em guerra, mal pode alguém afirmar que em quaisquer circunstâncias se lhe conservará estranho”[20].

El apoyo que Salazar buscaba de Inglaterra, que continuaba considerando como la potencia tutelar en el  mundo occidental, no pudo encontrarlo ya que Inglaterra con la II Guerra Mundial era sustituida por Estados Unidos.

La temática colonial es fundamental en los discursos de Salazar. Define la nación como un todo orgánico integrando la metrópoli y las colonias, que se pretende que también funcione como un todo a nivel económico. Define la política colonial portuguesa como misión histórica, sin interés económico, que pretende llevar la civilización y la religión cristiana a africanos y asiáticos, acentuando el carácter miserable del pueblo africano comparado con el genio civilizador portugués (Franco Nogueira, 1966:190). Sin embargo Salazar incurre en contradicciones a este respecto, pues incluso el Acto Colonial propio destaca la importancia económica de las colonias, pretendiendo sacarles el mayor provecho posible, hasta el punto de reintroducir el sistema de trabajo semi-esclavo. Pero a partir de los años cuarenta deberá cambiar su discurso ante las presiones internacionales a propósito de la descolonización. 

En lo que se refiere a la política exterior presenta, como ya vimos, más que direcciones dogmas. Pero este discurso dogmático daría paso a uno más maleable, dependiendo de las circunstancias del momento a las cuales Salazar adaptó su discurso de manera sistemática. Es lo que Martinho llama estrategias de retórica (Martinho, 2001:202).

Su juventud estuvo marcada por la influencia de António Sardinha y del Integralismo Lusitano. En 1937 es nombrado agente especial del gobierno portugués junto al régimen franquista y representante de la legión portuguesa durante la Guerra Civil. En junio de 1938, con el reconocimiento de jure del gobierno de Burgos por parte de Portugal, Theotónio Pereira es nombrado embajador en España. En cuyo caso será el principal ejecutor de la política diplomática peninsular salazarista antes y durante la II Guerra Mundial, con un papel decisivo en la celebración del Pacto Ibérico y en el propósito de mantener a Franco fuera de la órbita de las potencias del Eje.

Cuando Theotónio Pereira habla de la política exterior de Portugal, no lo hace de forma muy diferente a como lo hace Salazar, si bien no adopta un estilo tan solemne, dogmático como antes decíamos, sino desde una posición más cercana a lo que supone ser un diplomático.

En sus memorias hace referencia a 1938 como el año en que se reconoce al gobierno de Franco como el legítimo de España, lo que según él es acogido con gran alegría por parte de ambos pueblos. Califica la posición de Portugal con respecto a España de sano idealismo, pero no de ese idealismo conceptualista de que se habla en Inglaterra y en la España rebelde, como los ingleses llaman al bando franquista; se trata de un idealismo que lleve a la justicia y a la civilización, mezcla de idealismo de conceptos y realismo empirista. La posición de Portugal con respecto a la guerra en España siempre había sido clara, lo que en su momento pudo ser un punto de fricción con respecto a su relación con Inglaterra, aunque ésta reconocería el error cometido por no haber apoyado al bando nacional

Otro de los grandes temas que Theotónio toca en sus memorias, además de las relaciones con España y con Inglaterra, es el estatus de potencia colonial que a Portugal le corresponde: “Portugal conserva um império ultramarino vastíssimo” (Comissão Do...Theotónio…, 1987:124). Utiliza también un lenguaje a veces místico y civilizacional, al referirse a la misión cristiana de Portugal más allá de sus fronteras, haciendo milagros, expandiendo la raza blanca por los otros continentes (Theotónio Pereira, 1938:5). Y no habla en los mismos términos que la España falangista del imperialismo, pero cree necesario que la memoria colectiva conserve lo que es el resultado de la “acçao milenária de forças espirituais” ((Comissão Do...Theotónio Pereira, 1987: 130). No en vano cree que el nacionalismo es la existencia de una herencia histórica en la vida de un pueblo y la conciencia de los deberes que ella impone (Theotónio Pereira, 1938:4). Puede apreciarse la influencia de Sardinha cuando habla de la civilización cristiana y de su cruzada en términos peninsulares, y habla del esfuerzo portentoso con que la Península Ibérica ha contribuido para la formación de las naciones sudamericanas. A él se refiere en numerosas referencias en su breve ensayo Nacionalismo Portugués (Theotónio Pereira, 1938:16-19).

De esta manera la justificación ante un más que probable pacto peninsular sale reforzada.

Fue un personaje central en la historia de un largo período del Estado Novo. Hay quien lo apunta como el ministro más importante de Salazar. Llevaría a cabo la transformación del Ejército, la efectiva sumisión de una élite militar y de toda la institución al régimen militar que dirigía. Aparece, de forma simultánea, como productor de leyes para el Ministerio de la Guerra y como informador de Salazar acerca de los movimientos de la intriga política interna.

Discurre constantemente acerca de la política militar y de la relación de ésta con la política externa. Presenta el sistema de Nación Armada y defiende la obligación universal del servicio militar. Cree que en África el mejor ejército es el compuesto por los de allí naturales. Reflexiona sobre si el centro de gravedad se debe o no situar en el mar, e indica que es preciso ponderar las siempre cíclicas ambiciones de los gobernantes españoles sobre Portugal y las hipótesis de un conflicto de este viejo aliado de Inglaterra con España.

Salazar era Ministro de la Guerra en mayo de 1937 y a finales de ese año hace publicar la legislación que Santos Costa le preparó acerca de la organización del ejército, del rearme y la reorganización de los cuadros. Consigue entonces la neutralización de la facción militar que apostaba por una nueva forma de poder. Jugó  como quiso con la promoción y la neutralización de los oficiales. El resto fueron medidas retóricas de inculcación ideológica a los militares conforme era exigido por las circunstancias.

Sus contemporáneos lo caracterizaron de germanófilo, viendo en él la figura del Estado Novo partidaria de la victoria alemana. Pero no se han encontrado documentos suficientes que así lo indiquen (Comissão Do... Santos Costa, 1988:10).

Data de 1934 el Plan de Rearme del Ejército Metropolitano y, si lo mencionamos, no es porque nos interese el plan en sí. En la introducción general reconoce que el rearme depende de los medios puestos a su disposición y del enemigo y, una vez que éste se identifica, los factores a tener en cuenta serán las posibilidades y, consecuentemente, las necesidades. El enemigo más probable en 1935 es la España de la II República y el apoyo que pretendía dar a la debilitada oposición democrática portuguesa una vez que en Portugal es aprobada la constitución de 1933, con la que se consolida el Estado Novo.

El objetivo era crear cinco divisiones modernas en caso de movilización; la razón de su necesidad es indicada en el proyecto elaborado por Santos Costa, que sirve de base a todo el proceso de rearme: “preparar una guerra defensiva contra España, sin olvidar las operaciones coloniales que por ventura tengamos que sustentar” (Comissão Do... Santos Costa , 1988: 68). 

Código: neutralidad defensiva

Como país ibérico más débil, Portugal había seguido una política cautelosa de no intervenir en los asuntos internos del país vecino. Cuando decide apoyar el levantamiento español se olvidan estas líneas tradicionales de actuación en nombre de la necesidad de mantener la estabilidad interna del régimen. Salazar opta por la no-intervención, como Inglaterra y Francia, para no enfriar su alianza con  Inglaterra pues, si eso pasaba, Portugal corría el peligro de que se pusiera en cuestión la posesión de sus colonias y no podría beneficiarse del apoyo británico. La victoria de los nacionalistas en España y la fuerza creciente del nazismo en Alemania funcionaron como factores externos fundamentales para la consolidación del régimen salazarista.

La idea de neutralización de la Península estaba ya presente en Salazar desde meses antes a la propuesta española de pacto de no-agresión, en sintonía con la estrategia británica de guerra y también porque era la opción más satisfactoria tanto para su dictadura como para los intereses de las clases dominantes que la sustentaban.

Después de que el 16 de septiembre de 1938 Salazar y Nicolás Franco se reunieran para hablar de las posiciones de España y Portugal ante un eventual conflicto europeo, sugiriéndose la firma del Pacto por la similitud de intereses, el día 19 el Ministro de Exteriores español, Jordana, expondría la misma idea a Theotónio Pereira. Salazar pondera el problema, pues está claro que un pacto de esa naturaleza corresponde a los intereses de Portugal y a los de España para garantizar la seguridad de sus fronteras. Y supone que también será del interés de Inglaterra por asegurarse una zona de paz en la Península. Salazar pretende que las relaciones entre Lisboa y Londres sean cordiales, por lo que Monteiro informa al Foreign Office de la postura portuguesa. Monteiro no deja de expresar sus reservas a Salazar pensando que un pacto luso-español de no-agresión podría ser interpretado como el deseo de Franco de quedar libre, garantizada la retaguardia con Portugal, para atacar Francia siguiendo órdenes de Alemania e Italia. Aunque si Alemania e Italia no respetaban la neutralidad española Inglaterra no podría hacerlo con la de Portugal, al necesitarlo para enfrentarse a una coligación italo-española.

Tras el primer contacto entre Nicolás Franco y Salazar, éste deja que el asunto se enfríe hasta haber conseguido la aquiescencia británica. Pero una vez recibida dejó pasar algunos meses más antes de retomar los contactos, que solamente decidió proseguir ante las presiones del Foreign Office. La razón de la reluctancia al pacto por parte de Salazar hay que buscarla en la cuestión colonial dado que temía un nuevo pacto germano-británico de reparto de las colonias portuguesas, como también temía una posible acción negativa de los países del Eje que consideraran sus intereses contrariados por el pacto.

Obtenido el beneplácito inglés para la firma del Tratado, Salazar pide a Franco que se aproxime a Francia y exprese su intención de neutralidad en caso de conflicto generalizado. Franco así lo hace, mas  a cambio de que Francia deje de auxiliar al bando republicano. Salazar se convierte en el mediador entre el comité de Londres[21] y Franco para dejar marchar a los voluntarios.

A pesar de todo Salazar, de acuerdo con Santos Costa, aumentó los encargos urgentes de material de guerra a casas suministradoras de Inglaterra, Francia, Bélgica y Checoslovaquia. Salazar sabe que una España apoyada por Rusia significaba una España desligada de Europa. Situación que sería extensible a Portugal. El acceso al Mediterráneo quedaría tapado. Y con las islas del Atlántico y grandes áreas del África austral subordinadas a un poder político con esa ideología la posición estratégica del Atlántico quedaría alterada y el acceso al Índico dificultado. En Francia saldría reforzado el Frente Popular y, de esta manera, el corazón de Europa cercado por fuerzas hostiles. El debilitamiento de Inglaterra sería inevitable y eso no le era ajeno a Portugal. Si el conflicto europeo estallaba Portugal debía mantenerse neutral y esto sólo era posible con una España neutral.

El problema que se presenta es el de  la victoria del ejército español o el de la implantación del comunismo en poco tiempo. Salazar, en cuanto a su política respecto a España, estaba especialmente empeñado en prevenir una influencia rusa. Pero también decidido a evitar que del auxilio de los gobiernos alemán e italiano a Franco, Berlín y Roma obtuviera una posición privilegiada en España. Si en España se consolida un régimen de extrema derecha se alineará necesariamente en uno de los campos contendientes, y entonces Portugal se alineará necesariamente en el mismo campo, y será campo de batalla con fuerzas del bando contrario.

Así, para la neutralidad de España es necesario que no quede como feudo de los totalitarismos de la derecha. Si el combate se daba entre democracias y potencias totalitarias, Portugal estaría entre fuegos cruzados librados en territorio portugués por intereses no portugueses. Por tanto la neutralidad portuguesa apenas era viable si España también lo era, por lo que había que conseguir que España tuviera un régimen que quisiera y consiguiera ser neutral. De ahí que el 19 de julio de 1936 Salazar resuelva enfrentarse a las potencias internacionales que se enfrentan en España  e intenta conseguir que triunfe el gobierno de Franco que él pensó que podría ser neutral en una guerra generalizada. Ante una eventual entrada de España en la guerra Portugal se vería obligado a intervenir también aumentando así los riesgos que Salazar pretendía evitar con la neutralidad: mayores dificultades económicas, eventual desmantelamiento del Imperio colonial y, seguidamente, derrumbe del Estado Novo. Se trata de una neutralidad defensiva, de la misma manera que en estos tiempos habla de la alianza con Inglaterra también en términos de defensa.

Portugal prepara fuerzas portuguesas que pudieran defender la neutralidad en caso de conflicto generalizado y, llegado el caso, que pudieran cooperar dignamente con fuerzas extranjeras. De ello se ocuparía el Ministro de Defensa, Santos Costa, ejecutor de la nueva política de rearmamento, con el encargo de material de guerra a alemanes, belgas e italianos, entre otros. Lo que conllevaba ciertas divergencias en cuanto a su alianza con Inglaterra. La solución vino con la revisión de la alianza, declarando lo importante que era para Portugal su alianza con Inglaterra y, más importante, el compromiso por parte de Inglaterra de proveer a Portugal de material de guerra con grandes facilidades financieras. Así, reafirmación de la alianza y rearme son dos puntos inseparables en la concepción política de Portugal. Era el momento de Munich y Salazar recibía un mensaje desde el gobierno inglés destinado a expresar la gratitud del Imperio Británico así como de la Corona a la alianza luso-británica, y piden su colaboración en caso de conflagración mundial.

En este clima Londres resuelve el reenvío a Portugal de una misión militar británica, a la cual no se ponen objeciones, pero hay una cuestión de fondo: la cuestión de África. Corren rumores de que hay un plan secreto preparado por Chamberlain y el Colonial Office para reparar las ambiciones coloniales de Alemania con parte del África belga y portugués. Sin aparente nexo entre la misión militar y la cuestión africana, el enviado inglés entrega un memorando con los objetivos de la misma  y otro referente a la alianza, en el cual se dice que el Foreign Office quiere actualizar el texto de la alianza, y ofrece a Portugal la seguridad de que el gobierno británico actuaría diplomáticamente si Portugal fuese amenazado por España o cualquier otro país; defendería a Portugal y su Ultramar por medios navales y aéreos, y ayudaría a Portugal a comprar armamento al Reino Unido. Y mientras si por parte de ambos gobiernos se da luz verde a la revisión de los textos, la misión militar británica completa los nuevos contactos con los colegas portugueses estudiando los problemas de defensa a la luz de las circunstancias internacionales.

Al aproximarse el fin de la guerra en España, una vez que Barcelona y, con ella, el norte de España capitula, en Portugal se preocupan por las malas relaciones entre el gobierno de Franco y París. Dada la relación de amistad entre Francia e Inglaterra, ésta no podría aproximarse a los nacionalistas sin despertar recelos en aquélla, y el estrechamiento de relaciones entre Portugal y la España nacionalista podría chocar con la alianza británica si Inglaterra era aliada de una Francia enemiga de Franco; y para Londres sería más fácil aproximarse a Franco si las relaciones entre Francia y España eran menos tensas. Es entonces cuando Pedro Theotónio le dice a Jordana que las reservas de Francia ante Franco se deben a la alarma nacional delante de lo que París consideraba ser posiciones tomadas por Alemania y por Italia en la Península y en el Mediterráneo. Pero Portugal sólo podría mediar en el Comité de Londres si España declaraba que no tenía compromisos con Alemania e Italia en materia de posiciones en España, Baleares o Marruecos. Jordana dice que podrían hacer esas afirmaciones en su nombre. El 14 de febrero de 1938 Francia reconocía el gobierno de Franco.

Una vez que se han solucionado los problemas que en Portugal se anteponían a la firma del Pacto luso-español, ahora podía proseguirse la negociación del tratado de no-agresión propuesto por Nicolás Franco. Teixeira de Sampaio lo convoca en febrero, a la vez que entregaba un contraproyecto portugués, el cual como ya vimos despertara algún desacuerdo en la parte española porque Franco quería que ambos países subordinaran al Pacto todas sus obligaciones con países terceros. Pero España acataría el texto portugués y el 17 de marzo se firmaba. El 1 de abril la guerra en España acababa.

Así, y tras el discurso que Salazar dio el 22 de mayo de 1939 en el que hablaba de las prioridades para con Inglaterra, de la buena vecindad con España; tras las garantías de neutralidad de España, las buenas relaciones con Italia y Alemania, y con la cesión inglesa con respecto al rearme, Portugal se sentía preparado para afrontar una hipotética deflagración mundial.

Mas es preciso señalar lo que Nogueira dice acerca de la neutralidad portuguesa. Además de que Salazar dejó claro que la alianza luso-británica era defensiva aunque no por eso funcionaba automáticamente, no hizo ninguna declaración solemne de neutralidad sino que mencionó solamente una situación de neutralidad. No publica ningún decreto u otro documento legal que refiera una declaración de neutralidad (Nogueira, 1966:228).

Podemos decir, pues, que entre 1939 y 1945 la política exterior portuguesa se destina a la unidad estratégica de la Península, asegurando su neutralidad, a diferenciar el espacio atlántico del continental, y a hacer depender su neutralidad de la evolución de los acontecimientos

Epílogo

Llegados a este punto se nos plantea la cuestión de si es posible añadir algo. Pecando quizá de osados, tenemos algo más que decir.

En ningún momento se ha tenido en cuenta que el Pacto no se firma entre dos Estados, sino entre un Estado y un gobierno que no ejerce sobre todo el territorio español. Esto es importante en la medida en que, si bien el Pacto persigue la neutralidad de España en la contienda mundial que estaba a punto de estallar, Franco condiciona la misma a la declaración de neutralidad por parte de Francia para que deje de auxiliar al bando republicano y cierre su frontera a las ayudas que pudiesen llegar de Rusia. Y es que tras el discurso de Negrín en la Sociedad de Naciones, el bando republicano se encuentra alto de moral, por lo que era necesario asegurarse una victoria que no dejaba de causar problemas.

El Pacto Ibérico asegura la neutralidad española en la contienda europea, pero también la neutralidad de los Aliados en la guerra de España. Contribuyó, por tanto, a la victoria de Franco. Portugal nunca dejaría de considerar a España el tradicional enemigo que hace peligrar la integridad del territorio luso. Cómo se explica si no que, tras decir que sería neutral, proceda al rearme. Es por ello que creemos que no hicieron una declaración formal de neutralidad. Con o sin Pacto, lo cierto es que la amenaza española no desaparece, y menos aún cuando desde el interior del régimen franquista hay núcleos que consideran accidental la existencia de Portugal como estado independiente, y formulan sus políticas atendiendo a la recuperación del status de Estado Imperial.

Por lo que a la neutralidad respecta, depende de Italia más de lo que se ha considerado, ya que si Italia hubiera sido beligerante desde el momento en que se declara la guerra, el Mediterráneo se hubiera convertido en teatro de operaciones. Quizás España hubiera tenido que entrar en la guerra a su lado, lo que hubiera supuesto la invasión de Portugal para evitar que los ingleses establecieran bases en el puerto lisboeta.

Por ello, podemos pensar que otro de los objetivos del Pacto es que Francia no intervenga en España, pues de haber ocurrido hubiera provocado el auxilio de Italia.

Y ya siguiendo la opinión de otros autores, creemos efectivamente que el Pacto consigue la neutralización de la Península con la prohibición de intervención militar en su suelo. Con ello se conseguía una mayor independencia política para los dos Estados peninsulares. España trataría de sacar a Portugal de la órbita inglesa para reafirmar su poder en la Península, y Portugal trataba de defender su régimen.

Portugal, además, estaba protegiendo su patrimonio colonial de ciertas veleidades occidentales que pudieran tratar de repartírselo. El Pacto conservaba intacto su imperio.

Lo que está claro es que, tanto Franco como Salazar, de lo que tratan en todo momento es de cuidar sus respectivos regímenes, orientando su política exterior a mantenerse en el poder utilizando a su favor la situación geoestratégica de la Península, y haciendo de ésta un elemento providencial. Sus discursos se orientarán a justificar cualquier acción que se lleve a cabo en beneficio para sus pueblos, y si era el momento de sacrificarse que lo hicieran en nombre de ese ente divino que es el Estado como espacio que se funde con el individuo.

 

Notas

[1] Armindo Monteiro sería Ministro de Asuntos Exteriores hasta noviembre de 1936 y después embajador en Londres.

[2] En marzo de 1939 Hitler hace caso omiso a los compromisos adquiridos en Munich y ocupa Praga y establece los protectorados de Bohemia y Moravia

[3] Noviembre y diciembre de 1940 son los meses de máximo peligro para España en la fase alemana de la guerra. El Estado Mayor alemán, reunido con Hitler, decide acelerar la Operación Fénix contra Gibraltar. Cincuenta expertos alemanes estudian en Madrid los detalles de la Operación y de la posible invasión alemana de Portugal a través de España, para lo que necesitaban el acuerdo de España.

El 12 de noviembre Hitler firma su XVIII Instrucción General para la ejecución de la Operación Fénix sobre la toma de Gibraltar. Pero el fin general de la Operación es englobar toda la Península en el teatro de operaciones de los países del Eje y expulsar la flota inglesa del Mediterráneo Occidental. El primer paso era la toma de Gibraltar, el segundo era invadir Portugal a través de España si Inglaterra violaba la neutralidad portuguesa, y el tercero era trasladar al norte de África dos divisiones para asegurar esa zona. El mando nominal de la Operación se reconocería al Jefe del Estado Español. Si los españoles aceptaban podían participar en el asalto a la roca pero su misión es asegurar el campo de Gibraltar hasta la llegada de las tropas alemanas. La entrada en España se haría por Irún. Se debe considerar a España como país aliado y aparentar que son los españoles quienes defienden las dos orillas del Estrecho una vez realizada la Operación. Razón Española. Franco frente a Hitler, por R. De la Cierva.

[4] Según Fernando Martins, el hecho de que el Pacto tardara meses en firmarse se debió al hecho de que Portugal pensaba que en caso de un acercamiento a España a través del mismo, el posterior acercamiento entre Inglaterra y España y, sistemáticamente, también con Italia, podría gestar un entendimiento italo-británico para la partición del imperio colonial portugués. (Martins, 2001:154)

[5] Militares y voluntarios portugueses en España integrados en la Misión Militar Portuguesa de Observación, en la Legión Extranjera o en las milicias carlistas, pero nunca hubo un cuerpo militar combatiente que integrase exclusivamente portugueses.

[6] Adoptamos la denominación de José Medeiros Ferreira al referirnos a las razones intra y extra peninsulares

[7] Secretario General del Ministerio de Asuntos Exteriores de Portugal.

[8] Hemos recogido todas estas opiniones en Jiménez Redondo, 1996:40 y ss.

[9] Y  otros que participarían en la creación de varios think-tanks en Estados Unidos como el Brooking Institution, el Centro de Estudios Políticos, o el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.

[10] Ya ha sido mencionado antes en este trabajo. En su libro “El Gran Tablero Mundial” hace apología de la supremacía norteamericana respecto a cualquier otra parte del mundo o civilización. Utiliza el modelo de Mackinder, con una vuelta a la teoría del enfrentamiento entre potencias marítimas y terrestres. Coincide con la tesis de Samuel Huntington y su choque de civilizaciones. Fue consejero para la Seguridad Nacional de la Presidencia de los Estados Unidos desde 1977 a 1981.

[11] Recogemos las opiniones de Reguera, Nogué y Rufí, para orientarnos en torno a la Geopolítica alemana.

[12]Los tres dogmas nacionales se trata de un discurso de 1915. Los tres ideales de España son el control del Estrecho, la federación con Portugal y una confederación tácita con los Estados sudamericanos. Proclama que la neutralidad de España en la I Guerra Mundial no lo es de la nación que está al lado de Alemania. Habla de panhispanismo de la misma forma en que se habla de pangermanismo o paneslavismo, y España necesita el Estrecho para tener la soberanía sobre toda la Península, la soberanía indirecta sobre Portugal y para ser una potencia marítima, al ser el punto de apoyo de Alemania en el Mediterráneo.  

[13] Expresión del posibilismo de que ya habláramos al referirnos a la Geopolitik.

[14] El Coronel Ramón Armada haría suya la frase de Alejandro Dumas, África empieza en los Pirineos, para justificar las propuestas de dominación de España sobre Marruecos (Reguera, 1991:34).

[15] António Sardinha fue portador de lo que dio en llamarse Aliança Peninsular. Perseguía conseguir que Portugal entendiera que para seguir con su misión civilizadora debía producirse una alianza con España, sabiendo que ésta también necesitaba a Portugal para proseguir la suya. Hablaba de Hispanismo, que venía de Hispania y no de España, para aclarar que se trataba de dualismo político bajo la unidad hispánica. Esto lo escribía Sardinha en     1920. (Saraiva, M. 1972)

[16] Para Haushofer el instrumento más importante de la Geopolítica es el mapa sugestivo (Kindelán, 1943:8).

[17] El 28 de mayo de 1926 sucumbe la I República Portuguesa al movimiento militar comandado por el General Gomes Costa.

[18] Discurso Preocupaçao da paz e preocupaçao da vida. 27 de octubre de 1938

[19] Discurso Defesa económica- defesa moral-defesa política. 25 junio de 1942

[20] Neutralidade portuguesa no conflito europeu 1 septiembre de 1939

[21] Creado en Londres en septiembre de 1936, en él se decretaba la no-intervención en la guerra de España. Se basaba en una declaración franco-británica, y el preámbulo sólo fue aceptado por algunos países, entre los cuales no estaban Italia y Alemania, que no se comprometían a abstenerse de injerencia en los asuntos de España. El acuerdo carecía de fuerza vinculante. Dos meses después Portugal, Alemania e Italia reconocen el Gobierno de Burgos, lo que dificultaba la labor del Comité.

 

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