Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. 
ISSN: 1138-9788. 
Depósito Legal: B. 21.741-98 
Vol. X, núm. 218 (06), 1 de agosto de 2006 

LOS ORÍGINES IDEOLÓGICOS DEL SISTEMA DE REGADÍO DEL ALTO VALLE
DEL RÍO NEGRO Y NEUQUÉN, PATAGONIA, ARGENTINA.

 
María Cecilia Danieli
Universidad Nacional del Comahue (Argentina)


Los orígenes ideológicos del sistema de regadío del alto valle del Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina (Resumen)

 
Se propone un análisis de los discursos políticos y científicos del siglo XIX y del  testimonio del Padre Stefenelli, para comprender el proceso de construcción ideológica del sistema de regadío en la Patagonia Norte, en el marco de la construcción del Estado Nacional y la incorporación de estos territorios. Para  ello  se tomarán los  principales elementos ideológicos   que fueron determinantes para la construcción de la imagen  de la Patagonia y que determinaron  los proyectos de colonización, la inversión o no en estas tierras para la concreción del sistema de riego,  los proyectos de  inmigración europea y los proyectos de  educación .

Palabras clave: Sistema de Riego, Ideología, proyecto político, sociedad.


The ideologic origins of the irrigation system in the valle of Neuquen and Negro Rivers, Patagonia, Argentina (Abstract)

 
An analysis of the political and scientific speeches of the XIX century together with Father Stafanelli’s testimony  is proposed to comprehend the process of the ideological construction of the irrigation  system in North Patagonia, in the context of the creation  of the National State and the incorporation of these territories.  To do this, the main ideological elements which were crucial to the construction of the image of the Patagonia will be taken into account. Such elements determined the projects of colonization, the investment or not in these lands to finish  the irrigation project, the projects of European immigration and the educational projects.

Key words: Irrigation System, Ideology, Political Project, Society.
 


Presentamos los primeros avances de una investigación cuya finalidad es convertirse en una tesis doctoral. El tema  que aborda es el estudio de la construcción ideológica del sistema de riego del Alto Valle de los ríos Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. La perspectiva teórica propuesta es la de la historia intelectual, en cuanto atiende a los contenidos ideológicos y mentales del proceso de construcción del Estado argentino y a la integración del espacio patagónico en su territorio.

Para ello se parte de un análisis de la acción estatal en la región y en particular de la relación que estas acciones tuvieron con el programa científico de mapeo y relevamiento de recursos naturales y humanos en la región patagónica inmediatamente después de su conquista,  entre 1880 y principios del siglo XX. Las campañas militares de conquista habían incorporado  importantes leguas de territorio generándose un discurso político y científico que reflejaba una visión de la importancia económica que la región en general y la productividad del suelo y la colonización en particular representaban para el Estado. La característica del discurso político fue, desde los años de preparación de la campaña, hacer referencia a los nuevos territorios con un sentido utilitario, ligando el conocimiento científico de la región y al desarrollo económico del país.

Un elemento de vital importancia, fue el tema de la integración de estos nuevos territorios  con los principales centros del país, para lograr la integración de la región norpatagónica al modelo agroexportador de la época. El ferrocarril se convertiría entonces en un elemento central para lograr dicha integración. La extensión de las vías férreas desde la ciudad de Bahía Blanca -en el suroeste de la provincia de Buenos Aires- hacia la región valletana sobre fines del siglo XIX, abrió, no solo una posibilidad productiva a la zona en cuestión, sino que también atrajo a pobladores ofreciéndoles una vasta extensión de tierras vírgenes; susceptibles de ser apropiadas por aquellos que estuvieran dispuestos a convertirlas en tierras productivas[1].

El proceso productivo solo sería posible gracias a la acción conjunta del crecimiento demográfico -que adquiriría unas peculiares características: prolongado, subdividido en numerosas olas colonizadoras que se establecieron en distintos puntos de la región en diferentes momentos- y a la afluencia de capitales extranjeros[2].

 
Sin embargo, las representaciones acerca del territorio norpatagónico y de sus posibilidades de desarrollo no eran monolíticas. Frente alos grandes terratenientes que se dedicaban a la explotación ganadera extensiva emerge una tradición ideológica agrarista. Con antecedentes en el pensamiento colonial de Manuel Belgrano y otros fisiócratas hispanoamericanos, el agrarismo había comenzado a tomar forma, en la Argentina, a mediados del siglo XIX en las propuestas de colonización agrícola elaboradas por Domingo F. Sarmiento.
 
Para la región de la Patagonia Norte que nos interesa aquí, esta corriente de pensamiento se relaciona con la identificación y representación de las tierras de aptitud agrícola como repositorio del futuro, recibe aportes del pensamiento europeo de la época y se ve revalorizada con el liberalismo reformista de principios de siglo XX. Todos estos momentos y elementos contribuyeron a la resignificación social del desierto imaginado por la generación romántica como lugar de la “barbarie”, transformándolo en lugar de realización de obras de regadío, de inmigración, colonización y progreso para la ampliación y consolidación del nuevo espacio nacional.
 
El gobierno de la Confederación Argentina (1852-1861) y el primer gobierno de la Argentina unificada, el de Bartolomé Mitre (1862-1868) se propusieron cambiar la imagen exterior de la Argentina para atraer inversiones e inmigrantes, elementos fundamentales para emprender los cambios políticos y económicos necesarios para adaptarse a la nueva dinámica económica impuesta por la expansión del capitalismo desde los grandes centros metropolitanos hacia la periferia. Cambios que se vieron acompañados por una crisis del liberalismo, lo que implicaría un cambio en la forma de pensar de los “ilustrados” de la época.
 
Al hablar de las representaciones que se manejaban del territorio argentino, hay que nombrar la idea de civilización identificada con laciudad y la debarbarie identificada con eldesierto, que se había forjado con la generación del ’37, principalmente a partir de los escritos de Alberdi y Sarmiento, y que se mantenía vigente a la hora de pensar en los espacios no incorporados al territorio nacional, como era el caso de la Patagonia. Un rasgo característico de las ciudades existentes era el contraste entre el progreso urbano y el primitivismo de la vida de la campaña, contraste que en el caso de la ciudad de Buenos Aires se hacía mucho más evidente. 

Esto no solo se debía a las diferencias marcadas por el avance de la modernización que se había llevado a cabo en la capital de la Nación y por la infraestructura de su puerto, sino también porque era necesario extender la infraestructura del progreso de modo tal que se suprimiera la situación de frontera, es decir que se suprimiera la llamada “frontera interna” y se extendiera el dominio del Estado a los territorios indígenas.

En el proyecto de modernización en el que Sarmiento pensaba, basado en la inmigración europea y la colonización agrícola adquiría una fuerte connotación política la idea de bárbaro y salvaje, según Navarro Floria. “A la luz de los nuevos proyectos de nación, la frontera interior pasa a ser la borrosa línea que separa a la barbarie del gaucho o del roto, sujetos de la educación popular, del salvajismo del indio, objeto de sometimiento o de exterminio”[3]. Caracterizaba a los pueblos indígenas como no sociedades, en consecuencia el único modo de asimilarlos era a partir de la violencia y la dominación, es decir del exterminio y la absorción, que garantizarían la puesta en marcha del proyecto modernizador sin obstáculo alguno. Los proyectos de colonización estuvieron asociados a los de migración y reemplazo de los pueblos indígenas por los colonos europeos. Aumentando el valor de “la tierra para que puede constituirse un título de propiedad para el que lo tome”[4]. Lo cual debía servir de garantía para los capitales con los cuales el gobierno negociara.

Si bien es cierto que el imaginario predominante era el establecido por la generación del 37, existieron otras visiones de los territorios patagónicos. Estas producciones intelectuales estuvieron a cargo de exploradores que se dedicaron a conocer los territorios de la Patagonia, como fue el caso de Guillermo Cox, quien elaboró una visión del mundo fronterizo un tanto disímil de la construida por Sarmiento.

“El relato de Cox fue particularmente significativo para los sectores dirigentes argentinos y chilenos. Desde un mundo mestizo que se mostraba refractario al orden estatal, frecuentado por fugitivos de la justicia, marginales, cautivos y cautivas –siendo el cautiverio, junto con la guerra, el mayor hecho de violencia interpersonal y simbólica que proporcionaba el contacto interétnico-, el viajero contribuye a una literatura de frontera que reenvía las preguntas al sujeto que las formula (Fernández Bravo 1994:17), es decir que interpela a las sociedades y Estados en formación en la región”[5].

A diferencia de otras narraciones de la época, el trabajo de Cox se centraba principalmente en la descripción de la naturaleza, describiendo la grandiosidad de la misma en oposición a la descripción tan hostil que de estas tierras se hacía en ese momento asimilándolas con el salvajismo y el atraso. El viajero nombra, conoce y se apropia de lo natural, observando cada especie vegetal que se encuentra a su paso. Con el relevamiento de la información construye un mapa que tendría a posteriori un gran valor informativo acerca de los pasos cordilleranos, la cuenca del río Limay y los componentes  fluviales y lacustres de la región.

Describió a sus habitantes a partir de sus diferencias étnicas y los catalogó como seres factibles de ser incorporados el resto de la población reconociendo el proceso de fusión cultural que se podría llevar a cabo entre los aborígenes y los criollos o inmigrantes.

Esta visión planteó en cierta medida a los territorios patagónicos como zonas no tan diferentes al resto de los territorios nacionales, y a sus habitantes como personas física y culturalmente diferentes pero no carentes de cultura y civilización, fue utilizada con mayor frecuencia por algunos Diputados que justificaban las inversiones en las tierras ubicadas más allá del río Colorado pero sin embargo no tuvo gran repercusión en la construcción del imaginario de la época, y de ella solo se rescató la información científica que pudiera servirle al Estado para emprender el proceso de apropiación de los territorios de la Patagonia Norte.

A mediados del siglo XIX resurgió un interés por parte de distintas naciones europeas enrealizar expediciones y reconocimientos de nuevos territorios como la Patagonia. Este interés fue compartido por el Estado argentino quien, ante la necesidad de extender su producción ganadera a partir de la expansión del comercio mundial de carnes y de lana, y del agotamiento de la producción extensiva en las llanuras bonaerenses, comenzó a interesarse en este “mundo fronterizo” existente más allá de la frontera sur del río Colorado. Esto conllevabaun interés enacabar con los pueblos originarios que eran considerados como enemigos.

Desde el Estado comenzó a surgir la noción de conformar un país en donde se incluyeran los territorios correspondientes a la Patagonia, territorios que hasta ese momento habían sido dominio de los aborígenes considerados como salvajes y faltos de cultura. Una serie de expediciones fueron impulsadas entonces por el mismo Estado que sostenía aquel discurso político, dentro de su marco institucional, durante los años de preparación y realización de la “campaña del desierto”, que hacía referencia a los estudios científicos del territorio con un sentido utilitario. Entre las campañas realizadas por distintos especialistas pueden nombrarse las de Francisco P. Moreno, Carlos M. Moyano, Ramón Lista, entre otros. Esta visión utilitarista del conocimiento científico se vería ligada a las posibilidades de crecimiento económico que se le presentaban al país.

La nacionalización de los nuevos  territorios,  fue un proceso histórico  que se vio reflejado en una serie de transformaciones materiales que tuvieron alcance en todos los órdenes de la realidad: el político, el económico, el social y el cultural. Este proceso fue realizado a partir de una serie de políticas de ocupación del territorio al que aspiraba el Estado nacional hasta el cierre definitivo de la frontera interior. Proyectándose, así, la instalación de autoridades, fuerzas armadas y servicios estatales, la fijación de población nativa y la atracción de inmigrantes, la apertura de vías de comunicación y la proyección y realización de diversas obras públicas de infraestructura, según Navarro Floria:

“La nacionalización se resolvería, en definitiva, en tres aspectos discernibles a los fines de su análisis: la expansión de la potencialidad político-administrativa del Estado nacional mediante la supresión de la frontera interna (por la conquista) y la fijación de la frontera externa (por su trazado general y por el establecimiento de principios básicos para la solución de controversias particulares), la ciudadanización de los habitantes mediante la incorporación de las agrupaciones indígenas, la supresión o control de los indeseables, la promoción y colocación de la inmigración, el reemplazo poblacional, etc., y la transformación del antiguo “desierto fecundable” en “Territorios Nacionales productivos” según el programa sarmientino”[6].

Estas políticas respondieron a proyectos de desarrollo superpuestos y hasta contradictorios. La matriz ideológica sobre la cual se edificó el proceso de nacionalización de la Pampa y la Patagonia argentina en la segunda mitad del siglo XIX, fue la ideología de la conquista, que se reflejó no solo en el discurso político, sino también en los discursos científicos de la época.

La  iniciativa, desde el gobierno central, de iniciar la exploración de las tierras patagónicas tuvo lugar una vez que se realizó la apropiación de las mismas a partir de la “campaña del desierto”; por otra parte esta apropiación de las tierras le permitía al Estado consolidar un sistema de dominación centrado enel “orden” y el “progreso”, dos elementos fundamentales para emprender el proceso de modernización necesario para salir de la “barbarie” en la que,según lasclases dirigentes, estaba sumergido el país. Así puede verse cómo a partir de la Campaña del Desierto en adelante el desierto va a ser identificado con la barbarie o vacío de civilización pero ya no conun territorio estéril. Así, la viejaimagen iba a ser lentamente reemplazada por la de unespacio potencialmenteproductivo y propicio para la inmigración y la inversión de capitales extranjeros.

Y fue esta necesidad de cambio en el imaginario social lo que llevó al Estado a impulsar los estudios geográficos sobre el territorio

“Las sociedades geográficas latinoamericanas de la época fueron, entonces, doblemente funcionales: a la ‘promoción del proceso de apropiación territorial en sus diferentes dimensiones (reconocimiento, sistematización de información, control del territorio, resolución de conflictos de límites)’ en el ámbito del Estado-nación (Zusman 1996:181), y al proceso colonialista mundial. Esta doble funcionalidad o el doble sentido de las representaciones generadas contribuyeron innegablemente a la producción de una imagen de la Patagonia como lugar de interés nacional a la vez que mundial –un doble mito (Livon-Grosman 2003:9-10)- en tanto reserva natural, destino turístico, etc., relativamente desligada de la representación general de la Argentina”[7].

La primera apropiación del espacio pampeano-patagónico fue posible para la  Argentina a partir de una apropiación discursiva, partiendo de la metáfora del desierto como un espacio a modificar, permitiendo de esta manera la apropiación y ocupación real de esos territorios en función de las necesidades del nuevo Estado.

“En tanto se lo presentaba como un espacio potencialmente productivo en manos de hombres ‘civilizados’, y como estrategia política en cuanto se lo correlacionaba con la idea de que todos los indios eran nómades, carecían del concepto de propiedad privada y no trabajaban la tierra, habilitando al Estado para la privación de unos derechos que, supuestamente, estos pueblos nunca habían adquirido por no adecuarse a las pautas de asentamiento y trabajo de la civilización europea”[8].

Desde las primeras obras geográficas que se elaboraron se pensó al “desierto” desde la posibilidad de transformarlo a partir de su vaciamiento y repoblación, estableciendo un nuevo sistema de dominación que respondiera a los intereses del Estado que debía construirse. La Patagonia comenzó a ser percibida como un territorio apetecible y sus representaciones variaron. El “desierto” se pensó entonces como un espacio fecundable mediante el trabajo productivo, la inmigración europea fue imaginada como el elemento más apropiado para reemplazar a los “salvajes”, y las naciones indígenas fueron identificadas como enemigas, razón por la cual debían ser desalojadas en la medida en que no eran capaces de adaptarse a la civilización.

La  imagen del desierto fue construida por la primera generación nacionalista a partir de una mentalidad progresista burguesa: los argumentos racistas y el evolucionismo sociocultural de mediados del XIX serán el trasfondo a partir del cual se analizará el problema de la frontera interior. Uno de los principales representantes de dicha corriente fue el sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento, quien en sus trabajos y publicaciones acerca de la colonización y conquista de los territorios del sur explicaría el vacío de civilización existente en dichos territorios a partir de una ausencia de cultura más que de una estructura estatal que fuera capaz de incorporarlos. Según Sarmiento “los Estados que poseen la tierra sin poblarla, necesitan para asegurar sus destinos, proveerla de una numerosa población que le traiga brazos, industria, y por consecuencia, poder y riqueza”[9], de manera tal que se pueda convertir a los territorios del desierto patagónico en lugares productivos, batiendo a los bárbaros y despojándolos de sus rapiñas[10].

En  las obras de Sarmiento, si bien desde su interpretación sociológica el planteo central gira en torno a la dicotomía existente entre “civilización y barbarie”, es importante destacar que esto no fue lo único que pensó con respecto a los territorios patagónicos, sino  que los analizó desde la posibilidad de que el desarrollo fuera llevado a cabo gracias a la acción del Estado Nacional por la educación y el fomento de la colonización agrícola. Aquí se plantea como única solución a dicho problema fomentar desde el Estado la inmigración que, según el sanjuanino, era el medio más apropiado para implantar una población con capacidad de realizar trabajo productivo, introduciendo nuevas industrias y prácticas técnicas, aumentando así la producción. Y permitiendo el recambio de la población originaria que de ninguna manera podía ser considerada como habitante de la nación Argentina.

Desde 1852, puede hablarse entonces de una imagen de los habitantes de la Patagonia que responde al imaginario creado por Sarmiento, la idea de  bárbaros o salvajes  identificada con el gaucho criollo y el indígena, mientras que la imagen de la civilización correspondía a la del inmigrante europeo que vendría provisto de cultura y conocimientos necesarios para hacer producir las tierras que se encontraban más allá del río Colorado.

Las nuevas tierras incorporadas eran nombradas como territorios que no formaban parte de la nación, una tierra desnuda e insegura o desierta mientras esté a merced de los “bárbaros” que debía ser transformada en una colonia agrícola productiva, en baluarte contra los malones indígenas, en manos de una población que opondría resistencia al desierto, favoreciendo de este modo al desarrollo del sentimiento nacional tan necesario pues el suelo hace a los hombres. El habitante de la Norpatagonia también se le representaba a Sarmiento como alguien hecho por el suelo: depredador, bárbaro y despoblador mientras fuera indio; poblador, agricultor, hacedor de capital y, en definitiva, ciudadano si era inmigrante europeo[11].

El territorio de Río Negro pareció, en principio, no tener ningún elemento de interés para el gobierno nacional, ya que el crecimiento agropecuario del mismo presentaba límites impuestos por la naturaleza que requerirían de una fuerte inversión estatal en obras de infraestructura.  En  última instancia los territorios del Valle del Río Negro se presentaban óptimos para la cría de la ganadería, gracias a “la abundancia y excelente calidad de sus pastos… agua en abundancia en las lagunas y grandes cañadas que tienen lechos de 1 a 3 metros de profundidad”[12]. Por lo que el Estado limitaría su acción a asegurar la apropiación privada de la tierra pero no su puesta en producción, invirtiendo fondos en el norte del territorio, zona de potencial crecimiento agrícola y en la que la acción del ejército ya había dado el impulso al trazar canales en 1884[13].

Los dirigentes de la época al referirse a las tierras ubicadas al sur del Colorado lo hacían hablando de ellas como zonas que por su condición natural, por las características de la tierra y la presencia de fuentes de agua, los ríos Negro, Colorado y Limay, reunían condiciones para la instalación de colonias agrícolas, pobladas de inmigrantes europeos. Condición que permitía la puesta en producción de las tierras con una baja inversión en infraestructura. Hablando de la parte sud del río Negro algunos dirigentes como Máximo Godoy e Ignacio Vázquez sostenían que las condiciones eran las óptimas para el establecimiento de una colonia, por sus “abundantes pastos, ricos de agua, que se encuentran en lagunas y en los lechos  de los  cañadones, desde un metro o dos de profundidad ofreciendo gran facilidad” para el desarrollo agrario[14].

Por su parte Hilarión Furque en su  descripción del Territorio Nacional del río Negro de 1889 aporta diversos elementos que justificarían la inversión estatal en la construcción de canales de riego, una vez realizada la nacionalización de estas tierras. A diferencia de las posturas de los  senadores y diputados al referirse a las tierras del Valle del río Negro, lo hace destacando que la condición natural de estas tierras sólo será aprovechable si se invierte en ella para la construcción de una infraestructura destinada al riego. A lo largo de su discurso se refiere al  “desierto” a partir de dos ideas claves: por un lado la idea utilitarista de convertirlo en una zona productiva; y por otro la noción de “orden y progreso” a partir de la instalación en el territorio de los medios que el progreso requería para toda región “civilizada”: la penetración del ferrocarril, el telégrafo, la navegación de los ríos y la construcción de obras de infraestructura.

Al hablar del “desierto”, como  llamaba Sarmiento a los territorios ubicados más allá del río Colorado, Furque hace mención de un espacio geográfico que nada se parece a las descripciones de aquel. Por el contrario, a lo largo de todo su discurso Furque hablará del territorio comprendido entre las costas de los ríos Negro y Colorado como una zona que geográficamente posee todas las condiciones naturales para el cultivo exitoso de distintos cereales como la cebada y el trigo, la alfalfa, etc., especies que necesitan para su cultivo de un clima templado y húmedo, condiciones que las tierras valletanas reunían si tenemos en cuenta que los ríos solían desbordarse como consecuencia de las crecidas con bastante frecuencia. Si bien es verdad que se habla de tierras fértiles y húmedas por condición natural, no se puede generalizar estas condiciones a todas las tierras de la Patagonía Norte puesto que las tierras ubicadas más allá de los valles inundables presentaban otras características climáticas, en consecuencia otras posibilidades para el asentamiento de una colonia agrícola y para el desarrollo de la agricultura y la ganadería.

Con respecto a esto queda claro que las condiciones naturales para el desarrollo del cultivo de cereales y la cría de ganado no estaban dadas con las mismas características en localidades como Roca, Viedma,  Conesa, Choele Choel y Frías, pertenecientes a los valles fluviales y donde el suelo posee “una proporción de arena y grava un poco mayor, es indudable que darán buenos frutos cuando puedan regarse”[15] a partir de la construcción de canales de riego que permitan llevar el agua desde las márgenes de los ríos hasta las tierras más alejadas. De los productos enumerados, según Furque, sólo los pastos representarían una industria importante, puesto que la producción de trigo,  cebada y maíz sólo alcanzaba para el consumo local, debido a las condiciones en las cuales se desarrollaban los mismos.

Uno de los elementos que hemos nombrado como fundamental en la construcción de la concepción de la época, es el tema de las características de la población. En el caso de los territorios ubicados entre el río Colorado y el Negro la población existente era en su mayoría  argentina, no superando en ninguna de las ciudades al 50 por ciento los inmigrantes europeos. En las memorias de Furque pueden verse las características de los habitantes de la época y la proporción de nativos y extranjeros existentes en cada uno de los departamentos:

Cuadro 1

Viedma
Pringles
Avellaneda
General Roca
25 de Mayo
9 de julio
Bariloche
Diseminados en varios puntos
4500
3600
2900
3200
1850
1400
850
1700

La población extranjera europea puede calcularse la mitad en Viedma, en Bariloche tal vez excede del 10 por ciento la chilena, en Roca solo suma el 20 por ciento entre europeos y chilenos, y el 10 por ciento la de indios civilizados. Mientras que el resto de la población está compuesta por sanjuaninos y mendocinos. “En general, la población de río Negro es moral, aunque poco industriosa, pues su ocupación, puede decirse que es el pastoreo” [16].

Este fenómeno no es algo aislado si tenemos en cuenta la noción que existía sobre estas tierras como lugares inhóspitos para la vida; “los habitantes de Buenos Aires y de todas las provincias del interior tienen la creencia muy general, de que son ellos los que están en mejor clima y opinan que en el río Negro debe ser insoportable la vida”[17].  Queda claro que la realidad se alejaba mucho de este supuesto: por el contrario, las condiciones climáticas del norte de la Patagonia no tenían nada que envidiarle al clima de Europa, con pocas excepciones no es ni con mucho, el mismo que en Europa. “En Río Negro empieza, puede decirse con propiedad, el clima de España e Italia”[18]. Razones más que apropiadas para atraer la inmigración europea.

Estos datos no son de poca importancia si nos guiamos por la lógica del pensamiento sarmientino “civilización-barbarie”; “orden y progreso”. Con respecto al último par puede decirse que para alcanzar las condiciones de progreso óptimas los territorios de la Patagonia Norte necesitaban de la construcción de toda una infraestructura que permitiera la incorporación de estos territorios al resto de la Nación. Un punto nodal era el mejoramiento de los medios y las vías  de comunicación existentes que se extendían desde Buenos Aires a Bahía Blanca, siguiendo a Patagones y Viedma, recorriendo Patagones, la costa Norte del río, pasando por Pringles,  Conesa del Norte, Choele Choel y Roca. Lo mismo sucedía con las oficinas de telégrafos que se ubicaban en los pueblos mencionados y en un par de localidades más, pero cabe destacar que el servicio de telégrafo funcionaba con ciertas deficiencias debido a la instalación de los postes de sauce donde se encontraban ubicadas las líneas.

Los caminos y correos existentes estaban en una situación precaria ya que, en primer lugar, debían recorrer distancias muy largas y en segundo lugar el estado de los caminos por donde circulaban las carretas no era el mejor, por lo que la correspondencia solía demorarse más de lo normal. Cada cinco días había un correo en galera desde Bahía Blanca, donde se tomaba la correspondencia y  pasajeros que venían en el tren, a Viedma, y cada diez días llegaba la correspondencia para el resto de las localidades[19]. La galera llevaba la correspondencia y los pasajeros hasta Viedma y de allí se debía seguir a caballo o se seguía en la misma galera hasta Chos Malal, capital del Neuquén. Además de este camino existían otros cuatro caminos alternativos que solo eran circulables para las carretas. Uno iba desde el ferrocarril del Sud ubicado en Pigüé, hasta Choele Choel, donde empalmaba con el camino de la costa Norte del río Negro; mientras que el segundo camino circulable iba desde Viedma por la Costa Sud del río Negro hasta la cordillera, pero solo era transitable en carruajes hasta la confluencia. Otro que sale de Viedma por la costa del mar hasta Valcheta, y el último que iba desde Conesa hasta Valcheta. El resto de los caminos que existían no estaban en condiciones de ser transitados[20].

A medida que se avanza en la lectura de las memorias de Furque puede verse cómo la falta de infraestructura se presenta como un obstáculo para el desarrollo de las distintas zonas donde se ubican los principales centros urbanos y zonas de producción de cereales o ganado. Cuando se describe la forma en que se planta el trigo en Viedma, por ejemplo, queda claro que el sistema de riego que se el más apropiado, ya que el agua era extraída del río por zanjones que “llegan al pie de la colina, siguiendo así por casi toda la longitud y formando enormes lagunas que se han convertido en permanentes y harán mal sano el clima (…), inutilizando el terreno para toda industria”[21].

Queda claro que la acción estatal no había sido suficiente, ya que el gobierno nacional se había limitado a realizar estudios para construir un sistema de irrigación de todo el valle ydesecación del mismo. Sin embargo nada se había conseguido con estos estudios, ya que la desecación es muy difícil de lograr por estar las lagunas a más de tres metros sobre el nivel del río que sería de depósito de las aguas, por lo tanto ni la desecación ni la construcción de los canales serían obras que se llevaran a cabo.

Algo parecido había sucedido con los intentos de construcción de canales en Coronel Pringles  en 1860, donde los señores Aguirre y Murga hicieron construir un canal desde el punto llamado “El Turco”, donde empieza el valle. Dicha obra fue un fracaso, ya que las invasiones de los indios, en aquella época, más la creciente del río destruyeron la obra quedando de la misma solo las ruinas y en el olvido el intento de construir un sistema de canales que sirviera para regar el Valle[22].

El distrito de Viedma es otro ejemplo de intentos fallidos de construcción de canales, sin embargo en este caso queda claro que la propuesta que se pensó para esta localidad no era aplicable, ya que un punto central en el discurso de Furque es la concepción errónea que se tiene de las posibilidades de producción de estas tierras desde Buenos Aires, donde se cree que es posible desarrollar una industria agrícola sin la necesidad de la construcción de un sistema de riego, cuando la realidad ha demostrado que “para cultivar ese valle, lo mismo que todos los del río Negro y Colorado, será necesario abrir un canal de riego, en cuyo caso se necesitará también  variar los trazados, dando otro rumbo a sus líneas para poder adaptarlas a las de los canales”[23].

El caso de Choele Choel se destaca por las condiciones climáticas y geográficas de esta localidad, apta para el cultivo de cereales y la cría de ganado, pero sin embargo existe un impedimento para el desarrollo de la industria agrícola-ganadera: la falta de irrigación de la zona y la humedad natural del suelo que es variable según las precipitaciones de cada año, a lo que se le suma las continuas inundaciones del terreno consecuencia de las crecidas del río. Esto, según Furque, es uno de los principales impedimentos para el establecimiento de una colonia agrícola, como pretende el gobierno nacional. En cuanto a la situación económica  cabe destacar que, a pesar de que durante la década de 1880 se dio una notable expansión de los factores de producción, tierra, trabajo y capital en el marco de  la estabilidad política lograda tras la asunción de Julio Argentino Roca al poder, pero estos años de expansión inicial no tuvieron aún como factor dinámico a las exportaciones agropecuarias. Más bien, en esta década, un enorme flujo de inversiones precedió a la expansión de las exportaciones que se registró en las décadas posteriores.

Las inversiones británicas en la Argentina impulsaron el desarrollo de la infraestructura básica sobre la cual tuvo lugar la expansión comercial de las décadas posteriores.  Este torrente inversor estimuló a largo plazo el desarrollo del comercio exterior. A corto plazo, el peso de las inversiones como componente de las importaciones argentinas superó en importancia al crecimiento de las exportaciones durante la década de 1880, dando como resultado permanentes saldos negativos en la balanza comercial, cada vez mayores hasta el estallido de la crisis de 1890.

En las exportaciones ganaderas los productos tradicionales como lana, tasajo y cueros todavía persistieron, aunque los dos últimos comenzaron a revelar signos de estancamiento. Asimismo, cobró importancia la exportación a Europa de ganado en pie. Y en esta década se acentuó el proceso de "desmerinización" del ganado lanar. El merino fue reemplazado por la raza Lincoln, de mejor carne y lana más acorde con las exigencias del mercado europeo. Esta situación junto con el estancamiento de la producción de la tierra llevó al gobierno a preocuparse por expandir las zonas de producción del ganado incorporando nuevos territorios a los ya productivos.

Las inversiones en empréstitos ya venían solventando desde el decenio anterior los gastos del gobierno nacional y de las autoridades provinciales vinculados a la construcción, mantenimiento y consolidación del Estado argentino.  Mientras que durante la década de 1870 los empréstitos habían financiado los gastos militares del gobierno central, a partir de la década de 1880 los empréstitos estuvieron más vinculados a fines económicos como, por ejemplo, la prolongación de los ferrocarriles Central Norte y Andino[24].

La margen sur del río Negro en su Valle Inferior, zona de antiguo poblamiento, vio postergada su posibilidad de crecimiento al no obtener respuestas positivas a las necesidades de infraestructura e irrigación que controlasen las periódicas crecientes del río Negro. La acción estatal requería de una inversión considerable, en momentos en que el gobierno limitaba el envío de fondos y restringía los gastos a raíz de la crisis económico-financiera de 1890. Esta situación nos permite entender las dificultades económicas que tuvieron que enfrentar aquellos que, como Hilarión Furque o el padre Stefenelli, solicitaron dinero al Estado nacional para construir el sistema de riego necesario en el Alto Valle, ya que las tierras se valorizaban de forma permanente y muy lenta, factor que hacía poco atrayente la inversión en las mismas.

Ya desde el año 1889  pueden verse los seguidos pedidos que efectuó el  padre Stefenelli al gobierno nacional para mejorar el  antiguo “canal de los Milicos” construido por Furque. Al llegar a Colonia General Roca en 1889, el padre Stefenelli se encontró con una realidad en la cual el desarrollo agrícola y urbano para poder darse debía superar ciertos inconvenientes naturales. Al ver esto comprendió la importancia de la existencia de un sistema de riego que permitiera regar todas las chacras existentes y que no se desbordara en épocas de crecidas; por otra parte planteó la necesidad de educación de los habitantes de la zona para poder vivir de una forma más digna a la que vivían, aprovechando los beneficios que estas tierras les daban.

“El canal cada momento quedaba sin agua; los agricultores demasiado contados no podían iniciar trabajos con recursos propios; los viñedos y árboles casi se perdieron, quedando tan sólo los alfalfares, que se aprovechaban para el pastoreo: entonces  pude darme cuenta de cuán ventajoso sería el pastoreo en el valle del Río Negro con praderas artificiales regadas” [25].

El padre Stefenelli fue una de los pioneros en la historia del riego en el Alto Valle, su obra no sólo se limitó a la construcción de los canales de riego. “Descubrió no sólo su necesidad, sino también la posibilidad de riego en la zona para su desarrollo futuro” [26]. Tuvo un importante papel en la educación de los habitantes de la zona. Es importante destacar las dos obras que realizó en General Roca: el proyecto de la escuela agrícola destinada a la formación de las futuras generaciones; y la culminación de las obras de regadío iniciadas por Hilarión Furque.

Hizo grandes aportes al conocimiento de la flora y la fauna de la zona ya que fue un gran expedicionario. Su principal preocupación fue la forma en la que vivían los habitantes de esta colonia: a merced de las inclemencias del tiempo y los desbordes de los ríos; sin ninguna infraestructura que previera los desastres provocados por las crecidas. Durante su paso por el Alto Valle se dedicaría a luchar con las autoridades de la zona para que hicieran cumplir las disposiciones reglamentarias sobre el mantenimiento de los canales y con el gobierno nacional  para que realizara inversiones en la Patagonia. Tarea que no le resultó fácil, ya que estas tierras no se presentaban como un factor atrayente para la inversión desde el Estado.

El único canal existente en la época era el “canal de los Milicos”, construido por iniciativa de Hilarión Furque, que se encontraba en un estado bastante deplorable a consecuencia de la falta de mantenimiento y limpieza, lo que provocaba que su cauce se tapara con los desechos   dificultando la circulación del agua y desbordándose en épocas de crecida del río. Ya en 1887, a tres años de su construcción, el mismo Furque se  había quejado a la  Oficina de Irrigación  por la falta de respaldo de la policía para hacer cumplir las disposiciones reglamentarias sobre el canal a los habitantes del lugar.

El problema de las inundaciones era un problema viejo y recurrente. Una posible solución que se planteó fue la construcción de una bocatoma y un dique móvil para evitar los problemas causados por el mal estado del viejo canal. El canal proveedor salía de la bocatoma del río y llegaba hasta las compuertas, y de allí se conducía el agua para el riego de las chacras[27]. El principal problema de irrigación del viejo canal eran que sus deficiencias estaban provocando la reducción de los cultivos casi hasta el total abandono[28]. Junto con el general Godoy buscaron un lugar en la orilla izquierda del río Neuquén para construir la nueva bocatoma. Esta obra requería de una nivelación de lo orilla que era demasiado alta, la contratación de obreros que ayudaran en la misma, un teodolito e implementos con los cuales no contaban. El presupuesto estimado de la obra fue de $ 27.000, que debían solicitarse al gobierno nacional.

El proyecto fue presentado al presidente Roca, quien junto al ministro de Obras Públicas, Dr. Emilio Civit, y al de Agricultura, Sr. Freís, estudiaron el proyecto aprobando el presupuesto presentado, junto con el personal necesario para realizar la excavación. Así fue como el padre Stefenelli regresó a Roca con los $27.000 mas tres escuadrillas de 30 hombres, inmigrantes italianos,  para concretar la obra. Una vez concluida la obra el Dr. Civit le encargó la redacción de un reglamento para el uso del agua, que luego se convertiría en el reglamento oficial[29]. Sin embargo esta obra no solucionó los problemas del canal de riego, y en 1898 todavía seguía  siendo una cuestión a solucionar.

El Dique Regulador construido por Furque, es de gran importancia para la historia del riego en el Alto Valle. Estaba ubicado unos 450 metros más abajo del actual puente carretero que lleva a la ciudad de Neuquén, y la toma de agua se encontraba aguas arriba del puente. Las aguas antes de llegar al Dique recorrían una cierta distancia hasta llegar a las compuertas donde formaban un embalse, o lago. La parte del lado del río  era de material y tenía un tramo más bajo, el “vertedero” que devolvía el agua al río. Al construir la nueva bocatoma, el agua siguió siendo controlada por este dique.

Fue recién en el año 1899  en que el presidente envió a un experto en el tema del riego: el ingeniero César Cipolletti, quien debía realizar un relevamiento de la región estudiando las características del terreno para determinar si se debía aprobar en el presupuesto el gasto de la construcción de un nuevo canal en la zona o si este sólo necesitaba un par de refacciones que garantizaran su buen funcionamiento y la solución a las inundaciones. El ingeniero Cipolletti realizó un estudio del canal y concluyó en que el problema de las inundaciones respondía a causas naturales y humanas.

En primer lugar las circunstancias ineludibles asociadas a la conformación del terreno, por lo que el Canal proveedor estaba expuesto a las inundaciones continuas del río, por otro lado  las márgenes del cauce del río no tenían firmeza ni estabilidad por ser de reciente formación, estando expuestas a las erosiones o embanques, siendo la única solución ir aguas arriba a terrenos altos y firmes y hacer una obra de consolidación y defensa de los bajos para evitar los continuos desbordes del río[30].

En segundo lugar, la culpa era del accionar del hombre: los canales existentes habían  sido  construidos con  serios  errores de ejecución,  por ejemplo  la dirección equivocada que se le  había dado a las calles en que se dividían las chacras y por consiguiente a las hijuelas de riego, la falta de  pendiente por ser muy transversales; y por último la falta de conservación del canal que provocaba que se tapara y el agua no circulara con facilidad regando todas las chacras para las cuales había sido construido.

Pero en todo esto hay que destacar que cada una de las propuestas del ingeniero Cipolletti requerían de una inversión considerable por parte del Estado Nacional, y la historia del sistema de riego en el Alto Valle ha demostrado que las limitaciones económicas fueron un impedimento más que importante para la concreción de las obras de regadío; y fue un punto sobre el cual Stefenelli tuvo que negociar constantemente con los gobiernos de turno para obtener el presupuesto necesario para mejorar el canal de los milicos y construir nuevos canales.

Ya hemos mencionado la importancia que para Stefenelli tenía el tema de la formación de los habitantes de la zona. Y este fue el objetivo principal de la escuela agrícola, en ella los alumnos aprendían el arte de la agricultura, el cultivo  y cuidado de distintos frutales,  el cultivo de la  alfalfa y la  vid, que fueron los dos cultivos más destacados; como así también aprendían la forma apropiada de conformación de una granja. “Los alumnos se capacitaban técnicamente en todas las ramas agropecuarias, desde la preparación del suelo y riego, pasando por los cultivos y terminando en la industria, laboratorio y climatología”[31].

El Valle del río Negro también fue conocido en la época con el apodo de “El Nilo de la Argentina”, precisamente por las particularidades de las tierras circundantes y del clima, que permitían el cultivo de distintos cereales y frutales. Esta idea ya había sido expuesta por  Sarmiento y por Bernardo de Irigoyen, quienes consideraban a la mesopotámia Colorado-Negro como una región regable y con futuro agrícola:

Según Sarmiento:

“Los ingenieros y prácticos llevarán por encargo examinar el declive de la mesopotamia que forman el Colorado y el río Negro desde el Neuquén, a fin de designar los puntos en que el agua se hallaría al nivel de la superficie para establecer canales de irrigación.

“Si esto se obtiene con facilidad tendríamos un país de irrigación como el valle del Nilo, con dos Nilos en lugar de uno...”[32].

Por su parte  Irigoyen sostendría que:

“Hay en esa parte, y principalmente en la que se aproxima a los Andes, tierras favorecidas, abundantes en aguadas y en pastos y que reúnen todas las condiciones convenientes para la agricultura. Empieza a establecerse una población laboriosa en las faldas de las Cordilleras. Las márgenes del Río Negro están ya pobladas, desde su desembocadura en el Atlántico hasta la confluencia de los Ríos Limay y Neuquén; y la zona comprendida entre  ese río y el Colorado es susceptible, con algunos trabajos, de recibir una numerosa población y de instalarla con ventaja”[33]. Si bien se tenía la noción  de que el río proveía el agua necesaria para el desarrollo de la agricultura y permitiría el trabajo agrícola, la realidad era que el abastecimiento del canal de riego se presentaba como un problema de gravedad y al que debía dársele una solución lo más rápido posible. Esto fue así antes de la gran inundación y se acentuó el problema luego de 1900, año de la crecida del río. Luego de la inundación ya no alcanzó con limpiar el canal, sino que hubo que reconstruirlo en su totalidad, puesto que el agua arrasó con todo lo que encontró a su paso, la escuela agrícola, la iglesia, las chacras, las casas y los canales de riego.

En 1901, el 30 de abril, se promulga un decreto por el que se resuelve:

“reconstruir el canal de irrigación existente en el territorio del Río Negro. En la Colonia General Roca y considerando: que es de necesidad proveer a la distribución del agua de dicho canal, pues las facultades acordadas a la comisión no son suficientes para que pueda ser conservada y convenientemente utilizada. El presidente de la Republica decreta: Art. 1º Nombrase una Comisión Administradora del Canal de riego de la colonia General Roca otorgándosele una suma de dinero para dicho fin de $ 8011.13 “[34].

Dicha comisión no sólo sería la encargada de reconstruir el canal destruido por la inundación, sino que además sería la encargada de administrar los fondos destinados por la nación para dicho fin, de hacer cumplir el reglamento del uso del agua, de la limpieza de los canales para lo cual fue necesario poner un empleado pago, de cobrar las multas a quienes no cumplieran con el reglamento, de exigirles a los chacareros que cumplan con la limpieza, de informar el Ministerio de Agricultura de la Nación la situación de la obra, etc.

El sistema de riego del Alto Valle tuvo una primera etapa de riego mecanizado sistema por el cual seextraía el agua del río para regar las chacras agrícolas con una noria movida por caballos; que posteriormente serían  reemplazados por el uso de  un motor y una bomba- y unasegunda etapa  caracterizada por el Canal de los Milicos, construido por Furque, al que hubo que construirle, para un mejor rendimiento, una nueva bocatoma para que pudiera entrar el agua. A esta obra le acompaña la redacción del reglamento de riego que había sido pedido por el ingeniero Civit, miembro de la Comisión Administradora del Canal. Y por último, una tercera etapa, con la construcción del actual dique Cordero y su canal y sistema de riego va a ser en esta etapa de la construcción del sistema de riego en que el padre Stefenelli tendrá mayor participación.

Conjuntamente con el ingeniero Cipolletti serán los encargados de culminar la obra del sistema de riego. En su visita al Alto Valle, Cipolletti realizó un relevamiento de la zona en el cual se vislumbran los primeros inconvenientes que tendrán que afrontarse para poder llevar a cabo la obra tan deseada. Otra figura que participó de la realización de los estudios fue el ingeniero Decio Serverini, quien trazó los planos definitivos para la construcción del dique y el canal. Narra el mismo Stefenelli: “Cuando el ingeniero Severini vino para reestructurar y concluir los trabajos de Cipolletti para el dique, yo mismo lo conduje a la cuenca Vidal y conversando amigablemente le indiqué el lugar a mi parecer espléndido, para levantar la muralla en cuestión”[35].

Esta obra se concretó entre los años 1910 y 1913, años en que “el Nilo argentino”, comenzaba a aparecer para las clases dirigentes como un lugar que prometía ser un nuevo espacio geográfico en donde ya los primeros intentos de cultivo habían demostrado las buenas condiciones de estas tierras para su desarrollo. En consecuencia la construcción del Dique Cordero significaba la solución a los problemas de falta de agua y de inundaciones que tanto agobiaban a los habitantes de la zona. Por otra parte el ferrocarril, ya hacía unos años que  unía el Alto Valle con el resto del país. El interés del Gobierno Nacional no se limitó a la inversión en el sistema de riego y en la extensión de las vías férreas, sino que fue más allá: su interés se vio reflejado en la adquisición de tierras.

Las principales colonias que se desarrollaron fueron Colonia General Roca donde se construye el canal de los Milicos, al que se suma la obra del padre Stefenelli, y la Colonia Lucinda, hoy Cipolletti donde se construye el canal Lucinda en 1904. Estas tierras fueron adquiridas por el Estado en 1911. Otra colonia que surgió al oeste fue la Colonia La Picasa, hoy Cinco Saltos, que adquiere importancia cuando pasa a la compañía de “Tierras del Sud”, y en el año 1912 se construyeron los canales. Al este de General Roca surge al Colonia Rusa que utilizará el riego de pozos semisurgentes; Colonia Cervantes surgida en 1910 con un sistema de riego mecánico y en donde hoy se ubican los pueblos de Ingeniero Huergo y Mainqué, donde se funda una sociedad cooperativa de irrigación en 1911. Como puede verse, en pocos años las tierras del Valle del Río Negro adquirieron un valor económico que las llevó a ser centro de atención para las autoridades nacionales, fomentando la inmigración y sobre todo la formación de colonias agrícolas, garantizándoles los medios de riego necesarios para el desarrollo del cultivo y la cría de ganados [36].

La creación de la Cooperativa de Irrigación Ltda. en General Roca y el decreto del 27 de septiembre de 1907 fueron dos elementos importantes que fomentaron el flujo de inmigrantes a la Colonia General Roca entre los años 1910-1913. La cooperativa comenzó a prestar servicios en 1910, y el decreto del 27 de septiembre modificó la Ley de Tierras, y entre otras cosas dispuso reducir el precio de la tierra de 50 a 2.50 pesos por hectárea y dispuso que se realizaran ciertas inversiones en las chacras, y el pago de un canon de riego a la cooperativa de Irrigación. Esto tuvo dos consecuencias: por un lado perjudicó a los pequeños colonos, ya que la mayoría no tenían la solvencia económica necesaria para afrontar dicho gasto, y por el otro favoreció a los colonos más pudientes que comenzaban a llegar a estas tierras y que eran capitalistas y políticos muy ligados a los miembros de la Cooperativa de Irrigación, dando como resultado una nueva corriente colonizadora que se caracterizó por la posibilidad de hacerse propietarios de las tierras.

Belli interpreta que a lo largo del proceso de colonización que se fue dando en el Alto Valle de manera paralela a la construcción del sistema de riego, se fueron vislumbrando otros intereses con respecto al uso y provecho de estas tierras; no solo desde el Estado Nacional, sino también por parte de aquellos colonos que se asentaron en las colonias y que tenían claros intereses de progreso personal y que se opusieron a la propuesta de Stefenelli de completar la obra de desagüe. En consecuencia se produjo un enfrentamiento que terminaría con la expulsión del padre Stefenelli de General Roca, en beneficio de otros grupos que habían puesto sus ojos en las tierras circundantes a la escuela de agricultura[37].

Esto pone de manifiesto cómo a lo largo de los años en que estuvo el padre Stefenelli en General Roca las tierras, que en un primer momento parecían no tener ningún valor para el Estado Nacional, se fueron revalorizando con la construcción del sistema de riego y esto permitió una nueva colonización que tuvo precisamente otra visión de esas tierras ubicadas más allá del río Colorado. Pero siguiendo con la lógica sarmientina sobre la noción del “desierto” como un espacio fecundable, y la inmigración europea como la solución para el recambio poblacional desapareciendo así los “salvajes”. Los nuevos habitantes de estas tierras superaron la creencia que desde  Buenos Aires y de todas las provincias del interior se tenía que era que Buenos Aires era el lugar más apropiado por su clima y sus tierras para el desarrollo de colonias agrícolas. Esto puede verse claramente en el decreto dictado por el Estado Nacional, por el cual se expropian las tierras pertenecientes a la escuela agrícola para ser destinadas a otro fin:

“Colonia Roca. Reserva de lotes. Buenos Aires 24 de diciembre de 1912. Visto este expediente en el que la Dirección Nacional de Agricultura y Defensa Agrícola solicita con destina a la fundación de una Estación Experimental y un Vivero, las chacras Nº 144, 145 y 162 de la Colonia general Roca y considerando: que por decreto de mayo 3 de 1902 se dispuso de las mencionadas  chacras para el ensanche  de la Escuela  Práctica de Agricultura que en esa Colonia funcionaba bajo la dirección del R. P. Alejandro Stefenelli, según así lo afirmó dicho señor.

“Que habiendo determinado la ley de presupuesto en vigor, la partida necesaria par costear los gastos que demande la instalación y sostenimiento de estaciones experimentales y viveros, no existe razón alguna para sustraer del plan técnico que desarrolla con este objeto el Ministerio de Agricultura las chacras de se trata…

“El Presidente de la Nación Argentina decreta: Art. 1º Resérvase con destino a la instalación de una Estación Experimental y vivero, las chacras… quedando así sin efecto el decreto del 3  de mayo de 1902 y debiendo notificarse al R. P. Alejandro Stefenelli que debe desalojarlas…

Saenz Peña. Adolfo Mujica (Boletín Oficial, Bs. As., 30/12/1912)”[38].

A lo largo del siglo XIX los elementos fundamentales desde el punto de vista ideológico para la formación del sistema de riego fueron aquellos enunciados por la generación del ’37 basándose en  los pares dicotómicos planteados por Sarmiento “civilización-barbarie”; “orden y progreso”. Lo que no supuso que fueran las únicas visiones que de estas tierras se tenían, otros elementos que fueron importantes fueron aquellos enunciados por científicos como Cox quien analizó el territorio desde el punto de vista de los beneficios geográficos. Esta visión –desde las condiciones climáticas y geográficas del terreno- fue compartida  por personajes como Furque y Stefenelli, entre otros, quienes centraron su atención en el desarrollo de la Patagonia por sus condiciones naturales dadas por los Valles fértiles y de clíma calido y templado, asociada a la idea del poblamiento de la región por medio de la formación de colonias agrícolas de inmigrantes.

Stefenelli  se referiría a estas tierras como lugares fértiles susceptibles de ser colonias agrícolas productivas siempre y cuando se solucionara el problema de la irrigación de las chacras y  de las inundaciones. Al hablar de estas tierras lo haría desde un lugar distinto del de Sarmiento según él, estas  tierras eran lugares  con grandes posibilidades de desarrollo agrícola por sus condiciones naturales y por la inversión en un sistema de riego apropiado; otro elemento fundamental para el desarrollo de la región sería la educación de los niños de la zona especialmente los hijos de los indígenas y los lugareños marcando la diferencia con el modelo de recambio poblacional dominante en la época. Sería una sociedad en donde se combinara el conocimiento de los inmigrantes con el de los lugareños, la escuela agrícola  ayudaría a solucionar las dificultades iniciales, haría tomar conciencia y prepararía a  personal idóneo para poder desarrollar el cultivo y el sistema de riego necesario para el desarrollo de la agricultura y la ganadería.

Esto sólo sería posible por medio de un subsidio dado por la Nación y aquí se encontraron y chocaron el imaginario hegemónico y el de Stefenelli, puesto que para la Nación  invertir en el sistema de riego que necesitaba la Patagonia era  más un gasto que  una inversión. Noción que  se modificó  una vez que las tierras se revalorizaron con la culminación del sistema de regadía, lo que despertaría nuevos intereses en las clases dirigentes cambiando los proyectos de colonización e inmigración vigentes. Destinándose las antiguas tierras “inservibles” a la formación de colonias agrícolas, estos proyectos pondrían de manifiesto los intereses que ahora habían adquirido las clases dominantes.


Notas

1. Rocchi, Fernando, El péndulo de la riqueza: la economía Argentina en el período 1880-1916, en Nueva Historia Argentina, T. V. p.23.

2. Idem, 1 p. 23.

3. Navarro, Floria Pedro, “Sarmiento y la frontera sur argentina y chilena. De tema antropológico a cuestión social. (1837-1856)”, Jahrbuch fur Geschichte Lateinamerikas (Universidad de Hamburgo), 37, 2000, pp. 125-147, abstract en http//www.gewi uni-graz.at/jala/Jano-htm-125.

4. Sarmiento, Domingo F., “Inmigración y colonización”, Obras completas, vol XXIII, p. 143.

5. Navarro, Floria, Pedro y Gabriela Nacach, “Un viaje al interior del sorprendente mundo fronterizo del área del Nahuel Huapi. Estudio preliminar a Guillermo E. Cox. Viaje en las regiones  septentrionales de la Patagonia (1862-1863)”, Santiago de Chile, CoLibris, 2006, p. 14.

6. NAVARRO, FLORIA, Pedro, La nacionalización fallida de la patagonia Norte 1862-1904.p 2.

7. Navarro Floria, Pedro, “La Patagonia como frontera 1520-1885”, en VIII Jornadas de historia de la Iglesia, La Evangelización de la Patagonia y sus presupuestos históricos culturales,  Buenos Aires, 2004, abstract.

8. Navarro Floria, Pedro, “Un país sin indios. La imagen de la Pampa y la Patagonia en la geografía del naciente Estado argentino”, Scripta Nova, Revista electrónica de Geografía y Ciencias Sociales (Universidad de Barcelona), 51 (1 de nov 1999).

9. Sarmiento, Domingo F., “Inmigración y colonización”, Obras completas, vol XXIII, p. 25.

10. Idem, p. 334.

11. Idem, pp. 336-339.

12. Irigoyen, Bernando, Memorias presentadas al Honorable congreso de la República Argentina, año 1881,   p.LII.

13. Ruffini, Marta, Estado Nacional y territorios . Notas sobre la economía rionegrina en la etapa de los gobiernos militares (1884-1898), en Mundo Agrícola V 3, Nº 6, La Plata, 2003. pp. 2-23.

14. Idem 9, anexo B, Gobernación de la Patagonia, año 1882 p. 15.

15. Furque, Hilarion, Memoria del Ministerio del Interior presentada al Honorable Congreso Nacional en 1889. Buenos Aires, Sud-América, 1889, pp. 310-330 y está fechada en Viedma, julio 3 de 1889.

16. Idem, 7. p. 314.

17. Idem,10, 11 p. 311.

18.  Idem. 10. p. 311.

19. Idem. 10, 11, 12,13, p. 315

20. Idem. 10,11,12,13,14,p. 316

21. Idem. 10, 11,12,13,14,15, p. 320.

22. Idem. 10,11,12,13,14,15,  p. 321.

23. Idem. 10 ,11,12,13,14,15,16,17, p. 322.

24. Rocchi, Fernando, El péndulo de la riqueza: La economía argentina en el período 1880-1916, en Nueva Historia Argentina, T V. pp 17-49.

25. Belli, Jaime. El Padre A. Stefenelli y la agricultura en el Alto Valle de Río Negro. p.7.

26. Idem, 22 p. 46.

27. Idem. 22, 23 p. 47.

28. Idem. 22, 23, 24 p. 87.

29. Idem. 22, 23, 24, 25, p. 88.

30. Idem, 22, 23, 24, 25 p. 50.

31. Idem. 24, 25, 26 p. 65.

32. CONGRESO NACIONAL, Diario de sesiones de la cámara de Diputados, año 1879. Buenos Aires. La República, 1880, pp. 850ss ( Sesion del 19/9 sobre proyecto de explotación y mensura del territorio entre el Negro y el colorado): Mensaje de P.E. ( avellaneda presidente- Sarmiento Ministro del Interior)

33. CONGRESO NACIONAL, Diario de sesiones de la Cámara de Diputados, año 1884, Buenos Aires, Stiller & Laass, 1885, tomo 1, pp. 227ss ( sesión del 9/6 sobre ferrocarril Bahía Blanca- Neuquén): Mensaje Roca- Irigoyen: Varios Proyectos de ferrocarril. Atención a la Patagonia: /229/.

34. Idem, 24, 25,26, 27 p. 69.

35. Idem. 24, 25, 26, 27, 28 p. 71.

36. Idem. 24, 25, 26, 27, 28, 29 pp. 71-72.

37. Idem, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 30, p. 74.

38. Idem 24, 25, 26, 27, 28, 29, 30, 31 p. 76
 
 

Bibliografía

BELLI, Jaime. El Padre Stefenelli y la agricultura y el riego en el Alto Valle de Río Negro. General Roca, 1995.

COX, Guillermo E. Estudio preliminar a. Viaje en las regiones  septentrionales de la Patagonia (1862-1863). Santiago de Chile, 2006.

NAVARRO, FLORIA, Pedro. Un país sin indios. La imagen de la Pampa y la Patagonia en la geografía del naciente Estado argentino. Scripta Nova. Revista electrónica de Geografía y Ciencias Sociales [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de nov 1999, nº 51.

NAVARRO, FLORIA, Pedro. Sarmiento y la frontera sur argentina y chilena. De tema antropológico a cuestión social. (1837-1856), Jahrbuch fur Geschichte Lateinamerikas. Universidad de Hamburgo, 37, 2000.

NAVARRO, FLORIA, Pedro. “La Patagonia como frontera 1520-1885”, en VIII Jornadas de historia de la Iglesia, La Evangelización de la Patagonia y sus presupuestos históricos culturales.  Buenos Aires, 2004.

NAVARRO, FLORIA, Pedro y NACACH, Gabriela. “Un viaje al interior del sorprendente mundo fronterizo del área del Nahuel Huapi”.  Santiago de Chile, 2006.

REPÚBLICA ARGENTINA; Congreso Nacional, Diario de sesiones de la cámara de Diputadas, año 1879. Buenos Aires. La República, ( Sesion del 19/9 sobre proyecto de explotación y mensura del territorio entre el Negro y el colorado): Mensaje de P.E. ( Avellaneda presidente- Sarmiento Ministro del Interior), Buenos Aires, 1880.

REPUBLICA ARGENTINA; Memoria del Ministerio del Interior presentada al Honorable Congreso Nacional en 1881. Buenos Aires, Sud-América, 1881.

REPÚBLICA ARGENTINA; Congreso Nacional, Diario de sesiones de la Cámara de Diputados, año 1884, Buenos Aires, Stiller & Laass,  (sesión del 9/6 sobre ferrocarril Bahía Blanca- Neuquén): Mensaje Roca- Irigoyen: Varios Proyectos de ferrocarril. Atención a la Patagonia: /229/. Buenos Aires, 1885, Tomo 1.

REPUBLICA ARGENTINA; Memoria del Ministerio del Interior presentada al Honorable Congreso Nacional en 1889. Buenos Aires, Sud-América, 1889, pp. 310-330 y está fechada en Viedma, julio 3 de 1889.

ROCCHI, Fernando. El péndulo de la riqueza: La economía argentina en el período 1880-1916, en Nueva Historia Argentina, Tomo V. Buenos Aires, 2000.

RUFFINI, Marta. Estado Nacional y territorios . Notas sobre la economía rionegrina en la etapa de los gobiernos militares (1884-1898), en Mundo Agrícola V 3, Nº 6, La Plata, 2003.

SARMIENTO, Domingo F. “Inmigración y colonización”, Obras completas, vol XXIII., Buenos Aires, 1948.
 

© Copyright María Cecilia Danieli, 2006

© Copyright Scripta Nova, 2006
 
 

Ficha bibliográfica:


DANIELLI, María CeciliaLos orígenes ideológicos del sistema de regadío del alto valle del Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales.  Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2006, vol. X, núm. 218 (06). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-218-06.htm> [ISSN: 1138-9788]
 
 

Volver al índice de Scripta Nova número 218

Volver al índice de Scripta Nova

Menú principal