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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. 
ISSN: 1138-9788. 
Depósito Legal: B. 21.741-98 
Vol. X, núm. 218 (41), 1 de agosto de 2006 

TRANSFORMACIÓN TERRITORIAL DE SAN CRISTÓBAL (VENEZUELA)
EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX. UN PROCESO Y DIFERENTES AUTORES

Teresa Pérez de Murzi

Programa Ciudad y Territorio. Grupo de Investigación Arquitectura y Sociedad.
Departamento de Arquitectura.
Universidad Nacional Experimental del Táchira


Transformación territorial de San Cristóbal (Venezuela) en la segunda mitad del siglo XX. Un proceso y diferentes autores (Resumen)

La segunda mitad del siglo XX constituye para San Cristóbal —ciudad de los andes venezolanos— el período en el cual experimenta los cambios más significativos. Son años cruciales en los cuales se genera una serie de realizaciones que van dejando su impronta en el territorio. Dentro de los disímiles enfoques para interpretar el crecimiento de las ciudades se ha elegido —a efectos de esta investigación— el relativo a la promoción inmobiliaria, en tanto mecanismo de producción de suelo. La localización y proporción de las actuaciones a cargo de los diferentes agentes sociales, durante dos etapas: 1950-1970 y 1971-2000, permiten apreciar la importancia de las urbanizaciones de promoción pública y de los asentamientos informales en la dirección que ha adoptado el crecimiento, así como de las promociones privadas en la segregación social y espacial. Entre los instrumentos utilizados se encuentra la cartografía, documentos de venta de terrenos y permisos de construcción.

Palabras clave: Crecimiento urbano, promoción inmobiliaria, agentes sociales, San Cristóbal, Venezuela.

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Territorial transformation of San Cristóbal (Venezuela) during the second half of the twentieth century. One process and different authors (Abstract)

The second half of the twentieth century constitutes to San Cristóbal —city of the Venezuelan Andes— the period in which it experiments the most significant changes. Those are crucial years in which a series of accomplishments are generated, leaving their stamp in the territory. Among the dissimilar approaches to the interpretation of the growth of the cities, the one related to real estate promotion has been chosen for this research, regarding the urban land production mechanisms.  The location and proportion of the different social agents’ actions during the periods: 1950-1970 and 1971-2000, allow the appreciation of the importance of housing public promotions and informal settlements in the direction that the urban growth has adopted. The private real estate developers in the social and spatial segregation are also remarkable aspects during this period. Among the instruments that have been used, are the cartography, urban land sale documents and construction allowances.

Key words: Urban growth, real estate promotion, social agents, San Cristóbal, Venezuela.


 

La transformación territorial de San Cristóbal en la segunda mitad del siglo XX, al igual que lo sucedido en otras ciudades venezolanas, da cuenta de un proceso de gran dinamismo que traspasa los umbrales previstos por sus habitantes y gobernantes. Un proceso, cuyo origen debemos buscarlo unas décadas atrás. Con el ingreso del petróleo en el panorama venezolano, en 1920, comienza a modificarse significativamente la actividad económica en el país. La producción agrícola que, hasta ese año, constituía el 90 por ciento de las exportaciones, disminuye en forma abrupta y ocupa su lugar la exportación del crudo. El promedio de ingresos del sector público se fortalece, se pone en evidencia la importancia del rol económico del Estado. Se incrementa el gasto público y se destina a reforzar las ciudades, designando grandes inversiones a la infraestructura. Con ello, se afianzan las bases físicas que hacen posible la aceleración del proceso de urbanización. Entre los años 1950 y 2000 la población venezolana aumenta de 5.034.838 a 23.000.000 de habitantes y la proporción que alberga las ciudades se incrementa de 47,4 a 87,0 por ciento.

 
San Cristóbal está localizada al suroeste de Venezuela, en la depresión del Táchira, accidente geográfico de la Cordillera de Los Andes, a unos 50 Km de la frontera con Colombia. Fundada en 1561, esta ciudad experimentó, por casi cuatro siglos, un crecimiento bastante lento. Su actividad, fundamentalmente agrícola, de escaso interés para la Corona Española y el aislamiento con respecto al centro del país, le restaron importancia en la época colonial. Apenas desarrollaría en su ámbito, algunas actividades propiamente urbanas, de administración e intercambio. Para finales del siglo XIX, las cifras de población apuntaban a unos 4.313 habitantes y el espacio urbano experimentaba cierto crecimiento, por la ocupación de terrenos de la periferia inmediata; no obstante, prevalecía la tendencia a mantener signos de vida rural. Extensiones de gran superficie, destinadas a pequeños y grandes cultivos, estaban incorporadas parcialmente a la vida urbana, a través de vías de comunicación muy incipientes(1).

Cuando la ciudad se asoma a la segunda mitad del siglo XX, la expansión continuaba y la población había alcanzado un significativo crecimiento. La transformación política, social, pero sobre todo económica que afrontó el territorio venezolano había impregnado también a esta ciudad. Desde el punto de vista morfológico, ciertas representaciones de la modernidad tomaban cuerpo, no obstante, la prolongación de la trama indicaba una adhesión clara a la herencia del trazado colonial.

 
Por el contrario, una vez transcurrida la media centuria y acercarse a la frontera del nuevo milenio, la visualización de la cartografía delata un dramático avance de San Cristóbal sobre el territorio. En los diferentes Censos de Población entre 1950 y 2001, se observa la dimensión del crecimiento alcanzado por San Cristóbal. A mediados del siglo XX, su población era de 53.933 habitantes, cifra que casi se triplica en 1971, hasta llegar a 247.496 en el año 2001. Adicionalmente, la ciudad experimenta un ensanche y extensión sin precedentes. Esta pequeña urbe se desborda de sus fronteras tradicionales, su crecimiento se hace incontenible, alcanzando los límites de otros núcleos (figura 1). Morfológicamente, el avance en el territorio se va realizando a saltos. Los distintos actores sociales van dejando su huella, según sus posibilidades e intereses.
 
Figura 1
La ciudad de San Cristóbal y su contexto inmediato


Una aproximación al estudio de San Cristóbal desde su cartografía

Entre los principales documentos utilizados para la realización de la investigación, se encuentra la cartografía. A partir del plano actual y en una revisión de levantamientos anteriores, ha sido posible realizar un recorrido por San Cristóbal, a través de su proceso de crecimiento y más evidentes transformaciones. Las realizaciones de los protagonistas de la construcción de esta ciudad —agentes públicos y privados— en la segunda mitad del siglo XX, ha sido posible obtenerla, en algunos casos, de primera fuente. Documentos de venta de terrenos ejidos y privados, permisos de construcción y correspondencia entre promotores inmobiliarios y autoridades del Concejo Municipal, han conformado instrumentos significativos para comprender su transformación. Por otra parte, el conocimiento de la ciudad actual demanda desentrañar ciertas características del antes y del ahora. Se ha requerido, por lo tanto, mirar retrospectivamente, con el fin de revisar aquellos aspectos fundamentales que han contribuido en su configuración. Una mirada que se extiende no mucho más allá de finales del siglo XIX. El primer levantamiento del área urbana elaborado en 1883, sólo comprende el trazado de las vías, junto a algunas referencias. Le siguen otros, con el mismo nivel de información. No es sino a partir de 1939, con la realización de la primera fotografía aérea, cuando se tiene una visión más completa de la configuración de la ciudad y su territorio.

Si bien la estructuración político-administrativa en parroquias no representa la forma más idónea de visualizar la ciudad, permite acotar ciertos datos, de los cuales podemos inferir los procesos de crecimiento y ocupación[1]. Actualmente, el municipio San Cristóbal está integrado por cinco  parroquias: San Juan Bautista,  La Concordia, Pedro María Morantes, San  Sebastián, y Francisco Romero Lobo, esta última de características eminentemente rurales. Una proporción de las cuatro primeras integran a la ciudad de San Cristóbal e indican las direcciones de la ciudad: norte, sur, este y oeste, respectivamente (figura 2).
 


Figura 2
L{imites parroquiales de la ciudad de San Cristóbal

La promoción inmobiliaria como objeto de estudio

Dentro de los disímiles enfoques para interpretar el crecimiento de las ciudades se ha elegido —a efectos de esta investigación— el relativo a la promoción inmobiliaria, en tanto mecanismo de producción de suelo. Su estudio ...es central y relevante y al menos de complementariedad obligatoria con el de la propiedad urbana para la correcta comprensión de los mecanismos de transformación del suelo urbano y de las nuevas formas surgidas[2].

A medida que se avanza en el siglo XX, la población sancristobalense, cada vez en aumento, demanda con mayor fuerza, la construcción de viviendas. Un proceso que forma parte de una imbricada red de relaciones en la que confluyen intereses de distintos actores: propietarios de suelo, promotores, constructores, habitantes y organismos públicos. Las escisiones realizadas al espacio temporal en el que se circunscribe la investigación, 1951-1970 y 1971-2000, permiten apreciar de forma comparativa las actuaciones de los agentes sociales a través de tres vertientes: la promoción privada, la iniciativa institucional y las realizaciones informales o zonas de barrios —como se les denomina en Venezuela—. Se enfatiza su localización en el territorio, en tanto factor condicionante de los cambios en la configuración de la ciudad.
 

Primeros esbozos de la promoción inmobiliaria. San Cristóbal antes de 1950

La intervención del Gobierno Nacional en materia de vivienda es clave, a partir de la década de los treinta. La separación entre los lenguajes profesional y popular comienza a hacerse presente. El ejercicio de la naciente profesión de arquitecto se vuelca al servicio del Estado y comienza a ejercer su influjo en el país. Experiencias surgidas desde Caracas a través del Banco Obrero[3] son puestas en práctica en diversas ciudades, entre ellas, San Cristóbal. No obstante, las primeras manifestaciones de este organismo preservarían dentro del conjunto, la imagen que había caracterizado a San Cristóbal durante siglos. Barrio Obrero, Barrio Militar y Urbanización Propatria constituyen las primeras muestras realizadas desde la actuación pública.

Barrio Obrero marca un hito en el crecimiento de la ciudad y afianza el ensanche de la estructura reticular al este. Conforma parte de un proceso de más de diez años que se inicia en 1936, cuando el Banco Obrero introduce un memorial en el Concejo Municipal para solicitar la adjudicación de terrenos ejidos, con la intención de construir viviendas.

El Banco Obrero adquiere quince lotes, de los cuales, siete son ejidos y ocho de propiedad privada. La repetición de tres modelos da cuenta de los inicios de la construcción seriada, se introducen nuevas formas de producción y de organización de la mano de obra. Se desarrolla el tema de la vivienda mínima, uno de los conceptos paradigmáticos de la ciudad planificada, de la vida moderna y de la residencia obrera[4]. Las vías, de trazado recto, son más amplias que en la retícula original; no obstante, siguen respetando la continuidad de la trama. La plaza, a manera de una manzana vacía, espacio por excelencia de la estructura tradicional, participa en la conformación de un conjunto urbano.

En la fotografía aérea de 1939, se aprecia la relevancia de Barrio Obrero en la extensión de la ciudad. El trazado de las incipientes calles  dentro del territorio, apenas marcado por el camino que conduce a Pirineos, da cuenta del carácter pionero que tuvo esta promoción realizada por el Estado.

A pesar del destino modesto que tendría, en sus inicios, este conjunto  de  viviendas, la zona donde se  localiza  Barrio Obrero comenzaría a consagrarse como el lugar más apetecido por el sector social en ascenso, la clase media profesional y comercial. Se encuentra en la línea de expansión natural de la ciudad, allí se ubican los terrenos de mayor calidad. Su vinculación directa con la ciudad construida hasta el momento, le proporciona la garantía del suministro de los servicios.

El Barrio Militar, otra iniciativa de la actuación pública, se localiza muy cerca de Barrio Obrero, en un área de 8.752,57 m2, equivalente a una manzana. El planteamiento urbano es diferente a los existentes, pero de ninguna manera interrumpe el crecimiento de la ciudad según la trama ortogonal. A manera de una comunidad autónoma, las calles tienen el principal cometido de aislar el barrio y propiciar mayor contacto con la naturaleza. La manzana es seccionada para dar lugar a cuatro sectores residenciales, de iguales dimensiones. Se asumen los elementos del barrio jardín referidos a esquemas periféricos de vivienda, con menos densidad y más espacios abiertos. Reafirma, conjuntamente con Barrio Obrero, la puesta en valor del sector donde se implanta.

Hacia 1946 se construye la urbanización Pro-Patria, en terrenos ejidos donados por la Municipalidad, al sur. Ajustada al modelo de trazado reticular, las manzanas varían su forma y dimensiones. En su esquema, esta agrupación de edificaciones unifamiliares rompe con la estructuración que había prevalecido, hasta el momento, en San Cristóbal, tal como ocurriría con el resto de La Concordia (figura 3).

Los trazados originarios de las ocupaciones surgidas desde la informalidad y la precariedad también se inician antes de 1950. Estos se localizan en la periferia inmediata del área considerada como urbana. En un principio constituyeron, apenas, una manera de extender la ciudad en la búsqueda del crecimiento hasta el infinito, como forma heredada de los habitantes originarios. El objetivo de completar la ciudad, característico de la estructura tradicional, induce, hasta la primera mitad del siglo XX, a la ocupación de los terrenos vacantes y subdivisión de predios dentro de los límites naturales de San Cristóbal. Una ocupación que había comenzado desde finales del siglo XIX. en los espacios pertenecientes a la quebrada La Parada, al norte, quebradas La Bermeja y La Potrera, al sur, así como los terrenos de topografía accidentada de la vertiente del río Torbes, al oeste.

Adicionalmente, no podemos dejar de referirnos a otros núcleos que, aunque incipientes y sin ninguna importancia para la ciudad en ese momento, han demostrado con su permanencia y crecimiento, la influencia que tiene cualquier formación de este tipo para la estructura de las ciudades. Se trata de pequeños focos de origen rural, surgidos a lo largo de caminos y que incentivarían en los propietarios de suelo, el parcelamiento e incorporación de sus fincas al proceso de crecimiento de San Cristóbal (figura 3).

Figura 3
Producci{on inmobiliaria antes de 1950

En la primera mitad del siglo XX, la construcción desde la iniciativa privada mantiene la lógica asociada a la estructura urbana predominante. Sus realizaciones se limitan a la ejecución de viviendas en los sitios señalados por la administración municipal, siguiendo la extensión de la trama reticular. Apenas se ensaya otro tipo de lenguaje en el aspecto formal. Viviendas aisladas en medio de grandes parcelas —las denominadas quintas— son introducidas en el paisaje urbano de San Cristóbal, a partir de los años treinta. A pesar de que las edificaciones se separan de la calle, diluyendo la compacidad de la trama —mediante amplios jardines— no plantean cambios en la dirección y forma que experimenta el crecimiento.

La urbanización Torbes constituye la excepción.  En este parcelamiento destinado a viviendas para la clase social más privilegiada de entonces, se manifiesta de un modo evidente, la ruptura con los esquemas que le anteceden. Allí se sintetizan los criterios asociados al barrio-jardín. Adicionalmente, marca una dirección en el crecimiento de San Cristóbal, al situarse más allá de del límite urbano natural que imponía la quebrada La Parada, al norte, aprovechando el trazado de la vía que comunica a San Cristóbal con la población de Táriba (figura 3).

 

Una intensa y determinante actividad inmobiliaria. 1951- 1970

En esta etapa emerge la construcción como actividad industrial y se convierte —al igual que en resto del país— en eje de desarrollo económico. Actúan agentes del sector privado y se imponen intereses de grupos económicos y políticos. San Cristóbal se convierte en objeto y el suelo urbano, en negocio. El mercado de la vivienda se segmenta espacial, económica y socialmente. Los grupos diferenciados adquieren en la comercialización del suelo, una expresión concreta. La localización geográfica sobre el tejido urbano, adquiere aún mayor significado, constituyéndose en símbolo de posición social.

En estas dos décadas, la Unidad Vecinal constituyó la única protagonista en materia habitacional, dirigida a las clases populares, en San Cristóbal. Esta situación lleva a afirmar que el crecimiento tan significativo que experimentó la ciudad en este período, no estuvo relacionado directamente a las actuaciones públicas en materia de vivienda, más allá de lo que se desarrollaría en el contexto inmediato de la Unidad Vecinal o de las fuerzas inmobiliarias que había desatado la finalización de las viviendas de Barrio Obrero, en las dos décadas anteriores.

La Unidad Vecinal, iniciada a mediados del siglo XX, es significativa por varias razones, entre ellas, por su extensión. Desarrollada en cinco etapas, entre 1954  y 1982, constituye el mayor desarrollo habitacional realizado por los organismos públicos. Su implantación en una superficie de 43,60 ha, expresa su relevancia en el conjunto de la ciudad, principalmente en el sector de La Concordia. Esta actuación pública resume todos los elementos esbozados en los paradigmas de la modernidad: construcción en altura, viviendas en serie, el concepto de unidad barrio.

Al inicio de su construcción, el sector donde se implanta se encontraba en franco desarrollo. El Ministerio de Obras Públicas, la Comisión Nacional de Urbanismo y la Municipalidad contemplaban dentro de su planificación, la construcción de importantes obras, entre ellas, la avenida 19 de Abril.

Ancestrales caminos hacia Los Llanos, al sur, en el sector de La Concordia, se habían convertido en catalizadores del proceso de ocupación informal, el cual se aceleraría a partir de la construcción de la Unidad Vecinal. La incorporación de nuevas tierras y la consecuente extensión de redes de infraestructura, atraería alrededor suyo otro tipo de ocupación, para el cual la ciudad no se había preparado.

Una vez que San Cristóbal traspasa el umbral del medio siglo, nos encontramos con un crecimiento significativo en el número de barrios. La mayoría de las grandes zonas que actualmente imponen su presencia en la ciudad, han tenido su origen en los años comprendidos entre 1951 y 1970. En estas dos décadas advertimos, reiteradamente, el surgimiento de asentamientos informales a partir de pequeños caseríos establecidos fuera del área urbana. Un reducido número de viviendas insertas en el medio rural terminan agrupándose y acogiendo en su territorio nuevos habitantes. De esta manera, se da forma a los núcleos iniciales de las zonas de barrios que se observan actualmente. En otros casos, se trata de ocupaciones incipientes, apoyadas en la existencia de caminos, que les comunican con la estructura constituida.

Conforman un grupo particularmente importante, las zonas de barrios originadas de las invasiones de que son objeto los terrenos propiedad del municipio, en este período. La caída del gobierno dictatorial de Marcos Pérez Jiménez, en 1958, desata en Venezuela, una serie de libertades que habían estado reprimidas. En aras de la democracia que recién se estrena, los gobernantes estadales y municipales ignoran una realidad que si bien no es nueva, ha comenzado a multiplicarse.

Grandes extensiones de terrenos ejidos, localizados principalmente en el sector de La Concordia, son ocupadas por crecientes sectores de escasa solvencia económica, conformados por inmigrantes colombianos, obreros o bien, campesinos recién llegados del medio rural. Obviamente, estos terrenos por su cercanía a las facilidades del área urbana o por las expectativas creadas con la intervención del Estado, en la construcción de obras públicas y desarrollos de vivienda, se erigen en contexto propicio para las invasiones.

Existe otro grupo integrado por aquellas zonas de barrios cuyos emplazamientos están marcados —desde sus orígenes— por la escogencia de los espacios pertenecientes a los cursos de agua. El medio físico de San Cristóbal, signado por el curso del río Torbes y la profusa red de quebradas, han configurado el crecimiento de una gran proporción de barrios.

A la par de la conformación de los asentamientos informales en este período, es importante destacar el surgimiento de la actividad inmobiliaria desde el sector privado. Las primeras manifestaciones de la promoción de viviendas en la esfera privada, apuntan a grandes realizaciones que suponen operaciones muy lucrativas para propietarios del suelo y empresas constructoras. Diversos dispositivos y estrategias puestos en práctica, conllevan a proyectos, permisos y alianzas entre funcionarios del poder público nacional o regional, la administración municipal y el sector privado. Grandes y pequeñas haciendas, así como otra cantidad no desestimable de parcelas de diferente tamaño, ingresan en el mercado inmobiliario. Una oferta de suelo que, en algunas ocasiones, se encuentra fuera del área considerada como urbana o está destinada a otros usos en los planes respectivos.

El período comprendido entre los años cincuenta y setenta constituye el lapso de actuación de los grandes promotores, en cuanto al significado cualitativo de sus realizaciones. Con ellas, se definen los diferentes ámbitos residenciales de la ciudad y se establecen las directrices del crecimiento que asume el espacio urbano. La naciente profesión que se había iniciado al servicio del Estado, comienza a ejercer su influjo en la ciudad, bajo los dictámenes del mercado inmobiliario. Empresas constructoras se crean y consolidan a partir de los años cincuenta.

En este período de cambios trascendentales para la arquitectura y el urbanismo, como no podía ser de otra manera, se adopta el lenguaje del Movimiento Moderno. Se conforma en la ciudad una nueva forma de habitar. A la urbanización Torbes, le siguen las urbanizaciones Las Lomas en 1957 y Pirineos en 1960, al  norte y este, respectivamente. Bajas densidades con parcelas de más de 500 m2, dentro de diseños libres, independientes de la trama de la ciudad. Casas individuales con amplios jardines, vías de acceso de generosa sección y arborizadas, se imponen como características.

Llama la atención el tiempo transcurrido entre la Urbanización Torbes y las que le siguen. A pesar del aumento de población que, obviamente, había comenzado a ejercer presión sobre la ciudad, la actuación del sector privado era todavía irrelevante. Las operaciones inmobiliarias no surgirían de la inmediatez, ni de la temeridad; no se correrían riesgos. El propietario de grandes extensiones de terrenos que emerge como promotor privado se mantiene a la espera de la mejor oportunidad para actuar. El momento llega, al fin, de manos del Estado, inversiones que se materializan en equipamiento y, sobre todo, en infraestructura vial.

En este boom de la construcción, que alcanza su tope máximo en la década de los setenta, propietarios de terrenos y empresas de promoción inmobiliaria, son las más beneficiadas. Constructoras como Esfega, Urbanizadora Táchira C.A., Urbanizadora Pirineos S.A., Cofinca, Constructora Los Andes, Constructora Orinoco, Incasa, entre otras, conformarán una élite dentro del empresariado tachirense.

Estas firmas se vinculan no sólo a la construcción de viviendas, se involucran además en proyectos y ejecución de estaciones de servicio, industrias, depósitos, clubes, casas comerciales, bancos, centros de hospitalización, iglesias. Un conjunto de realizaciones que necesita la ciudad en su expansión y desarrollo. La excepción la constituye la Urbanizadora Pirineos S.A., la cual se concentra en un solo desarrollo de viviendas, aunque de una magnitud e importancia, como no tiene ningún otro.

Efectivamente, con esta expresión de la actuación privada en San Cristóbal, se acelera un proceso urbanizador que tendrá su repercusión no sólo en la actuación privada sino pública. La adquisición de los terrenos adyacentes por parte del Banco Obrero y posterior ejecución de programas de viviendas, conforma uno de los aspectos más interesantes en la expansión de la ciudad hacia el este, en el ámbito de la Parroquia Pedro María Morantes.

Una superficie de 90,39 ha es dividida en cinco sectores: noroeste, noreste, suroeste, sureste y Bajumbal. Los tres primeros son desarrollados, según proyecto conformado el 4 de octubre de 1965. Posteriormente se les anexa los sectores sureste y Bajumbal, este último, separado del resto de la urbanización Pirineos[5].

La urbanización Las Lomas, cuyo parcelamiento es aprobado el 1° de febrero de 1957, se encuentra localizada al norte, en jurisdicción de la parroquia San Juan Bautista. Ocupa más de 53 ha, sigue la lógica que ha originado la implantación de las realizaciones privadas. Se apoya, al igual que lo hizo en su momento la urbanización Torbes, en la principal vía de comunicación con la cercana población de Táriba, la avenida Libertador.

La urbanización Los Naranjos, localizada al norte, en el sector de Pueblo Nuevo, en las adyacencias de la quebrada La Parada, constituye otra de las realizaciones desde la promoción privada, en la cual se involucran empresarios de la construcción, de reiterada presencia en la ciudad. Los terrenos, propiedad de Edgar Espejo y Rafael Ferrero Tamayo, son adquiridos por éstos en la década de los cincuenta, con el claro propósito de urbanizarlos. La construcción de la circunvalación este, propuesta en el Plano Regulador y que había comenzado a materializarse con la realización de la avenida 19 de Abril, así como el proyecto de conexión con la circunvalación norte —vía nunca realizada— influye obviamente, en esta decisión[6].

Al sur, paralelamente a la construcción de la Unidad Vecinal, que estaba siendo ejecutada por el Banco Obrero —desde los 50— el gobierno local realizó el trazado y parcelamiento de la urbanización Municipal, la cual se denominaría más adelante, urbanización Mérida. Localizada en terreno ejido al sur de la avenida 19 de Abril, se comporta como un elemento integrador en un sector de La Concordia. Un conjunto de 205 parcelas, cuyas áreas oscilan entre 500 y 1.000 m2,fueron adquiridas a partir de 1955. Las viviendas del tipo aisladas, fueron proyectadas y construidas individualmente, bajo la responsabilidad de sus dueños. La concepción del parcelamiento y tipo de vivienda a construir, orientó la solución habitacional hacia estratos medios y altos de la población sancristobalense, muy a pesar de la intención original del proyecto[7].

Esta no sería la única experiencia habitacional que intentaría el Gobierno Municipal y que luego pasaría totalmente al sector privado. En Pirineos y Los Naranjos, se haría otro tanto. En el primer caso, parte de un terreno otorgado en comodato por el Banco Obrero al Concejo Municipal es desarrollado por una empresa privada, a pesar de que originalmente el proyecto había sido iniciado por el gobierno local. Esta empresa se benefició directamente de la plusvalía generada por otras realizaciones emprendidas por los sectores público y privado. Es el origen de las urbanizaciones Altos de Pirineos y los conjuntos residenciales Oriental I y II[8].

En el parcelamiento de Los Naranjos, sobre terreno adquirido por el Concejo Municipal, éste realizaría un proyecto de urbanismo destinado a veintitrés viviendas[9]. Sin embargo, su ejecución estaría a cargo de Incasa, empresa constructora que desarrollaría, al mismo tiempo, los terrenos adyacentes en los años setenta.

Las primeras realizaciones del sector privado, en materia de vivienda, no sólo son notables desde el punto de vista de la transformación que suscitan en San Cristóbal. Propician el surgimiento de los grandes y pequeños promotores, importantes y menos relevantes empresas constructoras que contribuyen a desencadenar el negocio inmobiliario. Algunas de ellas, a la sombra de las actuaciones públicas, salen fortalecidas de las nuevas oportunidades que brinda la construcción de viviendas.

Aunque el ámbito de actuación en las primeras grandes realizaciones de vivienda, lo constituye las áreas periféricas de la ciudad, algunas de estas firmas también lo hacen al interior del área tradicional, es decir, de la ciudad existente. Con el avance de la tecnología y nuevos materiales, emergen los edificios exclusivos para oficinas o combinados con el uso residencial. Son elementos individualizados dentro de la trama ya existente. Construcciones de cuatro y más pisos, se perfilan en el espacio sancristobalense como una nueva manera de ocupar el suelo.

En esta lógica, nos encontramos con una actividad de construcción muy importante localizada en las inmediaciones de la Plaza Bolívar, La Ermita, Quinta y Séptima avenidas. Estos sectores son sometidos a procesos de reproducción del suelo urbano, a través de  actuaciones que contribuyen a reforzar la centralidad y elevar la renta.

La extensión de la ciudad hacia el este, originada apenas dos o tres décadas antes, se refuerza con la construcción de edificaciones, principalmente de carácter residencial. El perfil de la propiedad del suelo, en su mayoría de origen municipal, no impide este proceso de construcción, antes bien lo acelera[10]. Adicionalmente, se crean grandes expectativas de venta de los terrenos ejidos por parte del organismo de administración local.

Hacia el sur, en la parroquia La Concordia, las operaciones inmobiliarias desde el sector privado, también revisten gran importancia, aunque no están dirigidas a la función residencial. Se construyen las sedes de los principales servicios industriales y de comercio, un uso que se instalaría definitivamente en este sector.

Los terrenos localizados entre las quebradas La Potrera y La Bermeja, también son objeto de lotificación y venta. Los parcelamientos de El Pinar y Las Acacias, ofertados a la clase media y profesional, se implantan en el lugar destinado a un gran parque, según los lineamientos del Plano Regulador.

Al norte, surge por iniciativa privada, la zona industrial de Las Lomas, uso que comienza a adquirir una mayor presencia, apoyado en la avenida Libertador. Se tramitan algunos permisos de construcciones, principalmente viviendas, en los sectores de Pueblo Nuevo y La Guayana (figura 4).
 
 

Figura 4
Producci{on inmobiliaria hasta 1971



La actuación inmobiliaria incorpora nuevos espacios (1971-2000)

La década de los setenta constituyó un período de especial importancia para la industria de la construcción venezolana. En estos diez años, se ejecutó el mayor número de unidades habitacionales de interés social. Realizaciones de especial significación para la expansión de la ciudad, son las ejecutadas en el sector de Pirineos, al este.

Los desarrollos promovidos por el Estado responderían en su diseño y concepción, tanto urbanístico como edificatorio, a las diferentes políticas de vivienda, asumidas de manera general para todas las ciudades del país. Dentro de estas políticas, se acogieron los modelos y las técnicas constructivas que estaban en boga para el momento. Se adoptó la racionalización, normalización, se incorporaron sistemas prefabricados, principalmente en los proyectos a gran escala.

Las urbanizaciones Pirineos I y II, con 21,18 y 22,12 ha respectivamente, fueron ejecutadas por el Inavi[11] en los terrenos adquiridos por el Banco Obrero en 1962. Constituyen, conjuntamente con la urbanización Pirineos —de promoción privada— y las Residencias Quinimarí, los grandes protagonistas de la expansión de San Cristóbal, hacia el este, en este período.

Esta zona se había erigido, desde la década de los sesenta, como una de las más apetecibles para vivir. Allí se posaron las miradas, tanto del sector público como del privado. Su accesibilidad, facilitada por la construcción de la avenida 19 de Abril, así como las condiciones climáticas y visuales —se trata de la zona más alta de la ciudad— impulsaron su desarrollo. Factores que, al mismo tiempo, intervinieron sobre la localización de un creciente número de familias de medio y alto poder adquisitivo.

Al norte, Villa Olímpica, Los Teques y Los Guásimos, conforman las manifestaciones del quehacer público más destacables en materia habitacional, en esta dirección. Éstas constituyen apenas unos resquicios dentro de la totalidad. La anarquía constituye la principal característica de esta zona. Se evidencia una marcada ausencia de articulación, apoyada en una vialidad que le permita integrarse más fácilmente a la estructura urbana.

Entre los desarrollos promovidos por el Estado que incidieron de manera directa en la ocupación del suelo, al suroeste, debemos destacar a la urbanización San Sebastián, ejecutada en 1970 por Fundatáchira y el Concejo Municipal. Su localización, en un sector que venía siendo ocupado de manera anárquica, aceleró la construcción de viviendas a cargo del sector informal. En pocos años quedaría rodeada por la zona de barrios de mayor extensión que posee la ciudad y que se conoce como 23 de Enero. Inserta en el mismo sector se encuentra Fapet, conjunto de viviendas destinadas a integrantes de las Fuerzas Armadas Policiales del Estado Táchira.

Otras actuaciones públicas, al suroeste de San Cristóbal, se encuentran representadas por Cuesta del Trapiche, Andrés Bello y Rómulo Gallegos realizadas en la década de los setenta; San Francisco, en los ochenta y Los Arbolitos en los noventa. Todas estas urbanizaciones se encuentran insertas en las zonas de barrios y resulta difícil, en algunos casos, establecer la diferencia que pudiera existir, entre ambos orígenes en la producción del suelo.

Si bien, la existencia de la antigua carretera a Los Llanos, había generado una ocupación muy incipiente, la construcción de estas urbanizaciones, aceleró la apropiación de los terrenos aledaños, por parte del sector informal. La existencia de mayores extensiones de terreno con mejor disponibilidad, en el sector de La Concordia —por tratarse de terrenos ejidos— lejos de propiciar algún tipo de programa o plan desde la gestión pública, incentivó con más fuerza, el surgimiento de zonas de barrios.

El predominio de propiedad privada y la escasez de suelo dentro del perímetro urbano, a precios aceptables, ha constituido una de las mayores dificultades para la realización de nuevos programas de vivienda. Los terrenos adquiridos por el Inavi en las tres últimas décadas, se han localizado en zonas cada vez más alejadas de la ciudad, en espacios considerados como rurales, lo que ha propiciado el crecimiento a saltos en el territorio. Desarrollos en jurisdicción de los municipios Guásimos y Cárdenas, al norte, y en el municipio Torbes, al sur, han incidido en la conurbación que actualmente adquiere presencia entre estos ámbitos político-administrativos vecinos.

Como una de las consecuencias más destacables de la actuación pública sobre la expansión de la ciudad, debemos referir a la experiencia de las urbanizaciones desarrolladas por el Inavi en la hacienda San Josecito[12]. Construidas en las décadas de los setenta y ochenta, propiciaron a su alrededor, el surgimiento de asentamientos espontáneos de considerable extensión. La magnitud de la ocupación llegó a conformar un pueblo dormitorio, cuyos habitantes dependen económicamente de San Cristóbal.

A partir de 1971, el surgimiento de nuevas zonas de barrios, al interior del área urbana de San Cristóbal, ha sido proporcionalmente menor; no obstante, es destacable la extensión y densificación que siguen experimentando los núcleos originarios. El agotamiento de terrenos dentro del municipio San Cristóbal, ha marcado la conformación de brotes espaciales de informalidad, hacia el norte y sur, en los municipios Cárdenas y Torbes, respectivamente.

Un pequeño grupo lo constituyen los asentamientos surgidos al borde de caminos que se han ido integrando a la estructura urbana, una vez que la ocupación formal ha avanzado en el territorio. En cuanto a la invasión de terrenos localizados en los derechos de vías más importantes, que si bien se manifiesta en este período, como casos aislados en el ámbito del municipio San Cristóbal, se ha venido repitiendo, más recientemente, en municipios vecinos, acentuando el proceso de conurbación de sus poblaciones.

El río Torbes, elemento fronterizo del espacio urbano, al oeste, se ha convertido en el más importante eje de crecimiento. Sus vertientes, constituyen el lugar escogido para habitar por quienes han venido construyendo la ciudad, en las últimas décadas. Una construcción que evidencia una dirección y, a la vez, estructura física, visual y socialmente a San Cristóbal. En su transcurrir, el río se comporta como un elemento unificador.

En las promociones privadas también se suscitan cambios. La presión sobre el suelo urbano conduce, para finales de la década de los setenta, a una redefinición de su patrón de ocupación. La ley de Propiedad Horizontal entra en vigencia. Surgen los conjuntos multifamiliares y agrupaciones para usuarios de estratos medios. Se financian y construyen grupos de viviendas, configurando nuevos modos de ocupación del espacio urbano, traducidos en patrones, hasta ahora desconocidos. Entre 1977 y 1981 se permisa la construcción de 6.631 apartamentos y sólo 810 viviendas unifamiliares[13].

A partir de la década de los ochenta, los conjuntos residenciales de carácter homogéneo, agrupaciones cerradas con accesos únicos restringidos, se popularizan cada vez más, como respuesta a la inseguridad urbana. Se reproducen ambientes introvertidos que se aíslan de la ciudad. Profesionales de las carreras de arquitectura e ingeniería toman partido en el lucrativo negocio inmobiliario, a través de la asociación con propietarios de terrenos y desarrollan estos tipos de vivienda, que surgen de manera indiscriminada. La cuantificación que hemos hecho, basados en los datos aportados por la Alcaldía del municipio San Cristóbal, nos refiere a una localización más notoria, al norte, en el ámbito de la parroquia San Juan Bautista, con más de un ochenta por ciento.

Su integración a la trama urbana, se concreta de modo diferente. Si aquellas primeras urbanizaciones —las realizadas en las décadas de los cincuenta y sesenta—modificaron el paisaje, a través de nuevos lenguajes urbanos y arquitectónicos, cuyas huellas se pueden visualizar fácilmente en el plano de la ciudad, estas nuevas realizaciones se apropian ávidamente de los intersticios urbanos, convirtiéndolos en superficies, sólo accesibles para quienes residen en ellos. La ciudad se va construyendo a retazos. Se rompe con el icono tradicional de continuidad en el espacio construido y de alineación de las edificaciones en torno a un eje de calle.

Es verdad que algunos son muy pequeños y no causan mayores estragos a la estructura de la ciudad; sin embargo, conforman elementos ciegos que aportan una imagen retraída y no permiten la integración de los habitantes. Apreciamos la notoriedad que han adquirido en San Cristóbal: las rejas, los muros, las garitas de vigilancia y nos hacemos eco de la expresión de Samper para referirse a Bogotá ...al espacio público sólo se le ofrece la fría continuidad de una reja y porterías que ponen distancia entre ellos y la ciudad[14].

La creciente demanda que han generado, ha desatado las apetencias de los propietarios de terrenos, sea cual sea su localización, tamaño o condiciones. La construcción y comercialización se realiza en un solo proceso. Se ha tornado muy común, la creación de una sociedad o firma para cada promoción y liquidarlas cuando se ha logrado el objetivo que se pretende. Es por ello que profesionales de la arquitectura e ingeniería, los encontramos asociados a diferentes empresas (figura 5).

Figura 5
Producción inmobiliaria hasta el 2000

A manera de conclusiones

En las escisiones temporales que hemos realizado para facilitar la comprensión del crecimiento de San Cristóbal, nos encontramos con expresiones físicas de las actuaciones inmobiliarias, las cuales operan como propiciadores de importantes cambios a partir de 1950. La forma urbana no ha sido sólo producto de las condicionantes geográficas, se ha perfilado como la suma de estas actuaciones físicas que, en diferentes contextos temporales, han dejado su impronta en el territorio.

Los desarrollos promovidos desde el sector público han ido disminuyendo paulatina y significativamente su presencia en el área urbana de San Cristóbal. El suelo urbano o con mayores posibilidades de ser calificado como tal, ya inserto de lleno en el juego del mercado, se constituyó en un bien inalcanzable para destinarlo a la construcción de viviendas con fines sociales. A partir de la década de los ochenta, se ha enfatizado la localización de los desarrollos de viviendas de promoción pública, en las áreas periurbanas de San Cristóbal, trasponiendo los límites jurisdiccionales, municipios Guásimos, Cárdenas y Torbes. Situación que ha acentuado la expansión de la ciudad, según el eje norte-sur, conformando una conurbación claramente perceptible.

La actuación inmobiliaria privada se ha ido adueñando del espacio urbano, marcando una localización precisa, la cual se ha acentuado en la parroquia San Juan Bautista, al norte. Las facilidades en cuanto a accesibilidad y estimación social, impuesta desde la década de los cincuenta a gran parte de la Parroquia Pedro María Morantes, como consecuencia de la construcción de la urbanización Pirineos, ha otorgado un valor agregado al sector en comparación a otros lugares de la ciudad.

Por el contrario, al suroeste y noroeste de la ciudad, se localizan grandes extensiones de barrios. Se trata de un paisaje dominado por la precariedad que revela aspectos relacionados con la apropiación y producción del suelo. Propiedad del suelo e intervenciones muy puntuales por parte del Estado, van a influir de manera determinante en la localización de los estratos con menos posibilidades de acceder al mercado formal de la vivienda.

Justamente, este grupo, menos aventajado social y económicamente, deberá buscar otros modos de apropiación del espacio, la invasión y la adquisición de suelo fraccionado ilegalmente por los propietarios de fundos y haciendas localizados en áreas periféricas, aún desligadas de la ciudad y sus servicios. Una respuesta que alcanzará proporciones importantes dentro del espacio sancristobalense, constituyéndose en una de las más reveladoras características de la ciudad actual.
 

Notas
 

[1] Hasta 1988, el estado Táchira estuvo dividido políticamente en distritos y éstos, a su vez, en municipios. A partir de esa fecha, cambiaron su denominación por municipios y parroquias, respectivamente.
 
[2]  Vilagrasa. 1986, p. 160.
 
[3] Institución creada en 1928 para facilitar a los obreros pobres la adquisición de viviendas económicas.
 
[4] El tema del II Congreso de Arquitectura Moderna en 1929 “La vivienda para el mínimo nivel de vida” giraba en torno a las normas mínimas de habitación para la población obrera de la ciudad.
 
[5] La localización de Bajumbal, adyacente al barrio Libertador y urbanización Sucre, asentamiento espontáneo y de viviendas de interés social,  respectivamente, le asignaría a Bajumbal, el calificativo de conjunto de lotificación popular, razón por la cual, sus terrenos se cotizarían a más bajo precio.
 
[6] Se trata de compras realizadas por etapas, la primera de las cuales está registrada el 2 de septiembre de 1953, apenas unos tres meses después de haberse aprobado el Plano Regulador.
 
[7] En oficio del Ingeniero Municipal leído en sesión ordinaria de fecha 23 de septiembre de 1952, se sugiere reservar 150 parcelas como mínimo para ser adjudicadas a personas que estén ocupando zonas de conservación de quebradas, áreas verdes o para ensanche o apertura de avenidas. Cfr. Méndez. 1996, s/p.
 
[8]El terreno donde se implantan estas urbanizaciones fue vendido inexplicablemente por el Instituto Nacional de la Vivienda —antes Banco Obrero— a la Urbanizadora Oriental S.A., el 15 de febrero de 1977, como consta en Documento 52, Tomo 4°, Protocolo 1°.
 
[9] Este terreno tenía un área de 11.098,74 m2 y lo había adquirido la municipalidad en junio de 1950, según se hace constar en Documento N° 1, Tomo III, Protocolo 1°.
 
[10] En los documentos de arrendamiento de estos terrenos, se enfatiza la obligatoriedad de construir en corto tiempo para seguir gozando de este beneficio.
 
[11] Organismo creado en 1974 para sustituir al Banco Obrero.
 
[12] Sector localizado en el municipio Torbes, antes perteneciente a la parroquia La Concordia, el cual adquirió autonomía político-administrativa, a partir de 1995.
 
[13] Ministerio de Desarrollo Urbano. 1984,  p. 292.
 
[14] Samper. 1997, p. 54.

 

Bibliografía

ÁLVAREZ, A. Modelos de Desarrollo Urbano. De la ciudad compacta al metropolitano disperso. En ÁLVAREZ, A. y VALVERDE, F. (coord.). Ciudad Territorio y Patrimonio, Materiales de investigación II. México: Universidad Iberoamericana de Puebla,  2004, p. 227-261.

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Ficha bibliográfica:

PÉREZ DE MURZI, T. Transformación territorial de San Cristóbal (Venezuela) en la segunda mitad del siglo XX. Un proceso y diferentes autoresScripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales.  Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2006, vol. X, núm. 218 (41). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-218-41.htm> [ISSN: 1138-9788]
 
 

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