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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. 
ISSN: 1138-9788. 
Depósito Legal: B. 21.741-98 
Vol. X, núm. 218 (74), 1 de agosto de 2006 


EL TERRITORIO OBRERO. LOS SINDICATOS Y LA REESTRUCTURACIÓN
DE LA NACIÓN MEXICANA DURANTE LA REVOLUCIÓN DE 1910.

Anna Ribera Carbó
Dirección de Estudios Históricos/INAH 


El territorio obrero.  Los sindicatos y la restructuración de la nación mexicana durante la revolución de 1910 (Resumen)

Los trabajadores urbanos, en el transcurso de la Revolución Mexicana de 1910, impulsaron su organización sindical en una Confederación Nacional de Trabajadores a partir de la creación de redes territoriales construidas desde organizaciones locales vinculadas a la Casa del Obrero Mundial en la Ciudad de México

Palabras clave: organización sindical. México, revolución mexicana, redes territoriales.


The working class territory.  The labor organizations and the mexican nation restructuration during the 1910 Revolution (Abstract)

During the Mexican Revolution, urban workers tried to create a national labor organization, using the territorial network created by local organizations linked to the Casa del Obrero Mundial in Mexico City.

Key words: labor organization, Mexico, Mexican Revolution, territorial network.


En el transcurso de la Revolución Mexicana de la década de 1910, los sectores populares cobraron un protagonismo que los colocó, súbitamente, como actores sociales colectivos con poder político, en la nación de ciudadanos que la Reforma Liberal había empezado a construir en la segunda mitad del siglo XIX. En el plano jurídico estos nuevos actores encontraron su lugar en los artículos 27 y 123 de la Constitución de 1917. Su poder político se consolidó unos años antes, con la expansión de la influencia de la Casa del Obrero Mundial –la principal organización de trabajadores de la capital- a partir de redes territoriales construidas con el concurso de las organizaciones obreras del resto del país. En otras palabras: el poder y la presencia política de los trabajadores mexicanos se consolidaron en la medida en que estos fueron capaces de crear vínculos internos de carácter territorial. La manera en que lo hicieron es el tema de estas páginas.

  La Casa del Obrero Mundial se fundó en 1912 inspirada en las ideas del anarcosindicalismo. Sus objetivos fundamentales fueron la educación de los trabajadores y de sus hijos y la organización en sindicatos que, empleando los métodos de la acción directa, consiguieran mejoras en las condiciones de vida en tanto se lograba construir la sociedad libertaria.

  Asida al principio apoliticista del pensamiento anarquista, la Casa logró sortear las dificultades y los obstáculos que le opusieron el gobierno democrático del presidente Madero y, más adelante, el antidemocrático del dictador Victoriano Huerta. Cuando éste fue derrotado por los ejércitos campesinos del norte y del sur y las distintas facciones revolucionarias se enfrentaron entre sí, la Casa del Obrero Mundial optó por vincularse a una de ellas, la constitucionalista. Múltiples y complejas razones explican esta decisión, sin embargo interesa destacar aquí la que tiene que ver con la expansión territorial.

  El 17 de febrero de 1915 la Revolución Constitucionalista y la Casa del Obrero Mundial firmaron un Pacto en el que a cambio de apoyo militar y propagandístico, los trabajadores obtenían el compromiso “de mejorar por medio de leyes apropiadas la condición de los trabajadores” y la posibilidad de hacer “propaganda activa” y de establecer centros y comités revolucionarios que promoverían la organización de las agrupaciones obreras en todo el territorio bajo dominio constitucionalista. [1] Es decir, el Pacto les permitiría extender por el país las ideas de organización y lucha anarcosindicalista que contribuirían a crear las condiciones propicias para realizar la revolución social.

  El apoyo militar se prestó con la integración de seis batallones de obreros, llamados Batallones Rojos, organizados en la ciudad de Orizaba. La labor propagandística se realizó por medio del periódico Revolución Social, así como de delegados que habían de recorrer el territorio bajo dominio constitucionalista, haciendo difusión de su causa, así como labor de organización sindicalista. Sus instrucciones eran ponerse en contacto con la autoridad civil o militar y explicarle el objeto que animaba a la Casa para realizar efectiva y rápida propaganda entre las clases obreras y celebrar pláticas con grupos de trabajadores para explicarles la situación del país y fundar una Casa del Obrero Mundial local con los mismos fines que la de México: impulsar la acción sindical, los estudios sociales y la labor revolucionaria, procurando inclinar a la prensa local a favor de la Casa del Obrero Mundial. [2]

La labor de estos propagandistas tuvo un efecto inmediato. Casas del Obrero Mundial se organizaron, en unos cuantos meses, en Tampico, Hermosillo, Mérida, Guadalajara, Orizaba, Colima, Oaxaca, Pachuca, Monterrey, Querétaro, San Luis Potosí y Acapulco, así como en Córdoba, Jalapa, San Andrés Tuxtla, Tlacotalpan, Villahermosa, Tlaxcala, Puerto México, Tapachula, Puebla, Guanajuato, Celaya, Aguascalientes, Zacatecas, Irapuato, León, Ciudad Victoria, Saltillo, Torreón y Chihuahua. En esta labor la Casa recibió el apoyo de los comandantes militares locales, siendo sus comisiones especialmente bien recibidas por algunos constitucionalistas como Salvador Alvarado en Yucatán y Basilio Vadillo en Colima. [3]

Inmediatamente después de tomar el control de Yucatán, el sonorense Alvarado reconoció la legalidad de los antiguos sindicatos, integrados fundamentalmente por trabajadores ferroviarios y portuarios, empleados de servicios y artesanos, que habían empezado a organizarse desde finales del porfiriato. Otorgó subsidios a los trabajadores siderúrgicos alentándolos a la sindicalización y en las primeras semanas de su gobierno se formaron los sindicatos de tipógrafos, meseros de restaurantes, trabajadores de la cerveza, los cigarros y las confiterías. [4] Desde abril de 1915 Alvarado promovió la formación de una filial de la Casa del Obrero Mundial en Mérida. Nueve meses después estaba firmemente establecida y había registrado 418 sindicatos, antiguos o de reciente formación, incluyendo algunos en otros centros urbanos como Motul y Valladolid. Por medio de la Casa, Alvarado alentó la participación de los trabajadores en la política local y estatal, usándolos como bases de apoyo en su política de reformas. [5]

Por su parte, el constitucionalista Basilio Vadillo participó desde junio en la creación de una Casa del Obrero Mundial en Colima, ayudando a los propagandistas a conseguir un local para la organización en la divulgación de ideas obreristas, así como en la integración de los trabajadores colimenses. Para septiembre la Casa funcionaba llevando a cabo una intensa labor de reclutamiento, incorporando a los trabajadores de hilados y tejidos, electricistas de la Compañía Hidroeléctrica Occidental, empleados del Ferrocarril Urbano de Colima, estibadores del puerto de Manzanillo, asalariados de talleres artesanales y pequeños establecimientos industriales y comerciales, y a empleados públicos quienes conformaron una “fuerte organización obrera nunca antes vista en la entidad colimense”. [6]

De manera más modesta se instaló la Casa del Obrero Mundial en Tampico, donde rentaba para sus oficinas la parte baja de una casa intervenida por el Ejército Constitucionalista. La actividad de los delegados de la Casa que llegaron al puerto en marzo de 1915 fue un importante agente catalizador de los trabajos de organización, que repercutió más allá de la creación de los sindicatos, penetrando en el ambiente social de los obreros. Los delegados, encabezados por Casimiro del Valle, difundieron las ideas del anarcosindicalismo, “instruyendo acerca de las ventajas y beneficios de formar sindicatos de resistencia que exigieran a los patrones aumentos salariales y mejoras en las condiciones de trabajo, y que lucharan para la transformación de la sociedad, eliminando el capital, el clero y el Estado”. [7]

Además de la organización sindical, la Casa impartió conferencias de orientación anarcosindicalista, y a pesar de su alianza con el constitucionalismo, predicaba acerca de lo perjudicial de cualquier forma de gobierno. Exhortaba a los trabajadores a evitar la ayuda o arbitraje de los representantes del Estado, apostando en cambio por la acción directa: “dejémonos de ser débiles, aislados; unifiquémonos y con nuestra fuerza hagamos temblar el universo”. [8]

El periódico semanal Revolución Social incluyó informes acerca de “la labor de la Casa del Obrero Mundial en el campo de la idea y de la lucha armada” que se realizaba por todo el país. La comisión encargada de hacer propaganda en Querétaro y Zacatecas organizó un mítin en el Teatro Iturbide de la capital queretana el 9 de mayo; los comisionados en Guadalajara iniciaban sus trabajos con “éxito halagador”; en Jalapa, además de un mítin, hubo pláticas con los diferentes grupos organizados de obreros y se comenzaron trabajos de propaganda revolucionaria en los pueblos cercanos. En Silao, Pachuca y Oaxaca se trabajó activamente y los comisionados de Tapachula solicitaban urgentemente “toda clase de documentos y decretos, pues pueblo muéstrase ansioso”. [9]

El ímpetu propagandístico de mayo continuó en junio: en San Juan del Río, en Tulancingo, en Huamantla, en Tonalá, los comisionados hicieron labor de difusión. En Morelia se abrió la Casa del Obrero Mundial desde el 24 de mayo con “grandioso éxito” de los sindicatos de sastres, pintores, canteros y albañiles. [10]

La apertura de Casas del Obrero siguió un procedimiento muy concreto: al llegar a una ciudad, los representantes de la Casa utilizaban el apoyo oficial para organizar una filial. Posteriormente hacían un llamamiento a la huelga, generalmente por salarios más altos, reconocimiento del sindicato y jornada de ocho horas. Si la huelga se ganaba, cosa probable dado el apoyo del comandante militar de la zona, la rama recién creada de la Casa se convertía enseguida en el centro de los obreros organizados. La organización laboral progresaba rápidamente en los territorios controlados por el constitucionalismo. El Heraldo de México sostenía que en la primera mitad de 1915 “una fiebre de sindicalismo” arrasaba el país. [11]

La labor de propaganda no estuvo exenta de obstáculos y peligros, como fue en el caso de Oaxaca en donde en mayo los miembros de la comisión de propaganda fueron detenidos en la segunda inspección de policía. Dos de los comisionados lograron escapar de la cárcel pero los otros cinco fueron sacados de la prisión y asesinados. [12]

En el transcurso de la primavera de 1915 las fuerzas constitucionalistas derrotaron a la División del Norte de Pancho Villa y en el verano recuperaron la capital del país. La Casa del Obrero Mundial se instaló en la que había sido la elegante sede del Jockey Club, la Casa de los Azulejos, y desde ahí continuó su labor de organización sindical. Todavía el 17 de noviembre de 1915 la secretaría de Gobernación constitucionalista emitió salvoconductos a numerosos miembros de la Casa del Obrero Mundial, comisionados para hacer propaganda revolucionaria entre la clase trabajadora, instruyendo a las autoridades civiles y militares a prestarles todas las facilidades que “exija el mejor cumplimiento de la misión que tiene encomendada en bien del pueblo, cuya liberación y mejoramiento persigue la causa constitucionalista”. Los propagandistas comisionados salieron con rumbo a Yucatán, Campeche, Oaxaca, Guerrero, Guanajuato, Querétaro, Estado de México, Jalisco, Colima, Territorio de Tepic, Durango, Aguascalientes, Zacatecas, Sonora, Sinaloa, Territorio de Baja California, Chihuahua, Nuevo León, San Luis Potosí, Tamaulipas y Coahuila. [13] La Casa continuaba con sus afanes de crear una organización con redes a nivel nacional.

El 2 de enero de 1916 empezó a organizarse la Federación de Sindicatos Obreros del Distrito Federal, tras la convocatoria del secretario general de la Casa, Samuel O. Yúdico. El 9 de enero se aprobó por el Consejo Federal de la Federación su “Declaración de Principios”, entre los que se incluía el de la lucha de clases y como finalidad suprema para el movimiento proletario la socialización de los medios de producción, la acción directa como procedimiento de combate y la exclusión de toda clase de acción política. [14]

Para entonces las relaciones entre la Casa del Obrero Mundial y el constitucionalismo se estaban deteriorando rápidamente. Estos últimos habían reconocido la justicia de las demandas laborales y les habían ofrecido un amplio apoyo, pero cuando las luchas de los trabajadores rebasaron ciertos límites fue inevitable que entrara en juego la razón de Estado. Desde finales de 1915 y de manera muy clara en enero de 1916, la amalgama constitucionalista de una elite revolucionaria y obreros urbanos empezó a desintegrarse. Las actividades de la Casa del Obrero Mundial tanto en la ciudad de México como en sus sucursales, y su apoyo al movimiento obrero internacional preocuparon a los industriales y a los funcionarios públicos menos radicales, agobiados por la fragilidad de una situación en que prevalecían la escasez alimentaria, la inflación desencadenada, el desempleo, las manifestaciones públicas y las huelgas no autorizadas. [15] Salvador Alvarado, quien un año atrás dio facilidades para la instalación de sedes de la Casa del Obrero en Yucatán en medio de radicales manifestaciones obreristas y agraristas le escribió a Carranza desde Mérida en enero de 1916:

Sobre este asunto creo indispensable se tome determinación sobre la política obrera, si se deja crear una sola agrupación en toda la república por unos cuantos mangoneadores, en breve plazo será más peligrosa que el Ejército Federal, puesto que estos pueden, en un momento dado adueñarse de la opinión pública. Creo que la Secretaría de Gobernación debe establecer un Departamento del Trabajo y ordenar se cree uno en todos los estados. (...) Estos departamentos del trabajo solucionan todas las dificultades entre patrones y obreros. Darán reglas, instrucciones y orientaciones a las uniones obreras que se vayan formando sin dejar que se constituyan en una sola agrupación en el Estado y menos una sola en toda la República. [16]

Un movimiento obrero controlado y subordinado por el nuevo Estado en proceso de formación si era aceptable, no así un movimiento de carácter nacional, a lo largo y ancho del territorio, y partidario del apoliticismo y la acción directa. La ola de represión desatada en su contra obligó a la Casa y a sus afiliados a reconsiderar su estrategia y a proponerse, justamente, la organización de un movimiento obrero independiente que abarcara todo el territorio nacional, a partir de las redes creadas con las Casas del Obrero locales. La Federación de Sindicatos Obreros del Distrito Federal convocó a un Primer Congreso Nacional, que con carácter preliminar se reunió en el puerto de Veracruz el 5 de marzo de 1916. La convocatoria decía que “en los actuales momentos, en que el pueblo de la región mexicana está por terminar una epopeya sangrienta, los elementos de la clase trabajadora se agitan en convulsiones arrolladoras, pretendiendo salir de la condición de parias que por tanto tiempo han soportado”. Añadía que el camino para lograrlo era la organización sindical y la creación de conciencia, pero para ello, se afirmaba, “no basta la forma de organización que hasta el presente se ha usado para el encauzamiento de esos movimientos, sino que precisan una cohesión e inteligencia tales, que por sus principios conserven estrechamente unido al salariado en el país y lo sostengan potente en su marcha hacia la manumisión”. En consecuencia con esta idea se invitaba a los trabajadores de toda la República a que enviaran delegados que los representaran en el Congreso “con objeto de buscar de común acuerdo el camino eficaz por el que deberán marchar en el futuro los trabajos de propaganda, organización gremial y demás actos económicos y sociales del elemento productor”.[17]

Los trabajos duraron doce días y participaron delegados de organizaciones veracruzanas, así como de Colima, Oaxaca, Michoacán, Puebla, Sonora y Sinaloa. Pronto aparecieron pugnas por el control del movimiento obrero entre tendencias y  propuestas teóricas distintas. Dos dirigentes obreros personificaron la confrontación: Luis N. Morones, representante de la Federación de Sindicatos del Distrito Federal y Herón Proal, presidente del congreso. Ya en 1916 Morones “estaba firmemente convencido de que la dirección anarquista que había emprendido la organización laboral era un error, mientras que Proal era un anarquista de pura cepa”. Fue Proal quien se impuso, por el momento, y tras resolverse la creación de una Confederación del Trabajo de la Región Mexicana, se le designó como su secretario general. Su sede estuvo en Veracruz. La realidad es que la Confederación nunca funcionó en ningún sentido. [18]

El 31 de julio de 1916 la Casa del Obrero Mundial y la Federación de Sindicatos del Distrito Federal estallaron una huelga general en la ciudad de México. La reacción del gobierno constitucionalista fue inmediata. Los miembros del comité de huelga fueron detenidos, los locales de los trabajadores clausurados con violencia y sus archivos saqueados. Esto marcó la ruptura definitiva entre la Casa y sus antiguos aliados. El fracaso de aquella huelga cerró la historia de la organización que desde 1912 constituyó el centro de la participación obrera organizada durante la revolución mexicana. Sin embargo no acabó con los afanes de crear una confederación que tuviera representación obrera de todo el territorio nacional.

El 13 de octubre de 1917 se reunieron en Tampico numerosas organizaciones obreras con la intención de crear, ahora sí, las bases de una organización nacional de los trabajadores. Las propuestas de la convocatoria lanzada por el “Grupo Germinal” de Tampico eran: la adopción del sindicalismo revolucionario como medio de lucha para lograr la “comunización” de los medios de producción y consumo; la abolición de los reglamentos, las cuotas forzosas y los directores en las organizaciones obreras; la orientación de la lucha “más a la persecución de la finalidad ideal que de las mejoras inmediatas”; la solidaridad internacional como máxima; la preparación de los trabajadores “para realizar la conquista de la propiedad y hacerla común” y la eliminación de los puestos retribuidos en las organizaciones obreras. [19]

En el Congreso, en el que participaron delegados de doce estados, que representaban a 32 organizaciones, 14 de ellas de Tampico, volvieron a enfrentarse la tendencia radical, anarcosindicalista, con la tendencia reformista de Luis N. Morones, quien formaba parte de la delegación del Distrito Federal. [20] Fue la segunda tendencia la que se impuso. Las conclusiones del Congreso Obrero Regional fueron moderadas y contemporizadoras. Los representantes de los grupos que participaron aprobaron las bases de la nueva central obrera y a pesar de que la influencia de los líderes reformistas en el movimiento obrero mexicano se fue haciendo mayor, el tono del discurso era todavía capaz de convocar a la gente a la organización, y los obreros persistieron en la búsqueda de su consolidación a nivel del territorio, de tal manera que en mayo de 1918 se llevó a cabo un tercer intento, después de los de Veracruz, en marzo de 1916 y de Tampico, en octubre de 1917, de crear una organización obrera nacional.

Esta vez en Saltillo, y con el apoyo del gobernador Gustavo Espinosa Mireles, se reunieron cerca de cien delegados sindicales de todo el país en representación de alrededor de 38 mil trabajadores. Sindicatos de muy diversas tendencias ideológicas asistieron, con la esperanza de lograr imponerse en el congreso. Carranza y Espinosa Mireles esperaban a su vez conseguir el control político del movimiento. El congreso se inauguró el emblemático 1º de mayo y desde muy pronto empezaron las largas y violentas discusiones en torno a la teoría y los métodos de acción, así como las maniobras de los distintos grupos, que terminaron con la renuncia de Jacinto Huitrón, quien se retiró de la junta “por no estar de acuerdo con el sesgo que quería darse a la colectividad, según acuerdos tomados en privado por Morones y socios”. Con ello las tendencias anarquistas quedaron nuevamente derrotadas por los reformistas de Morones y su Grupo Acción. En este congreso se creó la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), que manifestó su alianza “a los principios de la Casa”, pero que solamente conservó de sus propuestas el concepto de “región mexicana”. La CROM abandonó ya definitiva y abiertamente las teorías revolucionarias, dejó de lado la preocupación por la transformación definitiva de la sociedad, fue partidaria de buscar un equilibrio entre el capital y el trabajo y procuró la colaboración y cooperación con el gobierno a pesar de proclamar que su fin último era la socialización de los medios de producción. [21]

Los dirigentes de la CROM fueron aún más lejos en el abandono del apoliticismo al crear el Partido Laborista Mexicano en 1919, con la finalidad de apoyar la candidatura presidencial de Álvaro Obregón, quien se comprometió a crear una secretaría encargada de los asuntos de los trabajadores y a otorgar a la organización el monopolio de la representación obrera ante esa dependencia. El reformismo derivó rápidamente en oportunismo político. Tanto la central obrera como su brazo político trabajaron más por incrementar la influencia de sus dirigentes que por defender los intereses de sus agremiados. [22]

La CROM, que abandonó las políticas antiestatistas del anarcosindicalismo, implementó su labor de organización a través de tres instancias simples que eran los sindicatos gremiales y de empresa, el Comité Ejectivo Central y la Convención Anual. Fue en estas instancias en donde comenzaron a formarse los cuerpos intermedios de organización, que dieron vida a la CROM y que hicieron posible su funcionamiento regular. Estos cuerpos fueron, inicialmente, los llamados Comités Locales de Obreros. Estos Comités, antecedentes de los Consejos Federales, se integraron con representantes de los obreros de cada localidad. En las Bases de Organización se estipulaba que estos organismos debían encargarse de “hacer efectivos en sus respectivas regiones todos los acuerdos agrícolas e industriales que se tomen por las agrupaciones de su central, así como las decisiones del Comité Central”. A partir de entonces, estos centros se convirtieron en los principales promotores y generadores de una gran cantidad de sindicatos gremiales, de empresa y de oficios varios, y de algunas uniones, ligas y sociedades, que aglutinaban a otros tantos sindicatos de diversas regiones y ramas de industria. [23] Así fueron apareciendo las federaciones regionales, distritales y estatales y, poco después, las federaciones de industrias que constituyeron las estructuras formales de intermediación entre los sindicatos y el Comité Ejecutivo Central. [24]

Aunque las organizaciones obreras quedaron desprovistas, para el resto de la centuria, de la independencia que la Casa del Obrero Mundial había tratado de imprimirles, el territorio mexicano se fue convirtiendo en un territorio obrero en el que el poder estatal, ahora con organizaciones supeditadas y controlables, construidas a partir de las redes que la Casa del Obrero Mundial empezó a confeccionar en 1915, contó con unas bases sociales que le dieron legitimidad, cohesión y estructura.
 

Notas
 

[1] [1] AGN, Fondo Departamento del Trabajo, Caja 105, Expediente 20.
 
[2] Rosendo Salazar y José G. Escobedo, Las pugnas de la gleba, (Los albores del movimiento obrero en México), México, Partido Revolucionario Institucional, Comisión Nacional Editorial, 1972, pp.92-94.
 
[3] Luis Araiza, Historia del movimiento obrero mexicano, Tomo III, México, Ediciones Casa del Obrero Mundial, 1975, p.105, John M. Hart, El anarquismo y la clase obrera mexicana, 1860-1931, México, Siglo XXI editores, 1984, pp.180-181 y Barry Carr, El movimiento obrero y la política en México, 1910-1929, México, Ediciones Era, 1981, (Colección Problemas de México), p.72.
 
[4] Gilbert M. Joseph, Revolución desde afuera. Yucatán, México y los Estados Unidos, 1880-1924, México, Fondo de Cultura Económica, 1992, p.137.
 
[5] Ibidem., pp.137-138.
 
[6] Pablo Serrano Álvarez, Basilio Vadillo Ortega. Itinerario y desencuentro con la Revolución Mexicana, 1885-1935, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 2000, pp.125-126.
 
[7] Steven Lief Adleson Gruber, Historia social de los obreros industriales de Tampico, 1906-1919, (Tesis de Doctorado), México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 1982, pp.350-352 y 378.
 
[8] Tribuna Roja, Tampico, 3 de mayo de 1916.
 
[9] “La labor de la Casa del Obrero Mundial en el campo de la idea y de la lucha armada”, Revolución Social, Orizaba, 16 de mayo de 1915, Etapa II, Número 3.
 
[10] “La labor de la Casa del Obrero Mundial en el campo de la idea y de la lucha armada”, Revolución Social, Orizaba, 17 de junio de 1915, Etapa II, Número 7.
 
[11] Marjorie Ruth Clark, La organización obrera en México, México, Ediciones Era, 1981, (Colección Problemas de México), pp.34-35.
 
[12] Luis Araiza, op.cit., pp.103-104.
 
[13] AGN, Fondo Gobernación, Período Revolucionario, Volumen84, Expediente 14, Fs. 14-117.
 
[14] Luis Araiza, op.cit., p.115.
 
[15] John M. Hart, op.cit., p.181.
 
[16] Centro de Estudios de Historia de México/Condumex, Archivo del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Telegramas, Fondo XXI-4, Telegrama del 15 de enero de 1916.
 
[17] Luis Araiza, op.cit., 129-130.
 
[18] Luis Araiza, ibidem., pp.134-135, Barry Carr, op.cit., p.181, Marjorie Ruth Clark, op.cit., p.53 y Jacinto Huitrón, Orígenes e historia del movimiento obrero en México, México, Editores Mexicanos Unidos, 1974, p.294.
 
[19] Javier Torres Parés, La Revolución sin frontera. El Partido Liberal Mexicano y las relaciones entre el movimiento obrero de México y el de Estados Unidos, 1900-1923, México, UNAM, Ediciones y Distribuciones Hispánicas, S.A. de C.V., pp.194-196 y Rosendo Salazar y José G. Escobedo, op.cit., pp.200-202.
 
[20] Jean Meyer, “Los obreros en la Revolución Mexicana: los Batallones Rojos”, Historia Mexicana, XXI-b, 1971, México, El Colegio de México, pp.26-27.
 
[21] Lucha Social, Órgano del Congreso Obrero Nacional, Saltillo, Coahuila, Domingo 1º de mayo de 1918, Año 1, Tomo 1, Número 7.
 
[22] Luis Medina Peña, Hacia el nuevo Estado, México, 1920-1994, México, Fondo de Cultura Económica, 1995, (Sección de Obras de Política y Derecho), pp.57-58.
 
[23] Rocío Guadarrama, Los sindicatos y la política en México: la CROM, 1918-1928, México, Ediciones Era, 1985, Colección Problemas de México, p.49.
 
[24] Ibidem., pp.51-52.
 

Bibliografía

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Ficha bibliográfica:

RIBERA CARBÓ, A. El territorio obrero.  Los sindicatos y la restructuración de la nación mexicana durante la revolución de 1910. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales.  Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2006, vol. X, núm. 218 (74). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-218-74.htm> [ISSN: 1138-9788]

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