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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. 
ISSN: 1138-9788. 
Depósito Legal: B. 21.741-98 
Vol. X, núm. 218 (79), 1 de agosto de 2006 

EL DISCURSO ILUSTRADO EN LA CARTOGRAFÍA DE IGNACIO DE CASTERA.

Regina Hernández Franyutti
Instituto de Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora


El discurso ilustrado en la cartografía de Ignacio de Castera.

El movimiento ilustrado en Nueva España implicó cambios políticos, administrativos, sociales y culturales. La ciudad de México no fue ajena a ellos, su espacio fue modificado por una reforma urbana llevada a cabo por el agrimensor, arquitecto y maestro mayor de la ciudad Ignacio de Castera. Como parte de sus actividades Castera realizó diversos planos que han sido referencias cartográficas en diversos trabajos sobre la ciudad de México en el siglo XVIII.  El objetivo fundamental de este trabajo es considerar la cartografía, no sólo como un punto de apoyo sino como un producto social y una forma de conocimiento relacionada con el poder. A través del análisis de la cartografía de Castera se podrán detectar aquellos elementos que forman parte del discurso ilustrado aplicado en la organización del territorio y de los espacios urbanos.

Palabras Clave: cartografía, Ciudad de México, discurso


The Illustrated discourse in the Ignacio de Castera cartography

At the New Spain the ilustrated movement involved political, administrative, social and cultural changes. The Mexico city wasn´t indifferent to them, its space was modified by an urban reform made by the surveyor, arquitect and mayor master of the city: Ignacio de Castera. As part of his activities Castera realized several city maps thad had been cartographic references in several works about the Mexico city in the XVIII century. The main objective of this work will consider the cartography not only as support point but also as social product and a knowledge form power related. Trhough the analysis of the Castera´s cartography can be detected those elements that had been part of the illustrated speech applied to the territory organization and the urban spaces.

Key words: cartography, Mexico City, discourse


Introducción

Hace algunos años realicé una investigación sobre Ignacio de Castera mi objetivo era vincularlo a las reformas urbanas generadas por el pensamiento ilustrado, reconozco que la cartografía la utilicé solamente como una herramienta de apoyo para la descripción de los proyectos de reforma urbana, es decir, me puedo identificar plenamente con aquellos historiadores que al decir de  J.B. Hardy “tienden a relegar los mapas, junto con cuadros, fotografías y otras fuentes no verbales, a un tipo de evidencia de menor categoría que la palabra escrita”. [1]   Sin embargo, mi visión de la cartografía cambió cuando en el seminario La Fotografía como imagen de investigación social, realicé diversas lecturas sobre las nuevas interpretaciones del uso cartográfico.

Comencé entonces a entender los planos y mapas como imágenes cargadas de valores, de elementos iconográficos y simbólicos, a través de los cual “se comunica, reproduce, experimenta y explora un orden social”. [2] Ahora puedo leerlos, no sólo como la representación de la imagen física de un lugar sino como imágenes que plasman un contexto, el presente o el pasado de un espacio y la forma de distribución social dentro de un territorio. Ya no son registros de paisajes inertes o reflexiones pasivas de ciudades sino que son partes de un mundo construido socialmente, son herramientas que nos permiten estudiar al espacio en su diálogo permanente con los hechos sociales y culturales que conforman y determinan su interrelación y su distribución espacial.

Como documentos históricos los planos o mapas son imágenes formadas por signos y símbolos a través de las cuales podemos “analizar las estructuras o los contextos dentro de los cuales los individuos actuaron”, [3] Es decir, se convierten en textos, en un discurso cuya lectura nos permite abarcar diversas posibilidades interpretativas. En este sentido, consideré necesario volver a retomar el trabajo cartográfico de Ignacio de Castera para explicarlo en el contexto de las ideas ilustradas imperantes a finales del siglo XVIII y me comencé a preguntar, sí su cartografía respondía a un interés particular o político, y cuál había sido su intención para realizar planos de tierras, de proyectos hidráulicos y de proyectos urbanos.
 
 

El autor y la época

El movimiento ilustrado significó una ruptura en las concepciones prácticas y filosóficas. Las nuevas concepciones en el pensamiento, el libre uso de la razón y de la experiencia como fuente de conocimiento promovieron una visión diferente de la naturaleza y del hombre, cuyo sentido práctico llevó a establecer programas específicos de reformas en los campos de las ciencias, la política, la cultura y la sociedad. El hombre desarrolló nuevas concepciones técnicas y científicas que le llevaron a definir sus formas de conocimiento de otra manera. Estos cambios, fundamentados en la razón, la observación, la utilidad y el sentido práctico marcaron el fin del Antiguo Régimen como ciclo de larga duración, y anunciaron el inicio de una nueva época marcada por las ideas liberales, la economía de mercado y la sociedad contractual. [4] Políticamente, el Estado se erige en el centro del orden y del control.
En España fue el régimen borbónico quién modificó las estructuras políticas, económicas, sociales y culturales con el fin de implementar una serie de reformas que aumentaran el control del Estado. Esta política se aplicó en todos sus dominio, en  Nueva España estos cambios determinaron diferentes acciones que implicaron una impronta en todos los niveles de la sociedad.
Ignacio de Castera, fue un hombre representativo de su momento histórico. Criollo, "originario y vecino de la ciudad" de México, [5] supo utilizar sus conocimientos prácticos de arquitectura y agrimensura y sus relaciones con los grupos en el poder para ocupar los cargos de Maestro Mayor de la ciudad de México, del Real Palacio y del Desagüe.

En 1777 solicitó al virrey Antonio María de Bucareli (1772-1779) que le fuera practicado el examen para obtener el título de agrimensor y maestro de arquitectura. El virrey designó como examinador a Ildefonso de Iniesta Bejarano quien informó el 8 de mayo de 1777 "hallaros suficiente y experto" por lo cual la Real Audiencia, el 9 de mayo, pidió se le expidiese el título correspondiente, el cual le fue otorgado el 3 de julio de ese mismo año.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII el régimen borbónico buscó implementar, como estrategia política, organizar al Estado a partir del establecimiento de una administración de base territorial que permitiera conocer, ordenar e inventariar sus posesiones para facilitar su control político y su administración. El conocimiento y la reorganización territorial que el gobierno requería, fomentó el desarrollo del saber geográfico y permitió la elaboración de leyes, relaciones y descripciones geográficas, mapas, inventarios de recursos e instrumentos catastrales que dieron cuenta de las riquezas existentes con el fin de racionalizar la administración e implantar una política fiscal que beneficiara la política económica del régimen.

En este sentido se implementó la profesionalización de los ingenieros militares y de los agrimensores cuyas actividades cartográficas se enfocaron a levantamientos catastrales, a la medición de terrenos agrícolas y a la cuantificación y valoración de las propiedades urbanas.

Las propuestas reformistas para ordenar el territorio llegaron a Nueva España con el objetivo de poner fin a los problemas generados por la formación de las grandes propiedades territoriales, la imprecisión y el desorden en los repartos. y lo ineficaz de las mediciones realizadas por personas no siempre calificadas, alcaldes mayores, corregidores, receptores o abogados, quiénes utilizaban instrumentos y métodos muy rudimentarios que tuvieron como resultados muchos abusos y usurpaciones que generaron una multitud de pleitos y litigios jurídicos.

Las representaciones gráficas del terreno... adolecían de todos los defectos siguientes; faltábales la base científica, y eran propiamente croquis, en que los lugares conservaban una posición relativa más o menos exacta, pero en que las posiciones absolutas estaban del todo fuera de su asiento verdadero... La hidrografía no estaba bien comprendida, presentando las diversas corrientes una dirección general, sin ocuparse de acertar sus diferentes inflexiones ni los puntos regados en su curso; si cabe, la orografía era aún más defectuosa, supuesto que las cadenas de montañas no estaban estudiadas en sus enlaces y direcciones, y las anotaciones que les correspondían iban colocadas al acaso, más bien buscando el efecto que pudieran dar al dibujo, que expresando el relieve del terreno. [6]

Así, la participación de los agrimensores en la elaboración de mapas y planos se fue convirtiendo en una tarea cada vez más compleja. Dejaron a un lado la aplicación de la cartografía simple para aplicar en los levantamientos topográficos medidas rigurosas y observaciones precisas fundamentadas en la utilización de escalas apropiadas de longitudes y latitudes, de observaciones astronómicas precisas para fijar coordenadas, de proyecciones cilíndricas referidas a coordinadas y de triangulaciones para cal [7] cular las áreas de superficies. [8]

Horacio Capel considera que la producción cartográfica a partir de la segunda mitad del siglo XVIII se dirige a 3 campos:

1° El político, para brindar información geográfica a Intendentes y Corregidores que permitieran lograr la centralización fundamentada en una nueva división del territorio.

2° El económico necesario para organizar las redes de comunicación que permitieran desarrollar el mercado interior, las formas abastecimiento, de movilidad y de estrategia.

3° El administrativo para disponer del conocimiento del territorio y poder establecer la unificación fiscal. [9]

De acuerdo con estos lineamientos Castera realizó varios planos que dejan en claro su formación científica como agrimensor y como parte de un régimen que se fundamentaba en la estructuración de los territorios y en la reforma de los espacios urbanos.

Ahora bien, para poder analizar los planos como parte del discurso ilustrado he agrupado la producción cartográfica de Castera en cuatro grupos: Planos de interés fiscal, planos de hacienda, planos de proyectos urbanos y un plano hidrográfico.

Planos de interés fiscal

Una de las políticas impuestas por los gobernantes borbónicos tanto en la metrópoli como en Nueva España fue la de  establecer un orden en la recaudación fiscal. Con este sentido se presentaron proyectos para establecer un resguardo que a manera de zanja limitara y protegiera a la ciudad para evitar la evasión de impuestos y el contrabando que tanto afectaba las finanzas de la Corona.
De acuerdo con estos proyectos Castera realizó dos planos: el PlanoGeométrico de la Imperial y Noble y Leal Ciudad de México, teniendo por extremo la zanja y las garitas del resguardo de la Real Aduana, sacado de orden del Señor Don Francisco Leandro de Viana, Conde de Tepa, Oidor que fue de la Real Audiencia de México y hoy del Consejo y Cámara de Indias, elaborado en 1776 [10] ;  el plano De la ciudad de México, de las acequias, de su circunferencia y de las trece garitas que tiene para el resguardo de Rentas Reales con expresión del proyecto para reducir dichas acequias a figura regular con sólo cuatro entradas por tierra a los cuatro vientos principales y otra por agua; dispuesta de orden del Exmo. Señor virrey conde de Revillagigedo por el maestro mayor de esta Noble Ciudad, don Ignacio Castera.
Es probable que el primero fuera dibujado a colores de acuerdo con toda la producción cartográfica de Castera, sin embargo sólo se conoce el grabado de 1785 mandado a hacer por Tomás López. El segundo está dibujado a tinta y acuarela y sus medidas son 66 x 46 cm.

Si bien el Plano geométrico tiene orientación señalada por la rosa de los vientos y una escala de mil varas castellanas; el plano De la ciudad, de las acequias..., carece de este tipo de información. El punto de observación que se presenta es diferente pues en el de 1776 el punto de vista se toma de acuerdo al eje oriente-poniente situándose paralelamente el  horizonte, sin embargo, el segundo plano de fecha más tardía 1793  refleja el conocimiento de nuevas técnicas cartográficas al situar el punto de vista “en la posición hipotética de ver la ciudad “desde el cosmos”. [11]

La lectura de estos dos planos refleja que fueron producto de los requerimientos del gobierno para conocer las formas de control fiscal establecidas en la capital de Nueva España e implementar una reforma que permitiera revisar el sistema de garitas y el Real Resguardo para optimizar sus beneficios económicos. Aunque fueron elaborados en años diferentes, podemos señalar que los dos fueron hechos por encargo, estableciéndose una interrelación determinada por las necesidades del solicitante y su cumplimiento por parte del cartógrafo quién construye una imagen real que le permita al otro tener poder y conocimiento. De allí, que los planos de Castera responden a necesidades políticas externas que buscan conocer el espacio de la ciudad para aplicar una reforma político-administrativa centralizada en la ordenación y demarcación física del espacio urbano. El interés del gobierno era conocer ese “territorio jurídico” para aplicar en él un “poder jurídico”.

Es probable que el levantamiento de 1776 acompañara algún informe o alguna relación pues el interés de la Corona española había sido el de solicitar informes, relaciones e inventarios que permitieran conocer el estado de sus posesiones para poder implementar las reformas político-administrativas, esto se comprueba por el hecho de que haya sido el geógrafo real Tomás López, quien tenía a su cargo formar el Atlas particular de España, quien lo mandara grabar. En cambio, el plano de 1793 es parte de un proyecto de reordenación urbana que buscaba limitar el espacio urbano a través de una figura o zanja cuadrada. [12] Con esta propuesta se pretendía, ordenar el espacio urbano, regular las aguas de las acequias y organizar y controlar las entradas a la ciudad, obteniéndose con ello una mayor fiscalización de la recaudación tributaria.

Los elementos decorativos utilizados en estos planos son el escudo de la ciudad como signo de posesión y distinción, cartelas, recuadros y márgenes donde se presentan inscripciones que explican el título del plano, quién lo encargo, quién lo hizo y el año de su levantamiento; los recuadros contienen información sobre las intervenciones que se hicieron posteriormente, los nombres de las principales construcciones y el número de varas totales. En el margen se describen las reformas requeridas por el proyecto. Estos elementos no son de ninguna manera marginales sino que se encuentran formando parte de la imagen total.

Técnicamente los planos reflejan precisión y austeridad en su diseño, la planimetría es cada vez más precisa y detallada que tiene como objetivo un sentido utilitario y de poder, la utilización de los avances técnicos y científicos aplicados en cada uno de ellos sirven para reforzar la imagen de un espacio que opera dentro de una realidad social. Una realidad enmarcada por una diferenciación espacial determinada por el uso de signos grandes y pequeños que aluden a la presencia de dos espacios uno regular donde se asientan las construcciones religiosas, civiles y particulares y otro irregular perteneciente a los barrios, representados de manera general por elementos pequeños carentes de símbolos que los identifique, se niega la presencia de una población marginal que no tiene derecho a la representación y a la identificación dentro de ese espacio.

Ambos planos muestran una ciudad diferenciada social y espacialmente. Esta diferenciación queda señalada en la fuerza y el poder que adquieren los espacios construidos. El primer plano presenta una ciudad con manzanas rectangulares perfectamente trazadas ocupadas por edificios que marcan la presencia de los poderes religiosos, civiles y particulares plenamente identificados por su localización espacial, su nombre, número o nombre de la calle. Cada uno de estos elementos, manifiestan una armonía con el poder que representan. En el segundo plano, lo único que se identifica son los elementos que aluden al proyecto. Es decir, las garitas, las calzadas, las acequias y las cuatro entradas.

En los dos planos las líneas y colores se convierten en símbolos que contribuyen a la diferenciación de los espacios. No cabe duda que Castera hizo los levantamientos de acuerdo con los instrumentos de la época: se utilizó la rosa de los vientos para marcar el norte magnético, la escala de 1,000 varas castellanas y “el agujón para determinar el rumbo, los niveles para saber si la regla estaba paralela al horizonte, las escuadras y reglas para calcular los ángulos, el semicírculo graduado para observar distancias, la regla dióptrica para especular y determinar las distancias insalvables tales como barrancas y en fin, cordeles, plomadas, compases, reglas y pitipiés para las mediciones y el trazado de mapas “en un papel” . [13]
 
 

Los planos de haciendas

 
Después de haber obtenido el grado de Agrimensor y Maestro mayor de Arquitectura Castera realizó como agrimensor entre 1783 y 1797 cuatro planos o levantamientos sobre haciendas en Texcoco, Apan, Chiconcuac y Pachuca..
Es importante señalar que en Nueva España  desde el siglo XVI existían numerosas irregularidades en los títulos de propiedad y en los derechos existentes sobre las tierras, problemas que fueron generados por el crecimiento y la demanda de la población, y que produjeron graves conflictos auspiciados por la usurpación de terrenos, por el desconocimiento de linderos, por los huecos entre los sitios difíciles de adjudicar y por la oscura situación legal.
Hacia la segunda mitad del siglo XVIII el gobierno virreinal demandaba constantemente legalizar y poner en orden las relaciones de propiedad, así como clarificar jurídicamente los títulos de propiedad, determinar el tamaño, forma, ubicación y extensión de las superficies reclamadas y los derechos sobre las propiedad existentes. Esta demanda hizo que la agrimensura contara con manuales teóricos y prácticos, con un importante acervo cartográfico y con la modernización de los instrumentos requeridos. Tomando en cuenta los avances técnicos-científicos Castera realizó sus planos de las haciendas acorde con los requerimientos de la época. Sin embargo, al definir el contexto podemos considerarlos como documentos o registros jurisdiccionales levantados para definir territorios y permitir a los funcionaros legales ordenar, delimitar y distribuir las propiedades, trabajos y salarios. Son representaciones que “elogian la posesión de la tierra, privilegian las demarcaciones de las propiedades y hacen memorables las haciendas y los nombres de los dueños de las propiedades”. [14] Sus objetivos fueron demostrar los derechos de propiedad cuyos dueños podrían controlar de manera más efectiva  sus tierras, el tener un plano con delineación precisa y las medidas correctas permitiría traducir los derechos de propiedad a una imagen tangible y de compromiso legal.

Para formar estos planos, Castera realizó, como lo estipulaban los manuales, las dos operaciones prácticas: la vista de ojos donde comprobó los linderos y amojonamientos, escuchó y registró los nombres, marcó los sitios de ganado mayor y de ganado menor, y las triangulaciones donde determinó, localizó y ajustó a la superficie las figuras geométricas, círculos, cuadrado, rectángulos o polígonos que le permitieran calcular la superficie de los terrenos. Dividió los terrenos en figuras geométricas fáciles de calcular, cuadrados, triángulos y trapecios, como se constatan en los planos de la Hacienda de Mal País y en el de la Hacienda de la Cadena y de Chavarría. Utilizó como símbolos  árboles de diferentes tamaños que enmarcaban caminos, zonas de desmontes o de cultivo; colores obscuros para señalar barrancas, líneas para señalar ríos y figuras ovaladas o circulares para determinar a los cerros. La jerarquía de las poblaciones se encuentra indicada por el tamaño de las figuras, casas, cuadrados o puntos, a mayor importancia mayor tamaño. Otro elemento ornamental que se incorpora fue otra vez la rosa de los vientos que señalaba el norte magnético y las escalas que se registran en varas castellanas. Se apuntan los nombran de los cerros, ríos y barrancas. Los espacios vacíos se manejan como un ocultamiento intencional de información, es decir, Castera no los dibuja porque no tienen importancia para el asunto principal o bien porque en realidad son espacios yermos con escasa vegetación.

En estos planos la simbología utilizada por Castera, árboles, colores, nombres y números permiten demostrar el objetivo principal del levantamiento el cual se ha hecho con una base que permite el conocimiento y la identificación real de la propiedad.

De acuerdo con Sáenz de Escobar, Castera elaboró sus planos de haciendas aplicando lo siguiente:

Dícese descripción chorographica la delineación de unas ciudades, que sean muchas como un Reyno o Región; pero cuando se delinea una sola ciudad, un campo, un huerto, un castillo u otra cosa particular se llama la delineación thopographica y siendo de cuerpo plan horizontal, se dice ignographica, y así, él, ayudado del pitipié, formará en papel o en una mesa su delineación ignographica thopographica de lo que midió en el círculo, o del campo; y situado al medio del mayor cuadro o cuadrángulo paralelogramo que cupiere hará los demás triángulos o figuras que cupieren dentro, y ajustará el área o superficie de cada cosa; será la suma de toda superficie de cada cosa y área de dicho campo. [15]

En el plano Ignográfico de la Hacienda de Mazapa levantado en 1787, con el objeto de aclarar el litigio entre el Bachiller Felipe Zeballón Franco y el Bachiller Julián González del Moral,  Castera con base en la vista de ojo, registró a través de números y nombres las mojoneras, los caminos, los ríos, cerros, zanjas, tierras de labor y tierras desmontadas y detalló la forma en que fue realizando sus mediciones, “...con cordel de cáñamo encerado de cincuenta varas, y con los instrumentos matemáticos necesarios, se tomó el rumbo del norte y a él se midieron cincuenta cordeles que hacen dos mil y quinientas varas.” [16]

Para realizar sus triangulaciones Castera utilizó la regla graduada de una vara y de sus facciones, la vara castellana, los cordeles, la regla dióptrica o agujón sobre un disco circular graduado, el cartabón ordinario, la escuadra, el compás, la plomada,  la regla graduada o pitipié, el nivel pendular, la plancheta o tablita horizontal con circulo o semicírculo graduado y visor, o la placeta con brújula o instrumentos magnéticos para la medición de ángulos y como para demostrar que utilizaba los instrumentos adecuados los pintó en el ángulo inferior izquierdo de tal manera que dieran la impresión de que desde allí y con instrumentos técnicos adecuados había efectuado su medición.

Los proyectos urbanos.

El movimiento ilustrado concebía a la ciudad como expresión de una realidad política y de una autoridad central. El crecimiento de la población había llevado a la densificación de los espacios urbanos. La relación entre morbilidad, mortalidad y medio ambiente produjo que los espacios urbanos se reestructuraran a partir de nuevos equipamientos y servicios. Así, se iniciaron una serie de medidas para establecer una ciudad con calles empedradas, alumbradas, libres de muladares, lodazales y charcos que permitieran el correr de las aguas y la fluidez del aire. Una ciudad que fuera símbolo de poder y de dominio, donde prevaleciera, con base en la razón, lo recto, lo simétrico, lo uniforme y  la pura armonía geométrica. El movimiento ilustrado buscaba reordenar las ciudades y convertirlas en lugar de ejercicio, de función; en un espacio ordenado, cómodo, limpio, funcional y útil, que dependiera de principios y reglas racionales y que sirviera de marco al desarrollo de la actividad humana. [17]

             Castera, como Maestro Mayor de la ciudad se identificó con la nueva política de los virreyes borbónicos, especialmente con el virrey Segundo conde de Revillagigedo (1789-1794). Fue durante este periodo cuando realizó tres planos para acompañar sus diferentes propuestas de reforma urbana.

El primero es un Plano Ignográfico de México que demuestra su centro  principal y barrios, formado  para fijar el término de éstos y establecer el buen orden de su limpia, fechado en 1793.

El segundo es el Plano de la ciudad de México, para que con arreglo al nuevo alineamiento de calles mandado observar a la junta de policía por el Exmo. Señor conde de Revillagigedo, se establezca la pensión de la contribución y subsistencia de los empedrados, con las demás que expresa el informe, e igualmente para el claro conocimiento de las tres clases en que está dividido el terreno por la diferencia de contribuciones; y el tercero es el Plano Ignográfico de la ciudad de México, capital del imperio, que demuestra el reglamento general de sus calles, así para la comodidad y hermosura, como igualmente conciliar el mejor orden de policía y construcción futura, levantado de orden del Exmo. Señor conde de Revillagigedo. Ambos levantados en 1794.

Los tres planos fueron levantados para explicar proyectos de reforma urbana. Responden a las necesidades de exponer una imagen real que permita conocer para ordenar y justificar las acciones propuestas.

Como Maestro Mayor de la ciudad y como contratista del servicio de limpia, Castera constantemente se enfrentaba a los problemas generados por la irregularidad y el mal estado de las calles. De allí que tomando como base las ideas ilustradas de ordenar, uniformar, sanar y permitir el libre tránsito, se planteara como una solución inmediata, ordenar el espacio de la ciudad. Para ello, propuso proyectos que dentro de un plan de reforma urbana total permitieran: la regularidad de las calles, la uniformidad y la ordenación del espacio.

Son planos dibujados a tinta y acuarela cuyas medidas son de 61 x 51 cm, 68 x 47 cm y 52 x 67 cm.

Con excepción del primero los otros dos tomaron como base el plano realizado en 1793. El Plano Icnográfico que acompaña el proyecto de la limpia, presenta una Rosa de los vientos y una escala de mil varas castellanas. En este plano Castera utilizó la perspectiva “cosmos” que nos permite contemplar desde una vista área no sólo el espacio de la ciudad sino las tierras de sus alrededores.

La ciudad, como imagen principal reafirma su centralidad al presentarse no sólo como punto principal sino como el único espacio ocupado, construido y por lo tanto habitado que contrasta con las tierras vacías que la rodean. Este vacío responde al interés del cartógrafo por resaltar la imagen principal. No es desconocimiento de este espacio pues utiliza signos para ubicar ríos y acequias, caminos, calzadas y paseos. La gama de los colores verde y café sirven para diferencian dos espacios: el del poniente que son tierras firmes adecuadas para los cultivos que de hecho señala con algunas figuras rectangulares que representan tierras cultivadas; y el del oriente que son terrenos pantanosos de las orillas del lago.

Tomando como base su plano de 1776 señala la zanja del Resguardo. Los más importante de este plano es que nos presenta e identifica los barrios indígenas que rodeaban el núcleo principal de la ciudad así, con las letras A,B,C,D,F,G,H,I,J,K,L, se identifican los barrios de La Alameda, San Juan, Campo Florido, Salto del Agua, San Pablo, Santo Tomás, Hornillo y la Palma, Santa Cruz, San Sebastián, Nuestra Señora del Carmen, Santa Anna, Lagunilla, Santa María, San Hipólito y Veracruz, respectivamente. Con la letra M se identifican los tiraderos de basura. Fácilmente se distingue el centro con sus calles rectas que se proyectan hacia las zonas de los barrios identificadas por el color rojo. Se puede constatar en este plano que la aplicación de este proyecto no sólo serviría para ordenar las calles sino modificar la estructura urbana de los barrios indígenas al cegarse acequias, destruirse propiedades y modificarse los usos del suelo.

En 1794 Castera realizó los otros dos planos que tomaron como base el plano de 1793. En ambos se utiliza un margen que a manera de recuadro permite incluir una explicación del plano en relación con el proyecto. Los colores se utilizan como signos que distinguen e identifican los espacios de acuerdo con el objetivo específico de los proyectos. Así, los empedrados sirven para diferenciar socialmente el espacio de la ciudad, al establecer e identificar tres zonas para el pago de una contribución de acuerdo con las varas construidas.

Los de primera (que denota el color encarnado deben dar tres granos por vara cuadrada, porque son casas muy principales, de mucha renta y muy segura paga e igualmente muchísimo traqueo de sus calles. Los de segunda (que demuestra el color amarillo) deben de pagar 1½ granos, porque son edificios de mucha menos entidad, poco arrendamiento y menos traqueo. Los de tercera (que demuestra el color verde) deben de satisfacer un grano, porque sólo son edificios de gente infeliz, los más indios, su extensión ocupada en campos que aun cuando las calles se perfeccionen y alinien, quedarán todavía por muchos siglo ocupados en corrales; y aunque en este terreno de tercera clase hay (y pueden irse poniendo edificios de alguna consecuencia) la incomodidad de la distancia, la carencia de aquellas cosas necesarias de que abunda el centro poblado, la igualdad en la contribución debe hacerlos a todos de una esfera. A que se agrega: que éste será el motivo para el importante pueble de estos territorios, que por ahora están desiertos. [18]

En estos dos planos Castera presenta un espacio urbano cómodo, útil, funcional, simétrico y ordenado, encerrado por un cuadrado que representa a la zanja cuadrada que funge como limite, medio de control y de estructuración espacial acorde con las actividades desempeñadas por sus actores sociales.

El Plano Icnográfico apoya un nuevo proyecto de Castera donde propone utilizar la zanja cuadrada como un elemento hidráulico que permitiría de poniente a oriente dar salida a las aguas para limpieza de las atarjeas, canales y albañales, que tanto afectaban al ambiente de la ciudad.

Planos hidrográficos.

Dentro de la reestructuración de los espacios urbanos planteada por la política ilustrada, el uso, la distribución y el control del agua fue una preocupación constante porque se les vinculaba con los problemas de saneamiento e higiene pública.

En el caso de la ciudad de México la situación lacustre como causa de las inundaciones había requerido a lo largo de los siglos de la aplicación de un plan general centrado en la desecación de los lagos. El proyecto del desagüe del Valle de México, iniciado desde el siglo XVI, estuvo primero a cargo del gobierno virreinal y posteriormente, a partir de la adquisición de su contrata, del Tribunal del Consulado, para pasar en 1788 nuevamente a depender del virrey. Hacia la segunda mitad del siglo XVIII la desecación de los lagos adquirió mayor importancia no sólo para evitar las inundaciones sino para evitar los brotes epidémicos que se incubaban en los terrenos húmedos y mal drenados.

Es por ello que se impulsan los proyectos para poner en funcionamiento la obra del desagüe. Castera como Maestro mayor del Real Desagüe realizó un informe sobre el proceso de construcción y de las obras emprendidas para el desagüe, para lo cual analizó toda la información que se tenía, sobre todo los planos realizados por Alzate, Aylmer, Velásquez de León, Sigüenza y Góngora, entre otros muchos.

Con base en esta información Castera elaboró dos planos, el primero levantado en 1795 que no lleva título y que acompaña al informe y el segundo, formado en 1802 que lleva por título Plano de los Lagos de Chalco, Tescuco, San Cristóbal y Zumpango, con los proyectos para su Desagüe.

El primero es un plano de 52 x 107 cm, dibujado a tinta y acuarela que presenta orientación y escala de 15 000 varas castellanas. Desde una perspectiva “cosmos” se nos presenta en todas su magnitud el Valle de México, destacando sobre todo la parte suroriente como la más poblada. Los colores utilizados nuevamente son el verde con sus diferentes gamas que permiten identificar el cambio en el paisaje, el rojo que distingue fundamentalmente a las poblaciones y las líneas onduladas a los ríos y contornos de los lagos.

Tres cuestiones destacan en este plano: El conocimiento y la identificación del paisaje, la reducción de los lagos y la jerarquía urbana manifestada a través de signos, cuadrados, construcciones y puntos cuyo tamaño determinaba su importancia.

El segundo plano mide 44.5 x 24.2 cm. no tiene orientación, y la escala señala la correspondencia utilizada entre varas y leguas, fue impreso por la Litografía de H. Iriarte y Cia. Es un plano más técnico donde el espacio se distribuye en coordenadas teniendo como parte central la longitud occidental del meridiano de Paris. La propuesta de Castera de construir un canal nuevo se encuentra fundamentada en el uso de rectángulos para determinar los ángulos y el número total de su longitud.

Los planos levantados por Ignacio de Castera como agrimensor y maestro mayor de la ciudad y del Real desagüe fueron pensados y realizados como actos de operaciones técnicos-científicas que permitieran describir la realidad. Todos ellos subrayan “el detalle de lo visto, lo distintivo y lo específico,” [19] fueron trazados de acuerdo con los requerimientos de una época que los consideraba como el medio para conocer y ordenar los espacios requeridos con fines militares, políticos y prácticos.
Conclusión

Los planos de Ignacio de Castera, realizados en la segunda mitad del siglo XVIII y primeros años del XIX son imágenes cargadas de detalles, de signos y símbolos. Son textos cuya lectura nos permite explicarlos mediante referencias técnicas pero también mediante reglas históricas, observables de acuerdo al momento en que se originaron.
            Tomando como base la consideración que Michel Foucault hace al señalar que un discurso es un conjunto de hechos ligados entre sí por reglas sintácticas de construcción, [20] pude identificar, en la cartografía de Castera, los aspectos políticos y técnico-científicos utilizados por el discurso ilustrado como un conjunto de fuerzas interactivas que resultaron indispensables para la interpretación. Los elementos ilustrados se constituyeron en “juegos, juegos estratégicos de acción y reacción, de pregunta y respuesta, de dominación y retracción y también de lucha.” [21] Situar y entender el contexto de los planos de Castera me permitió analizarlos desde su conformación interior y exterior. Sin embargo, este primer acercamiento me demanda a seguir profundizando en su lectura para poder llegar a conocer y apreciar todos aquellos mecanismos mediante los cuales los planos o los mapas, como los libros, se convirtieron en una fuerza política en la sociedad. [22]
Notas

1] J.B. Harley, La nueva naturaleza de los mapas. Ensayos sobre la historia de la cartografía, Paul Laxton, compilador, Introducción J.H Andrew, México, Fondo de Cultura Económica, 2005, p. 59

[2] Ibid,.  p.73
[3] H. B. Harley, op. cit., p.52
[4] Antonio T. Reguera Rodríguez, Territorio ordenado, territorio dominado. Espacios, políticas y conflictos en la España de la ilustración, León, Universidad. Secretariado de Publicaciones, 1993, p.10
[5] Testamento de Ignacio de Castera. Archivo General de Notarías, Notario José Ignacio Pinto, No. 525, vol. 3517, 1801, foja 39.
[6] Manuel Orozco y Berra, citado por Elías Trabulse, Ciencia y tecnología en el Nuevo Mundo, México, El Colegio de México/ Fondo de Cultura Económica, 1994, Fideicomiso Historia de las Américas. Serie Ensayos. p. 64
[7] Sobre la vinculación de estas dos carreras veáse Israel Katzman, Arquitectura del siglo XIX en México, UNAM, Centro de Investigaciones Arquitectónicas, México, 1973, pp. 45-62
[8] Elías Trabulse, Ciencia y tecnología en el Nuevo Mundo, op. cit,  p. 45
[9] Horacio Capel, Geografía y matemáticas en la España del siglo XVIII, Barcelona, Oikos Tau, 1982, p. 135-142.
[10] Sonia Lombardo localizó en la Biblioteca de la Hispanic Society of America en Nueva York, un plano a color que mide 110 x 125 cm. En él se señala que fue pintado por Anselmo López en 1778. Tengo la impresión de que se tomó como base el primer plano de Castera al cual se le añadieron un marco con pinturas de los paseos, fuentes y de la Alameda, un “cronólogo” donde se explica la historia de la ciudad, un escudo, una imagen de las fachadas de la Catedral y del Sagrario, una figura dibujando acompañada por elementos arquitectónicos un zócalo, media columna, un capitel, una balaustrada, una plancheta con compás regla dióptrica y cordeles, aludiendo, sin lugar a dudas, a la profesión de arquitecto y agrimensor. A diferencia con el plano base de 1776 considero que la lectura principal que este plano muestra fue elaborado para señalar la importancia de la ciudad. Los signos utilizados colores, inscripción histórica y los elementos decorativos situados en el margen están dirigidos para llamar la atención y despertar un interés por conocer la ciudad. Este plano de ninguna manera presenta las características de los otros planos de Castera que responden concretamente a las reformas aplicadas y requeridas por el régimen borbónico.
[11] Alejandra Moreno Toscano, “La ciudad vista desde el cosmos” en Una visión científica y artística de la ciudad de México. El plano de la capital virreinal (1793-1807) de Diego García Conde,México, Grupo Carso, Centro de Estudios de Historia de México Condumex, 2002, p.92.
[12] La zanja cuadrada es un proyecto que llevaría a perfeccionar las obras del Real Resguardo entendiéndolo como parte de la modernización de la ciudad. Véase Guadalupe de la Torre Villalpando, Los muros de agua. El resguardo de la ciudad de México, siglo XVIII. México, CONACULTA, Instituto Nacional de Antropología e Historia/ Gobierno del Distrito Federal, Consejo del Centro Histórico, 1999.
[13] Cartografía mexicana tesoros de la Nación, siglos XVI a XIX, Introd.. Elías Trabulse, Sría de Gobernación, AGN. 1983.
[14] J. B. Harley, op. cit. p. 77
[15] Citado en Elías Trabulse, Ciencia y tecnología, op. cit. p.70
[16] Archivo General de la Nación (AGN), Tierras, Vol. 2455, Cuaderno 10, Exp. 1 F. 80,
[17] Regina Hernández Franyuti, Ignacio de Castera: Arquitecto y urbanista de la ciudad de México, México, Instituto Mora, 1997, p. 46
[18] Archivo Histórico del Gobierno del Distrito Federal, Empedrados, Vol. 882, Exp. 173.
[19] Alejandra Moreno Toscano, op. cit., p. 92
[20] Michel Foucault, La verdad y las formas jurídicas, Trad. Enrique Lynch, Barcelona, Editorial Gedisa, 1995, p. 15
[21] Ibíd....,p.15
[22] J.B. Harley, op. cit., p.81
Dociumentos.

Archivo Histórico del Gobierno del Distrito Federal.

Archivo General de la Nación. Ramos. Civil, Tierras.
 

Bibliografía

CAPEL, Horacio. Geografía y matemáticas en la España del siglo XVII., Barcelona: Oikos Tau, 1982,

CARTOGRAFÍA mexicana tesoros de la Nación, siglos XVI a XIX. Introd. Elías Trabulse. Sría de Gobernación, AGN.

FOUCAULT, Michel. La verdad y las formas jurídicas. Traducción Enrique Lynch. Barcelona: Editorial Gedisa, 1995.

HARLEY, J.B. La nueva naturaleza de los mapas. Ensayos sobre la historia de la cartografía. Paul Laxton, compilador, Introducción J.H Andrew. México: Fondo de Cultura Económica, 2005, p. 59

HERNÁNDEZ FRANYUTI, Regina. Ignacio de Castera: Arquitecto y urbanista de la ciudad de México. México: Instituto Mora, 1997.

KATZMAN Israel. Arquitectura del siglo XIX en México.  México: UNAM, Centro de Investigaciones Arquitectónicas, 1973.

MORENO TOSCANO, Alejandra. La ciudad vista desde el cosmos. Una visión científica y artística de la ciudad de México. El plano de la capital virreinal (1793-1807) de Diego García Conde. México: Grupo Carso, Centro de Estudios de Historia de México Condumex, 2002.

REGUERA RODRÍGUEZ, Antonio T. Territorio ordenado, territorio dominado. Espacios, políticas y conflictos en la España de la ilustración. León: Universidad. Secretariado de Publicaciones, 1993.

TRABULSE, Elías. La cartografía urbana y rural y las técnicas de medición. In  MAYER, Roberto L. Poblaciones mexicanas, planos y panoramas. Siglos XVI al XIX. México: Smurfit. Cartón y Papel de México, 1998.

TRABULSE, Elías. Ciencia y tecnología. México: El Colegio de México/ Fondo de Cultura Económica, 1994. Fideicomiso Historia de las Américas. Serie Ensayos.
 
 

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Ficha bibliográfica:
 
HERNÁNDEZ FRANYUTTI, R. El Discurso Ilustrado en la cartografía de Ignacio de Castera. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales.  Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2006, vol. X, núm. 218 (79). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-218-79.htm> [ISSN: 1138-9788]


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