Menú principal

Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XII, núm. 270 (10), 1 de agosto de 2008
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]


LA HOJA DE RUTA DE HAMAS: DEL IRREDENTISMO A LA REALPOLITIK

Ignacio Álvarez-Ossorio Alvariño
Universidad de Alicante
 ialvarez@ua.es


La hoja de ruta de Hamas: del irredentismo a la realpolitik (Resumen)

El cambio más radical experimentado en la escena política palestina desde la ocupación de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este por Israel en 1967 se produjo veinte años después con la aparición de Hamas. Esta fuerza, de ideología islamista pero también imbuida de un profundo nacionalismo, representaba una seria amenaza para el monopolio político de Fatah. Aunque ambas formaciones coinciden en la necesidad de poner fin a la ocupación, mantienen una dura competición por la acumulación de poder. Si un eventual éxito del proceso de paz permitiría a Fatah preservar su hegemonía, su fracaso auparía a Hamas al poder. En las elecciones de 2006, cinco años después del colapso negociador de Camp David y del estallido de la Intifada del Aqsa, Hamas logró imponerse a Fatah y, de esta manera, demostró estar preparada para dar un nuevo paso en el camino del irredentismo a la realpolitik.

Palabras clave: Hamas, elecciones, islamismo, Palestina, Israel


Hamas´s Roadmap: from political maximalism to realpolitik (Abstract)

The main change experienced in the Palestinian political scene since the Israeli occupation of West Bank, Gaza and East Jerusalem in 1967 happened twenty years after that, with the activation of Hamas. This movement, of islamist but also deep nationalist ideology, represents a serious menace to Fatah's political monopoly. Although both organizations agree in the need to bring to an end the occupation, they strongly compete over power accumulation. A hypothetical success in the peace process would allow Fatah to preserve its hegemony. Otherwise, its failure would bring Hamas to power. In the 2006 elections, five years after the collapse of Camp David negotiations and the explosion of Intifada of Aqsa, Hamas overpowered Fatah and, thus, proved it was ready to take a new step in the way from political maximalism to realpolitik.

Key words: Hamas, elections, Islamism, Palestine, Israel


Uno de los principales cambios de esta última década en la geopolítica de Oriente Medio ha sido el experimentado en la escena política palestina. Si en las elecciones legislativas de 1996 se impuso Fatah, en 2006 fue Hamas la que conquistó la mayoría absoluta. Este giro político solamente puede entenderse a la luz del fracaso del proceso de paz con Israel: como un voto de castigo a Fatah por su deficiente gestión de las negociaciones y como una muestra de apoyo a la estrategia posibilista de Hamas, cada vez más proclive a un acuerdo político y más alejada del ‘sólo hablan los fusiles’ que caracterizó sus primeros años de vida.

Los resultados electorales provocaron un terremoto no sólo en la calle palestina, sino también en el conjunto de Oriente Medio. En el ámbito palestino se intentó asfixiar a Hamas con el doble propósito de impedir que se ejerciera un poder efectivo sobre la Autoridad Palestina y tratar de restarle popularidad entre la población. Esta estrategia, diseñada por Israel y secundada por Fatah, contaba con el respaldo de la comunidad internacional, que aprobó una serie de sanciones para acelerar la caída del nuevo Ejecutivo. La creación de un Hamastán de Gaza y un Fatahland de Cisjordania, tras el conato de guerra civil de junio de 2007, muestra hasta qué punto los actores regionales –Israel, Arabia Saudí, Egipto y Jordania- e internacionales –los Estados Unidos y la Unión Europea- están interesados en el fracaso del experimento islamista, aún al precio de deteriorar aún más la situación humanitaria de Gaza e incrementar la inestabilidad regional.

Palestina y los Hermanos Musulmanes

La Intifada de 1987 ha sido descrita como una reacción a “la represión política, la explotación económica, la destrucción institucional y la supresión cultural” (Farsoun y Zacharia, 1997, p. 245) practicada por las autoridades israelíes desde veinte años atrás, cuando los territorios de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este fueron ocupados durante la guerra de los Seis Días. De hecho, el intento de “traducir este enojo en un factor positivo y en energía combativa” (Abu `Amr, 1994, p. 27) fue uno de los hechos que convirtió a dicho alzamiento popular en “uno de los movimientos sociales de protesta y resistencia civil más trascendentales en la historia política de Oriente Medio” (Abu Tarbush, 1997, p. 113).

Junto a su capacidad de movilizar a la sociedad palestina en defensa de reivindicaciones nacionales, el otro hito histórico que generó dicha intifada fue la creación por parte de los Hermanos Musulmanes (HHMM) del Movimiento de Resistencia Islámica, más conocido por su acrónimo Hamas[1]. La rama palestina de los HHMM nace en 1945, año en que aparecen las primeras agrupaciones locales en las ciudades de Jerusalén y Gaza y, pocos meses después, también en Ramle, Nablus, Yafa y Salwan. El artífice de esta rápida implantación es Said Ramadan, yerno del fundador de los HHMM: el egipcio Hasan al-Banna.

Al-Banna, quien en 1928 funda la Hermandad en Egipto, considera que “el Islam representa un orden sin igual porque fue revelado por Dios con la voluntad de que regulase todos los aspectos de la vida humana. El Islam es válido para todos los hombres, en todas las épocas y en todos los lugares” (Abdel-Malek, 1965, pp. 179-182). Según este planteamiento, el musulmán tiene el deber de “hacer revivir la gloria del Islam promoviendo el renacimiento de sus pueblos y restaurando su legislación” y “educar al mundo en función de las reglas del Islam”. Para al-Banna, “la ley de los HHMM se inspira en la regla misma establecida por Mahoma [...]. No hay una sola palabra, en la fe de los HHMM, que no se funde en el Libro de Allah, la sunna de su profeta y el espíritu del auténtico Islam [...]. Nuestra vía es la del profeta de Dios: esta es suficiente; nuestra fe proviene del Libro de Dios y de la sunna de su profeta: estas son suficientes".

Los HHMM palestinos son deudores del pensamiento de al-Banna e interpretan, como él, que “el retraso de los musulmanes se debe a su alejamiento de la religión y que la base de la reforma debe ser el retorno a la enseñanza del Islam y sus creencias”. No es de extrañar pues que sus principales dirigentes pongan énfasis en la educación moral, en consonancia con el llamamiento de al-Banna a “educar a una nueva generación de musulmanes para que entiendan correctamente el Islam”, ya que “el Islam es contemplado como una forma de vida integral, que abarca todos los aspectos, culturales, sociales, económicos y públicos, y que no puede limitarse a unas fronteras físicas” (López Alonso, 2007, p. 31).

En sus pimeros años de vida, la actividad de los HHMM de Palestina, que dependen orgánicamente de la Hermandad egipcia, se centra en el campo social, la asistencia médica y la educación en la moral islámica. Además de oponerse a la ocupación británica, la rama palestina de la Hermandad recela del proyecto sionista, que aspira a convertir Palestina en hogar nacional de los judíos. Para tratar de evitarlo, los HHMM abren varios campos de entrenamiento clandestinos donde se dan nociones militares básicas a los miembros y simpatizantes de la organización.

El establecimiento del Estado de Israel en 1948 en el 80 % del territorio palestino obliga a los HHMM a replantear sus prioridades. Junto a la desposesión, el otro gran obstáculo a afrontar es la fragmentación territorial del 20 % restante: mientras Gaza queda bajo administración egipcia, Cisjordania es anexada por Jordania. Si en el primero de los casos los HHMM son reprimidos duramente tras el intento de asesinato del presidente egipio Nasser en 1954, en el segundo caso obtienen un trato de favor de parte del rey Husein al ser considerados sus aliados naturales contra las fuerzas nacionalistas.

Durante las dos décadas que trascurren entre 1948, fecha de la creación de Israel, y 1967, cuando Gaza y Cisjordania son ocupadas, los HHMM palestinos, ya sea desde la clandestinidad en Gaza o desde la oficialidad en Cisjordania, se concentran en la extensión de su ideario entre la población con el objeto de crear las condiciones para que se de un renacimiento del Islam. Tras la guerra de los Seis Días y la ocupación de Gaza y Cisjordania, la Hermandad mantiene dichas actividades de da`wa o predicación sin enfrentarse con las autoridades israelíes. De hecho, los distintos gobiernos israelíes toleran las actividades de los islamistas, ya que contrarrestan la influencia de la Organización de Liberación de Palestina (OLP), por aquel entonces la principal amenaza para la seguridad del Estado hebreo. En opinión del profesor Emile Sahliyeh: “Probablemente el gobierno israelí toleró el crecimiento del movimiento islámico porque la tensión entre los seculares y los seguidores del islam, así como entre musulmanes y cristianos, facilitaba su control sobre los Territorios Ocupados. El movimiento islámico era un contrapeso a los grupos favorables a la OLP en Cisjordania. Un movimiento islámico hostil a la orientación secular de la OLP y opuesto a la formación de un Estado palestino nacionalista y secular complementaría la política israelí destinada a atacar todas las facetas del nacionalismo palestino” (Sahliyeh, 1998, p. 143).

Un hecho que avalaría esta hipótesis sería la receptividad que los HHMM palestinos encuentran a la hora de establecer una red de asociaciones caritativas (entre las que se cuentan centros culturales, médicos, educativos y sociales), dedicadas a atender a los más necesitados, pero también a expandir su ideario[2]. En realidad este modus operandi no difiere excesivamente del del resto de movimientos islamistas: establecimiento de redes de solidaridad para las clases más desprotegidas, creación de asociaciones caritativas, organización de escuelas coránicas y clubes deportivos, financiación de bodas musulmanas en barrios pobres, organización de medios de transporte y concesión de becas para los estudiantes, ayudas a los desempleados e intervención de sindicatos y colegios profesionales (Lamchichi, 2001, pp. 21-22).

Los HHMM palestinos siempre miraron con recelo a la OLP, a pesar de que varios de sus cuadros políticos procedieran o fueran simpatizantes de la Hermandad en un principio (Hart, 1989). La explicación debe buscarse en el laicismo que profesaban las principales formaciones integrantes de la OLP, y especialmente ciertos grupos de tendencia comunista, marxista y maoista. Como recuerda Musa al-Budayri, los HHMM ante todo “se oponen a la tendencia laica imperante entre los grupos unidos bajo el estandarte de la OLP y combaten a los izquierdistas, difusores del ateísmo, la heterodoxia, la corrupción y las ideologías importadas” (al-Budayri, 1994, p. 174). De hecho, Hamas herederá la histórica animadversión de los HHMM hacia la OLP, ya que sus dos principales objetivos serán la derrota del movimiento sionista, pero también de las fuerzas laicistas. El artículo 27 de la Carta de Hamas señala expresamente: “El pensamiento laico se opone diametralmente al pensamiento religioso […]: no podemos cambiar la naturaleza islámica de Palestina para adoptar una ideología secular, porque la naturaleza islámica de la cuestión palestina es parte integrante de nuestra religión y quien descuide parte de su religión ciertamente está perdido”.

La cosmovisión de Hamas

Desde el nacimiento de Israel en 1948 hasta la aparición de Hamas en 1988, los HHMM antepusieron la predicación o da`wa a la lucha contra el sionismo. Tras cuatro décadas se decide modificar esta actitud y adoptar una actitud más militante contra la ocupación. A partir de la Intifada, Hamas reclama la liberación de Palestina por medio de la lucha armada y el establecimiento de un Estado islámico que se rigiese por la shari`a.

En este sentido es interesante detenerse en el primer comunicado de Hamas que aparece el 14 de diciembre de 1987, unos días después del estallido de  la ‘revuelta de las piedras’, ya que presenta una auténtica declaración de intenciones. Así se señala: “La Intifada de nuestro pueblo rechaza la ocupación y sus presiones, la confiscación de la tierra, la construcción de asentamientos y la política de sometimiento de los sionistas […]. La intifada está aquí para convencerles de que el Islam es la solución y la alternativa […]. Nuestro pueblo conoce el camino del sacrificio y el martirio […]. Haced que entiendan que la violencia no engendra más que violencia, que la muerte no trae más que muerte”[3].

El artículo 1 de la Carta de Hamas[4], del 18 de agosto de 1988, afirma en coherencia con los planteamientos de los HHMM: “El Islam es el programa de Hamas. Del Islam se derivan sus ideas y preceptos fundamentales, su visión de la vida y su entendimiento del hombre y del universo. De acuerdo con el Islam juzga sus acciones y el Islam le inspira para corregir sus errores”. En su artículo 3 se señala que sus seguidores “conocen sus obligaciones para consigo mismos, su pueblo y su país. Han temido a Dios y elevado la bandera del yihad para liberar el país de los opresores y al país de la profanación, la impureza y el mal”. El artículo 9 considera que Palestina es un “waqf islámico confiado a todas las generaciones musulmanas hasta el día del Juicio Final, por lo que nadie tiene derecho a entregar el conjunto o parte de ella: ningún Estado árabe por separado, ni todos juntos, ningún rey ningún presidente, no tampoco todos juntos, ninguna organización ni todas ellas juntas” (art. 11), ya que “renunciar a una parte de Palestina es como renunciar a la propia religión” (art. 13). Todo ello lleva a concluir que “no hay solución de la cuestión palestina sino por medio del yihad”.

Otro de los aspectos a destacar en la Carta es la voluntad de conciliar el nacionalismo palestino con el ideario islamista. Así en el artículo 12 se afirma: “El nacionalismo es parte integrante del credo religioso. Nada es más elevado en el nacionalismo o más profundo en la devoción que eso: si un enemigo invade los terrotorios musulmanes, entonces el yihad y la lucha contra el enemigo se convirten en un deber individual de todo musulmán […]. El nacionalismo de Hamas tiene además algo más importante: razones divinas que le dan vida y espíritu”.

Por lo anteriormente dicho cabe concluir que su participación directa en la Intifada de 1987 implica “el paso a una nueva etapa en la estrategia de los HHMM respecto a Palestina, una etapa de acción y de yihad práctico” (Abu `Amr, 1994, p. 87). Al sumarse a la resistencia contra la ocupación, los HHMM pretenden competir con la OLP y superar las tres lagunas que frenaban su crecimiento: en primer lugar, la consideración de la cuestión palestina como un problema religioso y no nacional; en segundo lugar, la negativa a reconocer a la OLP; y, en tercer lugar, la oposición histórica al empleo de la resistencia armada contra la ocupación israelí (Al-Yarbawi, 1989, p. 55).

En la nueva retórica islamista, Israel aparece como “instrumento para la extensión de la corrupción occidental y de sus conspiraciones contra el islam” (Abu `Amr, 1989, p. 51). El artículo 32 de la Carta de Hamas afirma: “El Movimiento de Resistencia Islámico se considera la punta de lanza y la vanguardia en el camino de la lucha contra el sionismo mundial y suma sus esfuerzos a los de todos aquellos que trabajan por Palestina”. El artículo 22 da rienda libre a todos los tópicos antisemitas sobre los judíos a los que se acusa de haber “acumulado una enorme fortuna mundial” que les ha permitido “controlar los medios de comunicación mundiales”. Además se les considera los responsables de las guerras mundiales para “obtener fabulosas ganancias materiales gracias al comercio de armamento” y de “gobernar el mundo” desde la sombra. El mencionado artículo 32, va más allá, al afirmar que “el proyecto sionista no tiene límites: después de Palestina quieren expandirse desde el Nilo hasta el Eufrates. Cuando hayan ocupado por completo esta zona buscarán otra, porque es el plan de los Protocolos de los sabios de Sión”. También algunos comunicados inciden en esta línea: “Hoy en día ellos [los judíos] encarnan el nazismo en su forma más odiosa” (comunicado nº 25) o “los judíos han asesinado a los profetas, han masacrado a personas inocentes, han encarcelado a los dignos de Dios...” (comunicado nº 30).

Existen divergencias a la hora de explicar por qué los HHMM palestinos tardan más de cuatro décadas en asir las armas para combatir a Israel. Junto al ascenso del Islam político en buena parte del mundo árabe, acentuado por la revolución islámica en Irán en 1979 y por la expulsión de las tropas soviéticas de Afganistán en 1989, se suele aludir a la manifiesta debilidad de la OLP, alejada del teatro de operaciones desde su salida en Líbano en 1982 y cada vez más proclive a una negociación política en la que no contaba con las suficientes bazas para salir airosa. En opinión del jeque Bassam Yarrar, imán de la mezquita de Ramallah, los islamistas deciden empuñar las armas cuando contemplan como la OLP se inclina progresivamente por la vía de la negociación y se aleja de la lucha armada (Abu `Amr, 1994, p. 59).

Efectivamente a mediados de septiembre de 1988, la OLP hace pública su Declaración de Argel en la que muestra su disposición a “alcanzar una solución política completa del conflicto árabe-israelí y de su cuestión central, el problema palestino” por medio del establecimiento de un Estado palestino en Cisjordania y Gaza con Jerusalén Este como capital. Al aceptar un Estado en el 22 % de la Palestina histórica, la central palestina reconoce de facto el derecho a la existencia de Israel en el 78 % restante y al abogar por una solución política renuncia al empleo de las armas para alcanzar dicho objetivo. Estas dos condiciones habían sido establecidas por la Administración norteamericana como un paso imprescindible para permitir la participación de la OLP en un eventual proceso de paz.

Cuando la OLP se ve obligada a distanciarse de sus reivindicaciones históricas, Hamas asume gran parte de los presupuestos nacionalistas que habían marcado los primeros años de singladura de la central palestina y se enroca en la defensa a ultranza del discurso nacionalista originario: defensa del trinomio tierra, retorno y resistencia.

Hamas ante el Proceso de Oslo

La apertura del proceso de paz en Madrid octubre de 1991 acrecentó el peso de Hamas que se presentó como la defensora a ultranza de los derechos palestinos, mientras que Fatah, al intervenir activamente en las conversaciones de paz, ganó legitimidad esencialmente en el ámbito internacional al apostar por un compromiso basado en la fórmula de los dos Estados. Mientras Fatah se sentaba en la mesa de la negociación y hacía lo imposible por frenar la Intifada, Hamas mantenía su confrontación con las tropas ocupantes y sufría la represión israelí lo que, indudablemente, contribuyó a extender sus respaldos. Así las cosas, los intereses de Fatah y Hamas eran diametralmente opuestos: el éxito de las negociaciones representaría una derrota para Hamas y una victoria para Fatah, mientras que su fracaso colocaría a Hamas en una situación ventajosa frente a su tradicional rival (Álvarez-Ossorio e Izquierdo, 2007).

Tras varios años de negociaciones, el gobierno laborista israelí y la OLP alcanzan el 13 de septiembre de 1993 una Declaración de Principios que dio paso a la apertura del Proceso de Oslo. A partir de entonces se establece una Autoridad Palestina que, durante un periodo de cinco años, debería gestionar la autonomía de los principales núcleos urbanos palestinos, a excepción de Jerusalén. Tras dicho periodo transitorio se debería alcanzar un acuerdo sobre el estatuto final de la autonomía, en el que también debería resolverse la situación de los refugiados, los asentamientos y Jerusalén. Pese a que muchos consideraron el choque de manos entre Yasir Arafat e Isaac Rabin como el primer paso hacia la independencia, lo cierto es que en ninguno de los acuerdos firmados desde entonces se menciona de manera expresa la creación de un Estado palestino.

Hamas, al igual que otras formaciones palestinas, decidió boicotear los Acuerdos de Oslo por considerarlos contrarios a los intereses nacionales. En un relevate comunicado de su Buró Político fechado el 16 de abril de 1994, pocas semanas antes del establecimiento efectivo de la Autoridad Palestina, Hamas condena la posición de la OLP por considerarla “una capitulación” frente a “las condiciones y dictados sionistas y americanos”, asimismo llama a sentar unas nuevas bases para la negociación basadas en tres condiciones: 1) la completa retirada israelí de los territorios palestinos, así como de los asentamientos; 2) la celebración de unas elecciones generales libres en Cisjordania y Gaza para elegir un nuevo liderazgo; y 3) el nuevo liderazgo elegido será el único capacitado para representar las aspiraciones populares y adoptar decisiones sobre el futuro de la cuestión palestina.

Ahora bien, este rechazo frontal a Oslo no ha de entenderse como una choque frontal con Fatah, sino más bien como el principio de una oposición leal a la Autoridad Palestina. Para entender esta posición debe recurrirse nuevamente a la Carta de Hamas que señalaba, en su artículo 27, lo siguiente: “La OLP es el movimiento má próximo a Hamas. En él están nuestros padres, nuestro hermanos, nuestros parientes y amigos. ¿Cómo podría un buen musulmán dar la espalda a su padre, su hermano, su pariente o su amigo? Tenemos la misma patria, la misma aflicción, el mismo destino compartido y el mismo enemigo”, aunque también advierte que sólo “cuando la OLP haya adoptado el Islam como su forma de vida, entonces formaremos parte de sus tropas”.

Con frecuencia los dirigentes de Hamas dejan claro que no se enfrentarán directamente con Fatah. Jalid Mashal, responsable del Buró Político de Hamas, afirma en una larga entrevista publicada por el diario Al-Hayat el 5 de diciembre de 2003: “A pesar de nuestro rechazo a Oslo y nuestras diferencias con el mando de la OLP, hemos decidido defender el interés nacional. Ni nos enfrentamos militarmente a la Autoridad ni entramos en conflicto con ella. No deseamos profundizar las diferencias palestinas, ni tampoco abocar a la sociedad palestina al enfrentamiento”. Mashal, radicado en Damasco tras sobrevivir a un intento de asesinato en Amman, consideraba que “los militantes de Fatah, Hamas, la Autoridad o cualquier otra facción están en la misma trinchera, combaten en la misma batalla y juntan sus fusiles para enfrentarse al ocupante”.

En 1994, tras la masacre de Hebrón en la que 29 fieles que rezaban en de la mezquita de Abraham en Hebrón fueron asesinados, Hamas revisa su estrategia y decide tomar como objetivos no sólo a militares y colonos en los Territorios Ocupados, sino también a civiles dentro del propio Israel. Al explicar esta circunstancia, Mashal señala: “Las operaciones de los mártires son el resultado de la evolución natural de la estrategia palestina para responder a los crímenes del enemigo, en particular contra los civiles [...]. El mantenimiento de la ocupación exige el mantenimiento de la resistencia, así como la evolución de su violencia y sus crímenes requieren una evolución similar de la resistencia. La primera Intifada se inició con piedras, pero fue respondida con la intensificación de la represión israelí contra un pueblo desarmado. Esto motivó la aparición de algunos instrumentos elementales como las hondas, después los cócteles molotov, más tarde los cuchillos y, por último, las armas [...]. Tras la matanza de la mezquita de Abraham en Hebrón, la práctica de las operaciones de los mártires se convirtió en habitual”[5].

Aunque Mashal considera “el principal objetivo del martirio no es matar, sino que el enemigo sionista pierda su seguridad”, lo cierto es que los atentados terroristas tienen un alto coste. Además de los cientos de vidas humanas que siegan, motivan un endurecimiento de la política israelí hacia los Territorios Ocupados y multiplican el número de opositores al proceso de paz dentro de la sociedad israelí. Aunque extienden la popularidad de Hamas entre los palestinos, también es cierto que el precio a pagar por ello es demasiado elevado, ya que la mayor parte de los dirigentes islamistas se convierten en blanco de los denominados ‘asesinatos selectivos’ y la población se ve sometida a diversos castigos colectivos por parte de las tropas de ocupación. Tampoco parece que la cuestión palestina recoja excesivos frutos en la esfera internacional, ya que la barbarie suicida genera la empatía de los Estados occidentales hacia las operaciones militares israelíes de represalia.

Estas circunstancias motivan un debate en el seno de la formación islamista en torno a la eventualidad de suspender los atentados suicidas. Desde 1995, Fatah intentó infructuosamente que Hamas interrumpiese los ataques contra civiles, pero chocó con la petición de que Israel ofreciese un compromiso similar. Según el relato de Jalid Mashal a Al-Hayat: “Hamas ofreció mantener a los civiles al margen de este conflicto. Esta idea se planteó por primera vez en 1995 y 1996 y también en el curso de las rondas de diálogo palestino y las conversaciones con los negociadores europeos. Sin embargo, la parte israelí rechazó esta oferta y quiso imponernos una solución injusta, ya que pretendía tener las manos libres para perseguir a cualquier palestino, civil o militar, mientras que no permitiría a los palestinos atacar a ningún israelí, aunque fueran colonos o militares”.

En estas conversaciones celebradas en El Cairo también se baraja la posible participación de Hamas en las elecciones de enero de 1996 para elegir un Consejo Legislativo, movimiento que estaría destinado a incorporarla al juego político y alejarla de las armas. La negativa de Hamas se explica aludiendo a que su participación implicaría un reconocimiento implícito del marco de Oslo. Para Mahmud al-Zahhar, uno de sus máximos dirigentes: “Nuestro rechazo es categórico a este tipo de elecciones, porque sin ganamos la mayoría de los escaños nos veríamos obligados a respetar la política de la autonomía, mientras que si fuéramos sólo una minoría nuestra presencia en la cámara serviría para legitimar la autonomía” (Hijazi, 1995: p. 81).

Aunque los atentados terroristas contribuyeron al fracaso del Proceso de Oslo, fueron las abismales diferencias en torno al acuerdo de estatuto final (en particular a Jerusalén, los refugiados, los asentamientos y las fronteras), las que provocaron el colapso de Camp David en verano de 2000. No obstante se requería un brusco viraje que justificase la cancelación de los acuerdos firmados hasta aquel entonces. La Intifada del Aqsa, desatada tras la visita de Ariel Sharon a la Explanada de las Mezquitas el 28 de septiembre, ofreció dicha oportunidad. La revuelta también estaba motivada por la política de ‘hechos consumados’ israelí que había complicado lo indecible la vida de la población palestina: Cisjordania se había convertido en un puzzle de bantustanes aislados entre sí y la expropiación de tierras se había multiplicado para acoger a los cientos de miles de colonos que se instalaron sobre suelo palestino (de 225.000 colonos en 1990 se pasa a los 500.000 en 2008). Como señalara el analista Henry Siegman, “más de siete años de promesas de Oslo únicamente han generado mayor pobreza, mayor pérdida de tierras palestinas y mayor control israelí sobre los palestinos. Su desilusión únicamente finalizará con la retirada israelí y el fin del estrangulamiento que ejerce sobre todos los aspectos de la existencia palestina” (Siegman, 2001).

Los dos resultados directos de la Intifada del Aqsa fueron la interrupción del proceso de Oslo y el derrumbe de la Autoridad Palestina. Pese a que Fatah pretende sacar partido de la revuelta para mejorar su posición, lo cierto es que la nueva Intifada es un éxito de Hamas, que había venido reclamando el final de las negociaciones, el retorno a la lucha armada y la reunificación de las filas palestinas.

La interrupción del proceso de paz dejó a los palestinos en una situación extremadamente delicada. Tras la apertura de la Conferencia de Paz de Madrid en 1991, la OLP había jugado todas sus cartas a una solución negociada y había depositado todas sus esperanzas en que el Proceso de Oslo condujese, tarde o temprano, a la creación de un Estado palestino sobre los Territorios Ocupados. Si la Autoridad Palestina no estaba preparada para el fracaso de las negociaciones de paz, lo estaba mucho menos para una vuelta a las hostilidades, especialmente si el enfrentamiento se prolongaba demasiado tiempo puesto que era la parte más débil de la ecuación y, por lo tanto, la que más podía perder.

La Hoja de Ruta hacia el posibilismo

Ante el callejón sin salida en el que se encontraba el proceso de paz, Fatah trató de consensuar con Hamas los próximos pasos a dar. En las conversaciones de El Cairo, celebradas entre los meses de noviembre de 2002 y enero de 2003, la Autoridad Palestina intentó arrancar un alto el fuego de Hamas. Como contraprestación le ofreció participar en un gobierno de emergencia, aunque la formación islamista puso como condición que dicho gobierno se desmarcase claramente de los Acuerdos de Oslo, por lo que las conversaciones no se coronaron con éxito. 

A pesar de que el Documento Egipcio no llegó a ser refrendado por todos los grupos palestinos es de gran utilidad para conocer el contenido de las negociaciones. Dicho documento considera necesario “dar una oportunidad a los esfuerzos de la paz para probar su eficiencia a la hora de colocar a nuestra cuestión en su camino correcto. Para negociar la paz hemos decidido congelar la lucha armada durante un año, estando de acuerdo en que nuestro mayor objetivo es que todas las fuerzas internacionales y regionales se impliquen para modificar la actual situación y presionen a la parte israelí para que se retire, interrumpa sus ataques, asesinatos y prácticas opresivas contra el pueblo y el mando palestinos, y retorne a las mesa de negociaciones bajo la supervisión internacional”.

Pero su propuesta más relevante es “emplear todos los medios y formas de combate que usa nuestro pueblo siempre que sirvan para la realización de nuestros objetivos nacionales”, por cuanto implica que Hamas aceptaría defender su proyecto por la vía política. Además, el Documento Egipcio remarca la necesidad de “celebrar elecciones democráticas con la participación de todas las fuerzas cuando se den las condiciones adecuadas para elegir los mandos y los representantes del pueblo palestino”, así como “la participación de todas las organizaciones y fuerzas para garantizar el pluralismo político en el escenario palestino y en la adopción de las decisiones pertinentes para alcanzar los objetivos del pueblo palestino”.

Los grupos islamistas consideran que la celebración de estas elecciones demostraría el fracaso del proceso de paz y evidenciaría la necesidad de diseñar un nuevo programa político basado en la unidad de todas las formaciones. Mahmud al-Zahhar, que en 2006 asumiría la cartera de Exteriores, expresaba entonces que “nuestra postura no ha variado. Hoy, como ayer, no consideramos que Oslo sea un modelo válido para reunir en torno a él al pueblo palestino en la etapa presente. Por eso consideramos que es necesario rehacer un programa para expulsar a la ocupación de nuestras tierras ocupadas y después de ello compartimos el enfoque de que deben celebrarse elecciones. Considero que en el caso de que se celebraran elecciones bajo el esquema de Oslo ni tan siquiera participarían los que estuvieron con Oslo en un principio. Por todo ello es necesario encontrar una fórmula nueva que permita deshacernos de los fardos de Oslo”[6].

La muerte de Arafat el 11 de noviembre de 2004 fue seguida de unas elecciones presidenciales en las que no tomó parte Hamas. La elección de su delfín Mahmud Abbas Abu Mazen aceleró el debate en torno a la necesidad de convocar unas elecciones legislativas que contasen con una participación plural de las fuerzas políticas, tal y como contemplaba en el Documento Egipcio. Sólo tras la celebración de dichos comicios podría valorarse el respaldo del que disfrutaban Fatah y Hamas, las dos principales formaciones palestinas, así como determinar los pasos a seguir en un futuro: ya proseguir las negociaciones, como pretendía Fatah, ya establecer un nuevo programa de acción, como buscaba Hamas.

La comunidad internacional, que apoyaba la participación de Hamas en las elecciones, consideraba que la progresiva incorporación de los islamistas a la gestión de la Autoridad Palestina les obligaría a ser más pragmáticos y les alejaría de la lucha armada. Como señalara el analista palestino Jalid Hroub: “La condición y el objetivo principal de las elecciones generales es la participación de todas las fuerzas palestinas, y antes que ninguna Hamas, en la toma de decisiones palestina. Mientras la fuerza islamista no se incorpore al proceso de toma de decisiones y tenga los mismos derechos y responsabilidades que el resto de las fuerzas, se mantendrá el desequilibrio en la representación palestina [...]. La incorporación de Hamas en el mando real colocará al movimiento ante la tesitura de adoptar decisiones políticas, le cerrará la vía del escapismo y le obligará a hacer frente a la realidad” (Hroub, 2004).

Finalmente las elecciones legislativas se celebraron el 25 de enero de 2006 y se saldaron con la victoria arrolladora del Partido del Cambio y la Reforma, organización creada ex profeso por Hamas para concurrir a los comicios. De los 132 escaños del Consejo Legislativo en liza, Hamas obtuvo 74 y Fatah sólo 45, a pesar de que la diferencia porcentual no fue tan reñida (44,45% de los votos frente al 41,43%). Las tres principales implicaciones de estos resultados eran las siguientes: por una parte, Fatah perdía el monopolio de la política palestina detentado desde hace cuatro décadas; por otra parte, Hamas se convertía en el primer movimiento islamista en el mundo árabe en conquistar el gobierno por medio de unas elecciones; por último, en la escena israelí este big bang político reforzó, en las elecciones legislativas del 28 de marzo, a Kadima y a los partidarios fijar unilateralmente unas nuevas fronteras entre Israel y los Territorios Ocupados (Álvarez-Ossorio, 2006).

Con su triunfo electoral, los HHMM palestinos culminan el proceso iniciado con la creación de Hamas en 1988 y destinado a arrebatar a la OLP la dirección de la cuestión palestina para imprimir una lectura más religiosa que laica del conflicto con Israel. La derrota electoral de Fatah no hubiera sido posible sin tener en cuenta cuatro elementos: la reislamización progresiva de la sociedad a consecuencia de la labor proselitista de Hamas, el rotundo fracaso del Proceso de Oslo que fragmentó el territorio palestino en decenas de bantustanes incomunicados entre sí, la intensificación de la ocupación registrada desde el ascenso al poder de Sharon en 2001 y, por último, la desastrosa gestión de Fatah que llevó a la Autoridad Palestina al colapso institucional, la bancarrota financiera y la anarquía militar[7].

Hamas logró convertir las elecciones en un referéndum sobre el proceso de paz con Israel con lo cual atrajo el voto de castigo por la gestión de Fatah. Como consecuencia de las elecciones, Fatah se vio obligada a pasar a la oposición y resignarse a ceder el monopolio de la vida política que había mantenido hasta el momento, a través de su pleno control tanto de la AP como de la OLP. Buena parte de la población palestina considera a la AP responsable de esta situación por haber estado más interesada en defender sus prebendas que en mantener una posición de firmeza en las negociaciones. No debe extrañarnos pues que el programa electoral del Partido del Cambio y la Reforma, fórmula electoral de Hamas, incidiese en la necesidad de “garantizar la reforma, evitar la malversación de los fondos públicos y luchar contra la corrupción” para lo cual se consideraba indispensable “la transformación pacífica de la AP y de los centros de poder” pues “los recursos nacionales deben ser empleados en beneficio de todos y contribuir al desarrollo de la sociedad palestina”.

El programa electoral de Hamas representa un nuevo paso hacia el posibilismo por parte de la formación islamista. Es cierto que el programa remarca la vigencia de algunos de los aspectos centrales de su carta fundacional de 1988, aunque sustancialmente edulcorados. De una parte, el programa resalta las credenciales islamistas del movimiento al manifestar que sus “posiciones en lo que se refiere a los aspectos políticos, económicos, sociales y culturales están basadas en el Islam”. De otra parte, pone especial énfasis en la vigencia de la resistencia: “Nuestro pueblo se encuentra en la fase de la liberación y es legítimo para él intentar finalizarla por todos los medios, incluida la resistencia armada” (Hroub, 2006).

Aunque también es cierto que al participar en las elecciones, Hamas da un salto cualitativo en su estrategia. Al entrar en el Consejo Legislativo e intervenir en la gestión de la Autoridad Palestina, la organización islamista acepta implícitamente los medios políticos para alcanzar sus objetivos. Es más, podría considerarse incluso que Hamas está siguiendo la política del “paso a paso” que en su día adoptara Fatah, tras constatar la imposibilidad de imponerse en el terreno de batalla a Israel. De hecho, el programa electoral menciona expresamente que, a partir de ahora, se emplearán “todos los medios” para poner fin a la ocupación, en una clara alusión al abandono de la doctrina del “sólo hablan los fusiles”. Es más, este nuevo posicionamiento entra en abierta contradicción con la propia carta fundacional del movimiento que establece que “no hay otra solución a la cuestión palestina que el yihad”.

Este paso es comparable al dado en su día por la OLP con el objeto de ser reconocida por la comunidad internacional. En junio de 1974, cinco meses antes de la histórica comparecencia de Yaser Arafat ante la Asamblea General de las ONU, la OLP aprobó el denominado Programa Temporal que contemplaba la necesidad de emplear “todos los medios posibles” para liberar los territorios palestinos. Esta decisión, similar a la adoptada ahora por Hamas, implicaba, en la práctica, el abandono del artículo 9 de la Carta Nacional que estipulaba que “la lucha armada es el único medio para liberar Palestina”.

Las coincidencias no acaban aquí, puesto que también las declaraciones de algunos dirigentes islamistas parecen indicar que el reconocimiento de Israel está cada día más cerca. Esto es al menos lo que cabe deducir de las declaraciones de Mahmud Zahhar, dirigente histórico del movimiento y con posterioridad ministro de Asuntos Exteriores, quien declaró a la cadena CNN el 29 de enero de 2006: “Si Israel está preparada para satisfacer nuestra demanda nacional de retirada de las áreas ocupadas en 1967 [Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este], liberar a los presos, detener sus agresiones, establecer una comunicación geográfica entre Gaza y Cisjordania, en ese momento, con garantías de ambas partes, aceptaremos el establecimiento de nuestro Estado independiente”. Por si no hubiera quedado suficientemente claro, Zahhar añadió: “Podemos aceptar el establecimiento de nuestro Estado independiente en las áreas ocupadas en 1967”. Un año más tarde, el 10 de enero de 2007, en unas declaraciones a la agencia Reuters, el máximo dirigente de Hamas, Jaled Mashal, manifestó: “Como palestino reclamo un Estado en las fronteras de 1967. Es verdad que en realidad habrá una entidad o estado llamado Israel en el resto de la tierra palestina. Es un hecho resultado de factores históricos”. Es decir, que por una parte reconoce que las reivindicaciones de Hamas se limitan a un Estado sobre Gaza y Cisjordania con Jerusalén Este como capital y, por otra, reconoce que el Estado israelí es un hecho consumado.

El resto es una historia suficientemente conocida. A pesar de esta política gradualista de Hamas, la comunidad internacional se cerró en banda y decidió boicotear al nuevo Ejecutivo. El Cuarteto, integrado por EEUU, la UE, las NNUU y Rusia, estableció tres condiciones para mantener su ayuda económica: abandono del terrorismo, reconocimiento de Israel y aceptación del proceso de paz. Es decir, las mismas demandas que impusiera en su día la Administración americana a la OLP que fueron aceptadas en Argel en 1988. Tanto Bruselas como Washington confiaban que el estrangulamiento económico del gobierno islamista dirigido por el primer ministro Ismael Haniye acabase por pasarle factura, restándole apoyos dentro de la sociedad palestina. Al proceder de esta manera se esperaba que Hamás se viese obligado a restituir a Fatah el monopolio de la escena política. Este planteamiento, que compartían buena parte de las cancillerías occidentales, era potencialmente explosivo porque mostraba, a las claras, que la comunidad internacional apostaba directamente por Fatah y, además, intervenía de manera encubierta para acelerar la caída del gobierno islamista.

Dicho boicot tuvo nefastas consecuencias al agravar los ya de por sí endémicos problemas de los territorios palestinos. Desde entonces la situación en la superpoblada Franja de Gaza, donde se agolpan un millón y medio de personas en apenas 365 kilómetros cuadrados, no ha dejado de deteriorarse –el 50 por ciento de los gazawíes están desempleados, tres de cada cuatro personas viven bajo el umbral de la pobreza y la malnutrición se ha extendido hasta extremos desconocidos-, creando una bomba de relojería.

El 11 de mayo de 2006, ante los enfrentamientos armados entre las facciones palestinas y los crecientes rumores de guerra civil, los dirigentes de Fatah y Hamas encarcelados por Israel plantearon un Documento de Reconciliación Nacional con cuatro puntos clave. En primer lugar, Hamas aceptaba que el futuro Estado palestino se erija sobre Cisjordania y Gaza con Jerusalén Este como capital (y, por lo tanto, renunciaba de facto a la destrucción del Estado de Israel), lo que le alejaba de sus anteriores llamamientos a la destrucción de Israel. En segundo lugar, se reactivaba la OLP en la que deberían integrarse los grupos islamistas, incluida Hamas, hasta entonces renuentes a la idea. En tercer lugar, se acordaba la formación de un gobierno de Unidad Nacional con el propósito de alejar el fantasma de la guerra civil. En cuarto y último lugar, pero no menos importante, se acordaba recurrir a “la acción política, negociadora y diplomática” (bajo la batuta del presidente de la Autoridad Palestina) y “limitar a Cisjordania y Gaza la resistencia contra la ocupación” (y, por lo tanto, poner fin a los atentados contra objetivos civiles en territorio israelí). Como en otras ocasiones, Israel lanzó una vasta operación militar sobre Gaza, bautizada con el nombre Lluvia de Verano, para impedir la reconciliación palestina.

Tras varios meses de arduas negociaciones que culminaron con el Acuerdo de La Meca, Hamas y Fatah alcanzaron un compromiso para la formación de un gobierno de coalición que finalmente vio la luz el 17 de marzo de 2007. Los dos principales propósitos del nuevo gobierno de una parte, interrumpir el boicot internacional al Ejecutivo islamista y, de otra parte, frenar la escalada de violencia palestina que había provocado casi dos centenares de muertes en las calles de Gaza. Por eso el programa de gobierno recogía expresamente la necesidad de “consolidar la unidad nacional, la salvaguarda de paz civil, los valores de respeto mutuo, y del dialogo, poniendo fin a todos las tensiones acumuladas. Fortalecerá la cultura de convivencia, preservará las vidas de los ciudadanos palestinos, y neutralizará cualquier atisbo de luchas intestinas”.

Además, el gobierno de unidad era proclive a una tregua de largo alcance en el caso de que Israel interrumpiese sus políticas expansionistas: “La consecución de la paz y la estabilidad en la región dependerán del fin de todas las formas de ocupación y de la recuperación de los derechos nacionales, la eliminación del muro del apartheid y las colonias, del fin de la política de judaización de Jerusalén, las políticas de anexión y de discriminación racial y la restitución de los derechos de los palestinos”. En torno a la posibilidad de un compromiso definitivo, el programa de gobierno rechazaba “el denominado Estado con fronteras provisionales, planteado de acuerdos con el proyecto americano-israelí” y designaba a la OLP y la presidencia de la AP como responsables para dirigir las negociaciones “sobre la base de los objetivos nacionales palestinos”.

La incapacidad del nuevo gobierno para poner fin al boicot internacional explicó su disolución pocas semanas después de su formación. En la primera quincena de junio, cuando se cumplía el cuarenta aniversario de la ocupación, se desató un conato de guerra civil entre las dos principales formaciones que dejó tras de sí 150 vícitimas y que se saldó con la división de los Territorios Ocupados entre Gaza, controlada por Hamas, y Cisjordania, gobernada por Fatah. A partir de entonces, el territorio ocupado tendría dos gobiernos: el islamista elegido en las urnas que se mantuvo en Gaza y el nuevo de Fatah designado por Abu Mazen en Cisjordania. La comunidad internacional dio su respaldo mayoritario al segundo, al que levantó las sanciones económicas, pero mantuvo su boicot a Hamas en Gaza. En este sentido son esclarecedoras las palabras de Henry Siegman, anterior responsable del Consejo Judío Americano: “La reacción escandalizada ante lo que se considera un golpe de Hamás contra su socio en el Gobierno de unidad de la Autoridad Palestina es igualmente hipócrita resulta. Sobre todo teniendo en cuenta que procede de diplomáticos israelíes, estadounidenses y europeos que financiaron, armaron y respaldaron abiertamente a Fatah –el partido que perdió las elecciones- para echar al partido que ganó los primeros comicios verdaderamente democráticos en el mundo árabe” (Siegman, 2007).

Curiosamente el paso del irrendentismo a la realpolitik dado por Hamas no sólo despertó los temores de Israel y de los países occidentales, sino también de los elementos yihadistas partidarios de la guerra total contra “la alianza cruzada y sionista”. Tras la toma de Gaza por Hamas, Ayman al-Zawahiri, el número dos de Al Qaeda, exigió a los dirigentes islamistas palestinos que abandonaran su política gradualista, instándoles a aplicar la shari`a en Gaza, ya que “lo más importante no es llegar al poder, sino aplicar la palabra de Dios”. En su comunicado, difundido en varias páginas webs yihadistas, reclamaba a la formación islamista “liberar las tierras de Palestina de la tiranía de los títeres y de los traidores”, en una clara alusión a Fatah, a la vez que le reclamaba un cambio de rumbo: “Hoy debemos ayudar  los muyahidin palestinos, incluidos los de Hamas, a pesar de los errores de su dirección. Decimos a los hermanos de Hamas que nos tienen a su lado, pero deben modificar su política de sumisión a Israel”. Al Zawahiri, extraordinariamente crítico con el gobierno de coalición palestino, había acusado en marzo a Hamas de “capitular ante los judíos a los que ha entregado la mayor parte de Palestina: ha caído en el pantano de la rendición. El Acuerdo de La Meca es un intento del Satán estadounidense y de su agente saudí por quebrar la resistencia contra la ocupación israelí”[8].

Notas

[1] Como señala el artículo 2 de la Carta de Hamas: “El Movimiento de Resistencia Islámico es una rama de los HHMM de Palestina [...] que abraza todos los conceptos islámicos en todos los dominios de la vida: ideas y creencias, política y economía, educación y sociedad, jurisdicción y ley, predicación y enseñanza”. 

[2] Debe tenerse en cuenta que la edificación de cada nuevo edificio necesitaba el permiso expreso de la administración militar israelí. Entre 1967, fecha de la ocupación, y 1987, cuando da comienzo la Intifada, el número de mezquitas registra un avance espectacular al pasar de 77 a más de 600.

[3] Los comunicados de Hamas durante la Intifada de 1987, así como los del Mando Nacional Unificado, pueden consultarse en Legrain, 1991.

[4] Una versión en árabe del Pacto de Hamas puede encontrarse en Hroub, 1996, pp. 287-307 y una traducción al español en López Alonso, 2007, pp. 251-279.

[5] En la misma línea, Ahmad Yasin, líder espirirual de Hamas posteriormente asesinado por Israel, señalaba: “Las operaciones suicidas tiene un fuerte impacto sobre el enemigo sionista. Nosotros no tenemos F-16 ni helicópteros Apache ni tampoco misiles de largo alcance, pero tenemos personas preparadas para el combate y el martirio [...]. Cuando se interrumpan los ataques contra los civiles de nuestro pueblo y sus espacios sagrados, así como los asesinatos, entonces pondremos fin a nuestros ataques contra sus civiles”: http://www.palestine-info.info/arabic/hamas/hewar/yaseeen1.htm

[6] http://www.palestine-info.info/arabic/hamas/hewar/zaha.htm

[7] Tal y como advertía el editorial de Haaretz el 22 de diciembre de 2005: “Un triunfo de Hamas no indicaría necesariamente una radicalización islamista de la sociedad palestina o que los palestinos prefieren el terror a la negociación. Los palestinos pueden votar a Hamas como una reacción a la incapacidad de la Autoridad Palestina para satisfacer sus intereses; en realidad, Israel ha jugado un papel decisivo en el deterioro de su situación”.

[8] La respuesta de Hamas no tardó mucho en producirse. En un artículo publicado en el diario The Guardian el 5 de julio, tras los fallidos atentados terroristas en Inglaterra, el responsable del Buró Político de Hamás, Jaled Mashal, lanzaba un claro mensaje a Al Qaeda: “Condenamos los intentos de ataques en Londres y Glasgow, como ya hicimos con los pasados atentados en España y EEUU.  No podemos ser más claros: Hamás no aceptará ni tolerará que nadie explote la sagrada causa del pueblo palestino para perpetrar asesinatos y matanzas alrededor del mundo”.


Bibliografía

ABDEL-MALEK, Anouar. Anthologie de la littérature arabe contemporaine, III. Les essais, París: Éditions du Seuil, 1965.

ABU `AMR, Ziyad, Al-Intifada. Asbabu-ha wa awamil istimrari-ha. Jerusalén: Passia, 1994.

ABU `AMR, Ziyad, Al-haraka al-islamiya fí-l-diffa al-garbiya wa qita´ Gaza: Acre, Dar al-Aswar, 1989.

ABU-TARBUSH, José, Hacia un análisis sociológico de la Intifada palestina. Sistema, julio de 1997, nº 19,

ÁLVAREZ-OSSORIO, Ignacio. Hamas: año cero. El programa islamista para Palestina. Política Exterior, 2006, Vol. XX, nº 110.

ÁLVAREZ-OSSORIO, Ignacio; IZQUIERDO, Ferran. ¿Por qué ha fracasado la paz? Claves para entender el conflicto palestino-israelí. Madrid: Los libros de la Catarata, 2007.

Musa Al-BUDAYRI, "Al-haraka al-islamiya fi-l-aradi al-muhtalla", Al-Dirasat al-Filastiniya, otoño 1994.

FARSOUN, Samih K.; y ZACHARIA E., Christina. Palestine and the Palestinians. Boulder, Colorado: Westview Press, 1997.

HART, Alan, Arafat. Biografía política. Madrid: Iepala, 1989.

HIJAZI, Hussein. Hamas: Waiting for Secular Nationalism to Self-Destruct. An Interview with Mahmud Zahhar. Journal of Palestine Studies, Vol. XXIV, nº 3, 1995.

HROUB, Jalid. Hamas. Al fikr wa-l-mumarasa al-siyasiya. Beirut: Mu´assasat al-dirasat al-filastiniya, 1996.

HROUB, Jalid. Nahu shari`iyya filastiniyya yadida asasa-hu hall al-sulta wa iyra´ intijabat `amma. Al-Hayat, 7 de agosto de 2004.

HROUB, Jalid. A `New Hamas´ through Its New Documents. Journal of Palestine Studies, verano de 2006, nº 140.

LAMCHICHI, Abderrahim. Géopolitique de l´islamisme. París : L´Harmattan, 2001.

LEGRAIN, Jean-François. Les voix du soulèvement palestinien. El Cairo: Cedej, 1991.

LÓPEZ ALONSO, Carmen. Hamás. La marcha hacia el poder. Madrid: Los libros de la Catarata, 2007.

SAHLIYEH, Emile. In Search of Leadership: West Bank Politics Since 1967. Washington: The Brookings Institution, 1988.

SIEGMAN, Henry. Hopes for peace don´t have to be lost under Sharon. Ha´aretz, 27 de febrero de 2001.

SIEGMAN, Henry. ¿En brazos de Al Qaeda?. La Vanguardia, 29 de junio de 2007.

YARBAWI, Ali al-. Al-Intifada wa-l-qiyyadat al-siyasiya fi-l-diffa al-garbiya wa qita` Gaza. Beirut: Dar al-tali`a, 1989.


© Copyright Ignacio Álvarez-Ossorio Alvariño, 2008
© Copyright Scripta Nova, 2008

Referencia bibliográfica

ÁLVAREZ-OSSORIO ALVARIÑO, Ignacio. La hoja de ruta de Hamas: del irredentismo a la realpolitik. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.  Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2008, vol. XII, núm. 270 (10). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-270/sn-270-10.htm> [ISSN: 1138-9788]