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Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XII, núm. 270 (106), 1 de agosto de 2008
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]


LA PLAGA DE LA LANGOSTA. PERMANENCIA DE UN RIESGO BIOLÓGICO MILENARIO

Antonio Buj Buj
IES Dr. Puigvert (Barcelona)
abuj1@xtec.cat

A la memoria de Don Eugenio Morales Agacino y Don Antonio Arias Giralda, dos maestros de la lucha contra la langosta en España.


La plaga de la langosta. Permanencia de un riesgo biológico milenario (Resumen)

Los inicios del siglo XXI no han podido ver la erradicación de las plagas biológicas ni la de las enfermedades infecciosas. Las primeras siguen teniendo graves implicaciones para el aprovechamiento de los recursos naturales en todo el planeta, las segundas siguen afectando gravemente a la salud de la mayor parte de la humanidad. La incidencia de ambas es asimétrica: algunas regiones del mundo, las más pobres, concentran la mayoría de sus daños. Todo esto contrasta con el optimismo de una parte de las elites científicas en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial que creían ver en la actividad científica la panacea para acabar con las plagas y enfermedades infecciosas. Sin desdeñar en absoluto a la ciencia, posiblemente no se tuvieron en cuenta otros factores, especialmente los relacionados con la organización social. La falta de políticas preventivas contundentes en la lucha contra las plagas ha sido, sin duda, la responsable de su permanencia. En el marco de este X coloquio Geocrítica sobre los diez años de cambios en el mundo, en la geografía y en las ciencias sociales, pretendemos reflexionar sobre los cambios y las permanencias en la lucha contra la plaga de la langosta, enmarcándola en el contexto global de la lucha contra los riesgos biológicos.

Palabras clave: plagas de langosta, enfermedades infecciosas, geografía, ciencias sociales, organización social.


Locust plagues. Permanence of a millennial biological risk (Abstract)

At the beginning of the XXth century we haven’t been able to see the eradication of the biological plagues or the infectious diseases. The first still have grave implications for the use of the natural resources in the whole planet. The second still affect the health from the most part of the humanity. The influence is assymetric: some of the poorest regions concentrate the major part of the damage. All of these contrast with the optimism of the members from the scientific elites in the years after the Second World War. They believed in the scientific activity as a tool to eliminate the plagues and the infectious diseases. Not being against the Science, possibly they did not take into consideration others factor, specially the ones related to the social organization. The lack of strong and preventive policies in the war against the plagues has been, with no doubt, the responsible fact of its survival. In this context, the 10thColoquio Geocrítica” about the ten years of changes in the world, in Geography and Social Science, we pretend to think of the changes and permanencies in the fight against the locust plague, as a reference in the global context of the fight against the biological risks.

Key words: locust plagues, infectious diseases, Geography, Social Science, social organization.


En las últimas décadas del siglo pasado, buena parte de las elites científicas y de los organismos internacionales, creyó que podía acabar con las plagas y las enfermedades infecciosas, o por lo menos ponerlas bajo control. A esa idea había contribuido la visión optimista sobre el dominio de la naturaleza manifestada desde la Ilustración y que se desarrolló a lo largo de los siglos XIX y XX. La revolución industrial ayudó mucho a esa percepción de dominio. Momentos importantes de esa concepción social optimista, y que interesan resaltar cuando hablamos de los riesgos biológicos, fueron por un lado la aparición de la industria química, con sus aplicaciones inmediatas a la lucha contra las plagas, como la que se desarrolló contra la filoxera o la langosta en las décadas finales del Ochocientos, y por otro lado la revolución científico-técnica que se operó en el campo de la medicina a partir de los principios establecidos por la bacteriología [[1]].

Un peldaño organizativo de verdadera trascendencia para mejorar la salud mundial se produjo después de la Segunda Guerra mundial, bajo el paraguas de la Organización de Naciones Unidas, dando lugar a la fundación en abril de 1948 de la Organización Mundial de la Salud. Fueron esos unos años de consolidación de una medicina basada en los antibióticos y de reafirmación de una filosofía médica apoyada en la idea de dominio de la civilización tecnológica occidental. Para el riesgo biológico que estamos analizando en este trabajo, las plagas de langosta, durante milenios una plaga bíblica (véase figura 1), las fechas son coincidentes. En la década de 1930 se celebraron diversas conferencias internacionales que pusieron las bases para una lucha sistemática contra la plaga. Los métodos científicos y tecnológicos se establecieron adecuadamente en aquellos años; su puesta en práctica estuvo condicionada por elementos de carácter político-económico.


Figura 1. Campesino anónimo envuelto en un enjambre de langostas que ha devastado sus cosechas. Imagen histórica recurrente.

Por lo que se refiere a fechas más recientes, y en el contexto de acelerada globalización en el que está inmersa la humanidad, de práctica desaparición de fronteras, no es de extrañar que las epidemias y las plagas  tengan también consecuencias globales. Por ejemplo, como favorecedoras de las migraciones actuales. Así, durante los años 2004 y 2005 se produjeron abundantes plagas de langosta en diversos países africanos. Un diario español, en un informe sobre la inmigración en nuestro país, señalaba que la guerra y el hambre forzaban el éxodo de África y que la plaga de langosta y la sequía acrecentaban la huida de sus países de los “sin papeles” que intentaban entrar en España [[2]]. Por esas mismas fechas, un informe para la Asamblea General de las Naciones Unidas señalaba que de abril a diciembre de 2004, una gran plaga de langostas del desierto había destruido millones de hectáreas de cultivos y tierras de pastoreo en diez países del África occidental y septentrional. Como consecuencia,

en algunas zonas de Burkina Faso, el Chad, Malí, Mauritania, el Níger y el Senegal se duplicó el precio de los alimentos --especialmente el mijo--, al tiempo que se desplomaron los precios del ganado mal alimentado y otros animales de cría. A pesar de las repetidas advertencias que se habían hecho con mucha antelación, la asistencia de los donantes para hacer frente a la plaga aumentó sólo cuando los destrozos ya se habían producido. La estrategia que se adoptó se centró en combatir la langosta y se prestó atención insuficiente a mitigar los efectos de la plaga sobre los medios de subsistencia locales y el medio ambiente. Aunque esta fue la peor plaga de langosta en un decenio, el problema es recurrente, por lo que se requiere un enfoque más sistemático y preventivo [[3]].

Ese mismo informe apuntaba también que como consecuencia de la langosta, las sequías y las lluvias irregulares, sumados a los problemas crónicos como la pobreza, los conflictos, el mal gobierno y el VIH/SIDA, en el Cuerno de África y en el África occidental y meridional, alrededor de treinta millones de personas iban a necesitar asistencia alimentaria para el año 2005. Según el Centro para la Investigación de la Epidemiología de los Desastres (http://www.cred.be), centro asesor de Naciones Unidas, otros desastres naturales en el planeta agravaron la situación: inundaciones, terremotos, huracanes, lluvias torrenciales, fuertes nevadas o epidemias sanitarias. En total, los daños económicos superaron los 94.000 millones de dólares.

Es importante señalar que Naciones Unidas, de manera especial desde la Conferencia Mundial sobre la Reducción de los Desastres, celebrada en Kobe (Japón) en enero de 2005, ha dejado de utilizar la expresión “desastres naturales” pues el término da la idea equivocada de que los desastres que ocurren como consecuencia de peligros que existen en la naturaleza son totalmente “naturales” y, por lo tanto, inevitables y están fuera del control de los seres humanos. Cada vez más, “se reconoce en general que esos desastres son consecuencia de la forma en que las personas y las sociedades reaccionan ante las amenazas que se originan en los peligros de la naturaleza” [[4]]. Así, los riesgos y las posibilidades que se produzcan desastres asociados a peligros de la naturaleza están determinados en gran medida por los niveles de vulnerabilidad y las medidas de preparación, prevención y mitigación que se adopten para casos de desastre. Concluye así que los desastres están determinados en gran medida por la acción o inacción humana.

Una última reflexión en esta introducción, por su trascendencia y actualidad, debe hacer referencia a la relación entre plagas y cambio climático. Si éste se confirma, la geografía de aquéllas variará. Cómo no podemos preverlo todavía, pero con seguridad se padecerán las consecuencias en regiones hasta ese momento libres del mal, se agudizarán en zonas ya afectadas o bien retornarán a regiones que las habían controlado. Los protagonistas de las plagas, los insectos, las bacterias, los virus u otros elementos patógenos se adaptan rápidamente a los habitats cambiantes y la humanidad tendrá que buscar nuevas estrategias para combatirlos o convivir con ellos. Los países ricos tendrán que dedicar más recursos para su combate, aunque no sólo eso pues la imparable globalización no deja a nadie libre de invasiones y contagios; los países pobres verán lastrado su desarrollo con la pérdida de vidas humanas, de personas incapacitadas para trabajar o abocadas a emigrar; o sea, como hoy en día pero de manera todavía más acentuada.

Una consecuencia implícita del anuncio repetido del cambio climático ha sido el incremento extraordinario del precio de los alimentos. El aumento del precio del petróleo, energía señalada por sus emisiones como una de las causantes de dicho cambio, ha provocado que se destinen alimentos, especialmente cereales, a la producción de biocombustibles, sustitutos del aquél. Junto a las malas cosechas, la escasez de alimentos almacenados, la especulación financiera o el aumento de la demanda de carne han provocado, en palabras de Raj Patel, una “tormenta perfecta”, que ha originado un aumento espectacular del precio de los alimentos --el 83 por ciento en tres años—y disturbios con decenas de muertos en una veintena de países [[5]]. En los medios de comunicación se ha empezado a hablar de revuelta mundial del hambre.

Por todo ello, se adivina la trascendencia que va a tener en un futuro inmediato el control de las epidemias, en especial del SIDA, la tuberculosis o el paludismo, en el origen de millones de muertes al año [[6]], y de las plagas de langosta, causantes de graves daños alimentarios. Las especies más dañinas de este insecto se encuentran, además, en África, el continente más amenazado por el hambre y con las estructuras sociales más inestables, generadoras de desgobierno y de otras calamidades sociales. Ese desgobierno es el que ha generado además un problema sanitario añadido; el de la acumulación de plaguicidas antilangosta caducos y nunca usados, aunque a decir verdad el problema no es sólo africano.

En el primer apartado de este trabajo nos preguntamos qué es una plaga de langosta, y a continuación nos interesamos por las cuestiones geográfico-históricas derivadas de la misma, tratando de explicar cómo aquellas sociedades que han tenido medios para luchar contra la plaga, caso de España, han conseguido mitigar, prevenir y controlar el problema. Finalmente, sacamos las conclusiones.

¿Qué es una plaga de langosta?

Las langostas son insectos que pertenecen al orden de los ortópteros, y dentro de éstos se encuadran en la familia Acrididae. Ésta incluye unas 5.000 especies conocidas, aunque sólo unas pocas son muy dañinas. Una de sus características más notables es la existencia de especies migradoras que pueden desplazarse a grandes distancias, causantes de las temibles plagas. En general son insectos bastante grandes que tienen la facultad de cambiar de costumbres y de comportamiento cuando aparecen en gran número. Cuando este se acrecienta forman densos grupos y adquieren una conducta gregaria, proceso que el ruso Boris P. Uvarov, el máximo especialista mundial sobre la langosta durante el siglo XX, llamó teoría de las fases [[7]] (véase figura 2).

Figura 2. Esquema de la teoría de las fases.
Las flechas centrales indican la inestabilidad de las formas de transición, que evolucionan en uno u otro sentido al cambiar de signo las condiciones del ambiente.
Fuente: José del Cañizo y Víctor Moreno, 1950.

Las langostas propiamente dichas pueden efectuar una transformación reversible muy espectacular. Así, cuando la densidad de su número alcanza un cierto umbral, los individuos cambian de forma, de color, de fisiología, de comportamiento, de modo de desarrollo y de costumbres ecológicas hasta el punto que, durante mucho tiempo, se creyó que cada una de las formas pertenecía a especies distintas [[8]]. Por lo que se sabe sobre el mecanismo de aparición de una plaga, en primer lugar se produce una pululación o reproducción masiva de la forma sedentaria del insecto bajo la acción de factores ecológicos favorables como lluvias convenientes en intensidad y momento.

Todo ello hace crecer las superficies favorables a la vida de la especie, para después producirse una acumulación y transformación consecutiva de langostas solitarias en gregarias bajo la acción de factores desfavorables, sobre todo lluvias deficientes, que tiene como resultado la reducción de las superficies adecuadas a la vida de la especie. De este modo, una langosta discreta e inofensiva, incapaz de llevar a cabo migraciones, se transforma en una o dos generaciones en un temible devastador. Entonces, los insectos se presentan agrupados, denominados bandas si se trata de jóvenes sin alas, que se desplazan por el suelo en masas compactas, o enjambres, formados por adultos alados que forman verdaderas nubes.

Las langostas tienen la facultad de generar grandes migraciones y de vivir en una gran variedad de ecosistemas. No obstante, se deben distinguir entre áreas de invasión, zonas permanentes o de reserva y focos gregarígenos del insecto. Por la primera hay que entender aquellos territorios que pueden sufrir sus devastaciones. Las zonas permanentes son aquellas regiones de aparición de la fase gregaria, es decir, los lugares donde la langosta vive permanentemente y desde los que emprende sus emigraciones durante los años de desarrollo en masa. A su vez, dentro de estas zonas de reserva, ciertos parajes reducidos, de modalidades ecológicas especiales, constituyen los focos gregarígenos donde se genera la fase gregaria.

Las langostas ocasionan daños royendo las hojas, las flores, los frutos, las simientes, las cortezas o los brotes de las plantas; asimismo, pueden romper las ramas de los árboles cuando se posan en masa. No obstante, parece ser que estos insectos discriminan la comida, seleccionándola, aunque algunas especies son polífagas. Por ejemplo, se sabe que la Schistocerca gregaria (véase figura 3) devora más de 400 especies vegetales; también la Locusta migratoria se alimenta de un gran abanico de distintas plantas. Igualmente, se sabe que algunas langostas pueden llegar a comer sustancias textiles como lino, lana, seda artificial, y madera o papel mojado. También es conocido que especies como la Schistocerca o la Nomadacris septemfasciata pueden ser carnívoras o devorar a individuos de su misma especie.


Figura 3. La Schistocerca gregaria es una de las langostas más temibles.
Las hembras de esta especie de extrema voracidad en su fase gregarígena miden entre 7 y 9 centímetros.
Fuente: Jacobus C. Faure, 1932.

La langosta genera daños de la siguiente manera. Cada individuo consume en un día su propio peso en alimento. Éste va aumentando progresivamente, conforme la langosta se va desarrollando desde pequeña larva a insecto adulto. Los enjambres de estos últimos, lógicamente, ocasionan los daños más severos. En el caso de la Schistocerca pueden llegar a tener hasta cuarenta mil millones de individuos, en peso unas 80.000 toneladas aproximadamente, superando en algunas ocasiones la extensión de los 1.000 kilómetros cuadrados. Por lo que se refiere a otras especies, el caso conocido más espectacular es el de un vuelo de Schistocerca paranensis americana de 2.400 kilómetros cuadrados; también son dignos de anotar los enjambres de Nomadacris o de Locusta, que pueden alcanzar los 400 y los 100 kilómetros cuadrados. El más grande de Dociostaurus (véase figura 4) registrado llegó a alcanzar los 25 kilómetros.


 Figura 4. Dociostaurus maroccanus.
Especie que afecta básicamente a los países mediterráneos, entre ellos España.
Fotografía de Antonio Arias.

Por lo que se refiere a los sistemas de lucha que se emplean contra la langosta los más eficaces son los preventivos. Con este fin se hace imprescindible conocer las áreas endémicas de cada una de las especies dañinas, donde se pueden iniciar las plagas. El control de las condiciones ecológicas de esos territorios, susceptibles de favorecer la multiplicación del insecto, más que las medidas de exterminación directa utilizadas tradicionalmente, es desde hace bastante tiempo lo fundamental para su combate. De este modo, en la década de los setenta del siglo pasado se planteó ya la posibilidad de regular la población de los acrídidos mediante la modificación de los factores ecológicos de las zonas afectadas, con el fin de controlar su número. Hasta el presente, sin embargo, la lucha química sigue siendo realmente la decisiva. El uso de insecticidas es todavía el método más corriente y el único capaz de frenar, al menor indicio, un principio de pululación de la plaga o cuando ya se han formado los enjambres (véase figura 5).

Ese uso está acarreando algunas dificultades. Los plaguicidas se han convertido en un problema sanitario grave. En África se calcula que hay más de 100.000 toneladas de insecticidas caducados y nunca usados. Una buena parte se tenían que haber utilizado contra la langosta. Según la FAO, la organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, durante más de 30 años se han ido acumulando residuos de plaguicidas. Muchos depósitos están situados cerca de terrenos de cultivo y de pozos en las zonas rurales pobres, así como cerca de los hogares, almacenes de alimentos y mercados en las zonas urbanas. Los residuos se encuentran a menudo abandonados, sin regla alguna y en muy malas condiciones [[9]. Los plaguicidas usados contra la langosta son más perjudiciales si se usan cuando se han formado los enjambres, pues se tienen que lanzar en grandes cantidades; lo mejor es hacerlo cuando el insecto está en las primeras fases de su desarrollo, pues se lanza en menor cantidad y de manera más controlada.

Figura 5. Un avión rocía plaguicida en una nube de langostas del desierto (Schistocerca) que devora una pradera en el nordeste de Marruecos en 2004.
Fuente: http://www.fao.org/spanish/newsroom/field/locust_photo_gallery/locust6.htm

En general, la química es inoperante si no se tiene la información de la situación de la plaga, de su estado de desarrollo o de la intensidad de la infestación; asimismo son necesarios tanto hombres y máquinas eficientes como una adecuada organización de combate. Como nos explicó personalmente Eugenio Morales Agacino, uno de los científicos españoles más comprometidos en la lucha contra la langosta en la segunda mitad del siglo XX, para su combate era fundamental contar con los pastores, los campesinos, los lugareños en definitiva, aquellos que están sobre el terreno, que hacen de informantes de los técnicos para que éstos puedan llevar a cabo su tarea. Uno de los trabajos de Morales Agacino fue luchar contra la langosta en la colonia española del Sahara, apoyándose en sus gentes, entre 1941 y 1946; para ello, recorrió varios miles de kilómetros en camello en varias expediciones científicas [[10]]. 

Geografía de la langosta. Riesgo universal, calamidad regional

Lo primero que hay que decir es que no hay ningún continente a salvo de la langosta (véase figura 6) pero que el daño que genera hoy es desigual, de ahí el título de este apartado riesgo universal, calamidad regional. Aunque está presente en todos los continentes del planeta, en algunas regiones la langosta sigue teniendo efectos devastadores y en otros están amortiguados. Estos efectos se sufren de manera especial en los países menos desarrollados. Otro elemento a tener en cuenta al hablar de esta plaga es lo que bien podemos denominar el dinamismo del problema; mientras algunas especies de langosta han dejado de tener importancia, otras la han mantenido o acrecentado. Por ejemplo, el Melanoplus spretus norteamericano, causante de intensas plagas en el Ochocientos, aparentemente ha desaparecido [[11]; el Dociostaurus maroccanus ha reducido considerablemente la importancia de sus daños; el Calliptamus italicus, que provocaba grandes plagas en el sudeste de Europa en el siglo XIX, ha perdido también buena parte de su poder destructor. Por el contrario, la Schistocerca gregaria lo ha mantenido.

Figura 6. Mapa del planeta con las regiones amenazadas por la langosta.
Elaboración propia.

No debemos pensar que la langosta está limitada al continente africano y a los países poco desarrollados. Recientemente la plaga se declaró en Australia, donde arrasó amplias zonas del país. Las plagas más devastadoras tuvieron lugar en el año 1990 en el oeste del país, en 1992 en el estado de Nueva Gales del Sur y en el sur de Australia en 1992, 1993 y 1997. En fechas más recientes, 2000 y 2004, la langosta también afectó gravemente a ese país (http://www.affa.gov.au/aplc). La especie australiana más dañina que no la única es la Chortoicetes terminifera.

En fechas algo menos cercanas, la plaga afectó a otros países desarrollados como Francia o Canadá. En este último país, en la región de Saskatchewan, entre los inicios de los años treinta y mediados de los sesenta del siglo pasado, se produjeron abundantes invasiones de diversas especies dañinas, especialmente de Melanoplus sanguinipes y de Camnula pellucida. La aparición y aumento de la superficie infestada por estas especies desde 1931 estuvo originada por unas condiciones meteorológicas favorables a la reproducción del insecto. La plaga fue especialmente intensa hasta 1939. Coincidieron con los llamados "dirty thirties", que forzaron el éxodo de muchos granjeros de Saskatchewan, lo que añadió más dificultades para combatir la plaga al faltar la mano de obra. Otros años de langosta en ese país fueron 1950 y 1963 [[12]]. 

En general, se ha podido comprobar una gradual reducción en la significación económica de ciertas especies de langosta en Norteamérica, en Europa y Asia. Por contra, algunas especies han mantenido su siniestralidad y otras la han acentuado, en muchos casos de la mano de la acción del hombre sobre el medio ambiente. Esto último ha tenido especial relevancia en algunas regiones americanas, como México o Perú, en Asia, especialmente en China, en territorios de la antigua URSS, y sobre todo en África.

Ya hemos señalado que África es el continente más azotado por la langosta. Uno de los ejemplos más recientes por la intensidad de sus daños fueron las plagas de 1986-1989 en las que el insecto afectó a una treintena de países [[13]. Así, en octubre de 1987 la Schistocerca gregaria, posiblemente la especie más voraz, estuvo presente en gran parte de las poblaciones de Níger y Malí, invadiendo también el norte de Mauritania, el Sahara occidental, Marruecos y Argelia. Incluso algunos pequeños enjambres alcanzaron España. La plaga fue tan impresionante que en octubre de 1988 hubo densos grupos que llegaron al Caribe, recorriendo 5.000 kilómetros en seis días [[14]]. Ese año la ayuda internacional rozó los 250 millones de dólares, empleando a 34.000 personas, de las cuales 368 eran ingenieros y técnicos. Además, fueron utilizados más de 3 millones de litros de insecticidas, entre enero y julio de 1988, por 43 aeronaves y 2.109 aparatos de pulverización terrestre.

En la década siguiente, la langosta fue especialmente calamitosa en los años 1993-1994, que devoró las cosechas de Etiopía, Sudán, Eritrea, Somalia y Yibuti. También la isla de Madagascar se vio muy castigada por la langosta migratoria entre 1996 y 2000. Por lo que se refiere al último decenio, además de las ya mencionadas de Australia, debemos señalar que las más devastadoras han ocurrido, otra vez, en África. Especialmente virulentas fueron las de 2004. Como se quejaba El Houmbelly Ould Mohamed, experto mauritano en langosta, se perdieron las cosechas de mijo, sorgo, legumbres y cacahuetes, además de que los camellos, las cabras, las ovejas y las vacas se quedaron sin comida [[15]] (véase figura 7). La Schistocerca gregaria devastó cuatro millones de hectáreas en Mauritania, Senegal, Malí, Nigeria y Chad. Por ejemplo, en Senegal, en octubre de ese año había casi setecientos municipios infestados. Poco después, otros países africanos, como Cabo Verde, Marruecos o Argelia, estaban también seriamente afectados. Por esas fechas, se habían fumigado ya, gracias a los recursos conseguidos por la FAO, 875.000 hectáreas [[16]].

Figura 7. Un rebaño de cabras huye de una nube de langostas cerca de Kaedi, Mauritania, en el año 2004.
El ganado compite con los insectos por los pastizales.
Fuente: http://www.fao.org/spanish/newsroom/field/locust_photo_gallery/locust8.htm

Los diarios españoles publicaron abundante información sobre la plaga, sobre todo cuando la langosta alcanzó las Islas Canarias a finales de noviembre de 2004. Las islas más afectadas fueron Lanzarote y Fuerteventura. Por otro lado, los expertos apuntaron que la plaga de la Schistocerca de ese año fue consecuencia de la falta de trabajos de prevención en los años anteriores. La falta de recursos y la descoordinación en los trabajos preventivos en los distintos países afectados fueron señalados como los causantes de la invasión [[17]]. La plaga continuó al año siguiente y castigó especialmente a Marruecos. Así, la página de economía del diario La Vanguardia de 28 junio 2005 se titulaba: “La sequía que les trae a Europa. La falta de lluvias y la plaga de langosta acentúan la crisis del mundo rural marroquí y espolean el éxodo”. El artículo hablaba de la desesperación de los agricultores marroquíes y de la aceleración de la huida del campo a los barrios periféricos de Rabat, Casablanca, Tánger o Marrakech.

En los años más recientes, la Schistocerca siguió afectando a otras regiones. En el verano de 2007, la langosta había infestado extensas zonas del interior del Yemen, a lo largo de la región desértica de Rub-al-Jali, desde la ciudad de Marib a la frontera con Omán. Por las mismas fechas, el insecto estaba devorando amplias zonas de Etiopía y norte de Somalia [[18]. A fechas de hoy, la situación para esta especie de langosta es de calma excepto para Etiopía, Arabia Saudita e Irán. Los trabajos de prevención y control sobre la misma los podemos seguir de manera regular gracias a la revista de la FAO Desert Locust Bulletin, publicada en formato web desde hace pocos años (http://www.fao.org/ag/locusts).

En estos últimos años, otros países también se han visto afectados por la langosta. Los casos más graves han sido los de Perú entre 1999 y 2000, que afectó sobre todo a las cosechas de maíz, arroz y fríjol, los de territorios de la antigua URSS por las mismas fechas, o los de China, con varios millones de hectáreas infestadas, primero a mediados de 2002 y después en 2004 [[19]. También han sido significativas en estos últimos años las plagas de la especie Schistocerca piceifrons en varios países centroamericanos y en la región del Yucatán mexicano. Por lo que se refiere a España, desde hace unos años y coincidiendo con un periodo de sequía prolongada, la plaga del Dociostaurus maroccanus está en fase ascendente.

Historia, ciencia y plagas de langosta.

La literatura histórica sobre las plagas de langosta es cuantiosa [20]. Infinidad de documentos nos dan cuenta de la trascendencia que ha tenido el problema para la humanidad a lo largo de la historia. Una aproximación a la misma es imposible en el corto espacio de este trabajo; por ello, nos vamos a limitar y fijar en el testimonio del ilustrado español Ignacio de Asso y del Río (1742-1814), autor de una destacada obra sobre la langosta. Este científico aragonés nos da las pautas de los conocimientos científicos que se tenían y de las formas de lucha contra el flagelo antes de la aparición de la denominada acridología [21], la disciplina que ya en el siglo XX fijó de manera definitiva el conocimiento y el combate científico contra la langosta.

Hijo de nobles, Asso salió de España en 1776 para desempeñar el cargo de cónsul en diversas ciudades europeas. Admirador de Linneo, el continuo trato con naturalistas extranjeros despertó en Asso la afición por el estudio de la naturaleza, y cuando regresó a España se dedicó a recolectar materiales para su Historia Natural de Aragón. Asso formó parte del círculo del ilustrado Antonio José Cavanilles y es autor del Discurso sobre la langosta, y medios de exterminarla (Ámsterdam, 1785) y de otros trabajos relacionados con los ortópteros (véase figura 8).


Figura 8: Introductio in Oryctographiam, et Zoologiam Aragoniae (Amsterdam, 1784)
Una de las obras de Ignacio de Asso que plantea el problema de la langosta en España.

Asso empieza su estudio sobre la langosta afirmando que entre todos los insectos –conservamos la ortografía original-, "ninguno se halla tan perjudicial como la langosta, a causa de los gravísimos daños, que ocasiona, y de la grande dificultad, que hai para precaverlos". A pesar de todos los esfuerzos llevados a cabo hasta esos momentos, afirma con inequívoca vocación ilustrada que "parece que no han correspondido en el efecto a las esperanzas, y deseos de los que fomentan la publica felicidad" [22. Sobre las causas de las plagas, Asso escribe que una de las razones que más contribuían a la excesiva multiplicación de la langosta era "la prodigiosa extensión de eriales, y terrenos incultos, particularmente en las provincias meridionales".

La segunda causa que en muchas ocasiones multiplicaba considerablemente a la langosta era "el aire atmosférico, quando se halla infecto, y en disposición de causar la peste, u otras enfermedades epidémicas". De cuantos autores habían tratado de las propiedades de este insecto, ninguno había advertido, escribe el sabio aragonés, de "la analogía, y enlace, que hai entre su multiplicación, y el vicio del aire". Según Asso, siguiendo las teorías miasmáticas dominantes hasta mediados del siglo XIX, el aire atmosférico debía contribuir a la avivación de un gran número de langostas, así como producía y multiplicaba diferentes especies de insectos y gusanos; "pues es doctrina establecida por sabios médicos, y naturalistas, que la causa de muchas enfermedades epidémicas nacidas de la infección del aire, reside en la crecida multiplicación de varios insectillos, que inficionan los humores del cuerpo humano" [23]. La argumentación de esas ideas la encontraba Asso en las disertaciones de Linneo Noxia insectorum y Mundus invisibilis, y en la Medicina systematica de Federico Hoffmann. Asso también hacía mención a la autoridad de médicos y escritores que habían observado la extraordinaria multiplicación de ciertos insectos, y particularmente de las langostas, en tiempo de peste y epidemias, entre los que citaba a Kircher y su Scrutinium physico-medicum contagiosae (Leipzig, 1669).

A las dos causas anteriores como factores de la aparición de la plaga, la segunda falsa como sabemos ahora, Asso añadía la aridez del terreno, "el temperamento cálido, y la sequedad continuada por algún tiempo". Por otro lado, en lo tocante a lo que denominaba providencias que pudiesen facilitar su extinción, escribía que "qualesquier medios, que se adopten para la extinción, serán más efectivos, si se ponen en práctica al tiempo que el número de estos insectos es menor, y que no deben diferirse para los años calamitosos, en que la plaga es general, la multiplicación casi infinita, y los males, que hacen más difíciles de remediar" [[24]]. Para que esto se pudiese conseguir era necesario que las provincias expuestas,

se dedicasen desde luego sus moradores con uniformidad, y a un mismo tiempo al exterminio de ella; poniendo en execución los medios, que nuestro govierno estime más convenientes, y les comunique en las correspondientes instrucciones; pues de poco servirá que en muchas partes se proceda con la diligencia, y actividad, que se requieren, si por desidia, o mala conducta se dexa en algún rincón el seminario de este insecto [[25]].

También importaba mucho que los tribunales superiores, corregidores y alcaldes mayores vigilasen el debido cumplimiento de las órdenes. Además, se debían destinar a ese trabajo una parte de los diezmos, emplear a los pobres para las debidas operaciones de laboreo, y hacer que las rentas eclesiásticas contribuyesen para precaver el daño. Asimismo, "sería muy útil el aplicar una porción del mismo caudal para excitar con premios a que todos se esmerasen en la destrucción de la langosta, y en executar con la mayor puntualidad las órdenes del gobierno". Para el exterminio del insecto, Asso distinguía cinco estados desde que la hembra aova hasta su muerte. Para destruir el canuto señalaba la conveniencia de labrar la tierra;

porque así se logra desenterrar el cañutillo, y exponerlo no sólo a la intemperie de las aguas del otoño, e invierno, sino también a la voracidad de los cerdos, zorras, cigueñas, y gorriones, que son otros tantos enemigos capaces de cooperar a la destrucción de los huevecillos, lo qual sería mucho más dificil de conseguir sin dicha previa operación [26].

Según el naturalista aragonés, una vez avivados los huevos, nacía una multitud de langostillos, estado en el que permanecían entre 10 y 15 días. Como la avivación se anticipaba o atrasaba según el temple del país y de los accidentes de la estación, era de la mayor importancia el tener en cada pueblo peritos, que visitasen a menudo los terrenos incultos del término, e indagasen "los agugeros, y escondrijos, en donde suelen los langostillos buscar abrigo contra las inclemencias del tiempo, para aprovechar este periodo, y poner en práctica lo más conducente a precaver la segunda metamorfosis, en que la langosta es sin comparación mucho más perjudicial" [[27].

Teniendo en cuenta que la langosta era desde su primer estado pasto agradable a diferentes aves, la cría y el fomento de las mismas debía ser un objetivo a considerar. Asso establecía así un programa pionero de lucha biológica contra la langosta. Había que fomentar, afirmaba, la multiplicación de alcotanes y pavos; estos últimos habían sido utilizados en Benabarre durante la invasión de langosta de 1782 en que "se vio lo mucho que contribuyeron para su total exterminio". Entre las aves exóticas había que tener en cuenta a la merla de Filipinas o Paradisea tristis. Esta podía introducirse en las provincias meridionales españolas, debido a su temple apacible. Además de aves y cerdos, dentro del reino animal, Asso señalaba algunos medios mecánicos para aniquilar al langostillo; quemarlos, usar los pisones o cavar hoyos de poca profundidad "inmediatos al enxambre, y barriendo los langostillos con unas escobas semicirculares enterrarlos en ellos". Cuando la langosta se encontrase en el estado de saltón, se podían seguir utilizando los pavos y gallinas (véase figura 9), los trillos tirados de mulas o caballos, los cilindros pesados armados de pedernales, o bien cavar zanjas donde arrojar al insecto; el medio de hacer más efectivo este último sistema era, “el de tender una cuerda, a la qual se hayan atado alternativamente unos hacecillos de paja larga, y zoquetes de madera bien pesados. Esta cuerda tirada por sus dos extremidades irá barriendo gran porción de la langosta, que encuentre al paso, y la arrastrará acia el parage destinado para enterrarla” [28].


Figura 9. Las formas manuales y mecánicas para luchar contra la langosta han sido históricamente muy variadas.
Un siglo después del ilustrado Asso, el ingeniero agrónomo Eduardo Abela y Sainz de Andino escribía: “Labradores, conducid gallinas a vuestros campos”.
Fuente: Eduardo Abela. Los gallineros móviles y la plaga de langosta. Gaceta Agrícola del Ministerio de Fomento, 1878,

Por último, para la destrucción de la langosta voladora, Asso recomendaba perseguirla a escopetazos usando "una especie de perdigones muy menudos, que en algunas partes llaman mostaza"; y como el insecto dirige su marcha impelido del viento, escribía, "es necesario que se coloquen las quadrillas en parage proporcionado para salirle al encuentro luego que empieze a levantarse, haciendo una descarga general, particularmente a tiempo, y ocasión, en que no pueda servirse con ventaja de sus alas para remontarse a gran distancia, y ponerse fuera de tiro" [[29]]. Una ventaja que resultaba de este método era la de aumentar considerablemente la cantidad del humo, método ya advertido por Estrabón y Diodoro Sículo para ciertas naciones contiguas a Mauritania;

circunstancia, que contribuye sobremanera para matar, o quando menos para aturdir, y emborrachar la langosta, obligándola a precipitarse a tierra, y ofrecer una ocasión favorable de acabar con ella; siendo bien notorio, que el humo del azufre es deleterio, y mortal para toda casta de insectos. Por esta razón sería mui conveniente el colocar de trecho en trecho algunas piezas de artillería con el fin de multiplicar el volumen del humo, y deshacer las bandadas, que se presentasen [30].

Más allá de estos razonamientos ingenuos a la luz de lo que sabemos hoy sobre la langosta, en los trabajos de Ignacio de Asso están sintetizados los esfuerzos ilustrados por un combate científico contra la plaga. Lo mismo que en la Introducción a la Historia Natural y a la Geografía Física de España, de Guillermo Bowles, cuando da cuenta de la langosta en la España de 1754, o en los minuciosos trabajos con los ortópteros de uno de nuestros científicos más universales, Ignacio Bolívar y Urrutia (1850-1944), en contacto con los mejores especialistas mundiales de su tiempo. Entre ellos, Boris P. Uvarov, el científico de origen ruso creador de la denominada acridología, la ciencia  que puso las bases de una lucha preventiva contra la langosta, y participante en el VI Congreso internacional de Entomología, celebrado en Madrid en 1935 bajo los auspicios de Bolívar[31].

Tampoco debemos olvidar a cientos de autores, científicos, pero también viajeros, publicistas, legisladores, ingenieros agrónomos o propietarios de tierras y campesinos, que dieron cuenta del mal que provocaba la langosta, legislaron sabiamente para su combate o lucharon con todas sus artes contra el mal. En cualquier caso, en España hubo una obra persistente y continuada por parte del Estado de manera especial a partir de la segunda mitad del Ochocientos. De los numerosos trabajos oficiales que podemos encontrar queremos destacar la serie de memorias sobre la langosta en las dos primeras décadas del siglo XX [32]. En todas ellas, más de media docena de amplio alcance, se informaba de la superficie denunciada como infestada de langosta por las juntas municipales, la comprobaba por el servicio agronómico, los gastos efectuados en personal agronómico o el valor de los insecticidas remitidos a las zonas afectadas. En cualquier caso, demuestran una persistencia en la acción del Estado de una extraordinaria magnitud. Acción que ha llegado hasta nuestros días.

Conclusiones

Frente a lo que se creyó en el pasado, los riesgos biológicos no son atributos de la condición humana ni tampoco castigos divinos sino, en buena medida, resultado de decisiones de naturaleza social. Hay que exceptuar, lógicamente, el papel de la geografía de cada plaga o epidemia y el hecho en sí de la evolución de los propios agentes causales, y en la que tampoco está excluida la mano del hombre. Por lo que sabemos ahora, de manera recurrente aparecen nuevos elementos de riesgo, ya que siempre que el hombre transforma su entorno, corre el riesgo de estar creando condiciones de vida favorables para el desarrollo de nuevos enemigos procedentes del mundo biológico.

Por otro lado, frente al concepto de erradicación de las plagas, manejado de manera optimista en las décadas pasadas, quizás sea más útil pensar en la idea de su control, pues incluso su aparente desaparición no es garantía de que se hayan ido para siempre. Esta idea debe ser relacionada con la que hace referencia a la responsabilidad social frente a las mismas, una responsabilidad que debe ser asumida por los Estados y por los organismos internacionales. Unos y otros deben reclamar que la lucha contra las plagas sea considerada un problema global, como un componente más del proceso de continua globalización en el que está inmersa la humanidad, y que sea incluida en los mismos términos que lo son las migraciones, el comercio internacional, la inversión extranjera o el mercado mundial de capitales. Todos ellos requieren alguna regulación.

Todo lo anterior es absolutamente cierto por lo que se refiere a la lucha contra las langostas. Los países que se han provisto de recursos humanos y económicos para su combate han podido controlarlas; por contra, aquellos países que no tienen los medios adecuados siguen padeciendo el mal. Hay que señalar asimismo que al ser un problema que no respeta fronteras, el único combate efectivo es el coordinado entre los Estados afectados. En general, los países que padecen el flagelo devastador suelen estar localizados en regiones en conflicto; de ese modo, las tareas de control de la plaga se hacen muy difíciles o imposibles y dependen en buena medida de la ayuda internacional.

En el momento actual, en los inicios del siglo XXI, lo sorprendente es que un problema como el de las plagas de langosta, y podríamos decir lo mismo de otros riesgos biológicos, léase los epidémicos, no estén bajo control. Desde hace casi un siglo se dispone de los conocimientos científicos para entender el mecanismo de una plaga de langosta, se tienen los medios tecnológicos para combatirla eficazmente y existen a nivel mundial tanto los recursos económicos como humanos para su control. Si no se ha conseguido hasta hoy ha sido porque, en palabras de Michel Lecoq, uno de los máximos especialistas mundiales en langosta, el control de sus plagas depende más de cuestiones institucionales y políticas que de innovaciones científicas o tecnológicas.

Desgraciadamente, en el marco de este X coloquio Geocrítica sobre los diez años de cambios en el mundo, en la geografía y en las ciencias sociales, tenemos que concluir que no se ha producido ningún cambio sustantivo en el último decenio respecto a la langosta. Estamos mejor informados, eso sí. Hoy tenemos acceso a mucha más información sobre la plaga gracias a las nuevas tecnologías de la información, pero como hemos señalado la langosta sigue actuando de manera calamitosa.

Notas

[1]  Burnet  y White, 1982. 

[2] El País, 16 octubre 2005, p. 24.

[3] Naciones Unidas, 2005, p. 5.

[4] Naciones Unidas, 2005, p. 2.

[5]  Patel, 2008, p. 39.

[6]  Buj, 1999, 2000, 2002, 2003.

[7]  Uvarov, 1921.

[8]  Launois, 1986.

[9]  Véase http://www.fao.org/WAICENT/OIS/PRESS_NE/PRESSSPA/2001/prsp0128.htm

[10]  Buj, 1996, p. 306 ss.

[11]  Lockwood, 2004.

[12]  Riegert, 1968.

[13]  Krall, 1995.

[14]  Magor, 1989.

[15] The Eight Plague. West Africa’s Locust Invasion, IRIN-Web Special / Documentary, December 2004, p. 3  (http://www.IRINnews.org). IRIN son las siglas de Integrated Regional Information Networks, una oficina de coordinación de ayuda humanitaria de Naciones Unidas.

[16] La Vanguardia,  14 octubre 2004, p. 31.

[17] The Eight Plague. West Africa’s Locust Invasion, p. 5-7.

[18] http://www.fao.org/newsroom/es/news/2007/1000619/index.html.

[19] http://www.chinadaily.com.cn/english/doc/2004-06/24/content_341938.htm.

[20]  Una a proximación a la misma en Roonwall, 1958; Buj, 1996; Sistach, 2007.

[21]  Buj, 1996a.

[22]  Asso, 1785, p. 3.

[23]  Asso, 1785, p. 11.

[24]  Asso, 1786, p. 15.

[25]  Asso, 1785, p. 16.

[26]  Asso, 1785, p. 18.

[27]  Asso, 1785, p. 19.

[28]  Asso, 1785, p. 25.

[29]  Asso, 1785, p. 28.

[30] Asso, 1785, p. 29.

[31] Buj, 1996, p. 97 ss.

[32]La primera se tituló Memoria de la campaña contra la langosta en 1900-1901 formada con los datos emitidos por los ingenieros del Servicio agronómico del Estado y procedimientos de extinción empleados en la República Argentina y en Argelia, Madrid, Ministerio de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas. Dirección General de Agricultura, Imprenta de los Hijos de M.G. Hernández, 1901, 180 p., 10 láminas.

 

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