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Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XII, núm. 270 (121), 1 de agosto de 2008
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]


LOS MOVIMIENTOS URBANOS: DE LA IDENTIDAD A LA GLOCALIDAD

Marc Martí i Costa
Jordi Bonet i Martí

IGOP (Institut de Govern i Polítiques Públiques) de la Universitat Autònoma de Barcelona


Los movimientos urbanos: de la identidad a la glocalidad (Resumen)

El propósito de nuestra comunicación es examinar la transformación de los movimientos urbanos en el contexto de la globalización y su impacto en los procesos de producción y cambio urbano. Consideramos que la ciudad constituye a la vez el escenario y el producto de las relaciones sociales que en ella se desarrollan, y en este sentido no pueden separarse el análisis de los movimientos urbanos de la teoría urbana.

Tal y como ha puesto de relieve la literatura académica (Hamel, 2000; Swyndgedouw, 1997, 2000; Mayer, 1999) los movimientos urbanos de Europa occidental están experimentando cambios substantivos en la construcción de la agenda movilizadora; la articulación de actores; los repertorios de acción y los marcos interpretativos que organizan y dotan de sentido sus acciones. Hemos pasado así de un modelo de movilización liderado por agrupaciones vecinales, centrado en el fortalecimiento de la comunidad local y articulado entorno a la esfera del consumo colectivo a nuevas formas de movilización multidimensionales que adoptan composiciones más heterogéneas y que a menudo trascienden el particularismo local.

A fin de examinar esta transformación, proponemos desarrollar una revisión crítica de la teoría de los movimientos sociales urbanos de Castells (1986), atendiendo a sus desarrollos posteriores que incorporan la hipótesis de la glocalización (Brenner, 1999), la heterogeneidad de tipologías de la movilización (Mayer, 1999), así como su capacidad de hibridación con otros movimientos sociales (Fainstein, 1995). Para ello, tomaremos como caso de estudio, a fin de ejemplificar nuestra argumentación, la evolución de la protesta ciudadana en Barcelona.

Palabras clave: movimientos urbanos, glocalización, modelo Barcelona.


Urban movements: from identity to glocality (Abstract)

The goal of this paper is to examine the transformation of urban movements in the globalization era and their impact on urban production and urban change. We consider that the city is scenario and product of the social relationships, and for this reason we cannot separate the study of social movements from the urban theory

Urban Movements in Western Europe are experimenting substantive changes on mobilization agenda, actors’ articulation, action repertory and interpretative frames that organize and make sense of their actions, as  (Hamel, 2000; Swyndgedouw, 1997, 2000; Mayer, 1999).  We’re changing from one model based in neibourghood associations leadership, local community empowerment and centered on collective consumption sphere (Castells, 1986) to other multidimensional forms of mobilization, more heterogeneous and transcending the localism.

In order to examine this transformation, we develop a critical review of Castell’s (1986) social urban movements theory from the glocalization hypothesis (Brenner, 1999), heterogeneus mobilization (Mayer, 1999) and social movements hybridization (Fainstein, 1995). To exemplify this transformation, we consider the evolution of Barcelona’s urban protest.

Key words: urban movements, glocalization, Barcelona model.


El concepto "movimientos sociales urbanos" (MSU) fue acuñado por Manuel Castells en La Cuestión Urbana (1977) tomando como caso paradigmático las movilizaciones ciudadanas de Chile que facilitaron el acceso del gobierno de la Unidad Popular de Allende al poder; lo que le permitió describir el desarrollo de las luchas urbanas entorno a la provisión y al acceso a los bienes públicos (consumo colectivo). Para Castells estas luchas expresaban contradicciones estructurales y eran capaces de provocar cambios radicales en la medida en que partidos políticos de izquierda y sindicatos se unieran a las mismas. Unos años más tarde en La ciudad y las masas (1986) Castells desarrolló más extensamente el concepto de MSU. Aunque abordó diferentes estudios de caso para ilustrar su argumentación, el caso paradigmático recayó esta vez en el movimiento vecinal de Madrid durante el tardo-franquismo. En este libro, Castells definió a los MSU como “acciones colectivas conscientemente determinadas a transformar los intereses y valores sociales de una ciudad históricamente determinada” (Castells, 1986:20-21). Para él, la ciudad, al igual que la sociedad, era un producto social de intereses y valores en pugna. La transformación de la ciudad obedecía tanto a la acción de los intereses dominantes como a la resistencia y desafío que oponían las bases populares a esa dominación. ¿Qué características tenía que cumplir la acción colectiva para hablar específicamente de MSU? Las tres siguientes: a) Que se autodenominaran urbanos, ciudadanos o se consideraran relacionados con la ciudad, b) Que estuvieran basados en la localidad y territorialmente definidos y c) Que se movilizaran entorno a tres objetivos, añadiendo una dimensión cultural y otra política al análisis recogido en La cuestión urbana: el consumo colectivo y la ciudad como valor de uso; la identidad, la autonomía cultural y la comunicación; y finalmente, la autogestión política basada en el territorio.

Con el primer objetivo, el consumo colectivo, se pretendía lograr para los residentes una ciudad organizada en torno al valor de uso, frente a la mercantilización de la vida y los servicios urbanos desde la lógica del valor de cambio. Este objetivo comprendía la provisión de viviendas como servicio público, la preservación de edificios históricos, la reivindicación de espacios libres o equipamientos para la mejora de la vida de la comunidad. El segundo objetivo se basaba en la búsqueda de la identidad cultural, a partir del mantenimiento o creación de culturas locales autónomas, étnicamente basadas o históricamente organizadas. El tercer objetivo se orientaba a la búsqueda de un poder creciente para el gobierno local, vía descentralización de los barrios o autogestión urbana, en contraposición con el modelo de Estado centralizado.

Para lograr su máximo impacto, es decir, la transformación del significado de la ciudad hacia un modelo alternativo constituido por “una red de comunidades culturales definida por el tiempo y el espacio, autogestionada políticamente con miras a la maximización del valor uso para los residentes” (Castells, 1986: 432), los MSU tenían que articular los tres objetivos en sus prácticas. Además, tenían que conectarse con la sociedad mediante una serie de “operadores organizacionales” (medios de comunicación, profesionales y partidos políticos), pero manteniéndose organizativa e ideológicamente autónomos respecto a los partidos políticos.

¿Por qué los movimientos sociales urbanos se tenían que articular alrededor de estos tres objetivos y no otros? Porque estos constituían “los tres proyectos alternativos a los modos de producción y modos de desarrollo que predominan en nuestro mundo. La ciudad de valor de uso se contrapone a la forma capitalista de ciudad en cuanto a valor de cambio; la ciudad como red de comunicación, al flujo de información unidireccional característico del modelo de desarrollo informacional, y la ciudad como entidad política de libre autogestión, al recurso al estado centralizado en cuento instrumento de autoritarismo y amenaza de totalitarismo” (1986:438). Así pues, la consecución simultánea de estos objetivos, generaría un cambio en el significado de la ciudad, al representar los principales puntos de oposición a la lógica dominante: el capitalismo, el informacionalismo y el estatismo.

No obstante, a diferencia de lo expuesto enLa cuestión urbana, el autor consideraba que un cambio estructural nunca sería posible por parte de los MSU, a los que consideraba “utopías reactivas”. Así, para Castells, los MSU “no son agentes de cambio estructural, sino síntomas de resistencia a la dominación social, aun cuando, en su esfuerzo por resistir, produzcan efectos importantes en las ciudades y sociedades” (1986: 444). Estos habrían podido aparecer y desempeñar un papel social de primera magnitud debido al estancamiento en el que se encontraban los proyectos alternativos de cambio en las dimensiones de producción, cultura y poder. Por un lado, el movimiento obrero se revelaba incapaz de abordar la cuestión del salario social y las condiciones de vida fuera del trabajo, razón por la cual, el sindicalismo urbano había tenido que ocupar su puesto fuera de las fábricas y oficinas. Por otro lado, al excesivo flujo de información unidireccional sólo se le habían opuesto culturas marginales alternativas, por lo que el pueblo había tenido que asumir la tarea de ensayar y defender espontáneamente sus redes autónomas sobre la base más primitiva, la territorialidad, de ahí el surgimiento de las comunidades territoriales o locales. Finalmente, frente la centralización del Estado y la obsesión de los partidos políticos con la dimensión instrumental del poder, se oponía la revitalización de la autonomía local, la reivindicación de la autogestión política, la descentralización y la participación. “Como todas estas fuentes potenciales de conflictos en nuestra sociedad no tienen medios autónomos de expresión, organización y movilización, se han unido de una manera negativa y reactiva en la forma de movimientos urbanos (…). Pero ese movimiento no puede ser “proactivo”, sino reactivo, excepto en su dimensión utópica (…) pues la ciudad que proyecta no está ni puede estar conectada a un modo alternativo de producción y desarrollo, ni a un Estado democrático adaptado a los procesos mundiales de poder. Los movimientos sociales urbanos están, pues, orientados a transformar el significado de la ciudad, sin poder transformar la sociedad. Son una reacción, no una alternativa” (Castells, 1986: 438-439). Así, se establece el cambio de mirada de Castells, que posteriormente desarrollará en El poder de la identidad (1997), en la que resalta sobretodo el carácter esencialmente "reactivo" y "comunitario" de los MSU frente al contexto económico global donde estos pueden, en el mejor de los casos, reforzar las formas de autogestión y control vecinal en sus territorios más próximos. Sin embargo, abre la posibilidad que los movimientos urbanos provoquen cambios sociales más allá de sus contextos locales cuando son capaces de aliarse con otros.

La principal fortaleza de las propuestas de Castells (1977,1986) consiste en individuar una problemática de investigación, los MSU, y proponer una agenda de investigación que enlaza la dimensión socioeconómica, con la cultural y política. Sin embargo, las transformaciones sociales vinculadas al proceso de globalización y metropolización (Bassand, 2007:105-106), así como los límites mostrados por el paradigma marxista estructuralista en que se ubicaba el autor, nos conducen a la necesidad de repensar nuestra aproximación al objeto de estudio.

Hacia una actualización de la definición de movimientos urbanos 

De acuerdo con Pickvance (1986, 2003), consideramos que Castells utiliza el término MSU ambivalentemente. Por un lado, en sentido restringido, reservado a la capacidad de la acción colectiva para producir transformaciones urbanas, sociales y políticas significativas. Ubicándolos una escala lineal que empieza con la participación (impacto débil, efectos simbólicos), sigue con la protesta (generación de pequeños cambios colaterales) y termina con los MSU (generación de cambios estructurales). Pero tambien lo utiliza de forma genérica, aplicándolo a toda acción colectiva ciudadana, desvinculada de su capacidad de incidencia. Este es el sentido comúnmente empleado en la actualidad, lo que ha empobrecido el término generando una diversidad de significados.

Para tratar de establecer una definición mínima, partiremos de la propuesta de Fran Tonkiss (2006) que siguiendo a Castells, apunta como característica definitoria de los MSU la utilización del espacio urbano tanto como medio como de disputa política: “I consider urban social movements as agents of a distinctly spatial politics in the city, both in targeting urban space as the point of struggle and in using urban space as a resource for political mobilization” (2006: 59. Cursivas originales) y añade “social movements politicize urban spaces in terms of ownership, access, uses and meanings” (2006: 63). A partir de esta definición entendemos por movimientos urbanos (MU) una red interactiva de individuos, grupos y organizaciones que, dirigen sus demandas a la sociedad civil y a las autoridades e intervienen con cierta continuidad en la politización del espacio urbano a través del uso de formas convencionales y no convencionales de participación en la ciudad. Hablamos de MU y no de MSU por dos razones. La primera, de la misma manera que nos referimos al resto de movimientos sin añadir el adjetivo de "sociales" (movimientos feministas, ecologistas, etc.), la utilización de MU permite una aproximación con la literatura sobre movimiento sociales, que a menudo no incorpora los MSU (Pickvance, 2003). La segunda es que nuestra perspectiva no se basa en los efectos visibles de MSU, como en la interpretación de Castells, sino en su interrelación con lo urbano.

Así pues, ¿A qué nos referimos por "politización del espacio urbano"? Cabe señalar que la interpretación de lo específicamente urbano en los 70 difiere de la actual. El argumento más famoso de la Cuestión Urbana se refería a que la especificidad de lo urbano no podía determinarse teóricamente por las funciones político-jurídicas y de producción, sino por el hecho de albergar la esfera de reproducción de la clase trabajadora. Así, la escala geográfica era definida en relación a su función social. Aunque Castells fuera consciente de la multiplicidad de procesos sociales en las ciudades capitalistas, creía que el consumo colectivo era lo funcionalmente específico de la escala urbana, lo que daba lugar a definir los MSU por la finalidad de sus luchas entorno a esta temática. En cambio, en la actualidad pueden identificarse tres tendencias en la investigación urbana vinculadas al proceso de globalización (Brenner, 2000):

a) la escala urbana como la localización de nodos estratégicos de los flujos globales

b) lo urbano como producto de una densa red multiescalar que conecta unas localizaciones a la vez que desconecta otras, en una intensificación de la competitividad, la cooperación y la coordinación inter e intraurbana, lo que configura geometrías policéntricas variables

c) la creciente importancia de nuevas formas de gobernanza supra y subestatal en el modo de acumulación flexible del capitalismo global

Estas aproximaciones focalizan lo urbano en el proceso de reterritorialización (Brenner, 1999), donde la globalización se constituye como un proceso de cambio de las escalas geográficas anteriores dónde predominaba la escala estatal y que implica un reescalaje tanto de los espacios socioeconómicos como político-institucionales, así como una mayor interdependencia e interpenetración entre ellos. Las ciudades y sus áreas de influencia ya no son concebidas como meros componentes subestatales, sino como espacios “glocales” dónde confluyen múltiples escalas geográficas de forma potencialmente conflictiva. La cuestión urbana en la actualidad se centra cada vez más en los efectos de rearticulación de las redes socioeconómicas y los modos de regulación política multiescalar, por lo cuál la politización de lo urbano por parte de los movimientos se centra en contestar las múltiples formas la transformación de las narrativas hegemónicas y las prácticas vinculadas a estas reconfiguraciones escalares. “All this suggests that the continuous reshuffling and reorganisation of spatial scales are an integral part of social strategies and struggles for control and empowerment” (Swyngedouw, 2004: 34).

Una tipología actual de movimientos urbanos

A partir de una revisión de la literatura sobre MU y MSU Europea (Pickvance, 1985, 1986; Hirst and Fainstain, 1995; Castells 1997; Mayer 1999, 2000; Hamel, Lustinger-Thaler, Mayer, 2000; Harvey, 2001; Ruggiero, 2001; Martinez, 2003; Köhler and Wissen, 2003), presentamos una agrupación de los MU a partir de los ejes de movilización y las transformaciones urbanas relacionadas. Con este fin identificamos siete tipologías temáticas que ilustraremos en el caso de Barcelona: a) MU relacionados con la provisión y al acceso a la vivienda; b) los relacionados con la provisión y acceso a los equipamientos y servicios urbanos; c) los MU relacionados con la defensa de la comunidad; d) luchas relacionadas con las nuevas políticas de desarrollo urbano a partir de los grandes eventos; e) Asociaciones y grupos que gestionan servicios y programas comunitarios f) MU de los excluidos, y g) protestas urbanas glocalizadas. Sin embargo, nuestra propuesta de categorización no debe leerse de forma excluyente, ya que los mismos actores pueden encontrarse en las distintas temáticas, fuertemente interrelacionadas.

Relacionados con la provisión y el acceso a la vivienda

Dentro de las dinámicas globales de financiarización de la economía global y el creciente peso del sector inmobiliario en las mismas, la vivienda se ha convertido cada vez más en un bien de inversión y el crecimiento urbanístico en uno de los principales sostenes de la economía y un mecanismo de concentración de capital. Esta situación ha conducido a la paradoja que mientras se produce un crecimiento urbanístico desmesurado, que revierte en dinámicas de suburbanización, extensión de las segundas residencias y proliferación de inmuebles vacíos, con  los riesgos parejos de sostenibilidad social y medioambiental, el acceso a la vivienda (ya sea en régimen de compra o alquiler) constituye una de las principales fuentes de endeudamiento de las capas populares. Por otra parte, la crisis del Estado de bienestar keynesiano y la oleada ideológica neoliberal, ha llevado a una creciente privatización de los servicios públicos, en algunos casos a manos de grandes corporaciones que son las principales beneficiarias del boom inmobiliario.

En el último bienio la cuestión de la vivienda se ha incorporado a la agenda política de los MU debido a las recientes movilizaciones en diferentes ciudades del estado español para reivindicar el derecho al acceso a la vivienda digna. Solo queremos destacar aquí dos aspectos innovadores de estas movilizaciones en relación a la teoría de los MU: El primero, es la relación entre la propiedad y las demandas sobre servicios y equipamientos para consumo colectivo. Pensamos que la tenencia de una vivienda y la estabilización de las personas en un territorio, favoreció las demandas entorno a los equipamientos y servicios de uso colectivo en el ciclo de protestas vecinales de los 70. En pocas palabras, que el consumo privado de la vivienda favoreció paradójicamente las demandas de consumo colectivo en los servicios y equipamientos en tanto generador de sentimiento de pertenencia territorial. Sin embargo, en la situación actual, la relación entre acceso a la vivienda y territorio se encuentra dislocada, lo que explicaría que en el marco de movilización la poca presencia de las asociaciones de vecinos tradicionales. En referencia a estas movilizaciones destacaríamos la existencia de colectivos como el Taller contra la violencia inmobiliaria y urbanística que ha desarrollado una denuncia constante de los casos de mobbing inmobiliario y especulación inmobiliaria y la red PHRP (Promoció d'Habitatge Realment Públic) que desarrolla ocupaciones de pisos vacios en inmuebles dónde viven afectados por casos de mobbing inmobiliario en el distrito de Ciutat Vella. El segundo elemento, se relacionaría con la capacidad de combinar el trabajo local con una coordinación flexible a nivel estatal (Movimiento VdeVivienda), lo que implica la simultaneidad de determinadas acciones y la posibilidad de compartir un marco interpretativo común alrededor de la vivienda como bien público.

Relacionados con la provisión de equipamientos y servicios urbanos

Las reivindicaciones hacia la provisión de equipamientos y servicios públicos, entorno al consumo colectivo tal y como las definió Castells, continúan estando presentes en muchas de las  movilizaciones urbanas actuales. Sin embargo, podemos señalar algunas diferencias contextuales respecto al estudio de Castells que se relacionan con las dinámicas de expansión suburbana, las nuevas necesidades colectivas derivadas de la posmodernidad y la progresiva privatización de los servicios públicos resultado de las políticas neoliberales. Por consiguiente, en este apartado situaremos a) las demandas de servicios aún inexistentes en sectores urbanos en transformación, por ejemplo la reivindicaciones de servicios de transporte, escuelas, etc. en zonas suburbanas de baja densidad; b) la demanda de nuevos servicios o de un mayor acceso a los existentes relacionados con nuevas demandas sociales, como consecuencia del envejecimiento poblacional, cambios en la estructuras familiares, mayor preocupación ambiental, intensificación de procesos migratorios, la irrupción de las nuevas tecnologías, etc. c) Las críticas a la privatización de los servicios urbanos básicos (agua, gas, electricidad) que ha supuesto la creación de grandes conglomerados empresariales, a menudo en situación de monopolio, que se dedican a actividades muy variadas y que se diversifican crecientemente a partir de los servicios públicos (agua, construcción, suministro de materiales, comunicaciones, infraestructuras) y relaciones financieras con grupos bancarios.

La demanda de nuevos servicios, ya sea vinculados al proceso de metropolización (a) o a las nuevas necesidades emergentes (b) se traduce en peticiones como la construcción de nuevas guarderías públicas, extensión de la asistencia domiciliaria y servicios socioasistenciales, creación de centros culturales, creación y extensión de carriles para bicis, ampliación de los horarios de las bibliotecas y transportes públicos, atención a la diversidad cultural y religiosa en las escuelas, etc. Aunque puedan variar en tipología, estas corresponden con las demandas relacionadas con consumo colectivo estudiadas por Castells. A algunas de ellas, se les une también la reivindicación de la cogestión o autogestión del servicio o equipamiento. Es el caso de la actual reivindicación por parte de diferentes colectivos del proyecto "L'Harmonia" en el barrio de Sant Andreu del Palomar, que consiste en la demanda de un espacio cultural y asociativo autogestionado en la antigua fábrica Fabra i Coats, de propiedad municipal.

Por otro lado, el cuestionamiento de la calidad y el encarecimiento de los servicios urbanos se relaciona a menudo con el proceso de privatización (c), criticando la falta de inversiones en las infraestructuras en un sector de importantes beneficios. Aunque este proceso privatizador se ha realizado sin grandes movilizaciones urbanas, en determinados momentos de crisis emergen este tipo de críticas, como fue el caso de los apagones del verano del 2007 en Barcelona.

Los relacionados con la defensa de la comunidad 

Agrupa a aquellos movimientos ciudadanos que se organizan localmente para proteger a la comunidad en contra de determinadas amenazas físicas (trafico excesivo, ubicación de equipamientos no deseados, demoliciones y programas de renovación urbana...) o amenazas socialmente percibidas (llegada de "familias problemáticas", minorías étnicas...) que se consideran un peligro o una molestia para los habitantes en su territorio de referencia.

Por un lado, cuando el elemento comunitario es importante y existe cierta homogeneidad social entre sus miembros, una interpretación común es definir a estos movimientos como reacciones locales defensivas basadas en una identidad refugio frente a las imposiciones del proceso de globalización. Para Castells, estas movilizaciones intentan dar coherencia al propio espacio vital a partir de las relaciones comunitarias, reinterpretando como agresiva la realidad externa al grupo: “estas identidades, en la mayoría de los casos, son reacciones defensivas contra las imposiciones del desorden global y el cambio de ritmo rápido e incontrolable. Construyen refugios sí, pero no paraísos" (Castells 1997: 87-88). Pero la creación de este tipo de refugios presenta una diversidad interpretativa. Mientras que para los sectores sociales con rentas altas, la "comunidad" significa normalmente asegurar los privilegios adquiridos, para los marginados significa simplemente asegurar i controlar sus propios guetos sin poder salir de ellos (Harvey, 2001: 191).

Entre las nuevas demandas emerge con fuerza también la cuestión securitaria, leit motiv de los MU conservadores, vinculado a la inseguridad existencial y la generación de miedo por la visibilización de "otros" en las metrópolis contemporáneas (Bauman, 2006). Esto se traduce en la demanda de mayor presencia policial, de cámaras de seguridad en los espacios públicos o la creación de "patrullas vecinales" que lleva asimismo a la promoción de la ecología del miedo (Davis, 2002) y de la ciudad revanchista (Smith, 2005), base de las actuales políticas de control urbano contra las clases populares y desfavorecidas[1].

Por otro lado, cuando las protestas son esporádicas y se dirigen en contra de un proyecto en concreto, normalmente se etiquetan como NIMBYs, (Not In My Back Yard; no en mi patio trasero). Este acrónimo hace referencia a las actitudes proteccionistas y a las oposiciones adoptadas por grupos sociales que reaccionan enfrente la instalación en su vecindario de equipamientos considerados desagradables, molestos o nocivos para los residentes y aunque no ponen en cuestión su necesidad, los quieren lejos de casa (Dear, 1992). Según la perspectiva de NIMBY, el localismo de estas movilizaciones tiene un fuerte componente negativo: se desentiende del "interés general" y responde a intereses particulares y egoístas. Un caso paradigmático en Barcelona ha sido la oposición de un sector de los vecinos de la Vall d'Hebron a la instalación de una sala de venopunción.

Tanto la perspectiva relacionada con las identidades refugio, como la perspectiva NIMBY parece negar la posibilidad de ver las reivindicaciones locales como un marco favorable para situar y hacer comprensibles determinadas dinámicas supralocales que tienen su expresión en territorios concretos. Aunque una característica común sea su "reactividad" (emergen en contra de) y algunos pueden ser muy conservadores, muchos otros tienen una orientación progresista[2] (critican la falta de participación en la decisión de la ubicación, los peligros de estas infraestructuras para la salud o el medio ambiente, o la redistribución de los costes y beneficios de una determinada infraestructura entre los diferentes grupos sociales) En esta última categoría podríamos ubicar las movilizaciones que se han desarrollado alrededor del Forat de la Vergonya, solar resultante del proceso de remodelación urbana del caso antiguo y que ha generado una dinámica confrontativa entre tejido asociativo y administración pública en relación a los usos (parque público, aparcamiento o viviendas para jóvenes) previstos para el espacio. Como acertadamente señala Harvey, este tipo de luchas basadas en la solidaridad local, en el "particularismo militante", no son inherentemente conservadoras, pero pueden fácilmente llegar a serlo si no se vinculan con los temas políticos más allá de su propia comunidad: "The critical problem for the vast existing array of localized and particularistic struggles is to transcend particularities and arrive at some conception of a more global if not universal politics. For oppositional movements (as opposed to those primarily dedicated to reinforcing the existing state of things) this means defining a general alternative to that social system which is the source of their difficulties" (Harvey, 2001: 193).

Además, en los últimos tiempos se han ensayado nuevas formas de organización más flexibles y menos identitarias, a los que denominados forums tácticos de reflexión social (Roca, 1994). Son espacios con cierta continuidad donde se encuentran personas, organizaciones y movimientos diversos con el objetivo de reflexionar, orientar, coordinar y difundir la acción. Estos forums tienen un campo territorial de acción definido y no se basan en una identidad fuerte sino en una asociación de intereses. Más que movimientos en defensa de la comunidad, serian movimientos para repensar el territorio a partir de los problemas cotidianos de sus gentes vinculándolos a temas políticos más generales. Un ejemplo sería el Forum Ribera Besòs, una red de personas y colectivos que tiene el objetivo de plantear propuestas alternativas en toda la zona entre el parque de la Ciutadella y la Ribera del Besós.

Luchas relacionadas con las nuevas políticas de desarrollo urbano a partir de grandes eventos (olimpiadas, expos, etc.)

La profundización de la globalización capitalista, incentiva la competición interurbana entre las “enterpreneurial cities” (Harvey, 1989) para la atracción de flujos internacionales en forma de inversiones, turismo, servicios avanzados y mega-proyectos. Esto implica un cambio en las políticas urbanas cuya prioridad se focalizaría en promover y estimular la acumulación privada de capital, subordinando las políticas sociales a las que impulsan un “desarrollo económico proactivo”. Si bien esta compleja tendencia que acríticamente asumen los gobiernos locales varía en intensidad de una ciudad a otra, los grandes proyectos de remodelación urbana que encubren eventos como las Olimpiadas, Expos y festivales internacionales, generan en los últimos tiempos dinámicas de oposición: “Movements attack the detrimental side effects of, and the lack of democratic participation inherent in, these strategies of restructuring the city and of raising funds. They criticize the spatial and temporal concentration of such development projects and complain that the concentration on prestige projects detracts attention and finances form other urban problems. Protest campaigns against the instruments of city marketing raise questions of democratic planning that urban elites concerned with intraregional and international competitiveness would rather downplay” (Mayer, 1999: 224).

En el estado español, tenemos numerosos ejemplos de este tipo de iniciativas: El Forum de las Culturas de Barcelona, La Copa América de Valencia, La Expo de Zaragoza o las candidaturas olímpicas de Madrid. Además de la transferencia de grandes cantidades de dinero público a manos privadas, estos eventos cumplen la función simbólica de generar consensos. En el caso de Barcelona, el Forum de 2004 trataba de generar de nuevo el consenso obtenido en las Olimpiadas del 1992. Esta vez hubo una mayor articulación de las voces críticas a partir de la oposición de la Federación de asociaciones de vecinos de la ciudad y la amalgama de colectivos alternativos que se reunió dentro y fuera de la Asamblea de Resistencias al Forum (Martí i Gonzàlez, 2004). Al tener este tipo de acontecimientos un carácter globalizante, ya que afecta a toda la estrategia política y económica de la ciudad, la oportunidad de este tipo de movimientos de resistencia, reside en su capacidad de crítica al modelo de desarrollo de la ciudad más allá de la oposición a transformaciones y proyectos específicos en los barrios. El movimiento de resistencia al Forum (y sin duda su propio fracaso en asistencia y bajo entusiasmo ciudadano), consolidó las bases para la crítica al "modelo Barcelona" (sobretodo en su dimensión simbólica), hasta entonces hegemónico y poco cuestionado.

Asociaciones y grupos que gestionan servicios y programas comunitarios

Lo que sucedió en el estado español con buena parte del movimiento vecinal de los 70 es bastante ilustrativo de la tendencia de institucionalización de los movimientos y la explosión del tercer sector en los años 80. Las asociaciones de vecinos se han convertido en un actor más: son consultadas en determinadas intervenciones urbanísticas, forman parte de programas sociales en los barrios e incluso tienen sus propias cooperativas de vivienda. Hoy en día, las organizaciones comunitarias y del tercer sector han pasado a ser un actor clave para el diseño de los programas municipales. Las demandas entorno a una mayor participación se han materializado en la constitución de partenariados público-privados y consejos consultivos, así como parte de las mismas han sido trasladadas a programas específicos. En la otra cara de la moneda, los movimientos han perdido a menudo su actitud crítica y su base social, “many urban movements organizations find themselves with their resources drying up and their alternative infrastructure eroding, their movement spaces and niche economies threatened, and their erstwhile goals channelled into “feasible” programs activities” (Mayer, 2006: 205).

Así pues, se genera un escenario complejo en la relación de movimientos e instituciones. En este sentido, el paso del gobierno a la gobernanza modifica el contexto político de los movimientos. La rutinización y la negociación entre el gobierno municipal y actores comunitarios es cada vez más importante para gestionar los conflictos en las ciudades. Mientras por un lado, su reconocimiento e integración hace aumentar su capacidad de impacto en las políticas locales y su estabilidad organizativa; por otro, modera sus demandas en el ámbito de lo factible y aumenta si dependecia de los fondos públicos. No obstante, la integración de una parte de las organizaciones dentro de de la gobernanza local, genera nuevos conflictos y antagonismos dentro los propios movimientos.

Entre aquellos colectivos y grupos que orientan su acción en la ciudad a prestar servicios, tenemos que incluir aquellos que lo hacen al margen de las políticas gubernamentales. Además de los que desarrollan una labor formativa con la organización de cursos, conferencias y charlas de todo tipo, también han crecido otro tipo de propuestas como son los medios de información alternativos, las cooperativas ecológicas de consumo autogestionadas, los bancos de intercambios de tiempo, los mercados de intercambio de productos, los centros sociales autogestionados, etc. En el caso de Barcelona, destacaríamos la escuela autogestionada La Pinya, la Xarxa de Consum Solidari en el ámbito del cooperativismo de consumo y la cooperativa de servicios Altercoms. Estos espacios y servicios van dirigidos a modificar las prácticas cotidianas de los ciudadanos, no entendidos como clientes y consumidores sino como sujetos políticos con capacidad de decisión sobre los mecanismos de intercambio de productos y servicios en la ciudad que moldean nuestras vidas.

La generación de nuevos servicios por parte del tercer sector cívico-asociativo aparece como un factor ambivalente. Mientras por una parte se encuentra parejo a los procesos de responsabilización del estado respecto a la provisión social, por otra aparece como una oportunidad para la creatividad social y la autogestión de servicios anteriormente rutinizados por el estado, a través de nuevos servicios autogestionados pero que disponen de ayudas públicas o aquellos que se realizan en régimen de parternariado impulsados por el tercer sector (bancos del tiempo, proyectos de alfabetización digital, oficinas de  información y apoyo a migrantes en situación irregular,...). En el caso de Barcelona, podríamos incluir en esta categoría el trabajo desarrollado por el Banco del Tiempo en Nou Barris, los proyectos de alfabetización digital desarrollados por E-TIC en el barrio de Sant Antoni y las oficinas de atención a la población migrante de ATIME (Asociación de Trabajadores e Inmigrantes Marroquíes en España).

Los nuevos movimientos de los excluidos, como los sin techo o los inmigrantes

Uno de los impactos del proceso de globalización en las formas de vida urbanas ha sido el incremento de las desigualdades socio-espaciales causadas por la erosión de las mallas de seguridad previas (políticas, comunitarias y familiares) y la diversificación de las fracturas sociales. La plasmación urbana de estos nuevos marcos de desigualdad oscila entre la "ciudad dual" (Sassen, 2000), dónde hay una fuerte polarización espacial de las desigualdades, y la "ciudad dramática" (Keestelot, 2003), dónde "conviven" en un mismo espacio situaciones de vulnerabilidad muy distintas.

Los barrios del centro histórico que presentan un parque residencial degradado con la presencia de importantes bolsas de exclusión y que actualmente se encuentran sometidos a fuertes procesos de gentrificación constituyen una clara ilustración de las dinámicas conflictivas asociadas a la ciudad dramática. Históricamente, los arrabales de los centros históricos han ejercido la función de barrio de acogida de poblaciones inmigrantes, transeúntes, trabajadoras sexuales, bohemios, etc. Personas que se instalaban atraídas por la función de centralidad y las facilidades de acceso a la vivienda con alquileres bajos. Sin embargo, tras una etapa de decadencia vinculada al periodo fordista que priorizaba el crecimiento extensivo de las ciudades, el nuevo régimen postfordista ha conllevado un crecimiento intensivo, que se ha focalizado en una creciente terciarización de los centros históricos convertidos en polo cultural y turístico. Esta situación ha llevado en algunos casos a la expulsión de las poblaciones y actividades residentes, sustituidas por nuevas actividades dirigidas a la economía turística y nuevos residentes con rentas altas y regimenes de tenencia de propiedad, mientras se produce un incremento de la población inmigrante que aprovecha los resquicios no gentrificados para instalarse y desarrollar actividades económicas.

La combinación de los dos procesos, el incremento de las fracturas sociales y las dinámicas conflictivas asociadas a la gentrificación se encuentra en la base de la aparición de nuevos movimientos en defensa de las poblaciones sometidas a procesos de exclusión y marginación. Ejemplo de estos movimientos lo encontramos en los encierros de inmigrantes en Barcelona para protestar por la ley de extranjería, la movilización contra la "ordenanza cívica" y contra el mobbing inmobiliario.

Estas movilizaciones han sido conceptualizadas como protestas que no aparecen en el marco tradicional de organización de los movimientos sociales, sino que surgen directamente de la articulación con grupos marginalizados, ya sean migrantes, sin techo, trabajadoras sexuales o precarios, aún y contar con el apoyo de pequeños grupos de activistas movimientos sociales radicales, pro derechos civiles, grupos cristianos de base, trabajadores sociales y abogados. Normalmente suele tratarse de protestas de naturaleza local, defensivas en cuanto a objetivos, disruptivas en la acción y episódicas en cuanto a temporalidad, pero que pueden conducir a desarrollar solidaridad con otro tipo de luchas, conciencia política e infraestructuras organizativas, elementos clave para el desarrollo y la continuidad de la movilización (Mayer, 2000). Sin embargo, cabría matizar a partir del análisis de las experiencias ocurridas en Barcelona, la interrelación entre movimientos sociales y colectivos afectados. En este sentido, movilizaciones como las realizadas por los inmigrantes en 2001 y 2005 fueron directamente organizadas por los propios afectados, si bien contaran con el apoyo organizativo de los movimientos sociales y de asociaciones. La movilización contra la ordenanza cívica en 2005 representó en cambio una confluencia de actores diversos, dinámicas de movilización híbridas, dónde confluyó temporalmente distintos actores, y cuya continuidad dependió de la capacidad de constituir grupos específicos que permitieran sostener temporalmente la movilización.

Las protestas urbanas "glocalizadas”

Algunos autores han señalado como novedad el carácter “glocal” de determinadas luchas urbanas. Este concepto pone de manifiesto la relación dialéctica existente entre lo local y lo global, en el sentido que ambos están íntimamente relacionados y mutuamente constituidos. Esto significa entender lo global no como una fuerza exterior que condiciona lo local, sino que lo global es producido, reproducido, modificado y contestado por una multiplicidad de acciones en diferentes escalas espaciales. “This will become obvious at important feature of urban movements from the 1990s onwards: while criticizing and acting upon very local/material urban issues, they often explicitly relate and politize these issues in a broader context and articulate their criticism on various spatial scales – not only on a local but also on a global scale” (Köhler and Wissen, 2003: 943).

Si bien los movimientos antiglobalizadores han sido asociados frecuentemente a ciudades (Seattle, Genova, Porto Alegre, Barcelona…), estas han servido como principal escenario de la movilización y no como objeto de disputa política. Aún así, en las contracumbres radicadas en Barcelona se ha reflejado la materialización espacial de los agentes globalizadores en el ámbito local (a través de mapas o de acciones com el "cazalobbies").

Queda cada vez más patente la influencia y la hibridación del los movimientos antiglobalizadores y los movimientos urbanos. Como movimiento de movimientos, las luchas urbanas entorno a temas medioambientales, contra la privatización o el desmantelamiento del estado de bienestar han incorporado la narrativa contra la globalización neoliberal como elemento de interconexión entre luchas particulares. Köhler and Wissen identifican tres tipos de “acción urbana glocalizada” que tienen en común “fight the destructive influences which neoliberal globalization exerts on everyday live” (2006: 949): 1) aquellas acciones puntuales que se centran en atacar las narrativas y las imágenes hegemónicas (seguridad, privatización, competitividad, etc.); 2) aquellas que producen un conocimiento alternativo y cuestionar los paradigmas dominantes, como por ejemplo el trabajo local de ATTAC o el seminario de economía crítica Taifa 3) las acciones orientadas a largo plazo que persiguen construir infraestructuras estables para los movimientos, como por ejemplo los centros sociales okupados, los ateneos autogestionados y el desarrollo de infraestructura comunicativa como el portal Barcelona Indymedia o el periódico La Directa.

Conclusiones 

A partir de la tipología analizada, proponemos una revisión de las características con que Castells identificaba los MSU. Consideramos, que de todas las características reseñadas, aquella la que más robustamente se mantiene es "que se autodenominen urbanos, ciudadanos o se consideren relacionados con la ciudad".

Con respecto a la segunda característica, mientras que el ámbito de acción de los movimientos urbanos es la ciudad, la articulación de redes de actores que sobrepasan el ámbito estrictamente local y su capacidad de dirigir sus demandas más allá de los gobiernos urbanos (incorporando el nivel autonómico, estatal e incluso europeo) desdibuja la necesidad de que sean "movimientos territorialmente definidos" para pasar a mantener una relación multiescalar con el territorio.

La tercera característica, referente a los objetivos de movilización, tiene que ser repensada en función de su diversidad temática. Aún y si tenemos en cuenta solo los MU de orientación progresista, temas como la sostenibilidad, la inmigración, el consumo alternativo, el acceso a las nuevas tecnologías, la crítica a la globalización neoliberal y sus consecuencias locales, han sido incorporadas a la agenda de los MU como resultado de las transformaciones socioeconómicas y territoriales, por una parte, y de la propia evolución de los movimientos sociales (ciclo de protesta global), por otra. Aunque podemos considerar que la defensa de la ciudad como valor de uso continua siendo una temática transversal en la mayoría de ellos.

En referencia al segundo elemento, la cultura comunitaria, si bien la aceleración de la circulación de informaciones, bienes y personas ha reforzado las comunidades locales como mecanismo de solidaridad frente unos cambios percibidos como "incontrolados", también se practica la defensa del territorio desde la asociación entre personas, colectivos y redes que no comparten una misma identidad territorial sino unos valores comunes. La interactividad y la horizontalidad de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación hacen más fácil la coordinación flexible entre nodos diferentes.

Por último, es necesario redefinir también el objetivo de la autogestión política basada en el territorio como una respuesta al estado centralizado. En las últimas décadas se ha producido una dislocación del Estado como adversario debido a la creciente importancia de los gobiernos urbanos (y de los organismos suprestatales), la importancia de los actores privados-mercantiles que muchas veces se ubican en una lógica supraterritorial y la emergencia de nuevas problemáticas que requieren un abordaje multiescalar como la sostenibilidad. Por lo tanto, más que hablar de autogestión basada en el territorio consideramos más pertinente hablar de la lucha de los MU por una radicalización de la democracia en el ámbito urbano, en sus vertientes política, económica y ambiental. A las reivindicaciones de mayor participación ciudadana en los procesos de decisión de las políticas urbanas y a la autogestión de servicios y equipamientos, se le suman también experiencias de democratización de la economía (cooperativas de consumo y de servicios) y la exigencia de la participación en temas ambientales, en el marco de reivindicación del derecho a la ciudad.

Castells señalaba que solamente cuando confluían simultáneamente los tres objetivos en un movimiento urbano, podía generarse un mayor impacto hacia el cambio social. Sin embargo, a resultas de la creciente complejidad, hoy en día es difícil dilucidar que combinación de objetivos, sea la más potente en términos de cambio social progresista. Lo que parece claro es que cada vez sea más necesario diferenciar entre MU progresistas (aquellos que priorizan la ciudad como valor de uso y la igualdad de derechos y posibilidades) y los MU conservadores (que priorizan el valor de cambio y defienden la preservación de un sistema de privilegios). A pesar de lo que quisieran algunos autores, la no inclusión de estos últimos en el análisis no les hace desaparecer de la realidad. Como han mostrado diferentes analistas de los movimientos sociales (Pickvance, 1985; Della Porta y Diani,1999), la capacidad de impacto de los movimientos depende de una gran variedad de factores que incluyen la propia composición y organización, su capacidad de realizar alianzas heterogéneas así como el tipo de respuestas que realiza el Estado. Sin embargo, podemos señalar dos limitaciones mutuamente relacionadas identificadas en el estudio de los MU: su fragmentación y su "particularismo militante" (Harvey, 2001).

Por fragmentación entendemos la existencia de múltiples temáticas que pueden dificultar la creación de un lenguaje común y un discurso político coherente capaz de generar cambios. Sin embargo, tal y como apuntan Fainstain i Hirst " 'Collective consumption trade union' movements show a systematic inability to establish lasting coalitions with other groups" (1995: 196). Así, la fragmentación entendida como multiplicidad, más que una limitación, puede ser también una oportunidad para la realización de nuevas coaliciones plurales. Por otro lado, la creciente involucración de colectivos en los sistemas de gobernanza urbana genera nuevas tensiones entre los "insiders" y los "outsiders". En este caso, nos sumamos a los sugerencias de Mayer (2000), sobre la necesidad de que se establezcan alianzas tácticas entre ambos para se "apoyen" en determinados momentos con sus recursos, contactos y estabilidad organizativa en beneficio de aquellos más débiles y que luchan autoorganizadamente para mejorar su situación.

La referencia de Castells a los movimientos urbanos como "utopías reactivas" y de Harvey al "particularismo militante", apuntan un mismo problema: la dificultad de los MU de trascender los conflictos locales para involucrarse en la política en mayúsculas, es decir, para pensar y practicar formas alternativas de estar en y organizar la sociedad, la dificultad de pasar de espacios de resistencia a espacios de esperanza. Como apuntan autores como Lefevbre, Harvey, Brenner o Swyngedouw, un camino a profundizar para superar estas limitaciones es una política escalar o "glocal", donde se tejan solidaridades interescalares: "identity, difference and place and loyalty are central in any emancipatory project, but solidarity, inter-place bounding and collective resistance demand decidly scaled politics" (Swyngedouw, 2004: 42).

En definitiva, vivimos en un contexto social, económico, cultural y espacial sensiblemente diferente a cuando Castells expuso su teoría sobre los MSU. En ese momento, supo analizar y conceptualizar una serie de luchas que sobrepasaban el conflicto entre capital y trabajo y que tuvieron importantes repercusiones en el devenir de las ciudades. En la actualidad, los MU no han desaparecido, pero si han cambiado. En un mundo cada vez más urbanizado y donde las contradicciones globales se manifiestan cada vez de forma más visible en la escala local, este tipo de movimientos parecen tener una larga vida. Lo que venimos constatando en las líneas precedentes es que no existe un único tipo de movimiento urbano. Simplificando mucho, ya no sólo abarcan cuestiones relacionadas con el consumo colectivo ni su principal actor son las asociaciones vecinales. Muchos de ellos expresan el legado de los nuevos movimientos sociales y de las luchas antiglobalizadoras; así como los cambios que han experimentado las propias ciudades. Hoy en día encontramos una gran heterogeneidad de colectivos, temáticas y formas de acción de grupos que actúan y politizan la ciudad.

Notas

[1] Una plasmación espacial extrema de esta tendencia, todavía más comunes en Estados Unidos que en Europa, son las comunidades cerradas, zonas residenciales de acceso restringido con sus vigilantes y cámaras de seguridad en la entrada. Como acertadamente apunta Miller, “the rise of the conservative suburban politics has been based not on a politics of collective consumption and use value, but on the promotion of private consumption and exchange value” (2006: 209. Cursivas originales).

[2] Además, no podemos obviar la capacidad reflexiva que tienen estos grupos a lo largo de una movilización (Alfama et al, 2006). Una misma movilización puede (y muy a menudo es así) empezar con un discurso propio de las protestas NIMBY y a medida que se desarrolla la acción colectiva y se tejen nuevas alianzas, la concepción del problema se modifica y el discurso y objetivos se enriquecen. En este proceso, los discursos y los objetivos de las organizaciones y las personas que tienen reivindicaciones más localistas y reactivas se transforman hacia unos planteamientos más transversales, multiescalares y propositivos.

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