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Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XII, núm. 270 (16), 1 de agosto de 2008
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

Gabriela Rodríguez Fernandez
Observatorio del Sistema Penal y los Derechos Humanos de la Universidad de Barcelona
Equipo de investigación Conflicto y paisaje urbano – Universidad de Lerida
ospdhcon@gmail.com


El miedo al otro y el uso del espacio: el discurso sobre el delito y el conflicto en la ciudad de Lérida (Resumen)

El presente artículo presenta los primeros resultados de dos investigaciones sobre los discursos ciudadanos en torno a los fenómenos del conflicto y el delito en una ciudad intermedia (Lerida) del centro de Cataluña (España) El texto explora los puntos en que los discursos generados cara a cara se centran, el tipo de justificaciones que se brindan para las propias percepciones de la seguridad/inseguridad, y cómo la figura del “otro” es una parte central del imaginario del miedo aún en un contexto percibido como relativamente seguro.  Finalmente, se aproxima a cómo la idea del gueto es parte de ese imaginario del miedo, y propone un análisis no reificador del manejo que se hace de tal concepto.

Palabras clave: discurso, imaginario, alteridad, miedo, gueto.


The fear of other one and the use of the space: the crime discourse and the conflict in the city of Lerida (Abstract)

This article shows the first results of two researches on the civil speeches concerning the phenomena of the conflict and the crime in an intermediate city (Lerida) of the center of Catalonia (Spain). The text explores the points on which the generated face-to-face speeches centre, the type of justifications that are offered for the own perceptions of the safety / insecurity, and how the figure of "other one" is a central part of the imaginary one of the fear,  in a context perceived as relatively surely. Finally, it comes closer how the idea of the ghetto is a part(report) of this imaginary one of the fear, and proposes an analysis not reificador of the managing that is done of such a concept.

Key words: speech, imaginary, fear, ghetto.


La aproximación al par seguridad/ inseguridad desde una perspectiva cualitativa

Entre los años 2006 y 2008, el equipo de investigación Conflicto y paisaje ciudadano realizó 74 entrevistas en profundidad (en combinación de formas abiertas y semiestructuradas focalizadas)  a otras tantas personas ligadas al mundo asociativo de la ciudad de Lerida[1]. La intención de estas entrevistas era registrar y analizar el discurso producido en torno a los fenómenos del delito, el conflicto y la inseguridad ciudadana, intentando detectar qué elementos integraban ese discurso, qué espacios físicos de la ciudad de relacionaban con ellos y qué modificaciones en el uso del espacio social, entendido como espacio común, aparecían como su consecuencia. Intentábamos de esta forma hacer una aproximación cualitativa a las sensaciones de un grupo de personas a las que entendíamos podíamos atribuirle un cierto interés en la vida social de una ciudad intermedia (127.314 habitantes) del centro de Cataluña: se entrevistó así a miembros de las juntas directivas de la totalidad de las asociaciones de vecinos y de comerciantes de la ciudad, a un grupo de otras asociaciones (Cruz Roja, Asociación Down LLeida, Asociación de Pensionistas y Jubilados, etc.) y finalmente, cuando se advirtió que en el discurso de estos aparecían fundamentalmente jóvenes, gitanos e inmigrantes como el “otro” generador del miedo, se realizó un esfuerzo por incluir su discurso dentro del campo de la investigación[2].

Observados los resultados de las entrevistas desde una perspectiva socioconstruccionista, el surgimiento de recurrencias discursivas, de términos e ideas transversales a las explicaciones y justificaciones de personas diferentes (jóvenes, adultos, ancianos, ilerdenses e inmigrantes) nos permite intuir/construir una cierta textura común. En ella, aún cuando las valoraciones, los sentimientos y los afectos sean diferentes, los temas que el discurso pone en juego dan la pauta de qué cosas son, en la segunda parte de esta década, las que organizan el escenario de la percepción del par seguridad/inseguridad ilerdense.

En este trabajo intentaremos aproximarnos qué reflejan los discursos obtenidos y exhibiremos algunas de sus contradicciones, sus coherencias, sus debilidades y sus fortalezas desde la perspectiva de un elemento común a la mayor parte de las entrevistas: el miedo al otro y su capacidad para generar usos diferenciales del espacio público.

Los grandes trazos del par seguridad/inseguridad

¿Delitos o conflictos?

Las categorías con las que habitualmente nos acercamos a los fenómenos de la inseguridad están impregnadas de la definición legal de lo prohibido, lo permitido y lo mandado, y en consecuencia, se diferencia aquello que es delito de aquello que no lo es y que se expresa en un conflicto. En un Estado de Derecho, además, la respuesta estatal frente a la seguridad se organiza en torno este par: para los delitos se organiza la persecución policial/judicial; para los conflictos se aplican políticas tuitivas que intentan atender las causas más que a los efectos[3].

La investigación ha revelado, sin embargo, que el discurso de nuestros entrevistados sobre la seguridad no se organiza de esta manera: la intercambiabilidad de las categorías delito y conflicto que aparece en la mayor parte de los relatos sugiere que la clasificación en dos campos diferentes no es significativa[4]. Ante la pregunta por la existencia de conflictos durante el año 2006 se nos responde[5]:

 “Home... conflictes el que hi ha es a diferents places joves que fan tuning[6] als cotxes i que aprofiten i fan curses, ... i aquí a la plaça XXXX hi ha trapiteig  ... i desprès nuclis d’immigrants que no hi ha molt conflicte, el roce (sic)  normal de les cultures.” 

(Hombre… conflictos lo que hay es en diferentes plazas jóvenes que hacen tuning a los coches y aprovechan y corren carreras,... y aquí en la plaza XXXX hay trapicheo ... y después núcleos de inmigrantes que no hay mucho conflicto, el roce normal de las culturas.)

Confluyen aquí tres elementos: el uso del espacio público por los jóvenes y las carreras nocturnas por el casco urbano, la venta de drogas y la presencia de inmigrantes, y las tres cosas son connotadas como conflicto, aún cuando la venta de drogas (trapicheo) es una conducta prohibida por la ley penal, y por tanto un delito.

 El presidente de una asociación de comerciantes nos dice:

”Per exemple ... temes de robatoris, violències, agressions....?  Aquí..., com a normes generals es un barri bastant tranquil, de violències ni ha poques... de robatoris si que n’ha hagut ... ara fa tres mesos van rebentar tres garatxos i van robar als cotxes però va ser un tema puntual. Agressions... hi ha algú però no ha passat a majors, algun borratxo que hagi vingut a la festa major o be alguna baralleta de joves, però no ha passat res mes. (...) Aquest es un barri, un mercat molt participatiu, que ve molta gent al mercadillo i s’ha de vigilar lo bolso, per que hi ha molts xoriços, però son fets aïllats ...”

(Por ejemplo ... ¿temas de robos, violencias, agresiones? Aquí..., como norma general es un barrio bastante tranquilo, de violencias hay pocas... de robos si que ha habido... ahora hace tres meses reventaron tres garajes y robaron en los coches pero fue un tema puntual. Agresiones... hay alguna pero no ha pasado a mayores, algún borracho que haya venido a la fiesta mayor o bien alguna peleita entre jóvenes, pero no ha pasado nada más. (...) Este es un barrio, un mercado muy participativo, que viene mucha gente al mercadillo y hay que vigilar el bolso, porque hay muchos chorizos (ladronzuelos), pero son hechos aislados...”)

Prácticamente todas las conductas connotadas en este extracto están previstas en el Código Penal (excepto la borrachera del vecino); sin embargo, son mencionadas por el entrevistado como conflicto, y ubicadas en el lugar de lo episódico, de lo que no mancha la “tranquilidad” del barrio.

Un joven miembro de una asociación, al serle preguntado si había sido víctima de un delito, responde:

 “Bueno, si, podríem dir que si. Estàvem a una discoteca, i tot bè, i al sortir m’he vaig trobar que al cotxe hi havia ... hi havia ... hi havia un boll (sic), i vaig pensar que era un cotxe que hi havia colisionat (sic) i hi havia marxat, però m’he vaig adonar que hi havia una patada (sic) que l’havien donat. La patada (sic) aquesta que va passar aquest estiu, però delicte de robatori, o d’amenaça, no”.

(Bueno, si, podríamos decir que si. Estavamos en una discoteca, y todo bien, y al salir me encontré que en el coche había... había... había un bollo, y pensé que era un coche que había colisionado y se había ido, pero me di cuenta que había una patada que le habían dado. La patada esta que pasó este verano, pero delito de robo, o de amenaza, no”).

Al preguntársele si había sido acusado de un delito explica que

“Si, però be, no es … Aquest estiu vaig marxar d’un pis, i un veí -típicament rondinaire- m’he va posar una denúncia per fer soroll.”

(Si, pero bien, no es ... Este verano me fui de un piso y un vecino -típicamente gruñón- me puso una denuncia por hacer ruido.)

Como se advierte en los tres relatos, la frontera entre delito y conflicto no es clara en el imaginario de los entrevistados. Esta labilidad, que se repite en muchas otras entrevistas, no nos permite hacer una interpretación unívoca, pero es cierto que existe una tendencia a mencionar los ataques a la propiedad como delito (fundamentalmente los robos con armas o las entradas a las casas con el objeto de robar) y, en cambio, al consumo y venta de drogas como conflicto. Al preguntarse, en alguna ocasión, sobre el porqué de esta identificación la respuesta ha sido que mientras que para comprar y vender droga hacen falta dos, en el robo hay sólo un sujeto que “le hace” al otro, destacando así el elemento bilateral como frontera entre las dos categorías; aún así, y tal como decimos, es pronto para establecer aquí conclusiones sobre qué distingue, a nivel de la vida cotidiana, los delitos de los conflictos[7]. Aún así, creemos que la no correspondencia de esa frontera discursiva con la legal debería llevar a la idea de que la sensación de inseguridad ciudadana no puede ser fundamento para políticas de aumento del catálogo de delitos.  

¿Cómo sienten los ilerdenses su ciudad?

Uno de los focos de la entrevista era interrogar sobre cómo era percibida, entre finales del 2006 y principios del 2007, la ciudad y el barrio del entrevistado.  Tal como lo muestra la figura 1, Lérida tiene 21 barrios reconocidos por la Paeria (ayuntamiento de Lérida) como pertenecientes a su municipio, cuyo término está dividido por el paso del río Segre; el casco urbano antiguo se localiza en la margen izquierda. La percepción de seguridad difiere entre un barrio y otro, pero en ningún caso baja de los 5 puntos, y en la mayoría de los casos se sitúa entre los 8 y los 9 puntos, en una escala de 10.


Figura 1. División de la ciudad de Lerida en barrios


Las respuestas sobre la ciudad indican que Lérida es percibida como inmersa en un proceso de cambio, que la está mejorando en muchos aspectos (entre ellos se menciona la llegada del tren de alta velocidad y las intervenciones urbanísticas en el casco antiguo, que echaron a tierra viejos edificios ruinosos), pero que está perdiendo su carácter de sitio en el que todo el mundo se conocía, y donde las relaciones eran próximas. El cambio, al que se lo relaciona con un aumento de la población, no siempre es bienvenido. Así,

“A més gent, més possibilitats de que hi hagi conflictes. El fet de que hi hagi molta gent atrau a segons qui.”

(A más gente, más posibilidades de conflictos. El hecho de que haya mucha gente atrae a según quien.”)

Desde el punto de vista demográfico, en Lerida convergen dos fenómenos: a un saldo negativo de migración interna (que alcanzó un pico en el 2005, cuando 1527 personas marcharon de la ciudad, y que en el 2006 disminuyo a 725 personas, pero que de todas formas fue el tercero más alto en los últimos 10 años), se suma un número creciente de inmigrantes de fuera del estado Español: en el año 2006 ingresaron 3.839 inmigrantes, de los que un 32% provenían de África, un 25 % de América Latina y un 25% del resto de Europa[8]. En este marco, la percepción de cambio, de crecimiento demográfico y de mayor diversidad, es estadísticamente explicable. Pese a ello, la ciudad como conjunto merece un nivel relativamente alto de calificación en cuanto al par seguridad/inseguridad: nuestros interlocutores otorgan un promedio de 7 sobre 10 a su sensación de seguridad, sensación que crece cuando se habla del propio barrio (caso en el cuál llega, en algún caso, a adjudicarse un 9 al lugar de residencia). La excepción son algunos barrios en los que, tanto desde el punto de la visión interna (la de sus habitantes) como la de quienes viven fuera de él, se han concentrado los grupos portadores de la alteridad, a la que se asocia el peligro: los definidos como “el otro”, los jóvenes, los gitanos y los inmigrantes.

Espacio estigmatizado y estigma personal: los otros

Paralela a la alta sensación de seguridad general, existen espacios concretos (el casco histórico, el barrio de la Universidad, el de La Mariola) que son estigmatizados como inseguros o peligrosos, cuyo uso se evita o se limita fuertemente. Las justificaciones discursivas para tales limitaciones presentan una nueva recurrencia: la pérdida del carácter de seguro del espacio aparece ligada a la presencia o el uso de tales espacios por personas a las que se caracteriza por su diferencia respecto del que habla…

Un hombre, de unos 60 años, miembro de una activa asociación de vecinos de un barrio de clase media periférico nos dice:
“molt tranquil i molt segur el barri. Com et diria jo, per fer una comparació.. al Casc Antic, que hi ha molta diversitat, ... es completament diferent.”
(...muy tranquilo y muy seguro el barrio. Como te diría yo, para hacer una comparación... el Casco Antiguo, en el que hay mucha diversidad... es completamente diferente.)

Una mujer, de mediana edad, maestra, vecina de un barrio céntrico, agrega:
“Jo em sento molt segura... algun barri concret al que no vulgui anar de nit, per exemple al Casc Antic, si hem dius si vol anar tota sola, al Casc Antic de nit, et dic no... Suposo que el Casc Antic, o a algun lloc de La Mariola... a lo mejor (sic) es por prejudici, però ...no m’agradaria estar sola en un lloc d’aquest.”
(Yo me siento muy segura... algún barrio concreto al que no quiera ir de noche, por ejemplo al Casco Antiguo, si me dices si quiero ir totalmente sola al Casco Antiguo, de noche, te digo que no... Supongo que al Casco Antiguo o a algún lugar de La Mariola... a lo mejor es por prejuicios, pero... no me gustaría estar sola en un lugar de estos.)

Algunos de estos barrios aparecen son los que aparecen mencionados en la mayor parte de los relatos como el sitio donde existen más conflictos espacialmente concretos (con una localización específica en el territorio) – fig. 2-. Se trata, sobre todo, de conflictos alrededor de bares, locutorios, casas concretas y/o plazas, y ligados a la presencia de inmigrantes, jóvenes y gitanos.

 
Figura 2. Conflictos con localización concreta

El mapa muestra que los tres primeros tipos de conflictos (presencia de inmigrantes, lugares de ocio nocturno, juvenil e infantil) se concentran en el centro del mapa: son las zonas que se corresponden con el casco antiguo y con el barrio de la Universidad.

Parece exhibirse en los discursos una relación entre estigmatización del espacio y estigmatización del otro (Waqüant, 2007, p.42), relación que, lejos de ser unívoca, se retroalimenta y se vuelve una profecía autorrealizada. Tan lejos llega esta relación sinérgica que, en ocasiones la alteridad también puede estar fundada en la pertenencia a otro territorio:

“.... Mentres (sic) siguin els del barri, no hi ha conflicte. El conflicte es quan venen d’uns altres barris a jugar aquí, que son parents dels que estan aquí, comencen a jugar, a faltar a la gent.”
(Mientras sean los de barrio, no hay conflicto. El Conflicto es cuando vienen de otros barrios a jugar aquí, que son parientes de los que están aquí, comienzan a jugar, a faltar a la gente.)
Pero, ¿quién es el otro?

El otro temporal: el joven

El presidente de una asociación de comerciantes, explicando “quienes” son el problema, dice:

“Pero es un problema el señor que viene de Nicaragua como el niño bien que va al Mater (un colegio de pago de cierto prestigio) y el fin de semana coge un pedal de mucho cuidado. Porque… porque … puede coger el coche, porque le da por destrozar las cosas…”

Un joven de 23 años, miembro de un grupo cohesionado en torno al objetivo de practicar el abrazo callejero y que se autodefine como pijo, parece coincidir en identificar a sus congéneres –aunque menores que él-, como protagonistas de este tipo de hechos:

“Mira, hi ha gent que fa una mica el que li dona la gana. … Gamberrades ... quan érem petits tots el van fer, però sembla que ara s’està extremant una mica. Com que soc al mon de l’educació… (…) els nens avui dia venen amb una percepció una mica canviada, vull dir de fer ... saben que legalment no se’ls hi pots fer res, de cara a insultar professors o a maltractaments a companys ... saben que legalment no se’ls hi pots fer res i ho aprofiten. Doncs et trobes amb uns grups de gent de 15 anys .... “

(Mira, hay gente que hace un poco lo que le da la gana ... gamberradas; cuando éramos pequeños todos lo hemos hecho, pero parece que ahora se está extremando un poco. Como que estoy en el mundo de la educación (...) los niños de hoy día vienen con una percepción un poco cambiada, quiero decir de hacer... saben que legalmente no se les puede hacer nada, de cara a insultar profesores o de maltratar compañeros... saben que legalmente no se les puede hacer nada y lo aprovechan. Entonces te encuentras con unos grupos de gente de 15 años...”

También desde el “mundo de la educación”, una maestra que pasa ligeramente los cuarenta años dice que su ruta entre casa y el colegio se ha modificado en los últimos tiempos, por la presencia de un grupo de jóvenes:

“Hi ha tota una zona que li diuen La Cerreta, (…) la zona de rampes sempre esta ocupada per nois i noies… que no passaries pel seu davant, no? Que sempre estan allà ... fumen substancies (...) Es un lloc de concentració de jovenets, de 14, 16.... Estan trencant les fonts (...) els bancs sempre estan bruts i ocupats ..., tiren les coses que fumen, amb ampolles... als horaris d’anar a l’escola, o de tornar, la gent evita passar per qui.

Entrevistadora: per què diries que la gent evita passar per qui?

A vegades, suposo que si algú es fica i els mira, els nois sempre ataquen... vull dir verbalment, mai he sentit dir que passi res físicament, però oralment si que et poden dir coses pujades de to... fins i tot els meus fills diuen, - Mama, no passem per qui...

Entrevistadora: com som aquest joves?

“Tenen els pantalons baixos, samarretes amb sang, i les noies molt pintades... Alguns son alumnes de la meva escola, i els altres no els conec, si son d’aquest barri o si son de La Mariola, perquè aquest lloc en un lloc de pas, entre aquest barri i La Mariola.”

(Hay toda una zona que le dicen La Cerreta (...) la zona de rampas siempre está ocupada por nenes y nenas... que no pasarías por delante suyo, ¿no? Que siempre están allá... fuman... substancias... (...) Es un lugar de concentración de jóvenes, de 14, 16.... Están rompiendo las fuentes (...) los bancos siempre están sucios y ocupados..., tiran las cosas que fuman, con botellas... a los horarios de ir a la escuela, o de volver, la gente evita pasar por ahí.

Entrevistadora: ¿Por qué dirías que la gente evita pasar por ahí?

A veces, supongo que si alguien “se queda con ellos” y los mira, los chicos siempre atacan... quiero decir verbalmente, nunca he sentido decir que pase nada físico, pero oralmente si que te pueden decir cosas subidas de tono... incluso mis hijos nos dicen: _Mama, no pasemos por aquí...

Entrevistadora: ¿cómo son estos jóvenes?

Tienen los pantalones bajos, camisetas con sangre, y las nenas muy pintadas... Algunos son alumnos de mi escuela, y otros no los conozco, si son de este barrio o si son de La Mariola, porque este lugar es un lugar de paso entre este barrio y La Mariola”)

Un hombre de 40 años, miembro de una asociación de vecinos y comerciantes de un barrio periférico de clase media-alta agrega:

“Venen altres nens d’altres barris de Lleida, gent de 13 a 18 ... li demanen als nostres els diners, o un rellotge important.  (...) Son de La Mariola : sense escolarització, sense arte ni parte i altres fitxats. Alguns venen en motocicletes amb germans mes petits, que roben les bicis i marxen amb bici.”

(Vienen otros nenes de otros barrios de Lérida, gente de 13 a 18 ...  le piden a los nuestros el dinero, o un reloj importante. (...) Son de La Mariola: sin escolarización, sin arte ni parte i otros fichados. Algunos vienen en motocicletas con hermanos más pequeños, que roban las bicicletas y marchan en bici.)

El origen del miedo en el discurso de estas cuatro personas, el centro de estas críticas son jóvenes de menos de 20 años que utilizan el espacio público como sitio de ocio, que lo ocupan y lo ensucian, que rompen mobiliario urbano y responden a la mirada del adulto con actitudes desafiantes, increpando a quien los mira. En todos los casos son definidos a partir de la diferencia con quien habla: son los “niños bien” para el comerciante hijo de inmigrantes españoles de los 60’, los nenes que tienen la percepción cambiada para el joven pijo del mundo de la educación, los hijos de otros, de los pantalones bajos y la cara pintada para la maestra, los de los otros barrios para el constructor que vive en un chalet de la zona burguesa de Lerida. En ninguno de los cuatro discursos citados nuestros entrevistados connotaron acciones de los jóvenes de los que ellos mismos hubieran sido víctimas ni testigos directos: el discurso se organiza en base a creencias (que llegan a ser autocalificadas de prejuicios) y relatos ajenos –“nunca he sentido que pase nada físico”, dice nuestra entrevistada-, pero no en experiencias propias. Aún así, quien relata con frecuencia explica su posición como auto-evidente, y busca para ello el espejo del entrevistado.

Estos relatos transparentan la tensión entre consumo y ocio reglado del que los adultos integrados hablan y hacen propio -el que se hace en los sitios habilitados, posibilitado por la pertenencia a un grupo social favorecido, el de cada cual en su barrio y cada cual con sus cosas- y consumo y ocio espontáneo, subversivo del orden de los espacios y de las convenciones sobre tiempo –callejero, incómodo y no adecuado a las normas sociales que se entienden compartidas, el de los que se desplazan a un sitio donde no habitan y donde no nacieron- que los jóvenes practican.

El otro cultural: el gitano

En  los últimas entrevistas citadas en el apartado anterior, al primer nivel de alteridad –explícito- se suma un segundo –implícito-: el de habitar La Mariola, barrio donde se concentran, junto con Joan Carles, los gitanos de Lérida. Los que “no tienen arte ni parte”, los que no se escolarizan, los que viven al margen de la lógica comunitaria que el resto cree “normal”. Son así, doblemente otros: otros por jóvenes y otros por gitanos. 

Una vez más, las recurrencias discursivas sitúan el conflicto en el espacio público o semi-público (plazas y parques, sitios de ocio y equipamientos deportivos), lo relacionan con el ocio y lo explican por la existencia de un régimen normativo propio de la etnia gitana. Por lo demás, las dinámicas grupales que se les atribuyen (funcionamiento por clanes, en familias ampliadas) fomentan un miedo ligado a la imposibilidad de hablar con ellos, de negociar usos comunes del espacio. Así, nos dice un joven:

“He tingut problemes amb ... amb gent d’ètnia gitana, que ... bueno, et trobes que van a la seva i saps?,  t’has de apartar del camí, perquè sinó t’aparten ells. (...) Jo amb uns quants amics érem a la bolera, i bueno (sic)... va arribar un grup de 20 o 25, no se, eren molts i es van ficar a jugar als bolos (sic) sense pagar, a totes les pistes... i ens van quedar una mica parats i van parlar amb els encarregats i com son una gent a la que no els hi pots dir res, els encarregats ens van dir que mala sort ...”

(He tenido problemas con... con gente de etnia gitana que, bueno, te encuentras que van a la suya y ¿sabes? Te tienes que apartar del camino, porque sino te apartan ellos. (...) Yo con unos cuantos amigos estábamos en la bolera, y bueno... llegaron un grupo de 20 o 25, no se, eran muchos y se pusieron a jugar a los bolos sin pagar, en todas las pistas... y nos quedamos un poco parados y fuimos a hablar con los encargados y como son una gente a la que no les puedes decir nada, los encargados nos dijeron que mala suerte...)

Coincide con un vecina de un barrio periférico, cercano a La Mariola,

“Però pot ser amb els que hi ha mes problemes son els gitanos que venen de nou i que es fiquen ja no en el barri, si no al voltant i els moros (…)A l’estiu ja es va notar perquè los nens gitanos que son, diguéssim, de Juan Carlos -sic, en referència al barri Joan Carles, molt proper- venen a jugar ...  Son nens que no aixequen un pam de terra, i comencen a dir “voy a llamar a mi padre”   .... No te’n venen d’un, te’n venen de quaranta. Aquest es el problema: els nens son nens, però a darrera  dels nens, s’ho porten...”

(Pero puede ser con los que hay más problemas es con los gitanos nuevos, y que se meten ya no en el barrio, sino en los alrededores, y los moros... (...) Este verano ya se notó, porque los nenes gitanos que son, digamos, de Juan Carlos –en referencia al barrio Joan Carles, muy próximo-, vienen a jugar... Son nenes que no pasan de un palmo, y comienzan a decir “voy a llamar a mi padre”... No te vienen de uno, te vienen de a cuarenta. Este es el problema: los nenes son nenes, pero detrás de los nenes, se las traen...)

Otra vez el problema es puesto fuera de los límites del propio barrio: son los nuevos, los que vienen de fuera los que cambian, para mal, las cosas. Y entra entonces otra diferencia: los gitanos del barrio, los de antes y de siempre (los de plaza o mercadillo, más sedentarios, comerciantes), y los de que vienen de otros sitios, nuevos (los más itinerantes, con oficio desconocido y sobre el que se fantasea)… Estos son los problemáticos, los que no se asientan ni interaccionan con el mundo payo, con leyes propias y no susceptibles de negociación:  

“Aquestos son gitanos, no son els de la plaça, que et deia jo, son els que venen chatarra, son mes quinti-rallas, no son els d’abans. (…) Ells tenen les seves lleis. I por més que es barregen amb la gent, sempre faran el seu...No ets pot ficar gaire amb ells. No els hi pots insultar. Si els hi pots dir les coses, perquè t’entenen bastant be. Però sempre amb respecte. Perquè ells et respecten. Els gitanos depèn de amb qui et trobes... perquè jo vaig estar amb ells i no va passar res. Però no amb aquest que s’estan ficant ara ...!” (misma vecina del relato anterior)

(Estos son gitanos... no son los de plaza, que decía yo, son los que venden chatarra, son mas quintirallas, no son los de antes... Ellos tienen sus leyes. Y por más que se mezclen con la gente, siempre harán lo suyo... No te puedes meter mucho con ellos. No los puedes insultar. Si les puedes decir las cosas, porque te entienden bastante bien. Pero siempre con respeto, porque ellos te respetan. Los gitanos depende de con quien te encuentres... porque yo estuve con ellos y no pasó nada. Pero con estos que se están metiendo ahora....!)

La novedad como problema, y la diferencia como agravante también aparecen en Magraners, uno de los ba-rrios más alejados del casco urbano, que pasa por una etapa de expansión. Una mujer de unos 45 años, miembro del grupo de mujeres, explica que su barrio está cambiando, y que no ve claro si es para mejor:

“Hi ha gent nova; son sobre tot d’ètnia gitana, i han portat problemes. Abans hi havia gent gitana, però hi eren una família molt tranquil·la, molt integrada. Els que van venir els últims 5 anys son gent problemàtica, d’un altra família.”

(Hay gente nueva; son sobre todo de etnia gitana, y han traido problemas. Antes había gente gitana, pero eran una familia muy tanquila, muy integrada. Los que han venido los últimos 5 años son gente problemàtica, de otra familia.)

Existe una diferencia entre el nivel de conflicto que se plantea entre el “nosotros” y el “otro” gitano y el visto antes, respecto de los jóvenes: en un grupo de casos quienes plantearon dificultades de convivencia en el espacio público con grupos de etnia gitana habían sido protagonistas de un conflicto: tanto el joven del principio como la vecina de Magraners pueden referir estos inconvenientes como una experiencia propia que sirve de apoyo al discurso. Si en el primer caso es el “desalojo” de la bolera, en el segundo es la convocatoria a fiestas callejeras, en verano, con música hasta altas horas de la noche. El punto de conexión, de todas maneras, es el “qué” se señala como problemático: el ocio de ese “otro”. En esto también coincide el discurso elaborado desde dentro del colectivo gitano:

“Sobre tot el que hi ha aquí es problemes amb el temps lliure... gent que no treballa. Joves de 20, de 25, de 18, de 19... (...)  Si a la gent jove la tens ocupada, de delinqüència, cero.”
(Sobre todo lo he hay aqui es problemas con el tiempo libre... gente que no trabaja. Jóvenes de 20, de 25, de 18, de 19 ... (...) Si a la gente joven la tienes ocupada, de delincuencia, cero.)

Más allá de esta doble coincidencia (poner al ocio de los jóvenes como origen de los problemas) en este co-lectivo existe una queja por discriminación injusta, que corre paralela a la consciencia de que es necesario cambiar la propia manera de hacer para mutar la percepción de la sociedad general.  Ese estigma del que se agravian, ahora lo comparten con otro grupo:

“Nosaltres ens hem de sacrificar una mica per tal de treure’ns aquestes estereotips que tenim penjants, si no ens mullem una mica, malament (...) A nosaltres, ens ha beneficiat molt també l’entrada d’aquestos immigrants, perquè a veure, nosaltres el poble gitano eren ... la societat marginada eren nosaltres els gitanos aquí a Espanya. I ara aquest estereotips se’ls hi van donen a altres persones, no?.”

(Nosotros nos hemos de sacrificar un poco para quitarnos estos estereotipos que tenemos colgados, si no nos mojamos un poco, mal iremos (...) A nosotros nos ha beneficiado mucho también la entrada de estos inmigrantes, porque a ver, nosotros el pueblo gitano éramos... la sociedad marginada eramos nosotros los gitanos, aqui en España. Y ahora estos estereotipos se los van dando a otras personas, no?)

 El otro radical: el inmigrante     

Las otras personas que ahora comparten y reciben el estigma con los gitanos son los inmigrantes:

“A nosaltres ens ha beneficiat ... això, perquè tothom vol viure bé. Però per desgracia ha vingut gent que no son sociables, que venen a fer mal. Dels immigrants que han vingut hi ha un percentatge de gent que ha vingut a treballar,  però hi ha d’altres que han vingut a viure del cuento, i aquestos son els que ens van tret a nosaltres el mort del damunt.”

(A nosotros nos ha beneficiado... esto, porque todos queremos vivir bien. Pero por desgracia ha venido gente que no es sociable, que vienen a hacer mal. De los inmigrantes que han venido hay un porcentaje de gente que ha venido a trabajar, pero hay otros que han venido a vivir del cuento, y estos son los que nos quitado a nosotros el muerto de encima.)

En este, como en otros discursos, aparece relacionada directamente la inmigración con la comisión de delitos. El presidente de una asociación de comerciantes sostenía en su entrevista:

“Hi ha una sensació general de l’arribada d’immigració que ven a delinquir”
(Hay una sensación general de la llegada de inmigración que viene a delinquir.)

Y un vecino de un barrio céntrico, jubilado bancario, atribuye ya directamente un tipo de conducta:

“Aquí darrere mateix hi ha una casa vetlla habitada totalment per immigrants... no treballen i tenen diners... d’algun puesto els tenen que treure... si estan pel carrer i fan ingressos al Banc... a aquesta casa d’aquí hi ha molta venta. Paren el cotxe, hi ha intercanvi de mans i marxen.”
(Aquí detrás mismo hay una casa vieja habitada totalmente por inmigrantes... no trabajan i tienen dinero... de algún puesto los tienen que sacar... si están por la calle y hacen ingresos en el banco... en esta casa de aquí hay mucha venta. Paran el coche, ha un intercambio de manos y marchan... )

Todos estos casos son de personas que, al igual que pasaba con los jóvenes, no habían sido protagonistas directas de ningún conflicto o de ningún delito co-protagonizado por inmigrantes: reproducen aquello que es parte de un discurso anónimo pero consolidado, se escudan en un uso impersonal del lenguaje y en aquello que “se sabe”. La contestación, desde el discurso de los inmigrantes es defensivo. En ocasiones, se argumenta desde las estadísticas: 

“Curiosamente, las estadísticas hablan de 8000 y pico de agresiones … 8 muertes con violencia y 2 no intencionales, y 8000 de agresión”. Cuando miramos la representatividad del colectivo inmigrante en esos casos, vemos que la representatividad dentro de la población estable de Lleida, está muy por debajo de la proporción poblacional”. (Presidente de una asociación de inmigrantes, hombre, empresario)

Otros discursos lo hacen desde el rechazo a los prejuicios en los que se sustenta la relación delito e inmigración, aunque reconocen que en algunos casos, esta relación existe. Surge entonces la explicación (que no justificación) basada en la marginalidad a la que están sometidos quienes llegan sin permiso de trabajo y que a causa de las disposiciones de la ley de extranjería, no pueden acceder a él:

“Si uno no tiene permiso de trabajar, y quiere vivir y quiere vestir y no está trabajando, qué tiene que hacer? Tiene que salir a la calle buscar la vida: o droga o robos.(…) Pero son minoría. Lo que pasa es que a veces durante el verano pasa que viene gente de otras comunidades, para trabajar aquí y no encuentran trabajo. Y empiezan a salir problemas, robos de coches… Pero últimamente no pasa mucho como antes…” (Hombre, 45 años, mediador intercultural en la prisión)

De todas formas, la mayor parte de las recurrencias no se da en este punto (relación inmigración-delitos), sino en el hecho mismo de la presencia del otro, y de su diferencia ostensible. Cuando los entrevistados superan el temor de ser calificados de racistas, rápidamente el discurso adquiere referencias más próximas, se personaliza y se desliza desde la afirmación de los prejuicios hacia la descripción de molestias más o menos concretas, pero en todo caso, vividas en primera persona:

“Las calles son estrechas, los árabes tienen la costumbre de sentarse en las puertas, en los quicios de las casas … porque están acostumbrados en su país, igual sacan los andaluces las sillas a la calle…, los árabes también. Pero claro, en una acera que hace 65, que estén sentados en cuclillas como hacen ellos, hablando … y fumando, como hacen los hombres árabes, cuando tu intentas pasar, no puedes pasar, con lo cual dices, para que me voy a …  bajo o no paso. Esta calle está muerta. Aquí hay una panadería muy buena “Lo Salvador”, que va muchísima gente pero si no tuviera ese problema, vendría muchísima más gente.  Eso son problemas.” (Hombre, 50 años, comerciante)

Un problema concreto: la presencia de inmigrantes y su forma de utilización de la vía pública es visto como una causa de retracción de la presencia de posibles clientes en las calles de la zona antigua de Lerida, donde las veredas son estrechas. Esta narración, con esta secuencia y estos componentes (presencia de inmigran-tes, no bajarse cuando pasan mujeres, retracción uso) ha sido repetida por un número consistente de entre-vistados, no solamente comerciantes sino también vecinos y miembros de otras asociaciones. En otros casos, lo que se presenta como un problema del uso del espacio más público, las aceras, no está ligado a la estrechez física, sino a las similitudes o diferencias con aquello que se considera lo propio:

“Porque quien quiere poner una tienda árabe la tiene que poner en su barrio … pero después pone la mezquita que nuclea a la gente y después pone los bares (…) Es un poco la reubicación en función de la oferta y la demanda, que es un hecho característico, … entonces hay gente que con una visión un poco superficial del tema dice:

No, a tal barrio no voy, porque tal barrio es todo…. “ (hombre, presidente de una asociación de inmigrantes latinoamericanos)

Y una mujer de mediana edad dice:

“Un altre conflicte es aquí, al supermercat Mercadona, (...) jo per exemple, els dissabtes a la tarda vaig deixar d’anar a comprar ...perquè sembla que siguis tu l’única d’aquí ... sembla que siguis tu la que està fora de context; (...) ningú parla català, i sembla que siguis tu la que ets a un altre país. I tot sovint veus a les caixeres que criden a l’encarregat per que hi ha algú que s’amaga, o que vol marxar... i encara que a tu no et feien res, perquè no... no crec que aquesta gent vulgui fer-li mal a ningú, es una situació així... violenta i desagradable. (...) Als usuaris no els hi fan res, però es una situació una mica així...(...) encara que tu no hagis de fer res, es com una violentació, ... si estàs a la caixa a punt de pagar i veus que venen carregats, i que els hi diu el senyor que “le enseñe lo que lleva” i l’altre no li vol ensenyar, es un moment de tensió que et vols estalviar.”
(Otro conflicto es aquí, en el supermercado Mercadona, (...) yo por ejemplo, los sábados a la tarde dejé de ir a comprar … porque parece que seas tu la única de aquí ... parece que seas tu la que está fuera de contexto; (...) ninguno habla catalán, y parece que seas tu la que estás en otro país. Y de pronto ves a las cajeras que gritan al encargado porque hay alguno que se esconde, o que quiere irse.. y aunque a ti no te hacen nada, porque no ... no creo que esta gente quiera hacerle mal a nadie, es una situación así ... violenta y desagradable. (...) A los usuarios no les hacen nada, pero es una situación un poco así ... (...) aún cuando tu no hayas de hacer nada, es como una violencia, ... si estás en la caja a punto de pagar y ves que vienen cargados, y que les dice el señor que ‘le enseñe lo que lleva’ y el otro no le quiere enseñar, es un momento de tensión que te quieres ahorrar.)

Explicaciones como ésta, en el que la presencia del otro radical es vista no como una amenaza directa, pero si como un factor que disuade de utilizar el espacio, están presentes en otros relatos[9]; allí, no se trata tanto de lo que el otro haga, sino de su simple diferencia, que es vista como un cuestionamiento a la propia ubicuidad y a la propia identidad. Comprobar la repetición de este tipo de sensaciones frente al otro diferente, y ver cómo esa diferencia se proyecta en el espacio nos hace recordar que si la existencia del otro puede hacernos sentir en peligro es porque “… en el rincón más recóndito de nuestra fortaleza egocéntrica una voz repite por lo bajo pero incansablemente: nuestras paredes son de plástico, nuestra acrópolis es de cartón piedra.” (Castoriadis, 1995, p.174). Pero, más allá de cualquier análisis valorativo sobre este fenómeno, lo cierto es que podemos advertir la existencia de una “estructura de sentimientos” (Williams, 2001, p.28) en torno a la presencia inmigrante en Lerida, que la liga a la incomodidad, al miedo a perder alguna cosa –desde el bolso a la identidad- y por lo tanto a la inseguridad. Las posibilidades de modificar esta estructura, no dependen entonces de la explicación de cifras de delitos y de su autoría (aunque ello podría contribuir), sino a forjar una diferente manera de ver la cultura, esto es, no como derivada de la palabra culto (y por eso, con reminiscencias a lo sagrado e inalterable) sino de la palabra cultivo, como aquello que se hace día a día utilizando ingredientes heterogéneos (Williams, 2001; Rodríguez Fernandez; 2003, p.4). Este giro comportaría entender la cultura como algo que se ha de crear haciendo confluir lo catalán, lo andaluz, lo magrebí y lo latinoamericano (y lo … que exista efectivamente en un territorio), en una mezcla en la que las porciones no vienen predeterminadas sino que se escogen paso a paso, en un procedimiento abierto y simultáneo a la vida. No se trata de que se “inter-cambien” elementos de una y otra cultura, sino de que todas se flexibilicen, y a partir de allí, convivan, creando una nueva forma de comunidad.

Si la posibilidad de esta creación está dada por el “vivir con”, en el discurso de nuestros entrevistados aparece otra dificultad: los guetos.

¿El gueto como refugio simbólico de los miedos?

Hemos mostrado al principio de nuestro artículo que existen, en Lerida, algunos espacios estigmatizados; se trata básicamente del Casco Antiguo, de La Mariola y del Barrio de la Universidad. La estigmatización conlleva la pérdida del carácter de lugar compartido y vívido del espacio; es estas porciones de territorio a los que el discurso le asigna la categoría de gueto. Son espacios definidos como peligrosos porque están habitados por gente con costumbres y hábitos diferentes: se asume que estas gentes son y seguirán siendo diferentes porque, viviendo todos juntos en espacios específicos, no se socializan (“no se integran”) con el resto de la población, que podría “enseñarle” los hábitos correctos cuya adopción los haría menos “diferentes” (el discurso de las teorías asimilacionistas, en el que la cultura mayoritaria se asume como la superior a la otra, cuyo destino es ser fagocitada).

 “Este conflicto lo llevan los guetos, el que los inmigrantes estén todos reunidos en el mismo sitio, entonces no se integran en la cultura del país en el que vienen a vivir, sino que siguen con su  cultura y su forma de ser, que a veces choca con la nuestra.” (Hombre, comerciante, 50 años)

El discurso del gueto encaja con la estructura de sentimientos de la que hablábamos antes a dos niveles diferentes: ubica al otro en un sitio concreto, más fácil de evitar por aquel que vive fuera, pero a la vez, vivido como una amenaza para aquel que de una u otra forma con-vive dentro; para este segundo, la conformación de aquello a lo que llama gueto es una pérdida que se teme:

“Un barri perfecte??? Tindrien que canviar molt les coses, eh? ... Aquí es ficarà gent d’unes altres ètnies, i llavors això serà com un antre ... com es diu, això? Un foco, es que ara no se com se’n diu això, un nucli .... per el motiu de que la gent gran -60,70,80- donarà pas a que els fills venguin els pisos a aquesta gent;  es concentrarà molta gent d’aquesta, ... es tindrà que vigilar molt aquest barri.” (Mujer, 55 años, ama de casa, vecina de un barrio periférico cercano a La Mariola)
(¿Un barrio perfecto? Tendrían que cambiar mucho las cosas, ¿eh? … Aquí se pondrá gente de otras etnias, y entonces esto será como un antro… ¿cómo se dice, esto? Un foco, es que ahora no sé como se dice esto, un núcleo… por el motivo de que la gente mayor -60,70,80- dará paso a que los hijos vendan los pisos a esta gente; se concentrará mucha gente de esta, … se tendrá que vigilar mucho este barrio.)

Ese  futuro, en el que el “nosotros” habrá vendido las casas a “los otros”, de concretarse, habría de ser objeto de vigilancia; tal como nos decía otro vecino, la receta para evitar este futuro temido sería “concienciar a la gente” para evitar que vendan los pisos. Pero no solo los vecinos ven la concentración de personas de un mismo origen cultural o étnico como una amenaza:

“Los guetos que se han creado hace poco. Porque este fenómeno de inmigración lleva 10 años fuertes. Antes  la calle Ciudad de Fraga (esta parte de aquí detrás) y Joan Baiget eran hasta zonas comerciales, ahora ha desaparecido totalmente el comercio, se ha perdido. Ahora lo que intentamos es que no se pierda Valcallent. La calle Valcalent es un eje diario de circulación muy fuerte; (toma aire) si entra el comercio inmigrante, está muerto ya, la calle, esta muerto.”

Un pronóstico luctuoso que justifica a un intento: el de que no se establezca “comercio inmigrante”. En la justificación de esta lucha entra otra vez en juego la diferencia como factor per-se problemático: son numerosos los discursos que explican que si un comercio tiene aspecto de comercio “para inmigrantes” “la gente” no entra en él, pero que además, si ese comercio tiene éxito, y muchos inmigrantes acuden a él, la calle comienza a tener el aspecto de calle “para inmigrantes”, y eso hace que los clientes autóctonos se retraigan, por lo que el “comercio de toda la vida”, pierde. Otra vez, la misma estructura de sentimientos: otro distinto, percepción de la diferencia, retraimiento, pérdida.

El círculo se cierra cuando la agrupación espacial es atribuida como natural a un grupo de gente, y no a otra:

“… por su experiencia, su formación, su ideología, por una serie de connotaciones, hace que haya determinado tipo de panorama variopinto, que nosotros no tenemos. El latinoamericano no tiene guetos (…). Digamos que es una tendencia yo diría natural de toda una corriente migratoria que  tiene muy poco que ver con nosotros. Nosotros somos, en alguna medida, quien más quien menos, una colonia española por naturaleza, por lo tanto no tenemos tanta distancia ni en lo cultural, ni en la creencia ni en la formación. O sea que es justificante, o no, pero es así, es una realidad… que no tengan demasiado que ver con una colonización española está mucho más distante en la cultura.” (Hombre, 60 años, empresario, presidente de una asociación de inmigrantes latinoamericanos)

Existe aquí un “nosotros” que se funde y se confunde: por momentos es un “nosotros” latinoamericano (defini-ción que, como nos recuerda García Canclini -2005, p. 131 y sgtes.- es multívoca hasta lo imposible), pero luego pasa a ser un “no árabe”, para lo cual la colonización española “por naturaleza” sirve como coartada. Este tipo de auto-imagen encaja, aunque no sin esfuerzo[10], en la estructura de sentimientos autóctona: el peli-gro son otros otro, porque nosotros somos similares, o mas bien, fácilmente asimilables… De esta forma, la lógica binaria se vuelve circular e irresoluble, y alimenta los escenarios apocalipticos del miedo, un miedo cuya causa se deposita fundamentalmente en la presencia del “otro radical”, el inmigrante norteafricano, al que el resto de los “otros” sirve de coro.

Dentro de los conflictos que no tienen una localización geográfica específica, sino una zona que se señala como aquella en la que ocurren, un número importante de entrevistados se refirieron a la “especulación inmo-biliaria” como conflicto. Por ella entendían no solamente la compra-venta de inmuebles por un constructor más o menos arriesgado, sino también las que hace la propia gente, con sus viviendas, que las da en alquiler o las vende a precios muy altos, para irse a zonas más periféricas, de precios más económicos pero en oca-siones con mejores condiciones de vida. La figura 3 muestra que las zonas cubiertas por ese tipo de conflic-tos también son las señaladas como zonas donde hay problemas con el comercio regenteado por inmigran-tes, y a la vez, conflictos entre asociaciones. La coincidencia necesita de más elementos para ser explicada, pero aún así, es llamativo que en sitios donde la población autóctona está vendiendo y/o alquilando pisos a inmigrantes, y además se están estableciendo comercios también regenteados por ellos, el asociacionismo tradicionalmente sostenido por los autóctonos entre en crisis.


Figura 3. Conflictos con localización difusa


La existencia o no de guetos en Lerida depende, como sucede habitualmente, del concepto de gueto con que uno trabaje. Si entendemos que la sobrerepresentación de un colectivo étnico, económico o cultural en un espacio más o menos determinado justifica la utilización del concepto, entonces probablemente la respuesta sea positiva; en este sentido, La Mariola o Joan Carles serían guetos gitanos y el Casco Antiguo de Lleida, y probablemente el barrio de la Universidad, guetos inmigrantes (¿marroquíes, colombianos, argentinos?; el poder de la etiqueta, que todo lo cubre). Si por el contrario quisieramos trabajar con una definición más compleja, como la que propone Loïc Waqcuant en el curso de un análisis de las diferencias entre los guetos estadounidenses y las banlieus francesas, la respuesta sería negativa. Veamos; para Waqcuant, el gueto es:

“… una constelación socioespacial limitada, racial o culturalmente uniforme, fundamentada en la relegación forzada de una población estigmatizada en un territorio reservado, en el seno del cual esta población desarrolla un conjunto de instituciones propias que actúan a la vez como un sustituto funcional y como una cubierta protectora de la sociedad que la envuelve.”

En Lerida, esta definición se cumple parcialmente: existen grupos a los que se atribuye una uniformidad cultural y/o racial, y que por fuerza de la lógica inmobiliaria se agrupan en unos territorios concretos que son entendidos, desde fuera, como espacios “reservados”. Con ello podríamos entender cumplida una primera parte de la frase. Pero no. Nótese que lo que sabemos es que el “nosotros” atribuye al “otros” la uniformidad, y que es ese mismo “nosotros” el que considera reservado a los “otros” unas porciones de territorio. Esto no nos permite saber si la uniformidad es tal, o si hay una conciencia de “reserva”; para aproximarnos a ello nos faltaría, además de unos datos sociodemográficos que de existir no se han puesto en circulación (composición por nacionalidades de la población en los diferentes barrios, tiempo transcurrido desde que llegaron a Lerida, nivel socioeconómico, de escolarización, etc.)[11], conocer cuál es la auto-imágen de aquellos a los que se designa como homogéneos y autores de la reserva. 

En lo que hace a la segunda parte del concepto, podríamos decir que no existen elementos para asegurar que “los otros” inmigrantes hayan desarrollado un conjunto de instituciones propias que actúen como un sus-tituto funcional y como cubierta protectora. Diferente parece ser la situación del colectivo gitano: en varias ocasiones el discurso de nuestros entrevistados, tanto los pertenecientes al grupo como los que se asomaban desde afuera destacaban la existencia de unas normas propias y de unas formas de resolver conflictos (con intervención de los patriarcas) que los payos advierten y que los gitanos reivindican como propias.

Entonces, ¿hay guetos en Lerida? Aún no estamos en condiciones de decirlo. Pero tampoco podemos asegurar que su existencia o inexistencia sea lo más significativo. Lo que creemos se debe destacar es que el concepto se ha vuelto operativo (en el sentido de que a partir de él se “opera”, se hace) dentro de los grupos autóctonos leridanos. La idea del gueto ha encajado en el imaginario ilerdense como refugio de los miedos al otro, como forma de explicar y de darle justificación a unos no-usos del espacio que refuerzan el miedo a la diferencia, y ello, como lo demuestra el alto nivel de sensación de seguridad, mucho más en clave de pérdida de la identidad que no de temor por la integridad física.  Hasta qué punto el miedo a la alteridad radical refuerza el miedo a las otras alteridades que también son vistas como conflictivas (la cultural –gitanos- y la temporal –jóvenes-), o si en cambio, lo disminuyen (otorgando a los inmigrantes el rol del “chivo expiatorio”) es algo que nos queda por analizar. En cualquiera de los casos, la compartimentación discursiva y tal vez territorial de la sociedad en términos binarios, que sí hemos comprobado, nos convoca a proponer que tanto los análisis como las prácticas que se impulsen institucional y socialmente tengan como objetivo central poner en crisis la idea de culturas e identidades cerradas, y de barrios y comercios exclusivos (y por lo tanto, excluyentes).

Tal vez sea conveniente, a modo de cierre de esta presentación, recordar que en el marco de la sociedad de la información, en la que no importa lo lejos que estemos y lo desiguales que seamos, tenemos acceso la existencia de otros diferentes, lo que define hoy a  lo cultural propio no es tanto aquello que conserva como innegociable, sino “los modos específicos en que los actores se enfrentan, se alían o negocian” (Grimson, citado en García Canclini, 2005, p. 39) en el campo de la vida cotidiana, aquella de la que se componen nuestros días.

Notas

[1] Las entrevistas fueron parte de las tareas de las investigaciones Espacio urbano, delincuencia y percepción ciudadana: el caso de Lleida (ref. SEJ2005-01879/GEOG), proyecto de investigación y desarrollo financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología del Gobierno de España, y Mapa de conflictes a la ciutat de LLeida, financiada por la Fundació Jaume Bofill (Cataluña).

[2] De esta forma, se realizaron 5 entrevistas con asociaciones de inmigrantes, una con una asociación de gitanos y 5 con asociaciones de jóvenes.

[3] El carácter conflictual de los delitos ha sido puesto en relieve desde hace mucho tiempo por la sociología del conflicto y por la criminología crítica, ambas emparentadas por su análisis marxiano; desde estas corrientes se destaca el esfuerzo que el sistema penal capitalista ha hecho para enmascarar este carácter y para investir a quien comete una infracción del carácter de enemigo social. Ver, para la relación entre teorías del conflicto y la sociología criminal, el texto de Alessandro Baratta (1999) Criminología Crítica y Crítica del Derecho Penal; para un análisis desde la perspectiva marxiana sobre el sistema penal, la obra ya clásica de Taylor, Walton y Young (1988) “Criminología Crítica”. 

[4] Entendemos por significativo, siguiendo a la corriente comenzada por Alfred Schutz, aquello que dentro del universo de información que se presenta al ser humano, éste destaca como pertinente para la comprensión del fenómeno que tiene delante, aquello que merece ser individualizado como un elemento que explica ese fenómeno, y que como tal, contribuye a “dominarlo”, a hacerlo parte de una estrategia pragmática para vivir el mundo de la vida cotidiana.

[5] Estas respuestas fueron la consecuencia de la pregunta por conflictos, y sobrevinieron después de que quien llevara adelante la entrevista explicara que la primera parte de ella era sobre conflictos y la segunda sobre delitos, como forma de centrar el tema de conversación. Se ha elegido conservar el idioma de origen (aunque se provee la traducción al castellano a continuación), porque entendemos que es importante ver qué utilización diferencial hace el hablante (que en una buena parte de los casos es bilingüe) de una u otra lengua: qué palabras son dichas en castellano, qué frases, y atribuidas a quienes son en ese idioma, y cuáles otras se vierten en catalán. Volveremos sobre ello más adelante.

[6] Hacer “tuning” o “tunear” es agregarle accesorios internos y externos a un automóvil, con el objetivo de “personalizarlo”, hacerlo distinguible de los demás. Wikipedia define el “tuning” como: “El tuning o tuneo es, en el mundo del automóvil, sinónimo de la personalización de un vehículo a través de diferentes modificaciones de la mecánica para mayor performance, cambios exteriores de la carrocería e incluso interiores de la cabina. Se identifica así a los automóviles personalizados y se pretende lograr una originalidad del vehículo, apartándose de su apariencia de serie y orientándolo al gusto propio. Es por la modificación de las características mecánicas y de la apariencia, no siempre homologada para circular legalmente, porque todo vehículo a motor modificado debe ser homologado legalmente para poder circular por las calles.” (http://es.wikipedia.org/wiki/Tuning_%28motor%29)

[7] La exploración de la frontera delito/conflicto es una tarea pendiente para próximas investigaciones que pensamos realizar en otras dos ciudades catalanas: Girona y Tarragona.

[8] Estos datos pueden encontrarse en la página del Instituto de Estadísticas de Cataluña. El link respectivo (Lerida ciudad) es http://www.idescat.net/territ/BasicTerr?TC=6&V0=1&V1=25120&MN=1&&V3=3&PARENT=1&CTX=B#FROM.

[9] Por supuesto, han existido discursos igual de sinceros pero mucho más extremos en cuanto al rechazo de lo diferente, basados en el olor de los inmigrantes, que impregna las paredes. A estos discursos a los que es muy difícil no ponerle el nombre de racistas; aún así, son discursos extremos que no consideramos representativos, y por eso los hemos excluido de este trabajo.

[10] El esfuerzo se da en dos sentidos: por un lado, los vecinos y comerciantes autóctonos mencionan también (aunque en menor medida) la existencia de aquello a lo que llaman “guetos latinoamericanos”, y por el otro, el propio entrevistado se siente necesitado de explicar que la agrupación territorial de los latinoamericanos no es igual a la de los árabes, y lo hace de esta manera: “Si uno es un árabe, si no quiere vivir aislado de, si quiere estar incorporado dentro de lo que es su sociedad, lo que quiere,  …se tiene ir a vivir a esta zona, porque encontrará casas, encontrará comercio … No hay que confundir,  lo que sea un gueto, que es el cortar, el no incorporarse a la sociedad con el si, quiero vivir donde uno está viviendo por razones de funcionalidad y de comodidad, está obligado a vivir, aunque después cuando salga de ese barrio conviva sin ningún tipo de problema.” Mientras que para el árabe se entiende que “su” sociedad es distinta de la local, y por eso “se tiene que ir a vivir a esta zona”, respecto del latino se destaca su interés en “incorporarse” a “la” sociedad, su vocación de convivir sin ningún tipo de problema cuando sale del barrio.

[11] Los esfuerzos que hemos hecho por obtener información desagregada (por barrios, por nacionalidad de origen, por religión profesada, por orígen de los padres, etc.) han sido infructosos. Los datos publicados del IDESCAT no tienen este nivel de desagregación territorial, y los que tiene la Paeria (Ayuntamiento de Lerida) no coinciden con las categorías que consideramos relevantes. Por lo demás, debe tenerse en cuenta que unos y otros recogen datos de personas empadronadas, y justamente uno de los problemas de “visibilidad” de colectivo inmigrante está dado por su irregularidad administrativa: quien no tiene papeles suele no empadronarse.


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