Scripta Nova |
Ramón García Marín
Dpto. Geografía,
Universidad de Murcia
ramongm@um.es
La mujer en el sector agrario de la región de Murcia, España (Resumen)
El tan deseado desarrollo rural se hace imposible sin la presencia de mujeres, sobre todo jóvenes. En primer lugar, para atajar los fuertes procesos de masculinización de la juventud, y en segundo, para dotar de nueva energía demográfica a una sociedad rural fuertemente envejecida. Si no se da un equilibrio entre ambos sexos es imposible que haya agricultores y sociedad rural. Sin embargo, la mujer sigue siendo discriminada y lidera la temporalidad en el trabajo agrario.
En un intento de paliar diferencias entre ambos géneros, el gobierno murciano apuesta por una serie de políticas encaminadas a lograr la tan deseada, por parte de todos, igualdad entre mujeres y hombres. Entre las distintas actuaciones que favorecen a la mujer que trabaja en el sector agrario, destaca la ampliación de los mecanismos de conocimiento de las mujeres rurales, a través de la realización de estudios, organización de jornadas formativas y elaboración de metodologías específicas.
Palabras clave: mujer, sector agrario, desarrollo rural, Región de Murcia, España.
The woman in the agrarian sector of the region of
Such a wished rural development becomes impossible without (the) women's presence, especially young women. Firstly, to catch the strong processes of masculinizing of the youth, and in second, to provide a rural strongly aged society with new demographic energy. If one does not give a balance between both sexes it is impossible that there are farmers and rural society. Nevertheless, (the) woman continues being discriminated and leads (the) temporality in the agrarian work.
In an attempt of relieving differences between
both genres, the government of the Autonomous Community of the Region of Murcia
(
Key words: woman, agrarian sector, rural development, Region of Murcia (
Contexto general: el proceso de modernización del género femenino
En numerosas regiones
desarrolladas uno de los indicadores de cambio hacia la modernización ha sido
la entrada de las mujeres en la población activa y en el empleo remunerado. En
ocasiones, y en países en vías de desarrollo (países latinoamericanos por
ejemplo), cuando se trata de zonas rurales, el ingreso de la mujer en la
población económicamente activa está más vinculado a una situación de carencias
materiales de los hogares que con una conquista histórica de clase (Acosta,
2008).
El auge del Sector Servicios como consecuencia de la reconversión sectorial de la actividad económica (con el retroceso del peso de la agricultura, de la reconversión industrial y del cambiante ciclo del sector de la construcción), ha contribuido al incremento de empleos femeninos, ya que es en este sector donde las mujeres se ubican preferentemente. La incorporación de las mujeres de la región a la actividad laboral se acentúa constantemente, a pesar de que existan malos momentos para el empleo y de que el colectivo femenino se vea afectado en mayor grado por el paro que sus compañeros varones. Actualmente, los motivos de abandono de la actividad laboral femenina parecen tener más relación con la decisión de los empleadores (despidos, cierres de empresas, extinción de contrato) que con causas asociadas a los roles femeninos tradicionales (casamiento, hijos, cuidado de la familia).
De acuerdo con la segmentación del mercado, se ha
observado en la región que las mujeres no se distribuyen por los distintos
sectores económicos de forma homogénea y de manera similar a los trabajadores
masculinos cuando se incorporan al mercado de trabajo. Aparecen, por el
contrario, bolsas segregadas sectoriales de trabajadoras. Se puede afirmar de modo general que existe una
segregación horizontal en el sentido de que la ocupación de las mujeres se
concentra en unas cuantas ramas de la actividad económica, fundamentalmente en
el sector servicios y en el sector agroindustrial y alimentario. Se polarizan,
además, las situaciones de las trabajadoras dentro de cada rama económica, de
modo que en los distintos sectores se da un fuerte contraste en la situación
profesional dentro de las mismas mujeres: a) las que están como funcionarias o
asalariadas fijas en
A la segregación horizontal hay que añadir la vertical, como se refleja en el hecho de que no se alcance siquiera el 10 por ciento de mujeres que en las empresas de la región tienen una responsabilidad sobre personas que, a su vez, sean responsables sobre otras personas —fenómeno este denominado techo de cristal—.
Es posible advertir una aportación de actitudes tradicionalmente femeninas al mundo laboral. Se puede observar que las cualidades necesarias para realizar con éxito su trabajo residen, en primer lugar, en la capacidad de trabajo —valor común al género humano—, seguida de valores relacionados con los roles femeninos (la atención por los detalles y la paciencia). En la medida en que el planteamiento educativo, cara a la formación de los niños y niñas, sea menos parcializado es posible que las identidades de género se pudieran configurar de otra forma, quizás con unas autoreferencias positivas para la identidad femenina y unas opciones más amplias. Por otra parte existe la necesidad económica de incorporar a las mujeres al mundo laboral, pues de lo contrario se produciría una pérdida de recursos humanos que la región y el conjunto del país no se pueden permitir. En diversos países latinoamericanos se advierte un incremento de la jefatura femenina de hogares, hecho provocado por la migración de los hombres a las ciudades en busca de mejores oportunidades laborales y mayores ingresos (Chiappe, 2005). El interés político de apelar al voto femenino y la presión de los movimientos igualitarios pueden crear un nuevo escenario de cambio que ya ha tenido un gran impacto en la totalidad del sistema social.
La mujer: un valor capital desconocido del trabajo agrario
Por todos y todas debería ser conocido que la participación de la mujer en la economía del mundo rural que nos muestran los datos estadísticos no recoge su verdadera presencia. Ello se debe, principalmente, a la falta de integración formal del trabajo femenino en un modelo de sociedad tradicional que no ha querido insertar plenamente a la mujer en sus estructuras socioeconómicas. Por ello, se observa que hay un problema de desconexión entre la real contribución de la mujer a la economía agraria y la plasmación de los datos oficiales, que a la postre se traduce en ausencia de reconocimiento de su labor como trabajo productivo y, consiguientemente, implicó durante años su no inclusión en los regímenes correspondientes de Seguridad Social.
Hasta fechas muy recientes a la mujer se le ha reconocido únicamente el papel de colaboradora en las labores agrarias, nunca el de verdadera titular, privándole del acceso directo a las prestaciones sociales, permitiendo que lo hiciera sólo en su condición de beneficiaria de segundo nivel, pero no con una categoría de titular sino lucrando el derecho de un tercero, normalmente su cónyuge u otros familiares como el padre o los hermanos. Esta circunstancia es aún muy intensa en regiones subdesarrolladas (Selamé, 2003; Balderas, 2006). Excepcionalmente y sólo en unidades familiares atípicas o ante circunstancias extraordinarias (familias que devienen monoparentales, viudas, etc.) podía acceder a la condición de titular. Normalmente, la articulación legal de la presencia de la mujer al frente de una explotación agraria era un débil puente intergeneracional hasta que los hijos varones alcanzasen la edad en la que pudieran hacerse cargo de la misma (Dueñas Herrero y Serrano Argüello, 2007).
La idea de un mundo agrario
masculinizado existió y se hizo fuerte porque la presencia femenina, hasta
fechas muy recientes, ha sido imperceptible desde la perspectiva social y
económica o, peor aún, se la ha convertido en invisible. Era el hombre quien
asumía la titularidad de la explotación agraria, quien se daba de alta en el
Régimen especial agrario de
Esa falta de correlación entre la labor desempeñada y su inclusión hace que, a diferencia de otros sectores de actividad, la mujer que siempre ha trabajado en el campo no haya tenido ni tenga en nuestros días el reconocimiento económico y social que su trabajo merece. Baste ahora con recordar que históricamente cuando se producen los primeros asentamientos de población, el propio hecho del desarrollo de la agricultura se atribuye a la mujer, dedicada a tareas agrícolas y labores de recolección mientras el hombre era un cazador. El protagonismo femenino ha estado presente durante siglos en el trabajo agrario aunque, sin duda, la mecanización agraria del siglo XX hizo retroceder la presencia de la mujer en determinadas tareas agrícolas, aunque no en todas. De alguna manera la tecnología y mecánica implantada en el campo, conocida como la revolución verde, aleja progresivamente a la mujer de él. Con la paradoja que ello supone para el desarrollo agrario, siendo la principal causa de la expulsión de la mujer la misma modernización del campo, que polariza el sector agrario y crea una profunda grieta que diferencia el trabajo agrario de los sexos masculino —predominantemente mecánico— y femenino —manual— (Dueñas Herrero y Serrano Argüello, 2007).
El contexto actual en el que se encuentra el sector agrario dentro de las zonas rurales es paradójico, por un lado se sumerge en una temida crisis, por otro, avanza su tecnificación. Estos hechos han supuesto que las exigencias de mano de obra sean mucho menores que en otros tiempos, con lo que la posibilidad de generar empleo es casi nula. Pero al mismo tiempo, las políticas de desarrollo rural preconizan que no es posible ni aconsejable desligar las actividades agrarias de las estrategias globales de desarrollo, puesto que la agricultura sigue conformando la base económica de muchas de las zonas rurales. Se trata, por tanto, de encontrar un punto de equilibrio y de adaptación entre la función tradicional de la agricultura de producción de alimentos y los nuevos requerimientos de la sociedad hacia este sector (producciones ecológicas y de calidad, paisaje, calidad ambiental, etc.), aprovechando el potencial específico y las posibilidades de cada área.
Las mujeres deben adaptarse a la nueva funcionalidad de la agricultura y tener en cuenta las oportunidades que ofrece el sector como posibilidad de integración laboral dentro del medio rural. La participación de las mujeres en la agricultura tradicionalmente se ha infravalorado (García Bartolomé, 1990; Vicente-Mazariegos et al., 1993; García Ramón et al., 1994). El trabajo realizado dentro de la explotación familiar por la mayoría de las mujeres rurales, sobre todo pertenecientes a generaciones pasadas, consiste en tareas marginales y estacionales, y en paralelo con el trabajo del hogar, lo que ha motivado su falta de reconocimiento y de contabilización dentro de las estadísticas económicas convencionales (Medel y Riquelme, 1995; Rico González, 2007).
Resulta complicado analizar cuantitativamente al colectivo de mujeres ocupadas en el sector agrario, debido a la disparidad de fuentes de información estadística existentes, cada una de las cuales considera la vinculación de la mujer al sector de manera desigual. A pesar de todo, es posible afirmar que las transformaciones agrarias que se han dado en el campo murciano durante los últimos veinticinco años han tenido una gran incidencia demográfica. Se ha producido un enorme incremento de las necesidades de mano de obra, satisfechas gracias a la incorporación al mercado laboral agrario regional de dos colectivos preferentemente. Por un lado, la población inmigrante de distintas procedencias, y en segundo lugar, esta oportunidad de encontrar un empleo ha sido aprovechada por muchas mujeres murcianas, que hasta entonces habían permanecido en sus hogares, y que se convierten en asalariadas agrícolas (Cayetano Espejo y Mendoza Martínez, 2003).
Participación de la
mujer en el sector agrario de
La principal consecuencia del proceso de diversificación económica producido en las zonas rurales durante los últimos años es la redistribución de la población ocupada en los distintos sectores económicos, con especial incidencia en el sector servicios. En este sentido, posiblemente hayan sido las mujeres las que más han protagonizado este efecto, ya que su progresiva incorporación al mercado laboral ha repercutido en un aumento significativo de ocupación femenina en el sector terciario. No obstante, resulta interesante realizar un análisis acerca de las características de la mujeres en todos los sectores productivos de la economía rural, para evidenciar de que forma su presencia está contribuyendo a la diversificación productiva y, en especial, a la promoción de nuevos yacimientos de empleo.
Mujer, titularidad y cotitularidad de las explotaciones agrarias
La mayor parte de los
estudios sobre el sector agrario español coinciden en afirmar que, en la
situación actual de liberalización de los mercados, la viabilidad futura de
numerosas explotaciones agrarias, sobre todo aquellas menos competitivas, está
seriamente comprometida. El sector agrario se enfrenta a un importante proceso
de adaptación y de cambio, cuyas transformaciones dependerán de las
características específicas de cada territorio. En unas zonas este sector
continuará siendo motor de desarrollo, mientras que en otras tendrá que
adaptarse a las nuevas funciones asignadas por la sociedad y por
La población ocupada en
el sector agrario en
Explotaciones con tierras |
Titulares de explotaciones agrarias |
||
Región de Murcia |
Ambos sexos |
Mujeres |
Hombres |
57.593 |
13.749 |
43.844 |
|
Fuente: Censo Agrario (1999). INE. |
Según el último Censo
Agrario realizado, 13.749 mujeres eran titulares de explotaciones agrarias en
Cuando un matrimonio aporta a la unidad familiar
una tierra, y/o cualquier otro bien o derecho susceptible
de integrar una explotación agraria, o todos ellos, la titularidad de la misma
por lo general pasa a ostentarla un sólo
cónyuge, que en la mayoría de los casos es el hombre. Éste será, asimismo,
quien cotice a
Dentro del trabajo familiar agrario, son los hombres los que fundamentalmente desempeñan el papel de jefe de la explotación. Concretamente, del total de este colectivo, los hombres representan un 76,1 por ciento. Estos datos acreditan lo expuesto anteriormente, es decir, que las mujeres agrarias, en su mayoría cónyuges de los titulares jefes de explotaciones, son trabajadoras sin remuneración, sin derecho social individual al no estar dadas de altas en ningún régimen, que colaboran en la explotación familiar desarrollando muchas de ellas funciones de “coempresaria” y que gestionan, junto a sus cónyuges, las explotaciones, sin tener ningún derecho individual, ni económico, ni social, sólo los derivados, en la mayoría de los casos, de los que posee el marido. Así pues, estas trabajadoras agrarias no disfrutan de los derechos propios por enfermedad o incapacidad en el trabajo, ni tampoco en materia de embarazo y maternidad, careciendo, incluso, de un servicio de sustitución.
Según algunas organizaciones agrarias (COAG, ASAJA, FECOAM, UPA,…) éste es el motivo por el que las mujeres del sector, con el propósito de obtener un reconocimiento, tanto en las estadísticas como en términos económicos, demandan la “Cotitularidad o Titularidad Compartida” entre cónyuges o miembros de la pareja de hecho, cuando ambos ejerzan la actividad agraria de forma directa y personal, de cara a lograr una igualdad real en el terreno laboral. Para ello, las mujeres agrarias solicitan que se les facilite el acceso al REASS a través de una cuota compensada o compartida por explotación, para que con ello puedan disfrutar de todas las coberturas sociales de la afiliación.
Los contratos laborales: tipología y redistribución anual
La incorporación de la mujer
al mercado laboral es una de las características principales del cambio social
que se ha producido en las últimas décadas. Los datos en
El análisis comarcal (cuadro 2) muestra las áreas donde se concentran la mayor cantidad de contratos en actividades agrarias, de manera que es en el Alto Guadalentín, Campo de Cartagena y Huerta de Murcia donde los contratos en este sector económico son más numerosos. Sin embargo, si se observan sólo los correspondientes a mujeres, hay que destacar también las comarcas del Bajo Guadalentín, Vega Alta del Segura y Mar Menor. Es en estas áreas donde se práctica una hortofruticultura de ciclo manipulado que demanda gran cantidad de mano de obra, sobre todo para la recolección de la producción obtenida (Gómez Espín, 2007).
En cuanto a contratos femeninos se refiere, entre el Valle del Guadalentín y el Campo de Cartagena se aglutinan el 54 por ciento de éstos. Estos dos ámbitos territoriales no sólo presentan una importante actividad agrícola, sino también una trascendental y tradicional actividad ganadera (municipios de Fuente Álamo y Lorca sobre todo).
Según las edades de formalización contractual (cuadro 3), es la cohorte de entre 30 y 49 años la que más contratos agrupa (48,7 %), seguida de cerca por aquellos contratos de trabajo establecidos entre las edades de 16 y 29 años (42,9 %).
Comarcas |
Hombres |
Mujeres |
Altiplano |
3.071 |
1.316 |
Alto Guadalentín |
22.133 |
9.793 |
Bajo Guadalentín |
9.703 |
6.999 |
Campo de Cartagena |
27.064 |
6.199 |
Huerta de Murcia |
22.752 |
4.196 |
Mar Menor |
16.628 |
4.982 |
Noroeste |
2.197 |
1.111 |
Oriental |
384 |
55 |
Río Mula |
1.028 |
724 |
Valle de Ricote |
1.170 |
459 |
Vega Alta |
12.015 |
6.331 |
Vega Media |
2.653 |
609 |
Total contratos |
120.798 |
42.774 |
Fuente: Servicio de
Empleo y Formación (SEF) de |
En un marco de un mundo rural escaso de jóvenes,
se pueden distinguir entre comarcas más rejuvenecidas y las que lo están menos.
En el primer grupo están el Alto y Bajo Guadalentín,
Campo de Cartagena, Mar Menor, Vega Alta y, en menor medida,
Según Sanpedro (1996), Díaz Méndez y Díaz Martínez (1997), el mayor contraste generacional entre mujeres jóvenes y adultas se produce en los niveles formativos reglados, que implican una formación notablemente superior a favor de las jóvenes.
La transformación de las pautas laborales
femeninas y sus consecuencias sobre el equilibrio intersexual constituyen un
aspecto central en la evolución del mundo rural. Desde este punto de vista se
habla de “asimetría sexual en el cambio cultural rural” (De
Cuadro 3
Relación comarcal de contratos
de trabajo efectuados en el sector agrario murciano según edades
(mujeres) (2006)
Comarcas |
De 16 a 29 años |
De 30 a 49 años |
De 50 a 59 años |
Más de 59 años |
Altiplano |
601 |
629 |
66 |
20 |
Alto Guadalentín |
4.135 |
4.958 |
620 |
80 |
Bajo Guadalentín |
2.995 |
3.403 |
460 |
141 |
Campo Cartagena |
2.941 |
3.027 |
182 |
49 |
Huerta de Murcia |
1.528 |
2.074 |
471 |
123 |
Mar Menor |
2.300 |
2.370 |
237 |
75 |
Noroeste |
415 |
532 |
131 |
33 |
Oriental |
25 |
24 |
4 |
2 |
Río Mula |
352 |
325 |
36 |
11 |
Valle de Ricote |
175 |
197 |
64 |
23 |
Vega Alta |
2.664 |
3.002 |
532 |
133 |
Vega Media |
231 |
272 |
85 |
21 |
Total contratos |
18.362 |
20.813 |
2.888 |
711 |
Fuente: Servicio de Empleo y
Formación (SEF) de |
Las mujeres jóvenes tienden a alejarse de la agricultura, a través de adscripciones profesionales fuera de la agricultura y de niveles formativos adquiridos superiores a otros estratos generacionales. Aunque existe un sentimiento dominante deseado por los progenitores/as de desvinculación de la agricultura en el futuro para sus hijos, más para sus hijas, y asumido por ambos, sin embargo, no se produce una actitud similar respecto a las comunidades rurales de pertenencia, en las que se desea mayoritariamente permanecer. La posición de la mujer en el mundo rural, y específicamente de las jóvenes, está desempeñando un papel de cambio y modernización de la agricultura, e incidiendo decisivamente en el resquebrajamiento de las tradicionales estructuras patriarcales.
La masculinización de la sociedad rural es un eje temático de interés en la literatura científica. Este fenómeno afecta sobre todo a las personas jóvenes que residen en pueblos de menos de 2.000 habitantes (García Bartolomé, 2005), y es consecuencia de la intensa emigración de las jóvenes (Sanpedro, 1996). Este protagonismo de las jóvenes en el éxodo rural no se puede entender al margen del proceso actual de reformulación de la identidad social de las mujeres.
Las distintas investigaciones realizadas en España sobre la condición social y laboral de las mujeres rurales han dejado constancia de la fuerte desvinculación femenina de la agricultura en general y de la familia en particular, poniendo el acento en las nuevas estrategias migratorias, matrimoniales y laborales de las jóvenes generaciones de mujeres rurales. Se asiste a la descomposición de un modelo tradicional de laboriosidad femenina y a la emergencia de nuevas pautas ocupacionales que, al mismo tiempo que expresan las profundas mutaciones económicas y sociales del mundo rural, nos muestran una clara fisura generacional, tanto por lo que se refiere a pautas de actividad como a valores, actitudes y expectativas vitales. La contestación de las relaciones de género patriarcales encuentra su fuerza en la existencia, sin embargo, de una profunda complicidad entre mujeres adultas y jóvenes. En general, las jóvenes actúan y se orientan a partir de un horizonte vital más amplio que el de la comunidad rural de pertenencia, mientras que los varones jóvenes, incluso aquellos que han innovado tecnológicamente su explotación, persisten más en su estilo vital y relacional.
Las estrategias familiares tendentes a fomentar el abandono de la actividad agraria implican un cambio radical en la evolución de la agricultura familiar por cuanto quiebran la tradicional identificación entre familia y explotación que ha constituido históricamente su característica principal. Según Gómez Benito et al. (1999), entre las causas que desencadenan este proceso, sobresalen la desfamiliarización de la explotación agrícola o desagrarización de la familia y la profesionalización de la agricultura.
Este fenómeno de ruptura generacional refleja, por un lado, las limitaciones que los mercados de trabajo rurales presentan todavía para la integración laboral de la mujer joven, que mantiene unos niveles de ocupación doméstica considerablemente elevados, constituyendo una reserva de mano de obra que se emplea coyunturalmente sin que se llegue a reflejar como población activa. Por otro lado, se evidencia la importancia que para la mujer rural adulta tiene la integración laboral familiar, en negocios agrarios o no agrarios, frente a una integración salarial y terciarizada de las nuevas generaciones de mujeres rurales, que con su significativa presencia en el grupo de profesionales y técnicas expresan asimismo la radical transformación del perfil laboral femenino en el medio rural.
La existencia de explotaciones/empresas agrarias con un alto grado de modernización, profesionalización e integración en el mercado, ligadas a actividades de transformación y comercialización de productos agrícolas y a servicios técnicos y de gestión, conduce, en un contexto de agricultura familiar dominante, a que la mujer adulta consolide su estatus de ayuda familiar en la explotación, estatus que tiende a “terciarizarse” en sus contenidos, alejándose de las labores estrictamente productivas y centrándose en tareas administrativas y de gestión.
En un contexto de agricultura dinámica dominantemente salarial, la producción agraria tiende, por el contrario, a feminizarse, con un incremento sustancial de la asalariada agrícola asociada fundamentalmente a cultivos intensivos hortícolas de alta rentabilidad. La actividad agrícola se configura en este supuesto como espacio laboral ocupado mayoritariamente por mujeres adultas y extranjeras en su mayoría, ya que la demanda de mano de obra agrícola puede llegar a desbordar ampliamente la oferta local, mientras que el empleo agroindustrial o en servicios no especializados, socialmente más valorados, es copado por las mujeres jóvenes y locales. El avance hacia la igualdad entre la mujer y el hombre se enfrenta con los estereotipos y los roles de género, muy arraigados en la sociedad, que impiden trasladar a la realidad cotidiana la igualdad de derechos que establece la ley. Las mujeres lideran la temporalidad en el trabajo, a pesar de que la cualificación profesional de la mujer nada tiene que envidiar hoy en día a la del varón.
Del total de contratos realizados a mujeres en el ámbito agrario para el año 2006 el 92,9 por ciento eran temporales (cuadro 4). El análisis comarcal muestra que la práctica totalidad del territorio regional presenta más del 80 por ciento de contratos temporales para las mujeres dedicadas a actividades agrarias. Son las comarcas del Mar Menor y Oriental (municipios de Fortuna y Abanilla) las que registran una menor proporción de contratos temporales, quizá por la mayor concentración de cultivos de ciclo manipulado bajo invernadero (floricultura, cultivos de pimiento, etc.), que requieren una considerable atención por parte de los agricultores/as a lo largo de todo el año.
Cuadro 4
Contratos temporales en
Comarcas |
Contratos |
Contratos temporales |
% contratos temporales |
Altiplano |
1.316 |
1.233 |
93,7 |
Alto Guadalentín |
9.793 |
9.489 |
96,9 |
Bajo Guadalentín |
6.999 |
6.582 |
94,0 |
Campo Cartagena |
6.199 |
5.911 |
95,4 |
Huerta de Murcia |
4.196 |
3.584 |
85,4 |
Mar Menor |
4.982 |
4.018 |
80,7 |
Noroeste |
1.111 |
1.086 |
97,7 |
Oriental |
55 |
43 |
78,2 |
Río Mula |
724 |
711 |
98,2 |
Valle de Ricote |
459 |
387 |
84,3 |
Vega Alta |
6.331 |
6.116 |
96,6 |
Vega Media |
609 |
578 |
94,9 |
Total contratos |
42.774 |
39.738 |
92,9 |
Fuente: Servicio de Empleo y
Formación (SEF) de |
La estacionalidad de la producción, que depende directamente del clima y del medio ambiente, a veces modificado por la sociedad, y de características intrínsecas de las plantas y de los animales usados en el proceso productivo, es la causa primordial de la elevada eventualidad de los contratos establecidos para llevar a cabo actividades agrarias.
Los ciclos productivos son
muy variados según cultivos, no obstante, en
Una de las campañas del sector agroindustrial que más mano de obra demanda es la denominada frutera o de verano (frutas de hueso: albaricoque, melocotón, nectarina, ciruela,…), sobre todo para la recolección. Esta se extiende desde mediado el mes de mayo hasta finales de julio (Gómez Espín, 1989). En la actualidad, las campañas fruteras se están ampliando temporalmente, es decir, se alargan, incluso, desde el mes de abril hasta el mes de septiembre, debido a la introducción de nuevas variedades de frutas más tempranas y tardías. Esta ampliación de las campañas fruteras y calendarios de recolección está favoreciendo el aumento de contratos realizados con carácter fijo a gran número de mujeres. Otra de las labores que solicita mano de obra y que es ocupada por mujeres es el denominado “aclareo de frutos”, que se hace en verde (yemas, en flor o fruto pequeño) con objeto de hacer una selección y reducir el número de frutos para que los que permanezcan en el árbol alcancen un mayor tamaño. Esta tarea se realiza durante los meses de febrero y marzo.
Figura 1. Evolución anual de los contratos en actividades agrarias a
mujeres en
El cultivo de uva de mesa ha
sido definido como un cultivo social (Juárez Sánchez-Rubio, 1986), pues la
necesidad de mano de obra es significativa debido a las tareas de limpieza y
selección precedentes a su manipulado y envasado. Esta campaña de recogida de
uva de mesa demanda gran cantidad de mano de obra femenina en los meses de
octubre y diciembre, sobre todo en las comarcas de
A pesar del predominio de la eventualidad laboral, durante las últimas dos décadas se observa un alza del en el número de contratos fijos, debido sobre todo a la intensificación del sistema productivo. Se está constatando la reducción de la estacionalidad de las campañas y de la temporalidad de las funciones productivas, lo que se traduce también en una elevación del número de jornadas trabajadas por cada activo asalariado, implicando una reducción del subempleo. El trabajo fijo corresponde a mujeres con un alto grado de cualificación, que adquieren puestos de técnicas o ingenieras agrícolas en explotaciones hortofrutícolas de carácter empresarial y dimensiones territoriales notables, como son algunos de los agronegocios implantados en el Campo de Cartagena y Mar Menor, que integran desde el proceso de cultivo y productivo hasta el manipulado y transporte hacia los mercados de la producción obtenida.
La presencia de la mujer inmigrante en el campo murciano
Algunas de las principales teorías
que explican la migración internacional, tanto las que intentan justificar la
iniciación de este proceso como aquéllas que pretenden demostrar su
persistencia, están en el origen y situación de la inmigración extranjera en
La presencia de la mujer inmigrante
en el medio rural se reduce a las campañas agrícolas. Las mujeres inmigrantes
que vienen a
La actual legislación de extranjería es un reflejo de la mirada patriarcal de quienes la redactaron, una mirada que asigna ámbitos sociales diferenciados a varones y mujeres, y que pone a éstas bajo el poder de aquéllos. Esta perspectiva patriarcal favorece la doble discriminación que sufren quienes son a la vez inmigrantes y mujeres, al dibujar una imagen estereotipada de la mujer extranjera que la reduce a su dependencia del varón (la reagrupación familiar) o la recluye en aquellos mercados de trabajo socialmente construidos como propios de mujeres (Carrasquilla Coral et al., 2003).
Las zonas rurales tienen "miedo" a lo desconocido y en ocasiones pueden ver la inmigración como una intrusión en su vida diaria. Faltan labores de sensibilización para adaptar a la población rural.
Cuadro 5
Relación comarcal de contratos de
trabajo efectuados en el sector agrario murciano (mujeres extranjeras) (2006)
Comarcas |
Contratos |
Contratos Extranjeras |
Extranjeras U.Europea |
Extranjeras Extracomunitarias |
Altiplano |
1.316 |
955 |
13 |
942 |
Alto Guadalentín |
9.793 |
7.636 |
77 |
7.559 |
Bajo Guadalentín |
6.999 |
5.225 |
82 |
5.143 |
Campo Cartagena |
6.199 |
5.090 |
169 |
4.921 |
Huerta de Murcia |
4.196 |
2.463 |
55 |
2.408 |
Mar Menor |
4.982 |
3.601 |
80 |
3.521 |
Noroeste |
1.111 |
601 |
16 |
585 |
Oriental |
55 |
32 |
1 |
31 |
Río Mula |
724 |
226 |
12 |
214 |
Valle de Ricote |
459 |
255 |
1 |
254 |
Vega Alta |
6.331 |
3.365 |
104 |
3.261 |
Vega Media |
609 |
279 |
2 |
277 |
Total contratos |
42.774 |
29.728 |
612 |
29.116 |
Fuente: Servicio de Empleo y
Formación (SEF) de |
El principal flujo de mujeres
que viene a
Del total de contratos efectuados a mujeres que desempeñaron sus labores en el ámbito agrario para el año 2.006, el 69,5 por ciento fueron firmados por mujeres extranjeras (29.728); y de éstas mujeres foráneas, el 97,9 por ciento fueron inmigrantes extracomunitarias (cuadro 5), procedentes de países magrebíes (Marruecos) y latinoamericanos fundamentalmente (Ecuador, Bolivia, etc.).
Figura 2. Mapa municipal y comarcal de |
El análisis intraregional permite afirmar que son las comarcas del Campo de Cartagena, Alto y Bajo Guadalentín, Mar Menor y Altiplano de Jumilla y Yecla las que proporcionalmente ofrecen un mayor número de contratos a mujeres no españolas, superando en todos los casos el 70 por ciento de los contratos firmados e incluso, para la comarca del Campo de Cartagena, el 80 por ciento. Como casos opuestos se encuentran las comarcas del Río Mula y Vega Media del Segura, con unos porcentajes de contratos firmados por mujeres extranjeras del 31,2 por ciento y 45,8 por ciento respectivamente. En estas últimas áreas señaladas la mano de obra local en actividades agrarias es considerable.
Si diferenciamos
espacialmente entre contratos a extranjeras comunitarias y no comunitarias, se
observa como son las comarcas meridionales (Alto y Bajo Guadalentín,
Campo de Cartagena y Mar Menor) las que proporcionalmente registran un mayor
número de contratos a mujeres procedentes del exterior de
Figura 3. Mapa municipal y comarcal de |
Las sociedades receptoras de
inmigración, como
Toda una serie de dispositivos entrecruzados (legislación de extranjería, racismo social, desregulación laboral, etc.) han confluido en las personas inmigrantes y las han convertido en una fuerza de trabajo barata, flexible y disponible. De esta forma, han sido recluidas en aquellos segmentos del mercado laboral donde predominan unas condiciones laborales altamente degradadas, entre ellos la agricultura y ganadería. Se ha provocado así una progresiva etnificación de esos mercados de trabajo: ciertas ocupaciones (normalmente las más intensivas y peor reconocidas social y salarialmente) se han transformado en nichos laborales específicos para inmigrantes. Éstos ven obstaculizada incluso su movilidad social, pues a menudo no pueden hacer valer la cualificación profesional que traen consigo, dado que su “lugar” en la sociedad receptora consiste en hacer aquellos trabajos desvalorizados socialmente y de los que, por tanto, tienen unas posibilidades muy limitadas de salir.
Figura 4. Casas prefabricadas instaladas en la finca
agrícola ‘El Aljunzarejo’ (Jumilla), para el
alojamiento de familias inmigrantes procedentes de Polonia |
En paralelo a la etnificación de estos espacios laborales, se ha acentuado progresivamente su precariedad. En ciertos casos, como está ocurriendo en los cultivos intensivos de la agricultura murciana, la situación ha llegado a ser alarmante: predominio absoluto de la eventualidad, intensificación de los ritmos de trabajo con capataces y encargados/as que solamente ven en el trabajador/a inmigrante a alguien que tiene que producir lo más rápidamente posible, liquidación de la relación directa entre trabajador/a y empresa por la subcontratación del trabajo a intermediarios/as (transportistas o furgoneteros, empresas de servicios, ETT’s, etc.). La ingente necesidad de trabajo manual en los cultivos intensivos, en el contexto de una agricultura prácticamente asentada sobre el trabajo asalariado y las grandes y medianas empresas, junto con las propias estrategias empresariales de formación de un ejército de reserva de mano de obra que presione a la baja los salarios e imponga la disciplina laboral, ha conllevado un crecimiento importante de la inmigración en los municipios agro-exportadores.
En las distintas campañas del sector
hortofrutícola se ocupan más de 85.000 trabajadores/as y más de la mitad son
inmigrantes, predominando los hombres en las tareas de campo y las mujeres en
las labores de almacén (Gómez Espín, 2007). El papel de las empresas de trabajo
temporal en el sector agrario cada vez es más importante, realizando una labor
de intermediación entre el empleado/a y el empresario/a. Son estas empresas (ETT’s) las que contratan, remuneran el salario y realizan
las altas y bajas en
Nivel formativo de las mujeres ocupadas en el sector agrario
La edad es una variable muy importante en cuanto incide en la terciarización de la actividad económica y, consecuentemente, en la desagrarización. Las mujeres rurales, sobre todo las más jóvenes, cuentan con un bagaje importante de formación cultural. Hay un sentir general de que la oferta de empleos para la mujer rural es escasa, y lo es aún más para las que han alcanzado una cierta formación y ha vivido algún tiempo fuera del pueblo.
Cuadro 6
Relación comarcal de contratos
de trabajo efectuados en el sector agrario murciano y nivel de
formación (mujeres) (2006)
Comarcas |
Contratos |
Contratos con nivel de formación bajo |
---|---|---|
Altiplano |
1.316 |
643 |
Alto Guadalentín |
9.793 |
7.293 |
Bajo Guadalentín |
6.999 |
3.687 |
Campo Cartagena |
6.199 |
4.613 |
Huerta de Murcia |
4.196 |
2.240 |
Mar Menor |
4.982 |
3.620 |
Noroeste |
1.111 |
808 |
Oriental |
55 |
23 |
Río Mula |
724 |
165 |
Valle de Ricote |
459 |
233 |
Vega Alta |
6.331 |
3.815 |
Vega Media |
609 |
465 |
Total contratos |
42.774 |
27.605 |
Fuente: Servicio de Empleo y
Formación (SEF) de |
En el mundo rural, los jóvenes abandonan antes el sistema escolar para incorporarse al mercado de trabajo, situación que no afecta a las mujeres que permanecen más tiempo escolarizadas para mejorar su formación. Este hecho está cambiando por completo el perfil de la mujer rural. La ventaja es que la mujer se siente cada vez más capacitada para participar en la vida laboral. Son las mujeres que están mejor formadas las que seleccionan los puestos de trabajo y empiezan a ocupar algunos cargos altos en el ámbito de las responsabilidades de las empresas agrarias. Reconocen, no obstante, que todavía no tienen el protagonismo que les corresponde por su importancia demográfica y su capacitación cultural, y lo achacan a que el fenómeno es aún incipiente (García Sanz, 2004).
Uno de los problemas más murmurados es el de los bajos salarios que se están pagando, aún alcanzando un mayor nivel de formación, sobre todo por la competencia que han introducido las inmigrantes dispuestas a trabajar en este sector a cualquier precio (SABORÁ, 1998).
El nivel formativo de las mujeres contratadas en el sector agrario murciano es escaso o nulo para los dos tercios de ellas. Cerca del 65 por ciento de este colectivo femenino ofrece un alto grado de analfabetización, pues presentan estudios primarios incompletos (cuadro 6). Este hecho reside no tanto en la vejez de las mujeres contratadas —con escasos estudios dadas las condiciones difíciles de vida en épocas pretéritas— como en el gran aumento de jóvenes asalariadas extranjeras sin ningún tipo de formación.
El nivel de formación es escaso sobre todo en las comarcas del Alto Guadalentín, Campo de Cartagena y Vega Media del Segura. También es reducido en la comarca del Noroeste y Mar Menor. Es en estos municipios donde los gobiernos municipales deberían desarrollar políticas de formación para incrementar el nivel educativo. No cabe duda de que este tipo de políticas repercute de forma beneficiosa tanto en la productividad empresarial como en las relaciones patrón-asalariado/a. Un hecho significativo que cabe señalar, resultante del análisis temporal del número de contratos realizados a mujeres agrarias a lo largo del año, reside en el hecho de que es en los meses de agosto y septiembre cuando la proporción de contratos con nivel de formación elevada crece (estudios de Bachillerato o Superiores). Es durante estos meses cuando gran parte del alumnado de estos niveles formativos aprovechan las vacaciones para poder acopiar algunos ingresos económicos. Estas rentas, a pesar de no ser significativas, ayudan a los estudiantes a financiarse su formación y alivian los gastos en educación de la unidad familiar.
Algunas consideraciones finales
Con motivo de la celebración del Día
Internacional de
El avance hacia la igualdad entre la mujer y el hombre se enfrenta con los estereotipos y los roles de género, muy arraigados en la sociedad, que impiden trasladar a la realidad cotidiana la igualdad de derechos que establece la ley. La mujer sigue siendo discriminada y lidera la temporalidad en el trabajo, a pesar de que la cualificación profesional de la mujer nada tiene que envidiar hoy en día a la del varón. Sin embargo, perciben menos ingresos y tienen un índice más alto de desempleo. Las españolas han aumentado progresivamente su presencia en el mercado laboral, siendo el autoempleo una salida efectiva para muchas de ellas.
El importante papel que viene
desempeñando la mujer en el desarrollo socioeconómico y cultural de las últimas
décadas, con una participación cada vez mayor en los distintos ámbitos de la
vida, tiene su reflejo en el mundo agrario. De esta forma, la presencia de la
mujer en el sector agrario murciano ha ido aumentando paulatinamente. Este
colectivo ha pasado de 15 mil mujeres ocupadas en esta rama de actividad en
1999, a alcanzar un número de 18,5 mil en el tercer trimestre de 2007 (INE,
Encuesta de Población Activa), es decir, un crecimiento relativo en el número
de ocupadas del 23,3 por ciento en estos primeros años del siglo XXI. Por otro lado, las pequeñas explotaciones agrarias,
gestionadas en su mayoría por ambos cónyuges de la unidad familiar, no obtienen
los ingresos suficientes para abonar dos cuotas a
En un intento de paliar todas
estas diferencias entre ambos géneros, el gobierno murciano viene poniendo en
práctica una serie de políticas encaminadas a lograr la tan deseada, por parte
de todos, igualdad entre mujeres y hombres. Concretamente, entre las distintas
actuaciones que favorecen a la mujer que trabaja en el sector agrario, destaca
la ampliación de los mecanismos de conocimiento de las mujeres rurales, a
través de la realización de estudios, organización de jornadas formativas y
elaboración de metodologías específicas, como el II
Pacto por la estabilidad en el empleo de
En definitiva, no cabe
plantear un desarrollo rural sin la presencia de mujeres, sobre todo jóvenes.
En primer lugar para atajar los fuertes procesos de masculinización de la juventud,
y en segundo, para dotar de nueva energía demográfica a una sociedad rural
fuertemente envejecida. Si no se da un equilibrio entre sexos es imposible que
haya agricultores y sociedad rural.
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© Copyright Ramón García Marín, 2008
© Copyright Scripta Nova, 2008
Referencia bibliográfica:
GARCÍA MARÍN, Ramón. La mujer en el sector agrario de la región de Murcia (España). Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2008, vol. XII, núm. 270 (44). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-270/sn-270-44.htm> [ISSN: 1138-9788]