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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XIV, núm. 331 (61), 1 de agosto de 2010
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

LA IMPRONTA DEL URBANISMO PRIVADO. ECOLOGÍA DE LAS URBANIZACIONES CERRADAS EN LA REGIÓN METROPOLITANA DE BUENOS AIRES

Leonardo Fernández
Instituto del Conurbano – Universidad Nacional de General Sarmiento
Departamento de Geografía – Universidad Nacional de La Plata
lfernand@ungs.edu.ar

Ana Carolina Herrero
Instituto del Conurbano – Universidad Nacional de General Sarmiento

Irene Martín
Instituto del Conurbano – Universidad Nacional de General Sarmiento

La impronta del urbanismo privado. Ecología de las urbanizaciones cerradas en la Región Metropolitana de Buenos Aires (Resumen)

En la Región Metropolitana de Buenos Aires se desarrolla un tipo de urbanismo privado (urbanizaciones cerradas) dirigido a clases medias-altas y altas. Constituyen recintos habitacionales localizados generalmente sobre tierras agro-ganaderas, áreas naturales o intersticios metropolitanos bien comunicados a través de autopistas a la Ciudad de Buenos Aires. Diversos aspectos del urbanismo privado, algunos de ellos intrínsecos a ciertos estilos de vida urbanos, generan una alteración de los servicios ecológicos básicos, especialmente en la interfase de los sistemas pampeano-deltaico-rioplatense. Los principales servicios afectados son la regulación hidrológica, la fertilidad de suelo y la biodiversidad. Además, los patrones de consumo y movilidad de este modelo de urbanismo tienen implicancias ecosistémicas en el flujo energético, en el ciclo del agua y en los flujos residuales.

Palabras claves: ecología, servicios ecológicos, metabolismo, urbanizaciones cerradas, región metropolitana.

The footprint of private urbanization. Ecology of the gated communities in the Buenos Aires Metropolitan Area (Abstract)

A type of private urbanization (gated communities), designed for the upper class, is being developed in the Metropolitan Area of Buenos Aires. They are usually located on livestock and agricultural land, interstitial spaces or natural areas well connected by highways to the city of Buenos Aires. Several aspects of this private urbanization, some of them intrinsic to certain urban lifestyles, produce a disruption of natural ecosystem services, especially at the interface among the Paraná River Delta, the pampean system and the estuary of the Río de la Plata. The most affected services are hydric regulation, soil fertility and biodiversity. In addition, the consumption and mobility patterns of this model of urbanization have ecosystemics implications in the energy flow, water cycle and waste flow.

Key words: ecology, ecosystem service, metabolism, gated communities, metropolitan area.

La Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA) manifiesta procesos territoriales que la literatura internacional atribuye al “urbanismo difuso”, basado en un modelo de urbanización de gran extensión geográfica y una baja densidad. Se trata específicamente de las urbanizaciones cerradas que son recintos habitacionales que se desarrollan en el periurbano bonaerense, conectados a través de autopistas con acceso a la Ciudad de Buenos Aires, y también, asociados a corredores fluviales de los ríos Paraná y de la Plata[1].

Las mejoras de la infraestructura vial y las posibilidades de expansión de diversas zonas dieron lugar a un modo de producción espacial inusitado, al punto de signar la fase más reciente de urbanización metropolitana. El auge de la urbanización cerrada como modelo residencial comienza a fines de la década de 1970, pero explota durante la década de 1990 debido a varios factores de orden político, económico, cultural, incluso ambiental. Hay que agregar, que el crecimiento económico del país desde el 2003 produjo un repunte muy significativo de urbanizaciones cerradas. Este proceso que Torres (1998) llamó “suburbanización de las elites”, comenzó relativamente tarde en comparación con otras ciudades de América Latina o Estados Unidos, pero en poco tiempo tuvo un crecimiento importante.

Las características específicas de su desarrollo histórico han dejado una fuerte impronta en la estructura territorial, y se agudizan hoy por los rasgos actuales del mercado de la vivienda (y del suelo), del trabajo y la movilidad. Para tener una aproximación territorial del fenómeno se sabe que existe un total de 540 urbanizaciones cerradas, que comprende una superficie de aproximadamente 500 km2, algo así como dos veces la superficie de la Ciudad de Buenos Aires, donde apenas residen 50.000 familias. Los partidos de la zona Norte registran la mayor cantidad de urbanizaciones cerradas: Pilar (133), Tigre (71), Escobar (45) y San Isidro (39) (Figura 1).

 

Figura 1. Urbanizaciones cerradas en la Región Metropolitana de Buenos Aires.
Fuente: elaboración propia en base a Departamento SIG - Dirección Provincial de Ordenamiento Urbano y Territorial, 2007.

 

Ahora bien, las urbanizaciones cerradas se ofertan en constantes campañas de difusión realzando imaginarios de grupos sociales que quieren vivir en una suerte de urbanismo verde, próximos al campo y en conexión con la naturaleza. En la Región, aunque es la llanura el paisaje predominante, el encuentro con el delta y el estuario rioplatense origina una diversidad de ambientes en la que se asocian suelo, vegetación y fauna únicos. Es en ese ecotono donde se desarrollan las lógicas del urbanismo privado, fundamentalmente por los valores paisajísticos de localización.

En los últimos años se ha abordado de manera sectorial la temática de los barrios cerrados, fundamentalmente desde un enfoque político y social. Sin embargo, se evidencia la ausencia de un análisis que revele verdaderamente qué tan ecológico es el despliegue de este tipo de urbanismo sobre el territorio, qué presión se ejerce sobre los recursos naturales y con qué modo de apropiación del entorno, en síntesis ¿cuál es su impronta ecológica?.

El trabajo se inscribe en la disciplina Ecología Urbana, cuya base epistemológica radica en el estudio de la ciudad como un ecosistema (Di Pace et al, 2005a). La impronta del urbanismo privado se refiere a las implicancias ecológicas del fenómeno de las urbanizaciones cerradas, cuyos efectos se manifiestan en dos dimensiones de análisis: la alteración de los servicios ecológicos y el aumento del metabolismo urbano.

La primera de las dimensiones de interés refiere a los “servicios ecológicos” que se manifiestan en los ámbitos de las cuencas hídricas. En este sentido, se verifica que el urbanismo privado no sólo avanza sobre terrenos de vocación agrícola y ganadera, sino que genera una fragmentación de áreas con elevado valor natural, que cumplen funciones de equilibrio territorial. Esta insularización a lo largo del tiempo simplifica ecosistemas, cuyos efectos repercuten en el funcionamiento del ‘sistema pampa-delta-río’, con incidencia relevante en el mantenimiento de los servicios: suelo fértil, regulación hidrológica y refugio de biodiversidad, principalmente evidente en la cuenca baja del Río Luján, del Bajo Paraná y corredor rioplantense de la zona sur.

La segunda dimensión de análisis está referida a los efectos del urbanismo privado en el “metabolismo urbano”. Desde esta perspectiva interesa el intercambio de materia y energía que establece la ocupación territorial dispersa de las urbanizaciones cerradas en relación al conjunto del sistema metropolitano, reconociendo ya no sólo la alteración de los servicios ecológicos mencionados, sino la dependencia energética de los modelos de movilidad en los que se basa este tipo de urbanismo, así como la presión del consumo de agua y la pauta de generación de residuos.

La metodología de análisis se centra en el concepto de sistemas complejos (García, 2006) como esquema de aproximación al planeamiento metropolitano, identificando los principales elementos, sus límites e interacciones. Mediante el uso de la herramienta de los Sistemas de Información Geográfica (ESRI, 1996), se integran las variables territoriales que distinguen al fenómeno de las urbanizaciones cerradas, constatando algunos criterios de manejo de paisaje, a escala local y global, que dan cuenta de la provisión de los servicios ecológicos y su aplicación en el ámbito urbano y periurbano. Además, desde un enfoque termodinámico, se identificaron una serie patrones del metabolismo de las urbanizaciones cerradas.

Como resultado de este análisis se mapearon aquellas cuestiones del urbanismo privado que pueden ser asumidas como los dilemas ecológicos. Se identifican aquellas áreas geográficas con valor natural y vocación vernácula instalando los principios que permiten definir y defender un urbanismo que tienda a ser más sustentable, y en función de ello, se focalizan algunas estrategias fundamentadas desde la ecología urbana que pueden aplicarse al contexto metropolitano, objeto de esta investigación.

El urbanismo privado altera los servicios ecológicos esenciales

La valoración del territorio se realiza muchas veces sobre la base de las distintas formas de apropiación del paisaje. El concepto de servicios ecológicos (Costanza et al, 1997) relaciona aquellos beneficios para la sociedad derivados de recursos naturales, funciones ecosistémicas y atributos paisajísticos. Expresa los mecanismos de valoración que regulan y mantienen la estabilidad del paisaje a través de procesos fundamentales de la naturaleza (la depuración de las aguas, el balance de la bioproductividad, el valor escénico, entre otras). En las últimas décadas el urbanismo privado no sólo avanzó sobre los terrenos de aptitud agrícola y ganadera, sino que ha generado fragmentación de áreas con elevado valor natural, que cumplen funciones de equilibrio territorial, especialmente evidente en la zona del valle de inundación de la cuenca baja del Río Luján.

La expansión urbana consume suelo fértil

La Región Pampeana es una gran llanura loesica que representa un recurso natural fundamental para el despliegue productivo del país. Se trata de una estepa herbácea con temperaturas benignas para el desarrollo agrícola, lluvias repartidas durante todo el año y suelos profundos con un alto contenido de materia orgánica. En la Provincia de Buenos Aires el potencial productivo del suelo fértil es excepcional y es considerado como recurso natural irreemplazable por su aptitud para cultivos agrícolas.

El llamado “cinturón verde” está conformado por una trama de quintas y huertas familiares, y otras de características más empresariales, que rodean a las grandes ciudades (espacio periurbano) cuya producción se destina especialmente a verduras de hoja y hortalizas de estación. La lógica de localización de estas actividades altamente intensivas en el uso de los factores de la producción (tierra, trabajo y capital), responde a su cercanía geográfica con respecto a los grandes centros urbanos, aprovechando intersticios o zonas de vacancia para establecerse.

Desde un punto de vista económico, este cinturón cumple las funciones de abastecimiento alimentario a la población de la ciudad (Di Pace et al, 2005b). Pero además, es en estas áreas donde se intensifican algunos procesos ecosistémicos básicos tales como el ciclo biogeoquímico, el ciclo del agua, la transformación de nutrientes, la productividad biológica, entre otros.

El cinturón verde en la RMBA refiere a la horticultura de proximidad llevada a cabo históricamente por migrantes de orígenes diversos: españoles, italianos, portugueses y, actualmente bolivianos (Barsky, 2005). Los últimos censos hortícolas y agropecuarios muestran una relevante heterogeneidad de cultivos a campo y bajo cubierta.

El Censo Hortiflorícola de la Provincia de Buenos Aires relevó 592 hectáreas en horticultura en el año 2005. De las cuales: 352 hectáreas se destinaban a la producción de hortalizas de hoja (predominan acelga y lechuga criolla), 167 a hortalizas de flores, frutos y tallos (predominando frutilla, zapallo y tomate), 49 a crucíferas (brócoli y repollo) y 24 a hortalizas pesadas y de raíz (remolacha) (INDEC, 2006). Hay que destacar que, en los últimos 25 años, la migración boliviana le ha dotado de una impronta cultural y espacial particular al cinturón verde. Se estima que el 40 % de los horticultores de la Región Metropolitana son actualmente de ese origen (Benencia y Quaranta, 2005).

La pérdida de suelo fértil debido a la expansión urbana es un tema de preocupación en la política de manejo del suelo. El caso del sistema pampeano es de relevancia ya que se desarrollan importantes ciudades de la Argentina como Buenos Aires, La Plata y las del Eje Fluvial Industrial, asentadas sobre el soporte edáfico de mayor capacidad productiva. En este sentido, los trabajos de Buzai, Morello y Matteucci (Matteucci et al, 2006) en base a los datos del Atlas de Suelo del INTA (1995), revelan que la nueva urbanización se desarrolla fundamentalmente ocupando estos suelos que presentan aptitud agrícola excepcional.

Esta pérdida se comprueba en los guarismos que proporciona Benencia y Quaranta (2005). En la actualidad, la estructura agraria de la RMBA se compone de poco más de 4.000 Establecimientos Agropecuarios (EAPs), que abarcan una superficie total de 606.479 ha, con una superficie media de 144,4 ha. La mayor concentración de emprendimientos (55,7 %) y de la superficie de la tierra (52 %) se encuentra localizada en la Zona Sur (Cuadro 1, Figura 1).

 

Cuadro 1.
Explotaciones y superficie agropecuaria en la RMBA

Zona

Año 1988

Año 2002

EAPs

Superficie

Superficie media

EAPs

Superficie

Superficie media

ha

%

ha

%

Sur

3586

474.540

50,0

132,3

2340

316.068

52,1

135

Oeste

2020

232.261

24,5

114,9

973

146.009

24,1

150

Norte

2843

241.642

25,5

84,9

885

144.402

23,8

163,1

Total

8449

948.443

100

112,3

4198

606.479

100

144,4

Fuente: INDEC, Censos Nacionales Agropecuarios 1988 y 2002.

 

Si se compara la situación en 2002 con la información que provee el Censo Nacional Agropecuario de 1988, se aprecia una caída importante (-36 %) de la superficie destinada a horticultura de proximidad. En 2010 se estima que la tendencia siguió en aumento, es decir, cada vez menos superficie del periurbano se destina a esta actividad.

A su vez, se registró un proceso de reducción de emprendimientos (-50,3 %) en el período analizado, pero se observa un claro proceso de aumento del tamaño medio de las explotaciones, ya que la superficie media de los establecimientos pasa de 112,3 ha en la primera fecha, a 144,4 ha en 2002. Éste es más visible en la Zona Norte donde se pasa de una superficie media de 84,9 ha a casi el doble 163,1 ha. En este sentido, la Zona Sur es la que sufre menos cambios en el período; en tanto que en la Oeste los valores correspondientes están alrededor de la media. A través de la década del noventa se observa una caída de los establecimientos y de la superficie agropecuaria; sin embargo, en torno de la Ciudad de Buenos Aires existen todavía, a pesar del avance de la urbanización.

La aplicación de Buzai y Baxensale (2006) a través del uso de la tecnología SIG, permite analizar la evolución del urbanismo privado según la capacidad de uso de la tierra, logrando medir las consecuencias ecológicas en el paisaje. La Figura 2 diferencia las siete Unidades Cartográficas (UC) de los suelos del sistema pampeano (INTA, 1995), incluyendo un sector de los suelos del Delta del Paraná.

Por su parte, el Índice de Productividad (IP)[2] se interpreta como una proporción del rendimiento máximo potencial de los cultivos más comunes de la Región. La diferencia entre el valor 100 y el IP indica el porcentaje de disminución experimentado en los rendimientos máximos debido al efecto de una o más variables (Nakama, 1996, en Buzai op cit).

 

Figura 2. Expansión urbana y capacidad de uso de la tierra.
Fuente: elaboración propia en base a Buzai (1998).

 

La Figura 2 muestra que el consumo de suelo fértil de las urbanizaciones cerradas está muy extendido y agrupa suelos con elevado IP. En concordancia con lo presentado en el Cuadro 1, la mayoría de las urbanizaciones y la gran cantidad de suelo ocupado, se encuentra localizada en la Zona Norte con una pérdida de suelo de 17.196 hectáreas (58,7%) en contextos de la pampa ondulada. En la Zona Oeste el consumo de suelo representa 4.544 hectáreas siendo la que menor incidencia tiene (15,5%); en tanto que en la Zona Sur con aptitud de suelo ganadera propia de la pampa deprimida, el consumo es de 7.548 hectáreas, con valores muy significativos (25,8%).

Esta dinámica es debido a las presiones inmobiliarias que repercuten en la disminución de la rentabilidad de la actividad agropecuaria frente a los desarrollos urbanísticos. La incidencia de esta ocupación urbana por la degradación y destrucción del potencial productivo de los sistemas agrícolas y naturales es prácticamente irreversible, especialmente para la horticultura de proximidad.

La ocupación urbana en los valles de inundación altera el comportamiento hídrico

Los ríos de la Región son típicos de llanura: se caracterizan por una topografía relativamente plana y uniforme, cuentan con meandros y el agua escurre lentamente. Sus cauces presentan amplios valles de inundación y están asociados a humedales Las inundaciones son eventos naturales y recurrentes en estos ríos, resultado de lluvias fuertes y/o continuas.

Los humedales incluyen una amplia variedad de ecosistemas, que comparten una propiedad que los diferencia de los ecosistemas terrestres: la presencia predominante del recurso agua. Su sustrato permanece con agua durante importantes períodos del año; son sistemas de transición entre ámbitos terrestres y acuáticos debido a la posición geográfica que ocupan , y también al volumen de agua que almacenan y a los procesos que en ellos se desarrollan (Cowardin et al, 1979).

En la interfase pampa-delta de los ríos Luján y Reconquista, incluso en el frente ribereño de la zona sur, el pulso de inundación representa la variable ambiental dominante que influyó históricamente en la determinación de los usos del suelo. Los procesos hidrológicos que ocurren en los humedales, la diversidad biológica que sustentan y los recursos naturales que proveen, determinan que estos ambientes brinden diferentes beneficios para la comunidad. Ese carácter de inundabilidad es la esencia e identidad dado que sobre éste se modelan las actividades y las construcciones, adquiriendo un valor cultural para la población residente y visitantes de esas zonas.

Los sitios de emplazamiento del urbanismo privado tienen diferentes características desde el punto de vista topográfico. Si bien la mayoría de las áreas urbanizadas se encuentran en cotas de más de 15 metros de altura, muchos desarrollos inmobiliarios, y en particular los más recientes, han sido localizados en las cotas inferiores de 5 metros, o sea, en zonas inundables e incluso humedales. La posibilidad de urbanizar esas grandes parcelas ubicadas a minutos de la Ciudad de Buenos Aires, supuso transformar esas tierras para usos urbanos.

La normativa actual prohíbe realizar fraccionamientos (loteos) por debajo de la cota 3,75 m pero no regula las cuestiones referentes a la modificación de la cota y relleno de bajos inundables. Empresas especializadas en obras hidráulicas se concentraron en obras de refulado y relleno como operatorias para el acondicionamiento de tierras para urbanizar. No obstante, la transformación de tierras bajas no hubiera sido posible sin obras (públicas) de control de inundaciones. Estas obras proporcionan condiciones hidráulicas que posibilitan, en una primera instancia, urbanizar esas áreas

Los bajos están sometidos normalmente a oscilaciones de nivel freático aunque también pueden recibir aportes de las crecientes del río Paraná o de repuntes del río de la Plata. A esto se suma el fenómeno conocido como sudestada: los vientos del sudeste que taponan la desembocadura del Río de la Plata, coincidiendo con fuertes lluvias sobre el territorio, ponen en crisis la capacidad del sistema hidráulico metropolitano dando lugar a inundaciones sobre una parte considerable del área urbana. De manera que el humedal es todo un sistema de regulación de excesos hídricos, para los episodios extraordinarios de precipitaciones intensas, e inversión del flujo del régimen mareal, que son contenidos y luego liberados gradualmente por lentos flujos en manto y por infiltración a la napa, especialmente en circunstancias de sudestada (Fernández, 2002).

La “regulación hidrológica” es un servicio ecológico alterado por el urbanismo privado, debido a distintas modificaciones que se producen en los humedales. La modificación ambiental que genera la expansión urbana es el rediseño topográfico e hidrológico, e incluso la configuración de nuevas modalidades de presentación espacial de pulsos de inundación. En la Figura 3 se superpone la localización de las urbanizaciones cerradas y las cotas topográficas; se observa que un gran número están asentadas en zonas inundables (cota menor a 5 metros sobre el nivel del mar), principalmente en las cuencas del río Luján y Reconquista.

 

Figura 3. Urbanizaciones cerradas y topografía.
Fuente: elaboración propia.

 

El desarrollo de las urbanizaciones cerradas niega la inundación; impone una concepción hídrica que implica dotar mayor capacidad a la función drenaje, privilegiando el flujo unidireccional característico de períodos de estiaje y crecidas normales. La rectificación y canalización del cauce de ríos y arroyos profundiza el curso, activando los drenajes y favoreciendo la desecación de áreas bajas que formaban parte de su llanura aluvial, que hoy son objeto de desarrollos de urbanizaciones.

Los beneficios de la función reguladora que se pierden son muy evidentes si se considera los perjuicios que las grandes inundaciones provocan en general en las cuencas metropolitanas, y en particular en los asentamientos más cercanos al desarrollo inmobiliario elevado topográficamente, debido a que recibe el excedente hídrico. En forma significativa aumenta la escorrentía de ríos y arroyos (durante las lluvias los cursos superficiales reciben mayores caudales de agua y en un tiempo menor), se pierde la ovoposición de algunos peces, se modifica el ciclado de nutrientes, entre otros procesos (Herrero y Fernández, 2008). Se produce una reestructuración del sistema inundable que modifica características singulares del sistema productivo y biodiverso regional.

El relleno de los valles de inundación y de otras áreas deprimidas hasta alcanzar la cota requerida por la normativa, así como la construcción de los accesos viales, significó el movimiento de millones de m3 de suelos. En mayor medida, el suelo se obtuvo de excavaciones profundas efectuadas en el interior de los barrios cerrados, conformando lagos artificiales. En otros casos, las excavaciones se realizaron en predios cercanos, lo que produjo un paisaje de cavas abandonadas en los alrededores. Otra proporción de los suelos se sustrajo de las islas del Delta y del dragado del Río Reconquista (Ríos y Pírez, 2008). Cada una de estas operaciones tiene diversos impactos locales e incluso en detrimento de las urbanizaciones que las generan[3].

La conformación de lagos artificiales y cavas afecta de manera directa a la calidad del recurso hídrico subterráneo por constituir focos de ingreso de contaminantes. En estas zonas el acuífero freático se encuentra a profundidades someras por lo tanto las excavaciones provocan el afloramiento de la napa. El nivel freático fluctúa según los períodos de exceso o déficit hídrico y dependerá de la profundidad de la excavación en qué manera se vincule con el freático. Tanto el afloramiento del agua subterránea en las cavas como en los lagos genera un aumento de la vulnerabilidad del acuífero a la contaminación, debido fundamentalmente a la ausencia de la capa protectora, el suelo extraído, que actúa como filtro y retención de contaminantes.

Se banaliza el paisaje y se pierde biodiversidad

La Región tiene una singularidad geográfica con un alto valor de “biodiversidad”: se encuentran especies, ecosistemas y paisajes de características tropicales y subtropicales en un contexto austral y templado. Aunque es la llanura el paisaje predominante de la Región, el encuentro de esta llanura con el sistema fluvial, deltaico y estuarino, origina una diversidad de ambientes con variedad geomorfológica a la que se asocian suelos y vegetación propios. Es lo que Morello (2000) denomina encrucijada biogeográfica, en la que aparecen ecosistemas de la Selva Austrobrasileña o provincia biogeográfica Paranaense, del Delta, del Espinal y de la regiones Chaqueña y Pampeana. Esta particularidad permite a muchas especies subtropicales-tropicales, configurar su límite austral en las llanuras aluviales de los tributarios del Paraná y en el litoral del estuario del Río de la Plata. En el ecotono pampeano-deltaico, con un alto valor de biodiversidad, es donde se aglutina el urbanismo privado, fundamentalmente por los valores paisajísticos de localización.

La urbanización de la línea de ribera a lo largo del tiempo simplifica paisajes cuyos efectos repercuten sobre el funcionamiento del sistema ecológico regional. En el Bajo Delta, las distintas modificaciones antrópicas observadas han favorecido el establecimiento de neoecosistemas: áreas abiertas o arboladas, seminaturales, en las que las especies vegetales dominantes o más frecuentes son especies exóticas invasoras, mientras que las especies acompañantes son nativas (Morello et al, 1999). Si bien sus márgenes se encuentran invadidos por vegetación exótica, en especial la Acacia Negra (Gleditsia triacanthos)[4], presenta grandes superficies de aprovechamiento para el desarrollo de la biodiversidad (Garay, 2009). Una de las zonas más amenazadas es el Corredor de Biodiversidad del Río Luján, que conecta valiosas áreas rurales, naturales e importantes centros urbanos de la zona norte en la pampa ondulada.

En las áreas agrícolas periurbanas, la biodiversidad depende en gran parte del mantenimiento de un sistema de setos vivos entre los cultivos. Los arroyos Pinazo y Escobar, los arroyos Garín, Claro y Las Tunas, son afluentes de importante valor conector entre zonas urbanizadas de la zona norte de la Región y el Delta del Paraná que hoy aglutinan la mayor cantidad de emprendimientos de la Región.

El paisajismo del urbanismo privado provoca en los procesos naturales una selección de organismos. El modelo de parquización fragmenta el territorio generando manchones que reducen y destruyen biodiversidad nativa. Una característica es la introducción del césped de jardín y el arbolado exótico con mantenimiento basado en el uso de herbicidas, fertilizantes y plaguicidas químicos. La heterogeneidad de ambientes, es necesaria para aquellas especies que requieren zonas distintas para cubrir diversas funciones, como refugio, alimentación, descanso y reproducción; situación que suele agravarse cuando condiciones climáticas o plagas, anulan la capacidad de algunos de estos ambientes. El avance de la impermeabilización del suelo, su esterilización y la construcción de barreras ambientales, producen la “banalización” de la flora y la fauna, con el consiguiente deterioro del sistema hasta su desaparición (Garay, 2007).

La dispersión del urbanismo privado aumenta el metabolismo urbano

Hay una segunda dimensión de análisis referida a otro de los efectos ecológicos de las urbanizaciones cerradas: el “metabolismo urbano”. Desde esta perspectiva, interesa el intercambio de materia y flujos de energía que se establece entre un asentamiento urbano y su contexto geográfico. Su análisis es fundamental para comprender las mediaciones entre los procesos sociales y materiales.

En este caso, la ocupación del urbanismo privado reconoce efectos ya no sólo en el consumo excesivo de suelo, sino en los modelos de movilidad (que incrementan el consumo de energía), así como en los estilos de vida que aumentan el consumo de agua y la generación de residuos inorgánicos. Los procesos metabólicos de este modelo de urbanismo está condicionado básicamente por dos situaciones: una, por características particulares de su desarrollo histórico que han dejado una fuerte impronta en su actual estructura territorial y, otra, por los rasgos específicos del mercado de la vivienda (y del suelo), del trabajo y la movilidad.

Históricamente, la envolvente urbana evolucionó como tentáculos basados en patrones de urbanización previsibles: son las líneas de ferrocarril las que organizan el proceso de crecimiento urbano y en torno a las estaciones del tren se desarrolla la estructura de centros. Este patrón fue de la mano de la geografía -la costa y las cuencas- y de las infraestructuras del transporte - el ferrocarril y el vial-, llegando a configurar un modelo radial. Pero las mejoras de la infraestructura vial a través de autopistas, rompen esta estructura urbana: la industria de la construcción y automotriz y los agentes inmobiliarios y bancarios, en las últimas décadas han dinamizado y acelerado la actividad de la construcción de urbanizaciones y la venta de automóviles.

Las posibilidades de desarrollo en la periferia de la aglomeración urbana dieron lugar a la urbanización de diversas zonas no sólo asociadas a áreas rurales y naturales sino intersticios no urbanizados, desplegando un tipo de urbanismo disperso, con un tejido urbano de baja densidad y subordinado al uso del auto. Este urbanismo desarrolla sus propios servicios urbanos, deportivos, comerciales, etc. en un intento de construir un poblado independiente. Es un urbanismo con altos costos de urbanización (luz, agua, cloaca, gas, recolección de residuos, etc.), debido a que prorratea la dotación de los servicios con un patrón de asentamieto de muy baja densidad: entre 2 y 50 habitantes por hectárea, no conformando las economías de escala de otros modelos de urbanismo de patrón más compactos y próximos.

Energía

El consumo de energía en el sistema metropolitano depende de los modelos de movilidad y de las tipologías edificatorias (iluminación, calefacción, refrigeración, etc.), entre otras cuestiones. El modelo metabólico se basa en el consumo mayoritario de energías no renovables como los combustibles fósiles. En Argentina, el 83% de la refinación anual de petróleo (entre todo sus derivados) se distribuyó en combustible para el transporte: un 61% fue gasoil y un 22% nafta (INDEC, 2007).

El crecimiento histórico de la periferia ha acentuado la división en usos y funciones del territorio en urbanizaciones aisladas, que supone una movilidad obligada a los centros de trabajo, donde la mayor parte de los desplazamientos deban hacerse en medios motorizados, que en los inicios el tren tuvo un papel fundamental pero actualmente existe una gran dependencia del vehículo particular. Por este motivo, el consumo energético del transporte va creciendo, manifestándose actualmente como el principal consumidor de energía del conjunto: industria, comercio y residencia.

Es posible constatar que la dispersión de los flujos y el alargamiento de las distancias de la mano de una oferta deficiente de transporte público, han provocado una individualización de los desplazamientos tanto de personas como de mercancías, siendo el automóvil el que tiene mayor participación modal (Figura 4).

 

Figura 4. Participación modal del transporte en la RMBA, 1970 - 2007.
Fuente: elaboración propia en base a Estudio Preliminar de Transporte de la Región Metropolitana (EPTMR), 1972; Plan Urbano Ambiental Tomo 4, 1998; y Secretaría de Transporte de la Nación.

 

Por otra parte, el consumo energético del urbanismo privado depende de los modelos edificatorios basados en los estilos de vida anglosajones. Las tipologías edilicias dominante de las urbanizaciones cerradas tienen una relación de superficie/habitantes notables comparado a otras tipologías más tradicionales. Lo cual supone mayores requerimientos energéticos para la calefacción en invierno (con gran consumo de gas) y para la refrigeración en verano (con alto consumo eléctrico). Tampoco se contemplan en la etapa de construcción el concepto de “Green Building”; que se basa en la selección de materiales para la construcción con bajo impacto extractivo y considera en el diseño de la vivienda y selección de materiales aspectos como: la eficiencia energética, el ahorro de consumo de agua y valoración la biodiversidad, evitando, en lo posible, la simplificación del paisaje.

Agua y saneamiento

Es importante considerar a las entradas (captura de agua) y salidas (descargas de aguas servidas) de las urbanizaciones cerradas como un sistema.

El agua es un recurso limitante y se ha convertido en un factor clave en el consumo residencial de los tejidos dispersos. En la misma línea de reflexión que la de energía también se produce un mayor consumo de agua, ya que los estilos de vida asociados al urbanismo privado así lo requieren (piscinas particulares y las de los clubes, riego de jardines y de grandes extensiones de áreas parquizadas, etc.) Respecto al agua destinada al consumo, la dispersión urbana obliga a realizar sistemas de dotación basados en perforaciones domiciliarias o autónomos, a diferencia de los sistemas centralizados del sistema metropolitano.

El abastecimiento se realiza a partir de la creciente explotación de agua subterránea proveniente principalmente del Acuífero Puelche[5]. La producción de agua de origen subterráneo se extrae a través de perforaciones, ya sea en forma puntual o en forma de baterías.

Respecto al saneamiento, las descargas de aguas servidas (excretas, vertidos de las cocinas, de las duchas, etc.), son volcadas a pozos ciegos con cámaras sépticas o son tratadas dentro de cada urbanización cerrada previo al vuelco a curso de agua superficial.

Para el caso que se capta agua y tratan descargas de manera particular, es decir en la misma vivienda, se presenta una combinación que genera importantes impactos que se registran en los acuíferos: reducción de las reservas y consecuentemente sobreexplotación en algunos casos. Asimismo como en su mayoría la gente no cuenta con red cloacal que supone un tratamiento de las excretas, tanto este acuífero como el superior (Pampeano) reciben contaminación orgánica. Asimismo habrá que tener en consideración otra variable que puede producir un impacto de contaminación de los acuíferos y es la construcción de las captaciones domiciliarias, éstas se logran sólo si se utilizan cañerías y se realiza la cementación para la aislación del agua freática (Herrero y Fernández, 2008).

El consumo de agua, a nivel regional, es en promedio mayor a los 600 litros/habitante/día, (una dotación mucho más alta, comparativamente, con otros países de América Latina o Europa). El uso racional del agua basado en la eficiencia en el uso doméstico se presenta como requisito necesario para la planificación urbana. La explotación aumenta, y aunque el recurso parece inagotable con respecto a otras regiones, el despilfarro está comprometiendo la calidad y la reserva de los sistemas hidrogeológicos.

Residuos

Respecto a la cuestión de los residuos, se sabe que el 40% de los residuos totales de Argentina se generan en la RMBA en donde vive el 35% de la población, de los cuales 12.600 toneladas se producen diariamente como residuos domiciliarios. Es decir, alrededor de 1 kg/hab/día (940 gr/hab/día en el año 2004) disponiéndose bajo el esquema de relleno sanitario en la periferia (Fernández y Herrero, 2008). Históricamente existe una correlación entre el nivel socio-económico y la generación de residuos, que en los grupos asociados al urbanismo privado es de los más altos en la pirámide social.

En el actual esquema de gestión de los residuos, el costo económico principal, más que la disposición, lo constituye el transporte (automotor) de la recolección, que tiende a encarecerse debido al incremento de la distancia a los centros de disposición final, al incremento del costo de los equipos de recolección domiciliaria y el costo de peajes. La mayoría de las urbanizaciones cerradas la recolección tiene una gestión autónoma al sistema de gestión pública metropolitana, que recae en los Municipios. La dispersión urbana encarece sustancialmente la recolección debido a los costos de transporte, al tiempo que propicia el desvío de flujos clandestinos generando la proliferación de basurales a cielo abierto en la periferia.

En los hechos, la disposición final de residuos ha entrado en una fase crítica a medida que se colapsan los rellenos, en un contexto de presión social del entorno barrial para expulsar estos centros de tratamiento fuera de la Región. El cierre del frente de Villa Dominico (Avellaneda) y la definición de plazos para cerrar el de Ensenada y González Catán (La Matanza) agravan esta situación, siendo el relleno Norte 3 (Tres de Febrero) el más grande de todo el sistema metropolitano en disponer los residuos (Fernández y Herrero, 2008).

La dispersión del urbanismo privado, al ritmo de las nuevas pautas de consumo que aumentan la generación de residuos, significa un círculo perverso, ya que no permite la proximidad necesaria para hacer más eficiente el sistema de recolección, especialmente la selectiva. Se plantea el interrogante sobre cómo organizar los flujos residuales para reducir su generación y evitar el destino a vertedero clandestino.

Conclusiones. Planificar la complejidad: aportes de la ecología urbana

En la Región se desarrolla un tipo de urbanismo privado dirigido a clases media-altas y altas; desarrolladores privados promueven recintos habitacionales generalmente sobre tierra agro-ganadera, áreas naturales o intersticios metropolitanos. La condición de llanura bonaerense permite esta ocupación extensiva, al tiempo que se verifican grandes superficies de vacancias en áreas ya urbanizadas.

El mercado impone nuevos productos y gestiona a partir de la detección de grietas en el sistema burocrático para evitar el cumplimiento de normativas elementales, con el objeto de apropiarse de la diferencia de valor del suelo lograda a partir de “urbanizar” predios rurales sin ejecutar obras de infraestructura acordes al uso de naturaleza urbana. Un inventario elaborado por la Dirección Provincial de Ordenamiento Urbano de la Pcia. de Buenos Aires (2007), reconoce en la actualidad que sólo 275 de las 540 urbanizaciones preexistentes, se encuentran registradas en los organismos competentes del ordenamiento territorial provincial. Hay fallas en el sistema burocrático administrativo por problemas de coordinación y compatibilidad entre las actuaciones de los distintos Organismos Provinciales que intervienen en la aprobación de los proyectos (Dirección Provincial de Ordenamiento Urbano y Territorial, Asuntos Municipales, Geodesia, Organismo Provincial de Desarrollo Sustentable -OPDS-, Autoridad del Agua -ADA-, Catastro; entre otros.) y de ellos con las municipalidades.

El panorama actual marca un excesivo acervo de emprendimientos y lotes con relación a la demanda. Se verifica una sobreoferta y una parte de la misma se localiza en sitios ecológicamente inadecuados: sólo en la periferia, el catastro y el planeamiento registran más de 30.000 lotes vacantes puestos en el mercado, pero se estima que cerca de 10.000 lotes en urbanizaciones de las que poco se conoce. La paradoja es que hay un mayor crecimiento de la superficie de suelo urbanizable que la del propio suelo urbano (con infraestructura). Muchos emprendimientos no se han consolidado o están condenados al fracaso e implican un compromiso territorial y problemas de difícil reversión derivados de la poca probabilidad de consolidación y sus consiguientes conflictos ambientales por no ejecución de obras de infraestructura, problemas de sustentabilidad económica de la urbanización y baja calidad de vida para los escasos residentes.

El urbanismo privado consolida un tipo de tejido poco denso, con baja proximidad, que genera no sólo segregación urbana, sino un desencadenante de problemas ambientales vinculados con el consumo de energía, agua y suelos. Así, esta nueva urbanización altera servicios ecológicos (regulación hidrológica, la fertilidad de suelo pampeano y la biodiversidad asociado al pastizal pampeano, bosque de talares y selva marginal) esenciales de las cuencas, especialmente en la interfase (ecotono) de los sistemas pampeano-deltaico-rioplatense.

La demanda de superficies extensas se satisface ocupando suelos que poseen alto valor ecológico y sistémico. Muchas de las urbanizaciones cerradas se desarrollan en zonas reconocidas por la fertilidad del suelo y que podrían formar parte del cinturón verde con producción hortícola de proximidad; otras se encuentra ocupando áreas de humedales y valles de inundación que han perdido sus funciones luego de ser rellenadas y modificadas las cotas.

Actualmente las urbanizaciones están avanzando en las zonas de las islas del Delta, con megaproyectos que alteraran este sistema. Existe una gran preocupación de los pobladores isleños ya que pueden verse afectadas sus actividades productivas y su patrimonio cultural basado en una estrecha relación y reconocimiento del río y sus dinámicas.

Desde el punto de vista del metabolismo urbano, las urbanizaciones cerradas presentan patrones de consumo y movilidad con implicancias ecosistémicas en el flujo energético, el consumo del agua y los flujos residuales líquidos y sólidos. La estructura y funcionamiento de estos centros habitacionales se concibieron en base a una gran demanda de materiales y energía, es decir, este modelo de urbanización tiene asociada una impronta ecológica mayor a otras modalidades de ocupación presente en la RMBA.

Actualmente la preocupación energética está presente en la planificación urbana y se centra principalmente en las problemáticas referentes al cambio climático y agotamiento de los recursos naturales no renovables, siendo la prioridad atenuar la emisión de gases de efecto invernadero y disminuir el consumo de petróleo y sus derivados. Estas dos cuestiones son ignoradas por el urbanismo privado, como lo demuestra la fuerte dependencia del automóvil para movilizarse.

Por otra parte, estas urbanizaciones se caracterizan por un uso extensivo de agua y generación de altas tasas de residuos sólidos; ambas cuestiones son importantes desde el punto de vista de la presión que ejercen sobre los recursos naturales y por el modelo de autogestión que no contribuye al desarrollo de las zonas aledañas.

El urbanismo privado, detrás de una fachada de “urbanismo verde”, asociado a la naturaleza y el campo, revela la impronta material de un urbanismo anti-ecológico que expresa la insuficiencia de los instrumentos de planificación territorial. La ampliación del suelo urbano se da con la aparición de nuevas funciones urbanas, con características tales como la agudización de la segregación urbana, privatización de la ciudad e impacto ambiental. Esta tendencia actual muestra el aumento de conflictos, y en este sentido indican la necesidad de fortalecer al Estado y su capacidad de hacer políticas que orienten los procesos territoriales ante la respuesta del mercado del suelo que parece potenciar la irracionalidad ecológica de este urbanismo.

La incidencia de estos procesos plantea los siguientes interrogantes:

¿Son suficientes los instrumentos de la subdivisión del suelo y ordenamiento territorial (Ley 8912/77, Códigos de Zonificación de las municipalidades, Decreto 27/98, Ley 13.512, entre otras), para amparar jurídicamente desarrollos inmobiliarios que implican cambios hidrológicos, edafológicos y de biodiversidad de impacto regional en las cuencas del Río Luján y del Reconquista, de la Plata y zonas deltáicas del Bajo Paraná?

Dada la existencia de emprendimientos muy notables que implican una sobreoferta de suelo urbanizado: ¿es posible limitar la producción dilapidaria de loteos urbanos sobretodo en áreas de funcionalidad ecosistémica? Teniendo en cuenta la funcionalidad hidrológica, edafológica y de biodiversidad de esas zonas ¿es posible pensar en la incorporación de la figura “uso ecosistémico” en la planificación territorial actual?

La impronta ecológica del urbanismo privado plantea la necesidad de repensar un nuevo orden ecológico-urbano respecto al derecho a la ciudad. En este sentido, el urbanismo privado pone el acento en el mercado, o sea, en un tipo de apropiación del paisaje que valoriza (o desvaloriza) el territorio según posibilidades de incorporar amenidades, mientras que el urbanismo sustentable (Ecourbanismo) cuestiona este modo de producir “ciudad”. Este enfoque propone dejar de pensar en el urbanismo privado, un urbanismo segregado por grupos sociales semejantes, zonificado por usos y funciones homogéneos. Como consecuencia de ello, se va perdiendo la complejidad de la vida urbana, sustentada en la ‘afirmación’ de la diversidad, de lo próximo y lo accesible, así como de la cohesión social. En la atención de este planteo reconocemos la congruencia de los términos complejidad y sustentabilidad.

 

Notas

[1] Este trabajo fue realizado en el marco del proyecto “Problemática ambiental de la Cuenca del Río Luján. Manejo y gestión del recurso hídrico”, asentado en el Área de Ecología Urbana del Instituto del Conurbano de la Universidad Nacional de General Sarmiento y subsidiado por la ANPCyT PICT 04 1-20417.

[2] El Índice de Productividad (IP) está desarrollado en base a las ocho clases de suelo propuestas por el United States Department of Agriculture (USDA), que indica las limitaciones para el desarrollo de los cultivos.

[3] El caso más controversial es el destino de los lodos contaminados del canal aliviador del Río  Reconquista, que luego del dragado y refulado se utilizaron para rellenar los predios de Nordelta.

[4] “Esta especie por sus características morfológicas (espinas) y de crecimiento, forma bosques que dificultan el acceso y uso recreativos del río, afectan la diversidad natural del sitio y producen problemas hidráulicos, como favorecer la formación de diques.” Capello, Verónica, De la Peña, Carlos, “Propuesta de Manejo de la Acacia Negra (Gleditsia triacanthos) en la Cuenca del Río Luján”, Dirección Provincial de Preservación de la Biodiversidad, Secretaría de Política Ambiental, Gobierno de la Prov. de Bs. As., http://www.spa.gba.gov.ar, Enero 2007, pp.3.

[5] El acuífero semiconfinado Puelche, el más importante de Argentina por sus reservas, calidad, explotación actual y diversidad de usos, ocupa en la provincia de Buenos Aires unos 92.000 km2 y abastece en gran medida el Conurbano de Buenos Aires. La extracción intensiva del Acuífero Puelche ha sido responsable de la generación de amplios y profundos conos de depresión, abarcando en su máxima expansión una superficie aproximada de 750 km2 y alcanzando en su ápice el techo del acuífero (Auge et al, 1997).

 

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