Menú principal

Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XIV, núm. 343 (17), 25 de noviembre de 2010
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

EL PROYECTO DE JOSÉ MARÍA LÓPEZ PIÑERO EN TORNO A LA OBRA DE FRANCISCO HERNÁNDEZ, 1987-1997

José Pardo Tomás
Institución “Milá y Fontanals” – CSIC, Barcelona
pppardo@imf.csic.es

Recibido: 14 de octubre de 2010. Aceptado: 11 de noviembre de 2010.

El proyecto de José María López Piñero en torno a la obra de Francisco Hernández, 1987-1997 (Resumen)

El artículo pasa revista a los principales resultados del proyecto desarrollado por José María López Piñero en la década 1987-1997, orientado hacia la actividad científica española en relación con la historia natural y la materia medica americanas durante los siglos XVI y XVII. El autor, que fue miembro de ese grupo de investigación, destaca la aportación de López Piñero para un mejor conocimiento de la obra y la figura de Francisco Hernández (1515-1587).

Palabras clave: historia natural, materia medica, historiografía, México, Francisco Hernández (1515-1587).

López Piñero's research project on the work of Francisco Hernández, 1987-1997 (Abstract)

The text reviews the main outcomes of the research project developed by José María López Piñero from 1987 to 1997. The project dealt with the Spanish scientific activitiy on Natural History and materia medica in the XVIth and XVIIth centuries. The autor, member of the research group in these years, points out Lopez Piñero’s contribution to the work of Francisco Hernández (1515-1587).

Key words: natural history, materia medica, historiography, Mexico, Francisco Hernandez (1515-1587).


En 1987, José María López Piñero diseñó un proyecto de investigación que, bajo el título “La actividad científica española en relación con la materia médica y la minerometalurgia americanas y su influencia en la ciencia europea (s. XVI-XVII)”, planteaba el estudio de la producción científica española relacionada con la naturaleza del Nuevo Mundo durante los dos primeros siglos de la empresa colonial americana y su impacto en la ciencia europea de ese período, conocido entonces como “la era de la Revolución Científica”. El proyecto, financiado por el PLANICYT [PB87-0436], debía durar inicialmente tres años, hasta finales de 1991, y sumar los esfuerzos de diversos investigadores del entonces recién creado Instituto de Estudios Documentales e Históricos sobre la Ciencia, una institución mixta de la Universidad de Valencia y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, dirigida desde sus inicios por el mismo López Piñero y que proporcionaba una sólida base institucional a lo que durante más de dos décadas había conseguido aglutinar en torno a la Cátedra de Historia de la Medicina de la Universidad de Valencia. En los años siguientes, el proyecto fue renovado en dos ocasiones más, con los títulos de “Tradición y renovación en la ciencia española de los siglos XVI-XVII” (financiado por la DGICYT [PB90-0078] hasta septiembre de 1994) y “La contribución española a los inicios de la materia médica y la terapéutica modernas (siglos XVI y XVII)”, financiado asimismo por la DGICYT [
PS93-0012], hasta finales de 1997.

Durante prácticamente una década, pues, la dedicación investigadora de López Piñero estuvo principalmente orientada a los temas relacionados con la materia médica y la historia natural americanas, con el objetivo de poner en primera línea la influencia que la producción española en esas áreas había tenido en los saberes médicos y naturalísticos europeos durante la llamada Revolución Científica. Según su planteamiento, se trataba de una influencia decisiva, pero ensombrecida, historiográficamente hablando, debido a tres factores principales: la relativa debilidad de los estudios dedicados a la historia de la ciencia en España, desarrollados durante generaciones bajo el peso asfixiante de la “polémica de la ciencia española”; la escasa comunicación que hasta entonces se había producido entre las tres principales tradiciones historiográficas que se habían ocupado del asunto (la española, la mexicana y la italiana); y el preocupante desconocimiento que de esas tres tradiciones historiográficas mostraban la mayoría de los estudios que, por esos años finales de la década de los ochenta, se publicaban en lengua inglesa.

Bajo su dirección, se emprendieron diversos trabajos orientados al análisis de la producción científica española acerca de estos temas, a cargo de los diversos miembros del grupo. Además de dirigir u orientar estos otros trabajos, López Piñero reservó para sí el análisis de las obras de Nicolás Monardes y de Francisco Hernández.

Sobre el primero publicó, ya en 1989, la edición facsimilar de La Historia Medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales (1565-1574) (Madrid, Ministerio de Sanidad), acompañada de una extensa introducción (p. 9-74) en la que situaba la figura y la obra del  médico sevillano Nicolás Monardes como pieza esencial en la asimilación europea de las novedades medicinales y terapéuticas halladas en el Nuevo Mundo. Una versión de ese estudio introductorio se publicó en 1990, en forma de artículo en el volumen 42 (p. 3-68) de la revista Asclepio, con el título de “Las nuevas medicinas americanas en la obra de Nicolás Monardes”. Tras un concienzudo repaso a toda la producción historiográfica sobre Monardes, López Piñero diseccionaba los supuestos teóricos y metodológicos con los que Monardes había abordado el estudio de determinados remedios medicinales de procedencia americana, así como la forma en que fueron dados a conocer con la publicación de las tres partes de la Historia medicinal y la rápida y amplia repercusión editorial que esta obra tuvo en toda Europa.

Sin embargo, el análisis de la obra de Francisco Hernández dentro del marco general del proyecto planteaba un reto especialmente complicado. En primer lugar, por su tamaño: dejando aparte otros escritos del médico toledano (las Antigüedades de Nueva España, la traducción castellana de la Historia natural de Plinio, los escritos estoicos, etc.), considerando solamente su Historia natural de la Nueva España, Hernández reunió información acerca de más de dos mil plantas, más de un centenar de animales y varias docenas de minerales durante sus seis años de estancia en México, de 1571 a 1576. En segundo lugar, por la larga y accidentada historia editorial de la obra hernandina en Europa y en América; a diferencia de Monardes, Hernández no sólo no consiguió ver su obra publicada en vida, sino que a su muerte, en 1587, los volúmenes yacían inéditos en El Escorial desde hacía una década, ya que su publicación íntegra ya había sido descartada, al menos desde 1580, cuando Nardo Antonio Recchi, un médico napolitano al servicio de Felipe II, fue encargado de elaborar un “resumen publicable” de la obra, que dio lugar a una selección de los materiales (inferior a la cuarta parte del total) y a una reordenación de los mismos que pasaba por alto los esfuerzos de Hernández de dotar de una estructura original determinada al conjunto de su Historia natural de Nueva España. En tercer lugar, el análisis de la obra de Hernández representaba un reto también por la complejidad formal de la obra, escrita originalmente en latín, traducida por el mismo Hernández al castellano y hecha traducir al náhuatl, la obra conservaba toda la nomenclatura indígena (no sólo en náhuatl, sino también en otras lenguas mesoamericanas) para las plantas, animales y minerales; además, los textos iban acompañados de más de un millar de ilustraciones, cuyos originales se guardaron en El Escorial hasta su destrucción en el incendio de 1671, por lo que la reconstrucción de ese extenso aparato iconográfico debía hacerse a partir de las copias que, desde casi el mismo momento del regreso de Hernández a España comenzaron a circular de una forma u otra.

Precisamente a un episodio de esta circulación temprana de algunas copias de los dibujos hernandinos, dedicó López Piñero la primera publicación fruto de su esfuerzo en el proyecto general y con un material nuevo. Me refiero al libro titulado El Códice Pomar (ca. 1590), el interés de Felipe II por la historia natural y la expedición Hernández a América, publicado en 1991, con el número 37 de la colección de Cuadernos Valencianos de Historia de la Medicina y de la Ciencia, una serie fundada por él mismo en 1963 y publicada entonces por el mencionado Instituto de Estudios Documentales e Históricos sobre la Ciencia. Algunos años más tarde, el “Códice Pomar” sería publicado íntegramente en una espléndida edición a cargo de Vicente García Editores, bajo la dirección del propio López Piñero, pero en el libro de 1991 se trataba de señalar, por vez primera, la presencia de dibujos de plantas y animales procedentes de copias directas de los materiales hernandinos en poder de Felipe II.

La coincidencia de la financiación obtenida por el proyecto con diversas iniciativas públicas en torno a las celebraciones del “Quinto Centenario del Descubrimiento de América”, permitió dar salida a diversas publicaciones del grupo en torno al año 1992. En una de ellas, el libro colectivo Medicinas, drogas y alimentos vegetales del Nuevo Mundo. Textos e imágenes españolas que los introdujeron en Europa, publicado por el Ministerio de Sanidad, López Piñero dio a conocer un primer análisis de la obra de Hernández, dentro del capítulo titulado “Los primeros estudios científicos: Nicolás Monardes y Francisco Hernández” (p. 197-233), añadiendo una extensa antología de textos procedentes de la Historia natural de Nueva España (p. 237-292), además de siete reproducciones a color de láminas del Códice Pomar y la reproducción de algunos de los grabados de la edición que en 1651 se había publicado en Roma, basada en la selección de Recchi y con numerosos grabados de plantas y animales, hechos a partir de las copias de los dibujos originales de El Escorial que el médico napolitano había llevado consigo a Italia.

En ese momento, la información sobre la vida y la obra de Hernández, así como los textos y las imágenes en las que se basaba la mencionada publicación, procedían de la edición de las Obras completas de Francisco Hernández llevada a cabo por la Universidad Nacional Autónoma de México, bajo la dirección de Germán Somolinos, a partir de 1959. El imprescindible estudio de Somolinos, que ocupaba casi la totalidad del volumen primero de las mencionadas Obras completas, ya había servido de base a las páginas que López Piñero dedicara a Hernández en su Ciencia y Técnica en la sociedad española de los siglos XVI y XVII (Barcelona, Labor, 1979, p. 287-290) y ahora, en 1992, seguía siendo, como digo, la fuente esencial.

Pero la preparación de la antología de textos e imágenes llevó a López Piñero a la convicción de que debía zambullirse de lleno en los textos hernandinos para poder entender cabalmente, siempre dentro de los supuestos del proyecto general ya esbozados, la importancia y trascendencia de la aportación del que fuera Protomédico de las Indias. Con la inagotable energía y decisión que le caracterizaba, decidió acometer ese análisis exhaustivo. Durante meses, el café matutino que tomábamos la mayor parte de los miembros de grupo de investigación a la llegada de López Piñero a su despacho en el Instituto de Valencia estuvo amenizado por su narración sobre lo que había leído de Hernández la noche anterior o por sus siempre divertidas -y a menudo exageradas- descripciones acerca de lo que iba aprendiendo sobre la nomenclatura náhuatl o sobre la botánica mexicana, gracias a sus pesquisas en las obras de referencia en busca de una identificación botánica razonable para tal o cual planta, puesto que uno de sus empeños fue, desde el principio, ofrecer tal identificación lo más completa posible, convencido de que cualquier publicación contemporánea sobre la aportación hernandina debía incluir ese aspecto.

Fue entonces, hacia mediados de 1992, cuando recabó mi colaboración directa en el tratamiento de la obra de Hernández, ya que, hasta ese momento, mi participación en el proyecto, como la del resto de mis compañeros, se había dirigido a otros asuntos. Su generosa y espontánea propuesta era imposible de rechazar: al atractivo de poder estudiar de cerca la obra de Hernández y su enrevesada historia europea había que sumar la oportunidad de trabajar con López Piñero de una forma diferente a la que hasta ese momento había conocido. Ciertamente, a lo largo de más de quince años, mi relación con él había sido directa y estrecha, tanto en lo personal como en lo académico, pero nunca había tenido la oportunidad de escribir un libro con él. Y ahora la propuesta era precisamente ésa: escribir un libro sobre Hernández entre los dos. Acepté sin pensármelo dos veces, claro. Pasado el entusiasmo inicial, la realidad se impuso inexorablemente: la enorme diferencia de conocimientos y de capacidades entre él y yo. Era él quien tenía la potencia y los recursos intelectuales para diseñar, desarrollar y ejecutar ese libro; yo no tenía más que encontrar mi lugar en el proyecto y amoldar mi entusiasmo a la escala que me correspondía. He de ser sincero en ese aspecto: López Piñero jamás hizo explícita esa diferencia, siempre supo encontrar el modo de crear la complicidad necesaria, de que me sintiera partícipe y coautor de la empresa. Pero era obvio que yo tenía mucho que aprender, que debía aparcar otras consideraciones y dedicarme a aprovechar al máximo mi posición para aprender todo lo posible; tras quince años de otros muchos aprendizajes junto a él, éste podía ser el mejor y el más decisivo. Y lo fue; de diversas maneras, alguna de ellas paradójica, pero lo fue. Por eso mi gratitud hacia él estará siempre más allá de cualquier otra consideración.

Además de reunir en un solo volumen el análisis de la relación que presentaban obras tan diversas como el “Códice Pomar”, la Verdadera medicina de Juan de Barrios (México, 1607) o la Historia Plantarum de John Ray (Londres, 1686-1704) con los materiales de Hernández, nuestra principal aportación entonces fue, en mi opinión, ofrecer la más completa aproximación a los materiales originales de la Historia natural de la Nueva España, entregados por Hernández al Rey y desaparecidos en el incendio de El Escorial. De hecho, más de la mitad de las casi cuatrocientas páginas del volumen (p. 155-375) fueron dedicadas a la edición de un completo repertorio de las plantas de la Nueva España tal y como debieron figurar descritas y dibujadas en los manuscritos de El Escorial, junto a las sinonimia, paronimia y homoniamia en náhuatl u otros lenguas indígenas que el propio Hernández había individuado. Ello fue posible gracias al acceso que tuvimos al Index alphabeticus plantarum Novae Hispaniae, el manuscrito H-101 de la biblioteca de la École de Médecine de Montpellier; el Index no es sino la relación exhaustiva de todas las plantas descritas y dibujadas por Hernández tal y como se hallaban en los volúmenes que, lujosamente encuadernados, había enviado a Felipe II en 1576, llevada a cabo en 1626 por el bibliotecario de El Escorial fray Andrés de los Reyes para el académico Linceo Cassiano Dal Pozzo. Nuestro repertorio ofrecía la transcripción del manuscrito y, además, en cada una de las 2238 entradas, remitía a los lugares que el texto sobre esa planta ocupaba en las cuatro ediciones que hicieron accesible partes de la obra hernandina: los Quatro libros de la naturaleza de Francisco Ximénez (México, 1615), la historia natural de Nieremberg (Amberes, 1635), la edición de los Lincei (Roma, 1651) y la de los manuscritos hernandinos recuperados por Casimiro Gómez Ortega (Madrid, 1790).

Así, el planeado libro sobre Hernández pudo reunir, tras un trabajo de dos años, un estado de la cuestión lo más exhaustivo y puesto al día posible acerca de la elaboración y primeras fases de difusión de la obra hernandina, pero también aportar algunos “nuevos materiales y noticias” sobre ambos aspectos. De hecho, ése fue el título del volumen que se publicó en 1994: Nuevos materiales y noticias sobre la ‘Historia de las plantas de Nueva España’, de Francisco Hernández, aparecido como número 44 de las monografías de “Cuadernos Valencianos de Historia de la Medicina y de la Ciencia”. Aunque muchas de las fuentes documentales ya habían sido consultadas por Somolinos, lo cierto es que su trabajo con ellas había sido, en ocasiones, bastante precario, tanto por su condición de exiliado en México, como por las dificultades generales de acceso a determinados archivos y bibliotecas españoles en aquellas décadas de los años cuarenta y cincuenta, cuando Somolinos desarrollaba su labor. Por otro lado, en los años posteriores a la publicación de las Obras completas de la UNAM, rematada en 1985, se había producido una serie de importantes novedades, con la aparición de nuevos manuscritos, el rescate de alguna correspondencia y también la puesta en marcha de otros proyectos sobre la obra de Hernández (en Madrid, en México y en Estados Unidos), que hacían presagiar el surgimiento de otras importantes novedades. Algunas pudieron ser incorporadas al libro, otras se produjeron en ese mismo año de 1994 o en los años siguientes, a cargo de otros estudiosos de la obra hernandina, señaladamente Raquel Álvarez, Jesús Bustamante y Miguel Figueroa Saavedra.

Sin embargo, cuando López Piñero escribió la introducción para Nuevos materiales y noticias, en diciembre de 1993, ya llevaba tiempo insistiendo en que debíamos completar el esfuerzo con otra monografía dedicada íntegramente a exponer la difusión europea de la obra de Hernández y su presencia en la botánica y la terapéutica europeas hasta bien entrado el siglo XX. Esto era algo que, en su visión de conjunto del proyecto iniciado siete años antes, era irrenunciable. Así es que, aún caliente el libro, aparecido en la primavera de 1994, López Piñero diseñó el contenido y la estructura de otra monografía que, con el título La influencia de Francisco Hernández (1515-1587) en la constitución de la botánica y la materia médica modernas, apareció en 1996 como número 51 de Cuadernos Valencianos de Historia de la Medicina y de la Ciencia. Se volvía a ofrecer un panorama acerca de la elaboración de la obra hernandina y de su difusión a lo largo de los siglos XVI y XVII, pero ahora se añadían dos capítulos más: uno sobre “La influencia de Hernández en la botánica y la materia médica prelinneanas” y el otro titulado “La tradición hernandina a partir de Linneo” (p. 189-234). Estos dos capítulos, además de la introducción sobre “Los estudios sobre Francisco Hernández y su obra” (p. 9-19), fueron íntegramente redactados por López Piñero; aunque él, generosamente, mantuvo mi nombre como coautor de todo el volumen, lo cierto es que mi marcha a Barcelona en mayo de 1994 limitó mi participación en este segundo volumen a la redacción de algunos de los resúmenes sobre los aspectos ya tratados en Nuevos materiales y noticias y a la consulta de las obras de Charles Plumier (1693 y 1703) no disponbibles en Valencia y a las que tuvimos acceso gracias a la colección Salvador, del Institut Botànic de Barcelona.

Queda por señalar, para concluir, el esfuerzo que López Piñero destinó en los años de ejecución del proyecto a asegurarle una proyección internacional.

En primer lugar, en 1994, Monika Bosse y André Stoll organizaron en el Centro de Estudios Interdisciplinares de la Universidad de Bielefeld, un Coloquio Internacional sobre la condición de Nápoles como “metrópoli cultural” en la Europa moderna. López Piñero fue invitado a participar y decidió que era un contexto ideal para comenzar a hablar de ‘nuestro’ Hernández. Su renuencia a viajar, ya legendaria por aquellos años, hicieron que fuera yo quien se traladara a Bielefeld y participara en aquel coloquio. Aunque por diversos motivos los resultados de la reunión no aparecieron publicados hasta el año 2001 (en dos gruesos volúmenes, publicados por Vivarium, bajo el título: Napoli Viceregno Spagnolo. Una capitale della cultura alle origini dell’Europa moderna), debe tenerse en cuenta que, cuando ésta tuvo lugar, en octubre de 1994, supuso la primera ocasión de exponer algunos resultados de nuestra tarea en un foro internacional.

En segundo lugar, durante los años de elaboración de las dos monografías sobre Hernández, entraron en contacto con nosotros Simon Varey, Rafael Chabrán y Dora B. Weiner responsables de un proyecto de investigación norteamericano que tenía como objetivo llevar a cabo la primera traducción al inglés de textos hernandinos, acompañada de un volumen de estudios sobre la importancia de su obra. El resultado fueron los volúmenes titulados, respectivamente, The Mexican Treasury. The Writings of Dr. Francisco Hernández y Searching for the secrets of nature. The life and works of Dr. Francisco Hernández, bajo el sello de Stanford University Press. Aunque la publicación final se demoró hasta el año 2000, el contacto personal de López Piñero con Varey y con Chabrán data de los años de elaboración de los libros sobre Hernández. Recuerdo las visitas de uno y otro en casa de López Piñero, dominadas por la cordialidad y el buen ambiente, además de por algún que otro reto culinario entre dos reconocidos apasionados de la cocina, como Simon Varey (por desgracia, también él desaparecido en marzo de 2002) y el mismo López Piñero. Eso hizo posible, entre otras cosas, nuestra participación en la empresa colectiva norteamericana, además de contribuir a derribar uno de los tres obstáculos historiográficos que –en la óptica de López Piñero, descrita al principio– habían marcado la oscura suerte de la obra de Hernández en la big picture de la Revolución Científica.

En ese sentido, no debe dejarse de lado el esfuerzo que el propio López Piñero, esta vez junto a José Luis Fresquet, hizo para contribuir a superar otro de los hándicap que según él habían determinado en el pasado la fortuna historiográfica de Hernández: la desconexión entre las tradiciones historiográficas española y mexicana. Así cabe entender, en mi opinión, la publicación en 1995 –justo en medio de la aparición de las dos monografías hernandinas– del volumen titulado El mestizaje cultural y la medicina novohispana del siglo XVI, con el número 48 de la serie de los Cuadernos Valencianos de Historia de la Medicina y de la Ciencia, en la que reunieron trabajos historicomédicos fundamentales de cinco autores mexicanos: los ya fallecidos Juan Comas y Germán Somolinos, junto a los de Enrique González, Alfredo López Austin y Carlos Viesca, tres estudiosos con los que López Piñero había establecido relaciones personales en esos años.

Para concluir, he intentado presentar el desarrollo del que me parece que fue uno de los proyectos de investigación más fructíferos y coherentes de los muchos que López Piñero llevó a cabo a lo largo de su dilatada trayectoria. He elegido este ejemplo porque tuve la gran suerte de poder compartir, junto a otros compañeros, su gestación, su desarrollo y su proyección exterior.

 

© Copyright José Pardo Tomás, 2010. 
© Copyright Scripta Nova, 2010.

 

Edición electrónica del texto realizada por Jenniffer Thiers.

 

Ficha bibliográfica:

PARDO TOMÁS, José. El proyecto de José María López Piñero en torno a la obra de Francisco Hernández, 1987-1997. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 25 de noviembre de 2010, vol. XIV, nº 343 (17). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-343-17.htm>. [ISSN: 1138-9788].

Volver al índice de Scripta Nova número 343
Índice de Scripta Nova