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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XIV, núm. 343 (19), 25 de noviembre de 2010
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

EN TORNO A LA POLEMICA DE LA CIENCIA ESPAÑOLA

José Luis Peset
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid
joseluis.peset@cchs.csic.es

Recibido: 6 de octubre de 2010. Aceptado: 11 de noviembre de 2010.

En torno a la polémica de la ciencia española (Resumen)

El autor señala en estas páginas la posición del Profesor José María López Piñero sobre la polémica de la ciencia española, comenzando con su interés por el movimiento novator y terminando con su principal libro sobre la ciencia y la técnica en el Siglo de Oro español.

Palabras clave: José María López Piñero, España, ciencia, historia.

Around the controversy on Spanish science (Abstract)

The author is underlying in these pages the position of Professor José María López Piñero on the controversy about the Spanish science, beginning with his interest about the novator movement and ending with his main book about science and technology during Spanish Golden Century.

Key words: José María López Piñero, Spain, science, history.


Señala con acierto Pedro Laín Entralgo la diferencia sustancial entre el joven y el maduro Marcelino Menéndez y Pelayo. Ese primer perro de presa lanzado por los neocatólicos contra los krausistas, tiene poco que ver con el pausado director de la Biblioteca Nacional, a cuyo lado pasamos con frecuencia quienes esa institución frecuentamos. No es extraño que en el comienzo de la Junta para Ampliación de Estudios, con Cajal y Castillejo a su cabeza, se encontrase ahí el viejo don Marcelino. La acre polémica de la ciencia española sirvió para llamar la atención sobre la importancia que la ciencia tiene en la cultura y la que en ese momento estaba adquiriendo con la creación de la Institución Libre de Enseñanza. Unos señalan la falta de gran saber científico en nuestra historia, el otro la humilde presencia de entusiastas estudiosos y la inmensa producción científica desconocida, que nuestras librerías acumulaban. Era preciso estudiar, enseñar y escribir, conocer nuestro pasado para planear el futuro. Era una disputa lógica en un momento en que el positivismo está exigiendo un papel primordial y exclusivo para la ciencia dentro de la cultura y en que algunos científicos como Thomas H. Huxley o Herbert Spencer reclaman la gran utilidad de las ciencias y su enseñanza.

Si se penetra en las largas páginas de unos y otros polemistas españoles, en realidad se discutía si hay o no aquí una gran ciencia, si hay escuela de filosofía española o no la hay, como sin duda la había de pintura o de literatura. Así, también podemos preguntarnos: ¿la había de música? Sin duda, pero muchos manuscritos quedaban sepultados en bibliotecas, conservatorios, palacios, monasterios y catedrales y hoy sabemos mejor lo que el mundo debe –sea mucho o poco- a los músicos españoles. La reivindicación hoy en día, por ejemplo, de Martín y Soler muestra una producción operística digna de la época de Mozart, quien con más generosidad que sus compatriotas cita a su colega al terminar su maravillosa ópera Don Giovanni. Y lo mismo se podía decir de científicos españoles, que eran citados por principales autores coetáneos, así por ejemplo Hugo de Omerique por Newton.

No es extraño que debamos a Menéndez Pelayo una inmensa aportación bibliográfica, muy útil para el conocimiento de nuestra ciencia, como lo fueron otros muchos repertorios positivistas como los de Colmeiro, Vera, Maffei, Picatoste, Chinchilla o Hernández Morejón... por citar algunos. Pero hay más, pronto reconduce el santanderino sus planteamientos, pues incluso antes de concluir la polémica, don Marcelino viaja a Italia y descubre las bellezas de Florencia o Venecia, estando escritos algunos últimos trabajos de la pelea en bellas ciudades. No es extraño su entusiasmo por el renacimiento italiano y –yendo más atrás a través de éste- por el clasicismo, por el paganismo. “En arte soy pagano hasta los huesos”, se calificaba según Miguel Artigas, opinión que no podía dejar de influir en sus escritos, como se evidencia en sus últimas intervenciones, incluso contra neocatólicos, en que defiende a su adorado Vives contra Santo Tomás. No es extraño que quienes le han enseñado y alentado, ahora desconfíen de ese joven humanista pues temen el paganismo que detrás se encuentra. Piensan en el humanismo como un formalismo que se aleja de su esencialismo cristiano. Por ello se resisten a prologar algunos de sus escritos de esta época. El joven sabio sigue con sus listas eruditas y con sus propuestas de que la historia de la ciencia sea enseñada en la universidad española.

No es extraña esta inmersión en el humanismo, que le lleva a esos novedosos y entusiastas Escritos poéticos a que me acabo de referir. En el renacimiento italiano, ciencia y letras se unían en brillantes composiciones y academias. Un personaje como Leonardo da Vinci así lo muestra cuando nos lega esos dibujos maravillosos del cuerpo humano, de pájaros, de molinos o máquinas volantes. La separación estricta que el positivismo hace de ciencias y letras no era compatible con la posición del sabio santanderino, que quiere ver ciencia en esos viejos mamotretos, en la vetusta filosofía y en la maravillosa literatura. Sin duda, era necesario mucho estudio, leer en latín, mucha crítica, enseñar en las aulas y escribir buenas monografías. Solo así era posible encontrar ese delgado hilo que sujeta la historia de la ciencia española, desde los brillantes tiempos medievales y renacentistas, hasta el premio Nobel de Cajal, pasando por la Ilustración y el Positivismo.

Era un esfuerzo sobre el que José María López Piñero vuelve desde las primeras páginas de su gran libro sobre la ciencia española del Siglo de Oro. Encabeza estos esfuerzos, claro está, con la publicación en 1696 de la obra de Nicolás Antonio Bibliotheca Hispana Nova, tarea que sería proseguida por el círculo de Gregorio Mayans. Tras la primera polémica –precedida por Quer y mantenida por Cavanilles, Forner y Cañuelo- y la “etapa intermedia del siglo XIX”, se enfrenta al erudito santanderino con generosidad. El discurso de Echegaray y el papel político de los liberales de la Gloriosa, anuncian la nueva polémica, que toma como pie algunas opiniones krausistas sobre la debilidad de nuestra ciencia y el terrible papel de la religión y la Inquisición en su fracaso. La libertad de cátedra y enseñanza, el refugio de la teología en los seminarios, la puesta en pie de la Institución Libre de Enseñanza son novedades que preocupan a los neocatólicos. Como consecuencia, Azcárate, Perojo y Revilla serán los que tengan que soportar los terribles escritos de Menéndez Pelayo y las aburridas listas bibliográficas que enhebra. Si bien derivará hacia la literatura y la estética, nunca dejará de considerar la ciencia como parte principal de la cultura española y de su historia.

Califica López Piñero el escrito de éste titulado Inventario bibliográfico de la ciencia española de “algo tan postizo como el Catálogo de Quer cien años antes. Aunque su autor afirme que ha consultado directamente gran parte de los libros, en realidad se trata de una lista indigesta de títulos, extraídos –en lo que a las ciencias de la naturaleza se refiere- de la obra de Nicolás Antonio y de las bibliografías de la ‘etapa intermedia’.” Los datos no tienen precisión y tiene frecuentes errores, prosigue afirmando, las interpretaciones son pintorescas. Pero valora mucho los trabajos posteriores, así los dedicados a Gómez Pereira y los incluidos en la Historia de los heterodoxos españoles. Demuestra su generosidad, pues las críticas a muchos personajes en estos últimos libros fueron tan injustas como desacertadas. En Esplendor y decadencia de la cultura científica española (1894) –prosigue López Piñero- reconoce Menéndez Pelayo que la historia de las ciencias exactas y experimentales es dislocada y fragmentaria y que la causa no está resuelta. Aquí hay un mejor conocimiento de las fuentes y sigue recomendando estudios y monografías.

Por el contrario, se aleja López Piñero de otros autores de primera importancia. No gusta así de las afirmaciones de su admirado Santiago Ramón y Cajal, pues son en exceso teóricas y lejanas de un buen conocimiento del pasado. Tampoco comulga con las de José Ortega y Gasset, que barre a Menéndez Pelayo con ágil escoba, y piensa en la espontaneidad de las grandes figuras entre nosotros. Solo Europa es ciencia para el filósofo, España es diferente. Reconoce por el contrario López Piñero la posterior recuperación de los estudios sobre el pasado científico en el paso del siglo XIX al XX. Insiste además en la dificultad de integrar la historia de la ciencia en la historia general en la gran mayoría de autores nacionales e internacionales, algo que él mismo intentó y consiguió con brillantez. Siguió fiel a las enseñanzas que de la polémica sobre la ciencia española pueden obtenerse, en especial esa necesidad de conocer con rigor nuestro pasado científico. No valen aproximaciones ligeras, tampoco asimilar el presente a lo que el pasado fue. Esa reconstrucción de la gran ciencia, siguiendo los grandes aciertos aquí y allá, poco tiene que ver con la realidad de una época, una cultura o una nación. Las lecturas ligeras, los esquemas rápidos, la divulgación simple poco tienen que ver con una intelección adecuada del pasado científico.

Tal como declaró José María López Piñero en conversación con Mauricio Jalón y Fernando Colina, las polémicas entre los panegiristas del pasado español y los antitradicionalistas han impedido una verdadera reconstrucción de la historia de la ciencia española, que estuviera por encima de debates estériles, de carácter ideológico. Realmente fue fiel a sus presupuestos, se preocupó por resucitar figuras menores o mayores, por leer y presentar los textos y logros científicos, por interpretarlos dentro de la historia de la ciencia y de la historia de España, sin olvidar Europa y América. Supo aportar consideraciones históricas y sociológicas como el estudio del científico, su posición social y su actividad teórica y práctica, las instituciones, las publicaciones científicas y su difusión. Sus ricos repertorios son de primera importancia, así el  Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, junto a Thomas Glick, Víctor Navarro y Eugenio Portela.

Libro excelente y todavía imprescindible, su Ciencia y técnica en la sociedad española de los siglos XVI y XVII está dividido en dos etapas que esas centurias determinan. En las primeras páginas consagradas al siglo XVI, nos muestra la delimitación de las disciplinas científicas, que realiza desde la actividad de la época, distinta de la actual, insistiendo en la diversidad que entre ellas presentan de ritmo y desarrollo, así como en las relaciones entre los saberes teóricos y las tareas prácticas. La relación con la actividad práctica, despreciada en la antigüedad, poco a poco revalorizada en la edad media –como mostraron autores tan dispares como Benjamin Farrington o Guy Beaujouan-, se incrementa con la aparición del estado moderno y el descubrimiento de América. Insiste en la aparición de esta modernidad en algunas  áreas teóricas, la medicina, la arquitectura y la ingeniería, el arte militar, el beneficio y ensayo de minerales y, en fin, el arte de navegar, que tanto lo entusiasmó. En el siglo XVII reconoce la grave crisis, por las deficiencias políticas y económicas, la represión de la ciencia y el papel de los índices de libros prohibidos y la Inquisición, en fin, la marginación de la revolución científica. Como Menéndez Pelayo señalaba, cuando España fue grande, no se habían puesto en pie ni Galileo, ni Descartes, ni Newton. La parte más breve dedicada al siglo XVII bascula hacia la Corona de Aragón, así hacia su querida Valencia, hacia el esfuerzo de los “novatores”, y las etapas de introducción del saber moderno. No olvida, desde luego, novedades que en otros lugares, como Sevilla o Madrid, o en América fueron apareciendo.

López Piñero acentúa, sin embargo, las áreas disciplinares, eludiendo posibles transgresiones de fronteras. Su trabajo, sobre todo en la primera parte, va trazando los caminos de las que en el futuro serán áreas principales de la ciencia. Siempre estuvo muy atento a las clasificaciones y delimitaciones disciplinares. Puede verse también en otra de sus obras, la dirección y las páginas que enriquecen el tomo III de la Historia de la ciencia y de la técnica en la corona de Castilla, generosamente patrocinada por la Junta de Castilla y León. Se muestra muy bien allí este interés por hacer una reconstrucción histórica de las disciplinas científicas. En los dos primeros tomo de esa misma obra, Luis García Ballester propuso una visión de la edad media castellana desde el punto de vista de las sex res non naturales, la visión que el sabio del medievo tenía de la vida del hombre en la Tierra. Por mi parte, en el último volumen estuve más atento a las investigaciones que sobre el siglo ilustrado se habían desarrollado. Pero debemos insistir en el importante camino que abrió López Piñero en esas obras, que ha sido ampliado por muchos estudios que ahondan en las relaciones de la ciencia con las necesidades de la sociedad española, así por los estudios que han insistido en la importancia de la tecnología, o bien en la relación de la química con la medicina, la farmacia o la alquimia. Sin duda, su enseñanza sigue viva, ese interés por conocer la historia de nuestro pasado, sirviendo para entender el presente. No es extraño que a él sean debidos en buena parte los logros que la historia de la ciencia ha conseguido entre nosotros en las últimas décadas.

 

Bibliografía

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GOODMAN, David. Poder y penuria. Gobierno, tecnología y ciencia en la España de Felipe II. Madrid: Alianza, 1990. 305 p.

JALÓN, Mauricio; COLINA, Fernando. Pasado y presente. Diálogos. Valladolid: Cuatro ediciones, 1996. 209 p.

LAÍN ENTRALGO, Pedro. Menéndez Pelayo. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1952. 233 p.

LÓPEZ, François. Juan Pablo Forner (1756-1797) y la crisis de la conciencia española. Salamanca: Junta de Castilla y León, 1999. 709 p. 

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PUERTO SARMIENTO, F. Javier. La leyenda verde: naturaleza, sanidad y ciencia en la corte de Felipe II (1527-1598). Valladolid: Consejería de Educación y Cultura, 2003. 442 p.

PUERTO SARMIENTO, F. Javier; ALEGRE PÉREZ, María Esther; REY BUENO, Mar; LÓPEZ PÉREZ, Miguel (Coord.). Los hijos de Hermes. Alquimia y espagiria en  la terapéutica española moderna. Madrid: Ediciones Corona Borealis, 2001. 448 p.

BATTISTINI, Andrea (A cura di). Letteratura e scienza. Bologna: N. Zanichelli Editore, 1977. 234 p.

 

© Copyright José Luis Peset, 2010. 
© Copyright Scripta Nova, 2010.

 

Edición electrónica del texto realizada por Jenniffer Thiers.

 

Ficha bibliográfica:

PESET, José Luis. En torno a la polémica de la ciencia española. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 25 de noviembre de 2010, vol. XIV, nº 343 (19). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-343-19.htm>. [ISSN: 1138-9788].

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