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Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XV, núm. 348, 1 de enero de 2011
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

¡NO MÁS NIÑOS!: ANÁLISIS Y BALANCE DE LA POLÍTICA CHINA DEL HIJO ÚNICO TREINTA AÑOS DESPUÉS DE SU IMPLANTACIÓN

Daniel Gomà
Investigador ‘Beatriu de Pinós’ (AGAUR)
Dpto. de Historia Contemporánea – Universidad de Barcelona
dgoma@ub.edu

Recibido: 17 de diciembre de 2009. Devuelto para revisión: 18 de marzo de 2010. Aceptado: 28 de octubre de 2010.

¡No más niños!: Análisis y balance de la política china del Hijo Único treinta años después de su implantación (Resumen)

El control de la sobrepoblación ha sido uno de los principales quebraderos de cabeza de los gobernantes de China de los últimos sesenta años. Las políticas dirigidas a controlar el crecimiento de la población no han estado exentas de polémicas, al igual que los resultados obtenidos. Considerada la medida más coercitiva en materia de control demográfico, la política del Hijo Único ha cambiado la conducta reproductiva de la población china a lo largo de las últimas tres décadas y ha tenido importantes consecuencias económicas y sociales

Palabras clave: China, demografía, control de la natalidad, política del hijo único, abortos selectivos en función del sexo.

No More Children! : An Assessment of China’s One-Child Policy Thirty Years after its Introduction (Abstract)

Overpopulation control is one of the main difficulties faced by China's rulers over the past sixty years. Policies aimed at controlling population growth have been polemic, as have their results. Considered to be the most coercive method of demographic control, the One-Child Policy has changed the Chinese population’s reproductive behaviour and has had important economic and social consequences.

Key words: China, demography, birth control, one-child policy, sex-selective abortions.


El siglo XX estuvo marcado, entre otros aspectos, por la explosión demográfica a escala planetaria. Nunca antes en la Historia el mundo había vivido un crecimiento de la población del alcance que tuvo lugar en el siglo pasado y muy especialmente en su segunda mitad. Desde entonces y hasta nuestros días, el rápido crecimiento demográfico se ha convertido en uno de los problemas a los que ha debido hacer frente el planeta. En la actualidad, la mayoría de países desarrollados han logrado contener o al menos ralentizar dicho crecimiento gracias a las mejoras y los cambios económicos, sociales, culturales, etc. Éste no ha sido el caso de los países en vías de desarrollo, muchos de los cuales han visto cómo su población se doblaba en los últimos cincuenta o sesenta años. De todos ellos, dos han adquirido recientemente el estatus de potencias económicas y, a diferentes velocidades, ambos buscan alcanzar a las naciones más desarrolladas.

Estos dos países, China e India, son curiosamente los más poblados del mundo, el primero con unos 1337 millones de habitantes y el segundo con 1181 millones a mediados de 2009[1]. Desde hace tiempo la cuestión de la superpoblación (o sobrepoblación) ha sido objeto de debate en ambas naciones, existiendo el temor de que no se pueda alimentar a todos sus habitantes. Sin embargo, diferencias importantes existen entre los dos países. Aunque coinciden en un crecimiento demográfico espectacular desde 1950, en la India el fracaso ha sido la tónica general en todas las iniciativas de control demográfico impulsadas por el gobierno de Nueva Delhi. El de Pekín, al contrario, ha dedicado en los últimos decenios grandes esfuerzos para controlar el crecimiento de su población. Aunque en las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX los éxitos fueron significativos, a partir de finales de los setenta los esfuerzos por contener el número de nacimientos fueron mayores y el control de la natalidad pasó a ser una de las políticas de Estado del régimen comunista chino.

Numerosos demógrafos están de acuerdo que, salvo medidas más estrictas en el control de la natalidad, la India se convertirá en un cuarto de siglo (o en medio siglo a más tardar) en la nación más poblada del planeta. China, en cambio, ha llevado a cabo diversas iniciativas desde hace más de cuarenta años, consciente de que la superpoblación del país conllevaría riesgos mayores. Su decisión más polémica, en este sentido, fue la adopción en 1979 de la política del Hijo Único. Hoy, tres décadas después de su implantación, es conveniente analizar los resultados de dicha decisión[2].


Los orígenes del problema demográfico chino

Como señalábamos anteriormente, una de las principales características de China es el hecho de que se trata de la nación más poblada del mundo y ello no es un fenómeno reciente. Desde tiempos antiguos el imperio chino era el estado con el mayor índice de población y en los albores de la era cristiana había alcanzado los 50-60 millones de habitantes. En los siglos siguientes el crecimiento continuó pero de manera sostenida debido a las guerras y rebeliones frecuentes, las malas condiciones higiénicas, las epidemias de todo tipo y los desastres naturales (sequías o inundaciones que ocasionaban terribles hambrunas, etc.). Esta situación cambió a partir del siglo XVII y se hizo especialmente evidente en el XVIII. Así, si en 1661 el estado chino contaba con 105-110 millones de personas, hacia 1700 el número era ya de 150 millones, alcanzando los 250 hacia 1770 y los 300 en torno a 1800[3]. En un hecho sin precedentes, China había doblado su población en el espacio de un siglo. A mediados del siglo XIX la cifra era ya de 420 millones[4]. El problema demográfico de la China actual es heredero directo de esta época.

Dicho crecimiento tiene una serie de particularidades ya que se diferencia, por ejemplo, del auge demográfico que experimentaba Europa en esta misma época como consecuencia del desarrollo industrial. En China la industria como tal no hizo acto de aparición hasta el siglo XIX y en contados lugares. Mientras que en Occidente crecimiento poblacional y revolución industrial van de la mano, en China la situación es muy distinta[5]. Las causas de este brutal crecimiento de la población china hay que buscarlas, de hecho, en los cambios acontecidos en lo que Pierre-Étienne Will y otros sinólogos han denominado “el largo siglo XVIII”, que abarcaría en realidad el periodo comprendido entre 1680 y 1820. En el origen de estos cambios se encuentran los acontecimientos que se sucedieron tras la llegada de la dinastía manchú de los Qing (1644-1911) al trono del imperio chino a mediados del siglo XVII. Por primera vez en mucho tiempo, la paz y la estabilidad política se instalaron en el país durante un periodo prolongado y el funcionamiento de la administración central tendió a ser más eficaz. La paz implicó que muchos campesinos que hasta entonces servían en el ejército pudieran regresar a sus hogares y concentrarse en los cultivos, lo que favoreció el aumento de la producción. Por otro lado, se extendieron las áreas de cultivo por todo el imperio, ocupándose tierras hasta entonces desechadas, especialmente en las provincias del interior de China. A pesar de algunas épocas de malas cosechas, el buen tiempo general a lo largo del siglo favoreció también un aumento de la producción agrícola, a lo que se añadió la introducción de variedades de cultivo y, por tanto, una mejora en la alimentación.

La consecuencia directa de todo esto fue un crecimiento demográfico que no tardó en hacerse evidente incluso a ojos del gobierno imperial. Sin embargo, la actuación de los emperadores Qing del siglo XVIII no haría sino disparar todavía más el crecimiento poblacional. Así, se dio una prioridad absoluta al desarrollo agrícola, base de la alimentación de la población china que era, además, rural en un 90% en esta época; al mismo tiempo, se desarrollaron los sistemas de irrigación, se extendieron las áreas cultivables, se importaron técnicas a otras regiones, etc. Asimismo, se puso en marcha una política de seguridad económica que consistía en ayudar a aquellas poblaciones que eran víctimas de desastres naturales y que perseguía evitar la aparición de hambrunas. Otra medida que contribuyó a un auge de la población fue el desarrollo económico y cultural del imperio. El sistema imperial funcionaba perfectamente y cobraba sus impuestos debidamente, mientras que el comercio se desarrollaba a un ritmo vertiginoso. Había también una mayor circulación de personas y aparecían ideas nuevas. El analfabetismo disminuyó de manera significativa en las regiones más desarrolladas.

Con el crecimiento acelerado de la población surgieron las primeras voces desde la administración advirtiendo sobre las peligrosas consecuencias del mismo. Estas críticas se hicieron cada vez más numerosas en el siglo XIX. Se discutieron medidas pero la situación política se agravó a medida que avanzaba el siglo y el Estado perdió poder político y su autoridad sobre la población se debilitó. Durante la primera mitad del siglo el crecimiento había sido vertiginoso pero entre 1850 y 1949 se produjo un cierto freno debido a la inestabilidad política que marcó este periodo. La crisis del sistema imperial chino después de 1850 (rebelión Taiping, guerras del Opio, sublevaciones internas, guerra de los Boxers) llevó a su caída en 1911 y la crisis interna se prolongaría durante las siguientes tres décadas y media (era de los “señores de la guerra”, enfrentamientos entre nacionalistas y comunistas, la invasión japonesa y la Segunda Guerra Mundial y, por último, la guerra civil china). No sería hasta 1949 que China entraría de nuevo en una fase de relativa paz. Y aquí está el verdadero problema que supone el gran crecimiento demográfico originado en el siglo XVIII: China perdió un tiempo precioso (un siglo entero) en tomar medidas ante este fenómeno y pagaría y sigue pagando actualmente las consecuencias. El fallo no sería que doblase su población en cuarenta años (muchos países del tercer mundo también lo harían) sino el volumen de población que lo haría: de 560 millones de 1949 se pasó a 1120 en 1989 (véase Cuadro 1). Ello sin contar con la desigual distribución demográfica, con zonas con elevadísimas tasas de densidad de población, especialmente en la mitad este del país.


Los antecedentes: políticas de planificación familiar en la China de Mao

En los primeros años inmediatamente posteriores a la instauración de la República Popular China (RPCh, 1 de octubre de 1949) toda referencia al control de la natalidad (jieyu) fue rechazada de plano por la cúpula del nuevo régimen comunista, calificándose semejante política de reaccionaria, imperialista y sobre todo de antichina[6]. Tras más de un siglo de crisis y guerras, el país volvía estar unificado y en paz y el auge de los nacimientos a partir de 1949 era percibido como un signo de recuperación nacional. Dicho de otro modo, los problemas principales de la nueva China comunista eran otros y, en su objetivo de transformar un país agrario y atrasado en una nación avanzada y socialista, la cuestión de la superpoblación era vista como una poderosa arma por parte del gobierno de Pekín. En estos primeros años el Partido Comunista Chino (PCCh), encabezado por Mao Zedong, buscó desmontar el mito maltusiano de que el régimen no podría alimentar a la población si ésta crecía a un ritmo elevado y frenó cualquier iniciativa que implicara una limitación en los nacimientos. La consecuencia fue que el crecimiento poblacional se aceleró.

 

Cuadro 1.
Población y tasas de natalidad, mortalidad, crecimiento natural y fecundidad en China (1949-2007)

Año

Población (en millones)

Tasa de natalidad (‰)

Tasa de mortalidad (‰)

Tasa de crecimiento natural (‰)

Tasa de fecundidad (hijos x mujer en edad fértil)

1949

541,67

36

20

16

6,14

1950

551,96

37

18

19

5,81

1951

563,00

37,8

17,8

20

5,7

1952

574,82

37

17

20

6,47

1953

587,96

37

14

23

6,05

1954

602,66

37,97

13,18

24,79

6,28

1955

614,65

32,6

12,28

20,32

6,26

1956

628,28

31,9

11,4

20,5

5,85

1957

645,63

34,03

10,8

23,23

6,41

1958

659,94

29,22

11,98

17,24

5,68

1959

672,07

24,78

14,59

10,19

4,3

1960

662,07

20,86

25,43

-4,57

4,02

1961

658,59

18,02

14,24

3,78

3,29

1962

672,95

37,01

10,02

26,99

6,02

1963

691,72

43,37

10,04

33,33

7,5

1964

704,99

39,14

11,5

27,64

6,18

1965

725,38

37,88

9,5

28,38

6,08

1966

745,42

35,05

8,83

26,22

6,26

1967

763,68

33,96

8,43

25,53

5,31

1968

785,34

35,59

8,21

27,38

6,45

1969

806,71

34,11

8,03

26,08

5,72

1970

829,92

33,43

7,6

25,83

5,81

1971

852,29

30,65

7,32

23,33

5,44

1972

871,77

27,93

7,61

20,32

4,98

1973

892,11

27,93

7,04

20,89

4,54

1974

908,59

24,82

7,34

17,48

4,17

1975

924,20

23,01

7,32

15,69

3,57

1976

937,17

19,91

7,25

12,66

3,24

1977

949,74

18,93

6,87

12,06

2,84

1978

962,59

18,25

6,25

12

2,72

1979

975,42

17,82

6,21

11,61

2,75

1980

987,05

18,21

6,34

11,87

2,24

1981

1000,72

20,91

6,36

14,55

2,63

1982

1016,54

22,28

6,6

15,68

2,87

1983

1030,08

20,19

6,9

13,29

2,42

1984

1043,57

19,9

6,82

13,08

2,35

1985

1058,51

21,04

6,78

14,26

2,2

1986

1075,07

22,43

6,86

15,57

2,42

1987

1093

23,33

6,72

16,61

2,59

1988

1110,26

22,37

6,64

15,73

2,31

1989

1127,04

21,58

6,54

15,04

2,25

1990

1143,33

21,06

6,67

14,39

2,17

1991

1158,23

19,68

6,7

12,98

2,01

1992

1171,71

18,24

6,64

11,6

1,86

1993

1185,17

18,09

6,64

11,45

1,85

1994

1198,5

17,7

6,49

11,21

1,84

1995

1211,21

17,12

6,57

10,55

1,85

1996

1223,89

16,98

6,56

10,42

1,83

1997

1236,26

16,57

6,51

10,06

1,82

1998

1248,1

16,03

6,5

9,53

1,81

1999

1257,86

14,64

6,46

8,18

1,81

2000

1267,43

14,03

6,45

7,58

1,8

2001

1276,27

13,38

6,43

6,95

1,79

2002

1284,53

12,86

6,41

6,45

1,8

2003

1292,27

12,41

6,4

6,01

1,79

2004

1299,88

12,29

6,42

5,87

1,78

2005

1307,56

12,4

6,51

5,89

1,81

2006

1314,48

12,09

6,81

5,28

1,8

2007

1321,29

12,1

6,93

5,17

1,79

Fuentes: Zhongguo tongji nianjian, 2008 [Anuario estadístico de China, 2008], Pekín: Zhongguo tonji chubanshe, 2008; Zhongguo renkou he jihua shengyu nianjian, 2007 [Anuario de población y planificación familiar de China, 2007], Pekín: Zhongguo renkou chubanshe, 2007; Tyrene White, China’s Longest Campaign: Birth Planning in the People’s Republic, 1949-2005, Ithaca: Cornell University Press, 2006.

 

Una primera preocupación surgió cuando a mediados de 1954 se conocieron los datos del censo realizado el año anterior, el primero desde la fundación de la RPCh y el más serio llevado a cabo en medio siglo. La sorpresa cundió en el seno del régimen cuando se supo que el país (sin incluir Taiwán) contaba con 583 millones de habitantes[7]. Muchos dirigentes esperaban una cifra en torno a 500 millones pero la realidad era innegable: con la llegada de la paz y la estabilidad interna el crecimiento demográfico se había disparado. Esta situación suponía un grave problema pues un auge incontrolado de la población podía afectar al plan de modernización del país y dañar los objetivos fijados en las reformas puestas en marcha hasta la fecha, frenando al mismo tiempo la finalidad última de mejorar las condiciones de vida de la sociedad. Por ello, el gobierno chino se apuntó por primera vez a las medidas antinatalistas y el término “control de la población” (renkou kongzhi) pasó a ser utilizado cada vez más frecuentemente por sus dirigentes[8].

 

Figura 1. Tasa de natalidad y mortalidad (China, 1949-2007).

 

Con el fin de hacer frente al problema del rápido crecimiento de la población, a finales de 1954 entraba en vigor oficialmente la primera campaña de planificación familiar o de la natalidad (jihua shengyu), centrada principalmente en animar a las parejas a planear con antelación el número de hijos y a tomar medidas con el fin de evitar embarazos no deseados. Para ello, se recomendó retrasar la edad de matrimonio y espaciar el tiempo entre un nacimiento y el siguiente, recurriendo a la vez al uso de anticonceptivos[9]. Durante la celebración del VIII Congreso del PCCh (septiembre de 1956), pese a la resistencia de algunos dirigentes, se abogó por intensificar las medidas antinatalistas gracias sobre todo al apoyo fundamental de Mao. Sin embargo, los resultados fueron escasos. Demasiado breve en el tiempo, esta primera campaña fracasó en primer lugar por la ausencia de una preparación previa. Asimismo, a nivel social persistían mentalidades pasadas, como la creencia en el mayor número posible de vástagos como modelo ideal de familia. Por otro lado, la campaña se vio sujeta a acontecimientos políticos imprevistos. En 1957, cuando empezaban a surgir los primeros resultados esperanzadores, la situación política se alteró con la puesta en marcha de la Campaña de las Cien Flores dirigida contra los intelectuales. Entre sus consecuencias estuvo la hostilidad hacia las políticas de planificación familiar. Los partidarios de estas últimas fueron calificados de reaccionarios y, en muchos casos, purgados. Además, a partir de 1958 se desencadenó el Gran Salto Adelante, la primera gran campaña de utopía maoísta y donde sobresalió la crítica del control de la natalidad. Los miembros del gobierno partidarios del mismo tuvieron que hacer una retirada forzosa.

Curiosamente, las consecuencias del desastre del Gran Salto Adelante tuvieron un impacto negativo en el crecimiento demográfico chino. Sin embargo, las razones de este descenso son trágicas. Aunque no se conoce todavía hoy la cifra exacta debido al secretismo oficial del régimen comunista chino en este tema, se cree que entre treinta y cuarenta millones de personas fallecieron de inanición o como consecuencia de otras malas prácticas derivadas de esta absurda campaña de industrialización forzosa y rápida impulsada por Mao en su sueño de convertir a China en una de las principales potencias industriales. Por primera y única vez desde 1949, el país experimentó un crecimiento negativo de la población en 1960-1961, en parte consecuencia también de una caída brusca en el número de nacimientos (que no empezaría a recuperarse hasta 1962). Así, de una población de 672 millones de personas en 1959 se pasó a 662 un año más tarde y a 658,5 en 1961. Si observamos los datos del Cuadro 1, veremos que la tasa de mortalidad en esta época superó el 25‰, una cifra superior incluso a la que existía en los primeros años de la RPCh.

No obstante, la cuestión de la sobrepoblación seguía estando encima de la mesa. El descalabro del Gran Salto Adelante y la caída de nacimientos en 1960-1961 vinieron seguidos inmediatamente de un incremento significativo de la natalidad, alcanzándose una tasa media en torno a 40‰ entre 1962 y 1964, la más elevada en la historia de la República Popular (véase Cuadro 1). Ello, añadido a un progresivo descenso de la tasa de mortalidad en estos años hasta niveles cercanos a los de 1958, explica porqué el censo nacional de 1964, establecido en 694 millones, causara una gran preocupación entre los dirigentes chinos. Los datos del segundo censo nacional señalaban claramente que el país, pese a la grave crisis originada por el Gran Salto Adelante, había crecido en unos 150 millones de personas en el plazo de una década y media.

Aunque las causas de este importante crecimiento eran diversas (reducción de la tasa de mortalidad tanto adulta como infantil, auge de la esperanza de vida, etc.), la principal era el mantenimiento de la tasa de fecundidad de la mujer china, que pasó de 6,14 a 6,18 entre 1949 y 1964. En sí, el incremento era muy pequeño pero ponía de manifiesto que las políticas de control de la natalidad desarrolladas hasta la fecha habían sido un sonoro fracaso. El gobierno chino, consciente de la realidad del problema, había impulsado desde 1962 una nueva campaña de planificación familiar basada en dos grandes ejes: la defensa de un matrimonio más tardío (wanhun) y el desarrollo de la idea de dos hijos por pareja como modelo ideal de familia[10]. El objetivo final era obtener una reducción del número de nacimientos en las ciudades y las zonas rurales más densamente pobladas y sentar las bases para un control apropiado de la natalidad que con el paso del tiempo permitiera imponer mejores políticas de planificación familiar[11]. Entre otras disposiciones se autorizó la venta de contraceptivos importados del extranjero y se adoptaron medidas para hacer más accesibles los abortos (liuchan) y las esterilizaciones (jueyu)[12]. Esta campaña, más seria que la anterior, buscaba cambiar una serie de hábitos fuertemente implantados en la sociedad china y por ello tenía unos objetivos más a largo plazo. No obstante, estos últimos tampoco se cumplieron debido a las circunstancias políticas. Como en el pasado con el Gran Salto Adelante, la política de planificación familiar se vio profundamente afectada por el estallido de la Revolución Cultural a mediados de 1966. El caos político, económico y social en China durante los tres años siguientes implicó la suspensión de toda actividad relacionada con el control demográfico. No fue hasta 1971, una vez pasadas las tensiones más graves de la Revolución Cultural, que se puso en marcha una nueva campaña de planificación familiar.

Esta nueva campaña, que se prolongaría hasta 1978, fue la más importante de las tres que tuvieron lugar en la era maoísta. Más seria tanto en planteamientos como en objetivos, estaba mucho mejor organizada que las anteriores y contaba con el firme respaldo de los principales dirigentes, Mao incluido. Asimismo, la planificación familiar entró a formar parte definitivamente de los objetivos incluidos en los planes quinquenales que tendrían lugar en esta década[13]. Conocida por su lema “wan xi shao”, la nueva campaña buscaba recalcar la necesidad de un matrimonio más tardío (wan), un mayor intervalo en los nacimientos (xi) y menos hijos (shao)[14]. Por otro lado, se impulsó la creación de organismos vinculados a este proyecto como equipos que informaban a la población urbana y rural sobre la necesidad de frenar el crecimiento poblacional. Ello vino acompañado de una mejor información sobre el tema a través de los medios de comunicación y de las acciones de propaganda. Esto demuestra el Partido se había puesto finalmente al frente de la política de control de la natalidad y que la limitación de nacimientos se había convertido ya en una “política nacional fundamental” (guojia jiben guoce)[15].

Menos visible fue la aparición de una práctica coercitiva por parte del régimen que se intensificaría después de la muerte de Mao en 1976. Aunque el gobierno buscaba ante todo convencer y persuadir a la población de la necesidad de tener dos hijos como máximo, debía hacer frente al mismo tiempo a valores y creencias tradicionales (como la familia numerosa como ideal de la felicidad); estos últimos fueron objeto de duros ataques por parte del Partido. Con el paso del tiempo, las autoridades empezaron a ejercer una presión social con el fin de garantizar el éxito de sus políticas de control de la natalidad. Por ejemplo, se recortaron los cupones para necesidades básicas a familias con más de dos hijos y se amenazó de expulsión de la universidad a los estudiantes que contrajeran matrimonio antes de finalizar los estudios[16]. Desde el poder se recomendaba retrasar la edad de matrimonio, advirtiendo que éste a una edad muy temprana solía ser perjudicial, y se afirmaba que la edad ideal para casarse era después de los 30 años, señalándose que antes de esa edad se carecía de experiencia laboral y de recursos para llevar adelante una vida familiar adecuada[17]. Por otro lado, se aprecian ya diferencias entre las zonas urbanas, donde la población era sometida a reglas más estrictas, y las rurales, cuyos habitantes gozaban de una mayor libertad. Aquellas familias que optaban voluntariamente por tener dos o menos hijos eran favorecidas por el gobierno con mayores beneficios sociales y regalos, especialmente si uno de los cónyuges optaba por la esterilización. En este último caso incluso se podían obtener promociones laborales y, por tanto, incrementos de sueldo. Se promocionó el uso de anticonceptivos (biyun yao) y se llevaron a cabo de manera gratuita tres tipos de operaciones: inserción de dispositivos intrauterinos (DIU, gong nei jieyu qi), vasectomía (shujingguan jieza) y ligadura de trompas (shuluanguan jieza). Estas operaciones se recompensaban con entre una y cuatro semanas de baja laboral con sueldo en función de la importancia de las mismas.

 

Cuadro 2.
Métodos anticonceptivos en China (1971-2003)

Año

Inserción de DIU
(en millones)

Ligaduras de trompa
(en millones)

Vasectomías
(en millones)

Abortos
(en millones)

1971

6.17

1.74

1.22

3.91

1972

9.22

2.09

1.72

4.81

1973

13.95

2.95

1.93

5.11

1974

12.58

2.27

1.44

4.98

1975

16.74

3.28

2.65

5.08

1976

11.63

2.71

1.49

4.74

1977

12.97

2.78

2.62

5.23

1978

10.96

2.51

0.77

5.39

1979

13.47

5.29

1.67

7.86

1980

11.49

3.84

1.36

9.53

1981

10.33

1.55

0.65

8.70

1982

14.07

3.92

1.23

12.42

1983

17.76

16.40

4.36

14.37

1984

11.75

5.42

1.29

8.89

1985

9.58

2.28

0.57

10.93

1986

10.64

2.91

1.03

11.58

1987

13.45

4.41

1.75

10.49

1988

12.23

3.59

1.06

12.67

1989

15.52

4.22

1.51

10.38

1990

15.88

6.93

3.09

13.49

1991

12.29

6.75

2.38

14.10

1992

10.09

4.50

0.86

10.42

1993

13.46

3.58

0.64

9.49

1994

13.21

3.73

0.67

9.47

1995

9.34

2.82

0.51

9.78

1996

8.79

2.72

0.54

8.71

1997

8.35

2.47

0.44

8.20

1998

7.66

1.99

0.33

7.38

1999

7.20

1.83

0.32

6.76

2000

9.98

2.56

0.48

1.49

2001

9.52

2.50

0.46

1.28

2002

9.25

2.21

0.37

1.34

2003

9.58

2.10

0.31

1.66

Fuente: Tyrene White. China’s Longest Campaign: Birth Planning in the People’s Republic, 1949-2005. Ithaca: Cornell University Press, 2006.

 

La principal característica de esta campaña de control de la natalidad sería la obtención de los primeros éxitos, tras el claro fracaso de las anteriores. Aunque el crecimiento de la población seguiría a un ritmo similar al de las décadas anteriores y en ocasiones se incrementaría, ello sería debido en parte a hechos positivos: reducción significativa de la tasa de mortalidad infantil y adulta (estimadas en un 45‰ y 7,25‰ en 1976 respectivamente) e incremento de la esperanza de vida, situada en torno a 63-64 años a mediados de los setenta[18]. Si analizamos los datos del Cuadro 1 veremos que la campaña logró reducir de manera importante la tasa de natalidad, que pasaría de 34,11‰ en 1969 a 19,91‰ en 1976, es decir, una disminución de casi 15 puntos en sólo siete años. Asimismo, no menos importante fue la tendencia a la baja, fruto también de un cierto cambio social, de la tasa de fecundidad que pasó de 5,72 hijos por mujer a 3,24 entre 1969 y 1976. No obstante, la reducción se vio frenada por el limitado impacto de la política de planificación familiar en las áreas rurales. A finales de los setenta las mujeres campesinas tenían un número de hijos dos veces superior al de las urbanas[19]. No obstante, pese al crecimiento de la población china, se habían puesto ya las bases para una política más audaz en lo que se refiere a la planificación familiar.

En general, se puede afirmar que la era de Mao es un tiempo perdido en la historia de la lucha contra la sobrepoblación en China. Sin duda, el espectacular crecimiento que experimentó la RPCh en sus tres primeras décadas de existencia es uno de los pesados legados del maoísmo a la China de hoy. Sin embargo, conviene ser justos. Una de las causas de la explosión demográfica fue, sin duda, la ausencia de políticas firmes en lo que se refiere a la planificación familiar, al menos hasta la última etapa del maoísmo. Pero otra causa fue la rápida caída de la tasa de mortalidad, tanto adulta como infantil, gracias al desarrollo y modernización de China. El régimen comunista impulsó medidas como la necesidad de higiene, el combate contra las enfermedades infeccionas (muchas de ellas hasta entonces endémicas), creó hospitales, clínicas y maternidades, se buscó convencer de parir en dichos centros y no en el hogar, y se difundieron técnicas modernas de dar a luz[20]. Así, de una esperanza de vida media de 40 años en 1949 se pasó a una de 64 en 1976, mientras que la tasa de mortalidad infantil descendió de una cifra en torno a 200‰ a alrededor de 45‰ en el mismo periodo[21].


Una medida revolucionaria: la política del Hijo Único

Los avances experimentados en la década de los setenta fueron considerados insuficientes por los dirigentes chinos después de la muerte de Mao en septiembre de 1976. Aunque la política de control de la natalidad continuó, no fue hasta finales de 1978 con el triunfo de Deng Xiaoping en su lucha interna dentro del régimen contra el sucesor designado por Mao y su principal adversario político, Hua Guofeng, que se consolidaría definitivamente la lucha contra la superpoblación.

Entre las reformas impulsadas por Deng Xiaoping y sus camaradas del PCCh para convertir a China en una potencia económica figuró siempre en un lugar preferente la cuestión demográfica. Ello está estrechamente vinculado a los cambios acontecidos en los años inmediatamente posteriores a la muerte de Mao. Los finales de los setenta fueron un momento de crisis social, política y económica en China. La tasa de desempleo tanto rural como urbano se disparó y se produjo el regreso a las ciudades de aquellos jóvenes enviados a trabajar al campo durante la Revolución Cultural. Además, el país contaba con una mayoría de población por debajo de los 25 años y, por tanto, se esperaba que una gran masa entrase en la edad de procrear en los siguientes lustros[22]. Por otro lado, las reformas que se empezaban a impulsar requerían de la necesidad de controlar el rápido crecimiento poblacional. Aunque en las ciudades la tasa de fecundidad se había reducido sensiblemente en la última década, en las áreas rurales dicha disminución había sido más moderada. Si no se tomaban medidas, el fuerte crecimiento de la población condicionaría todos los planes de desarrollo que buscaba impulsar el régimen posmaoísta. La lucha contra el tercer hijo había sido considerada clave hasta entonces para frenar el proceso y en 1977 había surgido una campaña basada en la idea “uno es lo mejor, dos como máximo”. Aquellas parejas con un solo vástago eran recompensadas mientras que la llegada de un tercero o más era penalizada con multas u otras medidas económicas[23]. Sin embargo, pronto se llegó a la conclusión de que la política de dos hijos por familia heredada del fallecido primer ministro Zhou Enlai debía ser descartada.

En diciembre de 1978, tras la celebración del Tercer Pleno del XI Comité Central (evento en el que Deng se erigió en líder indiscutible del comunismo chino tras derrotar a Hua Guofeng), se anunció la puesta en marcha a partir del 1 de enero de 1979 de una medida conocida oficialmente como Política de Planificación Familiar (o de Nacimientos, jihua shengyu zhengce) pero que se conocería mundialmente como la “política del Hijo Único”[24]. Al frente de la misma estaría como órgano encargado de llevarla a la práctica la Comisión Nacional de Planificación Familiar (CNPF, guojia jihua shengyu weiyuanhui), creada en marzo de 1981. Basada en la idea de “animar a cada pareja a tener sólo un niño” (tichang yidui fufu zhi sheng yige haizi), el objetivo de la medida perseguía limitar la población de China a 1200 millones para el año 2000 y alcanzar un crecimiento cero de población para esa fecha; no obstante, en 1986 esta previsión se ajustaría a 1300 millones debido a las serias dificultades de alcanzar dicho objetivo, casi imposible de realizar en la práctica[25]. La política del Hijo Único conllevaba que las parejas tanto de zonas urbanas como rurales fueran autorizadas a tener un solo vástago, siendo recompensados con el llamado “certificado de hijo único” (du sheng zinü zheng). Según lo establecido, toda pareja en edad fértil tenía derecho a obtener métodos anticonceptivos (biyun fangfa) de forma gratuita, al igual que a operaciones gratuitas destinadas a frenar el crecimiento poblacional (abortos, esterilizaciones, etc.).

La política del Hijo Único sigue desde 1981 una estructura administrativa jerárquica. Recogiendo las directivas del Partido en esta materia, el gobierno central establece a través de la CNPF (institución que tiene rango ministerial desde 1982) unos objetivos demográficos y unas pautas para alcanzar dichos objetivos, así como la propuesta de nuevos métodos que permitan conseguir estos últimos. La CNPF (desde 2005 denominada oficialmente Comisión Nacional de Población y Planificación Familiar) delega la puesta en marcha de las medidas en los gobiernos provinciales (que cuentan con su propia Comisión de Planificación Familiar (CPF), jihua shengyu weiyuanhui), los cuales a su vez delegan parte de las responsabilidades en las unidades administrativas más pequeñas (prefecturas, distritos, cantones), que poseen cada una su propia CPF. En la escala inferior (ciudades, pueblos) se encuentran las Oficinas de Planificación Familiar (jihua shengyu bangongshi), a su vez divididas en comités diversos que actúan en barrios, vecindarios, lugares de trabajo, etc. Para asegurarse el cumplimiento de sus objetivos, el gobierno central monitoriza la labor de los funcionarios responsables (cuadros del Partido) de la planificación familiar tanto a escala provincial como local y que éstos cumplan con las cuotas de nacimientos establecidas en sus áreas de actuación. En 1991 se puso en marcha un sistema de responsabilidad de los cuadros encargados de la planificación familiar y se estableció la responsabilidad última en los gobiernos locales a la hora de llevar a cabo el control demográfico[26]. En la práctica, bajo amenaza de recortar sus salarios si no se cumplen las cuotas establecidas en su zona de actuación, el Estado ejerce un control absoluto sobre la carrera política de los funcionarios encargados de la planificación familiar y los somete a una fuerte presión con el fin de que lleven a cabo su tarea de manera firme. A la coerción del Estado se añade la de los poderes locales ya que el gobierno central otorga importantes inversiones y beneficios económicos a aquellos distritos, localidades y provincias considerados modelo en la lucha contra la elevada natalidad.

La instauración de la política del Hijo Único a partir de 1979 vino acompañada de una serie de medidas con el fin de asegurar su éxito. Dichas medidas se dividían en tres ejes: persuasión, coacción y sanciones. Es indudable que solamente la obligación de tener un único vástago no se hubiera cumplido sin la imposición de métodos de presión y de castigo para aquellos que no cumplieran con la directriz gubernamental de planificación familiar. En otras palabras, para asegurar el éxito de la empresa se procedió a lo largo de los primeros años a desarrollar una serie de recompensas y sanciones divididas en categorías según el cumplimiento o incumplimiento de las normas. Las recompensas se dividían en tres categorías: vacaciones pagadas, beneficios económicos y ventajas sociales. En el primer caso, se extendía el número de días de vacaciones (pagadas) de los que se disponía al año. En el segundo caso, los padres recibían cuidados sanitarios gratuitos hasta que el hijo cumpliera los catorce años (en una época en que la sanidad china se estaba privatizando rápidamente). El hijo único gozaba de preferencia en la admisión en la guardería, en preescolar y en educación elemental y superior y, en el futuro, estaba establecido que tendría mayores facilidades para entrar en la universidad y encontrar trabajo. A los padres con un solo hijo se les otorgaba una prima mensual que se añadía a su sueldo y gozaban de privilegio a la hora de optar a un trabajo o a una promoción laboral[27]. Asimismo, se les aseguraba también recibir la pensión completa al jubilarse más un pequeño subsidio. En el caso de los funcionarios, se les otorgaban importantes bonificaciones económicas y más días festivos. En las ciudades se premiaba a los que cumplían con la norma mediante la preferencia en la asignación o reparto de viviendas y, en la medida de lo posible, la entrega de un piso equivalente al que recibía en el pasado una pareja con dos hijos. En las áreas rurales, la política del Hijo Único premiaba a las parejas con la entrega de lotes de tierra mayores, una ayuda en puntos (que a final de año revertía en dinero) y la disminución de impuestos sobre la producción que obtenían del cultivo de sus tierras. Sin embargo, si finalmente las parejas tenían un segundo hijo, debían devolver todos los beneficios disfrutados hasta el momento.

El incumplimiento de tener un solo hijo conllevaba la adopción de sanciones contra la pareja infractora[28]. Dichas sanciones eran principalmente económicas y consistían en multas elevadas y en la reducción del salario de los padres con el fin de “compensar” los gastos sociales que ocasionaban al Estado los “hijos sobrantes” (duo zinü fei). Las multas podían suponer el salario de varios meses e incluso de un año o más, mientras que la reducción del sueldo del padre y de la madre podía ser de entre el 10% y el 30%, lo que en ambos casos suponía una clara pérdida del poder adquisitivo de las parejas. No satisfecho con estas sanciones económicas, con el paso del tiempo el gobierno chino fue aplicando nuevas medidas sancionadoras con el fin de asegurarse el éxito de su política de control de la natalidad. Dichas medidas se centraban en la privación de ventajas sociales como, por ejemplo, la pérdida de tierras en el caso de familias campesinas[29] o la degradación laboral en el caso de los funcionarios, siendo el caso extremo la pérdida de la categoría funcionarial[30]. Otro castigo era negar beneficios como el permiso de maternidad.

La política del Hijo Único, convertida ya en “política básica” (jiben zhence) del régimen comunista chino, se intensificó a partir de 1982. Hasta entonces, el hijo único como modelo familiar había tenido muchas dificultades para implantarse debido a la rapidez con que se había decidido. Las medidas impuestas debían pasar primero por un filtro legal a escala provincial y la adopción de las mismas por los gobiernos provinciales varió en el tiempo y no fue hasta finales de 1979 que la casi totalidad de provincias, regiones autónomas y ciudades administradas directamente por el poder central (Pekín, Shanghai y Tianjin) habían promulgado las normas de control demográfico[31]. Pero incluso en este caso las restricciones variaban en función de la provincia e incluso a nivel de distrito, y las limitaciones del número de hijos por pareja eran diferentes. De hecho, el hijo único fue al principio una recomendación y no se convirtió en una obligación hasta enero de 1980. En septiembre de ese mismo año se aprobó una nueva Ley del Matrimonio y cuyo artículo seis establecía la edad mínima permitida para casarse en 22 años en el caso de los hombres y en 20 en el de las mujeres[32]. El mismo artículo animaba a que las parejas llevaran a cabo matrimonios tardíos y retrasaran la descendencia. El lema de la época era “matrimonio y procreación tardíos” (wanhun, wanyu).

En la práctica, la adopción de la política del Hijo Único por parte de las autoridades provinciales y locales no se consolidó definitivamente hasta 1981, año del nacimiento de la CNPF[33]. Por ello, los tres primeros años de implantación del hijo único tuvieron un resultado más bien discreto. Para acabar con esta situación, el gobierno central impulsó a partir de 1982 una serie de medidas de esterilización con el objetivo de que a mediados de la década todas las parejas en edad fértil con dos o más hijos fueran estériles. Hasta la fecha se había desarrollado una campaña bajo el eslogan “primero la prevención” (yufang wei zhu), donde se urgía a este tipo de parejas a esterilizarse para evitar el riesgo de un nuevo embarazo no permitido. Otra de las razones de esta nueva y más fuerte campaña de esterilización era el elevado número de nacimientos en las áreas rurales, donde muchas parejas tenían más de dos hijos, y el hecho de que las primeras estimaciones del censo nacional de 1982 no eran precisamente alentadoras. Los estudios demostraban que en 1981 el 28% de los nacimientos pertenecían a la categoría de los duotai (“demasiados”), esto es, tercer descendiente (o superior) en una misma pareja[34]. En el segundo caso, publicados sus resultados en julio de 1982, el tercer censo nacional de la RPCh confirmaba que la población china superaba ya la simbólica cifra de los mil millones.

La CNPF se puso como objetivo limitar en la medida de lo posible el segundo hijo y acabar de una vez por todas con la posibilidad de que las parejas tuvieran un tercer hijo en el caso del campo, donde el incumplimiento de la medida era constante. Una gran campaña nacional impulsada principalmente en las áreas rurales se puso en marcha desde mediados de 1982, alcanzando su cenit el año siguiente. A partir del mes de enero de 1983 un millón y medio de propagandistas, 138.000 médicos y enfermeras y millones de cuadros del Partido fueron movilizados a tal efecto, siendo el impacto mayúsculo sobre la población china[35]. Con este fin, se multiplicaron las llamadas “cuatro operaciones” (sizhong shoushu): vasectomía, inserción del DIU, ligadura de trompas y aborto provocado o forzoso. Si observamos el Cuadro 2 veremos que sólo en 1983 fueron esterilizadas más de dieciséis millones de mujeres (más de cuatro veces la cifra del año anterior), al igual que más de cuatro millones de hombres (el número de vasectomías casi se cuadriplicó), mientras que las inserciones de DIU pasaron a ser diecisiete millones, siete más que en 1981. No menos significativa es la cifra de abortos: de los casi nueve millones de 1981 se pasó a casi doce millones y medio un año más tarde y más de catorce el año siguiente. Para que no hubiera dudas, a los funcionarios y cuadros locales se les advirtió de que debían cumplir con los “tres no” (san bu): no a los nacimientos no planificados (jihua wai shengyu), no a los nacimientos duotai y no a los abortos en la fase posterior del embarazo. En total, la campaña de 1982-1983 llevó a la esterilización de más de veinticinco millones de personas y a la supresión de millones de nacimientos, todo ello mediante la combinación de persuasión y recompensa y de intimidación y sanción[36].

Esta campaña se empezó a relajar a partir de finales de 1983 ante las críticas recibidas por los métodos drásticos que conllevaba. La fuerte presión sobre los cuadros encargados de cumplir los objetivos fijados conllevó numerosos abusos, sin contar la competencia laboral ya que aquellos que en sus áreas de trabajo lograban resultados importantes eran recompensados. La presión del Estado sobre las parejas hizo que en la práctica se llevaran a cabo numerosos abortos forzosos (o provocados, rengong liuchan), casi siempre en el caso de un tercer embarazo aunque también de manera significativa en el caso de esperar un segundo hijo, especialmente en las ciudades. En algunos lugares incluso se llevaron a cabo redadas contra las mujeres en cinta, que eran tratadas casi como delincuentes y en muchos casos llevadas directamente al hospital con el fin de que se les practicara un aborto[37]. Además, el aborto forzoso podía ser tardío, es decir, podía tener lugar en el tercer trimestre de gestación. Asimismo, tras el nacimiento de un segundo hijo la madre era obligada a esterilizarse[38]. Especialmente fuertes fueron las protestas procedentes de las áreas rurales. Aquí, gracias a las reformas, el campo había experimentado un fuerte desarrollo y la producción no hacía sino crecer. Sin embargo, la política del Hijo Único presentaba numerosos problemas porque aquellas familias con una sola hija veían limitada la mano de obra en sus tierras.

Por otro lado, estaba la cuestión de las minorías nacionales. China posee 55 minorías y una etnia mayoritaria, los Han, lo que conocemos popularmente como chinos. En torno a un 92% de la población en esta época, los Han han sido los constructores del Estado chino, que en su expansión en el pasado fue incluyendo territorios ocupados por otros pueblos. Exentas de las campañas de planificación familiar durante la época de Mao, las minorías nacionales rechazaron en la mayoría de los casos y desde el primer momento la política del Hijo Único, considerándola una nueva forma de control Han sobre ellas y destinada a reducir su identidad como pueblos separados de la mayoría Han. Dicha política empezó a ser impulsada en las zonas autónomas (donde habitan la mayoría de minorías) a partir de 1982 y fue más benévola que en el caso de los Han[39]. Se les autorizó a tener un máximo de tres hijos en el caso de las minorías inferiores a diez millones de integrantes. En ningún caso se debía tener cuatro o más hijos[40]. Sin embargo, en la práctica todas ellas incumplieron la normativa y entre las musulmanas del oeste chino no era extraño que hubiera familias con cuatro o más hijos, todo ello con la tolerancia de las autoridades. Aunque se han impuesto ciertas limitaciones desde los años ochenta, las minorías nacionales siguen disfrutando en la actualidad de medidas más permisivas en lo que se refiere a la limitación de nacimientos[41].

A partir de 1984 el régimen chino diseñó una nueva estrategia en su política de control de la natalidad. La medida del hijo único se mantuvo pero pasó a ser menos estricta en lo que se refiere al campo y las minorías nacionales[42]. Aunque tendió a variar ligeramente según las provincias, en la mayoría de ellas se procedió a autorizar que todas aquellas familias rurales con una hija pudieran optar a un segundo hijo pero con la condición de espaciar el primer nacimiento y el segundo. Eso sí, si fruto del segundo embarazo nacía una niña no había opción a una tercera oportunidad. En algunas provincias, generalmente las más remotas y menos pobladas, se autorizó el segundo hijo aunque el primero fuera varón[43]. En el caso de las áreas urbanas la política no cambió, aunque se estableció la decisión de conceder de manera muy excepcional la autorización de un segundo hijo, por ejemplo en el caso de un primer hijo con deficiencias mentales o por fallecimiento del hijo único[44]. Por último, el gobierno decidió que aquellas minorías nacionales con menos de diez millones de integrantes fueran autorizadas a tener dos hijos y un tercero bajo condiciones especiales[45].

La primera década de control estricto de la natalidad había traído resultados positivos. Así, el hijo único se había ido generalizando aunque todavía numerosas parejas, tanto en el campo como en las ciudades, intentaban sortear esta política. Las diferentes operaciones de control de la natalidad (vasectomía, ligadura de trompas, inserción del DIU, abortos provocados) se realizaban en todas las clínicas del país. Un estudio del Ministerio de Salud Pública de China de 1988 señalaba que entre 1979 y 1987 se habían realizado 269 millones de este tipo de operaciones[46]. Con la entrada en la década de los noventa la cuestión de la natalidad cobró nuevamente importancia. Aunque los datos no eran tan negativos, lo cierto es que el cuarto censo nacional, de julio de 1990, reveló que la tasa de crecimiento real anual en los años anteriores había sido mayor que la que oficialmente había estimado el régimen. En conjunto, el índice real de crecimiento de la población china entre 1984 y 1990 había sido de 15,5‰ cuando oficialmente el gobierno de Pekín había confiado en que fuera del 12,5‰[47]. La consecuencia fue una intensificación de las campañas de planificación familiar, destacando una presión mayor sobre los cuadros, a los que se advertía de no alterar los resultados. El objetivo a lo largo de la década fue la de impulsar el control de nacimientos a medida que China ascendía en su desarrollo económico. Para ello, desde 1990 se procedió a reforzar la propaganda en medios de comunicación, impulsar mejores estudios sobre la población real del país, incrementar el número de personal de la CNPF y mejorar su formación, e imponer mayores sanciones contra los que incumplían la normativa. El personal directamente encargado de la planificación familiar (cuadros, médicos, etc.) pasó de los 44.878 de 1979 a 405.999 en 1995[48]. Aunque el crecimiento demográfico continuó, ello fue debido a que desde mediados de los años noventa se entró en una nueva fase en la que las mujeres nacidas en el periodo de la Revolución Cultural (años de muchos nacimientos) entraron en su etapa de reproducción. Entre los objetivos de la tercera (1992-2002) y en especial de la cuarta generación (desde 2002) de dirigentes comunistas ha sido intentar cerrar la brecha entre el campo y la ciudad, y ello incluye la política del Hijo Único.

Con la entrada en el siglo XXI las autoridades chinas decidieron dar un paso más allá en su política de planificación familiar. El censo de julio de 2000 había tenido unos resultados aceptables (unos 1265 millones de habitantes en la RPCh), lo que cumplía con los objetivos de no sobrepasar los 1300 en esa fecha. Sin embargo, Pekín buscó asegurarse que la política del Hijo Único no descarrilara. Desde 1979 dicha política había sido una norma de obligado cumplimiento pero sus límites legales no estaban claros. Entre 1978 y 1990 hubo tres intentos fallidos de promulgar una ley a tal efecto y después de once años de discusiones se logró que en diciembre de 2001 se ratificara la Ley de Población y Planificación Familiar, que entró en vigor el 1 de septiembre de 2002[49]. Ello había venido precedido por la directiva impulsada por el gobierno central en marzo de 2000 y conocida como los “tres no cambios” (san bu bian), esto es, no cambiar la política actual del hijo único, no cambiar el objetivo fijado de una población no superior a 1400 millones para el año 2010 y una tasa de nacimientos inferior al 15‰, y, finalmente, no cambiar el sistema de sanciones hacia los responsables del Partido y los responsables políticos locales cuyas áreas incumplieran los objetivos fijados[50].

La Ley de Población y Planificación Familiar de 2002 es importante porque legaliza definitivamente las instituciones encargadas de la planificación familiar pero a la vez establece los límites legales de su actuación. En realidad, recoge toda la herencia de la normativa anterior y añade algunos nuevos aspectos. Quedan regulados la reproducción, los incentivos, los servicios sanitarios, los objetivos, las responsabilidades legales, etc. Un apartado importante son las recompensas por el cumplimiento de la ley y los castigos por su incumplimiento. Asimismo, recoge el espíritu del Estado de recomendar matrimonios más tardíos, al igual que la descendencia. La ley no menciona explícitamente la esterilización o el aborto aunque indirectamente habla de la primera al señalar la importancia de las “medidas contraceptivas a largo plazo” (changxiao biyun cuoshi)[51]. Un aspecto interesante es que permite que los hijos únicos que contraigan matrimonio puedan tener dos hijos[52]. Otro de los objetivos de la ley es clarificar la política del Hijo Único debido a los problemas surgidos desde 1979 con la descentralización de las provincias. Estas últimas han impulsado la política de planificación familiar pero la manera y la intensidad de la misma no ha sido siempre la misma y en algunas provincias, por ejemplo, la prohibición de un segundo hijo ha sido menos estricta que en otras[53]. Ahora bien, la Ley de Población y Planificación Familiar tiene un objetivo claramente disuasorio. Antes el incumplimiento de la política del Hijo Único era una infracción al tratarse de una normativa, desde 2002 incumplirla se ha convertido en delito porque se viola la ley.


La resistencia social: el “fracaso” de la política del Hijo Único en el campo

La política del Hijo Único fue contestada ampliamente por diversas capas sociales desde buen principio pero el poder del Estado fue derribando la resistencia en la mayoría de casos salvo en uno: las áreas rurales. En las ciudades el control era mayor debido sobre todo a la mayor visibilidad y a la ausencia de redes de apoyo entre la población. La mayor influencia y presencia de las organizaciones encargadas de supervisar las órdenes del Partido en los lugares de trabajo y en los vecindarios hacían casi imposible incumplir la norma. Por otro lado, con el desarrollo económico y las mejoras sanitarias, en resumen, con la mejor calidad de vida, se hacía menor la necesidad de tener más hijos. Aunque las parejas urbanas deseaban por lo general más de uno, los riesgos de ser sancionados eran demasiado altos debido a la limitación de viviendas y de trabajos. Cambios generacionales y mayores niveles educativos contribuyeron también a una mejor aceptación del hijo único. En las áreas urbanas la resistencia a esta política, considerada una ofensa al Estado, podía tener consecuencias peligrosas.

En las áreas rurales, en cambio, esta percepción nunca ha sido muy extendida. Históricamente, el campo se ha mantenido alejado del centro político, ubicado en las ciudades, y pese al brutal impacto de las políticas maoístas, muchas costumbres persistieron, entre ellas la cuestión de los hijos. Aquí, los matrimonios suelen tener lugar a una edad más temprana que en las ciudades y la preferencia por un número elevado de hijos ha sido la tónica general. La ausencia de métodos anticonceptivos también ha contribuido a esta situación, al igual que hasta una época reciente la alta tasa de mortalidad infantil. Un número alto de vástagos es considerado en el mundo rural un símbolo de riqueza. La política del Hijo Único en el campo fue diseñada al mismo tiempo que caían las estructuras maoístas. Así, a partir de 1978-1979 se ponía en marcha la supresión de la colectivización agrícola, desapareciendo así el sistema de comunas populares que tanto daño había hecho al campo chino. Las reformas de Deng y del PCCh convertían a los campesinos en responsables de la cosecha de las tierras que trabajaban mediante un contrato con el Estado, propietario legal de la tierra, que les arrendaba la misma a cambio de recibir una parte de la producción. El resto era para el campesino, que podía vender libremente el excedente. Ello permitió el desarrollo progresivo de una economía emprendedora en las áreas rurales y un auge general del nivel de vida campesino.

No está claro hasta qué punto todas estas reformas en el campo fueron una cesión del régimen a la masa campesina debido a la imposición de la política del Hijo Único. Lo que sí es evidente es que esta última fue rechazada ampliamente y los beneficios que acompañaban su cumplimiento eran considerados escasos. Para los funcionarios encargados de implantar la medida en las áreas rurales su trabajo era una pesadilla. Eran, sin duda, los más odiados en los pueblos y en la práctica todos los cuadros locales del Partido se convertían en responsables (o culpables) de su aplicación a ojos de la población campesina. Los funcionarios, encargados además de la recaudación de impuestos y famosos por su corrupción, eran apodados los “tres quiero” por los campesinos: “quiero dinero, quiero grano y quiero vidas” (yao qian, yao liang, yao ming), el último referido directamente al control de nacimientos[54]. Para los cuadros locales la imposición del control de la natalidad del PCCh no era tarea fácil ya que debían convivir con los vecinos a los que debían controlar y la corrupción rampante de los miembros locales del Partido, uno de los mayores problemas internos del régimen comunista chino desde hace décadas, no hacía sino incrementar la animadversión campesina hacia la autoridad. Por ello, los funcionarios en muchos casos hacían la vista gorda y preferían evitarse problemas en lo que se refiere a la implementación de la planificación familiar en sus localidades.

El gobierno central no tardó en darse cuenta de este problema. La resistencia rural amenazaba con dañar los objetivos de la política del Hijo Único y, tras la campaña de 1982-1983, las autoridades de Pekín buscaron rebajar el grado de enfrentamiento en el campo y adoptaron una política más suave, surgiendo lo que podríamos llamar una política de “dos críos, un hijo varón”. Dicha política, impulsada a partir de abril de 1984, permitía a las parejas rurales tener un segundo descendiente si el primero era una niña a cambio de que la pareja aceptara espaciar el nacimiento de los dos hijos como mínimo cuatro años y que la madre tuviera al menos 28 años de edad cuando naciera el segundo[55]. En la práctica, lo que se instauró fue una política no oficial de “dos hijos” en el campo. Al permitir a las parejas campesinas la posibilidad de tener dos hijos, el gobierno buscaba que aquellas aceptaran mejor la planificación familiar y no fueran más allá, evitando así un enfrentamiento directo que hubiera podido llevar al incumplimiento absoluto de la norma y el auge masivo de nacimientos en el campo. Dicho de otro modo, permitiendo algunas excepciones en la política del Hijo Único se evitaba el fracaso de dicha política. El cumplimiento estricto de tener un solo hijo no se aplica oficialmente en el campo chino desde 1984.

Esta mayor tolerancia en el caso de las áreas rurales por parte de las autoridades de Pekín, que persiste hasta nuestros días, tampoco ha conllevado una disminución de la hostilidad popular hacia aquellas. Los campesinos chinos son conocidos por enfrentarse violentamente al Estado y el hijo único es uno de los casos que despierta mayor sensibilidad porque, pese a la posibilidad de tener un segundo descendiente en caso de ser el primero una niña, tampoco está asegurado el nacimiento de un varón en el segundo embarazo. La resistencia a la política del Hijo Único (o de “dos hijos”) puede ser de varios tipos. El primero es la evasión, por ejemplo, disimulando un embarazo no permitido. A partir del otoño, las mujeres campesinas suelen vestirse con gruesas ropas hasta la primavera. Se busca quedarse embarazada en verano y así las primeras semanas en que la preñez empieza a ser visible coincide con la llegada del otoño (en otras palabras, del frío) y aquella puede pasar más desapercibida. Otra manera muy sencilla de sortear la medida es enviar a la esposa a otro lugar, ya sea a la ciudad o a otro pueblo con un pariente. Una vez tenga el hijo es muy difícil que lo pierda ya que a lo sumo puede obligársele a darlo en adopción pero ello lo deberán llevar a cabo los cuadros del Partido en el pueblo de origen, donde las amenazas de la familia del recién nacido suelen impedir que esto suceda. En otros casos, el Partido envía a oficiales de mayor rango al pueblo a investigar, pero éstos suelen ser detectados antes de llegar y las mujeres embarazadas son alertadas y huyen a refugiarse en lugares previamente establecidos. Aunque los funcionarios y las fuerzas de seguridad hacen batidas por la zona, suelen obtener pocos resultados[56].

Otra forma de evitar las consecuencias de la política del Hijo Único es la “compra” de nacimientos, esto es, la colaboración con funcionarios corruptos. En todos estos casos se hace con la ayuda de funcionarios que simpatizan con las parejas o aceptan los sobornos de estas últimas. Así, una familia campesina paga al encargado local de la planificación familiar y éste a cambio hace la vista gorda y no se registra el nacimiento. Ello tiene lugar casi siempre cuando el recién nacido es una niña y es la segunda hija del matrimonio. Asimismo, se puede recurrir a alegar que el recién nacido tiene deficiencias mentales o físicas y se entra en una categoría de posible autorización de un tercer embarazo. En otros casos se decide entregar el hijo a un pariente cercano sin descendencia, que lo adopta, y así se puede optar a una nueva oportunidad. Este hecho es relativamente frecuente y ha llevado a la aparición de un mercado negro de las adopciones, pese a que estas últimas no cuentan con un certificado de manera oficial. Otra práctica muy extendida es el falso divorcio. La mujer se queda embarazada y la pareja decide separarse. Según la ley, una mujer en trámites de separación puede llevar a cabo su embarazo sin riesgo de ser penalizada. Una vez nace el bebé, la pareja, que en ningún momento se ha separado verdaderamente, “casualmente” se reconcilia y detiene los trámites de divorcio. En algunos casos, sin embargo, el divorcio es concedido con tanta rapidez que la pareja debe volver a casarse de nuevo. La colaboración del cuerpo médico también es una manera de saltarse la ley. Hay médicos que falsifican inserciones de DIU y apuntan que la mujer se ha quedado embarazada accidentalmente. En otros casos simplemente extraen el DIU, lo que es ilegal en China

Por todo ello, no es extraño que en algunas zonas rurales de China haya familias campesinas con varias hijas y un solo hijo, este último generalmente el más pequeño de la familia. Se pueden dar casos de familias con cinco o seis hijas, por ejemplo. Ello ha llevado a un fenómeno nuevo: la aparición de una población flotante (liudong renkou), es decir, personas que no están registradas oficialmente y de las que no se tiene constancia de su existencia pero que habitan el país y forman parte de la sociedad. Se calcula que dicha población flotante sumaba unos 70 millones hacia 1990[57] y actualmente la cifra supera seguramente los cien millones de personas.

Aunque es indudable que la política del Hijo Único en las áreas rurales no ha tenido el mismo éxito que en las urbanas, el Estado chino se ha apuntado también varias victorias. El tradicional apego de la clase campesina al PCCh, vínculo estrecho desde que Mao en los años treinta asociara el triunfo del movimiento comunista chino al respaldo de la extensa clase rural, ha servido junto con la coacción y las recompensas de tierras para que desde 1980 la tasa de fecundidad haya disminuido notoriamente en el campo.


La preferencia por el varón y el desequilibrio sexual en la sociedad china

La consecuencia más grave de la política del Hijo Único ha sido, sin duda, el desequilibrio surgido en el número de hombres y mujeres en la RPCh. La sociedad china ha sido históricamente patrilineal y en gran parte patrilocal (aunque este último caso ha tendido a disminuir debido a la mayor independencia de las parejas respecto a sus progenitores), en otras palabras, patriarcal. La preferencia por el niño es una tradición heredada del confucianismo, que enfatiza el valor de los hijos varones. Desde tiempos antiguos, el deber de todo hombre consistía en tener el mayor número de varones posible para asegurar su descendencia. Así, el tener hijas no era un problema pues si la esposa era joven a la larga vendría el ansiado descendiente masculino. El estatus de la esposa iba asociado al nacimiento de hijos varones, mayor cuanto más grande fuera su número.

Entre las costumbres chinas relativas a la fecundación a las que ha tenido que hacer frente la política del Hijo Único está la cuestión del sexo de los hijos y en especial la preferencia por el varón. Esta actitud sigue siendo especialmente fuerte en las áreas rurales mientras que es menor y ha tendido a disminuir con el paso del tiempo en las urbanas. No obstante, también en estas últimas la preferencia por el varón no ha desaparecido del todo. Las razones están principalmente vinculadas al linaje (transmisión del apellido) pero también hasta una fecha reciente al cuidado de los padres. Históricamente, el hijo varón vivía con sus padres y heredaba el hogar paterno mientras que la hija se trasladaba a vivir con su marido y la familia de éste[58].

En el campo, donde el peso de la tradición es más grande, la importancia del hijo varón es enorme. Aquí, pese a que su influencia ha disminuido desde 1949, la cultura patriarcal rige todavía muchos aspectos de la vida cotidiana (patrilinealismo, sistema de filiación, culto a los ancestros, etc.) y es compartida por hombres y mujeres. Así, el deber principal de la esposa es traer al mundo al menos un hijo varón para evitar ser víctima del ostracismo familiar. Ello va asociado en gran medida a la creencia de una superioridad del hombre sobre la mujer heredada de la ética confuciana[59]. Según esta última, sólo el hijo varón puede llevar a cabo la transmisión de la línea ancestral de la familia (esto es, el apellido) y es obligación de cada generación el transmitir una nueva descendencia masculina que continuará el linaje. Ello va estrechamente ligado al culto de los ancestros, que sólo puede ser realizado por los descendientes masculinos.

Hay otros motivos que también cuentan en la relevancia social del varón. Aparte del linaje, está la cuestión de la herencia. La hija, cuando se casa, pasa a formar parte de otra estructura familiar, la de su marido, y por tanto la herencia pasa a otra familia. En cambio, si es varón, la herencia se mantiene dentro del mismo núcleo familiar. Otro hecho es la importancia del vínculo familiar. Cuando una hija se casa suele trasladarse al hogar de su marido y sus suegros. En la sociedad china es tradición que una vez los mayores han cumplido con sus hijos, sean estos últimos los que cuiden de sus progenitores una vez éstos entran en la tercera edad. En el campo chino es famosa la expresión “criar a un hijo para preparar la vejez” (yang’er fang lao). Al formar parte del núcleo familiar del marido, la esposa debe atender ante todo a las necesidades de sus suegros. Por ello, el tener un hijo asegura un cuidado en la vejez. Esta percepción del hijo como garante de una cómoda vejez de los padres no ha hecho sino aumentar en las últimas décadas ante un coste de la vida cada vez mayor y unas pensiones que muchas veces no satisfacen las necesidades de la población anciana, así como un sistema sanitario que fue privatizado en su mayor parte en los años noventa y al que deben recurrir cada vez con más frecuencia las personas de la tercera edad.

Por último, está la importancia económica del varón. En las áreas rurales es un recurso económico fundamental. Desde joven participa en las labores agrícolas y es una fuente de riqueza en el hogar, asegurando por ello ingresos en la familia una vez el padre fallezca o se jubile. Las hijas, que también son un potencial económico y también pueden trabajar en el campo, suelen colaborar en las tareas del hogar pero dejan de beneficiar a la familia al casarse, llevándose consigo el potencial económico. En este sentido, los hijos son de largo un contribuyente mayor a los ingresos de la familia ya que trabajan desde muy jóvenes, permanecen en el hogar paterno y traen a una nueva persona (la esposa) al casarse, incrementando de esta forma el potencial económico de la familia[60]. Este aspecto es fundamental. Con las reformas rurales de finales de los setenta, la producción pasó a estar en manos de la familia campesina y para asegurar dicha producción era necesaria mano de obra, en especial masculina, lo que añadió todavía más valor a los hijos varones. En otras palabras, la supervivencia de la familia reside fundamentalmente en tener hijos varones. No es extraño, por tanto, que el 90% de las parejas campesinas deseen optar por un segundo hijo en caso de que el primero sea una niña[61].

Atrapadas entre la limitación del número de nacimientos a uno o dos (esto es, la presión del Estado) y las imposiciones culturales y sociales de tener un varón, las parejas han tenido que recurrir a posiciones extremas con el fin de asegurar el nacimiento de un descendiente masculino. Sin duda, la más extrema ha sido el infanticidio femenino. Objeto de mucha polémica tanto dentro como fuera de China, algunos estudios han demostrado la existencia de esta práctica, si bien todos los datos apuntan a que ésta ha sido limitada en el espacio y tiempo. Sin duda, tuvo lugar principalmente en el primer periodo de la política del Hijo Único. Según un estudio de 1990, el 1,2% de las niñas nacidas el año anterior pudo haber sido objeto de infanticidio o negligencias “voluntarias” por parte de los padres[62]. Sin embargo, estos datos son sólo estimaciones difíciles de confirmar. Parece ser que el número de muertes de niñas a manos de sus padres ha sido muy pequeño y ciertamente aislado[63]. En general, se ha circunscrito a las áreas rurales, donde este hecho es muy difícil de verificar. Aunque el fenómeno en sí llama mucho la atención, lo cierto es que podemos afirmar que el infanticidio femenino prácticamente había desaparecido a finales de los noventa en beneficio de otras dos estrategias. La primera es el abandono de niñas, de cuyo incremento se tiene conocimiento desde finales de los años ochenta y que surge como respuesta al refuerzo de las medidas de control de la natalidad por parte del régimen chino. Aunque las cifras no son concluyentes, en los años noventa se estima que hubo unos 160.000 abandonos de infantes, la mayoría niñas, pasando la mayor parte a cuidado del Estado[64]. Desde comienzos del siglo XXI el número de abandonos de niñas ha tendido a disminuir y es evidente que a medida que China progrese y se desarrolle dicha cifra no hará sino descender.

En realidad, tanto el infanticidio femenino como el abandono de niñas han tenido un papel nulo en el número desigual de varones y mujeres que existe actualmente en China. El factor verdadero y el que marca un antes y un después es el aborto y más concretamente el aborto selectivo en función del sexo del bebé. La escalada de abortos selectivos ha sido de tal calibre que ha alterado de manera peligrosa la proporción entre hombres y mujeres en beneficio de los primeros. La difusión en los hospitales y clínicas de China de la tecnología moderna para realizar ecografías y que se hizo ya general en todo el país hacia finales de los años ochenta no ha hecho sino disparar el número de este tipo de abortos. La identificación prenatal lleva a un aborto selectivo según el sexo del bebé, dicho de otra manera, numerosas parejas deciden abortar cuando descubren que esperan una niña con el fin de intentar un nuevo embarazo que desemboque en el nacimiento de un hijo varón. Se calcula que en 1990 los abortos selectivos en función del sexo representaron un tercio del total de abortos en China y este número no ha hecho más que crecer desde entonces[65]. En ocasiones cuentan con la colaboración (por interés económico) de médicos. Éstos corren el riesgo de perder la licencia para ejercer si son descubiertos, al igual que las mujeres que abortan ilegalmente, cuyo castigo es la prohibición de tener un segundo hijo bajo cualquier circunstancia.

Según los estudios demográficos, la proporción media de nacimientos a nivel mundial es de 105-106 niños por cada 100 niñas[66]. En el caso de China, en 1981 esta cifra se situaba ya en 108,5 niños por cada 100 niñas, un dato sin duda preocupante[67]. Pero es que en los años siguientes esta proporción no hizo sino agrandarse alcanzando 114 en 1989 y, mas grave todavía, 117 en el censo de 2000[68].

 

Cuadro 3.
Población agrupada según la edad y el sexo (Censo nacional del año 2000)

Franja de edad

Población

% total de población

Ratio sexo (mujeres = 100)

Total

Hombre

Mujer

Total

Hombre

Mujer

0-4

70.978.374

38.648.694

32.329.680

5,55

3,03

2,52

120,17

5-9

92.152.587

49.303.208

42.849.379

7,26

3,89

3,37

115,42

10-14

126.396.633

66.344.739

60.051.894

10,09

5,26

4,83

108,81

15-19

105.031.165

53.878.170

51.152.995

8,29

4,25

4,04

105,43

20-24

100.573.174

51.937.766

48.635.408

7,61

3,86

3,75

102,79

25-29

117.821.765

60.505.258

57.316.507

9,46

4,84

4,62

104,98

30-34

129.314.298

66.360.456

62.953.842

10,25

5,26

4,99

105,5

35-39

109.147.295

56.141.391

53.005.904

8,78

4,51

4,27

105,92

40-44

83.242.945

43.243.187

39.999.758

6,54

3,4

3,14

108,32

45-49

87.521.045

44.939.603

42.581.442

6,88

3,53

3,35

105,67

50-54

65.304.200

33.804.125

31.500.075

5,09

2,64

2,54

107,55

55-59

46.370.375

24.061.506

22.308.869

3,73

1,94

1,79

107,86

60-64

42.703.848

21.674.478

21.029.370

3,36

1,75

1,61

108,21

65-69

34.780.460

17.549.348

17.231.112

2,8

1,41

1,39

101,85

70-74

25.574.149

12.436.154

13.137.995

2,06

1

1,06

94,66

75-79

15.928.330

7.175.811

8.752.519

1,28

0,58

0,7

81,99

80-84

7.989.158

3.203.868

4.785.290

0,64

0,26

0,38

66,95

85-89

3.030.698

1.056.941

1.973.757

0,24

0,09

0,15

53,55

90-94

783.594

229.758

553.836

0,06

0,02

0,04

41,48

95-99

169.756

51.373

118.383

0,01

---

0,01

43,4

100 o +

17.877

4.635

13.242

---

---

---

35

Total

1.265.832.226

653.550.469

612.281.757

100

51,53

48,47

106,3

Fuentes: Zhongguo tongji nianjian, 2002 [Anuario estadístico de China, 2002]. Pekín: Zhongguo tonji chubanshe, 2002.

 

El censo de 2000 disparó todas las alarmas ante la desproporción existente en el nacimiento de niños y niñas. Según dicho censo, en China había unos 1265 millones de habitantes y de ellos el 51,53% eran hombres y un 48,47% mujeres, situándose la proporción de 106,30 hombres por cada cien mujeres para todo el conjunto de la población. Ello ya daba una buena medida de la situación ya que a escala mundial la proporción es de un número ligeramente superior de mujeres respecto a los hombres, en general atribuida al hecho de una esperanza de vida un tanto superior en el caso de las primeras. Pero en el caso chino el problema era muy serio porque la mayor diferencia entre el hombre y la mujer no se daba hasta los setenta años, edad a partir de la cual el número de mujeres era mayor (véase Cuadro 3).

Actualmente, en China la cifra estaría alrededor de 118-120 nacimientos de niños por cada 100 niñas. De este problema es consciente el gobierno chino, que lleva años lanzando campañas mediáticas a favor de tener niñas con el fin de contrarrestar la preferencia por el varón. A finales de los noventa el entonces máximo dirigente chino, Jiang Zemin, incluso declaró públicamente la importancia de las hijas como descendientes iguales de las parejas. Entre las medidas para frenar el aborto selectivo destaca la idea, no llevada a la práctica todavía, de recompensar económicamente a las familias que tengan una hija. Pero algunas provincias han ido más allá y han adoptado medidas más estrictas. Así, por ejemplo, las autoridades de Fujian, Henan y Shandong han prohibido desde hace años la información relativa al sexo del bebé antes del nacimiento. Los médicos ginecólogos de dichas provincias tienen vetado informar a las parejas sobre el sexo de su hijo y se exponen a revocaciones de licencia e incluso amenazas de cárcel si incumplen estas ordenanzas[69]. De hecho, la Ley de Salud Materna e Infantil aprobada en 1994 ya restringía la práctica de ecografías y otras técnicas que determinaran el sexo del feto, pero no fue hasta la entrada en el siglo XXI que se tomaron las primeras medidas serias para combatir el fenómeno de los abortos selectivos en función del sexo del bebé.

La consecuencia principal de la preferencia por el varón es que nos encontramos actualmente con un problema de consecuencias incalculables. Empezando en el año 2000 y prolongándose al menos hasta 2020-2030 y más allá en caso de no tomarse medidas inmediatas, se calcula que hay actualmente (y habrá con el paso del tiempo) un número ostensiblemente mayor de hombres que de mujeres en edad casadera y que muchos chinos no encontrarán esposa. Según diversos estudios, sólo entre 2000 y 2021 habrá un total de 23,5 millones más de jóvenes chinos que de jóvenes chinas[70]. Peor todavía, según los estudios más alarmistas, si no se toman medidas urgentes el número de hombres en la franja entre los 15 y los 49 años superará en 40-50 millones al de mujeres en la misma franja de edad hacia el año 2050[71].

Estos hombres solteros que no contraen matrimonio son denominados en chino guang gun, término que se traduciría como “ramas sin hojas” o “vara desnuda”. Los hombres “sobrantes” se encuentran con dificultades cada vez mayores a la hora de encontrar pareja y el problema no ha hecho más que empezar. Algunos estudios señalan que este fenómeno podría llevar a un escenario dramático. Por ejemplo, el auge de los crímenes de corte sexual como matrimonios forzosos, venta de mujeres con finalidades matrimoniales, violaciones, etc. Se apunta incluso al incremento del adulterio, la homosexualidad y, sin duda, el auge de la prostitución pues la demanda será mayor[72]. Por otro lado, parece poco probable la aparición de la poliandria, esto es, una esposa con varios maridos. Lo que sí es seguro es que se incrementara el número de matrimonios de viudas y divorciadas.

La ausencia de medidas previas ha llevado hoy día a no poder enfrentarse a un fenómeno cuyos primeros estragos ya están afectando a China. El escenario más probable en un futuro cercano es una competencia desesperada entre los jóvenes chinos ante la escasez de esposas o novias. Una solución sería traer esposas de fuera, lo que no es fácil ante el deseo de muchos hombres chinos de casarse con mujeres de su misma raza. Se podría recurrir en este punto a las comunidades chinas, principalmente de Hong Kong y del sudeste asiático (Singapur, Indonesia, Tailandia, etc.). Sin embargo, ello es complicado y difícil de llevar a cabo. No hay que dejar de lado el hecho de que aquellos con peor educación, más pobres, rurales, tendrán sin duda menos posibilidades de encontrar esposa y ¿estarían dispuestas las chinas de Singapur, Hong Kong, etc. a vivir en el campo chino, pobre y mucho más atrasado que sus lugares de origen? Una idea que impera en este sentido es que los guang gun acabarán concentrándose en áreas con acceso a sexo comercial, principalmente ciudades como Pekín y Shanghai[73].

No hay que descartar, sin embargo, que otra consecuencia de la política del Hijo Único limite los estratos de la preferencia por el varón. Y digo limite porque no se sabe el alcance de la misma. Con anterioridad se ha señalado el caso de la población flotante. Uno de los hechos más conocidos en China en lo que a demografía se refiere es que la información oficial relativa a la proporción niño-niña se ve condicionada en parte por la ausencia de notificación oficial del nacimiento de niñas por parte de muchas familias campesinas. Dicho de otro modo, estas familias no declaran el nacimiento de sus hijas y esconden el hecho con el fin de intentar un nuevo embarazo y tener un varón y al mismo tiempo no ser sancionadas por saltarse la ley. Y ello es un fenómeno más frecuente de lo que se cree. Es muy posible que parte del excedente de jóvenes chinos encuentre a su pareja en esta especie de “mercado negro” de mujeres no censadas, alejando de esta manera el problema o al menos reduciéndolo. Pero esto sólo son especulaciones porque los estudios sobre este tema son hasta la fecha inexistentes.

En el seno del Partido Comunista Chino la preocupación es evidente. Como responsables directas de esta situación, las autoridades han tomado conciencia desde hace más de una década de la peligrosidad del fenómeno pues no sólo es un problema social sino que podría convertirse en una amenaza política. Un número elevado de hombres sin esposa es un foco de descontento social sin precedentes y de proporciones inimaginables, especialmente, en China, donde el matrimonio y la descendencia son parte esencial del ser humano. Y si analizamos la Historia, las revoluciones que hacen caer regímenes y gobiernos las hacen principalmente los hombres.


Conclusión

China ha experimentado uno de los declives de la fecundidad más exitosos de la historia de la demografía. La idea de “una pareja, un hijo” iniciada en 1979 ha conllevado una cifra de 1,80 hijos por mujer en los últimos años, muy lejos ya de los 6,1 de 1949[74]. En este sentido, la política del Hijo Único ha sido el resultado final de la evolución de las políticas de planificación familiar desde 1953 y la consecuencia última del fracaso de las anteriores. Ello ha llevado a cambios fundamentales en la población de China que afectan desde el matrimonio, el sistema familiar, la reproducción, la relación con los hijos, el rol de los dos sexos en la relación de pareja y la edad de matrimonio hasta la relación con el trabajo y la jubilación y el desequilibrio sexual en el seno de la población.

Cuando en 1979 China empezó a aplicar la política del Hijo Único los desafíos a los que tenía que hacer frente eran enormes. No sólo había que crear una burocracia especializada sino que había que impulsar un cuerpo médico encargado de llevar a cabo las medidas de planificación familiar más extremas conocidas hasta la fecha; no menos importante, había que adoctrinar a un PCCh que estuviera dispuesto a aceptar y hacer cumplir estas medidas. Hoy, pese a los problemas ocasionados, los éxitos han sido notables y la amenaza demográfica que existía en China hace tres décadas se ha reducido. El hijo único se ha convertido a fecha de hoy en universal en las áreas urbanas mientras que, pese a las dificultades, las familias rurales también tienen menos hijos. Ello sólo ha podido hacerse con eficacia y también, porque no decirlo, con mano dura. Alcanzar los objetivos previstos en la política del Hijo Único conllevó una alteración profunda de la mentalidad china en lo que se refiere a la fecundación y no para un periodo breve de tiempo sino a largo plazo. En este sentido, sólo un régimen autocrático podía llevarla a cabo mediante una gran campaña de transformación social y la movilización de todo un país hacia un mismo objetivo. Todo ello combinado con una estructura administrativa, una política institucionalizada y una presión del poder. Para alcanzar sus objetivos, la política del Hijo Único se edificó mediante un sistema de recompensas para aquellas parejas que acataran las instrucciones y de sanciones económicas y abortos forzosos para aquellas que se negaran a aceptar la nueva realidad demográfica. Dicho de otro modo, el éxito obtenido no podía haber ocurrido sin la agresiva intervención del Estado y la estructura diseñada con este propósito permitió a aquél ejercer un control sobre la esfera más privada de la vida social, esto es, la reproducción.

Al igual que en China, en Occidente la transición demográfica se llevó a cabo de manera conjunta con el progreso económico pero en el caso chino fue el régimen comunista quien forzó dicha transición. Así, en China la reducción de la tasa de fecundidad vino dictada por las necesidades nacionales, entre ellas el desarrollo económico. La política del Hijo Único se implantó definitivamente como consecuencia de la necesidad de asegurar el proceso de reformas económicas impulsado por el régimen chino a partir de finales de los setenta. En este sentido, las reformas económicas actuales siguen vinculadas estrechamente a esta política y por ello todo crecimiento poblacional importante puede afectar negativamente al desarrollo de China. No es extraño, por tanto, que la política del Hijo Único haya cambiado muy poco respecto a 1979. En Occidente, en cambio, la disminución de la tasa de fecundidad se hizo de manera involuntaria o, mejor dicho, fue una consecuencia del desarrollo económico pero en ningún caso fue forzada desde el poder político. Ello es debido a que en Occidente la transición demográfica está vinculada a una actitud demográfica más individualista iniciada sobre todo a partir de la entrada en el siglo XX, cuando las parejas aprovecharon las nuevas medidas anticonceptivas y pasaron a controlar ellas y no el Estado los nacimientos de hijos con el fin de adaptar estos últimos a  sus intereses. En China, en cambio, la decisión nunca fue individual sino colectiva pues la institución familiar está claramente asociada al Estado. Si lo analizamos desde un punto de vista moral, la imposición del hijo único viola los derechos humanos fundamentales pues ataca la libertad del individuo (o de las parejas) y su derecho a la descendencia.

Lo que es indudable es que la política del Hijo Único ha sido uno de los mayores éxitos en la historia de la Humanidad en lo que a control demográfico se refiere y en este sentido persiste la creencia de que el régimen chino le ha ganado la “guerra a los nacimientos”[75]. Desde luego, no es un éxito absoluto porque no todos los objetivos se han conseguido y en la práctica no se ha podido imponer completamente el hijo único a todas las parejas urbanas ni rurales. Pero visto desde la perspectiva actual, se ha logrado contener un crecimiento poblacional que hace treinta años se consideraba imposible. Los desafíos a los que tenía que hacer frente la nación china en 1979 eran enormes pero con esfuerzo y tesón se logró frenar un crecimiento demográfico que hubiera podido llegar a amenazar la estabilidad de China y cuyas repercusiones hubieran afectado a todo el planeta. Por poner un ejemplo, incluso con las restricciones en los nacimientos, entre 1990 y 2005 la RPCh creció en unos 300 millones de personas, esto es, la población actual de EE.UU., el tercer país más poblado del mundo.

Según una información del Diario del Pueblo, principal periódico del régimen comunista chino, publicada a finales de diciembre de 2000 se calculaba que 300 millones de nacimientos habían sido evitados desde 1979 con la política del Hijo Único[76]. Un estudio de un grupo de expertos chinos situaba la cifra en 338 millones para el periodo 1979-1998[77]. Pero estos son estudios basados en informes oficiales. Excluyen, por ejemplo, aspectos como el porcentaje de aquellos abortos que son selectivos en función del sexo del bebé, muchas veces realizados de manera ilegal[78]. Por otro lado, el número de autorizaciones de un segundo hijo ha aumentado desde los años ochenta y la diferente aplicación de la normativa según las provincias ha hecho que en algunas zonas la realidad sea de dos hijos por matrimonio. En la práctica, podemos afirmar que sin la política del Hijo Único China tendría hoy día alrededor de 500 millones más de habitantes, es decir, unos 1800 millones. Y se señala que para 2030 la población china alcanzará los 1600 millones, mil millones menos de los que hubiera tenido sin el declive de la tasa de fecundidad impulsado por el gobierno de Pekín con su política de un solo hijo por mujer[79].

Otro de los aspectos interesantes de la política del Hijo Único ha sido su impacto social. La estructura familiar tradicional china, basada en un número elevado de hijos, ha sido eliminada y existe un mayor control de la reproducción. Ahora, las familias tienden a preparar la llegada del hijo con antelación y pueden decidir el momento propicio. Por otro lado, la edad de matrimonio se ha ido retrasando, especialmente en las áreas urbanas, porque ya no se percibe una urgencia a la hora de procrear. Ello ha contribuido a una mayor igualdad entre marido y esposa porque esta última ya no es considerada únicamente como una fuente reproductora. El tener un solo hijo ha dado mayor libertad a las mujeres, especialmente en el ámbito profesional, sin olvidar que la situación en China hoy día, con un elevado coste de la vida, requiere del trabajo de ambos cónyuges para salir adelante. Y un solo crío es más fácil de cuidar por los abuelos cuando los padres trabajan. Ahora bien, donde más se percibe el cambio en las familias es en la relación con los hijos (o deberíamos decir el hijo o la hija). La sociedad china ha sido tradicionalmente muy protectora con los hijos pero el hecho de que ahora la descendencia se circunscriba a un solo descendiente ha llevado a la aparición de toda una generación de jóvenes conocidos como los “pequeños emperadores” (xiao huangdi), es decir, hijos consentidos y maleducados en muchos casos que hacen en su familia lo que les da la gana, sobre todo en el ámbito urbano[80]. A ello no es ajeno el hecho de que sus padres consienten casi todo a sus hijos pero también el desarrollo de una sociedad consumista donde los progenitores otorgan a sus hijos muchas cosas que ellos no tuvieron en su infancia y juventud. La existencia de estos niños, mimados al extremo, que raramente han compartido algo suyo y sobreprotegidos por los padres, ha llevado a la aparición de núcleos familiares marcados por el “síndrome de 4-2-1” (si-er-yi zhonghezheng), esto es, cuatro adultos ancianos (cuatro abuelos) y dos adultos (los padres) mimando a un solo crío (el hijo o la hija)[81]. Ello ha conllevado que los hijos impongan muchas veces su voluntad sobre sus progenitores o abuelos, agudizando de esta forma su egoísmo e individualismo. Y muchos de ellos son llamados a gobernar China en un futuro.

Indudablemente, la política del Hijo Único ha causado un gran malestar social en China aunque no hasta el punto de poner en peligro la estabilidad política del régimen comunista. Estudios diversos demuestran que más del 60% de las parejas chinas optarían por tener dos hijos si pudieran[82]. Actualmente, el Partido parece haber moderado su política de control demográfico, instalándose entre las autoridades la idea de que la constancia y el gradualismo sirven mejor que la imposición y la coacción. A ello no es ajeno el coste económico y social que conlleva el estricto control demográfico. En este sentido, la retórica oficial se ha ido reduciendo en la última década y se han suavizado algunas medidas. Por ejemplo, una de las cláusulas de la ley de 2002 autoriza a aquellas parejas en la que ambos, marido y mujer, sean hijos únicos la posibilidad de tener un segundo hijo. Ello es especialmente importante en las ciudades, donde desde 2005 la mayoría de nuevos matrimonios están formados por personas nacidas después de 1980. Ello hace que actualmente la política del Hijo Único se mantenga en muchas ocasiones disfrazada en realidad de dos hijos por pareja. Además, al Estado chino tampoco se le escapa que los cambios sociales derivados de tres décadas de reformas económicas y la apertura al mundo han llevado a un replanteamiento voluntario de la estructura familiar por parte de las parejas. Dicho de otro modo, a mayor progreso económico, menos hijos. Las nuevas oportunidades laborales, el gusto por el ocio y el elevado coste de dar una buena educación a los hijos en una sociedad tan competitiva como es la china hacen que las parejas, sobre todo en las zonas urbanas, no tengan problemas en limitar de manera voluntaria el tamaño de la familia. Si a ello añadimos el auge del coste de la vida y del paro desde 1980, que afecta en primer lugar a los jóvenes, no es extraño que el deseo de formar una familia se retrase. Lo que se aprecia desde hace ya algunos años es una mayor coincidencia en el tamaño de las familias por parte de la sociedad y el que defiende el Estado.

Por otro lado, surgen fenómenos nuevos a los que hacer frente. Pese a posibles problemas de superpoblacion en algunas de las grandes ciudades (Pekín, Shanghai, Guangzhou, etc.) si se aceptasen dos hijos por pareja, está emergiendo con fuerza el problema del envejecimiento de la población gracias sobre todo al auge de la esperanza de vida, cifrada en 73,4 años en 2009[83]. La cuestión de mantener las prestaciones sociales (pensiones, ayudas sociales, etc.) no es un asunto que se pueda obviar y es un problema al que habrá que enfrentarse con decisión en los próximos años. Recientemente, en julio de 2009 la ciudad de Shanghai (donde la tasa de fecundidad es la más baja de toda China, con aproximadamente 1,2 hijos por mujer en edad fértil) lanzaba una campaña a favor de animar a las parejas locales a tener un segundo vástago. El envejecimiento de la población local debido al auge del nivel de vida y el elevado coste de la misma que hace marcharse a muchas parejas jóvenes fuera del municipio parecen haber abocado a los dirigentes de la ciudad a aceptar el segundo hijo como remedio a las consecuencias económicas que aquello conlleva[84]. Algunos especialistas chinos señalan la necesidad de impulsar los dos hijos por familia como forma de superar el problema del envejecimiento de la población.

Sin embargo, esta posibilidad es objeto de grandes discusiones y éstas se añaden a la creencia por parte de representantes gubernamentales de que la política del Hijo Único se encuentra en su fase terminal. Según cálculos del régimen chino, hacia 2030 se llegará al pico del crecimiento poblacional y a partir de entonces dicho crecimiento empezará a ser negativo, llevando a una disminución progresiva del tamaño de la población. En este sentido, diversos analistas advierten de la necesidad de evitar una relajación en la política de control demográfico y señalan el riesgo de que la política de “dos hijos” que parece dibujarse en el horizonte lleve más tarde a una de “tres hijos” en el caso de las áreas rurales, corriendo de esta forma el riesgo de alcanzar los 1600 millones antes lo previsto. El principal responsable de la planificación familiar declaró en marzo de 2008 que la política del Hijo único se mantendría como mínimo durante una década más[85]. Pero hay dudas de que esto suceda. No hay que olvidar que el régimen chino lleva estudiando el caso más de treinta años y que la sociedad china es hoy muy diferente a la de 1979. Uno de los aspectos más importantes es que la esperanza de vida es mayor. La China de mediados del siglo XXI tendrá más ancianos que nunca y más pensiones que pagar. Una sociedad donde mueren más personas de las que nacen es una sociedad que difícilmente saldrá adelante. Y ello nunca ha pasado en China. Con el fin de hacer frente a estas nuevas realidades sociales y económicas la Comisión Nacional de Planificación Familiar (CNPF) pasó a denominarse a partir de 2005 Comisión Nacional de Población y Planificación Familiar (CNPPF, guojia renkou he jihua shengyu weiyuanhui) y se dotó de mayores competencias relacionadas con la población, incluyendo envejecimiento, empleo, inmigración, etc.

China se encuentra en la tercera y última fase de su transición demográfica, donde los índices de natalidad y mortalidad han alcanzado los niveles más bajos de su historia. Con una cifra de unos 20 millones de nacimientos anuales en la actualidad, hasta el año 2020 se espera que la población crezca entre 8 y 10 millones al año para luego estabilizarse en un 0,5% anual hasta que empiece a decaer en torno al 2030. Con ello, China habrá logrado sus objetivos y es posible que a mediados de este siglo deje de ser el país más poblado del mundo y otorgue este “honor” a la India.

 

Notas

[1] El estado del mundo 2010: Anuario económico geopolítico mundial, 2009, p. 395 y 404.

[2] Los estudios relativos a la demografía china tienen el principal inconveniente de la ausencia de datos completamente fiables, especialmente en lo que se refiere a las primeras décadas de la República Popular China. Aunque los estudios demográficos han avanzado considerablemente en los últimos treinta años y las autoridades chinas suelen hacer públicos anualmente los datos relativos a población, tasas de nacimiento, mortalidad, fecundidad, etc., algunos datos deben ser aceptados con cautela. Los datos incluidos en este estudio van siempre acompañados de su fuente, considerada en cada caso como la más fiable.

[3] Will, 1989, p. 12.

[4] Ibid.

[5] Es interesante señalar que el crecimiento demográfico de China era conocido fuera de sus fronteras. Ya con anterioridad al siglo XVIII, los occidentales que visitaban el Imperio del Centro habían resaltado la elevada cifra de habitantes del mismo. Habían surgido algunas teorías poco creíbles, la mayoría consideradas absurdas ya en su tiempo, de la mano de supuestos estudiosos que afirmaban que los embarazos de las mujeres chinas duraban tres meses o que estas últimas tenían a sus hijos de cinco en cinco.

[6] Scharping, 2003, p. 43.

[7] Hasta la fecha, los censos demográficos en la RPCh han sido los siguientes: 1953 (con una población de 583 millones), 1964 (694 millones), 1982 (1008 millones), 1990 (1133 millones) y 2000 (1265 millones).

[8] White, 2006, p. 32.

[9] White, 2006, p. 35.

[10] White, 2006, p. 52.

[11] “Zhonggong zhongyang guowuyuan guanyu renzhen tichang jihua shengyude zhishi” [Instrucciones del Comité Central y del Consejo de Estado sobre la promoción entusiástica de la planificación de nacimientos]. Citado en Zhongguo renkou nianjian, 1985, 1985, p. 14.

[12] Chu, 1977, p. 18.

[13] Chu, 1977, p. 25.

[14] Bongaarts y Greenhalgh, 1985, p. 586.

[15] Attané, 2000, p. 10.

[16] Chu, 1977, p. 68-71.

[17] Tien, 1973, p. 282.

[18] Banister, 1987, p. 352.

[19] Attané, 2000, p. 22-23. Otra diferencia entre las mujeres urbanas y las campesinas era el retraso en la edad de matrimonio. Gracias sobre todo a las primeras, la edad de matrimonio de las mujeres chinas pasa de 21,5 años a 24,4 entre 1970 y 1979.

[20] Una tradición muy extendida hasta mediados del siglo XX era que la comadrona cortara con los dientes el cordón umbilical, con el riesgo evidente de infección para el recién nacido. Una causa de mortalidad infantil era en muchos casos la ausencia de objetos esterilizados.

[21] Banister, 1987, p. 352.

[22] Milwertz, 1997, p. 53.

[23] White, 2006, p. 65.

[24] La aprobación oficial de la política del Hijo Único tuvo lugar durante dicho pleno de la mano de Deng Xiaoping y sus partidarios pero fue ideada por la cúpula dirigente anterior, liderada por Hua Guofeng. De hecho, fue siguiendo las recomendaciones de una conferencia nacional sobre planificación familiar celebrada en febrero de 1978 y hechas públicas en el Congreso Nacional Popular que tuvo lugar poco después que el gobierno encabezado por Hua decidió en octubre de ese año propagar a todos los niveles administrativos (provincias, ciudades, comunas, etc.) una política de un hijo por familia.

[25] Milwertz, 1997, p. 55. Una muestra simbólica de la nueva orientación del régimen comunista de Pekín en materia de control de la natalidad fue la rehabilitación en septiembre de 1979 de Ma Yinchu (un anciano ya con 97 años), economista y antiguo presidente de la Universidad de Pekín, quien había sido purgado dos décadas atrás por advertir de los peligros del rápido crecimiento de la población china.

[26] Merli, Qian y Smith, 2004, p. 235.

[27] Bianco y Hua, 1989, p. 31.

[28] Sólo estaban exentos de ello los gemelos o los nacimientos múltiples derivados de un segundo embarazo.

[29] En China la tierra es del Estado, que las arrienda al campesino mediante contratos temporales de media y larga duración.

[30] Attané, 2000, p. 12 y 18. Estas sanciones se aplican en muchos casos durante el embarazo no planificado de la mujer pero se le devuelve a la pareja toda la suma y los beneficios perdidos si la pareja opta por abortar.

[31] Scharping, 2003, p. 52.

[32] La anterior ley, del año 1950, establecía la edad permitida para contraer matrimonio en 20 años en el caso de los hombres y 18 en el de las mujeres.

[33] Scharping, 2003, p. 53-55.

[34] White, 2006, p. 138.

[35] Scharping, 2003, p. 57. De estas duras medidas fueron excluidas las minorías nacionales, concentrándose exclusivamente en la gran mayoría Han (92% de la población).

[36] Sólo en 1982 se hicieron doce millones de abortos, esto es, tres abortos por cada cinco nacimientos.

[37] Bianco y Hua, 1989, p. 33.

[38] Es importante señalar que en el marco de esta presión del Estado fueron cometidos abusos más allá de lo permitido por el régimen. Así, hubo algunos casos en que médicos y enfermeras se tomaron al pie de la letra las directrices del Partido y se excedieron en sus obligaciones. Cuando esto era conocido, el Estado los castigaba conforme a la ley. No hay constancia de que el Estado chino haya obligado a morir a un bebé recién nacido, aunque algunos profesionales de la medicina lo hayan podido hacer y han sido severamente castigados una vez descubiertos.

[39] La política más tolerante hacia las minorías nacionales se fundamenta en la pertenencia a la misma. Así, los Han que viven en las zonas autónomas (donde habita la mayoría de minorías) están sujetos a la política del Hijo Único de manera estricta. No obstante, en el caso de Xinjiang se ha permitido durante años que los Han que vivían en esta región autónoma pudieran tener dos hijos

[40] Peng, 1991, p. 49. Según el censo de 2000, el número de personas pertenecientes a las minorías nacionales era de unos 106 millones, esto es, el 8,4% de la población de China.

[41] Scharping, 2003, p. 150. Desde comienzos de la década de los noventa Pekín ha ido introduciendo restricciones en el caso de algunas minorías, especialmente las más numerosas. Los mongoles, coreanos y Hui (Han musulmanes) están autorizados a tener dos (parejas urbanas) o tres hijos (familias rurales). Los manchúes y los Zhuang del sur de China, al sobrepasar los diez millones, están sujetos a la política del Hijo Único aunque el incumplimiento de la misma ha sido frecuente entre estos dos pueblos. Las minorías menos numerosas (aquellas inferiores a cien mil miembros) están exentas de todo control demográfico. Un caso más sensible es el de los tibetanos y los uighures pues su relación con Pekín ha sido históricamente problemática desde el punto de vista político y cultural. En el Tíbet se ha promovido un máximo de tres hijos por matrimonio (en el caso de las áreas rurales) aunque se ha buscado evitar complicaciones con esta minoría nacional. En Xinjiang, la región autónoma donde habitan los uighures, se aplica la política de dos hijos en el caso de las zonas urbanas y tres en las rurales aunque se suele hacer la vista gorda en caso de un cuarto hijo o se impone una simple multa. No es extraño, por tanto, que Xinjiang tenga la tasa de fecundidad más alta de China, con alrededor de 2,2 hijos por mujer.

[42] Un aspecto a remarcar es el de la población que ha emigrado dentro de China, especialmente los campesinos que se han marchado a trabajar a las grandes ciudades. Según la ley, los inmigrantes nacionales deben respetar las reglas de control de natalidad del lugar de residencia permanente. En el caso de los “chinos de ultramar”, ciudadanos de origen chino que regresan a la madre patria, suelen gozar del derecho a un segundo hijo. Por otro lado, la política del Hijo Único no se aplica en el caso de los residentes de las antiguas colonias de Hong Kong y Macao, actualmente Regiones Administrativas Especiales de la RPCh. Sin embargo, es conveniente señalar que en ambos lugares el desarrollo económico desde hace décadas ha llevado a una limitación voluntaria del número de hijos por parte de las parejas locales.

[43] La sureña provincia de Guangdong (Cantón) también aplicó esta medida pese a ser una de las más pobladas del país.

[44] Estas excepciones varían en función de los territorios. Asimismo, si el primer hijo posee deficiencias físicas graves también se puede optar a un segundo hijo. Más recientemente, el gobierno chino hizo una excepción como consecuencia del terremoto que sacudió Sichuan en mayo de 2008. Así, se permitió que aquellas parejas en edad fértil que hubieran perdido un hijo o hubiera quedado herido de gravedad como resultado del seísmo pudieran optar a un nuevo embarazo. Véase “One-Child Policy Lifted for Quake Victims’ Parents”, New York Times, 27 de mayo de 2008.

[45] Scharping, 2003, p. 59. En la práctica, muchas de estas minorías incumplirían la norma.

[46] Zhongguo weisheng tongji tiyao, 1987 [Resumen Estadístico de Sanidad de China, 1987], Pekín, 1988. Citado en Greenhalgh, 1994, p. 8.

[47] Zhongguo jihua shengyu nianjian, 1991, 1992, p. 258.

[48] Scharping, 2003, p. 186.

[49] Scharping, 2003, p. 84.

[50] Merli, Qian y Smith, 2004, p. 236.

[51] Winckler, 2002, p. 394.

[52] Desde 1985 aquellas parejas que eran hijos únicos tenían derecho a tener dos hijos.

[53] Debido a la diversidad de la población de China, ya sea étnicamente como desde el punto de vista de la distribución geográfica (hay provincias mucho más pobladas que otras), el gobierno chino permitió desde el principio de la política del Hijo Único que los gobiernos provinciales y las unidades administrativas inferiores (prefecturas, condados, ciudades, pueblos, etc.) adoptaran sus propias reglas a la hora de controlar los nacimientos con el fin de tener en cuenta las realidades locales. La consecuencia ha sido que el cumplimiento de la política del Hijo Único varía según los diferentes territorios, al igual que las circunstancias excepcionales que permiten tener dos hijos. Aunque algunas zonas han visto restringirse las circunstancias excepcionales, desde 1984 el territorio de China se divide en tres categorías a la hora de aplicar el control de nacimientos. Las zonas más permisivas (o menos estrictas) son las regiones autónomas salvo la de Guangxi (Mongolia Interior, Ningxia, Xinjiang y Tíbet) y las provincias con un elevado número de minorías nacionales (Qinghai, Yunnan, Guizhou) y poco pobladas (Hainan). Las menos permisivas  (o más estrictas) son las provincias costeras desde Heilongjiang (norte del país) hasta Zhejiang; en esta categoría se incluyen las municipalidades de Pekín, Shanghai y Tianjin. Por último, entre ambas categorías, está una tercera donde se encuentran los territorios con cierta permisividad y que incluyen las provincias del interior y de la costa del sur del país (Guangdong, Fujian).

[54] White, 2006, p. 170.

[55] Tu, 1995, p. 170.

[56] Scharping, 2003, p. 3.

[57] White, 2006, p. 175

[58] Esta circunstancia ha cambiado hoy día y las parejas urbanas buscan independizarse. En este sentido, la hija se marcha del hogar pero no siempre al de la familia de su marido. En la práctica, permanece cerca de sus padres.

[59] Concepto de zhong nan qing nü (“el hombre es superior a la mujer”).

[60] Arnold y Liu, 1986, p. 226-227.

[61] Scharping, 2003, p. 217.

[62] Scharping, 2003, p. 228. Un ejemplo de esta negligencia “voluntaria” sería recurrir a los servicios médicos, que suelen ser caros, cuando se trata de un hijo varón y no hacerlo cuando es el caso de una hija. Conviene señalar que tanto el infanticidio como el abandono de menores están severamente castigados en el sistema penal chino y ambas acciones están tipificadas como crimen.

[63] Estudios recientes señalan que en realidad el infanticidio femenino fue más corriente en la China Imperial tardía (siglos XVIII y XIX) y obedecía al hecho de que las familias regulaban el número de hijos y el sexo de los mismos. Pero es importante señalar que en esta época el infanticidio también afectaba a los hijos varones. La causa principal era la supervivencia de la familia. La pobreza de gran parte de la población conllevaba que se eliminara a parte de la descendencia ante la falta de alimentos para todos los miembros de la familia.

[64] Johnson, 1996, p. 91. Ello sin contar que numerosas niñas eran dadas en adopción a parientes y amigos que no podían tener hijos. A comienzos de los noventa las niñas representaban el 98% del total de críos abandonados. Por otro lado, estalló una polémica en esta época en torno a la penosa situación de muchos orfanatos chinos. Dicha situación fue denunciada en reportajes de periodistas británicos y alertó al mundo de la desgraciada situación de las niñas en China, haciéndose eco sobre todo en Occidente donde se multiplicaron las adopciones de niñas chinas.

[65] Scharping, 2003, p. 227.

[66] Este desequilibrio sexual de tipo biológico se da en numerosas sociedades del mundo y es considerado normal y consecuencia de una adaptación evolutiva al hecho de que las mujeres tienen mayores posibilidades de supervivencia que los hombres en los primeros años de vida. Así, como durante este periodo el número de varones que fallecen es mayor que el de mujeres, 105 hombres son necesarios en el nacimiento frente a 100 mujeres, alcanzándose una cifra similar en el número de hombres y mujeres cuando ambos grupos llegan a la franja de edad considerada apta para el matrimonio. Este es, por ejemplo, el caso en EE.UU. y la Unión Europea en su conjunto. Sin embargo, Taiwán y en menor medida Corea del Sur (y unos pocos países más) también tienen tasas anormales en la diferencia en el número de nacimiento de hombres y mujeres y ello suele ser debido a causas no naturales (preferencia por el hijo varón).

[67] Zeng y otros, 1993, p. 283. Esta información procede del censo nacional de 1982.

[68] Zhongguo tongji nianjian, 2002, p. 96.

[69] Scharping, 2003, p. 226-227.

[70] Poston y Glover, 2006, p. 179

[71] Attané, 2006, p. 767.

[72] Poston y Glover, 2006, p. 180.

[73] Poston y Glover, 2006, p. 183.

[74] Otro ejemplo del éxito de la política del Hijo Único es el hecho de que a mediados del siglo XX uno de cada cuatro niños que nacía en el mundo era chino, mientras que hoy es uno de cada seis y se espera que sea uno de cada siete en 2030; véase Attané, 2000, p. 9.

[75] Merli, Qian y Smith, 2004, p. 236.

[76] Renmin Ribao (Diario del Pueblo), 20 de diciembre de 2000.

[77] Lee y Liang, 2006, p. 159.

[78] Un estudio publicado en julio de 2009 por el periódico oficial chino China Daily señalaba que cada año se producen en China trece millones de abortos y eso según datos obtenidos de instituciones médicas legales. Se cree que varios millones más se llevan a cabo mediante operaciones ilegales. Además, las fuentes señalan la venta de diez millones de píldoras antiabortivas anualmente. No obstante, conviene ser cautos en el análisis de estas cifras. Desde hace algunos años se han disparado las relaciones prematrimoniales entre jóvenes chinos pero los tabúes sexuales que todavía predominan en la sociedad china impiden una información sexual adecuada entre la juventud y los embarazos no deseados entre las chicas jóvenes se han multiplicado. Ello explica porqué el 62% de los abortos se da en la franja de edad entre los 20 y 29 años y de ellos la abrumadora mayoría corresponden a mujeres solteras. En los últimos años se observa también un auge de los abortos en la franja de edad inferior a los 20 años. Véase “Abortion Statistics Cause for Concern”, China Daily, 30 de julio de 2009.

[79] Lee y Wang, 1999, p. 11.

[80]Pequeñas emperatrices” (xiao huanghou) en el caso de las hijas únicas.

[81] Su, 1994, p. 13.

[82] Scharping, 2003, p. 215.

[83] http://www.indexmundi.com/china/life_expectancy_at_birth.html Acceso 10 de diciembre de 2009. A nivel de género, la esperanza de vida de los hombres chinos es de 71,6 años y en el caso de las mujeres de 75,5.

[84] “1 Plus 1: Shanghai Tweaks Child Rules”, New York Times, 25 de julio de 2009.

[85] China Sticking With One-Child Policy”, New York Times, 11 de marzo de 2008.

 

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© Copyright Daniel Gomà, 2011. 
© Copyright Scripta Nova, 2011.

 

Edición electrónica del texto realizada por Jenniffer Thiers.

 

Ficha bibliográfica:

GOMÀ, Daniel. ¡No más niños!: Análisis y balance de la política china del Hijo Único treinta años después de su implantación. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de enero de 2011, vol. XV, nº 348. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-348.htm>. [ISSN: 1138-9788]. 

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