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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XVI, núm. 418 (64), 1 de noviembre de 2012
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

PANAMERICANISMO E IMPERIALISMO NO FORMAL: ARGENTINA Y LAS EXPOSICIONES UNIVERSALES ESTADOUNIDENSES DE BÚFALO (1901) Y SAN FRANCISCO (1915)

Perla Zusman
Conicet – Instituto de Geografía – Universidad de Buenos Aires

Panamericanismo e imperialismo no formal: Argentina y las exposiciones universales estadounidenses de Búfalo (1901) y San Francisco (1915) (Resumen)

Hacia la segunda mitad del siglo XIX, Estados Unidos ingresó en el campo de la lucha colonial y buscó expandirse tanto territorialmente como comercialmente. El proyecto panamericanista pretendió consolidar esta posición y recrear la propuesta de hegemonía en el continente delineada por la Doctrina Monroe (1823). Las Conferencias Interamericanas celebradas entre 1889 y 1955 y algunas de las acciones derivadas de las mismas fueron las que le dieron cuerpo a este proyecto. Sin embargo, las conferencias parecen haber contribuido solo a mantener las relaciones cordiales entre los países. En realidad, fueron las intervenciones político-culturales las que consiguieron a crear espacios de encuentro y negociar el contenido del proyecto panamericanista. El presente trabajo procurar entender la significatividad que la exposición Panamericana de Búfalo (1901) y Panamá Pacífico de San Francisco (1915) adquirieron en la aproximación de posiciones entre Estados Unidos y Argentina. El análisis de la documentación de ambas exposiciones, el diálogo entablado entre las representaciones visuales y las actuaciones de algunas de las personas involucradas nos permiten analizar algunos de los recorridos seguidos por el proyecto panamericanista en las primeras décadas del siglo XX.

Palabras clave: Panamericanismo, exposiciones universales, Estados Unidos, Argentina.

Pan Americanism and informal imperialism: Argentina and North American Universal exhibitions of Buffalo (1901) and San Francisco (1915) (Abstract)

Towards the second half of the nineteenth century, United States entered the field of colonial struggle and sought to expand both geographically and commercially. The Pan-American project tended to consolidate this position and recreate the proposal of hegemony outlined by the Monroe Doctrine (1823). Inter-American Conferences (1889 -1955) and some of the actions that arose from them gave shape to this project. However, conferences seem to contribute only to maintain good relations between United States and Argentina. It seems that cultural-political interventions were succeeded in creating space of encounter and negotiate contents of Pan-American projects. The aim of this paper is to understand the significance that Pan American exposition at Buffalo (1901) and San Francisco Panama Pacific exhibition (1915) acquired in approaching positions between United States and Argentina. Manuscripts of the exhibitions, dialogues between visual representations and actions of some people involved in both expositions allow us to analyze some of the routes followed by the Pan-American project in the early decades of the century XX.

Key words: Pan Americanism, universal expositions, Argentina, United States.


En mayo del 2010 el soldado Bradley Manning que trabajaba en el área de inteligencia del Ejército de Estados Unidos fue arrestado por sustraer documentos clasificados sobre las guerras de Afganistán e Irak y una serie de cables diplomáticos de las embajadas de dicho país en distintas partes del mundo. Esta información llegó a Wikileaks, un sitio fundado por un exhaker, el australiano Julian Assange, que tiene como objetivo dar a conocer públicamente documentos secretos sin revelar el nombre de sus fuentes.

Dos mil quinientos diez cables tienen como centro la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires y corresponden al período comprendido entre los años 2004 y 2010. El libro del periodista Santiago O’Donnel Argenleaks revela el contenido de estos cables. La lectura de los mismos describe a una embajada estadounidense vigilante de las acciones gubernamentales, respetuosa de la autonomía nacional siempre y cuando ella no atente a sus intereses tanto económicos (públicos y privados) como de seguridad en el Cono Sur. A su vez, los cables también demuestran el interés de los sectores opositores a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner (fundamentalmente sectores liberales y neoliberarles) por encontrar en la embajada y, a través de ella, en el gobierno de Estados Unidos apoyo para fortalecer su posición política y económica[1].

La centralidad que Estados Unidos adquiere en actualidad en la política interna y externa latinoamericana puede considerarse un legado del proyecto panamericanista ideado por aquel país luego del fin de la Guerra de Secesión. A través de este proyecto, Estados Unidos entraba en la contienda colonial, adjudicándose a América Latina como su área de influencia para el desarrollo de sus intereses políticos y económicos. Los sectores dirigentes que defendían el proyecto panamericanista consideraban que en la región existían países que debido a su “inestabilidad social y desorden económico” (América Central y el Caribe) precisaban de un tutelaje externo, mientras que aquellos que habían alcanzado “orden, paz y prosperidad material” podían autogobernarse y mantener relaciones de amistad y cooperación con los países del norte[2].

Las Conferencias Interamericanas celebradas entre 1889 y 1955 y algunas de las acciones derivadas de las mismas, fueron las que dieron cuerpo a este proyecto. Entre los temas que se discutieron en las primeras conferencias podemos mencionar: la participación casi compulsoria de Estados Unidos en el arbitraje en muchos de los conflictos territoriales, diplomáticos y consulares existentes en la región; la conformación de una unión aduanera americana y la agilización de las comunicaciones terrestres y marítimas entre los países del continente. Los estudios realizados sobre las Conferencias Panamericanas muestran que ellas solo lograron asegurar relaciones cordiales entre los países. De hecho, la política expansionista norteamericana llevaba a interpretar la propuesta panamericanista como una tentativa de quebrar la independencia de los estados nacionales de América del Sur. Por otro lado, cierto sector de la elite liberal argentina no estaba dispuesto a dejar de lado sus relaciones con los países europeos para favorecer el comercio con Estados Unidos[3].

El análisis de otros espacios de contacto entre los Estados Unidos y Argentina demuestra que algunos sectores políticos de este país, admiradores del proyecto democrático y republicano representado por Estados Unidos e interesados en multiplicar los socios de Argentina en el ámbito internacional, buscaron trabar relaciones económicas y financieras más fluidas con el país del norte. Ello se constata en el incremento de la influencia norteamericana en términos económicos y políticos luego de la Primera Guerra Mundial.

Cabe destacar que la política de aproximación entre Estados Unidos y Argentina fue estimulada por una activa acción cultural desarrollada por el primer país y que, dentro de los estudios poscoloniales norteamericanos reconocen como parte “imperialismo no formal”. Desde esta perspectiva la idea el imperialismo informal no se restringe al análisis de las acciones de carácter pacífico como fueron el libre comercio o la integración económica[4] sino también incorpora prácticas culturales que llevan a elaborar “un conjunto de representaciones sobre prácticas y razones de la presencia, una forma de ejercicio de gobierno imaginada y puesta en circulación a través de representaciones, la construcción textual del hinterland y sus formas de intervención, y las prácticas productoras de esas representaciones”[5].

En principio la política de aproximación cultural parecería tener más éxito que otro tipo de políticas para incrementar la influencia norteamericana en la región. Así la visita de algunos políticos e intelectuales estadounidenses promotores del Panamericanismo al Cono Sur (Elihu Root en 1906, Leo Rowe entre 1906 y 1919, y Theodore Roosevelt en 1913[6]), la producción de un conjunto de textos[7] y cartografías[8] y la organización de exposiciones universales que tuvieron como tema el panamericanismo (Búfalo, 1901, San Francisco, 1915) se tornaron espacios de encuentro[9] entre ciertos sectores de las elites dirigentes de ambos países y permitieron la circulación de un conjunto de representaciones sobre el norte y el sur.

Podría inferirse que algunas de estas representaciones contribuyeron a cubrir el vacío de conocimiento que en Estados Unidos se poseía sobre América del Sur.  Muchas de ellas presentaron a América del Sur como “un continente de grandes oportunidades para el comercio y las inversiones”[10]. Hacia afuera, las representaciones tendieron a mostrar a Estados Unidos superior al resto de los países en términos políticos y tecnológicos. A partir de aquí se justificaba las ventajas de su participación activa en las actividades industriales y financieras de Sur[11].

El objetivo de nuestro texto será, en primer lugar, aproximarnos a la relación entre Imperialismo no formal y Panamericanismo a partir del análisis de la organización de dos Exposiciones Universales celebradas en Estados Unidos: la de Búfalo de 1901 y la de San Francisco de 1915. Ambas ferias se orientaron a demostrar que los avances realizados por Estados Unidos en términos civilizatorios[12] justificaban la adhesión de las repúblicas de América Central y del Cono Sur al proyecto panamericanista. En segundo lugar, pretendemos articular los objetivos simbólicos de ambas exposiciones estadounidenses[13] con aquellos que orientaron la organización de las exhibiciones Argentina en dichas muestras. De esta manera, buscamos entender unas de las instancias en que se negocia el proyecto panamericanista y en la que se ponen en juego visiones de carácter territorial.

El análisis llevado adelante se basó en documentación textual, en los elementos visuales que se exhibieron en estas ferias y también en interpretaciones que se derivaron de la presencia de ciertos actores en estos espacios de encuentro entre norte y sur.


Las exposiciones de Búfalo y de San Francisco y el proyecto panamericanista

En el contexto de legitimación de la política imperial, la estrategia de mostrar al mundo como exhibición[14] encontró distintas expresiones, entre ellas se destacan la organización de exposiciones universales. A través de estas ferias universales se buscó naturalizar la división del mundo entre naciones atrasadas y civilizadas y se justificó la dominación de las potencias europeas. En 1876 en ocasión de celebrarse los cien años de su independencia, Estados Unidos decide organizar su primera exposición universal a los fines de demostrar simbólicamente que este país también se encontraba en condiciones de incorporarse a la contienda colonial a partir de su capacidad de difundir los valores de democracia e igualdad social.

La exhibición celebrada en Búfalo (1901), destinada a promover el proyecto panamericanista, y la exposición llevada adelante en San Francisco (1915), orientada a conmemorar la inauguración del Canal de Panamá, recuperan estos valores aunque resignifican sus contenidos. Así la exposición de Búfalo, tanto en su diseño arquitectónico como a través de los discursos de aquellos comprometidos con su organización buscó resaltar los avances tecnológicos y sus implicancias en términos de dominación de la naturaleza por la sociedad[15]. Por su lado la exposición Panamá Pacífico, también destacó los avances técnicos pero en términos de crecimiento de la comunicación entre las naciones[16].

El cumplimiento de los objetivos fue garantizado por el perfil de los responsables elegidos para organizar ambas exhibiciones. William I Buchanan estuvo a cargo de la feria internacional de Búfalo. Este funcionario reconocido por su biógrafo como el “Diplomático de las Américas”[17] era una figura con cierta experiencia en la organización de exposiciones[18] y que, con el tiempo, se constituirá en un miembro de la elite estadounidense que vinculará el proyecto panamericanista al éxito de los negocios de las compañías privadas y del estado norteamericano en la región. En contraposición a este perfil de funcionario público, interesado por la defensa de los negocios privados y públicos estadounidenses, la organización de la exposición Panamá Pacífico estuvo en manos de un representante de la elite profesional y empresarial, ligada al sector de las comunicaciones. Así, Charles C. Moore, responsable de la exhibición, fue presidente de una de las compañías hidroeléctricas más grandes de Estados Unidos y director de numerosos bancos y empresas de ferrocarril[19].

En realidad, en el pasaje de la Exposición Panamericana de Búfalo a la Panamá Pacífico de San Francisco el proyecto Panamericanista había adquirido nuevos contenidos. Mientras que en la primera muestra el panamericanismo era guiado específicamente por una aproximación ligada a la promoción del comercio y de inversiones industriales, en la segunda comienza a instalarse un panamericanismo asociado “a la conectividad, a la circulación y una modernidad que los promotores y los políticos asociaban a las máquinas”[20]. Los nuevos medios de transporte garantizaban la superación de los problemas de las distancias y Estados Unidos parecería contar no solo con los conocimientos en tecnología de transporte, como con fondos para invertir y asegurar la integración continental. En este contexto, desde el punto de vista de Salvatore[21], las tradicionales narrativas sobre la amistad, cooperación y conocimiento mutuo serían resignificadas a partir de estas tecnologías que permitirían la transitabilidad interamericana.

En síntesis, ambas exposiciones se orientaron a promover la idea de progreso colocando énfasis en que Estados Unidos era el país que fielmente lo representaba en términos de crecimiento económico, de avances tecnológicos y de un proyecto imperial renovado en un marco en que la propuesta civilizatoria europea, con el estallido de la primera guerra mundial, había sido puesta en cuestión. Los países latinoamericanos no podrían hacer otra cosa que quedar seducidos por este modelo que, según la postura de la dirigencia estadounidense panamericanista, les garantizaba su ingreso a Occidente[22].


Paisajes y estadísticas en las representaciones argentinas

Mientras que en la feria de Búfalo Argentina no organizó un pabellón propio, colocando su colección en el Edificio de Agricultura, en la exhibición de San Francisco Argentina contó con un edificio propio, aunque también incorporó representaciones de país en otros predios como el de Agricultura, Minería y Bellas Artes.

En la feria de Búfalo, la representación de Argentina estuvo a cargo del Teniente de Fragata Juan Attwell, quien ya se había desempeñado como delegado argentino en la Exposición de Chicago (1893) y a quien, posteriormente a su actuación en la muestra de 1901, se lo observará canalizando inversiones industriales y financieras de Estados Unidos hacia Argentina[23].

Para la exhibición Panamá Pacífico, Argentina conformó un comité más amplio constituido por distintos sectores de la elite dirigente vinculados a la promoción de las actividades científicas (Angel Gallardo), agropecuarias (Carlos Guerrero, Abel Bengolea, Luis Nogué) y comerciales (Ricardo Pillado, Luis Zuberbühler). También se incorporaron personas que podían contribuir en la organización de los aspectos arquitectónicos (Jules Dormal Godet) y pictóricos (Cupertino del Campo) de la representación. El Comisariado General estuvo a cargo del ingeniero de Horacio Anasagati. Anasagasti era miembro del grupo social que proponía la modernización del país a partir de la difusión de la “cultura de automóvil[24]. Este sector asociaba automóvil, caminos y nuevas prácticas turísticas y deportivas con el progreso económico, cultural y moral del país”[25].

Las representaciones argentinas en ambas exhibiciones, mantuvieron “la iconografía alimentaria y agropecuaria”[26] ya tradicional en todas las ferias y adecuada para un país que, en el marco de la “representación del mundo como exhibición”[27], siempre fue pensado como un proveedor de estos productos. Más allá de esta iconografía, las muestras argentinas también recurrieron a dispositivos visuales como fueron las fotografías de paisajes y las estadísticas para entablar el diálogo con la representación oficial.

En el caso de la Exposición Panamericana de Búfalo un conjunto de fotografías sobre distintos paisajes del país (áreas urbanas, rurales y montañosas), obtenidas por la Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados en una serie de expediciones fotográficas, decoraban el espacio otorgado a la representación. Uno de los mayores atractivos de la muestra argentina fueron las imágenes fotográficas de las Cataratas del Iguazú, colocadas en “las cuatro columnas que dividen el Pabellón Argentino”[28]. Tanto la prensa estadounidense como el relato de Attwell señalan el impacto positivo que provocaron las imágenes de dichas cataratas entre el público de la exposición. Si bien ellas fueron pictóricamente presentadas en la exhibición de Chicago de 1893 a través de los cuadros de Augusto Ballerini o las fotografías de Enrique Moody[29], su divulgación en esta exposición tuvo un fin específico que era el de atraer los turistas norteamericanos (que, según las palabras del responsable de la representación argentina, eran “los más grandes paseanderos del mundo”[30].

En Búfalo, la representación paisajística fue complementada por cuarenta “tableros murales” (entre los cuales se destacan los gráficos de tortas) a través de los cuales se otorgaba una dimensión visual, rápidamente interpretable, a los distintos tipos de información estadística que permitía conocer el “estado” de la economía argentina en términos de producción y comercio exterior (Figura 1). La lectura visual de los tableros murales[31] permitía inferir el lugar que ocupaba la Argentina en el mundo en materia económica[32].

En la Exposición de San Francisco, los paisajes de distintos lugares de Argentina aparecen de múltiples formas. El Pabellón Argentino fue decorado por el pintor paisajista Pío Collivadino (Figura 2) “con imágenes alegóricas de las provincias argentinas en un complejo programa que las unía de a pares para ajustarse al esquema espacial del edificio. Las provincias aparecían allí representadas en sus industrias y productos agrícolas, en su pasado indígena y en sus hitos históricos y monumentales, en un amplio programa iconográfico nacionalista”[33].

En otros espacios del Pabellón, los paisajes representativos de las geografías y aspectos de la vida del país adquirían movilidad[34] y volumen a través del uso de dispositivos como el quinestoscopio o los dioramas. De hecho, el Pabellón Argentino también contó con un teatro cinematógrafo donde se pasaban vistas animadas que mostraban al visitante “las diversas fases de la vida argentina y lo transportan a todas las regiones del país”[35].

Distintos dioramas colocados alrededor del teatro cinematógrafo exhibían “las riquezas naturales e industrias además de vistas de Buenos Aires, escenas agrícolas y pastoriles características, viñedos del oeste, de la industria del quebracho del norte, de los yacimientos petrolíferos del sur”[36].

En otros edificios donde se presentaban productos argentinos también aparecían escenas pictóricas o fotográficas del país. En estos casos, se buscaba recrear el recurso natural o materia prima en su contexto original o en su proceso productivo. Así por ejemplo, “Al lado de las muestras de lana artísticamente organizadas, se presentaban no sólo un número de vistas fotográficas vinculadas a los productos mostrados sino también reproducciones pictóricas de la esquila y otras operaciones mecánicas llevadas adelante en los campos de la República”[37].

La información estadística –a veces acompañada de mapas y dibujos- fue la forma privilegiada utilizada por los distintos departamentos del estado para mostrar “el crecimiento y los progresos” en términos agrícolas o en términos de extensión de obra pública (ferrocarriles, caminos y puentes, salud o defensa) en la exposición de San Francisco. A su vez, la Dirección y Comercio e Industria publicó un texto propaganda con estadísticas referidas al estado del comercio internacional (productos y países involucrados, valores de las importaciones y exportaciones, balanza comercial, kilómetros de extensión de ferrocarril)[38] .

Desde nuestro punto de vista, las representaciones fotográficas de carácter paisajístico en la exposición de Búfalo formaban parte de la actividad emprendida por el Estado Nacional de dar continuidad a construcción material territorial a través de la invención de los paisajes nacionales. Ya las imágenes enviadas a la exposición de San Francisco tenían que ver con otro momento de la historia nacional donde, desde un nacionalismo de base espiritualista, los paisajes eran concebidos como representaciones altamente expresivas de la identidad nacional. Por su lado, las representaciones estadísticas[39] fueron utilizadas en la época no solo a los fines de “contar para actuar” sino también a los de “contar para difundir”[40]. Así su presentación en foros internacionales apuntaba a expresar el “progreso material” llevado adelante en el marco del estado nacional. La comparación de estas estadísticas con aquellas correspondientes a Europa y, particularmente con Estados Unidos, se orientaba a demostrar que “las naciones del sur fueron avanzando paso a paso con la gran república del norte”[41].

 

Figura 1. Fotografía del Interior del Pabellón Argentino en la Exposición de Búfalo.  
Se pueden observar los gráficos de tortas donde se representa información estadística acerca del crecimiento económico y demográfico del país.
Fuente: Caras y Caretas (1901, p. 333).

 

Figura 2. Detalle de las pinturas de paisajes que representaban a las provincias argentinas y que ilustraban el Pabellón Argentino de la Exposición de San Francisco. Estas pinturas fueron realizadas por Pío Collivadino.
Fuente: Caras y Caretas (1915 a, p. 58).

 

El diálogo en torno al panamericanismo

La relación que se establece entre las representaciones argentinas y las exhibiciones estadounidenses nos permite aproximarnos a las cuestiones que se ponían en juego en estos espacios y en estas coyunturas en la negociación del proyecto panamericanista.

Una temática recurrente tanto en la documentación asociada a las exposiciones como  en las conferencias panamericanas es el vínculo comercial entre Argentina y Estados Unidos. Las estadísticas mostradas en ambas exposiciones permitían constatar que las exportaciones de Estados Unidos a Argentina eran mayores que las de Argentina a Estados Unidos. Desde la lectura del texto publicado por Argentina para representar al país en la exposición de San Francisco, se sostenía que si Estados Unidos deseaba desplazar a Europa en la balanza comercial argentina, particularmente en el contexto de la Primera Guerra Mundial, debía superar sus prácticas proteccionistas y disminuir las tarifas aduaneras para algunos productos argentinos. A su vez, los diplomáticos argentinos consideraban que el crecimiento de población de Estados Unidos había transformado al país de exportador a consumidor de alimentos. Ello los llevaba a deducir que Estados Unidos podría levantar las barreras comerciales y permitir el libre ingreso de carnes y granos de Argentina. La promoción de facilidades crediticias, de transporte marítimo y la instalación de bancos americanos que agilizasen las transacciones son otras de las cuestiones que aparecían en el debate sobre las relaciones comerciales entre Estados Unidos y Argentina[42].

La representación argentina en las exposiciones buscaba así promover la superación de las barreras arancelarias y atraer a los empresarios y financistas norteamericanos. En su documento sobre la exhibición argentina en Búfalo, Attwell señalaba que en Estados Unidos algunos capitales estadounidenses vieron obstaculizados sus intereses por la acción de los “trusts o monopolios [que] ahogan al industrial independiente”[43]. Desde su punto de vista, los empresarios tenían así la oportunidad de actuar en un país donde no encontrarían estos obstáculos.

Las representaciones paisajísticas (tanto animadas como inanimadas) reforzaban estos intereses. Aquellas divulgadas en la exposición de Búfalo, servían para demostrar que el país había incorporado al proyecto civilizatorio nuevas áreas que ahora podían ser objeto de la mirada turística internacional, una actividad que, junto con el comercio, Estados Unidos estaba también interesado en promover. Aquellas otras imágenes fotográficas y pictóricas presentadas en la exhibición de San Francisco, a la vez que hablaban de la incorporación de paisaje a la iconografía nacional, también servían para caracterizar cultural y económicamente las distintas áreas del país y, a partir de aquí, definir la orientación geográfica de las inversiones. En ambos casos, la construcción paisajística también permitía caracterizar el crecimiento y la estabilidad económica alcanzada, y las posibilidades que se ofrecían para los capitales norteamericanos.

Ahora bien, existen otro tipo de temas que van incorporándose en la agenda que define la relación entre Estados Unidos y Argentina y que se derivan de la lectura de ciertas acciones que tienen lugar en la Exposición de San Francisco. Tanto Charles C. Moore (responsable estadounidense de la muestra Panamá Pacifico) como Horacio Anasagasti (Comisionado general de la representación argentina en la exposición) hicieron de la cuestión de la comunicación (marítima, terrestre y aérea) uno de los centros de su preocupación. De alguna manera ambos estaban interesados en incorporar la cuestión de la movilidad en la agenda panamericanista. Además de contribuir a la integración y al aumento de los flujos comerciales entre el norte y sur, la mejora de las comunicaciones tendría implicancias relevantes para los negocios de los sectores vinculados a la fabricación de los medios de locomoción, de infraestructura y de turismo. Una vez, más la diplomacia y los negocios se conjugan en el proyecto panamericanista. De esta combinación resultaron, por ejemplo, una serie de Congresos Panamericanos de carreteras en la década de 1920[44] o acciones específicas de la Cámara Nacional del Comercio de Automóviles de Estados Unidos para entrar en el mercado automovilístico argentino[45]. A su vez, en Argentina la Dirección Nacional de Vialidad tomó a Estados Unidos como referencia para la organización de esta institución, para la formación de sus técnicos y para definir el tipo de red a construir en el país proponiendo, en términos generales, la extensión de caminos económicos pero de gran longitud que permitieran conectar lugares distantes[46].

Frente a la fuerte apuesta que la elite dirigente estadounidense impulsora del panamericanismo realizaba para incorporase en la vida política y económica (pública y privada) del Cono Sur, en Argentina, en particular, las posiciones en torno a las acciones de aquella elite eran diversas. Así, algunos grupos (representados por ciertos  empresarios) eran proclives al establecimiento de un vínculo más estrecho a los fines de contar con la colaboración de Estados Unidos para el desarrollo de los caminos y de la difusión de automóvil; otros grupos (representados por ciertos dirigentes de la clase política) estaban interesados en constituir una unidad en el Cono Sur (Pacto Argentina Brasil y Chile) a los fines de garantizar la independencia de los países respecto a Estados Unidos. Sin embargo, una preocupación permeaba a todos los sectores y se orientaba a consolidar un bloque continental que permitiera mantener la neutralidad frente a la posibilidad de extensión de la Primera Guerra Mundial hacia América latina. En este sentido, el proyecto panamericanista adquiría un nuevo cariz para la región. La lectura comercial y financiera que orientaba la propuesta primigenia era objeto de negociación y redefinición a partir de las preocupaciones que los países del Cono Sur incorporaban en su agenda luego del cumplimiento del primer centenario de sus independencias.

 

Notas

[1] O’Donnell, 2011.

[2] Esta posición fue explicitada por Teodoro Roosevelt en los discursos que ofreció durante su visita a América del Sur en el año 1913. Emilio Frers, director del Museo Social Argentino y organizador de la visita del expresidente a la Argentina le otorgó a esta postura la denominación de evolucionismo progresista (Zusman, 2011).

[3] Mc Gann, 1960; Peterson, 1986; Morgenfeld, 2010.

[4] Domosh, 2006.

[5] Salvatore, 2006a, p. 13.

[6] Al respecto ver Salvatore (2007); Rodríguez Díaz, (2004); Zusman (2011).

[7]  Hubbard, 1891; National Geographic, 1906; Barret, 1922.

[8] Pearson y Heffernan, 2009.

[9] El concepto de encuentro es propuesto por Joseph (2005) con los fines de superar las visiones dicotómicas que trabajan con las ideas de dominación y resistencia, explotadores y víctimas. Se trata de entender las relaciones que se dan entre las elites estadounidenses panamericanistas y las elites dirigentes de América del Sur en términos de complicidades, negociaciones o resistencias.

[10] Barret, 1922.

[11] Salvatore, 2006a, 2007.

[12] Nuestra noción de civilización se inspira en las dos acepciones identificadas por Svampa (1994). La primera se refiere a un movimiento que garantiza un abandono de una barbarie original y el transcurso de un camino de perfeccionamiento colectivo e ininterrumpido. La segunda habla de un grado de perfeccionamiento alcanzado y que, en el siglo XIX, estaba representado en la sociedad europea. La idea de civilización está íntimamente vinculada a la de progreso, otro concepto que aparece en este texto y que se liga al reconocimiento de un conjunto de etapas que conducirían a la perfectibilidad humana.

[13] Desde la década de 1980 las exposiciones universales han despertado el interés de distintas disciplinas tales como la antropología, la historia de la ciencia o la historia del arte. Dentro de estos estudios podemos distinguir, en primer lugar, aquellos que analizan su significación político-cultural en el marco de la expansión del imperialismo, del capitalismo y de la expansión del consumo (Gólcher, 1998; Rydell, 1984; Schwarcz, 2006). En segundo lugar encontramos aquellos trabajos las consideran espacios donde se manifestaban los avances científicos, artísticos y tecnológicos (Canogar, 1992; Dosio, 2006; 1996; Quizá Moreno, 2007; Sánchez Gómez, 2006). Por último encontramos aquellos estudios que interpretan la participación de los estados nacionales en estas ferias como estrategias de reafirmación identitaria (Barth, 2008; Fernández Bravo, 2000, 2001; Malosetti Costa, 2001; Penhos, 2002, 2009; Raquillet, 1997;Tenorio, 1996; Vugman, 1995). Nuestra interpretación coloca el foco en las negociaciones simbólicas de proyectos interestatales. Sin embargo, queremos también resaltar la relevancia heurística que para nuestra investigación ha tenido el estudio de estas exhibiciones en la medida que la contienda iconográfica nos ha dado indicios para comprender otros intercambios y negociaciones que estaban teniendo lugar simultáneamente en otras arenas como las diplomáticas o comerciales.

[14] Mitchell, 1989.

[15] Cuando se ingresaba por la puerta principal de la exhibición los primeros edificios avistados correspondían aquellos dedicados los recursos naturales (Horticultura, Minería). Estos eran seguidos por aquellos otros que representaban el avance de la “barbarie” (Edificio Etnológico) a la “civilización” (Edificio de la Música). El último eje de la exposición estaba ocupado por  construcciones representativas de los avances tecnológicos (La Fuente de la Abundancia y la Torre de la Electricidad). Ver: OCGBPE (1901).

[16] Por primera vez en el marco de una exposición se corrió la carrera automovilística “Gran Prix” (Caras y Caretas, 1915b, p. 59). A su vez, en el momento de apertura de la exposición miles de personas pudieron escuchar la voz del presidente Wilson habando por teléfono desde Washington (Tenkotte, 1987, p. 25).

[17] Peterson, 1977.

[18] De hecho, sus conocimientos sobre gerenciamiento de exhibiciones y sus relaciones con algunos sectores de las elites latinoamericanas se adecuaban perfectamente a las necesidades de las corporaciones que financiaban la Exposición Panamericana. Buchanan se había desempeñado como organizador de Corn Palace Exhibition Company en la ciudad de Sioux, Iowa, evento celebrado por primera vez en 1882 con el fin de resaltar las potencialidades productivas del lugar. Posteriormente fue nombrado miembro del Comité Nacional Directivo de la Exposición de Chicago (1893), cargo al que renunció para actuar como jefe del Departamento de Agricultura, Ganadería y Bosques de dicha feria internacional. En 1894 el presidente Stephen Grover Cleveland lo nombró Ministro plenipotenciario en Argentina, función en la que se desempeñó por cinco años y, a través de la cual, buscó promover las relaciones comerciales entre ambos países trabajando por la firma de acuerdos para la reducción de las tarifas aduaneras. En este período también actuó como árbitro en el conflicto entre Argentina y Chile por la Puna de Atacama (Hevilla y Zusman, 2010).

[19]Participaba también de la Comisión organizadora William H. Crocker hijo del constructor del ferrocarril transcontinental, presidente del Crocker Bank, vicepresidente de la compañía telefónica y telegráfica del Pacífico y regente de la Universidad de California (Rydell, 1984, p. 213)

[20] Salvatore, 2006b, p. 664.

[21] Salvatore, 2006 b.

[22] El representante naval en la exposición de Búfalo afirmaba que “las hermanas repúblicas del Hemisferio Occidental conocerán mejor nuestra bandera, y a través de este conocimiento aprenderán a amarla y reconocer que ella representa el punto más alto en términos de gobierno y civilización humana” (Rydell, 1984, p. 128).

[23] Attwell, 1907, 1909.

[24] Anasagasti fue fundador del Automóvil Club Argentino (1904) y del Touring Club (1907). A su vez, creó una empresa de automóviles donde se fabricó el primer automóvil del país. Estos automóviles fueron exhibidos en la Exposición Internacional de Ferrocarriles y Transportes Terrestres de 1910 en Buenos Aires (Grassi, 2011). También incursionó en la aeronáutica promoviendo desde el Aeroclub Buenos Aires (1908) el desarrollo de la actividad en Argentina. Además, formó parte de la Comisión Nacional de Turismo y presidente de la Comisión Pro-fomento del Parque Nacional de Sur (Touring Club, 1932). Anasagasti, como muchos los miembros de su clase, “concebía que la conformación de ciertos espacios de socialización podían actuar como presión para que el estado incorporara alguna de sus preocupaciones modernizadoras en la agenda pública” (Piglia,s/d ).

[25] Piglia, 2008, p.35.

[26] Fernández Bravo, 2000, p. 180

[27] Mitchell, 1989.

[28] La Ilustración Sudamericana, 1901, p.215.

[29] Con ocasión de celebrarse la exposición de Chicago (1893), el Ministerio de Agricultura de Argentina había organizado una expedición científico-recolectora a los ríos Paraguay, alto Paraná e Iguazú durante la cual el pintor Augusto Ballerini y el fotógrafo Enrique Moody elaboraron las primeras imágenes visuales de las cataratas del Iguazú las que fueron llevadas a dicha exhibición (Zusman, 2009).  

[30] Attwell, 1901, p. 8.

[31] Además de los tableros murales se recurrió a otros recursos gráficos para dar visualidad a la información estadística. Así el material rodante disponible para el uso de los ferrocarriles fue representado a través de un tren “cuya cabeza estaba en Búffalo y su cola en Boston” (República Argentina, 1902: 101). Con el propósito de demostrar la extensión de la Ciudad de Buenos Aires se incluyó una representación de “la ciudad de Paris dentro de la ciudad de Buenos Aires” (Sociedad Rural Argentina, 1901: 79, República Argentina, 1902: 101). La muestra contó también con un mapa de la República Argentina. Este “Muestra su extensión, su población absoluta y relativa y la situación ocupada en Sud América por nuestro país”  (Sociedad Rural Argentina, 1901, p. 79, República Argentina, 1902, p. 101).

[32] El Boletín de Agricultura y Ganadería detalla algunos de los gráficos enviados a la Exposición: “exportación de productos argentinos en 1900 distribuidos por artículos en centenas de valor total y por naciones, indicándose el mismo porcentaje por el diverso tamaño de las respectivas banderas; iguales datos acerca de la importación; proporción relativa de las exportaciones por nacionales desde 1876; proporción relativa de las importaciones por naciones desde 1876; desarrollo de las exportaciones de trigo, de maíz, de harina, de ganado bovino en pie, de ganado ovino en pie, de carne congelada;  exportación de lanas desde 1873; cantidad comparativa de las distintas clases de lanas argentinas que se producen en la República Argentina; stock universal de ganado ovino y bovino, indicando el número de cabezas de que dispone cada país; cuadros que se refieren especialmente a la exportación, durante el último quinquenio de  lana, pieles lanares, cueros secos y salados, animales vivos, carne congelada, así como también de la proporción en que los reciben los distintos países; superficie cultivada en 1890 y en 1900; cuadros que se refieren a la exportación durante el último quinquenio, de trigo, maíz, lino, pasto seco, indicando asimismo los países que los compran y la proporción en que lo hacen;  tierra pública vendida y disponible en los territorios nacionales; balance de la inmigración y de la emigración en la última década; detalle de la inmigración en el año 1900; desarrollo de los capitales empleados en los ferrocarriles de la República en los últimos 10 años; material rodante de los mismos en 1900; carga transportada desde 1860; principales artículos de consumo producidos por la industria nacional; producción y exportación de azúcar; proporción entre la fabricación nacional y las importaciones de vino, alcohol y cerveza; movimiento de navegación exterior á vapor y a vela, por banderas” (República Argentina, 1901, p. 100-101).

[33] Malosetti, 2006, p.39.

[34] La exhibición de San Francisco fue la primera en hacer un uso extensivo de imágenes en movimiento. Las vistas animadas ofrecidas por quinestoscopios o estereoautógrafos permitían a los visitantes, conocer desde el uso de diferentes máquinas hasta los paisajes y habitantes de distintos lugares del mundo (Tenkotte, 1987, p. 26)

[35] Caras y Caretas, 1915c, p. 110.

[36] Caras y Caretas, 1915c, p. 110.

[37] The Argentine Commission of The Panama-Pacific Exposition, 1915, p.54.

[38] Argentina Republic, 1914.

[39] Mientras que en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX se vive un auge en la creación de nuevas formas de representación visual de información estadística, el período que se extiende entre 1900 y 1950 se corresponde con una popularización en el uso de estas técnicas con fines educativos, comerciales y de propaganda estatal (Friendly, 2006). Particularmente, Palsky destaca su amplia difusión en publicaciones oficiales y exposiciones universales (Palsky, 1999).

[40] Otero, 2006.

[41] The Argentine Commission of The Panama-Pacific Exposition, 1915, p.48.

[42] The Argentine Commission of The Panama-Pacific Exposition, 1915, p.75-76.

[43] Attwell, 1901, p.22.

[44] Estos encuentros se llevaron a cabo en Buenos Aires (1925), la Havana (1928) y Río de Janeiro (1929).

[45] En el año 1931 el representante de la Cámara Nacional de Comercio de Automóviles de los Estados Unidos, Henry Sterling, visita distintas ciudades de Argentina difundiendo la película “Ruedas del Progreso” “como medio de dar a conocer la influencia de los buenos caminos y de los transportes automotores en el progreso de los pueblos” (Touring Club, 1931, 27).

[46] Gruschetsky, 2012.

 

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