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Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XVII, núm. 454, 20 de octubre de 2013
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

LA IMAGEN DE ESPAÑA EN NATIONAL GEOGRAPHIC MAGAZINE (1888-1936)*

Jacobo García Álvarez
Depto. de Humanidades: Historia, Geografía y Arte – Universidad Carlos III de Madrid
jacobo.garcia@uc3m.es

Paloma Puente Lozano
Depto. de Geografía – Universitat Autònoma de Barcelona
Paloma.Puente.Lozano@uab.es

Juan Manuel Trillo Santamaría
Depto. de Geografía – Universidade de Santiago de Compostela
juanmanuel.trillo@usc.es

Recibido: 30 de enero de 2013. Devuelto para correcciones: 5 de junio de 2012. Aceptado: 12 de septiembre de 2013.

La imagen de España en National Geographic Magazine (1888-1936) (Resumen)

Referencia internacional indiscutible desde hace un siglo en el campo del fotoperiodismo y en el de la divulgación científica de carácter geográfico, National Geographic Magazine ha contribuido poderosamente a modelar la imagen pública de la geografía, y, de manera más amplia, la forma de percibir el mundo, sus culturas y sus paisajes, por parte de sus numerosos lectores, en especial en los Estados Unidos de América. El presente trabajo analiza, desde una óptica geográfica, la imagen de España transmitida por esta revista en el período 1888-1936. En él se abordan, sucesivamente: los planteamientos teórico-metodológicos de la investigación; el papel desempeñado por National Geographical Magazine en la conformación de las imaginaciones geográficas populares; la imagen de España en Estados Unidos en el tránsito del siglo XIX al XX; y las claves geográficas principales de la visión de España ofrecida por la revista, atendiendo especialmente a sus representaciones del paisaje y la diversidad regional del país, así como a las dimensiones y posibles consecuencias de dichas representaciones desde el punto de vista turístico.

Palabras clave: geografías populares, periodismo de viajes, Estados Unidos, España, National Geographic Society, National Geographic Magazine.

The image of Spain in National Geographic Magazine (1888-1936) (Abstract)

National Geographic Magazine is by far the most worldwide known geographical magazine and, for more than a century, has been an international point of reference both within photojournalism and the so-called “popular geographies”. Moreover, although National Geographic Magazine almost entirely ignore the work of academic geographers, it has widely contributed to inform not only geography’s public image, but also the way its readers (specially the North-American ones) perceive the world, its cultures and landscapes. This paper analyzes, from a geographic perspective, the image of Spain in this popular magazine since its foundation until 1936. It addresses the following questions: the theoretical and methodological basis of this research; the role of National Geographical Magazine in shaping popular geographical imaginations; the image of Spain in the United States in the transition from the 19th century into the 20th century; and the main geographical aspects of the image of Spain in the aforementioned magazine, with special attention to representations of the country’s landscapes and regional diversity, as well as to the tourist dimensions and possible consequences of these representations.

Key words: popular geographies, travel journalism, United States of America, Spain, National Geographic Society, National Geographic Magazine.


Con una circulación mensual global superior a los 8 millones de ejemplares y 36 ediciones en diferentes lenguas, aparte de la edición original, National Geographic Magazine (en adelante NGM) constituye de largo la revista de contenido geográfico más difundida en el mundo y una de las diez publicaciones mensuales más vendidas en Norteamérica y en numerosos países europeos, incluido España[1]. Referencia internacional indiscutible desde hace un siglo en el campo del fotoperiodismo y en el de la divulgación científica de carácter geográfico, la revista oficial de la National Geographic Society (NGS) ha contribuido poderosamente a modelar la imagen pública de la geografía, y, de manera más amplia, la forma de percibir el mundo, sus culturas y sus paisajes, por parte de sus numerosos lectores, en especial en los Estados Unidos de América.

Partiendo de estas premisas, en este artículo se pretende investigar la imagen de España transmitida a través de NGM en el período 1888-1936, esto es, desde el nacimiento de la revista hasta el estallido de la Guerra Civil española, acontecimiento que, por diferentes motivos, dio inicio a un período, prolongado hasta 1950, en el que las informaciones publicadas por NGM en relación con España se interrumpieron casi totalmente.

El presente trabajo busca, en primer lugar, contribuir al conocimiento de la historia de la geografía de carácter popular o divulgativo, mucho menos estudiada tradicionalmente que la de la geografía académica pero, en ciertos aspectos y territorios, mucho más influyente que ésta para la formación de los imaginarios geográficos de los ciudadanos. En este sentido, este artículo se enmarca en una línea de investigación más amplia, centrada en la exploración de los imaginarios geográficos populares contemporáneos y la contribución de las revistas de divulgación geográfica (vehículo fundamental de esas llamadas “geografías populares”) a la conformación de la imagen pública de la geografía. En segundo lugar, este trabajo aspira a mejorar el conocimiento de la imagen de España y de los españoles en el extranjero, y en particular, en los EE.UU., a lo largo del citado período, una cuestión sin duda relevante a la hora de considerar y de entender determinadas visiones y estereotipos con consecuencias en los terrenos ideológico, cultural, económico e incluso geopolítico.

El artículo se apoya, sustancialmente, en el análisis de los 23 reportajes geográficos o de viajes publicados en NGM desde 1888 hasta 1936 (o en rigor, desde 1906 hasta 1936) sobre los territorios que constituyen actualmente el Estado español, esto es, la España peninsular, los archipiélagos de Baleares y Canarias, y las ciudades de Ceuta y Melilla (Cuadro 1). No hemos considerado, por tanto, los reportajes sobre las posesiones coloniales que en algún momento de ese período pertenecieron a España, algunas de las cuales (caso de Cuba, Puerto Rico o las Filipinas) han sido, como veremos, objeto de otros estudios. Tampoco hemos atendido en el trabajo a los reportajes relativos a territorios de la Península Ibérica estrechamente vinculados a España pero de estatus político independiente (caso de Andorra) o controvertido (como Gibraltar). De los 23 reportajes analizados, 14 comprenden texto e imágenes y 7 son series fundamentalmente fotográficas (sin más texto que el correspondiente a los pies de las fotos e ilustraciones), la mayoría de las cuales se publicaron intercaladas dentro de algunos artículos o entre dos artículos distintos. El conjunto de esos 23 reportajes supone un total de 482 páginas, entre las que se incluyen 9 mapas y 584 fotos, si bien 16 de esas páginas y 25 fotografías no corresponden a territorios españoles.

 

Cuadro 1.
Artículos sobre España publicados en National Geographic Magazine en el período 1888-1936

Título

Autor

Número

Páginas

The American Eclipse Expedition

Colby M. Chester

Noviembre 1906

589-612

Romantic Spain

Charles Upson Clark

Marzo 1910

187-215

Spain and Morocco

Austin Breed et al.

Marzo 1917

257-272

The Land of the Basques

Harry McBride

Enero 1922

62-88

Keeping House in Majorca

Phoebe B. Harnden

Abril 1924

425-440

Adventurous Sons of Cadiz

Harriet Chalmers Adams

Agosto 1924

155-161 y 179-204

Moorish Spain

Gervais de Courtellemont

Agosto 1924

162-178

From Granada to Gibraltar –A Tour of Southern Spain

Harry McBride

Agosto 1924

205-232

The Balearics, Islands Sister of the Mediterranean

Roy W. Baker

Agosto 1928

177-182 y 199-206

Spain’s Enchanted Isles

Gervais de Courtellemont

Agosto 1928

183-198

Seville, more Spanish than Spain

Richard Ford

Marzo 1929

273-300 y 309-310

On the Bypaths of Spain

 Harry McBride

Marzo 1929

311-340 y 349-364

Color Camera Records from Spain

Gervais de Courtellemont

Marzo 1929

301-308, 341-348 y 365-372

Barcelona, Pride of the Catalans

Harriet Chalmers Adams

Marzo 1929

373-402

Hunting for Plants in the Canary Islands

David Fairchild

Mayo 1930

607-614, 623-630 y 639-652

Scenes in the Fortunate Islands; In the Canary Islands, where the Streets are Carpeted with Flowers;
An Elysium for the Beauty-Seeking Traveler

Wilhelm Tobien

Mayo 1930

599-608, 615-622 y 631-638

Color Contrasts in Northern Spain

Gervais de Courtellemont

Enero 1931

113-120

Pursuing Spanish Bypaths Northwest of Madrid

Harry McBride

Enero 1931

121-130

Madrid Out-of-Doors

Harriet Chalmers Adams

Agosto 1931

225-256

Montserrat, Spain’s Mountain Shrine

 R. John Long

Enero 1933

121-130

A Palette from Spain

W. Langdon Kihn

Marzo 1936

407-411 429-440

Flashing Fashions of Old Spain

José Ortiz-Echagüe

Marzo 1936

412-428

Turbulent Spain

Ruth McBride

Octubre 1936

397-428

Fuente: Elaboración propia.

 

El trabajo se divide en cuatro partes principales, aparte de esta introducción y las conclusiones. En la primera parte expondremos los planteamientos teóricos y metodológicos desde los que se ha llevado a cabo la presente investigación. En la segunda plantearemos algunas consideraciones generales sobre el papel de NGM en la construcción de las imaginaciones geográficas populares, repasando las principales contribuciones de la literatura reciente al respecto, especialmente la anglosajona. En la tercera apuntaremos muy brevemente algunos de los rasgos esenciales de la imagen de España en los EE.UU. en los años finales del siglo XIX y en los primeros del XX, así como determinadas características de la estructura geográfica y social de ambos países, al objeto de poder contextualizar adecuadamente tal imagen. Y en la cuarta y más extensa parte del texto expondremos las claves principales de la visión de España en NGM a lo largo del período de estudio considerado, así como algunas de las posibles consecuencias asociadas a dicha visión, incidiendo particularmente en las dimensiones geográficas y turísticas de la misma.


Planteamientos teóricos y metodológicos de la investigación

Los planteamientos teóricos y metodológicos desde los que hemos analizado y articulado el estudio de este copioso material permiten diferenciar dos tipos de consideraciones: en primer lugar, la identificación de los factores interpretativos generales que condicionan o intervienen de forma más decisiva en la elaboración de los artículos estudiados y en la imagen que proyectan del país; y, en segundo lugar, el diseño de la plantilla de análisis que hemos elaborado para analizar, de manera uniforme, sistemática y detallada, los contenidos concretos de los reportajes.

Respecto a la primera cuestión, cabe señalar que el artículo ha partido de la constatación de una serie de carencias en los trabajos realizados hasta la fecha sobre este tema o, más en general, dentro de la línea de investigación en la que se inserta este trabajo. En primer lugar, las antologías de los reportajes de NGM sobre España publicadas hasta la fecha han prescindido de cualquier tipo de aparato crítico y estudio introductorio sobre los mismos, además de aportar informaciones incompletas e incluso confusas[2]. En segundo lugar, ni los estudios que hasta el momento se han dedicado a la imagen de España en los EE.UU. han abordado apenas el papel de las revistas de divulgación geográfica (lo que ha dificultado, entre otros aspectos, ponderar el lugar que en esa imagen han podido tener los aspectos más específicamente paisajísticos o territoriales)[3]; ni las investigaciones sobre las imágenes y representaciones culturales contemporáneas del paisaje y del territorio español, que han dado pie a numerosos trabajos dentro de la geografía española en los últimos dos decenios, han prestado apenas atención a NGM o a cualquier otra revista de este género[4].

En tercer lugar, cabría señalar que, aunque ciertamente existe hoy en día una nutrida literatura en inglés consagrada a analizar las revistas de divulgación geográfica (también, y con especial interés, NGM, como veremos en el siguiente apartado) y su papel en la conformación de las imaginaciones geográficas contemporáneas, las ideas y métodos recogidos en estos estudios, no obstante, resultan de escasa aplicación a nuestro caso concreto de análisis debido fundamentalmente a dos motivos.

Por un lado, existen obvias razones geográficas, dado que la mayoría de estos estudios de países o lugares concretos se han centrado, bien en ámbitos coloniales o semicoloniales sometidos a la influencia geopolítica directa de los EE.UU., donde “la ideología de la expansión imperial”[5] ha jugado un papel esencial en la narrativa de NGM; bien en culturas no occidentales y países del llamado Tercer Mundo, donde los planteamientos y enfoques teóricos postcoloniales sobre la construcción de la alteridad y de las “geografías imaginativas” del Oriente han podido aplicarse con relativo éxito[6].

En la literatura sobre la imagen del mundo en NGM faltan, sin embargo, trabajos que hayan examinado de forma detallada la visión ofrecida en la revista de los países europeos o, más ampliamente, occidentales, y que, por tanto, puedan ofrecer claves metodológicas y resultados empíricos más sencillos de comparar con el caso español[7].

Por otro lado, y desde un punto de vista académico, cabe aducir que la amplia mayoría de esos estudios de carácter regional han sido planteados desde ámbitos disciplinares distintos a la geografía y con objetivos y ejes de interés diferentes a los que guían nuestra aproximación. El tratamiento del paisaje o de las relaciones hombre-medio en los reportajes de NGM, o la consideración de los aspectos espaciales que orientan los mismos, han ocupado un plano secundario, cuando no inexistente, en este tipo de trabajos académicos. A su vez, la escasa literatura geográfica sobre la iconografía fotográfica se ha centrado casi exclusivamente en el papel de la fotografía en la geografía académica o en las exploraciones geográficas coloniales, y apenas se ha detenido en las revistas de geografía popular como la aquí analizada[8].

 En resumen, frente a toda esa literatura, y frente a los estudios previos sobre la imagen de España en los EE.UU., nuestro análisis de la visión de España en NGM ha tenido muy presente, desde un principio, el componente geográfico, aunque sin menoscabo de otros elementos claves para entender dicha imagen. Así, los tres factores interpretativos generales que hemos considerado a la hora de abordar el análisis de la imagen de España en NGM son: 1) el concepto de geografía prevaleciente en la NGS y NGM, así como las directrices editoriales y estilísticas de la revista y las propias características bio-bibliográficas de los autores de los reportajes sobre España publicados en NGM, con especial atención a su formación académica y su campo profesional; 2) las características geográficas desiguales de los EE.UU. (referente de origen de los autores de NGM) y España (en este caso referente de destino) en el período analizado, en la medida en que tales territorios actúan como referentes objetivos o materiales sobre el que se apoyan (y frente a las que cabe contrastar) las imágenes proyectadas por la revista; y 3) la evolución de las relaciones entre España y los EE.UU. así como las visiones hegemónicas de España y de lo español existentes en los EE.UU. a lo largo del período de estudio.

El segundo tipo de consideraciones metodológicas que cabe hacer atañe al diseño de la plantilla de análisis elaborada para el estudio sistemático de los artículos de NGM. En este sentido, hemos optado por desarrollar un modelo de ficha propio, en el que las cuestiones más específicamente geográficas ocupasen un lugar importante, para así poder sintetizar el modo en que los autores de los reportajes caracterizan geográficamente la identidad española o la de las regiones y lugares. Para ello hemos tenido en cuenta, sobre todo, los itinerarios seguidos por los autores, las fuentes de información y los medios de transporte usados, así como su visión de las divisiones regionales y territoriales, del medio natural, de los accesos y la red de transportes y comunicaciones, del paisaje, del medio físico y de las relaciones sociedad-naturaleza, o el papel concedido a la historia y al arte en la caracterización de dicha identidad, sus opiniones sobre el carácter de los habitantes, su percepción de la realidad económica, su valoración de la situación política, etc.

Por último, la plantilla utilizada nos ha permitido realizar también un tratamiento cuantitativo de los materiales fotográficos incluidos en los reportajes, y así analizar estadísticamente las regiones, ciudades o lugares que más aparecen, o cuáles son las temáticas más frecuentes (como, por ejemplo, las de “escenas y tipos humanos”, ya sean de escenas costumbristas, ya de carácter religioso, de ocio urbano, etc.; o las de “pueblos y paisajes”, clasificados a su vez en diferentes tipos como rurales, urbanos, naturales, etc.; o también los edificios emblemáticos, obras de arte y monumentos que más aparecen, etc.). Asimismo, con este método hemos podido evaluar el peso total de las imágenes en el conjunto del reportaje y en relación con la totalidad del texto escrito, complementando además toda esa información con consideraciones más detalladas acerca del tipo de formato y técnica fotográfica utilizados, o sobre el punto de vista adoptado en las fotografías y cómo todo ello influye en la representación y en el tipo de mensaje que se quiere transmitir.

Dada la importancia crucial desempeñada por las imágenes fotográficas en una revista como NGM, somos conscientes de que sin duda hubiera sido deseable haber reproducido algunas de ellas en el presente artículo para poder ilustrar mejor determinadas ideas y conclusiones. Sin embargo, y como ha ocurrido en la mayoría de los trabajos académicos dedicados al análisis de esta publicación, las muy elevadas tasas establecidas por NGM en concepto de derechos de reproducción de sus fotografías han hecho inviable este deseo, aunque el lector interesado podrá encontrar una amplia muestra de dichas imágenes en las citadas antologías publicadas por la editorial que en España se encarga de la distribución de la revista[9].


National Geographic Magazine
y la construcción de las imaginaciones geográficas populares

La historia de NGM ha suscitado una creciente bibliografía en los últimos treinta años, aunque dicha bibliografía ha sido obra, en su mayor parte, de autores no geógrafos. Al margen de las historias oficiales promovidas directamente por la propia NGS (como la de Bryan[10], referencia en cualquier caso obligada), algunos trabajos han arrojado luz, desde una perspectiva crítica e innovadora, sobre diversas cuestiones clave para entender las relaciones entre la célebre institución, su publicación bandera y la sociedad estadounidense.

La transformación de NGM en la principal revista geográfica popular y, por ende, en una de las instituciones y medios más potentes para modelar la visión estadounidense del mundo ha sido examinada bajo diversas perspectivas. Trabajos como los de Pauly, Abramson, Poole o Schulten[11], por ejemplo, han explicado esta transformación por la coalescencia de diferentes factores, tales como la reducción de las tarifas postales, la adopción de los métodos de impresión en masa, las innovaciones en la tecnología fotográfica, la guerra hispano-norteamericana de 1898 y la consiguiente expansión imperial de los EE.UU., o las fuertes conexiones políticas y de negocios de los fundadores y directores de la NGS, que promovieron en buena medida el alineamiento de la revista (sobre todo a partir de la citada guerra) con los intereses geoestratégicos y geoeconómicos estadounidenses.

La revista, fundada en 1888 y publicada mensualmente desde 1896, dejó en ese periodo de ser una publicación técnica, de minorías, centrada en los trabajos de geógrafos y de otros profesionales estadounidenses (vinculados, bien a las Universidades, bien al Gobierno y la Administración federales), y volcada temáticamente en la geografía física del territorio nacional, para pasar a ser una publicación eminentemente divulgativa y popular (aunque con reputación científica y educativa), distinguida por la abundancia y calidad de sus fotografías y por los reportajes sobre países, regiones y lugares alejados de los EE.UU., y en los que el componente humano era protagonista. Todos los investigadores coinciden en el papel decisivo de Alexander Graham Bell y Gilbert Hovey Grosvenor en la adquisición de estas nuevas señas de identidad de NGM.

En su calidad de presidente de la NGS entre 1898 y 1904, fue Bell quien apostó inicialmente por convertir NGM en una combinación de ciencia y entretenimiento (o, dada la naturaleza de sus fotografías, de ciencia y arte). Se trataba de alcanzar a una audiencia amplia (preferentemente ciudadanos estadounidenses de nivel educativo medio o elevado) y centrarse en cuestiones actuales de relevancia nacional e internacional que suscitaran la curiosidad de dicho público.A tal efecto, Bell defendió una idea amplia y vulgarizadora de la geografía (popularized geography, según la ha denominado Tuason)[12], compendiada en el lema the world itself and all it holds[13]. La plasmación de esa idea, que acabó produciendo la salida de la NGS de muchos de los llamados “geógrafos profesionales”, con William Morris Davis a la cabeza[14], fue obra fundamentalmente de G.H. Grosvenor, yerno de Bell y principal responsable de la revista entre 1901 y 1954, así como presidente de la NGS entre 1920 y 1954. Su labor tenaz y continuada a lo largo de ese extenso período marcó decisivamente el estilo editorial distintivo de NGM, sintetizado en los siete principios orientadores (guiding principles) enumerados por Grosvenor en el número de NGM de marzo de 1915[15].

Esos principios determinaban el interés de la revista por la “absoluta precisión”, la “abundancia de ilustraciones bellas, instructivas y artísticas”, el rechazo de cuestiones “de naturaleza controvertida o partidista”, y fomentaban, en cambio, todo aquello “de una naturaleza amable sobre cualquier país o pueblo”[16].

La formidable expansión de la circulación de la revista, vinculada estrechamente (aunque no exclusivamente) a la del número de socios de la NGS, avaló y reafirmó esta nueva orientación editorial.

Para el ‘viajero de sillón’ –escribía con orgullo Grosvenor en un balance publicado en enero de 1936- no hay sustituto para el [National] geographic […] Noticias y pensamiento se intercambian ahora entre las naciones de manera casi instantánea, de manera que el mundo es consciente de los acontecimientos importantes que se dan en cualquiera de sus partes. La historia épica de esas partes –y de su geografía humana y económica siempre cambiante- es la que se cuenta en el [National] geographic magazine.[17]

Como el propio Grosvenor recalcaba, y como parte de la historiografía reciente ha subrayado, NGM labró, pues, buena parte de su reputación en su capacidad para traer a los hogares de millones de ciudadanos norteamericanos la imagen de un mundo distante y en mucho casos exótico, o dicho en otros términos, permitirles viajar con la imaginación, sin salir de su casa y a un coste relativamente económico, por su propio país y por mundos más o menos remotos, a través, sobre todo, de la fotografía. Según ha mostrado bien el reciente trabajo de Hawkins, centrado en el examen de la opinión de los lectores de la revista, fue esa capacidad de estimular el viaje indirecto (vicarious travel) o de sillón (armchair travel) mediante fotografías profusas y de gran calidad estética (y, desde los años 1910, a color) lo que más atrajo a la audiencia de NGM y convirtió a la misma no sólo en un icono cultural de los EE.UU., sino también en un medio capaz de generar y distribuir a través de sus fotografías numerosos arquetipos e iconos globales[18]. Dando cuenta de las diferencias raciales y culturales regionales existentes dentro y fuera del país, las imágenes de NGM contribuyeron decisivamente, en una época previa al turismo de masas o a la democratización del cine y la televisión, a la formación de la imaginación geográfica y etnográfica de los ciudadanos estadounidenses y de otros muchos lectores foráneos. Si es verdad que la revista proyectó una visión del mundo acorde con los valores y los intereses estadounidenses, sirviendo de vehículo a ciertos planteamientos nacionalistas y aspiraciones imperialistas[19], en opinión de Hawkins también lo es que NGM impulsó como pocos otros medios habían hecho hasta la fecha un sentido de conectividad global y un cosmopolismo cultural mediante el que muchas personas tomaron conciencia de su pertenencia a una colectividad mundial, así como de sus diferencias internas[20].

Que esas fotografías fueran, como rezaba la segunda de las directrices editoriales enunciadas por Grosvenor, “bellas, instructivas y artísticas” no significó, obviamente, que fueran también (acaso era imposible que lo fueran) “no partidistas” y “abolutamente precisas”, como otros de esos principios pretendían. La literatura reciente sobre la historia de NGM ha abundado bastante, y de manera muy crítica, en este sentido. El perfil ideológico conservador de la iconografía de la revista (incluso su antisemitismo, racismo y sexismo palpable en ciertas épocas) ha sido denunciado, entre otros, por los trabajos de Abramson[21] o de la citada Hawkins[22]. Por su parte, Giblin[23] y Montgomery[24] han entendido y criticado el empleo de la fotografía de paisaje, una de las principales señas de identidad de NGM, como expresión de una cosmovisión estética (y estetizante) de la naturaleza y del mundo. Una cosmovisión que, según tales autores, enmascara bajo la belleza y la espectacularidad de las imágenes paisajísticas las realidades económicas, sociales, políticas o culturales más cotidianas, perentorias o conflictivas.

En parecido sentido, Lutz y Collins[25] se han centrado en el tratamiento fotográfico otorgado por NGM a las culturas no occidentales en el período 1950-1986, demostrando cómo dicho tratamiento, y en particular la fotografía de tipo etnográfico, ha dibujado una visión romántica, pintoresca, exótica y a menudo primitivista de tales culturas, que, prolongando ciertas narrativas del colonialismo decimonónico, conecta implícitamente la idea de raza con la de evolución cultural[26]. Desde una perspectiva similar, sensible a los enfoques teóricos de carácter postcolonial, Steet[27] ha examinado las representaciones del mundo árabe en la revista, dominadas, claramente, según ella, por unos estereotipos prácticamente fijos y de carácter orientalista, que acaban por descontextualizar geográfica e históricamente las culturas representadas, reduciéndolas a tipos e iconos estéticos más o menos intemporales.

Otros trabajos generales estimables, como los de Schulten[28] y Rothenberg[29], han abundado en argumentos parecidos y han abordado también la estrecha implicación de la revista en la defensa y legitimación de los intereses geopolíticos y geoestratégicos de los EE.UU. en los últimos decenios del siglo XIX y la primera mitad del XX, empezando precisamente por el enfrentamiento colonial con España por el control de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. La intervención de los EE.UU. en estos territorios y su posterior ocupación y control fue legitimada en los reportajes de NGM como un factor de civilización, progreso y desarrollo en el plano material y espiritual[30]. Reflexionando sobre la cosmovisión de la revista y su impacto en el público norteamericano a lo largo de este período, Rothenberg concluye que, amparándose en su prestigio educativo y científico, el NGM presentó “un mundo idealizado de diferencias entretenidas”[31] en el que los EE.UU. ocupaban una posición excepcional. Al mismo tiempo, añade la autora, la revista:

ayudó a articular una identidad americana particular […] en oposición tanto con la vieja Europa como con las regiones primitivas no occidentales. […] Una identidad de superioridad tecnológica y cívica, y aun así una identidad benévola y agradable.[32]

Buena parte de la iconografía fotográfica que ha distinguido y otorgado fama mundial a NGM, con su énfasis en las imágenes de tipos humanos y de paisajes seleccionados prioritariamente con criterios estéticos, arcaizantes e intemporales, desligados a menudo de su contexto histórico o geográfico, ha sido también comparada con las exposiciones de un museo, o incluso con los antiguos cuartos de maravillas o gabinetes de curiosidades (wonder chambers) que proliferaron en Europa en los siglos XVI y XVII, cuyos objetos se disponían caóticamente en el espacio, con independencia de su localización o su antigüedad, de acuerdo con una lógica que estimulaba más la exhibición que el estudio científico de los mismos[33].


La imagen de España en los EE.UU. en el tránsito del siglo XIX al XX

España sigue siendo una terra incognita. El turista aún no ha logrado echar a perder el país severo y sin embargo fascinante cuyos hijos dominaron Europa y llevaron su lengua y civilización al otro lado del Atlántico. Aislada del resto de Europa por los Pirineos y el mar —en realidad, forma un pedazo desprendido de África—, España ha conservado a lo largo de los siglos innumerables rasgos antiguos que han conferido a su vida y a sus gentes un sello peculiar (…). En ningún otro lugar se percibe con tanta intensidad el pasado, con sus grandes advertencias contra el orgullo, la intolerancia y la extravagancia, aunque se viaje sin prestar demasiada atención, y es tan probable dar con alguien que hable inglés en España como con un hispano-hablante en Nueva Inglaterra.[34]

Estas palabras, con las que el historiador Charles Upson Clark comenzaba el primer artículo de NGM dedicado de forma monográfica a España, publicado en marzo de 1910 y titulado, de forma harto significativa, “Romantic Spain”, dan idea de algunas de las coordenadas que presidían la imagen de España en los EE.UU. a comienzos del siglo XX. Más aún, y como los estudios sobre este tema han mostrado[35], tales palabras reflejan en buena parte algunas de las claves que dominaron esa imagen desde el primer tercio del siglo XIX en adelante. Repasarlas, aunque sea brevemente, resulta imprescindible para comprender el marco general de referencia en que se mueven los autores que escribieron sobre España en NGM, y en qué medida su propia imagen prolongó o, por el contrario, contradijo o renovó las imágenes hegemónicas previas o coetáneas sobre el país existentes en los EE.UU.

La visión de España que dominaba en los EE.UU. a comienzos del siglo XX se había forjado en buena parte en el primer tercio del siglo anterior (en el que Kagan[36] sitúa los orígenes del hispanismo estadounidense), construida por una élite social e intelectual protestante y localizada fundamentalmente en Boston y Nueva York. Dicha visión estaba sustentada, grosso modo, en dos tipos de imágenes estereotípicas, ambas inspiradas en el romanticismo. La primera de ellas, heredada de la Leyenda Negra y de determinadas valoraciones sobre la historia de España, y en especial de la conquista y colonización de América, percibía a España y a los españoles de forma negativa, incluso como contrapunto a todo aquello que se consideraban los rasgos nacionales distintivos de los EE.UU. Kagan se ha referido a esta visión como el “paradigma de Prescott”, en referencia al historiador y profesor de la Universidad de Harvard William Hickling Prescott (1796-1859), quien, pese a no haber visitado nunca España, escribió varias obras sobre los Reyes Católicos (la más importante, History of the Reign of Ferdinand and Isabella, publicada en 1837), la conquista española de América y Felipe II que tuvieron una enorme y prolongada difusión en el público norteamericano. En la visión de Prescott, España aparece esencialmente como una nación fallida, que, lastrada por la intolerancia religiosa y el absolutismo monárquico, fue incapaz de administrar adecuadamente su Imperio y representaba esencialmente el pasado (monárquico, indolente, fanático), en contrapunto con los valores de futuro (republicanos, emprendedores y racionales) que para él representaban los EE.UU. De acuerdo con esa misma imagen, que tuvo amplia proyección pública a través de la prensa y de la enseñanza, los españoles eran percibidos como personas codiciosas, viles, crueles, fanáticas, arrogantes y poco trabajadoras.

La otra gran imagen estereotípica de España difundida en los EE.UU. desde el primer tercio del siglo XIX, también influida por el romanticismo, resaltaba el carácter exótico, pintoresco y oriental del país y de sus habitantes, en línea con muchos de los estereotipos forjados por los viajeros románticos franceses e ingleses[37]. Aunque esta imagen coincide con la anterior en su consideración de España como territorio atrasado y estancado en el tiempo, su valoración de dicho atraso es mucho más positiva, pues confiere al país un carácter atractivo, diferente y misterioso, de gentes sencillas pero nobles y hospitalarias; un mundo casi medieval, apenas contaminado por los procesos de urbanización e industrialización del mundo moderno, y donde conviven la Castilla yerma, quijotesca y despoblada con el “paraíso” natural andaluz, concebido como tierra luminosa y fértil, a la vez que oriental y sensual, que acabará convirtiéndose, con el tiempo, en la quintaesencia de esa imagen, identificada con un sentido festivo de la vida y el folklore de los toros, la mantilla y la pandereta

El principal representante y divulgador de esta imagen pintoresca del país en los EE.UU. fue Washington Irving, que pasó en España un total de siete años (en dos períodos distintos: 1826-1829 y 1842-1846) y consagró al país varias obras (como Life and voyages of Christopher Columbus, publicada en 1828; y The Alhambra, aparecida en 1831). Su éxito y difusión popular influyeron significativamente en otros autores norteamericanos que visitaron y recorrieron España en la segunda mitad del XIX y el primer tercio del XX (entre ellos, por ejemplo, James Rusell Lowell, en cuyas Impressions of Spain, publicadas en 1899, representaba a los españoles como un “pueblo semioriental”, insuficientemente preparado para incorporarse al mundo moderno). Además, desde inicios de los años 1930 esta misma imagen se vio amplificada a través de ciertos escritores de gran éxito, muy especialmente Hemingway, así como del cine y de otros medios de comunicación de masas.

En resumen, las dos visiones hegemónicas (y en buena parte contradictorias) de España y lo español que acabamos de resumir coexistieron durante mucho tiempo, se articularon ambas sobre claves románticas y, aunque desde ópticas distintas, coincidían en presentar al país como una “tierra de romance y superstición”, atrapada en el pasado e incapaz de sumarse al tren del progreso y de la civilización moderna.

Por otra parte, parece oportuno recordar que en los años finales del siglo XIX y en los primeros del XX el interés por la cultura española en los EE.UU. experimenta un despegue considerable. Algunos autores atribuyen ese despegue, sobre todo, a la guerra de 1898 y a la creciente expansión política y comercial de los EE.UU. en América Latina, que estimulará de forma notable la enseñanza de la lengua y la cultura españolas en la potencia norteamericana. El Hispanismo en Norte-América, libro escrito por Miguel Romera Navarro (profesor de Lengua y Literatura españolas en la Universidad de Pennsylvania) y publicado en Madrid en 1917, ofreció el primer panorama general de este fenómeno y constituye todavía hoy una referencia imprescindible para comprender los orígenes del mismo en los EE.UU.

Romera, quien dedica ya amplia atención a la actividad de la Hispanic Society of America, fundada en Nueva York en 1904, “que tan poderosa energía ha impreso a la corriente del hispanismo”, aporta también algunos datos enormemente indicativos del creciente interés estadounidense por España, el principal de ellos la expansión del estudio del castellano, que para entonces ofrecían, en los EE.UU., más de 200 universidades y centros de enseñanza superior y 765 escuelas secundarias[38]. En la introducción de la obra, impregnada de ideas y propuestas regeneracionistas, el autor advertía, en la misma línea, que “quedan por combatir leyendas ridículas y absurdas que todavía corren acerca de España”[39]. Y en ese sentido apuntaba que “la opinión más general que de España se tiene en el extranjero es aquella que nos pinta como un pueblo moribundo”, opinión que Romera creía errónea a tenor de los progresos económicos y materiales experimentados desde comienzos de siglo, cuya “sintomatología no es la de una raza que está muriéndose, sino la de un pueblo que se reconstituye”[40].

En esta misma obra, Romera trató asimismo de sintetizar la visión de España en los viajeros estadounidenses de fines del siglo XIX y principios del XX, a partir de más de una veintena de libros de viaje sobre España publicados entre 1883 y 1914. Esta amplia muestra permite colegir, por lo pronto, que la idea de España como terra incognita para el turista norteamericano, expuesta como vimos antes por Clark en 1910, empezaba poco a poco a superarse.

Romera centra su análisis en los juicios que los escritores estudiados emitieron acerca del “paisaje, los pobladores y las costumbres". Destaca varios lugares comunes, tales como la importancia concedida, en el orden paisajístico, a la “trágica meseta central de ambas Castillas, León y Extremadura (…) helada y vasta planicie barrida por el viento y cruzada de oriente a occidente por nevadas”[41]; el reconocimiento de la personalidad diferenciada de España respecto al resto de Europa, tanto por motivos geográfico-físicos como por razones culturales e históricas; o la definición de un arquetipo racial de lo español. Este último estaría caracterizado, entre otros aspectos, por la sobriedad y la frugalidad, la religiosidad, el individualismo, el conservadurismo, la honestidad, la dignidad, la cortesía, el orgullo desmedido, la hospitalidad, la independencia de carácter, la desconfianza hacia el gobierno y la administración pública (que explicaría según algunos una inclinación general hacia el engaño, el fraude e incluso el contrabando), la indolencia y la querencia por los niños y los mayores. Romera resaltaba también la percepción muy positiva del campesinado (considerado por muchos de los viajeros analizados como “la médula de la nación española”), en contraste con la caracterización negativa de la burguesía, la iglesia, el ejército y las clases altas (percibidas como ignorantes, fanáticas, holgazanas e incluso parásitas), así como la idea de que España es “el país más demócrata del mundo en su vida social”, por el respeto y la igualdad con que se tratan todas las clases sociales[42].

En las últimas páginas de su libro, Romera subrayaba cómo, en su opinión, la percepción de la situación general de España entre la mayoría de los viajeros estadounidenses había cambiado significativamente en los últimos años. De acuerdo con él, la imagen de país decadente o moribundo había sido sustituida, en especial a partir de la pérdida de las colonias, por una visión mucho más positiva y optimista, que apuntaba al restablecimiento y al renacimiento de la nación española en el plano literario, artístico e incluso económico[43].

Como han documentado ampliamente los estudios de historia y geografía histórica, la España de comienzos del siglo XX atravesaba, en efecto, una fase de progreso y modernización que permitió superar la aguda crisis económica de fines del siglo anterior y que se prolongó, aunque con algunas inflexiones importantes (como la vinculada a la crisis mundial del 29) hasta el estallido de la Guerra Civil. Dicha coyuntura positiva estuvo motivada, sobre todo, por la expansión de la actividad agraria (todavía principal sector económico del país), tanto en superficie cultivada como en intensidad de cultivo, y se manifestó, entre otros factores, en un crecimiento significativo de la población, que pasó de 18.616.630 habitantes en 1900 a 24.693.000, aproximadamente, en 1936, en vísperas de la Guerra Civil[44]. En ese mismo período la población activa primaria cayó notablemente, desde el 64% del total del país en 1900 al 45% en 1935, aunque el sector primario no dejara de ser el más relevante tanto en riqueza como en empleo: en 1935, por ejemplo, dicho sector aportaba un 35% del PIB español, mientras que la industria, que experimentó una franca expansión desde el decenio de 1920, empleaba a un 35% de activos y contribuía al PIB con un 32%.

En términos geográficos, el primer tercio del siglo XX supuso también un claro avance de la población urbana frente a la rural, que, pese a ello, siguió siendo predominante: si en 1900 apenas un 32,2% de la población española vivía en municipios de más de 10.000 habitantes, en 1930 esta cifra había subido al 42,7%. Para este último año, los dos municipios más poblados eran, con mucha diferencia, Barcelona (1.005.565 habitantes) y Madrid (952.832), cuya población, en ambos casos, se había duplicado prácticamente desde 1900, seguidos por Valencia (320.195), Sevilla (228.729) y Málaga (188.010). Diez municipios en España, contando los anteriormente citados, superaban en dicha fecha los 100.000 habitantes.

Tales magnitudes resultaban sensiblemente diferentes a las de los EE.UU. de la época, en los cuales se forjó la mirada de los reporteros de NGM. En 1930, por ejemplo, el gigante norteamericano contaba con una población de 122.775.046 habitantes, un 56% de la cual se clasificaba como urbana; cinco ciudades por encima del millón de habitantes (la más importante, New York, se aproximaba a los 7 millones, seguida por Chicago, con 3,37 millones), y cerca de cien por encima de los 100.000;[45] y una estructura económica dominada por los sectores secundario y terciario (que concentraban, respectivamente, el 36,8 % y el 41, 2% de la población activa, aunque el primero era más importante en su aportación al PIB; frente al 22 % representado por el sector primario, que aportaba un 7,7% del total del PIB estadounidense)[46]. Los indicadores relativos al nivel de vida en ambos países a lo largo del primer tercio de siglo permiten visibilizar diferencias igualmente considerables: hacia 1913, por ejemplo, el PIB per cápita estadounidense, en paridad de poder adquisitivo, era el más alto de los países del mundo y superaba en más del doble al de España, según las estimaciones publicadas por Angus Maddison[47]; mientras que la esperanza de vida al nacer en 1910 era de 53,1 años en los EE.UU. (59,7 en 1930), cuando en nuestro país era de apenas 41,7 años (50 en 1930)[48]. En 1910, en fin, la tasa de analfabetismo en mayores de 10 años era apenas del 7,7 % en los EE.UU., y de cerca del 50% en España, aunque este último porcentaje descendió considerablemente en las décadas siguientes (en 1930 era del 29,5%, y durante dicha década se reduciría en un 9% más)[49].


Claves principales de la imagen de España en NGM (1888-1936)

Abordaremos a continuación el análisis de la imagen de España proyectada en los 23 artículos dedicados al país en NGM. En primer lugar, se repasarán las fechas de publicación de los mismos en conexión con la evolución de las relaciones diplomáticas entre España y los EE.UU., en la medida en que los artículos de NGM representan un buen indicador, y en cierto modo un termómetro, para seguir y medir dichas relaciones. En segundo lugar, se realizarán una serie de consideraciones acerca de cómo el estilo iconográfico utilizado en los reportajes influye en la visión positiva y amable de España que ofrece la revista. Éste es un hecho de consecuencias importantes para la evaluación de este tipo de representación, ya que la preeminencia que tiene lo visual en NGM es central para la realización de su objetivo pedagógico de mostrar a los lectores otros mundos distintos al norteamericano.

En tercer lugar, y de manera algo más extensa, se identifican los distintos componentes que definen la representación de España en los textos de los reportajes de NGM (a veces en marcada contraposición con las imágenes de los mismos). Cuatro son las dimensiones que consideramos más importantes para esta lectura específicamente geográfica de dicha representación: la evolución de la imagen tradicional y romántica de España a la de un país más que se empieza a modernizar; la importancia otorgada a la diversidad regional, presentada como uno de los rasgos definitorios de lo español; la visión del paisaje y los arquetipos paisajísticos que dominan la representación de España; y la desigual atención dedicada a las diferentes regiones españolas, reflejo y al mismo tiempo vehículo de una suerte de “apropiación turística” del país.


Cronología e importancia de los artículos sobre España en NGM

El conjunto de los 23 reportajes geográficos dedicados por NGM a España a lo largo del período de estudio revela un interés muy significativo no sólo en términos absolutos, sino también relativos o comparativos, pues cabe destacar que, en dicho período, ningún otro país europeo fue objeto de tantos reportajes geográficos por parte de la revista[50].

Por otra parte, la cronología y el contenido de los artículos sobre España publicados en NGM ofrecen, como ya apuntamos, un buen termómetro o indicador de las relaciones mantenidas, a lo largo de este período, entre el país y los EE.UU. No en vano, como ya se ha advertido, la NGS ha contado desde sus inicios con el apoyo de personas claves del gobierno estadounidense y, pese a su carácter privado y su aura de institución científica y educativa independiente, ha secundado tradicionalmente la política exterior oficial de este país. La distribución temporal de los reportajes dedicados a España en NGM (Figura 1) resulta enormemente ilustrativa de la evolución de dichas relaciones, aunque también obedece en parte a estrategias editoriales más amplias desarrolladas por los editores de la revista.

 

Figura 1. Número de artículos sobre España publicados en National Geographic Magazine en el período 1888-1950, por quinquenios.
Fuente: Elaboración propia.

 

Así, por ejemplo, en los 17 primeros años de vida de NGM (1888-1905), período marcado por las intensas tensiones diplomáticas entre ambos países, coronadas con la guerra hispano-estadounidense de 1898, no se publica ningún artículo de temática española, más allá de los dedicados a las colonias perdidas a raíz de dicha guerra. Como ya se ha apuntado, el estallido de este conflicto bélico pone fin precisamente a una etapa de la revista dominada por los artículos relativos al territorio norteamericano e inaugura otra en la que los reportajes sobre otras regiones y territorios ganarán progresivamente en importancia. Entre 1906 y 1910 apenas se publican dos reportajes sobre España, el segundo de ellos (que fue también el primero dedicado única y específicamente a España en NGM) en marzo de 1910, poco después del restablecimiento de las legaciones diplomáticas entre ambos países (1909). Y entre 1911 y 1920 se publican tan sólo algunas láminas de temática andaluza, en el marco de un reportaje fotográfico conjunto sobre España y Marruecos[51].

En los quince años siguientes (1921-1936), período que coincide con una fase de normalización, tranquilidad y estrechamiento de relaciones entre ambos países, en especial durante la Dictadura de Primo de Rivera (septiembre de 1923 – enero de 1930)[52] y en los primeros años de la II República, la revista publica, en cambio, nada menos que veinte artículos sobre España, varios de los cuales aparecerán en sendos números monográficos editados, respectivamente, en agosto de 1924 y en marzo de 1929. El segundo de esos monográficos fue fruto del deseo expreso de los editores de NGM de dar a conocer mejor España entre el público estadounidense apenas dos meses antes de la inauguración de la Exposición Iberoamericana de Sevilla y de la Exposición Universal de Barcelona, en las que los EE.UU. participaron. El propio G. H. Grosvenor visitará el país en abril y mayo de 1927[53] y aportará algunas fotografías tomadas por él para ilustrar uno de los artículos del monográfico de marzo de 1929[54].

Para entonces, además, los EE.UU. se habían convertido, tras la I Guerra Mundial, en la primera potencia económica internacional y en uno de los máximos socios comerciales de España. Entre 1920 y 1935, los EE.UU. fueron, por ejemplo, los principales proveedores del mercado español (copando un promedio cercano al 20 % del total de sus importaciones) y el tercer destino de las exportaciones españolas, por detrás tan sólo de Francia y Gran Bretaña[55]. En la primera estadística oficial de visitantes extranjeros a España, publicada en diciembre de 1929, los turistas estadounidenses ocupaban también el tercer puesto en el ranking (con 27.672 visitas entre julio de 1928 y diciembre de 1929), por detrás de franceses (75.386) y portugueses (46.902), y por delante de británicos (21.283), alemanes (18.306) e italianos (8.499)[56].

El estallido y, sobre todo, la evolución de la Guerra Civil española, frente a la que el gobierno de los EE.UU. mantuvo oficialmente una posición diplomática neutral, interrumpieron claramente ese notable interés mostrado por la revista hacia el país. En octubre de 1936 y febrero de 1937 dos artículos del NGM dan cuenta todavía de los primeros meses del conflicto, aunque la temática del segundo de dichos artículos (una crónica escrita por la estudiante estadounidense Gretchen Swimm sobre un Madrid asediado por la Guerra)[57] no puede considerarse ya de carácter geográfico o viajero. Pero a partir de entonces se abrirá un significativo vacío de información sobre el país que se prolongaría durante cerca de catorce años, y que, además de a la Guerra Civil española, cabe atribuir principalmente al impacto de la II Guerra Mundial y posteriormente, a la política de bloqueo y aislamiento mantenida por los EE.UU. para con el régimen de Franco hasta el comienzo de la Guerra Fría. De manera harto significativa, NGM no volvería a publicar ningún artículo sobre España hasta abril de 1950, poco después de que la política de bloques propiciara el inicio de la colaboración de la política exterior norteamericana con la Dictadura, colaboración que condujo, entre otros hechos, al restablecimiento de las relaciones diplomáticas oficiales entre ambos países, en 1951, y a los acuerdos económicos y de cooperación militar firmados en Madrid en septiembre de 1953.


El estilo de NGM: una geografía de imágenes

La imagen de España en los reportajes publicados en NGM entre 1906 y 1936 responde bastante bien, a grandes rasgos, a los siete principios orientadores que marcaron el estilo editorial de la revista bajo la dirección de Grosvenor. Se trata de una visión amable, amistosa y positiva del país y sus habitantes; presentada en un estilo descriptivo ágil, personal, desnudo de cualquier aparato crítico y prácticamente de referencias bibliográficas; y protagonizada en todo momento por la fotografía, que ocupa aproximadamente el 61 % de la extensión total de los artículos sobre España compuestos de texto e imágenes, y un 78% del conjunto documental analizado, es decir, incluyendo también los reportajes exclusivamente fotográficos.

Ese protagonismo de la imagen fotográfica resulta fundamental tanto para entender el estilo y el éxito editorial de NGM, como también su visión de la geografía. Ninguno de los autores de los textos era geógrafo profesional[58], no hay ninguna referencia a la geografía científica y académica de la época (ni, salvo excepción, a la de épocas anteriores)[59] y las escasas fuentes y referentes de autoridad que se citan en relación con el conocimiento y la imagen de España proceden en su amplia mayoría de la literatura y el arte, en especial de las grandes figuras del Siglo de Oro (la referencia a Cervantes y al Quijote es la más repetida) o de los viajeros románticos extranjeros (en especial los escritos de Washington Irving). Los reportajes son producto, salvo excepción, de estancias, visitas y viajes sin finalidad científica; no hay en ellos un solo cuadro estadístico; y los mapas que se incluyen no tienen prácticamente otro propósito que el de situar y localizar las regiones y lugares visitados en los reportajes. El estilo narrativo de los textos, típicamente periodístico, combina hábilmente apreciaciones subjetivas con datos objetivos de tipo geográfico, histórico, económico o sociológico, y recurre con frecuencia a la introducción de anécdotas o de frases de estilo indirecto que dan entrada a testimonios y opiniones de los habitantes nativos, de diferentes oficios y clases sociales.

Los reportajes se organizan esencialmente siguiendo el itinerario recorrido por el autor. Los reporteros se desplazan, según los casos, a pie, en automóvil, en tren, en tranvía, en barco y, cuando recorren caminos secundarios, en diligencia o en otros medios de tracción animal tirados por caballos, mulas o burros. Aunque desdeñen abiertamente el turismo de visitas rápidas y organizadas y propongan formas de viaje más profundas y detenidas[60], los reporteros de NGM que dan cuenta de su experiencia en España no se salen, salvo excepción, de los caminos transitables fácilmente y accesibles por tanto al turista; la geografía itineraria que articula y asoma en los reportajes sobre España de NGM se apoya, pues, en las ciudades y pueblos principales. Los parajes naturales sin accesos cómodos y las regiones rurales más apartadas de las ciudades, líneas férreas y carreteras quedan por lo general fuera de su campo de atención. Salvo por lo que toca a los archipiélagos canario y balear, los reportajes reflejan una predilección por los centros urbanos. Y cuando centran sus reportajes de forma monográfica en ciudades concretas (Madrid, Barcelona, Sevilla), procuran ofrecer un itinerario tipo por los principales atractivos de las mismas (barrios más pintorescos, monumentos, vistas panorámicas), así como un breve muestrario de las excursiones de un día más recomendables desde tales ciudades.

La descripción de las escenas típicas de la vida cotidiana de las ciudades, de esos paisajes humanos de escalas próximas y tiempos en buena parte fugaces e instantáneos (calles, plazas y mercados; fiestas, espectáculos públicos y otro tipo de eventos culturales), prima sobre la descripción del tiempo largo y de la escala lejana de los grandes cuadros naturales, así como, en general, de las estructuras y formas más estables de los paisajes. Ese particular interés por la geografía humana y de la vida cotidiana, además de reflejar y otorgar un interés etnográfico a muchos de los reportajes, incide en el dinamismo y la viveza que caracteriza el estilo de los textos de NGM.

El análisis temático de las fotografías (Figura 2) indica un predominio de las imágenes dedicadas a escenas y tipos humanos (tema principal del 46% del total de fotos), seguido por las referidas a pueblos y paisajes (35%) y a monumentos, edificios emblemáticos y obras de arte (19%), por citar únicamente las principales categorías de dicha tipología. Ese predominio iconográfico concedido a los motivos de carácter etnográfico, antropológico o sociológico (y, dentro de ellos, a la representación de oficios, trajes típicos o fiestas y tradiciones populares) resulta, como es sabido, característico de las primeras décadas de NGM.

 

Figura 2. Temas principales de las fotografías dedicadas a España en el National Geographic Magazine (1888-1936).
Fuente: Elaboración propia.

 

Más aún, buena parte de las fotografías que hemos clasificado dentro de la categoría de “pueblos y paisajes” resultan difíciles de distinguir de la categoría de “escenas y tipos” y reproducen de hecho los clichés de lo que algunos autores han llamado la “escena etnográfica” (y que bien podría llamarse “etno-geográfica”), que tuvo una amplia difusión en Europa a fines del XIX y en el primer tercio del XX, tanto entre determinadas ciencias (empezando por la geografía y la etnología) como en el ámbito educativo y en el de la confección y el comercio de postales[61]. Dichos clichés, de los que dan buen ejemplo muchos de los autocromos aportados por Wilhem Tobien y, sobre todo, Gervais de Courtellemont (el fotógrafo que, con mucha diferencia, más contribuyó a los reportajes sobre España publicados en NGM en el período analizado)[62], representan los paisajes asociados a la vivienda o al trabajo agrario conjuntamente con los habitantes locales, agrupados normalmente en familias o grupos de campesinos que posan ante la cámara con sus atuendos y aperos tradicionales o vestidos con sus trajes típicos de fiesta.

Estas imágenes pueden verse también como reflejo del gusto por lo pintoresco y al mismo tiempo del interés por captar y fijar la diversidad de costumbres y géneros de vida en una época en que ciertos sectores del mundo occidental comenzaron a inquietarse por la desaparición de muchas de las culturas tradicionales, tanto dentro como fuera de sus propios países[63]. Asimismo, ejemplifican bien el estilo mixto característico de muchas de las fotos de NGM, las cuales, como han apuntado algunos autores[64], no pueden considerarse puramente realistas o documentales, sino que, bajo un enfoque pretendida y predominantemente documental, introducen con frecuencia algunos de los elementos técnicos, estéticos y artísticos propios del pictorialismo fotográfico, palpables sobre todo en la escenificación de los personajes y contenidos representados, el tipo de soporte usado para el revelado y la reproducción y, en el caso de los autocromos, la manipulación técnica intencionada de los colores.

Por lo demás, tanto el predominio de la temática etnográfica como la citada mezcla de técnicas pictorialistas y enfoques documentales resultan especialmente evidentes en los siete reportajes exclusivamente fotográficos que NGM dedicó a España a lo largo del período de estudio, desde el primero, publicado en 1917, al último, aparecido en 1936. Éste, obra del célebre José Ortiz Echagüe, reúne un repertorio de escenas y tipos humanos muchos de los cuales, según se ha advertido recientemente, se habían publicado con anterioridad en su libro España: tipos y trajes, aparecido en 1933[65]. Aunque el autor, que buscó con su obra, iniciada a comienzos del siglo XX, documentar un mundo arcaico y tradicional en trance de desaparición, nunca se reconociera a sí mismo como pictorialista, sino todo lo contrario, la mencionada serie incluye muchos de los elementos definitorios de la fotografía tardopictorialista española: exaltación (nacionalista y regionalista a la vez) del folklore y la vida tradicional (trajes, oficios, costumbres, arquitecturas), en su diversidad local y regional; y elevación de esa vida, y de sus protagonistas (marineros vascos, vaqueros andaluces, pastores castellanos y otros tipos populares) a la categoría de arquetipos raciales intemporales, símbolos de una España mística, espiritual y sobria (en cuyos rostros, como rezaba el pie de una de las fotos de dicho reportaje, “brilla el espíritu de Don Quijote”)[66], retratados de acuerdo con una estética grandilocuente, solemne, esquemática, hierática y, por todo ello, parcialmente artificial[67].


Evolución y componentes de la imagen de España en NGM. Una lectura geográfica

La comparación entre la iconografía de los citados reportajes fotográficos (así como en sus pies de foto), por un lado, y el contenido de los textos principales de los artículos, por otro, revela otra característica importante a la hora de considerar la imagen de España transmitida por NGM en el período estudiado, a saber, la de la frecuente y relativa autonomía entre ambos elementos. Salvo en los escasos reportajes en que los autores de los textos aportaron también la mayoría de las fotografías contenidas en los mismos, la concordancia entre el contenido de los textos y el de las fotografías no es siempre evidente, de modo que muchas fotografías, si bien ilustran aspectos concretos de los lugares y temas objeto del reportaje, se refieren a cuestiones inexistentes o poco tratados en el texto principal del artículo[68], o incluso, abordando las mismas cuestiones, pueden ofrecer o suscitar mensajes y lecturas contradictorios con los planteados en dicho texto.

Esta discordancia entre textos y fotografías, entre los escritores y los fotógrafos de los artículos, especialmente compleja y relevante tratándose de una publicación protagonizada en buena medida por las imágenes, genera, además, la ausencia de una narrativa unificada[69].

En este apartado expondremos con más detenimiento cómo afecta, en nuestra opinión, este hecho a ciertos elementos centrales en la visión de España ofrecida por la revista. A lo largo del período estudiado la iconografía fotográfica de NGM, en especial aquella vinculada a las series y reportajes de carácter eminentemente fotográfico, explotó con abundancia y continuidad los temas y elementos propios de la imagen romántica y pintoresca del país, ofreciendo una visión en muchos sentidos autónoma y contradictoria con la que trataban de transmitir los títulos, los textos e incluso una parte importante de las fotografías interiores de los artículos, mucho más atentos a las importantes transformaciones experimentadas en ese tiempo por la sociedad y el territorio españoles. En este punto, más que una imagen coherente, uniforme y unívoca, textos y fotografías transmiten imágenes diferentes y en cierto modo polisémicas y contrapuestas.

El análisis comparativo del aparato textual e iconográfico nos permite centrarnos en varios elementos principales que, como veremos a continuación, creemos son la clave de la representación geográfica de España en NGM.


Un país en transformación, una imagen en evolución: reminiscencias, contradicciones y cambios en la visión romántica de España

Una de las claves de la imagen de España ofrecida en NGM es la dialéctica que se establece entre continuidad y modernidad, así como entre estabilidad y cambio: aunque durante el período de estudio la revista mantuvo muchos de los componentes arquetípicos de la visión romántica del país, en su versión más amable, positiva y pintoresca, también es cierto que algunos de sus reporteros —entre ellos los dos con mayor número de artículos escritos (Harry McBride[70] y Harriet Chalmers Adams[71])— se esforzaron por ofrecer una visión moderna y renovada del país y resaltar los importantes procesos de transformación y modernización acontecidos a lo largo del primer tercio del siglo XX, muchos de los cuales diluían los tópicos heredados del romanticismo. En términos cronológicos, los reportajes sobre España publicados en este período testimonian una clara evolución desde el predominio del estereotipo romántico a la conformación de esa imagen dual y más compleja del país, en la que la continuidad de ciertas claves de la iconografía romántica coexistió con una creciente sensibilidad por los signos de la modernidad y del progreso, que fueron celebrados —en sintonía con los valores estadounidenses— de forma muy positiva. Una sensibilidad que supone un enriquecimiento y una renovación respecto a los dos grandes paradigmas (el pintoresco, tipo Irving; y el negativo, al modo de Prescott) que, como vimos, habían prevalecido en la mirada estadounidense sobre España desde mediados del siglo XIX.

La continuidad y hegemonía del paradigma romántico pintoresco resulta, en efecto, evidente en los primeros reportajes sobre España publicados por NGM, aparecidos en 1906, 1910 y 1917. El artículo ya citado de Clark, desde su mismo título (“Romantic Spain”), resulta paradigmático al respecto, como lo son también las ilustraciones que conformaron el reportaje de 1917, de título no menos significativo (“Spain and Morocco”). Si el primero de estos reportajes alude a España como “un pedazo desprendido de África”[72] y se centra fundamentalmente en las tres ciudades andaluzas (Córdoba, Sevilla y Granada) más emblemáticas de la herencia musulmana, en el segundo las ocho imágenes sobre los países y tipos humanos del Próximo Oriente y el Norte de África, se agrupan sin solución de continuidad con las cuatro dedicadas a España, de acuerdo con una perspectiva palmariamente orientalista[73]. Unos años después, Adams, en el primero de los artículos que publicó sobre España en NGM, dejará traslucir también la persistencia de otro tópico romántico vinculado estrechamente al paradigma de Prescott, y que leía la historia del país en términos de “guerreros, aventureros y conquistadores”[74].

A partir de la década de 1920, sin embargo, y de manera especialmente clara en los años 30, esa visión romántica y predominantemente pintoresca y orientalista convivirá con otras imágenes más actuales y modernas, aunque algunos de sus rasgos (entre ellos la admiración por los lugares y recuerdos históricos árabes) se mantendrán hasta el final del período de estudio. Este enriquecimiento progresivo de la mirada ofrecida por NGM sobre el país se apoyará, por un lado, en la constatación de la diversidad geográfica regional, que diluirá la imagen a priori que tenían muchos de los autores que visitaban España, dominada por el elemento mediterráneo y andaluz; y, por otro, en la constatación de los procesos de transformación y modernización en curso, particularmente evidentes en ciudades como Madrid, Barcelona o Bilbao[75]. En algunas de esas ciudades, ambos factores se conjugan de manera eficaz para desmoronar el estereotipo prevaleciente en muchos de los viajeros que visitaban por primera vez el país, como reconocía con estupefacción John Long cuando, al llegar a la principal urbe catalana tras atravesar la frontera con Francia, “la prosperidad, modernidad y actividad política de Barcelona echó por tierra mis ilusiones de una España de castillos, balcones, castañetas y guitarras[76]. En parecidos términos se expresaba Adams en su reportaje sobre Madrid, publicado dos años antes:

Aquellos que todavía están aferrados a la idea de que España es una tierra conservadora de ventanas enrejadas y dueñas de corazón insensible deberían ver las felices parejas de verano paseándose por los fragantes jardines de El Retiro, ¡sin acompañante a la vista![77]

Por su parte, Ruth McBride, en el último de los reportajes publicados durante el período de estudio, escrito en los primeros meses de la Guerra Civil, dejó constancia de la notable transformación de un país que había pasado de ser “una tierra romántica de dueñas, monasterios y corridas de toros” a otro donde “la radio ha sustituido a la guitarra y las chicas han salido de sus viejas ventanas enrejadas y van al cine con sus novios –o a las barricadas callejeras para combatir con él”[78].

Desmentida o diluida la citada imagen a priori en su confrontación con la compleja realidad del país, la cuestión de la existencia o no de una identidad española genuina fue abordada de forma expresa por varios de los colaboradores de NGM, en especial por aquellos que viajaron de forma más frecuente por aquel. Y la respuesta a este serio interrogante fue articulada generalmente apelando a las diferencias regionales internas en el grado de desarrollo, es decir, al desigual grado de penetración, dentro del territorio español, de las fuerzas portadoras del progreso y la modernidad, entendidas también como vectores de la uniformización y disolución de las identidades locales y nacionales. En este sentido, Adams distinguió generalmente entre las zonas rurales del país, que consideraba “más españolas” (en el sentido de diferentes respecto al resto de los países occidentales) y las ciudades principales y económicamente más dinámicas, que calificaba de “más continentales” (en el sentido de europeas). Y Richard Ford hizo de este la clave de su propia y original división regional del país y de su definición de la identidad española. Esta identidad estribaba, para Ford, en una síntesis equilibrada entre el orgullo por un pasado exuberante y el gusto por el disfrute de la vida, ejemplificada perfectamente en la ciudad de Sevilla[79].


La visión del carácter y del hecho diferencial español. Los contrastes regionales y el regionalismo

Como ya se ha apuntado, el análisis de los textos e imágenes de los artículos de NGM a lo largo del período de estudio pone de manifiesto una visión de lo español definida, más que por su homogeneidad, por sus contrastes regionales. La apreciación de la diversidad regional y provincial de España es una constante en los autores estudiados. La división regional que reproducen los mapas publicados en NGM, y que articula también la visión de los autores de la revista, se apoya esencialmente en las llamadas regiones históricas (lo que los reporteros denominan old provinces and historic kingdoms[80], o simplemente historic provinces[81]), a pesar que, como es sabido, desde la división provincial de 1833 y hasta la llegada de II República estas regiones (en torno a 15, incluyendo las Baleares y las Canarias) carecieron prácticamente de cualquier tipo de realidad política o administrativa, perviviendo en cualquier caso en el imaginario geográfico e histórico escolar[82].

Son muchos los autores que resaltan la diversidad cultural interna del país, que se proyecta no sólo en la fuerte personalidad de esas 15 regiones o, en la expresión más usada por los reporteros, “provincias históricas”, sino incluso en las 49 (50, desde 1927) provincias vigentes establecidas en 1833. Para H. McBride, el primero de los autores de NGM que dedica un apartado específico a la cuestión:

Cada una de la 49 provincias de España tiene su individualidad distintiva […] El regionalismo es tan fuerte que casi se puede continuar afirmando que hay también 49 lenguas nacionales, 49 trajes nacionales, 49 danzas nacionales, y, en último lugar pero no por ello menos importante, 49 platos típicos nacionales.[83]

La acusada personalidad de las regiones históricas y de las provincias vigentes, se proyecta también políticamente en la fuerza del regionalismo, fenómeno que suscita la atención de varios autores[84]. Ya en el segundo de los artículos de la serie aquí analizada, Clark comenta que “las antiguas divisiones de España, que durante siglos fueron países independientes y a menudo hostiles, todavía se mantienen de alguna manera distantes las unas con las otras[85]. Y ello queda reflejado en testimonios significativos de una desconfianza mutua entre habitantes de diferentes regiones[86], o en la expresión del orgullo por la pertenencia a alguna de ellas[87]. De hecho, es una constante en los reportajes sobre España la descripción de los caracteres de los habitantes de las distintas regiones históricas con atributos morales específicos.

Así, los catalanes son vistos como gente emprendedora, comercial e industriosa[88]. A los vascos, H. McBride los caracteriza como los “yanquis de España”, del mismo modo que, tras atravesar Aragón y Navarra y adentrarse en las provincias vascas, “más montañosas, más laboriosas, más modernas”, dice de éstas que constituyen “la Nueva Inglaterra de España” [89]. En su descripción de los gallegos, el mismo autor comienza por subrayar que, en comparación a la vivacidad y rapidez de los andaluces, aquellos parecen ser lentos y algo “duros de mollera” (heavy-witted), pero a la vez “gente con buen carácter, mesurados y trabajadores”, con una gran capacidad física, propia de lo que el autor denomina mountain folk[90]. A su vez, los aragoneses se describen como “independientes y tenaces”[91], a la vez que “honestos, realistas”[92]; y los habitantes de las Baleares como “la gente más amable para visitar –sencillos, serenos, formales, honestos y amables”[93]. Los castellanos, en fin, suelen aparecer como un pueblo anclado en el pasado medieval y glorioso, pero hoy día decadente; son, según reza de manera expresiva un pie de foto de Courtellemont, “representantes de una raza viril, orgullosa de su antiguo linaje y de porte cortés y digno”[94].

Asimismo cabe destacar que la caracterización de los andaluces es extendida por algunos autores (muy en particular por Langdon Kihn[95]) para definir también el carácter del pueblo español, para lo que los reporteros de NGM retoman y prolongan, en buena medida, los principales estereotipos románticos, centrándose especialmente en aquellos de carácter positivo y minimizando los negativos[96].

En este sentido, se observa la reiteración de una serie de lugares comunes, muy estrechamente relacionados con los estereotipos culturales más difundidos, a través de los que los autores trataron de capturar la peculiaridad del carácter y las costumbres españolas, como las propias de un país que desde antiguo fue tierra de “cruce y superposición de razas”. Así, en los reportajes de NGM existen referencias a celtas, íberos, fenicios, griegos, romanos, cartagineses, romanos, árabes, cristianos, judíos y visigodos[97]. Se insiste, pues, en “la extraña mezcla y procesión de razas que han hecho del español lo que es hoy”[98], “añadiendo su veta a la vigorosa estirpe nativa, de raza ibérica”[99]. Para R. Ford o para R. McBride, “la impronta de algunas de estas razas sobrevive aún en un grado sorprendente y fascinante”, aunque al juzgar el peso de estas culturas en las ciudades históricas más emblemáticas sobresalen sin lugar a dudas las referencias al legado musulmán[100].

La apelación a la raigambre árabe de esta peculiaridad del pueblo español se reitera también con frecuencia a la hora de referirse al carácter nacional, al que define por su alegría, su hospitalidad con el visitante, su amor por la música y la fiesta, así como su querencia por el sosiego y la tranquilidad, que va acompañada de una noción del tiempo y ritmo de vida lentos y pausados.

La pasión por la fiesta del pueblo español es constatada ya por Colby Chester, quien afirma que “pocas veces atraviesa uno los límites del territorio español y no encuentra llevándose a cabo algún tipo espectáculo para el placer de sus encantadores habitantes”[101]. Puede establecerse aquí una relación entre un espíritu festivo y una concepción laxa del tiempo, que lleva a H. McBride a sostener que el pueblo español muestra “un digno deseo de entretenerse y disfrutar, más que de andar con prisas por la vida, urgido siempre por el reloj”[102].

Esta caracterización del español como alegre reproduce a menudo ciertos tópicos románticos a propósito del estilo de vida español, como es la imagen de la “pobreza gozosa” de los andaluces. Así, en los pies de foto de dos reportajes de Courtellemont podemos encontrar afirmaciones, acompañadas de postulados próximos al determinismo ambiental, tales como “las necesidades de los agricultores españoles son fáciles de satisfacer”[103] o “la vida en el hogar español es notablemente alegre; incluso las casas encaladas más pequeñas de los pobres exhalan un espíritu de satisfacción”[104].

Otros autores, como, por ejemplo, Adams, destacan la sociabilidad que se vive en las calles madrileñas hasta altas horas de la noche, lo que para ella forma parte central de la identidad y de la experiencia de esta ciudad, y en general de la forma de vida española. La afición por trasnochar, señala esta autora, explicaría la sana costumbre de “echarse la siesta, una necesidad en una tierra donde la gente está despierta hasta tan tarde”[105]. Ese amor por la vida nocturna está relacionado también con las fiestas y los bailes, otra de las costumbres españolas que, al igual que las corridas de toros, más se resalta en los textos y la iconografía de NGM[106].

Cabe por último apuntar en lo referente a las tradiciones españolas la continua presencia del componente religioso, temática de muchas de las imágenes que acompañan a los textos. Las procesiones de Semana Santa llaman fuertemente la atención de los reporteros, como ocurre en los artículos de H. McBride[107] y Kihn[108]. El primero, tras describir las procesiones y sus imágenes, la presencia de los penitentes y de la guardia civil abriendo el cortejo, informa de que el “espectador, llevado por un fervor incontrolable y con lágrimas cayendo de sus ojos, llora antes las estremecedoras saetas, al paso de la procesión.”[109]. La religión también aparece descrita como algo presente en el día a día de los españoles, por ejemplo, en el control de los bailes por parte de los curas[110], en la toponimia urbana y rural[111] o en los cantos a la Virgen del Carmen, patrona del mar, por parte de los marineros que salen a faenar[112].

En resumen, los reportajes de NGM, en continuidad con la literatura viajera del XIX, subrayan el carácter peculiar de los habitantes de las distintas regiones históricas como un rasgo distintivo más de la acusada personalidad de éstas, así como de la diversidad geográfica y cultural del país. Existen, sin embargo, una serie de rasgos de carácter que se generalizan para asociarlos a “lo español”.


La visión del paisaje

En términos generales, se puede hablar de una presencia moderada del paisaje y de las descripciones paisajísticas en los artículos del NGM dedicados a España. Desde el punto de vista formal, cabe destacar el gusto por el efecto escénico. En este sentido, es llamativo que, en la mayoría de las descripciones paisajísticas, el término landscape, aunque aparece en algunos textos[113], suele ser sustituido por otros tales como picture y vista, y sus compuestos (por ejemplo, picturesque view[114]; extensive view[115]; splendid vista[116]; y scenic beauties[117]). De acuerdo con esa óptica pictorialista y escénica, en la que la vista, como sentido y como marco compositivo, cobra una gran importancia, el análisis de las ciudades y pueblos principales visitados suele abrirse con breves (aunque logradas) descripciones panorámicas, desplegadas desde puntos topográficos dominantes (interiores o exteriores a los lugares descritos)[118] y acompañadas a menudo de fotografías aéreas o panorámicas[119].

La valoración positiva de los emplazamientos que ofrecen vistas con distintos grados de espectacularidad, amplitud o pintoresquismo, concuerda con la reiterada expresión de juicios estéticos que ensalzan la belleza prototípica, cercana al patrón romántico, de ciertos paisajes españoles. Esta tendencia estetizante en las descripciones paisajísticas hace que predomine una imagen paisajística general de España articulada sobre por la presentación de “escenas apacibles”[120].

Otro rasgo clave de las descripciones paisajísticas de NGM es su capacidad para captar la movilidad y el dinamismo. De hecho, buena parte de ellas responden a una percepción móvil o dinámica del paisaje, que, en el caso de aquellas efectuadas en el curso de los trayectos entre uno y otro punto, aparece claramente condicionada por el tipo de visión y sensaciones que permiten los medios de transporte utilizados, que son sobre todo el tren y el automóvil. Esa percepción móvil se refleja, sobre todo, en la descripción de escenas y espacios característicos de la vida económica de la ciudad, uno de los rasgos más logrados de los reportajes de NGM. La capacidad de captar el dinamismo de la vida urbana se ve reforzada, además, por una idea polisensorial del paisaje que, sin perjuicio del predominio de lo visual, moviliza con frecuencia otros sentidos (como el olfato, el oído o el tacto), aportando un alto grado de viveza y sensualidad a la experiencia paisajística[121].

En relación con dicha percepción dinámica, se puede resaltar también la fascinación, sin duda típicamente norteamericana, por la “antigüedad” histórica de los paisajes españoles, y por cómo éstos están siempre marcados por la historia o por hechos históricos (normalmente bélicos). De nuevo constatamos aquí la preferencia de la revista por los paisajes antrópicos, y en especial por las ciudades[122].

Respecto a la clasificación o comparación de los paisajes, vemos aquí también repetida la omnipresente referencia a la cuestión de la diversidad regional, de manera que la belleza y valor de los mismos tienden a ser representadas desde similares arquetipos regionales, siendo además desigual la atención prestada a esos diversos paisajes. Así, cabría destacar tres claves diferenciadas a partir de las cuales se consolidan ciertos “clichés paisajísticos” en NGM.

En primer lugar, destaca la clave oriental o africana con que se percibe y define el paisaje mediterráneo y, sobre todo, el andaluz, que suele articularse con imágenes paisajísticas de gran viveza, colorido, sensualidad e intensidad. Así, el color marcadamente azul y brillante del cielo, la claridad de la luz[123] o la exuberancia vegetal y la fertilidad de la tierra son rasgos que aparecen repetidamente cuando se habla de estos lugares, a los que se asocia, en general, con cierto “aire especial”, de encanto, que suele venir dado por cómo sus habitantes realzan ese paisaje natural con sus arquitecturas y construcciones pintorescas (casas tradicionales, balcones, flores, calles estrechas, etc.). Esta imagen exuberante de lo mediterráneo suele estar centrada geográficamente en las descripciones del Valle del Guadalquivir y los paisajes de la vega[124], y también en ciertas partes de Levante, pues evocan al viajero un mundo completamente distinto del europeo y una época antigua[125].

En segundo lugar, la clave atlántica es predominante en la comprensión y descripción de los paisajes de Galicia y del País Vasco, subrayándose la existencia de un clima mucho más húmedo y lluvioso, lo que hace que se hable de “un mundo completamente distinto al español”[126], y en el que se alternan y se entremezclan las imágenes paisajísticas rurales y urbanas, estas últimas dominadas, eso sí, por paisajes industriales. Aunque al hablar de los paisajes gallegos se cita la importancia de los puertos, es especialmente en el caso vasco donde se presenta un paisaje mucho más industrializado y moderno[127]. No obstante, lo más característico de esta presentación del paisaje del norte español es que, incluso cuando se destacan esos rasgos modernizadores, siempre hay una tendencia a cierta mirada bucólica hacia el mismo [128].

En tercer lugar, resulta también recurrente la presencia de un arquetipo del paisaje castellano, descrito como un entorno árido o semidesértico y presentado siempre con el mismo rango de imágenes y adjetivos (“llanura calcinada”, “llanura sin árboles”, etc.). Por ejemplo, Clark habla de Castilla utilizando las imágenes de un paisaje inhóspito y marcado por fuertes contrastes climatológicos estacionales; un paisaje desnudo, adusto, sin apenas vegetación (algo que es señalado como un problema histórico de España y un criterio explicativo de algunos de sus rasgos socio-económicos). Aunque este otro arquetipo aparece con frecuencia en las descripciones paisajísticas de España, su consideración estética es, si no negativa, sí mucho menos positiva que la de los paisajes andaluces, sin duda los preferidos por los autores de NGM.

Para finalizar, se hace necesario señalar que, si bien es cierto que éstas son las imágenes paisajísticas más marcadas y repetidas, no lo es menos que existen otras imágenes, como la de los paisajes catalanes, aragoneses y canarios, que también tienen cierta presencia en los textos, aunque menor. Es en este sentido en el que hemos venido hablando de la conformación de una serie de arquetipos paisajísticos que articulan la idea de la diversidad regional de España, esto es, la idea de la variedad de los paisajes españoles y que cada vez que se cambia de región se entra en un país o en un mundo diferente[129]. No obstante, y esto es importante como conclusión, en todos los artículos, y por grande que sea la diferencia con el paisaje “mediterráneo” o “andaluz” que es el que tiende a utilizarse como patrón o referente estético absoluto para las comparaciones, siempre se afirma la “españolidad” de las diversas regiones, así como de sus diversidad de paisajes.

viajamos en tren hacia Galicia —escribió por ejemplo H. McBride—. Uno no puede estar más lejos del Mediterráneo ¡y sin embargo seguir estando en España! […] Una vez que se han pasado las montañas de León se entra en un país diferente, diferente a cualquier otra parte de España, pero aun así español.[130]


Las “geografías” visibles e invisibles de NGM y la apropiación turística de España

El análisis de los artículos publicados en NGM sobre España en el período objeto de estudio permite comprobar la dimensión turística de muchos de los reportajes, tanto desde el punto de vista del estilo como del contenido. Pese a su crítica a ciertas modalidades de turismo consideradas superficiales (en especial, al viaje organizado de grupos numerosos y de visitas rápidas), pese a su defensa de formas de conocimiento más individuales y profundas, en contacto con la población local, ppese a su voluntad de desmentir ciertos tópicos sobre España y lo español existentes en los EE.UU., la mirada de los reporteros de NGM resulta en buena medida turística, o al menos impregnada del punto de vista del turismo, en varios sentidos. Los reportajes se articulan esencialmente siguiendo los itinerarios de los autores y sus experiencias; siguen por lo común las rutas fácilmente accesibles (dejando fuera los parajes naturales y rurales más apartados); proporcionan constantemente referencias sobre la disponibilidad y calidad de los medios de transporte (en especial sobre el ferrocarril); y, a la manera de pequeñas guías de viaje, ofrecen a menudo consejos sobre lo que merece la pena visitar, cuándo y cómo hacerlo.

Encuadrados todavía en una visión del turismo de tipo eminentemente cultural (que valora especialmente los paisajes, el folklore y el patrimonio histórico-artístico), los artículos centrados en ciudades concretas ofrecen un itinerario tipo por los principales atractivos de las mismas (barrios más pintorescos, monumentos, vistas panorámicas), así como un breve muestrario de las excursiones de un día más recomendables desde tales ciudades. No faltan tampoco consejos sobre aquello que merece la pena ser fotografiado, o incluso explotado desde el punto de vista turístico[131].

Pero, sobre todo, NGM ofrece un amplísimo repertorio de imágenes para consumo del lector entre las cuales no faltan ninguno de los iconos típicos de la imagen romántica pintoresca de España, ni tampoco de sus monumentos emblemáticos. Estos últimos, al igual que ciertos paisajes, tipos humanos y costumbres españolas, se integran así en el peculiar atlas visual de la revista (ese “world’s photographic album” al que se referirá explícitamente Roy Baker, en su reportaje sobre las Baleares)[132], que condensa en cierto modo, en torno de ciertas imágenes icónicas, toda la geografía de los distintos lugares del mundo.

El contenido de ese atlas resulta, por otra parte, significativo de las preferencias de la revista por ciertas regiones, localidades, paisajes y monumentos: la revista refleja sin duda la diversidad regional de España, y ofrece como hemos dicho una visión amable y positiva del conjunto del país, pero es evidente que ni todas las regiones merecen la misma atención, ni todas son juzgadas con el mismo entusiasmo. Los reportajes dibujan en ese sentido un mapa incompleto, jerarquizado y desigual del territorio español, con unas áreas más visibles y mejor valoradas que otras, y donde coexisten regiones sobrerrepresentadas (respecto de su extensión territorial relativa) frente a otras preteridas o incluso casi o totalmente ignoradas (Figuras 3 y 4). Un mapa guiado en parte por la imagen y los flujos turísticos previos, relacionados con unos itinerarios que ya fueron puestos en valor por los viajeros románticos extranjeros; pero que a la vez posee la capacidad de reforzar y condicionar una determinada imagen del país para el lector norteamericano, y en virtud de su considerable difusión, de generar flujos de carácter turístico en dirección a ciertas partes del país, aunque éstos sean difíciles de cuantificar. De este poder parecían plenamente conscientes los editores del NGM cuando se dirigieron a Alejandro Padilla, embajador de España en los EE.UU., para explicar sus planes de publicar el número monográfico previamente apuntado de 1929:

En la medida en que la revista de la National Geographical Society se distribuye directamente a los 1.300.000 miembros de la organización —escribió John Oliver La Gorce, editor adjunto de NGM—, que constituyen la clase viajera de la mejor calidad en los Estados Unidos […], la aparición oportuna de estos artículos será de gran valor para España y nuestros lectores.[133]

Cada uno de los 1.300.000 miembros de la National Geographic Society —observará más adelante Grosvenor, a la sazón presidente de la NGS, además de director de NGM— recibirá un ejemplar de este número de la revista, el cual […] animará […] a los americanos a visitar España y de este modo a disfrutar personalmente de las evidencias de su gran historia y de su gran futuro.[134]

 

Figura 3. Distribución por regiones históricas del número de páginas dedicadas a España en el National Geographic Magazine en el período 1888-1936.
Fuente: Elaboración propia.

 

Figura 4. Número de páginas dedicadas a las regiones históricas españolas en los reportajes de National Geographic Magazine publicados en el período 1888-1936. Fuente: Elaboración propia.

 

En este sentido, resulta especialmente significativa la atención preponderante que la revista, en continuidad con las preferencias y cánones establecidos por los viajeros románticos[135], dedica a Andalucía a lo largo del período de estudio. Esta región, cuya extensión representa hoy día el 17,2 % de la superficie del Estado español, acapara nada menos que el 38% de las 466 páginas (incluidos textos y fotos) y el 30% de las 543 fotos dedicadas en total a España en este período identificables regionalmente[136]. Andalucía (o, en rigor, determinados sectores y ciudades de esta región) es además el motivo de cinco reportajes monográficos y una parte importante de otros cuatro artículos, referidos, bien al conjunto del territorio español, bien a dos o más regiones. Sus principales ciudades (Córdoba, Sevilla, Cádiz, Málaga, Granada) encuentran amplia cabida en las páginas de la revista, y son varios los reporteros que afirman haber venido a España atraídos principalmente por la idea de visitarlas[137]. Entre tales ciudades, la atracción por Sevilla y Granada resulta especialmente destacable: la primera de ellas es la ciudad española a la que la revista dedica un mayor número de fotografías (48), seguida por Madrid (con 44) y Barcelona (con 41); y la segunda, cuarta ciudad en cuanto al número total de fotografías (22), es la que se visita y describe con mayor frecuencia en la revista, apareciendo en ocho reportajes.

Otro tanto cabe decir de las fotografías dedicadas a monumentos y edificios emblemáticos españoles: el conjunto formado por la Alhambra y el Generalife, con 13 fotos (distribuidas entre varios reportajes), lidera esta significativa estadística, seguido por el Alcázar de Sevilla y el Monasterio de El Escorial, ambos con 7. El 43% de los monumentos y edificios concretos fotografiados por la revista se localizan en Andalucía, y son en su amplia mayoría representativos de la arquitectura y el arte hispano-musulmanes. En el plano cualitativo, y como ya advirtiera López Ontiveros[138], buena parte de las preferencias y tópicos característicos de los viajeros románticos decimonónicos están presentes en los reportajes de NGM dedicados a Andalucía: gusto por los monumentos árabes; evocación del oriente; pobreza gozosa de los habitantes; fascinación, en fin, por un “paraíso natural”, fértil, soleado y luminoso, en el que, como comentará el artista anónimo que acompaña a H. McBride en su viaje, "todo se puede pintar”[139]. Bien es cierto que, sobre dicha imagen, se añade ahora ese interés por los procesos de modernización y desarrollo, así como la valoración optimista y positiva de los mismos, típicos de las concepciones del progreso y de la libertad características de la cultura estadounidense.

Aunque muy por detrás de Andalucía, las siguientes regiones históricas españolas más representadas en los reportajes de este período (Canarias, Baleares, Cataluña, Castilla la Nueva y País Vasco) son también indicativas de las preferencias de la revista. En los casos de las Canarias (11% del total de páginas, 14% del de fotos) y las Baleares (9,2% del total de páginas, 9,6% del de fotos), es palpable la fascinación por unos archipiélagos que, a pesar de su intenso grado de humanización, se conciben en buena medida como paraísos naturales de belleza prístina, poblados por habitantes pobres pero sencillos y felices, cuya tranquilidad todavía no había sido profanada por el turista moderno[140]. En cambio, en los de Cataluña (10,3% del total de páginas, 10,5% del de fotos)[141], Castilla la Nueva (8,5 % del total de páginas; 12,1% del de fotos)[142] y el País Vasco (7% de las páginas, 5,3% de las fotos)[143], la atención de los reportajes se focaliza claramente en las ciudades de Barcelona, Madrid y Bilbao, símbolos de la España más dinámica y moderna. En un plano secundario, en las páginas de NGM de este período quedan, en fin, las regiones históricas de Castilla la Vieja (asociada sistemáticamente con una España medieval y caballeresca, de ciudades y tipos “congelados” en el tiempo), Valencia, Galicia y Aragón, escasamente representadas; mientras que otras (como Asturias, Extremadura, León, Murcia y Navarra) apenas aparecen en la revista más que de forma testimonial.


Recapitulación y conclusiones

En el presente trabajo hemos tratado de analizar, desde una óptica geográfica, las claves de la imagen de España en NGM en el período comprendido desde el nacimiento de la revista hasta el estallido de la Guerra Civil de 1936-1939. Se ha partido para ello de un estado de la cuestión apoyado en la reciente bibliografía crítica sobre la historia de dicha revista y utilizado un marco teórico-metodológico sustentado en dos tipos de elementos. En primer lugar, tres factores interpretativos generales, conformados, grosso modo, por el concepto de geografía prevaleciente en la NGS y en NGM, junto a las características bio-bibliográficas de los autores de los reportajes ; las características geográficas de España a lo largo del período de estudio, contrastadas con las de los EE.UU.; y las relaciones entre España y los EEUU., tanto desde el punto de vista diplomático, geopolítico y económico como desde el de la consideración de los estereotipos dominantes sobre España y los españoles en los EE.UU. En segundo lugar, una plantilla de análisis compuesta por numerosos ítems de carácter cualitativo y cuantitativo seleccionados, fundamentalmente, con un criterio geográfico o espacial. Los resultados aquí expuestos han demostrado el interés de la revista como termómetro de las relaciones entre España y los EE.UU. y abundado en aspectos tales como el estilo de los reportajes o en ciertas claves geográficas de dicha imagen, como la visión de las transformaciones del territorio español a lo largo del período indicado o el modo en que se percibieron la diversidad regional del país y el carácter de la población y los paisajes, para concluir con una serie de consideraciones sobre las importantes dimensiones y consecuencias turísticas de esta imagen.

Entre las principales conclusiones que arroja esta investigación en relación con los aspectos descritos y que resumen la imagen de España trasmitida por la revista cabe resaltar: el predominio de un estilo capitalizado por la imagen fotográfica y mucho más cercano al periodismo de viajes que a la geografía académica; la preponderancia del componente etnográfico en la iconografía de la revista, que impregna incluso determinados modelos de representación del paisaje característicos de la misma, de tipo etno-geográfico; el predominio de una lectura del paisaje de estilo impresionista y focalizada en las escenas humanas cotidianas, en especial de las ciudades, reproducidas con todo su dinamismo, colorido y vivacidad; así como la vocación turística y el sesgo territorial evidente de los reportajes, que, aunque resaltan la diversidad regional del país, dibujan indirectamente una “geografía” invisible u olvidada y otra visible e incluso sobrerrepresentada, dentro de la cual es notoria la predilección por Andalucía, en continuidad con los cánones de la imagen de España creados y difundidos por el romanticismo.

A todos estos rasgos cabe sumar otra conclusión fundamental que hemos subrayado aquí y que impregna en más o menos medida el conjunto de los reportajes analizados: la complejidad y ambigüedad derivada, sobre todo a partir de los años 1920, de la frecuente discordancia entre el discurso de los textos y el de las fotografías y pies de los reportajes. Mientras que el discurso de los textos de los reportajes refleja en mucha mayor medida las trasformaciones modernas del país y ofrece una imagen de cambio y renovación que desmorona los tópicos tradicionales, el de las fotografías (o cuando menos el de las fotografías a color y por tanto más vistosas) y sus pies transmite una imagen mucho más historicista e intemporal, apegada al paradigma romántico pintoresco y salpicada de ciertas imágenes recurrentes que acaban configurando iconos con claras resonancias literarias y poderosamente explotados, por lo demás, en la industria turística posterior. Una España de gitanas atractivas y misteriosas que evocan de forma más o menos explícita la Carmen de Merimée; de jóvenes enamorados que se cortejan, en la calle, de forma caballeresca; de tipos humanos quijotescos; de corridas de toros, ferias y procesiones religiosas; de trajes pintorescos y folklóricos; y de ciudades y monumentos históricos, entre los que despuntan las referencias andaluzas e hispano-musulmanas.

El protagonismo de ese aparato iconográfico en los reportajes de NGM refuerza, pues, un patrón estético que tiende a una asimilación de lo español a la imagen conocida y previamente difundida entre los estadounidenses, y que es, básicamente, la romántica ya presente, como vimos, en la literatura de viajes norteamericana. En consonancia con el estilo editorial de la revista, predomina una visión amable y positiva de España, que en cierta manera consigue asumir y resignificar, en ese particular marco de sentido, algunos de los rasgos más negativos (como la religiosidad, la pobreza o el atraso) que marcaban esa otra imagen negativa o “prescottiana” ampliamente extendida también en los EE.UU. de la época. Probablemente, la conexión entre las dos imágenes existentes en los EE.UU., por su compartida base romántica, permitió a los autores de los reportajes de NGM integrar aquellos aspectos más negativos en un cuadro general positivo, de representación amable de España, donde de alguna manera tales hechos negativos quedasen idealizados o sublimados (como en los ejemplos apuntados sobre la “pobreza gozosa” de los campesinos andaluces y canarios) y redundasen en lo pintoresco de las escenas ofrecidas.

En síntesis, parece claro que numerosos elementos de la imagen romántica presente en la opinión pública norteamericana formaron parte del bagaje cultural y de la propia imaginación geográfica de los reporteros de NGM. Pero ello no impidió que los reporteros supieran captar también la realidad de una España inmersa en un notable proceso de cambio y que empezaba a diferir ya sustancialmente de los rasgos característicos de la España tradicional, como hemos visto al abordar algunas de las principales estadísticas socio-económicas de la época. Este hecho dotó de una especial complejidad y ambigüedad a la representación de España en NGM, que está lejos, por tanto, de ser una imagen monolítica o una simple perpetuación de clichés culturales anteriores, como podría suponerse en un primer momento de una aplicación mecánica de esa literatura crítica existente sobre NGM que revisamos en el segundo apartado, y que tiende a incidir sobre todo en la presencia, tanto en el aparato iconográfico como en el textual, de mecanismos de “exotización” de las otras culturas (las no occidentales, especialmente) o de “colonización” del imaginario sobre las mismas.

Dada la dimensión turística de los reportajes de la revista y la voluntad editorial de ésta de convertirse en “una ventana al mundo” para millones de lectores norteamericanos, NGM ha sido en buena parte un reflejo de las imaginaciones turísticas particulares de su época y ámbito geográfico de origen, a la vez que, a través de su considerable éxito editorial, ha contribuido a difundir, reforzar, y en parte también modelar, tales imaginaciones.

 

Notas

* Este trabajo se enmarca dentro del proyecto de investigación CCG10-UC3M/HUM-5564, financiado por la Comunidad de Madrid y la Universidad Carlos III de Madrid. Agradecemos a los dos evaluadores anónimos de este artículo las interesantes observaciones y sugerencias aportadas en relación con el mismo.

[1] La cifra de circulación indicada data de finales de 2011 y figura en el informe “Evolution of National Geographic Magazine”, publicado en mayo de 2012 en:  http://press.nationalgeographic.com/files/2012/05/NGM-History-10-12.pdf. Entre las múltiples ediciones de la revista publicadas fuera de Estados Unidos, cabe mencionar que, desde 1997, existen dos en lengua española, una publicada para España y otra para Latinoamérica.

[2] Nos referimos a las antologías de Nuño, 2005, y VV.AA, 2008.

[3] A título de ejemplo, véanse los balances ofrecidos por. Sánchez Mantero, 1998, p. 229-236; Boyd, 2001, p. 317-328; y Kagan, 2002, p.1-20, que contienen una nutrida selección bibliográfica sobre este tipo de estudios. Hasta donde sabemos los únicos trabajos académicos que han abordado aspectos concretos de la imagen de España en NGM son los de Farkas, 2010, que se refiere únicamente a tres artículos publicados en el monográfico que la revista dedicó a España en 1929; el de Ortiz Echagüe y Montero, 2011, que aborda de forma breve (p. 399-401) la aportación del célebre fotógrafo José Ortiz Echague a NGM; el de Bas, 2011, que analiza las fotos de temática gallega de Gervais de Courtellemont publicadas en NGM; y el de López Ontiveros, 1988, cuyas p. 60-63 tratan de sintetizar la imagen de Andalucía en NGM en el período 1924-1975.

[4] Un balance completo de las aportaciones geográficas a esta temática lo encontramos en López Ontiveros, 2006, p. 13-40. De manera excepcional, cabe señalar los trabajos recientes de García Álvarez y Marías Martínez, 2011 y 2013, sobre la Revista Geográfica Española (1938-1977), publicación que, aun con medios y resultados muchísimo más limitados, aspiró a convertirse en una suerte de versión española de NGM.

[5] En expresión de Tuason, 1999.

[6] A modo de ejemplo, los trabajos de Perivolaris, 2007, sobre Puerto Rico; del propio Tuason, 1999, sobre Filipinas; los de Muñoz, 2005, sobre Haití, y 2008, sobre la República Dominicana; de Steet, 2000, sobre el mundo árabe; de Nordstrom, 1992, y Quanchi, 2000, sobre Samoa; o de Lutz y Collins, 1993, sobre los países del Tercer Mundo en general.

[7] Una excepción en este sentido es el estudio de Beaudreau, 2002, sobre Canadá. Pero ni el territorio objeto de dicho trabajo ni el tipo de enfoque adoptado por la autora en el mismo son fácilmente aplicables a nuestro caso de estudio.

[8] A modo de selección, cabe citar, por orden cronológico: Brunhes-Delamarre et al. 1993; Ryan, 1997; Schwartz y Ryan, 2003; Mendibil, 2006; Tissier, y Staszak, 2006; Canosa y García, 2007. Entre los pocos geógrafos que han abordado en detalle la retórica de las revistas geográficas populares, figuran el trabajo de Labinal, 2010, sobre las publicaciones francesas; el de Zusman, 2012, sobre la Revista Geográfica Americana, publicada en Argentina entre 1933 y 1956; y los de Bonnett, 2003, y Johnston, 2009a, y 2009b, referidos a los países anglosajones.

[9] Nuño, 2005, y sobre todo VV.AA, 2008. Por lo demás, la colección completa de NGM está disponible en CD-Roms desde hace años y ha sido la fuente principal utilizada en esta investigación, para la cual se se ha consultado la edición de 2007-2008 (The Complete National Geographic. Every Issue Since 1888, 2007-2008).

[10] Bryan, 1987.

[11] Pauly, 1979; Abramson, 1987; Poole, 2004; y Schulten, 2001.

[12] Tuason, 1999, p. 36.

[13] Carta de Bell a Gilbert H. Grosvenor, 12 Abril 1904 (énfasis en el original), conservada en la Library of Congress (Manuscript Division, Bell Papers, Box 254), Washington D.C. Reproducida por Schulten, 2001, p. 157. Casi todas las historias de la NGS también suelen atribuir a Bell el lema “The world and all that is in it”, aunque no citan en qué documento concreto lo enunció.

[14] Sobre la división entre una “amateur geography” (supuestamente representada por la NGS o por la American Geographical Society, fundada en New York en 1851) y la “professional” o “scientific geography” (defendida, entre otros, por W. M. Davis, y representada por la Association of American Geographers, creada en diciembre de 1904), véase Schulten, 2001, p. 49-50 y 73-74; Tuason,1999, p. 36-37; y Pauly, 1979, p. 524-526. Sobre el origen de la Association of American Geographers, véase, por ejemplo, G. Martin, 2005, p. 352-353.

[15] Grosvenor, 1915, p. 319.

[16] Grosvernor, 1915, p. 319, traducción propia. Sobre la evolución de las definiciones de la geografía en NGM, véase Johnston, 2009a.

[17] Grosvenor, 1936, p. 162. Traducción propia (itálicas del original). La sociedad, que apenas contaba con 1.140 socios a comienzos de 1898 (según Bryan, 1987, p. 36), cuando Bell accedió a la presidencia, sobrepasaba los 11.000 a fines de 1905, los 100.000 en 1912 (ambas cifras según Tuason, 1999, p. 38), los 500.000 en 1916 y el millón en 1926 (siguiendo a Schulten, 2001, p. 156), cifra que, a pesar de los difíciles años de la Depresión, mantenía en mayo de 1935, según los propios datos dados por Grosvenor en 1936 (1.008.713 socios, de los cuales unos 145.000 residían fuera de los EE.UU.).

[18] Hawkins, 2010.

[19] Sobre el papel de NGM en la conformación de una identidad nacional estadounidense, pueden verse, aparte de los trabajos ya citados de Rothenberg, Ambranson y Schulten, el de Baitz, 2005.

[20] Hawkins, 2010, p. 17-22.

[21] Abramson, 1987.

[22] Hawkins, 2010.

[23] Giblin, 1977.

[24] Montgomery, 1993.

[25] Lutz y Collins, 1993.

[26] En la misma línea, cabe citar el trabajo de Nygren, 2006.

[27] Steet, 2000.

[28] Schulten, 2001.

[29] Rothenberg, 2007.

[30] En esta misma línea, véanse los trabajos, ya citados, de Tuason, 1999, sobre Filipinas; y Perivolaris, 2007, sobre Puerto Rico.

[31] Rothenberg, 2007, p. 169.

[32] Rothenberg, 2007, p. 5. Traducción propia.

[33] Montgomery, 1993, p. 39.

[34] Clark, 1910, p. 187. Traducción propia, al igual que el resto de las citas de los reportajes sobre España que hemos incluido en los siguientes apartados de este artículo.

[35] Véase la nota a pie nº 5. Sobre la imagen de España en la diplomacia estadounidense a fines del siglo XIX y en el primer tercio del siglo XX, Montero Jiménez, 2011.

[36] Kagan, 2002.

[37] La bibliografía sobre la formación y dimensiones principales de esta imagen es muy amplia. Entre las contribuciones generales más recientes y destacables sobre el tema, véase Fanjul, 2012.

[38] Romera, 1917, p. 6.

[39] Ibid., p. 8.

[40] Ibid., p. 8-9.

[41] Ibid., p. 400.

[42] Ibid., p.416-426.

[43] Ibid., p. 426.

[44] En los datos relativos a la población y el empleo y peso en el PIB del sector primario, seguimos esencialmente los recogidos por Méndez y Molinero, 1993, p. 17-34.

[45] http://www.census.gov/population/www/documentation/twps0027/tab16.txt

[46] Clawson et al., 2007, p. 145. Sobre la evolución histórica de la estructura de la población activa de loa EE.UU., véase también la serie histórica publicada en http://cscs.umich.edu/~crshalizi/reviews/beniger/beniger-table.html

[47] Maddison, 2001.

[48] Steckel, 2010.

[49] Para el dato de EE.UU., Steckel, 2010; para los de España, Vilanova y Moreno, 1992.

[50] A modo de ejemplo, cabe indicar que, hasta fines de 1936, y excluyendo las noticias de carácter breve, la Francia europea fue objeto de 19 reportajes (sin contar los artículos ambientados en la I Guerra Mundial, que no cabe considerar viajeros), el primero de los cuales se publicó en 1909; Gran Bretaña, también, de 19 (13 sobre Inglaterra, 4 sobre Escocia, 1 sobre Gales y otro sobre Irlanda del Norte), el primero de ellos publicado en 1914 ; Italia de 15 (el primero aparecido en 1909) ; y Alemania de 10 (el primero en 1914).  Para estos cálculos hemos consultado la colección completa de la revista, en la edición antes citada disponible en formato digital. (The Complete National Geographic. Every Issue Since 1888, 2007-2008).

[51] Breed et al., 1917.

[52] Véase Montero, 2011, p. 232-241 para una explicación sintética de la connivencia y la buena relación del gobierno de los EE.UU. con la dictadura de Primo de Rivera.

[53] Conocemos las fechas de ese viaje por España gracias a una carta de Grosvenor reproducida en Wentzel, W., Gilbert Hovey Grosvenor. Father of photojournalism, http://www.cosmosclub.org/web/journals/1998/wentzel.html

[54] McBride, H., 1929.

[55] Montero, 2011, p.302-303 y 371-373.

[56] Moreno, 2007, p. 124.

[57] Schwinn, 1937, p. 251-286.

[58] Los 23 reportajes sobre España publicados por NGM hasta 1936 fueron obra, fundamentalmente, de 15 autores. Entre ellos, 11 son responsables de los textos de los 16 artículos propiamente dichos (y, en algunos casos también, de un número significativo de las fotos que los acompañan); y 4 (los fotógrafos J.-G. Courtellemont, W. Tobien, J. Ortiz-Echagüe y A. Breed) de los 7 reportajes exclusivamente fotográficos, todos ellos (a excepción del de Ortiz Echagüe) publicados a color. El perfil profesional de los autores de los textos sobre España, todos sin excepción de nacionalidad estadounidense, responde, de hecho, bastante bien al que caracterizó NGM desde principios del siglo XX hasta la II Guerra Mundial (cfr. Lutz y Collins, 1993, p. 41), dominado por diplomáticos (caso de R. Baker, R. Ford o H.McBride, autor de cuatro artículos sobre España) o periodistas y escritores de viaje en su mayor parte freelancers (como, entre otros, la célebre H.C. Adams, autora de tres reportajes sobre España), con escasa participación de los llamados geógrafos profesionales.

[59] Fairchild, 1930, p. 613, menciona de pasada la visita de A. von Humboldt a Canarias.

[60] Por ejemplo, adentrándose ocasionalmente por vías secundarias, o incluso viajando en vagones de tercera clase —la mejor opción, dice Clark, 1910, p. 188, para conocer a la “gente auténtica” [“the genuine people”].

[61] Sobre el origen y el uso ddel cliché llamado de “escena etnográfica” en la fotografía de carácter colonial, así como del cliché de tipo “antropológico”, que también fue muy utilizado en la época, véase Tissier, y Staszak, 2006, p. 181 y ss. Sobre la utilización de este tipo de imágenes en NGM, véase, sobre todo, los trabajos de Lutz y Collins, 1993 y Hawkins, 2010.

[62] A él se deben cuatro reportajes y un total de 119 fotografías sobre España (el 20% de las publicadas por NGM en el período), 99 de ellas autocromos y el resto en blanco y negro. Jules-Gervais Courtellemont (1863-1931) fue uno de los fotógrafos franceses más destacados y reconocidos internacionalmente en su época. Nacido en Avon (Departamento de Seine-et-Marne), vivió en Argel entre 1874 y 1895, se convirtió al Islam y viajó ampliamente, como fotógrafo, por países y regiones de la Europa mediterránea, así como del oriente africano y asiático (incluyendo, entre otros, Marruecos, Túnez, Turquía, Palestina, La India y China). Esos viajes fueron la base de su trabajo más importante (La Civilisation - Histoire Sociale de l’Humanité, 3 vols, 1923-1925). Establecido en París, se distinguió también por sus fotografías y conferencias sobre los campos de batalla del Marne, uno de los escenarios más importantes de la I Guerra Mundial. Entre 1924 y 1931 colaboró asiduamente con NGM, a la que proporcionó cerca de 3.000 autocromos, de los que 466 fueron publicados en la revista. Sobre la vida y obra de este autor, véase B.de Pastre y E.Devos, eds., 2002;  y A. Fourquier, 2009. En relación con sus fotos de temática gallega publicadas en NGM, véase Bas, 2011.

[63] Tissier y Staszak, 2006, p. 186. En línea con este tipo de inquietudes cabe recordar otra experiencia fotográfica emblemática desarrollada en este período y en la que colaboró, entre otros muchos fotógrafos notables, J.-G. de Courtellemont: los Archives de la Planète, patrocinados por el financiero y filántropo francés Albert Kahn y formados entre 1909 y 1931 bajo la dirección del geógrafo Jean Brunhes. La colección reunida por estos Archivos mediante campañas metódicas y sistemáticas se compone de cerca de 72.000 autocromos, tomados en distintos continentes. La aportación de Courtellemont a la colección se centró en Argelia y Túnez (Pastre y Devos, 2002).

[64] En especial, Hawkins, 2010, p. 76-87. Como ha resumido la misma autora, “el éxito de National Geographic deriva, en gran medida, de la mezcla creativa de los ingredientes científico y estético lograda en sus fotografías” (Hawkins, 2010, p. 23, traducción propia).

[65] Ortiz Echagüe y Montero, 2011, p. 399. José Ortiz Echagüe (1886-1980) está considerado el fotógrafo español más importante de la primera mitad del siglo XX. Representante destacado del tardopictorialismo fotográfico español, su obra principal se condensa en la tetralogía formada por España, tipos y trajes (1933, aunque las primeras versiones de esta serie datan de 1929), España, pueblos y paisajes (1938), España mística (1943) y Castillos y alcázares (1956). Fue muy reconocido en su tiempo a nivel internacional (en 1935 la revista American Photography lo valoró como uno de los tres mejores fotógrafos del mundo) y, hasta hoy día, ha sido el único español que ha publicado un reportaje fotográfico íntegro en la edición principal del NGM. Sobre la obra de Ortiz Echagüe, pueden verse, además del citado, los trabajos de Domeño, 2000; Derbyshire, 2001; y Latorre, 2005.

[66] Ortiz Echagüe, 1936, p. 427.

[67] Sobre la fotografía tardopictorialista española y su proyección en la obra de Ortiz Echagüe puede verse López, 2000, p. 232-243.

[68] Son escasos los reportajes en los que las fotos reproducidas se citan expresamente en el cuerpo principal del texto y para ilustrar los aspectos comentados en éste. En algunos reportajes se insertan incluso imágenes de lugares o regiones españolas que ni siquiera se mencionan en el texto del propio reportaje. A modo de ejemplo, el artículo “On the bypaths of Spain”, redactado por H. McBride, 1929, que transcurre por las provincias de Málaga, Granada y Alicante, incluye, además de fotos de estos territorios, imágenes de Cádiz Valencia, Palos, Algeciras, Madrid, El Escorial, Toledo, Córdoba, León, Burgos, Ávila, Santiago de Compostela y San Sebastián.

[69] Este rasgo de NGM ha sido estudiado con más detalle en Mendelson y Darling-Wolf, 2009, para analizar qué “efecto de significado” produce esta particular interacción entre texto y fotografías, dada la preminencia de estas últimas en los reportajes de NGM y el hecho de que los lectores tienden a centrar su atención en ellas. Los estudios semióticos con grupos de control realizados en la citada investigación ponen de relieve cómo aquellos lectores que se centraron sólo en la narrativa visual reproducen imágenes más estereotípicas de la cultura o lugares representados por NGM, mientras que los que combinan ésta con la narrativa textual perciben un mensaje contradictorio y más complejo, por cuanto los textos tienden a complicar o contradecir los estereotipos reproducidos en las fotos.

[70] Harry Alexander McBride (1887-1961) ingresó en el Departamento de Estado de los EE.UU. en 1908 y, dentro de él, desempeñó misiones diplomáticas en diversos países africanos y europeos, además de en su propio país. En España, fue agente consular en Bilbao (1909-1910), vicecónsul en Barcelona (1910-1911) y vicecónsul en Málaga (1923-1929). Los datos principales de la hoja de servicios de McBride pueden consultarse en http://en.wikisource.org/wiki/Executive_Order_6022-A

[71] Harriet Chalmers Adams (1875-1937), escritora, fotógrafa y exploradora, cofundadora de la Society of Woman Geographers y presidenta de la misma entre 1925 y 1933, se distinguió inicialmente por sus viajes por Sudamérica y, entre 1907 y 1935, escribió 21 artículos para NGM (once de ellos sobre territorios y temas sudamericanos). La figura de Adams y su relación con NGM ha sido estudiada en detalle por Rothenberg, 2007, p.131-169.

[72] Clark, 1910, p. 397.

[73] Las cuatro fotos dedicadas a España en dicho reportaje (Breed et al., 1917) representan dos monumentos de origen o estilo árabe (La Alhambra y la casa de los Duques de Alba en Sevilla) y dos mujeres gitanas de Granada.

[74] Adams, 1924, p.153.

[75] Las dos primeras objeto de sendos reportajes monográficos (Adams, 1929 y 1931), la tercera protagonista del primer reportaje dedicado por NGM al País Vasco (McBride, 1922).

[76] Long, 1933, p. 121.

[77] Adams, 1931, p. 225.

[78] McBride, 1936, p.398.

[79] Ford, 1929, p. 273.

[80] McBride, 1929, p. 314.

[81] Adams, 1929, p. 373.

[82] García Álvarez, 2002.

[83] McBride, 1922, p. 81.

[84] Por ejemplo, Adams, 1929, p. 173; o McBride, 1936, p. 397.

[85] Clark, 1910, p.188.

[86] Como los que recoge el propio Clark sobre los catalanes quejándose de la administración centralista (Ibid).

[87] Por ejemplo, Adams, 1929, comenta el fuerte regionalismo de la sociedad catalana, e incide en la vitalidad de la lengua catalana, una lengua del pueblo llano, a pesar de carecer entonces de carácter oficial, y con proyección en la prensa y las librerías, frente al castellano, que “es la lengua de la burocracia, la iglesia, la escuela y el comercio nacional” (p. 387).

[88] Adams los define como “una raza previsora, trabajadora y determinada” (Adams, 1929, p. 376).

[89] McBride, 1922, p. 63.

[90] Ibid., p. 125.

[91] McBride, 1936, p. 409.

[92] Adams, 1929, p. 373.

[93] Baker, 1928, p.177.

[94] Courtellemont, 1929, p. XII.

[95] Kihn, 1936. De manera indirecta, esa analogía entre lo andaluz y mediterráneo y lo español se puede encontrar también en McBride, 1931, p. 125.

[96] H. McBride, 1924, por ejemplo, se refiere a “la enorme riqueza natural del suelo [en Andalucía] y la singular esplendidez de su cielo, sol y luna”, que “contribuyen en gran medida a la célebre alegría del carácter andaluz actual” (p. 205). Andalucía, como podría afirmarse de España, es la tierra “donde las bromas, las risas y la música abundan” (p. 211). Los sevillanos, señala Ford por su parte, aman, disfrutan la vida y poseen una sonrisa permanente, “reflejo del sol” (Ford, 1929, p. 273 y 293).

[97] Por ejemplo en los siguientes textos: Adams, 1924; Baker, 1928; Ford, 1929; H. McBride, 1929; R. McBride, 1936; Courtellemont, 1924 y 1929; Kihn, 1936. Este último autor, incluso, cita a los vascos y a los gitanos como razas diferenciadas. El interés por los gitanos aparecerá en varios artículos referidos a Andalucía, como los de Adams, 1924; Courtellemont, 1924 y 1929; y H. McBride, 1924.

[98] McBride, 1936, p. 409.

[99] Courtellemont, 1929, p. 137.

[100] Clark, 1910, p. 187. También son reseñables en este sentido los textos de H. McBride sobre la Alhambra (1924, p. 225) y de Ford sobre Sevilla, que “permanece todavía hoy en día como una suerte de ciudad mora” [“something of a Moorish town”] (Ford, 1929, p. 279).

[101] Chester, 1906, p. 601.

[102] McBride, 1929, p.. 329.

[103] Courtellemont, 1929, p. V.

[104] Courtellemont, 1924, p. XII. En parecido sentido, puede verse el pie que acompaña una foto de Tobien, incluida en un reportaje de Fairchild sobre Canarias, en que aparecen dos niños pequeños descalzos, aparentemente dormidos en una calle, cuyo texto reza literalmente: “Hijos del sol. El pródigo brillo del sol produce generaciones de gente feliz en las Canarias” (Tobien, 1930, p. 649).

[105] Adams, 1931, p 239.

[106] Sobre la fiesta de los toros las opiniones de los reporteros de NGM difieren significativamente: frente a las opiniones negativas de Chester (1906, p. 601) y Clark (1910, p. 203), otros autores como Adams lo que ponen de relieve es que ese tipo de críticas son algo hipócritas, porque en el fondo [los turistas norteamericanos] “disfrutan con su carácter típicamente español, también presente en las danzas gitanas, las castañuelas y las mantillas” (Adams, 1929, p. 394).

[107] McBride, 1924.

[108] Kihn, 1936.

[109] McBride, 1924, p. 218.

[110] Harnden, 1924.

[111] Adams, 1924.

[112] McBride, 1924.

[113] Por ejemplo, en Chester, 1906, p. 606; o Adams, 1929, foto p. 383.

[114] McBride, 1929, p. 319.

[115] Adams, 1929, p 383.

[116] Adams, 1929, p. 402.

[117] McBride, 1936, p. 427.

[118] A modo de ejemplo, Clark, 1910, p. 193, 210 y 214 (entre las cuales se cuenta una descripción de Sevilla desde lo alto de la Giralda); Adams, 1924 p. 179 (en que se expone una vista del estrecho de Gibraltar desde las proximidades de Tarifa) y 1929, p. 373 y 376-77 (con panorámicas de Barcelona desde el Tibidabo y Montjuic); o Kihn, 1936, p.440 (con una descripción de Granada desde la Alhambra).

[119] El número de fotos aéreas incluidas en los artículos de NGM sobre España estudiados en este trabajo asciende a 44.

[120] Esta expresión (“peaceful scenes”) aparece en el artículo de Kihn, 1936, p. 407.

[121] A modo de ejemplo, véanse las descripciones de Adams (1924 y 1929) y Mc Bride (1922 y 1929).

[122] De hecho, si nos centramos en el aparato iconográfico, los paisajes urbanos ocupan el mayor número de fotografías de estos reportajes (con 69, cerca del 33% del total); y más aún si sumamos a ellas la gran mayoría de las 110 fotos clasificadas en la categoría de “monumentos y edificios emblemáticos”, localizadas en emplazamientos urbanos. Tras los paisajes urbanos, siguen en importancia por número de fotos los paisajes eminentemente rurales (63, el 31%), siendo significativo asimismo el escaso número de fotografías (20, apenas un 10%) dedicadas a paisajes principalmente naturales.

[123] Por ejemplo, Kihn, 1936, p. 438.

[124] Por ejemplo, McBride, 1924; Kihn, 1936; o Adams, 1924, p. 184.

[125] Por ejemplo, McBride, 1919, p.356.

[126] Esta alusión aparece tanto para el paisaje vasco (McBride, 1922, p.63) como para el gallego (McBride, 1931, p.125).

[127] McBride, 1922, p. 73-74.

[128] Esto se ve claramente en en el artículo de McBride sobre el País Vasco (1922, p. 78).

[129] McBride, 1922, p. 63.

[130] McBride, 1931, p. 125.

[131] En este sentido son, una vez más, muy significativas las palabras de H.McBride (1922, p. 209).

[132] Baker, 1928, p. 177.

[133] Carta de La Gorce a Padilla fechada el 28 de diciembre de 1928 y conservada en el Archivo General de la Administración (Asuntos Exteriores, legajo 1407, caja 54/8291). Reproducida en Farkas, 2010, p. 7. Traducción propia.

[134] Carta de G.H. Grosvenor a Padilla de 19 de febrero de 1929 (Archivo General de la Administración, Asuntos Exteriores, legajo 1406, caja 54/8290). Reproducida en Farkas, 2010, p.15. Traducción propia.

[135] Entre la abundante bibliografía existente sobre esta cuestión, y aparte de los trabajos ya señalados de Fanjul, 2012, y López Ontiveros, 1988, cabe citar aquí, por su interés geográfico, el de Ortega Cantero (1990).

[136] De este cálculo, sobre la base del cual se han elaborado las figuras 3 y 4, hemos excluido, por tanto, 16 páginas (entre las que se incluyen 41 fotos) del total comprendido en los 23 artículos analizados, las cuales, o bien no son identificables regionalmente, o bien (como ocurre, principalmente, en el reportaje de Colby, 1906) representan lugares y territorios no pertenecientes a España.

[137] Por ejemplo, Long, 1933; y Kihn, 1936.

[138] López Ontiveros, 1988, p. 60-63.

[139] “Todo es susceptible de ser pintado —cada árbol, cada edificio, cada cumbre de montaña semeja un cuadro—. ¿Por dónde?, ¿por dónde he de empezar?” (McBride, 1929, p. 314).

[140] Harnden, 1934, y Baker, 1928 (sobre las Baleares); y Fairchild, 1930, y Tobien, 1930 (sobre las Canarias).

[141] Adams, 1929, y Long, 1933.

[142] Adams, 1931.

[143] McBride, H. 1922, y McBride, R., 1936.

 

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© Copyright  Jacobo García Álvarez, Paloma Puente Lozano y Juan Manuel Trillo Santamaría, 2013. 
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Edición electrónica del texto realizada por Jenniffer Thiers.

 

Ficha bibliográfica:

GARCÍA ÁLVAREZ, Jacobo; Paloma PUENTE LOZANO; Juan Manuel TRILLO SANTAMARÍA. La imagen de España en National Geographic Magazine (1888-1936)Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 20 de octubre de 2013, vol. XVII, nº 454. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-454.htm>. ISSN: 1138-9788.


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