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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VI, núm. 119 (01), 1 de agosto de 2002

EL TRABAJO

Número extraordinario dedicado al IV Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)
 

EL IV COLOQUIO INTERNACIONAL DE GEOCRÍTICA

Horacio Capel
Director del Coloquio



El IV Coloquio Internacional de Geocrítica está dedicado al trabajo en todas sus dimensiones. En la convocatoria señalábamos un gran abanico de temas para permitir la incorporación al Coloquio de un amplio espectro de investigadores. El eco de la convocatoria ha superado otra vez a nuestras expectativas y confirman que el Coloquio de Geocrítica se consolida como un lugar de encuentro y de debate interdisciplinario de importancia internacional.

Lo cual tiene que ver, me parece, ante todo, con la capacidad de convocatoria de Geocrítica después de más de un cuarto de siglo de existencia de la revista y, luego, con el dinamismo del sitio web, que ha se ha convertido en una referencia internacional en el campo de las ciencias sociales.

Son muchos los retos que tenemos planteados en el momento actual. Los Coloquios de Geocrítica quieren ser un foro académico de excelencia, abierto a los problemas de actualidad. Creo que ya lo han conseguido, como muestra el éxito de esta cuarta convocatoria. Pretenden reunir a amigos antiguos y nuevos para discutir académicamente temas relevantes, problemas actuales de interés ciudadano. E incorporar a ellos a jóvenes investigadores que tienen oportunidad de presentar sus primeros trabajos junto a los de otros académicos de mayor experiencia.

Pero el éxito de esta convocatoria tiene que ver también con la trascendencia del tema y la necesidad de aproximaciones internacionales e interdisciplinarias. Internacionales, porque es urgente conocer estudios y experiencias de otros países, que nos permitan comparar las diferentes modalidades del trabajo y las formas como se presenta el mercado laboral en la actualidad. Interdisciplinarias, porque es un tema que tiene múltiples dimensiones (económicas, jurídicas, antropológicas, sociológicas, culturales, geográficas...) y necesitamos tener en cuenta todas ellas, incorporando, al mismo tiempo, la perspectiva histórica, que es esencial siempre en las ciencias sociales. Y porque, además, precisamos de enfoques integradores y complejos.

El término 'trabajar' tiene un expresivo origen. Como nos explica el extraordinario Diccionario etimológico de la lengua castellana de Joan Corominas, procede del verbo latino tripaliare 'torturar', derivado de tripalium (y éste a su vez de tres palus) 'especie de cepo o instrumento de tortura', formado de tres palos al que se sujetaba al reo. De 'trabajar' deriva el sustantivo ', 'trabajo' existente en castellano por menos desde comienzos del siglo XIII y que tenía, como aun hoy, el sentido de 'sufrimiento' y 'dolor'. Algo que está sin duda en relación con la maldición bíblica a Adán y Eva expulsados del Paraíso: 'ganarás el pan con el sudor de tu frente'.

El trabajo ha sido sentido, pues, desde el comienzo de los tiempos una maldición, un sufrimiento necesario para poder subsistir. Sin duda ocurre así cuando se trata del propio trabajo en las duras condiciones de la sociedad preindustrial. Una actividad que, como expresa la palabra 'labor' (del latín labor -oris 'fatiga' y luego 'trabajo' tarea'), es algo que se ha hecho tradicionalmente con fatiga, y está siempre asociado a eso; en un diccionario de sinónimos se encuentra para la palabra 'trabajar' expresiones tales como acalorarse, afanarse, atarearse, atrafagar, bregar, cansarse, consumir la vida, desuñarse, echar el bofe, estar hecho un azacán, laborar, pelear; y para 'trabajo' afán, ajobo, cuita, dificultad, enfado, estorbo, entre otras.

Para los poderosos el trabajo no existía. Era siempre una actividad de los otros, de los esclavos o los siervos. Los poderosos no trabajaban, y tenían a gala el no hacerlo; para ellos era un baldón y toda una serie de normas explícitas e implícitas lo prohibía. Los poderosos solo tenían 'negocio' de negotium, 'ocupación', 'quehacer', como negativo de otium, 'reposo'; y ese negocio incluía el placer de la conversación y la negociación, la política y la especulación. Eso explica que la reflexión sobre el trabajo, y el mismo concepto, tardara en explicitarse, y de hecho surgiera de la economía solo a partir del siglo XVIII y, sobre todo, en el XIX. Concretamente cuando el desarrollo de la economía capitalista convierta el trabajo en una mercancía. Algo que estaba ya muy claro hace 154 años cuando en un famoso manifiesto se escribió que "el obrero, obligado a venderse a trozos, es una mercancía como otra cualquiera, sujeta por tanto a todos los cambios y modalidades de la competencia, a todas las fluctuaciones del mercado".

El trabajo de las clases trabajadoras ha sido siempre todo lo que la etimología de la palabra expresa, una actividad muy dura y pesada. Es muy probable, además, que empeorara con la industrialización y la difusión del capitalismo.

En efecto, en la edad media y moderna muchas veces el trabajo era de sol a sol, simplemente por la dificultad de la iluminación nocturna. En el siglo XIX la iluminación por gas y luego la electrificación permitieron ampliar la jornada laboral, lo que también fue posible por el crecimiento de la población y el aumento de los que buscaban empleo y que estaban dispuestos a aceptar duras condiciones de trabajo. La iluminación permitió homogeneizar la jornada laboral de verano e invierno. Con ello se difundió ampliamente la jornada de 12 horas de trabajo, que podían ser 15 durante el verano. Los informes reunidos por la Comisión de Reformas Sociales en 1884 pusieron de manifiesto las duras condiciones de trabajo de los obreros. Aunque variaban mucho según las actividades y oficios, los datos son contundentes en lo que se refiere a la larga duración de la jornada de trabajo: 10 horas los tipógrafos, 11 los obreros de muchas fábricas, 10 los mineros y de 10 a 11 los niños que arrancaban mineral en las minas del sur de España, 15 los dependientes de tiendas de ultramarinos en Madrid, de sol a sol los campesinos. A esos horarios había que unir el tiempo del desplazamiento. El trabajo de los niños era habitual; como dice un informante de la citada Comisión: "los niños se emplean en toda clase de trabajos. Yo veo en Madrid muchos niños ocupados en trabajos que no son propios de su edad", niños de 10 y hasta 7 años de edad, y no solo en el campo sino también en la ciudad.

A partir de los años 1840 empieza a ser sensible la demanda de una reducción de los horarios de trabajo, en lo que intervinieron reformadores sociales y, sobre todo, el movimiento obrero cada vez más organizado. Se pasó de las 12 horas de trabajo a las 8 horas durante seis días a la semana, luego a las 8 durante cinco días (la célebre semana inglesa) y finalmente a una disminución del tiempo anual trabajado por la introducción de las vacaciones pagadas (de dos, tres y, finalmente, cuatro semanas).

El trabajo de las clases populares ha sido siempre muy pesado y todavía continúa siéndolo con frecuencia, a pesar de los medios técnicos disponibles. Ha podido haber una reducción legal del tiempo de trabajo, pero aun así la mayor parte de la población activa dedica la mayor cantidad del tiempo al trabajo, si incluimos el tiempo que transcurre en el lugar de trabajo y el del desplazamiento hasta él, que no es computado como tiempo de trabajo. La separación media entre el lugar de residencia y el de trabajo ha ido aumentando. En los años 1930 muchos obreros industriales vivían cerca de la fábrica, como han mostrado numerosas investigaciones. Hoy eso no ocurre. A lo largo del siglo XX los desplazamientos de empresas hacia el exterior de las áreas urbanas ha ido alejando muchas veces el lugar de trabajo y el de residencia, lo que ha planteado conflictos sobre si el desplazamiento se ha de computar como tiempo de trabajo. Hoy, además, con los teléfonos portátiles muchos patronos intentan que los asalariados estén siempre disponibles.

El problema del exceso de trabajo de los obreros y el contraste con los que no tienen trabajo se ha dado siempre. En el Informe de la Comisión de Reformas Sociales un obrero denunciaba que "frecuentemente se da el caso de estar trabajando algunos obreros a destajo, mientras muchos están parados y sin tener qué comer". Algo que sigue existiendo hoy. De ahí procede la demanda para la reducción del tiempo de trabajo hasta 35 horas semanales, lo que permitiría no solo aumentar el tiempo de ocio sino también el de formación y reciclado profesional o ampliación cultural.

Pero la realidad es que la jornada laboral se ha mantenido idéntica o incluso ha aumentado. Una paradoja verdaderamente sorprendente es que cada vez tenemos más medios técnicos a nuestra disposición para la producción agrícola e industrial o de servicios, que cada vez hay más población activa y que cada vez se trabaja más. Las horas de trabajo no disminuyen sino que se mantienen sensiblemente igual.

Los cambios que se han producido recientemente están afectando profundamente al trabajo. Ante todo, nunca ha habido tanto trabajo y tantos trabajos como hoy. Si en el antiguo Egipto la relación de trabajos y profesiones posibles no superaba el centenar, hoy en día rebasa ampliamente varios millares de tipos de trabajos y empleos diferentes. La complejidad creciente de la sociedad y de la economía y la división del trabajo implica la continua creación de nuevas profesiones. No hay más que repasar las ofertas laborales en un diario para ver la cantidad de empleos que existen y que eran inimaginables no solo hace un siglo, sino incluso hace diez o veinte años; ayer mismo en la prensa española aparecían ofertas de trabajo de: analista de negocios (escrito en inglés para impresionar, "Business Analyst"), gestor de banca telefónica, montador mecánico electrohidráulico, técnico de procesos, creador de páginas web, ingeniero técnico de encofrados, ingeniero de soluciones wireless, "gerente de CRM y Business Intelligence", ingeniero postventa y coordinador de proyectos informáticos, entre otros.

Hoy con mucha frecuencia el trabajo ha dejado de ser una obligación penosa, y se convierte en un derecho por el que se compite. Eso ocurre porque nunca ha habido tanta mano de obra disponible, debido a que en ningún otro momento la población del mundo ha sido tan elevada. Y eso ocurre cuando los medios técnicos a nuestra disposición hacen que nunca el nivel de mecanización, automatización y robotización haya sido tan alto. La paradoja del momento actual es que cada vez hay más personas, y cada vez se necesitan menos para las tareas productivas.

Cada vez hay más abundancia y más medios técnicos. Pero el trabajo se ha convertido en un bien escaso, y siguen habiendo muchos desempleados. Y los que trabajan cada vez trabajan más y más compulsivamente.

La evolución reciente del trabajo se caracteriza por una precarización e inestabilidad en el empleo, que afecta incluso a la jubilación temprana a pesar de la prolongación de la esperanza de vida. La modernización del aparato productivo ha conducido en las últimas décadas a hacer más temprana la jubilación, sustituyendo a los trabajadores viejos por jóvenes mejor formados, peor pagados y con contratos precarios.

En la actualidad, sin embargo, parece que se ha llegado demasiado lejos. La carga de las jubilaciones sobre el Estado del bienestar con un envejecimiento creciente de la población, está llevando a la demanda de un retraso de la edad de jubilación, facilitado por la mejora general de las condiciones de salud. En las cumbres de la Unión Europea de Lisboa (2002), Estocolmo, y Laecken se ha hecho sensible una preocupación por la sostenibilidad de las pensiones. Se ha considerado necesario elevar el índice de empleo medio de los ciudadanos de la U.E. que poseen una edad comprendida entre los 55 y 64 años y elevar también la edad media de jubilación, que hoy es de 58 años hasta los 63, creando 5 millones de empleos para los mayores de 55 años. En un reciente seminario de la Unión Europea se ha propuesto que los trabajadores puedan elegir libremente la edad de la jubilación y endurecer los requisitos de acceso a la pensión de vejez. Se insiste ahora en que es necesario suprimir incentivos a los ajustes de plantillas mediante jubilaciones anticipadas y se piensa que el retraso de la jubilación puede compensar el envejecimiento de la población. Sin duda, todo ello representa un cambio importante respecto a las políticas seguidas en los últimos años y puede aumentar las tasas de actividad laboral de la población europea.

Esos cambios en la política de empleo nos muestran que ideas y tendencias aparentemente sólidas hace un tiempo pueden cambiar en pocos años. Lo cual nos llevar a imaginar otras transformaciones necesarias y posibles. Podemos atrevernos a pensar en cambiar el modelo de desarrollo. Las mejoras técnicas permitirían hoy reducir el tiempo de trabajo y hacerlo menos penoso. Y podemos atrevernos a pensar, igualmente, en una situación de trabajo para todos, y no trabajo para algunos y desempleo para otros muchos.

La necesidad del sustento implica la necesidad del salario, es decir del trabajo. Pero en las condiciones actuales de contratos precarios, inestabilidad laboral y cambio de empleo, el trabajo deja de interesar y es solo un medio para ganar dinero (el jornal, el sueldo) y poder adquirir bienes, es decir, como escribió Robert Dubin hace ya tiempo, "un instrumento para comprar una forma de vida". Lo que tiene graves consecuencias para la economía y, sobre todo, para los trabajadores. Y nos impide pensar que el trabajo, además de necesario puede ser también una actividad creativa y gratificante.

Creo que el Coloquio nos permite discutir sobre todo ello y sobre otros muchos temas. En él hay comunicaciones que tratan aspectos muy diversos que nos aportan gran cantidad de datos e interpretaciones y que estimulan la reflexión. Hemos de procurar llegar a las raíces de los problemas. Si una de esas raíces es que nunca ha habido tanta población activa como hoy y que nunca el nivel de desarrollo tecnológico ha necesitado menos mano de obra para la producción, entonces hemos de imaginar nuevas estructuras sociales, para que el enorme potencial que existe se organice de otra manera.

Son muchos los temas abordados en las comunicaciones presentadas a este coloquio. Como todas están publicadas y se conoce el texto podemos poner énfasis en el debate, aprovechando la oportunidad para aprender unos de otros y para pensar imaginativamente en el futuro que hemos de construir entre todos

Hay que agradecer a todos los participantes su colaboración en este encuentro, del que sin duda vamos a aprender mucho. Muchos han venido de países lejanos con un gran esfuerzo económico que les agradecemos.

Quiero agradecer también el trabajo de los dos coordinadores del Coloquio, Rafael Alcaide y Miriam Hermi Zaar, que han dedicado centenares de horas a su organización con prácticas estajanovistas; y el realizado por los miembros del Comité Organizador cuyos nombres aparecen en el programa, así como de los asesores que han aceptado ayudarnos y que lo han hecho cuando les hemos pedido ayuda o consejo. Y al profesor Joan-Eugeni Sánchez, que ha hecho importantes aportaciones al estudio del mercado de trabajo y de la calificación de la mano de obra, y que ha aceptado codirigir este encuentro.

Hasta ahora no hemos contado con ninguna ayuda económica, aparte de la del Departamento de Geografía Humana, que ha dado asistencia administrativa. Hemos solicitado una ayuda económica a la División de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad de Barcelona, que todavía no ha decidido nada, pero que tal vez nos conceda y, si es así, agradeceremos en su momento.

Esperamos que la estancia durante estos días sea agradable y provechosa intelectualmente y que sirva para debatir con rigor y cordialidad los problemas a los que se dedica el Coloquio.
 

© Copyright Horacio Capel, 2002
© Copyright Scripta Nova, 2002
 

Ficha bibliográfica

CAPEL, H. El IV Coloquio Internacional de Geocrítica. Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, vol. VI, nº 119 (01), 2002. [ISSN: 1138-9788]  http://www.ub.es/geocrit/sn/sn119-01.htm
 


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