Menú principal

Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VI, núm. 119 (), 1 de agosto de 2002

EL TRABAJO

Número extraordinario dedicado al IV Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

ESFUERZO Y DESAPEGO EN LA NAVEGACIÓN PARA EL CIELO,
UN "PASATIEMPO RELIGIOSO" DEL SIGLO XVIII

Esther Galindo Blasco
Licenciada en Historia del Arte


Para Bruno, que conoce nuestra palabra secreta
"Elogiad el mar, pero seguid en la orilla" (1)


Esfuerzo y desapego en la navegación para el cielo, un pasatiempo religioso del siglo XVIII (Resumen)

La Navegación para el Cielo es un papel diseñado para ser plegado y desplegado. Bajo la apariencia de un entretenimiento subyace un contenido moralizador que incide sobre todo en los temas del esfuerzo y del desapego. Su objetivo es descalificar a los encumbrados, levantando sus disfraces y mostrando sus enfermas esencias. Presenta la incompatibilidad entre las aspiraciones espirituales y las materiales. Alienta la Navegación para el Cielo el trabajo espiritual de los hombres y trata de que desde la orilla miren y se desapeguen del mar del mundo o de sus anhelos materiales.

Palabras clave: poesía,  literatura siglo XVIII, enseñanzas religiosas


Effort and indifference in navigation for the sky, a religious pastime of XVIIIth Century (Abstract)

Navigation for the sky is a designed to be folded and unfolded paper.   Under the entertainment appearance, underlies a moralizing content that affects, mainly, the subjects of the effort and indifference.  Its objective is to disqualify the eminents ones, raising its disguises and showing its ill essences.  It displays the mutual incompatibility between the spiritual and the materials aspirations.  It encourages to navigation for the sky the spiritual work of the men and it deals with which from the border they watch and they become indifferents respect of the sea of the world or its material yearnings.

Key words:  poetry, literature of XVIIIth Century, religious lessons


La Navegacion para el Cielo (2) es un papel diseñado para ser plegado y desplegado o, lo que es lo mismo, para esconder y para enseñar. Su aspecto es el de un pasatiempo (3). Su contenido es moralizador. Para captar la atención del lector, que el autor juzga muy poco interesado (en la estrofa 4 lo califica de "ciego" 4, en la 14 y en la 29 de "soñoliento" y en la 32 de "inconmovible"), recurre al juego, a la sorpresa y al misterio (4). Utiliza estos antiguos recursos pedagógicos para impartir doctrina.

Las poesías e imágenes de la Navegacion para el Cielo se amparan en la mediocridad, huyen de la complejidad y de la erudición rebuscadas. El código visual escogido es elemental y archiconocido, su intención didáctica es clara. La obra en su conjunto pretende ser accesible sin renunciar por ello a un contenido trascendental y serio. La Navegacion para el Cielo es una buena síntesis de simplicidad y profundidad.

En un coloquio sobre el trabajo puede ser interesante observar como se difundía el concepto de efuerzo y como se presentaba excluyente la dedicación material respecto a la espiritual.
 

La obra y su contexto

Formalmente, la Navegacion para el Cielo no desentona con lo  habitual a principios del siglo XVIII, está en sintonía con muchas obras coetáneas: abreviadas, de lectura fácil, ajustadas a un público ocupado, propenso a las diversiones y entretenimientos y poco predispuesto, en cambio, para el trabajo del espíritu. No fueron pocos los autores que intentaron atraer y alentar a los lectores prometiendo unos productos de contenido breve y ameno para que no se rechazara su compra y lectura. El trabajo del espíritu se adaptó a las exigencias del hombre moderno. El esfuerzo espiritual se redujo y acomodó a un estricto necesario. Los volúmenes y también las exigencias "adelgazaron" por conmiseración o por el conocimiento del mercado:

Este es facil, y eficáz y breve en la realidad, socorro, supuesto que consta de tan pocas palabras, y palabras de tanta ponderacion. Algunos que por su debilidad no pueden sufrir el rigor de ayunos, cilicios, y otras asperezas y mortificaciones; à lo menos no omitan tan corta diligencia, siquiera por escapar de las eternas penas, que se deben temer como castigos de la Divina mano; y quando por justas ocupaciones, faltáre lugar para mas, un decenario solo, pronunciado con la mayor atencion que posible sea, será sin duda de grandisímo útil (5).

En este sentido la Navegacion para el Cielo se ajusta y responde al mercado editorial del momento. Sin embargo, en el plano conceptual, si bien algunas aseveraciones morales son convencionales, otras son excesivamente radicales o anacrónicas para el año 1735 al imponer el ideal ascético.

Pero no adelantemos acontecimientos y comencemos ya este viaje juntos y atentos como seguramente hubiera querido su autor. Vivimos dormidos. La Navegacion para el Cielo actua de despertador como tantas meditaciones y literaturas preparatorias. La estrofa 2 ordena abrir el papel y los ojos. Aparece una imagen. Un globo terrestre partido en dos hemisferios y en ese mundo: el mar en calma, una nave en medio, un acantilado-precipicio, el viento y el sol.
 

El mar y el Cielo

El mar es a menudo hostíl, una potencia profunda, tenebrosa, imprevisible, incontrolable, adversa e insegura. Fue en palabras de Delumeau (6) el miedo y el peligro número uno. La alegoría de la vida humana como navegación fue universal, arranca de antiguo y tuvo una larguísima vigencia y predicamento (7). El autor de la Navegacion para el Cielo recurre a esta alegoría tradicional para titular e ilustrar el papel. Las métaforas del mar apacible y favorable fueron menos numerosas que las del mar tempestuoso e innavegable. La Navegacion para el Cielo escoge la imagen apacible porque parece y no es, para poder desengañar de la apariencia. El mar tranquilo podía ser tan peligroso como el agitado puesto que no permitía el avance de las embarcaciones a vela. Su calma era engañosa. Por otro lado, la presencia del viento indica que el mar puede verse dominado de pronto por una cólera repentina. El mar es variable. El futuro es incierto e imprevisible. A la prosperidad puede seguir la adversidad. La nave es un juguete en medio de un mar sometido a los vientos del azar. En consecuencia el hombre no debe implicarse ni arriesgarse en el mundo. La actividad mercantíl y el comercio naval podían reportar beneficios económicos y proyección social (8), pero la Navegacion para el Cielo no contempla esta posibilidad.

La navegación también expresa la idea de provisionalidad y transitoriedad de la vida. Tarde o temprano la nave naufraga o llega al puerto. La duración del hombre es limitada, más pronto o más tarde deberá abandonar la vida. En la ilustración el viento sopla con fuerza y violencia, muestra la rapidez de su tránsito y refuerza la idea de provisionalidad de la navegación, descubriendo una vida mortal y fugitiva (9).

"Mi Reino no es de este mundo". El destino del hombre es sobrenatural. La vida es, pues, un estadio provisional, una situación intermedia. El homo viator (10) es un caminante-navegante en un mundo extraño y ajeno. No puede establecerse como si fuera para siempre, debe anular su sentido de apego y de permanencia. La Navegacion para el Cielo recurre a una de las fórmulas de desengaño habituales, conjuga la inanidad con la transitoriedad, presenta un mundo inconsistente, como un sueño que se deshace, un mundo sin sustancia, limitado y carente de interés. Invalida el montaje humano. Sobrepasa el mundo de las apariencias. Muestra al hombre su ignorancia y su error. El esfuerzo por el mundo es incongruente e inútil. La energía humana no debe malgastarse en miras insignificantes y fustradoras:

Pero tu que estàs en esta vida de passo, que la has de dexar mañana, quien te mete en edificar casa, quien te mete en cuydados, y solicitudes? (...) porque vives tan de asiento, donde no le has de tener?. Dexate de cuydados de la tierra, y mira adonde has de ir(11).

El status finales, la unión del hombre con Dios, es lo que da verdadero sentido al status viae, a la vida terrena (12). La nave debe dar la espalda al mundo y orientar su travesía al futuro salvífico: al Sol (13). El objetivo y la seguridad para el hombre no están en lo bajo, en la tierra; sino en lo alto, en el Cielo (14). Esta hoja se proyecta como una especie de carta de marear, como una fórmula de aviso y de ayuda. Si el piloto se deja guiar por ella podrá surcar las peligrosas aguas, amarrar y reposar en el puerto (15).
 

El trabajo espiritual

Al abrir el papel los dos hemisferios del globo terrestre se separan y el mundo desaparece físicamente. De este modo tan gráfico se indica que el hombre debe desprenderse del mundo para descubrir la revelación de Dios. Y, efectivamente, a continuación aparece la escena de la Crucifixión y dos macetas con flores: la vía de salvación.

Las literaturas preparatorias aludieron con mucha frecuencia a la Pasión de Cristo para tranquilizar las conciencias y dar confianza a los atribulados moribundos: "Y que major motiu de confiansa per un Pecador que la passió de Christo son divino Redemptor?" (16). Funcionó como remedio contra los mortíferos escrúpulos, contra la desesperación y la desconfianza:

Ja vayeu, Señor com vostre amantissim fill pagà la pena per nostras culpas; ja jo no tinch de que desconfiar; perque si per mi, Deu meu, haveu donat tant soberà preu, ¿com podre jo mai mes duptar de que me dareu la Gloria, quant dareu à vostre fill per portarme à ella? (…) no sere hara de tan vil, y tant baij preu, que tracteu de fulminar sentencia de condemnacio contra mi (17).

La Pasión de Cristo actuaba como salvoconducto y como garantía. El desmérito humano se ocultaba tras el mérito divino: "Vostras llagas son els meus merits" (18). Por la redención del hombre Dios había pagado un "soberà preu" y, según la lógica mercantíl, era presumible que no estuviera dispuesto a perder su inversión. Con relativa confianza y tranquilidad el hombre podía pasar cuentas con aquel "acreedor muy exacto" (19): "vengamos a quentas que mayor es el recibo de sus servicios, que el cargo de mis ofensas"(20).

Los parámetros inversión, riesgo calculado y goce aplazado son propios de la mentalidad capitalista. El discurso religioso de la Época Moderna se movió en las mismas aguas comerciales. Muchos textos doctrinales y sermones utilizaron conceptos propios de la práctica mercantil. La Navegacion para el Cielo no se mantiene ajena a esta corriente. En la estrofa 5 encontramos una alusión al coste y a la ocasión (21), en la 11 otra al riesgo y en la 15 otra al aplazamiento.

La Pasión de Cristo también se había pautado frecuentemente como analgesia para los enfermos terminales: "Sobre todo le po[n]dra dela[n]te los ojos la pasio[n] de X[rist]o N. S[eñ]or particulariza[n]do por sus pasos, y embevido algo en la pasio[n] no se[n]tira tanto la passio[n] q[ue] le atorme[n]ta" (22).

La descripción de la tortura que soportó el Redentor fue detallada minuciosamente. Esta particularización se había manifiestado rotundamente en la imaginería barroca. Se llevó a cabo un inventario exhaustivo, una cuantificación de los golpes, heridas, sangre vertida... hubo un obsesivo interés por enumerar y mesurar uno a uno todos los dolores (23) y también por confrontar sufrimientos para solicitar la resignación paciente de los moribundos (24).

En la Navegacion para el Cielo el diálogo confiado con Dios, esas comunes fórmulas de esperanza y de consuelo no aparecen. El balance se utiliza para confrontar activos y pasivos: sufrimientos divinos/deuda humana. La Pasión se presenta como acicate para estimular la conversión. Acorde con el clientelismo y la relación estamental dominantes, la Navegacion para el Cielo apela al agradecimiento debido:

Quanto à vna persona se deve mas reverencia, tanto es mayor el desacato que se le hiciere; y como à Dios se deve reverencia infinita, assi ta[m]bien la injuria que se le haze es de vna malicia inexplicable (...) Un Rey no haze caso de la ho[n]ra, que le hazen los Vassallos; la qual no tiene por cortesia, sino por deuda, pero llevaria pesadissimame[n]te ser vltrajado, o menospreciado de vno principalmente de aquel à quien ha hecho mayores beneficios (...) por lo qual sie[n]do Dios q[ue] es infinito, el agraviado, merece que su injuria sea castigada con infinita pena(25).

La estrofa 5 y también después la 17 y la 34 presentan un Juicio riguroso. A menudo, el Juicio particular se había presentado como una prueba individual, sin defensa ni escapatoria; como una situación muy difícil de superar:

No tendrà alli el rico criados que le autorizen, ni Abogados bien pagados, y beneficiados que le defienda[n] su pleyto (...) O estraña manera de juyzio, donde todos son acusadores hasta el mismo reo, donde todos son testigos, hasta la misma parte, y el mismo Juez! O tremendo juyzio, donde ningun Abogado ay (26).

Pero a lo largo del siglo XVIII el espíritu filantrópico se estaba imponiendo. Se prefería la blandura y la clemencia al castigo y al rigor (27). La Navegacion para el Cielo reacciona contra la laxitud, proyecta la faz terrible del Juicio y advierte de que el arrepentimiento puede llegar demasiado tarde. Los méritos del Redentor no garantizan la salvación, no sirven para eximir y exculpar; el Juicio se presenta riguroso. Las macetas con flores no son un elemento ornamental, aluden a las obras. Junto a los méritos de Cristo son imprescindibles las obras humanas (28). La reparación in extremis no se contempla. La atención debe mantenerse durante todo el proceso: "Si duerme el piloto la nave peligra" (29). La Navegacion para el Cielo enseña a desconfiar de los arrepentimientos de última hora, de aquellos que, en palabras de Miguel de Mañara: "comienzan a vivir, cuando van a morir" (30). "No quiere Dios para el sacrificio ni al fenix ni al cisne porque se sacrifica como dicen quando mueren" (31); por ello: "El convertirse à de ser desde el camino, no de termino" dirá Francisco Garau (32).

La estrofa 6 incita a desplegar y a mirar el papel de nuevo. Una vela encendida centra la siguiente etapa. En la parte izquierda se representa a un rey, lleva manto y corona y, ostenta el cetro y la espada. En el lado derecho se imprime la figura de una dama, viste un traje estampado con flores y sujeta un abanico extendido. El anunciado "garbo y pomposo arreo" de la estrofa 6 ya puede ser contemplado, para ver "el trofeo de los humanos despojos" el espectador deberá esperar un poco más.

La disposición de las estrofas es sinuosa, obliga a navegar por la superficie de la hoja. El lector debe saltar de un nivel a otro para poder acumular información, progresar y descifrar el mensaje. Sin embargo la disposición no es arbitraria, hay un orden. La conexión entre el texto y las imágenes es muy intensa. Los versos se situan cerca de sus figuras, como si la imagen atrajera a las palabras que la explican. Las estrofas 7, 8, 9, 10 y 11 hacen referencia y dan a conocer a la figura masculina. Las cuatro centrales rodean la vela encendida. Las estrofas 16, 17, 18, 19 y 20 aluden a la dama.

En la estrofa 7 y en la 10 se advierte de que una posición elevada, en este caso representada por el rey, no avala ni asegura un desenlace dichoso. La 8 expresa que la potestad es impotente que no libra al sujeto de morir: "Quien comiença en barro, aunque prosiga en oro, para en polvo" (33). La naturaleza humana del rey había servido y todavía servía para desengañar. La Muerte no reconocía edades, sexos, ni estamentos, no retrocedía ante las coronas ni naturalezas glorificadas, abatía a todos sin distinción. Los moralistas utilizaron estos razonamientos para desenganchar a los hombres del mundo:

Pues que la Muerte ni respeta Imperios, ni á los Principes guarda atenciones (...) Murió el Catholico Rey de las Españas. Què vida aurá segura? (...) La palida muerte igualmente huella los cortijos pobres, que los Alcazares Reales (...) Qué duraciones se prometera el Cayado, à vista de el mayor Cetro caìdo? (...) Sirva èste de primer desengaño à la vanidad de los hombres(34).

En la Navegacion para el Cielo el Rey y la Dama son piezas sobre el suelo ajedrezado del mundo, al acabar el juego caerán en el mismo saco (35). El menosprecio del mundo, de las distinciones y de las riquezas se quiere conseguir presentando un resultado común. La muerte es una realidad universal, a todos llega y a todos iguala. La posición y la riqueza es vacua, el destino humano es común e idéntico:

Es nuestra vida como el navío, que corre con presteza, sin dejar rastro ni señal por donde pasó: pasa con la misma priesa nuestra vida, sin dejar en nosotros memoria. ¿Qué se hicieron de tantos Reyes y Príncipes de la tierra, que dominaban el mundo? ¿Dónde está su majestad? (...) y en quitándonos del tablado de este mundo, todos quedamos iguales, y en polvo y tierra resueltos(36).

Sin embargo la vacuidad de la distinción era díficil de asumir por la sociedad estamental y, además, entorpecía la labor de la propaganda de la realeza. A la fama terrenal debía corresponder la gloria inmortal. El rey como hombre moría, compartía con la estirpe humana esa ley irrevocable, pero el rey, por su naturaleza virtuosa y real, era inmortal:

Porque aunque [la Muerte] mantenga universal jurisdiccion contra los demas, que nacen, el Augusto Carlos devia gozar essempciones de inmortal (...) Pues aunque naciesse Carlos, si en su vida tanto interessa el Mundo; porque no a de gozar privilegios de immortal su Magestad Regia? (37).

En el siglo XVIII el monarca era representativo, en el sentido de poseer la condición de modelo. El rey era referente y daba ejemplo. Se había construido y proyectado una imagen que respondía a una persona única, era una figura suprahumana e ideal. Todo en él eran cualidades. Era ejemplo y espejo (38). Se presentaba al rey como paradigma y como continua alegoría. Prevalecía la codificación y proyección simbólica, el "retrato de aparato" (39) sobre el retrato individual. El exemplum no derivaba de que el rey muriera como los demás, sino de cómo moría (40). La literatura y las imágenes del siglo XVIII prefirieron incidir en la tradición del ejemplo para suscitar el reconocimiento y la imitación de la virtud . En cambio, la Navegacion para el Cielo no destaca la figura suprahumana del rey sino su humanidad manifiesta; opta por la lección de igualdad, descartando la idealización y la hipérbole que glorificaban el triunfo del monarca e inculcaban la apoteosis del sistema; está más próxima del concepto de futilidad que del reconocimiento de los privilegios. En la estrofa 11 encontramos el ejemplo de contrario y no el rey-espejo.

Las estrofas 7, 9 y 10 muestran que la valoración humana respecto a la seguridad es errónea. Los cargos y las distinciones son transitorios e insustanciales. La ventura no es segura. La posición tampoco no es segura y no asegura. La prosperidad es torre, símbolo de fortaleza y firmeza, pero es torre sin cimientos y en consecuencia frágil y destructible. La fortuna es inestable y la felicidad del logro efímera .

La literatura emblemática había tratado con harta frecuencia de la fortuna inconstante (41). Había señalado los riesgos materiales y espirituales de una posición elevada (42). Había apuntado los inconvenientes, subrayado las dificultades y enumerado las penosas obligaciones y responsabilidades de los cargos dirigentes (43). También había advertido a menudo que los bienes eran prestados (44) y que las aspiraciones eran perjudiciales para el espíritu (45). Pero también había publicado la capacidad humana para modificar el signo de los acontecimientos. Se decía que el hombre podía controlar su destino y que ya no era un juguete en manos de la diosa Fortuna (46). La Navegacion para el Cielo reacciona contra esa confianza, pretende demostrar que la más elevada condición no da seguridad al hombre en ningún terreno, ni en el material (estrofas 7 y 9), ni en el físico (estrofa 8), ni en el espiritual (estrofa 10). Porque: "¿existe en absoluto la seguridad?" (47)…

La Navegacion para el Cielo enfoca el riesgo espiritual que supone el detentar una posición social elevada. Para algunos moralistas la riqueza no era un bien. La altura podía ser un inconveniente en el plano espiritual. El rico se exponía más que el pobre a la condenación eterna: "En el Evangelio sólo el ser rico parece antecedente de condenacion" (48). Sin embargo, la antítesis riqueza-salvación hacía tiempo que se había resuelto. La limosna fue un medio de adquirir méritos y un seguro para la salvación: "Los limosneros entran en el Cielo con carroça" (49). La prodigalidad en los testamentos permitió conciliar la moral con la actividad económica: "Tambien con oro se conquista el Cielo"(50). El estamento ya no condenaba per se, había dejado de ser un inconveniente y un obstáculo: "Todos pueden salvarse en todos estados" (51). La asociación potestad-condena era gratuita y recalcitrante. El recto uso de la riqueza se convertía en mérito. La riqueza había pasado a ser "una vía de acceso privilegiado a la santidad" (52).

La Navegacion para el Cielo no recoge esta solución construida para los privilegiados, se aleja de la flexibilidad de esa fórmula salvífica. Destaca los riesgos e ignora las ventajas de los privilegiados. La estrofa 11 advierte del error y del riesgo de emularles y dirige al lector a la luz de la zona central.

La vela exhala humo y alumbra. Significa finitud y conocimiento, conciencia y vigilia (53). La estrofa 12 trata del rápido paso del tiempo y de la vida fugaz. La vela se consume y desaparece en humo. La estrofa 13 anuncia la nada, la sombra a la que quedaran reducidos los altaneros. Nadie escapa a la muerte. La estrofa 14 alumbra este desengaño para que el hombre despierte de su sueño y tome conciencia. La estrofa 15 le aconseja velar.
 

La luz y la sombra

La luz de la vela atrae pero su llama quema (54). El resplandor se asoció a las obras (55). Las velas alumbran más cuando se acaban, lo mismo sucedía con las vidas de los virtuosos y luminares (56). En la Navegacion para el Cielo el aumento de luminosidad es indicador del fin, pero, en este caso, es el fin de los fatuos en un fuego fatuo, la oscura sombra tras la espectacularidad de su luz. No es el resplandor de los virtuososos es la sombra de los altaneros que se proyecta como adverencia. El mismo sentido le daba F. Garau: "La mayor luz, mas presto es sombra" (57) y anteriormente J.E. Nieremberg:

Toda felicidad de esta vida es vn engaño, y ficcion, y no verdadera dicha, sino apariencia de dicha, sus bienes no son verdaderos bienes, y assi los califica la Sagrada Escritura con este nombre de sombra, que declara bien su naturaleza, porque la sombra no es cuerpo, y aunq[ue] parece algo, es nada. Su inconstancia tambien, y su fugacidad merece este nombre, porque la sombra se està sie[m]pre muriendo, y acaba presto. La sombra assi mismo quando llega à lo sumo que puede crecer està mas cerca de acabarse, y fenecer; porque quando mas crecen los bienes temporales, y la fortuna humana mas sube hasta las estrellas, entonces està mas cerca de desvanecerse, y desaparece de repente (58).

En la Navegacion para el Cielo encontramos representado el viejo combate entre la luz y la oscuridad. La sombra es símbolo de humanidad, los dioses no la tienen, son todo luz. La luz ilumina el desengaño. De noche dormimos, con la luz despertamos (59). En el Siglo de las Luces la luz se identificó con la razón y el entendimiento.La Navegacion para el Cielo utiliza practicamente todas las cualidades físicas y simbólicas de la vela encendida: combustión, humo, pavesa, calor, luz, sombra... La propia palabra permite introducir además otro tipo de asociación, un nuevo juego de palabras dentro del juego, gracias al parentesco fonético y de la grafía entre el vocablo vela y velar. La doctrina reiteró que ante la muerte había que actuar de forma previsora, que la preparación debía ser constante y continuada . La Navegacion para el Cielo, en sintonía con la literatura preparatoria anterior y coetánea, ya hemos visto que advierte del riesgo de confiar y de diferir. Las particulas que saltan de la materia inflamada acaban por convertirse en ceniza. Aplazar hasta el último momento la ejecución de los propósitos de enmienda es muy arriesgado, las cómodas espectativas humanas pueden verse burladas.

La estrofa 16 se sitúa encima de la dama. Debajo y a la izquierda, las cuartetas 17, 18, 19 y 20 también aluden a esta figura. La disposición de los versos guarda una rigurosa simetría con el lado masculino. Las estrofas asociadas a la dama se circunscriben al tema de la belleza. Para los moralistas la debilidad del hombre era el apego al mundo y la de la mujer el apego a su cuerpo. Las mujeres vivían excluidas y marginadas de los órganos de decisión y de la acción. Subordinadas, tenían pocos canales de promoción. Podían destacar por su belleza, por su sensualidad, por la cuantía de sus dotes o por su virtud y religiosidad. La Navegacion para el Cielo presenta a la mujer como cuerpo seductor, incitador y tentador. Para los moralistas era un peligro y la perdición para el hombre. La estrofa 16 acusa a la dama de liviandad. Dibuja a una mujer lasciva, inconstante y ligera en su relación con los hombres. La imagen la presenta jóven, bella y coqueteando con un abanico (60); atrayendo e incitando un deseo que tal vez decida corresponder por algún tiempo. Una mujer, por tanto, caprichosa e insustancial que además es inconsistente y perecedera como la flor, citada en la estrofa y estampada repetídamente en su vestido (61). Una mujer así, sin autenticidad, con criterios mudables y cuyo único bien es la caduca belleza de su cuerpo no merece que el hombre se arriesgue por ella.

La estrofa 17 presenta su tiranía y su poder enajenador. Las estrofas 18 y 19 tratan del femenino primor engañoso. Desengañan de su falso atractivo. La hermosura, como la piel, envuelve un repugnante subcuerpo: "Llaman belleza a la compuesta de carne podrida" (62). Su primor es un disfraz. Bajo una superficie apetecible se esconde la "muerte segunda" o "muerte eterna" (63). En la estrofa 20 el cartujo se muestra impaciente por levantar la piel, por ordenar que se abra de nuevo el papel para que el lector pueda contemplar la figura de la Muerte y la guadaña anunciadas; para que aparezca el cuerpo repelente y neutralizador del atrayente y peligroso.

Al abrir la hoja las figuras masculina y femenina se trasmudan, se desnudan de los adornos y de las falsas apariencias y muestran su interioridad enferma y de muerte. La delineación de las nuevas figuras se efectua sobre la superficie base del papel demostrando de este modo que esas son las auténticas imágenes y no las superpuestas. Las galas-apariencias agradables cubren-encubren otras imágenes miserables y calavéricas. El rey, sin cetro y espada, apoya las dos manos en una muleta, la zona inferior de su cuerpo se cubre con harapos, sus piernas y brazos desnudos se llenan de llagas, es un mal Pastor o mal gobernante. La dama se convierte en Muerte. El abanico o, lo que es lo mismo, el instrumento de seducción se conecta con la guadaña, el objeto mortífero que sujeta la mano del siniestro esqueleto. El tablero ajedrezado se sustituye en ambas imágenes por un suelo árido y sin ningún rastro de vida. En el centro, bajo la vela, se representa a San Bruno según la iconología tradicional (64). Las seis estrellas que rodean su cabeza aluden a los seis compañeros de la fundación, la mitra detrás de él a su renuncia de la dignidad episcopal. El crucifijo y la mano sobre el pecho a la meditación . Su mirada se dirige e interpela al lector. Entre dos subcuerpos, uno, oscuro depósito de vicios y antiejemplar, y otro que guía a las tinieblas, se situa en el centro el supracuerpo del Santo que da luz y claridad; la estrella luminosa sin sombra, el ejemplo a imitar (65).

Las estrofas que hacen referencia a la figura masculina (21, 22, 23 y 24) se situan a sus pies. Las estrofas que aluden a la dama-Muerte (25, 26, 27 y 28) también ocupan la zona inferior de esta figura. La décima 29 conduce a otro nivel superior y central, junto a la 30 flanquea el retrato de San Bruno. Las cuatro últimas cuartetas (31, 32, 33 y 34) se sitúan debajo de esta imagen. La vela centra la composición y traza un eje vertical que tiene su continuidad en este recuadro central donde se representa al santo cartujo. Exite una estrecha conexión entre el diseño y el contenido de los mensajes. A la necesidad de velar se suma la obligación de menospreciar lo material, de meditar y de orar. Esta zona central traza el recto camino espiritual y de luz: la vía iluminativa.

Luz/sombra, eternidad/mundo. Lo sobrenatural es perenne y auténtico; la naturaleza es mortal, no tiene esencia. Los bienes del mundo, además de limitados y caducos, son mera apariencia y falsedad. La Navegacion para el Cielo reacciona ante el ideal descendente y defiende el camino ascendente que sostiene que todas las formas son ilusorias, impermanentes, insustanciales y corruptas y que termina condenando la tierra, los sentidos, el cuerpo y la sexualidad.

El objetivo de arrancar disfraces, desenmascarar y desengañar de las apariencias engañosas, de mostrar la "verdad", se cumple. Al abrir el papel las anteriores presuposiciones se transforman en evidencias tangibles. Antes había una ilusión, pero ahora ha desaparecido y sólo queda el hecho. El adorno no hace diferente, no protege al hombre de su caduca naturaleza e insignificancia. El adorno no hace mejor al hombre, bajo las galas está el mal. Se inyecta el vacío en la plenitud y lozanía. Bajo la apariencia de esplendor y grandeza del rey se esconde un cuerpo miserable y enfermo, corrupto y corruptible. La dama es la Muerte, su deliciosa hermosura, su atractivo incitador y seductor, conduce al hombre a la muerte eterna.
 

Las esencias fraudulentas

Las metamorfosis no son radicales, de este modo se intensifica el impacto de este efectista y eficaz contraste barroco. Los cuerpos se desdoblan, se desnudan sólo parcialmente de su anterior apariencia viva, gloriosa y bella. El proceso degradatorio y descompositivo únicamente se evidencia en la parte inferior de los cuerpos, el resto permanece intacto. La ostentación se completa con la lepra y la hermosura con el esqueleto. Se contrapone la riqueza exterior a la pobreza interior, la satisfacción del deseo carnal a la pena. Estas imágenes partidas y fusionadas permiten al lector apreciar unidos el exterior y el interior, el presente y el futuro del hombre pecador. Después de rasgar la superficie se descubre el engaño de la deslumbrante y sobrevalorada apariencia (66). La superficie queda devalorizada y descalificada. Se aprecia en qué medida los bienes externos y los deleites perjudican a la esencia. La apariencia, el hecho formal-circunstancial la afectan. Son precisos el desprecio y la renuncia; devaluar y menospreciar la exterioridad y valorar y apreciar la interioridad.

La valoración positiva de la interioridad que lleva a cabo la Navegacion para el Cielo comulga con los valores de su tiempo (67). En contrapartida, se muestra extemporánea al recurrir a la iconografía macabra y a la figuración de la Muerte cuando el concepto de "muerte intravital"(68) pretendía acabar con el tradicional personaje esperpéntico:

A los descarnados huessos, secos cubitos, y mondadas calaveras, llamamos muerte; pero esso son las sobras de los vivos: vn huesso nos espanta, y vn casco nos entristeze, y siempre nos assusta lo que no nos puede assustar. En los rincones de los Ossarios nos pintan vn Hombre descarnado, con vna Guadaña; y esto, que es vn espantajo, nos haze huir. En las Thumbas de Requiem nos bordan calaveras, y lutos, para martyrizarnos la memoria. Valgame Dios, què niños, y què necios, que si no nos hazen este coco, no se nos acuerda lo mortal! (...) para què mendigamos agenos horrores, si dentro de nosotros viven los assumptos de esta consideracion? Yo soy calavera, yo soy muerto, y cada instante que passo de la vida, es vna muerte (...) Pues sin sentir nos morimos, fuera horrores, que solo atemorizan, y no enseñan(69).

El concepto de miseria hominis, de cuerpo provisional hecho de materia caduca expuesta a cualquier contingencia, arrancaba de muy atrás y continuaba predicándose, pero la conmoción del impacto visual directo se evitaba y también la representación de aquellas repugnantes imágenes de putrefacción y de ebulliciones de miasmas. En el plano iconográfico bastaba y se prefiría la insinuación, la alusión indirecta o la sustitución. Durante el siglo XVIII la elusión fue patente y deliberada. Las representaciones del cuerpo humano mientras se descompone, afectaban a la sensibilidad delicada en boga, y eran imcompatibles con la personalidad individual y con la conciencia autoafirmativa. La podredumbre ya no era el soporte del ejemplo (70). Durante el siglo XVIII el muerto se dignifica, se convierte en maestro, predicador y ejemplo de virtud. El muerto pasa de ser ejemplo por ser carroña a ser ejemplo por haber sido ejemplar. La lección la dicta su palabra sabia, experimentada y elocuente y no la imagen de su cuerpo repugnante.

En la Navegacion para el Cielo el rey exhibe un cuerpo corroido por llagas. Su imagen no se ofrece como ejemplo a emular sino como imagen repulsiva a repeler.

En la Navegacion para el Cielo se establece un símil entre las enfermedades del cuerpo y las del alma. Las enfermedades han tenido desde antiguo una interpretación animista (71). Los vicios habían sido considerados como contrarios a la salud corporal y las enfermedades se habían asociado con los pecados. El acontecer somático era la expresión del acontecer espiritual. El mal comportamiento desencadenaba la desgracia individual y colectiva. El pecado traía la enfermedad, la muerte, las hambres, las guerras y las catástrofes de todo tipo. Los predicadores difundieron estos argumentos. Sin embargo, las teorías higienistas estaban modificando esta lectura. Los fétidos vapores, las aguas residuales, los vertidos, los cementerios, la miseria o la falta de higiene serán los nuevos agentes de las enfermedades. La enfermedad dejó de interpretarse como un castigo. Dios enviaba el sufrimiento porque amaba al hombre, para que al sentirse atribulado, acrecentara su virtud como Job. La enfermedad -también la adversidad- eran pruebas u oportunidades para mejorar: "Muchas veces nos quita Dios la salud del cuerpo, para que busquemos la del alma" (72).

La Navegacion para el Cielo ignora estas interpretaciones. Presenta la figura de un rey-enfermo aquejado por la lepra. Las llagas son los vicios, antes ocultos, que ahora afloran a la epidermis. La degradación corporal se corresponde con la degeneración moral. La lepra prueba que el riesgo espiritual es mayor para los encumbrados. El poder corrompe. El autor reitera y consolida en la estrofa 21 la advertencia que ya había apuntado en la estrofa 10.

La cuarteta 21 apunta el peligro espiritual del ascenso social y advierte de los efectos perjudiciales, la 22 completa el argumento al informar de su esencia fraudulenta. La siguiente incide de nuevo en la idea de término para consolidar la característica de no permanencia o de posesión y disfrute limitados.

La estrofa 12 había tratado el tema del tiempo, ahora, la 23 lo retoma. El tiempo vuela, pasa ajeno a nuestra voluntad, el hombre no es su dueño, no tiene ningún control sobre él. El hombre es mortal y los bienes y honores que disfruta transitorios. La agonía era un momento idóneo para hacer balance, para mirar retrospectivamente hacia el pasado y para valorar la vida en su justa medida: "à la hora de la muerte se ven las cosas como son" (73). A los moribundos se les reconocía una clarividencia especial, comenzaban entonces la carrera docente y de ejemplo que desarrollarían una vez muertos:

Preguntemosselo à vno que està agonizando, que le parece de la vida: preguntemosselo, quando està yà el pecho levantado, los ojos hundidos, la nariz afilada, los pies muertos, las rodillas frias, el rostro palido, los pulsos sin movimiento, la respiracion dificultosa, con vn Christo, y la candela en las manos (…) Este tal, que dirà que fue su vida, sino quanto mas prospera fue, que fue mas vana, y su felicidad engañosa, pues vino à tener tal remate? (...) Lo que quisiera vno entonces aver sido, y no podrà ya serlo; sealo aora, pues puede. Gra[n] luz de desengaños es la muerte (74).

El gobernante se lamenta en esta estrofa del engaño del mundo y comprende que ha errado la trayectoria de su travesía. El cartujo utiliza su anti-ejemplo como ejemplo para que el lector no caiga en el mismo error, para que conozca el fraude del apego al mundo y pueda rectificar a tiempo el rumbo de su navegación.

La estrofa 24 impone mirar de nuevo las figuras desdobladas: "Mira la desigualdad/ Del Imperio, y la hermosura". La alusión a la hermosura posibilita el salto sobre las estrofas intermedias enviando al lector hacia el otro extremo del papel. Así mismo, la estrofa 25 evoca a la anterior: "El Cetro en muleta advierte". Hay un cruce-conexión.

Las figuras desdobladas ostentan nuevos y contrapuestos atributos. La muleta sustituye al cetro y la mortífera guadaña se remata con el abanico. A la transmutación corporal y de atributos se suma la correspondiente transformación emocional. La ventura, fortuna y alegría de las estrofas 7, 8, 9 y 10 se convierten en desengaño y dolor ante la muerte. El deseo sexual no reprimido se corresponde con la muerte eterna. Por medio de la evidencia visual las anteriores advertencias también se transmudan, pasan de ser hipótesis a ser constataciones demostradas. La nueva imagen de la mujer muestra claramente su esencia peligrosa y su intención y capacidad destructivas.

Las sirenas con sus dulcísimos cantos atraían a los navegantes para devorarlos. Fueron símbolo del deseo que llevaba a la muerte y de las tentaciones que encantaban y arrastraban impidiendo la evolución o la navegación del espíritu masculino (75). La naturaleza de la sirena, igual que la de la dama-Muerte de la Navegacion para el Cielo, era dual, su constitución física era anormal -mujer pájaro o mujer pez-; las sirenas, como la dama-Muerte, cautivaban a los hombres por la belleza, despertaban en ellos el deseo y después los destruían.

El desdoblamiento ha metamorfoseado a la dama y la ha convertido en un espectro terrorífico, en una figura de espanto que, lejos de atraer, provoca repugnancia y rechazo. Pese a esto, el cartujo considera necesario continuar la milicia contra los afectos y las pasiones deshonestas. La mujer, desnuda de su apariencia bella y atractiva, continua teniendo poder y armas para engatusar y seducir: la aflicción, según señala la estrofa 26.

Las tiernas lágrimas, las crisis, las sofocaciones, el hipo y los suspiros enternecían a las almas sensibles que ganaban terreno durante el siglo. Esta sensibilidad estaba de moda. La exacerbada emotividad, la melancolía, la emoción desbordada, aquel pasar de la risa al llanto sin ton ni son, definían y eran señal de la distinción emocional de la élite. Las almas sensibles compartían las delicias y los sufrimientos de sus efusiones sublimes (76). La aflicción femenina deja sin efecto la resolución masculina. El hombre, embriagado por la dulce emoción del llanto y de los suspiros femeninos, se olvida y se aparta de "la verdad". La Navegacion para el Cielo advierte que la dulce y placentera impresión que nace de la aflicción es, en realidad, mordedura de víbora y aguijón de escorpión. Las dulces lágrimas son amargo veneno que la mujer inocula al hombre. En la estrofa 27 se identifica a la mujer con el Basilisco. Su esencia es pues maligna y muy peligrosa. Sus ojos centelleantes y libidinosos sólo con mirar abrasan y matan a los hombres, sólo el mirarlas daña. En otros textos hallamos expresada la misma idea:
 

Dama hermosa, que pretendes
con tus ojos christalinos,
atraher las voluntades
de los jovenes lascivos:
Tu que con boca de nacar,
aunque de color fingido,
imaginas ablandar
los diamantes mas finos:
Tu que adornas la cabeça
con lazos, trenças, y rizos,
las mexillas con color,
las orejas con çarçillos,
el cuello con alabastro,
los dedos con los anillos,
con aguas de olor las manos,
y finalmente el vestido
con el oro, con la plata,
con la seda, y ambar fino,
para detener al joven
à tu voluntad cautivo.
Atiende, humanado Angel;
Angel he dicho, que digo?
Demonio, fiera cruel,
espantoso Basilisco,
que solo con vn mirar
de tus ojos, de improviso,
sin que llegues à tocar
con lança, espada, ni tiro,
matas, destruyes, sujetas
Al Aquiles mas temido:
Sirena siempre engañosa,
que con solapados silvos
atrahes los navegantes,
rendidos à tus suspiros:
Dragon, rayo, trueno, y aspid,
sierpe feroz, precipicio,
Tigre que nos despedaças,
Hydra del horrendo abismo:
Atiende, repara, escucha,
mira, advierte, que te digo,
eres de mayor mal causa
que Elena al Troyano hizo.
Quantos jovenes bizarros,
estàn en llamas hundidos,
sin remedio en el infierno,
porque miraron tu aliño?
Quantos Reyes, Que Monarchas?
Quantos Principes altivos,
Privados, Duques, y Condes,
Valientes, Pobres, y Ricos,
Eclesiasticos, Seglares,
medianos, grandes, y chicos
pueden ser de esta verdad,
por experiencia testigos! (...) (77).

La estrofa 27 ordena huir del Basilisco y retirarse del mundo, es decir, huir de las pasiones y renunciar a las ambiciones. A partir de este momento el cartujo desarrolla su propuesta y ofrece al lector una carta de marear alternativa, ascética y contemplativa para que consiga atracar en el Cielo. Esta estrofa y también la 31 presentan las aspiraciones materiales y espirituales como incompatibles, en sintonía con otros muchos autores: "El amor que devemos à Dios, no ha de dexar lugar, ni facultad al alma para amar lo temporal" (78). Las dedicaciones y los efuerzos son excluyentes y alérgicos: "Buscar las prosperidades del mundo, es huir de la Cruz de Cristo", "Servirle à el [se refiere al mundo] i à Dios no puede ser" (79); "A de ser vno de dos" (80)… También para el autor de la Navegacion para el Cielo las medias tintas no son viables. Pero es preciso reseñar que la Navegacion para el Cielo propugna la vía ascendente cuando la mística estaba en plena decadencia (81). La renuncia y desasimiento del mundo pregonizados no encajaban con una Iglesia adaptada al status quo politico. Se aceptaba que el riesgo podía desembocar en prestigio y que la perseverancia y el esfuerzo eran virtudes. El retiro y la vida contemplativa se habían cuestionado y desacreditado y se habían asocinado al reprobable ocio. Eran improductivos y entraban en contradicción con lo que entonces era considerado caritativo, solidario y útil. Orar era un ejercicio loable y se potenciaba, pero era más positivo obrar. En teoría estaba muy bien olvidarse del cuerpo y del mundo, pero en la práctica no:

Es claro engaño de aquellos q[ue] viendo en el recogimiento y exercicio de la oracion mental los da Dios sentimientos y consuelos [e]spirituales y gustos del Cielo, saca de aquí fastidio de las buenas obras q[ue] antes hazian, y afloxan en ellas para darse mas al recogimiento y oracion pareciendoles q[ue] desta manera tenian mas paz y quietud de [e]spiritu, y mas consuelos y gustos de Dios esto es manifiesto engaño de n[uest]ro adversario (82).

La religión se debía de expresar externamente a través de las buenas obras, de la inversión en los centros benéfico-sociales (83) y de la participación activa en las devociones comunitarias. El concepto "beatería" también hacía tiempo que tenía una connotación negativa . El clima espiritual no era igual al del siglo XVI. La imagen de los hombres de oración había cambiado: del desierto al monasterio y del retiro solitario al comunitario (84).Los padres directores dirigían y dosificaban los retiros y los ejercicios espirituales. La efervescencia se había templado y el listón espiritual rebajado. El recogimiento debía ser transitorio y la oración templada. Las manifestaciones y signos de la dolorosa y sufriente vía hacia la purificación; del desapego total y de la absoluta entrega tuvieron una nueva lectura peyorativa, se convirtieron en cómoda inactividad u ociosidad, alejamiento egoista e insolidario, placentera quietud y pose afectada de reclamo para el reconocimiento y la promoción:

Tambien tiene este maldito pueblo sus ermitaños y penitentes; unos que profesan virtud por sus comodidades, otros que viven solitarios por no hacer bien a nadie, otros que no comen de miserables, otros hacen penitencia porque los alaben; y ha llegado la locura a tal extremo, que hay quien derrame su sangre por parecer bien (85).

La estrofa 28 vuelve a funcionar como puente de enlace, envía a las décimas centrales, escritas "en este estilo oportuno". El cambio de métrica subraya la distinción, es una deferencia del cartujo hacia el fundador de su orden, puesto que va a ser "el gran solitario Bruno" quien va a tomar la palabra para subministrar más desengaños. No es la primera vez que el autor "cede la palabra" a voces más autorizadas, elocuentes o desengañadas. En la estrofa 5 había hablado Cristo, en la 7 y en la 23 el rey, y en la 16 y la 25 la dama. De la boca del cuerpo luminar y Santo brotan ahora las palabras que remediarán daños y darán luz.
 

La aspiración y la renuncia

San Bruno iconiza la destitución voluntaria y ostenta una naturaleza glorificada y eterna. Dió la espalda a los honores mundanos -la mitra, situada en un segundo término lo evidencia-, sujetó la cruz; centró y concentró su vida en torno a la oración. La estrofa 27 ya había introducido este tema de la renuncia asociada a la pureza (86). La estrofa 29 pide al lector que consiga su "bien de su mal", porque como explicaba F. Garau: "Males en vida suelen ser bienes en la muerte, i al contrario" (87). Le pide que despierte de la fragilidad e inconsciencia del sueño, que abra los ojos a la luz -como ya hizo en la estrofa 2- y que busque consciente y voluntariamente a Dios.

El lector puede recapitular, tiene abierta ante sí la mitad de la carta, puede también dominar sin ninguna dificultad el reverso. Es el momento de despertar del sueño del mundo -anunciado en la estrofa 3- y de repasar lo aprendido. La Navegacion para el Cielo había rasgado la apariencia de esplendor. El mérito no estaba en atesorar riquezas. Para el esfuerzo por lo material no se reconoce ninguna recompensa, para el desapego, sí .La Navegacion para el Cielo señala cuál debe ser el objetivo y lo ilumina -sol, vela, San Bruno- y exhorta al hombre a que utilice su potencial para alcanzar éste y a que desestime el otro. Intenta desviar y canalizar la energía de la insatisfacción humana hacia otras aspiraciones.

El impulso por el logro material era un hecho: "Mas son obedecidas sus leies [se refiere a las del mundo], que las de Dios" (88). La insatisfacción y la aspiración se reconocían como sentimientos naturales y razonables. Normalmente los moralistas, conciliados con la dinámica económica y política, intentaron armonizar la piedad con la actividad comercial y mercantíl. Bien fuera por comprensión o por implicación rebajaron las exigencias y se olvidaron de la exclusividad conformados o resignados con un reparto de tiempo y de energía: "Portáos en las cosas de el Criador de el mundo, con aquel fervor, y energia, que os portabades en las de el mundo" (89).

La aspiración inquietaba, los eclesiásticos clamaron por la moderación y la limitación, pero lograron casar las prácticas económicas con los ideales religiosos, consiguieron unir: "lo que es tan dificultoso de unir los oficios de Martha solicita con los exercicios de Maria contemplativa"(90).Cada proposición encontró su espacio. Normalmente un: "Muera viviendo quien quiera muerto vivir" (91), cohabitaba en armonía con un: "Nadie pues desconfie, q[ue] cada uno se puede hazer su Nobleza" (92). La perseverancia y el esfuerzo por lo material también tenía su recompensa. El cursus honorum era una amenaza, pero formaba parte del engranaje. Los cargos y ascensos eran un filón de incentivos a explotar.

El afán de superación, de ser más y de situarse en los cuadros era un hecho. Los cargos se perseguían y las promociones se festejaban. Desestimar los ascensos era una acción extraña. Una decisión personal de este tipo afectaba y repercutía sin duda en el colectivo institucional. La extravagancia del candidato de rechazar una promoción perjudicaba a la institución, disminuía la posibilidad de estar, de decidir e influir; equivalía a situarla fuera del sistema, repercutía en el prestigio y en la proyección. Aquella rara avis virtuosa sentiría la incomprensión y se vería sometida a la pertinaz e intensa presión de sus atónicos y fustrados compañeros:

Sobravanle meritos al Doctor Francisco, y no le faltaban poderosos valimientos para Canonicatos, y Arcedianatos, y otras mayores Prebendas, y Dignidades, à que le rogaron, é instaron muchas vezes sus amigos sacar la cara, sin mas que hazer que admitirlas; pero se resistiò tan constante como rehusò humilde este buen Siervo de Dios el complacerles (...) sirvamos dezia à solo Dios, y no à las honras del mundo, cuyo peso acarrea muchas inevitables pesadumbres (93).

Desestimar un cargo era una decisión incomprensible. La indiferencia y la renuncia eran actitudes anómalas, sólo la conveniencia o la comodidad podían explicarlas. Las instituciones se afanaban en acallar estas sospechas y en resaltar la excepcional e incuestionable virtud de aquel que había sido miembro. De este modo, intentaban, por la vía panegírica recuperar el prestigio que su renuncia les había negado:

Es digna advertencia contemplar, que por vno de dos motivos puede vn hombre despreciar el mando, ò por no verse aplaudido, ò por no vivir afanado. Despreciarle por no verse aplaudido, es mostrar la humildad en el desprecio. Dexarle por no vivir con afan, es mostrarse acomodado. Lo singular està, en q[ue] sea vno el motivo, y sea el sobrescrito otro, y siendo hija de la humildad la repugnancia, parezca, que lo dexa la conveniencia (94).

La Navegación para el Cielo recomienda la renuncia. La dedicación espiritual tiene absoluta prioridad. En la estrofa 32 parece que el autor duda del éxito de su propuesta pero no la rectifica. Obstinado en ablandar las duras e inalterables "almas de diamantes" de sus congéneres acaba el pasatiempo, en realidad, carta para la reflexión y la meditación, con la conmoción de una amenaza: "Y que si assi no te ablandas,/ El te negarà su cara".

Esta obra nos transmite un  mensaje de contención,  desvelando  engaños y  apuntando riesgos nos insta a que miremos el mar desde la orilla.
 

Notas

1. Delumeau.1989, p. 53

2.Navegacion para el Cielo. Barcelona: Juan Piferrer, 1735. Arxiu Històric de la Ciutat, Sección Grabados, Carpeta 35, s/n. 42,4x32 cms. Mal estado conservación. Existe otra edición en la Biblioteca de Catalunya, Barcelona: Juan Centenè, y Juan Serra, Impressores y Libreros, s.a. Gracias a V. Infantes pude consultar el artículo de J-F. Botrel donde analiza un ejemplar editado en Valencia por Francisco Burguet y da la referencia de las distintas ediciones del siglo XVIII. Las estrofas son las mismas, las imágenes, en cambio, sufren ligeras variantes, afectando especialmente a la escena de la Crucifixión.

3. El concepto "pasatiempo" lo emplea J. Gállego al tratar de la obra de Alonso de Ledesma.

4. Véase Hernando de Soto: "Muevemos lo fingido algunas veces", Bravo-Villasante, 1983, p. 100-101. Platón ya había escogido el diálogo como vehículo pedagógico porque favorecía un tipo de aprendizaje abierto y participativo. Partidario de instruir a los niños por el juego, rechazó la fuerza y la imposición, La República, Libro Séptimo, V, 2.

5. Bosch de Centellas y Cardona, 1759, p. 471-472.

6. Delumeau, 1989, p. 68.

7. Véanse: Delumeau, 1989, p. 53-69; González de Zárate, 1985, p. 321-337, agradezco a R. Escalera la gentileza de habérmelo enviado; y Bouza, 1990, p. 443-444.

8. Para conocer cuáles eran los canales más usuales de ascenso social y de ennoblecimiento en la Cataluña de la época, véanse: Amelang, 1986; Cilleruelo, 1984, p. 233-241; Fontana, 1982, p. 1-131 y Simón Tarrés, 1987, p. 72, nota 20.

9. La brevedad y vacuidad de la vida se asoció desde antiguo al sueño, vidrio, espuma, sombra, humo, polvo, heno, hierba marchita, paja seca, flor, rastro de una flecha en el aire, rastro de un navio en el mar, vela… y también al aire, viento y soplo. Véanse: Los Salmos, 39, 6-7; Job, 7, 7; Alvarez, 1990 y Bouza, 1990, p. 377-479.

10. Ladner, p. 256. Para conocer cómo se forja, desarrolla y proyecta la idea -consustancial a la tradición judeo-cristiana- del hombre como peregrino, huesped, exiliado, etc. y de la vida como tránsito, destierro, etc. véase: Mitre, 1988, p. 63-87.

11. Nieremberg, 1703, p. 85.

12. Mitre, 1988, p. 64-87.

13. Véanse: Sebastián, 1985, p. 78-9; González de Zárate, 1987, p. 139; Bravo-Villasante, 1978, p. 6, 140, 227 y 274.

14. Véanse: Bravo-Villsante, 1983, p. 27 y González de Zárate, 1987, p. 213.

15. Bravo-Villasante, 1981, p. 189.

16. Remeis contra la tentació de desesperació. Doctrina Cristiana, f. s/n.

17. Pràctica per ajudar a be morir, f. 7-11.

18. Affectes de confiansa. Doctrina Cristiana, f. s/n.

19. Bohurs, 1767, p. 61.

20. Breve compendio de modos Suaves y fuertes para Andar la alma amorosamente Importunando a Nuestro Señor.Devocionario, f. s/n.

21. Véanse: Sebastián, 1985, p. 160-161; Horozco de Covarrubias, Libro V. Emblema XXIII, p. s/n.; Garau, 1691, p. 293, 295, 296, 300, 304 y 306 y Garau, 1703, p. 416.

22. Santísimo Sacramento, f. s/n.

23. "Los puntapies que le dieron en toda su Passion, fueron ciento quarenta.// Las puñadas ciento y veynte y en la boca treynta.// Las bofetadas ciento y dos.// Los golpes en el pecho veynte y ocho.//(…) Trescientas y cincuenta vezes repelaron el cabello de su Santíssima Cabeza.// Setenta vezes tiraron los pelos de su Santissima Barba.// (…) Tuvo en su Santísssimo Cuerpo cinco mil quatrocientas y setenta y cinco heridas.// Las gotas de Sangre que derramò, fueron setecientas treynta mil quinientas.// Las lagrimas que por nuestros pecados virtiò, fueron seyscientas dos mil y ducientas", Palafox, 1737, p. 274-277. Véase también: Nieremberg, 1703, p. 352-360 quien, además de los padecimientos corporales, enumera y explica los emocionales y psíquicos.

24. Bosch, f. s/n.

25. Nieremberg, 1703, p. 315-317. Véanse también: Horozco de Covarrubias, Libro I. Emblema XXVII, p. s/n.; Bravo-Villasante, 1981, p. 392; Garau, 1703, p. 167 y Meditacion LI. De quan abominable es delante de los ojos de Dios, una Alma ingrata á sus beneficios. Relox de la Buena Muerte, p. 242.

26. Nieremberg, 1703, p. 103 y 107.

27. Véase: Garau, 1691, p. 312, 322, 325 y 327. El sentimiento de lástima hacia los ajusticiados: "los pobrets sentenciats" se impone. Los macabros preámbulos (amputaciones de las extremidades, azotes, etc.) se evitan, el patíbulo fijo pasa a ser de quita y pon y se desplaza en 1797 de la Esplanada, un paseo público de la Barcelona de la época, a la Ciudadela; el horario de las ejecuciones se modifica: de la luz del día a la oscuridad de la noche; finalmente, será la propia eficacia de la pena capital la que comienza a ser cuestionada, aunque todavía estaba lejos el día de su abolición. Véase: Foulcaut, 1990, p. 108-136.

28. El significado de las flores es múltiple. Por su naturaleza efímera simbolizan la fugacidad y la brevedad de la vida. Las flores de color rojo se asocian a la sangre y a la pasión de Cristo; pero, también son (y ésta sería a mi juicio la acepción que aquí adquieren) símbolo de las obras. Véase: Bravo-Villasante, 1981, p. 226.

29. Garau, 1703, p. 34. Véanse también: Bravo-Villasante, 1978, p. 179, 232 y 289 y González Palencia, 1946, p. 237.

30. Mañara, 1671, p. 10.

31. Garau, 1703, p. 421.

32. Garau, 1703, p. 403.

33. Garau, 1703, p. 293.

34. Rocaberti, 1701, p. 2.

35. Véase: Bravo-Villasante, 1978, p. 23; y para el significado de los dameros: Cirlot, 1985, p. 163.

36. Mañara, 1671, p. 10 y 16. La emblemática transmite esta idea en múltiples ocasiones, véanse entre otros muchos ejemplos: Bravo-Villasante, 1981, p. 194-195; Horozco de Covarrubias. Libro IV. Emblema L, p. s/n.; Bravo-Villasante, 1978, p. 100 y p. 130; González Palencia, 1946, p. 681 y García Mahiques, 1988, p. 190-192. También los refranes recogen y propagan esta idea, véase: Amades, 1935, p. 56.

37.Real Declamacion, f. 25. Véanse al respecto: Kantorowicz, 1985; Montaner, 1988, p. 191-208; Morán, 1990; Berteli, 1990; Lisón, 1991 y Burke, 1995.

38. Véanse: Bravo-Villasante, 1981, p. 323; Horozco de Covarrubias, Libro V. Emblema XIII, p. s/n.; Gónzalez Palencia, 1946, p. 227 y 322 y Garau, 1691, p. 331; y en el plano bilbiográfico: Bremond, 1982, Suleiman, 1977, p. 468-489 y Luoni, 1988, p. 211-232. Y para el sentido del espejo: González de Zárate, 1987, p. 67-70.

39. Rodríguez de la Flor, 1996, p. 42.

40. Véanse para las muertes ejemplares: Varela, 1990, p. 63-77 y 163-167; Martínez, 1993, p. 617-624; y para la exaltación de la virtud de la realeza: Royer de Cardinal, p. 108 y Bermejo, 1996, p. 311-327.

41. Véanse: Bravo-Villasante, 1981, p. 106-107, 116-117, 152-153 y 190-191; González de Zárate, 1987, p. 102, 103 y 105; Bravo-Villasante, 1978, p. 17, 65, 98, 134, 255 y 267; Garau, 1691, p. 153, 157 y 223; Garau, 1703, p. 61; Sebastián, 1985, p. 164 y Horozco de Covarrubias, Libro IIII. Emblema XLIII, p. s/n.

42. La idea de que lo más alto está más amenazado y de que cae con mayor estrépito fue expresada frecuentemente por la emblemática. Véanse por ejemplo: Bravo-Villasante, 1981, p. 310-311 y 336-337; Bravo-Villasante, 1978, p. 44 y 61; González Palencia, 1946, p. 404-417 y 477-483; García Mahiques, 1988, p. 42-43; González de Zárate, 1987, p. 167-169 y 179-180; Garau, 1691, p. 136, 138, 140, 221, 222 y 225 y Garau, 1703, p. 76.

43. Véanse: Bravo-Villasante, 1981, p. 20-21, 246-247, 270-271 y 274-275; Bravo-Villasante, 1978, p. 84; Garau, 1691, p. 133; Horozco de Covarrubias, Emblema XXXIII, p. s/n. y González Palencia, 1946, p. 258-262.

44. Véanse: Bravo-Villasante, 1981, p. 161 y González Palencia, 1946, p. 255.

45. Véase: Bravo-Villasante, 1981, p. 438.

46. Véanse: Ripa, 1983, p. 441; Bravo-Villasante, 1978, p. 263 y Garau, 1691, p. 226 y 280.

47. Krishnamurti, 1999, p. 137.

48. Garau, 1703, p. 128.

49. Garau, 1703. P. 175.

50. Garau, 1703, p. 175.

51. Garau, 1703, p. 181.

52. Ariès, 1983, p. 165-166.

53. Para el simbolismo de la luz, véase: García Mahiques, 1988, p. 167.

54. Véase: García Mahiques, 1988, p. 40.

55. Véase: Horozco de Covarrubias. Libro II. Emblema XXXII, p. s/n.

56. Véanse: Bravo-Villasante, 1981, p. 175 y Horozco de Covarrubias. Libro I. Emblema II, p. s/n.

57. Garau, 1691, p. 138.

58. Nieremberg, 1703, p. 214-215.

59. Véase: Bravo-Villasante, 1981, p. 131.

60. Moviendo el abanico las mujeres conversaban, seducían y citaban a sus amados. Para el lenguaje cifrado, gestual y seductor de los abanicos, véanse: Los abanicos, 1887) y (Rioja, s.p.i.

61. Véanse: Bouza, 1990, p. 399 y Bravo-Villasante, 1983, p. 82.

62. Mañara, 1671, p. 30.

63. Apocalipsis, 20, 14 y Bona, 1753, p. 178-179.

64. Véase: Ferrando, 1950, p. 65-66.

65.Véanse: Vernant, 1990, p. 19-49 y Rodríguez de la Flor, 1995, p. 127-131.

66. El tema del engaño de las apariencias fue recurrente, véanse como muestra: Bravo-Villasante, 1978, p. 118; Garau, 1703, p. 57, 75 y 512 y Sempere Guarinos, 1973, p. 18. (Doy las gracias a P. García Pérez por facilitarme las fotocopias de este libro y por la generosidad de obsequiarme con tantos otros).

67. Véanse: Dumont, 1983 y Ariès, 1989.

68. Expresión de V. Jankélévith recogida por: Ariès, 1983, p. 107.

69.Torres, 1726, p. 1-6.

70. Véanse: Ariès, 1983, p. 98-110 y 121-122 y Varela, 1990, p. 133-162.

71. Véase: Lain, 1961.

72. Arbiol, 1729, p. 28.

73. Bohurs, 1767, p. 18.

74. Nieremberg, 1703, p. 75-76.

75. Véanse: Sebastián, 1985, p. 152; Horozco de Covarrubias. Libro I. Emblema XXX, p. s/n.; Bravo-Villasante, 1978, p. 94 y Lao, 1985. Agradezco a A. Ibero esta última referencia.

76. Véase: Vincent-Buffault, 1986.

77.Nieremberg, 1703, p. 395. Véase también: Garau, 1703, p. 324.

78. Nieremberg, 1703, p. 389.

79. Garau, 1703, p. 164 y p. 249.

80. Horozco de Covarrubias. Libro II. Emblema XXVII, p. s/n.

81. Véase: Caro Baroja, 1985, p. 599.

82. Opúsculos Espirituales, f. 119.

83. Véanse: Novíssima Recopilación de las Leyes de España, p. 31-57; Serra, 1984 y L’ Avenç, p. 31-57.

84. Véanse: Caro Baroja, 1985, p. 211 y Lisón Tolosana, 1990, p. 38-60.

85. Mañara, 1671, p. 41-42.

86. "San Francisco temió salvarse si moria governando". Garau, 1703, p. 82.

87. Garau, 1703, p. 423.

88. Garau, 1703, p. 108.

89. Bohurs, 1767, p. 121.

90. Poca, 1743, p. s/n..

91. Garau, 1691, p. 412.

92. Garau, 1691, p. 19.

93. Salva, 1715, p. 11.

94. Rovira y Arnella, 1698, p. 11-12.
 
 

Bibliografía

ALVAREZ MARTINEZ, M. Conformaciones literarias del tema de la muerte en la lírica española. Madrid: Universidad Complutense de Madrid, 1990.

AMADES, J. La Mort. Costums i creences. Barcelona: Biblioteca de Tradicions Populars, XXIII, 1935.

AMELANG, J-S. La formación de una clase dirigente: Barcelona 1490-1714. Barcelona: Ariel, 1986.

ARBIOL, A. Visita de Enfermos, y Exercicio Santo de Ayudar a bien morir. Zaragoza: Pedro Carreras, 1729, 1ª ed. 1722. Biblioteca de Catalunya, 26-8º-275.

ARIÈS, Ph. El hombre ante la muerte. Madrid: Taurus, 1983, 1ª ed. 1977.

ARIÈS, Ph. y DUBY, G. Historia de la vida privada. Madrid: Taurus, 1989.

BERMEJO, V. La exaltación de la virtud en la propaganda regia. Del bivium heraclida al Speculum conscratum en el reinado de Felipe II. En LÓPEZ POZA, S. (ed.). Literatura Emblemática Hispánica. Actas del I Simposio Internacional. La Coruña: Universidade da Coruña, 1996.

BERTELI, S. Il corpo del re. Sacralitá del potere nell’ Europa medievale e moderna. Firenze: Ponte alla Grazie, 1990.

BOHURS, D. Pensamientos Christianos para todos los días del mes. Barcelona: Imprenta de Angela Martí Viuda, 1767. Arxiu Històric de la Ciutat, B-1767-12º (7).

BONA, J. De la preparacion para la muerte. Gerona: Joseph Brò, 1753. Biblioteca Pública Episcopal de Barcelona, 236.1 Bon.

BOSCH, T. Manual de Moribundos. En Miscelánea Religiosa. Biblioteca Universitat Barcelona, Ms. 1519.

BOSCH DE CENTELLAS Y CARDONA, B. Practicas de visitar los enfermos y ayudar a bien morir. Madrid: Oficina de Joachin Ibarra, 1759. Arxiu Històric de la Ciutat, A-12º-135.

BOTREL, J-F. Sur les usages de l´imprimé. La Navegacion para el cielo ou le jeu du chartreux.. En MONER, M. y CLEMENT, J-P. Hommage des Hispanistes français a Henry Bonneville. Societé des Hispanistes Français de l´Enseignement Supérieur, 1996, p. 39-74.

BOUZA ALVAREZ, J-L. Símbolos de la "securitas" cristiana en la concepción barroca del mundo: la muerte como sueño y traslación a puerto tranquilo. En Religiosidad Contrarreformista y Cultura simbólica del Barroco. Madrid: CSIC, 1990.

BRAVO-VILLASANTE, C. (ed. e intr.). Sebastián de Covarrubias. Emblemas Morales. Madrid: FUE, 1978, 1ª ed. 1610.

BRAVO-VILLASANTE, C. (ed. e intr.). Juan de Borja. Empresas Morales. Madrid: FUE, 1981, 1ª ed. 1581.

BRAVO-VILLASANTE, C. (ed. e intr.). Hernando de Soto. Emblemas Moralizadas. Madrid: FUE, 1983, 1ª ed. 1599.

BREMOND, C. et. al. L’ exemplum. Brepols: Turnhont-Belgium, 1982.

BURKE, P. La fabricación de Luis XIV. Madrid: Editorial Nerea, 1995.

CARO BAROJA, J. Las formas complejas de la vida religiosa (Religión, sociedad y carácter en la España de los siglos XVI y XVII). Madrid: Sarpe, 1985.

CILLERUELO UZQUIZA, M-A. Ennoblecimiento de Cataluña en el siglo XVIII (1700-1808). En Actes Primer Congrés d´Història Moderna de Catalunya. Barcelona: Edicions de la Universitat de Barcelona, 1984, vol. 2, p. 233-241.

CIRLOT, J-E. Diccionario de símbolos. Barcelona: Editorial Labor, 1985.

DELUMEAU, J. El miedo en Occidente (Siglos XIV-XVIII). Barcelona: Taurus, 1989, 1ª ed. 1978.

Devocionario. Biblioteca Universitat Barcelona, Ms. 1826.

Doctrina Cristiana, (s. XVIII). Biblioteca Universitat Barcelona, Ms. 16.

DUMONT, L. Essai sur l´individualisme. Une perspective anthropologique sur l´ideologie moderne. Seuil, 1983.

FERRANDO ROIG, J. Iconografía de Santos. Barcelona: Ediciones Omega, 1950.

FONTANA, J. (ed.). La economía española al final del Antiguo Régimen. Madrid, 1982, vol. 2.

FOULCAUT, M. Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión. Madrid: Siglo XXI Editores, 1990, 1ª ed. 1976.

GALLEGO, J. Alonso de Ledesma y la contaminación de lo sacro y lo profano: el pasatiempo religioso. En Visión y símbolos en la pintura española del Siglo de Oro.Madrid: Cátedra, 1984, p. 98-99.

GARAU, F. El Sabio instruido de la Naturaleza. Barcelona: Imprenta de Antonio Ferrer y Balthasar Ferrer Libreros, 1691, 1ª ed. 1675. Biblioteca de Catalunya, A-17-8º-133.

GARAU, F. El Sabio instruido de la Gracia. Barcelona: Joseph Llopis, 1703, 1ª ed. 1690. vol. 2. Arxiu Històric de la Ciutat, B-1703-8º (1).

GARCÍA MAHIQUES, R. Empresas Sacras de Núñez de Cepeda. Madrid: Ediciones Tuero, 1988, 1ª ed. 1682.

GONZÁLEZ DE ZÁRATE, J-M. Significaciones de la nave en la emblemática del barroco español antecedentes plásticos e ideológicos. En El barco como metáfora visual y vehículo de transmisión de formas. Actas del Simposio Nacional de Historia del Arte. Málaga, 1985.

GONZÁLEZ DE ZÁRATE, J-M. Emblemas Regio-Políticos de Juan de Solórzano. Madrid: Ediciones Tuero, 1987.

GONZÁLEZ PALENCIA, A. (pról. y n.). Diego Saavedra Fajardo. Obras Completas. Madrid: M. Aguilar Editor, 1946, 1ª ed. 1640.

KANTOROWICZ, E-H. Los dos cuerpos del rey. Madrid: Alianza Editorial, 1985.

KRISHNAMURTI. Sobre las relaciones. Madrid: Edaf, 1999.

LADNER, G-B. Homo viator. Medieval ideas on alineation and order. Cit. MITRE, E. La muerte vencida. Imágenes e historia en el Occidente Medieval (1200-1348). Madrid: Ediciones Encuentro, 1988.

LAIN ENTRALGO, P. Enfermedad y pecado. Barcelona: Toray, 1961.

LAO, M. Le Sirene (Da Omero ai Pompieri). Roma: Antonio Rotundo Editore, 1985.

L´ Avenç. Revista d’ Història, 91, (Març 1986), p. 31-57. Dossier: La caritat pública a l´Antic Règim.

LISON TOLOSANA, C. La España mental. I. Demonios y exorcismos en los Siglos de Oro. Madrid: Ediciones Akal, 1990.

LISÓN TOLOSANA, C. La imagen del rey. Monarquía, realeza y poder ritual en la Casa de los Austrias. Madrid: Editorial Espasa-Calpe, 1991.

Los abanicos. Su lenguaje expresivo. Con detalles de los alfabetos dactilológico y campilológico. Barcelona, 1887.

LUONI, F. Récit, exemple, dialogue. Poétique, avril, 1988.

MAÑARA, M. Discurso de la Verdad. Sevilla, 1671.

MARTINEZ GIL, F. Muerte y sociedad en la España de los Austrias. Madrid: Siglo XXI Editores, 1993.

MONTANER LÓPEZ, E. La imagen del rey. Alternativas y propuestas de la lectura. Mélanges de la Casa de Velázquez. Paris: Diffusion de Boccard, 1988, t. XXIV.

MORAN TURINA, M. La imagen del rey Felipe V y el arte. Madrid: Editorial Nerea, 1990.

NIEREMBERG, J-E. De la diferencia entre lo temporal, y eterno. Barcelona: Martín Gelabert, 1703, 1ª ed. 1640. Biblioteca de Catalunya, 6-II-75.

Novíssima Recopilación de las Leyes de España. Madrid: Boletín Oficial del Estado, 1976, vol. I.

Opúsculos Espirituales, (s. XVIII). Biblioteca Universitat Barcelona, Ms. 1134.

Pràctica per ajudar a be morir, (s. XVIII). Biblioteca Universitat Barcelona, Ms. 46.

PALAFOX, J. de. Exercicios devotos, en que se pide à la Virgen su amparo para la hora de la muerte. Barcelona: Antonio Arroque, 1737, 1ª ed. 1656. Arxiu Històric de la Ciutat, B-1737-12º (1).

Real Declamacion De la Mui Catholica y Leal Monarquia De España en la Muerte De Su Gran Rei y Mui Amado Señor Don Carlos Segundo. Arxiu Històric de la Ciutat, Ms. A-41.

Relox de la Buena Muerte, que señala las horas a sus Congregantes. Barcelona: Bartholomè Giralt Impressor, 1711. Biblioteca de Catalunya, Sig. 24-8º-734.

POCA, J. Aprobacion del R.P. Joseph Poca de la Compañía de Jesus, Maestro en Theologia en el Colegio de Belèn, y Examinador Synodal de los Obispados de Barcelona, Gerona y Lerida. En ARIÑO, P. Un Fenix Agustiniano, tan feliz en su fallecimiento que se inmortaliza à la fama y se eterniza en la Gloria. Barcelona: Imprenta de Juan Piferrer, 1743. Arxiu Històric de la Ciutat, B-1743-8º op. 1.

RIOJA, V. De la. El libro de los enamorados y el Secretario de los amantes. Aumentado con el lenguaje del abanico, s.p.i.

RIPA, C. Iconología. Madrid: Akal, 1983, 1ª ed. 1593.

ROCABERTI, J. Lagrimas Amantes de la Excelentissima Ciudad de Barcelona. Barcelona: Imprenta de Iuan Pablo Marti, 1701. Arxiu Històric de la Ciutat, B-1701-12º (4).

RODRIGUEZ DE LA FLOR, F. Del cuerpo del pecado al cuerpo fantasmático. En DÍEZ BORQUE, J-M. Culturas en la Edad de Oro. Madrid: Editorial Complutense, 1995.

RODRIGUEZ DE LA FLOR, F. Arte y enigma. (El retrato de Inocencio X no es "inocente"). El Urogallo. Revista literaria y cultural, abril, 1996.

ROVIRA Y ARNELLA, J. El cedro del Líbano caido a la voraz guadaña de la Muerte, erigido aguila. Oracion Funebre, que en las sumptuosas Exequias del Reverendissimo P.M.Fr. Iuan de Velasco (…). Barcelona: Jayme Surià Impressor, 1698. Biblioteca Universitat Barcelona, C-194-8-19.

ROYER DE CARDINAL, S. Morir en España (Castilla Baja Edad Media). Buenos Aires: Universidad Católica Argentina, s/a.

SALVA, L. Perenne Monumento, y Funebres Lamentos que en las Exequias, Translacion, y Entierro en la Iglesia del Oratorio de San Felipe Neri de esta Ciudad, se erigió al Apostolico, y Venerable Varon el Muy Reverendo Dr. Francisco Garrigó. Barcelona: Francisco Guasch, 1715. Arxiu Històric de la Ciutat, B-1715-8º (folleto) op. 6.

SANTÍSIMO SACRAMENTO, F. Tratado provechosíssimo para ayudar a bien morir. En Opúsculos espirituales. vol. 3. Biblioteca Universitat Barcelona, Ms. 1134.

SEBASTIÁN, S (ed.). Alciato. Emblemas. Madrid: Akal, 1985, 1ª ed. 1581.

SEMPERE Y GUARINOS, J. Historia del Luxo y de las leyes suntuarias de España. Madrid: Ediciones Atlas, 1973, vol. I.

SERRA I PUIG, E. La casa dels infants orfes de Barcelona (1652-53) (esbós d´aproximació a una font per a l´estudi de la beneficència a la Barcelona del segle XVII). Seminari Aplicacions Didàctiques, 3. Tarragona, 1984.

SIMÓN TARRÉS, A. La familia catalana en el Antiguo Régimen. En GARCÍA CÁRCEL, R. (dir.). La familia en la España mediterránea. Barcelona: Editorial Crítica, 1987.

SULEIMAN, S. Le récit exemplaire. Parabole, fable, roman à thèse. Poétique, 32, 1977.

TORRES, D. De. Cathedra de Morir. Madrid, 1726. Biblioteca de Catalunya, 4-I-109 Varios.

VARELA, J. La muerte del rey. El ceremonial funerario de la Monarquía Española 1500-1885. Madrid: Turner, 1990.

VERNANT, J-P. Cuerpo oscuro, cuerpo resplandeciente. En FEHER, M. (ed.). Fragmentos para la historia del cuerpo humano. Madrid: Taurus, 1990.

VICENT-BUFFAULT, A. Histoire des larmes. XVIIIe-XIXe siècles. Paris: Editions Rivages, 1986.
 

© Copyright Esther Galindo, 2002
© Copyright Scripta Nova, 2002
 

Ficha bibliográfica

GALINDO, E. Esfuerzo y desapego en la navegación para el cielo, un pasatiempo religioso del siglo XVIII.  Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, vol. VI, nº 119 (20), 2002. [ISSN: 1138-9788]  http://www.ub.es/geocrit/sn/sn119-20.htm


Menú principal