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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VI, núm. 119 (36), 1 de agosto de 2002

EL TRABAJO

Número extraordinario dedicado al IV Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)
 

LAS CONSECUENCIAS SOCIALES DE LA DESOCUPACIÓN EN ARGENTINA.
EL DESEMPLEO Y SUS MÚLTIPLES MODOS DE EXCLUSIÓN

María Gabriela Merlinsky
Profesora e Investigadora. Facultad de Ciencias Sociales
Universidad de Buenos Aires. Argentina


Las consecuencias sociales de la desocupación en Argentina. El desempleo y sus múltiples modos de exclusión (Resumen)

La cuestión del desempleo y sus consecuencias sociales reincorpora el tema de la exclusión social y sus nuevos modos de manifestación. En este trabajo nos proponemos el análisis de este fenómeno desde dos perspectivas complementarias. La primera de ellas, de corte estructural, se concentra en captar estadísticamente (en términos sociodemográficos y con relación a los antecedentes laborales) las características más importantes del contingente de desempleados de la región del Gran Rosario (Argentina), buscando establecer quienes son los grupos sociales más afectados. La segunda de ellas, en clave interpretativa, se propone dar cuenta de los conflictos que plantea la desocupación para el propio individuo, su familia y sus redes de relaciones. Se propone una línea de análisis que vincula la vivencia actual del desempleo (como ruptura temporal y espacial) con la visión retrospectiva del pasado laboral.

Palabras clave: desempleo, género, exclusión


Social consequences of unemployment in Argentina. Unemployment and its different ways of exclusion (Abstract)

The unemployment issue and its social consequences reintroduce the topic of social exclusion and its different forms of manifestation. This report is meant to analyse this phenomenon from two perspectives. The first perspective, in structural terms, focuses on understanding statistically (in socio-demographical terms and in relation to labor backgrounds) the most important features of the unemployed labor force in the region of Gran Rosario (Argentina), trying to define which groups are the most affected. The second perspective, on interpretative grounds, aims at informing about the conflicts the individuals, his family and his circle of relations have to endure due to unemployment issues. It also puts forward a new line of analysis that links present experiences which stem from unemployment (as a temporary and spatial fracture) with a retrospective view of the past working days.

Key words: unemployment-gender-exclusion


Los cambios estructurales en los modos de funcionamiento de la economía argentina en los años 90 vinieron unidos a importantes cambios en el funcionamiento del mercado de trabajo. El programa de ajuste estructural, denominado "plan de convertibilidad" cuyo principal objetivo fue desarrollar una estrategia que permitiera cumplir con las obligaciones financieras internacionales, y al mismo tiempo producir un proceso irrestricto de apertura de la economía argentina, fue el principal factor que aceleró las tensiones previamente existentes en el mercado de trabajo argentino.

La apertura irrestricta de la economía produjo el cierre de establecimientos que no pudieron adecuarse a las exigencias de la competencia externa, la reforma del estado implicó la pérdida del poder contrabalanceador que ejercía éste en la absorción de empleo, las reformas monetarias y particularmente, las ligadas a la fijación de altas tasas de interés no facilitaron la reconversión de aquellas unidades productivas que necesitaban encarar una reestructuración para hacer frente a la competencia externa. Por último, la ausencia de criterios orientadores para la incorporación de cambio tecnológico, sumado al descenso abrupto en los costos de los bienes de capital, produjeron una sustitución de trabajo por capital. La conclusión más importante es que se llevó adelante un proceso de reformas estructurales sin prever que produciría altos niveles de desempleo en el corto y mediano plazo en una magnitud que no podría ser absorbida por la economía.

En el caso de las economías regionales, este proceso ha sido aún más gravoso dado que muchas de ellas tenían una fuerte orientación hacia el mercado interno, tal el caso del Gran Rosario, con una economía basada en una industria local intensiva en mano de obra y que fue incapaz, por defectos propios y por procesos desatados por el Plan Económico de reconvertir su actividad y crear actividades sustitutivas capaces de demandar empleo (Rofman, 1996; Palomino y Schvarzer, 1996; Schvarzer, 1998).

La producción local, organizada sobre la base del sector metalmecánico, y fuertemente orientada al mercado interno, resultó especialmente dañada por las importaciones sustitutivas. El rubro textil acompañó esta tendencia negativa. A ello, se agregaron las irresueltas dificultades de la actividad química y petroquímica durante los primeros cuatro años de la convertibilidad, imposibilitada de competir internacionalmente por el atraso en el tipo de cambio. Finalmente, en algunos grandes conglomerados productivos comenzaron a implantarse nuevas tecnologías productivas -como en la industria aceitera exportadora- que incidió negativamente sobre la demanda laboral. Como resultado de esta contracción en el sector dinámico del área, las dificultades económicas se propagaron al comercio y los servicios, que experimentaron fuertes retrocesos en su nivel de actividad y en su capacidad de ofrecer plazas laborales a quienes quedaron fuera del circuito productivo manufacturero (Rofman, 1997).

El Gran Rosario, fue por lo tanto, durante toda la década del 90 una región con altas tasas de desocupación, y con una tendencia a la baja en la tasa de empleo. En efecto, el valor más bajo de la serie de los 90 se registra en 1993 (10,8%), la tasa se duplica en mayo de 1995, llegando al 20,9 por ciento, tiene un descenso entre 1997 (16,1 % en mayo) y 1998 (13,8 % en mayo). Sin embargo, en mayo del 2000 sigue siendo muy alta (18,5%). (Gráfico 1). Por ese motivo, nos concentramos en el análisis de las consecuencias sociales de la desocupación en esta región en la década de los 90, dado que por la permanencia de estas tendencias, su población ha estado expuesta a una situación de desempleo estructural.

Figura 1

En nuestra investigación hemos reunido información sobre el impacto y consecuencias de la desocupación sobre distintos grupos sociales a partir de un primer enfoque estructural, donde analizamos a partir del relevamiento de las respectivas ondas de la encuesta permanente de hogares (1994-1997) las principales variables sociodemográficas y ocupacionales que permiten caracterizar al contingente de desocupados. En una segunda instancia, nos concentramos en la perspectiva de los sujetos analizando cómo experimentan el pasaje de la ocupación/inactividad al desempleo, teniendo en cuenta su trayectoria pasada, la modificación en la cotidianeidad de los vínculos familiares, los cambios en las relaciones de género y la forma en que los desempleados recurren a las redes sociales.

Por razones de espacio, no se han incluido en esta ponencia, los testimonios sobre la base de los cuales realizamos el análisis; sin embargo corresponde aclarar que la construcción de datos cualitativa, se hizo enteramente a partir del relato testimonial de los entrevistados recogido a través de entrevistas en profundidad.

La selección del período bajo estudio (1994-1997) tiene la potencialidad de captar un momento de quiebre en el mercado de trabajo argentino, dado que en 1995 la tasa de desocupación experimenta un pico ascendente hacia un valor mayor del que no descenderá en el resto de la década.
 

Los perfiles sociodemográficos de la desocupación: los cambios en las pautas de participación económica de los hogares

En el período 1994-1997 vemos que, en términos de la participación económica de los distintos miembros del hogar, hay un descenso generalizado de las tasas de actividad (jefes, cónyuges, hijas mujeres, otros familiares) manteniéndose estable la tasa de actividad de los hijos varones (30,4 %) y con un descenso marcado entre las cónyuges (de 37,2% a 33,6% en las dos puntas del período).

Si analizamos las tasas de desocupación por posición en el hogar, vemos que se registra un empeoramiento de la situación laboral de los principales aportantes económicos del hogar (jefes y jefas de hogar) quienes tienen un aumento relativo importante de su tasa específica de desocupación en el período analizado, mucho mayor en las jefas mujeres que en los jefes varones. En efecto, las jefas mujeres pasan de una desocupación del 12,1 por ciento a una desocupación del 17 por ciento. Los jefes varones aumentan su tasa de desocupación en un punto, pero en un contexto de descenso de su tasa de actividad. A igual posición en el hogar, las tasas específicas femeninas son siempre más altas que las de los varones, en este punto se destacan las hijas mujeres cuya desocupación pasa del 6,2 por ciento al 28,6 por ciento (Gráfico 2).

Este último dato, nos permite observar que el importante aumento relativo de las tasas de desocupación de los principales aportantes del hogar, no oscurece el hecho, de que las tasas de desocupación de los otros miembros del hogar han aumentado (hijas mujeres) o se han mantenido estables (hijos varones). (Gráfico 2).

Figura 2
Tasas de desocupación de los miembros integrantes del hogar (1994-1997)

Las cónyuges, en cambio expresan el empeoramiento de su situación con sucesivas entradas y salidas el mercado de trabajo (indicado por una tasa de actividad cíclica que aumenta más cuando se registra un pico de desempleo entre los jefes varones) y con una tendencia a la baja en su tasas de desocupación (del 12% al 9,8% en los picos del período). (Gráfico 2).

Ello demuestra que los problemas de empleo se han agravado incluso para los "trabajadores complementarios", poniendo en evidencia las restricciones que enfrentan los hogares en términos de obtener recursos a través de su participación en el mercado de trabajo.

Por último, aunque no menos importante, en el período bajo estudio emerge con fuerza el desempleo de larga duración, que no era un fenómeno de importancia hasta 1994. Ello es consistente con el aumento de las tasas específicas de desocupación. Efectivamente, durante el período bajo estudio el porcentaje de desempleados que lleva más de un año en esa situación pasa del 7,6 por ciento al 17,4 por ciento. Considerando las características sociodemográficas analizadas, son los jefes y las cónyuges quienes experimentan un aumento similar en la proporción de desempleados que lleva más de un año en esa situación. Entre mayo de 1994 y octubre de 1997 los jefes desempleados que llevan más de un año pasan del 7,7 por ciento al 22,4 por ciento (Gráfico 3). Entre las cónyuges la cifra trepa del 11,1 al 20 por ciento.

Figura 3
Evolución de los porcentajes de desempleados temporales

Se podría decir que el desempleo de los jefes de hogar, tiende a desencadenar episodios de desempleo entre otros miembros del hogar. Ello implica un cambio en la incorporación al mercado de trabajo por la vía del desempleo comparando la situación de finales de los 80 y principios de los 90. En aquella década, los aumentos en la tasa de actividad y desempleo se podían explicar por el fenómeno del trabajador complementario que se incorporaba al mercado de trabajo en búsqueda de empleo sin poder encontrarlo, buscando aportar ingresos adicionales al presupuesto familiar (1). En el período bajo estudio, los problemas de empleo abarcan masivamente a los distintos miembros del hogar. Si para los principales aportantes del hogar se expresa como un aumento en las tasas de desocupación abierta, para los trabajadores complementarios se expresa como desempleo oculto por desaliento (en las cónyuges) o como una combinación de desaliento y mayor desempleo abierto (en los hijos varones e hijas mujeres).
 

Los expulsados del mercado de trabajo rosarino en el período

En cuanto a quienes son expulsados del mercado de trabajo hay una tendencia a la expulsión de asalariados y de población económicamente activa con niveles de calificación intermedios y con niveles de educación intermedios. Es importante remarcar que la población económicamente activa de bajo nivel educativo, mantiene tasas específicas de desocupación altas, sin embargo, es más alta aún la tasa de desocupación de la PEA con secundario incompleto y la tasa de desocupación de la PEA con terciario y universitario incompleto. (En octubre de 1997 la tasa de desocupación de los trabajadores con secundaria incompleta es del 15,8 por ciento frente al 14,9 por ciento entre los que tienen primaria completa y el 13 por ciento entre los que tienen primaria incompleta, en el otro extremo los de mayor nivel educativo tienen una tasa del 5,2 por ciento) . (Gráfico 4).

Figura 4
Tasa de desocupación de la PEA según el nivel educativo.1994-1997

Esto estaría marcando un patrón de exclusión que se ensancha hacia los niveles intermedios de la escala educativa, sin que el fenómeno de expulsión de trabajadores con bajos niveles educativos se detenga.

En cuanto a las características de los desocupados según sus antecedentes laborales el mayor incremento en las tasas específicas se da en la categoría de asalariados (del 10,6 al 12,7%). Nuevamente se refuerza el aspecto de las tasas especificas femeninas más altas. Si la mayor proporción de desempleados a lo largo del período la constituyen los asalariados, es mucho más alta la expulsión de asalariadas mujeres hacia el final del período (octubre de 1997).

Este fenómeno se repite cuando analizamos las tasas específicas de desocupación por nivel educativo y por calificación ocupacional, donde nuevamente las tasas especificas femeninas son más altas.

En términos de calificación ocupacional se repite la situación analizada respecto al nivel educativo: si bien los trabajadores no calificados tienen tasas más altas de desocupación, a lo largo del período aumentan las tasas de desocupación de los trabajadores con calificación intermedia (de 9,4% a 10,9%) mientras que disminuyen las tasas de desocupación de los trabajadores no calificados (de 21,3% a 15,3%). (Gráfico 5). Analizamos este fenómeno en términos de lo que la literatura denomina devaluación de las credenciales educativas (Gallart, 1995). Esto significa que las firmas tienden a elevar los requerimientos de capacitación incluso para puestos que no requieren necesariamente un nivel de conocimientos equivalente. Es posible que en un mercado de trabajo tan deprimido como el rosarino, este comportamiento se refuerce aún más.

Figura 5
Tasa de desocupación según calificación ocupacional (1994-1997)


Los nuevos patrones de la desocupación y sus implicancias teóricas

En el análisis del aglomerado Gran Rosario, especialmente entre 1994 y 1995 se observa con bastante nitidez este proceso por el cual los más afectados por el desempleo son los trabajadores primarios subordinados. Estos son los trabajadores del sector primario que desarrollan las ocupaciones de la clase operaria tradicional así como las posiciones de los trabajadores sindicalizados en los niveles más bajos del trabajo de ventas y administración, y se distinguen de los trabajadores del sector secundario (posiciones de trabajo no calificadas, en el área de comercios y servicios y a tiempo parcial) y de los "primarios independientes" (posiciones intermedias, oficios manuales, profesionales independientes) por la importancia de la presencia sindical. (Edwards, 1979, p.171, en Singer, 1999, p. 26-27) (2). Si tenemos en cuenta las características de la estructura económica rosarina de las últimas décadas, vemos que se trata de una economía con una base industrial muy ligada al mercado interno y con grandes dificultades de reconversión. En este aglomerado, la apertura indiscriminada de la economía, generó impactos particularmente gravosos, donde gran parte de la producción local no pudo enfrentar la competencia externa. Ello llevó a la sustitución de productos locales de la industria manufacturera por otros importados. Este rasgo de cambio estructural de la economía permitía anticipar que una gran parte de los trabajadores desplazados serían los "primarios subordinados".

Aquí es importante remarcar los cambios producidos en el aglomerado Gran Rosario a partir de 1995 ya que hasta esa fecha, el desempleo de los principales aportantes económicos del hogar no tenía un peso tan significativo. Entre 1994 y 1995 la mayor proporción de desempleados la constituían los jóvenes, a partir de esta fecha los jóvenes disminuyen su participación en el total de desempleados, por efecto de la incorporación de una gran masa de varones en edad central desempleados.

Por otra parte, hacia 1997 en el análisis de los patrones de expulsión empieza a registrarse un importante nivel de desempleo en las ramas de la construcción entre los varones y en las ramas de servicios entre las mujeres. Esto estaría indicando que los trabajadores secundarios, también experimentan episodios de desempleo por el agotamiento de las vías para la realización de trabajos temporarios en la economía informal.

Este cambio en la estructura de la desocupación, y la presencia de más miembros desocupados en un mismo hogar, sumado al aumento de la duración del desempleo, muestra que este fenómeno (aunque no exclusivamente) está contribuyendo a desarrollar uno de los procesos más importantes de la exclusión social que es la exclusión económica: la imposibilidad de insertarse económicamente en la estructura social, a partir de que las personas no pueden participar en la economía a través del trabajo, que es en las sociedades capitalistas (para aquellos que no tienen acceso al capital) la única manera de garantizar ingresos para satisfacer necesidades.

Este fenómeno a su vez, presenta una permanencia a lo largo de la última década y no manifiesta signos de modificación. En esos términos, es importante considerar las huellas que este proceso deja en la conciencia social, teniendo en cuenta que nuestro país ha sido (y en ello la estructura social del Gran Rosario es paradigmática) un país de pleno empleo, con una importante base industrial, y con condiciones de empleo asalariado protegido.
 

El desempleo desde la perspectiva de los actores

Teniendo en cuenta las consideraciones anteriores, nos concentramos en reconstruir los perfiles sociales de la desocupación considerando la forma que adquiere el significado de esta experiencia para los propios trabajadores, teniendo en cuenta sus antecedentes laborales, su género y generación.

La construcción de los datos en esta etapa de la investigación, se realizó a partir de veintiséis entrevistas semi-estructuradas y diez entrevistas en profundidad, que fueron realizadas a varones y mujeres en situación de desempleo abierto (que no tienen ocupación y desearían tenerla) y que fueron seleccionados de acuerdo a los criterios de muestreo orientados por los resultados del análisis de los perfiles sociodemográficos de los desocupados, así como por criterios de relevancia teórica. Para la elaboración de la muestra de entrevistas se tuvo en cuenta:

a )Las diferencias en cuanto a la trayectoria laboral anterior (desocupados que provienen de la inactividad -con o sin experiencia laboral-, desocupados que han sido asalariados estables y desocupados con ocupaciones anteriores inestables).

b)Diferencias en cuanto a posición de los entrevistados en la estructura familiar (desocupados que son jefes/jefas de hogar y desocupados que son otros integrantes del hogar -focalizando en este último grupo en el papel de cónyuges e hijos jóvenes).

c) Las diferencias por género y generación. (Varones y mujeres en edad central por un lado entre 25 y 59 años , jóvenes entre 15 y 24 años, y mayores de 60 años). Además de esta distinción (jóvenes/adultos) nos concentramos en entrevistar a varones y mujeres desempleados, observando la emergencia de diferentes roles económicos entre las mujeres.
 

El relato de la experiencia del desempleo

El relato de los actores sociales nos muestra que el desempleo está asociado a varias formas de exclusión social: una de ellas es la perdida de prestigio, de status reconocido. Nuestros entrevistados que trabajaron como asalariados en el cordón industrial del Gran Rosario durante muchos años (los trabajadores "primarios subordinados"), nos han testimoniado dramáticamente que se sienten excluidos porque han perdido una forma de auto-referenciarse en la posición de clase que han perdido. El significado del desempleo para los propios actores, da cuenta de cómo el desempleo participa de distintos procesos de exclusión desde múltiples puntos de vista.

En el análisis de la experiencia de la desocupación que hacen los propios actores se esbozan distintos modelos interpretativos, donde la referencia al pasado configura una significación diferente de lo que actualmente de define como desempleo. Ello implica una estructuración diferente de la temporalidad (Jahoda, 1987) y por lo tanto, una definición diferente del pasaje de la ocupación a la desocupación o de la inactividad a la desocupación.

Quienes tienen una referencia temporal nítida con respecto al episodio de pasaje de la ocupación a la desocupación son los trabajadores que se desempeñaban en empleos estables. Para ellos hay una distinción clara entre ocupación (ese empleo que tuvieron durante años) y desocupación (la situación actual de privación). En esos términos la forma en que se define aquello que se ha perdido tiene mucha relación con cómo es experimentada la situación actual. En este grupo el desempleo aparece como un proceso profundamente desintegrador porque está directamente ligado a la pérdida de status social en su grupo de origen. La descripción que hacen de su situación está ligada a la revalorización de sus capacidades como trabajadores con muchos años de antigüedad y experiencia, y al sentimiento de creciente desvalorización en el presente, vinculado a su sentimiento de falta de lugar, la dificultad para conservar lo que tanto costó adquirir a lo largo de la vida y la sensación de que el futuro de sus hijos es un escenario de inestabilidad a diferencia de lo que les sucedió a ellos en el pasado.

Aquellos desempleados que tenían una inserción laboral inestable y ya habían experimentado situaciones de pasaje entre ocupación, desocupación e inactividad, expresan el empeoramiento de las condiciones para la supervivencia pero tienen una estructuración temporal diferente, su relato se orienta hacia las privaciones diarias de su cotidianeidad y no a la pérdida de empleo. En esos términos, la percepción de la situación actual tiene una mayor carga pragmática ligada a enfrentar por distintos medios la supervivencia diaria. Su auto-percepción como desocupados no tiene tanto que ver con la pérdida de status reconocido, sino con una crónica de la identidad del yo que presenta signos de fragmentación por la imposibilidad de estructurar un proyecto de vida. Su referencia más importante con respecto a sí mismos, se refiere a la angustia que les genera "vivir al día".

Por último, para los que experimentan la desocupación como nuevos trabajadores que salen al mercado ante el empeoramiento de la situación de empleo e ingresos del grupo familiar la percepción del pasaje a la situación de desempleo es diferente según se trate de jóvenes o mujeres adultas.

Para los jóvenes nuevos ingresantes, el desempleo es más desestructurante y hay una abrupta ruptura de la temporalidad si implica a su vez la interrupción de una trayectoria escolar; en ese caso hay una clara distinción entre la realización de una actividad aunque no sea un empleo (la escuela) y la pérdida de un espacio de organización de la temporalidad. El desempleo en consecuencia, adquiere un significado distinto si es vivido como un acontecimiento en una trayectoria "laboral y educativa", en comparación al significado que tiene si ya no se piensa continuar en el sistema educativo y el ingreso al mundo laboral -que es percibido como excluyente del mundo de la escuela- se da a través del desempleo. En este último caso se trata de un pasaje de exclusión ya que se da una transición desde una estructura integrativa (la escuela) hacia una situación de exclusión (no poder acceder al mercado de trabajo).

Para las mujeres adultas, el pasaje de inactivas a desocupadas no tiene una referencia clara en el tiempo, aunque está muy ligado a los cambios en la situación de empleo de los otros miembros del grupo familiar. Su auto percepción como desempleadas está más ligada a los problemas de empleo de otros integrantes del hogar y que repercuten en la esfera privada ("cuando mi marido se quedó sin trabajo yo empecé a buscar").

Aquí la emergencia de la desocupación aparece como un período gris cercano a la fecha en que el jefe y otros aportantes del hogar quedaron sin trabajo o empeoraron su situación de ingresos. Entre estas mujeres, a medida que pasa el tiempo o la búsqueda se vuelve infructuosa, la definición que ellas mismas hacen de su situación tiene que ver con el desaliento y las mayores dificultades para obtener empleo, en comparación con épocas pasadas.
 

El desempleo, la vida familiar y los cambios en las relaciones de género

La literatura sobre consecuencias sociales de la desocupación da mucha importancia al análisis del proceso que debe enfrentar un desempleado en el contexto de sus redes de relaciones. (Discry Théate, 1996; Fagin y Little, 1984). Cuando analizamos más específicamente los cambios que sobrevienen en el grupo familiar cuando uno o varios miembros quedan desempleados, vimos sobre todo que hay tres consecuencias importantes que aparecen de forma reiterada en las familias con las que hemos tomado contacto.

En primer lugar, el desempleo origina importantes cambios en las pautas de conformación de los hogares, expresándose en separaciones, y conformación de nuevos hogares por allegamiento cohabitacional. En algunos casos, estos cambios se relacionan con conflictos preexistentes que el desempleo viene a actualizar; en otros casos, la misma situación de pérdida de ingresos genera mayor conflictividad familiar, especialmente a partir de la emergencia de la desocupación de más de un miembro.

En segundo lugar, y en lo que se refiere a los cambios en la división del trabajo en el hogar, una consecuencia importante es la intensificación del trabajo de las mujeres (ya sea porque buscan activamente empleo estando desempleadas o porque aumentan la cantidad de horas de trabajo) y ello trae aparejado problemas en el rendimiento escolar de los niños, en tanto la familia les ha delegado la responsabilidad por las tareas vinculadas a la reproducción social en el hogar.

En tercer lugar, la reconstrucción del episodio de la desocupación, conjuntamente con las trayectorias laborales de los distintos miembros del hogar, permite constatar que en muchos casos, el desempleo del jefe de hogar y/o la cónyuge, trae aparejado el desempleo de otros miembros, que salen a buscar trabajo para recomponer el presupuesto doméstico a partir de la pérdida de ingresos. En este aspecto los datos cualitativos son muy consistentes con los indicios que fuimos expresando en el análisis de las tasas específicas de desocupación y en la comparación de las tasas de actividad de los distintos miembros del hogar.

La diferente forma de enfrentar la desocupación entre los varones y las mujeres del grupo doméstico, permite extraer importantes conclusiones acerca de los cambios que se producen en las relaciones de género de los miembros del hogar.

Para los varones, estar desempleado, pone en crisis su representación en torno al trabajo remunerado como sostén de la identidad masculina. Todo esto está indicando que junto a la depresión que la desocupación genera en varones y mujeres, en el caso de los primeros el relato de esta sensación de pérdida de interés y desmotivación viene unido a una crisis con respecto a la percepción que tienen los varones respecto de su papel en el hogar.

En ese sentido, siguen teniendo mucha vigencia las primeras investigaciones sobre las consecuencias sociales de la desocupación que planteaban la cuestión del trabajo como referente importante de la temporalidad cíclica. (Jahoda, 1987) El retorno de los varones a la esfera privada significa una mayor dificultad para organizar la temporalidad, ya que no tenía el hábito de organizar una rutina diaria en el interior del hogar. Para las mujeres en cambio, el desempleo implica una crisis de identidad sólo entre aquellas que tienen una imagen del trabajo como carrera profesional. Para quienes -como la mayor parte de nuestras entrevistadas- realizaban un trabajo remunerado ligado a la mercantilización de tareas domésticas, el desempleo implica una pérdida de un espacio "fuera del hogar", pero no produce desestructuración temporal. La rutina diaria se reorganiza en la esfera doméstica y la desestructuración es espacial antes que temporal. Sólo entre aquellas mujeres que tienen una imagen del trabajo como carrera profesional, el desempleo implica también una ruptura temporal.

Se podrían establecer entonces algunos nexos teóricos entre el significado del desempleo para varones y mujeres, y la relación que existe entre el trabajo y la percepción de la masculinidad y feminidad. Para los varones el desempleo produce una ruptura temporal y espacial porque el trabajo remunerado está ligado a su percepción de realización de actividades en la esfera pública, como sostén económico del hogar. Para las mujeres el desempleo, produce una ruptura temporal, pero no genera tanto conflicto entre lo público y lo privado, porque la visión de sí mismas con respecto a la permanencia en el hogar, no genera conflictos en el mismo sentido en que sí lo produce entre los varones. No obstante, pareciera que la situación de conflicto que genera el desempleo, en algunos casos pone en cuestión estas representaciones, en tanto no pueden seguir sosteniéndose sobre la base de una división de roles económicos que se modifican (el varón ya no es el sostén económico, la mujer trabaja más horas o empieza a buscar trabajo).

En esos términos, los conflictos familiares que desencadena el desempleo pueden ser enfocados desde una perspectiva de género, cuando en muchas de nuestras familias, la división del trabajo al interior del hogar comienza a ser cuestionada por las mujeres, y en muchos casos, por los hijos.

En lo que se refiere a los cambios en los roles económicos de las mujeres vimos que existen diferencias en la situación de aquellas mujeres que ya tenían un empleo remunerado y se vuelven principal sostén económico del hogar a partir de la desocupación del jefe; las jefas de hogar en situación de pobreza que han transitado siempre situaciones de mucha inestabilidad laboral y que quedan desocupadas con la disminución de las oportunidades de empleo y aquellas mujeres que no tenían empleo remunerado y empiezan a buscar trabajo a partir de la emergencia de la desocupación del varón. Vimos que los cuestionamientos de estas mujeres son diferentes y particularmente, remarcamos el alto grado de vulnerabilidad social y privación que deben enfrentar las jefas de hogar sin compañero, con hijos pequeños y que ya no pueden resolver la subsistencia mediante la realización de trabajos esporádicos.

Por último hemos visto que se producen cambios importantes en los arreglos familiares a partir del cambio en los roles económicos de varones y mujeres. En este caso, hemos registrado nuevas e inéditas formas de organizar la convivencia donde varones y mujeres ocupan un lugar distinto al que tenían con anterioridad: subdivisión de la vivienda, cambios en la administración del presupuesto y -en algunos casos- una nueva división del trabajo en el hogar donde el varón empieza a asumir las responsabilidades domésticas.

Todo ello plantea una heterogeneidad de situaciones que vale la pena considerar en la discusión relativa a los cambios que se producen en la reasignación de roles al interior de la familia en contextos de asunción de nuevas responsabilidades por parte de las mujeres. (Safa, 1995; Geldstein, 1994; Prelorán, 1995; Wainerman, 1994).
 

¿Cuáles son las redes de proximidad para los desempleados?

En lo que se refiere a la vinculación de los desempleados con redes de contención social, hemos visto que los principales espacios sociales a los que recurren los desempleados están ligados a actividades comunitarias próximas a su lugar de residencia, con lo que se desarrollan "redes de proximidad social".

Este comportamiento, que en la literatura se menciona como el desarrollo de un "status substituto" al de desocupado (Fryer, 1986), se manifiesta allí donde hay espacios sociales que ofrecen un lugar para quien está desocupado y entre aquellos sujetos que forman parte de un hogar donde hay otros miembros que aportan ingresos al presupuesto doméstico o que se encuentran en una etapa del ciclo de vida en la que no tienen que "mantener" a otros miembros de la familia.

Las experiencias que hemos analizado, muestran que la participación en experiencias comunitarias o asociativas permiten otorgar un nuevo sentido al uso del tiempo y permiten desarrollar actividades socialmente reconocidas en el ámbito local. Se observa sin embargo, que los desempleados no acceden a otras redes de pertenencia fuera de su lugar de residencia, lo que reduce sus contactos sociales y posibilidades de acceso a recursos para la obtención de empleo.

En este punto, hay una gran distancia entre la situación de nuestro país y lo que se describe en la literatura europea (Fagin y Little, 1984; Fryer 1986), ya que la amplia cobertura del seguro de desempleo, en aquellos países permite financiar actividades de uso del tiempo libre. Coincidimos con Kessler (1995) en que hay una escasa referencia al estado en las estrategias desplegadas por los propios desempleados para enfrentar la situación de privación. Una consecuencia importante de ello -la falta de cobertura social mediante el seguro de desempleo-, es que se restringe el poder individual del desempleado para oponerse al proceso de disciplinamiento en el mercado de trabajo ya que el desempleo implica, ante la falta de mecanismos de cobertura social, un riesgo de privación absoluta.
 

Las consecuencias sociales de la desocupación

¿A qué llamamos entonces, consecuencias sociales de la desocupación, a la luz de la construcción de los datos que hemos realizado en nuestra investigación? En primer lugar el desempleo daña el proceso de autonomía de las personas porque genera privación y exclusión económica y porque produce en muchos casos una profunda ruptura con el modo que tienen las personas de representarse a sí mismas a través del trabajo.

En segundo lugar, siempre enfocando la cuestión de las consecuencias sociales del desempleo, la perdida de soporte a través del trabajo, fragiliza los espacios de socialización primaria, volviendo muy vulnerable el espacio de contención básico de las personas que es su núcleo familiar.

En tercer lugar, frente a la existencia de bajos niveles de protección social, el desempleo genera procesos de exclusión social a partir de la imposibilidad de participar en redes sociales más amplias que las de la proximidad social inmediata. Un desempleado pierde la posibilidad de mantener redes de intercambio con otros grupos sociales, a partir de la pérdida de un espacio de sociabilidad mayor que es el ámbito laboral. Como nos decía uno de nuestros entrevistados refiriéndose a sí mismo: "te sentís excluido de la sociedad, no de la sociedad en sí, porque acá nos juntamos, de otros sectores de la sociedad me siento excluido..."

En cuarto lugar, el aumento de la precariedad laboral, unida a la baja cobertura del seguro de desempleo implica un cambio muy importante en las reglas del juego para los trabajadores "primarios subordinados". Cada vez hay menos empleos estables a los que retornar, las oportunidades de empleo en el mercado se dan a través de la realización de tareas esporádicas y mal remuneradas y no hay posibilidades de permanecer fuera del mercado de trabajo ya que la baja cobertura del seguro de desempleo implica el riesgo de privación absoluta. Para estos trabajadores todo ello implica una ruptura en términos históricos, con respecto a lo que constituyó su experiencia laboral durante décadas. Los dolorosos y sentidos testimonios de estos trabajadores dan cuenta de una situación de injusticia histórica. Ellos aportaron durante años con su trabajo a la creación del producto social y en la actualidad no pueden recibir nada de él. Como señala Castel "quien no puede pagar de otro modo, tiene que pagar continuamente con su persona" (Castel, 1995). El desempleo es en esos términos un proceso de exclusión social objetiva y subjetiva.

Planteado así, como proceso de exclusión, el problema del desempleo es una cuestión vinculada al estilo de desarrollo seguido por nuestro país y sus consecuencias redistributivas, no existen vías de solución sino se cuestiona la forma de apropiación y distribución del producto en nuestra sociedad.

Los planteos más radicales de solución del problema cuestionan la necesidad misma del trabajo como mecanismo de integración social. Se plantea que incluso en las sociedades económicamente pujantes la proporción de los económicamente activos no supera el 50 por ciento de la población. Es decir, que cada vez sería necesaria una proporción menor de trabajo para poder garantizar las necesidades sociales. En esos términos se propone la percepción de una renta universal vinculada con la ciudadanía. La fundamentación estaría dada en el hecho de que el progreso técnico ya habría hecho posible la reducción sustancial de los requerimientos de trabajo y que no por ello habría una disminución de la masa disponible dispuesta a trabajar, en esos términos se plantea que el estímulo para el trabajo estaría dado por la percepción de ingresos superiores a esa renta universal.

Este enfoque tiene la virtud de transparentar un dato básico, el problema de la distribución es cada vez más un problema de orden político y no de orden económico. Si se considera la masa de recursos existente el país, ésta es suficiente para satisfacer las necesidades de todos sus habitantes.

El desempleo es un fenómeno causado por fenómenos de orden económico. Sin embargo la solución al problema no puede ser planteada desde un enfoque estrictamente económico, ya que su significado es político y social. Es posible que la solución al desempleo en el corto plazo sólo sea viable mediante la vía redistributiva por medio de la asignación de algún tipo de renta de inserción. En el largo plazo, requiere de una combinación creativa de varias soluciones: políticas de inversión sustentables que se planteen nuevos modos de utilización de la capacidad productiva de la sociedad, políticas activas de formación (que superen el reduccionismo de la "formación profesional"), el desarrollo de vías alternativas de generación de ingresos, la redistribución del trabajo existente y por sobre todo, la consideración de un estilo de desarrollo que no presuponga que hay población sobrante, excedente, sin "valor" para la sociedad.
 

Notas

(1) La discusión sobre los efectos del Plan de Convertibilidad y las tendencias resultantes en el mercado de trabajo urbano fue bastante más polémica en lo referido al primer trienio (1991-1993) cuando todavía había una expansión del empleo y buena parte del ascenso de la tasa de desocupación se explicaba por el ingreso de nuevos trabajadores al mercado (expresado en el aumento de la tasa de actividad). En este contexto se inició un debate acerca del significado del aumento del desempleo en un contexto de incremento del nivel de actividad. El mismo se plantea entonces entre dos hipótesis contrapuestas. La primera interpretación plantea que, con anterioridad a 1991, un importante número de personas en edad de trabajar permanecían económicamente inactivas, desalentadas por la escasez de puestos de trabajo acorde a sus expectativas -"desocupación invisible"-. En el marco de crecimiento económico que se verifica desde ese año, la situación se revierte y esas personas salen a ofrecer su fuerza de trabajo. La otra hipótesis –denominada como del "trabajador adicional"- plantea que la irrupción de un importante número de personas en la búsqueda de un empleo, se debe a la escasez de recursos en que se encuentra gran parte de los hogares, lo cual lleva a la necesidad de que miembros que desarrollan típicamente actividades no económicas deban salir a trabajar y proveer ingresos extras (Beccaria y López, 1995).

Varios son los trabajos que tienden a ser concluyentes con relación a la segunda hipótesis. Beccaria y López analizan el flujo desde la inactividad hacia la desocupación y observan que el mayor flujo se registra entre octubre de 1992 y mayo de 1993 (15%) período en el que comienza la disminución de puestos de trabajos asalariados y la mayor parte del crecimiento del empleo se explica por empleos no plenos. Para que pudiera sostenerse la hipótesis del trabajador desalentado, este aumento debería registrarse en un período de expansión de vacantes y ello no sucede.

(2) A su vez, Edwards, señala que la diferencia entre los trabajadores primarios subordinados y los trabajadores primarios independientes es que las tareas de los primeros son "repetitivas, rutinarias y sujetas al ritmo de las máquinas que operan", al tiempo que los segundos requieren "iniciativa independiente o ritmo autodeterminado". (Edwards, 1979, p. 172-174, citado en Singer, 1999, p. 27).
 

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© Copyright María Gabriela Merlinsky, 2002
© Copyright Scripta Nova, 2002
 

Ficha bibliográfica

MERLINSKY, Mª G. Las consecuencias sociales de la desocupación en Argentina.  Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, vol. VI, nº 119 (36), 2002. [ISSN: 1138-9788]  http://www.ub.es/geocrit/sn/sn119-36.htm


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