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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VI, núm. 119 (59), 1 de agosto de 2002

EL TRABAJO

Número extraordinario dedicado al IV Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)
 

LA EVOLUCIÓN DE LOS MERCADOS DE TRABAJO METROPOLITANOS:
REALIDADES Y MITOS A PARTIR DEL EJEMPLO DE MADRID

Ricardo Méndez
Universidad Complutense de Madrid



 
La evolución de los mercados de trabajo metropolitanos: realidades y mitos a partir del ejemplo de Madrid (Resumen)

Las economías metropolitanas muestran hoy un comportamiento especialmente dinámico en el contexto del capitalismo global, si bien las contradicciones inherentes al modelo de acumulación flexible generan una evolución dual de esos mercados de trabajo urbanos, con una presencia creciente de empleo precario (a tiempo parcial, con contrato temporal, subcontratados...). El artículo analiza la evolución reciente de tales contradicciones en la región metropolitana de Madrid y somete a discusión crítica los discursos dominantes en los últimos años, tanto en el ámbito político como académico.

Palabras clave: mercado de trabajo, economías metropolitanas, acumulación flexible, capitalismo global, Madrid


The metropolitan labour markets evolution: realities and myths since the Madrid example (Abstract)

The metropolitan economies shows a dynamic behaviour in the context of global capitalism, but the inherent contradictions to flexible accumulation promote a dual evolution of urban market labour, with increasing forms of precarious work (part-time, temporary, sub-contracting work...). This paper analyses these contradictions in the metropolitan region of Madrid (Spain) and discusses the dominant discourses in recent years.

Key words: labour market, mertropolitan economies, flexible accumulation, global capitalism, Madrid



 
Los mercados de trabajo metropolitanos experimentan una verdadera mutación, reflejo del efecto combinado de los procesos de globalización económica, revolución tecnológica e implantación del llamado modelo de relaciones laborales flexible,. En este nuevo contexto estructural, generador de importantes contradicciones sociales y territoriales, las respuestas dadas por los actores locales que operan en cada aglomeración permite establecer evidentes diferencias en las trayectorias seguidas, pero dentro de ciertos rasgos comunes a una nueva geografía del empleo de rasgos complejos como lo son las propias metrópolis, necesitada en nuestro país de un mayor número de investigaciones.

Con este marco de referencia, el objetivo central del presente texto ha sido analizar los discursos dominantes en los últimos años sobre la evolución del mercado de trabajo en la región metropolitana de Madrid, para revisarlos críticamente a partir del actual modelo de acumulación flexible, que incorpora como rasgo esencial un fuerte aumento de la precariedad y notables cambios en la lógica espacial de los diversos tipos de empleos o en la distribución del desempleo.
 

Economías y mercados de trabajo metropolitanos en el capitalismo global

Tras el breve paréntesis temporal que supuso la crisis del modelo de acumulación precedente en los años ochenta, traducido en fuertes procesos de ajuste que popularizaron la referencia a los procesos de desurbanización o contraurbanización, las grandes ciudades experimentan de nuevo un intenso crecimiento y un reforzamiento de su hegemonía funcional, que ha sido objeto de una abundante bibliografía en años recientes.

Por un lado, se consolidan como "centros neurálgicos en torno a los que se ha ido articulando la dinámica de acumulación, crecimiento y modernización de los distintos componentes de una economía en acelerado proceso de globalización" (De Mattos, 2001, 5). Desde esta perspectiva, las aglomeraciones metropolitanas se definen como principales nodos de articulación de la economía de redes, que concentran las funciones estratégicas para el funcionamiento del sistema, la acumulación de plusvalías y el gobierno del territorio. El factor de escala y la suma de externalidades derivadas de la existencia de recursos específicos en forma de infraestructuras físicas, recursos humanos cualificados, servicios de valor añadido, instituciones de enseñanza e investigación, centros de poder político y una imagen social altamente valorada, justifica la concentración en ellas de ventajas competitivas dinámicas, que se refuerzan en el momento presente (Sassen, 1991; Castells, 1995; Veltz, 1999). El resultado es una recuperación en el dinamismo de la práctica totalidad de las actividades, aunque con especial protagonismo tanto de las relacionadas con la distribución y el consumo, como con la producción, aplicación y transmisión de conocimientos teóricos o aplicados, lo que las aproxima a la imagen propuesta por Florida para lo que denominó regiones inteligentes, aquellas capaces de funcionar como "depositarias y generadoras de conocimientos e ideas, que poseen el ambiente y las infraestructuras que facilitan los flujos de conocimientos, ideas y prácticas de aprendizaje" (Florida, 1995, 527).

Pero las metrópolis también deben entenderse como lugares cuya desigual capacidad de respuesta frente a los retos de la globalización provoca la aparición de trayectorias heterogéneas, traducidas en cambios que afectan a su rango jerárquico y especialización. Los enfoques basados en la perspectiva de los medios innovadores o de los territorios que aprenden, señalan que, más allá del tamaño, la presencia de actores locales con iniciativas y capacidad para valorizar los recursos existentes, una buena articulación interna en forma de redes de cooperación (tanto económico-empresariales como socio-institucionales) y un esfuerzo de inserción en el sistema global, serían las claves interpretativas de ese dispar comportamiento (Lambooy y Moulaert, 1998; Camagni y Crevoisier coords., 2000; Jambes, 2001)

No obstante, ambas visiones resultan insuficientes para dar cuenta de la extrema complejidad del cambio metropolitano reciente si no se toman también en consideración los procesos de fragmentación y desregulación que afectan hoy a la economía, la sociedad y el territorio, con un reflejo evidente en el interior de esos espacios, que albergan así lo mejor y lo peor de los impactos asociados a la globalización (Fernández Durán, 1993; Amendola, 1997). En el plano de la industria, el aumento de la especialización en sectores intensivos en capital y tecnología, así como la presencia de grandes firmas transnacionales, no puede hacer olvidar que tanto los sectores maduros como las PYMEs y microempresas continúan siendo mayoritarias, tanto en volumen de establecimientos como de empleos, en la mayoría de nuestras grandes ciudades. En el ámbito de los servicios, la atención que ahora se presta a todos aquellos de valor añadido que sirven de apoyo a las empresas, junto a los más relacionados con el poder político y económico (actividades financieras, sedes de grandes firmas, administración pública, medios de comunicación...), no supone ignorar que es también aquí donde se mantiene una amplia bolsa de actividades de escasa cualificación y niveles de productividad, tanto en servicios personales como en algunas de las nuevas actividades de distribución y ocio, a veces asociadas a diferentes modos de informalidad. Finalmente, junto a los centros de negocios plagados de artefactos simbólicos, o los nuevos tipos de parques de actividad que aparecen es espacios pericentrales de carácter suburbano, debemos recordar la pervivencia de áreas de talleres y almacenes marginales, tanto en los espacios centrales de la aglomeración como en sus franjas periurbanas, junto a una diseminación espacial de pequeños negocios que continúan proporcionando lo esencial de la oferta comercial y de servicios para buena parte de la población.

Toda esta suma de procesos provoca un impacto directo y profundo sobre los mercados de trabajo metropolitanos, que muestran una vez más su capacidad para ser un magnífico indicador sintético en el diagnóstico de los territorios, reflejo tanto de su evolución económica como de su base demográfica, de las relaciones sociales y de género, las pautas culturales dominantes o las políticas aplicadas en cada caso. Pero, hecha esta afirmación, debe añadirse a continuación que buena parte de los análisis aportados en estos años han destacado en exceso algunas imágenes parciales de un escenario cambiante y diverso, según la perspectiva teórica, el periodo de estudio o el caso concreto considerado.

Así, por ejemplo, el esquema de la figura 1, que en su día intentó describir de forma sintética el significado de los cambios económico-laborales en los espacios metropolitanos (Méndez y Caravaca, 1993), destaca aquellos tipos de empresas y funciones que tienden a ganar peso relativo en el marco de la globalización, lo que se traduce en una presencia cada vez más significativa de profesionales cualificados, vinculados a unas actividades industriales y de servicios cada vez más integradas y eficientes. Pero el diagrama ignora la presencia, no sólo de actividades y empleos poco cualificados y con bajos niveles de formación que crecen en paralelo con los anteriores, sino de diversas formas de precarización laboral que se extienden a profesiones y empresas que hasta hace poco parecían ajenas, confirmando su carácter estructural en el nuevo marco regulatorio y de acumulación.

Figura 1
Evolución económico-laboral de las aglomeraciones metropolitanas

Finalmente, este conjunto de transformaciones afectan de forma directa la morfología y la estructura interna de los espacios metropolitanos, provocando el surgimiento de una nueva realidad geográfica necesitada aún de estudios capaces de definir con mayor nitidez sus rasgos. Las constantes referencias que en los últimos tiempos se hacen a la metrópolis dispersa, difusa, policéntrica, la metapolis, etc., son otros tantos intentos de identificar tales cambios, centrando la atención en los rápidos procesos de difusión espacial de las últimas décadas. Pero no siempre se logra en esas generalizaciones identificar con la misma precisión las nuevas contradicciones que afectan de forma acusada a la organización del territorio y a la vida de los habitantes metropolitanos, reflejo de la multitud de estrategias, a menudo contradictorias, que convergen con especial intensidad en estas áreas.

A partir de tales planteamientos, el trabajo realizado se centró en analizar e interpretar lo ocurrido en el mercado de trabajo de la región metropolitana de Madrid durante los años noventa, combinando una caracterización general con algunas referencias a comportamientos territoriales, aspecto este último que debería ser objeto de mayor atención futura. Ante la necesidad de ofrecer una panorámica de carácter sintético, el argumento elegido intenta contraponer el discurso oficial de los últimos años, impregnado del optimismo que suele asociarse a las fases expansivas de la economía pero aquejado de una perspectiva demasiado plana y lineal, con una referencia a ese otro perfil de la realidad –menos grato, pero de importancia creciente- que permite hablar de un acusado dualismo sociolaboral y territorial, no entendido como la existencia de realidades mutuamente excluyentes, sino complementarias.
 

Evolución reciente del mercado de trabajo metropolitano: la convergencia de discursos en la región de Madrid

La evolución reciente del mercado de trabajo madrileño en la segunda mitad de los años noventa pareció un buen reflejo de esa primacía funcional de las aglomeraciones metropolitanas que, al calor de una fase expansiva dentro del ciclo económico, se recuperaron con rapidez del declive padecido en años anteriores para iniciar un movimiento de expansión que, para muchos analistas, tenía componentes estructurales que podían consolidar su posición a medio y largo plazo, más allá de las simples oscilaciones coyunturales.

Al discurso oficial, impregnado de un optimismo interesado pero que encontraba apoyo en las cifras disponibles y en la comparación de lo ocurrido en Madrid con la evolución de las restantes Comunidades Autónomas, se sumaron con frecuencia diagnósticos realizados desde las ciencias sociales, demasiado influidos en ocasiones por una perspectiva de corto plazo excesiva.

Buen exponente del primer tipo puede ser la visión ofrecida por el consejero de Economía y Empleo de la Comunidad que, en una panorámica general sobre la economía regional desde 1995, afirmaba que "el dinamismo de la economía madrileña ha tenido su mejor reflejo en una creación de empleo sin igual en todo el territorio nacional", con lo que "esta buena salud del mercado de trabajo madrileño está permitiendo dar empleo no sólo a los trabajadores de la región, sino a buena parte de los de comunidades limítrofes". Junto al incremento de la cantidad, "otro hecho claramente constatable ha sido la mejora de la calidad del empleo creado, al disponer más del 80 % de los trabajadores de contrato indefinido. Madrid es la Comunidad donde el porcentaje de contratos indefinidos sobre el total de los firmados es considerablemente mayor al resto de las regiones... Esto, unido a la alta cualificación del trabajador madrileño, permite mostrar un mercado de trabajo donde la concertación social y la práctica ausencia de conflictos son características básicas" (Blázquez, 2000, 420-421). Aunque con argumentaciones más matizadas y a partir de fuentes diversas, los numerosos estudios aparecidos en estos años (Iglesias, Messina y Cuadrado, 1997; Durán, 1998; Iglesias y Toharia 1999a, 1999b; Leal, 1999; Sáez y Sáez, 1999; Alvarez, 2000...) también pusieron de manifiesto una incuestionable situación expansiva y una calidad del trabajo considerablemente mayor que la existente en otras regiones.

Aunque no existe aquí la posibilidad de recoger con detalle la información estadística que permite apoyar todo este tipo de argumentaciones, disponible en las páginas web que se mencionan al final del texto, sí pueden identificarse las ideas clave y algunos datos básicos que centran tal diagnóstico, resumidas en una especie de decálogo que será sometido a revisión crítica en el siguiente apartado.

1) La región de Madrid ha experimentado un rápido aumento de su población activa (+310.000 personas entre 1995 y 2001) y ocupada (+500.500), así como de los afiliados a la Seguridad Social, junto a un paralelo descenso del desempleo (-190-500), como reflejo del periodo de rápido crecimiento de la economía en toda la OCDE, alentado por la liberalización de mercados y de ciertos sectores con fuerte presencia en espacios metropolitanos como éste, desde las telecomunicaciones a los servicios públicos.

2) La recuperación de las tasas de actividad (del 50,0 al 55,9%), ocupación (39,5 a 50,3%) y paro (20,9 a 10,1%), así como el mantenimiento de una tendencia favorable prácticamente constante desde 1994, permiten suponer que la acumulación de ventajas competitivas dinámicas capaces de generar elevadas externalidades positivas para las grandes áreas metropolitanas del mundo desarrollado puede permitir la superación del carácter fuertemente cíclico en la evolución del empleo desde los años ochenta, en favor de una mayor estabilidad.

3) Por comparación con el conjunto de España y con el empleo masculino en la región, la presencia de la mujer, tanto en la población activa (de 850.100 en 1996 a 999.350 en 2001) como en la ocupada (de 622.300 a 858.600) se ha incrementado a un ritmo bastante superior a ambos promedios, lo que reduce el desfase heredado desde una perspectiva de género y favorece una aproximación a los valores habituales en los países centrales de la Unión Europea.

4) Madrid se sitúa, junto con las regiones turísticas de Canarias y Baleares, como la Comunidad con un mayor nivel de especialización en actividades terciarias (74% de los ocupados), reflejo del esfuerzo realizado para incrementar la eficiencia de las actividades productivas a costa de fuertes ajustes en el empleo. Desde la perspectiva evolucionista de la sociedad postindustrial, esta tendencia se valora como rasgo positivo, al considerar que las economías de servicios son ahora signos de modernidad y generación de crecimiento, tal como las economías industriales lo fueron en el pasado reciente. En el contexto de esa terciarización, la máxima proporción de aumento desde 1981 lo registran aquellas funciones que el CEAT calificó en su día como de circulación (Bailly y Maillat, 1988), que, con un 34% del empleo regional en 1999, articulan y dinamizan todo ese conjunto de flujos tangibles e intangibles (capital, información, tecnología, mercancías, personas...) que constituyen la función estratégica de las metrópolis, como islas emergentes frente a extensas áreas sumergidas, en la metáfora propuesta por Veltz al hablar de la actual economía de archipiélago (Veltz, 1999).

5) Esa rápida mejora de todos los parámetros que miden de forma habitual la salud de los mercados locales o regionales de trabajo se complementa con otra, no menos significativa, que afecta a los altos niveles de cualificación/formación y de ocupaciones de alto nivel y remuneración, que también cuentan aquí con una presencia bastante superior al promedio español. La llamada era de los recursos humanos, que destaca el efecto provocado por la transición hacia la llamada sociedad de la información y del conocimiento (Mansell, 1998), con una presencia creciente del trabajo intelectual sobre el manual, capaz de identificar a los territorios inteligentes o que son capaces de aprender (Antonelli y Ferrâo coords., 2001; Jambes, 2001), parece encontrar aquí un claro exponente.

6) Otro de los rasgos laborales de esta fase, que la teoría de la regulación calificó como de acumulación flexible, es la mayor presencia del autoempleo (241.800 personas en 2000), particularmente en las actividades de servicios y en el ámbito de las profesiones liberales, que en Madrid alcanza ya una proporción (11,8% de los ocupados) algo superior al promedio español. El crecimiento de este grupo de ocupados se considera por algunos un exponente de la capacidad regional para favorecer el surgimiento de iniciativas empresariales y de la buena adaptación al nuevo contexto tecnoproductivo en el que formas específicas como el teletrabajo vienen siendo objeto de atención desde hace ya más de una década.

7) El mercado de trabajo madrileño cuenta también con una proporción de contratación temporal (20,9% de los asalariados en 2000) y a tiempo parcial (7,0% de los ocupados) inferior a los valores de otras regiones donde la importancia de la agricultura, la construcción o ciertos servicios ligados al turismo, genera una alta movilidad que favorece tasas de estacionalidad y rotación en los puestos de trabajo bastante superiores, lo que equivale a afirmar que la precariedad laboral resulta aquí más moderada.

8) A esa menor importancia relativa del llamado empleo atípico, relacionado con la existencia de un mercado de trabajo secundario, contribuye el hecho de una mayor regulación de las relaciones laborales y una mayor presencia sindical, que en los últimos años viene acompañada de destacados niveles de concertación social que han reducido la conflictividad respecto al periodo de intensos ajustes productivos de los primeros años ochenta.

9) Desde una perspectiva territorial, la evolución hacia la denominada metrópolis difusa está favoreciendo un cierto reequilibrio en la distribución de los diferentes tipos de empleos. Por un lado, el traslado de industrias desde la ciudad central y hacia coronas cada vez más alejadas, que se inició hace ya 40 años, se acompaña en fechas más recientes por el de las actividades logísticas, comerciales y de ocio, así como de determinados servicios a las empresas, con una proliferación de nuevas áreas de actividad (parques industriales, empresariales, comerciales, logísticos, temáticos, tecnológico...) en ámbitos suburbanos e, incluso, periurbanos que antes actuaban básicamente como espacios residenciales. En 1999, la ciudad de Madrid aún concentra el 63,8% de los establecimientos y hasta el 69,1% de los puestos de trabajo, pero los municipios situados en las dos primeras coronas metropolitanas (hasta 20 kilómetros) ya reúnen el 26,0 y 24,0% respectivamente, en tanto los de la franja periurbana suponen el resto (10,2 y 6,8%). Además de que se aproximan los cocientes municipales entre puestos de trabajo y habitantes, con la consiguiente reducción del gradiente centro-periferia, los diferentes tipos de actividades parecen limitar su tendencia a especializar ciertas áreas del territorio, ignorando otras. El mejor ejemplo puede ser la nueva industria metropolitana –cada vez menos ligada a tareas de fabricación directa-, que en vez de localizarse en las áreas tradicionales del sur y este ahora prefiere en bastantes casos los sectores de mayor calidad ambiental del norte y oeste.

10) Las mayores posibilidades de encontrar empleo fuera de la ciudad de Madrid e, incluso, de los municipios de su primera corona, suponen un potencial para generar verdaderos clusters territoriales en donde la población residente pueda vincular en mayor medida las viviendas con los puestos de trabajo y los espacios destinados al ocio y consumo. La previsible expansión del teletrabajo podría añadir un impulso complementario en la misma dirección. Al mismo tiempo, el consumo intensivo de suelo que acompaña la dispersión de empresas y áreas residenciales también modifica con rapidez los movimientos diarios, tradicionalmente de carácter radial, en beneficio de flujos con una geometría mucho más compleja, que favorecen la evolución hacia un modelo territorial policéntrico y menos polarizado.

Apoyado en indicadores estadísticos acordes con la bonanza económica de los últimos años, e interpretado a partir de argumentosos teóricos que destacan la potencialidad de las grandes áreas metropolitanas como centros hegemónicos, emergentes y ganadores, en el contexto tecnológico y productivo inherente al capitalismo global (Caravaca, 1998), este discurso optimista sobre la situación presente y las tendencias de futuro, muy impregnado también por componentes ideológicos, exige ser revisado. No se trata de rebatir la fiabilidad de los datos –puesto que no existen demasiadas alternativas, salvo un cierto escepticismo vigilante- ni lo adecuado de unas argumentaciones teóricas que dan cuenta de algunos de los procesos que ayudan a interpretar la nueva lógica territorial emergente. Se trata más bien de intentar aproximarnos a ese mejor conocimiento e interpretación "de los problemas y los dolores del mundo actual", en expresión de Milton Santos (2000, 11), abordando dimensiones apenas consideradas en ese discurso canónico, si bien aquí no se llegará más allá de simples apuntes que podrían orientar futuras y más profundas investigaciones.
 

El lado oscuro de la globalización y su reflejo en el mercado de trabajo madrileño

La revisión crítica que aquí se propone viene a incorporar, en esencia, los mismos componentes del discurso oficial, agrupados en tres apartados complementarios sobre la evolución reciente del empleo y el desempleo, sobre la calidad de los puestos de trabajo generados en años anteriores, y sobre su redistribución territorial. Se ha dado prioridad en todos los casos a destacar algunas de las contradicciones asociadas a esta nueva era de capitalismo global, que no pueden entenderse como reflejo de situaciones circunstanciales, sino de una lógica en que las nuevas formas de organización de las empresas, las tendencias liberalizadoras impulsadas desde el poder político y las posibilidades abiertas por el nuevo paradigma tecnológico, traen consigo una nueva geografía del trabajo.
 

El final de la fase expansiva: algunas decepciones

El optimismo asociado a toda fase expansiva del ciclo económico toca a su fin con la moderación de las tasas de crecimiento –nacionales e internacionales- que ya era visible a comienzos de 2001 y se acentuó en el tramo final del año. Se confirma así la progresiva convergencia en esa evolución cíclica de la economía y el empleo entre las grandes aglomeraciones urbanas del mundo (Davezies, 1995), reflejo del proceso de globalización, de la que Madrid no parece ni mucho menos al margen. Algunos indicadores de coyuntura de los últimos tiempos apuntan en esa dirección.

En primer lugar, aunque el promedio anual de paro estimado por la Encuesta de Población Activa (EPA) aún se redujo entre los años 2000 (268.500 parados) y 2001 (238.800), una desagregación por trimestres permite comprobar que el nivel más bajo de la última década se alcanzó en el segundo trimestre de 2001 (225.800 parados), para crecer desde entonces y representar 20.600 desempleados más al finalizar el año. Aún más significativo resulta que en el último trimestre el desempleo creció en Madrid (18.100 personas, un 7,9%) muy por encima del promedio nacional (33.900 personas, un 1,6%), hasta suponer más de la mitad (53,4%) de los nuevos integrantes de esta categoría en España.

Al redactarse este texto aún no está disponible la EPA correspondiente al primer trimestre de 2002, pero las cifras de paro registrado contabilizadas por el Instituto Nacional de Empleo (INEM) a comienzos de este año –pese a ser fuentes de origen y características muy distintos- convergen en idéntica dirección. Así, por ejemplo, en enero de 2002 el paro registrado en sus oficinas creció un 5,8% respecto al mes anterior, lo que supone un ritmo sólo inferior al de Cataluña (12,4%) y Baleares (7,8%), pero muy superior al español (1,9%). En febrero, la cifra volvió a crecer (de 190.200 a 193.400), manteniendo así una tendencia negativa sostenida durante ocho meses, lo que significa que, comparado ese volumen con el de un año antes (177.800 parados), se ha invertido definitivamente la tendencia del lustro precedente. Malas noticias, pues, que se suman a la reducción en el volumen de contratación (121.599 contratos en enero, cifra inferior en un 4,0% a enero de 2001) y vuelven a situar al mercado de trabajo madrileño ante la incertidumbre de saber si se repetirán los dolorosos procesos de ajuste vividos en la primera mitad de los años ochenta y noventa, pero con un agravante: los desempleados que recibían un subsidio al finalizar el año 2001 eran apenas 40.000, lo que supone poco más del 15% de los contabilizados por la EPA en esta Comunidad.

Por otra parte, la mejora del entorno laboral en Madrid durante los años de expansión sí permitió acentuar su ventaja comparativa con la práctica totalidad de regiones españolas, pero el diagnóstico no resulta tan optimista si el punto de comparación son las veinte regiones urbanas más importantes de la Unión Europea, a escala de NUTS-2 (Méndez coord., 2001). Tal como refleja el cuadro 1, los datos de Eurostat confirman que el dinamismo económico hizo posible que Madrid superase el promedio de PIB por habitante en ese ámbito territorial, pero tanto sus tasas de actividad como de paro, especialmente en el caso de la mujer, mantuvieron a nuestra región en los últimos lugares de la tabla.
 
 

Cuadro 1
Actividad y paro en las principales regiones urbanas de la Unión Europea
Tasa de actividad 1999 Tasa de paro 1999 Tasa ctividad Mujer 1999 Tasa paro mujer 1999 PIB/hab
(PPA)
1997
Estocolmo 72,7 Randstad 3,1 Estocolmo 71,3 Randstad 4,4 Hamburgo 197,1
Londres 64,1 Milán 4,9 Helsinki 56,8 Estocolmo 4,8 Bruselas 169,1
Randstad 62,8 Munich 5,0 París 55,7 Manchester 4,9 Viena 164,1
Helsinki 61,9 Estocolmo 5,2 Londres 55,4 Munich 5,1 París 152,6
París 61,9 Viena 5,9 Randstad 53,8 Viena 5,9 Londres 145,7
Munich 60,8 Lisboa 6,1 Berlín 52,7 Hamburgo 6,6 Bremen 145,0
Viena 60,8 Manchester 6,4 Manchester 52,2 Lisboa 6,6 Milán 131,1
Manchester 60,7 Frankfurt 6,5 Viena 52,0 Frankfurt 6,8 Munich 125,9
Berlín 59,7 Londres 7,8 Munich 51,8 Londres 7,4 Estocolmo 122,9
Frankfurt 59,6 Hamburgo 7,9 Frankfurt 51,5 Milán 7,6 Randstad 121,4
Lisboa 59,3 París 10,3 Lisboa 51,3 Bremen 9,8 Roma 112,6
Hamburgo 58,7 Lyon 10,3 Lyón 50,5 París 10,9 Berlín 109,0
Lyon 57,6 Cataluña 10,8 Hamburgo 50,4 Lyon 12,2 Frankfurt 106,4
Bremen 54,1 Bremen 11,4 Bremen 45,1 Berlín 12,4 Madrid 101,2
Madrid 52,2 Helsinki 12,3 Bruselas 42,7 Helsinki 12,9 Cataluña 100,0
Milán 52,0 Atenas 12,5 Cataluña 41,1 Bruselas 14,2 Lyon 95,4
Cataluña 51,9 Roma 13,2 Madrid 40,6 Cataluña 15,5 Helsinki 93,5
Bruselas 51,2 Madrid 13,3 Milán 39,9 Roma 17,8 Manchester 93,2
Roma 48,0 Berlín 13,7 Roma 35,1 Atenas 17,8 Lisboa 92,3
Atenas - Bruselas 14,0 Atenas - Madrid 18,8 Atenas 75,1
UE-15 54,6 UE-15 9,4 UE-15 44,9 UE-15 11,0 UE-15 100
Fuente: Eurostat, 2000.

Las múltiples formas de la precarización laboral en una región ganadora

Como reflejo del nuevo modelo de relaciones laborales flexible, los años de bonanza económica no sirvieron para reducir la presencia de diferentes manifestaciones de la precariedad, propias de lo que suele identificarse con el empleo atípico, asociadas a la expansión de un mercado secundario de trabajo (Harvey, 1990, 151) que se extiende de forma progresiva a nuevas categorías de activos y se relaciona con algunas de las nuevas formas que adopta la marginación social.

La tasa de temporalidad, que creció espectacularmente entre 1987 y 1992 (cuadro 2), se ha mantenido prácticamente constante desde entonces, observándose una ligera disminución tras los acuerdos alcanzados entre gobierno, empresarios y sindicatos en el ámbito estatal; no obstante, en 2001 volvió a registrarse un ligero aumento que llevó la tasa al 21,2%, poniendo así de relieve que se trata de un fenómeno estructural, de raíces más político-sociales que económicas, y que tiende a difundirse hacia actividades, profesiones y tipos de ocupación cada vez más numerosos y variados. El hecho de que entre los 121.599 contratos registrados por el INEM en enero 2002 sólo 17.362 (14,3%) sean de carácter indefinido, por 104.237 (85,7%) temporales, es otra prueba en favor de esa interpretación. Resulta también expresivo de la alta rotación laboral que un 25% (49.100 personas) de los desempleados al finalizar el año 2000 hubieran estado menos de seis meses en su anterior empleo, cuando cuatro años antes ese nivel se situaba tan sólo en el 19%.

Debe destacarse que la tasa de temporalidad al finalizar el año 2000 era máxima en en el sector de la construcción (41,1%), pero superaba también el 25% en numerosas actividades de servicios que se consideran de alta cualificación y muy ligadas a la llamada sociedad de la información y del conocimiento: desde investigación y desarrollo, hasta telecomunicaciones, servicios informáticos y otros servicios empresariales. La tasa media de temporalidad en los servicios (21,6%), superior a la de la industria (18,7%), establece una relación entre terciarización e incremento de la precarización laboral que, aunque necesitada de investigaciones más profundas, apunta algunos efectos no deseables de la tan repetida sociedad postindustrial. Más aún cuando, al margen de datos precisos, resulta evidente a cualquier observador que es en el terciario donde se concentra la mayor parte de empleados nómadas, que rotan con gran rapidez entre empresas, sin adquirir apenas derechos laborales que se consideraban habituales en el modelo de relaciones fordista. La proliferación de las empresas de trabajo temporal (ETTs), como principales gestoras de ese tipo de relación contractual, va unida a toda una panoplia de típicos empleos atípicos que abarcan desde la limpieza y diversos oficios relacionados con la construcción (albañiles, pintores, fontaneros, escayolistas...), hasta vendedores (cara al público o por teléfono), trabajadores de mensajería, grandes superficies comerciales, etc., poniendo en evidencia que se trata de un fenómeno estructural no limitado a situaciones coyunturales o a una fase de transición en el acceso al mercado laboral.
 

Cuadro 2
Evolución de la tasa de temporalidad en Madrid y distribución por actividades
Años Tasa (%) Tasas por sectores de actividad (IV Trimestre 2000)
1987 6,0 Industria

Industrias alimentación/bebidas

Textil y confección

Productos metálicows

Material de construcción

Maquinaria y material eléctrico

Material electrónico

Informática y material oficina

Papel, artes gráficas y edición

Cuero, caucho y plásticos

Madera y corcho

Maquinaria y equipo mecánico

Industrias químicas

%

29,30

26,47

26,03

25,71

24,65

17,02

16,79

15,53

13,89

13,51

13,04

11,11

Servicios 

Investigación y desarrollo

Hostelería

Servicio doméstico

Telecomunicaciones y correos

Servicios informáticos

Otros servicios empresariales

Comercio mayorista y minorista

Servicios personales

Transportes

Finanzas y seguros

Servicios inmobiliarios

Construcción y obras públicas

%

35,13

33,55

32,89

30,92

29,42

27,00

23,07

20,71

15,89

14,01

13,87

41,12

1988 8,7
1989 13,0
1990 15,2
1991 19,4
1992 22,3
1993 21,0
1994 20,7
1995 21,5
1906 21,7
1997 21,9
1998 21,3
1999 20,2
2000 21,2
Fuente: Instituto de Estadística de la Comunidad de Madrid y Gabinete Técnico CC.OO. Madrid

Componentes adicionales de este tipo de empleo en la Comunidad de Madrid pueden ser los 151.400 ocupados a tiempo parcial (IV trimestre 2001), de los que 41.100 estarían disponibles para trabajar a jornada completa, o los 239.000 autónomos, muchos de los cuales trabajan subcontratados por otras empresas que evitan así pagar las cargas sociales derivadas de su inclusión en nómina. Establecer relaciones de causalidad entre las múltiples formas de la precariedad y el paralelo incremento de los accidentes de trabajo que supusieron baja laboral (de 63.063 en 1994 a 121.155 en 2000) exigiría una investigación ajena a nuestros objetivos, pero existen numerosos documentos elaborados por los sindicatos que llaman la atención sobre esas correlaciones.

Se acentúa así el dualismo y la segmentación de un mercado de trabajo metropolitano donde, al tiempo que aumentan los empleos de alta cualificación, bien remunerados y afectados tan sólo por una flexibilidad interna o funcional, dentro de la empresa (cambios de puesto de trabajo, horario, lugar de trabajo...), crecen también los poco cualificados, mal pagados y sometidos a otro tipo de flexibilidad externa, que permite que su salida –periódica y previsible- del mercado pueda hacerse de forma mucho más rápida y barata que antaño. La consolidación de esa metrópolis fracturada de que habla Barnett (1995) encuentra aquí uno de sus componentes más significativos.

Si los datos de conjunto que se han utilizado hasta el presente ponen de manifiesto esa dualidad, una referencia más explícita a los principales grupos de riesgo, que en nuestra sociedad siguen siendo las mujeres y los jóvenes, acentúa la gravedad del fenómeno (ver figura 2). Dos simples pinceladas pueden esbozar algunos de sus rasgos:

Figura 2
Estructura del mercado de trabajo en la Comunidad de Madrid (IV trimestre 2001)

Fuente: INE. Encuesta de Población Activa

Según datos de la última EPA, mientras las mujeres representan algo más de la mitad (52,5%) de la población madrileña que supera los 16 años, su presencia en la población activa total se reduce al 42,8% y llega al 40,9% cuando se considera la población ocupada. Por contra, entre los desempleados su participación alcanza el 59,5% (61,7% de los parados de larga duración) y llega hasta el 74,5% entre los asalariados que trabajan a tiempo parcial, en tanto las mujeres con contrato temporal también tienen una presencia relativa (43,8%) ligeramente superior a la que les correspondería en caso de existir unas relaciones de género más igualitarias.

En el caso de los jóvenes con menos de 25 años los rasgos de precariedad también superan con creces los de la población de mayor edad, reflejando las dificultades de inserción laboral. Además de una tasa de paro que alcanza aún el 32,0%, en un estudio realizado por la Secretaría de Juventud de CC.OO. (2001) se pone de manifiesto que en 2000 sólo uno de cada diez contratos ofrecidos a jóvenes que no alcanzaban esa edad fue de duración indefinida (uno de cada ocho en promedio), que uno de cada cuatro contratos temporales lo fueron a tiempo parcial, o que de los 745.000 contratos firmados por jóvenes ese año casi 268.800 lo fueron a través de ETTs.
 

Viejos y nuevos territorios del empleo: el aumento de la movilidad intrametropolitana

El proceso de difusión espacial de un número creciente de empresas y actividades ha sido uno de los factores que más ha contribuido a generalizar los procesos de metropolización en la práctica totalidad del territorio regional e, incluso, más allá de sus límites político-administrativos. No obstante, frente a la supuesta banalización del espacio que algunos asimilaron a la generalización de las nuevas tecnologías de información y comunicación, las tendencias de los últimos años mantienen una lógica espacial bastante evidente, que la alejan de cualquier pretendida homogeneización territorial en favor de nuevas formas de desigualdad y nuevas contradicciones, que obligan a los investigadores a buscar también, en ocasiones, nuevos indicadores capaces de dar cuenta de tales realidades.

Por una parte, el trasvase de empleos continúa un movimiento en ondas, según condiciones de distancia/accesibilidad, que se intensifica en aquellos ejes mejor comunicados por las infraestructuras y medios de transporte, tal como también se ha observado en otras ciudades europeas (Vandermotten coord., 1999). En ese proceso de avance, una parte de los empleos –sobre todo industriales- creados en los últimos años, así como de los trabajadores menos cualificados que acuden diaria o semanalmente a nuestra región, se localizan ya en Castilla-La Mancha, por lo que no se contabilizan en sus estadísticas económicas ni laborales, pese a estar integrados funcionalmente en ella. Resulta muy difícil precisar las características y límites de esa aureola externa de la cuenca de empleo madrileña, lo que se acentúa por su carácter espacialmente discontínuo, que recuerda lo que Ascher (1995) identificó como propio de la metapolis.

No obstante, por mucha influencia que puedan ejercer hoy las visiones posmodernas que consideran a Los Angeles como capital del futuro (Davis, 1997) e intentan trasponer ese modelo de urbanización para interpretar las tendencias dominantes en las actuales ciudades europeas, en Madrid las ciudades periféricas (edge cities) están lejos de suponer aún verdaderos subcentros con capacidad para inducir la conformación en el futuro próximo de una verdadera metrópolis policéntrica. Las nuevas centralidades suburbanas, que surgen muy dependientes de las autovías orbitales y radiales, son capaces de promover en su entorno grandes operaciones inmobiliarias y especulativas, pero no atentan aún de modo significativo contra la hegemonía de la capital, al responder a espacios de actividad relativamente especializados (parques comerciales y de ocio, empresariales, industriales, logísticos, tecnológico-científicos) y complementarios a los de las áreas centrales de la aglomeración.

El desplazamiento de buena parte de los centros de trabajo pertenecientes a empresas industriales (oficinas, centros de distribución, almacenes, centros de I+D, procesos productivos poco contaminantes...) hacia el Norte metropolitano, donde convergen con una gran variedad de empresas de servicios, ha trasladado hacia allí las máximas densidades de empleo (Alcobendas, San Sebastián de los Reyes, Tres Cantos...) en poco más de una década. Pero, más que de un reequilibrio ordenado, se trata de un movimiento guiado por la lógica empresarial que busca nuevos espacios de actividad con mayor calidad ambiental, lo que condena al Sur metropolitano a una progresiva descapitalización, al perder parte de su tradicional empleo industrial sin que la sustitución por servicios sea aún capaz de compensarlos, lo que es también un factor complementario de sus mayores tasas de desempleo. Se desarticulan, al tiempo, las viejas áreas obrero-industriales, en favor de un modelo territorial que algunos identifican con un archipiélago intrametropolitano, mucho más segmentado (Gollain y Sallez, 1999).

Finalmente, la disociación entre la lógica empresarial de localización –en rápida transformación- y la lógica inmobiliario/residencial –con mayor peso de la inercia y un mercado muy rígido- trae consigo que la desconcentración del empleo no sólo no reduzca, sino que aumente, la densidad de los flujos diarios de tráfico y commuters en la región, así como los tiempos medios de desplazamiento. Aunque escasean los datos publicados al respecto a partir de encuestas domiciliarias, puede señalarse que entre 1985 (año de creación del Consorcio Regional de Transportes) y el año 2000, la demanda anual de transporte público pasó de 950 a 1.486 millones de viajes, o que en 1996 se realizaban a diario más de 6,1 millones de viajes con origen o destino en el territorio de la Comunidad, de los que los contabilizados por motivo de trabajo representaban el 37,8% del total. Si a comienzos de los años ochenta los distritos de la almendra central eran aún el destino del 62% de los viajes, por un 29% para los distritos periféricos de la capital y sólo un 9% para los municipios metropolitanos, en 1996 esas proporciones eran ya del 56%, 30% y 14% respectivamente.

La mayor complejidad que alcanza hoy la geometría de esos flujos se adapta mal a las redes de transporte público, que crecen siempre a un ritmo inferior al de la demanda, lo que se traduce en un progresivo incremento del transporte privado, generador de elevadas externalidades negativas en forma de congestión de tráfico, consumo de carburantes, contaminación atmosférica, acústica y visual, accidentes, etc. Al mismo tiempo, la propia inestabilidad de buena parte del empleo debe provocar cambios relativamente rápidos en las pautas de movilidad -al no suponer cambio de residencia en la mayoría de ocasiones- y agravar las dificultades para aquellos segmentos de población que deben aceptar trabajos en lugares muy diversos y a menudo distantes para periodos cortos, pero esa es otra dimensión geográfica del actual mercado de trabajo metropolitano, asociado a nuevas formas de gestión de la mano de obra, que aún está por investigar.

Lo que sí puede afirmarse, como hace Leroi (1999), es que la flexibilización del empleo fragiliza los territorios y, de forma especial, los de carácter metropolitano, al tiempo que genera nuevas formas de desigualdad social, económica y espacial, que merecerían mayor atención que hasta el presente por parte de los geógrafos españoles.
 

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Consorcio Regional de Transportes de Madrid (http://www.comadrid.es/cmadrid)

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© Copyright Ricardo Méndez, 2002
© Copyright Scripta Nova, 2002
 

Ficha bibliográfica

MÉNDEZ, R. La evolución de los mercados de trabajo metropolitanos. Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, vol. VI, nº 119 (59), 2002. [ISSN: 1138-9788]  http://www.ub.es/geocrit/sn/sn119-59.htm


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