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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VI, núm. 119 (65), 1 de agosto de 2002

EL TRABAJO

Número extraordinario dedicado al IV Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)
 

COMPETITIVIDAD Y MERCADO DE TRABAJO
EN LOS SISTEMAS PRODUCTIVOS INDUSTRIALES ALICANTINOS

Gabino Ponce Herrero
Universidad de Alicante


Competitividad y mercado de trabajo en los sistemas productivos industriales alicantinos  (Resumen)

El fuerte proceso de ajuste experimentado entre población activa y empleo se ha producido carente de directrices estratégicas. Los sistemas productivos industriales alicantinos han desarrollado estrategias directamente influenciados por el mercado y por la necesidad de sobrevivir a una competencia globalizada. La competitividad se ha logrado trasvasando el descenso de los costes de producción a la mano de obra, en un proceso de mayor precariedad en las condiciones laborales: menores salarios, jornadas irregulares, estacionalidad, desregulación contractual, pérdida de calidad del puesto de trabajo, movilidad interna, dispersión territorial, desigualdades por edades y por sexo en la incorporación y exclusión del mercado de trabajo. Se mantiene un abultado mercado secundario de trabajo, que actúa casi como factor estructural, lejos de ser superado como aspecto coyuntural de la crisis.

Palabras clave: ajuste sin reconversión, precariedad laboral


Competition and the labour market in Alicante’s industrial production systems (Abstract)

The dramatic adaptation process experienced by the active population and the labour market has occurred without the aid of any strategic guidelines. Alicante’s industrial production systems have developed strategies that are influenced directly by the market and by the need to survive in the face of globalised competition. Competition has been able to flourish as cuts in production costs have reached the labour force, causing working conditions to become more unstable: lower salaries, irregular hours, seasonal work, non-regulatory contracts, loss of quality in the job, inter-office transfers, regional moves and age or sex discrimination in recruitment. There is still a large secondary job market which acts almost as a structural element, rather than being treated as a crisis-related factor.

Key words: adaptation with no government planning, instability in the labour market


La marcada especialización de las funciones económicas en cada uno de los diferentes ámbitos de las comarcas de Alicante repercute en el mercado laboral de forma dispar, según las estructuras productivas consolidadas y las coyunturas. En las últimas décadas, en ese ámbito se ha pasado desde una economía diversificada, en la que el sector primario mantenía importante representación prácticamente en todos los municipios, a un nuevo modelo que agrupa municipios con dedicaciones similares, fuertemente especializados en un sólo sector económico, e incluso en una sola rama o subsector económico, en detrimento de las demás actividades Se consolidan así los sistemas productivos de características locales o comarcales. En ese espacio económico, agricultura y pesca aparecen ya prácticamente como actividades testimoniales, con dedicación "a tiempo parcial", en continuo retroceso, que precisan mano de obra inmigrada de África o América del Sur" —ilegal o mal pagada— para subsistir a la población activa autóctona, que ha abandonado definitivamente esos segmentos laborales, o que acomete esas actividad "a tiempo parcial" dependiente de las jornadas laborales en los otros sectores económicos (1).

Entre tanto, la industria y los servicios se han instalado sobre espacios físicos de características homogéneas, delimitando áreas o ejes de especialización en los que constituyen la principal dedicación y subordinan las demás actividades, que en general se orientan también a satisfacer las necesidades de la actividad económica predominante.

Tales espacios mantienen, por diferentes motivos, una expansión creciente, desde los focos pioneros, desbordando la función principal por espacios rurales vecinos que, así, quedan subordinados en estructuras funcionales jerarquizadas. A grandes rasgos, en las comarcas de Alicante se puede contraponer el litoral terciario al interior industrial como dos maneras diferentes de estructurar el territorio y, con él, de organizar los mercados laborales. Se analizan aquí los impactos ocasionados por la organización posfordista de la actividad industrial en el mercado de trabajo.

El sistema industrial instalado se caracteriza por una organización gerencial elemental, de empresas donde predominan las estructuras familiares, que aprovechan los conocimientos de tecnologías fácilmente accesibles, incluso para los propios trabajadores. Tal circunstancia ha propiciado el salto frecuente de empleados a empresarios, hasta configurar un elevado censo de pequeñas unidades de producción, con una de las proporciones de pequeñas y medianas empresas más elevadas del País: el 77 por ciento de las empresas industriales alicantinas en 1997 tenían menos de 10 empleados, y casi el 87 por ciento menos de 20 empleados (IVE, 2000). Se caracteriza además por el empleo intensivo del factor trabajo en subsectores considerados maduros, orientados en gran medida a la exportación gracias a la explotación intensiva de su principal ventaja comparativa: los bajos niveles salariales. Ese recurso, mantenido en sus características por la inmigración, ha sido utilizado ventajosamente por diferentes subsectores industriales, con otros insumos más ubicuos o susceptibles de fácil aprovisionamiento, permitiendo una notable diversificación del sector industrial, normalmente a partir de iniciativas endógenas, de base artesanal, apoyadas, en un momento determinado de su evolución, por inversiones foráneas que permitieron dar el salto cualitativo hacia estructuras claramente industriales, de esquema fordista.
 

Competencia, innovación y desregulación laboral

Sobre esa estructura productiva intensiva, que llegó a consolidarse como la fórmula más eficaz para la explotación del principal recurso de estas comarcas —la mano de obra cualificada—, los procesos de globalización y la nueva división internacional del trabajo han introducido profundos cambios en las estrategias empresariales. Por un lado, las empresas buscan incorporar innovaciones en los materiales, en las técnicas de producción y en la comercialización, conforme con la limitada capacidad de inversión propia de estructuras empresariales minúsculas.

Por otro lado, y al mismo tiempo, la desintegración de los procesos productivos ha ensanchado también los mercados de trabajo, que ahora trascienden fronteras y se expanden buscando ventajas comparativas y competitivas (cantidad y/o calidad según los casos) de la mano de obra, conforme con la lógica del capital.

Además, esa difusión internacional del trabajo se ha dado de forma paralela a una profunda reestructuración del trabajo en cada territorio, de forma que la actividad económica de base industrial ha ido incorporando trabajadores cualificados en la misma medida que incorporaba innovaciones tecnológicas y de organización, mientras expulsaba del mercado laboral a trabajadores y técnicos medios, sustituidos por la mecanización y automatización de las tareas, y mantenía la contratación de trabajadores poco cualificados para tareas de supervisión y mantenimiento de los procesos mecánicos.

Por otro lado, la internacionalización de la economía ha ido seguida de un incremento constante de la competencia que entablan nuevos países emergentes, productores industriales con costes más bajos, hacia los que se ha trasladado buena parte del sistema productivo. Para las empresas industriales de las comarcas alicantinas, en gran medida pertenecientes a ramos fabriles de demanda débil, muy sujetos a los vaivenes de las coyunturas internacionales, la especialización en nuevos productos competitivos, generalmente orientados hacia los segmentos de mercado de calidad media y alta, constituye la vía más eficaz no sólo para la supervivencia, sino también para alcanzar una situación de liderazgo y control sobre los mercados internacionales.

De esa manera, las empresas han reconvertido sus estructuras productivas, o se hallan en proceso de hacerlo, mediante una estrategia que, por un lado, se caracteriza por la incorporación de innovaciones tecnológicas para la consecución de nuevos productos específicos y competitivos y, por otro lado, busca garantizar el tránsito hacia esa nueva economía apoyándose en la ocultación de una parte de la producción. Con unas estructuras escasamente capitalizadas y con limitado apoyo de las administraciones públicas, la derivación hacia la economía no regulada de una parte de la producción constituye una estrategia generalizada para mantener la competitividad en los diferentes subsectores.

De esa manera, el trabajo clandestino, que ha sido consustancial a buena parte de los subsectores industriales alicantinos y, por ello, debería considerarse casi como aspecto estructural, se ha visto reactivado en su función de colchón amortiguador de los efectos de la transición hacia los nuevos paradigmas del modelo productivo industrial.
 

El nuevo modelo de la célula productiva industrial

En ese proceso de cambio industrial (resulta difícil hablar de reconversión, según los derroteros adoptados), la especialización flexible de los sistemas productivos aparece como una solución válida. El modelo de industria eficaz en el nuevo contexto se caracteriza por la descentralización de la producción, mediante la reducción del tamaño de las plantillas y el recurso a la subcontratación y al empleo temporal e irregular. De esa manera, las nuevas empresas son básicamente pequeñas PYME, de gestión ágil, en las que el empresario controla casi de forma instantánea todas las fases de producción. En esas unidades de producción, los trabajadores del núcleo estable se sienten más identificados con los intereses de la empresa. Ante las dificultades para obtener trabajo estable, el puesto de trabajo se llega a percibir casi como un privilegio y, en cierta medida, esa circunstancia les lleva a aceptar mayores compromisos con la empresa y se hallan, por ello, mejor dispuestos a realizar los esfuerzos exigidos (jornadas más largas, interrupciones temporales, retribuciones ajustadas durante algunos períodos, cambios en la ocupación dentro de la empresa, etc.)

La competitividad, además de por la incorporación de nuevas tecnologías aplicadas a la producción, se busca también por la introducción de sustanciales cambios en las relaciones contractuales, con claras afecciones en el mercado de trabajo. La especialización en la producción de series cortas, de diseño y ajustadas a la moda en sectores como el calzado, el textil o el juguete, ramos fabriles de demanda débil, se caracteriza por las fuertes oscilaciones de la demanda, conforme con las coyunturas internacionales y del mercado interior, con reflejo inmediato en el mercado de trabajo. Además, si antes la producción para stock era factible por la continuidad del producto en los mercados, los rápidos cambios en las tendencias de la moda hacen difícil en la actualidad recurrir al stockage para mantener la producción.

Por todo ello, desde la perspectiva empresarial se ha venido demandando con insistencia una serie de cambios en las relaciones laborales, en general tendentes a la desregulación y al mercado laboral libre, para que sean los mecanismos de la oferta y la demanda los que ajusten en cada momento la fuerza laboral a las necesidades del sistema productivo. Para ello, se ha planteado la eliminación progresiva de todo tipo de "rigideces" en los procesos de negociación (contratación, despidos, salarios, horarios, etc.) y la desclasificación laboral, para agilizar la movilidad interna de los trabajadores en la empresa, con la finalidad de mover a los obreros para el desempeño de diferentes tareas.
 

Hacia el pleno empleo bajo fórmulas irregulares

Sujeto el mercado laboral a los vaivenes de la demanda, las empresas tienen verdaderas dificultades para contratar eventuales cuando se incrementan los pedidos, hasta el punto de ser exclamación común el "aquí no hay paro, todo el mundo está trabajando", mientras las estadísticas oficiales registran otra situación. Se trata de una situación con un profundo componente social, difícil de denunciar por parte de las autoridades, bajo las urgencias de la pretendida reconversión industrial y de frenar la desaparición de puestos de trabajo.

Ante esa laxitud en los controles, el nuevo modelo productivo parece asentarse en esa fórmula de competitividad y, lejos de alcanzar una situación de empleo suficiente y de calidad, como sugieren los modelos de desarrollo neoliberales, se insiste en prácticas que ahondan en el empleo precario y en fórmulas tan atípicas como el recurso al régimen de autónomos para incrementar las plantillas en las fábricas. Si antes ese era el ámbito de la relación laboral de pequeños agricultores y agentes comerciales, ahora se ha generalizado también entre trabajadores de distintos gremios industriales. Debe recordarse que la Ley se refiere a esos trabajadores como independientes —autónomos—, que realizan actividades económicas de modo habitual como medio fundamental de vida y que trabajan en régimen de autoorganización (no bajo dependencia ajena) y con asunción de los riesgos que comporte su trabajo (no por cuenta ajena).

Se busca, en definitiva, desviar las cargas sociales hacia el propio trabajador y hacia el conjunto de la sociedad que, mediante sus políticas subsidiarias, posibilita el mantenimiento de esa reserva de mano de obra. Se ha abierto, de ese modo, una brecha entre el núcleo central del mercado de trabajo, o mercado primario de trabajo, y el mercado secundario de trabajo, el fundamentado en las nuevas modalidades de contratación, en el empleo precario y poco cualificado, desarrollado conforme con la reciente evolución de los sistemas productivos industriales alicantinos.
 

La especialización de la mano de obra como principal recurso industrial

El mercado de trabajo está formado por la mano de obra que oferta su trabajo y por el sistema productivo que lo demanda, regulado por una serie de normas legales y reglamentarias de carácter general —Derecho del trabajo en España, o Derecho Comunitario en la Unión Europea—, y otras de carácter específico, como los convenios por ramos de actividad.

La especialización productiva de las diferentes comarcas alicantinas ha ido formalizando una estrecha vinculación entre la industria concreta desarrollada y el territorio –y la sociedad- en que se ha concretado dicha actividad. Las economías locales presentan rasgos distintivos conforme con un cúmulo de decisiones específicas, públicas y privadas, llevadas a efecto por unos actores económicos concretos, en un ámbito de relaciones de producción fuertemente vinculadas con las relaciones sociales de ese territorio.

Actividad económica y vida cotidiana se superponen incentivando las interrelaciones entre empresarios y trabajadores, entre empresas y entre el sistema productivo y el sistema social. Se ha constituido así varios conjuntos socioeconómicos, sustentado por territorios concretos, donde se desarrollan prácticas propias de distrito industrial, si bien bajo el nuevo paradigma de sistema productivo, al propiciarse una mayor integración de la actividad productiva con el resto de las variables socioeconómicas. En concreto, las comarcas industriales alicantinas quedan adscritas a los sistemas productivos del calzado (comarcas del Bajo, Medio y Alto Vinalopó), del textil (comarcas del Comtat y de l’Alcoià) y del juguete (comarca de la Foia de Castalla). No obstante, cada vez son mayores las interrelaciones entre esos sistemas productivos, que han comenzado a compartir materias primas, productos semielaborados, mano de obra e incluso estrategias de comercialización.

En cada uno de esos sistemas productivos se han ido desarrollando unos usos que regulan o influyen decisivamente en el mercado de trabajo, conforme con las especificidades de cada actividad —intensidad, temporalidad, cualificación—. En todos los casos, el atesoramiento de un saber hacer tradicional, que arranca en las artesanías y se ha visto complementado paulatinamente a lo largo de más de un siglo de evolución, constituye también recurso sustancial. Junto a esa cualificación de la mano de obra, su identificación con la industria específica —que impregna los modos de vida cotidianos— constituye otro destacado insumo en los niveles de competitividad alcanzado. Además, el sistema se retroalimenta por la permanente transmisión del oficio, del "saber hacer", y mediante la formación continuada en el puesto de trabajo, con algunas contribuciones institucionales en materia formativa, significativas en algunos casos de formación profesional, y menos cuantiosas en materias más específicas desarrolladas en las agencias y gabinetes de desarrollo local.

Se han ido configurando así espacios concretos en los que la mayor parte de la población activa se emplea, de forma directa o indirecta, en el mismo tipo de industria y presenta, por ello, los mismos tipos de ventajas y problemas laborales. Sobre ellos, la disgregación de la actividad industrial en multitud de pequeños establecimientos de producción, dispersos además por el medio urbano, por el entorno rural y difundidos por otros municipios periféricos, ha ocasionado también la dispersión de la oferta laboral por el territorio y, con ella, un nuevo reparto de las tareas según la cualificación y el coste de esa mano de obra.

Puede decirse que con la ruptura de la fábrica integrada, el gran centro de empleo hacia el que gravitaba la movilidad diaria residencia-trabajo, es ahora el trabajo el que se desplaza en una legión de furgonetas hacia los pequeños establecimientos especializados en tareas concretas y en segmentos definidos de la cadena de producción, rebasando ampliamente los límites municipales y hasta los propios confines del distrito industrial.
 

El tránsito desde los esquemas fordistas a la fábrica desintegrada

Pese a que el factor trabajo ha sido recurso consustancial al nacimiento de la industria en las comarcas alicantinas, es en la etapa de máximo crecimiento industrial (1950-1975), cuando ese insumo fue explotado con mayor provecho, mediante nuevos procesos y técnicas organizativas de la producción, derivadas del fordismo y del taylorismo, sustentadas en la mecanización, en la cadena, en el reparto del trabajo por secciones especializadas, en el mantenimiento de ritmos constantes en la producción y, para ello, en la especialización del trabajador en tareas muy específicas y singulares. Apoyado todo ello en la búsqueda de economías internas y de escala.

Como resultado se produjo un fuerte crecimiento de la producción y de la productividad, no exento de tensiones laborales pues, mientras los nuevos empleados —las nuevas generaciones de obreros— asumieron fácilmente los nuevos ritmos de producción, para los trabajadores forjados a la antigua usanza fue más difícil. De igual manera, el nuevo sistema productivo, que pretendía transformar todo el tiempo posible en tiempo estrictamente productivo, mantenido por la cohorte de mandos intermedios, fue permanentemente contestado por las asociaciones sindicales obreras, obligando al empresario a negociar tanto los ritmos productivos como los incentivos por destajos, imponiendo en las grandes plantillas la figura del enlace sindical, como responsable que debía velar por los intereses de los trabajadores frente al aparato empresarial.

Como contrapartida social, el volumen de trabajo existente y una legislación favorable hicieron posible el pleno empleo y que la mayor parte de los trabajadores tuviesen contratos indefinidos. Pese a la nueva organización productiva, la fuerte dinámica empresarial seguía exigiendo mano de obra barata como pilar fundamental del sistema productivo, renovada constantemente por la llegada ininterrumpida de inmigrantes de otras regiones vecinas, especialmente de Castilla-La Mancha, de Murcia y de Andalucía.

Esa situación se vio trastocada por los efectos de la crisis de mediado de los años 1970. En esa ruptura se han identificado elementos externos y algunos propios del sistema productivo instalado. Entre los primeros se destaca la influencia del incremento de los costes de la energía y de los productos derivados del petróleo, la caída de la demanda de los mercados exteriores, los efectos de las políticas arancelarias de carácter proteccionista que frenaron las exportaciones y la competencia de nuevos centros de producción, en unos mercados cada vez más internacionalizados.

Con todo, en las comarcas industriales alicantinas pueden identificarse otros aspectos internos que contribuyeron en desigual medida a la crisis. Entre ellos, sin que pueda cuantificarse su importancia, de las entrevistas mantenidas con representantes sindicales y con empresarios se desprende también la influencia negativa del clima de agitación sociopolítica reinante durante la transición política y la incertidumbre, que frenaba las inversiones y propiciaba el cierre inmediato de la empresa ante la crisis. A esos efectos psicológicos se suman los clásicos del incremento de los costes salariales en unos momentos de caída de las exportaciones y de pérdida de mercados.

En general, las empresas alicantinas se vieron inmersas en una situación de pérdida de competitividad en los mercados, descenso de la productividad y, a la vez, de la producción, mientras se mantienen los costes fijos de explotación, con la secuela del descenso generalizado de los beneficios. En esa coyuntura se puso en marcha un profundo proceso de reestructuración, dirigido a través de tres procesos simultáneos:

a) de naturaleza económica: la descentralización –desintegración- productiva

b) de carácter espacial: la dispersión o difusión de la producción

c) de carácter económico-social: la generalización de la economía sumergida

La generalización de esta nueva organización productiva se debe a las cambiantes exigencias del mercado, cada vez con ciclos más cortos y más supeditados a una moda que demanda grandes cambios de una a otra temporada, de forma que se dificulta el establecimiento de procesos uniformes y duraderos de producción. Fue posible también por la fuerte división del trabajo introducida por el sistema fordista, que generó un complejo de tareas concretas, que pueden ser fácilmente desagregadas y vueltas a insertar en la cadena de producción. En ese sentido, para que funcione la descentralización se hace necesaria la presencia de importantes bolsas de desempleados y de trabajadores a tiempo parcial. De igual manera, son importantes algunos factores de carácter físico, como la existencia de una red viaria eficiente y la presencia de algunos servicios mínimos.

Han contribuido a la descentralización de la producción la inestabilidad del mercado, que impide o limita las inversiones en equipo, y la creciente estacionalidad de la producción, que se manifiesta con verdaderas temporadas sin trabajo y otras con insuficiente mano de obra para atender las demandas. De igual manera ha influido los efectos de la moda y la introducción de las series cortas, esto es, ante la creciente competitividad, las empresas deben diversificar los modelos que ofrecen y, en consecuencia, los pedidos se reparten entre esos diferentes modelos. Las grandes empresas de los años 1970 funcionaban gracias a la explotación de unos pocos modelos que, además, apenas cambiaban con los años.

Se observan también aspectos de carácter legal en esos procesos, de manera que se busca la recuperación de la competitividad en la ocultación de algunas fases de la producción, para eludir los costes de los seguros sociales, de los impuestos municipales o de diferentes administraciones (IVA, renta, Hacienda), e incluso para escapar de las exigencias en materia de higiene y seguridad en el trabajo, que implican la necesidad de realizar algunas inversiones para acondicionar los lugares de trabajo.
 

La fábrica difusa, la mano de obra dispersa y el mercado secundario de trabajo

La reactivación del trabajo en los domicilios ha generado una importante flota de repartidores, que hacen de intermediarios entre la empresa y los trabajadores, bien como empleados de plantilla de la fábrica, bien como autónomos, que disponen de una furgoneta como toda inversión productiva, y que actúan por su cuenta, bien como miembro de la plantilla de los talleres donde radica la subcontratación de las diferentes fases de la producción.

Mientras la fábrica fordista presentaba un equilibrio ajustado entre la producción y la gestión, y ésta se concretaba en unas oficinas en las que se empleaba entre el 2 por ciento y el 5 por ciento del total de la plantilla, físicamente instalada encima de la nave de producción, la fábrica resultante de la reestructuración presenta dos tipologías contrastadas. Por un lado, la paulatina aparición de servicios para la industria desgajados de las propias empresas industriales, ha permitido desagregar también buena parte de las tareas de administración y gestión, encargadas a gestorías, asesorías y contables a tiempo parcial, de forma que la gestión directa se reduce al mínimo y recae, normalmente, sobre el jefe y los miembros de su familia.

Por otro lado, la creciente subcontratación ha definido dos tipos contrastados de empresas: las propietarias de la marca, que mantienen algunas naves de producción, pero que se nutren fundamentalmente de la producción subcontratada, y las empresas subcontratadas para diferentes fases de la producción. Entre las primeras, además de los empleados en la gestión y administración de las plantas productoras propias, se hace indispensable destinar parte de la plantilla a las tareas de coordinación del trabajo disperso y al ensamblaje de las diferentes piezas, y por ello presentan oficinas más nutridas, en ocasiones con porcentajes de empleo que supera el 50 por ciento del total de los empleados.

Por el contrario, las empresas subcontratadas no precisan apenas empleados en la gestión, ya que todo —modelos, producciones, ventas— les viene impuesto por la empresa propietaria de la marca. De hecho, pueden observarse establecimientos industriales medianos, de entre 50 y 100 empleados, íntegramente ocupados en la subcontratación, para la fabricación de unas fases o de todo el producto completo, sin que exista más que una administración elemental, concretada en un oficinista que recibe el cobro por el trabajo entregado y prepara los pagos mensuales a los trabajadores, cuando no es el propio jefe el que realiza esas tareas.

La extracción de fases productivas de la empresa ha conllevado un proceso paralelo de reducción de plantillas, que ha afectado a la naturaleza de las relaciones contractuales. Los despidos afectaron primero a los trabajadores de las secciones más fácilmente extraíbles, pero después han seguido hasta alcanzar el mínimo indispensable. En las pequeñas empresas, es normal que la plantilla se halle integrada en gran medida por los miembros de la propia familia del empresario, y que las nuevas contrataciones se hagan a través de estrictas relaciones de amistado o parentesco, por encima de la cualificación de la mano de obra, en atención a consideraciones de discreción, de asunción de bajos salarios o condiciones laborales precarias.

Por otro lado, entre los trabajadores de mayor edad, próximos a la jubilación, se ha generalizado también el contrato por tiempo definido, negociado con el empresario, que repercute sobre el sueldo del trabajador los costes sociales, mientras estos se benefician de mantener las cotizaciones para el subsidio de jubilación. En la actualidad, se mantiene un núcleo estable de trabajadores y se contrata temporalmente a los obreros precisos en momentos de necesidad, o bien, simplemente se les emplea, sin mediar contrato legal, aprovechando la aceptación de ese tipo de relación laboral por parte de los jóvenes que acceden a su primer empleo, por las mujeres con dedicación laboral a tiempo parcial, e incluso por los trabajadores que cobran subsidios de desempleo.
 

Los nuevos yacimientos de trabajo

Entre tanto se produce el ajuste competitivo, fundamentado en un buen producto, en la calidad, en el diseño y la marca como medidas esenciales para superar la crisis, buena parte de los empresarios han encontrado en la reducción de los precios la manera más fácil y ágil de superar la crisis. Esto es, ante la competencia de otros países productores a precios más bajos, se ha optado por bajar los precios del producto local, en lugar de competir con ellos ofertando un producto de mayor calidad y, por ello, susceptible de ser vendido a precios más elevados. Tal proceso ha descargado en la mano de obra el peso fundamental del ajuste del subsector, con la búsqueda de medidas tendentes hacia una moderación salarial y hacia la desregulación del mercado laboral, en busca del paradigma de la flexibilidad.

De esa manera, se ha impuesto la explotación de nuevos yacimientos de mano de obra barata, como ha sido la existente en los municipios rurales vecinos de los núcleos industriales, y de otros municipios marginales respecto al proceso de industrialización. Se ha buscado especialmente mano de obra femenina que, por ejemplo, puede constituir entre el 50 por ciento y el 70 por ciento del empleo normal en una fábrica de calzado, con unos salarios siempre más bajos que los percibidos por los hombres.

La mano de obra se capacita en pocas semanas, dado que se trata siempre de tareas muy específicas que constituyen meros eslabones en el proceso de elaboración del producto, y se apoyan en el empleo de una maquinaria muy elemental, o de ninguna. Junto a ese proceso, la aparición de multitud de talleres auxiliares fuertemente especializados, han permitido uno de los principales objetivos de las empresas, que ha sido el de la flexibilización de las plantillas. La fábrica se ha convertido así en empresa dispersa por varios establecimientos, por diferentes talleres especializados e incluso por multitud de domicilios y diferentes municipios, dando origen a la denominada "fábrica difusa", más capacitada para ajustarse a las fluctuaciones de la demanda, que ha exigido, sin embargo, una profunda reconversión en las condiciones técnico-organizativas, necesaria para gestionar una nueva articulación espacial de la producción.

Las innovaciones en la gestión, junto con una puesta en valor de los municipios rurales por la mejora de las comunicaciones, facilidades administrativas, la oferta de suelo industrial equipado e incluso de naves industriales se han sumado a la difusión de la producción zapatera, textil y juguetera por el medio rural. También ha sido significativa la expansión rural de esos subsectores en busca de refugio ante el control fiscal, sumergiendo una parte de la producción y, a veces, toda la producción, en la búsqueda de aminorar costes.

Ha actuado en beneficio de esos municipios rurales la presencia de mano de obra cualificada, emigrantes formados en las empresas antes de la crisis y que, ahora, han vuelto a sus municipios de origen. En ocasiones, ellos mismos han sido los que han montado las nuevas empresas, aprovechando la pequeña capitalización conseguida con el cobro de la compensación por el despido, y beneficiándose de las garantías de trabajo ofertadas por las comerciales radicadas en los municipios centrales de cada distrito industrial, si bien eso ha supuesto una extrema dependencia de las mismas, al menos en los primeros momentos de funcionamiento, hasta llegar a diversificar los clientes.

Esos municipios que reciben ahora la llegada de la industria, han constituido focos tradicionales de excedentes de mano de obra, forzada a emigrar, que se desplazó en busca de ocupación a las ciudades industriales vecinas, sobre todo después del ecuador de la centuria, atraídos por las industrias de calzado en el Valle del Vinalopó, por las industrias del juguete en la Foia de Castalla, y por la actividad textil en los Valles de Alcoy. Tal relación laboral, en ocasiones sujeta a migraciones de carácter cotidiano, junto con el retorno de algunos emigrantes, aun con escasa importancia cuantitativa, han tenido una gran trascendencia cualitativa, ya que permitió a la población activa de estos pueblos conocer nuevas profesiones en las que fueron especializándose, actividades concretas de la producción zapatera que, con el paso del tiempo, arraigaron en esos pequeños municipios, implantadas en parte por los mismos trabajadores ya emancipados y convertidos en pequeños empresarios, y en parte por empresarios foráneos en su búsqueda de nuevos yacimientos de mano de obra barata y, en cierta medida, cualificada o al menos conocedora del oficio.

En la mayor parte de los casos, esos talleres especializados rurales presentan un acusado minifundismo, en cuanto a su tamaño, y se encuentran sumidos en mayor o menor medida en la economía sumergida y en otras fórmulas para evitar o minimizar la presión fiscal y los costes sociales. Puede concluirse que esos espacios rurales constituyen la última reserva de mano de obra barata, que está siendo explotada por unas empresas ahora fragmentadas y multilocalizadas, sin que ello acabe de plasmarse en la configuración de un auténtico tejido industrial, pese a las interesantes iniciativas locales.

Si bien la difusión arranca durante la fase de fuerte desarrollo y antes de la crisis, tal proceso difiere del actual, ya que antes obedecía a la insuficiencia de abastecer la fuerte demanda, imposible de ser satisfecha con la fuerza productiva de la fábrica integrada. Por el contrario, el actual modelo difuso se debe a la profunda reestructuración de la organización de las empresas y la conformación de un área o sistema productivo industrial especializado, en el que se generalizan las relaciones entre empresas en aras de la cooperación y la complementariedad, y entre éstas y el territorio en su conjunto.

La nueva organización espacial obliga a redefinir el concepto de local, aplicable al sistema productivo desarrollado, hasta ahora asociado al sistema económico centrado en cada uno de los núcleos, para hablar con mayor propiedad de redes empresariales extendidas por un territorio amplio, que traspasa términos municipales y límites provinciales y choca, no obstante, en su expansión con las diferentes coyunturas socioeconómicas alcanzadas en cada municipio y con las iniciativas de los agentes sociales locales y, de manera especial, con las políticas sectoriales y generales desarrolladas desde las administraciones locales, de forma que los sistemas productivos alcanzan una concreción diferente en cada municipio, influyendo decididamente en los mercados de trabajo.

Desde el empresariado se presiona a la baja el mercado de trabajo mediante advertencias sobre la difícil evolución futura y sobre el posible traslado de empresas hacia otros países con costes laborales más bajos. De hecho, algunas empresas jugueteras y de calzado ya han dado el salto hacia otros países. No obstante, esa tendencia se ha frenado por la llegada de inmigrantes de África y América del Sur, que han ido sumándose progresivamente a la fuerza laboral empleada en las industrias, tras breves cursillos de capacitación en tareas muy concretas, que desempeñan aceptando salarios más bajos y horarios más intensos. Esto es, no hace falta deslocalizar la fábrica en busca de mano de obra barata, ya que es ésta la que llega incesantemente —legal e ilegal— a los diferentes sistemas productivos alicantinos. Las menores exigencias de esos trabajadores "importados" rebajan también las exigencias laborales de los autóctonos, en un proceso que los sindicatos han denunciado como una "vietnamización" de la mano de obra.
 

La precaria incorporación de la mujer al mercado de trabajo

El sistema de producción fordista en los sistemas productivos industriales del calzado, del juguete y del textil (y también en otros ramos) en las comarcas alicantinas definió unas pautas laborales mediante las cuales la mujer formaba parte activa de las plantillas de las empresas bien hasta que contraía matrimonio o, bien, hasta su primera maternidad. A partir de esas circunstancias vitales era normal que externalizase su trabajo, pasando a producir en su domicilio, bajo diferentes fórmulas contractuales cada vez más precarias: desde el contrato de trabajo a domicilio (art. 13.1 del Estatuto de los Trabajadores) hasta el trabajo ilegal, pasando por el autoempleo (autónomos), circunstancias que se han mantenido con la nueva organización "difusa" de la producción. Por ello, y con todo, la incorporación de la mujer en los mercados locales de trabajo alicantinos ha sido más elevada que en el resto de la Comunidad Valenciana y del Estado, que en 1998 registraba una tasa de actividad del 39’5 por ciento entre las mujeres, cuando en los países más desarrollados de la Unión Europea se elevaba por encima del 50 por ciento.

El desequilibrio entre sexos se muestra especialmente relevante en el volumen de ocupados que registran hombres y mujeres en los mercados locales de trabajo alicantinos (cuadro 1). En 1998, los hombres ocupados ascendían a 310.400 y ocupaban el 63 por ciento de los puestos de trabajo, mientras las mujeres sólo sumaban 183.400 y ocupaban el 37 por ciento de los empleos existentes. Esos valores muestran muy diferente contraste comparados con el volumen de población que se declara activa entre los hombres y entre las mujeres, y ponen de manifiesto como los diferentes sistemas productivos siguen empleando preferentemente hombres, pese al creciente volumen de mujeres dispuestas a entrar en el mercado de trabajo: en ese año, el 88’8 por ciento de los hombres que se declaraban activos estaba ocupado, frente al 79 por ciento de las mujeres en la misma condición.
 
 

Cuadro 1
Provincia de Alicante. 
Evolución comparada por sexo del mercado de trabajo
población activa población ocupada población parada
hombres mujeres Hombres mujeres hombres mujeres
1994 330100 207600 264000 139100 66100 68500
1995 348500 224600 289500 160300 59000 64300
1996 341700 222700 283400 165400 58300 57300
1997 336600 233500 280800 174300 55800 59200
1998 349500 232100 310400 183400 39100 48700
Fuente: EPA, elaboración propia


La anhelada flexibilización de las plantillas

La gran dependencia de la demanda –subsectores de demanda débil- es la que ha llevado a los empresarios a solicitar de manera insistente la flexibilización del mercado laboral y, en algunos casos, como en los subsectores del juguete, calzado y marroquinería, a pedir la consideración de trabajo estacional, en atención a la fuerte vinculación de la producción con el ritmo de las campañas de moda.

Desde los inicios de la reconversión, la patronal del subsector calzado ha reivindicado su tipificación como actividad estacional, sujeta a las dos temporadas –verano e invierno- para las que se trabaja, en ocasiones con cierres temporales entre una y otra campaña, sin que ello exima a las empresas del pago de las cotizaciones a la Seguridad Social.

En esa dirección, se busca recuperar una vieja figura legal, la del "paro tecnológico", que funcionó entre 1962 y 1980, hasta la entrada en vigor de la Ley Básica de Empleo. Ese paro tecnológico permitía a las empresas cerrar hasta dos meses al año, con ocasión de los cambios de temporada, sin coste alguno para las empresas. Ante la difícil situación de algunas empresas, y para lograr su supervivencia, incluso los sindicatos se muestran favorables a esa propuesta, siempre que no repercuta en las prestaciones sociales de los trabajadores.

Ante las prácticas habituales para el empleo de la mano de obra, existe una constante reivindicación sindical con miras a regular el mercado laboral. Así, la flexibilización contractual se acepta de buen grado siempre que las nuevas fórmulas queden bajo cobertura legal y lleven anexas prestaciones sociales. En ese sentido, parecía que ampliar la oferta contractual existente mediante los contratos de tipo fijo discontinuo o fijo a tiempo parcial (aprobados recientemente) resultaría una fórmula beneficiosa para empresarios, que pueden ajustar las plantillas a las temporadas de trabajo, y para trabajadores, que ven regulados de forma legal sus contratos. Sin embargo, en la práctica, esos modelos de contratación apenas son utilizados, dado que los empresarios buscan evitar trámites y acceder inmediatamente a la mano de obra, mientras los trabajadores se hallan predispuestos a aceptar cualquier tipo de oferta, ante las dificultades del mercado.

De esa manera, más que los nuevos modelos de contratación, ha sido la bonanza económica del último lustro la que ha contribuido a aflorar buena parte del empleo informal existente. Si bien, como va dicho, en el estado actual de la reestructuración de los sistemas productivos industriales alicantinos, la ocultación de una parte de la producción está resultando fundamental para mantener los niveles de competitividad que exige la internacionalización de los mercados y, con ella, el empleo —formal o informal—. Otra cosa es el enquistamiento detectado en bastantes casos, en los que ese tipo de empleo no se trata de un recurso coyuntural sino, más bien, forma parte consustancial de la estructura, lastrando los cambios hacia modelos productivos en que la competitividad venga dada por la innovación.
 

La "externalización" de actividades y la "terciarización" del empleo industrial

El incremento general de los servicios responde al aumento del poder adquisitivo y, con él, al incremento de la demanda de bienes inmateriales o servicios. De esa manera, el mercado de trabajo se orienta hacia el sector que ofrece un mayor dinamismo y exige, a su vez, un aumento progresivo de la cantidad y calidad de la mano de obra. De ese modo, mientras los servicios siguen ofertando nuevas posibilidades laborales, conforme con la exigencia de una relación directa con el cliente (hostelería, enseñanza, salud, pequeño comercio, asistencia social o servicios personales), por el contrario, en la industria, la incorporación de nuevas tecnologías a la producción —la automatización de los procesos— destruye empleo.

No obstante, también la reorganización del subsistema industrial en cada uno de los distritos industriales alicantinos ha contribuido a incrementar sustancialmente el sector terciario. La fábrica integrada de la etapa fordista contaba con una serie de actividades que hoy se han externalizado con los procesos de ajuste de plantillas a mínimos competitivos. A la vez, la búsqueda de nichos de mercado de calidad media y alta para los productos industriales obliga a las empresas a prestar una mayor atención tanto a las fases previas a la producción, como a los servicios postventa y al mantenimiento de los clientes.

De esa manera, al mismo tiempo que se intensificaban, salían de la empresa las fases de investigación, de diseño, de tratamiento informático, de gestión de personal, de planificación estratégica y otros nuevos servicios previos a la fabricación. También eran externalizados los transportes, la publicidad y el marketing, los servicios de logística y almacenamiento y otras tareas menos cualificadas, como limpieza, vigilancia o mantenimiento. Se ha constituido así un nutrido grupo de tareas antes consideradas industriales y que ahora, como servicios a la producción, se clasifican bajo el concepto más genérico de actividades terciarias, si bien forman parte de lo que se ha denominado "continuo industria-servicios". Algunos grupos destacados de empresas suministradores de servicios a otras empresas en la provincia aparecen recogidos en el cuadro 2.
 
 

Cuadro 2
Empresas de servicios a la industria. Provincia de Alicante, 1999
Tipo de actividad nº de empresas
Servicios a las empresas 2776
Transportes terrestres 1408
Transportes aéreo, marítimo y ferrocarril 20
Actividades anexas al transporte 543
Reparaciones 1692
Instituciones financieras y de seguros para las empresas 264
Intermediarios del comercio 353
Comunicaciones 42
Formación e investigación 910
Fuente: Tesorería General Seguridad Social, 1999, elaboración propia


El proceso de terciarización de la actividad industrial constituye un proceso sustancialmente urbano, mientras el empleo manufacturero en la industria se desvía hacia los municipios menores rurales. Se asiste, de esa manera, a la sustitución de la antigua dualidad de zonas industriales urbanas y zonas rurales, por un sistema territorial más complejo, conforme con las características de un distrito industrial, donde las diferentes actividades se difunden territorialmente en busca de aquellas ventajas comparativas y competitivas más interesantes en cada caso –mano de obra, suelo industrial, comunicaciones, etc.-. Con todo, las pautas territoriales de esos procesos muestran como las principales ciudades de los sistemas productivos industriales alicantinos se terciarizan mientras los municipios rurales se industrializan.
 

Hacia una bipolarización de la mano de obra: técnicos especialistas frente a obreros comunes

Junto al aumento de contrataciones en grupos tan específicos como técnicos y profesionales de apoyo o científicos e intelectuales, aparece un destacado grupo de trabajadores no cualificados —el grupo más voluminoso en las comarcas alicantinas en su conjunto en 1999— (cuadro 3). Tal circunstancia se ajusta a los cambios experimentados en la estructura ocupacional y a la flexibilización productiva demandada por los empresarios. En buena parte, los empleos más cualificados han salido de las empresas industriales, si bien la modernización de las empresas y la incorporación de nuevas tecnologías, concretadas en maquinaria más sofisticadas, exigen un proceso de formación continuada entre los trabajadores de plantilla. No obstante, en otros casos, la automatización de las tareas provoca la destrucción de puestos cualificados, como el de los trabajadores de mayor edad que atesoran unos conocimientos artesanales de la producción, sustituidos por obreros poco cualificados cuyo trabajo consiste en supervisar las tareas desempeñadas por la máquina.
 
 

Cuadro nº 3
Mercado de trabajo en la Provincia de Alicante, 1999. Contrataciones por grandes grupos
grupos contratos
trabajadores no cualificados 110227
trabajadores cualificados manufactura y construcción 73759
restauración, servicios personales y comercio 73188
operadores de instalaciones, maquinaria y montadores 58998
empleado administrativo 39842
técnicos y profesionales de apoyo 13529
técnicos y profesionales, científicos e intelectuales 10988
trabajadores cualificados agricultura y pesca 6355
dirección de empresas y administración pública 813
TOTAL 387699
Fuente: INEM, 1999, elaboración propia
Desde el punto de vista empresarial, se busca un trabajador conocedor del oficio pero polivalente. Esto es, que aúne una cierta especialización con la posibilidad de desempeñar diferentes tareas dentro de la empresa, conforme con los ritmos productivos y las exigencias de las diferentes fases de producción. Se intenta aprovechar, de esa manera, la capacidad productiva del trabajador incluso en fases de falta de actividad en su puesto de trabajo ordinario. Sin embargo, esa situación de aprovechamiento óptimo de los recursos tiene notables repercusiones en las relaciones contractuales, de manera que bajo el concepto de "peón de la industria manufacturera" se está contratando con frecuencia mano de obra especializada que, ante la escasez, acepta esas ofertas.
 

Nuevas formas de marginación y exclusión del mercado de trabajo

Con mucha frecuencia, la necesaria flexibilización para afrontar la nueva organización productiva se ha fundamentado en el aumento de la precariedad del mercado de trabajo y en la reaparición de fenómenos de exclusión laboral, que afecta especialmente a los trabajadores de más edad, impelidos con frecuencia a declararse autónomos para poder seguir trabajando ahora como "jornaleros industriales", por horas o por días. De igual manera, se asiste a un proceso de incorporación regulada al mercado de trabajo bajo condiciones contractuales muy precarias —los denominados contratos basura entre los más jóvenes (cuadro 4)—, que han reavivando los desequilibrios entre hombres y mujeres en relación con las oportunidades de acceso a suficientes puestos de trabajo y, a la vez, a puestos de trabajo de calidad, en los que a veces se margina a la mujer, bien mediante práctica consuetudinaria, bien mediante cláusulas discriminatorias en los convenios colectivos, especialmente en cuanto a las retribuciones asignadas a cada sexo y a las facilidades de acceso al empleo.

El nuevo modelo productivo se apoya en gran medida en la ocultación de una parte de la producción, estimada entre un 20 por ciento y un 40 por ciento según los diferentes distritos industriales alicantinos, con una variabilidad debida fundamentalmente al tipo de actividad concreta desarrollada en cada caso, que permite que los pequeños talleres auxiliares y complementarios escapen con mayor facilidad a la legalidad vigente. En esas circunstancias, el trabajo irregular constituye un recurso sustancial para la industria, mantenido por las nuevas prácticas.

En la actualidad, los sindicatos mayoritarios, UGT y CCOO denuncian que entre el 40 por ciento y el 60 por ciento de los trabajadores del calzado son ilegales (UGT, 1999), entendiendo por tal situación un amplio abanico de posibilidades, que van desde el asalariado que tiene contrato a tiempo parcial pero trabaja la jornada completa, hasta el empleo en la más absoluta ilegalidad en la propia empresa y en los domicilios, pasando por los trabajadores que declaran el salario que define el convenio específico pero trabaja cobrando por productividad, triplicando el salario real.

Las condiciones de precariedad en ese subsector afectan de manera especial a las mujeres. Un reciente estudio de CC.OO. (2000) estima que el 50 por ciento de las mujeres de la industria zapatera trabaja en sus domicilios de forma clandestina, otro 25 por ciento lo hace en talleres clandestinos y sólo el restante 25 por ciento se halla en situación legal. En general perciben sueldos por debajo de los fijados en los convenios y se ven sujetas a bruscos cambios de ritmo en la producción, que oscilan entre jornadas de más de 14 horas hasta periodos de inactividad y, con ella, de falta de retribución.

A esa situación se han sumado muchas de las mujeres inmigradas, procedentes de países africanos o americanos que, incluso, aceptan peores condiciones de trabajo y salarios más bajos. De igual manera, los hombres inmigrados suelen desempeñar las tareas más penosas y peor remuneradas, aceptando ritmos de trabajo y horarios intensivos, a los que no están en absoluto acostumbrados ni, a veces, capacitados, en aras de obtener unos magros ingresos y la promesa del contrato laboral que les permita regularizar su presencia.

Las nuevas disposiciones legales que regulan el mercado laboral han permitido a los empresarios definir una plantilla base, a la que se incorporan coyunturalmente otros trabajadores mediante contratos temporales. Como se observa en el cuadro 4, en todos los mercados locales de trabajo predomina la contratación por tiempo determinado, en general contratos de tres meses, renovados tras un mes de supuesta inactividad. Solo el distrito textil de Alcoy y el mercado de trabajo de Novelda (donde tienen gran representatividad los subsectores industriales del mármol, construcción y calzado) presentan porcentajes más bajos, compensados no obstante por la importancia de las contrataciones a través de empresas de trabajo temporal.
 
 

Cuadro 4
Sistemas productivos industriales alicantinos, 1999. 
Modalidades de contratación (en porcentaje)
tipo de contrato Provincia Elche Elda Villena Ibi Alcoy Novelda Jijona
indefinido tiempo completo 8,65 6,96 10,47 12,03 8,13 14,39 10,05 8,34
tiempo parcial 19,16 17,34 16,29 15,73 11,71 16,83 9,58 8,36
duración determinada 60,2 66,2 69,13 69,25 72,47 48,69 56,43 80,14
formativos 3,01 2,36 4,11 2,95 2,61 3,95 3,51 0,87
empresas trabajo temporal 8,98 7,14 0 0,04 5,08 16,14 20,43 2,29
TOTAL 100 100 100 100 100 100 100 100
Fuente: INEM, 1999, elaboración propia
Conclusiones

En general, el fuerte proceso de ajuste experimentado entre población activa y empleo se ha producido carente de unas líneas directoras estratégicas —políticas sectoriales de reconversión—. Así, los sistemas productivos industriales alicantinos han desarrollado estrategias directamente influenciados por las oscilaciones del mercado y por la necesidad de sobrevivir ante una competencia globalizada. La competitividad se ha logrado, en gran medida, trasvasando el descenso de los costes de producción a la mano de obra, aumento de la precariedad de las condiciones laborales: menores salarios, jornadas irregulares, estacionalidad creciente, desregulación contractual, pérdida de calidad del puesto de trabajo, movilidad interna, dispersión territorial en busca de ventajas comparativas en costes según los trabajos, desequilibrios por edades y por sexo en la incorporación y exclusión del mercado de trabajo y, en fin, mantenimiento de un abultado mercado secundario de trabajo casi como factor estructural, lejos de ser superado como aspecto coyuntural de la crisis.

La población activa ocupada en la industria desciende en los municipios mayores de 10.000 habitantes y, por el contrario, aumenta en los municipios menores. El proceso de "terciarización" de las ciudades y municipios mayores se da en paralelo a la "industrialización" de los municipios rurales por el nuevo modelo productivo desintegrado —fábrica difusa— con gran afección territorial.

Puede concluirse que, pese a las posibilidades que ofrecen los contratos temporales y los de fijo discontinuo, se mantiene el mercado laboral informal y la inestabilidad en el empleo como fundamento de la competitividad de las empresas industriales alicantinas, que se acompaña con diferentes medidas innovadoras, de diferente intensidad según los casos.
 

Notas

(1) Proyecto coordinado, "Cambios organizativos y tecnológicos en los sistemas productivos locales de España", ref. BSO2000-1422-CO9-02, Ministerio Ciencia y Tecnología.
 

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© Copyright Gabino Ponce Herrero, 2002
© Copyright Scripta Nova, 2002
 

Ficha bibliográfica

 PONCE HERRERO, G. Competitividad y mercado de trabajo en los sistemas productivos industriales alicantinos.  Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, vol. VI, nº 119 (65), 2002. [ISSN: 1138-9788]  http://www.ub.es/geocrit/sn/sn119-65.htm


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