Menú principal

Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VI, núm. 119 (123), 1 de agosto de 2002

EL TRABAJO

Número extraordinario dedicado al IV Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)
 

LA INTERNACIONALIZACIÓN DEL MERCADO DE TRABAJO EN LOS ALBORES DEL SIGLO XXI: ASPECTOS ÉTICOS

Francisco Escamilla Vera


La internacionalización del mercado de trabajo en los albores del siglo XXI: aspectos éticos (Resumen)

La globalización de la economía en el mundo actual se basa en la internacionalización del capital y del trabajo y en el predominio de las actividades comerciales sobre las agrícolas e industriales. Las grandes empresas transnacionales y los países que dominan el comercio mundial determinan las relaciones comerciales que, con una creciente desigualdad, se establecen entre las naciones desarrolladas y las subdesarrolladas. Y mientras que los beneficios de la inversión de capital (del dinero, podríamos decir) son proporcionalmente similares en todo el mundo, el coste del factor trabajo varía enormemente entre los países desarrollados y subdesarrollados, siendo este diferencial el que explica los mecanismos de dependencia que se establecen entre estos últimos y los primeros. Ello genera una serie de planteamientos de orden ético que se tratan de analizar y evaluar en el presente ensayo.

Palabras clave: globalización, geografía económica, trabajo


Internationalizatión of labour market in the beginnings of XXIth Century: ethical approaches (Abstract)

Globalization of economics in today’s world is founded on internationalization of capital and labor as well as on predominance of commerce over industrial and agricultural activities. Major transnational enterprises and developed nations determine commercial relationships which, along a growing inequality, are established among developed and underdeveloped countries. And, while returns on capital inversion are very similar in the whole world, cost of labor varies tremendously from a country to another according to its level of development, being these differences the major explanation of economic dependence that appears in underdeveloped countries with regard to developed ones. This whole situation creates a series of ethical considerations which are briefly analyzed and evaluated in this paper.

Key Words: globalization, economic geography, labour


Hablar de un Nuevo Orden Mundial, como se ha hecho recientemente en Venezuela y seguramente en otros países, no parece correcto si analizamos los procesos que se vienen produciendo en el mundo desde hace unas cuantas décadas. En honor a la verdad, no existe un nuevo orden mundial, al menos, desde el punto de vista económico. Los países desarrollados son cada vez más ricos y poderosos y los subdesarrollados cada vez más pobres y dependientes, tal como señala Mary Robinson en la información que proporciona al comparar la situación cada vez más contrastante y desigual entre estos dos grupos de países (Robinson, 1999). Si consideramos que los países más avanzados hace algunas décadas son los mismos que existen en la actualidad y que los países más subdesarrollados, que también son los mismos, se encuentran en peor situación social y económica que hace algún tiempo, comprenderemos mejor la idea de que no existen países en vías de desarrollo y que este concepto no pasó de ser (salvo algunas posibles excepciones) sino una especie de eufemismo que venía a disfrazar la situación real.

Así pues, la idea de un Nuevo Orden Mundial no es sino una frase atractiva que oculta una realidad mucho menos agradable y hasta dolorosa para los países subdesarrollados. En realidad, esa frase hacía referencia exclusivamente al plano político ya que, con el derrumbe del sistema político en la Unión Soviética y los países de la Europa del Este y con los tratados comerciales que han surgido, por ejemplo, entre China y otros países asiáticos por un lado y los Estados Unidos, Europa y Japón por el otro, ha aparecido un nuevo ordenamiento mundial en el que no existen ya bloques políticos y económicos, sino una nueva distinción entre países productores y consumidores, con un poderío creciente por parte de estos últimos, que son los que dominan el comercio mundial en la actualidad.

Lo mismo que se suele señalar con respecto a los intermediarios entre la producción agrícola y el consumo, es decir, los comerciantes de productos agrícolas, los cuales se enriquecen mucho más y a un ritmo más rápido que los productores agrícolas, sucede a escala global entre los países. Los países consumidores son los que han ido acumulando los beneficios del comercio mundial a costa de los países productores. La imagen que se tenía de estos últimos, como países que solamente producían materias primas, ha cambiado en los últimos tiempos, ya que también la China (que se ha señalado como ejemplo) se ha convertido en un país productor, no de materias primas, sino de productos elaborados, gracias a la enorme cantidad de mano de obra que supone tener una población de más de 1200 millones de habitantes. Y lo mismo podríamos decir de otros países.
 

Una visión de la historia mundial en la segunda mitad del siglo XX

Un breve análisis de la evolución histórica podría servir para fundamentar las ideas principales del presente estudio. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, en 1945, surgieron dos bloques de países nítidamente delimitados entre sí: Los países socialistas (La Unión Soviética y los Estados de la Europa del Este, a los que se unió China con el triunfo de la Revolución Maoísta), y las naciones llamadas occidentales, conformadas por la Europa Occidental y los Estados Unidos, con todos los países que se encontraban dentro de la órbita económica y política de este último país. J. B. Duroselle definió esta situación como el "sistema bipolar de la postguerra".

Este sistema bipolar, que se reducía inicialmente al plano político, se transformó pronto en un sistema de tres bloques desde el punto de vista económico, con la reconstrucción y el desarrollo de la Comunidad Económica Europea y con el proceso de "descolonización" que se produjo en África y en otros continentes. La integración europea tuvo un éxito considerable, al conformar una comunidad de naciones que concentraba el mercado mundial más importante del mundo, tanto desde el punto de vista de la producción como, de manera progresiva, del consumo. La superposición de los criterios políticos y económicos llevó a la consideración también de tres grupos de países, denominados primero, segundo y tercer mundos. El primer mundo estaba formado por los países de régimen democrático y economía capitalista de libre empresa. El segundo se refería a los países de economía planificada y de régimen socialista. Y el tercer mundo estaba formado por los países subdesarrollados, en los que predominaban los países de régimen capitalista, aunque también incluía a algunas naciones de régimen socialista. Esto le concedía al factor económico un mayor peso que al político como criterio de diferenciación entre los países.

Por otra parte, el desarrollo del Japón como una potencia económica mundial se hizo gracias a la transformación de este país en una enorme fábrica de productos industriales cuyo mercado se dirigía, no sólo al sureste asiático y a los Estados Unidos, sino a todo el mundo. La desaparición del socialismo en la antigua Unión Soviética y los países de la Europa del Este, así como la apertura de China al resto del mundo (apertura que se aceleró recientemente con la descolonización de Hong-Kong) ha vuelto a dar origen a un nuevo sistema bipolar de características algo distintas al que apareció en el mundo después de 1945. Por ello no podemos hablar del "fin de la historia", como señalaron algunos autores hace una década: ellos consideraban que la historia era básicamente dialéctica, con lo cual se quería definir como un proceso de lucha entre dos sistemas que se oponen entre sí y al desaparecer uno de estos sistemas, desaparecía la historia (Fukuyama, 1992). Sigue existiendo un mundo de opuestos y la confrontación entre los países o grupos de países es hoy mayor que nunca. El sistema bipolar existente en la actualidad ha recibido denominaciones distintas (confrontación Norte - Sur, países desarrollados y subdesarrollados, países productores de materias primas y países de consumo masivo, etc.), pero todas ellas coinciden en que no ha desaparecido la confrontación en el mundo, sino que esa confrontación ha venido tomando una dimensión y un "estilo" de lucha nunca antes vistos.
 

Países productores y países consumidores

Lo mismo que hacía el Japón unas tres o cuatro décadas atrás, está haciendo actualmente China: la producción china de aparatos y otros productos industriales tiene hoy en día, gracias a la comercialización por parte de empresas generalmente transnacionales de los Estados Unidos y de otros países desarrollados, un mercado muy extenso que podemos definir como mundial. El proceso de globalización de la economía significa que los países desarrollados, que son los mayores consumidores, utilizan las materias primas y la mano de obra de otros países (que serían los que podríamos denominar países productores) para ofrecer la producción resultante en el mercado mundial. De esta manera, los países desarrollados se convierten en intermediarios en el comercio mundial y ya no son productores de bienes de consumo, sino sólo de servicios (comerciales, financieros, tecnológicos, etc.), quedándose con la posición de privilegio que supone tener unos beneficios acumulativos casi sin ningún riesgo económico.

A esta situación de desigualdad creciente en el campo económico a escala mundial, se une un panorama similar dentro de cada país (incluyendo los países desarrollados) entre las clases más poderosas y las más necesitadas. Eduardo Galeano, autor de Las venas abiertas de América Latina, hace mucho énfasis en estas ideas (Galeano, 2000; 2002).

En la época actual es muy fácil establecer un diagnóstico de la creciente desigualdad económica tanto desde el punto de vista geográfico, es decir, la desigualdad existente entre unos países y otros y entre unos lugares y otros, como del sociológico, es decir, entre unos individuos o grupos sociales y otros. Así lo señalan los informes recientes del PNUD, es decir, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano (Luis, 1998).

El diagnóstico de la situación identifica el problema pero, evidentemente, no su solución. Ello se debe a que el verdadero problema no está en la fase de identificación o de planteamiento, lo cual significa que la solución de un problema, valga la redundancia, se reduce a la forma como se puede resolver la situación problemática correspondiente: "el problema es la solución".

Una de las mayores dificultades con respecto a la planificación económica es que existen muchas más soluciones que problemas y que aquéllas dependen mucho del punto de vista de la persona o institución que las presenten. Ahora bien, entre las distintas soluciones que se pueden plantear para resolver un problema relacionado con el desigual desarrollo económico y social de los países, debemos tratar de encontrar las más útiles y convenientes y, en consecuencia, ir desechando las de menos valor. El método comparativo resulta fundamental en esta etapa de análisis de la situación.
 

Las relaciones desiguales entre los países

En gran parte, la mayoría de las diferencias sociales y económicas del mundo actual se debe a que es el dinero acumulado por los países que dominan el comercio y la tecnología en la actualidad, y no el trabajo, lo que genera la riqueza de las naciones. En términos económicos, la mayor parte del valor agregado de un bien o servicio se debe a la eliminación de los obstáculos ocasionados por la distancia o por el medio físico, es decir, por las condiciones geográficas. La función del intermediario en la economía mundial es la de incrementar el valor agregado de los bienes y servicios al poner en relación al consumo y a la producción.

La eliminación de los factores geográficos de la producción significa el sacrificio de la escala microeconómica por la macroeconómica. La pequeña empresa agrícola e industrial tiende a desaparecer y ahora está comenzando a suceder lo mismo con las pequeñas empresas comerciales y de servicios. La globalización de la economía hace sólo rentables las grandes empresas que aprovechan las ventajas de la llamada "economía de escala" para imponer una especie de monopolio y obligar al cierre de las empresas más pequeñas y menos eficientes. Sin embargo, las nuevas tecnologías (Internet, correo y comercio electrónicos, fax, telefonía móvil celular, etc.) podrían, en contrapartida, contrarrestar esa tendencia al crecimiento de las empresas de gran escala debido a que esas tecnologías pueden ser utilizadas, en igualdad de condiciones por empresas o personas, casi independientemente de su capital o poder económico. Lo que sucede es que también en este caso se vienen produciendo ciertos procesos como el que se ha denominado "compras hostiles", es decir, la adquisición de pequeñas empresas por otras más grandes, pagando un precio superior al valor real, con el único objeto de eliminar la competencia que pueden representar. Y el sobreprecio de esa adquisición termina pagándolo la sociedad a través de un sistema con un creciente nivel de monopolio establecido por el enorme poder que el dinero tiene en la actualidad (Escamilla, 2001).

¿Qué pueden hacer los individuos y las Organizaciones No Gubernamentales ante el poder creciente de países y empresas transnacionales que no los toman en cuenta sino a la hora de exigirles una creciente cuota de sacrificio para financiar su también creciente nivel de bienestar?. Y lo que hace más difícil esa acción es que deben descartarse los métodos de terror o de violencia, de manera distinta a como los países poderosos han venido haciendo en el pasado. Recordemos "el caso del "Rainbow Warrior", buque insignia de la Organización No Gubernamental "Greenpeace", que fue hundido en el puerto de Auckland (Nueva Zelanda) en 1985 por el Servicio Secreto Francés, cuando se preparaba para encabezar protestas contra las pruebas nucleares programadas por Francia" (Foghin, 2001)
 

El capitalismo "salvaje"

En los últimos tiempos ha aparecido esta denominación para referirse a la preeminencia de los intereses capitalistas de muchos Estados y grupos sociales poderosos (intereses que muchas veces pueden esconder prácticas carentes de principios éticos) sobre los intereses de las grandes masas de población de todo el mundo, en especial de los países subdesarrollados.

El capitalismo "salvaje" sería uno basado en la llamada "ley de la selva": los poderosos se tragan a los más débiles y sólo sobrevivirán los primeros. De la misma manera que un matapalo del género Ficus en la selva nublada de la zona intertropical crece apoyándose en un árbol hasta alcanzar la luz solar y entonces se expande y termina estrangulando al árbol que le sirvió de apoyo (de ahí su nombre), los países más ricos se aprovechan del flujo de dinero procedente de los países más pobres, limitando así las posibilidades de desarrollo de estos últimos. Los mecanismos de este flujo son variados y pueden medirse en las diferencias existentes entre la balanza comercial (casi siempre favorable a los países pobres) y la balanza de pagos (casi siempre favorable a los países más poderosos). Todo este proceso termina empobreciendo aún más a los países subdesarrollados, a través de unas prácticas poco éticas, como son el lavado de dinero y la devaluación progresiva de la moneda por parte de estos últimos países. Se llama "lavado" de dinero al proceso por medio del cual se "disfrazan" como legítimos dineros mal habidos.

El lavado de dinero "sucio" no sólo se limita al originado por el narcotráfico, sino al procedente del cobro de comisiones, tráfico de influencias y, en general, al dinero procedente de la corrupción en los distintos niveles gubernamentales de los países, que es tal vez el que tiene proporciones más elevadas. Este drenaje de recursos financieros de un país es posiblemente mayor que el producido por el narcotráfico, pero no se suele estudiar con detalle, tal vez debido a que el tema toca intereses muy complejos (los intereses de los que detentan el poder). Muchos países desarrollados y otros que han surgido recientemente y que se han denominado "paraísos fiscales" (Singapur, Gran Caimán, etc.) sirven para realizar a escala mundial ese proceso de "lavado" de dinero, cuyo análisis desde el punto de vista ético resulta prácticamente imposible de realizar por la dimensión exorbitante del problema. Así, la aparición de fortunas obscenas a escala mundial y el fortalecimiento de otras ya existentes se logra gracias al sacrificio creciente de personas y países de todo el mundo en un nivel nunca visto antes. No es necesario insistir mucho en lo difícil que resulta resolver el problema ético que esta situación ha originado en tiempos recientes por la "escala" del mismo, es decir, por las dimensiones que posee.

Con relación a la devaluación de la moneda en los países subdesarrollados se producen también unas consecuencias de las que tampoco se suele hablar. Un proceso de devaluación (bien sea progresivo o gradual o no lo sea) se traduce automáticamente en una fuga de divisas que supone, por una parte, un flujo de dinero de los países subdesarrollados hacia los desarrollados y, por otra parte, la "revaluación" de la moneda de los países desarrollados con los que se establece el comercio internacional. Precisamente, el hecho de que los países subdesarrollados que comercian con los Estados Unidos, hayan devaluado en los últimos años sus monedas con relación al dólar es lo que explica que la moneda norteamericana se haya fortalecido ante el euro a partir de la aparición de esta última moneda (en 1999). Un simple razonamiento nos haría ver que si un país que comercia con los Estados Unidos devalúa su moneda, se produce una revalorización indirecta del dólar, porque con una misma cantidad de dinero norteamericano se podrá comprar mayor cantidad de bienes en el país que devaluó su moneda. Por otra parte, la compra de divisas en el país que devalúa su moneda suele hacerse en dólares para proteger sus propios ahorros, ya que estos ahorros se volatilizan si se dejan en la moneda nacional. Y la compra de dólares, como sucede con cualquier otra mercancía, incide en su valor (o más bien, su precio), el cual aumenta al aumentar la demanda. Todo ello explicaría que el proceso de diferenciación al que ya nos hemos referido siga creciendo, separando cada vez más el nivel de los países y grupos sociales más poderosos del que tienen los demás.

Es probable que a medio plazo, vuelva a fortalecerse el valor del euro con relación al dólar, por una decisión de los individuos e instituciones más poderosas económicamente que existen en los países subdesarrollados. Con el tiempo, muchos capitales procedentes de los países subdesarrollados pueden "desprenderse" de las obligaciones que tienen con los Estados Unidos para optar por un "refugio" alternativo en Europa. La conducta decidida de muchas empresas bancarias y de servicios en Europa de adquirir (a precios de "gallina flaca" en muchos casos) empresas en los países más pobres puede incidir en un nuevo rumbo de la economía mundial. Si esa adquisición busca como objetivo el ayudar a los países arruinados o es una forma de aprovecharse de esa ruina, es algo que sólo el tiempo puede decir, aunque lo más seguro, si analizamos la complejidad del mundo actual es que coexistan ambos objetivos.
 

El coste del factor trabajo en los países subdesarrollados

Ya se ha asomado la idea de que el trabajo, considerado como uno de los factores de la producción, recibe una retribución económica muy reducida, especialmente, si la comparamos con la que recibe el capital.

Sabemos que el capital y el trabajo son los factores esenciales de la producción de bienes y servicios. Y dentro del factor capital, el valor que tiene el dinero ha venido creciendo desmesuradamente en los últimos tiempos. Ello significa que, aunque dentro del factor capital podríamos considerar varios sectores, elementos o niveles, el poder que tiene el dinero gracias al desarrollo tecnológico es, hoy en día, mayor que nunca, y ese poder tiende a crecer con el tiempo, prácticamente sin limitaciones. Cuando en Venezuela (y de manera similar, también ocurre en los demás países) aparece en la televisión una noticia sobre la economía nacional se ve a un cajero de banco contando bolívares. Y cuando se trata de una noticia económica internacional, lo que hace ese cajero es contar dólares. Desde luego, lo que hacen las noticias a escala mundial es crear y fortalecer los estereotipos, que tanto daño le hacen a la comprensión que un individuo de cualquier país puede tener del complejo mundo en el que vivimos.

¿Cuáles son las razones de que el coste del factor trabajo sea tan bajo en los países pobres?. Evidentemente, existe un círculo vicioso: como el nivel de vida es muy bajo, los salarios son también bajos y como esos salarios son bajos, el nivel de vida no sube. A este problema se añade el que el nivel educativo de la población es muy bajo y con una orientación completamente equivocada: la educación en Venezuela, por ejemplo, sigue una orientación que no es la mejor para lograr un mejor desarrollo en los planos social y económico. Así como recientemente se ha establecido una formación premilitar obligatoria, no existen clases prácticas de agricultura en las escuelas rurales. En Caracas podemos ver en una ferretería ubicada en un barrio marginal, una gran variedad de pistolas y revólveres y ni una pequeña máquina para cultivar una parcela pequeña. Lo que es peor es que si se pusiera a la venta, es probable que no tuviera salida.

Evidentemente, invertir capital por parte de una empresa extranjera en un país subdesarrollado representa un riesgo que debe compensarse con una "tasa de retorno" elevada, es decir, que los beneficios deben ser altos para compensar el mayor riesgo de dicha inversión. Así, el único incentivo por parte de la inversión extranjera está en el bajo coste del factor trabajo ya que los sueldos y salarios (sobre todo estos últimos) suelen ser muy bajos. Los accionistas de las empresas transnacionales que invierten sus capitales en plantas industriales ubicadas en los países pobres reciben una retribución por sus aportes de capital que significa volver eterno el problema, porque esa retribución se justifica en el nivel de salarios que mantienen a la población en unas condiciones intolerables de pobreza.
 

Trabajo y ética: un nuevo problema de escala

¿Cómo entender las dimensiones y limitaciones que la Ética introduce en el mundo de las relaciones laborales en una Economía cada vez más globalizada?. Esta pregunta resulta, evidentemente, muy difícil de responder, en especial, si dejamos de tener en cuenta distintas escalas, es decir, diferentes dimensiones de los elementos sociales, geográficos, económicos y políticos que están involucrados en dicha pregunta.

Aunque responder la pregunta inicial de este tema resulta algo muy difícil, ello tiene una importancia capital porque de la "escala conceptual" de la respuesta dependerán muchas de las respuestas a problemas más específicos, es decir, aquellos que tienen un ámbito más reducido y menos global.

Consideremos como ejemplo la opinión de José Manuel Bermudo sobre ciudadanía e inmigración:

En este artículo, en cambio, argumentamos que la ciudadanía no puede ser tomada como fuente de derechos, sino como un derecho del hombre. Derecho que no es hoy un mero ideal, sino cuestión de justicia, pues si la ciudadanía se piensa como un bien éste debe ser distribuido en el único escenario que la justicia puede asumir actualmente: un ámbito mundial, abierto a todos, pues en una economía mundializada, en que la producción y el reparto de la riqueza y la pobreza es efecto de la totalidad, sólo tiene sentido una justicia distributiva a nivel mundial y, por tanto, una ciudadanía universal (Bermudo, 2001).

Evidentemente, aunque estamos básicamente de acuerdo con estas afirmaciones, nos aterroriza la idea de un Estado mundial en el que su presidencia podría recaer, no en una persona como Gandhi o Jesucristo sino en otra como George W. Bush, Hugo Chávez u otro estadista similar. Las afirmaciones de Bermudo son interesantes y valiosas, pero resultan utópicas en la práctica: al lado de las enormes ventajas de vivir en un mundo globalizado si pudiéramos tener acceso a una justicia real y solidaria para todos (lo que es una utopía en un mundo tan complejo como el actual), perdemos de vista el hecho de que la acumulación del poder tecnológico, político y económico conduce a niveles de desigualdad crecientes. Una ciudadanía mundial con unos niveles de justicia semejantes para todos se correspondería con unos principios éticos sólidos y convenientes para cualquier ciudadano del mundo, pero ello sería irrealizable porque vendría acompañado de una globalización de la ignorancia y de la estulticia en niveles que escapan a nuestra imaginación. No sólo se está globalizando la economía sino también el maquiavelismo (Bing, 2000), así como la ignorancia, la intolerancia y la estupidez humanas. En todo caso, un análisis más completo de estas ideas queda fuera del presente estudio.

En resumen, estamos de acuerdo con los planteamientos de Bermudo, porque en ellos se podrían basar unas leyes más justas para los trabajadores a escala mundial. Desde luego, estas leyes se basarían en unos acuerdos entre distintos países (si es que en las Naciones Unidas se pudieran establecer esos acuerdos comunes) y no en el establecimiento de un Estado mundial semejante a Un mundo feliz de Huxley o 1984 de Orwell. Pero de momento, nos conformaríamos con una disminución del proceso creciente de desigualdad social y económica entre los países. Y aquí viene de nuevo el problema: ¿cómo ponerle freno a este proceso si los países pobres, que son las víctimas del mismo, no tienen el poder para librarse de las condiciones impuestas por los dueños del mundo actual?. Citemos un par de párrafos de Eduardo Galeano:

Si la maquinaria militar no mata, se oxida. El presidente del planeta anda paseando el dedo por los mapas, a ver sobre qué país caerán las próximas bombas. Ha sido un éxito la guerra de Afganistán, que castigó a los castigados y mató a los muertos; y ya se necesitan enemigos nuevos (…) Hace más de medio siglo que las Naciones Unidas aprobaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y no hay documento internacional más citado y elogiado. No es por criticar, pero me parece evidente que a la Declaración le falta mucho más que lo que tiene. Por ejemplo, allí no figura el más elemental de los derechos, el derecho a respirar, que se ha hecho impracticable en este mundo donde hasta los pájaros tosen. Ni figura el derecho a caminar, que ya ha pasado a la categoría de hazaña ahora que sólo quedan dos clases de peatones, los rápidos y los muertos. Y tampoco figura el derecho a la indignación, que es lo menos que la dignidad humana puede exigir cuando se la condena a ser indigna, ni el derecho a luchar por otro mundo posible cuando se ha hecho imposible el mundo tal cual es (Galeano, 2002).

Por último, unas consideraciones también de Eduardo Galeano, muy similares a la interpretación del PNUD que nos hace Alberto Luis:

Todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos", dice el articulo 1. Que nacen, puede ser; pero a los pocos minutos se hace el aparte. El artículo 28 establece que "todos tenemos derecho a un justo orden social e internacional". Las mismas Naciones Unidas nos informan, en sus estadísticas, que cuanto más progresa el progreso menos justo resulta. El reparto de los panes y los peces es mucho más injusto en Estados Unidos o en Gran Bretaña que en Bangladesh o Ruanda. y en el orden internacional, también los numeritos de las Naciones Unidas revelan que diez personas poseen más riqueza que toda la riqueza que producen 54 países sumados. Las dos terceras partes de la humanidad sobreviven con menos de dos dólares diarios, y la brecha entre los que tienen y los que necesitan se ha triplicado desde que se firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Crece la desigualdad, y para salvaguardarla crecen los gastos militares. Obscenas fortunas alimentan la fiebre guerrera y promueven la invención de demonios destinados a justificarla" (Galeano, 2002).

Citemos también unas consideraciones de Alberto Luis: "la creciente desigualdad en el reparto de bienes, ya que 225 multimillonarios (hace dos años eran 358) acumulan una riqueza equivalente al 47 por ciento de la población mundial más pobre: 2.500 millones según el PNUD" (Luis, 1998)

En resumen, la desigualdad social y económica de los individuos y de los países se basa en la acumulación de riqueza por parte de los que ya detentan, además de crecientes niveles de esa riqueza, el poder político y económico.
 

El caso venezolano: las soluciones al problema del subdesarrollo

Como ya se ha podido ver, pueden existir numerosas soluciones para un único problema. En el caso de Venezuela, la mejor solución con miras a lograr un desarrollo sustentable está en el desarrollo del aparato productivo. Desarrollar la agricultura con un enfoque diferente, la industria con tecnología moderna y el establecimiento de una infraestructura comercial con proyectos de ampliación hacia el comercio de exportación. Desde luego, todo esto parece bastante abstracto, por lo que conviene explicarlo de alguna manera.

Para aclarar todas estas ideas conviene definir lo que se entiende por desarrollo sustentable. Este término está expresado en la Constitución (aunque en ella no se define satisfactoriamente) y debería referirse a un desarrollo basado en una producción estable de bienes que emplease, en la medida de lo posible, recursos renovables obtenidos en el país, que tratase de utilizar racionalmente los recursos no renovables, que le otorgase la importancia que verdaderamente tienen el desarrollo local, las pequeñas empresas agrícolas, artesanales, industriales, agroindustriales y sobre todo, el trabajo cooperativo que premie económicamente el esfuerzo por la integración "virtual" de todas las fases integradas verticalmente de la producción. Esta integración "virtual" de las fases productivas es un concepto a la vez antiguo y novedoso, que echa por tierra todos los conceptos que teníamos acerca de la economía de escala y de las ventajas comparativas de la gran empresa.

Las empresas artesanales de Los Alpes (fabricación de juguetes, relojes o de quesos, por ejemplo) tienen una larga trayectoria en este sentido: los agricultores de montaña usaban el tiempo libre que tenían durante el invierno para fabricar juguetes de madera o piezas para relojes. Una empresa relojera o una fábrica de juguetes centralizaba después la producción y la comercializaba en todo el mundo. Las ventajas de una producción de esta naturaleza son evidentes. Cada campesino, que es un obrero a tiempo parcial, no tiene obligaciones de horarios sino que se hace responsable por cierta producción y trabaja según su propia programación de tareas ya que es su propio empresario. A su vez, la empresa también tiene otras ventajas, en el sentido de que da trabajo a pocos empleados y sólo tiene las tareas de investigación y control de calidad que hacen de los relojes suizos algo que muy pocos países en el mundo, con toda la tecnología moderna de que pudieran disponer, han logrado igualar.

Pero este tipo de producción cooperativa, en la que cada pequeño productor es su propio empresario está ahora potenciado enormemente por el desarrollo de la tecnología moderna. No importa el lugar donde nos encontremos, podemos centralizar una serie de actividades en la mayoría de las etapas productivas que antes no era posible lograr. El ejemplo que se ha indicado con relación a las técnicas de trabajo agrícola en pequeñas parcelas y la forma como la integración "virtual" de esas pequeñas parcelas ha significado el desarrollo de amplias zonas del Mediterráneo europeo, nos demuestra las ventajas de esta idea (Escamilla, 2001). No es necesario hacer una integración "real" de los minifundios (por ejemplo, usando grandes máquinas para ampliar las explotaciones agrícolas) si dejando las mismas pequeñas parcelas podemos integrar la producción de las mismas en una cooperativa. Lo mismo podemos decir de la fabricación de quesos, de objetos de artesanía (en Venezuela, los valles de Quíbor, la Colonia Tovar y El Hatillo serían magníficos ejemplos de lo que se afirma), de la industria (en zonas de los Andes y otras partes del país) y en el comercio. Hoy en día no se necesita tener una gran empresa para que todo el mundo pueda enterarse de lo que una persona está haciendo o está fabricando ya que a través de Internet tenemos una información inmediata de todo lo que nos puede interesar en un momento determinado.

Pero el desarrollo de una economía con "rostro humano", que partiera de una escala familiar y de pequeñas empresas y cuyo objetivo se centrase en el desarrollo local desde los puntos de vista social, educativo y, sobre todo, productivo, choca necesariamente con el enorme poder político del Estado venezolano, centralizado en muy pocas personas y que obliga al pueblo venezolano a vivir en un nivel de anarquía tan grande que resultaría inconcebible, por ejemplo, en un país europeo. Pero esta anarquía no se debe a que el pueblo venezolano sea ingobernable como mucha gente quiere hacernos creer, sino que las leyes que tenemos son muy malas y es mejor desobedecerlas: la desobediencia civil es, realmente, la única opción que queda. Más bien esa anarquía pone de manifiesto la nobleza esencial del pueblo venezolano, que puede vivir perfectamente (y hasta en armonía) con un gobierno tan esotérico y descabellado como el que hemos tenido recientemente. Pero explicar con mayor detalle esta idea justificaría un estudio aparte. Bastaría con señalar lo que se ha convertido en un tópico internacional: conducir un automóvil en Caracas, donde peatones y conductores hacen literalmente lo que quieren, sin apegarse a las leyes (que por otra parte resultan inexistentes en la práctica) no es sino una solución y no un problema. Lo mismo sucede con las relaciones entre el ciudadano y el gobierno (Arturo Uslar Pietri señalaba en una ocasión que en Venezuela sólo los "pendejos" pagaban impuestos).
 

Bases de un desarrollo sostenible

La primera es tener un sistema educativo eficiente y bien orientado. No es conveniente tener una Educación Básica tan larga (9 años) ni una Educación Media tan corta (2 años). Contrasta la situación de Venezuela con la de Alemania (Educación Básica de 4 años, con estudios que recomiendan reducirla a tres (Escamilla, 1998); Educación Secundaria de seis años y Bachillerato de 3 en la antigua Alemania Occidental y de 2 en la Alemania Oriental. Ello hace que nuestro sistema educativo carezca de contenidos relevantes, además de ser oneroso y de utilidad discutible. Los estudiantes que se gradúan de Bachiller deben esforzarse mucho por su cuenta para superar lo que significará desarrollar unos buenos estudios universitarios, ya que su preparación es deficiente y limitada. Las técnicas de estudio y de investigación modernas, afortunadamente, están a su favor y ello podría permitir, sin duda, compensar las deficiencias de nuestro sistema educativo. Casi podría decirse que nuestro sistema educativo es más un obstáculo que una ayuda para el desarrollo, aunque la sustentación o matización de esta idea quedan de nuevo fuera de los alcances de estas reflexiones. Algo muy parecido podría decirse de la Educación Superior. Los Planes de Estudio de las distintas Universidades, sobre todo de las más recientes, son verdaderos "mamotretos inservibles", valga la redundancia, cuya razón de ser se encuentra más en la de proporcionar empleo en el nivel superior a profesores con una escasa preparación en disciplinas específicas, que en la necesidad de los estudiantes que cursan las distintas carreras (Baumert y Goldschmidt, 1980, cit. en Escamilla, 1998).

La segunda es que el Estado venezolano debe tratar de rescatar el valor social del trabajo. No es esto lo que se ha venido haciendo. La propia Constitución Nacional establece en dos artículos diferentes que el Estado propenderá a una disminución progresiva de la jornada de trabajo, lo cual es innecesario e inconveniente. Si lo que hace falta en el país es que la gente tenga cada vez más fuentes de trabajo, no debemos crearlas haciendo que los pocos que trabajan tengan que reducir su jornada de trabajo para que los demás tengan acceso al mismo, ya que ello no significaría un aumento de la producción, que es en definitiva lo que se debería lograr. El valor social y económico del trabajo son enormes pero, desafortunadamente, sólo dentro de un ámbito geográfico relativamente reducido: a una escala más amplia, ese valor se diluye y casi desaparece ante el valor que tiene el dinero. De nuevo chocamos con la idea tratada en un artículo anterior (y que en nuestra opinión resulta esencial) de la importancia que es la consideración de la escala o dimensión de los problemas geográficos y sociales, tanto en lo que se refiere a su planteamiento como en lo que respecta a su solución (Escamilla, 2001).

La tercera es que el Estado no debe subestimar las posibilidades agrícolas del país: la Constitución venezolana establece que el Estado deberá compensar a través del comercio nacional e internacional, las desventajas propias de las actividades agrícolas, lo cual significa considerar que la agricultura venezolana es "desventajosa". Esto es un error. Ni el agricultor venezolano es un minusválido que necesita eternamente del paternalismo del Estado o de los grandes empresarios agroindustriales, ni la agricultura venezolana presenta desventajas y esas supuestas desventajas a las que se refiere la Constitución son, en su mayor parte, artificialmente originadas por las propias políticas equivocadas del comercio y de la economía del país. Las opiniones de Ramiro Bañó, agricultor nativo de Vergel (Alicante), que desarrolló a lo largo de mucho tiempo una enorme plantación de naranjas en Durute (Estado Yaracuy, Venezuela) son muy contundentes con respecto a las verdaderas ventajas de la agricultura venezolana.

En realidad, sería muy fácil demostrar que el territorio ocupado en Venezuela por las concesiones petroleras (45.000 kilómetros cuadrados, es decir, 4.500.000 hectáreas) proporcionaría unos beneficios mucho mayores si estuvieran cultivados que con el petróleo que se obtiene de ese territorio (Escamilla, en Cárdenas, Carpio y Escamilla, 2000). Es la famosa idea de Arturo Uslar Pietri de "sembrar el petróleo" lo que no se ha llevado a cabo. Por otra parte, la enorme capacidad productiva de los suelos venezolanos, tan menospreciada por muchos expertos internacionales, haría que se llegara rápidamente a la sobreproducción, sobre todo, si hablamos del monocultivo, muy arraigado en la mente de los inversores, que son los que podrían realizar esa acción de "siembra del petróleo". En otras palabras, ¿de qué sirve crear extensas plantaciones de mangos, naranjas, nísperos criollos, o de pasto para la ganadería si los campesinos sin tierras (dirigidos por el propio gobierno y sus funcionarios) pueden invadir y expropiar discrecionalmente esas tierras?.

El Estado venezolano no parece entender que la propiedad de las tierras de cultivo es el único incentivo que puede garantizar y recompensar el duro y arriesgado trabajo del agricultor. Pero el que el Estado se convierta casi en el único propietario de las tierras (la nueva Ley de Tierras, aprobada por el Poder Ejecutivo recientemente sin la discusión por parte de la Asamblea Nacional, crea mecanismos dirigidos hacia este objetivo) ha transformado a la agricultura en una actividad francamente indeseable para el campesino venezolano, que prefiere utilizar el mecanismo de las invasiones como "trampolín" para vender unas supuestas "bienhechurías" y luego irse a vivir en las zonas marginales de las ciudades.

La cuarta es que Venezuela debe diseñar políticas de recuperación económica dirigidas a resaltar los medios lícitos de progresar económicamente. Resulta decepcionante constatar que un graduado universitario tiene que trabajar mucho para sobrevivir económicamente mientras que otras personas disfrutan de un dinero que nadie sabe de donde salió. El "lavado" de dinero procedente de la corrupción, del narcotráfico y de otros medios ilegales debería ser combatido. ¿Cómo se puede lograr esto?. La respuesta debe ser ofrecida por los responsables de diseñar esas políticas. Ni los escritores, ni los profesores ni los estudiantes tienen mucha responsabilidad en ofrecer respuestas o alternativas de solución a todos los problemas económicos del país. El estudio de las alternativas de solución a los problemas sociales y económicos del país tiene en la formación docente una finalidad metodológica, para que sirva de base en debates y discusiones que resulten provechosas, a su vez, en el proceso de aprendizaje por parte de los estudiantes. Pero, en realidad, es el Estado venezolano el responsable de estudiar y aplicar las mejores de esas alternativas de producción. Fijarle esta responsabilidad al sistema educativo, como hemos podido comprobar en los programas de estudio a partir de los primeros grados es inconveniente y hasta nocivo para el país. Lo que sucede es que los políticos que dirigen el Estado venezolano no tienen ideas muy convenientes a la hora de aplicar soluciones a los problemas sociales y económicos del país.

El problema de la inseguridad ciudadana es un ejemplo palpable de esta idea. Desde el gobierno se nos ha vendido la solución de que es un problema de todos. No es que ello sea falso sino que esta idea sirve para que se diluya la responsabilidad que tiene el Estado en salvaguardar la seguridad ciudadana. El resultado no es sino que edificios y viviendas en Venezuela se encuentren hoy, más que nunca, enrejados y alambrados con cercas eléctricas o vigilados por guardias privados en casetas ubicadas en las calles, edificios y urbanizaciones. Y ello no tiene visos de solucionarse, precisamente porque para el punto de vista oficial (sobre todo, en el nivel central del gobierno) no resulta una prioridad, al menos en el mismo nivel que el que tiene para el ciudadano común. Una mejor administración, más eficiente y responsable, menos burocrática y, sobre todo, con una mejor legislación, formaría parte de la solución.

Tal vez el problema venezolano es la desconfianza por parte del sector oficial, es decir, por parte de los empleados públicos, en los métodos modernos de administración, por la sencilla razón de que los procedimientos anticuados y muchas veces viciados permiten más trabajo a más gente, aunque ese estilo de trabajo esté reñido con la ética. La única esperanza hacia el progreso en este campo es el pensar que la mayoría de los usuarios de los medios tecnológicos modernos son personas honestas y que los delincuentes son una minoría. Sólo a través de una administración pública honesta será posible reconstruir económicamente al país.

La quinta es que el empleo de las tecnologías modernas no debe ser dejado de lado por dos razones. Por una parte, resultan inevitables y el progreso tecnológico se considera prácticamente irreversible. Por la otra, es capaz de proporcionar múltiples soluciones que ni siquiera podemos imaginar y a las cuales tenemos cada vez un mayor y más fácil acceso. El verdadero problema es que la mayor parte de esas tecnologías modernas (por ejemplo, Internet) se están empleando para que lograr la acumulación de capital y recursos cada vez en menos personas, en lugar de difundir dichas soluciones entre un número creciente de ellas. La responsabilidad que tenemos (en la Red Geocrítica Internacional y en otras instituciones similares) es la de transformar esa situación en la medida de nuestras posibilidades.

La sexta, y tal vez la más importante desde el punto de vista geográfico, está en poner a los métodos de análisis geográfico al servicio del desarrollo social y económico del país. Muy a menudo, las recomendaciones más sencillas y más útiles no proceden de la ciencia geográfica sino del sentido común pero ellas son, precisamente, las más escasas y las menos empleadas. Un ejemplo es en la visión del Estado venezolano con relación a la navegación fluvial: el desarrollo del eje de navegación Orinoco-Apure, para el que está previsto dedicar una enorme cantidad de recursos, constituye un error enorme, que amenaza las posibilidades de desarrollo que tiene Venezuela. Hasta los momentos, las únicas embarcaciones de navegación fluvial son las que se usan como transbordadores (chalanas, ferrys), lo cual equivale a decir que los ríos llaneros son, en lugar de unas vías de comunicación, un obstáculo para las mismas. La infraestructura vial es muy deficiente, con centenares de puentes angostos (sin que exista ninguna razón o necesidad de que sean más estrechos que las carreteras), lo que hace muy peligrosas a las carreteras de Los Llanos. Por ello es evidente que mucho más prioritario y útil que el desarrollo de un eje de navegación Orinoco – Apure es el acondicionamiento y ampliación de estos puentes angostos con el fin de mejorar y abaratar el transporte y abastecimiento de productos agropecuarios hacia las principales ciudades del país. Lo peor es que este "megaproyecto" no es el único que se está tratando de realizar en el país. Muchos otros, como el famoso puente a Margarita, el túnel de Altamira, el canal Orinoco – Mar Caribe, los puertos de aguas profundas de Cariaco y de la Guajira y otros constituirán, si se realizan, enormes cementerios de recursos y una pérdida de tiempo y de oportunidades de progreso para Venezuela.
 

Conclusiones

Un tema tan general como el que nos ocupa merecería, evidentemente, un tratamiento mucho más amplio y profundo que el que se ha desarrollado en la presente ocasión. Pero ello no debe ser obstáculo para dejar de considerar su validez y dedicarnos en cambio a temas más específicos. En la formación universitaria y profesional en el campo de la geografía, tienen la misma validez tanto los temas que se refieren a una escala mundial (geográfica o socialmente) como los que se dirigen a ámbitos más reducidos (también geográfica y socialmente). El único criterio que debemos tener muy en cuenta por el hecho de referirnos a un análisis desde el punto de vista geográfico, es el de considerar previamente la escala o dimensión del problema y de los distintos elementos constitutivos del mismo. Ello no es fácil, sobre todo si observamos la enorme "devaluación" social y económica del conocimiento geográfico e intelectual en general: en una librería muy grande en Caracas podemos ver dos estanterías llenas de obras dedicadas al tema titulado "Esoterismo" y sólo hay en otra estantería de ciencias un libro (mexicano) de geografía.

Dos conclusiones se imponen. En primer lugar, un mayor desarrollo del sector laboral de la economía mundial en cuanto a las retribuciones que recibe dicho sector sólo se harán posibles a través de un mejoramiento en la calidad del empleo. Con empleos de baja calidad (empleos subpagados, temporales, con beneficios sociales muy limitados o inexistentes, cuya única justificación de su existencia se encuentra en la feroz competencia en el mundo de los desempleados) y que en Venezuela reciben la denominación de trabajos para "matar tigres" no se puede pensar en esa tendencia de mejorar los salarios y las condiciones de vida de los trabajadores, además de que ese mejoramiento acarrea automáticamente mayores niveles de desempleo.

Y en segundo lugar, el progreso de los países ya desarrollados se logra gracias al sacrificio de los más pobres y no a pesar de ese sacrificio. Para un sistema de comercio a escala global, las economías locales carecen de sentido y relevancia. Pero si queremos cambiar una situación crecientemente injusta a escala mundial, es preciso modificar los procesos brevemente descritos. ¿Es ello posible?. Aunque sea pecar de optimistas, creemos que sí lo es.

En todo caso, y teniendo en cuenta las limitaciones de espacio de la presente comunicación, consideramos los planteamientos que se han hecho como puntos de vista incompletos, parciales (aunque también sean bastante objetivos en nuestra opinión), abiertos a la crítica y a desarrollos posteriores y, sobre todo, relevantes. Si hemos conseguido despertar el interés por el problema, aunque sea de manera inicial, nos daremos por satisfechos.
 

Bibliografía

BAUMERT, Jürgen y GOLDSCHMIDT, Dietrich. Centralización y descentralización en cuanto determinantes de la política educativa en la República Federal de Alemania. Revista Educación, Tubingen, vol. 22, 1980.

BERMUDO, José Manuel. Ciudadanía e inmigración. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, nº 94, 1 de agosto de 2001.

BING, Stanley. ¿Qué haría Maquiavelo?. El fin justifica la rudeza. Buenos Aires: Vergara Editor, 2000.

CÁRDENAS COLMÉNTER, Antonio Luis; CARPIO CASTILLO, Rubén; ESCAMILLA VERA, Francisco. Geografía de Venezuela. Caracas: FEDUPEL (Fondo Editorial de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador), 2000, 466 p., segunda edición.

ESCAMILLA VERA, Francisco. Aportaciones alemanas al mejoramiento de la educación en los países subdesarrollados. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, nº 89, 12 de mayo de 1998.

ESCAMILLA VERA, Francisco. La Planta Térmica de Catadau (Valencia). Un problema de escala. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, nº 314, 20 de septiembre de 2001.

FOGHIN, Sergio. Homo sapiens contra Naturaleza: desde el control del fuego hasta el síndrome de los Balcanes. Caracas: U.P.E.L. – I.P.C. (Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Instituto Pedagógico de Caracas), Revista Aula y Ambiente número 1, (Columna El Aula del Director), enero – junio 2001.

FUKUYAMA, F. El fin de la historia y el último hombre. Barcelona: Planeta, 1992. Cit. por J. A. SEGRELLES (Luces y sombras de la Geografía Aplicada).

GALEANO, Eduardo. Los derechos de los trabajadores ¿un tema para arqueólogos?. El Nacional, 23/04/2000, p. A-4.

GALEANO, Eduardo. El eje del mal. Caracas. El Nacional, 24/03/02, p. A-8.

LUIS GÓMEZ, Alberto. ¡el mundo va bien! el mundo, ¿va bien? a muchos, mujeres y hombres, sus cosas no les van (tan) bien. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, nº 123, 9 de noviembre de 1998.

MASON BROWN, J. D. ¿Huele a queso o has sido tú?. Una manera infalible de sobrevivir al cambio, cargándole el muerto a otro. Barcelona: Ediciones Martínez Roca, primera edición: junio 2000; segunda edición: julio 2000.

MOLAS, Alba. La ciutat sostenible. un debat barceloní. Barcelona: Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, Nº 150, 11 de abril de 1999.

MUIÑOS JUNCAL, Benito. Neoliberalismo y desigualdad social en Europa y América. Barcelona: I Coloquio Internacional de Geocrítica: Iberoamérica ante los retos del siglo XXI, 26 y 27 de mayo de 1999.

PAUNERO i AMIGO, Xavier (Universidad de Girona). Hacia una nueva mitología de la dinámica productiva local en América latina. Barcelona: II Coloquio Internacional de Geocrítica, mayo 2000.

PERALES, Pablo. Geografía Económica de Venezuela. Caracas: Ediciones Jaime Villegas, 1955

PNUD. Informe sobre desarrollo humano 1998. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano. Madrid: Mundi Prensa, 1998, 228 p.

REPÚBLICA DE VENEZUELA. Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Caracas, 1999.

ROBINSON, Mary (ex – presidenta de Irlanda). El desarrollo económico es privilegio de pocos. Caracas, El Nacional, 8 de agosto de 1999.

SAMUELSON, Paul A. y NORDHAUS, William D. Economía. Madrid: Mc Graw-Hill, 1990.

SAVATER, Fernando. Ética y Ciudadanía. Caracas: Monte Ávila Editores, 1999.

SEGRELLES SERRANO, José Antonio (Universidad de Alicante. Departamento de Geografía Humana). Luces y sombras de la geografía aplicada. Comunicación gentilmente proporcionada por el autor.
 

© Copyright Francisco Escamilla Vera, 2002
© Copyright Scripta Nova, 2002
 

Ficha bibliográfica

ESCAMILLA VERA, F. La internacionalización del mercado de trabajo en los albores del siglo XXI: aspectos éticos.  Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, vol. VI, nº 119 (123), 2002. [ISSN: 1138-9788]  http://www.ub.es/geocrit/sn/sn119123.htm


Menú principal