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Scripta Vetera 
EDICIÓN  ELECTRÓNICA DE TRABAJOS PUBLICADOS  
SOBRE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES 
Universidad de Barcelona 
ISSN: 1578-0015

 

JORGE GASPAR Y EL OFICIO DE GEÓGRAFO

Horacio Capel
Universidad de Barcelona

Publicado originalmente en:
Geophilia. O sentir e os sentidos da Geografia. Homenagem a Jorge Gaspar. Lisboa: Centro de Estudos Geográficos da Universidade de Lisboa, 2007, p. 63-73. [ISBN: 978-972-636-177-0].


Jorge Gaspar y yo somos prácticamente de la misma quinta. Nos conocemos desde hace muchos años y me une a él un aprecio mutuo y una amistad fraternal. Conozco muy bien su trayectoria intelectual y profesional desde hace varias décadas, Por tanto, puedo hacer un juicio fundamentado sobre su trabajo, como colega y amigo.

Desde muchos puntos de vista Jorge Gaspar es un ejemplo de universitario completo, que ha desarrollado de forma excelente campos muy diversos de la actividad académica. Haber publicado unos treinta libros y unos 250 artículos científicos es, desde luego, el reflejo de una intensa dedicación a la investigación científica, a la actividad académica, y a la universidad. Pero eso no es algo excepcional. La mayor parte de los que trabajamos en la Universidad y tenemos una larga vida académica podemos mostrar currículos y producciones similares. En esta artesanía que es el trabajo de investigación ocurre como con cualquier artesano que se dedica plenamente a su oficio: después de varias décadas de realizar su actividad, la cantidad de los trabajos producidos es muy elevada.

Más raro es, en el mundo universitario, que esa intensa actividad investigadora vaya unida a una amplia labor profesional y a una eficaz dedicación a la gestión académica y a las funciones de dirección. No es muy frecuente en nuestros países un perfil tan amplio como el que tiene Jorge Gaspar. Como me he dedicado solamente al ámbito de la docencia y la investigación, y he trabajado de forma continua y diligente en ello, puedo darme cuenta muy bien de lo que significa el hecho de que su obra científica haya sido realizada a la vez que desarrollaba una importante labor profesional en el campo de la ordenación del territorio y una amplia tarea de gestión académica

Jorge Gaspar es un año menor que yo, y hay en su carrera algunas similaridades y paralelismos con la mía. Acabó sus estudios universitarios de geografía casi al mismo tiempo que yo. Ha trabajado en cuestiones de geografía urbana, al igual que he hecho yo mismo. Ha tenido también otros intereses y ha vuelto luego, con mayor perspectiva a algunos de los antiguos. Ha estado vinculado la mayor parte del tiempo a una misma universidad, y ha tenido una progresión en su carrera universitaria muy similar a la mía, con un cierto paralelismo en los diversos niveles docentes e investigadores que el profesor universitario puede ir alcanzando. Y, finalmente, hemos colaborado en alguna iniciativa académica como la del programa Erasmus que, a propuesta suya, vinculó a las universidades de Lisboa, Copenhague y Barcelona entre 1988 y 1991.

Hemos coincidido en determinados momentos, y sobre todo en los años iniciales, en algunos temas de investigación. A finales de los años 1960 Jorge Gaspar estaba trabajando sobre las redes de ciudades y sus áreas de influencia, al igual que hacía yo, y seguramente estimulado por lecturas que, en parte, eran comunes (en mi caso con mayor influencia de los trabajos de los discípulos franceses de Pierre George como M. Rochefort, R. Dugrand o B. Kayser, y en el suyo con un mayor conocimiento directo de las investigaciones cuantitativas sobre funciones y lugares centrales). En relación con la elaboración de mi propia Tesis doctoral, aprecié sus publicaciones que se refieren a las actividades terciarias en Lisboa y en otras ciudades portuguesas, la identificación y jerarquización de centros de comercio y de servicios, y las dinámicas funcionales de los centros urbanos.

Creo recordar que nuestra relación se estableció a través del profesor Orlando Ribeiro, al que conocí gracias al profesor J. Vilá Valentí. En todo caso, desde fines de la década de 1960 me consta que intercambiamos publicaciones, y desde luego tuve enseguida la edición de su Tesis sobre A Área de Influência de Évora. Sistema de funções e lugares centrais, publicada en 1972, así como los trabajos que luego fue publicando sobre las ciudades portuguesas y sobre lo que, al igual que me sucedió a mí, acabó por calificar como un “sistema urbano”. En aquellos años otros geógrafos españoles estaban igualmente interesados por el tema de las redes de ciudades, sus funciones y áreas de influencia, entre los cuales José Estébanez, Vicente Bielza de Ory y José Manuel Precedo. Y muchos, al igual que él pasaban de la organización de las redes de ciudades al estudio de la regionalización.

Una diferencia importante de la carrera de Jorge Gaspar respecto a la mía es que inmediatamente después de acabar sus estudios en la Universidad de Lisboa fue a estudiar a la de Lund, lo que le puso en contacto directo con Torsten Hägerstrand y con los avances de la geografía cuantitativa, que yo tuve que descubrir más tarde y de forma trabajosa. Cuando él ya estaba en contacto directo con los frentes de la investigación geográfica de la época, yo tenía una formación bastante dependiente de la geografía regional francesa y, siguiendo a geógrafos como los que he citado, y a otros, trataba de buscar nuevas vías en caminos que eran novedosos y prometedores, como el de las redes de ciudades.

Los artículos que Jorge Gaspar fue publicando en Finisterre, empezando con el que firmó con Hägerstrand sobre "O momento actual da Geografía Humana na Suecia", informaron de algunos avances en la disciplina en aquel país escandinavo. La relación con la geografía cuantitativa establecida en aquellos años le permitió luego también realizar aportaciones sugestivas al tema de la difusión de innovaciones y colaborar fructíferamente con Peter Gould, aplicando análisis novedosos al estudio de Cova da Beira, sobre estructura agraria e innovación.

Compartí con él el interés por la geografía histórica. La revista Finisterra, en la que se publicaron muchos artículos y recensiones suyas, era una de las que regularmente consultábamos los geógrafos en Barcelona. Aprecié mucho en su momento el trabajo sobre la originalidad de la ciudad musulmana, y los que se refieren al urbanismo medieval, cuestiones que siempre me han interesado. A comienzos de la década de 1970 valoré su preocupación por aplicar modelos cuantitativos a periodos históricos anteriores a la época de su formulación; como, por ejemplo, la exploración sobre la validez del modelo de von Thünen para el uso del suelo en torno a Lisboa durante la edad media. Recuerdo que yo mismo en aquellos años había descubierto el interés de los análisis de redes, y me había interesado por algún artículo que hacía una aplicación de la teoría de grafos al estudio de las jerarquías y relaciones comerciales en la red de ciudades medievales, por lo que podía apreciar los esfuerzos que en esa dirección realizaba Gaspar.

Estimé también sus investigaciones sobre las actividades económicas tradicionales. Como la que dedicó a las ferias de ganado en Beira, de 1970, que recuerdo haber aconsejado a Lluis Cassassas cuando éste realizaba su Tesis de licenciatura y estaba interesado por las ferias que se realizaban en el Lluçanés. O las que se referían a los puertos fluviales del Tajo. Leí igualmente con atención su trabajo sobre la localización de las principales sedes sociales de empresas en Portugal, que a mi me interesaba por su influencia en la jerarquía urbana.

Otros temas que me aproximaban a su obra era el interés que yo tenía por las migraciones interiores, que muchas veces daban lugar a espacios de vivienda marginal en las ciudades. Por ello leí sus trabajos sobre la urbanización clandestina en Portugal y las urbanizaciones ilegales. Igualmente fui siguiendo, aunque sin entrar en detalles, los estudios electorales que empezó a realizar después del 25 de abril. Un artículo sobre geografía electoral de las elecciones de 1932, realizado por la historiadora Mercedes Vilanova y que publicamos en la Revista de Geografía en 1974, me hizo conocer esa línea de trabajo, que apareció como muy sugestiva cuando tras la transición política se convocaron elecciones también en España.

Por los años 1975 nos interesamos los dos por las nuevas tendencias de la percepción del espacio. Fue también uno los pocos geógrafos que yo conocía entonces, junto con Peter Gould, a los que les interesaba el fútbol desde una perspectiva geográfica. Recuerdo asimismo la impresión que me causaron las investigaciones que Gaspar estaba realizando sobre el riesgo de impacto sísmico en Lisboa y las propuestas de medidas a adoptar en caso de terremotos, cuestiones de las que habló en el III Coloquio Ibérico de Geografía que se celebró en Barcelona en 1984. Especial interés he tenido por sus trabajos sobre pensamiento geográfico; como los que hizo con Antonio Gama sobre la geografía humana de Portugal, o los que se refieren a Orlando Ribeiro, un gran maestro que, como dije, tuve la suerte de conocer. También recuerdo muy vivamente el estudio sobre la estructura de las vinculaciones científicas que se establecían en el Centro de Estudos Geográficos de Lisboa, a través del análisis del poliedro de relaciones que permite identificar los intereses compartidos por los investigadores. Y conocí luego algunos de los trabajos que se refieren a la frontera hispano-portuguesa, que aproveché para leer al dirigir la Tesis doctoral de Cristina Hevilla. Y siempre miré con atención sus informes sobre lo que ocurría en ese mirador portugués sobre Asia que era Macao, que él conocía bien y que tan exótico ha sido siempre para nosotros.

Un caso aparte es el de sus estudios de geografía regional sobre Portugal, que también conocí y seguí parcialmente, aunque por razones diferentes. Voy a detenerme un poco en ello, ya que me permite hablar de las relaciones entre la cultura portuguesa y española.

Durante los años 1950, el conocimiento popular que se tenía de Portugal en España era muy distante y ambivalente. Por un lado parecía un país especialmente ceremonioso, lo que daba lugar a bastantes bromas; todavía hoy muchos españoles se sorprenden al recibir cartas que les son dirigidas con el título de Excelentísimo Señor. Pero por otra parte, las afinidades políticas de los regímenes de Franco y Salazar daban lugar a que se difundieran imágenes favorables de aquel país en la prensa y en los noticiarios cinematográficos. Dichas imágenes eran, además, eficazmente promovidas por algunas canciones que fueron muy famosas en la época. Todavía recuerdo alguna especialmente atractiva; como la famosa “Estudiantina portuguesa” que popularizó Celia Gámez y que exaltaba de forma entusiasta a Portugal:

Somos cantores de las tierras lusitanas,
traemos canciones de los aires y del mar,
vamos llenando los balcones y ventanas
con melodías del antiguo Portugal.

La canción se refería luego al paisaje portugués, con unos tonos muy expresivos y elogiosos:

Oporto riega en vino rojo sus laderas,
de flores rojas va cubierto el litoral,
verde es el campo, verdes son sus dos riberas,
los dos colores de la enseña nacional.

La canción tenía, además, un estribillo que nos invitaba a visitar ese bello país:

Ay Portugal porqué te quiero tanto
porqué, porqué se maravilla quien te ve,
ay Portugal porqué te quiero tanto,
porqué, porqué todos te envidian, ay, porqué

Pero no era la única canción que por aquellos años circulaba sobre Portugal. Otra, muy popular igualmente, aludía a una fogosa historia de amor entre una española y un galante portugués en un viaje en el tren que se dirigía hacia Sevilla. Y otra, creo que cantada originalmente por Amelia Rodrigues y traducida del portugués, exaltaba la belleza de las casas portuguesas, y en especial de una “que la brisa y el sol besan”:

“Cuatro paredes muy blancas
con madreselva y jazmín,
tiene un racimo la parra
y dos rosas el jardín.
Un San José de azulejos
bajo un sol de primavera…”

También había numerosos chistes o bromas que criticaban a Franco y en los que podían aparecer, de una u otra forma, sus aliados portugueses. Por ejemplo, recuerdo haber escuchado a quienes se atrevían -en privado- a parodiar a Franco, un discurso en que el dictador exponía las ventajas de su régimen dirigiéndose a españoles y portugueses, es decir a “españoles y lusos” (lo que podía escucharse como “españoles ilusos”). Algunos chistes jugaban con equívocos de topónimos y palabras portuguesas. Como aquel en que la mujer de Franco le avisaba en un telegrama que había de pasar la noche en Portugal, y que estaba “en Braga y sin combinación”.

Al lado de esas imágenes populares, el conocimiento más culto sobre Portugal estaba muchas veces mezclado de un sentimiento iberista, que miraba a ese país como una parte que se había separado, pero con la que teníamos mucho en común. Algunos intelectuales, entre los cuales Miguel de Unamuno, habían prestado sostenida atención a la cultura y a la vida portuguesa. En los artículos que publicó hacia finales del primer decenio del siglo XX, por ejemplo los que se reeditaron en el volumen Por tierras de Portugal y España, Unamuno, nos incitaba a leer la literatura portuguesa en portugués (“que para los de habla castellana no es dificultad”) y nos ilustraba sobre el desaliento y la desesperanza típica del alma portuguesa, que podían ir unidos a la burla. Glosando a poetas y novelistas portugueses, había comentado el tono de tristeza, de “desesperación resignada, o de resignación desesperada” que se encuentra en la literatura de este país, el hecho de que “parece un pueblo que no sabe sino llorar y burlarse”. Al mismo tiempo, había alabado una y otra vez la belleza, flexibilidad y dulzura de la lengua portuguesa contraponiéndola a la rigidez de la lengua castellana: “dijo Cervantes del idioma portugués que es el castellano sin huesos, y, retrucándole, cabría decir que el castellano es el portugués osificado”. A la vez que especulaba sobre las causas del desconocimiento mutuo entre los dos pueblos, que relacionaba con “la petulante soberbia española, de una parte, y la quisquillosa suspicacia portuguesa, de la otra parte”; con el hecho de que el español, “y el castellano sobre todo, es desdeñoso y arrogante, y el portugués, lo mismo que el gallego, es receloso y susceptible.

Lecturas de ese tipo, y las descripciones que el mismo Unamuno y algún otro autor hacían de pueblos y paisajes portugueses, nos animaban a acercarnos a ese país y a tratar de leer en esa lengua tan elogiada y tan desconocida (especialmente en la región murciana donde pasé mi juventud). A todo ello se unió una circunstancia específica que nos afectó especialmente a los jóvenes de mi promoción de estudios secundarios. En los años en que yo estudié en Lorca el grado superior del bachillerato, durante el curso final, llamado pre-universitario, el Ministerio de Educación señalaba cada año unos temas específicos para estudiar monográficamente. El azar hizo que durante el curso final de esos estudios el tema señalado para la asignatura de geografía e historia fuera Portugal. Por esa razón tuvimos que realizar algunas lecturas históricas y literarias sobre este país, lo que me dejó un interés especial por él.

Más tarde en la Universidad de Murcia recuerdo haber quedado impresionado por el castellano de Orlando Valverde en la descripción de la parte portuguesa de la Geografía de Portugal editada por Montaner y Simón, por alguna obra de Amorim Girao, y por el libro de Dan Stanislawski sobre Portugal, entre otros. Todo ello me fue despertando un interés grande por este país; y por ello no dejé de leer, más tarde, varios trabajos de Jorge Gaspar de carácter regional, entre los que, al consultar ahora la bibliografía, he identificado inmediatamente el libro Portugal em Mapas e Números, y dos artículos: "Le Portugal: Évolution Démographique Récente", publicado en Méditerranée, una revista que consultaba frecuentemente desde mis estudios en Murcia, y “The unity and individuality of Portugal” publicado en la serie Iberian Studies, de la Universidad de Keele, y de la que conté con una colección completa que me regaló John Naylon.

He estado repasando la relación de publicaciones que aparecen en el currículum vitae de Jorge Gaspar. Realmente impresiona la actividad que ha desplegado durante todos estos años desde que acabó la licenciatura. Un buen número de esos trabajos yo los conocí porque el autor tuvo la amabilidad de enviármelos en su momento, o tuve ocasión de obtenerlos con ocasión de mis viajes a Portugal. Pero otros los conozco solo de referencia, e incluso a algunos, aunque los recibí, no les presté inmediatamente la debida atención. La razón radica en que aunque yo mismo había estado interesado por los estudios sobre problemas urbanos, desde los años 1976 me dedique a cuestiones de historia de la geografía, lo que me fue apartando temporalmente de los temas hacia los cuales se iba dirigiendo el interés de Jorge Gaspar.

Seguí menos, por ello, los trabajos que fue realizando con Chris Jensen-Butler sobre las transformaciones del sistema urbano portugués y europeo en los años 1990 o sobre las transformaciones sociales y económicas, a pesar de conocer y apreciar a Chris. Me limité a mirar rápidamente sus trabajos sobre el área metropolitana de Lisboa, sobre reestructuración industrial y renovación urbana, sobre el planeamiento estratégico, la reestructuración productiva, las nuevas formas de transporte, o los estudios sobre el puerto de Lisboa. En cambio, debido al interés que he tenido sobre las redes telegráficas y telefónicas, leí y aprecié mucho sus trabajos con Jensen-Butler y con otros colegas, sobre telecomunicaciones y sobre el papel de éstas en el desarrollo regional, que considero aportaciones de gran valor. Pero, en conjunto, debido a otras urgencias en las lecturas que había de realizar, durante algunos años presté menor atención a los trabajos sobre planeamiento y ordenación del territorio. Aunque no he dejado de estar al tanto de su trascendencia y, especialmente, he tenido clara conciencia de su importancia a través de conversaciones con Joan-Eugeni Sánchez. Y luego en los noventa volví otra vez a seguir más de cerca las investigaciones que realizaba.

Siempre me ha impresionado la vasta cultura que tiene Jorge Gaspar y la amplitud de sus intereses. Por citar algunos de sus trabajos más recientes, me llama la atención su capacidad para echar una mirada sobre el patrimonio, sobre la sociabilidad, sobre las relaciones entre ciencia y artes; su intervención en debates públicos a través de entrevistas y artículos diversos, abordando cuestiones como el papel de las ciudades en el desarrollo de un país, las alternativas para la reconstrucción de la Baixa Pombalina y otros temas de actualidad. También su capacidad para conectar con diferentes especialistas, en especial, arquitectos, economistas y sociólogos. Finalmente, su carácter crítico, su preocupación por la pobreza, por la injusticia, o por las desigualdades que genera la competitividad.

A todo ello hay que unir su actividad como profesor. Tengo constancia del interés que han despertado siempre sus cursos, lo que no me extraña. Su magisterio se refleja también en los trabajos que impulsa. Las Tesis Doctorales que un profesor dirige tienen que ver con sus propias preocupaciones y a veces con las de los estudiantes. Un buen profesor ha de saber estimular la preocupación intelectual de sus alumnos haciéndoles participar de sus problemas científicos y líneas de investigación. Pero también ha de ser receptivo a las inquietudes propias de esos alumnos y guiarlos en los caminos que emprenden. Examinando las Tesis Doctorales que ha dirigido Jorge Gaspar, se observan las dos dimensiones. Una parte de ellas, y especialmente las primeras, tienen que ver con cuestiones de geografía urbana y espacios metropolitanos, otras con las preocupaciones que Gaspar ha tenido por la financiación de la industria y el desarrollo de algunas ramas de actividad especialmente dinámicas y por las pautas de su localización espacial, así como los efectos de la globalización en esas actividades. Naturalmente, las cuestiones de geografía electoral, que tanto le preocuparon después del 25 de abril no podían faltar. A partir de mediados de los años 1980 los temas regionales van ganando cada vez más importancia en sus preocupaciones y en su magisterio, lo que se traduce asimismo en Tesis que tratan de esas cuestiones y de la reestructuración productiva, así como el papel de las ciudades medias en la ordenación del territorio y las políticas municipales. Finalmente, temas como las políticas ambientales y el patrimonio, junto con cuestiones como la historia de la sociabilidad completan sus estímulos intelectuales.

Pero a toda esa labor de investigación y de magisterio universitario, que ya es enorme, hay que unir su actividad profesional y de gestión, a la que le doy también una gran importancia. Valoro especialmente que al mismo tiempo que desarrollaba toda su actividad docente e investigadora, haya podido poner en marcha y dirigir el “Centro de Estudos e Desenvolvimento Regional e Urbano” de Lisboa (CEDRU), a la vez que aceptaba responsabilidades en la gestión de instituciones académicas. Me parece admirable que al mismo tiempo que realizaba toda su vasta labor anteriormente citada haya podido desempeñar posiciones como administrador de la Fundación de la Universidad de Lisboa, vicerrector de dicha Universidad, director del Centro de Estudos Geográficos, director del Departamento de Geografia o presidente de la Comisión Nacional de Geografía de Portugal. También el que haya sido durante veinte años coordinador de programas Erasmus o Sócrates con la participación de varias universidades europeas (entre las cuales, como he dicho, la de Barcelona), y haya tenido otras funciones de coordinación de diferentes programas de ciencias sociales que asocian a diversos grupos de trabajo portugueses y europeos en general. Entre ellos el del programa RURE (Regional and Urban Restructuring in Europe) de la Fundação Europeia da Ciência

De forma muy especial quiero mencionar su papel como impulsor de estudios de planeamiento urbano y regional. Su relación internacional y con otros especialistas como arquitectos e ingenieros le hizo ser consciente de la necesidad de desarrollar estas líneas de estudios entre los geógrafos portugueses, en lo que contó con la colaboración de otros colegas del Centro de Estudos Geográficos. Me parecen de gran trascendencia sus trabajos de planeamiento en estos ámbitos territoriales, realizados desde el Centro de Estudos Geograficos de la Universidad de Lisboa, y a través del CEDRU. Jorge Gaspar ha sido una figura esencial de una geografía activa que trata de enfrentarse a los problemas actuales. Con estudios e informes que han dado lugar a las publicaciones correspondientes y, a la vez, han retroalimentado su reflexión científica. Una magnífica imbricación de actividad científica y compromiso social con las instituciones y en favor del desarrollo económico del país.

Finalmente, hay otras dos facetas en las que Jorge Gaspar me resulta admirable. Una, el que haya conseguido poner en marcha en Alvito un proyecto similar a otro que yo no he logrado ver culminar en una década y media de gestiones realizadas en Lorca (a saber: el proyecto de creación de un Centro de Estudios Locales y Territoriales a partir de la donación de mi propia biblioteca a la ciudad). Otro, y hablo como espectador y consumidor, sus facultades culinarias, en las que sin duda se crece; le he visto actuar en esa actividad con un absoluto dominio de la situación y, al igual que hacen los toreros en el momento de la suerte suprema, exclamar: “¡dejadme solo!”, echando a Ana, su mujer, y a los amigos de la cocina; aunque yo no tengo esas facultades, confieso, por solidaridad de “género”, que, de tenerlas, seguramente me comportaría de manera similar, ya que creo que las mujeres utilizan muchos mecanismos explícitos o sutiles para imponer sus ideas en la cocina, un ámbito en el que la mayor parte se mueve con gran soltura y algunas consideran como un dominio propio.

Realmente, es difícil hacer más en el tiempo que Jorge Gaspar ha tenido, y encontrar geógrafos, o científicos sociales en general, que reúnan a la vez, y con tanta solvencia, una dimensión científica, académica, y aplicada como las que él ha desarollado. Y que posean una tan vasta cultura y tantos valores humanos como los que reúne.

La insistente invitación de los amigos de Lisboa para participar en este volumen de homenaje a Jorge Gaspar ha coincidido con mi lectura de un libro que acaba de publicar el gran geógrafo brasileño, Aziz Nacib Ab’Saber. Se trata de un relato autobiográfico titulado O que é ser geógrafo, incluido en una colección que intenta presentar diversas profesiones a los jóvenes que están en trance de definir su orientación profesional. Al leerlo, por la misma estructura y el objeto de la obra, me vi impulsado a hacerme preguntas sobre lo que significa ser geógrafo, sobre cómo se llega a serlo, sobre qué razones han conducido a los que son hoy geógrafos a elegir esta profesión.

No son cuestiones nuevas. Desde mediados del siglo XX, cuando empezó a aparecer formalmente lo que entonces se denominaba “geografía aplicada”, muchos se han ido haciendo preguntas sobre lo que es el oficio de geógrafo. Son numerosas las respuestas que se han dado, y no ha sido infrecuente que algunos maestros de la disciplina afirmaran el papel esencialmente educativo de la misma, y los peligros que se presentaban a los que se internaban en el camino de la aplicación, peligros que iban desde convertirse en servidores de las grandes empresas, y por tanto del capitalismo, hasta los riesgos de realizar un trabajo profesional para el que los geógrafos no estaban preparados. Los debates han dejado de tener sentido hoy, cuando el papel del geógrafo es normalmente reconocido y apreciado en el campo del planeamiento y en ámbitos profesionales diversos. Pero eran muy vivos en los años 1960 y todavía incluso en los setenta y ochenta.

Jorge Gaspar no se ha sentido nunca obligado a teorizar sobre ello. Simplemente ha ejercido el oficio de geógrafo de una forma decidida y rigurosa. Ha considerado que los conocimientos y la formación que dan los estudios de geografía capacitan tanto como otros, y a veces más, a intervenir profesionalmente en los problemas de ordenación y planificación de los territorios. En sus trabajos ha valorado la síntesis y la necesidad de integrar los aspectos diversos físicos y humanos, ha estudiado el territorio preocupándose por localizar los fenómenos en él, ha tenido en cuenta la importancia de la dimensión temporal de los procesos y los ha mirado en su evolución diacrónica, ha seguido con atención las transformaciones que se han ido produciendo y los efectos de la globalización, ha echado una mirada abierta y sin complejos hacia otras disciplinas, y ha tenido una apertura atenta hacia otros horizontes intelectuales cuando le ha sido necesario, ha transitado por campos diversos con capacidad para relacionarlos, ha sabido realizar análisis y ha tenido a la vez una perspectiva generalista, ha elaborado mapas, ha asistido al crecimiento exponencial de la información y ha sido plenamente consciente de la necesidad de incorporar los SIG al trabajo del geógrafo, ha utilizado los métodos cuantitativos pero no se ha dejado deslumbrar por ellos sino que ha mantenido también una perspectiva histórica y cultural, así como una actitud integradora, que podríamos calificar de holística, ha efectuado proyecciones y ha realizado propuestas de ordenación espacial; ha practicado, en fin, el planeamiento urbano y regional a escalas europea, nacional, regional y local. Al mismo tiempo, en su magisterio universitario ha mantenido siempre una actitud crítica, una gran libertad de pensamiento y ha enseñado a sus alumnos a mirar, y ver, a tratar de comprender lo que observan, a establecer relaciones entre unos fenómenos y otros y a hacerse preguntas sobre las interacciones que existen entre ellos. ¿Puede esperarse algo más? Sin duda su carrera es un ejemplo perfecto de lo que podemos calificar el oficio de geógrafo.

Un oficio que Jorge Gaspar eligió precozmente, según explicó sentida y brillantemente en el discurso que hizo al recibir en mayo de 2007 en Porto Alegre el Premio Internacional Geocrítica 2007 (publicado en Scripta Nova, Revsta Elecrtónica de Geografía y Ciencias Sociales nº 245 (72) <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-24572.htm>), y que ha mantenido de forma esforzada y lúcida durante toda su vida. El recuerdo de su largo recorrido por la disciplina, de su conversión en geógrafo aplicado, y de las enseñanzas que ha obtenido a partir de los éxitos y fracasos en su larga experiencia de estudios aplicados y de planificación territorial han sido magistralmente narrados en este discurso. En él resulta destacable, además, su valoración del trabajo en equipo, la insistencia en la necesidad de un desarrollo sostenible y la importancia que concede en la ordenación del territorio a la participación, la democracia, la eficiencia y la competitividad. Ese discurso y el conjunto de su obra muestran de forma clara su visión ponderada del saber geográfico y de la utilidad del mismo para la planificación, la valoración del papel de la disciplina geográfica en la mejora de las condiciones de vida en nuestro planeta y el carácter dinámico de su concepción de la disciplina.

En la conclusión del volumen sobre Planeamento e Ordenamento do Territorio de la Geografía de Portugal dirigida por Carlos Alberto Medeiros, Jorge Gaspar ha dedicado recientemente unas páginas a tratar de la prospectiva del territorio. En ellas examina las posibilidades que se abren a Portugal en la encrucijada actual de futuros posibles y alude a la necesidad de que el país escoja a patir de estrategias y proyectos concretos. Defiende también que a pesar de que el mundo se haya “encogido” con las nuevas tecnologías, y que todo esté más próximo, los lugares y los territorios son actores fundamentales: “construir el futuro –escribe- es un continuo rehacer de la geografía”. Ese rehacer de la geografía, de los territorios y lugares, ha de hacerse sin duda con cuidado, con conocimiento de los recursos disponibles, de las posibilidades y de las limitaciones. Es decir, ha de hacerse con planificación y proyectos muy bien meditados. A eso puede y debe ayudar la ciencia geográfica. Una ciencia que, para que sea verdaderamente útil, ha de saber aprovechar su tradición intelectual e incorporar nuevas metodologías, nuevos conceptos y nuevas perspectivas; para construir el futuro, podríamos añadir, necesitamos también un continuo rehacer, o al menos una renovación, de la ciencia geográfica. A una y otra transformación, a la de los territorios geográficos y a la de la ciencia geográfica, ha contribuido eficazmente Jorge Gaspar. Por todo eso, y además por sus valores humanos, su generosidad y su disposición a ayudar a los alumnos y colegas, así como por su decidido carácter crítico Jorge Gaspar puede ser considerado, sin duda, uno de los más ilustres geógrafos contemporáneos.

 

Copyright: Capel, 2007.
Copyright: Centro de Estudos Geográficos da Universidade de Lisboa, 2007.

 

Ficha bibliográfica:

CAPEL, Horacio. Jorge Gaspar y el oficio de geógrafo. In Geophilia. O sentir e os sentidos da Geografia. Homenagem a Jorge Gaspar. Lisboa: Centro de Estudos Geográficos da Universidade de Lisboa, 2007, p. 63-73. [ISBN: 978-972-636-177-0]. Reproducido en Scripta Vetera. Edición Electrónica de Trabajos Publicados sobre Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, nº 103. <http://www.ub.es/geocrit/sv-103.htm>. [ISSN: 1578-0015].


 

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